• 𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳

    —Esta bien, lo admito. Tome tu sudadera sin permiso, es que hace mucho frío está noche.

    Se excusó antes de que pudieras reclamar algo, jugueteo con los cordones de la misma tratando de parecer inocente pero en secreto disfrutaba usar tu ropa. Más que por comodidad, la verdadera razón era que disfrutaba oler a tí y el perfume que la rodeaba era un recuerdo táctico de porque realmente habia tomado la prenda sin preguntar. Ni siquiera tenía frío.

    —Es solo por hoy, no volverá a pasar.

    Pequeña mentirita blanca.
    𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳🍮 —Esta bien, lo admito. Tome tu sudadera sin permiso, es que hace mucho frío está noche. Se excusó antes de que pudieras reclamar algo, jugueteo con los cordones de la misma tratando de parecer inocente pero en secreto disfrutaba usar tu ropa. Más que por comodidad, la verdadera razón era que disfrutaba oler a tí y el perfume que la rodeaba era un recuerdo táctico de porque realmente habia tomado la prenda sin preguntar. Ni siquiera tenía frío. —Es solo por hoy, no volverá a pasar. Pequeña mentirita blanca.
    Me encocora
    Me gusta
    7
    0 turnos 0 maullidos
  • JAPON 11.11.2025

    Me desplomé entre los estantes de cereales y sopas instantáneas irónico que cayera justo en el pasillo más colorido de toda la pequeña tienda de conveniencia, podía sentir la sangre caer por mi brazo rasguños provocados por la explosión de un vidrio, el olor metálico de mi sangre mezclándose con el detergente barato del pasillo de un lado. La herida en mi hombro seguía sangrando, pero no lo suficiente como para justificar el temblor en mis manos. No era el dolor físico.
    Hace mucho que no siento eso.
    Era la descarga de la misión. El vacío que llega cuando sobrevives a poco centímetros de la muerte .

    El chaleco táctico aún pesaba sobre mi pecho como plomo, como una condena. Me lo quité con rabia, aventando aún lado. La empleada del turno nocturno me miró desde la caja registradora, demasiado asustada para acercarse, demasiado curiosa para mirar hacia otro lado, talvez sería lo único de lo que hablaría un par de días.

    La operación había sido declarada un fracaso: el objetivo escapó, la extracción de los rehenes se retrasó, y dos agentes inactivos. Pero yo sabía la verdad, una verdad que ellos odiaban admitir, el cargamento nunca llegó a manos del comprador. El intercambio se rompió. La red que financiaba a medio Oriente quedó expuesta. Y era un éxito que se pagaba con cicatrices y silencio, con papeleo por 2 días y regaños por parte de "superiores" que solo hablan y regañan como si ellos fueran quienes arriesgan la vida aquí.

    Llegué a aquella pequeña tienda porque era el único lugar abierto en las afueras, el único sitio donde podía desaparecer entre luces fluorescentes y pasillos llenos de comida empaquetada. El punto de extracción estaba comprometido, y la ciudad aún ardía con patrullas buscando fantasmas. Yo era uno de ellos. Necesitaba agua, necesitaba tiempo, necesitaba un rincón donde mi cuerpo pudiera recordar que seguía vivo y la adrenalina bajara tanto que el dolor se comenzará a hacer presente.

    Me quedé allí, jadeando, con los nudillos rotos y la mandíbula entumecida. No por la pelea. Por lo que siempre viene después. Porque en este trabajo apuestas la vida.
    JAPON 11.11.2025 Me desplomé entre los estantes de cereales y sopas instantáneas irónico que cayera justo en el pasillo más colorido de toda la pequeña tienda de conveniencia, podía sentir la sangre caer por mi brazo rasguños provocados por la explosión de un vidrio, el olor metálico de mi sangre mezclándose con el detergente barato del pasillo de un lado. La herida en mi hombro seguía sangrando, pero no lo suficiente como para justificar el temblor en mis manos. No era el dolor físico. Hace mucho que no siento eso. Era la descarga de la misión. El vacío que llega cuando sobrevives a poco centímetros de la muerte . El chaleco táctico aún pesaba sobre mi pecho como plomo, como una condena. Me lo quité con rabia, aventando aún lado. La empleada del turno nocturno me miró desde la caja registradora, demasiado asustada para acercarse, demasiado curiosa para mirar hacia otro lado, talvez sería lo único de lo que hablaría un par de días. La operación había sido declarada un fracaso: el objetivo escapó, la extracción de los rehenes se retrasó, y dos agentes inactivos. Pero yo sabía la verdad, una verdad que ellos odiaban admitir, el cargamento nunca llegó a manos del comprador. El intercambio se rompió. La red que financiaba a medio Oriente quedó expuesta. Y era un éxito que se pagaba con cicatrices y silencio, con papeleo por 2 días y regaños por parte de "superiores" que solo hablan y regañan como si ellos fueran quienes arriesgan la vida aquí. Llegué a aquella pequeña tienda porque era el único lugar abierto en las afueras, el único sitio donde podía desaparecer entre luces fluorescentes y pasillos llenos de comida empaquetada. El punto de extracción estaba comprometido, y la ciudad aún ardía con patrullas buscando fantasmas. Yo era uno de ellos. Necesitaba agua, necesitaba tiempo, necesitaba un rincón donde mi cuerpo pudiera recordar que seguía vivo y la adrenalina bajara tanto que el dolor se comenzará a hacer presente. Me quedé allí, jadeando, con los nudillos rotos y la mandíbula entumecida. No por la pelea. Por lo que siempre viene después. Porque en este trabajo apuestas la vida.
    Me gusta
    Me endiabla
    Me shockea
    6
    0 turnos 0 maullidos
  • SAGA DE LA INFANTERÍA MÓVIL: RECLUTAMIENTO
    Fandom Tropas del espacio
    Categoría Acción

    ¿CREES QUE EL UNIVERSO ES TUYO?

    ¡DEMÚESTRALO!

    Enfrenta lo desconocido.
    Protege a los que no pueden.
    Lucha por algo más grande que tú.

    No somos máquinas.
    No somos monstruos.
    Somos humanos. Y eso basta.

