• Ecos del Olvido

    Han pasado dos años desde que Yukine enfrentó al Señor de las Sombras.

    Dos años desde que el mundo tembló, desde que la oscuridad fue contenida… pero no destruida.
    La victoria no trajo paz, sino silencio.

    Yukine, marcado por la batalla, ya no era el mismo.
    Su mirada, antes impulsiva, ahora cargaba con el peso de decisiones que nadie más recordaba.

    El vínculo con su dios se había desvanecido lentamente, como una llama que ya no necesitaba arder.

    Y en ese vacío, comenzó a sentirlo:
    un llamado sin voz,
    una grieta en la realidad,
    un portal que no prometía destino… solo tránsito.

    Apareció una noche sin luna, en medio de un campo que había sido testigo de antiguos juramentos.
    Yukine lo observó sin miedo, pero con una extraña familiaridad.

    Como si el universo le dijera:

    "No has terminado. Solo cambió el escenario."

    Sin saber qué lo esperaba, sin saber si era castigo o redención,
    dio el paso.

    Al atravesarlo, su cuerpo no se desintegró.
    Pero su vínculo con todo lo conocido sí.
    Ya no era Regalia.
    Ya no era sombra de un dios.
    Era algo más, algo que ni él comprendía.

    El nuevo mundo lo recibió sin ceremonia.
    Sin guardianes, sin enemigos, sin respuestas.
    Solo un cielo que cambiaba de color según sus pensamientos.
    Y una tierra que parecía recordar cosas que él aún no había vivido.

    Yukine caminó.
    No por fe, ni por deber.
    Sino porque quedarse quieto era rendirse a la nada.
    Cada paso lo acercaba a fragmentos de sí mismo que no recordaba haber perdido.

    Cada encuentro con los habitantes de ese mundo le revelaba que algo estaba desequilibrado…
    Pero nadie sabía qué.
    Ni cómo.
    Ni por qué él había llegado.

    Ecos del Olvido Han pasado dos años desde que Yukine enfrentó al Señor de las Sombras. Dos años desde que el mundo tembló, desde que la oscuridad fue contenida… pero no destruida. La victoria no trajo paz, sino silencio. Yukine, marcado por la batalla, ya no era el mismo. Su mirada, antes impulsiva, ahora cargaba con el peso de decisiones que nadie más recordaba. El vínculo con su dios se había desvanecido lentamente, como una llama que ya no necesitaba arder. Y en ese vacío, comenzó a sentirlo: un llamado sin voz, una grieta en la realidad, un portal que no prometía destino… solo tránsito. Apareció una noche sin luna, en medio de un campo que había sido testigo de antiguos juramentos. Yukine lo observó sin miedo, pero con una extraña familiaridad. Como si el universo le dijera: "No has terminado. Solo cambió el escenario." Sin saber qué lo esperaba, sin saber si era castigo o redención, dio el paso. Al atravesarlo, su cuerpo no se desintegró. Pero su vínculo con todo lo conocido sí. Ya no era Regalia. Ya no era sombra de un dios. Era algo más, algo que ni él comprendía. El nuevo mundo lo recibió sin ceremonia. Sin guardianes, sin enemigos, sin respuestas. Solo un cielo que cambiaba de color según sus pensamientos. Y una tierra que parecía recordar cosas que él aún no había vivido. Yukine caminó. No por fe, ni por deber. Sino porque quedarse quieto era rendirse a la nada. Cada paso lo acercaba a fragmentos de sí mismo que no recordaba haber perdido. Cada encuentro con los habitantes de ese mundo le revelaba que algo estaba desequilibrado… Pero nadie sabía qué. Ni cómo. Ni por qué él había llegado.
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  • "El beso final"

    El aire estaba quieto.
    Ni una hoja se movía, como si el mundo contuviera la respiración ante lo que estaba por suceder.

    Ella lo miró sin temblar, con los ojos llenos de esa calma que solo tienen los que ya comprendieron.
    Frente a él —a la Muerte misma— no hubo súplica ni llanto. Solo un susurro, suave, casi reverente:

    —Antes de irme… quiero saber cómo se siente un beso tuyo.

    Cillian la observó en silencio.
    No había sorpresa en su expresión, ni compasión. Solo ese vacío sereno que se siente al borde del abismo.
    Sus pasos no hicieron ruido al acercarse. El mundo se volvió distante, gris, como si todo lo demás dejara de importar.

    —¿Un beso? —preguntó con voz baja, tan honda que parecía venir de otra época—.
    Sabes lo que eso significa.

