• El aroma de lavanda y pétalos secos flotaba en el aire mientras Lepus acomodaba un ramo de dalias sobre el mostrador. Sus manos se movían con precisión, atando los tallos con un lazo de seda negra, pero su mente seguía atrapada en los recuerdos ajenos.

    “Haz que los olvide… por favor… haz que desaparezcan.”

    La voz de la mujer aún resonaba en su mente, frágil y quebrada, como si cada palabra amenazara con hacerla colapsar. Había llegado a ella poco después del anochecer, con los ojos hinchados de tanto llorar. Sus manos temblaban al colocar la ofrenda sobre el altar improvisado: una vela blanca, una figura de un conejo de porcelana y un puñado de jazmines marchitos, sus flores favoritas antes de que el dolor las volviera insoportables.

    Su prometido y su hermana.

    Las palabras se le habían atorado en la garganta cuando intentó explicarlo. El día de su boda, había caminado hasta el altar con el corazón latiendo de emoción… solo para encontrarlo vacío. En la iglesia, los murmullos crecieron hasta convertirse en cuchicheos hirientes. Su madre trató de sostenerla cuando su vestido de novia pareció pesarle demasiado, cuando su cuerpo entero se volvió de plomo. Pero no fue hasta después, cuando encontró la carta apresuradamente escrita y la vio firmada con la caligrafía de su hermana, que entendió la verdad.

    Habían huido juntos.

    Aquella traición no solo le arrebató a su futuro esposo, sino a la persona en la que más confiaba. En un solo instante, perdió dos amores: el romántico y el fraternal.

    “No puedo más… su ausencia me persigue… necesito que desaparezcan de mi cabeza.”

    Lepus suspiró y tomó una tijera, cortando con precisión un tallo marchito. Había realizado el Ritual de Memoria y Olvido con la misma meticulosidad de siempre. La mujer escribió ambos nombres en el pergamino y, con un movimiento tembloroso, lo dejó arder en la llama negra. Las cenizas bailaron en el aire antes de desvanecerse en la brisa nocturna.

    Pero… ¿realmente el olvido era la respuesta?

    Los recuerdos no desaparecían. Solo se hundían en lo más profundo, perdiendo su filo, su intensidad. Con el tiempo, quizá la mujer despertaría una mañana sintiendo que algo le faltaba, una herida sin cicatriz visible. Y aunque el rostro de su hermana y de aquel hombre se desdibujara, el eco de la traición persistiría en su alma.

    Lepus acomodó las flores restantes y se quedó en silencio. Su labor no era juzgar, sino aliviar. A veces, eso significaba conceder olvido. Otras veces, significaba permitir que el dolor se desvaneciera poco a poco, como un pétalo arrastrado por el viento.

    Fuera de la tienda, la noche se cernía sobre la ciudad. Aún quedaban flores por organizar, pero por un instante, Lepus cerró los ojos y escuchó.

    En algún rincón del mundo, alguien más la llamaría pronto.

