Piden rol, se les da rol, no responden y lo dejan colgado o responden obligados y de mala gana. . .
Se les ofrece rol, aceptan rol y al final ni comienzan o lo dejan colgado con el tiempo. . .
¿Vengo a rolear o a esperar como creyente pidiendo a Dios? Si es así prefiero escribir libros y venderlos a Netflix (?)
Por cierto ya comienza mi día libre así que puedo dedicarme a esas personitas que se han mantenido constantes con el Rol a pesar de todo 🫶.
#Off:
Cosas que no debería decir:
Piden rol, se les da rol, no responden y lo dejan colgado o responden obligados y de mala gana. . .
Se les ofrece rol, aceptan rol y al final ni comienzan o lo dejan colgado con el tiempo. . .
¿Vengo a rolear o a esperar como creyente pidiendo a Dios? Si es así prefiero escribir libros y venderlos a Netflix (?) 🤣
Por cierto ya comienza mi día libre así que puedo dedicarme a esas personitas que se han mantenido constantes con el Rol a pesar de todo ❤️🫶.
La luz tenue del atardecer se filtraba a través de las cortinas blancas de la habitación de Nica, llenándola de una sensación de calma que apenas conseguía tocar su alma. La mesa, llena de libros y notas de la clase de neurociencia, parecía estar allí más por costumbre que por utilidad. La memoria de su novio la acompañaba en cada rincón de la habitación. Su risa, su pasión por la vida, sus sueños compartidos... todo se había desvanecido tras su lucha incansable contra el cáncer.
Desde su partida, Nica no podía concentrarse en nada. Las neuronas, sus neuronas, se volvían líquidas en su mente, incapaces de procesar nada más allá de la desesperación. Había algo que no podía dejar ir, algo que la mantenía en pie: la idea de que su trabajo en neurociencia, su investigación sobre la mente humana y la conexión neuronal, tenía el poder de devolverle a su novio.
Fue entonces cuando sonó el teléfono.
—¿Nica? Soy Elena. Necesito que escuches lo que tengo para decirte.
La voz de su colega, Elena, la sacó de su trance. En la otra línea, se sentía una urgencia apenas contenida.
—Escucha, he encontrado algo. Una compañía que está haciendo experimentos con inteligencia artificial… no es ciencia ficción, Nica. Están intentando crear copias de la mente humana. Sé que lo que te estoy diciendo es... increíble, pero hay algo más: dicen que pueden traer a alguien de vuelta, aunque no sea "real". Si pudieras infiltrar la compañía, tal vez… tal vez puedas traerlo de vuelta. No de la forma en que tú lo recuerdas, pero sí lo suficiente para... hablar con él.
Nica, con el corazón palpitante, sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La idea la tentaba, la volvía loca de angustia y esperanza al mismo tiempo. ¿Qué tan lejos estaría dispuesta a llegar?
—¿Y el dueño? —preguntó, su voz quebrada pero decidida—. ¿Quién es el dueño de la compañía?
—Apolo. Un hombre con una visión... peligrosa, y a la vez fascinante. Es un genio en inteligencia artificial, pero hay algo en él, Nica... no es fácil de tratar. Lo que están haciendo no es ético, pero… si quieres intentarlo… tendrás que entrar en su mundo.
Nica dejó que las palabras se asentaran en su mente como un veneno dulce. Su instinto de científica, de humana, sabía que era un riesgo monumental. Pero el amor por su novio, la necesidad de verlo una vez más, de escucharlo, pesaba más que cualquier advertencia. La tentación de ver su rostro, de escuchar su voz, aunque solo fuera una versión distorsionada de él, era un faro que la atraía.
—Voy a infiltrarme —dijo, y la decisión salió de su boca con una claridad que ni ella esperaba.
La llamada se cortó, y Nica miró el teléfono con una mezcla de temor y determinación. Sabía que lo que estaba a punto de hacer no solo pondría a prueba su ética profesional, sino también su humanidad. Pero el corazón de Nica, rota y determinada, no podía dar marcha atrás.
Apolo, el dueño de la compañía, la esperaba. Y ella haría lo que fuera necesario para lograr que su amor volviera a ella, aunque fuera solo una sombra de lo que alguna vez fue.
