• No es personal... Solo es una pequeña venganza...
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  • Crónicas del Olvido — El Legado que No Murió

    Han pasado mas de 100 años desde la caída de Yukine y Lidica. El Señor de las Sombras no gobierna con ejércitos ni decretos. Su dominio es más sutil: el sol ya no sale con fuerza, los colores del mundo se han apagado, y las estaciones se han vuelto erráticas. La magia elemental está corrompida. Los sabios han desaparecido. Los templos han sido sellados.

    La gente sobrevive. Pero no vive.

    En las ciudades, se prohíbe hablar de los héroes caídos. En los pueblos, sus nombres son susurros. En los bosques, sus símbolos han sido borrados. Pero en los rincones más olvidados del mundo… algo se mueve.

    En el Valle de las Voces Silentes, donde el viento aún canta, un joven aprendiz llamado Kael encuentra un fragmento de piedra con una runa que brilla débilmente. No sabe qué significa. Pero al tocarla, escucha una voz:

    “La luz no muere. Solo espera.”

    Kael comienza a buscar respuestas. En su viaje, encuentra a Sira, una guerrera errante que ha tenido sueños recurrentes con una mujer de cabello plateado y ojos decididos. Juntos, comienzan a reunir fragmentos: antiguos textos, objetos olvidados, ecos de magia que aún resisten la corrupción.
    No buscan venganza. Buscan memoria.

    En el corazón del Bosque de los Ancestros, Kael y Sira descubren una cámara oculta. Dentro, dos estatuas sin rostro, rodeadas por runas que aún vibran con energía. Al tocarlas, ambos son envueltos por visiones:

    • Kael ve a Yukine, en su forma final, liberando el sello ancestral, enfrentando al Señor de las Sombras con una magia que no comprendía.

    • Sira ve a Lidica, lanzándose sin miedo, canalizando su voluntad en un golpe que casi cambió el destino.
    Ambos despiertan con lágrimas en los ojos.

    Kael y Sira no son héroes aún. Pero comienzan a actuar. Liberan aldeas pequeñas de la influencia mágica corrupta. Enseñan a los niños a leer las estrellas. Recuperan fragmentos del Amuleto del Destino, que se rompió en la batalla final y cuyos pedazos fueron esparcidos por el mundo.

    Cada acción es pequeña. Pero el Señor de las Sombras comienza a notar.

    Y en lo más profundo de su trono, donde la oscuridad es más densa, el Amuleto corrompido vibra. No por poder. Por amenaza.

    Los sabios ocultos comienzan a salir de sus refugios. Los Guardianes elementales, debilitados pero vivos, sienten el cambio. Las criaturas mágicas regresan lentamente. Y en los sueños de Kael y Sira, las voces de Yukine y Lidica se hacen más claras.

    “No somos el final. Somos el comienzo.”

    Kael y Sira encuentran a Tharos en las ruinas de un templo incendiado, donde vive aislado, temiendo volver a perder el control. Elen aparece cuando el grupo intenta purificar un lago corrompido, salvándolos de una emboscada de sombras líquidas.
    Al principio, no confían entre sí. Tharos teme herirlos. Elen duda de que la lucha sea posible. Pero Kael, con su convicción silenciosa, y Sira, con su determinación feroz, los unen.
    Juntos, forman una célula de resistencia que no busca destruir al Señor de las Sombras… aún. Su misión es recuperar los fragmentos del Amuleto, restaurar los templos elementales, y despertar el legado dormido de Yukine y Lidica.

    Primer Enfrentamiento: El Guardián del Eco

    En las ruinas del Templo del Viento, el grupo enfrenta a un Guardián Corrompido, una criatura que alguna vez fue protectora del equilibrio, ahora convertida en una amalgama de sombra y aire cortante.

    • Kael detecta un fragmento del Amuleto en su núcleo.

    • Sira lucha en un duelo aéreo, esquivando ráfagas invisibles.

    • Tharos pierde el control por momentos, incendiando parte del templo.

    • Elen estabiliza el entorno, permitiendo que Kael canalice el fragmento.

    La batalla es caótica, pero al final, el grupo logra purificar al Guardián. El fragmento brilla. El templo respira. Y el mundo… tiembla.



