• Carmina rara vez tenía la oportunidad de alejarse de la tienda familiar, pero con el cumpleaños de su abuela acercándose rápidamente, sentía que debía encontrar el regalo perfecto. Lucia siempre había sido una mujer elegante, conocida en el vecindario por su buen gusto y su porte refinado. En su juventud, la gente hablaba de ella con admiración y un toque de envidia, mencionando cómo su estilo de vida parecía deslumbrar a todos. Algunos incluso decían que se creía superior a los demás debido a su afición por las marcas de lujo. Sin embargo, Carmina sabía que eso no era cierto. Aunque su esposo a veces le regalaba accesorios o prendas de diseñador, Lucía tenía un talento especial para combinarlos con ropa sencilla que resaltaba su belleza natural.

    Por eso, este año, Carmina había ahorrado cada centavo que pudo, con la esperanza de poder comprarle algo verdaderamente especial a su querida abuela. Con determinación, se dirigió a la parte de la ciudad donde se encontraban las boutiques más elegantes. Era un lugar completamente distinto a su vecindario; las calles estaban adornadas con árboles bien cuidados y las vitrinas exhibían artículos de lujo que brillaban bajo el sol.

    Al entrar en una de las tiendas, Carmina no pudo evitar abrir los ojos en sorpresa ante los precios exorbitantes que se exhibían. Se sintió un poco incómoda, como si los empleados pudieran leer sus pensamientos y notar que claramente no pertenecía a ese entorno exclusivo. Sin embargo, llevaba consigo sus ahorros, y eso le dio un poco de valor.

    Comenzó a recorrer la tienda, revisando cuidadosamente la ropa, los zapatos y los bolsos. Todo era absolutamente hermoso, pero sabía que, a su edad, su abuela no usaría muchas de esas cosas. Después de un rato, desalentada, se dirigió hacia la salida. Pero justo al pasar por el escaparate de una joyería, algo brillante captó su atención.

    ¡Ahí estaban! Un par de aretes de oro, deslumbrantes y elegantes, como solo podían ser. El precio era elevado, pero encajaba perfectamente con lo que había ahorrado. Su corazón latía con emoción mientras se acercaba al vendedor y pedía las joyas del escaparate. Notó la mirada evaluadora del empleado, pero no le importó. Una vez que realizó la compra, se sintió ligera de ahorros, pero llena de alegría y anticipación.

    Al salir de la joyería, algo más llamó su atención. Una joven de cabellos rubios, cuya belleza parecía sacada de una revista de moda, se movía con una gracia deslumbrante. Era, sin duda, de otro nivel. A medida que se acercaba, el rostro de la mujer le resultaba familiar. Después de un momento, Carmina lo comprendió: ¡era ella! Sin pensarlo dos veces, se acercó a la mujer que ya había salido del local.

    —¡Disculpa! ¿Acaso conoces a Flavio?— preguntó, consciente de que su pregunta podía sonar torpe, pero era la única manera que se le ocurrió de indagar sobre la relación de la joven con alguien tan cercano a ella. En ese instante, la ansiedad la invadió, temiendo que podría estar confundiéndola y pasar una vergüenza aún mayor. Pero la curiosidad y el no saber más de aquel que consideraba su amigo, le dieron el valor suficiente para preguntar.

    Eᥣιsᥲbᥱttᥲ Dι Vιᥒᥴᥱᥒzo
    Carmina rara vez tenía la oportunidad de alejarse de la tienda familiar, pero con el cumpleaños de su abuela acercándose rápidamente, sentía que debía encontrar el regalo perfecto. Lucia siempre había sido una mujer elegante, conocida en el vecindario por su buen gusto y su porte refinado. En su juventud, la gente hablaba de ella con admiración y un toque de envidia, mencionando cómo su estilo de vida parecía deslumbrar a todos. Algunos incluso decían que se creía superior a los demás debido a su afición por las marcas de lujo. Sin embargo, Carmina sabía que eso no era cierto. Aunque su esposo a veces le regalaba accesorios o prendas de diseñador, Lucía tenía un talento especial para combinarlos con ropa sencilla que resaltaba su belleza natural. Por eso, este año, Carmina había ahorrado cada centavo que pudo, con la esperanza de poder comprarle algo verdaderamente especial a su querida abuela. Con determinación, se dirigió a la parte de la ciudad donde se encontraban las boutiques más elegantes. Era un lugar completamente distinto a su vecindario; las calles estaban adornadas con árboles bien cuidados y las vitrinas exhibían artículos de lujo que brillaban bajo el sol. Al entrar en una de las tiendas, Carmina no pudo evitar abrir los ojos en sorpresa ante los precios exorbitantes que se exhibían. Se sintió un poco incómoda, como si los empleados pudieran leer sus pensamientos y notar que claramente no pertenecía a ese entorno exclusivo. Sin embargo, llevaba consigo sus ahorros, y eso le dio un poco de valor. Comenzó a recorrer la tienda, revisando cuidadosamente la ropa, los zapatos y los bolsos. Todo era absolutamente hermoso, pero sabía que, a su edad, su abuela no usaría muchas de esas cosas. Después de un rato, desalentada, se dirigió hacia la salida. Pero justo al pasar por el escaparate de una joyería, algo brillante captó su atención. ¡Ahí estaban! Un par de aretes de oro, deslumbrantes y elegantes, como solo podían ser. El precio era elevado, pero encajaba perfectamente con lo que había ahorrado. Su corazón latía con emoción mientras se acercaba al vendedor y pedía las joyas del escaparate. Notó la mirada evaluadora del empleado, pero no le importó. Una vez que realizó la compra, se sintió ligera de ahorros, pero llena de alegría y anticipación. Al salir de la joyería, algo más llamó su atención. Una joven de cabellos rubios, cuya belleza parecía sacada de una revista de moda, se movía con una gracia deslumbrante. Era, sin duda, de otro nivel. A medida que se acercaba, el rostro de la mujer le resultaba familiar. Después de un momento, Carmina lo comprendió: ¡era ella! Sin pensarlo dos veces, se acercó a la mujer que ya había salido del local. —¡Disculpa! ¿Acaso conoces a Flavio?— preguntó, consciente de que su pregunta podía sonar torpe, pero era la única manera que se le ocurrió de indagar sobre la relación de la joven con alguien tan cercano a ella. En ese instante, la ansiedad la invadió, temiendo que podría estar confundiéndola y pasar una vergüenza aún mayor. Pero la curiosidad y el no saber más de aquel que consideraba su amigo, le dieron el valor suficiente para preguntar. [ElisabettaDV1]
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  • Una brisa fresca entraba por las ventanas de la casa de Lucia, la abuela de Carmina, mientras ambas disfrutaban una tarde tranquila. Carmina estaba sentada en el sofá, hojeando un álbum de fotos antiguo, donde las imágenes parecían contar historias de otro tiempo. Sonrió al ver una foto en blanco y negro de sus abuelos bailando en la plaza del pueblo, con la juventud y la alegría brillando en sus rostros.