    Ella asintió.
    —Lo sé. Es lo que deseo. No temo dejar de existir… temo no haberte conocido.

    Sus palabras lo atravesaron como un eco antiguo.
    Había escuchado muchas cosas a lo largo de los siglos: plegarias, insultos, ruegos… pero esa devoción pura, esa entrega sin drama, era un raro privilegio.

    Cillian levantó una mano y la posó en su mejilla. Su tacto era frío, pero no cruel.
    Sus labios se encontraron apenas, un roce sin tiempo, y el mundo se apagó.
    No hubo dolor, ni oscuridad… solo silencio.

    Cuando la separó de su abrazo, ella dormía ya en su eternidad.
    Cillian la sostuvo un instante, observando el rostro tranquilo, la curva de los labios aún curvada en una ligera sonrisa.

    —Ahora entiendes —murmuró—. La muerte no arrebata. Solo devuelve lo que el tiempo robó.

    Luego, el viento se alzó, y con él desapareció.
    Solo quedó el eco de su voz y el perfume leve de algo que ya no pertenecía a este mundo.
    "El beso final" El aire estaba quieto. Ni una hoja se movía, como si el mundo contuviera la respiración ante lo que estaba por suceder. Ella lo miró sin temblar, con los ojos llenos de esa calma que solo tienen los que ya comprendieron. Frente a él —a la Muerte misma— no hubo súplica ni llanto. Solo un susurro, suave, casi reverente: —Antes de irme… quiero saber cómo se siente un beso tuyo. Cillian la observó en silencio. No había sorpresa en su expresión, ni compasión. Solo ese vacío sereno que se siente al borde del abismo. Sus pasos no hicieron ruido al acercarse. El mundo se volvió distante, gris, como si todo lo demás dejara de importar. —¿Un beso? —preguntó con voz baja, tan honda que parecía venir de otra época—. Sabes lo que eso significa. Ella asintió. —Lo sé. Es lo que deseo. No temo dejar de existir… temo no haberte conocido. Sus palabras lo atravesaron como un eco antiguo. Había escuchado muchas cosas a lo largo de los siglos: plegarias, insultos, ruegos… pero esa devoción pura, esa entrega sin drama, era un raro privilegio. Cillian levantó una mano y la posó en su mejilla. Su tacto era frío, pero no cruel. Sus labios se encontraron apenas, un roce sin tiempo, y el mundo se apagó. No hubo dolor, ni oscuridad… solo silencio. Cuando la separó de su abrazo, ella dormía ya en su eternidad. Cillian la sostuvo un instante, observando el rostro tranquilo, la curva de los labios aún curvada en una ligera sonrisa. —Ahora entiendes —murmuró—. La muerte no arrebata. Solo devuelve lo que el tiempo robó. Luego, el viento se alzó, y con él desapareció. Solo quedó el eco de su voz y el perfume leve de algo que ya no pertenecía a este mundo.
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  • El agua apenas se mueve.
    La penumbra se curva a su alrededor, obediente, como si el aire mismo temiera perturbarlo.

    Apoya un brazo en el borde del estanque. La piel, pálida bajo la luz azul, deja ver las líneas que alguna vez fueron alas; ahora parecen cicatrices dibujadas por un dios que se arrepintió a medio trazo.

    Exhala el humo del cigarrillo que sostiene entre los dedos. No hay prisa en su gesto. Ni siquiera hay intención. El humo asciende despacio, se disuelve, y en ese instante, el mundo parece recordar lo que significa desaparecer.

    No necesita moverse.
    No necesita hablar.
    Las cosas simplemente se acomodan a su alrededor, como si cada átomo supiera que ha encontrado su lugar final.

    Su mirada, gris y profunda, se dirige hacia la puerta abierta. Una brisa entra, trayendo consigo un sonido leve: pasos.
    Vivos.

    No sonríe.
    Pero algo, muy en el fondo, parece despertar.
    Una sombra de curiosidad.
    Un susurro que apenas podría llamarse emoción.

    —Entrá —dice con voz fuerte pero serena.
    No hay amenaza. No hay promesa. Solo una verdad que cae con el peso del destino.

