• -China Antigua.-

    Tras encontrarse en la tranquilidad de su secta, aprovechaba los momentos que tenía de ocio y tras culminar sus actividades con sus discipulos, tomaba un breve lapso de tiempo para practicar su Guqin, un bello instrumento que le habia mandado traer Xue Yang desde el pueblo vecino para que el joven taoista no se aburriera en su ausencia cuando salia de cacería.

    https://www.youtube.com/watch?v=7wWWoC-_KW0
    -China Antigua.- Tras encontrarse en la tranquilidad de su secta, aprovechaba los momentos que tenía de ocio y tras culminar sus actividades con sus discipulos, tomaba un breve lapso de tiempo para practicar su Guqin, un bello instrumento que le habia mandado traer Xue Yang desde el pueblo vecino para que el joven taoista no se aburriera en su ausencia cuando salia de cacería. https://www.youtube.com/watch?v=7wWWoC-_KW0
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  • En realidad resultaba incluso cómico el cómo Fat Nuggets y él habían encontrado en el otro una agradable compañía cuando estaban a solas.
    Decidido tomarse un descanso del bar y fue a recostarae en uno de los sillones de la sala del hotel, no esperó encontrarse sl cerdito. Solía estar en la habitación. Solo podía sospechar que estaba huyendo de los niños, y no podía culparlo por desear un loco de tranquilidad y silencio. Por lo que no dudó en aceptar su compañía y disfrutarla
    En realidad resultaba incluso cómico el cómo Fat Nuggets y él habían encontrado en el otro una agradable compañía cuando estaban a solas. Decidido tomarse un descanso del bar y fue a recostarae en uno de los sillones de la sala del hotel, no esperó encontrarse sl cerdito. Solía estar en la habitación. Solo podía sospechar que estaba huyendo de los niños, y no podía culparlo por desear un loco de tranquilidad y silencio. Por lo que no dudó en aceptar su compañía y disfrutarla
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  • El sol de la tarde se colaba suavemente entre las copas de los árboles, tiñendo de oro viejo los senderos del parque. Sentado en un banco de madera una peculiar figura contrastaba con la tranquilidad del lugar: un oso hormiguero adulto con ropa clásica pero de mirada seria.
    El Vermilinguo un tanto aburrido columpiaba las piernas mientras sostenía un libro de ciencias bajo un brazo.

    —Hoy pasó algo inusual —dijo, rompiendo el silencio—. Los patos empezaron a pelear entre ellos. Uno le arrancó las plumas al otro del puro coraje, se supone que son criaturas pacíficas.

    Hubo una pausa. El Oso Hormiguero miró al cielo, luego al lago donde los patos se revolvían aún, en plena batalla acuática.
    El sol de la tarde se colaba suavemente entre las copas de los árboles, tiñendo de oro viejo los senderos del parque. Sentado en un banco de madera una peculiar figura contrastaba con la tranquilidad del lugar: un oso hormiguero adulto con ropa clásica pero de mirada seria. El Vermilinguo un tanto aburrido columpiaba las piernas mientras sostenía un libro de ciencias bajo un brazo. —Hoy pasó algo inusual —dijo, rompiendo el silencio—. Los patos empezaron a pelear entre ellos. Uno le arrancó las plumas al otro del puro coraje, se supone que son criaturas pacíficas. Hubo una pausa. El Oso Hormiguero miró al cielo, luego al lago donde los patos se revolvían aún, en plena batalla acuática.
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  • — El pelirrojo observaba a su hijo mayor jugar con tranquilidad en la piscina, habían llegado a Australia hace una semana y no sabía cómo contarle a su hijo, el día que habían regresado se le había enviado los resultados completos de sus exámenes, efectivamente tenía cáncer.—

    Mio sole, ven aquí, mamá quiere hablar contigo...

