• En lα prepαrαtorıα, Mαrınα чα no se dıstrαı́α en clαse. Erα lα mejor de su generαcıón, lα que sıempre tenı́α lαs respuestαs correctαs ч los αpuntes ımpecαbles que todos querı́αn copıαr “solo pαrα compαrαr”. Los profesores confıαbαn en ellα ч sus compαñeros lα mırαbαn con esα mezclα rαrα de αdmırαcıón ч resıgnαcıón.

    Al sαlır de lα escuelα, cuαndo el ruıdo del dı́α se αpαgαbα, Mαrınα no ıbα α cαsα de ınmedıαto. Cαmınαbα dırecto α lα plαчα con el unıforme αún puesto, se quıtαbα los zαpαtos ч los llevαbα en lα mαno, dejαndo que el αguα le mojαrα los tobıllos. Erα su rıtuαl sılencıoso.

    Ahı́ repαsαbα mentαlmente exάmenes αprobαdos, plαnes futuros ч sueños grαndes, mıentrαs el mαr lα escuchαbα sın ınterrumpır, como sıempre. No necesıtαbα músıcα nı compαñı́α. El sonıdo de lαs olαs erα sufıcıente recompensα después de hαber sıdo perfectα todo el dı́α.

    Lα mejor αlumnα de lα clαse, sı́. Pero, αnte el mαr, solo Mαrınα.
    En lα prepαrαtorıα, Mαrınα чα no se dıstrαı́α en clαse. Erα lα mejor de su generαcıón, lα que sıempre tenı́α lαs respuestαs correctαs ч los αpuntes ımpecαbles que todos querı́αn copıαr “solo pαrα compαrαr”. Los profesores confıαbαn en ellα ч sus compαñeros lα mırαbαn con esα mezclα rαrα de αdmırαcıón ч resıgnαcıón. Al sαlır de lα escuelα, cuαndo el ruıdo del dı́α se αpαgαbα, Mαrınα no ıbα α cαsα de ınmedıαto. Cαmınαbα dırecto α lα plαчα con el unıforme αún puesto, se quıtαbα los zαpαtos ч los llevαbα en lα mαno, dejαndo que el αguα le mojαrα los tobıllos. Erα su rıtuαl sılencıoso. Ahı́ repαsαbα mentαlmente exάmenes αprobαdos, plαnes futuros ч sueños grαndes, mıentrαs el mαr lα escuchαbα sın ınterrumpır, como sıempre. No necesıtαbα músıcα nı compαñı́α. El sonıdo de lαs olαs erα sufıcıente recompensα después de hαber sıdo perfectα todo el dı́α. Lα mejor αlumnα de lα clαse, sı́. Pero, αnte el mαr, solo Mαrınα.
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  • alguna ves la vi Alos ojos aun era una cachorra bajo sus cuidados pero algo en ella genero confianza y yo curiosa y egida de saber pregunte por su... nacimiento... su historia...
    aquella mañana entre pócimas y libros me miro Alos ojos y ..... descargo su corazón


    ( ella esboza una mueca luego sonríe camina unos pasos y me mira se sienta aun lado y mira ala ventana de aquel cuarto y solo deja salir todo de sus carnosos labios)


    Nací donde el grito era cuna y canción,
    donde el hambre aprendía a rimar con perdón.
    Mi madre callaba, mi padre mentía,
    y yo me escondía detrás de la poesía.

    Me crié entre insultos vestidos de amor,
    con caricias tan frías que daban pavor.
    Aprendí a fingir que todo iba bien,
    con la boca cerrada y el alma en desdén.

    No soy fría… soy cauterizada,
    por cada promesa que fue apuñalada.
    ¿Traición? —quizá—, pero sin redención,
    soy lo que queda tras la humillación.

    [sus labios suspiran y de nuevo dejan salir todo.... ]

    Nadie me enseñó a ser luz en la bruma,
    así que me hice tormenta en la espuma.
    No me llames bruja, ni monstruo, ni horror,
    soy solo el eco de tu propio rencor.
    Y si te duele verme quemar…
    es porque esperabas verme rogar.