    Lucia, notando la expresión nostálgica de su nieta, se sentó junto a ella, sus ojos reflejando el mismo brillo del recuerdo. Con voz suave, comentó: “Pietro y yo siempre bailábamos, ¿te acuerdas? Incluso cuando ya te habíamos enseñado a ti a bailar, él insistía en darme vueltas como si fuera una muchacha”.

    Carmina soltó una risa ligera, recordando esos días. “Claro que me acuerdo, abuela. Cuando era pequeña, él me levantaba y me hacía girar como si flotara en el aire”.

    Sin decir nada más, Lucia se levantó y extendió una mano hacia su nieta. “¿Por qué no bailamos ahora, como entonces? Pietro no está, pero nosotras aún podemos recordar cómo hacerlo”.

    Sorprendida y emocionada, Carmina tomó la mano de su abuela, sintiendo el calor de esos dedos que habían sostenido la suya tantas veces. Lucia caminó hasta un pequeño reproductor y puso una canción antigua, una melodía que resonaba con los ecos de las décadas y que de inmediato les trajo a ambas la imagen de su abuelo girando en círculos con ellas.

    Entonces, entre risas y torpes pasos, Carmina y Lucia comenzaron a bailar, moviéndose al ritmo de la música. Los pies de Lucia se deslizaron con una gracia inesperada para su edad, y Carmina se dejó llevar, recordando la calidez de aquellas tardes en que su abuelo la hacía girar y reír hasta que dolía el estómago. Lucia hizo lo mismo, tarareando suavemente la canción y girando a su nieta como si el tiempo no hubiera pasado.

    Por un instante, ambas se sintieron transportadas a esos días, cuando Pietro les enseñaba a girar juntas y les decía que un buen baile no se mide por los pasos, sino por las sonrisas compartidas. Al terminar la canción, Carmina se detuvo y miró a su abuela, que le devolvía la sonrisa con los ojos brillantes.

    Sin decir nada más, se abrazaron, y en el silencio, las palabras parecieron innecesarias. Estaban seguras de que Pietro, de algún modo, también había estado allí con ellas, acompañándolas una vez más en un baile eterno.
    Una brisa fresca entraba por las ventanas de la casa de Lucia, la abuela de Carmina, mientras ambas disfrutaban una tarde tranquila. Carmina estaba sentada en el sofá, hojeando un álbum de fotos antiguo, donde las imágenes parecían contar historias de otro tiempo. Sonrió al ver una foto en blanco y negro de sus abuelos bailando en la plaza del pueblo, con la juventud y la alegría brillando en sus rostros. Lucia, notando la expresión nostálgica de su nieta, se sentó junto a ella, sus ojos reflejando el mismo brillo del recuerdo. Con voz suave, comentó: “Pietro y yo siempre bailábamos, ¿te acuerdas? Incluso cuando ya te habíamos enseñado a ti a bailar, él insistía en darme vueltas como si fuera una muchacha”. Carmina soltó una risa ligera, recordando esos días. “Claro que me acuerdo, abuela. Cuando era pequeña, él me levantaba y me hacía girar como si flotara en el aire”. Sin decir nada más, Lucia se levantó y extendió una mano hacia su nieta. “¿Por qué no bailamos ahora, como entonces? Pietro no está, pero nosotras aún podemos recordar cómo hacerlo”. Sorprendida y emocionada, Carmina tomó la mano de su abuela, sintiendo el calor de esos dedos que habían sostenido la suya tantas veces. Lucia caminó hasta un pequeño reproductor y puso una canción antigua, una melodía que resonaba con los ecos de las décadas y que de inmediato les trajo a ambas la imagen de su abuelo girando en círculos con ellas. Entonces, entre risas y torpes pasos, Carmina y Lucia comenzaron a bailar, moviéndose al ritmo de la música. Los pies de Lucia se deslizaron con una gracia inesperada para su edad, y Carmina se dejó llevar, recordando la calidez de aquellas tardes en que su abuelo la hacía girar y reír hasta que dolía el estómago. Lucia hizo lo mismo, tarareando suavemente la canción y girando a su nieta como si el tiempo no hubiera pasado. Por un instante, ambas se sintieron transportadas a esos días, cuando Pietro les enseñaba a girar juntas y les decía que un buen baile no se mide por los pasos, sino por las sonrisas compartidas. Al terminar la canción, Carmina se detuvo y miró a su abuela, que le devolvía la sonrisa con los ojos brillantes. Sin decir nada más, se abrazaron, y en el silencio, las palabras parecieron innecesarias. Estaban seguras de que Pietro, de algún modo, también había estado allí con ellas, acompañándolas una vez más en un baile eterno.
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  • James se despierta esa mañana con una ligereza inusual, una chispa de ánimo que no reconoce como suya. Impulsado por esa energía extraña, bajo la cálida lluvia de la ducha, se afeita recortando al ras de la piel cada vello, dando fin a la barba que le acompaña desde hace quizá un par de años.