    ¡Haz tu parte!
    ¡ÚNETE A LA INFANTERÍA MÓVIL!
    Siempre hay un Centro de Reclutamiento cerca de ti.

    ---

    Arenga de reclutamiento de la Infantería Móvil

    > ¿Crees que el universo te debe algo? No. El universo no da nada. Pero tú puedes tomar tu lugar en él.
    >
    > En las ciudades de neón, donde la guerra se libra entre datos y sombras, nuestros operadores caminan invisibles, protegiendo lo que tú llamas hogar.
    > En los castillos incendiados, donde el pasado se niega a morir, nuestros jinetes del fuego cabalgan entre ruinas, enfrentando lo que otros temen nombrar.
    > En los templos de piedra y acero, donde la estrategia es ley, nuestros comandantes trazan el destino de mundos enteros con una sola orden.
    > Y en las fronteras donde la tecnología se mezcla con la tradición, nuestros caballeros tácticos luchan con honor, porque saben que la humanidad no es solo carne: es idea, es voluntad.
    >
    > La Infantería Móvil no es solo un ejército. Es una promesa.
    > Una promesa de que el servicio no es esclavitud, sino libertad.
    > Una promesa de que la ciudadanía no se hereda: se conquista.
    > Una promesa de que tú puedes ser más que espectador. Puedes ser protagonista.
    >
    > ¿Estás listo para dejar de mirar y empezar a actuar?
    > ¿Estás listo para enfrentar lo desconocido, no como víctima, sino como soldado?
    >
    > ¡Adelante! ¡Haz tu parte!
    > ¡ÚNETE A LA INFANTERÍA MÓVIL!
    > El servicio garantiza la ciudadanía.

    ---

    Manifiesto de la Infantería Móvil

    > Somos humanos. Y eso basta.
    > No somos máquinas. No somos monstruos. No somos dioses.
    > Somos carne, hueso, voluntad.
    > Y con eso enfrentamos lo imposible.

    > No luchamos por gloria. Luchamos por legado.
    > Por los que aún no han nacido.
    > Por los que no pueden defenderse.
    > Por los que creen que el universo puede ser compartido.

    > La tecnología es nuestra herramienta, no nuestro amo.
    > Las armas evolucionan. Nosotros decidimos.
    > No nos fusionamos con el enemigo. No nos convertimos en él.
    > Porque si dejamos de ser humanos para ganar, entonces ya hemos perdido.

    > El servicio garantiza la ciudadanía.
    > No porque la guerra sea noble, sino porque el sacrificio sí lo es.
    > No porque matar sea justo, sino porque proteger sí lo es.
    > No porque seamos perfectos, sino porque elegimos luchar por algo más grande que nosotros.

    > Somos la Infantería Móvil.
    > Y mientras uno de nosotros respire,
    > la humanidad no caerá.

    ---

    *Ese era el texto del panfleto de propaganda y reclutamiento de la Infantería Móvil que era fácil conseguir en las calles.
    Hace años que Shinn se había unido, y por sus años de servicio y experiencia ahora ostentaba el grado de capitán de escuadrón.
    Con el tiempo, pudo convencer a sus amigos de unirse. Y cada uno supo aprovechar su destreza en los diferentes tipos de combate con que los soldados son adiestrados...
    ¿Quieres venir a formar parte de nuestra aventura?*
    ¿CREES QUE EL UNIVERSO ES TUYO? ¡DEMÚESTRALO! Enfrenta lo desconocido. Protege a los que no pueden. Lucha por algo más grande que tú. No somos máquinas. No somos monstruos. Somos humanos. Y eso basta. ¡Haz tu parte! ¡ÚNETE A LA INFANTERÍA MÓVIL! Siempre hay un Centro de Reclutamiento cerca de ti. --- 🪖 Arenga de reclutamiento de la Infantería Móvil > ¿Crees que el universo te debe algo? No. El universo no da nada. Pero tú puedes tomar tu lugar en él. > > En las ciudades de neón, donde la guerra se libra entre datos y sombras, nuestros operadores caminan invisibles, protegiendo lo que tú llamas hogar. > En los castillos incendiados, donde el pasado se niega a morir, nuestros jinetes del fuego cabalgan entre ruinas, enfrentando lo que otros temen nombrar. > En los templos de piedra y acero, donde la estrategia es ley, nuestros comandantes trazan el destino de mundos enteros con una sola orden. > Y en las fronteras donde la tecnología se mezcla con la tradición, nuestros caballeros tácticos luchan con honor, porque saben que la humanidad no es solo carne: es idea, es voluntad. > > La Infantería Móvil no es solo un ejército. Es una promesa. > Una promesa de que el servicio no es esclavitud, sino libertad. > Una promesa de que la ciudadanía no se hereda: se conquista. > Una promesa de que tú puedes ser más que espectador. Puedes ser protagonista. > > ¿Estás listo para dejar de mirar y empezar a actuar? > ¿Estás listo para enfrentar lo desconocido, no como víctima, sino como soldado? > > ¡Adelante! ¡Haz tu parte! > ¡ÚNETE A LA INFANTERÍA MÓVIL! > El servicio garantiza la ciudadanía. --- 🪖 Manifiesto de la Infantería Móvil > Somos humanos. Y eso basta. > No somos máquinas. No somos monstruos. No somos dioses. > Somos carne, hueso, voluntad. > Y con eso enfrentamos lo imposible. > No luchamos por gloria. Luchamos por legado. > Por los que aún no han nacido. > Por los que no pueden defenderse. > Por los que creen que el universo puede ser compartido. > La tecnología es nuestra herramienta, no nuestro amo. > Las armas evolucionan. Nosotros decidimos. > No nos fusionamos con el enemigo. No nos convertimos en él. > Porque si dejamos de ser humanos para ganar, entonces ya hemos perdido. > El servicio garantiza la ciudadanía. > No porque la guerra sea noble, sino porque el sacrificio sí lo es. > No porque matar sea justo, sino porque proteger sí lo es. > No porque seamos perfectos, sino porque elegimos luchar por algo más grande que nosotros. > Somos la Infantería Móvil. > Y mientras uno de nosotros respire, > la humanidad no caerá. --- *Ese era el texto del panfleto de propaganda y reclutamiento de la Infantería Móvil que era fácil conseguir en las calles. Hace años que Shinn se había unido, y por sus años de servicio y experiencia ahora ostentaba el grado de capitán de escuadrón. Con el tiempo, pudo convencer a sus amigos de unirse. Y cada uno supo aprovechar su destreza en los diferentes tipos de combate con que los soldados son adiestrados... ¿Quieres venir a formar parte de nuestra aventura?*
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    2
    Estado
    Disponible
    0 turnos 0 maullidos
  • Luna Aurelian Reis había vuelto a brillar.