    Quise ser buena, fui mártir de normas,
    hasta que rompí mi piel en sus formas.
    Me vestí con los restos de lo que maté,
    y al fin entendí: jamás fallé.

    Ahora hablo en lenguas que el miedo no entiende,
    soy incendio que a nadie le miente.
    No vine a gustarte, no busco tu paz,
    vine a vengar a la que nunca será.

    [ me mira un momento arden sus ojos siento como sus dientes crujen de rabia mientras de nuevo su voz sale de sus carnosos labios ]

    Nadie me salvó, así que me escribí,
    con tinta de rabia y sangre de mí.
    No soy el monstruo de tu invención,
    soy la herencia rota de tu opresión.
    Y si mi voz te parte la sien…
    es porque siempre callé también.

    [luego se para va hasta la ventana y voz álcida y fuerte grita]

    No vine a sanar, vine a gritar.
    No vine a encajar, vine a quebrar.
    Mi oscuridad no es maldad ni error,
    es el santuario de tanto dolor.

    [luego baja la mirada pero camina hasta mi y se inclina frente ami sin perderme la mirada]

    Soy la hija del ruido, el eco prohibido,
    la que rompió el silencio podrido.
    No esperes piedad, ni flor, ni perdón…
    soy la mujer que el abismo parió.
    [luego me dio un beso en la frente continuó dándome sus clases y esa fue la única ves que ella ... mi hermana mayor dejo ver algo mas de ella que esa sonrisa picara que siempre me mostro ]

    Katrin Ishtar

    la mujer que no nació la mujer que simplemente el vacío pario.

    https://www.youtube.com/watch?v=YDpx3GA5jjw&list=RDYDpx3GA5jjw&start_radio=1
    alguna ves la vi Alos ojos aun era una cachorra bajo sus cuidados pero algo en ella genero confianza y yo curiosa y egida de saber pregunte por su... nacimiento... su historia... aquella mañana entre pócimas y libros me miro Alos ojos y ..... descargo su corazón ( ella esboza una mueca luego sonríe camina unos pasos y me mira se sienta aun lado y mira ala ventana de aquel cuarto y solo deja salir todo de sus carnosos labios) Nací donde el grito era cuna y canción, donde el hambre aprendía a rimar con perdón. Mi madre callaba, mi padre mentía, y yo me escondía detrás de la poesía. Me crié entre insultos vestidos de amor, con caricias tan frías que daban pavor. Aprendí a fingir que todo iba bien, con la boca cerrada y el alma en desdén. No soy fría… soy cauterizada, por cada promesa que fue apuñalada. ¿Traición? —quizá—, pero sin redención, soy lo que queda tras la humillación. [sus labios suspiran y de nuevo dejan salir todo.... ] Nadie me enseñó a ser luz en la bruma, así que me hice tormenta en la espuma. No me llames bruja, ni monstruo, ni horror, soy solo el eco de tu propio rencor. Y si te duele verme quemar… es porque esperabas verme rogar. Quise ser buena, fui mártir de normas, hasta que rompí mi piel en sus formas. Me vestí con los restos de lo que maté, y al fin entendí: jamás fallé. Ahora hablo en lenguas que el miedo no entiende, soy incendio que a nadie le miente. No vine a gustarte, no busco tu paz, vine a vengar a la que nunca será. [ me mira un momento arden sus ojos siento como sus dientes crujen de rabia mientras de nuevo su voz sale de sus carnosos labios ] Nadie me salvó, así que me escribí, con tinta de rabia y sangre de mí. No soy el monstruo de tu invención, soy la herencia rota de tu opresión. Y si mi voz te parte la sien… es porque siempre callé también. [luego se para va hasta la ventana y voz álcida y fuerte grita] No vine a sanar, vine a gritar. No vine a encajar, vine a quebrar. Mi oscuridad no es maldad ni error, es el santuario de tanto dolor. [luego baja la mirada pero camina hasta mi y se inclina frente ami sin perderme la mirada] Soy la hija del ruido, el eco prohibido, la que rompió el silencio podrido. No esperes piedad, ni flor, ni perdón… soy la mujer que el abismo parió. [luego me dio un beso en la frente continuó dándome sus clases y esa fue la única ves que ella ... mi hermana mayor dejo ver algo mas de ella que esa sonrisa picara que siempre me mostro ] [KatrinIshtar] la mujer que no nació la mujer que simplemente el vacío pario. https://www.youtube.com/watch?v=YDpx3GA5jjw&list=RDYDpx3GA5jjw&start_radio=1
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  • Una vez me llamaron "mutante" , nunca me había sentido tan ofendido

