• -Entonces... Esto significa que?

    Hablo mientras dejaba al hombre dibujar sobre su piel, había accedido por que el había insistido mucho.

    -Son unas runas?... Significan algo de tu cultura?

    Suspiro disfrutando de las caricias masculinas en su piel
    -Entonces... Esto significa que? Hablo mientras dejaba al hombre dibujar sobre su piel, había accedido por que el había insistido mucho. -Son unas runas?... Significan algo de tu cultura? Suspiro disfrutando de las caricias masculinas en su piel
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  • Tomó las runas con cuidado, sus dedos rozando las suaves curvas de las piedras marcadas con símbolos ancestrales. Durante un momento, su mirada se posó en estas, deteniéndose en los grabados como si pudieran revelarle algo más profundo, algo que había estado buscando en silencio.

    Sus ojos brillaron brevemente, no con júbilo, sino con una seriedad contemplativa que encajaba con la naturaleza del regalo. Levantó la vista hacia su interlocutora, sus palabras emergiendo con un tono bajo.

    —Un presente que contiene tanto conocimiento como potencial. —Hizo una leve inclinación de cabeza, un gesto que no era común en ella, pero que transmitía un respeto genuino.— Agradezco tu consideración.

    Con un movimiento medido, colocó las runas en un pequeño bolsillo de su capa, asegurándose de que estuvieran a salvo.

    —Es un regalo que no subestimaré, ni por su utilidad ni por el pensamiento detrás de él. —Murmuró, mientras una sombra de algo parecido a gratitud cruzaba por sus ojos.

    〈 Gracias por el regalo, Alexa Selene ♡ ¡Precisamente una cosa que me apasiona! 〉
    Tomó las runas con cuidado, sus dedos rozando las suaves curvas de las piedras marcadas con símbolos ancestrales. Durante un momento, su mirada se posó en estas, deteniéndose en los grabados como si pudieran revelarle algo más profundo, algo que había estado buscando en silencio. Sus ojos brillaron brevemente, no con júbilo, sino con una seriedad contemplativa que encajaba con la naturaleza del regalo. Levantó la vista hacia su interlocutora, sus palabras emergiendo con un tono bajo. —Un presente que contiene tanto conocimiento como potencial. —Hizo una leve inclinación de cabeza, un gesto que no era común en ella, pero que transmitía un respeto genuino.— Agradezco tu consideración. Con un movimiento medido, colocó las runas en un pequeño bolsillo de su capa, asegurándose de que estuvieran a salvo. —Es un regalo que no subestimaré, ni por su utilidad ni por el pensamiento detrás de él. —Murmuró, mientras una sombra de algo parecido a gratitud cruzaba por sus ojos. 〈 Gracias por el regalo, Alexa Selene ♡ ¡Precisamente una cosa que me apasiona! 〉
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  • -la joven diosa , estaba en la antigua biblioteca buscando algunos libros que contenían magia antigua y dibujos de algunas runas la verdad estarían en esos libros -
    -la joven diosa , estaba en la antigua biblioteca buscando algunos libros que contenían magia antigua y dibujos de algunas runas la verdad estarían en esos libros -
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  • 𓂀 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝 𓂀

    El lugar parecía detenido en un tiempo que ya nadie recordaba. Columnas caídas yacen dispersas como huesos de un gigante olvidado, cubiertas de un musgo frío que crece sin prisa. La luz de la luna filtraba su pálida claridad a través de los huecos de un techo inexistente, proyectando sombras entre los arcos rotos. El aire estaba impregnado de humedad y un leve olor a tierra vieja, mezclado con el silencio que sólo los lugares abandonados saben guardar.

    En el centro de aquel vacío, permanecía de pie, inmóvil como una estatua, apenas un resplandor oscuro contra el paisaje desolado. Su manto caía sobre ella como una extensión de las sombras mismas, abrazándola y convirtiéndola en parte de la penumbra. En su mano derecha sostenía un medallón antiguo, frío al tacto, sus runas apenas visibles bajo la tenue luz, vibrando suavemente con una energía que ella podía sentir más que ver.

    Sus ojos, que brillaban con la intensidad de brasas vivas, estaban fijos en el horizonte, más allá de las ruinas. Observaba algo que no estaba allí, un punto perdido en la maraña de pensamientos que la mantenían atrapada. Un susurro interno le hablaba, no con palabras, sino con emociones que se enredaban entre la culpa, la determinación y un vacío que nunca terminaba de llenarse.

    Sus dedos trazaron los grabados del medallón, una caricia ausente que buscaba consuelo en lo que ya no podía ofrecerle respuestas. "Equilibrio..." murmuró, apenas un eco de voz que se perdió antes de alcanzar las paredes. La palabra cargaba un peso que resonaba en cada fibra de su ser, como una oración a un dios que no respondería.

    El viento, frío y delicado, sopló entre las ruinas, acariciando su rostro descubierto. Una rareza para ella, dejar a la intemperie los rasgos que casi siempre permanecían ocultos tras la máscara. Aquello no era un acto de confianza, sino de agotamiento. ¿Qué más podía esconder en un lugar donde nadie vendría a mirar?

    Alzó la vista al cielo, donde las estrellas titilaban indiferentes, como ojos eternos que habían visto más de lo que ella jamás podría comprender. Allí, entre las luces del firmamento, se permitió un instante de vulnerabilidad, un pequeño respiro para la tormenta que llevaba dentro. Su mente volvía a las mismas preguntas, las mismas sombras que nunca se apartaban del todo. ¿Había luz suficiente para compensar las penumbras? ¿Había un final en la balanza que pesaba sobre su existencia?

    La brisa murió lentamente, dejando el aire inmóvil una vez más. Y Moiril, con una calma tensa y una mirada cargada de significado, cerró los ojos. La soledad del lugar la envolvía, pero no la asfixiaba. Era familiar, casi un refugio, aunque lleno de cicatrices que ella misma había tallado.

    La quietud era casi tangible, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse para observarla. Con los ojos cerrados, podía sentir la textura del lugar en su piel, la rugosidad del aire cargado de historia y las vibraciones imperceptibles que susurraban secretos de lo que una vez fue. Cada grieta en las piedras parecía murmurar una verdad olvidada, y ella, en su inmovilidad, las escuchaba.

    Su mente, sin embargo, era cualquier cosa menos tranquila. Imágenes dispersas cruzaban su conciencia: rostros que apenas podía recordar, risas que sonaban huecas y gritos que se desvanecían antes de completarse. Fragmentos de un pasado que ella nunca había podido recomponer, como pedazos de un espejo roto donde la luz y la oscuridad se reflejaban indistintas.

    Una lágrima silenciosa comenzó a formarse, deslizando un rastro helado por su mejilla, apenas visible en la penumbra. No era debilidad, ni arrepentimiento; era la manifestación de un peso que no podía ser ignorado. Con un gesto lento, casi ritual, sus dedos buscaron la máscara que descansaba cerca, su superficie fría y lisa como un eco del vacío que llevaba dentro. Se detuvo un instante, mirándola, como si el reflejo distorsionado en el metal pudiera devolverle algo perdido.