    Al terminar, cuando su mirada se cruza con el espejo, un pesar lo embarga. El rostro que le devuelve la mirada es el de un hombre joven, de piel lisa y lozana, sin rastros del paso del tiempo y sus penurias, cuando en su interior siente el peso de más de dos siglos de infructuosa cacería.

    La juventud de ese reflejo le parece una burla cruel, un recordatorio de la discordancia entre su apariencia y el alma vieja, rota y torturada que lleva dentro, pero volver atrás requerirá más tiempo del que tiene ahora mismo.

    Termina de alistarse. Se viste, guarda todo lo necesario en el morral que termina por echarse al hombro y sale de la vieja fabrica para cumplir con sus compromisos del día.

    #wendigo
    James se despierta esa mañana con una ligereza inusual, una chispa de ánimo que no reconoce como suya. Impulsado por esa energía extraña, bajo la cálida lluvia de la ducha, se afeita recortando al ras de la piel cada vello, dando fin a la barba que le acompaña desde hace quizá un par de años. Al terminar, cuando su mirada se cruza con el espejo, un pesar lo embarga. El rostro que le devuelve la mirada es el de un hombre joven, de piel lisa y lozana, sin rastros del paso del tiempo y sus penurias, cuando en su interior siente el peso de más de dos siglos de infructuosa cacería. La juventud de ese reflejo le parece una burla cruel, un recordatorio de la discordancia entre su apariencia y el alma vieja, rota y torturada que lleva dentro, pero volver atrás requerirá más tiempo del que tiene ahora mismo. Termina de alistarse. Se viste, guarda todo lo necesario en el morral que termina por echarse al hombro y sale de la vieja fabrica para cumplir con sus compromisos del día. #wendigo
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  • Fondo Musical: https://www.youtube.com/watch?v=p2dpskiuTvo

    Malvarrosada de mágica runa, cuna rebelde en tus extrañadas cumbres de entrañas abiertas; es en este eclipse de bienaventuranza en el que recito la venia que enseñaste a mi familia como siempre lo has esperado. Rito tras rito en tu arribo, inmaculada como la más agraciada de las bestias. Desde que te reconocí, te convertiste en la razón de nuestra abundancia, a pesar de las carencias. Tu rostro cabalga a los ayeres siderales de los recuerdos más excelsos que tenemos. Cuadro tras cuadro en el que perdura tu estampa; emperatriz nuestra.

    ¿Cuándo alcanzaremos el país donde los Nunca Jamás son sólo invenciones de historias de adultos sin imaginación, ni reglas de fina estampa? Porque los adultos amoldan a sus mentes, con yerros a fuego vivo, tan sólo para complacer a los parásitos ingratos que los gobiernan. Contigo basta el parpadeo de una solariega imagen, anclada a las ancas de ranas que se entrevén en las paredes del avivado palacio, que se encuentra sobre la piedra del río en el que pincelaste tus escudos y prudencias.

    No persiste en ti más que el perdón de los dolientes que te rezan. Otros más te repudian, otros más te alcanzan, otros más se agitan en el recodo de los retazos de los tapices y ápices en los que se debaten la razón de tu existencia. ¿Quién eres, tu perla de luz, venidera desde el juicio del océano de arena?

    Abusas de tu integridad, mi nombre, mi llamado. Mi esperanza es tu presencia ante la mesa en la que descansas raras veces. Te amamos con nuestras bocas, lenguas, los cordeles e instrumentos del placer que es para ti ser devorada. Tu carne, tu pagana música, aumenta cada vez, cada tanto, en cada sigilo que anuncias a tus crías de largas orejas, extremidades retorcidas. Cola de cabra, voz de león. Un ritual de sangre donde pereces y renaces cada vez, tanto en tanto, otra vez en tus visitas. En los labios de mi Abuela existes en los Para Siempre. Te recito, como un cuento, y, ella, me enseña tus oraciones. Tu fantasmal música de fantasía con la que me arrullaba antes de convertirse en el espectro de mi caja musical.

    Ambos te llamamos Den Phelasphazyo; Imthár ylz Ghemelthann. La misma Sapiencia encarnada que cortó su garganta para dar bienvenida a mi progenitor, ese que se aparearía con ella mucho antes de ella morir por el éxtasis. La Sapiencia del valor que retiene a mi madre cuando nos alimenta con el calor de tus bendecidas carnes con aroma a ceniza, a hueso y a sol; la Sapiencia del dolor que nos envuelve y que predicamos como noble leyenda.

    La Sapiencia de la esperanza de nacer de tu rebelde imaginario.

    La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia de ser coronada en cada voz, cada voto, cada redoble de tambores en las pinturas y representaciones de nuestras catorce sagradas sangrientas y quince lunas tristes. Tú y sólo tú, virginal doncella, eres un misterio en el cosmogénesis de esta ufanada euforia, en la que recitamos tus alabeos de sidéreos amores y amalgamas presentes. Sobre nuestra piel de desnudado eco, en el que escribes tu propia selección de Do-Re-mi-Fa-Sol.