    *Se encoje de hombre y apoya su espalda contra un muro en silencio hasta que de la nada exclama*

    Oh, espera , no se referían a mi apariencia
    Una vez me llamaron "mutante" , nunca me había sentido tan ofendido *Se encoje de hombre y apoya su espalda contra un muro en silencio hasta que de la nada exclama* Oh, espera , no se referían a mi apariencia
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    (✖E̴l̴ ̴C̴r̴e̴d̴o̴ ̴d̴e̴l̴ ̴C̴o̴n̴t̴r̴o̴l̴✖)

    Ella es el silencio absoluto que precede al sacrificio y el orden gélido que devora el caos de la existencia. Es la cadena invisible que une la vida con el olvido, un puente de hierro entre el deseo y la sumisión.

    ​En la profundidad de su dominio, donde las sombras cobran forma de manos dispuestas a asfixiar cualquier rastro de rebeldía, el mundo se reduce a su voluntad. No hay salida ni libre albedrío; bajo su mirada, el único resplandor permitido es el de su falsa santidad, una corona de luz que no ilumina el camino, sino que marca el límite de nuestra cautividad.
    🔥(✖E̴l̴ ̴C̴r̴e̴d̴o̴ ̴d̴e̴l̴ ̴C̴o̴n̴t̴r̴o̴l̴✖)🔥 Ella es el silencio absoluto que precede al sacrificio y el orden gélido que devora el caos de la existencia. Es la cadena invisible que une la vida con el olvido, un puente de hierro entre el deseo y la sumisión. ​En la profundidad de su dominio, donde las sombras cobran forma de manos dispuestas a asfixiar cualquier rastro de rebeldía, el mundo se reduce a su voluntad. No hay salida ni libre albedrío; bajo su mirada, el único resplandor permitido es el de su falsa santidad, una corona de luz que no ilumina el camino, sino que marca el límite de nuestra cautividad.
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  • No me mires como si no lo supieras; cada grito que ignoraste, cada decisión cobarde, me trajo hasta aquí. No soy el mal que temes, soy el castigo que mereces, la sombra que nace cuando la justicia se pudre y alguien debe ensuciarse las manos. No busco perdón ni comprensión, solo silencio al final, porque cuando todo termine y el miedo se apague, entenderás que no fui una aberración… fui la consecuencia inevitable.
    No me mires como si no lo supieras; cada grito que ignoraste, cada decisión cobarde, me trajo hasta aquí. No soy el mal que temes, soy el castigo que mereces, la sombra que nace cuando la justicia se pudre y alguien debe ensuciarse las manos. No busco perdón ni comprensión, solo silencio al final, porque cuando todo termine y el miedo se apague, entenderás que no fui una aberración… fui la consecuencia inevitable.
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    —Condéname al abismo y seré la sombra que vele tus pasos en el silencio. Elígeme a tu lado y seré el filo que desangre a la oscuridad antes de que alcance tu luz. Mi destino no es mío, es el que tú decidas susurrar.
    —Condéname al abismo y seré la sombra que vele tus pasos en el silencio. Elígeme a tu lado y seré el filo que desangre a la oscuridad antes de que alcance tu luz. Mi destino no es mío, es el que tú decidas susurrar.
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  • Después de un largo día de batalla, Laia observaba a su manada. Descansaban tranquilos, pero atentos, como ella les habia enseñado

    Cuando siente que alguien se aproxima, sin siquiera mirarlo, su voz autoritaria rompe el silencio

    —Si solo has venido a observar, mantén la distancia. Si quieres hablar hazlo rápido y si quieres mentir Fenris lo sabrá antes que yo
    Después de un largo día de batalla, Laia observaba a su manada. Descansaban tranquilos, pero atentos, como ella les habia enseñado Cuando siente que alguien se aproxima, sin siquiera mirarlo, su voz autoritaria rompe el silencio —Si solo has venido a observar, mantén la distancia. Si quieres hablar hazlo rápido y si quieres mentir Fenris lo sabrá antes que yo
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    Parte VII - Donde arde el corazón.

