• — Jamás perdonaría que... me hagan daño a propósito y a consciencia, que me utilicen, que intenten hacerle daño a los míos, que no se disculpen honestamente conmigo... Sí, soy un poquito rencoroso.

    — No puedo dejar de reír cuando... la gente que amo la pasa bien y es feliz gracias a mí.

    — La última tienda que visité fue... una de adornos navideños para decorar el bar.

    — Lo que más odio de mí mismo es... mi emocionalidad y mi lado femenino.

    — Me atraen las personas que... son seguras de sí mismas y no teman a ser auténticos.

    — Soy fan de... los panecillos de 🔥 Khan 🔥 y las infusiones de James Benjamin Blackwood.

    — Mi mayor miedo es... el abandono.

    — Lo más estúpido que he hecho fue... provocar la ira de un dragón y sobrevivir a ello.

    — Si pudiera pedir un deseo sin culpa sería... que el invierno fuera eterno.

    #Quiz #ElBrujoCojo
    — Jamás perdonaría que... me hagan daño a propósito y a consciencia, que me utilicen, que intenten hacerle daño a los míos, que no se disculpen honestamente conmigo... Sí, soy un poquito rencoroso. — No puedo dejar de reír cuando... la gente que amo la pasa bien y es feliz gracias a mí. — La última tienda que visité fue... una de adornos navideños para decorar el bar. — Lo que más odio de mí mismo es... mi emocionalidad y mi lado femenino. — Me atraen las personas que... son seguras de sí mismas y no teman a ser auténticos. — Soy fan de... los panecillos de [TheBalrog] y las infusiones de [Wendigo]. — Mi mayor miedo es... el abandono. — Lo más estúpido que he hecho fue... provocar la ira de un dragón y sobrevivir a ello. — Si pudiera pedir un deseo sin culpa sería... que el invierno fuera eterno. #Quiz #ElBrujoCojo
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  • Su alma fue apresada por las oscuras cadenas de la silueta negra, que la sujetaban desde el cuello de su figura blanca. Los espectros que habían atormentado a Kafka, recordándole incansablemente sus atroces actos, observaron en silencio cómo un completo desconocido estaba a punto de cobrar la venganza y la justicia que ellos deberían estar cobrando. El muchacho comenzó a fragmentarse bajo la presión de los eslabones oscuros, hasta que se desmoronó en una montaña de polvo.

    ...

    Los movimientos del pseudo wendigo cesaron, quedó completamente paralizado. Pronto los colores de su cuerpo fueron desapareciendo hasta dejarlo en un tono tan negro como una noche perpetua. Lo escuché crujir, era su cuerpo contrayéndose ante una involuntaria petrificacion.

    El intimidante monstruo que cazamos, reducido a piel seca y huesos anormalmente grandes. No había mucho que rescatar, su alma quedó en añicos y su cuerpo está aún peor. No había nada más que hacer, aquí terminó mi búsqueda y culminó de una forma anticlimatica.

    Ya había dado la vuelta, estaba más que dispuesto a caminar hasta el pueblo más cercano a ahogarme en alcohol y estafar a los borrachos que me cruzara. Pero la ventisca helada chocó contra mi espalda, mientras arrastraba algo más que los susurros de los árboles; jadeos, tan leves, carentes de fuerza, que provenían de pocos metros atrás de mí.

    Una vez más volteé a ver al Wendigo, a la bestia que yacía en posición fetal sobre la blancura helada de la nieve. Su pecho cruje, se desmorona lentamente, deja caer escombros azabaches de su piel negra y deja a la vista al culpable.

    —... Vete al carajo. —Exclamé, totalmente sacado de onda ante la escena bizarra que se desarrolla ante mis ojos.

    Un pequeño bulto rojizo sobresalió entre el paisaje blanco y el cuerpo negro; era una mano, pequeña, viscosa y rojiza. Poco tiempo después el viento volvió a arrastrar copos de nieve, el susurro de los árboles, junto al llanto de un bebé.
    Su alma fue apresada por las oscuras cadenas de la silueta negra, que la sujetaban desde el cuello de su figura blanca. Los espectros que habían atormentado a Kafka, recordándole incansablemente sus atroces actos, observaron en silencio cómo un completo desconocido estaba a punto de cobrar la venganza y la justicia que ellos deberían estar cobrando. El muchacho comenzó a fragmentarse bajo la presión de los eslabones oscuros, hasta que se desmoronó en una montaña de polvo. ... Los movimientos del pseudo wendigo cesaron, quedó completamente paralizado. Pronto los colores de su cuerpo fueron desapareciendo hasta dejarlo en un tono tan negro como una noche perpetua. Lo escuché crujir, era su cuerpo contrayéndose ante una involuntaria petrificacion. El intimidante monstruo que cazamos, reducido a piel seca y huesos anormalmente grandes. No había mucho que rescatar, su alma quedó en añicos y su cuerpo está aún peor. No había nada más que hacer, aquí terminó mi búsqueda y culminó de una forma anticlimatica. Ya había dado la vuelta, estaba más que dispuesto a caminar hasta el pueblo más cercano a ahogarme en alcohol y estafar a los borrachos que me cruzara. Pero la ventisca helada chocó contra mi espalda, mientras arrastraba algo más que los susurros de los árboles; jadeos, tan leves, carentes de fuerza, que provenían de pocos metros atrás de mí. Una vez más volteé a ver al Wendigo, a la bestia que yacía en posición fetal sobre la blancura helada de la nieve. Su pecho cruje, se desmorona lentamente, deja caer escombros azabaches de su piel negra y deja a la vista al culpable. —... Vete al carajo. —Exclamé, totalmente sacado de onda ante la escena bizarra que se desarrolla ante mis ojos. Un pequeño bulto rojizo sobresalió entre el paisaje blanco y el cuerpo negro; era una mano, pequeña, viscosa y rojiza. Poco tiempo después el viento volvió a arrastrar copos de nieve, el susurro de los árboles, junto al llanto de un bebé.
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  • #Wendigo

    Recuesta a Tolek Zientek en la cama improvisada dentro de su refugio: una sección aislada de la antigua fábrica abandonada que ha convertido en su hogar. Las paredes de ladrillo expuesto y las vigas de acero oxidadas rodean un espacio sorprendentemente cálido con tan solo girar una perilla. Aquí, James tiene todo lo necesario para atender las heridas y realizar los rituales que ha aprendido a lo largo de los años.