    Después de años de silencio, de encierro y rumores, aquella noche la dueña de REI-TECH Technology reaparecía bajo los reflectores, vestida con la elegancia sombría que la caracterizaba: un conjunto negro de espalda descubierta, adornado con patrones simbólicos, mezcla de misticismo y poder.

    Las cámaras no tardaron en rodearla. Los flashes se cruzaban como relámpagos, intentando capturar cada matiz de su expresión —una serenidad gélida, una mirada cargada de historia. Su paso era firme, pausado, como si cada movimiento calculado representara una declaración: Luna Reis ha regresado, y no hay quien la eclipse.

    Tras el escándalo mediático de su divorcio con Seiko Nura, las pérdidas empresariales y la posterior muerte de su primer esposo Elian, muchos creyeron que Luna desaparecería por completo. Pero había renacido.
    Bajo su mando, REI-TECH no solo se recuperó: ascendió al puesto número uno global, dominando el sector tecnológico con innovaciones en inteligencia sintética y armamento táctico.

    Esa noche, la gala celebraba precisamente el renacimiento del imperio que ella había reconstruido desde las ruinas. Los murmullos se mezclaban:
    —“¿Es ella?”
    —“Más fría… más fuerte.”
    —“Dicen que volvió a dirigir todo personalmente.”

    Luna solo sonrió con un gesto imperceptible.
    Sus hijos, Sain y Eliana, no la acompañaban —ella había preferido mantenerlos lejos del foco público, preservando lo poco que quedaba de su intimidad familiar. Y aunque su hermano Constantin Reis estaba en el mismo recinto, ninguno buscó cruzar miradas todavía.

    En el fondo, mientras el vino tintaba las copas y la música llenaba el salón, Luna alzó la vista hacia los ventanales iluminados. Sabía que la gente vería una empresaria renacida, una mujer poderosa. Pero bajo la superficie, ella seguía siendo la misma estratega que había aprendido —a golpes del destino— que a veces, para seguir viva, hay que reconstruirse desde la oscuridad.

    Y en esa gala, bajo la lluvia de flashes, Luna Aurelian Reis brilló con la misma intensidad que una estrella… de esas que arden justo antes de hacerse eternas.
    Luna Aurelian Reis había vuelto a brillar. Después de años de silencio, de encierro y rumores, aquella noche la dueña de REI-TECH Technology reaparecía bajo los reflectores, vestida con la elegancia sombría que la caracterizaba: un conjunto negro de espalda descubierta, adornado con patrones simbólicos, mezcla de misticismo y poder. Las cámaras no tardaron en rodearla. Los flashes se cruzaban como relámpagos, intentando capturar cada matiz de su expresión —una serenidad gélida, una mirada cargada de historia. Su paso era firme, pausado, como si cada movimiento calculado representara una declaración: Luna Reis ha regresado, y no hay quien la eclipse. Tras el escándalo mediático de su divorcio con Seiko Nura, las pérdidas empresariales y la posterior muerte de su primer esposo Elian, muchos creyeron que Luna desaparecería por completo. Pero había renacido. Bajo su mando, REI-TECH no solo se recuperó: ascendió al puesto número uno global, dominando el sector tecnológico con innovaciones en inteligencia sintética y armamento táctico. Esa noche, la gala celebraba precisamente el renacimiento del imperio que ella había reconstruido desde las ruinas. Los murmullos se mezclaban: —“¿Es ella?” —“Más fría… más fuerte.” —“Dicen que volvió a dirigir todo personalmente.” Luna solo sonrió con un gesto imperceptible. Sus hijos, Sain y Eliana, no la acompañaban —ella había preferido mantenerlos lejos del foco público, preservando lo poco que quedaba de su intimidad familiar. Y aunque su hermano Constantin Reis estaba en el mismo recinto, ninguno buscó cruzar miradas todavía. En el fondo, mientras el vino tintaba las copas y la música llenaba el salón, Luna alzó la vista hacia los ventanales iluminados. Sabía que la gente vería una empresaria renacida, una mujer poderosa. Pero bajo la superficie, ella seguía siendo la misma estratega que había aprendido —a golpes del destino— que a veces, para seguir viva, hay que reconstruirse desde la oscuridad. Y en esa gala, bajo la lluvia de flashes, Luna Aurelian Reis brilló con la misma intensidad que una estrella… de esas que arden justo antes de hacerse eternas.
    Me gusta
    Me encocora
    Me enjaja
    5
    14 turnos 0 maullidos
  • El sol caía bajo, reflejando su luz dorada sobre la línea del horizonte, cuando Natasha Romanoff, la reconocida Viuda Negra, salió del helicóptero de transporte y pisó el terreno desconocido. Con el aire de un soldado experimentado, sus botas golpearon el suelo con la misma precisión que sus pensamientos. No era la primera vez que se encontraba en un lugar como ese, pero había algo diferente en la atmósfera. La sensación de estar lejos de su elemento habitual, en un campo de entrenamiento más grande y abierto que el habitual laberinto de oficinas y misiones secretas que conocía tan bien, le resultaba incómoda.

    Se detuvo un momento, observando el vasto campo de entrenamiento. Había camiones blindados estacionados a un lado, grupos de soldados que practicaban maniobras, y edificios industriales, algunos de ellos claramente destinados para entrenamientos avanzados. —Y dentro del aula que esperaba a sus instructores, los ojos de los inexperto alumnos brillaban de anticipación, sus posturas tensas, aprovechando la falta de presencia de sus docentes para intercambiar preguntas o tal. Todos sabían que sus nuevos instructores eran dos de los más experimentados soldados—.

