• ¿Sabes algo? Odio este tipo de reuniones aburridas.


    -El joven mafioso mostraba una notable molestia en su rostro. Realmente algo extraño, tomando en cuenta que suele ser bastante bromista ante todo. La organización continuaba siendo un exito a pasos agigantados. Tal vez incluso las mayores responsabilidades le han estado pasando factura. Eso, o simplemente estar en constante peligro estaba ya haciendo su efecto-


    Bueno bueno, ve al punto. No tengo todo lo que queda de la noche disponible. Y tampoco es que tenga muchas ganas de andar peleando en estos momentos contra chupa sangres, los pulgosos o cualquier otra mierda sobrenatural que algún idiota está intentando invocar para sus beneficios.
    ¿Sabes algo? Odio este tipo de reuniones aburridas. -El joven mafioso mostraba una notable molestia en su rostro. Realmente algo extraño, tomando en cuenta que suele ser bastante bromista ante todo. La organización continuaba siendo un exito a pasos agigantados. Tal vez incluso las mayores responsabilidades le han estado pasando factura. Eso, o simplemente estar en constante peligro estaba ya haciendo su efecto- Bueno bueno, ve al punto. No tengo todo lo que queda de la noche disponible. Y tampoco es que tenga muchas ganas de andar peleando en estos momentos contra chupa sangres, los pulgosos o cualquier otra mierda sobrenatural que algún idiota está intentando invocar para sus beneficios.
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  • “Incluso el sol necesita descansar.”

    Después de días de reuniones, cálculos y estrategias, Apolo finalmente se tomó un respiro. No porque el mundo se lo permitiera, sino porque él decidió tomarlo. La empresa seguía en marcha, la tecnología evolucionaba, los negocios prosperaban… pero en este momento, nada de eso importaba.

    Bajo el cielo despejado, con el calor envolviendo su piel, simplemente disfrutaba. No había llamadas urgentes, ni contratos que firmar, ni dilemas que resolver. Solo el sonido del viento, el aroma del mar y la sensación del sol acariciando su cuerpo.

    A veces, incluso un Dios necesita detenerse y recordar lo que significa vivir.

    “Hoy, el sol no es solo mío… también es para quien se atreva a compartirlo conmigo.”
    “Incluso el sol necesita descansar.” Después de días de reuniones, cálculos y estrategias, Apolo finalmente se tomó un respiro. No porque el mundo se lo permitiera, sino porque él decidió tomarlo. La empresa seguía en marcha, la tecnología evolucionaba, los negocios prosperaban… pero en este momento, nada de eso importaba. Bajo el cielo despejado, con el calor envolviendo su piel, simplemente disfrutaba. No había llamadas urgentes, ni contratos que firmar, ni dilemas que resolver. Solo el sonido del viento, el aroma del mar y la sensación del sol acariciando su cuerpo. A veces, incluso un Dios necesita detenerse y recordar lo que significa vivir. “Hoy, el sol no es solo mío… también es para quien se atreva a compartirlo conmigo.”
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  • ECOS DEL NORTE.
    Fandom HOUSE OF DRAGON
    Categoría Fantasía
    " I will serve, my Queen... Rhaenyra Targaryen "

    El viento aullaba fuera de las paredes de Rocadragón, trayendo consigo el frío del invierno que se acercaba, mientras Rhaenyra observaba los mapas extendidos sobre la mesa en la sala de reuniones. Las luces parpadeantes de las velas proyectaban sombras inquietantes sobre los documentos, reflejando el tumulto en su mente. Las amenazas del reino eran constantes, y cada día parecía traer consigo nuevas preocupaciones. Rhaenyra se sentía agobiada por la responsabilidad del trono, por las guerras que se avecinaban y por la lealtad de sus aliados, que se sentía cada vez más frágil.

    Mysaria, la Consejera Blanca, observaba a la reina desde una esquina de la habitación. Conocía bien esa expresión de agotamiento y preocupación, y sabía que Rhaenyra estaba al borde de ser consumida por sus propios temores. Con un movimiento suave y casi imperceptible, Mysaria se acercó a Rhaenyra, inclinándose levemente para hablar en un tono bajo y confidencial.

    —Mi reina —comenzó Mysaria, con la voz suave—. Hay algo que tal vez queráis considerar. Un... rumor.

    Rhaenyra alzó la vista, sus ojos mostrando un destello de interés mezclado con agotamiento.

    —¿Un rumor? Si es otro complot de los Hightower o de mis propios aliados, no creo tener la paciencia para más intrigas hoy.

    Mysaria sonrió ligeramente, un gesto apenas visible, pero lleno de conocimiento.

    —No, mi reina. No se trata de vuestros enemigos... sino de vuestra familia. He oído murmullos provenientes del Norte, sobre una mujer. Se dice que podría ser descendencia de vuestro padre. Vive apartada, en las sombras, como su madre antes que ella.
    —¿Ah, sí? ¿Quién?
    —La hija de los cuervos.

    El nombre quedó suspendido en el aire entre ellas, como una brizna de esperanza o tal vez de duda. Rhaenyra frunció el ceño, su mente inmediatamente escéptica.
    —¿Otra hija ilegítima? Mysaria, sabes tan bien como yo que hay cientos de historias como esa. Mujeres que afirman tener la sangre del dragón corriendo por sus venas. ¿Por qué debería importarme esta en particular?

    Mysaria mantuvo la calma, su voz sin perder la compostura.

    —Porque si es verdad, si esa mujer lleva la sangre de vuestro padre, podría ser una aliada poderosa en los tiempos venideros. Se dice que su madre tenía conocimientos profundos. Quizás, mi reina, es alguien en quien podríais confiar, aunque solo sea por el peso de su linaje.

    Rhaenyra quedó en silencio por un momento, el peso de la sugerencia cayendo sobre ella. La idea de traer a alguien más de su familia, otra posible heredera de la sangre Targaryen, era tanto una oportunidad como un riesgo. Sin embargo, la mención de una conexión con el Norte, con ese aire de misterio y sabiduría, la intrigó. Finalmente, asintió, su decisión tomada.

