• .⋆♱⃓ " Nunca esta de mas una buena vevida humana..."

    —El chico estaba desbastado desde el domingo que habia renunciado a su trabajo no habia podido encontrar ningun otro , esto lo tenia extresado...
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  • Silencio en el bosque
    Fandom Oc
    Categoría Suspenso
    -Aquel detective fue llamado nuevamente a una escena. El humo del cigarrillo danzaba entre sus dedos, mientras el aroma amargo del tabaco se mezclaba con el aire húmedo del amanecer. Inhaló profundo, sintiendo cómo la calidez del humo se instalaba en sus pulmones,buscando tal vez calmar una parte inquieta dentro de el. Con cada paso, liberaba una delgada estela gris que se desvanecía a su espalda. Se detuvo al borde del perímetro acordonado, lo bastante cerca para observar cada detalle sin alterar la escena del crimen.-

    Pensé que este sería uno de esos días tranquilos…

    -murmuró con voz baja, un tono entre cansancio y resignación, mientras apagaba el cigarro contra su vieja cigarrera metálica, aquella con iniciales grabadas que solo él entendía, guardandola con la precisión de un ritual, sin dejar rastro alguno más que aquel aroma en su ropa -

    Supongo que me equivoqué.

    -El suelo estaba húmedo, la tierra cediendo bajo sus botas con cada paso que daba, El frío del bosque le calaba los huesos, sin embargo parecía no reaccionar casi como si solo se dedicará a observar la escena, De reojo veía los destellos de las cámaras que capturaban el caos detenido: huellas enlodadas, ramas rotas, una cinta amarilla temblando al ritmo del viento, un par de zapatos dispersos y, junto a un árbol, el cuerpo sin vida de un hombre. El cuello mostraba señales de lucha y a unos metros, un arma junto a lo que parecían ser 2 casquillos a medio enterrar en el lodo-

    ¿Tenemos algún sospechoso? ¿Testigos, tal vez?

    -preguntó sin levantar la voz, mientras ocultaba sus manos en los bolsillos de la gabardina. La forma en que lo dijo no sonó a protocolo, sino a costumbre, a alguien que ya conocía las respuestas antes de oírlas-

    -mientras tanto su mirada recorria la escena con esa mezcla de precisión y melancolía que lo caracterizaba, como si cada cadáver le recordara algo que prefería mantener enterrado. El aroma del último cigarro aún parecía flotar a su alrededor, como una sombra persistente, como si nunca se extinguiera del todo-
    -Aquel detective fue llamado nuevamente a una escena. El humo del cigarrillo danzaba entre sus dedos, mientras el aroma amargo del tabaco se mezclaba con el aire húmedo del amanecer. Inhaló profundo, sintiendo cómo la calidez del humo se instalaba en sus pulmones,buscando tal vez calmar una parte inquieta dentro de el. Con cada paso, liberaba una delgada estela gris que se desvanecía a su espalda. Se detuvo al borde del perímetro acordonado, lo bastante cerca para observar cada detalle sin alterar la escena del crimen.- Pensé que este sería uno de esos días tranquilos… -murmuró con voz baja, un tono entre cansancio y resignación, mientras apagaba el cigarro contra su vieja cigarrera metálica, aquella con iniciales grabadas que solo él entendía, guardandola con la precisión de un ritual, sin dejar rastro alguno más que aquel aroma en su ropa - Supongo que me equivoqué. -El suelo estaba húmedo, la tierra cediendo bajo sus botas con cada paso que daba, El frío del bosque le calaba los huesos, sin embargo parecía no reaccionar casi como si solo se dedicará a observar la escena, De reojo veía los destellos de las cámaras que capturaban el caos detenido: huellas enlodadas, ramas rotas, una cinta amarilla temblando al ritmo del viento, un par de zapatos dispersos y, junto a un árbol, el cuerpo sin vida de un hombre. El cuello mostraba señales de lucha y a unos metros, un arma junto a lo que parecían ser 2 casquillos a medio enterrar en el lodo- ¿Tenemos algún sospechoso? ¿Testigos, tal vez? -preguntó sin levantar la voz, mientras ocultaba sus manos en los bolsillos de la gabardina. La forma en que lo dijo no sonó a protocolo, sino a costumbre, a alguien que ya conocía las respuestas antes de oírlas- -mientras tanto su mirada recorria la escena con esa mezcla de precisión y melancolía que lo caracterizaba, como si cada cadáver le recordara algo que prefería mantener enterrado. El aroma del último cigarro aún parecía flotar a su alrededor, como una sombra persistente, como si nunca se extinguiera del todo-
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  • Ayer por la tarde después de relajarme dándome un baño de espuma y luego la Skincare de noche, me la pase cocinando para toda la semana y también me dio
    tiempo a elaborar la tarta de calabaza, casualmente es la favorita de mi madre.
    Desde que me confesó la existencia de Dafne, toda mi vida pensando que era hija única y resulta que soy hermana mayor; estos últimos meses han sido una
    aútentica montaña rusa repleta de diferentes emociones y sentimientos.
    Estado bastante distanciada de ella nunca habíamos estado tanto tiempo separadas, necesitaba poner distancia entre las dos.