    Y el silencio vuelve a extenderse, expectante, esperando que alguien tenga el valor de cruzar el umbral.
    El agua apenas se mueve. La penumbra se curva a su alrededor, obediente, como si el aire mismo temiera perturbarlo. Apoya un brazo en el borde del estanque. La piel, pálida bajo la luz azul, deja ver las líneas que alguna vez fueron alas; ahora parecen cicatrices dibujadas por un dios que se arrepintió a medio trazo. Exhala el humo del cigarrillo que sostiene entre los dedos. No hay prisa en su gesto. Ni siquiera hay intención. El humo asciende despacio, se disuelve, y en ese instante, el mundo parece recordar lo que significa desaparecer. No necesita moverse. No necesita hablar. Las cosas simplemente se acomodan a su alrededor, como si cada átomo supiera que ha encontrado su lugar final. Su mirada, gris y profunda, se dirige hacia la puerta abierta. Una brisa entra, trayendo consigo un sonido leve: pasos. Vivos. No sonríe. Pero algo, muy en el fondo, parece despertar. Una sombra de curiosidad. Un susurro que apenas podría llamarse emoción. —Entrá —dice con voz fuerte pero serena. No hay amenaza. No hay promesa. Solo una verdad que cae con el peso del destino. Y el silencio vuelve a extenderse, expectante, esperando que alguien tenga el valor de cruzar el umbral.
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  • La llegada a un nuevo mundo
    Fandom Oc
    Categoría Slice of Life
    La noche respiraba en silencio. Las sombras parecían plegarse a cada paso de la pelirroja, como si reconocieran en ella a la dueña legítima de la oscuridad.
    La luna colgaba alta, plateando el contorno de los edificios abandonados y el polvo que danzaba con el viento. Aquel era un mundo ajeno, otra dimensión de las tantas que había cruzado, y aun así el mismo sentimiento de vacío la acompañaba como una vieja herida que nunca cerraba.

    Tiana avanzó entre los escombros con paso felino, la chamarra de cuero abierta ondeando apenas por la brisa nocturna. Su mirada jade se detuvo en la distancia, donde un resplandor rojizo marcaba el lugar del portal.
    “Al fin… después de tanto tiempo.”
    El eco de sus pensamientos fue tan frío como su sonrisa.

    Dos figuras custodiaban el arco rúnico, susurros apagados que no lograban escapar del rugido sordo del poder contenido en aquel sello. Tiana se detuvo a unos metros, observando. Una parte de ella, la que aún recordaba la compasión, dudó. La otra la más fuerte, la que había sobrevivido a la traición y al exilio ardía por desatar el fuego.

    –Supongo que no esperaban visitas –murmuró, la voz baja, ronca, impregnada de burla.

    Uno de los guardias giró bruscamente al escucharla. El otro retrocedió apenas un paso, percibiendo la energía que la envolvía. Humo oscuro comenzó a brotar de entre los labios de Tiana, ascendiendo en espirales lentas hacia el cielo.

    –Denme una razón –sus ojos brillaron con un destello carmesí– para no convertir este lugar en un recuerdo carbonizado.

    El aire se volvió denso cómo esperando la confrontación inminente , más en cambio los guardias dieron la espalda al portal reconociendo a la pelirroja , aburrida simplemente ingreso en aquel espiral de magia.

    -Donde carajos estoy ahora ?-
    La noche respiraba en silencio. Las sombras parecían plegarse a cada paso de la pelirroja, como si reconocieran en ella a la dueña legítima de la oscuridad. La luna colgaba alta, plateando el contorno de los edificios abandonados y el polvo que danzaba con el viento. Aquel era un mundo ajeno, otra dimensión de las tantas que había cruzado, y aun así el mismo sentimiento de vacío la acompañaba como una vieja herida que nunca cerraba. Tiana avanzó entre los escombros con paso felino, la chamarra de cuero abierta ondeando apenas por la brisa nocturna. Su mirada jade se detuvo en la distancia, donde un resplandor rojizo marcaba el lugar del portal. “Al fin… después de tanto tiempo.” El eco de sus pensamientos fue tan frío como su sonrisa. Dos figuras custodiaban el arco rúnico, susurros apagados que no lograban escapar del rugido sordo del poder contenido en aquel sello. Tiana se detuvo a unos metros, observando. Una parte de ella, la que aún recordaba la compasión, dudó. La otra la más fuerte, la que había sobrevivido a la traición y al exilio ardía por desatar el fuego. –Supongo que no esperaban visitas –murmuró, la voz baja, ronca, impregnada de burla. Uno de los guardias giró bruscamente al escucharla. El otro retrocedió apenas un paso, percibiendo la energía que la envolvía. Humo oscuro comenzó a brotar de entre los labios de Tiana, ascendiendo en espirales lentas hacia el cielo. –Denme una razón –sus ojos brillaron con un destello carmesí– para no convertir este lugar en un recuerdo carbonizado. El aire se volvió denso cómo esperando la confrontación inminente , más en cambio los guardias dieron la espalda al portal reconociendo a la pelirroja , aburrida simplemente ingreso en aquel espiral de magia. -Donde carajos estoy ahora ?-
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  • “El hombre del árbol”

    (Perspectiva de tercero sobre Cillian Warlock)

    — Lo vi por casualidad.