    —Envía un cuervo, Mysaria. Si realmente existe esa mujer de la que hablas y es quien dicen ser, hazla llegar. Convocadla en Rocadragón. Veremos si todo eso que sugieren los rumores es o no cierto.

    ---

    Días después, en una cabaña aislada en el Norte, Ravenna recibió el mensaje. El cuervo aterrizó en el alféizar de su ventana, el pergamino enrollado en su pata era una llamada desde Rocadragón, una solicitud de la mismísima reina. Ravenna desenrolló el pergamino, leyendo las palabras con una mezcla de desconfianza y curiosidad. No confiaba en nadie, y menos en rumores sobre descendencia real. Pero algo en la urgencia de la carta, o tal vez el desafío implícito en la petición, despertó en ella una decisión.

    Durante días, Ravenna meditó sobre la propuesta, debatiendo si valía la pena abandonar su vida en las sombras para responder a la llamada de una reina con la que se suponía, compartía algo más que un simple apellido. Al final, la curiosidad y un impulso inexplicable prevalecieron. Con el corazón firme y la mente alerta, se montó en su caballo y emprendió el viaje hacia Rocadragón.

    Al llegar, los guardias la escoltaron hacia la sala principal, donde Rhaenyra estaba reunida con sus consejeros. Ravenna se mantuvo erguida, su presencia imponente y su mirada llena de una fría cautela. El silencio en la sala fue palpable cuando las puertas se abrieron y ella entró. Rhaenyra levantó la cabeza, sus ojos encontrando los de Ravenna por primera vez. Había algo en la mujer que estaba frente a ella, algo que despertaba tanto recelo como fascinación.

    Pero Ravenna ni siquiera se inclinó ante ella.
    " I will serve, my Queen... [G0LDENDRAG0N] " El viento aullaba fuera de las paredes de Rocadragón, trayendo consigo el frío del invierno que se acercaba, mientras Rhaenyra observaba los mapas extendidos sobre la mesa en la sala de reuniones. Las luces parpadeantes de las velas proyectaban sombras inquietantes sobre los documentos, reflejando el tumulto en su mente. Las amenazas del reino eran constantes, y cada día parecía traer consigo nuevas preocupaciones. Rhaenyra se sentía agobiada por la responsabilidad del trono, por las guerras que se avecinaban y por la lealtad de sus aliados, que se sentía cada vez más frágil. Mysaria, la Consejera Blanca, observaba a la reina desde una esquina de la habitación. Conocía bien esa expresión de agotamiento y preocupación, y sabía que Rhaenyra estaba al borde de ser consumida por sus propios temores. Con un movimiento suave y casi imperceptible, Mysaria se acercó a Rhaenyra, inclinándose levemente para hablar en un tono bajo y confidencial. —Mi reina —comenzó Mysaria, con la voz suave—. Hay algo que tal vez queráis considerar. Un... rumor. Rhaenyra alzó la vista, sus ojos mostrando un destello de interés mezclado con agotamiento. —¿Un rumor? Si es otro complot de los Hightower o de mis propios aliados, no creo tener la paciencia para más intrigas hoy. Mysaria sonrió ligeramente, un gesto apenas visible, pero lleno de conocimiento. —No, mi reina. No se trata de vuestros enemigos... sino de vuestra familia. He oído murmullos provenientes del Norte, sobre una mujer. Se dice que podría ser descendencia de vuestro padre. Vive apartada, en las sombras, como su madre antes que ella. —¿Ah, sí? ¿Quién? —La hija de los cuervos. El nombre quedó suspendido en el aire entre ellas, como una brizna de esperanza o tal vez de duda. Rhaenyra frunció el ceño, su mente inmediatamente escéptica. —¿Otra hija ilegítima? Mysaria, sabes tan bien como yo que hay cientos de historias como esa. Mujeres que afirman tener la sangre del dragón corriendo por sus venas. ¿Por qué debería importarme esta en particular? Mysaria mantuvo la calma, su voz sin perder la compostura. —Porque si es verdad, si esa mujer lleva la sangre de vuestro padre, podría ser una aliada poderosa en los tiempos venideros. Se dice que su madre tenía conocimientos profundos. Quizás, mi reina, es alguien en quien podríais confiar, aunque solo sea por el peso de su linaje. Rhaenyra quedó en silencio por un momento, el peso de la sugerencia cayendo sobre ella. La idea de traer a alguien más de su familia, otra posible heredera de la sangre Targaryen, era tanto una oportunidad como un riesgo. Sin embargo, la mención de una conexión con el Norte, con ese aire de misterio y sabiduría, la intrigó. Finalmente, asintió, su decisión tomada. —Envía un cuervo, Mysaria. Si realmente existe esa mujer de la que hablas y es quien dicen ser, hazla llegar. Convocadla en Rocadragón. Veremos si todo eso que sugieren los rumores es o no cierto. --- Días después, en una cabaña aislada en el Norte, Ravenna recibió el mensaje. El cuervo aterrizó en el alféizar de su ventana, el pergamino enrollado en su pata era una llamada desde Rocadragón, una solicitud de la mismísima reina. Ravenna desenrolló el pergamino, leyendo las palabras con una mezcla de desconfianza y curiosidad. No confiaba en nadie, y menos en rumores sobre descendencia real. Pero algo en la urgencia de la carta, o tal vez el desafío implícito en la petición, despertó en ella una decisión. Durante días, Ravenna meditó sobre la propuesta, debatiendo si valía la pena abandonar su vida en las sombras para responder a la llamada de una reina con la que se suponía, compartía algo más que un simple apellido. Al final, la curiosidad y un impulso inexplicable prevalecieron. Con el corazón firme y la mente alerta, se montó en su caballo y emprendió el viaje hacia Rocadragón. Al llegar, los guardias la escoltaron hacia la sala principal, donde Rhaenyra estaba reunida con sus consejeros. Ravenna se mantuvo erguida, su presencia imponente y su mirada llena de una fría cautela. El silencio en la sala fue palpable cuando las puertas se abrieron y ella entró. Rhaenyra levantó la cabeza, sus ojos encontrando los de Ravenna por primera vez. Había algo en la mujer que estaba frente a ella, algo que despertaba tanto recelo como fascinación. Pero Ravenna ni siquiera se inclinó ante ella.
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  • Las aficiones de Alhaitham eran limitadas y, por ello, pocos eran los puntos que tenía para disfrutar durante sus días de vacaciones propiamente. Había pensado más de una vez en investigar alguna ruina del desierto para curtir más sus conocimientos, pero, la sola idea de que la arena se le metiera en los zapatos lo hacía desistir de ello. También había pensado en leer e investigar un poco más sobre los últimos títulos de las tesis que había rechazado, probablemente iba a necesitar de argumentos para convencer a dos o tres estudiantes furiosos que, al día siguiente, estuvieran rondando fuera de su oficina con la intención de cazarlo y exigir una explicación con miles de argumentos para insistir en que sus proyectos serían de gran utilidad para la Academia. Sin duda un pasatiempo interesante, pero entonces, lo recordó: la biblioteca de Mondstadt.

