• *El joven can se encontraba tranquilo, inmenso en su sueño reparador e inmutable ignorando que tiene DM's desordenados y múltiples obligaciones que hacer*





    //Pd: Sorry, ya me pongo al día
    *El joven can se encontraba tranquilo, inmenso en su sueño reparador e inmutable ignorando que tiene DM's desordenados y múltiples obligaciones que hacer* //Pd: Sorry, ya me pongo al día :STK-12:
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  • La semana pasada volví a sacar de uno de mis baules algunas de mis partituras para el piano, desde que cumplí los seis años mis padres contrataron a los mejores
    profesores para enseñarme a tocar el paino, lo intentarón también con la pintura pero yo siempre he tenido un oído maravilloso para la música.
    A los ocho dominaba a la perfección el piano, el violín, el violonchelo y ya estaba aprendiendo a tocar el arpa a la vez que también daba clases de cantó y danza.
    El baile no es una de mis pasiones pero siempre me movía con suma delicadeza y pude haber llegado a ser profesional pero enfoqué mi carrera como pianista hasta
    que fui convertida a los veinte y uno en vampira, todo cambio esa noche de Invierno.
    Estoy nerviosa ya que hacía bastante tiempo que mis dedos no se posaban sobre las teclas del piano, años atrás escribía mis propias partituras quería superar a los
    grandes músicos pero fue un sueño que tuve que dejar atrás.
    La semana pasada volví a sacar de uno de mis baules algunas de mis partituras para el piano, desde que cumplí los seis años mis padres contrataron a los mejores profesores para enseñarme a tocar el paino, lo intentarón también con la pintura pero yo siempre he tenido un oído maravilloso para la música. A los ocho dominaba a la perfección el piano, el violín, el violonchelo y ya estaba aprendiendo a tocar el arpa a la vez que también daba clases de cantó y danza. El baile no es una de mis pasiones pero siempre me movía con suma delicadeza y pude haber llegado a ser profesional pero enfoqué mi carrera como pianista hasta que fui convertida a los veinte y uno en vampira, todo cambio esa noche de Invierno. Estoy nerviosa ya que hacía bastante tiempo que mis dedos no se posaban sobre las teclas del piano, años atrás escribía mis propias partituras quería superar a los grandes músicos pero fue un sueño que tuve que dejar atrás.
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  • La hermana de Kat sigue disfrutando de su viaje a las Maldivas nos ha dejado ciertas tareas relacionadas con nuestra boda, la semana pasada fui con mis
    hermanos al modisto para que nos tomara las medidas para los trajes.
    Todavía no nos han llamado para ir a probárnoslos, se que es una de las cosas que tenía que dejar para Diciembre ya que hasta Enero no celebraremos la boda pero
    hay muchos preparativos que organizar, aparte de que en el buffet donde trabajo no dejan de entrar nuevos clientes (con una suma importancia de ingresos), lo cuál
    implica que nuestro jefe nos obliga atender primero sus casos antes que a los clientes que llevan confiando en nosotros toda la vida.
    Salto dicha norma ya que soy uno de los pocos que sigue centrado en nuestros clientes antiguos, sin ir más lejos ahora mismo llevo dos casos de divorcio y reconozco
    que no tengo la cabeza donde debo tenerla.
    A veces me replanteo en abandonar el buffet y seguir trabajando como abogado por libre, luego pienso en mis pobres clientes algunos son amigos, no quiero dejarlos
    tirados y también esta que ahora más que nunca necesito dinero para darla a Kat la boda de sus sueños.
    La hermana de Kat sigue disfrutando de su viaje a las Maldivas nos ha dejado ciertas tareas relacionadas con nuestra boda, la semana pasada fui con mis hermanos al modisto para que nos tomara las medidas para los trajes. Todavía no nos han llamado para ir a probárnoslos, se que es una de las cosas que tenía que dejar para Diciembre ya que hasta Enero no celebraremos la boda pero hay muchos preparativos que organizar, aparte de que en el buffet donde trabajo no dejan de entrar nuevos clientes (con una suma importancia de ingresos), lo cuál implica que nuestro jefe nos obliga atender primero sus casos antes que a los clientes que llevan confiando en nosotros toda la vida. Salto dicha norma ya que soy uno de los pocos que sigue centrado en nuestros clientes antiguos, sin ir más lejos ahora mismo llevo dos casos de divorcio y reconozco que no tengo la cabeza donde debo tenerla. A veces me replanteo en abandonar el buffet y seguir trabajando como abogado por libre, luego pienso en mis pobres clientes algunos son amigos, no quiero dejarlos tirados y también esta que ahora más que nunca necesito dinero para darla a Kat la boda de sus sueños.
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  • ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores.