    Y ella acudiría. Como siempre.
    #monorol
    El aroma de lavanda y pétalos secos flotaba en el aire mientras Lepus acomodaba un ramo de dalias sobre el mostrador. Sus manos se movían con precisión, atando los tallos con un lazo de seda negra, pero su mente seguía atrapada en los recuerdos ajenos. “Haz que los olvide… por favor… haz que desaparezcan.” La voz de la mujer aún resonaba en su mente, frágil y quebrada, como si cada palabra amenazara con hacerla colapsar. Había llegado a ella poco después del anochecer, con los ojos hinchados de tanto llorar. Sus manos temblaban al colocar la ofrenda sobre el altar improvisado: una vela blanca, una figura de un conejo de porcelana y un puñado de jazmines marchitos, sus flores favoritas antes de que el dolor las volviera insoportables. Su prometido y su hermana. Las palabras se le habían atorado en la garganta cuando intentó explicarlo. El día de su boda, había caminado hasta el altar con el corazón latiendo de emoción… solo para encontrarlo vacío. En la iglesia, los murmullos crecieron hasta convertirse en cuchicheos hirientes. Su madre trató de sostenerla cuando su vestido de novia pareció pesarle demasiado, cuando su cuerpo entero se volvió de plomo. Pero no fue hasta después, cuando encontró la carta apresuradamente escrita y la vio firmada con la caligrafía de su hermana, que entendió la verdad. Habían huido juntos. Aquella traición no solo le arrebató a su futuro esposo, sino a la persona en la que más confiaba. En un solo instante, perdió dos amores: el romántico y el fraternal. “No puedo más… su ausencia me persigue… necesito que desaparezcan de mi cabeza.” Lepus suspiró y tomó una tijera, cortando con precisión un tallo marchito. Había realizado el Ritual de Memoria y Olvido con la misma meticulosidad de siempre. La mujer escribió ambos nombres en el pergamino y, con un movimiento tembloroso, lo dejó arder en la llama negra. Las cenizas bailaron en el aire antes de desvanecerse en la brisa nocturna. Pero… ¿realmente el olvido era la respuesta? Los recuerdos no desaparecían. Solo se hundían en lo más profundo, perdiendo su filo, su intensidad. Con el tiempo, quizá la mujer despertaría una mañana sintiendo que algo le faltaba, una herida sin cicatriz visible. Y aunque el rostro de su hermana y de aquel hombre se desdibujara, el eco de la traición persistiría en su alma. Lepus acomodó las flores restantes y se quedó en silencio. Su labor no era juzgar, sino aliviar. A veces, eso significaba conceder olvido. Otras veces, significaba permitir que el dolor se desvaneciera poco a poco, como un pétalo arrastrado por el viento. Fuera de la tienda, la noche se cernía sobre la ciudad. Aún quedaban flores por organizar, pero por un instante, Lepus cerró los ojos y escuchó. En algún rincón del mundo, alguien más la llamaría pronto. Y ella acudiría. Como siempre. #monorol
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  • Cada vez que Apolo y Ellie se fundían en uno solo, el mundo dejaba de existir. No importaba el tiempo, no importaban las reglas, ni siquiera importaba el aire que llenaba sus pulmones, lo único real era el latido frenético de sus cuerpos buscándose, atrapándose, devorándose en una necesidad que jamás se extinguía.

    Apolo la amaba con un fervor que rozaba la locura. Durante el día, la adoraba como a una diosa, como a un milagro que tenía la suerte de llamar suya. La protegía, la consentía, la envolvía en su ternura infinita, dedicándole cada mirada, cada palabra, cada caricia con el respeto de un caballero que ha jurado lealtad eterna. Pero cuando la noche caía, cuando el deseo los consumía, toda esa devoción se transformaba en un hambre desmedida, salvaje, insaciable.

    Ella era su perdición, su más dulce condena. Sus labios, su piel, su voz entrecortada al susurrar su nombre… todo en ella lo volvía loco. No podía contenerse, no podía resistirse. La necesitaba con urgencia animal, con la desesperación de quien se ha convertido en esclavo del placer. Su cuerpo clamaba por ella, cada fibra de su ser ardía por hundirse en su calor, por poseerla hasta el último aliento, por reclamarla en un lenguaje sin palabras que solo ellos entendían.

    No bastaba con tocarla, con recorrer su piel como si de un tesoro se tratara. No bastaba con escuchar su jadeo tembloroso o sentirla retorcerse bajo su control. Él quería más. Quería verla perderse en él, entregarse sin reservas, suplicar por más, rogarle que no se detuviera. Quería hacerla gritar su nombre, tatuarlo en su alma, en su piel, en cada rincón de su ser, hasta que ni el tiempo ni el destino pudieran separarlos.

    Porque Ellie no solo era su mujer. Era su delirio. Su adicción. Su más oscuro y hermoso pecado. Y él jamás, jamás, se saciaría de ella.