    Escribes tus lunares y tus rosadas lunas de santificados infartos y anunciadas guerras desde el fin y el principio de los tiempos. Somos tus rituales de sangre, eco de una diosa aparecida sobre una montaña adornada con cadáveres de flores. Tan ácidos como esa miel de abeja enlazada a los limones de destrozados arbustos de piedras y sangre. Remedio para la peste en la que te has convertido para el resto de los vivientes que sollozan en esta aldea. Los que huyen de tu nombre y tu aniñada juventud.
    Fondo Musical: https://www.youtube.com/watch?v=p2dpskiuTvo Malvarrosada de mágica runa, cuna rebelde en tus extrañadas cumbres de entrañas abiertas; es en este eclipse de bienaventuranza en el que recito la venia que enseñaste a mi familia como siempre lo has esperado. Rito tras rito en tu arribo, inmaculada como la más agraciada de las bestias. Desde que te reconocí, te convertiste en la razón de nuestra abundancia, a pesar de las carencias. Tu rostro cabalga a los ayeres siderales de los recuerdos más excelsos que tenemos. Cuadro tras cuadro en el que perdura tu estampa; emperatriz nuestra. ¿Cuándo alcanzaremos el país donde los Nunca Jamás son sólo invenciones de historias de adultos sin imaginación, ni reglas de fina estampa? Porque los adultos amoldan a sus mentes, con yerros a fuego vivo, tan sólo para complacer a los parásitos ingratos que los gobiernan. Contigo basta el parpadeo de una solariega imagen, anclada a las ancas de ranas que se entrevén en las paredes del avivado palacio, que se encuentra sobre la piedra del río en el que pincelaste tus escudos y prudencias. No persiste en ti más que el perdón de los dolientes que te rezan. Otros más te repudian, otros más te alcanzan, otros más se agitan en el recodo de los retazos de los tapices y ápices en los que se debaten la razón de tu existencia. ¿Quién eres, tu perla de luz, venidera desde el juicio del océano de arena? Abusas de tu integridad, mi nombre, mi llamado. Mi esperanza es tu presencia ante la mesa en la que descansas raras veces. Te amamos con nuestras bocas, lenguas, los cordeles e instrumentos del placer que es para ti ser devorada. Tu carne, tu pagana música, aumenta cada vez, cada tanto, en cada sigilo que anuncias a tus crías de largas orejas, extremidades retorcidas. Cola de cabra, voz de león. Un ritual de sangre donde pereces y renaces cada vez, tanto en tanto, otra vez en tus visitas. En los labios de mi Abuela existes en los Para Siempre. Te recito, como un cuento, y, ella, me enseña tus oraciones. Tu fantasmal música de fantasía con la que me arrullaba antes de convertirse en el espectro de mi caja musical. Ambos te llamamos Den Phelasphazyo; Imthár ylz Ghemelthann. La misma Sapiencia encarnada que cortó su garganta para dar bienvenida a mi progenitor, ese que se aparearía con ella mucho antes de ella morir por el éxtasis. La Sapiencia del valor que retiene a mi madre cuando nos alimenta con el calor de tus bendecidas carnes con aroma a ceniza, a hueso y a sol; la Sapiencia del dolor que nos envuelve y que predicamos como noble leyenda. La Sapiencia de la esperanza de nacer de tu rebelde imaginario. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia. La Sapiencia de ser coronada en cada voz, cada voto, cada redoble de tambores en las pinturas y representaciones de nuestras catorce sagradas sangrientas y quince lunas tristes. Tú y sólo tú, virginal doncella, eres un misterio en el cosmogénesis de esta ufanada euforia, en la que recitamos tus alabeos de sidéreos amores y amalgamas presentes. Sobre nuestra piel de desnudado eco, en el que escribes tu propia selección de Do-Re-mi-Fa-Sol. Escribes tus lunares y tus rosadas lunas de santificados infartos y anunciadas guerras desde el fin y el principio de los tiempos. Somos tus rituales de sangre, eco de una diosa aparecida sobre una montaña adornada con cadáveres de flores. Tan ácidos como esa miel de abeja enlazada a los limones de destrozados arbustos de piedras y sangre. Remedio para la peste en la que te has convertido para el resto de los vivientes que sollozan en esta aldea. Los que huyen de tu nombre y tu aniñada juventud.
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  • Mair recorría las calles de la ciudad, notando los cambios que esta había sufrido. Después de todo, hacía muchos años que no había vuelto.

    -Es extraordinaria, extrañaba tanto este ambiente, a las personas, esta energía... incluso el aire es más puro.

    Las edificaciones, aunque más modernas, mantenían su tonalidad clara y ese brillo característico que reflejaba la luz del sol, dándole a la ciudad un aire casi etéreo. Las calles, con su inmaculada blancura, parecían haber sido ampliadas, llenas de gente que se movía con una energía que Mair había olvidado. La atmósfera le resultaba a la vez familiar y nueva, como si la ciudad se hubiera transformado en su ausencia, pero sin perder su esencia.

    Al caminar, se encontró con una plaza que solía frecuentar en su juventud. Los árboles seguían proyectando sus sombras delicadas sobre el pavimento claro, y aunque los bancos habían sido renovados, todo parecía intacto en sus recuerdos. Se sentó un momento, cerrando los ojos para disfrutar de la brisa suave y de la sensación de pertenecer de nuevo a aquel lugar tan especial.
    Mair recorría las calles de la ciudad, notando los cambios que esta había sufrido. Después de todo, hacía muchos años que no había vuelto. -Es extraordinaria, extrañaba tanto este ambiente, a las personas, esta energía... incluso el aire es más puro. Las edificaciones, aunque más modernas, mantenían su tonalidad clara y ese brillo característico que reflejaba la luz del sol, dándole a la ciudad un aire casi etéreo. Las calles, con su inmaculada blancura, parecían haber sido ampliadas, llenas de gente que se movía con una energía que Mair había olvidado. La atmósfera le resultaba a la vez familiar y nueva, como si la ciudad se hubiera transformado en su ausencia, pero sin perder su esencia. Al caminar, se encontró con una plaza que solía frecuentar en su juventud. Los árboles seguían proyectando sus sombras delicadas sobre el pavimento claro, y aunque los bancos habían sido renovados, todo parecía intacto en sus recuerdos. Se sentó un momento, cerrando los ojos para disfrutar de la brisa suave y de la sensación de pertenecer de nuevo a aquel lugar tan especial.
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  • ¿Qué es lo que realmente cuenta en un enfrentamiento de vaqueros? ¿Es la rapidez? ¿Es el talento innato? ¿O quizás la técnica depurada? En mi juventud, hubiera respondido que todo ello es crucial. Pero, tras años de vivencias, he llegado a la conclusión de que lo más valioso no es ninguna de esas cualidades... es la experiencia.