    "Dónde cesa el dolor"

    Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento.

    Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela.

    Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar.

    Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna.

    Fue entonces cuando Cillian llegó.

    No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella.

    "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era.

    La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito.

    Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito.

    Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería.

    "¿Vas a llevarme lejos?"

    Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche.

    Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya.

    "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más."

    Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto.

    Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás.

    "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz."

    La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera.

    Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo.

    Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento.

    "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir."

    Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones.

    Y entonces, se fueron.

    La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
    ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores. "Dónde cesa el dolor" Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento. Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela. Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar. Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna. Fue entonces cuando Cillian llegó. No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella. "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era. La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito. Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito. Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería. "¿Vas a llevarme lejos?" Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche. Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya. "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más." Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto. Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás. "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz." La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera. Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo. Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento. "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir." Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones. Y entonces, se fueron. La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
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  • Me como palabras tengo dislexia y sueño
    Pero vamos con la actitud (?)
    - se durmió en el escritorio (?)-
    Me como palabras tengo dislexia y sueño Pero vamos con la actitud (?) - se durmió en el escritorio (?)-
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  • Bueno, cansaré mi cuerpo hasta que me de sueño.
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  • Sí, esta es mi cara al escuchar cómo los humanos intentan explicarme lo que soñaron. Acuden a mí para contarme cómo un pato gigante les ofrecía un empleo o cómo perdían un examen que ya aprobaron hace muchos años.

    Yo, debo asentir con solemnidad mientras me narran: “Y luego estaba mi abuela, pero con el cuerpo de Shakira”.

    A veces me pregunto si la humanidad entiende que los sueños no siempre son mensajes divinos… a veces son solo el resultado de cenar demasiado tarde o de ver tres temporadas seguidas de una serie absurda.

    Pero bueno, no importa. Nada me divierte más que escuchar cómo intentan interpretar mis obras maestras… como si soñar con sus ex's arrepentidos por ofrecerles migajas fuera una señal del destino.

    Sí, esta es mi cara al escuchar cómo los humanos intentan explicarme lo que soñaron. Acuden a mí para contarme cómo un pato gigante les ofrecía un empleo o cómo perdían un examen que ya aprobaron hace muchos años. Yo, debo asentir con solemnidad mientras me narran: “Y luego estaba mi abuela, pero con el cuerpo de Shakira”. A veces me pregunto si la humanidad entiende que los sueños no siempre son mensajes divinos… a veces son solo el resultado de cenar demasiado tarde o de ver tres temporadas seguidas de una serie absurda. Pero bueno, no importa. Nada me divierte más que escuchar cómo intentan interpretar mis obras maestras… como si soñar con sus ex's arrepentidos por ofrecerles migajas fuera una señal del destino.
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  • "El hombre del árbol"

    (Perspectiva de Cillian)

    — Hay algo en la lluvia que me recuerda al principio.

    Cuando el universo aún no sabía que podía morir, ya existía el sonido de la caída.
    Es lo más cercano a mí que la vida puede producir: el suspiro de algo que deja de ser para transformarse.

    Fumo por costumbre, no por necesidad. El humo me enseña cómo se disuelve la existencia.
    Cada bocanada es un alma que exhala. Cada chispa, un final diminuto.

    Apoyo mi espalda contra el árbol. Lo conozco.
    Ha muerto tres veces. Ha nacido cuatro. Y todavía guarda en su savia la memoria de los cuerpos que descansan bajo sus raíces.

