• A altas horas de la noche, cuando el cielo se torna más oscuro y la presencia de las nubes impide que el brillo de la luna y estrellas gobiernen; todo estaba en completa quietud, salvo un destello intermitente en el claro del bosque, uno que se encendía y sucumbía con violencia en una danza digna de admirar.
    Dardos de fuego se estrellaban contra la nieve que a su paso se transformaban en pozas de agua dejando entrever la hierba verde antes encapsulada.

    El insomnio se habia apoderado de la pelirroja, sentía en su pecho una cuenta regresiva que no podía frenar, la ansiedad antigua enemiga se filtraba debajo de su piel volviéndola inquieta, no podía seguir acostada necesitaba liberar el hecatombe de energía acumulada, en silencio se levantó del futón que compartía con Kazuo y corrió descalza hacia afuera, no le importó la nieve congelada bajo sus pies
    Ahí estaba Elizabeth con la respiración acelerada mientras se dejaba envolver por sus llamas las cuales dirigía en espiral ascendente para luego hacerlas precipitar sobre su objetivo, cada movimiento era certero y letal, como ella: la guerrera temeraria que arrastraba con su nombre mitos y leyendas de batallas pasadas.

    Hace mucho que no entrenaba en solitario, una disciplina que antes tenía adquirida y cumplia diario a cabalidad ahora había quedado desplazada... hasta esta madrugada.
    A altas horas de la noche, cuando el cielo se torna más oscuro y la presencia de las nubes impide que el brillo de la luna y estrellas gobiernen; todo estaba en completa quietud, salvo un destello intermitente en el claro del bosque, uno que se encendía y sucumbía con violencia en una danza digna de admirar. Dardos de fuego se estrellaban contra la nieve que a su paso se transformaban en pozas de agua dejando entrever la hierba verde antes encapsulada. El insomnio se habia apoderado de la pelirroja, sentía en su pecho una cuenta regresiva que no podía frenar, la ansiedad antigua enemiga se filtraba debajo de su piel volviéndola inquieta, no podía seguir acostada necesitaba liberar el hecatombe de energía acumulada, en silencio se levantó del futón que compartía con Kazuo y corrió descalza hacia afuera, no le importó la nieve congelada bajo sus pies Ahí estaba Elizabeth con la respiración acelerada mientras se dejaba envolver por sus llamas las cuales dirigía en espiral ascendente para luego hacerlas precipitar sobre su objetivo, cada movimiento era certero y letal, como ella: la guerrera temeraria que arrastraba con su nombre mitos y leyendas de batallas pasadas. Hace mucho que no entrenaba en solitario, una disciplina que antes tenía adquirida y cumplia diario a cabalidad ahora había quedado desplazada... hasta esta madrugada.
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  • Capítulo #8: Actualidad; ¿Una esperanza latente?

    Han pasado casi 10 años desde que mi hogar fue destruido... hubo muchos intentos por recuperar el territorio de manos de la confraternidad, pero ha sido muy difícil... los enemigos son temibles, sus magias deforman y tuercen la realidad a su antojo y no hay arma que los elimine ni cerca de tan rápido como ellos mismos logran hacer... incluso grupos de brujos y clérigos de todo el mundo se han unido, buscando realizar un ritual para cerrar la brecha... entre ellos, mi amada esposa, Chloanne... ella era una suma sacerdotisa, descendiente de la familia real, quién efectuó un ritual de sacrificio para convertirse en un arcángel y usar sus nuevos poderes para intentar sellar la brecha, pues se rumoraba que el mundo de pesadilla del que la confraternidad proceden es también la fuente de su poder... pero incluso ese esfuerzo no dio frutos... la única esperanza que queda son leyendas antiguas; relatos infantiles que hoy día, con la locura y pesadillas que vagan por nuestro mundo, comienzan a sonar mejor que la total falta de un verdadero plan de acción; algunos dicen que nuestra única esperanza es encontrar el tamboril sagrado y a un elegido para ser el treceavo paladín... para así tal vez, solo tal vez, tener aliados lo bastante fuertes para proteger nuestro mundo...
    Capítulo #8: Actualidad; ¿Una esperanza latente? Han pasado casi 10 años desde que mi hogar fue destruido... hubo muchos intentos por recuperar el territorio de manos de la confraternidad, pero ha sido muy difícil... los enemigos son temibles, sus magias deforman y tuercen la realidad a su antojo y no hay arma que los elimine ni cerca de tan rápido como ellos mismos logran hacer... incluso grupos de brujos y clérigos de todo el mundo se han unido, buscando realizar un ritual para cerrar la brecha... entre ellos, mi amada esposa, Chloanne... ella era una suma sacerdotisa, descendiente de la familia real, quién efectuó un ritual de sacrificio para convertirse en un arcángel y usar sus nuevos poderes para intentar sellar la brecha, pues se rumoraba que el mundo de pesadilla del que la confraternidad proceden es también la fuente de su poder... pero incluso ese esfuerzo no dio frutos... la única esperanza que queda son leyendas antiguas; relatos infantiles que hoy día, con la locura y pesadillas que vagan por nuestro mundo, comienzan a sonar mejor que la total falta de un verdadero plan de acción; algunos dicen que nuestra única esperanza es encontrar el tamboril sagrado y a un elegido para ser el treceavo paladín... para así tal vez, solo tal vez, tener aliados lo bastante fuertes para proteger nuestro mundo...
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  • Reino de Lys, capítulo #3, apéndice #1: Nuestros héroes.

    Un gran imperio no sería nada sin sus grandes héroes. A lo largo y ancho de nuestra nación solía haber doce grandes estatuas puestas en pares, resguardando las seis puertas que guían al interior de nuestra gloriosa nación; Los doce paladines, épicos caballeros de los que se sabe muy poco, pero que fueron aprendices del sabio que brindó la magia a nuestro emperador y que fueron los primeros en jurar proteger a nuestra tierra de los enemigos externos e internos. Doce héroes que no solo empuñaron la magia, regalo del Dios Aureus, sino que también fueron ángulos de la fé en este, esparciendo su palabra de paz, honor y misericordia a quienes desearan pertenecer a nuestro imperio. Estos eras sus nombres:

    Sir Roland, el caballero león
    Sir Rhobar, el santo de la espada
    Sir Astolfo, el hermoso doncel
    Sir Ruggiero, el escudo de la fé
    Sir Samson, el verdugo de herejes
    Sir Alexandre, el rey de hierro
    Sir Thorfinn, el señor del norte
    Sir Ivoire, el caballero de la caridad
    Sir Raphael, el jinete del oeste
    Sir Bradamante, la reina de las hadas
    Sir Jeanne, La santa doncella
    Sir Cecil, el guerrero lunar

    Cada uno de estos héroes tuvieron su epopeya personal, pero todos tenían algo en común; un amor incondicional por el reino de Lys y la meta de guiar al emperador Charlemagne a convertirlo en el gran imperio en que se convertiría eventualmente. Leyendas dicen que estos guerreros sagrados algún día regresarán, comandados por su rey en persona y bajo la tutela del sabio el día que el tamboril sagrado suene bajo la mano de un treceavo paladín... Oh, si solo hubiera sido real la leyenda, tal vez se habría evitado el desastre que cayó sobre el Imperio D'Lys...
    Reino de Lys, capítulo #3, apéndice #1: Nuestros héroes. Un gran imperio no sería nada sin sus grandes héroes. A lo largo y ancho de nuestra nación solía haber doce grandes estatuas puestas en pares, resguardando las seis puertas que guían al interior de nuestra gloriosa nación; Los doce paladines, épicos caballeros de los que se sabe muy poco, pero que fueron aprendices del sabio que brindó la magia a nuestro emperador y que fueron los primeros en jurar proteger a nuestra tierra de los enemigos externos e internos. Doce héroes que no solo empuñaron la magia, regalo del Dios Aureus, sino que también fueron ángulos de la fé en este, esparciendo su palabra de paz, honor y misericordia a quienes desearan pertenecer a nuestro imperio. Estos eras sus nombres: Sir Roland, el caballero león Sir Rhobar, el santo de la espada Sir Astolfo, el hermoso doncel Sir Ruggiero, el escudo de la fé Sir Samson, el verdugo de herejes Sir Alexandre, el rey de hierro Sir Thorfinn, el señor del norte Sir Ivoire, el caballero de la caridad Sir Raphael, el jinete del oeste Sir Bradamante, la reina de las hadas Sir Jeanne, La santa doncella Sir Cecil, el guerrero lunar Cada uno de estos héroes tuvieron su epopeya personal, pero todos tenían algo en común; un amor incondicional por el reino de Lys y la meta de guiar al emperador Charlemagne a convertirlo en el gran imperio en que se convertiría eventualmente. Leyendas dicen que estos guerreros sagrados algún día regresarán, comandados por su rey en persona y bajo la tutela del sabio el día que el tamboril sagrado suene bajo la mano de un treceavo paladín... Oh, si solo hubiera sido real la leyenda, tal vez se habría evitado el desastre que cayó sobre el Imperio D'Lys...
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  • Las ruinas de Eldoria
    Fandom OC
    Categoría Aventura

    La selva de Umbren se extiende ante ti, un vasto océano de árboles antiguos cuyas copas oscurecen el cielo. Los rayos del sol apenas logran atravesar el denso follaje, bañando el suelo en una penumbra verde y dorada. El aire es denso y húmedo, cargado con el aroma de tierra mojada y plantas exóticas.

    El mapa en tus manos, ajado por el tiempo, tiembla ligeramente mientras lo sostienes. Las marcas trazadas a mano indican un lugar más allá de las montañas brumosas que se asoman en el horizonte: las Ruinas de Eldoria, envueltas en leyendas de gloria y tragedia.

    A tu alrededor, los sonidos de la selva cobran vida: el trino de aves desconocidas, el zumbido insistente de insectos, y, de vez en cuando, un crujido que te pone alerta. Según las historias, nadie ha llegado a Eldoria sin enfrentarse a pruebas mortales, tanto físicas como mentales.

    En tu mochila llevas solo lo esencial: provisiones, una herramienta útil, y un objeto que te recuerda por qué iniciaste este viaje. No hay marcha atrás. Con un último vistazo al mapa, das el primer paso hacia lo desconocido.

    El camino se bifurca pronto:

    A la izquierda, una senda angosta entre árboles oscuros que parecen inclinarse hacia ti.

    A la derecha, un riachuelo que fluye lentamente, su agua cristalina reflejando el brillo del sol poniente.
    La selva de Umbren se extiende ante ti, un vasto océano de árboles antiguos cuyas copas oscurecen el cielo. Los rayos del sol apenas logran atravesar el denso follaje, bañando el suelo en una penumbra verde y dorada. El aire es denso y húmedo, cargado con el aroma de tierra mojada y plantas exóticas. El mapa en tus manos, ajado por el tiempo, tiembla ligeramente mientras lo sostienes. Las marcas trazadas a mano indican un lugar más allá de las montañas brumosas que se asoman en el horizonte: las Ruinas de Eldoria, envueltas en leyendas de gloria y tragedia. A tu alrededor, los sonidos de la selva cobran vida: el trino de aves desconocidas, el zumbido insistente de insectos, y, de vez en cuando, un crujido que te pone alerta. Según las historias, nadie ha llegado a Eldoria sin enfrentarse a pruebas mortales, tanto físicas como mentales. En tu mochila llevas solo lo esencial: provisiones, una herramienta útil, y un objeto que te recuerda por qué iniciaste este viaje. No hay marcha atrás. Con un último vistazo al mapa, das el primer paso hacia lo desconocido. El camino se bifurca pronto: A la izquierda, una senda angosta entre árboles oscuros que parecen inclinarse hacia ti. A la derecha, un riachuelo que fluye lentamente, su agua cristalina reflejando el brillo del sol poniente.
    Tipo
    Individual
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    Estado
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  • El olor a sangre la había llevado hasta aquel lugar, encontrando un charco de sangre en el suelo y una silueta escondida retrocediendo, ocultándose de ella.

    -Tranquilo no soy tan mala como las leyendas cuentan...

    Dijo mirando al desvalido frente a ella, en los bajos mundos, entre los exiliados, desterrados cazadores y mercenarios, un lugar donde ella perteneció mucho tiempo tenía la reputación de ser " la asesina de luna", nadie que la hubiera visto sobrevivía para contarlo.

    -Ya deje atrás aquellos días... Solo déjame curarte

    Sonrió buscando tranquilizarle
    El olor a sangre la había llevado hasta aquel lugar, encontrando un charco de sangre en el suelo y una silueta escondida retrocediendo, ocultándose de ella. -Tranquilo no soy tan mala como las leyendas cuentan... Dijo mirando al desvalido frente a ella, en los bajos mundos, entre los exiliados, desterrados cazadores y mercenarios, un lugar donde ella perteneció mucho tiempo tenía la reputación de ser " la asesina de luna", nadie que la hubiera visto sobrevivía para contarlo. -Ya deje atrás aquellos días... Solo déjame curarte Sonrió buscando tranquilizarle
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  • Reflejo, Manantial Escarchado

    Fondo musical: https://www.youtube.com/watch?v=prsjaKLq53k

    Espero, en este reciente pasado. Mis principios afines captan hebras, palabras calmadas que derriten la mantequilla de un miedo celestial que se cala en el interior de mis huesos.

    Crisálidas. Ingenio de amatista. Famosa. Como una duquesa imperial cual simple carroza reducida bajo el solariego espejismo. Anuncio vivo. Emperador de peligros, sobre tus hombros descanso. Imponente. Belleza, apariencia más allá de lo físico. Ofrecido en matrimonio, como una nobiliaria familia. Firmeza.

    Calma.

    Respiro una promesa rota.

    Reemplazo tu voz. Áspero sollozo. Sabes quién soy. Valiente intriga. Emisario enamorado que segregas regalos, pus con aroma a vainilla. Venidera mil veces, desde una deshonra, horrorizado por el compromiso, desapareces, indócil, sereno, a la distancia.

    Terrenal venia, una tormenta de este espacio de claroscuros pintan mensajes escritos en el silencio proceder de tus mejillas. Celda de humedad sonrosada, batalla que en solitaria arma abre al pesado sueño de cielo líquido. Una tierna noche que reflexiona, en tu fidelidad.

    Desesperado rezo.

    Sesga con tus manos, la fascinante frustración, esa rabia que mana como una rosa cargada de espinas. Promesa rota.

    Sin alimento, te resistes al aislamiento. Expresas ternura, bebes el cáliz. Ese bálsamo para tu alma. Responde a mis oraciones.

    Conmueves la fe de mis palabras. No comprendes mi fragilidad.

    Oración. Oración. Labras historias. Mitos. Leyendas.
    Oración. Oración. Labras historias. Mitos. Leyendas.
    Oración. Oración. Labras historias. Mitos. Leyendas.

    Esta es una oración a tu bendición. Oficial del cielo.
    Reflejo, Manantial Escarchado Fondo musical: https://www.youtube.com/watch?v=prsjaKLq53k Espero, en este reciente pasado. Mis principios afines captan hebras, palabras calmadas que derriten la mantequilla de un miedo celestial que se cala en el interior de mis huesos. Crisálidas. Ingenio de amatista. Famosa. Como una duquesa imperial cual simple carroza reducida bajo el solariego espejismo. Anuncio vivo. Emperador de peligros, sobre tus hombros descanso. Imponente. Belleza, apariencia más allá de lo físico. Ofrecido en matrimonio, como una nobiliaria familia. Firmeza. Calma. Respiro una promesa rota. Reemplazo tu voz. Áspero sollozo. Sabes quién soy. Valiente intriga. Emisario enamorado que segregas regalos, pus con aroma a vainilla. Venidera mil veces, desde una deshonra, horrorizado por el compromiso, desapareces, indócil, sereno, a la distancia. Terrenal venia, una tormenta de este espacio de claroscuros pintan mensajes escritos en el silencio proceder de tus mejillas. Celda de humedad sonrosada, batalla que en solitaria arma abre al pesado sueño de cielo líquido. Una tierna noche que reflexiona, en tu fidelidad. Desesperado rezo. Sesga con tus manos, la fascinante frustración, esa rabia que mana como una rosa cargada de espinas. Promesa rota. Sin alimento, te resistes al aislamiento. Expresas ternura, bebes el cáliz. Ese bálsamo para tu alma. Responde a mis oraciones. Conmueves la fe de mis palabras. No comprendes mi fragilidad. Oración. Oración. Labras historias. Mitos. Leyendas. Oración. Oración. Labras historias. Mitos. Leyendas. Oración. Oración. Labras historias. Mitos. Leyendas. Esta es una oración a tu bendición. Oficial del cielo.
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  • " Memorias de un Zorro"

    Los humanos no merecían su simpatía. Todo lo que los relacionaba directamente con ellos le causaba dolor y aversión. No sería capaz de olvidar ninguna de las lágrimas derramadas por lo que estos le dieron y al mismo tiempo le arrebataron. Veía a los humanos como seres de usar, para después desechar, sin formar ningún vínculo afectivo más allá del divertimento o el sexo.

    ¿Cómo podría verlo de otra forma?. Estos lo arrancaron de su bosque, le dieron una familia que amar para después, esos mismos seres, segar sus vidas ante la impotencia del zorro, como si el valor de estas quedasen en la nada, como la ceniza de un tronco consumido por las llamas. No deseaba volver a involucrarse con vidas tan efímeras y frágiles, vidas que solo le causarían dolor y pesadumbre. O al menos así pensaba él, hasta aquel ocaso de otoño, donde el bosque estaba tenido de mandarina, limón y granate.

    Kazuo caminaba de forma tranquila en el único lugar donde sentía que pertenecía; su amado bosque. Este nunca le había traicionado, no como el resto del mundo lo había hecho. Era por esta razón por la que el zorro pasaba sus días recorriendo este de punta a punta. La extensión de su arboleda, el olor a tierra y pino, el sonido del crujir de las hojas bajo sus patas; todo aquello se había convertido en un bálsamo que calmaba su amargo dolor.

    Pero aquel atardecer sería diferente. El viento traía consigo un aroma a madera quemada. Aquello por lo general no era algo extraño, había pequeños poblados esparcidos por la zona. Pero aquel olor era más intenso que el de unos simples alumbres en casas familiares. ¿Seria que su bosque estaba siendo arrasado nuevamente?. Comenzó a avanzar, en dirección donde él olor a madera quemada se hacía más intenso. Pero a medida que sus zancadas se fueron acelerando, otro olor se alojó en su hocico, dejándole un regusto metálico alojándose en la parte trasera de su lengua; sangre.

    El zorro era rápido; este apenas una estela plateada entre los arboles para ojos mortales. A pesar de su tamaño, aquel imponente animal de tres colas, se movía entre los arboles como el agua que se colaba entre las rocas de un río montañoso, de forma rápida y fluida.

    Olía a muerte, y finalmente, llegó al origen de aquel desagradable aroma. Era un poblado de gente humilde, campesinos que apenas sobrevivían el día a día con lo que sacaban de la tierra. Pero ese día sus vidas habían dado un giro de ciento ochenta grados. Un grupo numeroso se bandidos estaba arrasando con las vidas de aquellas familias, saqueando y asediando todo a su paso. Kazuo , con su mirada afilada entre la maleza, observaba la escena con inquietante parsimonia.

    No era su problema. A él y a su familia nadie les ayudó, tampoco lloraron su muerte. Cuando este explicó, en el poblado donde comerciaban, que su familia había sido asesinada; no obtuvo ningún tipo de apoyo ajeno, más allá de un simple pésame. Era como si aquello fuera lo normal y cada uno tenia que ocuparse de sus propios problemas. Kazuo tuvo que enterrarlos en soledad, con la angustia de ver sus cuerpos destrozados cruelmente.

    Este estaba apunto de irse cuando escucho el llanto de un bebé. Giró su cabeza, alzó sus orejas zorrunas y clavó su mirada zafiro en una madre siendo arrastrada por la melena, sacándola de lo que una vez fue su hogar, mientras esta se aferraba a la criatura que tenía entre sus brazos. Aquel niño tendría apenas semanas de haber nacido.

    Aquello parecía haber captado la atención del zorro, quién a base de sufrimiento, había endurecido su corazón. Sin embargo, aquello le provocó una grieta en su bien forjada coraza.

    Aquella madre, desesperada, sacaba fuerzas de donde fuera, resistiéndose para que su retoño no fuera arrancado de sus brazos.


    ~ Haced conmigo lo que queráis, pero mi hijo no. Dejarlo vivir, no me importa mi vida, pero a él no…~ Decía aquella madre con una desesperación que calaba incluso dentro del frío Kitsune.

    Inevitablemente Kazuo recordó a sus madres. Como cuando nació, está daba todo de ella para poder tenerlo, como a pesar de ser diferente a sus hermanos y el más débil, se encargó de que no le faltase alimento. Como su madre Reina, incluso sin conocerle, lo rescató junto con su padre de aquel estanque en mitad de la nada, arriesgando sus vidas al detenerse de su huída de la guerra para recogerlo.

    Aquella mujer estaba peleando como una jabata para evitar un final funesto para su hijo.

    Finalmente, aquellos mercenarios, lograban arrancarle a su hijo de los brazos, mientras algunos de estos la sujetaban y comenzaron a rasgar sus ropas de forma brusca, una señal inequívoca de lo que venía a continuación para ella. La mujer dejó de luchar, estaba dispuesta a todo por tal de que su hijo no sufriera la suerte que le esperaba a ella, dejando su cuerpo como pago por su vida. Aunque aquello no le garantizaba que su hijo viviera, ella estaba dispuesta a todo, a agarrarse a esa mínima esperanza.

    Ahí estaba, el amor incondicional de una madre. Algo tan puro y honesto, que difícilmente podría ser superado por algo más.

    ~ Dioses, proteger a mí hijo, solo pido eso. Que mi suerte y la suya se hagan una para él. Que mi alma sirva de tributo para que él esté bien.~ Decía esta mientras veía como su retoño se pasaba de un mercenario a otro de forma brusca.

    Una plegaría... Una plegaría frente a un mensajero de Inari. Eso, sumado a la grieta que se habría formado en el caparazón alrededor del corazón del zorro, fue el detonante para que este se moviera por puro instinto.

    El Kitsune, en toda su majestuosa forma, salió de entre la maleza, gruñendo y enseñando su hilera de dientes, afilados como cuchillos de cerámica. A aquellos infelices apenas les dio tiempo de reaccionar; en un abrir y cerrar de ojos, él zorro, tan grande como un caballo, se abalanzaba sobre estos, uno por uno. Acabando con cada una de sus vidas de forma certera.

    En medio del alboroto, la madre se zafó de sus actores para ir en busca de su hijo, quién lo tenía uno de aquellos desgraciados. Cuando esta se acercó al mercenario, este sin compasión Katana en mano, atravesó su estómago con una estocada firme. Esta, a pesar de la herida infligida, tomo a su criatura de los brazos de aquel sin corazón. En cuanto este retira su arma, la joven madre cae de espaldas al suelo en un charco de sangre, pero sin soltar en ningún momento a su más preciado tesoro, su hijo.

    A Kazuo no le había dado tiempo a detener aquel deleznable acto. Este, con la misma furia con la que vengó a su familia se abalanzó sobre aquel individuo. Sus temibles fauces sujetaron la cabeza del contrario, quien gritaba de puro miedo ante la impotencia de su tráfico final. De un tirón, Kazuo decapitó a aquel mala sangre, lanzando su cabeza varios metros de donde se encontraban.

    Este estaba furibundo, el fuego recorría la sangre de sus venas, en oleadas de rabia y heridas abiertas. Solo el llanto de aquella frágil criatura lo trajo de vuelta al presente. Este se voltea y camina en dirección a esa madre, la cual se desangraba sin opción a salvación.

    Con cada paso del zorro, su cuerpo iba mutando con llamas color zafiro. La estela de estas daban paso a un Kazuo con aspecto humano, con una vestimenta desgastada, pero de un blanco puro, ahora tintada por la sangre derramada. Su melena plateada enmarcaban aquel rostro casi angelical, parecía alguien que solo podía ser soñado o contado en leyendas.

    Este llega donde la mujer, quién aún estaba viva, pero su respiración era lenta y errática, arrodillándose a su lado. Kazuo aún no tenía el suficiente poder para curar una herida como aquella, no sin que la vida de este peligrase, compartiendo ambos un funesto destino. La mujer clavaba su mirada avellana en los ojos lapislázuli del zorro.

    ~ Hijo de la luna…~ Digo con voz casi inaudible aquella mujer.

    Esta arrastraba su mano hasta tomar la de Kazuo, y con un esfuerzo tremebundo, lo guía hasta que la mano de él descansara sobre su bebé. El Kitsune abría sus ojos sorprendido; aquella mujer lo había visto masacrar sin esfuerzo ni compasión a aquellos hombres, y aún así dejaba que la mano de un demonio descansara sobre lo más valioso para ella, su hijo.

    La mano libre de Kazuo se alzó hasta alcanzar el rostro de aquella madre, quién parecía tranquila estando al borde de la muerte. Aquellos indeseables habían gritado y suplicado por si vida, habían tenido miedo de su destino final. Sin embargo, aquella joven que rondaba la veintena, estaba en total calma.

    “Hijo de la Luna”. Este había nacido una noche bañada por la luna llena y bendecido por la gracia de una diosa. Aquella mujer había depositado su esperanza y confianza en él sin dudarlo, una confianza y una esperanza que él había perdido por completo en él y en la humanidad. Pero aquel acontecimiento cambiaría totalmente la perspectiva de Kazuo, de como miraba el mundo después de la muerte de su familia.

    El mundo aún tenía bondad que ofrecer, y él también podría darle bondad al mundo; tal y como sus madres quería que hiciera.
    Fue entonces cuando los ojos de aquella joven se apagaron, perdiendo el brillo de la vida en un último suspiro. Kazuo, con sumo cuidado, toma el tesoro más preciado de aquella joven. En cuanto el niño estuvo en sus brazos, este dejó de llorar, clavando esos mismos ojos avellana en la mirada del zorro.

    Kazuo se encargó de darle una sepultura digna a su madre. Y de buscar una familia de ese mismo poblado que se encargara de cuidarlo y contar la historia de como su madre dio la vida por él. Esos días posteriores Kazuo ayudó a reconstruir el poblado, enterrar a los seres queridos y ayudar diligentemente en todo lo que podía, tal y como su madre y su padre les habían enseñado.

    Es ahí cuando el zorro empezaría su más sagrada tarea. Llevar las plegarias puras a oídos de su diosa madre.

    En un monte, donde el bosque era dueño en toda su extensión. El zorro, decidió construir un templo, con sus propias manos y su propio esfuerzo. Un templo que sería un tributo a su familia, y un hogar para aquellos que necesitaran de su gracia. Es así como el monte Inari llegaría a bautizarse, y donde el templo Aihara se alzaría en la medianía camino a su cima.





    " Memorias de un Zorro" Los humanos no merecían su simpatía. Todo lo que los relacionaba directamente con ellos le causaba dolor y aversión. No sería capaz de olvidar ninguna de las lágrimas derramadas por lo que estos le dieron y al mismo tiempo le arrebataron. Veía a los humanos como seres de usar, para después desechar, sin formar ningún vínculo afectivo más allá del divertimento o el sexo. ¿Cómo podría verlo de otra forma?. Estos lo arrancaron de su bosque, le dieron una familia que amar para después, esos mismos seres, segar sus vidas ante la impotencia del zorro, como si el valor de estas quedasen en la nada, como la ceniza de un tronco consumido por las llamas. No deseaba volver a involucrarse con vidas tan efímeras y frágiles, vidas que solo le causarían dolor y pesadumbre. O al menos así pensaba él, hasta aquel ocaso de otoño, donde el bosque estaba tenido de mandarina, limón y granate. Kazuo caminaba de forma tranquila en el único lugar donde sentía que pertenecía; su amado bosque. Este nunca le había traicionado, no como el resto del mundo lo había hecho. Era por esta razón por la que el zorro pasaba sus días recorriendo este de punta a punta. La extensión de su arboleda, el olor a tierra y pino, el sonido del crujir de las hojas bajo sus patas; todo aquello se había convertido en un bálsamo que calmaba su amargo dolor. Pero aquel atardecer sería diferente. El viento traía consigo un aroma a madera quemada. Aquello por lo general no era algo extraño, había pequeños poblados esparcidos por la zona. Pero aquel olor era más intenso que el de unos simples alumbres en casas familiares. ¿Seria que su bosque estaba siendo arrasado nuevamente?. Comenzó a avanzar, en dirección donde él olor a madera quemada se hacía más intenso. Pero a medida que sus zancadas se fueron acelerando, otro olor se alojó en su hocico, dejándole un regusto metálico alojándose en la parte trasera de su lengua; sangre. El zorro era rápido; este apenas una estela plateada entre los arboles para ojos mortales. A pesar de su tamaño, aquel imponente animal de tres colas, se movía entre los arboles como el agua que se colaba entre las rocas de un río montañoso, de forma rápida y fluida. Olía a muerte, y finalmente, llegó al origen de aquel desagradable aroma. Era un poblado de gente humilde, campesinos que apenas sobrevivían el día a día con lo que sacaban de la tierra. Pero ese día sus vidas habían dado un giro de ciento ochenta grados. Un grupo numeroso se bandidos estaba arrasando con las vidas de aquellas familias, saqueando y asediando todo a su paso. Kazuo , con su mirada afilada entre la maleza, observaba la escena con inquietante parsimonia. No era su problema. A él y a su familia nadie les ayudó, tampoco lloraron su muerte. Cuando este explicó, en el poblado donde comerciaban, que su familia había sido asesinada; no obtuvo ningún tipo de apoyo ajeno, más allá de un simple pésame. Era como si aquello fuera lo normal y cada uno tenia que ocuparse de sus propios problemas. Kazuo tuvo que enterrarlos en soledad, con la angustia de ver sus cuerpos destrozados cruelmente. Este estaba apunto de irse cuando escucho el llanto de un bebé. Giró su cabeza, alzó sus orejas zorrunas y clavó su mirada zafiro en una madre siendo arrastrada por la melena, sacándola de lo que una vez fue su hogar, mientras esta se aferraba a la criatura que tenía entre sus brazos. Aquel niño tendría apenas semanas de haber nacido. Aquello parecía haber captado la atención del zorro, quién a base de sufrimiento, había endurecido su corazón. Sin embargo, aquello le provocó una grieta en su bien forjada coraza. Aquella madre, desesperada, sacaba fuerzas de donde fuera, resistiéndose para que su retoño no fuera arrancado de sus brazos. ~ Haced conmigo lo que queráis, pero mi hijo no. Dejarlo vivir, no me importa mi vida, pero a él no…~ Decía aquella madre con una desesperación que calaba incluso dentro del frío Kitsune. Inevitablemente Kazuo recordó a sus madres. Como cuando nació, está daba todo de ella para poder tenerlo, como a pesar de ser diferente a sus hermanos y el más débil, se encargó de que no le faltase alimento. Como su madre Reina, incluso sin conocerle, lo rescató junto con su padre de aquel estanque en mitad de la nada, arriesgando sus vidas al detenerse de su huída de la guerra para recogerlo. Aquella mujer estaba peleando como una jabata para evitar un final funesto para su hijo. Finalmente, aquellos mercenarios, lograban arrancarle a su hijo de los brazos, mientras algunos de estos la sujetaban y comenzaron a rasgar sus ropas de forma brusca, una señal inequívoca de lo que venía a continuación para ella. La mujer dejó de luchar, estaba dispuesta a todo por tal de que su hijo no sufriera la suerte que le esperaba a ella, dejando su cuerpo como pago por su vida. Aunque aquello no le garantizaba que su hijo viviera, ella estaba dispuesta a todo, a agarrarse a esa mínima esperanza. Ahí estaba, el amor incondicional de una madre. Algo tan puro y honesto, que difícilmente podría ser superado por algo más. ~ Dioses, proteger a mí hijo, solo pido eso. Que mi suerte y la suya se hagan una para él. Que mi alma sirva de tributo para que él esté bien.~ Decía esta mientras veía como su retoño se pasaba de un mercenario a otro de forma brusca. Una plegaría... Una plegaría frente a un mensajero de Inari. Eso, sumado a la grieta que se habría formado en el caparazón alrededor del corazón del zorro, fue el detonante para que este se moviera por puro instinto. El Kitsune, en toda su majestuosa forma, salió de entre la maleza, gruñendo y enseñando su hilera de dientes, afilados como cuchillos de cerámica. A aquellos infelices apenas les dio tiempo de reaccionar; en un abrir y cerrar de ojos, él zorro, tan grande como un caballo, se abalanzaba sobre estos, uno por uno. Acabando con cada una de sus vidas de forma certera. En medio del alboroto, la madre se zafó de sus actores para ir en busca de su hijo, quién lo tenía uno de aquellos desgraciados. Cuando esta se acercó al mercenario, este sin compasión Katana en mano, atravesó su estómago con una estocada firme. Esta, a pesar de la herida infligida, tomo a su criatura de los brazos de aquel sin corazón. En cuanto este retira su arma, la joven madre cae de espaldas al suelo en un charco de sangre, pero sin soltar en ningún momento a su más preciado tesoro, su hijo. A Kazuo no le había dado tiempo a detener aquel deleznable acto. Este, con la misma furia con la que vengó a su familia se abalanzó sobre aquel individuo. Sus temibles fauces sujetaron la cabeza del contrario, quien gritaba de puro miedo ante la impotencia de su tráfico final. De un tirón, Kazuo decapitó a aquel mala sangre, lanzando su cabeza varios metros de donde se encontraban. Este estaba furibundo, el fuego recorría la sangre de sus venas, en oleadas de rabia y heridas abiertas. Solo el llanto de aquella frágil criatura lo trajo de vuelta al presente. Este se voltea y camina en dirección a esa madre, la cual se desangraba sin opción a salvación. Con cada paso del zorro, su cuerpo iba mutando con llamas color zafiro. La estela de estas daban paso a un Kazuo con aspecto humano, con una vestimenta desgastada, pero de un blanco puro, ahora tintada por la sangre derramada. Su melena plateada enmarcaban aquel rostro casi angelical, parecía alguien que solo podía ser soñado o contado en leyendas. Este llega donde la mujer, quién aún estaba viva, pero su respiración era lenta y errática, arrodillándose a su lado. Kazuo aún no tenía el suficiente poder para curar una herida como aquella, no sin que la vida de este peligrase, compartiendo ambos un funesto destino. La mujer clavaba su mirada avellana en los ojos lapislázuli del zorro. ~ Hijo de la luna…~ Digo con voz casi inaudible aquella mujer. Esta arrastraba su mano hasta tomar la de Kazuo, y con un esfuerzo tremebundo, lo guía hasta que la mano de él descansara sobre su bebé. El Kitsune abría sus ojos sorprendido; aquella mujer lo había visto masacrar sin esfuerzo ni compasión a aquellos hombres, y aún así dejaba que la mano de un demonio descansara sobre lo más valioso para ella, su hijo. La mano libre de Kazuo se alzó hasta alcanzar el rostro de aquella madre, quién parecía tranquila estando al borde de la muerte. Aquellos indeseables habían gritado y suplicado por si vida, habían tenido miedo de su destino final. Sin embargo, aquella joven que rondaba la veintena, estaba en total calma. “Hijo de la Luna”. Este había nacido una noche bañada por la luna llena y bendecido por la gracia de una diosa. Aquella mujer había depositado su esperanza y confianza en él sin dudarlo, una confianza y una esperanza que él había perdido por completo en él y en la humanidad. Pero aquel acontecimiento cambiaría totalmente la perspectiva de Kazuo, de como miraba el mundo después de la muerte de su familia. El mundo aún tenía bondad que ofrecer, y él también podría darle bondad al mundo; tal y como sus madres quería que hiciera. Fue entonces cuando los ojos de aquella joven se apagaron, perdiendo el brillo de la vida en un último suspiro. Kazuo, con sumo cuidado, toma el tesoro más preciado de aquella joven. En cuanto el niño estuvo en sus brazos, este dejó de llorar, clavando esos mismos ojos avellana en la mirada del zorro. Kazuo se encargó de darle una sepultura digna a su madre. Y de buscar una familia de ese mismo poblado que se encargara de cuidarlo y contar la historia de como su madre dio la vida por él. Esos días posteriores Kazuo ayudó a reconstruir el poblado, enterrar a los seres queridos y ayudar diligentemente en todo lo que podía, tal y como su madre y su padre les habían enseñado. Es ahí cuando el zorro empezaría su más sagrada tarea. Llevar las plegarias puras a oídos de su diosa madre. En un monte, donde el bosque era dueño en toda su extensión. El zorro, decidió construir un templo, con sus propias manos y su propio esfuerzo. Un templo que sería un tributo a su familia, y un hogar para aquellos que necesitaran de su gracia. Es así como el monte Inari llegaría a bautizarse, y donde el templo Aihara se alzaría en la medianía camino a su cima.
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  • Let's take a ride
    Fandom The legend of zelda
    Categoría Fantasía
    //Rol privado con Link //

    Por mucho que intentaron retrasar, el calendario marcó el principio del fin. El rey zora y el héroe del tiempo debían ir a Hyrule.

    Los últimos dos meses y medio habían pasado más rápido de lo que quisiera admitir en voz alta. Al inicio, había creído que sólo recuperó a su mejor amigo, a su cómplice, aquel que admiraba como el héroe valeroso que era de quien se cantaban leyendas y cuyo nombre ahora portaban niños en su honor. No obstante, conforme pasaron los días y fue conociendo más a Link, el hyliano, Sidón se encontró más y más a gusto en su presencia, recuperando ese característico repiqueteo que acostumbraba sentir en su corazón hace más de un siglo cada que lo veía. El rubor constante y las risas alegres delataban lo bien que se estaba a su lado.

    Y sobre todas las cosas, se alegraba de ver el cambio tan positivo que había tenido el reino en aquel rubio que había arribado sin un solo fragmento de alma. Sidón no quería darse crédito del asunto, incluso con toda la ayuda que otorgó, y simplemente era feliz viendo que Link volvía pues a ser Link.

    -Tenemos todo listo para el viaje -había dicho a uno de sus consejeros mientras terminaban de ver algunas cosas.

    -Me alegro de que vaya escoltado por el héroe. De otro modo, insistiría en que llevara guardias -respondió aquel zora, que era mucho mayor que el rey y las arrugas en su rostro delataba los años de la experiencia-. Lo que no entiendo… es por qué solicitaron un caballo extra ¿Epona no irá con ustedes?

    -Ah, debió ser un error o la costumbre tal vez, no hace falta -Sidón, como siempre, mentía con maestría.

    Al tonto se le había olvidado que los zora no acostumbran usar caballos y no había modo de explicarles que deseaba la montura para cuando sucediera su maldición. Hasta ahora, solo un alma sabía al respecto y deseaba que siguiera así.

    Las dos semanas que estuvieron entrenando en el bosque, conversando y bromeando, le habían sanado también un poco el alma al rey. No le daba oportunidad de pensar respecto a sus males y ya no necesitaba escapar corriendo cada que veía a Link. Después de todo, Mipha sí que había tenido razón: la pena dolió menos en compañía.

    Fue a esperar a Link en la entrada del reino. Sin despedidas públicas o glamurosas y con el frío sol de las diez de la mañana, quería ser lo más discreto posible.

    -¡Link! ¿Está todo listo? -preguntó nada más verlo, con su sonrisa colmilluda visible. Sidón llevaba una mochila cruzada con un par de provisiones. Según le explicaron, la mayor parte de lo necesario se lo habrían dado a Link para poner en sus alforjas-. Tendremos viaje libre hasta eso de las seis de la tarde. Nos serviré de reloj -aprovechaba ahora que alguien podía entender sus temas. Sus escamas incluso parecían haber adquirido un tono más vibrante.
    //Rol privado con [Hero0ft1me] // Por mucho que intentaron retrasar, el calendario marcó el principio del fin. El rey zora y el héroe del tiempo debían ir a Hyrule. Los últimos dos meses y medio habían pasado más rápido de lo que quisiera admitir en voz alta. Al inicio, había creído que sólo recuperó a su mejor amigo, a su cómplice, aquel que admiraba como el héroe valeroso que era de quien se cantaban leyendas y cuyo nombre ahora portaban niños en su honor. No obstante, conforme pasaron los días y fue conociendo más a Link, el hyliano, Sidón se encontró más y más a gusto en su presencia, recuperando ese característico repiqueteo que acostumbraba sentir en su corazón hace más de un siglo cada que lo veía. El rubor constante y las risas alegres delataban lo bien que se estaba a su lado. Y sobre todas las cosas, se alegraba de ver el cambio tan positivo que había tenido el reino en aquel rubio que había arribado sin un solo fragmento de alma. Sidón no quería darse crédito del asunto, incluso con toda la ayuda que otorgó, y simplemente era feliz viendo que Link volvía pues a ser Link. -Tenemos todo listo para el viaje -había dicho a uno de sus consejeros mientras terminaban de ver algunas cosas. -Me alegro de que vaya escoltado por el héroe. De otro modo, insistiría en que llevara guardias -respondió aquel zora, que era mucho mayor que el rey y las arrugas en su rostro delataba los años de la experiencia-. Lo que no entiendo… es por qué solicitaron un caballo extra ¿Epona no irá con ustedes? -Ah, debió ser un error o la costumbre tal vez, no hace falta -Sidón, como siempre, mentía con maestría. Al tonto se le había olvidado que los zora no acostumbran usar caballos y no había modo de explicarles que deseaba la montura para cuando sucediera su maldición. Hasta ahora, solo un alma sabía al respecto y deseaba que siguiera así. Las dos semanas que estuvieron entrenando en el bosque, conversando y bromeando, le habían sanado también un poco el alma al rey. No le daba oportunidad de pensar respecto a sus males y ya no necesitaba escapar corriendo cada que veía a Link. Después de todo, Mipha sí que había tenido razón: la pena dolió menos en compañía. Fue a esperar a Link en la entrada del reino. Sin despedidas públicas o glamurosas y con el frío sol de las diez de la mañana, quería ser lo más discreto posible. -¡Link! ¿Está todo listo? -preguntó nada más verlo, con su sonrisa colmilluda visible. Sidón llevaba una mochila cruzada con un par de provisiones. Según le explicaron, la mayor parte de lo necesario se lo habrían dado a Link para poner en sus alforjas-. Tendremos viaje libre hasta eso de las seis de la tarde. Nos serviré de reloj -aprovechaba ahora que alguien podía entender sus temas. Sus escamas incluso parecían haber adquirido un tono más vibrante.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • Diversión
    Fandom Crossover [WuWa x OC]
    Categoría Aventura


    ╭══• ೋ•✧๑♡๑✧•ೋ •══╮
    ❥ Rol with Aarón Grey
    ╰══• ೋ•✧๑♡๑✧•ೋ •══╯

    *En aquel bosque que parecía un lugar macabro, Camellya estaha explorando con cada de aburrimiento, buscando tener algo que hacer.

    Se detuvo en un claro, alumbrado por la luz de luna, para asi dar un pequeño bostezo. *

    Este lugar es demasiado tranquilo.

    *Comentó tras extirarse un poco y seguir caminando buscabando algun rival o alguien que le quitara el aburrimiento, no le importaba las leyendas sobre aquel bosque. *

    Tan silencioso y calmado, al menos que algo pase.

    *Ya comenzaba a deseperarse por lo que saca ay arma una espada roja con adorno de flor roja, lista para hacer destrozó si algo no pasa. *
    ╭══• ೋ•✧๑♡๑✧•ೋ •══╮ ❥ Rol with [eclipse_sapphire_elephant_181] ╰══• ೋ•✧๑♡๑✧•ೋ •══╯ *En aquel bosque que parecía un lugar macabro, Camellya estaha explorando con cada de aburrimiento, buscando tener algo que hacer. Se detuvo en un claro, alumbrado por la luz de luna, para asi dar un pequeño bostezo. * Este lugar es demasiado tranquilo. *Comentó tras extirarse un poco y seguir caminando buscabando algun rival o alguien que le quitara el aburrimiento, no le importaba las leyendas sobre aquel bosque. * Tan silencioso y calmado, al menos que algo pase. *Ya comenzaba a deseperarse por lo que saca ay arma una espada roja con adorno de flor roja, lista para hacer destrozó si algo no pasa. *
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