    #SeductiveSunday
    Cada vez que Apolo y Ellie se fundían en uno solo, el mundo dejaba de existir. No importaba el tiempo, no importaban las reglas, ni siquiera importaba el aire que llenaba sus pulmones, lo único real era el latido frenético de sus cuerpos buscándose, atrapándose, devorándose en una necesidad que jamás se extinguía. Apolo la amaba con un fervor que rozaba la locura. Durante el día, la adoraba como a una diosa, como a un milagro que tenía la suerte de llamar suya. La protegía, la consentía, la envolvía en su ternura infinita, dedicándole cada mirada, cada palabra, cada caricia con el respeto de un caballero que ha jurado lealtad eterna. Pero cuando la noche caía, cuando el deseo los consumía, toda esa devoción se transformaba en un hambre desmedida, salvaje, insaciable. Ella era su perdición, su más dulce condena. Sus labios, su piel, su voz entrecortada al susurrar su nombre… todo en ella lo volvía loco. No podía contenerse, no podía resistirse. La necesitaba con urgencia animal, con la desesperación de quien se ha convertido en esclavo del placer. Su cuerpo clamaba por ella, cada fibra de su ser ardía por hundirse en su calor, por poseerla hasta el último aliento, por reclamarla en un lenguaje sin palabras que solo ellos entendían. No bastaba con tocarla, con recorrer su piel como si de un tesoro se tratara. No bastaba con escuchar su jadeo tembloroso o sentirla retorcerse bajo su control. Él quería más. Quería verla perderse en él, entregarse sin reservas, suplicar por más, rogarle que no se detuviera. Quería hacerla gritar su nombre, tatuarlo en su alma, en su piel, en cada rincón de su ser, hasta que ni el tiempo ni el destino pudieran separarlos. Porque [GIRL0FSADNESS] no solo era su mujer. Era su delirio. Su adicción. Su más oscuro y hermoso pecado. Y él jamás, jamás, se saciaría de ella. #SeductiveSunday
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  • ### **Clasificación del Torneo Kengan: Takeru vs. Wakatsuki Takeshi**

    La noche anterior a la primera ronda del torneo Kengan, la isla oculta donde se celebraría el evento estaba envuelta en un ambiente de tensión y anticipación. El estadio, una colosal estructura de piedra y acero, se alzaba en el centro de la isla, con su inmensa área de combate cubierta de arena, iluminada por luces que proyectaban sombras sobre los rostros de los combatientes.

    En una sala privada, Takeru observaba la lista de emparejamientos. Su nombre estaba junto a otro que hizo que su expresión se endureciera: **Wakatsuki Takeshi.**

    —Vaya suerte… —murmuró, sintiendo un ligero escalofrío.

    Wakatsuki Takeshi no era un oponente común. Su apodo, *"El Tigre de Piedra"*, se debía a su fuerza inhumana. Desde su nacimiento, su estructura muscular era diferente a la de un ser humano normal, otorgándole una densidad muscular extrema que lo hacía más fuerte y resistente que la mayoría de los peleadores del Kengan. Takeru había visto grabaciones de sus combates: cada puñetazo que lanzaba era como el impacto de un ariete, y muchos de sus oponentes terminaban fuera de combate tras unos pocos golpes.

    El sonido de un gong resonó en la isla. La primera ronda estaba a punto de comenzar.
    ### **Clasificación del Torneo Kengan: Takeru vs. Wakatsuki Takeshi** La noche anterior a la primera ronda del torneo Kengan, la isla oculta donde se celebraría el evento estaba envuelta en un ambiente de tensión y anticipación. El estadio, una colosal estructura de piedra y acero, se alzaba en el centro de la isla, con su inmensa área de combate cubierta de arena, iluminada por luces que proyectaban sombras sobre los rostros de los combatientes. En una sala privada, Takeru observaba la lista de emparejamientos. Su nombre estaba junto a otro que hizo que su expresión se endureciera: **Wakatsuki Takeshi.** —Vaya suerte… —murmuró, sintiendo un ligero escalofrío. Wakatsuki Takeshi no era un oponente común. Su apodo, *"El Tigre de Piedra"*, se debía a su fuerza inhumana. Desde su nacimiento, su estructura muscular era diferente a la de un ser humano normal, otorgándole una densidad muscular extrema que lo hacía más fuerte y resistente que la mayoría de los peleadores del Kengan. Takeru había visto grabaciones de sus combates: cada puñetazo que lanzaba era como el impacto de un ariete, y muchos de sus oponentes terminaban fuera de combate tras unos pocos golpes. El sonido de un gong resonó en la isla. La primera ronda estaba a punto de comenzar.
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  • Entre el mito y la verdad
    Fandom Oc
    Categoría Suspenso
    Rol cerrado con: Heinrich Rosenberg
    Ciudad Velmont - 1:00 am