    ¿Eres alguien que carece de experiencia? Todos hemos comenzado desde cero en algún momento. Yo mismo fui un novato, dando mis primeros pasos, y con el paso del tiempo, aquí estoy: reconocido como "el más formidable duelista del viejo oeste", o al menos así me apodan algunos.

    La travesía ha sido larga y llena de desafíos, pero cada duelo, cada encuentro, ha forjado mi carácter y habilidad. Recuerda, en este vasto desierto de la vida, la experiencia es el verdadero oro que se encuentra en el polvo.

    -Ryder aconsejando a un novato antes de un duelo.
    ¿Qué es lo que realmente cuenta en un enfrentamiento de vaqueros? ¿Es la rapidez? ¿Es el talento innato? ¿O quizás la técnica depurada? En mi juventud, hubiera respondido que todo ello es crucial. Pero, tras años de vivencias, he llegado a la conclusión de que lo más valioso no es ninguna de esas cualidades... es la experiencia. ¿Eres alguien que carece de experiencia? Todos hemos comenzado desde cero en algún momento. Yo mismo fui un novato, dando mis primeros pasos, y con el paso del tiempo, aquí estoy: reconocido como "el más formidable duelista del viejo oeste", o al menos así me apodan algunos. La travesía ha sido larga y llena de desafíos, pero cada duelo, cada encuentro, ha forjado mi carácter y habilidad. Recuerda, en este vasto desierto de la vida, la experiencia es el verdadero oro que se encuentra en el polvo. -Ryder aconsejando a un novato antes de un duelo.
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  • El reloj en la pared del hospital avanzaba con lentitud, marcando el ritmo de una noche silenciosa. Shoko se encontraba sentada en su escritorio, rodeada de expedientes, jeringas y botellas de alcohol desinfectante. El resplandor frío de la lámpara le proyectaba sombras suaves en el rostro mientras llenaba su último reporte del día. Su bata de laboratorio estaba ligeramente arrugada, y su cabello recogido de manera descuidada apenas contenía los mechones sueltos que se rebelaban hacia los lados.

    Alzó la mirada por un momento y dejó el bolígrafo sobre el escritorio, suspirando profundamente. La tranquilidad del lugar hacía eco de una soledad que ya le era demasiado familiar. Había aceptado esa parte de su vida con una indiferencia estudiada, pero en noches como esa, donde el silencio era abrumador, no podía evitar reflexionar en cómo había llegado hasta allí.

    Nunca había querido realmente el papel de médica en el mundo del jujutsu, pero ahí estaba. Su vida se había transformado en una constante de sangre, maldiciones y decisiones que no podía cambiar. Se preguntaba si alguna vez había tenido una verdadera elección, o si siempre había estado destinada a seguir ese camino, manteniéndose al margen, curando las heridas de los demás mientras dejaba las propias sin atender.

    Pensó en Geto y Gojo. En la juventud que compartieron, esos días cuando las cosas parecían tan sencillas y llenas de promesas. Las risas, las bromas pesadas, la camaradería que alguna vez le hizo pensar que todo tendría un propósito mayor. Pero las cosas habían cambiado. Geto se había desviado hacia un camino oscuro, Gojo se había vuelto cada vez más distante, y ella... ella había quedado varada en un espacio intermedio.

    "No soy como ellos", murmuró para sí misma, su tono más resignado que triste. Shoko nunca había querido estar en el centro de la acción, ni ser la heroína de la historia. Su trabajo era sencillo: salvar a los que podía, enmendar lo que estaba roto, y seguir adelante. Pero no podía evitar preguntarse, a veces, si ese enfoque desapegado era una forma de protegerse. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado decisiones diferentes? ¿Si hubiera sido más cercana, más abierta, más vulnerable?

    Las luces parpadeantes del quirófano al otro lado del pasillo rompieron su línea de pensamiento, recordándole que la noche aún no terminaba. Se levantó lentamente, estirándose mientras se dirigía a la máquina de café, sin mucha prisa. La soledad de la enfermería le daba espacio para pensar, para meditar en los fantasmas del pasado. Al menos, ahí, no tenía que fingir ser alguien que no era.

