Era un hombre.
Ahora, solo queda la bestia.
El minotauro llegó sin aviso, cubierto de polvo, con la mirada perdida en algún punto que nadie ve. Nadie sabe de dónde vino, solo que las cadenas que arrastra no son de hierro, sino de culpa. En otro tiempo tuvo nombre, rostro, voz. Hoy, su respiración suena como un recuerdo que no quiere morir.
Busca a quien lo transformó, o quizá a quien amó antes del castigo. Otros murmuran que solo quiere probar que sigue sintiendo algo, lo que sea, aunque sea dolor.
Su intención es clara: encontrar al culpable y hacerle entender lo que significa no poder morir siendo humano.
Ahora, solo queda la bestia.
El minotauro llegó sin aviso, cubierto de polvo, con la mirada perdida en algún punto que nadie ve. Nadie sabe de dónde vino, solo que las cadenas que arrastra no son de hierro, sino de culpa. En otro tiempo tuvo nombre, rostro, voz. Hoy, su respiración suena como un recuerdo que no quiere morir.
Busca a quien lo transformó, o quizá a quien amó antes del castigo. Otros murmuran que solo quiere probar que sigue sintiendo algo, lo que sea, aunque sea dolor.
Su intención es clara: encontrar al culpable y hacerle entender lo que significa no poder morir siendo humano.
Era un hombre.
Ahora, solo queda la bestia.
El minotauro llegó sin aviso, cubierto de polvo, con la mirada perdida en algún punto que nadie ve. Nadie sabe de dónde vino, solo que las cadenas que arrastra no son de hierro, sino de culpa. En otro tiempo tuvo nombre, rostro, voz. Hoy, su respiración suena como un recuerdo que no quiere morir.
Busca a quien lo transformó, o quizá a quien amó antes del castigo. Otros murmuran que solo quiere probar que sigue sintiendo algo, lo que sea, aunque sea dolor.
Su intención es clara: encontrar al culpable y hacerle entender lo que significa no poder morir siendo humano.