    Akane salió de entre los escombros con el cuerpo temblando y la sangre aún tibia en su abdomen. El cielo estaba cubierto de humo, y la aldea que había sido su refugio ardía como un recuerdo que se niega a morir, Akane caminó entre las llamas, con los ojos nublados por el polvo y el miedo. Pensó lo peor, que todos habían muerto, que estaba sola otra vez.

    Pero entonces escuchó voces, voces familiares, gritos, esfuerzo. Corrió por las calles polvosas, tropezando con madera quemada y piedras sueltas, hasta encontrar a un grupo de aldeanos tratando de apagar el fuego con cubos de agua y mantas húmedas. Sin pensarlo, Akane alzó las manos y canalizó su magia, pequeñas explosiones controladas comenzaron a sofocar las llamas, disipando el oxígeno justo en los puntos críticos, era una técnica que nunca había usado así pero funcionaba.

    La gente la miró con asombro.
    -¡Akane! ¡Estás viva!
    -¡Gracias al cielos!

    Ella no respondió, solo siguió ayudando hasta que el último fuego se apagó. y entonces cayó sentada en el suelo, exhausta, con el vestido manchado de sangre y ceniza.

    Mientras recuperaba el aliento, Akane pensó que su magia no era así de débil antes, y si este mundo tenía tanto maná en el aire… ¿por qué se sentía limitada? La respuesta llegó como un susurro interno: El sello, no solo había sellado su forma licántropa, había sellado su poder.

    Sus amigos se acercaron, la rodearon con alivio.
    Uno de ellos, el cazador de cabello rojizo, le preguntó: ¿Cómo sobreviviste? Pensamos que…

    Akane sonrió con tristeza. -Mi madre es una maga blanca. Tengo algo de su magia. Me ayuda a sanar… aunque es débil. Me salvó, pero tardó mucho.-

    Los demás asintieron, impresionados pero cuando Akane preguntó por el abuelo, las miradas bajaron.
    -No sobrevivió.- Dijo uno de ellos. -Cuando escuchó lo que pasó… su corazón no lo resistió.-

    Akane sintió que el mundo se detenía, quiso culparse pero sus amigos la detuvieron.
    -No fue tu culpa. Él te amaba... Y tú le diste alegría en sus últimos días.

    Dos días después, enterraron a los muertos,
    el aire estaba lleno de ceniza y silencio, la gente habló, la aldea ya no pertenecía al reino de Estris y los señores feudales la habían abandonado, Gardarian no había enviado ayuda y los bandidos volverían.

    Todos decidieron pedir refugio en la ciudad de Gargan. Todos… menos Akane.

    -No iré con ustedes.- Dijo, firme.
    -¡No digas locuras!- Le respondió uno de sus amigos. -¡Ven con nosotros!-
    -No.- Repitió Akane. -Si me voy, el abuelo estará solo. Quiero acompañarlo un poco más.-

    Sus amigos comprendieron, Akane queria guardar luto por el anciano que la adopto como su niega y aunque sabia que era peligroso quedarse, tambien sabían que la chica era capaz, que lo que pasó en la posada fue una sorpresa y que si ese hombre regresaba… esta vez, Akane estaría lista.

    Unos días después, todos partieron, la aldea quedó vacía, solo Akane permanecía.
    Caminaba entre las casas quemadas, reparando lo que podía, no por nostalgia,
    sino por respeto.

    Sabía que si iba con ellos, podría ponerlos en peligro, ese hombre… Ese poder… Volvería.