    Entonces lo siento.
    Una presencia leve, temblorosa, curiosa.
    Un hombre camina por el parque, y sin saberlo, me ve.

    No es la primera vez que alguien me mira. Pero cada mirada es distinta.

    Algunos me ven como un monstruo.
    Otros como un ángel.
    Otros, simplemente, no me ven.

    Pero él…
    Él me reconoce, aunque no sepa cómo.

    Lo miro.
    Y en su interior, algo se quiebra: una fibra mínima, invisible, la cuerda que lo ata a la negación del fin.

    Lo veo todo en él.
    Su infancia, su primera herida, su último sueño.
    Veo la forma que tendrá su muerte: tranquila, tibia, bajo un sol que aún no ha nacido.

    No lo toco.
    No lo llamo.

    No es su momento.

    Pero me quedo un instante más, observando cómo el miedo y la comprensión bailan dentro de sus ojos.
    Esa mezcla sagrada que solo los mortales pueden sentir: el terror ante la nada y el deseo imposible de seguir existiendo.

    El cigarro se apaga entre mis dedos.
    La brasa muere.

    Yo también sonrío.

    No por crueldad.
    Por ternura.

    Porque en él, en su respiración entrecortada, en el temblor de su alma, recuerdo algo que no debería recordar:

    lo que se siente estar vivo.

    Doy un paso atrás.
    La niebla me envuelve, y desaparezco del lugar que nunca fue mío.

    Lo dejaré ir.
    Por ahora.

    Hay muchos nombres antes que el suyo…

    Pero cuando el tiempo lo reclame,
    cuando su cuerpo y su alma se cansen de fingir eternidad, volveré a buscarlo.

    Y entonces, él entenderá.
    Que nunca fue perseguido.
    Que siempre fue acompañado.

    Porque yo no sigo a los vivos.

    Los espero.
    "El hombre del árbol" (Perspectiva de Cillian) — Hay algo en la lluvia que me recuerda al principio. Cuando el universo aún no sabía que podía morir, ya existía el sonido de la caída. Es lo más cercano a mí que la vida puede producir: el suspiro de algo que deja de ser para transformarse. Fumo por costumbre, no por necesidad. El humo me enseña cómo se disuelve la existencia. Cada bocanada es un alma que exhala. Cada chispa, un final diminuto. Apoyo mi espalda contra el árbol. Lo conozco. Ha muerto tres veces. Ha nacido cuatro. Y todavía guarda en su savia la memoria de los cuerpos que descansan bajo sus raíces. Entonces lo siento. Una presencia leve, temblorosa, curiosa. Un hombre camina por el parque, y sin saberlo, me ve. No es la primera vez que alguien me mira. Pero cada mirada es distinta. Algunos me ven como un monstruo. Otros como un ángel. Otros, simplemente, no me ven. Pero él… Él me reconoce, aunque no sepa cómo. Lo miro. Y en su interior, algo se quiebra: una fibra mínima, invisible, la cuerda que lo ata a la negación del fin. Lo veo todo en él. Su infancia, su primera herida, su último sueño. Veo la forma que tendrá su muerte: tranquila, tibia, bajo un sol que aún no ha nacido. No lo toco. No lo llamo. No es su momento. Pero me quedo un instante más, observando cómo el miedo y la comprensión bailan dentro de sus ojos. Esa mezcla sagrada que solo los mortales pueden sentir: el terror ante la nada y el deseo imposible de seguir existiendo. El cigarro se apaga entre mis dedos. La brasa muere. Yo también sonrío. No por crueldad. Por ternura. Porque en él, en su respiración entrecortada, en el temblor de su alma, recuerdo algo que no debería recordar: lo que se siente estar vivo. Doy un paso atrás. La niebla me envuelve, y desaparezco del lugar que nunca fue mío. Lo dejaré ir. Por ahora. Hay muchos nombres antes que el suyo… Pero cuando el tiempo lo reclame, cuando su cuerpo y su alma se cansen de fingir eternidad, volveré a buscarlo. Y entonces, él entenderá. Que nunca fue perseguido. Que siempre fue acompañado. Porque yo no sigo a los vivos. Los espero.
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  • Apenas puedo recordar esa parte de mi vida. Es todo un sueño desvanecido...
    Apenas puedo recordar esa parte de mi vida. Es todo un sueño desvanecido...
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  • El Starter empieza dónde acaba el rol con Jenny Queen Orc de un resumen extraído de la cuenta baneada.