    Pero, aun así, mientras bebía el amargo café, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Cuánto más puedo seguir así?.
    El reloj en la pared del hospital avanzaba con lentitud, marcando el ritmo de una noche silenciosa. Shoko se encontraba sentada en su escritorio, rodeada de expedientes, jeringas y botellas de alcohol desinfectante. El resplandor frío de la lámpara le proyectaba sombras suaves en el rostro mientras llenaba su último reporte del día. Su bata de laboratorio estaba ligeramente arrugada, y su cabello recogido de manera descuidada apenas contenía los mechones sueltos que se rebelaban hacia los lados. Alzó la mirada por un momento y dejó el bolígrafo sobre el escritorio, suspirando profundamente. La tranquilidad del lugar hacía eco de una soledad que ya le era demasiado familiar. Había aceptado esa parte de su vida con una indiferencia estudiada, pero en noches como esa, donde el silencio era abrumador, no podía evitar reflexionar en cómo había llegado hasta allí. Nunca había querido realmente el papel de médica en el mundo del jujutsu, pero ahí estaba. Su vida se había transformado en una constante de sangre, maldiciones y decisiones que no podía cambiar. Se preguntaba si alguna vez había tenido una verdadera elección, o si siempre había estado destinada a seguir ese camino, manteniéndose al margen, curando las heridas de los demás mientras dejaba las propias sin atender. Pensó en Geto y Gojo. En la juventud que compartieron, esos días cuando las cosas parecían tan sencillas y llenas de promesas. Las risas, las bromas pesadas, la camaradería que alguna vez le hizo pensar que todo tendría un propósito mayor. Pero las cosas habían cambiado. Geto se había desviado hacia un camino oscuro, Gojo se había vuelto cada vez más distante, y ella... ella había quedado varada en un espacio intermedio. "No soy como ellos", murmuró para sí misma, su tono más resignado que triste. Shoko nunca había querido estar en el centro de la acción, ni ser la heroína de la historia. Su trabajo era sencillo: salvar a los que podía, enmendar lo que estaba roto, y seguir adelante. Pero no podía evitar preguntarse, a veces, si ese enfoque desapegado era una forma de protegerse. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado decisiones diferentes? ¿Si hubiera sido más cercana, más abierta, más vulnerable? Las luces parpadeantes del quirófano al otro lado del pasillo rompieron su línea de pensamiento, recordándole que la noche aún no terminaba. Se levantó lentamente, estirándose mientras se dirigía a la máquina de café, sin mucha prisa. La soledad de la enfermería le daba espacio para pensar, para meditar en los fantasmas del pasado. Al menos, ahí, no tenía que fingir ser alguien que no era. Pero, aun así, mientras bebía el amargo café, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Cuánto más puedo seguir así?.
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    𝐒𝐄 𝐁𝐔𝐒𝐂𝐀

    ㅤㅤㅤㅤㅤ J𝐈M H𝐎P𝐏E𝐑


    ◖ 𝗣𝗔𝗥𝗔 OTP con Joyce Byers

    ، Rol extenso y narrativo.
    ، Buena ortografía y coherencia ortográfica
    ، Conocimiento del personaje y de la serie de TV
    ، Respeto al canonUser amigable y con ganas de buen feedback.
    ، No necesito actividad diaria, pero sí pido que no se responda unicamente de mes a mes.
    ، ғᴄ: David Harbour

    ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ

    NO busco esta OTP de forma desesperada, pero si encuentro un buen partner con quien desarrollarla, bienvenidx sea.

    Busco alguien que quiera llevar a JIM HOPPER del fandom de Stranger Things para OTP con Joyce Byers (personaje que tendría que crear desde cero)

    ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ

    - Me gusta subir fotos de la otp al muro, dedicarle publicaciones a mi partner y me gusta que también lo hagan conmigo.

    - Posibilidad de rolear flashbacks (adolescencia, juventud, etc...)

    -Lemon si se tercia y tiene sentido

    -Roleo en tercera persona, en singular y en pasado.

    -Horario de España

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    ⠀ 𝐒𝐄 𝐁𝐔𝐒𝐂𝐀 ㅤㅤㅤㅤㅤ J𝐈M H𝐎P𝐏E𝐑 ◖ 𝗣𝗔𝗥𝗔 OTP con Joyce Byers ، Rol extenso y narrativo. ، Buena ortografía y coherencia ortográfica ، Conocimiento del personaje y de la serie de TV ، Respeto al canonUser amigable y con ganas de buen feedback. ، No necesito actividad diaria, pero sí pido que no se responda unicamente de mes a mes. ، ғᴄ: David Harbour ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ NO busco esta OTP de forma desesperada, pero si encuentro un buen partner con quien desarrollarla, bienvenidx sea. Busco alguien que quiera llevar a JIM HOPPER del fandom de Stranger Things para OTP con Joyce Byers (personaje que tendría que crear desde cero) ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ - Me gusta subir fotos de la otp al muro, dedicarle publicaciones a mi partner y me gusta que también lo hagan conmigo. - Posibilidad de rolear flashbacks (adolescencia, juventud, etc...) -Lemon si se tercia y tiene sentido -Roleo en tercera persona, en singular y en pasado. -Horario de España plantilla: https://x.com/WH0YAGONNACALL/status/1420042795654340609
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    Fandom Crossover
    Categoría Fantasía

    ( https://www.youtube.com/watch?v=0ThIonKfSHo&list=PL9_PHl3aQPmFstsAnsiaOOo9fnnKq4G8B&index=53 )

    Un día comenzó a nevar.
    Las ciudades se llenaban de nieve, y con las bajas temperaturas los hogares dejaron salir humo de sus chimeneas avivando la llama de la hoguera en busca de calor. Aún si el invierno había llegado antes de lo previsto los aldeanos no vieron problema en ello; lo recibieron con alegría, y los niños en las calles no dudaban en hacer equipos para tirarse bolas de nieve.

    Con las aguas congeladas algún comerciante vería problema en ingresar, el pueblo centraba mayormente su acceso mediante la costa, lo demás eran granjas y casas que daban hacia una enorme montaña que no habitaban más que las bestias salvajes.
    Dos hombres miraban el muelle, sus ojos ya cansados y su piel arrugada eran rasgos de su avanzada edad. Nostalgia manaba de ellos conforme la oscuridad se apoderaba del lugar.

    —¿Crees que algún día volverá? —Dijo uno, con su sombrero de paja sujeto en las manos, apretando con debilidad— La última vez peleamos, y no quiero irme de este mundo hasta no verlo una vez más.

    Su amigo entonces lo vio, con una media sonrisa y le puso sobre su hombro la mano.

    —Cuándo menos te lo esperes tu hijo volverá, es necio, pero te ama.

    Y con esto, ambos ancianos sonrieron y volvieron a mirar el agua ya congelada. Recordando esas épocas de juventud dónde alguna vez siendo jóvenes hablaron de viajar por el mundo en busca de aventuras.

    .....


    Entre las casas se hallaba una taberna, de dos pisos, en el primero las jarras con cerveza se repartían, las risas y cantos tampoco faltaban. En el segundo piso yacía una posada, ahí estaban los viajeros que por haber tardado no alcanzaron a irse del pueblo, se hablaban sobre sus tierras, de dónde venían y qué cosas hacían para ganarse la vida. Uno de ellos llamado Edrick se alzaba por los demás, siendo el cabecilla y preguntando uno a uno, hasta que en la oscuridad el rubio advirtió la silueta de un hombre, moreno cómo del medio oriente y una capa de blanco inmaculado. Estaba viéndolos en silencio, con una sonrisa.

    —¿Y tú de dónde vienes? —Edrick lo apuntó.

    Los demás se voltearon al moreno.

    —He viajado tanto que ya no lo recuerdo —Respondió con naturalidad, volviéndose a una ventana—, sólo merodeo de aquí y por allá.

    Los demás se miraron entre sí, confusos. No porque sus palabras fueran trascendentales, sí no más bien porque lo que el persa les decía respondía tan poco que dejaba sobre la mesa más preguntas por hacer.

    —De seguro es un vagabundo —Murmuró uno de ellos.

    Mahdi, quién lo alcanzó a escuchar no dijo nada, fingiendo demencia, sólo centraba su mirada a la ventana, esperando: había "algo" que parecía haberle maravillado en las afueras del pueblo.
    ( https://www.youtube.com/watch?v=0ThIonKfSHo&list=PL9_PHl3aQPmFstsAnsiaOOo9fnnKq4G8B&index=53 ) Un día comenzó a nevar. Las ciudades se llenaban de nieve, y con las bajas temperaturas los hogares dejaron salir humo de sus chimeneas avivando la llama de la hoguera en busca de calor. Aún si el invierno había llegado antes de lo previsto los aldeanos no vieron problema en ello; lo recibieron con alegría, y los niños en las calles no dudaban en hacer equipos para tirarse bolas de nieve. Con las aguas congeladas algún comerciante vería problema en ingresar, el pueblo centraba mayormente su acceso mediante la costa, lo demás eran granjas y casas que daban hacia una enorme montaña que no habitaban más que las bestias salvajes. Dos hombres miraban el muelle, sus ojos ya cansados y su piel arrugada eran rasgos de su avanzada edad. Nostalgia manaba de ellos conforme la oscuridad se apoderaba del lugar. —¿Crees que algún día volverá? —Dijo uno, con su sombrero de paja sujeto en las manos, apretando con debilidad— La última vez peleamos, y no quiero irme de este mundo hasta no verlo una vez más. Su amigo entonces lo vio, con una media sonrisa y le puso sobre su hombro la mano. —Cuándo menos te lo esperes tu hijo volverá, es necio, pero te ama. Y con esto, ambos ancianos sonrieron y volvieron a mirar el agua ya congelada. Recordando esas épocas de juventud dónde alguna vez siendo jóvenes hablaron de viajar por el mundo en busca de aventuras. ..... Entre las casas se hallaba una taberna, de dos pisos, en el primero las jarras con cerveza se repartían, las risas y cantos tampoco faltaban. En el segundo piso yacía una posada, ahí estaban los viajeros que por haber tardado no alcanzaron a irse del pueblo, se hablaban sobre sus tierras, de dónde venían y qué cosas hacían para ganarse la vida. Uno de ellos llamado Edrick se alzaba por los demás, siendo el cabecilla y preguntando uno a uno, hasta que en la oscuridad el rubio advirtió la silueta de un hombre, moreno cómo del medio oriente y una capa de blanco inmaculado. Estaba viéndolos en silencio, con una sonrisa. —¿Y tú de dónde vienes? —Edrick lo apuntó. Los demás se voltearon al moreno. —He viajado tanto que ya no lo recuerdo —Respondió con naturalidad, volviéndose a una ventana—, sólo merodeo de aquí y por allá. Los demás se miraron entre sí, confusos. No porque sus palabras fueran trascendentales, sí no más bien porque lo que el persa les decía respondía tan poco que dejaba sobre la mesa más preguntas por hacer. —De seguro es un vagabundo —Murmuró uno de ellos. Mahdi, quién lo alcanzó a escuchar no dijo nada, fingiendo demencia, sólo centraba su mirada a la ventana, esperando: había "algo" que parecía haberle maravillado en las afueras del pueblo.
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  • -Diferente a otras veces, esta ves las aventuras de la demonio acontecian en un mercado que parecía ser de estilo medieval o renacentista. Los edificios son de estilo gótico, con techos altos de tejas rojas, fachadas ornamentadas, y grandes ventanales con vitrales decorativos. Los comerciantes exhiben sus productos en mesas de madera, y los transeúntes, vestidos con ropas tradicionales de la época, pasean mientras observan los artículos a la venta. Hay una mezcla de figuras, lo que sugiere un lugar frecuentado tanto por aldeanos comunes como por aventureros.-

    -El ambiente es bullicioso pero acogedor, con la luz del día iluminando la escena y reflejando un día claro. Se puede sentir la historia en el aire, como si cada rincón de este mercado tuviera una historia que contar, mientras los sonidos de conversaciones y el aroma de especias y comida llenan el aire. Es un lugar donde se mezclan las vidas de diversos personajes en una comunidad vibrante y llena de vida.-

    -Star caminaba lentamente por las adoquinadas calles del mercado, sus botas modernas chocando con el suelo de piedra en un ritmo constante. Aunque su capa con capucha la cubría, ocultando la mayor parte de su figura, no podía evitar llamar la atención con cada paso que daba. Los colores vibrantes y el diseño ajustado de su ropa bajo la capa contrastaban marcadamente con las prendas simples y holgadas de los aldeanos que la rodeaban. Sin embargo, el bullicio del mercado la mantenía en el anonimato, permitiéndole disfrutar de su entorno sin ser reconocida.-

    -Sus ojos se movían de un lado a otro, fascinados por los detalles de los puestos de mercado. Frutas y verduras frescas se apilaban en pirámides perfectas, sus colores brillantes resaltando bajo la luz del sol. Los artesanos ofrecían joyas finamente trabajadas, tallas en madera y utensilios de metal, todos exhibidos con orgullo en mesas robustas de madera. Los aromas de especias exóticas y alimentos cocinados al momento le llenaban los sentidos-

    "Esto es asombroso..."