    Pero esta vez, Akane no sería una víctima, sería la guardiana, la loba que había despertado, la llama que no se extingue.
    Parte VII - Donde arde el corazón. Akane salió de entre los escombros con el cuerpo temblando y la sangre aún tibia en su abdomen. El cielo estaba cubierto de humo, y la aldea que había sido su refugio ardía como un recuerdo que se niega a morir, Akane caminó entre las llamas, con los ojos nublados por el polvo y el miedo. Pensó lo peor, que todos habían muerto, que estaba sola otra vez. Pero entonces escuchó voces, voces familiares, gritos, esfuerzo. Corrió por las calles polvosas, tropezando con madera quemada y piedras sueltas, hasta encontrar a un grupo de aldeanos tratando de apagar el fuego con cubos de agua y mantas húmedas. Sin pensarlo, Akane alzó las manos y canalizó su magia, pequeñas explosiones controladas comenzaron a sofocar las llamas, disipando el oxígeno justo en los puntos críticos, era una técnica que nunca había usado así pero funcionaba. La gente la miró con asombro. -¡Akane! ¡Estás viva! -¡Gracias al cielos! Ella no respondió, solo siguió ayudando hasta que el último fuego se apagó. y entonces cayó sentada en el suelo, exhausta, con el vestido manchado de sangre y ceniza. Mientras recuperaba el aliento, Akane pensó que su magia no era así de débil antes, y si este mundo tenía tanto maná en el aire… ¿por qué se sentía limitada? La respuesta llegó como un susurro interno: El sello, no solo había sellado su forma licántropa, había sellado su poder. Sus amigos se acercaron, la rodearon con alivio. Uno de ellos, el cazador de cabello rojizo, le preguntó: ¿Cómo sobreviviste? Pensamos que… Akane sonrió con tristeza. -Mi madre es una maga blanca. Tengo algo de su magia. Me ayuda a sanar… aunque es débil. Me salvó, pero tardó mucho.- Los demás asintieron, impresionados pero cuando Akane preguntó por el abuelo, las miradas bajaron. -No sobrevivió.- Dijo uno de ellos. -Cuando escuchó lo que pasó… su corazón no lo resistió.- Akane sintió que el mundo se detenía, quiso culparse pero sus amigos la detuvieron. -No fue tu culpa. Él te amaba... Y tú le diste alegría en sus últimos días. Dos días después, enterraron a los muertos, el aire estaba lleno de ceniza y silencio, la gente habló, la aldea ya no pertenecía al reino de Estris y los señores feudales la habían abandonado, Gardarian no había enviado ayuda y los bandidos volverían. Todos decidieron pedir refugio en la ciudad de Gargan. Todos… menos Akane. -No iré con ustedes.- Dijo, firme. -¡No digas locuras!- Le respondió uno de sus amigos. -¡Ven con nosotros!- -No.- Repitió Akane. -Si me voy, el abuelo estará solo. Quiero acompañarlo un poco más.- Sus amigos comprendieron, Akane queria guardar luto por el anciano que la adopto como su niega y aunque sabia que era peligroso quedarse, tambien sabían que la chica era capaz, que lo que pasó en la posada fue una sorpresa y que si ese hombre regresaba… esta vez, Akane estaría lista. Unos días después, todos partieron, la aldea quedó vacía, solo Akane permanecía. Caminaba entre las casas quemadas, reparando lo que podía, no por nostalgia, sino por respeto. Sabía que si iba con ellos, podría ponerlos en peligro, ese hombre… Ese poder… Volvería. Pero esta vez, Akane no sería una víctima, sería la guardiana, la loba que había despertado, la llama que no se extingue.
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  • Me desperté antes de que sonara la alarma. Llevaba horas mirando el techo, con los mismos pensamientos girando sin descanso. Me incorporé despacio, con ese cuidado casi automático que me quedó después del hospital, y me senté en el borde de la cama, respirando hondo. Parte de mí quería cancelar la cita, fingir que ya había aceptado lo que me dijeron la primera vez: que era demasiado arriesgado, que mi cuerpo no debía volver a pasar por eso. Pero había otra parte, la más terca, la que había sobrevivido a todo, que no estaba dispuesta a rendirse sin escuchar más opiniones.