    Con cuidado y cariño, acariciando su piel, quita la ropa de Tolek, revelando las heridas en su brazo. Se dirige a una estantería cercana, donde guarda su kit de primeros auxilios junto con una colección de hierbas medicinales, cada una cuidadosamente seleccionada y seca. Toma uña de gato para reducir la inflamación, salvia blanca para limpiar y proteger de infecciones, y milenrama para detener la hemorragia. Machaca las hojas en un mortero, mezclándolas con agua tibia para crear una pasta espesa y aromática. Luego, aplica la mezcla sobre las heridas, asegurándose de que cada herida quede bien cubierta.

    Una vez aplicadas las hierbas, sutura las áreas más profundas con un hilo de cáñamo tratado con resina antiséptica, dejando nudos parejos que denotan la experiencia de la práctica. Después, envuelve el brazo con vendas de lino, previamente bendecidas, pronunciando en voz baja palabras de protección en la vieja lengua navaja. Con las heridas tratadas, toma un cuenco con agua tibia, un paño húmedo y limpia el cuerpo de Tolek, eliminando la sangre y el sudor que cubren cada porción de su piel.

    Finalmente, tras guardar o descartar los utensilios utilizados según corresponda, James se sienta junto a él con un pincel fino y un pequeño cuenco de tinta negra preparada con carbón y hierbas rituales. Dibuja cuidadosamente símbolos en puntos estratégicos del cuerpo de Tolek: sobre el pecho, las muñecas y la frente. Cada símbolo está destinado a mejorar la circulación de energía vital, acelerar la sanación y protegerlo de influencias negativas. Al terminar, lo cubre con sábanas y mantas limpias, asegurándose de que esté ceñido y abrigado.

    Antes de alejarse, se inclina y le besa suavemente en los labios, dejando un susurro inaudible de alivio en el aire.

    Exhausto, pero consciente de que necesita cuidarse para mantenerse fuerte, se dirige a la ducha, dejando que el agua fría limpie no solo su cuerpo, sino también su mente. Luego, buscará algo de comer, sintiendo cómo el peso de la noche se incrementa lentamente.
    #Wendigo Recuesta a [Tolek] en la cama improvisada dentro de su refugio: una sección aislada de la antigua fábrica abandonada que ha convertido en su hogar. Las paredes de ladrillo expuesto y las vigas de acero oxidadas rodean un espacio sorprendentemente cálido con tan solo girar una perilla. Aquí, James tiene todo lo necesario para atender las heridas y realizar los rituales que ha aprendido a lo largo de los años. Con cuidado y cariño, acariciando su piel, quita la ropa de Tolek, revelando las heridas en su brazo. Se dirige a una estantería cercana, donde guarda su kit de primeros auxilios junto con una colección de hierbas medicinales, cada una cuidadosamente seleccionada y seca. Toma uña de gato para reducir la inflamación, salvia blanca para limpiar y proteger de infecciones, y milenrama para detener la hemorragia. Machaca las hojas en un mortero, mezclándolas con agua tibia para crear una pasta espesa y aromática. Luego, aplica la mezcla sobre las heridas, asegurándose de que cada herida quede bien cubierta. Una vez aplicadas las hierbas, sutura las áreas más profundas con un hilo de cáñamo tratado con resina antiséptica, dejando nudos parejos que denotan la experiencia de la práctica. Después, envuelve el brazo con vendas de lino, previamente bendecidas, pronunciando en voz baja palabras de protección en la vieja lengua navaja. Con las heridas tratadas, toma un cuenco con agua tibia, un paño húmedo y limpia el cuerpo de Tolek, eliminando la sangre y el sudor que cubren cada porción de su piel. Finalmente, tras guardar o descartar los utensilios utilizados según corresponda, James se sienta junto a él con un pincel fino y un pequeño cuenco de tinta negra preparada con carbón y hierbas rituales. Dibuja cuidadosamente símbolos en puntos estratégicos del cuerpo de Tolek: sobre el pecho, las muñecas y la frente. Cada símbolo está destinado a mejorar la circulación de energía vital, acelerar la sanación y protegerlo de influencias negativas. Al terminar, lo cubre con sábanas y mantas limpias, asegurándose de que esté ceñido y abrigado. Antes de alejarse, se inclina y le besa suavemente en los labios, dejando un susurro inaudible de alivio en el aire. Exhausto, pero consciente de que necesita cuidarse para mantenerse fuerte, se dirige a la ducha, dejando que el agua fría limpie no solo su cuerpo, sino también su mente. Luego, buscará algo de comer, sintiendo cómo el peso de la noche se incrementa lentamente.
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  • #Wendigo

    Recluido en su propia mente, James se quedó sin voz y sin lágrimas, sometido bajo la voluntad del Wendigo, observando cómo la bestia que lo domina atraviesa de un solo bocado el brazo de Tolek Zientek. La sangre cae al suelo, llena su boca, pero lo que más pesa es la culpa que lo consume. Siente cómo sus fuerzas flaquean ante la fría crueldad que lo rodea, su corazón parece detenerse, y la lucha interna que había sostenido durante tanto tiempo se apaga... Ya no puede pelear, no hay caso, fue derrotado, pero, en ese mismo momento, una sensación distinta emerge.

    Un calor abrasador se propaga desde el cráneo del Wendigo, rompiendo las cadenas que lo aprisionan. La plata líquida, astutamente impregnada por Tolek, penetra en la bestia, debilitándola.

    En ese instante, James siente las fuerzas regresar. No es suave ni gradual, es una ráfaga violenta que lo sacude desde lo más profundo. La consciencia de la criatura sigue allí, pero ahora está tambaleándose.

    James gruñe, como antes gruñó la bestia.

    — ¡Ya basta! ¡No volverás a tomar más de lo que amo!

    El Wendigo ruge dentro de él, intentando resistirse, furioso, pero debilitado.

    — No puedes... contenerme. Siempre tendré... hambre. Siempre seré... tú.

    — Eres parte de mí, pero no eres todo lo que soy. Hoy, yo decido cuándo termina.

    Las garras del Wendigo se tensan, pero James logra moverlas según su voluntad. Por primera vez, siente que su cuerpo responde a su mando en esta forma grotesca.

    — No más sangre inocente. No más control. Esta vez, tú eres el prisionero.