    En una de sus muchas reuniones en la taberna Lambad, Cyno y Tignari lo habían mencionado un par de veces; durante su estadía en la Ciudad del Viento y la Libertad, para celebrar el Festival Windblume, habían conocido a algunos amigos de Collei, mismos que hiciera antes de llegar a Sumeru años atrás. Habían hablado un montón de cosas sobre ellos, sobre las diferentes actividades que tenía día con día, de sus responsabilidades y salones, de lo talentoso que era Albedo, el jefe alquimista, para dibujar los mejores artes del TGC de Invocación de los Sabios. Aun así, de todas las cosas en aquella conversación, lo único que tenía la atención de Alhaitham en todo momento era la Biblioteca.

    ¿Qué pasaría si decidiera tomarse unos cuántos días libres para investigar en una tierra lejana? Nada realmente, sus cosas seguirían en su hogar, encontraría paz al volver y, también, podía sentirse tranquilo de no tener que pelear un par de días con el arquitecto ni bien pusieran un pie en casa. Era un ensueño donde podía disfrutar de su pasatiempo sin ser molestado por nadie excepto, quizá, la bibliotecaria de aquel lugar si llegaba a quebrantar alguna de las reglas.

    Con cuidado, Alhaitham inspeccionó el lugar: Era silencioso, pequeño y acogedor, agradable tanto para la vista como para el olfato, y lo mejor de todo era que no estaba repleto de Eruditos ansiosos por debatir sus puntos de vista sobre algún párrafo, poco concreto, de algún libro de semiótica o de cualquier otra escuela. En su búsqueda, se dio a la labor de identificar a la responsable, su nombre lo recordaba a medias, igualmente no estaba del todo seguro si lo habían mencionado en las historias o alguno de los guardias de la entrada se lo había dicho. Solo sabía que tardaría en regresar de alguna diligencia. Valiéndose de ello, el Escriba examinó uno a uno los libros de los anaqueles. Conforme iba pasando, leía los torsos para encontrar el título adecuado, aquel que lograra captar su atención en un primer momento y, sin pensárselo, lo tomaba para echarlo en la pequeña pila que sostenía con su brazo izquierdo. Tres, cuatro, seis… Diez libros llevaba ya. En su mayoría eran títulos referentes a la historia de Teyvat, otros cuantos eran historias infantiles o que tenía en su casa, pero que quería volver a leer en otra versión.

    Fue entonces que tomó uno de ellos: La princesa jabalí. Un título que sonaba incluso entre las grandes mentes de Sumeru, un clásico de la literatura que no podía dejar pasar la oportunidad de leer. Ni bien juntó sus libros, se dirigió al escritorio de la bibliotecaria, sabía que había llegado porque el ruido era ligeramente más alto –a pesar del absurdo silencio-, pero no le dio importancia.

    — Me gustaría leer éstos. ¿Cuáles son los requisitos que tienen aquí para ello? —Preguntó, lo hizo después de dejar los libros sobre la mesa y buscar, sin girarse, algunos de sus documentos de identidad, y también moras, que llevaba guardados en la riñonera.— Oh, no pienso sacarlos de la biblioteca, si me es posible, preferiría leerlos aquí dentro y devolverlos en cuanto los termine.