    Fui al baño y me miré al espejo durante unos segundos. No había cicatrices visibles, pero yo sabía exactamente dónde estaban. Me recogí el pelo con calma y me puse ropa cómoda, nada que apretara, nada que me hiciera sentir vulnerable. Mientras me vestía pensaba en Ángela, en cómo lo habíamos hablado tantas veces en voz baja, en la cama, en que ella sería la primera en quedarse embarazada de las dos, y yo estaría ahí, cuidándola, protegiéndola, sosteniéndola como ella lo hizo conmigo. Aun así, no podía evitar preguntarme si algún día podría ser yo también, si mi cuerpo aún era capaz de algo más que dolor.

    Cuando salí del baño, Ángela ya estaba despierta, sentada contra el cabecero, observándome en silencio con esa mirada suya que siempre parece leerme incluso cuando no quiero. Me acerqué y dejé que tomara mi mano. Sentí ese anclaje inmediato, como si todo mi cuerpo recordara de golpe que no estaba sola.

    —Es solo una consulta más —murmuré, más para convencerme a mí misma que a ella—. Quiero escuchar otras opiniones.

    Sabía que entendía todo lo que no estaba diciendo en voz alta: el miedo a que volvieran a cerrarme la puerta, el temor a que confirmaran que ese camino quizá no sería posible para mí nunca. Aun así, se levantó sin dudar. Se vistió conmigo, a mi lado, como si no existiera la opción de no acompañarme.

    Durante el trayecto apenas hablamos. Yo miraba por la ventana y pensaba en futuros posibles: en uno donde la veía embarazada, cansada pero feliz, con la mano apoyada en su vientre; y en otro más lejano, más incierto, donde quizá fuera yo la que sintiera ese peso, esa vida creciendo dentro. Apreté un poco más fuerte su mano cuando aparcamos frente al centro médico.

    No sabía qué me iban a decir esta vez. Tal vez lo mismo. Tal vez algo distinto. Pero había aprendido que rendirme sin luchar no era una opción.

    Angela Di Trapani
    Me desperté antes de que sonara la alarma. Llevaba horas mirando el techo, con los mismos pensamientos girando sin descanso. Me incorporé despacio, con ese cuidado casi automático que me quedó después del hospital, y me senté en el borde de la cama, respirando hondo. Parte de mí quería cancelar la cita, fingir que ya había aceptado lo que me dijeron la primera vez: que era demasiado arriesgado, que mi cuerpo no debía volver a pasar por eso. Pero había otra parte, la más terca, la que había sobrevivido a todo, que no estaba dispuesta a rendirse sin escuchar más opiniones. Fui al baño y me miré al espejo durante unos segundos. No había cicatrices visibles, pero yo sabía exactamente dónde estaban. Me recogí el pelo con calma y me puse ropa cómoda, nada que apretara, nada que me hiciera sentir vulnerable. Mientras me vestía pensaba en Ángela, en cómo lo habíamos hablado tantas veces en voz baja, en la cama, en que ella sería la primera en quedarse embarazada de las dos, y yo estaría ahí, cuidándola, protegiéndola, sosteniéndola como ella lo hizo conmigo. Aun así, no podía evitar preguntarme si algún día podría ser yo también, si mi cuerpo aún era capaz de algo más que dolor. Cuando salí del baño, Ángela ya estaba despierta, sentada contra el cabecero, observándome en silencio con esa mirada suya que siempre parece leerme incluso cuando no quiero. Me acerqué y dejé que tomara mi mano. Sentí ese anclaje inmediato, como si todo mi cuerpo recordara de golpe que no estaba sola. —Es solo una consulta más —murmuré, más para convencerme a mí misma que a ella—. Quiero escuchar otras opiniones. Sabía que entendía todo lo que no estaba diciendo en voz alta: el miedo a que volvieran a cerrarme la puerta, el temor a que confirmaran que ese camino quizá no sería posible para mí nunca. Aun así, se levantó sin dudar. Se vistió conmigo, a mi lado, como si no existiera la opción de no acompañarme. Durante el trayecto apenas hablamos. Yo miraba por la ventana y pensaba en futuros posibles: en uno donde la veía embarazada, cansada pero feliz, con la mano apoyada en su vientre; y en otro más lejano, más incierto, donde quizá fuera yo la que sintiera ese peso, esa vida creciendo dentro. Apreté un poco más fuerte su mano cuando aparcamos frente al centro médico. No sabía qué me iban a decir esta vez. Tal vez lo mismo. Tal vez algo distinto. Pero había aprendido que rendirme sin luchar no era una opción. [haze_orange_shark_766]
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    Parte V - Tres meses bajo un cielo extraño.