    -murmuró para sí misma, sus palabras casi perdidas en el bullicio de la multitud. Cada pequeño detalle del mercado parecía transportarla a otro mundo, uno que solo había soñado en su juventud.-

    -Una sonrisa traviesa se formó en su rostro mientras imaginaba una escena distinta a la que solía vivir.-

    (Imagina Star... Aquí podrías ser la princesa en apuros, esperando a que un valiente caballero venga a rescatarte...)

    -Su risa suave resonó bajo la capucha mientras se perdía en su fantasía-

    "Pero no soy una simple princesa... Sería la princesa más intrigante de todas, una que guarda una trágica historia, poderes ocultos y además que es una demonio, pero ¿Quien sospecharía? Con mis cuernos y cola ocultos soy solo una mas entre toda esta gente~ Aun que tal vez deberia comprar ropa a corde a la epoca~~ ¡Kya! ¡Vestidos largo y hermosos!)

    -Su sonrisa se amplió mientras miraba a los guardias que patrullaban el mercado, sus armaduras brillando al sol. Los hombres, altos y fuertes, parecían sacados directamente de un cuento de hadas. Star no pudo evitar fantasear con la idea de ser rescatada por uno de ellos, aunque sabía muy bien que, en realidad, era ella quien solía salvar a otros.-

    (Quizás podría dejar que uno de ellos intente rescatarme... solo para ver cómo se desenvolverían las cosas)

    - bromeó en su mente, divertida por la idea. Pero claro en el fondo sabía bastante bien que no sería correcto causar problemas en un mundo que no es el suyo-
    -Diferente a otras veces, esta ves las aventuras de la demonio acontecian en un mercado que parecía ser de estilo medieval o renacentista. Los edificios son de estilo gótico, con techos altos de tejas rojas, fachadas ornamentadas, y grandes ventanales con vitrales decorativos. Los comerciantes exhiben sus productos en mesas de madera, y los transeúntes, vestidos con ropas tradicionales de la época, pasean mientras observan los artículos a la venta. Hay una mezcla de figuras, lo que sugiere un lugar frecuentado tanto por aldeanos comunes como por aventureros.- -El ambiente es bullicioso pero acogedor, con la luz del día iluminando la escena y reflejando un día claro. Se puede sentir la historia en el aire, como si cada rincón de este mercado tuviera una historia que contar, mientras los sonidos de conversaciones y el aroma de especias y comida llenan el aire. Es un lugar donde se mezclan las vidas de diversos personajes en una comunidad vibrante y llena de vida.- -Star caminaba lentamente por las adoquinadas calles del mercado, sus botas modernas chocando con el suelo de piedra en un ritmo constante. Aunque su capa con capucha la cubría, ocultando la mayor parte de su figura, no podía evitar llamar la atención con cada paso que daba. Los colores vibrantes y el diseño ajustado de su ropa bajo la capa contrastaban marcadamente con las prendas simples y holgadas de los aldeanos que la rodeaban. Sin embargo, el bullicio del mercado la mantenía en el anonimato, permitiéndole disfrutar de su entorno sin ser reconocida.- -Sus ojos se movían de un lado a otro, fascinados por los detalles de los puestos de mercado. Frutas y verduras frescas se apilaban en pirámides perfectas, sus colores brillantes resaltando bajo la luz del sol. Los artesanos ofrecían joyas finamente trabajadas, tallas en madera y utensilios de metal, todos exhibidos con orgullo en mesas robustas de madera. Los aromas de especias exóticas y alimentos cocinados al momento le llenaban los sentidos- "Esto es asombroso..." -murmuró para sí misma, sus palabras casi perdidas en el bullicio de la multitud. Cada pequeño detalle del mercado parecía transportarla a otro mundo, uno que solo había soñado en su juventud.- -Una sonrisa traviesa se formó en su rostro mientras imaginaba una escena distinta a la que solía vivir.- (Imagina Star... Aquí podrías ser la princesa en apuros, esperando a que un valiente caballero venga a rescatarte...) -Su risa suave resonó bajo la capucha mientras se perdía en su fantasía- "Pero no soy una simple princesa... Sería la princesa más intrigante de todas, una que guarda una trágica historia, poderes ocultos y además que es una demonio, pero ¿Quien sospecharía? Con mis cuernos y cola ocultos soy solo una mas entre toda esta gente~ Aun que tal vez deberia comprar ropa a corde a la epoca~~ ¡Kya! ¡Vestidos largo y hermosos!) -Su sonrisa se amplió mientras miraba a los guardias que patrullaban el mercado, sus armaduras brillando al sol. Los hombres, altos y fuertes, parecían sacados directamente de un cuento de hadas. Star no pudo evitar fantasear con la idea de ser rescatada por uno de ellos, aunque sabía muy bien que, en realidad, era ella quien solía salvar a otros.- (Quizás podría dejar que uno de ellos intente rescatarme... solo para ver cómo se desenvolverían las cosas) - bromeó en su mente, divertida por la idea. Pero claro en el fondo sabía bastante bien que no sería correcto causar problemas en un mundo que no es el suyo-
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