    || Pa'que no digas que no cumplo mis promesas (??). Lisa Minci 𐀔
    Las aficiones de Alhaitham eran limitadas y, por ello, pocos eran los puntos que tenía para disfrutar durante sus días de vacaciones propiamente. Había pensado más de una vez en investigar alguna ruina del desierto para curtir más sus conocimientos, pero, la sola idea de que la arena se le metiera en los zapatos lo hacía desistir de ello. También había pensado en leer e investigar un poco más sobre los últimos títulos de las tesis que había rechazado, probablemente iba a necesitar de argumentos para convencer a dos o tres estudiantes furiosos que, al día siguiente, estuvieran rondando fuera de su oficina con la intención de cazarlo y exigir una explicación con miles de argumentos para insistir en que sus proyectos serían de gran utilidad para la Academia. Sin duda un pasatiempo interesante, pero entonces, lo recordó: la biblioteca de Mondstadt. En una de sus muchas reuniones en la taberna Lambad, Cyno y Tignari lo habían mencionado un par de veces; durante su estadía en la Ciudad del Viento y la Libertad, para celebrar el Festival Windblume, habían conocido a algunos amigos de Collei, mismos que hiciera antes de llegar a Sumeru años atrás. Habían hablado un montón de cosas sobre ellos, sobre las diferentes actividades que tenía día con día, de sus responsabilidades y salones, de lo talentoso que era Albedo, el jefe alquimista, para dibujar los mejores artes del TGC de Invocación de los Sabios. Aun así, de todas las cosas en aquella conversación, lo único que tenía la atención de Alhaitham en todo momento era la Biblioteca. ¿Qué pasaría si decidiera tomarse unos cuántos días libres para investigar en una tierra lejana? Nada realmente, sus cosas seguirían en su hogar, encontraría paz al volver y, también, podía sentirse tranquilo de no tener que pelear un par de días con el arquitecto ni bien pusieran un pie en casa. Era un ensueño donde podía disfrutar de su pasatiempo sin ser molestado por nadie excepto, quizá, la bibliotecaria de aquel lugar si llegaba a quebrantar alguna de las reglas. Con cuidado, Alhaitham inspeccionó el lugar: Era silencioso, pequeño y acogedor, agradable tanto para la vista como para el olfato, y lo mejor de todo era que no estaba repleto de Eruditos ansiosos por debatir sus puntos de vista sobre algún párrafo, poco concreto, de algún libro de semiótica o de cualquier otra escuela. En su búsqueda, se dio a la labor de identificar a la responsable, su nombre lo recordaba a medias, igualmente no estaba del todo seguro si lo habían mencionado en las historias o alguno de los guardias de la entrada se lo había dicho. Solo sabía que tardaría en regresar de alguna diligencia. Valiéndose de ello, el Escriba examinó uno a uno los libros de los anaqueles. Conforme iba pasando, leía los torsos para encontrar el título adecuado, aquel que lograra captar su atención en un primer momento y, sin pensárselo, lo tomaba para echarlo en la pequeña pila que sostenía con su brazo izquierdo. Tres, cuatro, seis… Diez libros llevaba ya. En su mayoría eran títulos referentes a la historia de Teyvat, otros cuantos eran historias infantiles o que tenía en su casa, pero que quería volver a leer en otra versión. Fue entonces que tomó uno de ellos: La princesa jabalí. Un título que sonaba incluso entre las grandes mentes de Sumeru, un clásico de la literatura que no podía dejar pasar la oportunidad de leer. Ni bien juntó sus libros, se dirigió al escritorio de la bibliotecaria, sabía que había llegado porque el ruido era ligeramente más alto –a pesar del absurdo silencio-, pero no le dio importancia. — Me gustaría leer éstos. ¿Cuáles son los requisitos que tienen aquí para ello? —Preguntó, lo hizo después de dejar los libros sobre la mesa y buscar, sin girarse, algunos de sus documentos de identidad, y también moras, que llevaba guardados en la riñonera.— Oh, no pienso sacarlos de la biblioteca, si me es posible, preferiría leerlos aquí dentro y devolverlos en cuanto los termine. || Pa'que no digas que no cumplo mis promesas (??). [myloveminea11mine]
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  • La pausa para el café
    Fandom Original
    Categoría Slice of Life
    [blaze_magenta_rhino_846]

    Toda la mañana había sido activa. Estaban preparando algunas cosas de cara a la nueva cara que iba a tener la página web con el invierno, de modo que tocaba reuniones con los de marketing digital. Ellos querían cosas fabulosas y alucinantes y les tocaba al departamento de informática ponerles los pies en la tierra para decirles que había cosas que no se podían hacer, no al menos con la infraestructura que tenía la web.

    Una infraestructura que a los dinosaurios de los jefes les gustaba y no deseaban cambiar.

    Salieron de la Sala de Reuniones, sin ninguna idea concreta, salvo la reutilización de la skin del año pasado, dándole algunos nuevos toques: "¿Podemos cambiar las bolitas del árbol que cae por la web y poner copos de nieve?". Pero todavía quedaba algunas reuniones más porque marketing nunca se rendía en querer innovar. Probablemente fueran a hablar con los dinosaurios.

    Alder se aflojó la corbata mientras hablaba con uno de sus compañeros. Odiaba llevarla, pero siempre que salían de la cueva, el cariñoso apelativo para el sótano donde estaba todo el departamento de informática, les pedía que la llevaran un aspecto más cuidado. Todo, porque hacía unos años, cuando todavía era un becario, hubo un incidente. Habían salido de una reunión con los redactores, que deseaban cambiar el cómo se veían los artículos completos, y se encontraron con unos inversionistas. El problema había sido que uno de los de informática llevaba una camiseta "poco apropiada" para la marca. Desde entonces se había instaurado un protocolo de vestimenta.

    La corbata era lo que peor llevaba Alder.

    Estaba a punto de bajar por las escaleras, de vuelta a la madriguera del conejo, cuando vio a Berit por el pasillo. Sacó el móvil para ver la hora. La del café.

    —Ahora os sigo. Voy a por el café. —Le informó al que tenía a su lado, dándole un pequeño gesto en el brazo, antes de separarse. Llevaba todavía la libreta donde apuntaba las ideas, todas tachadas. Demasiado arcaico para ser el informático.

    Entró en el pequeño espacio que solía utilizarse para comer, cuando querías alejarte de la mesa de trabajo, o tomar café, encontrándose con la espalda de la rubia. Se arregló el cabello con una mano y tosió, indicando que estaba entrando.