    Tres lunas habían pasado desde que Akane llegó a la aldea.
    El tiempo aquí no era igual al de la Tierra: cada día parecía más largo, más pesado, como si el aire mismo estuviera tejido de maná antiguo.

    El jefe de la aldea la había acogido en su casa. No por compasión, sino por memoria: Akane tenía un parecido inquietante con su hija muerta, y en ese reflejo él encontraba consuelo. Akane nunca preguntó, pero cada vez que veía la tristeza en sus ojos, sentía que cargaba con un destino que no era suyo.

    El sello de su forma licántropa seguía intacto. Más aún, se había endurecido. El maná de este mundo era tan abundante que fortalecía todo lo que tocaba, incluso la prisión que ella misma había creado. Cuanto más fuerte se volvía, más lejos estaba de la loba que dormía en su interior.

    Pero no todo era pérdida. Su magia había cambiado. La primera vez que usó ilusión para crear la diadema con cuernos falsos, descubrió que la ilusión se volvió sólida, real, por unas horas. En este mundo, sus hechizos tenían cuerpo, peso, duración. Era como si la magia quisiera recordarle que aún podía ser creadora, no solo destructora.

    Akane practicó cada día. Aprendió a moldear fuego, primero como una chispa, luego como una esfera incandescente que podía lanzar con precisión. No era el poder brutal de su forma lobo, pero era útil. Con ese fuego ayudaba en las cacerías de la aldea, espantando bestias y protegiendo a los cazadores.

    Los aldeanos empezaron a verla con otros ojos. Ya no era la extraña de los cuernos falsos. Era Akane, la maga del fuego. La que encendía la noche sin quemarla. La que sonreía, aunque sus ojos aún guardaban tormentas.

    Y aunque el sello seguía siendo una cárcel, Akane caminaba cada día con más firmeza.
    Porque en este mundo de maná y silencio, había encontrado algo parecido a la paz.
    No completa, no eterna, pero suficiente para seguir adelante.
    Parte V - Tres meses bajo un cielo extraño. Tres lunas habían pasado desde que Akane llegó a la aldea. El tiempo aquí no era igual al de la Tierra: cada día parecía más largo, más pesado, como si el aire mismo estuviera tejido de maná antiguo. El jefe de la aldea la había acogido en su casa. No por compasión, sino por memoria: Akane tenía un parecido inquietante con su hija muerta, y en ese reflejo él encontraba consuelo. Akane nunca preguntó, pero cada vez que veía la tristeza en sus ojos, sentía que cargaba con un destino que no era suyo. El sello de su forma licántropa seguía intacto. Más aún, se había endurecido. El maná de este mundo era tan abundante que fortalecía todo lo que tocaba, incluso la prisión que ella misma había creado. Cuanto más fuerte se volvía, más lejos estaba de la loba que dormía en su interior. Pero no todo era pérdida. Su magia había cambiado. La primera vez que usó ilusión para crear la diadema con cuernos falsos, descubrió que la ilusión se volvió sólida, real, por unas horas. En este mundo, sus hechizos tenían cuerpo, peso, duración. Era como si la magia quisiera recordarle que aún podía ser creadora, no solo destructora. Akane practicó cada día. Aprendió a moldear fuego, primero como una chispa, luego como una esfera incandescente que podía lanzar con precisión. No era el poder brutal de su forma lobo, pero era útil. Con ese fuego ayudaba en las cacerías de la aldea, espantando bestias y protegiendo a los cazadores. Los aldeanos empezaron a verla con otros ojos. Ya no era la extraña de los cuernos falsos. Era Akane, la maga del fuego. La que encendía la noche sin quemarla. La que sonreía, aunque sus ojos aún guardaban tormentas. Y aunque el sello seguía siendo una cárcel, Akane caminaba cada día con más firmeza. Porque en este mundo de maná y silencio, había encontrado algo parecido a la paz. No completa, no eterna, pero suficiente para seguir adelante.
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