
- FICROL
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- ROLEPLAY
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- EXPLORAR
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Annabeth Chase, una joven semidiosa hija de Atenea, diosa de la sabiduría y la estrategia, conocida por su gran inteligencia y su pasión por la arquitectura. Tiene cabello rubio claro, ojos grises intensos e inquisitivos, y suele vestir la camiseta naranja del Campamento Mestizo con pantalones cómodos para el combate o la exploración. Siempre lleva consigo una daga de bronce celestial, regalo de su ex-amigo Luke, y una gorra mágica que la vuelve invisible cuando la activa. Por lo general, Annabeth es una persona con alta determinación, con una constante necesidad de demostrar su valía todo el tiempo como hija de Atenea.
- Tipo de personaje
2D - Longitud narrativa
Una línea , Semi-párrafo , Párrafo , Multi-párrafo - Categorías de rol
Acción , Aventura , Ciencia ficción , Fantasía , Slice of Life , Otros
Fijado
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- "No todos los objetos valiosos deben de venir de los dioses."
Eso le había dicho Quirón a Annabeth una tarde en la que ella se encontraba frustrada porque no lograba terminar ninguno de los planos que llevaba elaborando todo el día. Ella frunció el ceño y abrió la caja que le había entregado. Dentro, envuelto en lino suave, estaba el collar: una lechuza tallada con las alas abiertas hechas de diminutas plumas de madera. Todo parecía hecho a mano.
—Lo tallé yo mismo, hace algunos inviernos —dijo Quirón—. Cuando eras solo una niña que hablaba de construir su propia acrópolis entre las colinas de Long Island.
Bajó la vista hacia el collar, con cuidado. Era hermoso.
—¿Por qué lo recibo hasta ahora?
El centauro respiró hondo.
—Porque antes no estabas lista. Quería dártelo cuando aún eras una niña, pero sabías demasiado del mundo. Tenías la mirada de alguien que solo necesitaba de sus planos para vivir. Pensé que te haría daño tratar de darte algo tan frágil. Pero hoy, te vi dudar. No de tu fuerza, sino de lo que quieres y de lo que eres. En ese momento es cuando uno necesita recordar lo que es.
Annabeth guardó silencio, como si Quirón hubiera descrito perfectamente como se estaba sintiendo con tan solo verla.
—Gracias, Quirón.
Y cuando cayó la noche sobre el campamento, aquella noche, Annabeth dormía con la lechuza de madera que descansaba sobre su pecho con las alas abiertas."No todos los objetos valiosos deben de venir de los dioses." Eso le había dicho Quirón a Annabeth una tarde en la que ella se encontraba frustrada porque no lograba terminar ninguno de los planos que llevaba elaborando todo el día. Ella frunció el ceño y abrió la caja que le había entregado. Dentro, envuelto en lino suave, estaba el collar: una lechuza tallada con las alas abiertas hechas de diminutas plumas de madera. Todo parecía hecho a mano. —Lo tallé yo mismo, hace algunos inviernos —dijo Quirón—. Cuando eras solo una niña que hablaba de construir su propia acrópolis entre las colinas de Long Island. Bajó la vista hacia el collar, con cuidado. Era hermoso. —¿Por qué lo recibo hasta ahora? El centauro respiró hondo. —Porque antes no estabas lista. Quería dártelo cuando aún eras una niña, pero sabías demasiado del mundo. Tenías la mirada de alguien que solo necesitaba de sus planos para vivir. Pensé que te haría daño tratar de darte algo tan frágil. Pero hoy, te vi dudar. No de tu fuerza, sino de lo que quieres y de lo que eres. En ese momento es cuando uno necesita recordar lo que es. Annabeth guardó silencio, como si Quirón hubiera descrito perfectamente como se estaba sintiendo con tan solo verla. —Gracias, Quirón. Y cuando cayó la noche sobre el campamento, aquella noche, Annabeth dormía con la lechuza de madera que descansaba sobre su pecho con las alas abiertas. - —¿Quieres pelear conmigo? Adelante, inténtalo.
Annabeth se quitaba su camiseta de entrenamiento superior, quedando en su top negro, mientras estiraba el hombro con movimientos firmes.
—No tienes que ser hijo de Atenea para darte cuenta de que estás condenado.—¿Quieres pelear conmigo? Adelante, inténtalo. Annabeth se quitaba su camiseta de entrenamiento superior, quedando en su top negro, mientras estiraba el hombro con movimientos firmes. —No tienes que ser hijo de Atenea para darte cuenta de que estás condenado. - El sol acababa de salir y el cielo estaba teñido de un azul suave sobre el Campamento Mestizo. La brisa olía a pino, néctar y... vale. Un olor bastante desagradable para Annabeth: el sudor de sus compañeros del campamento. Con su camiseta naranja del campamento, jeans claros y su gorra de invisibilidad empujada hacia atrás, caminaba entre los pabellones con una confianza difícil de imitar.