    Era tarde, quizá demasiado para andar por el parque, pero la lluvia había cesado y el aire olía a tierra recién lavada. Caminaba sin rumbo cuando lo noté: un hombre, apoyado contra un árbol, fumando.

    No sé por qué me llamó la atención. Había algo… quieto en él. No el tipo de quietud que tienen los que descansan, sino esa inmovilidad que tiene una estatua, o una idea.

    Su cabello era tan claro que parecía absorber la luz, no reflejarla. Y su abrigo, negro y largo, parecía hecho de sombra más que de tela.

    El humo del cigarro subía lento, como si incluso el aire se resistiera a alejarse de él.

    Quise seguir caminando, pero algo me detuvo.
    Una sensación antigua, visceral, como si mi cuerpo recordara algo que mi mente no podía nombrar.

    Cuando lo miré, sentí un vacío en el pecho.
    No miedo. No tristeza.
    Algo más… profundo.
    Como si me mirara alguien que ya me había visto morir.

    Lo juro: el ruido del parque desapareció. No había viento, ni hojas, ni pasos.
    Solo él.

    Y entonces, lo imposible.

    Me miró.

    No por mucho —un segundo, tal vez— pero fue suficiente.
    Su mirada no tenía color. No tenía emoción.
    Era un espejo, pero no reflejaba mi rostro.
    Reflejaba algo más… algo que no puedo describir sin que me tiemblen las manos.

    Lo que vi no fue mi imagen, fue mi final.

    Quise retroceder, pero no pude. Él inhaló el último trazo del cigarro, lo apagó contra el tronco, y entonces sonrió.

    Fue una sonrisa leve, triste, casi humana.
    Y por alguna razón, me tranquilizó.

    Me di cuenta de que no iba a morir, al menos no esa noche.
    Pero entendí, con una claridad terrible, que algún día él volvería por mí.

    No como enemigo.
    Ni como juez.

    Sino como alguien que ha estado esperándome desde siempre.

    Cuando logré volver a moverme y seguí caminando, el parque volvió a tener sonido.
    La lluvia empezó a caer otra vez.

    Me giré, pero él ya no estaba.

    Solo quedaba el árbol.

    Y una colilla aún encendida, ardiendo en silencio.
    “El hombre del árbol” (Perspectiva de tercero sobre Cillian Warlock) — Lo vi por casualidad. Era tarde, quizá demasiado para andar por el parque, pero la lluvia había cesado y el aire olía a tierra recién lavada. Caminaba sin rumbo cuando lo noté: un hombre, apoyado contra un árbol, fumando. No sé por qué me llamó la atención. Había algo… quieto en él. No el tipo de quietud que tienen los que descansan, sino esa inmovilidad que tiene una estatua, o una idea. Su cabello era tan claro que parecía absorber la luz, no reflejarla. Y su abrigo, negro y largo, parecía hecho de sombra más que de tela. El humo del cigarro subía lento, como si incluso el aire se resistiera a alejarse de él. Quise seguir caminando, pero algo me detuvo. Una sensación antigua, visceral, como si mi cuerpo recordara algo que mi mente no podía nombrar. Cuando lo miré, sentí un vacío en el pecho. No miedo. No tristeza. Algo más… profundo. Como si me mirara alguien que ya me había visto morir. Lo juro: el ruido del parque desapareció. No había viento, ni hojas, ni pasos. Solo él. Y entonces, lo imposible. Me miró. No por mucho —un segundo, tal vez— pero fue suficiente. Su mirada no tenía color. No tenía emoción. Era un espejo, pero no reflejaba mi rostro. Reflejaba algo más… algo que no puedo describir sin que me tiemblen las manos. Lo que vi no fue mi imagen, fue mi final. Quise retroceder, pero no pude. Él inhaló el último trazo del cigarro, lo apagó contra el tronco, y entonces sonrió. Fue una sonrisa leve, triste, casi humana. Y por alguna razón, me tranquilizó. Me di cuenta de que no iba a morir, al menos no esa noche. Pero entendí, con una claridad terrible, que algún día él volvería por mí. No como enemigo. Ni como juez. Sino como alguien que ha estado esperándome desde siempre. Cuando logré volver a moverme y seguí caminando, el parque volvió a tener sonido. La lluvia empezó a caer otra vez. Me giré, pero él ya no estaba. Solo quedaba el árbol. Y una colilla aún encendida, ardiendo en silencio.
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  • No puedo dormir.
    No desde que vi aquella prueba. Desde que la sostuve entre las manos temblorosas, sintiendo que el mundo se me venía abajo otra vez.
    Embarazada.

