• **Visita la biblioteca y camina entre estanterías llenas de libros sin fijarse en los letreros, dejando todo al azar.**

    —Quizás encuentre algo interesante...
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    Demy Sunt

    Estudiante Egipcia de historia se muda a otro país luego de vivir su vida entre los libros, en este nuevo país descubre un mundo de perversiones que necesita explorarlos sin límite.
    Tiene 26 años, no ha tenido ninguna relación a lo largo de su vida.
    Vive sola en un departamento en el centro de la ciudad, trabaja en un museo.
    Demy Sunt Estudiante Egipcia de historia se muda a otro país luego de vivir su vida entre los libros, en este nuevo país descubre un mundo de perversiones que necesita explorarlos sin límite. Tiene 26 años, no ha tenido ninguna relación a lo largo de su vida. Vive sola en un departamento en el centro de la ciudad, trabaja en un museo.
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  • No buscamos canciones ni libros viejos.
    Buscamos memorias que creímos nunca recordar.
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  • El amor no tiene sentido
    Fandom oc
    Categoría Romance
    Cuando era pequeño, soñaba con ser muchas cosas: escritor, actor, cantante... La lista era interminable. Pero había algo que todos esos sueños compartían: en cada uno de ellos, yo sería exitoso. Me veía triunfando en escenarios, firmando libros, o escuchando a multitudes cantar mis canciones. Sentía que el éxito era mi destino inevitable.

    Pero la realidad no fue tan amable. Con el tiempo, esos sueños se desvanecieron como humo, dejando tras de sí solo el eco de lo que pudo haber sido. Nunca logré alcanzar esas metas; de hecho, nunca llegué ni siquiera a acercarme. Cuando era adolescente, todo parecía ir en la dirección correcta. Era el genio de la clase, el que siempre sacaba las mejores calificaciones y el que los profesores elogiaban constantemente. Mi comportamiento era ejemplar, y mi futuro, según todos, prometía ser brillante.

    Entonces, ¿qué fue lo que me pasó? Esa es la pregunta que me persigue, y lo peor es que ni siquiera yo tengo una respuesta clara. Todo comenzó a desmoronarse en la universidad. No sé si fue el cambio de ambiente, las expectativas que no supe manejar, o simplemente una crisis interna que no vi venir. Pero lo cierto es que ahí fue donde todo comenzó a irse al traste, y cuando la cagué, lo hice a lo grande.

    Y aquí estoy, a mis 32 años, siendo mantenido por mi madre. Un fracasado, ni más ni menos. Aunque ella detesta que me llame así, no puedo evitar sentir que es la verdad. Me miro al espejo y solo veo a alguien que ha fallado en cada paso del camino, alguien cuyo potencial se quedó atrapado en esa adolescencia prometedora.

    Pero todo cambió el día en que, después de meses de estar encerrado en mi casa, decidí finalmente salir para buscar empleo. No tenía grandes expectativas, solo la intención de dar un pequeño paso hacia algo diferente. Caminé hasta una cafetería cercana, el lugar donde solía ir cuando las cosas todavía parecían posibles. No tenía mucho dinero, pero al menos para un café me alcanzaba.

    Pero de repente alguien me interrumpe.
    Cuando era pequeño, soñaba con ser muchas cosas: escritor, actor, cantante... La lista era interminable. Pero había algo que todos esos sueños compartían: en cada uno de ellos, yo sería exitoso. Me veía triunfando en escenarios, firmando libros, o escuchando a multitudes cantar mis canciones. Sentía que el éxito era mi destino inevitable. Pero la realidad no fue tan amable. Con el tiempo, esos sueños se desvanecieron como humo, dejando tras de sí solo el eco de lo que pudo haber sido. Nunca logré alcanzar esas metas; de hecho, nunca llegué ni siquiera a acercarme. Cuando era adolescente, todo parecía ir en la dirección correcta. Era el genio de la clase, el que siempre sacaba las mejores calificaciones y el que los profesores elogiaban constantemente. Mi comportamiento era ejemplar, y mi futuro, según todos, prometía ser brillante. Entonces, ¿qué fue lo que me pasó? Esa es la pregunta que me persigue, y lo peor es que ni siquiera yo tengo una respuesta clara. Todo comenzó a desmoronarse en la universidad. No sé si fue el cambio de ambiente, las expectativas que no supe manejar, o simplemente una crisis interna que no vi venir. Pero lo cierto es que ahí fue donde todo comenzó a irse al traste, y cuando la cagué, lo hice a lo grande. Y aquí estoy, a mis 32 años, siendo mantenido por mi madre. Un fracasado, ni más ni menos. Aunque ella detesta que me llame así, no puedo evitar sentir que es la verdad. Me miro al espejo y solo veo a alguien que ha fallado en cada paso del camino, alguien cuyo potencial se quedó atrapado en esa adolescencia prometedora. Pero todo cambió el día en que, después de meses de estar encerrado en mi casa, decidí finalmente salir para buscar empleo. No tenía grandes expectativas, solo la intención de dar un pequeño paso hacia algo diferente. Caminé hasta una cafetería cercana, el lugar donde solía ir cuando las cosas todavía parecían posibles. No tenía mucho dinero, pero al menos para un café me alcanzaba. Pero de repente alguien me interrumpe.
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    Grupal
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    Cualquier línea
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  • Preso de este verso etéreo, un paraje desierto ante mis ramas y hojas de rosadas orquídeas, arropo mi quietud instalada, acérrima, esa amante venerable ante las ilusiones del cuadro en el que me visto; libros de míseros alientos que edifiqué con las presciencias de mis solemnes dedos, los que viajaron decorosos por el conducto de tus respiraciones. Después de todo, después de nadas, la presencia de velos de seda con la que me visto en estos instantes en los que aguardo tu arribo, dista mucho del ente que amaste.

    Mis ojos lamentan tu ausencia. Mis labios tus extremidades sobre las cortinas de hebras que poblaron mi cabeza; me tendiste aquí, y desde el recuerdo renazco, para amarte como tantas veces, en el diario en el que escribo con tinta y sangre, orina y voz de fantasmales perdiciones. Ante mis abismos, ante mí morada, la quietud que nos separa como una víctima más de tus caprichos, comunica la caída del palacio de algodón de azúcar ante el que te conocí.

    Tan sólo era el espectro de tu cuento de hadas en el que te sumergías, el espectro que amaste y al que te entregaste pese a tu infertilidad. Mis alas te vistieron en la noche de bodas, mis garras propulsaron un corrupto edén en el que morarías; serías mi princesa de primigenias aladas en helado sueño, ese en el que, ante más y menos descarados, condenaron nuestra unión.

    Esta quietud, saga, este relumbre en el que me encandilo sin poderte hallar en mis memorias, me provoca el llanto. Vislumbro mis heridas, mi propia crucifixión, corona de bronce y hojalata. Soy tuyo, perenne pese a que me alzo, apenas consciente, en esta ilusión de oscuridad. La vida que me obsequiaste es una cascada seca, secas son mis hojas cada vez que mudo de piel. Encuentro tu estampa dormida en el recuadro y, ante esto, juego por unos instantes a las escondidas con la que tanto me llamas con apremio. Porque aunque estoy perdido, rezo en este sillón envuelto con la piel curtida de mi raza. Raza a la que entregaste por un puñado de salvación y pocas aparecidas monedas.
    Vislumbro tus intenciones, desde esta prisión cada vez que atardece ante lo vidente de tus ojos. Esa casa en la que resido, el espejo en el que recreo tus espejismos, la carne entre la que te escucho cantar. Trinar en el reposo de mis pisadas cada vez que me invocas con palabras que creas con tu lenguaje secreto, tus crayolas apagadas, blancos gises que recorren a tus anatomías. Después de todo entreví tu rostro, aparecido como ilusorio loto, en el lago en el que morabas, en tu ataúd, rodeada por luces de bengalas.

    A ellas las sometí a mis caprichos, salvaje doncella de revueltas y destinos. A ti te reclamé como novia, esposa, amante, musa; música de mi alma tejida con historias que no debieron ser contadas. A ti, mi elemento de la oscuridad de mi millar de corazón a corazón, ramaje risueño, a ti y ante ti, a ti princesa de perlas de luz, te ruego me des el único beso que me provoque renacer entre tus brazos, tomar el alimento que sólo contiene tu savia vitae, y no revelarte nada más, salvo mis encandilados secretos.

    Soy, después de todo el muñeco que edificaste, con uñas, huesos, dientes de leche, cordones umbilicales de las crías que tú misma pariste, con los que te apremiaste conquistar, ante estos riscos con los que me entierras tus hechizadas agujas, y, verdaderos besos de amor clandestino, al abandonado de amor por amor que, tú, olvidada Shófiyar, tú, a quién amo, aún con tus vestimentas de arrugas y acuarelas, lamenta la tormenta entre tormentas de panteones ante los que aguarda a un amor extraviado.

    Maldita vieja, vislumbra a nuestro dios astado, beso y beso en el tiempo de los tiempos, historia entre historias, Shófiyar, tú, con pago por pago, en esta, tu aprehensión primigenia.
    La ascensión de tu historia, Shófiyar, con tus ojos cargados de culpa, ya la aurora boreal se revela ante tus puertas y las preciosas piedras que manan de tus dulces labios carnosos.

    Potente entre nosotros, ante los que cuentan tus hazañas. Cada vez que hurtas una nueva víctima, con tus más visiones extremas, seduces estrellas, astros y velas negras; te instalas ante tu altar y montas a este recién universo herido. Mi música, déjalos en paz y sonríe para mí, pese a que el dolor se abre paso en tus podridas entrañas. En las orillas de un océano de sanguinolentas aparecidas. Ya no te importa que sus cuerpos sean concebidos por tu imaginación retorcida, que sea la música la que tocas con cuerdas para él, porque él te llama desde el recuerdo; a mí, que te amo con locura.
    Preso de este verso etéreo, un paraje desierto ante mis ramas y hojas de rosadas orquídeas, arropo mi quietud instalada, acérrima, esa amante venerable ante las ilusiones del cuadro en el que me visto; libros de míseros alientos que edifiqué con las presciencias de mis solemnes dedos, los que viajaron decorosos por el conducto de tus respiraciones. Después de todo, después de nadas, la presencia de velos de seda con la que me visto en estos instantes en los que aguardo tu arribo, dista mucho del ente que amaste. Mis ojos lamentan tu ausencia. Mis labios tus extremidades sobre las cortinas de hebras que poblaron mi cabeza; me tendiste aquí, y desde el recuerdo renazco, para amarte como tantas veces, en el diario en el que escribo con tinta y sangre, orina y voz de fantasmales perdiciones. Ante mis abismos, ante mí morada, la quietud que nos separa como una víctima más de tus caprichos, comunica la caída del palacio de algodón de azúcar ante el que te conocí. Tan sólo era el espectro de tu cuento de hadas en el que te sumergías, el espectro que amaste y al que te entregaste pese a tu infertilidad. Mis alas te vistieron en la noche de bodas, mis garras propulsaron un corrupto edén en el que morarías; serías mi princesa de primigenias aladas en helado sueño, ese en el que, ante más y menos descarados, condenaron nuestra unión. Esta quietud, saga, este relumbre en el que me encandilo sin poderte hallar en mis memorias, me provoca el llanto. Vislumbro mis heridas, mi propia crucifixión, corona de bronce y hojalata. Soy tuyo, perenne pese a que me alzo, apenas consciente, en esta ilusión de oscuridad. La vida que me obsequiaste es una cascada seca, secas son mis hojas cada vez que mudo de piel. Encuentro tu estampa dormida en el recuadro y, ante esto, juego por unos instantes a las escondidas con la que tanto me llamas con apremio. Porque aunque estoy perdido, rezo en este sillón envuelto con la piel curtida de mi raza. Raza a la que entregaste por un puñado de salvación y pocas aparecidas monedas. Vislumbro tus intenciones, desde esta prisión cada vez que atardece ante lo vidente de tus ojos. Esa casa en la que resido, el espejo en el que recreo tus espejismos, la carne entre la que te escucho cantar. Trinar en el reposo de mis pisadas cada vez que me invocas con palabras que creas con tu lenguaje secreto, tus crayolas apagadas, blancos gises que recorren a tus anatomías. Después de todo entreví tu rostro, aparecido como ilusorio loto, en el lago en el que morabas, en tu ataúd, rodeada por luces de bengalas. A ellas las sometí a mis caprichos, salvaje doncella de revueltas y destinos. A ti te reclamé como novia, esposa, amante, musa; música de mi alma tejida con historias que no debieron ser contadas. A ti, mi elemento de la oscuridad de mi millar de corazón a corazón, ramaje risueño, a ti y ante ti, a ti princesa de perlas de luz, te ruego me des el único beso que me provoque renacer entre tus brazos, tomar el alimento que sólo contiene tu savia vitae, y no revelarte nada más, salvo mis encandilados secretos. Soy, después de todo el muñeco que edificaste, con uñas, huesos, dientes de leche, cordones umbilicales de las crías que tú misma pariste, con los que te apremiaste conquistar, ante estos riscos con los que me entierras tus hechizadas agujas, y, verdaderos besos de amor clandestino, al abandonado de amor por amor que, tú, olvidada Shófiyar, tú, a quién amo, aún con tus vestimentas de arrugas y acuarelas, lamenta la tormenta entre tormentas de panteones ante los que aguarda a un amor extraviado. Maldita vieja, vislumbra a nuestro dios astado, beso y beso en el tiempo de los tiempos, historia entre historias, Shófiyar, tú, con pago por pago, en esta, tu aprehensión primigenia. La ascensión de tu historia, Shófiyar, con tus ojos cargados de culpa, ya la aurora boreal se revela ante tus puertas y las preciosas piedras que manan de tus dulces labios carnosos. Potente entre nosotros, ante los que cuentan tus hazañas. Cada vez que hurtas una nueva víctima, con tus más visiones extremas, seduces estrellas, astros y velas negras; te instalas ante tu altar y montas a este recién universo herido. Mi música, déjalos en paz y sonríe para mí, pese a que el dolor se abre paso en tus podridas entrañas. En las orillas de un océano de sanguinolentas aparecidas. Ya no te importa que sus cuerpos sean concebidos por tu imaginación retorcida, que sea la música la que tocas con cuerdas para él, porque él te llama desde el recuerdo; a mí, que te amo con locura.
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  • **Tara se encontraria en su finca acomodando algunos libros y tomos hasta que de uno de ellos cae una foto de sus padres** uh....madre....como te extraño...> //No me deja subir la foto :v
    **Tara se encontraria en su finca acomodando algunos libros y tomos hasta que de uno de ellos cae una foto de sus padres** uh....madre....como te extraño...> //No me deja subir la foto :v
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  • El trabajo estaba hecho, el objetivo cayó inerte al suelo con un agujero en la frente, ahora lo único que quedaba era salir antes de que la policía llegara. Así pasaron las horas, de callejón en callejón, oculto entre las sombras hasta dar con un lugar seguro: un bar de mala muerte, perteneciente a las personas que contrataron sus servicios como sicario. Solo tuvo que esperar un poco más para recibir la paga, contar los billetes y asegurarse de que no lo estafaran con dinero falso o algo así.

    —Todo en orden. —En contraste al crudo evento que vivió momentos atrás, donde actuó como algún psicópata de ficción, Liú tenía una mirada bastante... ¿Triste? Miraba los billetes uno por uno, pero lo hacía con un desgano totalmente opuesto a como lo haría normalmente. Algo le impedía sentirse bien tras recibir aquel pago, se trataba de algo sumamente profundo.

    Pasaron las horas, la luna llevaba rato en lo alto, hasta que el chino volvió a su morada, aquella cabaña abandonada en medio del bosque, su refugio para poder descansar de largos días de trabajo. Desde afuera se veía demacrada, sin vista al interior que era bastante distinto. Era pequeña, con apenas tres habitaciones: la sala, que se mezclaba como comedor y cocina, el baño y su habitación, que era un colchón tirado en el suelo.

    —Ya llegué... —Nadie respondió, pues él era el único en aquel lugar. Cerró la puerta tras de sí, luego apuntó directamente a irse a dormir. Entró a su habitación, donde solo había un colchón tirado en el suelo y un viejo oso de peluche. La mirada de Liú normalmente parecía la de un muerto, la de alguien carente de la energía de vivir, pero ahora parecía estar vivo, vivo por el dolor que lo estaba carcomiendo por dentro. Se dejó caer en el colchón, donde se unió en un fuerte abrazo con el oso.

    —No te preocupes, mèimei. Fue un día difícil... pero conseguí el dinero para tus libros... —Murmullos, perdidos en el silencio absoluto de la cabaña, procedentes de un recuerdo de antaño, una memoria inmortal que lo obliga a salirse de la realidad y lo mantiene preso de un delirio. Su mirada cambió nuevamente, una de mil yardas, una que vivió demasiado, una mirada vidriosa que no hacía más que perderse en el laberinto de la mente.
    El trabajo estaba hecho, el objetivo cayó inerte al suelo con un agujero en la frente, ahora lo único que quedaba era salir antes de que la policía llegara. Así pasaron las horas, de callejón en callejón, oculto entre las sombras hasta dar con un lugar seguro: un bar de mala muerte, perteneciente a las personas que contrataron sus servicios como sicario. Solo tuvo que esperar un poco más para recibir la paga, contar los billetes y asegurarse de que no lo estafaran con dinero falso o algo así. —Todo en orden. —En contraste al crudo evento que vivió momentos atrás, donde actuó como algún psicópata de ficción, Liú tenía una mirada bastante... ¿Triste? Miraba los billetes uno por uno, pero lo hacía con un desgano totalmente opuesto a como lo haría normalmente. Algo le impedía sentirse bien tras recibir aquel pago, se trataba de algo sumamente profundo. Pasaron las horas, la luna llevaba rato en lo alto, hasta que el chino volvió a su morada, aquella cabaña abandonada en medio del bosque, su refugio para poder descansar de largos días de trabajo. Desde afuera se veía demacrada, sin vista al interior que era bastante distinto. Era pequeña, con apenas tres habitaciones: la sala, que se mezclaba como comedor y cocina, el baño y su habitación, que era un colchón tirado en el suelo. —Ya llegué... —Nadie respondió, pues él era el único en aquel lugar. Cerró la puerta tras de sí, luego apuntó directamente a irse a dormir. Entró a su habitación, donde solo había un colchón tirado en el suelo y un viejo oso de peluche. La mirada de Liú normalmente parecía la de un muerto, la de alguien carente de la energía de vivir, pero ahora parecía estar vivo, vivo por el dolor que lo estaba carcomiendo por dentro. Se dejó caer en el colchón, donde se unió en un fuerte abrazo con el oso. —No te preocupes, mèimei. Fue un día difícil... pero conseguí el dinero para tus libros... —Murmullos, perdidos en el silencio absoluto de la cabaña, procedentes de un recuerdo de antaño, una memoria inmortal que lo obliga a salirse de la realidad y lo mantiene preso de un delirio. Su mirada cambió nuevamente, una de mil yardas, una que vivió demasiado, una mirada vidriosa que no hacía más que perderse en el laberinto de la mente.
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  • ⸻⸻𝕿𝖍𝖊 𝖑𝖆𝖘𝖙 𝖇𝖑𝖔𝖔𝖉⸻⸻

    ➤𝐶ℎ𝑎𝑝𝑡𝑒𝑟 2

    Florencia, Italia

    Florencia, el perfecto lugar donde las artes mágicas y tecnologícas tienen su nido y se gestan en el corazón oculto de la clandestinidad. La iglesia era un león hipócrita pero feroz que azotaba a aquellos que osaran entrar en el mundo de lo mágico y oculto, muchos padecian el escarnio y muertes en hogueras bajo el cínico nombre de... Herejes.

    Sin embargo nada puede detener el tiempo como nadie puede detener los poderes ocultos que nacen de la magia ocultista...

    Gazú visito la casa de uno de los científicos más distinguidos de aquella época, uno que desciende del mítico Galileo Galilei.

    ⟁¡Vicenzo Galilei es un placer volverle a ver!𓂀 Expreso Gazú con aparente admiración extendiendo la mano como todo un caballero

    —¿Nadie te vio entrar?— Desesperado, obvio la mano de Gazú y se acercó a las ventanas a mirar, sus ojos se movían de un lado a otro de manera paranoica y brusca —Si los malditos cardenales se enteran que estas aqui daran casa a mi cabeza y mi prestigio sera ensuciado por generaciónes—

    ⟁Siempre y cuando pague...No le debe preocupar su seguridad Señor Galilei𓂀 Gazú camino hasta llegar a un sofá cercano y tomo asiento ⟁Admiro la arquitectura de su casa... Es espléndida pero su propias ansias e ideas ofuscan su belleza𓂀

    La casa era digna de cotemplar desde afuera, pues su fachada conservaba lo añejo y clasico de la era Vectoriana, sin embargo, dentro habia papeles por doquier, un desastre de máquinas por todos lados, un revoltijo entre comida y artefactos de origenes desconocidos, así vivia el sucedor de Galileo Galilei.

    —No hay tiempo para limpiar... ¿Dígame qué hace aquí?— Cerro con los manteles las ventanas y camino de manera brusca hacia una estantería de libros

    ⟁Dios máquina𓂀 Respondio Gazú de manera precisa, Mientras miraba todo el reguero de cosas por doquier

    Vicenzo se quedó pasmado ante tal respuesta. Sintió escalofrios como arañas recorriendo su delgado cuerpo.

    —¿QUE DICES?— Dijo volteando de manera violenta hacia Gazú —Se supone que no existe— Comenzó a rascarse la cabeza alborotando más su desaliñado y largo cabello

    ⟁Pues existe... Dígame Señor Galilei 𓂀 Cruzo sus piernas como todo un caballero ⟁¿Que puede hacer para salvar a la humanidad?𓂀

    —¡Que cínico eres!— Se abalanzó hacia una mesa con un entramado de desorden difícil de decribir —No te interesa la humanidad tu y tus amos solo quieren poder... Revolcarse en el poder como cerdos en lodo—

    El silencio fue la respuesta de Gazú mientras miraba a aquel científico tomar algunos apuntes de manera brusca

    —Si quieres hacer algo... Entonces me tendrás que llevar a tierras Rumanas— Dijo soltando su cuaderno de apuntes y mirando fijamente a Gazú