    Crónicas del Olvido — El Legado que No Murió Han pasado mas de 100 años desde la caída de Yukine y Lidica. El Señor de las Sombras no gobierna con ejércitos ni decretos. Su dominio es más sutil: el sol ya no sale con fuerza, los colores del mundo se han apagado, y las estaciones se han vuelto erráticas. La magia elemental está corrompida. Los sabios han desaparecido. Los templos han sido sellados. La gente sobrevive. Pero no vive. En las ciudades, se prohíbe hablar de los héroes caídos. En los pueblos, sus nombres son susurros. En los bosques, sus símbolos han sido borrados. Pero en los rincones más olvidados del mundo… algo se mueve. En el Valle de las Voces Silentes, donde el viento aún canta, un joven aprendiz llamado Kael encuentra un fragmento de piedra con una runa que brilla débilmente. No sabe qué significa. Pero al tocarla, escucha una voz: “La luz no muere. Solo espera.” Kael comienza a buscar respuestas. En su viaje, encuentra a Sira, una guerrera errante que ha tenido sueños recurrentes con una mujer de cabello plateado y ojos decididos. Juntos, comienzan a reunir fragmentos: antiguos textos, objetos olvidados, ecos de magia que aún resisten la corrupción. No buscan venganza. Buscan memoria. En el corazón del Bosque de los Ancestros, Kael y Sira descubren una cámara oculta. Dentro, dos estatuas sin rostro, rodeadas por runas que aún vibran con energía. Al tocarlas, ambos son envueltos por visiones: • Kael ve a Yukine, en su forma final, liberando el sello ancestral, enfrentando al Señor de las Sombras con una magia que no comprendía. • Sira ve a Lidica, lanzándose sin miedo, canalizando su voluntad en un golpe que casi cambió el destino. Ambos despiertan con lágrimas en los ojos. Kael y Sira no son héroes aún. Pero comienzan a actuar. Liberan aldeas pequeñas de la influencia mágica corrupta. Enseñan a los niños a leer las estrellas. Recuperan fragmentos del Amuleto del Destino, que se rompió en la batalla final y cuyos pedazos fueron esparcidos por el mundo. Cada acción es pequeña. Pero el Señor de las Sombras comienza a notar. Y en lo más profundo de su trono, donde la oscuridad es más densa, el Amuleto corrompido vibra. No por poder. Por amenaza. Los sabios ocultos comienzan a salir de sus refugios. Los Guardianes elementales, debilitados pero vivos, sienten el cambio. Las criaturas mágicas regresan lentamente. Y en los sueños de Kael y Sira, las voces de Yukine y Lidica se hacen más claras. “No somos el final. Somos el comienzo.” Kael y Sira encuentran a Tharos en las ruinas de un templo incendiado, donde vive aislado, temiendo volver a perder el control. Elen aparece cuando el grupo intenta purificar un lago corrompido, salvándolos de una emboscada de sombras líquidas. Al principio, no confían entre sí. Tharos teme herirlos. Elen duda de que la lucha sea posible. Pero Kael, con su convicción silenciosa, y Sira, con su determinación feroz, los unen. Juntos, forman una célula de resistencia que no busca destruir al Señor de las Sombras… aún. Su misión es recuperar los fragmentos del Amuleto, restaurar los templos elementales, y despertar el legado dormido de Yukine y Lidica. Primer Enfrentamiento: El Guardián del Eco En las ruinas del Templo del Viento, el grupo enfrenta a un Guardián Corrompido, una criatura que alguna vez fue protectora del equilibrio, ahora convertida en una amalgama de sombra y aire cortante. • Kael detecta un fragmento del Amuleto en su núcleo. • Sira lucha en un duelo aéreo, esquivando ráfagas invisibles. • Tharos pierde el control por momentos, incendiando parte del templo. • Elen estabiliza el entorno, permitiendo que Kael canalice el fragmento. La batalla es caótica, pero al final, el grupo logra purificar al Guardián. El fragmento brilla. El templo respira. Y el mundo… tiembla.
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  • « Garantizo mi seguridad, mis propósitos personales van por encima de los tuyos. ¿Insistes en que yo, deba sentir empatía?. ¿Por ti?. Me haces reír. Lo que existió entre tu y yo, esta enterrado con los huesos de tu mejor amigo.

    . . .

    ¿En verdad no te das cuenta?. Lo mate. ¿Por qué no iba a mostrar mis colmillos cuando ustedes me apuntaron con la ballesta?. Que oportunista eres con tu llanto, harás que esta venganza tenga mejor sabor. »
    « Garantizo mi seguridad, mis propósitos personales van por encima de los tuyos. ¿Insistes en que yo, deba sentir empatía?. ¿Por ti?. Me haces reír. Lo que existió entre tu y yo, esta enterrado con los huesos de tu mejor amigo. . . . ¿En verdad no te das cuenta?. Lo mate. ¿Por qué no iba a mostrar mis colmillos cuando ustedes me apuntaron con la ballesta?. Que oportunista eres con tu llanto, harás que esta venganza tenga mejor sabor. »
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  • Nunca imaginé que algo así pudiera volver a pasarme. Había pasado meses manejando situaciones peligrosas, lidiando con problemas de la mafia, con rivales, con enemigos que creía resueltos. Pensé que estaba a salvo, que la sombra de la violencia había quedado atrás, que mis días de caos y miedo habían terminado… hasta que ellos me encontraron.