    La palabra me pesa más que cualquier herida que me hayan dejado.
    A veces me quedo mirándome en el espejo, con las manos sobre el vientre plano, esperando sentir algo. Lo que sea. Pero no siento amor, ni esperanza, ni alegría. Siento miedo. Siento asco. Siento que mi cuerpo me traiciona una y otra vez.

    He pensado en todo. En seguir con esto, en no hacerlo, en desaparecer un tiempo… en no ser una carga para Angela.
    Pero no hay una respuesta correcta, ninguna que me devuelva la paz.
    Cada vez que cierro los ojos veo sus rostros.
    Cada vez que toco mi piel, siento las manos que no eran suyas.

    Y sin embargo, hay algo dentro de mí que me obliga a quedarme quieta.
    Quizás sea el miedo.
    Quizás sea el instinto.
    O tal vez esa parte de mí que aún cree que puedo decidir lo que pase a partir de ahora, aunque todo lo demás me lo hayan robado.

    Angela intenta fingir que todo está bien, que me protege, que me cuida.
    Y yo finjo también.
    Sonrío, le digo que estoy cansada, que voy a dormir. Pero por dentro me rompo más cada día.

    No sé qué voy a hacer.
    No puedo decidirlo todavía.
    Lo único que tengo claro es que no quiero que esto nos destruya. Que si algo me mantiene respirando es ella, su forma de tocarme sin hacerme daño, su paciencia infinita.

    Quizás algún día tenga el valor de hablar, de decidir qué quiero hacer con todo esto.
    Pero hoy no.
    Hoy solo quiero seguir respirando, y que el silencio no me ahogue.
    No puedo dormir. No desde que vi aquella prueba. Desde que la sostuve entre las manos temblorosas, sintiendo que el mundo se me venía abajo otra vez. Embarazada. La palabra me pesa más que cualquier herida que me hayan dejado. A veces me quedo mirándome en el espejo, con las manos sobre el vientre plano, esperando sentir algo. Lo que sea. Pero no siento amor, ni esperanza, ni alegría. Siento miedo. Siento asco. Siento que mi cuerpo me traiciona una y otra vez. He pensado en todo. En seguir con esto, en no hacerlo, en desaparecer un tiempo… en no ser una carga para Angela. Pero no hay una respuesta correcta, ninguna que me devuelva la paz. Cada vez que cierro los ojos veo sus rostros. Cada vez que toco mi piel, siento las manos que no eran suyas. Y sin embargo, hay algo dentro de mí que me obliga a quedarme quieta. Quizás sea el miedo. Quizás sea el instinto. O tal vez esa parte de mí que aún cree que puedo decidir lo que pase a partir de ahora, aunque todo lo demás me lo hayan robado. Angela intenta fingir que todo está bien, que me protege, que me cuida. Y yo finjo también. Sonrío, le digo que estoy cansada, que voy a dormir. Pero por dentro me rompo más cada día. No sé qué voy a hacer. No puedo decidirlo todavía. Lo único que tengo claro es que no quiero que esto nos destruya. Que si algo me mantiene respirando es ella, su forma de tocarme sin hacerme daño, su paciencia infinita. Quizás algún día tenga el valor de hablar, de decidir qué quiero hacer con todo esto. Pero hoy no. Hoy solo quiero seguir respirando, y que el silencio no me ahogue.
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  • El Starter empieza dónde acaba el rol con Jenny Queen Orc de un resumen extraído de la cuenta baneada.

    https://ficrol.com/posts/310537?notify_id=comment_809905

    "Entran en conflicto el espacio y el tiempo"

    Aikaterine Ouro Tsukumo Sana Espacio

    El vacío no tiene temperatura. No hay frío, no hay calor. No hay nada que respirar, ni siquiera un pensamiento que suene dentro de mi cabeza.
    Solo silencio. Y una claridad tan absoluta que parece arrancarme las sombras de la piel.