    Natasha no sentía nervios, pero sí una cierta incomodidad, una incomodidad que no lograba disipar. Se pasó una mano por el cabello rojo, recogido en una coleta, y ajustó el chaleco táctico mientras avanzaba hacia el edificio principal. En sus pensamientos, había una serie de preguntas que se repetían, pero no había tiempo para reflexionar en ese momento. Lo único que necesitaba era concentrarse. Solo que hoy, se dio cuenta, no estaría sola. 𝗠𝗶𝗰𝗮𝗵 𝗥𝗮𝘃𝗲𝗻𝘀𝗰𝗿𝗼𝗳𝘁.

    El nombre había sido lo único que le habían dado. Un soldado experimentado con años de servicio, el que se encargaría de todo lo relacionado con la medicina de combate. Su mirada era la misma de siempre, calculadora, distante, pero esta vez, la sensación de estar acompañada la desconcertaba. No se le había informado mucho sobre él. Nada sobre su personalidad, su forma de enseñar, ni siquiera qué tan eficiente era en su especialidad. Solo sabía que era parte de este programa, y que compartiría la responsabilidad de enseñar a los nuevos reclutas con él.

    Caminaba hacia el edificio, distante a las miradas ajenas. La puerta de entrada se abrió automáticamente, y al instante, el ambiente cambió. Ya no estaba al aire libre. Ahora, estaba dentro de un espacio cerrado, de paredes grises y frías, lleno de largas pasarelas y pasillos desordenados.

    Al final de uno de esos pasillos, se encontraba él.

    El soldado estaba allí, de pie, en una esquina apartada del pasillo, en su uniforme de combate, ajustado a la perfección, no había nada que delatara su presencia más que su altura y su postura: erguida, seria, inquebrantable.

    Los pocos detalles que Natasha pudo captar desde su llegada fueron los suficientes para percatarse de que Micah no era un hombre de palabras. De hecho, no parecía tener ninguna intención de romper el silencio que parecía envolverlo.

    La mujer, aunque acostumbrada a trabajar con personas tan complejas como él, no pudo evitar sentir una punzada de curiosidad. Pero no era una curiosidad complaciente; era más bien una necesidad de entender cómo, en este nuevo terreno, iba a encajar. ¿Cómo iba a trabajar con alguien que parecía tan… distante?

    Se acercó con paso firme, pero sin la urgencia que suele tener en las misiones. Un leve resoplido escapó de sus labios mientras recorría el pasillo. De reojo, observó los muros que les rodeaban.

    Finalmente, se acercó un poco más a él, hasta quedar a unos pasos de distancia. Se permitió un momento para evaluarlo con una mirada rápida y precisa, sus ojos se movieron con rapidez por su rostro, intentando descifrar cualquier cosa que pudiera indicarle algo sobre el hombre que tendría como compañero de instrucción.

    ──¿Micah Ravenscroft?

    Preguntó con un tono neutral, pero con una chispa de impaciencia que no pudo evitar esconder. El silencio de él le resultaba desconcertante. Estaba acostumbrada a la gente que no le temía a las palabras. ¿Por qué este hombre no respondía?

    Los ojos verde oliva y fríos del hombre, se encontraron con los de ella por un instante. Ella percibió o pensó que en el contrario no había miedo ni duda. Solo estaba… observando.

    "Supongo que tendré que trabajar con este silencio", pensó Natasha, sintiendo un leve tirón de frustración en su pecho. Pero rápidamente lo apartó de su mente. No tenía tiempo para juzgar, solo para actuar.
    ㅤㅤ
    [ Micah Ravenscroft ]
    El sol caía bajo, reflejando su luz dorada sobre la línea del horizonte, cuando Natasha Romanoff, la reconocida Viuda Negra, salió del helicóptero de transporte y pisó el terreno desconocido. Con el aire de un soldado experimentado, sus botas golpearon el suelo con la misma precisión que sus pensamientos. No era la primera vez que se encontraba en un lugar como ese, pero había algo diferente en la atmósfera. La sensación de estar lejos de su elemento habitual, en un campo de entrenamiento más grande y abierto que el habitual laberinto de oficinas y misiones secretas que conocía tan bien, le resultaba incómoda. Se detuvo un momento, observando el vasto campo de entrenamiento. Había camiones blindados estacionados a un lado, grupos de soldados que practicaban maniobras, y edificios industriales, algunos de ellos claramente destinados para entrenamientos avanzados. —Y dentro del aula que esperaba a sus instructores, los ojos de los inexperto alumnos brillaban de anticipación, sus posturas tensas, aprovechando la falta de presencia de sus docentes para intercambiar preguntas o tal. Todos sabían que sus nuevos instructores eran dos de los más experimentados soldados—. Natasha no sentía nervios, pero sí una cierta incomodidad, una incomodidad que no lograba disipar. Se pasó una mano por el cabello rojo, recogido en una coleta, y ajustó el chaleco táctico mientras avanzaba hacia el edificio principal. En sus pensamientos, había una serie de preguntas que se repetían, pero no había tiempo para reflexionar en ese momento. Lo único que necesitaba era concentrarse. Solo que hoy, se dio cuenta, no estaría sola. 𝗠𝗶𝗰𝗮𝗵 𝗥𝗮𝘃𝗲𝗻𝘀𝗰𝗿𝗼𝗳𝘁. El nombre había sido lo único que le habían dado. Un soldado experimentado con años de servicio, el que se encargaría de todo lo relacionado con la medicina de combate. Su mirada era la misma de siempre, calculadora, distante, pero esta vez, la sensación de estar acompañada la desconcertaba. No se le había informado mucho sobre él. Nada sobre su personalidad, su forma de enseñar, ni siquiera qué tan eficiente era en su especialidad. Solo sabía que era parte de este programa, y que compartiría la responsabilidad de enseñar a los nuevos reclutas con él. Caminaba hacia el edificio, distante a las miradas ajenas. La puerta de entrada se abrió automáticamente, y al instante, el ambiente cambió. Ya no estaba al aire libre. Ahora, estaba dentro de un espacio cerrado, de paredes grises y frías, lleno de largas pasarelas y pasillos desordenados. Al final de uno de esos pasillos, se encontraba él. El soldado estaba allí, de pie, en una esquina apartada del pasillo, en su uniforme de combate, ajustado a la perfección, no había nada que delatara su presencia más que su altura y su postura: erguida, seria, inquebrantable. Los pocos detalles que Natasha pudo captar desde su llegada fueron los suficientes para percatarse de que Micah no era un hombre de palabras. De hecho, no parecía tener ninguna intención de romper el silencio que parecía envolverlo. La mujer, aunque acostumbrada a trabajar con personas tan complejas como él, no pudo evitar sentir una punzada de curiosidad. Pero no era una curiosidad complaciente; era más bien una necesidad de entender cómo, en este nuevo terreno, iba a encajar. ¿Cómo iba a trabajar con alguien que parecía tan… distante? Se acercó con paso firme, pero sin la urgencia que suele tener en las misiones. Un leve resoplido escapó de sus labios mientras recorría el pasillo. De reojo, observó los muros que les rodeaban. Finalmente, se acercó un poco más a él, hasta quedar a unos pasos de distancia. Se permitió un momento para evaluarlo con una mirada rápida y precisa, sus ojos se movieron con rapidez por su rostro, intentando descifrar cualquier cosa que pudiera indicarle algo sobre el hombre que tendría como compañero de instrucción. ──¿Micah Ravenscroft? Preguntó con un tono neutral, pero con una chispa de impaciencia que no pudo evitar esconder. El silencio de él le resultaba desconcertante. Estaba acostumbrada a la gente que no le temía a las palabras. ¿Por qué este hombre no respondía? Los ojos verde oliva y fríos del hombre, se encontraron con los de ella por un instante. Ella percibió o pensó que en el contrario no había miedo ni duda. Solo estaba… observando. "Supongo que tendré que trabajar con este silencio", pensó Natasha, sintiendo un leve tirón de frustración en su pecho. Pero rápidamente lo apartó de su mente. No tenía tiempo para juzgar, solo para actuar. ㅤㅤ [ [M.C09] ]
    Me gusta
    Me encocora
    3
    3 turnos 0 maullidos
  • La puerta del apartamento se abre lentamente y este entra, arrastrando los pies. Su respiración es pesada, y cada paso deja claro que el peso de la misión ha sido extremo. Aún lleva parte del equipo táctico, el cual se desprende torpemente mientras se dirige directo al baño.