    Salí de viaje unos días antes para organizar cosas de la boda, revisando contratos, cerrando detalles con proveedores. Confié en que este viaje sería solo eso: trabajo, rutina, preparación.

    Pero no fue así.

    Me arrancaron del coche antes de que pudiera reaccionar. Una mano fuerte cubrió mi boca, otra me empujó hacia un vehículo que olía a gasolina y a metal frío. Mis gritos se ahogaron en la noche, y mientras la lluvia golpeaba mi cara, entendí que no había escapatoria. No esta vez.

    Me llevaron a un almacén apartado, un lugar que olía a humedad, a polvo, a algo metálico y podrido. La puerta se cerró detrás de mí con un golpe seco que resonó en mis oídos. Me empujaron a una silla y me ataron las muñecas con cuerda áspera que dejó marcas que arderían días después. La luz era escasa, apenas suficiente para ver las siluetas de ellos, los hombres que habían sido amigos de mi padre y ahora buscaban venganza. Sus miradas eran cuchillos, y yo me sentí desnuda ante ellas, no en ropa, sino en vulnerabilidad y miedo.

    Las palizas empezaron casi de inmediato. Cada golpe me recordaba que mi pasado había vuelto a alcanzarme, que ninguna habilidad, ninguna preparación, ninguna certeza sobre el control que pensaba tener podía salvarme de esto. Me empujaban, me lanzaban al suelo, me hacían sentir que mi cuerpo no me pertenecía, abusando de mi cada día, cuando ellos querían. Cada contusión, cada moretón, era un recordatorio de que estaba completamente a merced de su ira.

    No hablaban mucho. No hacía falta. Cada palabra que soltaban estaba cargada de amenaza y resentimiento, cada gesto decía que la venganza de ellos debía cumplirse a toda costa. Intenté mantener la calma, respirar, recordar que soy Alessia, que he sobrevivido a cosas que harían temblar a cualquiera. Pero cada noche, en la soledad de esa habitación oscura, me sentía más pequeña, más frágil, más atrapada que nunca.

    No puedo contar con exactitud cuántos días pasaron así. Las horas se mezclaban con el dolor, con el miedo, con la humillación. A veces me golpeaban, otras me empujaban, otras me hacían sentir que cada parte de mí estaba bajo su dominio, tocándome… y haciendo cosas mucho peores. Me hicieron comprender que no hay fuerza suficiente para enfrentar la ira de quienes buscan venganza… y que a veces, aunque seas sicaria, aunque hayas manejado la muerte y la traición, el mundo puede voltearse en tu contra y dejarte indefensa.

    Lo peor no era el dolor físico, aunque era constante y brutal. Lo peor era sentir que el control que creía tener se desmoronaba. Durante meses pensé que todo estaba bajo control, que podía manejar cualquier situación que surgiera, que Angela y yo éramos invencibles. Y ahora… ahora me encontraba rota, temblando en una silla, y comprendí que nada de eso importaba aquí. Que el mundo podía arrancarte todo en un instante, sin aviso, sin compasión.

    Me aferré a mis recuerdos, a la idea de Angela Di Trapani , a la boda, a todo lo que había prometido y construido. Pero esa esperanza pequeña, como una llama que se niega a apagarse, no resistió lo suficiente. No sabía cómo saldría de allí, y en ese punto, no sabía si queria sobrevivir. Me sentía sucia, rota. ¿Cómo se supone que mi prometida me verá ahora? ¿Le daré asco? ¿Lástima, quizás?