    La ciudad tenía una forma particular de respirar en las madrugadas. Calles desiertas, faroles parpadeando como si estuvieran cansados de iluminar y el eco de unos tacones o pasos en la distancia. Joon estaba acostumbrado a todo eso. Había patrullado estos barrios lo suficiente como para saber que los rumores de vampiros, criaturas de la noche o monstruos -como bien los llamaban-, eran todas historias para mantener a los borrachos en sus casas y para asustar a los niños

    Sin embargo, los rumores de ataques extraños no dejaban de circular entre los oficiales. Gente desapareciendo sin rastro y testigos asegurando haber visto "sombras" moviéndose demasiado rápido. ¿se trataba de algún asesino en serie? No podía ser, ya no se veían casos como esos, solo porque 'eran otras épocas'.

    Un cadáver apareció en un callejón detrás de un viejo club de jazz. Nada nuevo. La víctima, un hombre de unos treinta y tantos, sin identificación, piel pálida y sin signos visibles de violencia. Lo inquietante era la falta total de sangre en el cuerpo. "Algún psicópata con fetiches raros", pensó mientras sacaba un cigarro, observando la escena.

    Joon exhaló, masajeándose las sienes.
    ⸻ Otro más… ⸻murmuró mientras encendía un cigarro.
    Era el tercer caso en un mes. Diferentes víctimas, diferentes edades, pero el mismo patrón. Piel blanca como el mármol, sin sangre, sin huellas, sin señales de lucha. Y siempre... de noche.

    Se arrodilló junto al cuerpo, sacando su linterna para inspeccionar de cerca. Cuando de repente el aire se volvió más pesado, más frío. Un escalofrío recorrió su nuca, como si lo estuvieran observando. Su cuerpo se tensó, bajando la mano lentamente hacia su arma.

    ⸻ Sal de ahí ⸻soltó con voz firme, sin voltear aún. Podí asegurar que alguien estaba en la oscuridad del callejón, acompañándolo. Giró en su lugar, apuntando realmente a la oscuridad misma con el arma ya en mano. Ah... ¿estaba alucinando? Su corazón latía con fuerza.