    —Buenos días, Berit. —Saludó con su habitual sonrisa.
    [blaze_magenta_rhino_846] Toda la mañana había sido activa. Estaban preparando algunas cosas de cara a la nueva cara que iba a tener la página web con el invierno, de modo que tocaba reuniones con los de marketing digital. Ellos querían cosas fabulosas y alucinantes y les tocaba al departamento de informática ponerles los pies en la tierra para decirles que había cosas que no se podían hacer, no al menos con la infraestructura que tenía la web. Una infraestructura que a los dinosaurios de los jefes les gustaba y no deseaban cambiar. Salieron de la Sala de Reuniones, sin ninguna idea concreta, salvo la reutilización de la skin del año pasado, dándole algunos nuevos toques: "¿Podemos cambiar las bolitas del árbol que cae por la web y poner copos de nieve?". Pero todavía quedaba algunas reuniones más porque marketing nunca se rendía en querer innovar. Probablemente fueran a hablar con los dinosaurios. Alder se aflojó la corbata mientras hablaba con uno de sus compañeros. Odiaba llevarla, pero siempre que salían de la cueva, el cariñoso apelativo para el sótano donde estaba todo el departamento de informática, les pedía que la llevaran un aspecto más cuidado. Todo, porque hacía unos años, cuando todavía era un becario, hubo un incidente. Habían salido de una reunión con los redactores, que deseaban cambiar el cómo se veían los artículos completos, y se encontraron con unos inversionistas. El problema había sido que uno de los de informática llevaba una camiseta "poco apropiada" para la marca. Desde entonces se había instaurado un protocolo de vestimenta. La corbata era lo que peor llevaba Alder. Estaba a punto de bajar por las escaleras, de vuelta a la madriguera del conejo, cuando vio a Berit por el pasillo. Sacó el móvil para ver la hora. La del café. —Ahora os sigo. Voy a por el café. —Le informó al que tenía a su lado, dándole un pequeño gesto en el brazo, antes de separarse. Llevaba todavía la libreta donde apuntaba las ideas, todas tachadas. Demasiado arcaico para ser el informático. Entró en el pequeño espacio que solía utilizarse para comer, cuando querías alejarte de la mesa de trabajo, o tomar café, encontrándose con la espalda de la rubia. Se arregló el cabello con una mano y tosió, indicando que estaba entrando. —Buenos días, Berit. —Saludó con su habitual sonrisa.
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  • Las reuniones en la Taberna Lambad no eran tan habituales como parecía, a veces sus agendas les impedían coincidir la mayoría del tiempo y, en otras, eran sus pocos deseos de interactuar con otras personas quien le impedían llegar en tiempo y forma. Pero, al final, Alhaitham siempre terminaba asistiendo, así fuera tarde, para evitar que Kaveh terminara reclamándole por cosas sin sentido como que había dejado un cliente en espera o que los demás sí habían sacrificado asuntos personales cuando él era un egoísta que no podía brindarles ni un poco de su tiempo.

    A pesar de todo, las reuniones siempre eran bulliciosas, siempre había temas de los que hablar y cada uno era más diferente que el otro. Cyno siempre hablaba de una nueva carta o un nuevo dorso que adquiriera para su colección de Invocación de los Sabios, otras veces era él insistiendo a Tignari para que aprendiera a jugar con él o cosas relacionadas a su trabajo como Gran Juez. Pero siempre estaban sobre la mesa sus cartas y sus dados, esperando el momento que alguno de los tres fuese la víctima que se ofreciera a probar su nuevo mazo. El Guardabosques siempre hablaba de sus labores, de la cantidad de exploradores que habían caído en trampas o alguna nueva investigación que estuviese realizando, además de ser el único que parecía darle ánimos más amables a Kaveh sobre sus problemas. Al final, quedaba Kaveh, la gran estrella de la escuela de Tecnología, que se la pasaba quejándose de sus clientes, de los cambios de último minuto que habían pedido en sus planos, de la falta de dinero y del temperamento tan apático que el Escriba solía mostrar incluso en esas reuniones.

    Y a pesar de que siempre había un tema sobre la mesa, Alhaitham mantenía sus comentarios centrados y directos, siempre opinando en el momento correcto y debatiendo, con argumentos razonables y perfectos, los vacíos argumentos sentimentales con los que Kaveh solía excusar las tragedias de su vida. Aún así, para él, resultaba entretenido compartir su tiempo después del trabajo con ellos. Eran un grupo diverso, con aspiraciones y personalidades diferentes que lograba cubrir las debilidades apoyándose en sus fortalezas. Era el grupo más cercano a algo que Alhaitham podía considerar como "amigos".

    « Tal vez, no es tan malo visitar la taberna de vez en cuando. »
    Las reuniones en la Taberna Lambad no eran tan habituales como parecía, a veces sus agendas les impedían coincidir la mayoría del tiempo y, en otras, eran sus pocos deseos de interactuar con otras personas quien le impedían llegar en tiempo y forma. Pero, al final, Alhaitham siempre terminaba asistiendo, así fuera tarde, para evitar que Kaveh terminara reclamándole por cosas sin sentido como que había dejado un cliente en espera o que los demás sí habían sacrificado asuntos personales cuando él era un egoísta que no podía brindarles ni un poco de su tiempo. A pesar de todo, las reuniones siempre eran bulliciosas, siempre había temas de los que hablar y cada uno era más diferente que el otro. Cyno siempre hablaba de una nueva carta o un nuevo dorso que adquiriera para su colección de Invocación de los Sabios, otras veces era él insistiendo a Tignari para que aprendiera a jugar con él o cosas relacionadas a su trabajo como Gran Juez. Pero siempre estaban sobre la mesa sus cartas y sus dados, esperando el momento que alguno de los tres fuese la víctima que se ofreciera a probar su nuevo mazo. El Guardabosques siempre hablaba de sus labores, de la cantidad de exploradores que habían caído en trampas o alguna nueva investigación que estuviese realizando, además de ser el único que parecía darle ánimos más amables a Kaveh sobre sus problemas. Al final, quedaba Kaveh, la gran estrella de la escuela de Tecnología, que se la pasaba quejándose de sus clientes, de los cambios de último minuto que habían pedido en sus planos, de la falta de dinero y del temperamento tan apático que el Escriba solía mostrar incluso en esas reuniones. Y a pesar de que siempre había un tema sobre la mesa, Alhaitham mantenía sus comentarios centrados y directos, siempre opinando en el momento correcto y debatiendo, con argumentos razonables y perfectos, los vacíos argumentos sentimentales con los que Kaveh solía excusar las tragedias de su vida. Aún así, para él, resultaba entretenido compartir su tiempo después del trabajo con ellos. Eran un grupo diverso, con aspiraciones y personalidades diferentes que lograba cubrir las debilidades apoyándose en sus fortalezas. Era el grupo más cercano a algo que Alhaitham podía considerar como "amigos". « Tal vez, no es tan malo visitar la taberna de vez en cuando. »
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  • El día nuevo había empezado, el rey lucifer estaba listo para iniciar sus asuntos , fue a su oficina a mirar los papeles que Charlie le había dejado , reuniones y acuerdos era lo que se encontraba en ellos.