    Finalmente, se la colocó con precisión, ajustándola hasta que encajó perfectamente, ocultando su rostro y dejando en su lugar un enigma impenetrable. No era un acto de cobardía, sino una decisión consciente de apartar el dolor de la vista del mundo. La máscara era su escudo, un límite que nadie podía atravesar, una forma de mantenerse intacta en medio de las ruinas que la rodeaban.
    𓂀 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝 𓂀 El lugar parecía detenido en un tiempo que ya nadie recordaba. Columnas caídas yacen dispersas como huesos de un gigante olvidado, cubiertas de un musgo frío que crece sin prisa. La luz de la luna filtraba su pálida claridad a través de los huecos de un techo inexistente, proyectando sombras entre los arcos rotos. El aire estaba impregnado de humedad y un leve olor a tierra vieja, mezclado con el silencio que sólo los lugares abandonados saben guardar. En el centro de aquel vacío, permanecía de pie, inmóvil como una estatua, apenas un resplandor oscuro contra el paisaje desolado. Su manto caía sobre ella como una extensión de las sombras mismas, abrazándola y convirtiéndola en parte de la penumbra. En su mano derecha sostenía un medallón antiguo, frío al tacto, sus runas apenas visibles bajo la tenue luz, vibrando suavemente con una energía que ella podía sentir más que ver. Sus ojos, que brillaban con la intensidad de brasas vivas, estaban fijos en el horizonte, más allá de las ruinas. Observaba algo que no estaba allí, un punto perdido en la maraña de pensamientos que la mantenían atrapada. Un susurro interno le hablaba, no con palabras, sino con emociones que se enredaban entre la culpa, la determinación y un vacío que nunca terminaba de llenarse. Sus dedos trazaron los grabados del medallón, una caricia ausente que buscaba consuelo en lo que ya no podía ofrecerle respuestas. "Equilibrio..." murmuró, apenas un eco de voz que se perdió antes de alcanzar las paredes. La palabra cargaba un peso que resonaba en cada fibra de su ser, como una oración a un dios que no respondería. El viento, frío y delicado, sopló entre las ruinas, acariciando su rostro descubierto. Una rareza para ella, dejar a la intemperie los rasgos que casi siempre permanecían ocultos tras la máscara. Aquello no era un acto de confianza, sino de agotamiento. ¿Qué más podía esconder en un lugar donde nadie vendría a mirar? Alzó la vista al cielo, donde las estrellas titilaban indiferentes, como ojos eternos que habían visto más de lo que ella jamás podría comprender. Allí, entre las luces del firmamento, se permitió un instante de vulnerabilidad, un pequeño respiro para la tormenta que llevaba dentro. Su mente volvía a las mismas preguntas, las mismas sombras que nunca se apartaban del todo. ¿Había luz suficiente para compensar las penumbras? ¿Había un final en la balanza que pesaba sobre su existencia? La brisa murió lentamente, dejando el aire inmóvil una vez más. Y Moiril, con una calma tensa y una mirada cargada de significado, cerró los ojos. La soledad del lugar la envolvía, pero no la asfixiaba. Era familiar, casi un refugio, aunque lleno de cicatrices que ella misma había tallado. La quietud era casi tangible, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse para observarla. Con los ojos cerrados, podía sentir la textura del lugar en su piel, la rugosidad del aire cargado de historia y las vibraciones imperceptibles que susurraban secretos de lo que una vez fue. Cada grieta en las piedras parecía murmurar una verdad olvidada, y ella, en su inmovilidad, las escuchaba. Su mente, sin embargo, era cualquier cosa menos tranquila. Imágenes dispersas cruzaban su conciencia: rostros que apenas podía recordar, risas que sonaban huecas y gritos que se desvanecían antes de completarse. Fragmentos de un pasado que ella nunca había podido recomponer, como pedazos de un espejo roto donde la luz y la oscuridad se reflejaban indistintas. Una lágrima silenciosa comenzó a formarse, deslizando un rastro helado por su mejilla, apenas visible en la penumbra. No era debilidad, ni arrepentimiento; era la manifestación de un peso que no podía ser ignorado. Con un gesto lento, casi ritual, sus dedos buscaron la máscara que descansaba cerca, su superficie fría y lisa como un eco del vacío que llevaba dentro. Se detuvo un instante, mirándola, como si el reflejo distorsionado en el metal pudiera devolverle algo perdido. Finalmente, se la colocó con precisión, ajustándola hasta que encajó perfectamente, ocultando su rostro y dejando en su lugar un enigma impenetrable. No era un acto de cobardía, sino una decisión consciente de apartar el dolor de la vista del mundo. La máscara era su escudo, un límite que nadie podía atravesar, una forma de mantenerse intacta en medio de las ruinas que la rodeaban.
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  • -No me mires como si fuera un flanco fácil soldado...

    Aquel día había ido a ver los entrenamientos de las legiones sagradas que dirigía su padre, legiones a las que ella debería dirigir pero ella había declinado aquel puesto, seria de las cosas de las que Daniel se encargaría, sin embargo su titulo nobiliario y cargo eclesiástico la volvían una de la grandes autoridades de aquel ejercito, los cuales aun contra todo pronostico le habían sido respetados tras el juicio.

    -"Lo siento no quiera problemas con Ian por molestar a su zorra..." Dijo el hombre con aire burlón, en ese momento reconoció al engreído nieto del gran sabio, el cual había sido el primer candidato a esposo para Alexa y su padre había rechazado.

    - Eres un subordinado soldado... MI PUTO SUBORDINADO... Si no me respetas por mi título te voy a enseñar a respetarme...

    Dijo molesta mientras con los ojos brillantes y las runas iluminando su cuerpo se acercaba al hombre con la clara intención de demostrarle porque tenia el cargo de "Guardián lunar" y porque los mercenarios la llamaban "acecino de luna".
    -No me mires como si fuera un flanco fácil soldado... Aquel día había ido a ver los entrenamientos de las legiones sagradas que dirigía su padre, legiones a las que ella debería dirigir pero ella había declinado aquel puesto, seria de las cosas de las que Daniel se encargaría, sin embargo su titulo nobiliario y cargo eclesiástico la volvían una de la grandes autoridades de aquel ejercito, los cuales aun contra todo pronostico le habían sido respetados tras el juicio. -"Lo siento no quiera problemas con Ian por molestar a su zorra..." Dijo el hombre con aire burlón, en ese momento reconoció al engreído nieto del gran sabio, el cual había sido el primer candidato a esposo para Alexa y su padre había rechazado. - Eres un subordinado soldado... MI PUTO SUBORDINADO... Si no me respetas por mi título te voy a enseñar a respetarme... Dijo molesta mientras con los ojos brillantes y las runas iluminando su cuerpo se acercaba al hombre con la clara intención de demostrarle porque tenia el cargo de "Guardián lunar" y porque los mercenarios la llamaban "acecino de luna".
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  • 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝:
    ┅┅━━━━━━━━ •⊱✧⊰• ━━━━━━━━┅┅
    En una sala del palacio de Albagard con una mesa de madera desgastada ocupa el centro, iluminada por un candelabro casi consumido. Adelaida, Barristan y Agatha están sentados alrededor de ella, sus rostros marcados por la tensión. Afuera, el silencio nocturno del palacio contrasta con la tormenta de pensamientos que se cierne sobre ellos.

    𝔸𝕕𝕖𝕝𝕒𝕚𝕕𝕒 [apoyando las manos en la mesa, con el rostro serio]:
    —Todo está listo. Llevamos más de un mes planeando esto, y con Archibald partiendo en dos días, no habrá otra oportunidad. A las cuatro de la mañana, los guardias estarán cansados, relajados por el cambio de turno. Es el momento perfecto.

    𝔹𝕒𝕣𝕣𝕚𝕤𝕥𝕒𝕟 [golpeando la mesa con los nudillos, su ceño fruncido reflejando su enojo]:
    —Lo es, pero no será sencillo. La distracción que haremos Adelaida y yo te dará el tiempo necesario para liberar a tu dragona, pero debes actuar rápido, Agatha. Si algo sale mal, tú serás la única que sobrevivirá.

    𝔸𝕘𝕒𝕥𝕙𝕒 [mirando el candelabro, con los dedos entrelazados sobre la mesa]:
    —Lo sé. Pero no puedo evitar pensar en lo que pasará si fallamos.

    𝔸𝕕𝕖𝕝𝕒𝕚𝕕𝕒 [sacando un pequeño artefacto metálico con runas grabadas de una caja frente a ella]:
    —Por eso te doy esto. Es un artefacto de destello, de un solo uso. Si te ves acorralada, apriétalo. Creará un destello tan fuerte que cegará a cualquiera cerca de ti. Eso debería darte unos segundos para escapar.

    𝔹𝕒𝕣𝕣𝕚𝕤𝕥𝕒𝕟 [cruzando los brazos, con una sonrisa amarga]:
    —Y mientras tú haces tu parte, Adelaida y yo nos encargaremos de distraer a los guardias en el ala sur. Sabemos lo que está en juego, y no hay marcha atrás.