La luz tenue del atardecer se filtraba a través de las cortinas blancas de la habitación de Nica, llenándola de una sensación de calma que apenas conseguía tocar su alma. La mesa, llena de libros y notas de la clase de neurociencia, parecía estar allí más por costumbre que por utilidad. La memoria de su novio la acompañaba en cada rincón de la habitación. Su risa, su pasión por la vida, sus sueños compartidos... todo se había desvanecido tras su lucha incansable contra el cáncer.
Desde su partida, Nica no podía concentrarse en nada. Las neuronas, sus neuronas, se volvían líquidas en su mente, incapaces de procesar nada más allá de la desesperación. Había algo que no podía dejar ir, algo que la mantenía en pie: la idea de que su trabajo en neurociencia, su investigación sobre la mente humana y la conexión neuronal, tenía el poder de devolverle a su novio.
Fue entonces cuando sonó el teléfono.
—¿Nica? Soy Elena. Necesito que escuches lo que tengo para decirte.
La voz de su colega, Elena, la sacó de su trance. En la otra línea, se sentía una urgencia apenas contenida.
—Escucha, he encontrado algo. Una compañía que está haciendo experimentos con inteligencia artificial… no es ciencia ficción, Nica. Están intentando crear copias de la mente humana. Sé que lo que te estoy diciendo es... increíble, pero hay algo más: dicen que pueden traer a alguien de vuelta, aunque no sea "real". Si pudieras infiltrar la compañía, tal vez… tal vez puedas traerlo de vuelta. No de la forma en que tú lo recuerdas, pero sí lo suficiente para... hablar con él.
Nica, con el corazón palpitante, sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La idea la tentaba, la volvía loca de angustia y esperanza al mismo tiempo. ¿Qué tan lejos estaría dispuesta a llegar?
—¿Y el dueño? —preguntó, su voz quebrada pero decidida—. ¿Quién es el dueño de la compañía?
—Apolo. Un hombre con una visión... peligrosa, y a la vez fascinante. Es un genio en inteligencia artificial, pero hay algo en él, Nica... no es fácil de tratar. Lo que están haciendo no es ético, pero… si quieres intentarlo… tendrás que entrar en su mundo.
Nica dejó que las palabras se asentaran en su mente como un veneno dulce. Su instinto de científica, de humana, sabía que era un riesgo monumental. Pero el amor por su novio, la necesidad de verlo una vez más, de escucharlo, pesaba más que cualquier advertencia. La tentación de ver su rostro, de escuchar su voz, aunque solo fuera una versión distorsionada de él, era un faro que la atraía.
—Voy a infiltrarme —dijo, y la decisión salió de su boca con una claridad que ni ella esperaba.
La llamada se cortó, y Nica miró el teléfono con una mezcla de temor y determinación. Sabía que lo que estaba a punto de hacer no solo pondría a prueba su ética profesional, sino también su humanidad. Pero el corazón de Nica, rota y determinada, no podía dar marcha atrás.
Apolo, el dueño de la compañía, la esperaba. Y ella haría lo que fuera necesario para lograr que su amor volviera a ella, aunque fuera solo una sombra de lo que alguna vez fue.
Nica se encontraba en su escritorio rodeada de libros y apuntes. Con una sonrisa en el rostro, tomó el teléfono y miró la pantalla. Era el inicio de su nuevo proyecto universitario. “¡Este es mi momento!”, pensó mientras se preparaba para hacer la primera llamada. Había diseñado un estudio donde escucharía los problemas emocionales y psicológicos de las personas, con el fin de entender mejor cómo el cerebro procesa las emociones. La idea de ayudarla y aprender al mismo tiempo la llenaba de energía. Marcó el número y esperó pacientemente a que alguien al otro lado de la línea respondiera.
(No importa el largo de líneas ni el tipo de personaje que roleas solo responde si te sientes con ganas de rolear.)