    No lo sé, lo único que sé con certeza es que cada día que pasa me rompen más, y yo solo quiero que esto acabe de una vez.
    Nunca imaginé que algo así pudiera volver a pasarme. Había pasado meses manejando situaciones peligrosas, lidiando con problemas de la mafia, con rivales, con enemigos que creía resueltos. Pensé que estaba a salvo, que la sombra de la violencia había quedado atrás, que mis días de caos y miedo habían terminado… hasta que ellos me encontraron. Salí de viaje unos días antes para organizar cosas de la boda, revisando contratos, cerrando detalles con proveedores. Confié en que este viaje sería solo eso: trabajo, rutina, preparación. Pero no fue así. Me arrancaron del coche antes de que pudiera reaccionar. Una mano fuerte cubrió mi boca, otra me empujó hacia un vehículo que olía a gasolina y a metal frío. Mis gritos se ahogaron en la noche, y mientras la lluvia golpeaba mi cara, entendí que no había escapatoria. No esta vez. Me llevaron a un almacén apartado, un lugar que olía a humedad, a polvo, a algo metálico y podrido. La puerta se cerró detrás de mí con un golpe seco que resonó en mis oídos. Me empujaron a una silla y me ataron las muñecas con cuerda áspera que dejó marcas que arderían días después. La luz era escasa, apenas suficiente para ver las siluetas de ellos, los hombres que habían sido amigos de mi padre y ahora buscaban venganza. Sus miradas eran cuchillos, y yo me sentí desnuda ante ellas, no en ropa, sino en vulnerabilidad y miedo. Las palizas empezaron casi de inmediato. Cada golpe me recordaba que mi pasado había vuelto a alcanzarme, que ninguna habilidad, ninguna preparación, ninguna certeza sobre el control que pensaba tener podía salvarme de esto. Me empujaban, me lanzaban al suelo, me hacían sentir que mi cuerpo no me pertenecía, abusando de mi cada día, cuando ellos querían. Cada contusión, cada moretón, era un recordatorio de que estaba completamente a merced de su ira. No hablaban mucho. No hacía falta. Cada palabra que soltaban estaba cargada de amenaza y resentimiento, cada gesto decía que la venganza de ellos debía cumplirse a toda costa. Intenté mantener la calma, respirar, recordar que soy Alessia, que he sobrevivido a cosas que harían temblar a cualquiera. Pero cada noche, en la soledad de esa habitación oscura, me sentía más pequeña, más frágil, más atrapada que nunca. No puedo contar con exactitud cuántos días pasaron así. Las horas se mezclaban con el dolor, con el miedo, con la humillación. A veces me golpeaban, otras me empujaban, otras me hacían sentir que cada parte de mí estaba bajo su dominio, tocándome… y haciendo cosas mucho peores. Me hicieron comprender que no hay fuerza suficiente para enfrentar la ira de quienes buscan venganza… y que a veces, aunque seas sicaria, aunque hayas manejado la muerte y la traición, el mundo puede voltearse en tu contra y dejarte indefensa. Lo peor no era el dolor físico, aunque era constante y brutal. Lo peor era sentir que el control que creía tener se desmoronaba. Durante meses pensé que todo estaba bajo control, que podía manejar cualquier situación que surgiera, que Angela y yo éramos invencibles. Y ahora… ahora me encontraba rota, temblando en una silla, y comprendí que nada de eso importaba aquí. Que el mundo podía arrancarte todo en un instante, sin aviso, sin compasión. Me aferré a mis recuerdos, a la idea de [haze_orange_shark_766] , a la boda, a todo lo que había prometido y construido. Pero esa esperanza pequeña, como una llama que se niega a apagarse, no resistió lo suficiente. No sabía cómo saldría de allí, y en ese punto, no sabía si queria sobrevivir. Me sentía sucia, rota. ¿Cómo se supone que mi prometida me verá ahora? ¿Le daré asco? ¿Lástima, quizás? No lo sé, lo único que sé con certeza es que cada día que pasa me rompen más, y yo solo quiero que esto acabe de una vez.
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  • - Creo que fue una experiencia horrible...

    Comienza a deslizar una misteriosa ficha de marfil con la curiosa forma de su Warframe, un regalo de los niños ostronitas, al snetir ese material, reflexiona de esa forma de morir.

    - Una pesadilla para mi gente, mucha lava.

    Un puente de roca sólida fue derrumbado justo encima de él y los Ostronitas que fue a rescatar de las cuevas mineras de los Grineers, logró sacarlos a tiempo pero llegaban mas clones mientras el calor se hacia insoportable por el paso de la lava inunda la zona del desastre, lo peor fue ver que algunos grineers se quedaron para tener la oportunidad de retener al Warframe y que la lava hiciera su parte.

    Algunos ya tenian la armadura bien encarna hacia su piel otros se lanzaron al sentir lava sobre su piel contra él para cumplir con su labor, recuerda la pérdida, Las hachas gemelas con hueso de Eidolores con hojas de lava, sin embargo, el beso de la lava sobre la piel de Chroma, él lo podía resistir, sin embargo, Hayden grito de dolor reflejado en el rugido desesperado de Chroma en aquella misión, logra cercenar un grineer, luego a otro, aunque la fuerza se drenada de sus musculos mientras la lava comienza a tocar mas partes del cuerpo de Chroma.

    Una cosa es el calor y el fuego, sin embargo, la lava, dentro de la capsula solo grita por el increible dolor que le producía moverse, aunque sus nervios se quemaban por segundos, el regenerarlos volvía a solo activar ese dolor, hasta qie finalmente Hayden sufrió un par cardíaco por la conmoción, Chroma se detiene de golpe como una estatua mientras la lava llega hasta sus rodillas aunque ya tiene partes en los brazos y rostro de los intentos de los clones por cubrirle de lava por todas partes.

    Lamentablemente volvió del vacío segundos después, la transferencia se reinicia y Chroma ruge activando su armadura de hielo y de las pocas veces que la ira del Warframe se alinea con la ira del Tenno para salir de esa trampa y acabar con los enemigos en la parte superior mientras la lava seguía cubriendo ese lugar.

    Sólo por ese momento se dejó llevar por la ira de una muerte dolorosa, sintió la satisfacción de la venganza iracunda y en ese momento, si fuera por él mataría tanto aliados como enemigos.

    - Menos mal... no había nadie que enemigos con muy mala suerte.
    - Creo que fue una experiencia horrible... Comienza a deslizar una misteriosa ficha de marfil con la curiosa forma de su Warframe, un regalo de los niños ostronitas, al snetir ese material, reflexiona de esa forma de morir. - Una pesadilla para mi gente, mucha lava. Un puente de roca sólida fue derrumbado justo encima de él y los Ostronitas que fue a rescatar de las cuevas mineras de los Grineers, logró sacarlos a tiempo pero llegaban mas clones mientras el calor se hacia insoportable por el paso de la lava inunda la zona del desastre, lo peor fue ver que algunos grineers se quedaron para tener la oportunidad de retener al Warframe y que la lava hiciera su parte. Algunos ya tenian la armadura bien encarna hacia su piel otros se lanzaron al sentir lava sobre su piel contra él para cumplir con su labor, recuerda la pérdida, Las hachas gemelas con hueso de Eidolores con hojas de lava, sin embargo, el beso de la lava sobre la piel de Chroma, él lo podía resistir, sin embargo, Hayden grito de dolor reflejado en el rugido desesperado de Chroma en aquella misión, logra cercenar un grineer, luego a otro, aunque la fuerza se drenada de sus musculos mientras la lava comienza a tocar mas partes del cuerpo de Chroma. Una cosa es el calor y el fuego, sin embargo, la lava, dentro de la capsula solo grita por el increible dolor que le producía moverse, aunque sus nervios se quemaban por segundos, el regenerarlos volvía a solo activar ese dolor, hasta qie finalmente Hayden sufrió un par cardíaco por la conmoción, Chroma se detiene de golpe como una estatua mientras la lava llega hasta sus rodillas aunque ya tiene partes en los brazos y rostro de los intentos de los clones por cubrirle de lava por todas partes. Lamentablemente volvió del vacío segundos después, la transferencia se reinicia y Chroma ruge activando su armadura de hielo y de las pocas veces que la ira del Warframe se alinea con la ira del Tenno para salir de esa trampa y acabar con los enemigos en la parte superior mientras la lava seguía cubriendo ese lugar. Sólo por ese momento se dejó llevar por la ira de una muerte dolorosa, sintió la satisfacción de la venganza iracunda y en ese momento, si fuera por él mataría tanto aliados como enemigos. - Menos mal... no había nadie que enemigos con muy mala suerte.
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  • -Ambas hermanas finalmente se revelaron como son en realidad, se robaron los versos sellados de Weiss, para seguir con lo que se tenía planeado.

    Se enfrentaron a Nier, tratando de ayudar al señor de las sombras, pero en el trascurso de la batalla, Devola salió gravemente lastimada.

    Muriendo en los brazos de su hermana, ella de ira abrazado el cuerpo de su hermana, cuando nier le piden para, ella se niega. -

    Popola: ¿¡Que me detenga dices!? ¡Vienes y rebanas a mi hermana como si fuera un animal, y ahora me pides que pare.
    Te dire... No lo haré, esto no tendrá fin ahora.