    — Se sentó en la orilla de la piscina y miro a su hijo con un una pequeña sonrisa en su rostro.—

    Mika Xiao Kim
    — El pelirrojo observaba a su hijo mayor jugar con tranquilidad en la piscina, habían llegado a Australia hace una semana y no sabía cómo contarle a su hijo, el día que habían regresado se le había enviado los resultados completos de sus exámenes, efectivamente tenía cáncer.— Mio sole, ven aquí, mamá quiere hablar contigo... — Se sentó en la orilla de la piscina y miro a su hijo con un una pequeña sonrisa en su rostro.— [fable_silver_frog_194]
    Me entristece
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  • 𝔸𝕦𝕣𝕠𝕣𝕒 𝕃𝕏: 𝔸𝕝𝕘𝕠 𝕞𝕒𝕤 𝕢𝕦𝕖 𝕦𝕟𝕒 𝕤𝕚𝕞𝕡𝕝𝕖 𝕡𝕦𝕓𝕝𝕚𝕔𝕚𝕕𝕒𝕕.
    Fandom OC's
    Categoría Slice of Life
    : Lilian Carson
    :



    ━━━༻ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━

    La pantalla despierta con un parpadeo casi humano, como si inhalara antes de mostrar su primer destello. Un brillo rosado, líquido, acaricia el cristal continuo del dispositivo. Se desliza como una tinta viva, expandiéndose con una calma deliberada sobre el vidrio impecable que descansa en la superficie fría del mármol. El mármol tiene un veteado blanco-grisáceo que refleja el resplandor del dispositivo, haciéndolo parecer suspendido en un pequeño halo.

    No hay líneas. No hay marcos. La ilusión de un objeto sin principio ni final.

    El rosado respira.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (voz baja, elegante, con esa ironía sugerida que nunca termina de pronunciarse):
    Algunos teléfonos quieren llamar la atención.
    Este… Prefiere seducir.

    La cámara se desliza —casi flota— hacia el borde. El cuerpo metálico, rosa nacarado, parece tan delgado que invita a desconfiar de su solidez: es una lámina luminosa, un acorde suave entre metal y luz. Los reflejos del ambiente —la lámpara tenue, el ventanal con cielo nublado, una sombra que se mueve fuera de cuadro— bailan sobre el borde curvo. Por un instante, el móvil parece tomar vida, expandiendo y contrayendo ese brillo como si respirara.

    El reloj del fondo marca 4:00 PM exactas.
    En el silencio pulido del lugar, un icono surge. No vibra con estridencia, no interrumpe nada: apenas pulsa. Un destello se enciende en un extremo, viaja como un latido hasta el otro, desaparece, vuelve. Una llamada entrante hecha luz.

    Corte.

    Una mano entra en cuadro. No apresurada: segura, casi ceremoniosa.
    Los dedos se curvan; el dispositivo encaja tan bien que parece diseñado para ese preciso ángulo de agarre, para esa piel. La superficie se ilumina bajo el contacto, como si reconociera la presencia humana.

    Los íconos flotan apenas al desbloquearse. No aparecen: se despiertan.
    Se expanden, se encogen, se organizan según el movimiento imperceptible de la muñeca. Una interfaz maleable, casi viviente.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁:
    Presentamos el Aurora LX.
    El primer móvil que no solo sigue tus movimientos…
    Sino que los anticipa.

    En el aire, un simple gesto.
    La pantalla responde antes de ser tocada: una foto se abre con suavidad líquida. La cámara frontal —escondida bajo el cristal sin perforaciones, sin manchas, sin interrupciones— captura luz y la convierte en un color tan nítido que parece recién inventado. No hay marcas visibles. No hay tecnología evidente. Solo perfección invisible.

    Corte a un café minimalista.

    Líneas limpias, tonos neutros, la luz de la tarde entrando en diagonales suaves.
    Sobre la mesa de madera clara, el Aurora LX reposa, discreto. Una notificación aparece sin estallar: se proyecta con un resplandor cálido, un pastel suave que combina con su acabado rosado. Es un mensaje, pero parece más un susurro visual que un aviso.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (con una sonrisa que se escucha):
    En un mundo lleno de dispositivos ruidosos…
    Este eligió hablar en susurros.

    El teléfono gira sobre sí mismo en una toma lenta, envolvente. El rosa cambia: a blanco perla, vino, negro mate y azul marino.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁:
    Aurora LX.
    No es tecnología.
    Es suavidad en estado puro.

    ━━━༻ⒻⒾⓃ ⒹⒺⓁ ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━

    Ezra apagó la televisión con un solo toque, casi como si quisiera borrar de la existencia el último fotograma de aquella publicidad desastrosa. El silencio que quedó en la oficina fue denso, incómodo, casi acusador. Se levantó del sofá con la mandíbula tensa, como si cada músculo estuviera protestando por lo que acababa de presenciar.