    𝔸𝕘𝕒𝕥𝕙𝕒 [mirándolos con angustia]:
    —Si los atrapan, Archibald no tendrá piedad.

    𝔸𝕕𝕖𝕝𝕒𝕚𝕕𝕒 [con tono firme, mirándola a los ojos]:
    —Lo sabemos. Pero nuestras familias no se quedarán de brazos cruzados. Si algo nos pasa, harán todo lo posible por frenar a Archibald. Aunque eso no significa que él lo tema.

    𝔹𝕒𝕣𝕣𝕚𝕤𝕥𝕒𝕟 [asintiendo con determinación]:
    —Archibald no teme a una guerra interna, pero nuestras casas son poderosas. Si nuestras muertes significan un obstáculo para él, al menos habremos ganado tiempo. Lo importante ahora es que tú logres escapar y adviertas a las ciudades blancas.

    𝔸𝕘𝕒𝕥𝕙𝕒 [tomando el artefacto con manos temblorosas, pero con una expresión decidida]:
    —Lo haré. No dejaré que este sacrificio sea en vano.

    𝔹𝕒𝕣𝕣𝕚𝕤𝕥𝕒𝕟 [mirándola con intensidad]:
    —A las cuatro de la mañana, cuando comience nuestra distracción, tú irás al ala oeste. Libera a tu dragona y vuela antes de que puedan reaccionar.

    𝔸𝕕𝕖𝕝𝕒𝕚𝕕𝕒 [con una leve sonrisa seca]:
    —Haz lo que debes hacer, Agatha. No mires atrás.

    El sonido de pasos en el pasillo los hace callar. Adelaida apaga el candelabro rápidamente, sumiendo la sala en la oscuridad.

    𝔸𝕕𝕖𝕝𝕒𝕚𝕕𝕒 [en un susurro]:
    —Es hora de volver. En dos noches, serás libre.

    Los tres se separan en silencio, cada uno regresando a sus respectivas alcobas, mientras la sombra de la traición y la esperanza se cierne sobre el palacio. Afuera, la noche parece más oscura que nunca.
    ┅┅━━━━━━━━ •⊱✧⊰• ━━━━━━━━┅┅
    𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝: ┅┅━━━━━━━━ •⊱✧⊰• ━━━━━━━━┅┅ En una sala del palacio de Albagard con una mesa de madera desgastada ocupa el centro, iluminada por un candelabro casi consumido. Adelaida, Barristan y Agatha están sentados alrededor de ella, sus rostros marcados por la tensión. Afuera, el silencio nocturno del palacio contrasta con la tormenta de pensamientos que se cierne sobre ellos. 𝔸𝕕𝕖𝕝𝕒𝕚𝕕𝕒 [apoyando las manos en la mesa, con el rostro serio]: —Todo está listo. Llevamos más de un mes planeando esto, y con Archibald partiendo en dos días, no habrá otra oportunidad. A las cuatro de la mañana, los guardias estarán cansados, relajados por el cambio de turno. Es el momento perfecto. 𝔹𝕒𝕣𝕣𝕚𝕤𝕥𝕒𝕟 [golpeando la mesa con los nudillos, su ceño fruncido reflejando su enojo]: —Lo es, pero no será sencillo. La distracción que haremos Adelaida y yo te dará el tiempo necesario para liberar a tu dragona, pero debes actuar rápido, Agatha. Si algo sale mal, tú serás la única que sobrevivirá. 𝔸𝕘𝕒𝕥𝕙𝕒 [mirando el candelabro, con los dedos entrelazados sobre la mesa]: —Lo sé. Pero no puedo evitar pensar en lo que pasará si fallamos. 𝔸𝕕𝕖𝕝𝕒𝕚𝕕𝕒 [sacando un pequeño artefacto metálico con runas grabadas de una caja frente a ella]: —Por eso te doy esto. Es un artefacto de destello, de un solo uso. Si te ves acorralada, apriétalo. Creará un destello tan fuerte que cegará a cualquiera cerca de ti. Eso debería darte unos segundos para escapar. 𝔹𝕒𝕣𝕣𝕚𝕤𝕥𝕒𝕟 [cruzando los brazos, con una sonrisa amarga]: —Y mientras tú haces tu parte, Adelaida y yo nos encargaremos de distraer a los guardias en el ala sur. Sabemos lo que está en juego, y no hay marcha atrás. 𝔸𝕘𝕒𝕥𝕙𝕒 [mirándolos con angustia]: —Si los atrapan, Archibald no tendrá piedad. 𝔸𝕕𝕖𝕝𝕒𝕚𝕕𝕒 [con tono firme, mirándola a los ojos]: —Lo sabemos. Pero nuestras familias no se quedarán de brazos cruzados. Si algo nos pasa, harán todo lo posible por frenar a Archibald. Aunque eso no significa que él lo tema. 𝔹𝕒𝕣𝕣𝕚𝕤𝕥𝕒𝕟 [asintiendo con determinación]: —Archibald no teme a una guerra interna, pero nuestras casas son poderosas. Si nuestras muertes significan un obstáculo para él, al menos habremos ganado tiempo. Lo importante ahora es que tú logres escapar y adviertas a las ciudades blancas. 𝔸𝕘𝕒𝕥𝕙𝕒 [tomando el artefacto con manos temblorosas, pero con una expresión decidida]: —Lo haré. No dejaré que este sacrificio sea en vano. 𝔹𝕒𝕣𝕣𝕚𝕤𝕥𝕒𝕟 [mirándola con intensidad]: —A las cuatro de la mañana, cuando comience nuestra distracción, tú irás al ala oeste. Libera a tu dragona y vuela antes de que puedan reaccionar. 𝔸𝕕𝕖𝕝𝕒𝕚𝕕𝕒 [con una leve sonrisa seca]: —Haz lo que debes hacer, Agatha. No mires atrás. El sonido de pasos en el pasillo los hace callar. Adelaida apaga el candelabro rápidamente, sumiendo la sala en la oscuridad. 𝔸𝕕𝕖𝕝𝕒𝕚𝕕𝕒 [en un susurro]: —Es hora de volver. En dos noches, serás libre. Los tres se separan en silencio, cada uno regresando a sus respectivas alcobas, mientras la sombra de la traición y la esperanza se cierne sobre el palacio. Afuera, la noche parece más oscura que nunca. ┅┅━━━━━━━━ •⊱✧⊰• ━━━━━━━━┅┅
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  • ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙢𝙤𝙣𝙤𝙧𝙤𝙡
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙖𝙡𝙜𝙪𝙣𝙤𝙨 𝙢𝙚𝙨𝙚𝙨 𝙖𝙩𝙧𝙖́𝙨...

    𝐸𝑙 𝑎𝑖𝑟𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑏𝑜𝑠𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑐𝑖́𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑔𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑝𝑎𝑏𝑙𝑒, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑖𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑀𝑖𝑘𝑎𝑒𝑙𝑠𝑜𝑛 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑐𝑒𝑛𝑡𝑟𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑐𝑙𝑎𝑟𝑜, 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑖𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑎𝑙𝑧𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎 ℎ𝑢́𝑚𝑒𝑑𝑎 𝑦 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠 𝑐𝑒𝑟𝑟𝑎𝑑𝑜𝑠. 𝐴 𝑠𝑢 𝑎𝑙𝑟𝑒𝑑𝑒𝑑𝑜𝑟, 𝑢𝑛𝑎 𝑙𝑒𝑣𝑒 𝑏𝑟𝑖𝑠𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖́𝑎 𝑏𝑎𝑖𝑙𝑎𝑟 𝑙𝑎𝑠 ℎ𝑜𝑗𝑎𝑠, 𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑢𝑛 𝑐𝑖́𝑟𝑐𝑢𝑙𝑜 𝑑𝑒 𝑟𝑢𝑛𝑎𝑠 𝑏𝑟𝑖𝑙𝑙𝑎𝑏𝑎 𝑑𝑒́𝑏𝑖𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑠𝑢𝑒𝑙𝑜, 𝑑𝑖𝑏𝑢𝑗𝑎𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑟𝑒𝑐𝑖𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑐𝑎𝑠𝑖 𝑜𝑏𝑠𝑒𝑠𝑖𝑣𝑎.