    Abre los ojos y un brillo azulado llena las cuencas vacías del cráneo del alce.
    #Wendigo Recluido en su propia mente, James se quedó sin voz y sin lágrimas, sometido bajo la voluntad del Wendigo, observando cómo la bestia que lo domina atraviesa de un solo bocado el brazo de [Tolek]. La sangre cae al suelo, llena su boca, pero lo que más pesa es la culpa que lo consume. Siente cómo sus fuerzas flaquean ante la fría crueldad que lo rodea, su corazón parece detenerse, y la lucha interna que había sostenido durante tanto tiempo se apaga... Ya no puede pelear, no hay caso, fue derrotado, pero, en ese mismo momento, una sensación distinta emerge. Un calor abrasador se propaga desde el cráneo del Wendigo, rompiendo las cadenas que lo aprisionan. La plata líquida, astutamente impregnada por Tolek, penetra en la bestia, debilitándola. En ese instante, James siente las fuerzas regresar. No es suave ni gradual, es una ráfaga violenta que lo sacude desde lo más profundo. La consciencia de la criatura sigue allí, pero ahora está tambaleándose. James gruñe, como antes gruñó la bestia. — ¡Ya basta! ¡No volverás a tomar más de lo que amo! El Wendigo ruge dentro de él, intentando resistirse, furioso, pero debilitado. — No puedes... contenerme. Siempre tendré... hambre. Siempre seré... tú. — Eres parte de mí, pero no eres todo lo que soy. Hoy, yo decido cuándo termina. Las garras del Wendigo se tensan, pero James logra moverlas según su voluntad. Por primera vez, siente que su cuerpo responde a su mando en esta forma grotesca. — No más sangre inocente. No más control. Esta vez, tú eres el prisionero. Abre los ojos y un brillo azulado llena las cuencas vacías del cráneo del alce.
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  • #Wendigo

    Primero, fue una negrura insondable. Un frío sobrecogedor. Un vacío infinito que parecía extenderse eternamente. Después, todo se tiñó de rojo. James se encontró atrapado en ese espacio cerrado, una prisión en su propia mente, donde el único sonido era el latido sordo de un corazón compartido.

    Frente a él, los ojos del Wendigo brillaban con una ferocidad escalofriante. Podía ver, oír y sentir lo mismo que la criatura que había reclamado su cuerpo, pero estaba condenado a ser solo un espectador. Sin embargo, cuando comprendió que el objetivo era una niña inocente, luchó con todo lo que le quedaba, intentando intervenir.

    — ¡Detente! No tienes que hacerlo. ¡Déjala ir!

    — Ella es... débil. Su vida... no significa nada —le respondió un gruñido profundo, reverberando en el vacío.

    — ¡Significa todo! No somos lo que consumimos. ¡No somos solo hambre!

    — ¿Nosotros...? Tú... Tu eres débil. Yo soy la fuerza... que te mantiene... vivo. Sin mí... serías polvo.

    — ¿A qué costo? ¿A costa de perder lo poco que me queda de humanidad? Prefiero morir luchando que vivir como un monstruo.

    — No puedes luchar... contra mí —amenazó la bestia— Eres mío. La niña... también lo será... Y su alma... Su carne... nos alimentará.

    James sintió el peso del control del Wendigo como cadenas invisibles cerrándose sobre su cuello, quitándole el aire y la posibilidad de hablar, pero no la consciencia. Lagrimas cayeron por sus mejillas cuando sintió la tibieza de la sangre en sus propios dedos, como si fueran estos y no las grotescas garras de las bestia las que acababan de arrebatarle la vida a una niña inocente.
    #Wendigo Primero, fue una negrura insondable. Un frío sobrecogedor. Un vacío infinito que parecía extenderse eternamente. Después, todo se tiñó de rojo. James se encontró atrapado en ese espacio cerrado, una prisión en su propia mente, donde el único sonido era el latido sordo de un corazón compartido. Frente a él, los ojos del Wendigo brillaban con una ferocidad escalofriante. Podía ver, oír y sentir lo mismo que la criatura que había reclamado su cuerpo, pero estaba condenado a ser solo un espectador. Sin embargo, cuando comprendió que el objetivo era una niña inocente, luchó con todo lo que le quedaba, intentando intervenir. — ¡Detente! No tienes que hacerlo. ¡Déjala ir! — Ella es... débil. Su vida... no significa nada —le respondió un gruñido profundo, reverberando en el vacío. — ¡Significa todo! No somos lo que consumimos. ¡No somos solo hambre! — ¿Nosotros...? Tú... Tu eres débil. Yo soy la fuerza... que te mantiene... vivo. Sin mí... serías polvo. — ¿A qué costo? ¿A costa de perder lo poco que me queda de humanidad? Prefiero morir luchando que vivir como un monstruo. — No puedes luchar... contra mí —amenazó la bestia— Eres mío. La niña... también lo será... Y su alma... Su carne... nos alimentará. James sintió el peso del control del Wendigo como cadenas invisibles cerrándose sobre su cuello, quitándole el aire y la posibilidad de hablar, pero no la consciencia. Lagrimas cayeron por sus mejillas cuando sintió la tibieza de la sangre en sus propios dedos, como si fueran estos y no las grotescas garras de las bestia las que acababan de arrebatarle la vida a una niña inocente.
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  • ──── 𝗗𝗼𝘀 𝗦𝗲𝗺𝗮𝗻𝗮𝘀 𝗔𝘁𝗿𝗮́𝘀

    #Wendigo #ElBrujoCojo

    Una espesa lluvia caía aquella noche sobre Nueva York, el agua resbalaba por los ventanales del penthouse mientras las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos. James caminaba con cautela por la escena del crimen tras recibir la urgida llamada de Mark, su contacto en la policía. Las hojas del joven árbol de narcisos que había crecido de forma grotesca en el centro de la sala se agitaban levemente, como si aún respiraran la esencia de la víctima que lo alimentó; "No pasó más de un par de horas", pensó.

    Mark se mantenía en silencio, cruzado de brazos, observando cómo James inspeccionaba la habitación. Las raíces se extendían como venas negras por el suelo, enredadas en los muebles y entrelazadas con los restos momificados del mafioso.

    — Esto es... inquietante —murmuró James, apartando una hoja que caía sobre su hombro.

    Mark asintió, su expresión severa.

    — El tipo lo merecía. Secuestro, abuso, asesinato, tráfico, tenía el cartón lleno, pero esto... no es algo que pueda justificar en un informe.

    James se arrodilló, rozando la madera retorcida. Sentía la energía residual, el poder de Tolek impregnado en cada fibra del árbol. Luego, siguiendo el tronco hacia la copa, cayó en cuenta de los domos en el techo: cámaras de seguridad.

    — ¿Has visto las grabaciones? —preguntó James, su voz firme.

    Mark suspiró profundamente y asintió.

    — Sí, lo sé. Las revisé antes de que llegaras.

    James respiró profundamente, un nudo formándose en su estómago.

    — ¿Qué captaron?

    Mark miró hacia el árbol, luego a James.

    — Todo. La retención de un chico, la irrupción de Tolek para socorrerlo... Y cómo la semilla creció dentro de ese bastardo hasta convertirlo en esto. Las imágenes están distorsionadas, como es usual, pero en algunos fotogramas alcanza a distinguirse su rostro con claridad.

    James se levantó, colocando una mano sobre el hombro de su amigo.

    — Hay cosas que el sistema no puede manejar, Mark. Sabes que lo que hizo fue justo, aunque no sea legal. Necesitamos destruir esas grabaciones. Por él, y por el chico que salvó.

    El policía titubeó por un momento, mirando el árbol con un gesto de desagrado, pero finalmente asintió.

    — Lo haré. Pero, James... esto no puede repetirse. Si alguien más descubre lo que pasó, estaremos en problemas.

    James asintió solemnemente.

    — Lo sé. Gracias, Mark.

    Cuando James salió del penthouse, el aire frío y húmedo de la noche le golpeó el rostro. La lluvia continuaba cayendo, formando charcos en las aceras iluminadas por las farolas. Se ajustó el abrigo y caminó unos pasos antes de detenerse bajo la marquesina del edificio. Sacó su teléfono, sus dedos aún húmedos, y abrió su lista de contactos.

    Encontró el nombre de Tolek Zientek y, tras un breve suspiro, escribió:

    "Tenemos que hablar. He estado en el penthouse. Llámame cuando puedas."

    ──── 𝗗𝗼𝘀 𝗦𝗲𝗺𝗮𝗻𝗮𝘀 𝗔𝘁𝗿𝗮́𝘀 #Wendigo #ElBrujoCojo Una espesa lluvia caía aquella noche sobre Nueva York, el agua resbalaba por los ventanales del penthouse mientras las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos. James caminaba con cautela por la escena del crimen tras recibir la urgida llamada de Mark, su contacto en la policía. Las hojas del joven árbol de narcisos que había crecido de forma grotesca en el centro de la sala se agitaban levemente, como si aún respiraran la esencia de la víctima que lo alimentó; "No pasó más de un par de horas", pensó. Mark se mantenía en silencio, cruzado de brazos, observando cómo James inspeccionaba la habitación. Las raíces se extendían como venas negras por el suelo, enredadas en los muebles y entrelazadas con los restos momificados del mafioso. — Esto es... inquietante —murmuró James, apartando una hoja que caía sobre su hombro. Mark asintió, su expresión severa. — El tipo lo merecía. Secuestro, abuso, asesinato, tráfico, tenía el cartón lleno, pero esto... no es algo que pueda justificar en un informe. James se arrodilló, rozando la madera retorcida. Sentía la energía residual, el poder de Tolek impregnado en cada fibra del árbol. Luego, siguiendo el tronco hacia la copa, cayó en cuenta de los domos en el techo: cámaras de seguridad. — ¿Has visto las grabaciones? —preguntó James, su voz firme. Mark suspiró profundamente y asintió. — Sí, lo sé. Las revisé antes de que llegaras. James respiró profundamente, un nudo formándose en su estómago. — ¿Qué captaron? Mark miró hacia el árbol, luego a James. — Todo. La retención de un chico, la irrupción de Tolek para socorrerlo... Y cómo la semilla creció dentro de ese bastardo hasta convertirlo en esto. Las imágenes están distorsionadas, como es usual, pero en algunos fotogramas alcanza a distinguirse su rostro con claridad. James se levantó, colocando una mano sobre el hombro de su amigo. — Hay cosas que el sistema no puede manejar, Mark. Sabes que lo que hizo fue justo, aunque no sea legal. Necesitamos destruir esas grabaciones. Por él, y por el chico que salvó. El policía titubeó por un momento, mirando el árbol con un gesto de desagrado, pero finalmente asintió. — Lo haré. Pero, James... esto no puede repetirse. Si alguien más descubre lo que pasó, estaremos en problemas. James asintió solemnemente. — Lo sé. Gracias, Mark. Cuando James salió del penthouse, el aire frío y húmedo de la noche le golpeó el rostro. La lluvia continuaba cayendo, formando charcos en las aceras iluminadas por las farolas. Se ajustó el abrigo y caminó unos pasos antes de detenerse bajo la marquesina del edificio. Sacó su teléfono, sus dedos aún húmedos, y abrió su lista de contactos. Encontró el nombre de [Tolek] y, tras un breve suspiro, escribió: "Tenemos que hablar. He estado en el penthouse. Llámame cuando puedas."
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  • 𝗔𝗰𝗰𝗶𝗱𝗲𝗻𝘁𝗲𝘀 𝘆 𝗙𝗲𝗻𝗼́𝗺𝗲𝗻𝗼𝘀 𝗘𝘅𝘁𝗿𝗮𝗻̃𝗼𝘀 𝗲𝗻 𝗖𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮𝗹 𝗣𝗮𝗿𝗸 𝗜𝗻𝘁𝗿𝗶𝗴𝗮𝗻 𝗮 𝗹𝗮𝘀 𝗔𝘂𝘁𝗼𝗿𝗶𝗱𝗮𝗱𝗲𝘀

    #Wendigo #WendigoNews

    Nueva York, 28 de noviembre del 2024 — Hoy, aproximadamente a las 18:30 horas, la calma habitual de la calle 59, Central Park South, fue interrumpida por una cadena de eventos que han dejado a residentes y testigos perplejos. Un autobús de pasajeros que circulaba por la vía chocó con lo que, según los testigos, parecía ser una persona. Algunos relataron que alguien fue empujado frente al vehículo, aunque las versiones varían y el misterio solo crece: ni la policía ni los paramédicos encontraron un cuerpo, restos de ropa, ni rastros de sangre en el autobús. Sin embargo, el daño en el vehículo sugiere que el impacto fue contra algo mucho más denso y pesado. El conductor y dos pasajeros resultaron heridos, aunque, afortunadamente, ninguno presenta lesiones de gravedad.