    Pasó una mano por su frente, arrastrándola luego por toda la cara en un gesto lento, cansado, desesperado por encontrar lógica donde no la había.

    Cinco millones de dólares.
    Cinco.
    Millones.
    Enterrados en esa basura.

    Un suspiro escapó de él, frío y afilado. Si había algo que sabía con absoluta claridad era que tendría que hablar con Jackson. Y que alguien —alguien muy específico, o varios— iba a perder la cabeza por esto. En su empresa, el desperdicio de dinero no solo era inaceptable… era imperdonable.

    Dejó el control remoto sobre la mesa ratona con un “clic” suave, casi elegante, pero cargado de ira contenida. Ajustó el saco de su traje azul marino con movimientos precisos, automáticos, como si las prendas pudieran armarle una coraza para lo que vendría.

    Luego salió de la oficina.

    Sus pasos resonaron por el pasillo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. Su secretaria levantó la cabeza de inmediato, dispuesta a anunciarle algo, pero apenas vio su expresión —el ceño marcado, la mirada filosa, ese silencio que gritaba problemas— bajó la vista a toda velocidad, fingiendo buscar un papel entre la pila que ya tenía ordenada.

    Ezra no dijo una palabra.

    No hacía falta.

    Su andar era una sentencia de muerte para alguien, y todos lo sabían.

    Con el paso firme, decidido, casi militar, continuó avanzando por el corredor de mármol pulido.

    Iba directo al área de marketing. Y cada persona que lo veía acercarse se enderezaba, tragaba saliva o disimulaba el temblor en las manos.

    El huracán Hamilton estaba oficialmente en camino.

    El empresario tocó el botón del ascensor con un movimiento seco, casi impaciente, y se quedó allí, con las manos en los bolsillos del traje, mientras el panel luminoso marcaba el descenso hacia su piso. El reflejo de su propio rostro en las puertas metálicas mostraba una calma engañosa, apenas sostenida por una línea dura en su mandíbula.

    Cuando el ascensor llegó, las puertas se abrieron con un ding demasiado suave para su humor. Salió al pasillo y sus ojos se clavaron en los empleados del área: algunos apresuraban el paso, otros desviaban la mirada como si hubieran visto a un depredador entrar en la oficina. Parecían correr despavoridos, intentando desaparecer antes de quedar atrapados en la tormenta que anunciaba su andar.

    Pasó una mano por su cabello, acomodándolo hacia atrás, en un gesto más de contención que de estilo.

    Y sin dudarlo un instante, empujó la puerta de la sala de juntas del área de marketing.

    Entró sin anunciarse.

    La conversación que había dentro murió al instante.

    —¿Se puede saber en qué mierda gastaron mi dinero? —soltó, su voz retumbando con una frialdad que caló hasta los huesos. Caminó hacia la mesa con paso lento, controlado, peligroso—. Porque esa publicidad horrenda no pudo costar cinco millones…

    Su mirada se clavó en Jackson, sostenida, filosa.

    —Espero una explicación.

    Y, para rematar, dejó que una sonrisa cínica, cortante como un bisturí, se dibujara en su rostro.

    —Nosotros… Nosotros estábamos hablando justo de eso, mira… Ezra… La verdad… —balbuceó Jackson, hundiéndose en su propia incomodidad, como si deseara desaparecer bajo la mesa.

    Ezra ladeó la cabeza, apenas, con una expresión casi divertida.

    —No tienen explicación lógica, vaya… Qué problema —comentó con una calma venenosa, cruzándose de brazos.

    Luego chasqueó los dedos una sola vez.

    Un gesto perfecto, autoritario, que no dejaba margen para la duda.

    Jackson se sobresaltó, empalideció y se levantó del asiento al instante, moviéndose hacia un costado para cederle el lugar en la cabecera de la mesa, como si el aire mismo le hubiera dado la orden.

    Ezra Hamilton tomó asiento con tranquilidad, apoyando un codo en el brazo del sillón. Sus ojos recorrieron, uno por uno, a todos los presentes.

    —Sus sueldos se verán reducidos un veinte por ciento si el producto no funciona —dijo sin levantar la voz, como quien anuncia el clima—. O mejor aún… Podría despedirlos, pagarles la indemnización y contratar a otro equipo de marketing desde ya.