    Por la tarde no tengo cita con ningún paciente por lo cuál pude cerrar mi despacho, una vez llego a casa saludo a Tánatos y Salem, Grayson continúa en el trabajo
    llegará como siempre muy tarde.
    Cambió mis deportivas por unas botas altas negras con tacón, cojo el bolso más grande que tengo para poder guardar el taper donde guardé la tarta y me dirijo a
    su casa, para hacer las paces.
    Ayer por la tarde después de relajarme dándome un baño de espuma y luego la Skincare de noche, me la pase cocinando para toda la semana y también me dio tiempo a elaborar la tarta de calabaza, casualmente es la favorita de mi madre. Desde que me confesó la existencia de Dafne, toda mi vida pensando que era hija única y resulta que soy hermana mayor; estos últimos meses han sido una aútentica montaña rusa repleta de diferentes emociones y sentimientos. Estado bastante distanciada de ella nunca habíamos estado tanto tiempo separadas, necesitaba poner distancia entre las dos. Por la tarde no tengo cita con ningún paciente por lo cuál pude cerrar mi despacho, una vez llego a casa saludo a Tánatos y Salem, Grayson continúa en el trabajo llegará como siempre muy tarde. Cambió mis deportivas por unas botas altas negras con tacón, cojo el bolso más grande que tengo para poder guardar el taper donde guardé la tarta y me dirijo a su casa, para hacer las paces.
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  • Voluntariamente escribí un correo eléctronico a mi superior donde le pedía que me cambiará administracción, tantos casos que me llevan a los diferentes estados
    dejan completamente agotado a cualquier persona.
    Además para tener una vida más estable será perfectamente compatible con el trabajo de oficina, mientras espero a que acepten mi petición, seguiré realizando mi
    puesto actual.
    Hoy termine antes mi jornada laboral que hasta me dio tiempo a hacer ejercicio, recoger la ropa de la tintorería antes de regresar a casa.
    Voluntariamente escribí un correo eléctronico a mi superior donde le pedía que me cambiará administracción, tantos casos que me llevan a los diferentes estados dejan completamente agotado a cualquier persona. Además para tener una vida más estable será perfectamente compatible con el trabajo de oficina, mientras espero a que acepten mi petición, seguiré realizando mi puesto actual. Hoy termine antes mi jornada laboral que hasta me dio tiempo a hacer ejercicio, recoger la ropa de la tintorería antes de regresar a casa.
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  • La hermana de Kat sigue disfrutando de su viaje a las Maldivas nos ha dejado ciertas tareas relacionadas con nuestra boda, la semana pasada fui con mis
    hermanos al modisto para que nos tomara las medidas para los trajes.
    Todavía no nos han llamado para ir a probárnoslos, se que es una de las cosas que tenía que dejar para Diciembre ya que hasta Enero no celebraremos la boda pero
    hay muchos preparativos que organizar, aparte de que en el buffet donde trabajo no dejan de entrar nuevos clientes (con una suma importancia de ingresos), lo cuál
    implica que nuestro jefe nos obliga atender primero sus casos antes que a los clientes que llevan confiando en nosotros toda la vida.
    Salto dicha norma ya que soy uno de los pocos que sigue centrado en nuestros clientes antiguos, sin ir más lejos ahora mismo llevo dos casos de divorcio y reconozco
    que no tengo la cabeza donde debo tenerla.
    A veces me replanteo en abandonar el buffet y seguir trabajando como abogado por libre, luego pienso en mis pobres clientes algunos son amigos, no quiero dejarlos
    tirados y también esta que ahora más que nunca necesito dinero para darla a Kat la boda de sus sueños.
    La hermana de Kat sigue disfrutando de su viaje a las Maldivas nos ha dejado ciertas tareas relacionadas con nuestra boda, la semana pasada fui con mis hermanos al modisto para que nos tomara las medidas para los trajes. Todavía no nos han llamado para ir a probárnoslos, se que es una de las cosas que tenía que dejar para Diciembre ya que hasta Enero no celebraremos la boda pero hay muchos preparativos que organizar, aparte de que en el buffet donde trabajo no dejan de entrar nuevos clientes (con una suma importancia de ingresos), lo cuál implica que nuestro jefe nos obliga atender primero sus casos antes que a los clientes que llevan confiando en nosotros toda la vida. Salto dicha norma ya que soy uno de los pocos que sigue centrado en nuestros clientes antiguos, sin ir más lejos ahora mismo llevo dos casos de divorcio y reconozco que no tengo la cabeza donde debo tenerla. A veces me replanteo en abandonar el buffet y seguir trabajando como abogado por libre, luego pienso en mis pobres clientes algunos son amigos, no quiero dejarlos tirados y también esta que ahora más que nunca necesito dinero para darla a Kat la boda de sus sueños.
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  • 〆 Los soberanos también necesitamos un pasatiempo, ¿El mío?. Ver cómo se destruyen ustedes mismos.