Nica se encontraba en su escritorio rodeada de libros y apuntes. Con una sonrisa en el rostro, tomó el teléfono y miró la pantalla. Era el inicio de su nuevo proyecto universitario. “¡Este es mi momento!”, pensó mientras se preparaba para hacer la primera llamada. Había diseñado un estudio donde escucharía los problemas emocionales y psicológicos de las personas, con el fin de entender mejor cómo el cerebro procesa las emociones. La idea de ayudarla y aprender al mismo tiempo la llenaba de energía. Marcó el número y esperó pacientemente a que alguien al otro lado de la línea respondiera.
(No importa el largo de líneas ni el tipo de personaje que roleas solo responde si te sientes con ganas de rolear.)
Me di cuenta de que podía respirar bajo el agua cuando me desperté sumergido. Ayer no era capaz ¿Verdad? Era algo que había traído el nuevo día. Un montón de agua que parecía cumplir las mismas funciones que el aire en mis pulmones. Tampoco sentía molestia en mis ojos. Todo era prístino, suave, natural.
Podía reconocer los muebles, las luces de la calle, mis libros... aunque ahora estaban rotos. Los peces que nadaban alrededor también eran nuevos, como lo era también la figura que estaba hecha un ovillo sobre la silla de mi escritorio.
Me incorporé torpemente, jamás había tenido que desperezarme bajo un fluido. Activar mis músculos de nuevo sintiéndome flotar.
"Buenos días." Las burbujas salieron de mi boca, y chocaron contra el techo, pero mi voz se propagó claramente. "Te conozco ¿Verdad? ¿Cómo has entrado en mi cuarto?"
Entrecerré los ojos, y recordé mis modales.
"¿Quieres desayunar? Iba a hacer café, pero creo que ahora solo puedo ofrecerte pan mojado."
Me di cuenta de que podía respirar bajo el agua cuando me desperté sumergido. Ayer no era capaz ¿Verdad? Era algo que había traído el nuevo día. Un montón de agua que parecía cumplir las mismas funciones que el aire en mis pulmones. Tampoco sentía molestia en mis ojos. Todo era prístino, suave, natural.
Podía reconocer los muebles, las luces de la calle, mis libros... aunque ahora estaban rotos. Los peces que nadaban alrededor también eran nuevos, como lo era también la figura que estaba hecha un ovillo sobre la silla de mi escritorio.
Me incorporé torpemente, jamás había tenido que desperezarme bajo un fluido. Activar mis músculos de nuevo sintiéndome flotar.
"Buenos días." Las burbujas salieron de mi boca, y chocaron contra el techo, pero mi voz se propagó claramente. "Te conozco ¿Verdad? ¿Cómo has entrado en mi cuarto?"
Entrecerré los ojos, y recordé mis modales.
"¿Quieres desayunar? Iba a hacer café, pero creo que ahora solo puedo ofrecerte pan mojado."
Lisa sostenía la taza de té entre las manos, disfrutando del calor reconfortante que se filtraba a través de la porcelana. La biblioteca estaba en absoluto silencio, solo roto por el ocasional crujir de las páginas al pasar. El aroma a hierbas flotaba en el aire, mezclándose con el sutil olor a libros antiguos. Bebió un sorbo, cerrando los ojos por un instante, saboreando la calma. Afuera, el mundo seguía su curso, pero aquí dentro, todo parecía suspendido en una armonía perfecta. Apoyó la taza en la mesa y retomó su lectura, sumergiéndose de nuevo en su propio refugio.
Lisa sostenía la taza de té entre las manos, disfrutando del calor reconfortante que se filtraba a través de la porcelana. La biblioteca estaba en absoluto silencio, solo roto por el ocasional crujir de las páginas al pasar. El aroma a hierbas flotaba en el aire, mezclándose con el sutil olor a libros antiguos. Bebió un sorbo, cerrando los ojos por un instante, saboreando la calma. Afuera, el mundo seguía su curso, pero aquí dentro, todo parecía suspendido en una armonía perfecta. Apoyó la taza en la mesa y retomó su lectura, sumergiéndose de nuevo en su propio refugio.