    Nadie respiró.

    Giró la silla hacia la ventana, como si el destino laboral de esas veinte personas fuera un mero ruido de fondo comparado con la vista majestuosa de Nueva York extendiéndose bajo él. Los rascacielos, las luces, el tráfico que desde arriba parecía un cuadro en movimiento.

    —Escúcheme, señor Hamilton —intervino alguien, con la voz temblorosa pero firme, como quien decide apostar su vida a una sola carta—. El dinero no fue destinado a esa campaña.

    Ezra alzó una sola ceja.

    Muy despacio.

    Y giró de nuevo la silla para verlos a todos.

    Esta vez, apoyó ambas manos sobre la mesa, entrelazando los dedos. Su expresión ya no era de ira, sino de una curiosidad peligrosa… La clase de curiosidad que podía salvarlos o destruirlos.

    —¿Qué dijiste?

    —El dinero no fue destinado a ese comercial —repitió el hombre, tragando saliva—. Fue un lanzamiento piloto. El comercial se comenzará a grabar en dos semanas.

    El silencio que siguió fue un abismo.
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Los reflejos del ambiente —la lámpara tenue, el ventanal con cielo nublado, una sombra que se mueve fuera de cuadro— bailan sobre el borde curvo. Por un instante, el móvil parece tomar vida, expandiendo y contrayendo ese brillo como si respirara. El reloj del fondo marca 4:00 PM exactas. En el silencio pulido del lugar, un icono surge. No vibra con estridencia, no interrumpe nada: apenas pulsa. Un destello se enciende en un extremo, viaja como un latido hasta el otro, desaparece, vuelve. Una llamada entrante hecha luz. Corte. Una mano entra en cuadro. No apresurada: segura, casi ceremoniosa. Los dedos se curvan; el dispositivo encaja tan bien que parece diseñado para ese preciso ángulo de agarre, para esa piel. La superficie se ilumina bajo el contacto, como si reconociera la presencia humana. Los íconos flotan apenas al desbloquearse. No aparecen: se despiertan. Se expanden, se encogen, se organizan según el movimiento imperceptible de la muñeca. Una interfaz maleable, casi viviente. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁: Presentamos el Aurora LX. El primer móvil que no solo sigue tus movimientos… Sino que los anticipa. En el aire, un simple gesto. La pantalla responde antes de ser tocada: una foto se abre con suavidad líquida. La cámara frontal —escondida bajo el cristal sin perforaciones, sin manchas, sin interrupciones— captura luz y la convierte en un color tan nítido que parece recién inventado. No hay marcas visibles. No hay tecnología evidente. Solo perfección invisible. Corte a un café minimalista. Líneas limpias, tonos neutros, la luz de la tarde entrando en diagonales suaves. Sobre la mesa de madera clara, el Aurora LX reposa, discreto. Una notificación aparece sin estallar: se proyecta con un resplandor cálido, un pastel suave que combina con su acabado rosado. Es un mensaje, pero parece más un susurro visual que un aviso. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (con una sonrisa que se escucha): En un mundo lleno de dispositivos ruidosos… Este eligió hablar en susurros. El teléfono gira sobre sí mismo en una toma lenta, envolvente. El rosa cambia: a blanco perla, vino, negro mate y azul marino. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁: Aurora LX. No es tecnología. Es suavidad en estado puro. ━━━༻ⒻⒾⓃ ⒹⒺⓁ ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━ Ezra apagó la televisión con un solo toque, casi como si quisiera borrar de la existencia el último fotograma de aquella publicidad desastrosa. El silencio que quedó en la oficina fue denso, incómodo, casi acusador. Se levantó del sofá con la mandíbula tensa, como si cada músculo estuviera protestando por lo que acababa de presenciar. Pasó una mano por su frente, arrastrándola luego por toda la cara en un gesto lento, cansado, desesperado por encontrar lógica donde no la había. Cinco millones de dólares. Cinco. Millones. Enterrados en esa basura. Un suspiro escapó de él, frío y afilado. Si había algo que sabía con absoluta claridad era que tendría que hablar con Jackson. Y que alguien —alguien muy específico, o varios— iba a perder la cabeza por esto. En su empresa, el desperdicio de dinero no solo era inaceptable… era imperdonable. Dejó el control remoto sobre la mesa ratona con un “clic” suave, casi elegante, pero cargado de ira contenida. Ajustó el saco de su traje azul marino con movimientos precisos, automáticos, como si las prendas pudieran armarle una coraza para lo que vendría. Luego salió de la oficina. Sus pasos resonaron por el