    — Diría aquello, mientras bebía una copa de vino. Frente a ella el coliseo de los condenados luchando por sobrevivir. —

    〆 Comiencen a luchar por sus vidas.
    〆 Los soberanos también necesitamos un pasatiempo, ¿El mío?. Ver cómo se destruyen ustedes mismos. — Diría aquello, mientras bebía una copa de vino. Frente a ella el coliseo de los condenados luchando por sobrevivir. — 〆 Comiencen a luchar por sus vidas.
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  • -El sol de media mañana bañaba la ciudad con un brillo dorado, y las calles vibraban con el bullicio cotidiano. Lyssara ajustó la correa de su cámara mientras avanzaba por la avenida principal; el Museo Astraeum se alzaba al final del camino, un edificio de cristal y piedra clara que reflejaba la luz como si fuera un templo moderno. No solía perder el tiempo en lugares así, pero uno de sus compañeros de instituto había insistido demasiado.-

    “Tenés que ir, Vaelthorn. El museo tiene una exposición de fotografía salvaje, justo tu tipo de cosas.”

    -Eso la había convencido. O al menos, había despertado su curiosidad. Caminó por el vestíbulo, donde el eco de sus pasos se mezclaba con risas, murmullos y clics de cámaras ajenas. Sus ojos color ámbar se alzaron hacia una serie de retratos que colgaban del techo, cada uno mostrando animales en plena libertad: lobos corriendo entre la nieve, ciervos envueltos en neblina, aves que parecían suspendidas en el aire eterno del instante.-

    No está mal… -murmuró, alzando la cámara y tomando una foto del reflejo del vidrio sobre una de las imágenes-

    -El lente captó algo que el ojo humano no habría notado: una mancha de luz, casi como un resplandor en forma de silueta, justo sobre uno de los lobos fotografiados. Lyssara entrecerró los ojos y bajó la cámara. No creía en casualidades.-

    Disculpá, ¿eres fotógrafa también?

    -La voz la sacó de su concentración. Un chico de su edad, con una credencial de guía colgando del cuello, la observaba con una sonrisa curiosa. Ella lo miró de reojo, analizando rápido: pulso tranquilo, olor neutro, sin amenaza aparente.-

    Más o menos. Fotógrafa y dueña de un santuario salvaje.

    Wow, eso suena… muy distinto a la vida de ciudad. ¿Y te gusta el arte?

    Depende del día. Y del tema.

    -El chico rió bajo, cruzándose de brazos mientras observaban juntos las fotografías. El sol entraba por los ventanales, tiñendo todo de dorado y cálido. Afuera, se escuchaban los motores, el murmullo del tráfico, la vida humana continuando sin pausa.-

    ¿Sabías que esta exposición se llama “El Instinto y la Luz”?

    -Lyssara lo miró apenas, arqueando una ceja con una media sonrisa-

    Qué nombre más… irónico.