    Camino… o creo que camino. No hay suelo, pero mis pasos suenan. No hay eco, pero algo responde.
    Y ahí está: una habitación diminuta en medio de la nada. Una puerta abierta hacia un sueño infantil.

    Tú.
    Una niña. Pequeña, luminosa, con ojos que contienen galaxias girando a la deriva.
    Tus manos sostienen una estrella como quien sostiene una canica.
    Soplas y nace una nebulosa. Ríes, y un cometa atraviesa la habitación.

    Intento llamarte.
    Nada.
    Mi voz muere en la garganta, porque aquí no hay aire, ni vibración, ni materia que transporte el sonido.
    Entonces grito sin voz, y mis labios se mueven en vano, hasta que me hundo.
    El suelo —ese suelo que no existía— me traga.

    Caigo.

    Cuando abro los ojos, ya no hay habitación.
    Solo el espacio. Infinito, vivo, latiendo.
    Y tú, ahí, sentada sobre el arco invisible de una órbita, moviendo planetas con la punta de los dedos, te detienes.
    Tus ojos se alzan y por primera vez me ves.

    Y en ese instante, el universo se queda quieto.
    No sé si respiro, no sé si sigo viva, no sé siquiera si esto es existir.
    Solo puedo mirarte, temblando, mientras una pregunta —la única que sobrevive dentro de mí— logra escapar de mi alma:

    —¿Eres… la muerte?
    El Starter empieza dónde acaba el rol con [queen_0] de un resumen extraído de la cuenta baneada. https://ficrol.com/posts/310537?notify_id=comment_809905 "Entran en conflicto el espacio y el tiempo" [Mercenary1x] [blaze_titanium_scorpion_916] El vacío no tiene temperatura. No hay frío, no hay calor. No hay nada que respirar, ni siquiera un pensamiento que suene dentro de mi cabeza. Solo silencio. Y una claridad tan absoluta que parece arrancarme las sombras de la piel. Camino… o creo que camino. No hay suelo, pero mis pasos suenan. No hay eco, pero algo responde. Y ahí está: una habitación diminuta en medio de la nada. Una puerta abierta hacia un sueño infantil. Tú. Una niña. Pequeña, luminosa, con ojos que contienen galaxias girando a la deriva. Tus manos sostienen una estrella como quien sostiene una canica. Soplas y nace una nebulosa. Ríes, y un cometa atraviesa la habitación. Intento llamarte. Nada. Mi voz muere en la garganta, porque aquí no hay aire, ni vibración, ni materia que transporte el sonido. Entonces grito sin voz, y mis labios se mueven en vano, hasta que me hundo. El suelo —ese suelo que no existía— me traga. Caigo. Cuando abro los ojos, ya no hay habitación. Solo el espacio. Infinito, vivo, latiendo. Y tú, ahí, sentada sobre el arco invisible de una órbita, moviendo planetas con la punta de los dedos, te detienes. Tus ojos se alzan y por primera vez me ves. Y en ese instante, el universo se queda quieto. No sé si respiro, no sé si sigo viva, no sé siquiera si esto es existir. Solo puedo mirarte, temblando, mientras una pregunta —la única que sobrevive dentro de mí— logra escapar de mi alma: —¿Eres… la muerte?
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  • 🌊 “El Juego del Acantilado” Starter Individual ༻ 🇮🇪 Acantilados de Moher — Irlanda ༺
    Fandom OC
    Categoría Original
    Después de varios meses de trabajo intenso en Seúl, Yunseok Wang decidió que necesitaba un respiro.
    No conciertos, no cámaras, no reuniones.
    Solo naturaleza, aire frío y silencio.

    Aterrizó en Irlanda dos días atrás, buscando perderse entre paisajes que aún conservaban el pulso antiguo del mundo.
    Esa mañana, antes del amanecer, había salido con una mochila ligera y una cámara colgada del cuello.
    El sendero que tomaba comenzaba en un pequeño pueblo pesquero, ascendía entre colinas verdes cubiertas de niebla y terminaba en el punto más famoso de la costa oeste: los Acantilados de Moher.

    El recorrido había sido una mezcla de calma y desafío.
    El sonido del mar llegaba desde abajo como un rumor constante, y cada paso le recordaba por qué amaba estar en lugares donde el mundo parecía detenerse.

    Al llegar al mirador, descubrió una pequeña caseta de madera decorada con tréboles tallados.
    Sobre la mesa, un cartel captó su atención:

    “El Juego del Acantilado"
    Descubre las cinco reliquias perdidas y obtén la recompensa del guardián del viento.