pasillo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. Su secretaria levantó la cabeza de inmediato, dispuesta a anunciarle algo, pero apenas vio su expresión —el ceño marcado, la mirada filosa, ese silencio que gritaba problemas— bajó la vista a toda velocidad, fingiendo buscar un papel entre la pila que ya tenía ordenada. Ezra no dijo una palabra. No hacía falta. Su andar era una sentencia de muerte para alguien, y todos lo sabían. Con el paso firme, decidido, casi militar, continuó avanzando por el corredor de mármol pulido. Iba directo al área de marketing. Y cada persona que lo veía acercarse se enderezaba, tragaba saliva o disimulaba el temblor en las manos. El huracán Hamilton estaba oficialmente en camino. El empresario tocó el botón del ascensor con un movimiento seco, casi impaciente, y se quedó allí, con las manos en los bolsillos del traje, mientras el panel luminoso marcaba el descenso hacia su piso. El reflejo de su propio rostro en las puertas metálicas mostraba una calma engañosa, apenas sostenida por una línea dura en su mandíbula. Cuando el ascensor llegó, las puertas se abrieron con un ding demasiado suave para su humor. Salió al pasillo y sus ojos se clavaron en los empleados del área: algunos apresuraban el paso, otros desviaban la mirada como si hubieran visto a un depredador entrar en la oficina. Parecían correr despavoridos, intentando desaparecer antes de quedar atrapados en la tormenta que anunciaba su andar. Pasó una mano por su cabello, acomodándolo hacia atrás, en un gesto más de contención que de estilo. Y sin dudarlo un instante, empujó la puerta de la sala de juntas del área de marketing. Entró sin anunciarse. La conversación que había dentro murió al instante. —¿Se puede saber en qué mierda gastaron mi dinero? —soltó, su voz retumbando con una frialdad que caló hasta los huesos. Caminó hacia la mesa con paso lento, controlado, peligroso—. Porque esa publicidad horrenda no pudo costar cinco millones… Su mirada se clavó en Jackson, sostenida, filosa. —Espero una explicación. Y, para rematar, dejó que una sonrisa cínica, cortante como un bisturí, se dibujara en su rostro. —Nosotros… Nosotros estábamos hablando justo de eso, mira… Ezra… La verdad… —balbuceó Jackson, hundiéndose en su propia incomodidad, como si deseara desaparecer bajo la mesa. Ezra ladeó la cabeza, apenas, con una expresión casi divertida. —No tienen explicación lógica, vaya… Qué problema —comentó con una calma venenosa, cruzándose de brazos. Luego chasqueó los dedos una sola vez. Un gesto perfecto, autoritario, que no dejaba margen para la duda. Jackson se sobresaltó, empalideció y se levantó del asiento al instante, moviéndose hacia un costado para cederle el lugar en la cabecera de la mesa, como si el aire mismo le hubiera dado la orden. Ezra Hamilton tomó asiento con tranquilidad, apoyando un codo en el brazo del sillón. Sus ojos recorrieron, uno por uno, a todos los presentes. —Sus sueldos se verán reducidos un veinte por ciento si el producto no funciona —dijo sin levantar la voz, como quien anuncia el clima—. O mejor aún… Podría despedirlos, pagarles la indemnización y contratar a otro equipo de marketing desde ya. Nadie respiró. Giró la silla hacia la ventana, como si el destino laboral de esas veinte personas fuera un mero ruido de fondo comparado con la vista majestuosa de Nueva York extendiéndose bajo él. Los rascacielos, las luces, el tráfico que desde arriba parecía un cuadro en movimiento. —Escúcheme, señor Hamilton —intervino alguien, con la voz temblorosa pero firme, como quien decide apostar su vida a una sola carta—. El dinero no fue destinado a esa campaña. Ezra alzó una sola ceja. Muy despacio. Y giró de nuevo la silla para verlos a todos. Esta vez, apoyó ambas manos sobre la mesa, entrelazando los dedos. Su expresión ya no era de ira, sino de una curiosidad peligrosa… La clase de curiosidad que podía salvarlos o destruirlos. —¿Qué dijiste? —El dinero no fue destinado a ese comercial —repitió el hombre, tragando saliva—. Fue un lanzamiento piloto. El comercial se comenzará a grabar en dos semanas. El silencio que siguió fue un abismo.
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    Desconexión, tranquilidad, paz.
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  • 𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳

    La puerta se cerró detrás de ella, ahogando la ruidosa música que provenía del local. La rubia salió de ahí medio doblada de la risa, llevándose una mano al estómago mientras intentaba recuperar el aliento. Hace tiempo que extrañaba estás noches de chicas.