    -Dejandose llevar por la ir de la muerte de su hermana, ella se dejó llevar por ese sentimiento atacando a Nier y los compañeros del mismo, estará dispuesta a darlo todo, olvidado su misión principal pues ahora estaba cegada por la venganza. -
    -Ambas hermanas finalmente se revelaron como son en realidad, se robaron los versos sellados de Weiss, para seguir con lo que se tenía planeado. Se enfrentaron a Nier, tratando de ayudar al señor de las sombras, pero en el trascurso de la batalla, Devola salió gravemente lastimada. Muriendo en los brazos de su hermana, ella de ira abrazado el cuerpo de su hermana, cuando nier le piden para, ella se niega. - Popola: ¿¡Que me detenga dices!? ¡Vienes y rebanas a mi hermana como si fuera un animal, y ahora me pides que pare. Te dire... No lo haré, esto no tendrá fin ahora. -Dejandose llevar por la ir de la muerte de su hermana, ella se dejó llevar por ese sentimiento atacando a Nier y los compañeros del mismo, estará dispuesta a darlo todo, olvidado su misión principal pues ahora estaba cegada por la venganza. -
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  • No busco venganza, busco equilibrio.
    Y si ese equilibrio exige sangre… que así sea.
    #SundayofLuxury
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    𝑻𝒉𝒆 𝑯𝒐𝒎𝒖𝒏𝒄𝒖𝒍𝒖𝒔 (𝟏)

    Nadie sabe exactamente de dónde salió Connor. Los registros oficiales que lleva consigo son falsos y él mismo parece haber olvidado la mayor parte de rastros respecto a su origen. A los ojos del mundo es un detective privado con actitudes cuestionables que acepta trabajos en los márgenes de la ley: desapariciones, fraudes, venganzas silenciosas, entre otros. Alguien que se mueve con la calma y precisión de un cirujano y que siempre encuentra lo que busca.

    No obstante, la verdad es otra. Connor no es un hombre, sino una construcción biológica, un organismo artificial diseñado para cazar. Su fachada humana es apenas un disfraz tejido con cuidado para poder moverse entre los demás sin levantar sospechas. Bajo esa piel late algo que no envejece, que no duerme, que no come como los demás. Su percepción del entorno, su resistencia, su capacidad de adaptarse y moldear su cuerpo lo colocan muy por encima de cualquier otro depredador, de cualquier especie conocida.

    Ese contraste es lo que lo define. Por un lado sigue pistas, interroga y observa, por el otro se alimenta, estudia a sus presas y perfecciona su propia naturaleza. Vive en ciudades sin nombre y nunca permanece demasiado tiempo en un mismo lugar. No necesita pertenecer a nada ni a nadie, pero tampoco puede escapar de lo que es, una criatura construida para cazar, jugando al papel de hombre.
    𝑻𝒉𝒆 𝑯𝒐𝒎𝒖𝒏𝒄𝒖𝒍𝒖𝒔 (𝟏) Nadie sabe exactamente de dónde salió Connor. Los registros oficiales que lleva consigo son falsos y él mismo parece haber olvidado la mayor parte de rastros respecto a su origen. A los ojos del mundo es un detective privado con actitudes cuestionables que acepta trabajos en los márgenes de la ley: desapariciones, fraudes, venganzas silenciosas, entre otros. Alguien que se mueve con la calma y precisión de un cirujano y que siempre encuentra lo que busca. No obstante, la verdad es otra. Connor no es un hombre, sino una construcción biológica, un organismo artificial diseñado para cazar. Su fachada humana es apenas un disfraz tejido con cuidado para poder moverse entre los demás sin levantar sospechas. Bajo esa piel late algo que no envejece, que no duerme, que no come como los demás. Su percepción del entorno, su resistencia, su capacidad de adaptarse y moldear su cuerpo lo colocan muy por encima de cualquier otro depredador, de cualquier especie conocida. Ese contraste es lo que lo define. Por un lado sigue pistas, interroga y observa, por el otro se alimenta, estudia a sus presas y perfecciona su propia naturaleza. Vive en ciudades sin nombre y nunca permanece demasiado tiempo en un mismo lugar. No necesita pertenecer a nada ni a nadie, pero tampoco puede escapar de lo que es, una criatura construida para cazar, jugando al papel de hombre.
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  • El Eco del Frío Acero
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    La oficina de Alaric Sterling era un santuario de mármol y acero pulido, un reflejo gélido de la determinación de su dueño. Los rascacielos de Seúl se extendían ante él, un lienzo de luces que no lograban calentar la frialdad que se había instalado en su pecho. Hacía unas semanas que él se había ido. Ni una nota, ni una llamada, solo el silencio ensordecedor que había dejado un vacío punzante. El CEO, el líder de la mafia, el Alfa Puro que lo tenía todo, se encontró de rodillas ante la huida de una sola persona.

    Pero Alaric Sterling no se permitía la debilidad. El dolor no era un lujo. Era un catalizador.

    Desde entonces, el trabajo se había convertido en su única amante, su única venganza. Cada negociación era más brutal, cada acuerdo más deshonesto. Su traje de tres piezas, impecable y caro, era una armadura. Su mirada, antes capaz de derretir el hielo, ahora era de acero forjado. Su aroma a sándalo y whisky se había vuelto más denso, más opresivo, anunciando su autoridad y su ira contenida.

    La voz de su asistente, una Beta eficiente y temerosa, lo sacó de sus pensamientos. "Señor Sterling, los hombres de los Kang están aquí. La reunión de las nueve."

    Alaric giró su silla de cuero negro, revelando una expresión que helaría la sangre de cualquiera. "Que pasen."

    No eran negociaciones, eran ejecuciones.

    Dos figuras entraron, hombres duros con rostros curtidos por años de servicio a los Kang, una familia rival que había osado cuestionar su autoridad en el puerto de Busan. Los Kang habían intentado desviar un envío, un cargamento de algo más que simple mercancía. Era un insulto.

    "Señor Sterling," dijo el primero, un Alfa corpulento con cicatrices, su voz forzadamente respetuosa. "Hemos venido a negociar el retraso del último cargamento."

    Alaric se puso de pie, su altura imponente empequeñeciendo a ambos. La oscuridad que lo había habitado desde el abandono se derramó en la habitación, un aura palpable de amenaza. No había necesidad de gritar. Su presencia lo decía todo.

    "¿Negociar?" La palabra salió de sus labios con la frialdad de una navaja. "Los Kang sabían las reglas. Un cargamento retrasado es un cargamento robado. Un robo es una afrenta."

    El segundo hombre, más joven y nervioso, intentó intervenir. "Hubo un malentendido, señor. Podríamos compensarle, doble, incluso el triple..."

    Alaric dio un paso al frente. Sus ojos, oscuros como el abismo, se fijaron en el Alfa corpulento. La mano de Alaric se levantó, no para golpear, sino para señalar la ventana que mostraba la ciudad.

    "¿Ven esas luces?" Su voz era un susurro mortal. "Cada una representa un dólar que he invertido, una vida que he arruinado, un obstáculo que he destruido para llegar a donde estoy."

    De repente, el Alfa corpulento cayó de rodillas, sin aliento, su rostro pálido. La presión invisible que Alaric ejercía era tan poderosa que el aire se volvió un muro. No era un ataque físico, era la manifestación pura de su dominio Alpha, intensificado por su ira.

    "Me deben. Y no me pagarán con dinero." Alaric miró al segundo hombre, que ahora temblaba incontrolablemente. "El mensaje es simple: la lealtad se paga con lealtad. La traición, con sangre."

    Los guardias de Alaric, figuras silenciosas y letales, entraron en la habitación. No hubo forcejeos, solo el sonido apagado de dos cuerpos siendo arrastrados fuera de la vista. La oficina quedó en silencio, con el aire aún cargado del aroma a miedo y la implacable presencia de Alaric.

    Volvió a su silla, el rostro inexpresivo. La ventana de su oficina reflejaba su soledad, la fría determinación de un hombre que había perdido la única calidez en su vida y ahora solo abrazaba el poder y la venganza. El eco del acero, el de las cadenas invisibles que ataban a sus enemigos, era el único sonido que podía calmar su corazón herido.
    La oficina de Alaric Sterling era un santuario de mármol y acero pulido, un reflejo gélido de la determinación de su dueño. Los rascacielos de Seúl se extendían ante él, un lienzo de luces que no lograban calentar la frialdad que se había instalado en su pecho. Hacía unas semanas que él se había ido. Ni una nota, ni una llamada, solo el silencio ensordecedor que había dejado un vacío punzante. El CEO, el líder de la mafia, el Alfa Puro que lo tenía todo, se encontró de rodillas ante la huida de una sola persona. Pero Alaric Sterling no se permitía la debilidad. El dolor no era un lujo. Era un catalizador. Desde entonces, el trabajo se había convertido en su única amante, su única venganza. Cada negociación era más brutal, cada acuerdo más deshonesto. Su traje de tres piezas, impecable y caro, era una armadura. Su mirada, antes capaz de derretir el hielo, ahora era de acero forjado. Su aroma a sándalo y whisky se había vuelto más denso, más opresivo, anunciando su autoridad y su ira contenida. La voz de su asistente, una Beta eficiente y temerosa, lo sacó de sus pensamientos. "Señor Sterling, los hombres de los Kang están aquí. La reunión de las nueve." Alaric giró su silla de cuero negro, revelando una expresión que helaría la sangre de cualquiera. "Que pasen." No eran negociaciones, eran ejecuciones. Dos figuras entraron, hombres duros con rostros curtidos por años de servicio a los Kang, una familia rival que había osado cuestionar su autoridad en el puerto de Busan. Los Kang habían intentado desviar un envío, un cargamento de algo más que simple mercancía. Era un insulto. "Señor Sterling," dijo el primero, un Alfa corpulento con cicatrices, su voz forzadamente respetuosa. "Hemos venido a negociar el retraso del último cargamento." Alaric se puso de pie, su altura imponente empequeñeciendo a ambos. La oscuridad que lo había habitado desde el abandono se derramó en la habitación, un aura palpable de amenaza. No había necesidad de gritar. Su presencia lo decía todo. "¿Negociar?" La palabra salió de sus labios con la frialdad de una navaja. "Los Kang sabían las reglas. Un cargamento retrasado es un cargamento robado. Un robo es una afrenta." El segundo hombre, más joven y nervioso, intentó intervenir. "Hubo un malentendido, señor. Podríamos compensarle, doble, incluso el triple..." Alaric dio un paso al frente. Sus ojos, oscuros como el abismo, se fijaron en el Alfa corpulento. La mano de Alaric se levantó, no para golpear, sino para señalar la ventana que mostraba la ciudad. "¿Ven esas luces?" Su voz era un susurro mortal. "Cada una representa un dólar que he invertido, una vida que he arruinado, un obstáculo que he destruido para llegar a donde estoy." De repente, el Alfa corpulento cayó de rodillas, sin aliento, su rostro pálido. La presión invisible que Alaric ejercía era tan poderosa que el aire se volvió un muro. No era un ataque físico, era la manifestación pura de su dominio Alpha, intensificado por su ira. "Me deben. Y no me pagarán con dinero." Alaric miró al segundo hombre, que ahora temblaba incontrolablemente. "El mensaje es simple: la lealtad se paga con lealtad. La traición, con sangre." Los guardias de Alaric, figuras silenciosas y letales, entraron en la habitación. No hubo forcejeos, solo el sonido apagado de dos cuerpos siendo arrastrados fuera de la vista. La oficina quedó en silencio, con el aire aún cargado del aroma a miedo y la implacable presencia de Alaric. Volvió a su silla, el rostro inexpresivo. La ventana de su oficina reflejaba su soledad, la fría determinación de un hombre que había perdido la única calidez en su vida y ahora solo abrazaba el poder y la venganza. El eco del acero, el de las cadenas invisibles que ataban a sus enemigos, era el único sonido que podía calmar su corazón herido.
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  • - No decepciones Tenno, ¿Un poco de sangre de inmortales es suficiente para detenerte?

    Chroma se levanta despacio del suelo agrietado luego de haber recibido el martillazo de ese grineer corrompido por el kuba, hacia un buen rato que no salían némesis de la fortaleza roja.

    – Ya no ruges, ¿Eh?.

    Balancea el martillo de dos manos, cuya cabeza posee un cohete que aumenta la fuerza de impacto de sus ataques.

    – Vamos, mi venganza no ha terminado, por las... No, ¡esto es por los hermanos!

    El grineers se toma su tiempo mientras el Warframe de logra poner de pie, hasta alza su diestra para detener en seco a su vulpafila que desea atacar al némesis, este es un duelo pendiente entre el Warframe y el Kuva Lich.

    – Así me gusta.
    Aunque no tiene su rostro a la vista, su pose, su armadura negra, la imponente voz es suficiente para que otros grineers ni se atrevan a abrir fuego al Warframe.
    - No decepciones Tenno, ¿Un poco de sangre de inmortales es suficiente para detenerte? Chroma se levanta despacio del suelo agrietado luego de haber recibido el martillazo de ese grineer corrompido por el kuba, hacia un buen rato que no salían némesis de la fortaleza roja. – Ya no ruges, ¿Eh?. Balancea el martillo de dos manos, cuya cabeza posee un cohete que aumenta la fuerza de impacto de sus ataques. – Vamos, mi venganza no ha terminado, por las... No, ¡esto es por los hermanos! El grineers se toma su tiempo mientras el Warframe de logra poner de pie, hasta alza su diestra para detener en seco a su vulpafila que desea atacar al némesis, este es un duelo pendiente entre el Warframe y el Kuva Lich. – Así me gusta. Aunque no tiene su rostro a la vista, su pose, su armadura negra, la imponente voz es suficiente para que otros grineers ni se atrevan a abrir fuego al Warframe.
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