    𝐿𝑎 𝑗𝑜𝑣𝑒𝑛 𝑡𝑟𝑖𝑏𝑟𝑖𝑑𝑎 𝑎𝑙𝑧𝑜́ 𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠, 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑢 𝑚𝑎𝑔𝑖𝑎 𝑓𝑙𝑢𝑦𝑒𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟. 𝐸𝑟𝑎 𝑢𝑛 𝑡𝑜𝑟𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑝𝑢𝑟𝑜, 𝑢𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑧𝑐𝑙𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑟𝑒𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑢 ℎ𝑒𝑟𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎: 𝑙𝑎 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑎 𝑖𝑚𝑝𝑙𝑎𝑐𝑎𝑏𝑙𝑒 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑣𝑎𝑚𝑝𝑖𝑟𝑜, 𝑙𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑒𝑥𝑖𝑜́𝑛 𝑎𝑛𝑐𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎𝑙 𝑑𝑒 𝑢𝑛 ℎ𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑜𝑏𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑛𝑎𝑡𝑢𝑟𝑎𝑙𝑒𝑧𝑎, 𝑦 𝑙𝑎 𝑐ℎ𝑖𝑠𝑝𝑎 𝑐𝑎𝑜́𝑡𝑖𝑐𝑎 𝑒 𝑖𝑛𝑓𝑖𝑛𝑖𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑏𝑟𝑢𝑗𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑣𝑒𝑛𝑎𝑠.

    𝑆𝑢𝑠 𝑙𝑎𝑏𝑖𝑜𝑠 𝑠𝑒 𝑚𝑜𝑣𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑒𝑛 𝑢𝑛 𝑚𝑢𝑟𝑚𝑢𝑙𝑙𝑜 𝑎𝑝𝑒𝑛𝑎𝑠 𝑎𝑢𝑑𝑖𝑏𝑙𝑒, 𝑟𝑒𝑐𝑖𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛 ℎ𝑒𝑐ℎ𝑖𝑧𝑜 𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑡𝑖́𝑛 𝑎𝑛𝑡𝑖𝑔𝑢𝑜. 𝑈𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 𝑑𝑜𝑟𝑎𝑑𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑛𝑧𝑜́ 𝑎 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑟𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑠𝑢𝑠 𝑝𝑎𝑙𝑚𝑎𝑠, 𝑒𝑥𝑝𝑎𝑛𝑑𝑖𝑒́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑦 𝑜𝑛𝑑𝑢𝑙𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑝𝑖𝑎. 𝐶𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑛𝑢𝑛𝑐𝑖𝑎𝑏𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑎𝑔𝑖𝑎 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑒𝑟𝑎, 𝑚𝑜𝑙𝑑𝑒𝑎́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑦 𝑐𝑟𝑒𝑐𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜.

    𝐷𝑒 𝑟𝑒𝑝𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑙𝑜𝑠 𝑎́𝑟𝑏𝑜𝑙𝑒𝑠 𝑎𝑙𝑟𝑒𝑑𝑒𝑑𝑜𝑟 𝑠𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑟𝑒𝑚𝑒𝑐𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑟𝑒𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑒𝑙 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑎𝑡𝑎𝑏𝑎. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑎𝑏𝑟𝑖𝑜́ 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠, 𝑞𝑢𝑒 𝑏𝑟𝑖𝑙𝑙𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑛𝑠𝑜 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑙𝑎𝑛𝑑𝑜𝑟 𝑎𝑧𝑢𝑙, 𝑢𝑛 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠𝑡𝑒 𝑖𝑚𝑝𝑎𝑐𝑡𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑝𝑒𝑛𝑢𝑚𝑏𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑏𝑜𝑠𝑞𝑢𝑒. 𝐶𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑚𝑜𝑣𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑟𝑎́𝑝𝑖𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑢𝑠 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠, 𝑑𝑖𝑟𝑖𝑔𝑖𝑜́ 𝑙𝑎 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖𝑎 𝑢𝑛 𝑣𝑖𝑒𝑗𝑜 𝑟𝑜𝑏𝑙𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎 𝑎𝑙 𝑏𝑜𝑟𝑑𝑒 𝑑𝑒𝑙 𝑐𝑙𝑎𝑟𝑜. 𝐿𝑎𝑠 𝑟𝑎𝑖́𝑐𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑛𝑧𝑎𝑟𝑜𝑛 𝑎 𝑐𝑟𝑒𝑐𝑒𝑟, 𝑒𝑥𝑡𝑒𝑛𝑑𝑖𝑒́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑎𝑝𝑖𝑑𝑒𝑧 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒𝑛𝑎𝑡𝑢𝑟𝑎𝑙, 𝑒𝑛𝑣𝑜𝑙𝑣𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑜𝑐𝑎 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑠𝑒𝑟𝑝𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒𝑠.

    𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑜́, 𝑠𝑎𝑡𝑖𝑠𝑓𝑒𝑐ℎ𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑖𝑔𝑒𝑟𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑔𝑜𝑡𝑎𝑑𝑎. 𝐷𝑜𝑚𝑖𝑛𝑎𝑟 𝑢𝑛 ℎ𝑒𝑐ℎ𝑖𝑧𝑜 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑎 𝑚𝑎𝑔𝑛𝑖𝑡𝑢𝑑 𝑛𝑜 𝑒𝑟𝑎 𝑡𝑎𝑟𝑒𝑎 𝑓𝑎́𝑐𝑖𝑙, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑒𝑠𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑜 𝑙𝑎 𝑎𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑏𝑎 𝑚𝑎́𝑠 𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑜𝑙𝑎𝑟 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑚𝑒𝑛𝑠𝑜 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟. 𝐸𝑛 𝑠𝑢 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑜𝑛𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑝𝑎𝑑𝑟𝑒, 𝐾𝑙𝑎𝑢𝑠 𝑀𝑖𝑘𝑎𝑒𝑙𝑠𝑜𝑛: “𝑆𝑒𝑟 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑛𝑜 𝑡𝑒 ℎ𝑎𝑐𝑒 𝑡𝑒𝑚𝑖𝑏𝑙𝑒, 𝐻𝑜𝑝𝑒. 𝐸𝑠 𝑐𝑜́𝑚𝑜 𝑢𝑠𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑒 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑓𝑖𝑛𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒́𝑛 𝑒𝑟𝑒𝑠.”

    𝐴𝑙 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑢𝑛 𝑐𝑟𝑢𝑗𝑖𝑑𝑜 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑎́𝑟𝑏𝑜𝑙𝑒𝑠, 𝑔𝑖𝑟𝑜́ 𝑟𝑎́𝑝𝑖𝑑𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑎𝑙𝑒𝑟𝑡𝑎. 𝑈𝑛𝑎 𝑓𝑖𝑔𝑢𝑟𝑎 𝑒𝑚𝑒𝑟𝑔𝑖𝑜́ 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑠: 𝐿𝑎𝑛𝑑𝑜𝑛, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑠𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑎𝑐𝑡𝑒𝑟𝑖́𝑠𝑡𝑖𝑐𝑎 𝑦 𝑢𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑧𝑐𝑙𝑎 𝑑𝑒 𝑎𝑑𝑚𝑖𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑦 𝑝𝑟𝑒𝑜𝑐𝑢𝑝𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠.

    —𝐸𝑠𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑒́𝑠 𝑝𝑙𝑎𝑛𝑒𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑠𝑎𝑟 𝑒𝑠𝑜 𝑒𝑛 𝑚𝑖́ —𝑏𝑟𝑜𝑚𝑒𝑜́, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑎 𝑡𝑒𝑛𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑣𝑜𝑧 𝑒𝑟𝑎 𝑒𝑣𝑖𝑑𝑒𝑛𝑡𝑒.

    𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑟𝑒𝑙𝑎𝑗𝑜́ 𝑠𝑢𝑠 ℎ𝑜𝑚𝑏𝑟𝑜𝑠 𝑦 𝑑𝑒𝑗𝑜́ 𝑒𝑠𝑐𝑎𝑝𝑎𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑒𝑞𝑢𝑒𝑛̃𝑎 𝑟𝑖𝑠𝑎.
    —𝑁𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑣𝑒𝑧 —𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑜́, 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑒𝑥𝑖𝑠𝑡𝑖́𝑎 𝑒𝑙 𝑟𝑖𝑒𝑠𝑔𝑜 𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑒𝑟 𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑜𝑙.


    ⸻ Hope se despertó sobresaltada, con el corazón latiendo frenéticamente en su pecho. El brillo dorado de la magia y el susurro de las hojas en el bosque todavía parecían reales, como si el sueño hubiera sido más que una simple creación de su subconsciente.

    Parpadeó, ajustándose a la tenue luz que iluminaba el búnker de los Hombres de Letras. Las paredes estaban revestidas con estanterías llenas de libros antiguos, y el leve zumbido de la electricidad llenaba el silencio. Las sombras bailaban en el techo debido a una lámpara que había dejado encendida, probablemente mientras leía hasta quedarse dormida.

    Se sentó lentamente, dejando que sus pies tocaran el frío suelo de baldosas. A pesar de estar despierta, el sueño seguía latente en su mente. Había algo más que simple imaginación en lo que había visto. La magia, las runas, la voz de su padre… todo se sentía demasiado real.

    Antes de que pudiera ordenar sus pensamientos, escuchó un golpe suave en la puerta. Dean Winchester la abrió apenas un poco, con una expresión mezcla de curiosidad y preocupación.

    —¿Estás bien, Hope? Te escuché hablando en sueños. Bueno, más como murmurando cosas extrañas. Ya sabes, rollo sobrenatural.

    Hope pasó una mano por su rostro y asintió.

    —Solo un sueño raro. Nada de qué preocuparse… creo.

    Dean la observó con escepticismo antes de cruzar los brazos sobre el pecho.

    —Cuando dices "nada de qué preocuparse", normalmente significa que algo va a explotar o que nos van a atacar monstruos. Así que, sé honesta, ¿fue solo un sueño o algo más?

    Hope vaciló, mordiéndose el labio inferior. Podía sentir que Dean ya estaba analizando cada movimiento que hacía, como siempre. Finalmente suspiró y se levantó, cruzando los brazos mientras trataba de explicar.

    —Había un bosque, runas, magia… mucha magia. Podía sentirla corriendo por mis venas como si fuera real. Y mi padre… él… bueno, su voz estaba ahí. Me recordaba que usara mi poder sabiamente. Pero entonces, algo cambió. La magia comenzó a controlarme. Se sintió como si algo oscuro estuviera acechando.

    Dean frunció el ceño, su expresión endureciéndose.

    —¿Oscuro, cómo? ¿Demonios? ¿Brújas malas? ¿Algo que debería preocuparnos a todos?

    Antes de que Hope pudiera responder, Sam apareció por el pasillo con una taza de café en la mano, sus ojos cansados pero alertas al captar la conversación.

    —¿Sueños raros? —preguntó Sam, entrando a la habitación. —Tal vez sea algo más que eso. Hemos visto antes cómo las visiones pueden ser advertencias. Podríamos buscar en los archivos del búnker, ver si hay algo sobre runas y magia descontrolada.

    Hope asintió lentamente.

    —Sé que no fue solo un sueño. Había algo más allá, algo que no entiendo aún. Si esto es una advertencia, no quiero ignorarla.

    Dean suspiró y se pasó una mano por el cabello.

    —Bien, investigaremos. Pero si algo oscuro está tratando de controlarte, Hope, más vale que lo enfrentemos juntos. No vamos a dejar que te pase nada.

    Sam asintió, poniendo una mano en el hombro de Hope.

    —Esto es lo que hacemos. Lo resolveremos.

    Aunque sus palabras eran reconfortantes, Hope no podía evitar sentir el zumbido persistente en sus venas, un recordatorio de que el sueño había sido más que una visión pasajera. Mientras los Winchester comenzaban a planificar su siguiente movimiento, ella sabía que esta vez, su lucha interna sería tan importante como la amenaza externa que pudiera estar por venir.