    Esperaba que las noches en vela no le estuvieran cobrando factura, no aún... Tenía que volver a casa y asegurarse que la bola de pelos -de curioso nombre cítrico- había vuelto a casa para dormir.
    Rol cerrado con: [Heinz_Vamp] 📍 Ciudad Velmont - 1:00 am La ciudad tenía una forma particular de respirar en las madrugadas. Calles desiertas, faroles parpadeando como si estuvieran cansados de iluminar y el eco de unos tacones o pasos en la distancia. Joon estaba acostumbrado a todo eso. Había patrullado estos barrios lo suficiente como para saber que los rumores de vampiros, criaturas de la noche o monstruos -como bien los llamaban-, eran todas historias para mantener a los borrachos en sus casas y para asustar a los niños Sin embargo, los rumores de ataques extraños no dejaban de circular entre los oficiales. Gente desapareciendo sin rastro y testigos asegurando haber visto "sombras" moviéndose demasiado rápido. ¿se trataba de algún asesino en serie? No podía ser, ya no se veían casos como esos, solo porque 'eran otras épocas'. Un cadáver apareció en un callejón detrás de un viejo club de jazz. Nada nuevo. La víctima, un hombre de unos treinta y tantos, sin identificación, piel pálida y sin signos visibles de violencia. Lo inquietante era la falta total de sangre en el cuerpo. "Algún psicópata con fetiches raros", pensó mientras sacaba un cigarro, observando la escena. Joon exhaló, masajeándose las sienes. ⸻ Otro más… ⸻murmuró mientras encendía un cigarro. Era el tercer caso en un mes. Diferentes víctimas, diferentes edades, pero el mismo patrón. Piel blanca como el mármol, sin sangre, sin huellas, sin señales de lucha. Y siempre... de noche. Se arrodilló junto al cuerpo, sacando su linterna para inspeccionar de cerca. Cuando de repente el aire se volvió más pesado, más frío. Un escalofrío recorrió su nuca, como si lo estuvieran observando. Su cuerpo se tensó, bajando la mano lentamente hacia su arma. ⸻ Sal de ahí ⸻soltó con voz firme, sin voltear aún. Podí asegurar que alguien estaba en la oscuridad del callejón, acompañándolo. Giró en su lugar, apuntando realmente a la oscuridad misma con el arma ya en mano. Ah... ¿estaba alucinando? Su corazón latía con fuerza. Esperaba que las noches en vela no le estuvieran cobrando factura, no aún... Tenía que volver a casa y asegurarse que la bola de pelos -de curioso nombre cítrico- había vuelto a casa para dormir.
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  • 𝑳𝒂 𝒏𝒐𝒕𝒂 𝒅𝒊𝒔𝒄𝒐𝒓𝒅𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒆 𝒔𝒆𝒓 𝒍𝒂 𝒎𝒂́𝒔 𝒅𝒖𝒍𝒄𝒆.
    Fandom House Of The Drαgon (Modern AU)
    Categoría Drama
    ⸻ Gritos, golpes y vítores. Ruidos que embotaban los oídos de Aegon, estímulos que no lograban despertarlo de su letargo. Su cuerpo estaba detrás del escenario de uno de los garitos más reconocidos de la ciudad, y tanto él como su banda estaban a punto de cumplir un sueño: los contrataron para tocar durante toda la noche. Además del salario decente que recibieron, realizar aquel bolo representaba un salto importante para ganar renombre como grupo musical; una meta por la que habían luchado con determinación, levantándose tras cada adversidad y avanzando sin rendirse. Esfuerzos que, al fin, dieron frutos y los llevaron hasta ese lugar. Sin embargo, su alma se ahogaba en el fondo de una botella de whiskey, intentando disipar el dolor de no poder compartir su triunfo con 𝐑𝐡𝐚𝐞𝐧𝐲𝐫𝐚, la única que siempre lo apoyó en su carrera de cantante y… no estaba ahí porque no se atrevió a concretarle la hora exacta en la que iban a actuar. Su propia cobardía, hostigada por inseguridades, lo frenó. Más aún porque era viernes, el día de la semana en que ella quedaba con Daemon. Lo sabía con certeza gracias a los sobornos que le daba a la secretaria que llevaba la agenda de su hermana mayor. Por eso no le dijo nada, por temor a ser rechazado.

    A pesar de que en las últimas semanas se habían acercado gracias a aquella conversación bajo las estrellas, aún quedaba un largo camino en recorrer.

    Desde que llegaron al camerino no abrió la boca, limitándose a responder con escuetas onomatopeyas cada vez que alguno de sus amigos le preguntaba algo. Esa actitud no pasó desapercibida para los integrantes de la banda, y aprovechando un momento de distracción, el batería tomó el teléfono del Targaryen y le escribió un mensaje a Nyra:

    ❝𝐄𝐲, 𝐬𝐨𝐲 𝐋𝐮𝐜𝐚𝐬 ¿𝐕𝐚𝐬 𝐚 𝐭𝐚𝐫𝐝𝐚𝐫 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚𝐫? 𝐄𝐬𝐭𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐚 𝐩𝐮𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐫 𝐚 𝐭𝐨𝐜𝐚𝐫.❞

    Intuían que el estado deleznable del platinado se debía a que no vieron a nadie de su familia entre el público. Mientras los demás participantes estaban arropados por sus parientes, él permanecía solo.

    Finalmente, llegó el momento y el conjunto instrumental salió al escenario para dar inicio con la función. Solo tardaron un par de minutos en alistarse, y el chico se colocó frente al micrófono. Era el vocalista y guitarrista. ⸻

