• El silencio reinaba en el teatro vacío, las largas filas de butacas abandonadas como ecos de un pasado de esplendor. Las luces apenas iluminaban el escenario, como una barrera entre el mundo real y aquel que pertenecía a los muertos. El aire estaba cargado de la nostalgia de una gloria pasada, pero no había ni una chispa de vida en el vasto espacio, solo la quietud eterna de la decadencia.

    Allí, en el centro del escenario, la silueta de Lyra vislumbraba entre las sombras, su figura era esbelta y sus movimientos suaves como la seda, se mantenía en un silencio profundo, observando la oscuridad que la rodeaba. Su piel pálida reflejaba lo poco de luz que quedaba, como si su propia existencia estuviera atrapada en un sueño eterno.

    En el fondo, casi imperceptible al principio, sonó una melodía.

    https://www.youtube.com/watch?v=qeMFqkcPYcg&list=RDqeMFqkcPYcg&start_radio=1

    “Sweet dreams” un contraste bastante interesante dado al sitio donde se encontraba , su ritmo desafiante chocando con la serenidad y quietud del lugar. La canción, con su toque provocador y misterioso, parecía entrar en conflicto con la serenidad del teatro, pero de alguna manera, encajaba a la perfección. Lyra, sin poder evitarlo, sintió cómo la música invadía su cuerpo, una oleada de energía que la empujó a moverse. Solo una persona sabía lo que aquello provocaba en ella...

    Su primer movimiento fue sutil, como una sombra que se desliza por el suelo, pero pronto sus caderas comenzaron a moverse al ritmo de la canción. El sonido de los bajos pulsando a través del aire llenó el vacío del teatro, haciendo que las paredes parecieran vibrar con una energía que solo Lyra podía entender. La vampiresa comenzó a caminar, pero no de una forma común. Cada paso era una danza, un giro que desafiaba la gravedad, como si el escenario fuera suyo para siempre. Sus manos, delgadas y llenas de gracia, se elevaron suavemente, como si estuviera tocando los ecos del pasado en el aire.

    La oscuridad que la rodeaba comenzó a fundirse con ella, su figura etérea proyectada sobre las paredes del teatro, mientras sus movimientos se volvían más seductores, más atrevidos. A pesar de la naturaleza gótica de su ser, la energía de la música era tan vibrante, tan llena de vida, que parecía contrarrestar su condena eterna. Lyra no solo era una sombra en la noche, ella era una manifestación de lo prohibido, de lo que te podía dañar desde adentro.

    Sus ojos, de un rojo brillante como rubíes, brillaban en la penumbra mientras sus labios se curvaban en una sonrisa, un reflejo de su alma atormentada. La canción resonaba en su ser, sus movimientos se volvían cada vez más provocativos, como si el escenario fuera su pista de baile y ella la reina indiscutible de ese espacio olvidado.

    A medida que la melodía se intensificaba, Lyra se dejó llevar por el ritmo, un baile en el que el tiempo parecía detenerse. La historia de su vida, de su condena, se entrelazaba con la música, como si cada acorde fuera una parte de su alma rota. Pero no había tristeza en su danza, solo había un ardiente deseo de sentirse viva, de sentir esa chispa de rebelión en la piel, a pesar de la eternidad que la atrapaba.

    Su figura, elegante y llena de gracia, se movía entre las sombras del teatro, un contraste entre la luz tenue del escenario y la oscuridad que parecía alimentarla. El teatro, aunque vacío, parecía cobrar vida, como si su presencia de desbordara las paredes y desafiara el vacío. La canción continuaba, susurrando en el aire, y ella bailaba, como un alma libre atrapada en el cuerpo de un monstruo.

    ♧ Sweet dreams are made of this - murmuró en la oscuridad, su voz cálida, pero cargada de intención - Who am I to disagree?...-
    El silencio reinaba en el teatro vacío, las largas filas de butacas abandonadas como ecos de un pasado de esplendor. Las luces apenas iluminaban el escenario, como una barrera entre el mundo real y aquel que pertenecía a los muertos. El aire estaba cargado de la nostalgia de una gloria pasada, pero no había ni una chispa de vida en el vasto espacio, solo la quietud eterna de la decadencia. Allí, en el centro del escenario, la silueta de Lyra vislumbraba entre las sombras, su figura era esbelta y sus movimientos suaves como la seda, se mantenía en un silencio profundo, observando la oscuridad que la rodeaba. Su piel pálida reflejaba lo poco de luz que quedaba, como si su propia existencia estuviera atrapada en un sueño eterno. En el fondo, casi imperceptible al principio, sonó una melodía. https://www.youtube.com/watch?v=qeMFqkcPYcg&list=RDqeMFqkcPYcg&start_radio=1 “Sweet dreams” un contraste bastante interesante dado al sitio donde se encontraba , su ritmo desafiante chocando con la serenidad y quietud del lugar. La canción, con su toque provocador y misterioso, parecía entrar en conflicto con la serenidad del teatro, pero de alguna manera, encajaba a la perfección. Lyra, sin poder evitarlo, sintió cómo la música invadía su cuerpo, una oleada de energía que la empujó a moverse. Solo una persona sabía lo que aquello provocaba en ella... Su primer movimiento fue sutil, como una sombra que se desliza por el suelo, pero pronto sus caderas comenzaron a moverse al ritmo de la canción. El sonido de los bajos pulsando a través del aire llenó el vacío del teatro, haciendo que las paredes parecieran vibrar con una energía que solo Lyra podía entender. La vampiresa comenzó a caminar, pero no de una forma común. Cada paso era una danza, un giro que desafiaba la gravedad, como si el escenario fuera suyo para siempre. Sus manos, delgadas y llenas de gracia, se elevaron suavemente, como si estuviera tocando los ecos del pasado en el aire. La oscuridad que la rodeaba comenzó a fundirse con ella, su figura etérea proyectada sobre las paredes del teatro, mientras sus movimientos se volvían más seductores, más atrevidos. A pesar de la naturaleza gótica de su ser, la energía de la música era tan vibrante, tan llena de vida, que parecía contrarrestar su condena eterna. Lyra no solo era una sombra en la noche, ella era una manifestación de lo prohibido, de lo que te podía dañar desde adentro. Sus ojos, de un rojo brillante como rubíes, brillaban en la penumbra mientras sus labios se curvaban en una sonrisa, un reflejo de su alma atormentada. La canción resonaba en su ser, sus movimientos se volvían cada vez más provocativos, como si el escenario fuera su pista de baile y ella la reina indiscutible de ese espacio olvidado. A medida que la melodía se intensificaba, Lyra se dejó llevar por el ritmo, un baile en el que el tiempo parecía detenerse. La historia de su vida, de su condena, se entrelazaba con la música, como si cada acorde fuera una parte de su alma rota. Pero no había tristeza en su danza, solo había un ardiente deseo de sentirse viva, de sentir esa chispa de rebelión en la piel, a pesar de la eternidad que la atrapaba. Su figura, elegante y llena de gracia, se movía entre las sombras del teatro, un contraste entre la luz tenue del escenario y la oscuridad que parecía alimentarla. El teatro, aunque vacío, parecía cobrar vida, como si su presencia de desbordara las paredes y desafiara el vacío. La canción continuaba, susurrando en el aire, y ella bailaba, como un alma libre atrapada en el cuerpo de un monstruo. ♧ Sweet dreams are made of this - murmuró en la oscuridad, su voz cálida, pero cargada de intención - Who am I to disagree?...-
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  • La sala estaba bañada en sombras, con apenas unos destellos de luz que parpadeaban tímidamente desde las velas, colocadas sobre candelabros de hierro forjado que parecían los restos de un pasado olvidado. El aire estaba denso, cargado de humedad, y el leve sonido de engranajes oxidados resonaba en las paredes como un susurro interminable. Lyra se encontraba de pie frente a una gran ventana, sus ojos observaban la lluvia que azotaba el cristal, mientras sus cabellos oscuros caían en ondas suaves sobre su espalda.

    El corsé de metal y encaje, tejido con destreza, abrazaba su cuerpo como si fuera su segunda capa de piel. Parecía parte de la misma oscuridad que la rodeaba, una extensión de su esencia. Los engranajes en el fondo, aparentemente inanimados, daban un aire inquietante a la escena. Cada giro, cada pequeño clic de la maquinaria, parecía marcar el ritmo de un tiempo eterno y cruel.

    De repente, escucho pasos a su detrás, alguien avanzaba con cautela, como si el simple hecho de respirar en ese lugar pudiera desatar algo terrible. Sus pasos eran suaves, pero en el silencio de la sala, sonaban como truenos.

    Lyra ni siquiera de inmuto al inicio, pero cuando lo hizo y se giró, sus ojos brillaron con un azul grisaceo intenso, reflejando un abismo insondable. La fría expresión en su rostro no dejaba lugar a dudas.

    ♧ La eternidad observa todo con ojos vacíos- dijo con voz suave, pero cargada de algo oscuro - Pero yo soy la que da vida a sus más oscuros deseos. ¿Por qué has venido a perturbar el silencio de este reino?-
    La sala estaba bañada en sombras, con apenas unos destellos de luz que parpadeaban tímidamente desde las velas, colocadas sobre candelabros de hierro forjado que parecían los restos de un pasado olvidado. El aire estaba denso, cargado de humedad, y el leve sonido de engranajes oxidados resonaba en las paredes como un susurro interminable. Lyra se encontraba de pie frente a una gran ventana, sus ojos observaban la lluvia que azotaba el cristal, mientras sus cabellos oscuros caían en ondas suaves sobre su espalda. El corsé de metal y encaje, tejido con destreza, abrazaba su cuerpo como si fuera su segunda capa de piel. Parecía parte de la misma oscuridad que la rodeaba, una extensión de su esencia. Los engranajes en el fondo, aparentemente inanimados, daban un aire inquietante a la escena. Cada giro, cada pequeño clic de la maquinaria, parecía marcar el ritmo de un tiempo eterno y cruel. De repente, escucho pasos a su detrás, alguien avanzaba con cautela, como si el simple hecho de respirar en ese lugar pudiera desatar algo terrible. Sus pasos eran suaves, pero en el silencio de la sala, sonaban como truenos. Lyra ni siquiera de inmuto al inicio, pero cuando lo hizo y se giró, sus ojos brillaron con un azul grisaceo intenso, reflejando un abismo insondable. La fría expresión en su rostro no dejaba lugar a dudas. ♧ La eternidad observa todo con ojos vacíos- dijo con voz suave, pero cargada de algo oscuro - Pero yo soy la que da vida a sus más oscuros deseos. ¿Por qué has venido a perturbar el silencio de este reino?-
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  • - En su fin de semana largo tomo un pasatiempo nuevo e hizo figuras en el almuerzo y merienda para Miya, Santiago, Kyo y Lyra-

    Quedaron bellos(?)
    Quien dice que halloween no puede ser adorable..
    - En su fin de semana largo tomo un pasatiempo nuevo e hizo figuras en el almuerzo y merienda para Miya, Santiago, Kyo y Lyra- Quedaron bellos(?) Quien dice que halloween no puede ser adorable..
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  • Sangre de la traición
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    La piedra estaba fría. Más que eso. Era la clase de frío que se metía bajo la piel, que no se sacudía ni con llamas. Lyra tenía las rodillas pegada al suelo húmedo del calabozo, el cabello desordenado pegado a su rostro, y un hilo de sangre secándosele en el labio.

    Sus muñecas estaban sujetas por cadenas brillantes, pero no solo eso, sino que estaban reforzadas con símbolos grabados que no eran solo decorativos... eran sellos del Clan, usados para reprimir la energía de sangre, para quebrar la voluntad poco a poco. Era irónico. Siempre le dijeron que el poder del clan debía protegerse. Que el linaje era sagrado. Pero su tío lo había tergiversado todo.
    Él no quería proteger el legado… quería ser el único portador de él.

    Y para eso, ella debía morir.

    Lo peor no era el encierro. Ni siquiera el dolor. Era su rostro, el de quien creyó su amigo, aún grabado en su mente cuando la traición se selló con una daga en su costado. Una sonrisa forzada. Una excusa vacía.

    "Perdóname, Lyra… No tuve opción".

    —Mentiroso… —susurró ella, apenas audible, escupiendo al suelo.

    En lo alto, desde una celosía de piedra, se filtraba la luz de la luna llena. Las horas pasaban lentas, insoportables. Sabía lo que venía. El ritual no era rápido. No se conformarían con matarla. Tenían que hacerla parte del mito, convertir su sangre en el catalizador del ascenso de su tío al dominio total del clan. El "Último Vínculo", lo llamaban. Ella era ese vínculo.

    Pasos.
    Uno. Luego dos.
    Luego silencio.

    Algo o alguien se había detenido justo detrás de la reja de su celda. No se oía respiración. No se oía llave.

    —¿Vienes a mirar lo que queda de mí? —dijo Lyra, levantando la cabeza con esfuerzo. Sus ojos, aún brillantes, aún desafiantes, se encontraron con la oscuridad más allá de los barrotes.

    Silencio.

    Entonces, apenas un murmullo. Podía haber sido el viento.

    O una voz conocida.

    —No todo está decidido aún… - La voz de aquel era pausada y con matices oscuros. Ella no se movió. Solo entrecerró los ojos. Su cuerpo estaba roto, pero no su espíritu.

    —Si vienes a redimirme, llegas tarde. Si vienes a matarme, hazlo. Estoy cansada de ceremonias- Susurró, lo mejor era que todo acabe de una vez.

    El visitante, si es que era real, seguía allí. Quieto. Casi expectante. Como si esperara una señal. Una oportunidad. Una chispa.

    Y Lyra, encadenada, sangrante, pero no rendida, sonrió apenas.

    —¿O vienes… a liberar de ese maldito enfermo? -

    // Rol libre. Pueden continuarlo por aquí o en privado. No tengo problema.
    La piedra estaba fría. Más que eso. Era la clase de frío que se metía bajo la piel, que no se sacudía ni con llamas. Lyra tenía las rodillas pegada al suelo húmedo del calabozo, el cabello desordenado pegado a su rostro, y un hilo de sangre secándosele en el labio. Sus muñecas estaban sujetas por cadenas brillantes, pero no solo eso, sino que estaban reforzadas con símbolos grabados que no eran solo decorativos... eran sellos del Clan, usados para reprimir la energía de sangre, para quebrar la voluntad poco a poco. Era irónico. Siempre le dijeron que el poder del clan debía protegerse. Que el linaje era sagrado. Pero su tío lo había tergiversado todo. Él no quería proteger el legado… quería ser el único portador de él. Y para eso, ella debía morir. Lo peor no era el encierro. Ni siquiera el dolor. Era su rostro, el de quien creyó su amigo, aún grabado en su mente cuando la traición se selló con una daga en su costado. Una sonrisa forzada. Una excusa vacía. "Perdóname, Lyra… No tuve opción". —Mentiroso… —susurró ella, apenas audible, escupiendo al suelo. En lo alto, desde una celosía de piedra, se filtraba la luz de la luna llena. Las horas pasaban lentas, insoportables. Sabía lo que venía. El ritual no era rápido. No se conformarían con matarla. Tenían que hacerla parte del mito, convertir su sangre en el catalizador del ascenso de su tío al dominio total del clan. El "Último Vínculo", lo llamaban. Ella era ese vínculo. Pasos. Uno. Luego dos. Luego silencio. Algo o alguien se había detenido justo detrás de la reja de su celda. No se oía respiración. No se oía llave. —¿Vienes a mirar lo que queda de mí? —dijo Lyra, levantando la cabeza con esfuerzo. Sus ojos, aún brillantes, aún desafiantes, se encontraron con la oscuridad más allá de los barrotes. Silencio. Entonces, apenas un murmullo. Podía haber sido el viento. O una voz conocida. —No todo está decidido aún… - La voz de aquel era pausada y con matices oscuros. Ella no se movió. Solo entrecerró los ojos. Su cuerpo estaba roto, pero no su espíritu. —Si vienes a redimirme, llegas tarde. Si vienes a matarme, hazlo. Estoy cansada de ceremonias- Susurró, lo mejor era que todo acabe de una vez. El visitante, si es que era real, seguía allí. Quieto. Casi expectante. Como si esperara una señal. Una oportunidad. Una chispa. Y Lyra, encadenada, sangrante, pero no rendida, sonrió apenas. —¿O vienes… a liberar de ese maldito enfermo? - // Rol libre. Pueden continuarlo por aquí o en privado. No tengo problema.
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  • ---

    **Nombre**: Lyra Sable
    **Edad**: 21 años
    **Ocupación**: Influencer alternativa / Tarotista en línea
    **Lugar**: Su habitación, conocida en redes como “La Cueva de los Sueños Rotos”
    **Ambiente**: Estilo e-girl místico con tintes oscuros y seductores

    ---

    **\[Escena - La reina del espejo]**

    Lyra sostenía el teléfono frente al espejo, observando su reflejo con la precisión de quien conoce cada sombra de su rostro. Las orejas de conejo eran solo parte del show, una máscara simbólica que usaba para atraer, distraer y dominar.

    Su habitación era un santuario caótico: discos pegados a la pared, luces tenues y un peluche gigante al que alguna vez le había llorado encima. Todo en ella era intencional, desde el encaje negro hasta las cintas que adornaban sus caderas.

    Encendió la cámara, en vivo.

    —Buenas noches, criaturas de la noche... —dijo con voz ronca y sensual— hoy es luna menguante, así que vamos a hablar de lo que deberías soltar. Yo, por ejemplo... debería dejar de pensar en él.

    Se acercó al espejo, mirando a la pantalla como si pudiera leer los pensamientos de cada espectador. Su mirada no pedía permiso: exigía atención.

    Y en algún rincón de la ciudad, alguien, alguien muy específico, sabía que ese mensaje era para él.

    ---


    --- **Nombre**: Lyra Sable **Edad**: 21 años **Ocupación**: Influencer alternativa / Tarotista en línea **Lugar**: Su habitación, conocida en redes como “La Cueva de los Sueños Rotos” **Ambiente**: Estilo e-girl místico con tintes oscuros y seductores --- **\[Escena - La reina del espejo]** Lyra sostenía el teléfono frente al espejo, observando su reflejo con la precisión de quien conoce cada sombra de su rostro. Las orejas de conejo eran solo parte del show, una máscara simbólica que usaba para atraer, distraer y dominar. Su habitación era un santuario caótico: discos pegados a la pared, luces tenues y un peluche gigante al que alguna vez le había llorado encima. Todo en ella era intencional, desde el encaje negro hasta las cintas que adornaban sus caderas. Encendió la cámara, en vivo. —Buenas noches, criaturas de la noche... —dijo con voz ronca y sensual— hoy es luna menguante, así que vamos a hablar de lo que deberías soltar. Yo, por ejemplo... debería dejar de pensar en él. Se acercó al espejo, mirando a la pantalla como si pudiera leer los pensamientos de cada espectador. Su mirada no pedía permiso: exigía atención. Y en algún rincón de la ciudad, alguien, alguien muy específico, sabía que ese mensaje era para él. ---
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  • El llanto de la eterna
    Fandom Original
    Categoría Original
    Anyel Martnes
    Keirot Korezu
    [vision_white_scorpion_304]

    https://www.youtube.com/watch?v=QFZwuTOu9og

    Aethor, la voz que no perdona...

    Cuenta la leyenda que este ser fue el primer Guardián del Límite, creado por los dioses para contener el poder desmedido de los primeros vampiros reales. Pero cuando estos dioses desaparecieron, Aethor quedó atrapado entre el mundo físico y el espiritual… desfigurado por el tiempo y consumido por su deber.

    Su misión es recolectar la sangre y esencia de los vampiros que llevan linaje real, aquellos que descienden directamente de los antiguos progenitores inmortales. Su propósito es más oscuro… aún oculto incluso para los cazadores. El más mínimo roce, herida o contacto de Aethor provoca en el vampiro afectado una ruptura psíquica y biológica. La sangre dentro del vampiro se corrompe, generando un estado de sed incontrolable y locura, una especie de “fiebre de sangre”. Incluso los más disciplinados caen presa de la furia, devorando sin juicio a aliados, inocentes o enemigos por igual. Este estado puede durar días, semanas, o hasta que el vampiro es destruido… o muerde a otro, esparciendo la maldición.

    Pero hoy, por fin era el día. La había encontrado. Lyra Velvetthorn...

    El viento susurraba entre los árboles del bosque de Erelhyn, como si el mismo mundo contuviera el aliento. La luna se alzaba pálida sobre las copas negras, y Lyra avanzaba entre la maleza con la elegancia de una sombra viva, recolectando pétalos de lúgrima azul y raíces de silvo, ingredientes delicados para sus brebajes nocturnos. Una vieja costumbre que tenía.

    El silencio era profundo. Familiar. Seguro. Hasta que dejó de serlo. El aire se volvió denso. La noche se endureció, como si el bosque respirara al unísono… y luego se negara a hacerlo. Las hojas dejaron de moverse. Un escalofrío, no físico, sino ancestral, rozó la espalda de Lyra. Se irguió, alerta, sus ojos escudriñando la oscuridad.

    Y entonces lo sintió.

    No lo oyó llegar. No lo vio avanzar. Solo apareció, entre los árboles. Una figura alta, sin rostro, envuelta en una negrura tan antigua como el mundo. Sus ojos eran dos huecos de silencio. Aethor. Su mano apenas se movió, y una lanza negra cortó el aire. Lyra apenas giró cuando sintió el calor espeso de la herida en su cuello. Un hilo de sangre cayó… pero con él, cayó algo más.

    Su voluntad. Su centro. Su alma.

    Algo se desmoronó en su interior, imperceptible al principio, como una pequeña grieta en un espejo.

    El silencio viviente.
    El recolector de linajes.
    El castigo para los de sangre real.

    “No fue una herida… fue una llave.”

    Dentro de ella, algo se abrió. Y comenzó a entrar la oscuridad. La fiebre llegó como un vendaval. Su garganta ardía con una sed imposible, sus pensamientos se retorcían como insectos atrapados en ámbar caliente. Su consciencia comenzó a quebrarse, a fragmentarse como cristal golpeado desde dentro.

    "No tengo sed... no hambre... esto es otra cosa. Esto es... hueco. Es hambre de mí."

    Lyra intentó aferrarse a algo, a su nombre, a los recuerdos de quienes alguna vez amó, de las noches en las que alimentarse no era masacrar, sino ritual. Pero las memorias comenzaron a deslizarse entre sus dedos como humo frío.

    "¿Cómo sonaba la risa de Lioren...?"
    "¿Cuántos pétalos tenía la flor que planté en el umbral?"
    "¿Cuánto pesa la culpa cuando no queda alma que la cargue?"

    La respuesta era nada. Estaba en la oscuridad. Porque lo que quedaba dentro de ella ya no era esencia. Era una neblina negra que se arremolinaba, y en su centro...un abismo.

    Cuando llegó al campamento, ya no era ella. Las luces tenues de las linternas colgaban de las ramas como luciérnagas dormidas. Los cuerpos humanos respiraban profundamente, ajenos a lo que los observaba entre la maleza.

    Y la voz dentro de ella, que era tan dulce pero aterradora, susurró...

    "¿Ves cómo laten...? Rómpelos. Ábrelos. Encuentra la música en sus huesos."

    Ella no quería. No realmente. Pero ya no tenía la fuerza de decidir. La decisión se había ido con su sangre. El primer grito fue el más humano. El resto fueron ahogados en sangre. Sus manos se convirtieron en garras. Su boca, en prisión de colmillos. Y todo lo que era amor, compasión, belleza… fue devorado por la sed.

    Cuando todo terminó, Lyra permaneció de pie entre los restos humeantes del campamento. Su vestido blanco goteaba sangre como si el bosque la hubiese coronado. Una reina de ceniza y gritos. Sus pies comenzaron a moverse por sí solos, rumbo al pueblo. Mientras caminaba, su mente era un campo de ruinas.
    Y su alma… apenas un eco.

    "¿Qué soy ahora...?"

    Una carcajada brotó de su garganta, ajena, rota, como si no supiera cómo reír. Pero aún dentro de ella, muy al fondo, algo lloraba.

    Una voz apagada.
    Un susurro débil.
    ¿La suya? ¿O de alguien perdido en sus memorias?

    Aethor la observaba desde los árboles. Silente. Inmóvil. La recolección había comenzado. Y el cuerpo de Lyra, el vestido carmesí, sus ojos vacíos,
    eran la prueba de que la sangre real se quiebra desde dentro.

    [Anyel01] [Keirot_Korezu] [vision_white_scorpion_304] https://www.youtube.com/watch?v=QFZwuTOu9og Aethor, la voz que no perdona... Cuenta la leyenda que este ser fue el primer Guardián del Límite, creado por los dioses para contener el poder desmedido de los primeros vampiros reales. Pero cuando estos dioses desaparecieron, Aethor quedó atrapado entre el mundo físico y el espiritual… desfigurado por el tiempo y consumido por su deber. Su misión es recolectar la sangre y esencia de los vampiros que llevan linaje real, aquellos que descienden directamente de los antiguos progenitores inmortales. Su propósito es más oscuro… aún oculto incluso para los cazadores. El más mínimo roce, herida o contacto de Aethor provoca en el vampiro afectado una ruptura psíquica y biológica. La sangre dentro del vampiro se corrompe, generando un estado de sed incontrolable y locura, una especie de “fiebre de sangre”. Incluso los más disciplinados caen presa de la furia, devorando sin juicio a aliados, inocentes o enemigos por igual. Este estado puede durar días, semanas, o hasta que el vampiro es destruido… o muerde a otro, esparciendo la maldición. Pero hoy, por fin era el día. La había encontrado. Lyra Velvetthorn... El viento susurraba entre los árboles del bosque de Erelhyn, como si el mismo mundo contuviera el aliento. La luna se alzaba pálida sobre las copas negras, y Lyra avanzaba entre la maleza con la elegancia de una sombra viva, recolectando pétalos de lúgrima azul y raíces de silvo, ingredientes delicados para sus brebajes nocturnos. Una vieja costumbre que tenía. El silencio era profundo. Familiar. Seguro. Hasta que dejó de serlo. El aire se volvió denso. La noche se endureció, como si el bosque respirara al unísono… y luego se negara a hacerlo. Las hojas dejaron de moverse. Un escalofrío, no físico, sino ancestral, rozó la espalda de Lyra. Se irguió, alerta, sus ojos escudriñando la oscuridad. Y entonces lo sintió. No lo oyó llegar. No lo vio avanzar. Solo apareció, entre los árboles. Una figura alta, sin rostro, envuelta en una negrura tan antigua como el mundo. Sus ojos eran dos huecos de silencio. Aethor. Su mano apenas se movió, y una lanza negra cortó el aire. Lyra apenas giró cuando sintió el calor espeso de la herida en su cuello. Un hilo de sangre cayó… pero con él, cayó algo más. Su voluntad. Su centro. Su alma. Algo se desmoronó en su interior, imperceptible al principio, como una pequeña grieta en un espejo. El silencio viviente. El recolector de linajes. El castigo para los de sangre real. “No fue una herida… fue una llave.” Dentro de ella, algo se abrió. Y comenzó a entrar la oscuridad. La fiebre llegó como un vendaval. Su garganta ardía con una sed imposible, sus pensamientos se retorcían como insectos atrapados en ámbar caliente. Su consciencia comenzó a quebrarse, a fragmentarse como cristal golpeado desde dentro. "No tengo sed... no hambre... esto es otra cosa. Esto es... hueco. Es hambre de mí." Lyra intentó aferrarse a algo, a su nombre, a los recuerdos de quienes alguna vez amó, de las noches en las que alimentarse no era masacrar, sino ritual. Pero las memorias comenzaron a deslizarse entre sus dedos como humo frío. "¿Cómo sonaba la risa de Lioren...?" "¿Cuántos pétalos tenía la flor que planté en el umbral?" "¿Cuánto pesa la culpa cuando no queda alma que la cargue?" La respuesta era nada. Estaba en la oscuridad. Porque lo que quedaba dentro de ella ya no era esencia. Era una neblina negra que se arremolinaba, y en su centro...un abismo. Cuando llegó al campamento, ya no era ella. Las luces tenues de las linternas colgaban de las ramas como luciérnagas dormidas. Los cuerpos humanos respiraban profundamente, ajenos a lo que los observaba entre la maleza. Y la voz dentro de ella, que era tan dulce pero aterradora, susurró... "¿Ves cómo laten...? Rómpelos. Ábrelos. Encuentra la música en sus huesos." Ella no quería. No realmente. Pero ya no tenía la fuerza de decidir. La decisión se había ido con su sangre. El primer grito fue el más humano. El resto fueron ahogados en sangre. Sus manos se convirtieron en garras. Su boca, en prisión de colmillos. Y todo lo que era amor, compasión, belleza… fue devorado por la sed. Cuando todo terminó, Lyra permaneció de pie entre los restos humeantes del campamento. Su vestido blanco goteaba sangre como si el bosque la hubiese coronado. Una reina de ceniza y gritos. Sus pies comenzaron a moverse por sí solos, rumbo al pueblo. Mientras caminaba, su mente era un campo de ruinas. Y su alma… apenas un eco. "¿Qué soy ahora...?" Una carcajada brotó de su garganta, ajena, rota, como si no supiera cómo reír. Pero aún dentro de ella, muy al fondo, algo lloraba. Una voz apagada. Un susurro débil. ¿La suya? ¿O de alguien perdido en sus memorias? Aethor la observaba desde los árboles. Silente. Inmóvil. La recolección había comenzado. Y el cuerpo de Lyra, el vestido carmesí, sus ojos vacíos, eran la prueba de que la sangre real se quiebra desde dentro.
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  • Relatos de un monstruo
    Fandom OC
    Categoría Drama
    La iglesia estaba abandonada. Cristales rotos cuelgan de los vitrales como cuchillas oxidadas, temblando con el viento como si aún quisieran cortar algo más que el silencio. El aire está cargado de incienso antiguo y un tufo leve, metálico, que se aferra al paladar como una advertencia. Ella está allí.

    De rodillas, justo bajo lo que queda del altar, como si rezara a algo que ya no escucha. El abrigo de cuero negro cae como una segunda piel, pesado y oscuro, empapado por la lluvia. El cabello, lacio y mojado, gotea como tinta negra sobre el mármol agrietado. A su alrededor, un círculo de velas encendidas. Llama roja. Cera espesa. Un silencio que parece observar.

    Lyra puede oír tus pasos acercándose. Es entonces cuando habla, y su voz es un hilo áspero y seco, como una hoja rasgando papel viejo.

    —No he venido a alimentarme. No esta noche...- Sus dedos, manchados de algo oscuro y seco, acarician el mármol roto donde una cruz alguna vez sostuvo fe. Ahora, solo es polvo y memoria —Antes de que esta noche muera... necesito que me escuches. No como cazador, ni como juez. Sino como lo que fuiste antes de todo esto...humano- Entonces gira el rostro. Lento. Preciso.
    Y cuando sus ojos por fin se encuentran, puedes sentir cómo algo dentro de ti se retuerce. Sus ojos azules grisáceos, no tienen fondo. Ni reflejo. Pero hay algo allí. Un destello mínimo. ¿Culpa?... o hambre contenida por una hebra delgada de voluntad.

    —Quiero que sepas quién era… antes de esto. Antes del monstruo. Y cuando termine… decidirás- Sus colmillos apenas se asoman, como una amenaza muda. Sangra. Una gota oscura, espesa, cae al suelo entre la distancia que los separa a ambos.
    La iglesia estaba abandonada. Cristales rotos cuelgan de los vitrales como cuchillas oxidadas, temblando con el viento como si aún quisieran cortar algo más que el silencio. El aire está cargado de incienso antiguo y un tufo leve, metálico, que se aferra al paladar como una advertencia. Ella está allí. De rodillas, justo bajo lo que queda del altar, como si rezara a algo que ya no escucha. El abrigo de cuero negro cae como una segunda piel, pesado y oscuro, empapado por la lluvia. El cabello, lacio y mojado, gotea como tinta negra sobre el mármol agrietado. A su alrededor, un círculo de velas encendidas. Llama roja. Cera espesa. Un silencio que parece observar. Lyra puede oír tus pasos acercándose. Es entonces cuando habla, y su voz es un hilo áspero y seco, como una hoja rasgando papel viejo. —No he venido a alimentarme. No esta noche...- Sus dedos, manchados de algo oscuro y seco, acarician el mármol roto donde una cruz alguna vez sostuvo fe. Ahora, solo es polvo y memoria —Antes de que esta noche muera... necesito que me escuches. No como cazador, ni como juez. Sino como lo que fuiste antes de todo esto...humano- Entonces gira el rostro. Lento. Preciso. Y cuando sus ojos por fin se encuentran, puedes sentir cómo algo dentro de ti se retuerce. Sus ojos azules grisáceos, no tienen fondo. Ni reflejo. Pero hay algo allí. Un destello mínimo. ¿Culpa?... o hambre contenida por una hebra delgada de voluntad. —Quiero que sepas quién era… antes de esto. Antes del monstruo. Y cuando termine… decidirás- Sus colmillos apenas se asoman, como una amenaza muda. Sangra. Una gota oscura, espesa, cae al suelo entre la distancia que los separa a ambos.
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  • 𝐄𝐥 𝐀𝐛𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐒𝐢𝐥𝐞𝐧𝐭𝐞
    Fandom Ninguno
    Categoría Suspenso
    〈 𝘚𝘵𝘢𝘳𝘵𝘦𝘳 𝘤𝘰𝘯 Lyraeon ♡ 〉

    𝘌𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘯𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘵𝘰𝘳𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢. 𝘕𝘰 𝘳𝘶𝘨𝘦, 𝘯𝘰 𝘢𝘳𝘳𝘢𝘴𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘧𝘶𝘳𝘪𝘢. 𝘚𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘦𝘷𝘰𝘳𝘢.

    𝘕𝘰 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘳𝘶𝘪𝘯𝘢𝘴. 𝘕𝘰 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘤𝘦𝘯𝘪𝘻𝘢𝘴. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘢𝘶𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘱𝘶𝘳𝘢, 𝘱𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘢, 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦. 𝘜𝘯 𝘦𝘴𝘱𝘢𝘤𝘪𝘰 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘺 𝘭𝘢 𝘮𝘢𝘵𝘦𝘳𝘪𝘢 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘴𝘪𝘨𝘯𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰. 𝘓𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘧𝘶𝘦 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘴𝘦 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘷𝘦 𝘶𝘯 𝘩𝘰𝘳𝘪𝘻𝘰𝘯𝘵𝘦 𝘪𝘳𝘳𝘦𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘪𝘣𝘭𝘦, 𝘶𝘯 𝘢𝘣𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘴𝘪𝘯 𝘭𝘪́𝘮𝘪𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘭𝘶𝘻 𝘴𝘦 𝘢𝘱𝘢𝘨𝘢 𝘴𝘪𝘯 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘠 𝘭𝘰 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦, 𝘢𝘶𝘯𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘴𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘴𝘶 𝘢𝘷𝘢𝘯𝘤𝘦, 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘺 𝘶𝘯 𝘤𝘩𝘰𝘲𝘶𝘦, 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘺 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘭𝘰 𝘪𝘯𝘦𝘷𝘪𝘵𝘢𝘣𝘭𝘦.

    𝘓𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘵𝘰𝘤𝘢, 𝘭𝘰 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢.

    𝘓𝘰𝘴 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘯𝘰𝘵𝘢𝘳 𝘴𝘶 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘢́𝘴 𝘢𝘭𝘦𝘫𝘢𝘥𝘰𝘴, 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘪́𝘢𝘯 𝘥𝘪𝘰𝘴𝘦𝘴 𝘯𝘪 𝘨𝘶𝘢𝘳𝘥𝘪𝘢𝘯𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘻𝘢𝘳𝘢𝘯 𝘶𝘯 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘥𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘺 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴… 𝘈𝘶𝘯𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘢𝘱𝘢𝘳𝘦𝘤𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯. 𝘌𝘯 𝘴𝘶 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳, 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘢 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪𝘳𝘭𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦, 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘮𝘢𝘯𝘦𝘳𝘢 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢𝘴 𝘴𝘦 𝘦𝘹𝘵𝘦𝘯𝘥𝘪́𝘢𝘯 𝘮𝘢́𝘴 𝘢𝘭𝘭𝘢́ 𝘥𝘦 𝘭𝘰 𝘯𝘢𝘵𝘶𝘳𝘢𝘭, 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘦𝘹𝘵𝘳𝘢𝘯̃𝘢 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘵𝘶𝘥 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘦𝘥𝘪́𝘢 𝘴𝘶 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢𝘥𝘢. 𝘏𝘶𝘣𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘯𝘦𝘴 𝘩𝘶𝘺𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘦𝘳𝘭𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘵𝘰𝘥𝘰, 𝘢𝘣𝘢𝘯𝘥𝘰𝘯𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘶𝘴 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢𝘴 𝘢 𝘭𝘢 𝘯𝘦𝘨𝘳𝘶𝘳𝘢 𝘤𝘳𝘦𝘤𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘖𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘢𝘥𝘢𝘱𝘵𝘢𝘳𝘴𝘦, 𝘭𝘦𝘷𝘢𝘯𝘵𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘮𝘶𝘳𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘨𝘰 𝘰 𝘵𝘦𝘮𝘱𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘶𝘻, 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘧𝘶𝘨𝘪𝘰 𝘦𝘯 𝘴𝘶𝘱𝘦𝘳𝘴𝘵𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘻𝘢́ 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘵𝘶𝘷𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳.

    𝘓𝘰𝘴 𝘮𝘢́𝘴 𝘷𝘢𝘭𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴 –𝘰 𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘢́𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘥𝘰𝘴– 𝘯𝘰 𝘴𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘤𝘰𝘯 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘴𝘵𝘪𝘳. 𝘚𝘦 𝘢𝘭𝘻𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢 𝘭𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘪𝘥𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘪́𝘢𝘯: 𝘤𝘰𝘯 𝘩𝘦𝘤𝘩𝘪𝘻𝘰𝘴, 𝘤𝘰𝘯 𝘢𝘤𝘦𝘳𝘰, 𝘤𝘰𝘯 𝘱𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳𝘪𝘢𝘴. 𝘘𝘶𝘦𝘮𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘭𝘢 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘪́𝘢 𝘵𝘰𝘤𝘢𝘥𝘰, 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘱𝘶𝘳𝘨𝘢𝘳𝘭𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘤𝘦𝘯𝘪𝘻𝘢𝘴. 𝘛𝘳𝘢𝘵𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘴𝘦𝘭𝘭𝘢𝘳𝘭𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘢𝘯𝘵𝘪𝘨𝘶𝘢𝘴 𝘳𝘶𝘯𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘵𝘦𝘤𝘤𝘪𝘰́𝘯, 𝘤𝘰𝘯 𝘴𝘢𝘤𝘳𝘪𝘧𝘪𝘤𝘪𝘰𝘴, 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘢𝘵𝘦𝘳𝘳𝘢𝘥𝘢 𝘱𝘰𝘥𝘪́𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘦𝘣𝘪𝘳. 𝘠 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦, 𝘱𝘢𝘳𝘦𝘤𝘪́𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘯𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘣𝘢. 𝘏𝘶𝘣𝘰 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘯𝘦𝘨𝘳𝘶𝘳𝘢 𝘴𝘦 𝘥𝘦𝘵𝘦𝘯𝘪́𝘢, 𝘴𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘷𝘪𝘢𝘣𝘢, 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳𝘢 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘰.

    𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘦𝘳𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘪𝘭𝘶𝘴𝘪𝘰́𝘯.

    𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘴𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦 𝘦𝘹𝘱𝘶𝘭𝘴𝘢𝘳 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘦𝘴, 𝘯𝘰 𝘴𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦 𝘩𝘦𝘳𝘪𝘳 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢. 𝘠 𝘤𝘰𝘯 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘳𝘦𝘤𝘩𝘢𝘻𝘢𝘳𝘭𝘰, 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘭𝘭𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘴𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘪𝘯𝘰. 𝘓𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘤𝘦𝘯𝘥𝘪𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘦𝘯𝘥𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘢𝘭𝘦𝘫𝘢𝘳 𝘭𝘢 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢 𝘥𝘦𝘷𝘰𝘳𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘴𝘶𝘴 𝘩𝘰𝘨𝘢𝘳𝘦𝘴 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘶𝘮𝘪𝘳 𝘴𝘪𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘣𝘳𝘪𝘻𝘯𝘢 𝘥𝘦 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭 𝘢𝘣𝘪𝘴𝘮𝘰. 𝘓𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘫𝘶𝘳𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘶𝘯𝘤𝘪𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘦𝘯 𝘭𝘦𝘯𝘨𝘶𝘢𝘴 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢𝘥𝘢𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘷𝘰𝘭𝘷𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘭𝘰𝘤𝘰𝘴 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘷𝘢𝘯𝘦𝘤𝘦𝘳𝘴𝘦 𝘦𝘯 𝘶𝘯 𝘦𝘤𝘰 𝘩𝘶𝘦𝘤𝘰. 𝘓𝘢𝘴 𝘱𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳𝘪𝘢𝘴, 𝘢𝘭 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘭𝘭𝘢𝘳 𝘶𝘯 𝘰𝘪́𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘳𝘢, 𝘴𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘪𝘳𝘵𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘦𝘯 𝘭𝘭𝘢𝘯𝘵𝘰.

    𝘈𝘴𝘪́, 𝘢𝘭 𝘧𝘪𝘯𝘢𝘭, 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘴𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘪𝘳𝘵𝘪𝘰́ 𝘦𝘯 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘨𝘯𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯. 𝘓𝘢𝘴 𝘢𝘭𝘥𝘦𝘢𝘴 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘦𝘯𝘥𝘦𝘳 𝘴𝘶𝘴 𝘧𝘢𝘳𝘰𝘭𝘦𝘴 𝘢𝘭 𝘢𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦𝘤𝘦𝘳, 𝘵𝘦𝘮𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘭𝘶𝘻 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘶 𝘢𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘰́𝘯. 𝘓𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘦𝘯𝘷𝘪𝘢𝘳 𝘮𝘦𝘯𝘴𝘢𝘫𝘦𝘳𝘰𝘴, 𝘱𝘶𝘦𝘴 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘮𝘢́𝘴 𝘢𝘭𝘭𝘢́ 𝘥𝘦 𝘴𝘶𝘴 𝘧𝘳𝘰𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢𝘴 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘪́𝘢 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪𝘥𝘰. 𝘓𝘢𝘴 𝘤𝘪𝘶𝘥𝘢𝘥𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘶́𝘯 𝘱𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘦𝘤𝘪́𝘢𝘯 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘢 𝘮𝘰𝘷𝘦𝘳𝘴𝘦 𝘦𝘯 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢𝘴, 𝘢 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘢𝘳 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦 𝘴𝘦 𝘷𝘰𝘭𝘷𝘪́𝘢 𝘥𝘦𝘮𝘢𝘴𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘱𝘦𝘴𝘢𝘥𝘰, 𝘢 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴, 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘴𝘢𝘴, 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢𝘴 𝘷𝘪𝘥𝘢𝘴 𝘴𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦… 𝘕𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢𝘯 𝘢𝘭𝘭𝘪́ 𝘭𝘢 𝘶́𝘭𝘵𝘪𝘮𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘪𝘳𝘢𝘳𝘰𝘯.

    𝘠 𝘦𝘯𝘵𝘰𝘯𝘤𝘦𝘴, 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘦𝘤𝘪𝘰́ 𝘳𝘦𝘢𝘤𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘳. 𝘓𝘰𝘴 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘢𝘮𝘢𝘪𝘯𝘢𝘳𝘰𝘯, 𝘭𝘢𝘴 𝘯𝘶𝘣𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘵𝘶𝘷𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘴𝘶 𝘦𝘵𝘦𝘳𝘯𝘰 𝘱𝘦𝘳𝘦𝘨𝘳𝘪𝘯𝘢𝘳, 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘭𝘢 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘢 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘢𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯, 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘳𝘷𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘭𝘢𝘴 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘻𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘶́𝘯 𝘭𝘦 𝘲𝘶𝘦𝘥𝘢𝘣𝘢𝘯.

    𝘌𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘦𝘯𝘻𝘰́ 𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘴𝘢𝘳𝘴𝘦 𝘦𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳𝘦𝘴 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘴𝘦 𝘢𝘱𝘳𝘰𝘹𝘪𝘮𝘢𝘣𝘢, 𝘯𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘶 𝘴𝘶𝘴𝘵𝘢𝘯𝘤𝘪𝘢, 𝘴𝘪𝘯𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘭𝘢 𝘢𝘶𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘦𝘭𝘭𝘢. 𝘛𝘰𝘥𝘰 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘦𝘴𝘵𝘶𝘷𝘰 𝘢𝘩𝘪́, 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘰́, 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘷𝘪𝘣𝘳𝘰́ 𝘤𝘰𝘯 𝘭𝘢 𝘦𝘯𝘦𝘳𝘨𝘪́𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢, 𝘴𝘦 𝘩𝘢𝘣𝘪́𝘢 𝘪𝘥𝘰. 𝘕𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘪́𝘢 𝘱𝘰𝘭𝘷𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘱𝘰𝘭𝘷𝘰 𝘦𝘴 𝘶𝘯 𝘳𝘦𝘴𝘵𝘰, 𝘺 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘵𝘰𝘴. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘶𝘯 𝘩𝘶𝘦𝘤𝘰 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦.

    𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘭𝘰 𝘮𝘢́𝘴 𝘢𝘵𝘦𝘳𝘳𝘢𝘥𝘰𝘳 𝘯𝘰 𝘦𝘴 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘱𝘪𝘦𝘳𝘥𝘦. 𝘌𝘴 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘢𝘵𝘳𝘢́𝘴.

    𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘷𝘰𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘶𝘯𝘪𝘧𝘰𝘳𝘮𝘪𝘥𝘢𝘥. 𝘕𝘰 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘦𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘶𝘮𝘪𝘥𝘰 𝘥𝘦 𝘪𝘯𝘮𝘦𝘥𝘪𝘢𝘵𝘰. 𝘈 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴, 𝘧𝘳𝘢𝘨𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘲𝘶𝘦𝘥𝘢𝘯 𝘢𝘵𝘳𝘢𝘱𝘢𝘥𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢, 𝘳𝘦𝘵𝘢𝘻𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯, 𝘴𝘶𝘴𝘱𝘦𝘯𝘥𝘪𝘥𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘶𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘪𝘯𝘤𝘰𝘮𝘱𝘳𝘦𝘯𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦. 𝘊𝘪𝘶𝘥𝘢𝘥𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘮𝘰𝘳𝘰𝘯𝘢𝘥𝘢𝘴 𝘢 𝘭𝘢 𝘮𝘪𝘵𝘢𝘥, 𝘤𝘰𝘯 𝘴𝘶𝘴 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘳𝘶𝘯𝘤𝘢𝘴 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘵𝘦𝘳𝘮𝘪𝘯𝘢. 𝘚𝘢𝘭𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘯 𝘵𝘦𝘤𝘩𝘰 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘩𝘢 𝘴𝘪𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘦𝘮𝘱𝘭𝘢𝘻𝘢𝘥𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯 𝘢𝘣𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘪𝘯𝘴𝘰𝘯𝘥𝘢𝘣𝘭𝘦.

    𝘠 𝘭𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘵𝘢𝘣𝘢𝘯… 𝘕𝘰 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘢𝘱𝘢𝘳𝘦𝘤𝘦𝘯. 𝘈𝘭𝘨𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘪𝘯𝘶́𝘢𝘯 𝘮𝘰𝘷𝘪𝘦́𝘯𝘥𝘰𝘴𝘦, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘴𝘰𝘯 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰𝘴. 𝘚𝘰𝘯 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢𝘴, 𝘴𝘪𝘭𝘶𝘦𝘵𝘢𝘴 𝘴𝘪𝘯 𝘶𝘯 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘰́𝘴𝘪𝘵𝘰, 𝘦𝘯𝘵𝘪𝘥𝘢𝘥𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘥𝘶𝘤𝘪𝘥𝘢𝘴 𝘢 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯. 𝘚𝘶𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘢́𝘯 𝘷𝘢𝘤𝘪́𝘰𝘴 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘺 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘥𝘦𝘯𝘵𝘳𝘰 𝘥𝘦 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘪𝘳𝘦. 𝘕𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦𝘯 𝘩𝘢𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘯𝘪 𝘴𝘦𝘥, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘴𝘦 𝘩𝘢 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘶 𝘯𝘦𝘤𝘦𝘴𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘥𝘦 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘪𝘳. 𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘪𝘨𝘶𝘦𝘯 𝘢𝘭𝘭𝘪́, 𝘢𝘵𝘳𝘢𝘱𝘢𝘥𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘮𝘰𝘷𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘴𝘪𝘯 𝘴𝘪𝘨𝘯𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰, 𝘳𝘦𝘱𝘪𝘵𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘨𝘦𝘴𝘵𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢́.

    ¿𝘘𝘶𝘦́ 𝘦𝘴, 𝘦𝘯𝘵𝘰𝘯𝘤𝘦𝘴?

    𝘕𝘰 𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘳𝘶𝘤𝘤𝘪𝘰́𝘯, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘳𝘶𝘤𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘵𝘳𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘴𝘪́: 𝘤𝘦𝘯𝘪𝘻𝘢𝘴, 𝘦𝘴𝘤𝘰𝘮𝘣𝘳𝘰𝘴, 𝘮𝘦𝘮𝘰𝘳𝘪𝘢𝘴. 𝘌𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢. 𝘌𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘯𝘦𝘨𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘢.

    𝘕𝘰 𝘦𝘴 𝘭𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘴 𝘶𝘯 𝘶𝘮𝘣𝘳𝘢𝘭, 𝘶𝘯 𝘵𝘳𝘢́𝘯𝘴𝘪𝘵𝘰, 𝘺 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘤𝘦𝘴𝘦 𝘥𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘢𝘴 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘰𝘴𝘢𝘴. 𝘕𝘪 𝘴𝘪𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘦𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘤𝘢𝘣𝘪𝘥𝘢 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘌𝘴 𝘶𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘦𝘱𝘵𝘰 𝘳𝘰𝘵𝘰, 𝘶𝘯𝘢 𝘩𝘦𝘳𝘪𝘥𝘢 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘢 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘺 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘢 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘢𝘳.

    𝘠 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘴𝘪𝘨𝘶𝘦 𝘢𝘷𝘢𝘯𝘻𝘢𝘯𝘥𝘰.
    〈 𝘚𝘵𝘢𝘳𝘵𝘦𝘳 𝘤𝘰𝘯 [Lyrae0n] ♡ 〉 𝘌𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘯𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘵𝘰𝘳𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢. 𝘕𝘰 𝘳𝘶𝘨𝘦, 𝘯𝘰 𝘢𝘳𝘳𝘢𝘴𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘧𝘶𝘳𝘪𝘢. 𝘚𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘦𝘷𝘰𝘳𝘢. 𝘕𝘰 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘳𝘶𝘪𝘯𝘢𝘴. 𝘕𝘰 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘤𝘦𝘯𝘪𝘻𝘢𝘴. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘢𝘶𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘱𝘶𝘳𝘢, 𝘱𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘢, 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦. 𝘜𝘯 𝘦𝘴𝘱𝘢𝘤𝘪𝘰 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘺 𝘭𝘢 𝘮𝘢𝘵𝘦𝘳𝘪𝘢 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘴𝘪𝘨𝘯𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰. 𝘓𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘧𝘶𝘦 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘴𝘦 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘷𝘦 𝘶𝘯 𝘩𝘰𝘳𝘪𝘻𝘰𝘯𝘵𝘦 𝘪𝘳𝘳𝘦𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘪𝘣𝘭𝘦, 𝘶𝘯 𝘢𝘣𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘴𝘪𝘯 𝘭𝘪́𝘮𝘪𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘭𝘶𝘻 𝘴𝘦 𝘢𝘱𝘢𝘨𝘢 𝘴𝘪𝘯 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘠 𝘭𝘰 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦, 𝘢𝘶𝘯𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘴𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘴𝘶 𝘢𝘷𝘢𝘯𝘤𝘦, 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘺 𝘶𝘯 𝘤𝘩𝘰𝘲𝘶𝘦, 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘺 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘭𝘰 𝘪𝘯𝘦𝘷𝘪𝘵𝘢𝘣𝘭𝘦. 𝘓𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘵𝘰𝘤𝘢, 𝘭𝘰 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢. 𝘓𝘰𝘴 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘯𝘰𝘵𝘢𝘳 𝘴𝘶 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘮𝘢́𝘴 𝘢𝘭𝘦𝘫𝘢𝘥𝘰𝘴, 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘪́𝘢𝘯 𝘥𝘪𝘰𝘴𝘦𝘴 𝘯𝘪 𝘨𝘶𝘢𝘳𝘥𝘪𝘢𝘯𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘻𝘢𝘳𝘢𝘯 𝘶𝘯 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘥𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘺 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴… 𝘈𝘶𝘯𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘢𝘱𝘢𝘳𝘦𝘤𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯. 𝘌𝘯 𝘴𝘶 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳, 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘢 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪𝘳𝘭𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦, 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘮𝘢𝘯𝘦𝘳𝘢 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢𝘴 𝘴𝘦 𝘦𝘹𝘵𝘦𝘯𝘥𝘪́𝘢𝘯 𝘮𝘢́𝘴 𝘢𝘭𝘭𝘢́ 𝘥𝘦 𝘭𝘰 𝘯𝘢𝘵𝘶𝘳𝘢𝘭, 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘦𝘹𝘵𝘳𝘢𝘯̃𝘢 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘵𝘶𝘥 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘦𝘥𝘪́𝘢 𝘴𝘶 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢𝘥𝘢. 𝘏𝘶𝘣𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘯𝘦𝘴 𝘩𝘶𝘺𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘦𝘳𝘭𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘵𝘰𝘥𝘰, 𝘢𝘣𝘢𝘯𝘥𝘰𝘯𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘶𝘴 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢𝘴 𝘢 𝘭𝘢 𝘯𝘦𝘨𝘳𝘶𝘳𝘢 𝘤𝘳𝘦𝘤𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘖𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘢𝘥𝘢𝘱𝘵𝘢𝘳𝘴𝘦, 𝘭𝘦𝘷𝘢𝘯𝘵𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘮𝘶𝘳𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘨𝘰 𝘰 𝘵𝘦𝘮𝘱𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘶𝘻, 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘧𝘶𝘨𝘪𝘰 𝘦𝘯 𝘴𝘶𝘱𝘦𝘳𝘴𝘵𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘻𝘢́ 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘵𝘶𝘷𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳. 𝘓𝘰𝘴 𝘮𝘢́𝘴 𝘷𝘢𝘭𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴 –𝘰 𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘢́𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘥𝘰𝘴– 𝘯𝘰 𝘴𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘤𝘰𝘯 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘴𝘵𝘪𝘳. 𝘚𝘦 𝘢𝘭𝘻𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢 𝘭𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘪𝘥𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘪́𝘢𝘯: 𝘤𝘰𝘯 𝘩𝘦𝘤𝘩𝘪𝘻𝘰𝘴, 𝘤𝘰𝘯 𝘢𝘤𝘦𝘳𝘰, 𝘤𝘰𝘯 𝘱𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳𝘪𝘢𝘴. 𝘘𝘶𝘦𝘮𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘭𝘢 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘪́𝘢 𝘵𝘰𝘤𝘢𝘥𝘰, 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘱𝘶𝘳𝘨𝘢𝘳𝘭𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘤𝘦𝘯𝘪𝘻𝘢𝘴. 𝘛𝘳𝘢𝘵𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘴𝘦𝘭𝘭𝘢𝘳𝘭𝘰 𝘤𝘰𝘯 𝘢𝘯𝘵𝘪𝘨𝘶𝘢𝘴 𝘳𝘶𝘯𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘵𝘦𝘤𝘤𝘪𝘰́𝘯, 𝘤𝘰𝘯 𝘴𝘢𝘤𝘳𝘪𝘧𝘪𝘤𝘪𝘰𝘴, 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘢𝘵𝘦𝘳𝘳𝘢𝘥𝘢 𝘱𝘰𝘥𝘪́𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘦𝘣𝘪𝘳. 𝘠 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦, 𝘱𝘢𝘳𝘦𝘤𝘪́𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘯𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘣𝘢. 𝘏𝘶𝘣𝘰 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘯𝘦𝘨𝘳𝘶𝘳𝘢 𝘴𝘦 𝘥𝘦𝘵𝘦𝘯𝘪́𝘢, 𝘴𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘷𝘪𝘢𝘣𝘢, 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳𝘢 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘰. 𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘦𝘳𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘪𝘭𝘶𝘴𝘪𝘰́𝘯. 𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘴𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦 𝘦𝘹𝘱𝘶𝘭𝘴𝘢𝘳 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘦𝘴, 𝘯𝘰 𝘴𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦 𝘩𝘦𝘳𝘪𝘳 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢. 𝘠 𝘤𝘰𝘯 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘳𝘦𝘤𝘩𝘢𝘻𝘢𝘳𝘭𝘰, 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘭𝘭𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘴𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘪𝘯𝘰. 𝘓𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘤𝘦𝘯𝘥𝘪𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘦𝘯𝘥𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘢𝘭𝘦𝘫𝘢𝘳 𝘭𝘢 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢 𝘥𝘦𝘷𝘰𝘳𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘴𝘶𝘴 𝘩𝘰𝘨𝘢𝘳𝘦𝘴 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘶𝘮𝘪𝘳 𝘴𝘪𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘣𝘳𝘪𝘻𝘯𝘢 𝘥𝘦 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭 𝘢𝘣𝘪𝘴𝘮𝘰. 𝘓𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘫𝘶𝘳𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘶𝘯𝘤𝘪𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘦𝘯 𝘭𝘦𝘯𝘨𝘶𝘢𝘴 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢𝘥𝘢𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘷𝘰𝘭𝘷𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘭𝘰𝘤𝘰𝘴 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘷𝘢𝘯𝘦𝘤𝘦𝘳𝘴𝘦 𝘦𝘯 𝘶𝘯 𝘦𝘤𝘰 𝘩𝘶𝘦𝘤𝘰. 𝘓𝘢𝘴 𝘱𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳𝘪𝘢𝘴, 𝘢𝘭 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘭𝘭𝘢𝘳 𝘶𝘯 𝘰𝘪́𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘳𝘢, 𝘴𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘪𝘳𝘵𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘦𝘯 𝘭𝘭𝘢𝘯𝘵𝘰. 𝘈𝘴𝘪́, 𝘢𝘭 𝘧𝘪𝘯𝘢𝘭, 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘴𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘪𝘳𝘵𝘪𝘰́ 𝘦𝘯 𝘳𝘦𝘴𝘪𝘨𝘯𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯. 𝘓𝘢𝘴 𝘢𝘭𝘥𝘦𝘢𝘴 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘦𝘯𝘥𝘦𝘳 𝘴𝘶𝘴 𝘧𝘢𝘳𝘰𝘭𝘦𝘴 𝘢𝘭 𝘢𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦𝘤𝘦𝘳, 𝘵𝘦𝘮𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘭𝘶𝘻 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘶 𝘢𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘰́𝘯. 𝘓𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘪𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘥𝘦 𝘦𝘯𝘷𝘪𝘢𝘳 𝘮𝘦𝘯𝘴𝘢𝘫𝘦𝘳𝘰𝘴, 𝘱𝘶𝘦𝘴 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘮𝘢́𝘴 𝘢𝘭𝘭𝘢́ 𝘥𝘦 𝘴𝘶𝘴 𝘧𝘳𝘰𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢𝘴 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘪́𝘢 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪𝘥𝘰. 𝘓𝘢𝘴 𝘤𝘪𝘶𝘥𝘢𝘥𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘶́𝘯 𝘱𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘦𝘤𝘪́𝘢𝘯 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘢 𝘮𝘰𝘷𝘦𝘳𝘴𝘦 𝘦𝘯 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢𝘴, 𝘢 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘢𝘳 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦 𝘴𝘦 𝘷𝘰𝘭𝘷𝘪́𝘢 𝘥𝘦𝘮𝘢𝘴𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘱𝘦𝘴𝘢𝘥𝘰, 𝘢 𝘢𝘤𝘦𝘱𝘵𝘢𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴, 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘴𝘢𝘴, 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢𝘴 𝘷𝘪𝘥𝘢𝘴 𝘴𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦… 𝘕𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢𝘯 𝘢𝘭𝘭𝘪́ 𝘭𝘢 𝘶́𝘭𝘵𝘪𝘮𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘪𝘳𝘢𝘳𝘰𝘯. 𝘠 𝘦𝘯𝘵𝘰𝘯𝘤𝘦𝘴, 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘦𝘤𝘪𝘰́ 𝘳𝘦𝘢𝘤𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘳. 𝘓𝘰𝘴 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘢𝘮𝘢𝘪𝘯𝘢𝘳𝘰𝘯, 𝘭𝘢𝘴 𝘯𝘶𝘣𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘵𝘶𝘷𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘴𝘶 𝘦𝘵𝘦𝘳𝘯𝘰 𝘱𝘦𝘳𝘦𝘨𝘳𝘪𝘯𝘢𝘳, 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘭𝘢 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘢 𝘵𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘢𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯, 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘳𝘷𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘭𝘢𝘴 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘻𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘶́𝘯 𝘭𝘦 𝘲𝘶𝘦𝘥𝘢𝘣𝘢𝘯. 𝘌𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘦𝘯𝘻𝘰́ 𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘴𝘢𝘳𝘴𝘦 𝘦𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳𝘦𝘴 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘴𝘦 𝘢𝘱𝘳𝘰𝘹𝘪𝘮𝘢𝘣𝘢, 𝘯𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘶 𝘴𝘶𝘴𝘵𝘢𝘯𝘤𝘪𝘢, 𝘴𝘪𝘯𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘭𝘢 𝘢𝘶𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘦𝘭𝘭𝘢. 𝘛𝘰𝘥𝘰 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘦𝘴𝘵𝘶𝘷𝘰 𝘢𝘩𝘪́, 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘰́, 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘷𝘪𝘣𝘳𝘰́ 𝘤𝘰𝘯 𝘭𝘢 𝘦𝘯𝘦𝘳𝘨𝘪́𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢, 𝘴𝘦 𝘩𝘢𝘣𝘪́𝘢 𝘪𝘥𝘰. 𝘕𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘪́𝘢 𝘱𝘰𝘭𝘷𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘱𝘰𝘭𝘷𝘰 𝘦𝘴 𝘶𝘯 𝘳𝘦𝘴𝘵𝘰, 𝘺 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘵𝘰𝘴. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘶𝘯 𝘩𝘶𝘦𝘤𝘰 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦. 𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘭𝘰 𝘮𝘢́𝘴 𝘢𝘵𝘦𝘳𝘳𝘢𝘥𝘰𝘳 𝘯𝘰 𝘦𝘴 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘱𝘪𝘦𝘳𝘥𝘦. 𝘌𝘴 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘢𝘵𝘳𝘢́𝘴. 𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘷𝘰𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘶𝘯𝘪𝘧𝘰𝘳𝘮𝘪𝘥𝘢𝘥. 𝘕𝘰 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘦𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘶𝘮𝘪𝘥𝘰 𝘥𝘦 𝘪𝘯𝘮𝘦𝘥𝘪𝘢𝘵𝘰. 𝘈 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴, 𝘧𝘳𝘢𝘨𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘲𝘶𝘦𝘥𝘢𝘯 𝘢𝘵𝘳𝘢𝘱𝘢𝘥𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢, 𝘳𝘦𝘵𝘢𝘻𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯, 𝘴𝘶𝘴𝘱𝘦𝘯𝘥𝘪𝘥𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘶𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘪𝘯𝘤𝘰𝘮𝘱𝘳𝘦𝘯𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦. 𝘊𝘪𝘶𝘥𝘢𝘥𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘮𝘰𝘳𝘰𝘯𝘢𝘥𝘢𝘴 𝘢 𝘭𝘢 𝘮𝘪𝘵𝘢𝘥, 𝘤𝘰𝘯 𝘴𝘶𝘴 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘳𝘶𝘯𝘤𝘢𝘴 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘵𝘦𝘳𝘮𝘪𝘯𝘢. 𝘚𝘢𝘭𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘯 𝘵𝘦𝘤𝘩𝘰 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘩𝘢 𝘴𝘪𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘦𝘮𝘱𝘭𝘢𝘻𝘢𝘥𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯 𝘢𝘣𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘪𝘯𝘴𝘰𝘯𝘥𝘢𝘣𝘭𝘦. 𝘠 𝘭𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘵𝘢𝘣𝘢𝘯… 𝘕𝘰 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘢𝘱𝘢𝘳𝘦𝘤𝘦𝘯. 𝘈𝘭𝘨𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘪𝘯𝘶́𝘢𝘯 𝘮𝘰𝘷𝘪𝘦́𝘯𝘥𝘰𝘴𝘦, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘴𝘰𝘯 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰𝘴. 𝘚𝘰𝘯 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢𝘴, 𝘴𝘪𝘭𝘶𝘦𝘵𝘢𝘴 𝘴𝘪𝘯 𝘶𝘯 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘰́𝘴𝘪𝘵𝘰, 𝘦𝘯𝘵𝘪𝘥𝘢𝘥𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘥𝘶𝘤𝘪𝘥𝘢𝘴 𝘢 𝘴𝘰𝘮𝘣𝘳𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯. 𝘚𝘶𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘢́𝘯 𝘷𝘢𝘤𝘪́𝘰𝘴 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘺 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘥𝘦𝘯𝘵𝘳𝘰 𝘥𝘦 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘪𝘳𝘦. 𝘕𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦𝘯 𝘩𝘢𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘯𝘪 𝘴𝘦𝘥, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘴𝘦 𝘩𝘢 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘶 𝘯𝘦𝘤𝘦𝘴𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘥𝘦 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘪𝘳. 𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘪𝘨𝘶𝘦𝘯 𝘢𝘭𝘭𝘪́, 𝘢𝘵𝘳𝘢𝘱𝘢𝘥𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘮𝘰𝘷𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘴𝘪𝘯 𝘴𝘪𝘨𝘯𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰, 𝘳𝘦𝘱𝘪𝘵𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘨𝘦𝘴𝘵𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢́. ¿𝘘𝘶𝘦́ 𝘦𝘴, 𝘦𝘯𝘵𝘰𝘯𝘤𝘦𝘴? 𝘕𝘰 𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘳𝘶𝘤𝘤𝘪𝘰́𝘯, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘳𝘶𝘤𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘵𝘳𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘴𝘪́: 𝘤𝘦𝘯𝘪𝘻𝘢𝘴, 𝘦𝘴𝘤𝘰𝘮𝘣𝘳𝘰𝘴, 𝘮𝘦𝘮𝘰𝘳𝘪𝘢𝘴. 𝘌𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘯𝘰 𝘥𝘦𝘫𝘢 𝘯𝘢𝘥𝘢. 𝘌𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘯𝘦𝘨𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘢. 𝘕𝘰 𝘦𝘴 𝘭𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦, 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘴 𝘶𝘯 𝘶𝘮𝘣𝘳𝘢𝘭, 𝘶𝘯 𝘵𝘳𝘢́𝘯𝘴𝘪𝘵𝘰, 𝘺 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘤𝘦𝘴𝘦 𝘥𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘢𝘴 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘰𝘴𝘢𝘴. 𝘕𝘪 𝘴𝘪𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘦𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘤𝘢𝘣𝘪𝘥𝘢 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘌𝘴 𝘶𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘦𝘱𝘵𝘰 𝘳𝘰𝘵𝘰, 𝘶𝘯𝘢 𝘩𝘦𝘳𝘪𝘥𝘢 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘢 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘺 𝘯𝘢𝘥𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘢 𝘴𝘢𝘯𝘨𝘳𝘢𝘳. 𝘠 𝘦𝘭 𝘝𝘢𝘤𝘪́𝘰 𝘴𝘪𝘨𝘶𝘦 𝘢𝘷𝘢𝘯𝘻𝘢𝘯𝘥𝘰.
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  • ㅤVerse intimidante no era el fuerte de Lyraeon, o eso creía él. Podía verse como un dragón majestuoso, sí, en especial cuando estaba con la guardia baja. Sin embargo, en momentos de presión adoptaba una postura diferente, uno diría que su semblante cambia por completo.

    ㅤHacer uso de su tamaño para alejar cualquier amenaza tampoco es algo que suele hacer a menos que se encuentre acorralado.

    ㅤUna desgracia, si es que otros dragones lo vieran.

    ㅤLyraeon se ve a sí mismo tan pequeño, tan incapaz, realmente no sabe el alcance de su poder. Cree que no es digno de nada de ello. Si tan sólo supiera...






    // Me voy a quejar que puro Wyvern me aparece, smh. >:(
    ㅤVerse intimidante no era el fuerte de Lyraeon, o eso creía él. Podía verse como un dragón majestuoso, sí, en especial cuando estaba con la guardia baja. Sin embargo, en momentos de presión adoptaba una postura diferente, uno diría que su semblante cambia por completo. ㅤHacer uso de su tamaño para alejar cualquier amenaza tampoco es algo que suele hacer a menos que se encuentre acorralado. ㅤUna desgracia, si es que otros dragones lo vieran. ㅤLyraeon se ve a sí mismo tan pequeño, tan incapaz, realmente no sabe el alcance de su poder. Cree que no es digno de nada de ello. Si tan sólo supiera... // Me voy a quejar que puro Wyvern me aparece, smh. >:(
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  • ㅤAunque Lyraeon es bastante curioso y le gusta ir de un lado a otro, uno de los pasatiempos que más disfruta es el dormir. Podría dormir en cualquier lado si pudiera. Sin embargo, como es desconfiado y teme quedar muy expuesto, suele descansar en el interior de cuevas o lugares lo más resguardados posibles.

    ㅤJusto ahora, por ejemplo, prefirió descansar un poco más en vez de salir a buscar comida.

    ㅤPor otro lado, siempre le ha gustado más la noche, de esta manera sus ojos no se dañan demasiado por el sol, además que puede ocultarse mejor de lo que fuese haya alrededor.
    ㅤAunque Lyraeon es bastante curioso y le gusta ir de un lado a otro, uno de los pasatiempos que más disfruta es el dormir. Podría dormir en cualquier lado si pudiera. Sin embargo, como es desconfiado y teme quedar muy expuesto, suele descansar en el interior de cuevas o lugares lo más resguardados posibles. ㅤJusto ahora, por ejemplo, prefirió descansar un poco más en vez de salir a buscar comida. ㅤPor otro lado, siempre le ha gustado más la noche, de esta manera sus ojos no se dañan demasiado por el sol, además que puede ocultarse mejor de lo que fuese haya alrededor.
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