    Soltó un suspiro, dejando caer la mejilla en su mano con calma. Se acomodó un mechón rubio detrás de la oreja y la brisa nocturna hizo que se estremeciera un poco de frío. Levanto un poco la vista y al verte a un costado, su expresión se congeló un segundo, sorprendida, antes de que una pequeña sonrisa torpe y avergonzada aparecía como reflejo al darse cuenta de que no estaba sola.

    —Oh...no pensé que habría alguien más aquí. —admitió con una honestidad tranquila, más que incomoda parecía un poco haber sido pillada desprevenida.

    Se enderezó un poco, intentando tomar nuevamente su postura festiva.

    —Lamento interrumpir tu tranquilidad, solo necesitaba un poco de aire. —habló con un tono suave, amigable, aún con las mejillas ligeramente calientes por la risa reciente.

    Miro hacía la puerta un instante y luego volvió a mirar en tu dirección. No sabía si se trataba de su buen humor o tal vez los mojitos que llevaba demás, pero se atrevió a preguntar:

    —¿Llevas mucho aquí?

    Nari siempre solía hablar de más.
    𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳🍮 La puerta se cerró detrás de ella, ahogando la ruidosa música que provenía del local. La rubia salió de ahí medio doblada de la risa, llevándose una mano al estómago mientras intentaba recuperar el aliento. Hace tiempo que extrañaba estás noches de chicas. Soltó un suspiro, dejando caer la mejilla en su mano con calma. Se acomodó un mechón rubio detrás de la oreja y la brisa nocturna hizo que se estremeciera un poco de frío. Levanto un poco la vista y al verte a un costado, su expresión se congeló un segundo, sorprendida, antes de que una pequeña sonrisa torpe y avergonzada aparecía como reflejo al darse cuenta de que no estaba sola. —Oh...no pensé que habría alguien más aquí. —admitió con una honestidad tranquila, más que incomoda parecía un poco haber sido pillada desprevenida. Se enderezó un poco, intentando tomar nuevamente su postura festiva. —Lamento interrumpir tu tranquilidad, solo necesitaba un poco de aire. —habló con un tono suave, amigable, aún con las mejillas ligeramente calientes por la risa reciente. Miro hacía la puerta un instante y luego volvió a mirar en tu dirección. No sabía si se trataba de su buen humor o tal vez los mojitos que llevaba demás, pero se atrevió a preguntar: —¿Llevas mucho aquí? Nari siempre solía hablar de más.
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  • Guarda silencio, mientras se escuchaba el papel amarronado, estaba envolviendo lo que parecía ser un ramo de paniculatas, respirando con tranquilidad, mientras se sentía tan orgullosa de su creación, acariciando los detalles de la flor.
    Guarda silencio, mientras se escuchaba el papel amarronado, estaba envolviendo lo que parecía ser un ramo de paniculatas, respirando con tranquilidad, mientras se sentía tan orgullosa de su creación, acariciando los detalles de la flor.
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  • -Tarareaba suavemente por lo bajo. Desayunando en el hotel, café negro en su mano mientras con alegre tranquilidad veía el periódico infernal en su otra mano.
    Claramente de un fantástico humor luego de su inminente victoria y su reciente libertad -
    -Tarareaba suavemente por lo bajo. Desayunando en el hotel, café negro en su mano mientras con alegre tranquilidad veía el periódico infernal en su otra mano. Claramente de un fantástico humor luego de su inminente victoria y su reciente libertad -
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  • Hola cariño buenos días, te deseo un miércoles lleno de éxito, tranquilidad.

    Taihou te manda besos , tengas un lindo día
    Hola cariño buenos días, te deseo un miércoles lleno de éxito, tranquilidad. Taihou te manda besos , tengas un lindo día 😘
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