    Frunció una ceja, curioso.
    Tomó una libreta de pistas y una bolsa de tela numerada. Dentro, encontró un papel amarillento escrito a mano, en inglés y en gaélico:

    “El primer recuerdo duerme donde las olas tocan el cielo.
    Sigue las piedras marcadas con espirales y escucha lo que el viento susurra.”

    —Interesante…

    murmuró con una media sonrisa, girando la hoja entre sus dedos.

    Entonces notó una presencia a su lado.
    Otra persona había tomado una libreta igual, observando las pistas con la misma mezcla de curiosidad y desconcierto.
    Yunseok levantó la vista, con el brillo tranquilo de quien disfruta del misterio.

    —Parece que no soy el único que ha decidido jugar al aventurero hoy

    Comentó con voz serena, cargada de humor

    —. ¿También vienes a por “la recompensa del guardián”?

    El viento levantó su abrigo oscuro mientras el sendero se extendía frente a ambos, flanqueado por cruces de piedra y el rugido del océano golpeando abajo.

    —Quizás… si lo descubrimos juntos, tengamos más suerte.

    El primer paso hacia la aventura acababa de empezar.

    Después de varios meses de trabajo intenso en Seúl, Yunseok Wang decidió que necesitaba un respiro. No conciertos, no cámaras, no reuniones. Solo naturaleza, aire frío y silencio. Aterrizó en Irlanda dos días atrás, buscando perderse entre paisajes que aún conservaban el pulso antiguo del mundo. Esa mañana, antes del amanecer, había salido con una mochila ligera y una cámara colgada del cuello. El sendero que tomaba comenzaba en un pequeño pueblo pesquero, ascendía entre colinas verdes cubiertas de niebla y terminaba en el punto más famoso de la costa oeste: los Acantilados de Moher. El recorrido había sido una mezcla de calma y desafío. El sonido del mar llegaba desde abajo como un rumor constante, y cada paso le recordaba por qué amaba estar en lugares donde el mundo parecía detenerse. Al llegar al mirador, descubrió una pequeña caseta de madera decorada con tréboles tallados. Sobre la mesa, un cartel captó su atención: “El Juego del Acantilado" ☘️ Descubre las cinco reliquias perdidas y obtén la recompensa del guardián del viento. Frunció una ceja, curioso. Tomó una libreta de pistas y una bolsa de tela numerada. Dentro, encontró un papel amarillento escrito a mano, en inglés y en gaélico: “El primer recuerdo duerme donde las olas tocan el cielo. Sigue las piedras marcadas con espirales y escucha lo que el viento susurra.” —Interesante… murmuró con una media sonrisa, girando la hoja entre sus dedos. Entonces notó una presencia a su lado. Otra persona había tomado una libreta igual, observando las pistas con la misma mezcla de curiosidad y desconcierto. Yunseok levantó la vista, con el brillo tranquilo de quien disfruta del misterio. —Parece que no soy el único que ha decidido jugar al aventurero hoy Comentó con voz serena, cargada de humor —. ¿También vienes a por “la recompensa del guardián”? El viento levantó su abrigo oscuro mientras el sendero se extendía frente a ambos, flanqueado por cruces de piedra y el rugido del océano golpeando abajo. —Quizás… si lo descubrimos juntos, tengamos más suerte. El primer paso hacia la aventura acababa de empezar. ༻ ☘️ ༺
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  • ༻ 🪞༺ 𝐄𝐋 𝐍𝐈𝐕𝐄𝐋 𝐄𝐒𝐏𝐄𝐉𝐎 ☆ Starter Grupal ☆ ༻ 🕯༺
    Fandom OC
    Categoría Original
    Seúl — Sede Principal MIRROR Haute Couture
    20 de octubre, 23:57 h

    No aparece en ningún plano.
    No figura en los permisos de construcción.
    Nadie recuerda haberlo diseñado.

    Y sin embargo, bajo los cimientos de MIRROR Haute Couture —la firma de alta costura fundada por el diseñador y músico Yunseok Wang— existe algo que nunca debió despertar:
    El Nivel Espejo.

    Durante años, las alarmas térmicas lo marcaron como un simple error de sistema.
    Hasta esta noche.

    Una vibración metálica recorrió el edificio.
    Yunseok fue el primero en recibir la alerta.
    Descendió solo, hasta que el ascensor se detuvo más allá del último nivel permitido.

    El panel mostraba un número inexistente: –9.