    ¡Buenas noches! Espero que estéis listos para darlo todo, porque tenemos un gran repertorio de canciones que os van a molar.
    ⸻ Gritos, golpes y vítores. Ruidos que embotaban los oídos de Aegon, estímulos que no lograban despertarlo de su letargo. Su cuerpo estaba detrás del escenario de uno de los garitos más reconocidos de la ciudad, y tanto él como su banda estaban a punto de cumplir un sueño: los contrataron para tocar durante toda la noche. Además del salario decente que recibieron, realizar aquel bolo representaba un salto importante para ganar renombre como grupo musical; una meta por la que habían luchado con determinación, levantándose tras cada adversidad y avanzando sin rendirse. Esfuerzos que, al fin, dieron frutos y los llevaron hasta ese lugar. Sin embargo, su alma se ahogaba en el fondo de una botella de whiskey, intentando disipar el dolor de no poder compartir su triunfo con 𝐑𝐡𝐚𝐞𝐧𝐲𝐫𝐚, la única que siempre lo apoyó en su carrera de cantante y… no estaba ahí porque no se atrevió a concretarle la hora exacta en la que iban a actuar. Su propia cobardía, hostigada por inseguridades, lo frenó. Más aún porque era viernes, el día de la semana en que ella quedaba con Daemon. Lo sabía con certeza gracias a los sobornos que le daba a la secretaria que llevaba la agenda de su hermana mayor. Por eso no le dijo nada, por temor a ser rechazado. A pesar de que en las últimas semanas se habían acercado gracias a aquella conversación bajo las estrellas, aún quedaba un largo camino en recorrer. Desde que llegaron al camerino no abrió la boca, limitándose a responder con escuetas onomatopeyas cada vez que alguno de sus amigos le preguntaba algo. Esa actitud no pasó desapercibida para los integrantes de la banda, y aprovechando un momento de distracción, el batería tomó el teléfono del Targaryen y le escribió un mensaje a Nyra: ❝𝐄𝐲, 𝐬𝐨𝐲 𝐋𝐮𝐜𝐚𝐬 ¿𝐕𝐚𝐬 𝐚 𝐭𝐚𝐫𝐝𝐚𝐫 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚𝐫? 𝐄𝐬𝐭𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐚 𝐩𝐮𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐫 𝐚 𝐭𝐨𝐜𝐚𝐫.❞ Intuían que el estado deleznable del platinado se debía a que no vieron a nadie de su familia entre el público. Mientras los demás participantes estaban arropados por sus parientes, él permanecía solo. Finalmente, llegó el momento y el conjunto instrumental salió al escenario para dar inicio con la función. Solo tardaron un par de minutos en alistarse, y el chico se colocó frente al micrófono. Era el vocalista y guitarrista. ⸻ ¡Buenas noches! Espero que estéis listos para darlo todo, porque tenemos un gran repertorio de canciones que os van a molar.
    Tipo
    Grupal
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    Cualquier línea
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    Disponible
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  • Recibió la amonestación, uno de sus mejores amigos se casaría, no le costó creer, siempre fue el más centrado de los tres,

    — Qué mal hermano, la libertad es lo mejor que hay.- Musitó al leer la invitación; el tren en el que se transportaba había tardado en salir, las estaciones pasaban, una tras otra, el conductor del mismo avisaba cada cierto tiempo el nombre de la estación, volviendo el viaje tedioso.

    — ¿A dónde te viniste a vivir?, la chica debe de ser bastante especial para que renunciaras a la ciudad. "B", supongo que en ese pueblo habrá con quien pasar el rato en mi estancia.

    De nuevo llevó la invitación al bolsillo, "B" era de la vieja escuela, tanto como él, por eso la misma razón las invitaciones fueron físicas, no como ahora que la mayoría las mandan en forma digital.

    La señorita que ofrecía los bocadillos pasaría a su lugar, y como era de costumbre, cualquiera que tuviera buenos melones y excelentes posaderas, trataría de seducirla, tenía una faceta y un don para que todas cayeran en sus redes, simple... les decía lo que deseaban escuchar, la mujer no fue la excepción, labios pintados en el rostro de Damián, el encuentro casual de él y la trabajadora fue impecable, la sonrisa y el acomodarse la ropa interior bajo la falda lo decía todo, al seguir por el pasillo llevando el carrito y ofreciendo a los demás pasajeros.

    — Gracias, preciosa, fue un placer degustar la... cena. (?)

    Por su lado, se cerró el zíper, volcando la mirada por la ventana, aún faltaban estaciones para llegar a su destino.