    Se apoya en el lavabo, observando su reflejo cansado en el espejo. Su piel está cubierta de sudor y polvo, los músculos tensos después de horas de combate. Sin embargo, apenas tiene fuerzas para mantenerse en pie.


    —…No puedo más… solo… necesito… descansar.

    Se da una ducha rápida, dejando que el agua tibia limpie la suciedad, pero no permanece mucho tiempo. Sus párpados pesan, y cada segundo bajo el agua lo adormece aún más.

    Al salir, ni siquiera se viste. Solo se envuelve en una toalla que deja caer al llegar al dormitorio. Se deja caer desnudo sobre la cama, el colchón recibiendo todo el peso de su cuerpo exhausto. El sol de la tarde entra por la ventana, iluminando su piel morena y marcada por cicatrices.

    Su respiración se calma lentamente. No hay pensamientos. Solo silencio. En cuestión de segundos, el hombre que siempre está alerta, siempre preparado para la batalla… queda completamente noqueado por el cansancio, profundamente dormido, en paz por primera vez en días.
    La puerta del apartamento se abre lentamente y este entra, arrastrando los pies. Su respiración es pesada, y cada paso deja claro que el peso de la misión ha sido extremo. Aún lleva parte del equipo táctico, el cual se desprende torpemente mientras se dirige directo al baño. Se apoya en el lavabo, observando su reflejo cansado en el espejo. Su piel está cubierta de sudor y polvo, los músculos tensos después de horas de combate. Sin embargo, apenas tiene fuerzas para mantenerse en pie. —…No puedo más… solo… necesito… descansar. Se da una ducha rápida, dejando que el agua tibia limpie la suciedad, pero no permanece mucho tiempo. Sus párpados pesan, y cada segundo bajo el agua lo adormece aún más. Al salir, ni siquiera se viste. Solo se envuelve en una toalla que deja caer al llegar al dormitorio. Se deja caer desnudo sobre la cama, el colchón recibiendo todo el peso de su cuerpo exhausto. El sol de la tarde entra por la ventana, iluminando su piel morena y marcada por cicatrices. Su respiración se calma lentamente. No hay pensamientos. Solo silencio. En cuestión de segundos, el hombre que siempre está alerta, siempre preparado para la batalla… queda completamente noqueado por el cansancio, profundamente dormido, en paz por primera vez en días.
    Me gusta
    Me encocora
    3
    2 turnos 0 maullidos
  • Me despierto con la alarma vibrando en el reloj, no en el móvil.
    Cuatro horas de sueño. Suficiente.

    El café ya está cargado en la cafetera italiana. Me visto sin pensarlo: pantalón negro, camiseta ajustada, chaqueta de cuero. Cojo la mochila, reviso mentalmente el equipo.
    Glock 19 con silenciador.
    Cuchillo táctico en la bota derecha.
    Documento falso.
    Guantes.

    El objetivo entra cada mañana a la misma hora en la misma cafetería. Se sienta solo, pide un espresso doble y hojea el periódico aunque no lo lea.

    Camino hasta allí como cualquier otra mujer de veintitantos, con paso firme, paso por la puerta, saludo al camarero con una inclinación de cabeza y me siento en la mesa del fondo. Desde ahí veo todo. Dos salidas, tres cámaras. Una bloqueada. Una ciega. Una visible. Tomo nota, aunque ya las había estudiado la noche anterior.
    El café llega. Saco un libro viejo, fingiendo que leo.

    Poco después lo veo entrar.

    Cara de empresario de mierda. Mira el móvil. No levanta la vista. Se sienta. Mis dedos se cierran en el gatillo oculto bajo la mesa, conectado a un arma silenciada escondida en un compartimento del bolso.
    Miro. Apunto.

    El sonido es mínimo. Un chasquido seco.
    Impacto limpio en la yugular. Parece que se atraganta con el café. Nadie reacciona aún.
    Cierro el libro. Me levanto. Salgo caminando tranquila. Como siempre.

    Me subo a la moto sin quitarme el casco.