    -carajo..no pensé que ... hubiera tanto que hacer,bueno hay que empezar que si no ,no terminaré
    El día nuevo había empezado, el rey lucifer estaba listo para iniciar sus asuntos , fue a su oficina a mirar los papeles que Charlie le había dejado , reuniones y acuerdos era lo que se encontraba en ellos. -carajo..no pensé que ... hubiera tanto que hacer,bueno hay que empezar que si no ,no terminaré
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  • El trabajo del Escriba es sencillo. Únicamente corresponde en documentar las reuniones y situaciones más importantes que se susciten dentro de la Academia o, bien, en los alrededores de Sumeru. Hacer anotaciones de las cátedras de otros Sabios o tomar parte de sus puntos de vista también se considera la labor de uno, pero desde las últimas semanas, el trabajo de Alhaitham era más complicado. Tras la revolución por la que atravesara Sumeru, donde la Reina Menor Kusanali regresara a tomar su posición como Arconte, su trabajo era más complicado al tener que hacerse cargo de las actividades anteriores del Gran Sabio.

    Muchas tareas serían más sencillas para él si las demás personas respetaran sus horarios de trabajo, y si los formularios se llenaran de manera correcta. ¿Cómo era que alumnos capaces de aprender veinte lenguas, volverse expertos en los rubros más destacados de sus escuelas y que aspiraban a la cima del conocimiento, no eran capaces de seguir indicaciones claras? A veces era un dolor de cabeza tener que invertir más tiempo del debido en una discusión con estudiantes necios que en discusiones con algún otro sabio porque no había asistido en una reunión donde lo necesitaban cómo Escriba o que requería lidiar con algo en horas adicionales a su turno.

    Ser el Gran Sabio Intendente era una enorme responsabilidad, una para la que claramente Alhaitham cubría el perfil de cabo a rabo, con excelentes recomendaciones... Pero era tedioso para alguien como él cuya vida se complicaba cada día con las pilas de investigaciones, tesis y solicitudes que debía revisar a fondo. Algunas las rechazaba, sin necesidad de preparar un fundamento exagerado al considerarlas poco útiles o novedosas, mientras que existían otras con las que debía lidiar para presentar, nuevamente, sus argumentos ante la apelación de rechazo.

    Quizás ese día, en cuanto su turno terminara, sería necesario pasar por el Gran Bazar a comprar algunos insumos pendientes o visitar la Taberna para tener más tiempo libre al llegar a casa. Solo esperaba que pronto, tanto los demás sabios del consejo como Nahida, fuesen capaces de encontrar a alguien que se hiciera cargo del puesto.
    El trabajo del Escriba es sencillo. Únicamente corresponde en documentar las reuniones y situaciones más importantes que se susciten dentro de la Academia o, bien, en los alrededores de Sumeru. Hacer anotaciones de las cátedras de otros Sabios o tomar parte de sus puntos de vista también se considera la labor de uno, pero desde las últimas semanas, el trabajo de Alhaitham era más complicado. Tras la revolución por la que atravesara Sumeru, donde la Reina Menor Kusanali regresara a tomar su posición como Arconte, su trabajo era más complicado al tener que hacerse cargo de las actividades anteriores del Gran Sabio. Muchas tareas serían más sencillas para él si las demás personas respetaran sus horarios de trabajo, y si los formularios se llenaran de manera correcta. ¿Cómo era que alumnos capaces de aprender veinte lenguas, volverse expertos en los rubros más destacados de sus escuelas y que aspiraban a la cima del conocimiento, no eran capaces de seguir indicaciones claras? A veces era un dolor de cabeza tener que invertir más tiempo del debido en una discusión con estudiantes necios que en discusiones con algún otro sabio porque no había asistido en una reunión donde lo necesitaban cómo Escriba o que requería lidiar con algo en horas adicionales a su turno. Ser el Gran Sabio Intendente era una enorme responsabilidad, una para la que claramente Alhaitham cubría el perfil de cabo a rabo, con excelentes recomendaciones... Pero era tedioso para alguien como él cuya vida se complicaba cada día con las pilas de investigaciones, tesis y solicitudes que debía revisar a fondo. Algunas las rechazaba, sin necesidad de preparar un fundamento exagerado al considerarlas poco útiles o novedosas, mientras que existían otras con las que debía lidiar para presentar, nuevamente, sus argumentos ante la apelación de rechazo. Quizás ese día, en cuanto su turno terminara, sería necesario pasar por el Gran Bazar a comprar algunos insumos pendientes o visitar la Taberna para tener más tiempo libre al llegar a casa. Solo esperaba que pronto, tanto los demás sabios del consejo como Nahida, fuesen capaces de encontrar a alguien que se hiciera cargo del puesto.
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  • ༒☬ Давным-давно... ☬༒

    𝐔𝐧 𝐝í𝐚 𝐝𝐞𝐥𝐞𝐢𝐭𝐚𝐬 𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐝𝐚𝐫 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐦𝐢𝐞𝐥𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐫𝐚í𝐬𝐨; 𝐚𝐥 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞, 𝐩𝐫𝐮𝐞𝐛𝐚𝐬 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐫𝐠𝐨 𝐲 á𝐜𝐢𝐝𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐨𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨.





    𝙰𝚕𝚎𝚔𝚜𝚎𝚒 𝙺𝚒𝚎𝚟 𝙽𝚘𝚟𝚊𝚔𝚘𝚟 𝚁𝚘𝚖𝚊𝚕𝚜𝚔𝚘 - 𝟸𝟶𝟷𝟽

    Fue hace mucho tiempo. Había un hombre fuerte, de piel blanca y mirada oscura, que parecía tragarse el abismo más profundo. Un hombre conocido, respetado, admirado y querido.

    Su nombre pasaba de boca en boca en las iglesias que visitaba. Sus donaciones exorbitantes eran como un gran milagro para la ayuda de la Iglesia Católica. Aquellos que tuvieron la suerte de mantener una conversación con él juraban que hablaban con un santo. A pesar de poseer empresas de armas, era una figura pública amada.

    Incluso llegaba a reservar iglesias para oraciones dedicadas a todo su personal. ¿Cómo podrían odiar a ese hombre? Incluso cuando el gobierno les daba la espalda, él tendía la mano a quienes le ofrecían lealtad, sin que ellos supieran que aquel hombre no era más que el mismo diablo con la máscara de un mesías.
    Aquellas reservas no eran más que reuniones para controlar a su gente. El agua bendita caía sobre sus armas, y la religión no era más que una herramienta para engañar a la gente incauta. Sus palabras eran tan dulces como el korovka, mientras que sus amenazas eran tan amargas como el nastoyka.

    Estaba más que involucrado en asuntos de Estado, siendo los políticos su baraja de cartas favorita. Gobernó la tierra helada de Rusia desde las sombras, reemplazando al “Zar”. Utilizaba a los presidentes como títeres de carne y hueso, solo para mantenerlos gobernados y, muy pronto, tomar todo el poder político.

    “𝘏𝘢𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦 é𝘭”.

    Los enemigos no estaban contentos con su dominio sobre gran parte de Rusia. Su influencia no solo creaba alianzas, sino que también los arrinconaba, obligándolos a comer las sobras que él dejaba.
    Cada noche no era más que un intento de matarlo: veneno, francotiradores y bombas. Sin embargo, este hombre se reía junto con la muerte, como si fuera su amiga de toda la vida, y terminaba con la existencia de aquellos que intentaban asesinarlo.

    Debían tener cuidado, incluso si las reuniones eran secretas. Él siempre se presentaba, y una vez más, cabezas rodaban. A sus enemigos no les agradaba cómo terminaba todo esto. Los rivales se sumaban, y solo entonces surgió una idea:

    “𝘋𝘦𝘣𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘰𝘯𝘦𝘳 𝘢𝘭 𝘡𝘢𝘳 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢”.

    La idea era tan descabellada. Todos en Rusia sabían que él era su hijo más querido, el primogénito de la misma madre rusa.
    Pero, ¿Quién iba a imaginar que solo bastarían la cabeza de una mujer y tres niños para dejarlo completamente débil y loco, hasta el punto en que su padre lo considerara un peligro?

    Los rumores marcaron su sentencia, y un abogado se encargó de sellar su destino por completo.


    A̶l̶e̶k̶s̶e̶i̶ 𝙺𝚒𝚎𝚟 N̶o̶v̶a̶k̶o̶v̶ 𝚁𝚘𝚖𝚊𝚕𝚜𝚔𝚘 - 𝟸𝟶𝟸𝟻


    Lo tenían aprisionado peor que a un animal. El sonido de las cadenas resonaba en el aire mientras sus muñecas, sujetas por gruesos eslabones, lo mantenían suspendido. Entre sus dientes apretaba una barra de metal que le impedía articular palabra alguna. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? No podía saberlo con certeza; no había ni una sola gota de luz que rompiera la oscuridad opresiva de su calvario.

    Las quemaduras recientes en su cuerpo comenzaban a cerrarse lentamente, mientras el olor a carne chamuscada se desvanecía con el pasar de los segundos. Las profundas heridas, de las que aún brotaba sangre, teñían el suelo bajo él. Poco a poco, estas también empezaban a sellarse. Pero el ardor del líquido que le inyectaban en las venas seguía consumiéndolo por dentro, un tormento desesperante que lo llevaba al borde de la locura. Esta vez, las dosis habían aumentado considerablemente, dejando su mente en blanco, inmóvil, incapaz de resistirse a las torturas.

    Las voces eran lo único que lo acompañaban, un eco persistente que lo mantenía aferrado a un frágil hilo de “cordura”. Eran suaves, pero extrañamente irreconocibles, y su cerebro, enredado en el dolor y la confusión. Una mansión incendiada, una mujer extraña que simplemente provocaba el dolor más profundo en su pecho, y personas sin rostro que pasaban fugazmente por su memoria. Nombres, había nombres que no había dejado de repetir en su mente desde que tenía uso de razón, pero que a poco a poco se iban perdiendo con el viento. Si tan solo… si tan solo pudiera recordar quien era en realidad seria mas fácil para él o sin tan solo pudiera morir.
    ༒☬ Давным-давно... ☬༒ 𝐔𝐧 𝐝í𝐚 𝐝𝐞𝐥𝐞𝐢𝐭𝐚𝐬 𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐝𝐚𝐫 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐦𝐢𝐞𝐥𝐞𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐫𝐚í𝐬𝐨; 𝐚𝐥 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞, 𝐩𝐫𝐮𝐞𝐛𝐚𝐬 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐫𝐠𝐨 𝐲 á𝐜𝐢𝐝𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐨𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨. 𝙰𝚕𝚎𝚔𝚜𝚎𝚒 𝙺𝚒𝚎𝚟 𝙽𝚘𝚟𝚊𝚔𝚘𝚟 𝚁𝚘𝚖𝚊𝚕𝚜𝚔𝚘 - 𝟸𝟶𝟷𝟽 Fue hace mucho tiempo. Había un hombre fuerte, de piel blanca y mirada oscura, que parecía tragarse el abismo más profundo. Un hombre conocido, respetado, admirado y querido. Su nombre pasaba de boca en boca en las iglesias que visitaba. Sus donaciones exorbitantes eran como un gran milagro para la ayuda de la Iglesia Católica. Aquellos que tuvieron la suerte de mantener una conversación con él juraban que hablaban con un santo. A pesar de poseer empresas de armas, era una figura pública amada. Incluso llegaba a reservar iglesias para oraciones dedicadas a todo su personal. ¿Cómo podrían odiar a ese hombre? Incluso cuando el gobierno les daba la espalda, él tendía la mano a quienes le ofrecían lealtad, sin que ellos supieran que aquel hombre no era más que el mismo diablo con la máscara de un mesías. Aquellas reservas no eran más que reuniones para controlar a su gente. El agua bendita caía sobre sus armas, y la religión no era más que una herramienta para engañar a la gente incauta. Sus palabras eran tan dulces como el korovka, mientras que sus amenazas eran tan amargas como el nastoyka. Estaba más que involucrado en asuntos de Estado, siendo los políticos su baraja de cartas favorita. Gobernó la tierra helada de Rusia desde las sombras, reemplazando al “Zar”. Utilizaba a los presidentes como títeres de carne y hueso, solo para mantenerlos gobernados y, muy pronto, tomar todo el poder político. “𝘏𝘢𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦 é𝘭”. Los enemigos no estaban contentos con su dominio sobre gran parte de Rusia. Su influencia no solo creaba alianzas, sino que también los arrinconaba, obligándolos a comer las sobras que él dejaba. Cada noche no era más que un intento de matarlo: veneno, francotiradores y bombas. Sin embargo, este hombre se reía junto con la muerte, como si fuera su amiga de toda la vida, y terminaba con la existencia de aquellos que intentaban asesinarlo. Debían tener cuidado, incluso si las reuniones eran secretas. Él siempre se presentaba, y una vez más, cabezas rodaban. A sus enemigos no les agradaba cómo terminaba todo esto. Los rivales se sumaban, y solo entonces surgió una idea: “𝘋𝘦𝘣𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘱𝘰𝘯𝘦𝘳 𝘢𝘭 𝘡𝘢𝘳 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢”. La idea era tan descabellada. Todos en Rusia sabían que él era su hijo más querido, el primogénito de la misma madre rusa. Pero, ¿Quién iba a imaginar que solo bastarían la cabeza de una mujer y tres niños para dejarlo completamente débil y loco, hasta el punto en que su padre lo considerara un peligro? Los rumores marcaron su sentencia, y un abogado se encargó de sellar su destino por completo. A̶l̶e̶k̶s̶e̶i̶ 𝙺𝚒𝚎𝚟 N̶o̶v̶a̶k̶o̶v̶ 𝚁𝚘𝚖𝚊𝚕𝚜𝚔𝚘 - 𝟸𝟶𝟸𝟻 Lo tenían aprisionado peor que a un animal. El sonido de las cadenas resonaba en el aire mientras sus muñecas, sujetas por gruesos eslabones, lo mantenían suspendido. Entre sus dientes apretaba una barra de metal que le impedía articular palabra alguna. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? No podía saberlo con certeza; no había ni una sola gota de luz que rompiera la oscuridad opresiva de su calvario. Las quemaduras recientes en su cuerpo comenzaban a cerrarse lentamente, mientras el olor a carne chamuscada se desvanecía con el pasar de los segundos. Las profundas heridas, de las que aún brotaba sangre, teñían el suelo bajo él. Poco a poco, estas también empezaban a sellarse. Pero el ardor del líquido que le inyectaban en las venas seguía consumiéndolo por dentro, un tormento desesperante que lo llevaba al borde de la locura. Esta vez, las dosis habían aumentado considerablemente, dejando su mente en blanco, inmóvil, incapaz de resistirse a las torturas. Las voces eran lo único que lo acompañaban, un eco persistente que lo mantenía aferrado a un frágil hilo de “cordura”. Eran suaves, pero extrañamente irreconocibles, y su cerebro, enredado en el dolor y la confusión. Una mansión incendiada, una mujer extraña que simplemente provocaba el dolor más profundo en su pecho, y personas sin rostro que pasaban fugazmente por su memoria. Nombres, había nombres que no había dejado de repetir en su mente desde que tenía uso de razón, pero que a poco a poco se iban perdiendo con el viento. Si tan solo… si tan solo pudiera recordar quien era en realidad seria mas fácil para él o sin tan solo pudiera morir.
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  • La joven loba, llevaba todo el día de humor de perros, nunca mejor dicho...
    Aquella noche, era luna llena y aunque ahora estaba en el pantano y la parte buena era que allí, rodeada de su manada, se podia olvidar de cadenas y de brebajes de acónito...

    Aunque todo aquello tenia una parte buena, nadie le iba a quitar la tortura de la transformación, la agonía de sentir como cada hueso y musculo de tu cuerpo se rompe para formar nuevas uniones, como tus encías se retraen y tus colmillos crecen, tu columna vertebral se arquea... partes de ti misma desaparecen, otras crecen....

    No era bonito de ver y por supuesto no era fácil pasar por ello, pero tampoco es como si tuviera elección...

    Así, Maya esperaba el momento en el que la luna alcanzara su punto álgido, rodeada cada vez por mas hermanos, todos en silencio, todos mirando al cielo, todos esperando. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    La joven loba, llevaba todo el día de humor de perros, nunca mejor dicho... Aquella noche, era luna llena y aunque ahora estaba en el pantano y la parte buena era que allí, rodeada de su manada, se podia olvidar de cadenas y de brebajes de acónito... Aunque todo aquello tenia una parte buena, nadie le iba a quitar la tortura de la transformación, la agonía de sentir como cada hueso y musculo de tu cuerpo se rompe para formar nuevas uniones, como tus encías se retraen y tus colmillos crecen, tu columna vertebral se arquea... partes de ti misma desaparecen, otras crecen.... No era bonito de ver y por supuesto no era fácil pasar por ello, pero tampoco es como si tuviera elección... Así, Maya esperaba el momento en el que la luna alcanzara su punto álgido, rodeada cada vez por mas hermanos, todos en silencio, todos mirando al cielo, todos esperando. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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