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙢𝙤𝙣𝙤𝙧𝙤𝙡 ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙖𝙡𝙜𝙪𝙣𝙤𝙨 𝙢𝙚𝙨𝙚𝙨 𝙖𝙩𝙧𝙖́𝙨... 𝐸𝑙 𝑎𝑖𝑟𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑏𝑜𝑠𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑐𝑖́𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑔𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑝𝑎𝑏𝑙𝑒, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑖𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑀𝑖𝑘𝑎𝑒𝑙𝑠𝑜𝑛 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑐𝑒𝑛𝑡𝑟𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑐𝑙𝑎𝑟𝑜, 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑖𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑎𝑙𝑧𝑜𝑠 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑎 𝑡𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎 ℎ𝑢́𝑚𝑒𝑑𝑎 𝑦 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠 𝑐𝑒𝑟𝑟𝑎𝑑𝑜𝑠. 𝐴 𝑠𝑢 𝑎𝑙𝑟𝑒𝑑𝑒𝑑𝑜𝑟, 𝑢𝑛𝑎 𝑙𝑒𝑣𝑒 𝑏𝑟𝑖𝑠𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖́𝑎 𝑏𝑎𝑖𝑙𝑎𝑟 𝑙𝑎𝑠 ℎ𝑜𝑗𝑎𝑠, 𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑢𝑛 𝑐𝑖́𝑟𝑐𝑢𝑙𝑜 𝑑𝑒 𝑟𝑢𝑛𝑎𝑠 𝑏𝑟𝑖𝑙𝑙𝑎𝑏𝑎 𝑑𝑒́𝑏𝑖𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑠𝑢𝑒𝑙𝑜, 𝑑𝑖𝑏𝑢𝑗𝑎𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑟𝑒𝑐𝑖𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑐𝑎𝑠𝑖 𝑜𝑏𝑠𝑒𝑠𝑖𝑣𝑎. 𝐿𝑎 𝑗𝑜𝑣𝑒𝑛 𝑡𝑟𝑖𝑏𝑟𝑖𝑑𝑎 𝑎𝑙𝑧𝑜́ 𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠, 𝑑𝑒𝑗𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑢 𝑚𝑎𝑔𝑖𝑎 𝑓𝑙𝑢𝑦𝑒𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟. 𝐸𝑟𝑎 𝑢𝑛 𝑡𝑜𝑟𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑝𝑢𝑟𝑜, 𝑢𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑧𝑐𝑙𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑡𝑟𝑒𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑢 ℎ𝑒𝑟𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎: 𝑙𝑎 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑎 𝑖𝑚𝑝𝑙𝑎𝑐𝑎𝑏𝑙𝑒 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑣𝑎𝑚𝑝𝑖𝑟𝑜, 𝑙𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑒𝑥𝑖𝑜́𝑛 𝑎𝑛𝑐𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎𝑙 𝑑𝑒 𝑢𝑛 ℎ𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑜𝑏𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑛𝑎𝑡𝑢𝑟𝑎𝑙𝑒𝑧𝑎, 𝑦 𝑙𝑎 𝑐ℎ𝑖𝑠𝑝𝑎 𝑐𝑎𝑜́𝑡𝑖𝑐𝑎 𝑒 𝑖𝑛𝑓𝑖𝑛𝑖𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑏𝑟𝑢𝑗𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑎𝑏𝑎 𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑣𝑒𝑛𝑎𝑠. 𝑆𝑢𝑠 𝑙𝑎𝑏𝑖𝑜𝑠 𝑠𝑒 𝑚𝑜𝑣𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑒𝑛 𝑢𝑛 𝑚𝑢𝑟𝑚𝑢𝑙𝑙𝑜 𝑎𝑝𝑒𝑛𝑎𝑠 𝑎𝑢𝑑𝑖𝑏𝑙𝑒, 𝑟𝑒𝑐𝑖𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛 ℎ𝑒𝑐ℎ𝑖𝑧𝑜 𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑡𝑖́𝑛 𝑎𝑛𝑡𝑖𝑔𝑢𝑜. 𝑈𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 𝑑𝑜𝑟𝑎𝑑𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑛𝑧𝑜́ 𝑎 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑟𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑠𝑢𝑠 𝑝𝑎𝑙𝑚𝑎𝑠, 𝑒𝑥𝑝𝑎𝑛𝑑𝑖𝑒́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑦 𝑜𝑛𝑑𝑢𝑙𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑝𝑖𝑎. 𝐶𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑟𝑜𝑛𝑢𝑛𝑐𝑖𝑎𝑏𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑎𝑔𝑖𝑎 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑒𝑟𝑎, 𝑚𝑜𝑙𝑑𝑒𝑎́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑦 𝑐𝑟𝑒𝑐𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜. 𝐷𝑒 𝑟𝑒𝑝𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑙𝑜𝑠 𝑎́𝑟𝑏𝑜𝑙𝑒𝑠 𝑎𝑙𝑟𝑒𝑑𝑒𝑑𝑜𝑟 𝑠𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑟𝑒𝑚𝑒𝑐𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑟𝑒𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑒𝑙 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑎𝑡𝑎𝑏𝑎. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑎𝑏𝑟𝑖𝑜́ 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠, 𝑞𝑢𝑒 𝑏𝑟𝑖𝑙𝑙𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑛𝑠𝑜 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑙𝑎𝑛𝑑𝑜𝑟 𝑎𝑧𝑢𝑙, 𝑢𝑛 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑠𝑡𝑒 𝑖𝑚𝑝𝑎𝑐𝑡𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎 𝑙𝑎 𝑝𝑒𝑛𝑢𝑚𝑏𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝑏𝑜𝑠𝑞𝑢𝑒. 𝐶𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑚𝑜𝑣𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑟𝑎́𝑝𝑖𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑢𝑠 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠, 𝑑𝑖𝑟𝑖𝑔𝑖𝑜́ 𝑙𝑎 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑔𝑖́𝑎 ℎ𝑎𝑐𝑖𝑎 𝑢𝑛 𝑣𝑖𝑒𝑗𝑜 𝑟𝑜𝑏𝑙𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑏𝑎 𝑎𝑙 𝑏𝑜𝑟𝑑𝑒 𝑑𝑒𝑙 𝑐𝑙𝑎𝑟𝑜. 𝐿𝑎𝑠 𝑟𝑎𝑖́𝑐𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑒𝑛𝑧𝑎𝑟𝑜𝑛 𝑎 𝑐𝑟𝑒𝑐𝑒𝑟, 𝑒𝑥𝑡𝑒𝑛𝑑𝑖𝑒́𝑛𝑑𝑜𝑠𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑎𝑝𝑖𝑑𝑒𝑧 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒𝑛𝑎𝑡𝑢𝑟𝑎𝑙, 𝑒𝑛𝑣𝑜𝑙𝑣𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑜𝑐𝑎 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑠𝑒𝑟𝑝𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒𝑠. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑜́, 𝑠𝑎𝑡𝑖𝑠𝑓𝑒𝑐ℎ𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑖𝑔𝑒𝑟𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑔𝑜𝑡𝑎𝑑𝑎. 𝐷𝑜𝑚𝑖𝑛𝑎𝑟 𝑢𝑛 ℎ𝑒𝑐ℎ𝑖𝑧𝑜 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑎 𝑚𝑎𝑔𝑛𝑖𝑡𝑢𝑑 𝑛𝑜 𝑒𝑟𝑎 𝑡𝑎𝑟𝑒𝑎 𝑓𝑎́𝑐𝑖𝑙, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑒𝑠𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑜 𝑙𝑎 𝑎𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑏𝑎 𝑚𝑎́𝑠 𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑜𝑙𝑎𝑟 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑚𝑒𝑛𝑠𝑜 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟. 𝐸𝑛 𝑠𝑢 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑜𝑛𝑎𝑏𝑎𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑠𝑢 𝑝𝑎𝑑𝑟𝑒, 𝐾𝑙𝑎𝑢𝑠 𝑀𝑖𝑘𝑎𝑒𝑙𝑠𝑜𝑛: “𝑆𝑒𝑟 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟𝑜𝑠𝑎 𝑛𝑜 𝑡𝑒 ℎ𝑎𝑐𝑒 𝑡𝑒𝑚𝑖𝑏𝑙𝑒, 𝐻𝑜𝑝𝑒. 𝐸𝑠 𝑐𝑜́𝑚𝑜 𝑢𝑠𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑒 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑓𝑖𝑛𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒́𝑛 𝑒𝑟𝑒𝑠.” 𝐴𝑙 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑢𝑛 𝑐𝑟𝑢𝑗𝑖𝑑𝑜 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑎́𝑟𝑏𝑜𝑙𝑒𝑠, 𝑔𝑖𝑟𝑜́ 𝑟𝑎́𝑝𝑖𝑑𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑑𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑎𝑙𝑒𝑟𝑡𝑎. 𝑈𝑛𝑎 𝑓𝑖𝑔𝑢𝑟𝑎 𝑒𝑚𝑒𝑟𝑔𝑖𝑜́ 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑏𝑟𝑎𝑠: 𝐿𝑎𝑛𝑑𝑜𝑛, 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑠𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑎𝑐𝑡𝑒𝑟𝑖́𝑠𝑡𝑖𝑐𝑎 𝑦 𝑢𝑛𝑎 𝑚𝑒𝑧𝑐𝑙𝑎 𝑑𝑒 𝑎𝑑𝑚𝑖𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑦 𝑝𝑟𝑒𝑜𝑐𝑢𝑝𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑛 𝑠𝑢𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠. —𝐸𝑠𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑒́𝑠 𝑝𝑙𝑎𝑛𝑒𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑢𝑠𝑎𝑟 𝑒𝑠𝑜 𝑒𝑛 𝑚𝑖́ —𝑏𝑟𝑜𝑚𝑒𝑜́, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑙𝑎 𝑡𝑒𝑛𝑠𝑖𝑜́𝑛 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑣𝑜𝑧 𝑒𝑟𝑎 𝑒𝑣𝑖𝑑𝑒𝑛𝑡𝑒. 𝐻𝑜𝑝𝑒 𝑟𝑒𝑙𝑎𝑗𝑜́ 𝑠𝑢𝑠 ℎ𝑜𝑚𝑏𝑟𝑜𝑠 𝑦 𝑑𝑒𝑗𝑜́ 𝑒𝑠𝑐𝑎𝑝𝑎𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑝𝑒𝑞𝑢𝑒𝑛̃𝑎 𝑟𝑖𝑠𝑎. —𝑁𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑣𝑒𝑧 —𝑟𝑒𝑠𝑝𝑜𝑛𝑑𝑖𝑜́, 𝑎𝑢𝑛𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟 𝑠𝑎𝑏𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑒𝑥𝑖𝑠𝑡𝑖́𝑎 𝑒𝑙 𝑟𝑖𝑒𝑠𝑔𝑜 𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑒𝑟 𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑜𝑙. ⸻ Hope se despertó sobresaltada, con el corazón latiendo frenéticamente en su pecho. El brillo dorado de la magia y el susurro de las hojas en el bosque todavía parecían reales, como si el sueño hubiera sido más que una simple creación de su subconsciente. Parpadeó, ajustándose a la tenue luz que iluminaba el búnker de los Hombres de Letras. Las paredes estaban revestidas con estanterías llenas de libros antiguos, y el leve zumbido de la electricidad llenaba el silencio. Las sombras bailaban en el techo debido a una lámpara que había dejado encendida, probablemente mientras leía hasta quedarse dormida. Se sentó lentamente, dejando que sus pies tocaran el frío suelo de baldosas. A pesar de estar despierta, el sueño seguía latente en su mente. Había algo más que simple imaginación en lo que había visto. La magia, las runas, la voz de su padre… todo se sentía demasiado real. Antes de que pudiera ordenar sus pensamientos, escuchó un golpe suave en la puerta. Dean Winchester la abrió apenas un poco, con una expresión mezcla de curiosidad y preocupación. —¿Estás bien, Hope? Te escuché hablando en sueños. Bueno, más como murmurando cosas extrañas. Ya sabes, rollo sobrenatural. Hope pasó una mano por su rostro y asintió. —Solo un sueño raro. Nada de qué preocuparse… creo. Dean la observó con escepticismo antes de cruzar los brazos sobre el pecho. —Cuando dices "nada de qué preocuparse", normalmente significa que algo va a explotar o que nos van a atacar monstruos. Así que, sé honesta, ¿fue solo un sueño o algo más? Hope vaciló, mordiéndose el labio inferior. Podía sentir que Dean ya estaba analizando cada movimiento que hacía, como siempre. Finalmente suspiró y se levantó, cruzando los brazos mientras trataba de explicar. —Había un bosque, runas, magia… mucha magia. Podía sentirla corriendo por mis venas como si fuera real. Y mi padre… él… bueno, su voz estaba ahí. Me recordaba que usara mi poder sabiamente. Pero entonces, algo cambió. La magia comenzó a controlarme. Se sintió como si algo oscuro estuviera acechando. Dean frunció el ceño, su expresión endureciéndose. —¿Oscuro, cómo? ¿Demonios? ¿Brújas malas? ¿Algo que debería preocuparnos a todos? Antes de que Hope pudiera responder, Sam apareció por el pasillo con una taza de café en la mano, sus ojos cansados pero alertas al captar la conversación. —¿Sueños raros? —preguntó Sam, entrando a la habitación. —Tal vez sea algo más que eso. Hemos visto antes cómo las visiones pueden ser advertencias. Podríamos buscar en los archivos del búnker, ver si hay algo sobre runas y magia descontrolada. Hope asintió lentamente. —Sé que no fue solo un sueño. Había algo más allá, algo que no entiendo aún. Si esto es una advertencia, no quiero ignorarla. Dean suspiró y se pasó una mano por el cabello. —Bien, investigaremos. Pero si algo oscuro está tratando de controlarte, Hope, más vale que lo enfrentemos juntos. No vamos a dejar que te pase nada. Sam asintió, poniendo una mano en el hombro de Hope. —Esto es lo que hacemos. Lo resolveremos. Aunque sus palabras eran reconfortantes, Hope no podía evitar sentir el zumbido persistente en sus venas, un recordatorio de que el sueño había sido más que una visión pasajera. Mientras los Winchester comenzaban a planificar su siguiente movimiento, ella sabía que esta vez, su lucha interna sería tan importante como la amenaza externa que pudiera estar por venir. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • " Memorias de un Zorro"