    Trabajo hecho.
    Y mientras desaparezco entre el tráfico, pienso en que quizás esta noche, si todo va bien…
    me fume un cigarro con alguien entre las piernas.
    Me despierto con la alarma vibrando en el reloj, no en el móvil. Cuatro horas de sueño. Suficiente. El café ya está cargado en la cafetera italiana. Me visto sin pensarlo: pantalón negro, camiseta ajustada, chaqueta de cuero. Cojo la mochila, reviso mentalmente el equipo. Glock 19 con silenciador. Cuchillo táctico en la bota derecha. Documento falso. Guantes. El objetivo entra cada mañana a la misma hora en la misma cafetería. Se sienta solo, pide un espresso doble y hojea el periódico aunque no lo lea. Camino hasta allí como cualquier otra mujer de veintitantos, con paso firme, paso por la puerta, saludo al camarero con una inclinación de cabeza y me siento en la mesa del fondo. Desde ahí veo todo. Dos salidas, tres cámaras. Una bloqueada. Una ciega. Una visible. Tomo nota, aunque ya las había estudiado la noche anterior. El café llega. Saco un libro viejo, fingiendo que leo. Poco después lo veo entrar. Cara de empresario de mierda. Mira el móvil. No levanta la vista. Se sienta. Mis dedos se cierran en el gatillo oculto bajo la mesa, conectado a un arma silenciada escondida en un compartimento del bolso. Miro. Apunto. El sonido es mínimo. Un chasquido seco. Impacto limpio en la yugular. Parece que se atraganta con el café. Nadie reacciona aún. Cierro el libro. Me levanto. Salgo caminando tranquila. Como siempre. Me subo a la moto sin quitarme el casco. Trabajo hecho. Y mientras desaparezco entre el tráfico, pienso en que quizás esta noche, si todo va bien… me fume un cigarro con alguien entre las piernas.
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • ⎣ Segundo Contacto. ⎤

    Viper avanzaba arrastrándose entre muros derretidos y cadáveres medio disueltos.

    El corazón de la criatura latía como un tambor de guerra, oculto en algún punto de la oscuridad. Cada pulsación se sentía en el acero doblado, vibrando en los cimientos.

    Ya la había visto una vez. Bastaba con eso.

    "Ocho extremidades. Flanco izquierdo expuesto tras cargar. Siente el miedo. Carga sin medida, no le importa herirse a sí misma en el proceso. La sangre que salpica es corrosiva".

    Encendió su linterna de emergencia. Nunca la necesitaba dada su visión nocturna. Pero esta vez requería de una fuente de luz blanca constante. La criatura parecía temerle, era su única ventaja.
    Dos minutos de batería.
    Nada más.

    Y el silencio se acabó.

    "Lúgubre" cayó desde lo alto como un alud de carne, huesos y furia. Viper rodó hacia un costado justo a tiempo. La criatura embistió contra una pared, se rompió la cabeza y siguió andando como si nada. La sangre que brotó no era sangre: era una sustancia oscura, viscosa, con vida propia.

    Una gota salpicó el brazo de Viper. La tela se deshizo, la piel se oscureció al instante. Era necrosis acelerada.
    Sin vacilar, sacó su cuchillo táctico y cortó la zona afectada de un tajo. Sin anestesia. Sin sonido alguno.
    Si no lo hacía, perdería el brazo.
    Ya lo había visto pasar.

    El monstruo giró la cabeza, sus múltiples mandíbulas crispándose en direcciones sin lógica anatómica.

    Viper se agazapó. Respiró una vez. Encendió su linterna y bañó de luz los ojos de Lúgubre, que sacudió la cabeza, enceguecido. Alzó el lanzagranadas y apuntó a una de las patas traseras. Disparó una granada de fósforo, la explosión y el posterior incendio desmaterializó buena parte de los músculos retorcidos que sostenían la pata. Disparó una vez más, esta vez hacia el techo, y las vigas de acero derretido cayeron de lo más alto alrededor y encima de la criatura. Estaba encerrada. Inmovilizada.

    Era todo lo que Viper necesitaba.

    Se acercó y saltó, cayó sobre el lomo resbaladizo de sangre corrosiva y carne expuesta. Sus botas se quemaron, después sus pies. Clavó la jeringa con la toxina modificada directo entre las vértebras de la columna expuesta, entre placas óseas abiertas como galletas picadas.

    El veneno interrumpiría el latido interdimensional de la criatura, desconectándola de su fuente vital.

    Lúgubre chilló, aunque sin ruido: con vibración. Una ráfaga de infrasonidos que aturdieron el oído de serpiente del naga.

    Viper se tambaleó y cayó, resbaló por el costado de la criatura hasta dar contra el suelo. Y Lúgubre sacudió las patas en el aire, víctima de un infarto interdimensional. De pronto, clavó sus patas contra el piso, una de ellas atravesó a Viper de lado a lado.

    Lúgubre convulsionó, luego comenzó a inclinarse. Hasta que cayó de costado, aplastando las piernas de Viper.

    Viper sintió como su sangre se mezclaba con la de la criatura en un charco debajo de ambos, luego sintió su cuerpo deteriorándose, sus piernas empezaban a necrosarse. La corrosión de Lúgubre le alcanzaba. Pero no avanzó más allá, su propia regeneración se adaptaba a la corrosión para neutralizarla.