    https://ficrol.com/posts/310537?notify_id=comment_809905

    "Entran en conflicto el espacio y el tiempo"

    Aikaterine Ouro Tsukumo Sana Espacio

    El vacío no tiene temperatura. No hay frío, no hay calor. No hay nada que respirar, ni siquiera un pensamiento que suene dentro de mi cabeza.
    Solo silencio. Y una claridad tan absoluta que parece arrancarme las sombras de la piel.

    Camino… o creo que camino. No hay suelo, pero mis pasos suenan. No hay eco, pero algo responde.
    Y ahí está: una habitación diminuta en medio de la nada. Una puerta abierta hacia un sueño infantil.

    Tú.
    Una niña. Pequeña, luminosa, con ojos que contienen galaxias girando a la deriva.
    Tus manos sostienen una estrella como quien sostiene una canica.
    Soplas y nace una nebulosa. Ríes, y un cometa atraviesa la habitación.

    Intento llamarte.
    Nada.
    Mi voz muere en la garganta, porque aquí no hay aire, ni vibración, ni materia que transporte el sonido.
    Entonces grito sin voz, y mis labios se mueven en vano, hasta que me hundo.
    El suelo —ese suelo que no existía— me traga.

    Caigo.

    Cuando abro los ojos, ya no hay habitación.
    Solo el espacio. Infinito, vivo, latiendo.
    Y tú, ahí, sentada sobre el arco invisible de una órbita, moviendo planetas con la punta de los dedos, te detienes.
    Tus ojos se alzan y por primera vez me ves.

    Y en ese instante, el universo se queda quieto.
    No sé si respiro, no sé si sigo viva, no sé siquiera si esto es existir.
    Solo puedo mirarte, temblando, mientras una pregunta —la única que sobrevive dentro de mí— logra escapar de mi alma:

    —¿Eres… la muerte?
    El Starter empieza dónde acaba el rol con [queen_0] de un resumen extraído de la cuenta baneada. https://ficrol.com/posts/310537?notify_id=comment_809905 "Entran en conflicto el espacio y el tiempo" [Mercenary1x] [blaze_titanium_scorpion_916] El vacío no tiene temperatura. No hay frío, no hay calor. No hay nada que respirar, ni siquiera un pensamiento que suene dentro de mi cabeza. Solo silencio. Y una claridad tan absoluta que parece arrancarme las sombras de la piel. Camino… o creo que camino. No hay suelo, pero mis pasos suenan. No hay eco, pero algo responde. Y ahí está: una habitación diminuta en medio de la nada. Una puerta abierta hacia un sueño infantil. Tú. Una niña. Pequeña, luminosa, con ojos que contienen galaxias girando a la deriva. Tus manos sostienen una estrella como quien sostiene una canica. Soplas y nace una nebulosa. Ríes, y un cometa atraviesa la habitación. Intento llamarte. Nada. Mi voz muere en la garganta, porque aquí no hay aire, ni vibración, ni materia que transporte el sonido. Entonces grito sin voz, y mis labios se mueven en vano, hasta que me hundo. El suelo —ese suelo que no existía— me traga. Caigo. Cuando abro los ojos, ya no hay habitación. Solo el espacio. Infinito, vivo, latiendo. Y tú, ahí, sentada sobre el arco invisible de una órbita, moviendo planetas con la punta de los dedos, te detienes. Tus ojos se alzan y por primera vez me ves. Y en ese instante, el universo se queda quieto. No sé si respiro, no sé si sigo viva, no sé siquiera si esto es existir. Solo puedo mirarte, temblando, mientras una pregunta —la única que sobrevive dentro de mí— logra escapar de mi alma: —¿Eres… la muerte?
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