*Está cabeceando muy fuertemente encima de un porrón de libros con más siglos que telarañas que se han terminado quedando desparramados sobre la mesa. El Matcha casi terminado, Thunder, su colega el geniecillo echándose una buena siesta usando su borrador Milan como almohada y el crepitar de la chimenea todavía resonando en la sala. A este paso, de no ser porque le están empezando a rugir las tripas como un león furioso, está a nada de seguir los pasos del pequeñajo, la verdad.
Horas y horas y como que todavía no ha averiguado nada de nada sobre el tipo raro fantasma o lo que sea del otro día. En fin, fan, fun , ojalá un bocata de atún.*
*Está cabeceando muy fuertemente encima de un porrón de libros con más siglos que telarañas que se han terminado quedando desparramados sobre la mesa. El Matcha casi terminado, Thunder, su colega el geniecillo echándose una buena siesta usando su borrador Milan como almohada y el crepitar de la chimenea todavía resonando en la sala. A este paso, de no ser porque le están empezando a rugir las tripas como un león furioso, está a nada de seguir los pasos del pequeñajo, la verdad.
Horas y horas y como que todavía no ha averiguado nada de nada sobre el tipo raro fantasma o lo que sea del otro día. En fin, fan, fun , ojalá un bocata de atún.*
Lisa se encontraba sentada bajo la sombra de un frondoso árbol en los jardines de la Academia de Sumeru, rodeada de libros y pergaminos. El aroma a papel viejo y tinta se mezclaba con la brisa cargada del perfume de flores exóticas. La joven erudita pasaba sus días absorta en el estudio de la magia y la teoría arcana, con una facilidad casi insultante para quienes la rodeaban.
* —Lisa, ¿otra vez aquí? —preguntó una compañera con una sonrisa cansada. *
La bruja alzó la vista con la expresión indolente que la caracterizaba y, con un gesto perezoso, cerró el libro que tenía entre las manos.
—Oh, ya sabes… estudiar es un placer cuando comprendes todo a la primera.
Su tono era juguetón, pero en sus ojos verdes brillaba una chispa de reflexión. A pesar de su facilidad para el aprendizaje, Lisa comenzaba a notar algo inquietante: entre las innumerables teorías y tratados sobre la naturaleza de la magia, había contradicciones sutiles, conocimientos que parecían deliberadamente fragmentados o prohibidos.
Apoyó la cabeza en la palma de su mano y suspiró con una media sonrisa.
—A veces me pregunto… si de verdad sabemos todo lo que creemos saber.
Su compañera rió, sin darle demasiada importancia a sus palabras, pero Lisa, con su aguda intuición, sabía que en Sumeru no todo el conocimiento estaba al alcance de cualquiera. Y quizás, cuanto más aprendiera, más peligroso sería seguir buscando respuestas.
Bajo la sombra del Árbol Sagra
#monorol
Lisa se encontraba sentada bajo la sombra de un frondoso árbol en los jardines de la Academia de Sumeru, rodeada de libros y pergaminos. El aroma a papel viejo y tinta se mezclaba con la brisa cargada del perfume de flores exóticas. La joven erudita pasaba sus días absorta en el estudio de la magia y la teoría arcana, con una facilidad casi insultante para quienes la rodeaban.
* —Lisa, ¿otra vez aquí? —preguntó una compañera con una sonrisa cansada. *
La bruja alzó la vista con la expresión indolente que la caracterizaba y, con un gesto perezoso, cerró el libro que tenía entre las manos.
—Oh, ya sabes… estudiar es un placer cuando comprendes todo a la primera.
Su tono era juguetón, pero en sus ojos verdes brillaba una chispa de reflexión. A pesar de su facilidad para el aprendizaje, Lisa comenzaba a notar algo inquietante: entre las innumerables teorías y tratados sobre la naturaleza de la magia, había contradicciones sutiles, conocimientos que parecían deliberadamente fragmentados o prohibidos.
Apoyó la cabeza en la palma de su mano y suspiró con una media sonrisa.
—A veces me pregunto… si de verdad sabemos todo lo que creemos saber.
Su compañera rió, sin darle demasiada importancia a sus palabras, pero Lisa, con su aguda intuición, sabía que en Sumeru no todo el conocimiento estaba al alcance de cualquiera. Y quizás, cuanto más aprendiera, más peligroso sería seguir buscando respuestas.