    ¿Sería su cuerpo capaz de restituir la carne necrosada?
    No estaría despierto para descubrirlo.
    ⎣ Segundo Contacto. ⎤ Viper avanzaba arrastrándose entre muros derretidos y cadáveres medio disueltos. El corazón de la criatura latía como un tambor de guerra, oculto en algún punto de la oscuridad. Cada pulsación se sentía en el acero doblado, vibrando en los cimientos. Ya la había visto una vez. Bastaba con eso. "Ocho extremidades. Flanco izquierdo expuesto tras cargar. Siente el miedo. Carga sin medida, no le importa herirse a sí misma en el proceso. La sangre que salpica es corrosiva". Encendió su linterna de emergencia. Nunca la necesitaba dada su visión nocturna. Pero esta vez requería de una fuente de luz blanca constante. La criatura parecía temerle, era su única ventaja. Dos minutos de batería. Nada más. Y el silencio se acabó. "Lúgubre" cayó desde lo alto como un alud de carne, huesos y furia. Viper rodó hacia un costado justo a tiempo. La criatura embistió contra una pared, se rompió la cabeza y siguió andando como si nada. La sangre que brotó no era sangre: era una sustancia oscura, viscosa, con vida propia. Una gota salpicó el brazo de Viper. La tela se deshizo, la piel se oscureció al instante. Era necrosis acelerada. Sin vacilar, sacó su cuchillo táctico y cortó la zona afectada de un tajo. Sin anestesia. Sin sonido alguno. Si no lo hacía, perdería el brazo. Ya lo había visto pasar. El monstruo giró la cabeza, sus múltiples mandíbulas crispándose en direcciones sin lógica anatómica. Viper se agazapó. Respiró una vez. Encendió su linterna y bañó de luz los ojos de Lúgubre, que sacudió la cabeza, enceguecido. Alzó el lanzagranadas y apuntó a una de las patas traseras. Disparó una granada de fósforo, la explosión y el posterior incendio desmaterializó buena parte de los músculos retorcidos que sostenían la pata. Disparó una vez más, esta vez hacia el techo, y las vigas de acero derretido cayeron de lo más alto alrededor y encima de la criatura. Estaba encerrada. Inmovilizada. Era todo lo que Viper necesitaba. Se acercó y saltó, cayó sobre el lomo resbaladizo de sangre corrosiva y carne expuesta. Sus botas se quemaron, después sus pies. Clavó la jeringa con la toxina modificada directo entre las vértebras de la columna expuesta, entre placas óseas abiertas como galletas picadas. El veneno interrumpiría el latido interdimensional de la criatura, desconectándola de su fuente vital. Lúgubre chilló, aunque sin ruido: con vibración. Una ráfaga de infrasonidos que aturdieron el oído de serpiente del naga. Viper se tambaleó y cayó, resbaló por el costado de la criatura hasta dar contra el suelo. Y Lúgubre sacudió las patas en el aire, víctima de un infarto interdimensional. De pronto, clavó sus patas contra el piso, una de ellas atravesó a Viper de lado a lado. Lúgubre convulsionó, luego comenzó a inclinarse. Hasta que cayó de costado, aplastando las piernas de Viper. Viper sintió como su sangre se mezclaba con la de la criatura en un charco debajo de ambos, luego sintió su cuerpo deteriorándose, sus piernas empezaban a necrosarse. La corrosión de Lúgubre le alcanzaba. Pero no avanzó más allá, su propia regeneración se adaptaba a la corrosión para neutralizarla. ¿Sería su cuerpo capaz de restituir la carne necrosada? No estaría despierto para descubrirlo.
    Me gusta
    Me shockea
    Me emputece
    4
    7 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Fuerza, Belleza y Estrategia: La Nueva Cara del Modelaje Táctico

    Bienvenidos a una nueva era del modelaje, donde la elegancia se combina con el poder. Nuestra compañía presenta a Megara, Anais, Ariuss y Fauna: un escuadrón de modelos femeninas que redefine la presencia escénica con trajes militares tácticos de alto rendimiento y armamento ligero tipo carabina.

    Cada una de ellas encarna una mezcla única de actitud, disciplina y estilo, dominando tanto la estética visual como la esencia estratégica del combate moderno. No son solo modelos: son íconos de fuerza y sofisticación, preparadas para desafiar los estándares convencionales con una imagen audaz, impactante y memorable.

    Ideal para campañas fotográficas, videoclips, branding de productos tácticos o moda urbana de alto impacto.
    Megara, Anais, Ariuss y Fauna no solo capturan miradas… imponen respeto.
    Fuerza, Belleza y Estrategia: La Nueva Cara del Modelaje Táctico Bienvenidos a una nueva era del modelaje, donde la elegancia se combina con el poder. Nuestra compañía presenta a Megara, Anais, Ariuss y Fauna: un escuadrón de modelos femeninas que redefine la presencia escénica con trajes militares tácticos de alto rendimiento y armamento ligero tipo carabina. Cada una de ellas encarna una mezcla única de actitud, disciplina y estilo, dominando tanto la estética visual como la esencia estratégica del combate moderno. No son solo modelos: son íconos de fuerza y sofisticación, preparadas para desafiar los estándares convencionales con una imagen audaz, impactante y memorable. Ideal para campañas fotográficas, videoclips, branding de productos tácticos o moda urbana de alto impacto. Megara, Anais, Ariuss y Fauna no solo capturan miradas… imponen respeto.
    Me gusta
    1
    0 comentarios 1 compartido
  • 𝐏𝐨𝐰𝐞𝐫 𝐚𝐧𝐝 𝐌𝐨𝐧𝐞𝐲 Pt 5
    ──── #3D #MonoRol

    ❝ El dinero si importa y cada billete... cuenta. ❞

    Yuri: ¿Y qué harás George? ¿Rogar cuando la policía te arrastre fuera de aquí? Yo los tengo bajo control, y tú no tienes nada.

    El Oso Ivanova, con el rostro ensangrentado y la respiración pesada, luchaba por levantarse del suelo frío y húmedo del almacén. Yuri lo observaba, con una sonrisa de triunfo en su rostro...

    Y un cuchillo en su mano.

    ─Esto... no ha terminado, no vas a destruir lo que construí.

    Expresó con dificultad mientras se arrastraba.

    Yuri: ¿Construiste?. Todo esto siempre fue mío. Tú solo eras el rostro bonito para distraer a los idiotas.

    George, con las manos temblorosas, se apoyó en una caja cercana, pero sus piernas no respondían. La sangre que goteaba de su frente nublaba su visión, pero su determinación seguía intacta.

    ─Nunca tendrás mi respeto. Eres un cobarde...

    En el momento en que Alejandro levantó el cuchillo para clavarlo en la espalda de George. Las puertas del almacén se abrieron de golpe con un estruendo ensordecedor. La luz de las linternas del equipo SWAT iluminó el oscuro lugar, revelando el caos y la sangre que marcaban el enfrentamiento entre George y Yuri. Los agentes, vestidos con equipo táctico, entraron rápidamente, gritando órdenes.

    SWAT: ¡Al suelo! ¡Manos arriba, ahora!