    Para empeorar la situación, una grúa que trabajaba en la construcción de un edificio cercano perdió estabilidad y terminó volcando, sin razón aparente, a pocos metros del lugar de los hechos. Los operadores afirmaron que no hubo fallas mecánicas ni movimientos inesperados en el suelo, lo que ha llevado a los investigadores a barajar hipótesis aún sin respuesta.

    Por si fuera poco, durante el tiempo que ocurrieron estos accidentes, numerosos transeúntes reportaron un inexplicable oscurecimiento en el centro de Central Park. Testigos describen una sombra densa y extensa que pareció envolver la zona, a pesar de que el cielo estaba despejado y aún había luz natural.

    “Fue como si algo enorme estuviera allí” comentó Marcia Evers, una paseante que observó la sombra desde una distancia segura. “Y luego desapareció tan rápido como llegó. Fue aterrador.”

    Las autoridades locales han iniciado investigaciones para esclarecer los hechos y determinar si existe alguna conexión entre los accidentes y el misterioso fenómeno del parque. Por ahora, los residentes y visitantes de la zona se mantienen cautelosos y sumidos en el desconcierto.

    ᴶˑ ᴮˑ
    ᴿᵉᵖᵒʳᵗᵉʳᵒ ᴵᶰᵛᵉˢᵗᶤᵍᵃᵗᶤᵛᵒ˒
    ᵀʰᵉ ᴺᵉʷ ᵞᵒʳᵏ ᑦʰʳᵒᶰᶤᶜˡᵉ
    𝗔𝗰𝗰𝗶𝗱𝗲𝗻𝘁𝗲𝘀 𝘆 𝗙𝗲𝗻𝗼́𝗺𝗲𝗻𝗼𝘀 𝗘𝘅𝘁𝗿𝗮𝗻̃𝗼𝘀 𝗲𝗻 𝗖𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮𝗹 𝗣𝗮𝗿𝗸 𝗜𝗻𝘁𝗿𝗶𝗴𝗮𝗻 𝗮 𝗹𝗮𝘀 𝗔𝘂𝘁𝗼𝗿𝗶𝗱𝗮𝗱𝗲𝘀 #Wendigo #WendigoNews Nueva York, 28 de noviembre del 2024 — Hoy, aproximadamente a las 18:30 horas, la calma habitual de la calle 59, Central Park South, fue interrumpida por una cadena de eventos que han dejado a residentes y testigos perplejos. Un autobús de pasajeros que circulaba por la vía chocó con lo que, según los testigos, parecía ser una persona. Algunos relataron que alguien fue empujado frente al vehículo, aunque las versiones varían y el misterio solo crece: ni la policía ni los paramédicos encontraron un cuerpo, restos de ropa, ni rastros de sangre en el autobús. Sin embargo, el daño en el vehículo sugiere que el impacto fue contra algo mucho más denso y pesado. El conductor y dos pasajeros resultaron heridos, aunque, afortunadamente, ninguno presenta lesiones de gravedad. Para empeorar la situación, una grúa que trabajaba en la construcción de un edificio cercano perdió estabilidad y terminó volcando, sin razón aparente, a pocos metros del lugar de los hechos. Los operadores afirmaron que no hubo fallas mecánicas ni movimientos inesperados en el suelo, lo que ha llevado a los investigadores a barajar hipótesis aún sin respuesta. Por si fuera poco, durante el tiempo que ocurrieron estos accidentes, numerosos transeúntes reportaron un inexplicable oscurecimiento en el centro de Central Park. Testigos describen una sombra densa y extensa que pareció envolver la zona, a pesar de que el cielo estaba despejado y aún había luz natural. “Fue como si algo enorme estuviera allí” comentó Marcia Evers, una paseante que observó la sombra desde una distancia segura. “Y luego desapareció tan rápido como llegó. Fue aterrador.” Las autoridades locales han iniciado investigaciones para esclarecer los hechos y determinar si existe alguna conexión entre los accidentes y el misterioso fenómeno del parque. Por ahora, los residentes y visitantes de la zona se mantienen cautelosos y sumidos en el desconcierto. ᴶˑ ᴮˑ ᴿᵉᵖᵒʳᵗᵉʳᵒ ᴵᶰᵛᵉˢᵗᶤᵍᵃᵗᶤᵛᵒ˒ ᵀʰᵉ ᴺᵉʷ ᵞᵒʳᵏ ᑦʰʳᵒᶰᶤᶜˡᵉ
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  • Ya no puedo distinguir el mundo real, del páramo blanco en el que estoy.

    Recuerdo que la primera vez pensé que se trataba de un sueño. Pero ahora, con los susurros zumbando en mis oídos, no estoy seguro, bien podría ser una treta de mi mente fragmentada o tal vez se trata de mi infierno personal.

    —¿A qué viniste?

    Ante mi apareció una figura, una silueta oscura que carga gruesas y pesadas cadenas enredadas en sus manos. Levanté la cabeza para poder ver su rostro, pero allí solo encontré un par de relucientes orbes dorados, una mirada rebosante de ego y corroída por la malicia.

    ...

    Sigo deambulando por este maldito bosque, acompañado por el constante roce del viento helado en mi cara y el crujir de la nieve bajo mis botas. Los rugidos desaparecieron, cosa que solo me generó preocupación. No he vuelto ver rastros de sangre, huellas en la nieve o árboles caídos, solamente una que otra marca de arañazos en los troncos de los pinos.

    —Tal vez... No es por aquí... ¿A donde carajo fui a parar?

    Me preocupé un poco menos que antes, solamente para estresarme y ponerme ansioso. Me perdí al intentar seguir a ese mendigo brujo, y seguramente a él le importó un bledo.

    Mis quejas se vieron interrumpidas, pude sentir el abrazo del frío directamente en mi piel. Me abracé a mi mismo en un intento de recuperar calor, pero fue inútil. Ya no siento la cara, tiemblo demasiado y mi cuerpo responde torpemente.

    —Creo... Que tomaré un descanso...