    Recibió la amonestación, uno de sus mejores amigos se casaría, no le costó creer, siempre fue el más centrado de los tres, — Qué mal hermano, la libertad es lo mejor que hay.- Musitó al leer la invitación; el tren en el que se transportaba había tardado en salir, las estaciones pasaban, una tras otra, el conductor del mismo avisaba cada cierto tiempo el nombre de la estación, volviendo el viaje tedioso. — ¿A dónde te viniste a vivir?, la chica debe de ser bastante especial para que renunciaras a la ciudad. "B", supongo que en ese pueblo habrá con quien pasar el rato en mi estancia. De nuevo llevó la invitación al bolsillo, "B" era de la vieja escuela, tanto como él, por eso la misma razón las invitaciones fueron físicas, no como ahora que la mayoría las mandan en forma digital. La señorita que ofrecía los bocadillos pasaría a su lugar, y como era de costumbre, cualquiera que tuviera buenos melones y excelentes posaderas, trataría de seducirla, tenía una faceta y un don para que todas cayeran en sus redes, simple... les decía lo que deseaban escuchar, la mujer no fue la excepción, labios pintados en el rostro de Damián, el encuentro casual de él y la trabajadora fue impecable, la sonrisa y el acomodarse la ropa interior bajo la falda lo decía todo, al seguir por el pasillo llevando el carrito y ofreciendo a los demás pasajeros. — Gracias, preciosa, fue un placer degustar la... cena. (?) Por su lado, se cerró el zíper, volcando la mirada por la ventana, aún faltaban estaciones para llegar a su destino.
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  • Llegó la hora de poner orden en este puto infierno. Abran las piernas y giman mi nombre porque su amo y señor a regresado jajaja
    Llegó la hora de poner orden en este puto infierno. Abran las piernas y giman mi nombre porque su amo y señor a regresado jajaja
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  • Yo te nombro ADAN Adán cuarto, bienvenido al universo 1 por alguna razón llamado hazbin hotel.... Porque le ponen el nombre del hotel de la puta hija de lucifer ?!!!

    -tose tratando de concentrarse -

    El uso de la túnica es obligatoria, cuidado con los demonios que muerden .... No más que yo pero muerden

    -le entrega su buena caja de condones como bienvenida -

    Los necesitarás no e visto al primer Adán hetero aquí.... Solo uno que es ruso.... Pero rara vez se deja ver
    Yo te nombro [eclipse_red_crow_913] Adán cuarto, bienvenido al universo 1 por alguna razón llamado hazbin hotel.... Porque le ponen el nombre del hotel de la puta hija de lucifer ?!!! -tose tratando de concentrarse - El uso de la túnica es obligatoria, cuidado con los demonios que muerden .... No más que yo pero muerden -le entrega su buena caja de condones como bienvenida - Los necesitarás no e visto al primer Adán hetero aquí.... Solo uno que es ruso.... Pero rara vez se deja ver :STK-12:
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  • El sol se ocultaba tras el horizonte, dando paso a la noche. Hyeon-Seok, vestido con una bata de seda, se encontraba de pie en el balcón de su penthouse. La ciudad se extendía a sus pies, un mar de luces y edificios que él controlaba con su poder.

    En ese momento, su mente estaba lejos de los negocios. Se encontraba absorto en la contemplación del paisaje urbano, dejando que la tranquilidad del anochecer lo envolviera. En una mano, sostenía una copa de vino tinto.

    Con un movimiento suave, llevó la copa a sus labios y bebió un sorbo del líquido, saboreando cada gota. El vino era de una cosecha especial, un regalo de un socio importante. Hyeon apreciaba los detalles y los gestos de cortesía, aunque no siempre los valorara en su justa medida.

    Un sonido suave interrumpió sus pensamientos. Se giró y vio a su asistente, Min, quien se acercaba con una tableta electrónica en sus manos.

    —Señor, tiene una llamada importante —dijo con voz respetuosa.

    Hyeon asintió y tomó la tableta. La pantalla mostraba el nombre de uno de sus socios en el extranjero.

    —Gracias, Min —dijo Hyeon—. Puedes retirarte.