    Los humanos no merecían su simpatía. Todo lo que los relacionaba directamente con ellos le causaba dolor y aversión. No sería capaz de olvidar ninguna de las lágrimas derramadas por lo que estos le dieron y al mismo tiempo le arrebataron. Veía a los humanos como seres de usar, para después desechar, sin formar ningún vínculo afectivo más allá del divertimento o el sexo.

    ¿Cómo podría verlo de otra forma?. Estos lo arrancaron de su bosque, le dieron una familia que amar para después, esos mismos seres, segar sus vidas ante la impotencia del zorro, como si el valor de estas quedasen en la nada, como la ceniza de un tronco consumido por las llamas. No deseaba volver a involucrarse con vidas tan efímeras y frágiles, vidas que solo le causarían dolor y pesadumbre. O al menos así pensaba él, hasta aquel ocaso de otoño, donde el bosque estaba tenido de mandarina, limón y granate.

    Kazuo caminaba de forma tranquila en el único lugar donde sentía que pertenecía; su amado bosque. Este nunca le había traicionado, no como el resto del mundo lo había hecho. Era por esta razón por la que el zorro pasaba sus días recorriendo este de punta a punta. La extensión de su arboleda, el olor a tierra y pino, el sonido del crujir de las hojas bajo sus patas; todo aquello se había convertido en un bálsamo que calmaba su amargo dolor.

    Pero aquel atardecer sería diferente. El viento traía consigo un aroma a madera quemada. Aquello por lo general no era algo extraño, había pequeños poblados esparcidos por la zona. Pero aquel olor era más intenso que el de unos simples alumbres en casas familiares. ¿Seria que su bosque estaba siendo arrasado nuevamente?. Comenzó a avanzar, en dirección donde él olor a madera quemada se hacía más intenso. Pero a medida que sus zancadas se fueron acelerando, otro olor se alojó en su hocico, dejándole un regusto metálico alojándose en la parte trasera de su lengua; sangre.

    El zorro era rápido; este apenas una estela plateada entre los arboles para ojos mortales. A pesar de su tamaño, aquel imponente animal de tres colas, se movía entre los arboles como el agua que se colaba entre las rocas de un río montañoso, de forma rápida y fluida.

    Olía a muerte, y finalmente, llegó al origen de aquel desagradable aroma. Era un poblado de gente humilde, campesinos que apenas sobrevivían el día a día con lo que sacaban de la tierra. Pero ese día sus vidas habían dado un giro de ciento ochenta grados. Un grupo numeroso se bandidos estaba arrasando con las vidas de aquellas familias, saqueando y asediando todo a su paso. Kazuo , con su mirada afilada entre la maleza, observaba la escena con inquietante parsimonia.

    No era su problema. A él y a su familia nadie les ayudó, tampoco lloraron su muerte. Cuando este explicó, en el poblado donde comerciaban, que su familia había sido asesinada; no obtuvo ningún tipo de apoyo ajeno, más allá de un simple pésame. Era como si aquello fuera lo normal y cada uno tenia que ocuparse de sus propios problemas. Kazuo tuvo que enterrarlos en soledad, con la angustia de ver sus cuerpos destrozados cruelmente.

    Este estaba apunto de irse cuando escucho el llanto de un bebé. Giró su cabeza, alzó sus orejas zorrunas y clavó su mirada zafiro en una madre siendo arrastrada por la melena, sacándola de lo que una vez fue su hogar, mientras esta se aferraba a la criatura que tenía entre sus brazos. Aquel niño tendría apenas semanas de haber nacido.

    Aquello parecía haber captado la atención del zorro, quién a base de sufrimiento, había endurecido su corazón. Sin embargo, aquello le provocó una grieta en su bien forjada coraza.

    Aquella madre, desesperada, sacaba fuerzas de donde fuera, resistiéndose para que su retoño no fuera arrancado de sus brazos.


    ~ Haced conmigo lo que queráis, pero mi hijo no. Dejarlo vivir, no me importa mi vida, pero a él no…~ Decía aquella madre con una desesperación que calaba incluso dentro del frío Kitsune.

    Inevitablemente Kazuo recordó a sus madres. Como cuando nació, está daba todo de ella para poder tenerlo, como a pesar de ser diferente a sus hermanos y el más débil, se encargó de que no le faltase alimento. Como su madre Reina, incluso sin conocerle, lo rescató junto con su padre de aquel estanque en mitad de la nada, arriesgando sus vidas al detenerse de su huída de la guerra para recogerlo.

    Aquella mujer estaba peleando como una jabata para evitar un final funesto para su hijo.

    Finalmente, aquellos mercenarios, lograban arrancarle a su hijo de los brazos, mientras algunos de estos la sujetaban y comenzaron a rasgar sus ropas de forma brusca, una señal inequívoca de lo que venía a continuación para ella. La mujer dejó de luchar, estaba dispuesta a todo por tal de que su hijo no sufriera la suerte que le esperaba a ella, dejando su cuerpo como pago por su vida. Aunque aquello no le garantizaba que su hijo viviera, ella estaba dispuesta a todo, a agarrarse a esa mínima esperanza.

    Ahí estaba, el amor incondicional de una madre. Algo tan puro y honesto, que difícilmente podría ser superado por algo más.

    ~ Dioses, proteger a mí hijo, solo pido eso. Que mi suerte y la suya se hagan una para él. Que mi alma sirva de tributo para que él esté bien.~ Decía esta mientras veía como su retoño se pasaba de un mercenario a otro de forma brusca.

    Una plegaría... Una plegaría frente a un mensajero de Inari. Eso, sumado a la grieta que se habría formado en el caparazón alrededor del corazón del zorro, fue el detonante para que este se moviera por puro instinto.

