Descanso y Reflexión
#wendigo #oneshot
-----Rancho "El Espíritu del Bosque". Eureka, Montana.
El sol apenas se asoma sobre el horizonte cuando llega al rancho de unos viejos y muy buenos amigos. Las primeras luces del día pintan el cielo de tonos rosados y naranjas, y el aire matutino tiene una frescura revitalizante. El sonido de los caballos y el crujido de la grava bajo sus botas le dan una sensación de bienvenida y familiaridad, le devuelven la tranquilidad que perdió en su última investigación.
James se siente abrumado por la tensión acumulada en las últimas semanas, entre la investigación de la mansión y su lucha constante con la maldición que le tortura. Sabe que necesita descansar para recuperar el equilibrio.
Al llegar al corral, es recibido por el anciano patriarca, cuya mirada siempre ha reflejado una profunda sabiduría y serenidad.
— James, es bueno verte —dice con una sonrisa cálida—. Supongo que vienes a buscar un poco de paz.
— Chayton —James apura unos pasos para abrazar a su viejo amigo— ¿Cuánto a sido? ¿Seis meses? Sí, necesito un respiro. Estuve a punto de perder el control. Fue más difícil de lo que esperaba, más que otras veces. Pude sentir su aliento en la nuca. Estaba al borde de convertirme en aquello que siempre he temido ser.
Chayton asiente lentamente, su mirada fija en James, sin rastro de juicio en sus ojos.
— El control es una batalla constante, mi amigo. El hecho de que hayas sentido la amenaza significa que aún eres consciente de quién eres y lo que puedes llegar a ser. El wendigo te consume, pero también te recuerda cada día que aún luchas.
James baja la mirada, avergonzado, mientras comienza a relatarle a Chayton lo que ocurrió. El viento sopla suavemente a través del campo, moviendo las hojas de los árboles, pero la mente de James está atrapada en el momento en que perdió el control.
— Estaba muy molesto. No me di cuenta de lo que estaba haciendo. Regañé a esta persona, alguien que realmente me importa… y en mi enojo, algo pasó. No quería hacerlo, pero... usé el poder del wendigo sin querer. Entré en su mente, afecté sus emociones.
Chayton, con su expresión siempre serena, observa a James con atención, dejando que termine su confesión antes de responder.
— Cuéntame más, James. ¿Qué pasó cuando entraste en su mente? ¿Qué sintió?
James suspira, frotándose el puente de la nariz como si intentara aliviar un dolor invisible.
— No mucho, no lo noté. No fue como cuando la maldición me impulsa a cazar o a alimentarme. Luego él me dijo que, en lugar de molestarse por mi actuar, sintió ternura.
Chayton frunce el ceño, claramente intrigado por la situación.
— El wendigo no es conocido por inspirar ternura, James. Es una criatura de hambre, de ira y desesperación. Si esta persona sintió ternura, podría significar que algo más está sucediendo. Tal vez esos sentimientos ya existían y simplemente fueron amplificados por tu presencia, o tal vez... algo en ti, algo que no es del todo el wendigo, se manifestó en ese momento.
James se queda en silencio por un largo momento, el peso de lo que Chayton ha sugerido cayendo sobre él como una revelación inesperada. La posibilidad de que la ternura que sintió aquella persona importante fuera auténtica, y no simplemente una manipulación del wendigo, lo toma por sorpresa.
Sus ojos se abren un poco más, y su respiración se vuelve casi imperceptible mientras procesa la idea. Es un pensamiento que no había permitido entrar completamente en su mente hasta ahora.
— ¿Auténtica…? —murmura, casi para sí mismo, como si el concepto le resultara completamente ajeno en ese contexto, pero no es así, de hecho, solo con pensarlo un momento, conectado esto con otros muchos gestos que aquella persona ha tenido... Tiene tanto sentido como peso.
Chayton observa la reacción de James, reconociendo la profundidad de su sorpresa.
— Las emociones no siempre tienen riendas, James. No todo es producto de la maldición, no todo en ti está corrompido. Quizás… esa persona vio algo en ti que tú mismo no has visto.
James traga saliva, luchando por encontrar las palabras adecuadas.
— Es... difícil.
Chayton lo observa con una mirada comprensiva.