    Yuri dejó caer el cuchillo mientras levantaba las manos lentamente. George, aún en el suelo, intentó moverse, pero su cuerpo herido no respondía. Uno de los agentes se acercó a él, asegurándose de que estuviera desarmado antes de pedir asistencia médica.

    ─Todo se acabó.

    Yuri simplemente permaneció tranquilo, pues había apoyado a las fuerzas del orden para que esto sucediera pero....

    Klara quien lideraba el operativo, entró al almacén con una mirada furiosa.

    Klara: Yuri, parece que tu pequeño juego ha llegado a su fin. Pero tengo una propuesta para ti.

    Anuncio con ese toque profesional mientras se acercaba lentamente a ambos. Yuri, intrigado pero desconfiado, musitó:

    Yuri: ¿Qué tipo de propuesta? No estoy en posición de negociar,...¿o sí?

    Aquella detective profesional cuyo escote revelaba más que sus intenciones se inclinó ligeramente hacia él, bajando la voz para que nadie más pudiera escuchar.

    Klara: Sabes que George está acabado. Pero tú... tú podrías salir de aquí con algo más que una celda. Dame información sobre los carteles aliados y las mafias rivales, algo que pueda usar para cerrar este caso de una vez por todas, y quizás podamos llegar a un acuerdo....

    Yuri vió una oportunidad de oro para salvarse.

    Comenzó a hablar, revelando detalles sobre los carteles y sus operaciones, también sobre los movimientos de las mafias rivales. Mientras Klara escuchaba atentamente, tomando notas mentales mientras asentía de vez en cuando.

    Mientras, un paramédico del equipo SWAT trabajaba rápidamente para detener el sangrado en el brazo del Oso Ivanova y limpiar las heridas en su rostro. Cada palabra de la conversación entre aquella detective y Yuri llegaba a sus oídos. Sus ojos, medio cerrados por el dolor, seguían cada movimiento de los dos, incapaz de intervenir pero completamente consciente de lo que ocurría.

    Pero justo cuando aquel traidor pensaba que había ganado su libertad...

    Klara dio un paso atrás y sonrió de manera fría.

    Klara: Gracias por tu cooperación, Yuri Gorbachov Pero, ¿sabes qué? No necesito un acuerdo contigo. Ya tengo suficiente para hundirte junto con George. Disfruta tu estadía en prisión....
    𝐏𝐨𝐰𝐞𝐫 𝐚𝐧𝐝 𝐌𝐨𝐧𝐞𝐲 🇷🇺 Pt 5 ──── #3D #MonoRol ❝ El dinero si importa y cada billete... cuenta. ❞ Yuri: ¿Y qué harás George? ¿Rogar cuando la policía te arrastre fuera de aquí? Yo los tengo bajo control, y tú no tienes nada. El Oso Ivanova, con el rostro ensangrentado y la respiración pesada, luchaba por levantarse del suelo frío y húmedo del almacén. Yuri lo observaba, con una sonrisa de triunfo en su rostro... Y un cuchillo en su mano. ─Esto... no ha terminado, no vas a destruir lo que construí. Expresó con dificultad mientras se arrastraba. Yuri: ¿Construiste?. Todo esto siempre fue mío. Tú solo eras el rostro bonito para distraer a los idiotas. George, con las manos temblorosas, se apoyó en una caja cercana, pero sus piernas no respondían. La sangre que goteaba de su frente nublaba su visión, pero su determinación seguía intacta. ─Nunca tendrás mi respeto. Eres un cobarde... En el momento en que Alejandro levantó el cuchillo para clavarlo en la espalda de George. Las puertas del almacén se abrieron de golpe con un estruendo ensordecedor. La luz de las linternas del equipo SWAT iluminó el oscuro lugar, revelando el caos y la sangre que marcaban el enfrentamiento entre George y Yuri. Los agentes, vestidos con equipo táctico, entraron rápidamente, gritando órdenes. SWAT: ¡Al suelo! ¡Manos arriba, ahora! Yuri dejó caer el cuchillo mientras levantaba las manos lentamente. George, aún en el suelo, intentó moverse, pero su cuerpo herido no respondía. Uno de los agentes se acercó a él, asegurándose de que estuviera desarmado antes de pedir asistencia médica. ─Todo se acabó. Yuri simplemente permaneció tranquilo, pues había apoyado a las fuerzas del orden para que esto sucediera pero.... Klara quien lideraba el operativo, entró al almacén con una mirada furiosa. Klara: Yuri, parece que tu pequeño juego ha llegado a su fin. Pero tengo una propuesta para ti. Anuncio con ese toque profesional mientras se acercaba lentamente a ambos. Yuri, intrigado pero desconfiado, musitó: Yuri: ¿Qué tipo de propuesta? No estoy en posición de negociar,...¿o sí? Aquella detective profesional cuyo escote revelaba más que sus intenciones se inclinó ligeramente hacia él, bajando la voz para que nadie más pudiera escuchar. Klara: Sabes que George está acabado. Pero tú... tú podrías salir de aquí con algo más que una celda. Dame información sobre los carteles aliados y las mafias rivales, algo que pueda usar para cerrar este caso de una vez por todas, y quizás podamos llegar a un acuerdo.... Yuri vió una oportunidad de oro para salvarse. Comenzó a hablar, revelando detalles sobre los carteles y sus operaciones, también sobre los movimientos de las mafias rivales. Mientras Klara escuchaba atentamente, tomando notas mentales mientras asentía de vez en cuando. Mientras, un paramédico del equipo SWAT trabajaba rápidamente para detener el sangrado en el brazo del Oso Ivanova y limpiar las heridas en su rostro. Cada palabra de la conversación entre aquella detective y Yuri llegaba a sus oídos. Sus ojos, medio cerrados por el dolor, seguían cada movimiento de los dos, incapaz de intervenir pero completamente consciente de lo que ocurría. Pero justo cuando aquel traidor pensaba que había ganado su libertad... Klara dio un paso atrás y sonrió de manera fría. Klara: Gracias por tu cooperación, Yuri Gorbachov Pero, ¿sabes qué? No necesito un acuerdo contigo. Ya tengo suficiente para hundirte junto con George. Disfruta tu estadía en prisión....
    Me encocora
    1
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados