• Qué dura y estresante es la búsqueda de la eterna juventud, mis queridos amigos. Jamás he afrontado más ardua tarea y misión en todos mis largos años como marinero... ¿La encontraré? Vivir para siempre... suena a una gran aventura.
    Qué dura y estresante es la búsqueda de la eterna juventud, mis queridos amigos. Jamás he afrontado más ardua tarea y misión en todos mis largos años como marinero... ¿La encontraré? Vivir para siempre... suena a una gran aventura.
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  • 𝐄𝐏𝐇𝐑𝐀𝐈𝐌 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃𝐇𝐀𝐑𝐓 — Una extraña entidad aparece a veces entre sueños, se la reconoce por su túnica blanca, luminosa en la penumbra del mundo onírico, y por una máscara que cubre la mitad de su rostro, una máscara ciega, sin aberturas, como si mirar el mundo fuera innecesario para quien ya ha visto demasiado.
    Aquellos pocos que han tenido la fortuna —o la desgracia— de contemplarlo sin ella, hablan de un rostro juvenil, sereno, casi angelical, que contradice la vastedad incomprensible de su intelecto. Pero sus ojos… sus ojos no pertenecen a ese rostro. En ellos habita la locura, la devoción absoluta, la obsesión insondable.

    ¿Y qué hay que saber de él? No es más que una chispa de conciencia errante, una entidad menor en términos cósmicos, pero con siglos de obsesión acumulada. Viaja de sueño en sueño, cruzando la delgada membrana entre las mentes de los durmientes, como una brisa cargada de secretos. Encontrárselo no es imposible: tal vez lo encuentres en tus sueños como un personaje secundario. Ha vivido de esta manera por más de tres siglos, si es que puede llamarse vida.

    En su juventud, cuando aún conservaba un cuerpo físico, dedicó cada latido de su existencia a Ebrietas. La adoraba. Anhelaba la atención, su aprobación de su queria Grande. Quería volverse digno de Ella, quería convertirse en un ser tan divino como Los Grandes.
    Fue por eso que abandonó el mundo físico. ¿Qué valor tiene la carne, si es frágil? Comer, dormir, respirar… eran molestias triviales. Así, se dejó caer en un sueño profundo y sin fin, permitiendo que su cuerpo se pudriera con los años, olvidado en algún rincón de la realidad. Pero su mente siguió viva, atravesando los reinos oníricos. Allí, continúa buscando señales de Ebrietas, arrastrando consigo a aquellos que considera sus "hijos", sigue investigando. Porque aunque ha renunciado a lo humano, aún está lejos de su objetivo.
    𝐄𝐏𝐇𝐑𝐀𝐈𝐌 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃𝐇𝐀𝐑𝐓 — Una extraña entidad aparece a veces entre sueños, se la reconoce por su túnica blanca, luminosa en la penumbra del mundo onírico, y por una máscara que cubre la mitad de su rostro, una máscara ciega, sin aberturas, como si mirar el mundo fuera innecesario para quien ya ha visto demasiado. Aquellos pocos que han tenido la fortuna —o la desgracia— de contemplarlo sin ella, hablan de un rostro juvenil, sereno, casi angelical, que contradice la vastedad incomprensible de su intelecto. Pero sus ojos… sus ojos no pertenecen a ese rostro. En ellos habita la locura, la devoción absoluta, la obsesión insondable. ¿Y qué hay que saber de él? No es más que una chispa de conciencia errante, una entidad menor en términos cósmicos, pero con siglos de obsesión acumulada. Viaja de sueño en sueño, cruzando la delgada membrana entre las mentes de los durmientes, como una brisa cargada de secretos. Encontrárselo no es imposible: tal vez lo encuentres en tus sueños como un personaje secundario. Ha vivido de esta manera por más de tres siglos, si es que puede llamarse vida. En su juventud, cuando aún conservaba un cuerpo físico, dedicó cada latido de su existencia a Ebrietas. La adoraba. Anhelaba la atención, su aprobación de su queria Grande. Quería volverse digno de Ella, quería convertirse en un ser tan divino como Los Grandes. Fue por eso que abandonó el mundo físico. ¿Qué valor tiene la carne, si es frágil? Comer, dormir, respirar… eran molestias triviales. Así, se dejó caer en un sueño profundo y sin fin, permitiendo que su cuerpo se pudriera con los años, olvidado en algún rincón de la realidad. Pero su mente siguió viva, atravesando los reinos oníricos. Allí, continúa buscando señales de Ebrietas, arrastrando consigo a aquellos que considera sus "hijos", sigue investigando. Porque aunque ha renunciado a lo humano, aún está lejos de su objetivo.
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  • Donde el silencio respira

    Habían pasado dos semanas desde que Akane llegó al pueblito cerca de las montañas de las montañas, un lugar que parecía dormido en el tiempo. Las calles empedradas, las fachadas de tejas antiguas y los geranios colgando de las ventanas componían una calma que rozaba lo irreal. Era como si cada rincón exhalara dulces memorias.

    Ella vivía en un pequeño cuarto alquilado en la casa de una viuda de unos 48 años. La mujer, de manos fuertes y voz pausada, no hacía muchas preguntas; simplemente aceptó la presencia de Akane con una mezcla de curiosidad y respeto. En ese hogar silencioso, Akane encontró algo raro: estabilidad. Los ruidos eran suaves, el reloj parecía caminar más lento, y sus sueños no la despertaban tan bruscamente como antes.

    Paseaba a diario por el pueblo, y aunque su juventud destacaba entre la mayoría de los habitantes mayores, nadie la miraba con recelo. Al contrario, los rostros se iluminaban al verla pasar, le ofrecían frutas del mercado, saludos calurosos, e incluso recuerdos de otros tiempos donde el pueblo no estaba tan lleno de canas.

    Su cuerpo, tras tanto desgaste, mostraba señales de sanación. Ya no tenía que sujetarse del marco de la puerta al levantarse por la mañana. Aun así, algo dentro de ella, aquella llama que había conocido como goblina o como ogresa demonio permanecía dormida. No era ausencia, era espera.

    Su cabello ahora completamente plateado, brillaba con una luz suave, casi lunar, que parecía intensificarse bajo el cielo nocturno. Las ojeras aún teñían su mirada, pero menos profundas, como cicatrices que ya no dolían tanto, aunque no podían olvidarse.

    En este lugar detenido en el tiempo, Akane no buscaba nada. Pero quizás, sin saberlo, comenzaba a encontrar algo.
    Donde el silencio respira Habían pasado dos semanas desde que Akane llegó al pueblito cerca de las montañas de las montañas, un lugar que parecía dormido en el tiempo. Las calles empedradas, las fachadas de tejas antiguas y los geranios colgando de las ventanas componían una calma que rozaba lo irreal. Era como si cada rincón exhalara dulces memorias. Ella vivía en un pequeño cuarto alquilado en la casa de una viuda de unos 48 años. La mujer, de manos fuertes y voz pausada, no hacía muchas preguntas; simplemente aceptó la presencia de Akane con una mezcla de curiosidad y respeto. En ese hogar silencioso, Akane encontró algo raro: estabilidad. Los ruidos eran suaves, el reloj parecía caminar más lento, y sus sueños no la despertaban tan bruscamente como antes. Paseaba a diario por el pueblo, y aunque su juventud destacaba entre la mayoría de los habitantes mayores, nadie la miraba con recelo. Al contrario, los rostros se iluminaban al verla pasar, le ofrecían frutas del mercado, saludos calurosos, e incluso recuerdos de otros tiempos donde el pueblo no estaba tan lleno de canas. Su cuerpo, tras tanto desgaste, mostraba señales de sanación. Ya no tenía que sujetarse del marco de la puerta al levantarse por la mañana. Aun así, algo dentro de ella, aquella llama que había conocido como goblina o como ogresa demonio permanecía dormida. No era ausencia, era espera. Su cabello ahora completamente plateado, brillaba con una luz suave, casi lunar, que parecía intensificarse bajo el cielo nocturno. Las ojeras aún teñían su mirada, pero menos profundas, como cicatrices que ya no dolían tanto, aunque no podían olvidarse. En este lugar detenido en el tiempo, Akane no buscaba nada. Pero quizás, sin saberlo, comenzaba a encontrar algo.
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  • Camino a la inmortalidad I
    Fandom Renegado inmortal
    Categoría Fantasía
    ★Shen Wang Lin★

    Camino a la inmortalidad, primera parte l

    Había pasado el último tiempo de su vida como un príncipe mortal, siempre había amado demasiado a su familia Pero aún así sentía que él no encajaba del todo en ese mundo en el cual había nacido.

    Sin darse cuenta se había tropezado con algo completamente diferente, su mundo cambio esa noche en que murió, nadie sabía, nadie esperaba eso, todos pensaban que seguí haciendo la misma persona de antes pero después de eso él había cambiado muchísimo y en muchos aspectos tanto así que ni siquiera su familia cercana se dio cuenta.

    La historia de Shen Wang Lin había terminado, la historia de Wang Lin comenzaba.

    La vida se había ido en un instante, el segundo príncipe había caído en un pozo profundo sin que nadie pudiera rescatarlo ya que había escapado como siempre hacía del palacio, Wang Lin amaba la libertad tanto como amaba el día o la noche, siempre supo que dentro de él había algo completamente diferente que no le permitía ser como todos sus hermanos. amaba a su familia con locura pero desgraciadamente no podía cumplir con los deberes de un simple príncipe mortal, dentro de él se revelaba a eso, algo dentro de él le decía que no había nacido para casarse y formar una familia como todas las demás personas o al menos no de la forma tradicional.

    Había caído en un pozo tan profundo que mientras eso sucedida el mismo pensaba en la vida que llevo, en la juventud que desperdicio pero también pensaba que moriría sin que nadie jamás supiera que había sucedido.

    Finalmente en la oscuridad del pozo más profundo que alguna vez había visto, el segundo príncipe de Veridia había muerto...
    ★Shen Wang Lin★ Camino a la inmortalidad, primera parte l Había pasado el último tiempo de su vida como un príncipe mortal, siempre había amado demasiado a su familia Pero aún así sentía que él no encajaba del todo en ese mundo en el cual había nacido. Sin darse cuenta se había tropezado con algo completamente diferente, su mundo cambio esa noche en que murió, nadie sabía, nadie esperaba eso, todos pensaban que seguí haciendo la misma persona de antes pero después de eso él había cambiado muchísimo y en muchos aspectos tanto así que ni siquiera su familia cercana se dio cuenta. La historia de Shen Wang Lin había terminado, la historia de Wang Lin comenzaba. La vida se había ido en un instante, el segundo príncipe había caído en un pozo profundo sin que nadie pudiera rescatarlo ya que había escapado como siempre hacía del palacio, Wang Lin amaba la libertad tanto como amaba el día o la noche, siempre supo que dentro de él había algo completamente diferente que no le permitía ser como todos sus hermanos. amaba a su familia con locura pero desgraciadamente no podía cumplir con los deberes de un simple príncipe mortal, dentro de él se revelaba a eso, algo dentro de él le decía que no había nacido para casarse y formar una familia como todas las demás personas o al menos no de la forma tradicional. Había caído en un pozo tan profundo que mientras eso sucedida el mismo pensaba en la vida que llevo, en la juventud que desperdicio pero también pensaba que moriría sin que nadie jamás supiera que había sucedido. Finalmente en la oscuridad del pozo más profundo que alguna vez había visto, el segundo príncipe de Veridia había muerto...
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  • La sala de cine olía a mantequilla derretida, nostalgia y juventud. Las luces estaban bajas, la función apenas iba a empezar, y la proyección especial de películas de anime había logrado reunir un público curioso y selecto. Entre ellos, Lilith. Aunque nadie lo imaginaría.

    Ella entró envuelta en un abrigo de lana crema, con un suéter delicado de encaje y una falda plisada color vino que besaba sus muslos con cada paso. Sus labios rojos estaban perfectamente delineados, su maquillaje intacto, y su perfume a cereza amarga llenaba el aire como un secreto prohibido. Había dicho que tenía "cosas que hacer", que no iría a la fiesta esa noche. Nadie sabía que "cosas" era ir sola al cine, a ver La tumba de las luciérnagas doblada al japonés con subtítulos.

    Avanzó por la fila tres hasta llegar a su asiento. Pero antes de acomodarse, sus ojos—como si algo los guiara—se detuvieron en un chico dos asientos más allá. Lo reconoció. No por su rostro, sino por el pin de Totoro en su chaqueta y por la forma en que observaba la pantalla en negro, como si estuviera a punto de ver una constelación entera.

    Lilith entrecerró los ojos. Lo conocía… de vista. Sam, el chico que sacaba buenas notas, que se sentaba en la tercera fila del salón de historia, que a veces murmuraba cosas sobre videojuegos o mitología japonesa cuando creía que nadie lo escuchaba.

    Se sentó a su lado sin decir nada, cruzando las piernas con gracia letal, sus dedos jugueteando con una palomita de maíz entre sus uñas rojas.

    — Vaya sorpresa… —susurró, con una sonrisa torcida que no sabía si era dulce o peligrosa—. Jamás pensé encontrarte en una función como esta.

    Lo miró de reojo, sus pestañas largas proyectando sombras coquetas en su rostro perfecto. Su voz bajó un tono más, como un susurro que solo dos podían compartir.

    — No te preocupes… yo tampoco debería estar aquí.

    Le sostuvo la mirada apenas un segundo más. Luego se inclinó un poco hacia él, lo suficiente para que su perfume y su intención lo envolvieran.

    — Escuchame bien, Ray. Esto —dijo, señalando con sutileza la pantalla— No sale de esta sala. Si alguien se entera de que la reina del colegio llora con películas de anime… bueno, vas a tener que mudarte de ciudad.

    Pausa. Su sonrisa se suavizó. Un poco.

    — Pero… Si te portás bien, tal vez te deje contarme cuál es tu escena favorita.

    Y con eso, se recostó contra el asiento, mirando hacia el frente. Como si nada hubiera pasado. Como si no acabara de crear un lazo invisible entre ellos, sellado con voz baja, confianza fingida… y una chispa real.

    La pantalla aún no comenzaba. Pero el primer acto, entre ellos dos, ya estaba escrito.


    Sam Ray
    La sala de cine olía a mantequilla derretida, nostalgia y juventud. Las luces estaban bajas, la función apenas iba a empezar, y la proyección especial de películas de anime había logrado reunir un público curioso y selecto. Entre ellos, Lilith. Aunque nadie lo imaginaría. Ella entró envuelta en un abrigo de lana crema, con un suéter delicado de encaje y una falda plisada color vino que besaba sus muslos con cada paso. Sus labios rojos estaban perfectamente delineados, su maquillaje intacto, y su perfume a cereza amarga llenaba el aire como un secreto prohibido. Había dicho que tenía "cosas que hacer", que no iría a la fiesta esa noche. Nadie sabía que "cosas" era ir sola al cine, a ver La tumba de las luciérnagas doblada al japonés con subtítulos. Avanzó por la fila tres hasta llegar a su asiento. Pero antes de acomodarse, sus ojos—como si algo los guiara—se detuvieron en un chico dos asientos más allá. Lo reconoció. No por su rostro, sino por el pin de Totoro en su chaqueta y por la forma en que observaba la pantalla en negro, como si estuviera a punto de ver una constelación entera. Lilith entrecerró los ojos. Lo conocía… de vista. Sam, el chico que sacaba buenas notas, que se sentaba en la tercera fila del salón de historia, que a veces murmuraba cosas sobre videojuegos o mitología japonesa cuando creía que nadie lo escuchaba. Se sentó a su lado sin decir nada, cruzando las piernas con gracia letal, sus dedos jugueteando con una palomita de maíz entre sus uñas rojas. — Vaya sorpresa… —susurró, con una sonrisa torcida que no sabía si era dulce o peligrosa—. Jamás pensé encontrarte en una función como esta. Lo miró de reojo, sus pestañas largas proyectando sombras coquetas en su rostro perfecto. Su voz bajó un tono más, como un susurro que solo dos podían compartir. — No te preocupes… yo tampoco debería estar aquí. Le sostuvo la mirada apenas un segundo más. Luego se inclinó un poco hacia él, lo suficiente para que su perfume y su intención lo envolvieran. — Escuchame bien, Ray. Esto —dijo, señalando con sutileza la pantalla— No sale de esta sala. Si alguien se entera de que la reina del colegio llora con películas de anime… bueno, vas a tener que mudarte de ciudad. Pausa. Su sonrisa se suavizó. Un poco. — Pero… Si te portás bien, tal vez te deje contarme cuál es tu escena favorita. Y con eso, se recostó contra el asiento, mirando hacia el frente. Como si nada hubiera pasado. Como si no acabara de crear un lazo invisible entre ellos, sellado con voz baja, confianza fingida… y una chispa real. La pantalla aún no comenzaba. Pero el primer acto, entre ellos dos, ya estaba escrito. [lunar_peridot_spider_755]
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  • Como tengo día libre gracias a las lluvias, me puse a desempolvar mis viejas fotos de mi juventud.
    En los años 1600.... XDDDD
    Fotos de cuando era pequeña.
    Como tengo día libre gracias a las lluvias, me puse a desempolvar mis viejas fotos de mi juventud. En los años 1600.... XDDDD Fotos de cuando era pequeña.
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  • ──── ¡Ugh! Déjame descansar, mocosa. Cuándo tengas mi edad vas a querer morirte y te tronaran las rodillas. Disfruta la juventud, así que vete y déjame dormir. ──── Todo viejito. Tuvo que hacer doble turno. [?]
    ──── ¡Ugh! Déjame descansar, mocosa. Cuándo tengas mi edad vas a querer morirte y te tronaran las rodillas. Disfruta la juventud, así que vete y déjame dormir. ──── Todo viejito. Tuvo que hacer doble turno. [?]
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  • ❝ Juventud olvidada...
    ¿De qué sirve aferrarse al pasado? ❞
    ❝ Juventud olvidada... ¿De qué sirve aferrarse al pasado? ❞
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  • Mi apariencia es reflejo de mi dualidad, la muestra de como la luz y la oscuridad fluye por mi con liberta.

    Tambien muestra de mi juventud, mi inocencia y mi inexperiencia, soy una diosa que aun esta aprendiendo a serlo
    Mi apariencia es reflejo de mi dualidad, la muestra de como la luz y la oscuridad fluye por mi con liberta. Tambien muestra de mi juventud, mi inocencia y mi inexperiencia, soy una diosa que aun esta aprendiendo a serlo
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  • Tiempos de la juventud

    Yaga , Shoko , Gojo y yo .
    Tiempos de la juventud Yaga , Shoko , Gojo y yo .
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