    Min hizo una reverencia y se marchó, dejando a Hyeon solo en el balcón. Atendió la llamada, su voz volviendo a su tono frío y autoritario.
    El sol se ocultaba tras el horizonte, dando paso a la noche. Hyeon-Seok, vestido con una bata de seda, se encontraba de pie en el balcón de su penthouse. La ciudad se extendía a sus pies, un mar de luces y edificios que él controlaba con su poder. En ese momento, su mente estaba lejos de los negocios. Se encontraba absorto en la contemplación del paisaje urbano, dejando que la tranquilidad del anochecer lo envolviera. En una mano, sostenía una copa de vino tinto. Con un movimiento suave, llevó la copa a sus labios y bebió un sorbo del líquido, saboreando cada gota. El vino era de una cosecha especial, un regalo de un socio importante. Hyeon apreciaba los detalles y los gestos de cortesía, aunque no siempre los valorara en su justa medida. Un sonido suave interrumpió sus pensamientos. Se giró y vio a su asistente, Min, quien se acercaba con una tableta electrónica en sus manos. —Señor, tiene una llamada importante —dijo con voz respetuosa. Hyeon asintió y tomó la tableta. La pantalla mostraba el nombre de uno de sus socios en el extranjero. —Gracias, Min —dijo Hyeon—. Puedes retirarte. Min hizo una reverencia y se marchó, dejando a Hyeon solo en el balcón. Atendió la llamada, su voz volviendo a su tono frío y autoritario.
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  • Luciérnaga.

    La palabra flota en el aire, atrapándome en un eco inesperado. No es un nombre que haya elegido para mí misma, pero alguien más lo ha hecho. Y ahora permanece entre la sombra y yo, ligera y persistente, como si esperara que la reconozca.

    Pienso en ello con cierta ironía. Si soy una luciérnaga, lo soy en mi forma más contradictoria. Una pequeña criatura de luz atrapada en la vastedad de la noche, un resplandor que nunca será suficiente para disipar la oscuridad. Parpadeante, efímera, apenas un destello en el abismo. Pero existente.

    Siempre he pensado en la luz como algo lejano, algo que no me pertenece del todo. La veo en otros, la reconozco en miradas llenas de esperanza y en llamas firmes que arden sin miedo al viento. Pero yo… Yo siempre he sido distinta. Mi luz, si acaso la tengo, titubea. Surge y se desvanece, como si dudara de su derecho a permanecer.

    Las luciérnagas no iluminan el camino. No son faros en la tormenta ni soles que ahuyentan la sombra. Son apenas murmullos de luz, danzando en la penumbra sin reclamar el amanecer. Y, sin embargo, aún en su fragilidad, persisten.

    Tal vez ahí resida la clave. No importa cuán tenue sea mi luz, ni cuántas veces se apague en la brisa gélida de la incertidumbre. Sigo resurgiendo. Persistente. Rebelde. Como si, a pesar de todo, me negara a desaparecer.

    Y si alguien aún me ve, si alguien aún me llama así, entonces tal vez… Tal vez mi luz no es tan invisible como creo.
    Luciérnaga. La palabra flota en el aire, atrapándome en un eco inesperado. No es un nombre que haya elegido para mí misma, pero alguien más lo ha hecho. Y ahora permanece entre la sombra y yo, ligera y persistente, como si esperara que la reconozca. Pienso en ello con cierta ironía. Si soy una luciérnaga, lo soy en mi forma más contradictoria. Una pequeña criatura de luz atrapada en la vastedad de la noche, un resplandor que nunca será suficiente para disipar la oscuridad. Parpadeante, efímera, apenas un destello en el abismo. Pero existente. Siempre he pensado en la luz como algo lejano, algo que no me pertenece del todo. La veo en otros, la reconozco en miradas llenas de esperanza y en llamas firmes que arden sin miedo al viento. Pero yo… Yo siempre he sido distinta. Mi luz, si acaso la tengo, titubea. Surge y se desvanece, como si dudara de su derecho a permanecer. Las luciérnagas no iluminan el camino. No son faros en la tormenta ni soles que ahuyentan la sombra. Son apenas murmullos de luz, danzando en la penumbra sin reclamar el amanecer. Y, sin embargo, aún en su fragilidad, persisten. Tal vez ahí resida la clave. No importa cuán tenue sea mi luz, ni cuántas veces se apague en la brisa gélida de la incertidumbre. Sigo resurgiendo. Persistente. Rebelde. Como si, a pesar de todo, me negara a desaparecer. Y si alguien aún me ve, si alguien aún me llama así, entonces tal vez… Tal vez mi luz no es tan invisible como creo.
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