— Lo que importa ahora, James, es que no puedes dejarte consumir por la duda
— ¿Y si la próxima vez no soy tan fuerte? ¿Y si… cedo?
Chayton apoya una mano sobre el hombro de James, su agarre es firme a pesar de su avanzada edad.
— Mientras sigas preguntándotelo, seguirás teniendo la fuerza para resistir. Pero no tienes que hacerlo solo. La tierra tiene su propia energía, y tú sabes cómo conectarte con ella. Deja que te ayude a equilibrar tu espíritu.
James asiente, agradecido por la comprensión y el consejo de su viejo amigo. Hablar de sus temores siempre ha sido difícil, pero Chayton tiene una forma de hacer que todo parezca más manejable.
— Gracias. Necesitaba escuchar eso.
El anciano sonríe levemente, asiente y lo guía hacia las caballerizas. Juntos preparan a “Lobo”, un majestuoso mustang que James ha montado desde su juventud. El caballo relincha suavemente, reconociendo a su viejo amigo.
— Recuerda, James —dice Chayton mientras ajusta la montura—, cuando sientas que estás por colapsar, vuelve a tus raíces y encuentra tu centro. La tierra, el viento y los espíritus de nuestros ancestros te guiarán.
James asiente, sintiendo el poder de esas palabras resonar en su corazón. Monta a Lobo con destreza y sale al galope, dejando que el viento en su rostro y el ritmo del caballo bajo él lo reconecten con su espíritu.
Cabalga a través de los vastos campos y colinas, el sonido de los cascos golpeando la tierra es como un mantra que le ayuda a despejar su mente. Los olores del pasto fresco, el polvo y la brisa le traen recuerdos de su niñez, cuando la vida era más simple y sus problemas parecían más pequeños.
Después de un rato, James llega a un claro cerca de un arroyo. Detiene a Lobo y desmonta, dejando que el caballo beba del agua fresca. Se sienta en la orilla del arroyo, observando el flujo constante del agua, recordando las historias y enseñanzas que Chayton y otros ancianos le contaron cuando era niño.
— Recuerda quién eres, James —se dice a sí mismo en voz baja—. Eres más fuerte de lo que piensas. No estás solo.
Descanso y Reflexión
#wendigo #oneshot
-----Rancho "El Espíritu del Bosque". Eureka, Montana.
El sol apenas se asoma sobre el horizonte cuando llega al rancho de unos viejos y muy buenos amigos. Las primeras luces del día pintan el cielo de tonos rosados y naranjas, y el aire matutino tiene una frescura revitalizante. El sonido de los caballos y el crujido de la grava bajo sus botas le dan una sensación de bienvenida y familiaridad, le devuelven la tranquilidad que perdió en su última investigación.
James se siente abrumado por la tensión acumulada en las últimas semanas, entre la investigación de la mansión y su lucha constante con la maldición que le tortura. Sabe que necesita descansar para recuperar el equilibrio.
Al llegar al corral, es recibido por el anciano patriarca, cuya mirada siempre ha reflejado una profunda sabiduría y serenidad.
— James, es bueno verte —dice con una sonrisa cálida—. Supongo que vienes a buscar un poco de paz.
— Chayton —James apura unos pasos para abrazar a su viejo amigo— ¿Cuánto a sido? ¿Seis meses? Sí, necesito un respiro. Estuve a punto de perder el control. Fue más difícil de lo que esperaba, más que otras veces. Pude sentir su aliento en la nuca. Estaba al borde de convertirme en aquello que siempre he temido ser.
Chayton asiente lentamente, su mirada fija en James, sin rastro de juicio en sus ojos.
— El control es una batalla constante, mi amigo. El hecho de que hayas sentido la amenaza significa que aún eres consciente de quién eres y lo que puedes llegar a ser. El wendigo te consume, pero también te recuerda cada día que aún luchas.
James baja la mirada, avergonzado, mientras comienza a relatarle a Chayton lo que ocurrió. El viento sopla suavemente a través del campo, moviendo las hojas de los árboles, pero la mente de James está atrapada en el momento en que perdió el control.
— Estaba muy molesto. No me di cuenta de lo que estaba haciendo. Regañé a esta persona, alguien que realmente me importa… y en mi enojo, algo pasó. No quería hacerlo, pero... usé el poder del wendigo sin querer. Entré en su mente, afecté sus emociones.
Chayton, con su expresión siempre serena, observa a James con atención, dejando que termine su confesión antes de responder.
— Cuéntame más, James. ¿Qué pasó cuando entraste en su mente? ¿Qué sintió?
James suspira, frotándose el puente de la nariz como si intentara aliviar un dolor invisible.
— No mucho, no lo noté. No fue como cuando la maldición me impulsa a cazar o a alimentarme. Luego él me dijo que, en lugar de molestarse por mi actuar, sintió ternura.
Chayton frunce el ceño, claramente intrigado por la situación.
— El wendigo no es conocido por inspirar ternura, James. Es una criatura de hambre, de ira y desesperación. Si esta persona sintió ternura, podría significar que algo más está sucediendo. Tal vez esos sentimientos ya existían y simplemente fueron amplificados por tu presencia, o tal vez... algo en ti, algo que no es del todo el wendigo, se manifestó en ese momento.
James se queda en silencio por un largo momento, el peso de lo que Chayton ha sugerido cayendo sobre él como una revelación inesperada. La posibilidad de que la ternura que sintió aquella persona importante fuera auténtica, y no simplemente una manipulación del wendigo, lo toma por sorpresa.
Sus ojos se abren un poco más, y su respiración se vuelve casi imperceptible mientras procesa la idea. Es un pensamiento que no había permitido entrar completamente en su mente hasta ahora.
— ¿Auténtica…? —murmura, casi para sí mismo, como si el concepto le resultara completamente ajeno en ese contexto, pero no es así, de hecho, solo con pensarlo un momento, conectado esto con otros muchos gestos que aquella persona ha tenido... Tiene tanto sentido como peso.
Chayton observa la reacción de James, reconociendo la profundidad de su sorpresa.
— Las emociones no siempre tienen riendas, James. No todo es producto de la maldición, no todo en ti está corrompido. Quizás… esa persona vio algo en ti que tú mismo no has visto.
James traga saliva, luchando por encontrar las palabras adecuadas.
— Es... difícil.
Chayton lo observa con una mirada comprensiva.
— Lo que importa ahora, James, es que no puedes dejarte consumir por la duda
— ¿Y si la próxima vez no soy tan fuerte? ¿Y si… cedo?
Chayton apoya una mano sobre el hombro de James, su agarre es firme a pesar de su avanzada edad.
— Mientras sigas preguntándotelo, seguirás teniendo la fuerza para resistir. Pero no tienes que hacerlo solo. La tierra tiene su propia energía, y tú sabes cómo conectarte con ella. Deja que te ayude a equilibrar tu espíritu.
James asiente, agradecido por la comprensión y el consejo de su viejo amigo. Hablar de sus temores siempre ha sido difícil, pero Chayton tiene una forma de hacer que todo parezca más manejable.
— Gracias. Necesitaba escuchar eso.
El anciano sonríe levemente, asiente y lo guía hacia las caballerizas. Juntos preparan a “Lobo”, un majestuoso mustang que James ha montado desde su juventud. El caballo relincha suavemente, reconociendo a su viejo amigo.
— Recuerda, James —dice Chayton mientras ajusta la montura—, cuando sientas que estás por colapsar, vuelve a tus raíces y encuentra tu centro. La tierra, el viento y los espíritus de nuestros ancestros te guiarán.
James asiente, sintiendo el poder de esas palabras resonar en su corazón. Monta a Lobo con destreza y sale al galope, dejando que el viento en su rostro y el ritmo del caballo bajo él lo reconecten con su espíritu.
Cabalga a través de los vastos campos y colinas, el sonido de los cascos golpeando la tierra es como un mantra que le ayuda a despejar su mente. Los olores del pasto fresco, el polvo y la brisa le traen recuerdos de su niñez, cuando la vida era más simple y sus problemas parecían más pequeños.
Después de un rato, James llega a un claro cerca de un arroyo. Detiene a Lobo y desmonta, dejando que el caballo beba del agua fresca. Se sienta en la orilla del arroyo, observando el flujo constante del agua, recordando las historias y enseñanzas que Chayton y otros ancianos le contaron cuando era niño.
— Recuerda quién eres, James —se dice a sí mismo en voz baja—. Eres más fuerte de lo que piensas. No estás solo.