    Tambaleando me acerqué a uno de los pinos que tenía más cerca. Sentado a sus pies, casi que incapaz de reconocer las figuras de los árboles que me rodean, fue que poco a poco me dí cuenta del problema; hipotermia.

    Mis párpados buscan cerrarse, a pesar de mis esfuerzos por mantener los ojos abiertos. No pasó mucho para que me quedara sin fuerzas y justo antes de caer en el que posiblemente sería mi último sueño, pude ver al monstruo que seguíamos; inmenso, con denso pelaje negro y coronado con un par de cuernos grises.

    —Eres... Un hijo de puta... Muy feo...

    ...

    Pobre dolboeb, solo me duraste tres añitos. Pero bueno, no eras tan valioso como para mantenerte cerca.

    —¿Tiene buen sabor?

    Esa cosa no usó palabras para responderme, en su lugar solo obtuve el crujido grotesco y errático de su salvajismo al masticar. Su hambre es tan insaciable como dicen, hasta me ignora con tal de seguir masticando la espalda del tarado que en su momento fue mi subordinado.

    —Hmmm... ¡Kafka!

    Alcé la voz, consiguiendo con éxito que dejé de tragar y alcé su mirada hacia mi. Ahora puedo verlo bien, no es un Wendigo genuino pero es muy feo; su cráneo de venado estaba desencajando un cráneo humano, le quedó como si fuera un casco; su piel es negra, con un tono grisáceo; su espalda tiene una fila de púas puntiagudas, es posible que la columna esté estirada o simplemente deformada; y tiene una puta cola.

    —¿Eres un Wendigo o una Quimera? Dios, eres un desastre de mierda, ¡Jajaja!
    Ya no puedo distinguir el mundo real, del páramo blanco en el que estoy. Recuerdo que la primera vez pensé que se trataba de un sueño. Pero ahora, con los susurros zumbando en mis oídos, no estoy seguro, bien podría ser una treta de mi mente fragmentada o tal vez se trata de mi infierno personal. —¿A qué viniste? Ante mi apareció una figura, una silueta oscura que carga gruesas y pesadas cadenas enredadas en sus manos. Levanté la cabeza para poder ver su rostro, pero allí solo encontré un par de relucientes orbes dorados, una mirada rebosante de ego y corroída por la malicia. ... Sigo deambulando por este maldito bosque, acompañado por el constante roce del viento helado en mi cara y el crujir de la nieve bajo mis botas. Los rugidos desaparecieron, cosa que solo me generó preocupación. No he vuelto ver rastros de sangre, huellas en la nieve o árboles caídos, solamente una que otra marca de arañazos en los troncos de los pinos. —Tal vez... No es por aquí... ¿A donde carajo fui a parar? Me preocupé un poco menos que antes, solamente para estresarme y ponerme ansioso. Me perdí al intentar seguir a ese mendigo brujo, y seguramente a él le importó un bledo. Mis quejas se vieron interrumpidas, pude sentir el abrazo del frío directamente en mi piel. Me abracé a mi mismo en un intento de recuperar calor, pero fue inútil. Ya no siento la cara, tiemblo demasiado y mi cuerpo responde torpemente. —Creo... Que tomaré un descanso... Tambaleando me acerqué a uno de los pinos que tenía más cerca. Sentado a sus pies, casi que incapaz de reconocer las figuras de los árboles que me rodean, fue que poco a poco me dí cuenta del problema; hipotermia. Mis párpados buscan cerrarse, a pesar de mis esfuerzos por mantener los ojos abiertos. No pasó mucho para que me quedara sin fuerzas y justo antes de caer en el que posiblemente sería mi último sueño, pude ver al monstruo que seguíamos; inmenso, con denso pelaje negro y coronado con un par de cuernos grises. —Eres... Un hijo de puta... Muy feo... ... Pobre dolboeb, solo me duraste tres añitos. Pero bueno, no eras tan valioso como para mantenerte cerca. —¿Tiene buen sabor? Esa cosa no usó palabras para responderme, en su lugar solo obtuve el crujido grotesco y errático de su salvajismo al masticar. Su hambre es tan insaciable como dicen, hasta me ignora con tal de seguir masticando la espalda del tarado que en su momento fue mi subordinado. —Hmmm... ¡Kafka! Alcé la voz, consiguiendo con éxito que dejé de tragar y alcé su mirada hacia mi. Ahora puedo verlo bien, no es un Wendigo genuino pero es muy feo; su cráneo de venado estaba desencajando un cráneo humano, le quedó como si fuera un casco; su piel es negra, con un tono grisáceo; su espalda tiene una fila de púas puntiagudas, es posible que la columna esté estirada o simplemente deformada; y tiene una puta cola. —¿Eres un Wendigo o una Quimera? Dios, eres un desastre de mierda, ¡Jajaja!
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  • //Bueno, un inicio nuevo y un poco más dramático. Ya nada puede malir sal, y si lo hace... Me la corto



    —¿Conoces... La psicosis por Wendigo? —Una pregunta repentina, una bastante peculiar viniendo de él; el hombre más impulsivo, desinteresado y poco culto que he conocido.

    —Escuché sobre el Wendigo. Se supone que es un monstruo de fantasía o algo así.

    Giré para verlo a los ojos, a sus dorados ojos que se habían posado en mí. Sonrió, sin vergüenza me mostró esa retorcida sonrisa que no se cansa de esbozar todos los días.

    —Es parte de la mitología de los algonquinos y otras tribus, por allá en Canadá. Se dice que es un espíritu maligno con corazón de hielo, un hambre insaciable y una escalofriante habilidad para cazar.

    Es, sin lugar a dudas, una persona enferma, un loco peor que los tipos de internet. Me contó sobre esa criatura, tan alegre como un niño.

    —¿Y qué tiene que ver la psicosis?

    —La leyenda del Wendigo aterraba a los nativos, en especial en situaciones críticas... Como la hambruna; desesperados por llenar sus estómagos comieron la carne de los suyos y se excusaron con la supuesta posesión de un espíritu, el Wendigo. A partir de ahí nació lo que hoy se conoce como "psicosis por Wendigo", una enfermedad capaz de pudrir tu cerebro hasta el punto de desear probar la carne humana.

    Brillo, eso noté en los intensos orbes de oro que porta el lunático para el que trabajo. Han pasado años y aún me asquea la idea de que genuinamente esté enfermo de la cabeza, o de que esté fingiendo demencia de una forma muy buena.