    -Y mientras hablaba, una corriente de aire atravesó la sala, moviendo las cortinas y haciendo que los focos del techo titilaran un segundo. En la imagen del lobo, el brillo volvió a aparecer, más fuerte esta vez, casi como si el animal dentro de la foto hubiera abierto los ojos.-
    -El sol de media mañana bañaba la ciudad con un brillo dorado, y las calles vibraban con el bullicio cotidiano. Lyssara ajustó la correa de su cámara mientras avanzaba por la avenida principal; el Museo Astraeum se alzaba al final del camino, un edificio de cristal y piedra clara que reflejaba la luz como si fuera un templo moderno. No solía perder el tiempo en lugares así, pero uno de sus compañeros de instituto había insistido demasiado.- “Tenés que ir, Vaelthorn. El museo tiene una exposición de fotografía salvaje, justo tu tipo de cosas.” -Eso la había convencido. O al menos, había despertado su curiosidad. Caminó por el vestíbulo, donde el eco de sus pasos se mezclaba con risas, murmullos y clics de cámaras ajenas. Sus ojos color ámbar se alzaron hacia una serie de retratos que colgaban del techo, cada uno mostrando animales en plena libertad: lobos corriendo entre la nieve, ciervos envueltos en neblina, aves que parecían suspendidas en el aire eterno del instante.- No está mal… -murmuró, alzando la cámara y tomando una foto del reflejo del vidrio sobre una de las imágenes- -El lente captó algo que el ojo humano no habría notado: una mancha de luz, casi como un resplandor en forma de silueta, justo sobre uno de los lobos fotografiados. Lyssara entrecerró los ojos y bajó la cámara. No creía en casualidades.- Disculpá, ¿eres fotógrafa también? -La voz la sacó de su concentración. Un chico de su edad, con una credencial de guía colgando del cuello, la observaba con una sonrisa curiosa. Ella lo miró de reojo, analizando rápido: pulso tranquilo, olor neutro, sin amenaza aparente.- Más o menos. Fotógrafa y dueña de un santuario salvaje. Wow, eso suena… muy distinto a la vida de ciudad. ¿Y te gusta el arte? Depende del día. Y del tema. -El chico rió bajo, cruzándose de brazos mientras observaban juntos las fotografías. El sol entraba por los ventanales, tiñendo todo de dorado y cálido. Afuera, se escuchaban los motores, el murmullo del tráfico, la vida humana continuando sin pausa.- ¿Sabías que esta exposición se llama “El Instinto y la Luz”? -Lyssara lo miró apenas, arqueando una ceja con una media sonrisa- Qué nombre más… irónico. -Y mientras hablaba, una corriente de aire atravesó la sala, moviendo las cortinas y haciendo que los focos del techo titilaran un segundo. En la imagen del lobo, el brillo volvió a aparecer, más fuerte esta vez, casi como si el animal dentro de la foto hubiera abierto los ojos.-
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  • Las últimas cacerías habían sido perfectas.
    Nunca lo hacía por el dinero, pero lo aceptaba porque necesitaba comida e invertir en nuevas armas.

    La vida es buena destruyendo aquellas aberraciones que la oscuridad expulsa cual pasatiempo de matar a los humanos fuese.
    Las últimas cacerías habían sido perfectas. Nunca lo hacía por el dinero, pero lo aceptaba porque necesitaba comida e invertir en nuevas armas. La vida es buena destruyendo aquellas aberraciones que la oscuridad expulsa cual pasatiempo de matar a los humanos fuese.
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  • ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores.

    "Dónde cesa el dolor"

    Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento.

    Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela.

    Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar.

    Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna.

    Fue entonces cuando Cillian llegó.

    No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella.

    "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era.

    La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito.

    Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito.

    Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería.

    "¿Vas a llevarme lejos?"

    Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche.

    Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya.

    "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más."

    Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto.

    Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás.

    "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz."

    La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera.

    Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo.

    Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento.

    "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir."

    Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones.

    Y entonces, se fueron.

    La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
    ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores. "Dónde cesa el dolor" Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento. Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela. Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar. Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna. Fue entonces cuando Cillian llegó. No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella. "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era. La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito. Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito. Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería. "¿Vas a llevarme lejos?" Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche. Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya. "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más." Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto. Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás. "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz." La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera. Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo. Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento. "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir." Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones. Y entonces, se fueron. La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
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  • Ya lo he decidido.
    Alguien más se quedará con mis hoteles...
    No me entristece.
    Empezaré una nueva vida...
    Perdido en el tiempo.
    Ya sabes dónde encontrarme...
    Ya lo he decidido. Alguien más se quedará con mis hoteles... No me entristece. Empezaré una nueva vida... Perdido en el tiempo. Ya sabes dónde encontrarme...
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