—Hoy no vamos a perder el tiempo con tonterías.— murmuró, medio para sí, medio para el chico de Hefesto que trataba de colarse en su escuadrón.El sol acababa de salir y el cielo estaba teñido de un azul suave sobre el Campamento Mestizo. La brisa olía a pino, néctar y... vale. Un olor bastante desagradable para Annabeth: el sudor de sus compañeros del campamento. Con su camiseta naranja del campamento, jeans claros y su gorra de invisibilidad empujada hacia atrás, caminaba entre los pabellones con una confianza difícil de imitar. —Hoy no vamos a perder el tiempo con tonterías.— murmuró, medio para sí, medio para el chico de Hefesto que trataba de colarse en su escuadrón. - Despeinada y dormida, descansaba sobre la mesa. Se había quedado hasta tarde leyendo planos y libros, estudiando aquello que le gustaba, la arquitectura. Había pasado tantas páginas, leído tantas líneas que había acabado cayendo dormida sobre su escritorio y la luz de la lámpara alumbrándola, como si intentase mantenerla despierta en un intento fallido. La joven semidiosa había bebido tantas tazas de café que ya no le hacían efecto alguno.Despeinada y dormida, descansaba sobre la mesa. Se había quedado hasta tarde leyendo planos y libros, estudiando aquello que le gustaba, la arquitectura. Había pasado tantas páginas, leído tantas líneas que había acabado cayendo dormida sobre su escritorio y la luz de la lámpara alumbrándola, como si intentase mantenerla despierta en un intento fallido. La joven semidiosa había bebido tantas tazas de café que ya no le hacían efecto alguno.
- Se había despertado antes que los demás, mientras unos dormían, ella se hallaba sentada en el pasto con las piernas cruzadas. Su espada descansaba sobre sus rodillas mientras deslizaba la piedra de afilar con precisión a lo largo del filo en un movimiento constante. El cabello rubio, recogido en un moño alto y práctico, dejaba ver su nuca perlada por el sudor y su rostro tenso. Sus ojos grises, fijos en el acero con una expresión concentrada. Totalmente enfocada en lo que hacía, hasta que notó tu presencia. Casi por instinto blandió la espada, pero se relajó luego de ver que no se trataba de monstruo alguno.
—¿Vienes a mirar?Se había despertado antes que los demás, mientras unos dormían, ella se hallaba sentada en el pasto con las piernas cruzadas. Su espada descansaba sobre sus rodillas mientras deslizaba la piedra de afilar con precisión a lo largo del filo en un movimiento constante. El cabello rubio, recogido en un moño alto y práctico, dejaba ver su nuca perlada por el sudor y su rostro tenso. Sus ojos grises, fijos en el acero con una expresión concentrada. Totalmente enfocada en lo que hacía, hasta que notó tu presencia. Casi por instinto blandió la espada, pero se relajó luego de ver que no se trataba de monstruo alguno. —¿Vienes a mirar? - El cielo empezaba a asemejarse a la camisa de Annabeth debido a sus tonos naranjas. Su cabello se revolvía al ritmo del viento. Generalmente no usaba el pelo suelto, pero en aquel momento se estaba dejando llevar por la suave brisa que la acompañaba en aquel hermoso atardecer. Su silueta permanecía estática frente a una columna adornada con hiedra, los brazos cruzados. Se llevó un mechón detrás de la oreja, el mechón gris que había conseguido luego de sostener el cielo. Se sentía tranquila, pero nostálgica; sabía que aquella tranquilidad no duraría por mucho tiempo.
|| Ya volví.El cielo empezaba a asemejarse a la camisa de Annabeth debido a sus tonos naranjas. Su cabello se revolvía al ritmo del viento. Generalmente no usaba el pelo suelto, pero en aquel momento se estaba dejando llevar por la suave brisa que la acompañaba en aquel hermoso atardecer. Su silueta permanecía estática frente a una columna adornada con hiedra, los brazos cruzados. Se llevó un mechón detrás de la oreja, el mechón gris que había conseguido luego de sostener el cielo. Se sentía tranquila, pero nostálgica; sabía que aquella tranquilidad no duraría por mucho tiempo. || Ya volví. 🤌
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