    No pude aguantar y volví a mirar hacia adelante, solo para volver a ver el desastre que dejó nuestro objetivo; árboles partidos a la mitad, aparentemente por zarpazos de extrema fuerza, y huellas gigantes de pezuñas en la nieve blanca, manchada con grandes charcos de sangre tibia.

    —Entonces... Vinimos a buscar eso; Un Wendigo... — Cuestioné a mi patrón, a ese tipo capaz de ignorar el frío de la noche hasta el punto de cruzar medio bosque con el torso desnudo.

    —No a uno genuino. El Wendigo no tiene pezuñas, es más similar a un gran hombre delgado y con mucho pelaje. Se podría decir que es un pariente de pie grande.

    —Ya veo...

    No hubo más charla, solo nuestro silencio siendo entrecortado por ventiscas heladas capaces de perforar mi grueso abrigo como si fuera de tela. Te maldigo, Yellowknife, a tí, y a tus bosques nevados.

    ...

    Frío, puedo sentirlo abrazando mi piel mientras la calidez abandona poco a poco mi cuerpo. Vuelvo a sentir, a ser capaz de moverme por mi voluntad.

    —... Volví...

    Pero a estas alturas, luego de todo el daño que hiciste, ¿De qué te sirve? Ni siquiera la sangre en tus manos está caliente, ahora está fría y pegada a tí. Cada uno de ellos... por tu culpa, por tu deseo egoísta de querer vivir aunque sea un poco más.

    —... Yo no sabía que esto pasaría.

    Pero lo hiciste, fue tu decisión a final de cuentas. Ahora mírate, bañado en la sangre de personas que también querían volver a casa. Deja de taparte los oídos y responde; ¿Aún recuerdas el sabor?

    —¡Cállate! ¡Solo cállate!

    Su carne aún está atascada entre tus dientes, sus almas yacen encadenadas a la tuya. Pudiste simplemente resignarte, pero elegiste hacer un último esfuerzo.

    ¿Aún lo sientes? El dolor, la ruptura de cada hueso, el desgarramiento de cada centímetro de piel... El hambre, ¿Puedes sentirla, Kafka?.

    ...

    Un estruendoso rugido cortó con el silencio que teníamos entre nosotros, tan poderoso que sacudió las ramas de los árboles y tiró la nieve acumulada en sus hojas.

    —¿Qué habilidades tiene el Wendigo? —A pesar de lo fuerte que fue, no pude encontrar el origen. Giré en varias direcciones, forcé mis ojos a intentar ver en la oscuridad, pero el sonido parecía venir de todas partes.

    —Dicen las malas lenguas que puede desorientar a sus presas, imitando sonidos, voces o haciendo que sus rugidos hagan eco en distintas partes de su área de cacería. Justo como ahora, seguramente no puedes ubicar de dónde vino ¿Verdad? —

    Tan sonriente como siempre, respondió mientras ensancha esa horrible sonrisa. E igual de impulsivo como siempre; salió corriendo, parece que al final pudo encontrar el origen del rugido.

    —Maldito brujo de porquería.

    Claro que yo no pude. Intenté seguirlo, pero el bastardo no demoró nada en perderse en medio de los árboles y la oscuridad de la noche. Me quedé solo, expuesto a que un monstruo de dos metros me ataque en cualquier momento.

    Es todo; después de esto le pido un aumento o renuncio.






    //Siento yo que hacer que un personaje te caiga mal es más fácil que hacer que varios personajes te caigan bien. Así que ahora voy a intentar darle otro enfoque al asunto (?)
    //Bueno, un inicio nuevo y un poco más dramático. Ya nada puede malir sal, y si lo hace... Me la corto 👺 —¿Conoces... La psicosis por Wendigo? —Una pregunta repentina, una bastante peculiar viniendo de él; el hombre más impulsivo, desinteresado y poco culto que he conocido. —Escuché sobre el Wendigo. Se supone que es un monstruo de fantasía o algo así. Giré para verlo a los ojos, a sus dorados ojos que se habían posado en mí. Sonrió, sin vergüenza me mostró esa retorcida sonrisa que no se cansa de esbozar todos los días. —Es parte de la mitología de los algonquinos y otras tribus, por allá en Canadá. Se dice que es un espíritu maligno con corazón de hielo, un hambre insaciable y una escalofriante habilidad para cazar. Es, sin lugar a dudas, una persona enferma, un loco peor que los tipos de internet. Me contó sobre esa criatura, tan alegre como un niño. —¿Y qué tiene que ver la psicosis? —La leyenda del Wendigo aterraba a los nativos, en especial en situaciones críticas... Como la hambruna; desesperados por llenar sus estómagos comieron la carne de los suyos y se excusaron con la supuesta posesión de un espíritu, el Wendigo. A partir de ahí nació lo que hoy se conoce como "psicosis por Wendigo", una enfermedad capaz de pudrir tu cerebro hasta el punto de desear probar la carne humana. Brillo, eso noté en los intensos orbes de oro que porta el lunático para el que trabajo. Han pasado años y aún me asquea la idea de que genuinamente esté enfermo de la cabeza, o de que esté fingiendo demencia de una forma muy buena. No pude aguantar y volví a mirar hacia adelante, solo para volver a ver el desastre que dejó nuestro objetivo; árboles partidos a la mitad, aparentemente por zarpazos de extrema fuerza, y huellas gigantes de pezuñas en la nieve blanca, manchada con grandes charcos de sangre tibia. —Entonces... Vinimos a buscar eso; Un Wendigo... — Cuestioné a mi patrón, a ese tipo capaz de ignorar el frío de la noche hasta el punto de cruzar medio bosque con el torso desnudo. —No a uno genuino. El Wendigo no tiene pezuñas, es más similar a un gran hombre delgado y con mucho pelaje. Se podría decir que es un pariente de pie grande. —Ya veo... No hubo más charla, solo nuestro silencio siendo entrecortado por ventiscas heladas capaces de perforar mi grueso abrigo como si fuera de tela. Te maldigo, Yellowknife, a tí, y a tus bosques nevados. ... Frío, puedo sentirlo abrazando mi piel mientras la calidez abandona poco a poco mi cuerpo. Vuelvo a sentir, a ser capaz de moverme por mi voluntad. —... Volví... Pero a estas alturas, luego de todo el daño que hiciste, ¿De qué te sirve? Ni siquiera la sangre en tus manos está caliente, ahora está fría y pegada a tí. Cada uno de ellos... por tu culpa, por tu deseo egoísta de querer vivir aunque sea un poco más. —... Yo no sabía que esto pasaría. Pero lo hiciste, fue tu decisión a final de cuentas. Ahora mírate, bañado en la sangre de personas que también querían volver a casa. Deja de taparte los oídos y responde; ¿Aún recuerdas el sabor? —¡Cállate! ¡Solo cállate! Su carne aún está atascada entre tus dientes, sus almas yacen encadenadas a la tuya. Pudiste simplemente resignarte, pero elegiste hacer un último esfuerzo. ¿Aún lo sientes? El dolor, la ruptura de cada hueso, el desgarramiento de cada centímetro de piel... El hambre, ¿Puedes sentirla, Kafka?. ... Un estruendoso rugido cortó con el silencio que teníamos entre nosotros, tan poderoso que sacudió las ramas de los árboles y tiró la nieve acumulada en sus hojas. —¿Qué habilidades tiene el Wendigo? —A pesar de lo fuerte que fue, no pude encontrar el origen. Giré en varias direcciones, forcé mis ojos a intentar ver en la oscuridad, pero el sonido parecía venir de todas partes. —Dicen las malas lenguas que puede desorientar a sus presas, imitando sonidos, voces o haciendo que sus rugidos hagan eco en distintas partes de su área de cacería. Justo como ahora, seguramente no puedes ubicar de dónde vino ¿Verdad? — Tan sonriente como siempre, respondió mientras ensancha esa horrible sonrisa. E igual de impulsivo como siempre; salió corriendo, parece que al final pudo encontrar el origen del rugido. —Maldito brujo de porquería. Claro que yo no pude. Intenté seguirlo, pero el bastardo no demoró nada en perderse en medio de los árboles y la oscuridad de la noche. Me quedé solo, expuesto a que un monstruo de dos metros me ataque en cualquier momento. Es todo; después de esto le pido un aumento o renuncio. //Siento yo que hacer que un personaje te caiga mal es más fácil que hacer que varios personajes te caigan bien. Así que ahora voy a intentar darle otro enfoque al asunto (?)
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  • James caminaba por las calles oscuras de Nueva York, las luces de la ciudad reflejándose en los charcos de agua sucia mientras la lluvia fina caía sobre su sombrero cowboy. Sus pasos resonaban solitarios en las aceras desiertas. Estaba sumido en sus pensamientos, cuando una figura apareció de entre las sombras, deteniéndolo en seco.

    Era una mujer, alta, de porte elegante. No se veía amenazante, pero desde el primer instante algo en ella lo hizo estremecerse. Había algo en esos ojos fríos y profundos... Y en la rosa que le ofrecía.

    Había algo que ponía en alerta a la parte humana de James. Sin pensarlo, dio un paso atrás, sintiendo un frío recorrerle la espalda. La humanidad en él gritaba advertencias, le instaba a marcharse. Había algo terriblemente mal en esta mujer, una oscuridad que pulsaba desde el centro de su ser, envolviéndola como un manto invisible, pero fue entonces cuando el wendigo dentro de él punzó en su interior.

    El olor. No el perfume floral de la rosa, sino un aroma sutil, de muerte y descomposición que sólo su parte bestial podía percibir. Aquella mujer no era simplemente una amenaza; era algo más. El wendigo la reconocía como a un igual, un emisario de la muerte, alguien que caminaba en el mismo delgado hilo entre lo vivo y lo muerto.

    James alargó lentamente la mano, sus dedos tomando el tallo con tanta delicadeza como precaución. La fragancia de la flor llenaba el aire, pero lo sintió artificial, como la mujer misma. No obstante, el wendigo en él rugía de reconocimiento. Sabía que esa flor no era un símbolo de amor o ternura, sino un mensaje, un preludio de algo más oscuro.

    ─ ¿Quién eres? ─preguntó, su voz grave y controlada, aunque sentía una lucha interna por mantener la calma. El wendigo empujaba, queriendo dominar la situación, mientras su lado humano lo instaba a correr, a alejarse de aquello que claramente traía consigo una amenaza, pero no había sobrevivido más de doscientos años cuerdo sin ser capaz de dominarse... Y al monstruo en su interior.

    [vittoriaomorte226543]
    James caminaba por las calles oscuras de Nueva York, las luces de la ciudad reflejándose en los charcos de agua sucia mientras la lluvia fina caía sobre su sombrero cowboy. Sus pasos resonaban solitarios en las aceras desiertas. Estaba sumido en sus pensamientos, cuando una figura apareció de entre las sombras, deteniéndolo en seco. Era una mujer, alta, de porte elegante. No se veía amenazante, pero desde el primer instante algo en ella lo hizo estremecerse. Había algo en esos ojos fríos y profundos... Y en la rosa que le ofrecía. Había algo que ponía en alerta a la parte humana de James. Sin pensarlo, dio un paso atrás, sintiendo un frío recorrerle la espalda. La humanidad en él gritaba advertencias, le instaba a marcharse. Había algo terriblemente mal en esta mujer, una oscuridad que pulsaba desde el centro de su ser, envolviéndola como un manto invisible, pero fue entonces cuando el wendigo dentro de él punzó en su interior. El olor. No el perfume floral de la rosa, sino un aroma sutil, de muerte y descomposición que sólo su parte bestial podía percibir. Aquella mujer no era simplemente una amenaza; era algo más. El wendigo la reconocía como a un igual, un emisario de la muerte, alguien que caminaba en el mismo delgado hilo entre lo vivo y lo muerto. James alargó lentamente la mano, sus dedos tomando el tallo con tanta delicadeza como precaución. La fragancia de la flor llenaba el aire, pero lo sintió artificial, como la mujer misma. No obstante, el wendigo en él rugía de reconocimiento. Sabía que esa flor no era un símbolo de amor o ternura, sino un mensaje, un preludio de algo más oscuro. ─ ¿Quién eres? ─preguntó, su voz grave y controlada, aunque sentía una lucha interna por mantener la calma. El wendigo empujaba, queriendo dominar la situación, mientras su lado humano lo instaba a correr, a alejarse de aquello que claramente traía consigo una amenaza, pero no había sobrevivido más de doscientos años cuerdo sin ser capaz de dominarse... Y al monstruo en su interior. [vittoriaomorte226543]
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