    Las puertas se abrieron.
    Un pasillo antiguo se extendía frente a él:
    piedra negra, símbolos chamánicos,
    y espejos que parecían respirar.

    El aire olía a cera, metal…
    y algo que no pertenecía a este tiempo.

    Este lugar… no debería existir

    Susurró Yunseok temblando con la linterna en la mano

    Pero alguien lo construyó. Y lo hizo usando mi nombre.

    Entonces, el silencio respondió.
    Una voz idéntica a la suya murmuró desde el fondo:

    Bienvenido de nuevo.

    Los espejos comenzaron a temblar.
    Los reflejos se movieron por cuenta propia.
    Una sombra idéntica a Yunseok, con los ojos completamente negros,
    sonrió desde el otro lado del cristal.

    Si has llegado hasta aquí…
    prepárate para ver quién eres cuando nadie te está mirando

    Porque en el Nivel Espejo,
    la realidad no es más que una superficie esperando romperse.

    ⋆⁺₊⋆ ☾ ⋆⁺₊⋆

    ️Cualquiera puede entrar.
    Cualquiera puede mirar.
    Pero recuerda… los reflejos también te observan.

    📍 Seúl — Sede Principal MIRROR Haute Couture 🕰️ 20 de octubre, 23:57 h No aparece en ningún plano. No figura en los permisos de construcción. Nadie recuerda haberlo diseñado. Y sin embargo, bajo los cimientos de MIRROR Haute Couture —la firma de alta costura fundada por el diseñador y músico Yunseok Wang— existe algo que nunca debió despertar: El Nivel Espejo. Durante años, las alarmas térmicas lo marcaron como un simple error de sistema. Hasta esta noche. Una vibración metálica recorrió el edificio. Yunseok fue el primero en recibir la alerta. Descendió solo, hasta que el ascensor se detuvo más allá del último nivel permitido. El panel mostraba un número inexistente: –9. Las puertas se abrieron. Un pasillo antiguo se extendía frente a él: piedra negra, símbolos chamánicos, y espejos que parecían respirar. El aire olía a cera, metal… y algo que no pertenecía a este tiempo. 🩸Este lugar… no debería existir Susurró Yunseok temblando con la linterna en la mano 🩸Pero alguien lo construyó. Y lo hizo usando mi nombre. Entonces, el silencio respondió. Una voz idéntica a la suya murmuró desde el fondo: 🩸Bienvenido de nuevo. Los espejos comenzaron a temblar. Los reflejos se movieron por cuenta propia. Una sombra idéntica a Yunseok, con los ojos completamente negros, sonrió desde el otro lado del cristal. 🩸Si has llegado hasta aquí… prepárate para ver quién eres cuando nadie te está mirando Porque en el Nivel Espejo, la realidad no es más que una superficie esperando romperse. ⋆⁺₊⋆ ☾ ⋆⁺₊⋆ ✨️Cualquiera puede entrar. Cualquiera puede mirar. Pero recuerda… los reflejos también te observan. ༻ 🪞༺
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    Grupal
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    Cualquier línea
    Estado
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    Diálogo — “Justo antes del canto”

    Yue (mirando al vacío):
    —¿Crees que alguien nos escuchará más allá del tiempo?

    Fiona (ajustando su corona de luz):
    —No importa. Lo que importa es que cantemos como si el tiempo nos escuchara.

    Millefeuille (tomando la mano de ambas):
    —Si el dolor puede convertirse en canción, entonces ya hemos ganado.

    Yue (cerrando los ojos):
    —Entonces cantemos. No para ser vistas… sino para ser verdad.

    Fiona (sonriendo):
    —Que el fulgor sea nuestro manifiesto.

    Millefeuille (con voz temblorosa):
    —Y que el silencio nos acompañe.

    (Las luces se encienden. El universo contiene el aliento. Supernova canta.)
    --- 🎤 Diálogo — “Justo antes del canto” Yue (mirando al vacío): —¿Crees que alguien nos escuchará más allá del tiempo? Fiona (ajustando su corona de luz): —No importa. Lo que importa es que cantemos como si el tiempo nos escuchara. Millefeuille (tomando la mano de ambas): —Si el dolor puede convertirse en canción, entonces ya hemos ganado. Yue (cerrando los ojos): —Entonces cantemos. No para ser vistas… sino para ser verdad. Fiona (sonriendo): —Que el fulgor sea nuestro manifiesto. Millefeuille (con voz temblorosa): —Y que el silencio nos acompañe. (Las luces se encienden. El universo contiene el aliento. Supernova canta.)
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