    ⟁Dalo por hecho Señor Galilei𓂀

    #Monorol
    ◢✥𝐆azú✥◣

    ⸻⸻𝕿𝖍𝖊 𝖑𝖆𝖘𝖙 𝖇𝖑𝖔𝖔𝖉⸻⸻ ➤𝐶ℎ𝑎𝑝𝑡𝑒𝑟 2 Florencia, Italia Florencia, el perfecto lugar donde las artes mágicas y tecnologícas tienen su nido y se gestan en el corazón oculto de la clandestinidad. La iglesia era un león hipócrita pero feroz que azotaba a aquellos que osaran entrar en el mundo de lo mágico y oculto, muchos padecian el escarnio y muertes en hogueras bajo el cínico nombre de... Herejes. Sin embargo nada puede detener el tiempo como nadie puede detener los poderes ocultos que nacen de la magia ocultista... Gazú visito la casa de uno de los científicos más distinguidos de aquella época, uno que desciende del mítico Galileo Galilei. ⟁¡Vicenzo Galilei es un placer volverle a ver!𓂀 Expreso Gazú con aparente admiración extendiendo la mano como todo un caballero —¿Nadie te vio entrar?— Desesperado, obvio la mano de Gazú y se acercó a las ventanas a mirar, sus ojos se movían de un lado a otro de manera paranoica y brusca —Si los malditos cardenales se enteran que estas aqui daran casa a mi cabeza y mi prestigio sera ensuciado por generaciónes— ⟁Siempre y cuando pague...No le debe preocupar su seguridad Señor Galilei𓂀 Gazú camino hasta llegar a un sofá cercano y tomo asiento ⟁Admiro la arquitectura de su casa... Es espléndida pero su propias ansias e ideas ofuscan su belleza𓂀 La casa era digna de cotemplar desde afuera, pues su fachada conservaba lo añejo y clasico de la era Vectoriana, sin embargo, dentro habia papeles por doquier, un desastre de máquinas por todos lados, un revoltijo entre comida y artefactos de origenes desconocidos, así vivia el sucedor de Galileo Galilei. —No hay tiempo para limpiar... ¿Dígame qué hace aquí?— Cerro con los manteles las ventanas y camino de manera brusca hacia una estantería de libros ⟁Dios máquina𓂀 Respondio Gazú de manera precisa, Mientras miraba todo el reguero de cosas por doquier Vicenzo se quedó pasmado ante tal respuesta. Sintió escalofrios como arañas recorriendo su delgado cuerpo. —¿QUE DICES?— Dijo volteando de manera violenta hacia Gazú —Se supone que no existe— Comenzó a rascarse la cabeza alborotando más su desaliñado y largo cabello ⟁Pues existe... Dígame Señor Galilei 𓂀 Cruzo sus piernas como todo un caballero ⟁¿Que puede hacer para salvar a la humanidad?𓂀 —¡Que cínico eres!— Se abalanzó hacia una mesa con un entramado de desorden difícil de decribir —No te interesa la humanidad tu y tus amos solo quieren poder... Revolcarse en el poder como cerdos en lodo— El silencio fue la respuesta de Gazú mientras miraba a aquel científico tomar algunos apuntes de manera brusca —Si quieres hacer algo... Entonces me tendrás que llevar a tierras Rumanas— Dijo soltando su cuaderno de apuntes y mirando fijamente a Gazú ⟁Dalo por hecho Señor Galilei𓂀 #Monorol ◢✥𝐆azú✥◣
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  • Me encantan los libros de metafísica, me relajan bastante y aprendo a la vez.
    Me encantan los libros de metafísica, me relajan bastante y aprendo a la vez.
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  • Por fin tenía un poco de libertad en el gimnasio. Quería ir esa misma mañana a tomar algo a la cafetería de al lado, pero si tenía que recorrer tantas manzanas no iba a poder disfrutar del café, asi que fui a la cafetería que había al lado de la biblioteca municipal, que también estaba deliciosa.

    Había cola y me tocaba esperar pero tenía mas tiempo del que pensaba. Había llegado pronto. Me puse a hacer cola y justo, detrás de mi, algo me dio en la espalda. Me giré para ver la pila de libros que caían casi a cámara lenta y a Nanette Beaufoy con cara de circunstancia.

    -Espera, te ayudo-. Le dije agachandome para empezar a coger libros.
    Por fin tenía un poco de libertad en el gimnasio. Quería ir esa misma mañana a tomar algo a la cafetería de al lado, pero si tenía que recorrer tantas manzanas no iba a poder disfrutar del café, asi que fui a la cafetería que había al lado de la biblioteca municipal, que también estaba deliciosa. Había cola y me tocaba esperar pero tenía mas tiempo del que pensaba. Había llegado pronto. Me puse a hacer cola y justo, detrás de mi, algo me dio en la espalda. Me giré para ver la pila de libros que caían casi a cámara lenta y a [nanette93] con cara de circunstancia. -Espera, te ayudo-. Le dije agachandome para empezar a coger libros.
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