    El Kitsune, en toda su majestuosa forma, salió de entre la maleza, gruñendo y enseñando su hilera de dientes, afilados como cuchillos de cerámica. A aquellos infelices apenas les dio tiempo de reaccionar; en un abrir y cerrar de ojos, él zorro, tan grande como un caballo, se abalanzaba sobre estos, uno por uno. Acabando con cada una de sus vidas de forma certera.

    En medio del alboroto, la madre se zafó de sus actores para ir en busca de su hijo, quién lo tenía uno de aquellos desgraciados. Cuando esta se acercó al mercenario, este sin compasión Katana en mano, atravesó su estómago con una estocada firme. Esta, a pesar de la herida infligida, tomo a su criatura de los brazos de aquel sin corazón. En cuanto este retira su arma, la joven madre cae de espaldas al suelo en un charco de sangre, pero sin soltar en ningún momento a su más preciado tesoro, su hijo.

    A Kazuo no le había dado tiempo a detener aquel deleznable acto. Este, con la misma furia con la que vengó a su familia se abalanzó sobre aquel individuo. Sus temibles fauces sujetaron la cabeza del contrario, quien gritaba de puro miedo ante la impotencia de su tráfico final. De un tirón, Kazuo decapitó a aquel mala sangre, lanzando su cabeza varios metros de donde se encontraban.

    Este estaba furibundo, el fuego recorría la sangre de sus venas, en oleadas de rabia y heridas abiertas. Solo el llanto de aquella frágil criatura lo trajo de vuelta al presente. Este se voltea y camina en dirección a esa madre, la cual se desangraba sin opción a salvación.

    Con cada paso del zorro, su cuerpo iba mutando con llamas color zafiro. La estela de estas daban paso a un Kazuo con aspecto humano, con una vestimenta desgastada, pero de un blanco puro, ahora tintada por la sangre derramada. Su melena plateada enmarcaban aquel rostro casi angelical, parecía alguien que solo podía ser soñado o contado en leyendas.

    Este llega donde la mujer, quién aún estaba viva, pero su respiración era lenta y errática, arrodillándose a su lado. Kazuo aún no tenía el suficiente poder para curar una herida como aquella, no sin que la vida de este peligrase, compartiendo ambos un funesto destino. La mujer clavaba su mirada avellana en los ojos lapislázuli del zorro.

    ~ Hijo de la luna…~ Digo con voz casi inaudible aquella mujer.

    Esta arrastraba su mano hasta tomar la de Kazuo, y con un esfuerzo tremebundo, lo guía hasta que la mano de él descansara sobre su bebé. El Kitsune abría sus ojos sorprendido; aquella mujer lo había visto masacrar sin esfuerzo ni compasión a aquellos hombres, y aún así dejaba que la mano de un demonio descansara sobre lo más valioso para ella, su hijo.

    La mano libre de Kazuo se alzó hasta alcanzar el rostro de aquella madre, quién parecía tranquila estando al borde de la muerte. Aquellos indeseables habían gritado y suplicado por si vida, habían tenido miedo de su destino final. Sin embargo, aquella joven que rondaba la veintena, estaba en total calma.

    “Hijo de la Luna”. Este había nacido una noche bañada por la luna llena y bendecido por la gracia de una diosa. Aquella mujer había depositado su esperanza y confianza en él sin dudarlo, una confianza y una esperanza que él había perdido por completo en él y en la humanidad. Pero aquel acontecimiento cambiaría totalmente la perspectiva de Kazuo, de como miraba el mundo después de la muerte de su familia.

    El mundo aún tenía bondad que ofrecer, y él también podría darle bondad al mundo; tal y como sus madres quería que hiciera.
    Fue entonces cuando los ojos de aquella joven se apagaron, perdiendo el brillo de la vida en un último suspiro. Kazuo, con sumo cuidado, toma el tesoro más preciado de aquella joven. En cuanto el niño estuvo en sus brazos, este dejó de llorar, clavando esos mismos ojos avellana en la mirada del zorro.

    Kazuo se encargó de darle una sepultura digna a su madre. Y de buscar una familia de ese mismo poblado que se encargara de cuidarlo y contar la historia de como su madre dio la vida por él. Esos días posteriores Kazuo ayudó a reconstruir el poblado, enterrar a los seres queridos y ayudar diligentemente en todo lo que podía, tal y como su madre y su padre les habían enseñado.

    Es ahí cuando el zorro empezaría su más sagrada tarea. Llevar las plegarias puras a oídos de su diosa madre.

    En un monte, donde el bosque era dueño en toda su extensión. El zorro, decidió construir un templo, con sus propias manos y su propio esfuerzo. Un templo que sería un tributo a su familia, y un hogar para aquellos que necesitaran de su gracia. Es así como el monte Inari llegaría a bautizarse, y donde el templo Aihara se alzaría en la medianía camino a su cima.





    " Memorias de un Zorro" Los humanos no merecían su simpatía. Todo lo que los relacionaba directamente con ellos le causaba dolor y aversión. No sería capaz de olvidar ninguna de las lágrimas derramadas por lo que estos le dieron y al mismo tiempo le arrebataron. Veía a los humanos como seres de usar, para después desechar, sin formar ningún vínculo afectivo más allá del divertimento o el sexo. ¿Cómo podría verlo de otra forma?. Estos lo arrancaron de su bosque, le dieron una familia que amar para después, esos mismos seres, segar sus vidas ante la impotencia del zorro, como si el valor de estas quedasen en la nada, como la ceniza de un tronco consumido por las llamas. No deseaba volver a involucrarse con vidas tan efímeras y frágiles, vidas que solo le causarían dolor y pesadumbre. O al menos así pensaba él, hasta aquel ocaso de otoño, donde el bosque estaba tenido de mandarina, limón y granate. Kazuo caminaba de forma tranquila en el único lugar donde sentía que pertenecía; su amado bosque. Este nunca le había traicionado, no como el resto del mundo lo había hecho. Era por esta razón por la que el zorro pasaba sus días recorriendo este de punta a punta. La extensión de su arboleda, el olor a tierra y pino, el sonido del crujir de las hojas bajo sus patas; todo aquello se había convertido en un bálsamo que calmaba su amargo dolor. Pero aquel atardecer sería diferente. El viento traía consigo un aroma a madera quemada. Aquello por lo general no era algo extraño, había pequeños poblados esparcidos por la zona. Pero aquel olor era más intenso que el de unos simples alumbres en casas familiares. ¿Seria que su bosque estaba siendo arrasado nuevamente?. Comenzó a avanzar, en dirección donde él olor a madera quemada se hacía más intenso. Pero a medida que sus zancadas se fueron acelerando, otro olor se alojó en su hocico, dejándole un regusto metálico alojándose en la parte trasera de su lengua; sangre. El zorro era rápido; este apenas una estela plateada entre los arboles para ojos mortales. A pesar de su tamaño, aquel imponente animal de tres colas, se movía entre los arboles como el agua que se colaba entre las rocas de un río montañoso, de forma rápida y fluida. Olía a muerte, y finalmente, llegó al origen de aquel desagradable aroma. Era un poblado de gente humilde, campesinos que apenas sobrevivían el día a día con lo que sacaban de la tierra. Pero ese día sus vidas habían dado un giro de ciento ochenta grados. Un grupo numeroso se bandidos estaba arrasando con las vidas de aquellas familias, saqueando y asediando todo a su paso. Kazuo , con su mirada afilada entre la maleza, observaba la escena con inquietante parsimonia. No era su problema. A él y a su familia nadie les ayudó, tampoco lloraron su muerte. Cuando este explicó, en el poblado donde comerciaban, que su familia había sido asesinada; no obtuvo ningún tipo de apoyo ajeno, más allá de un simple pésame. Era como si aquello fuera lo normal y cada uno tenia que ocuparse de sus propios problemas. Kazuo tuvo que enterrarlos en soledad, con la angustia de ver sus cuerpos destrozados cruelmente. Este estaba apunto de irse cuando escucho el llanto de un bebé. Giró su cabeza, alzó sus orejas zorrunas y clavó su mirada zafiro en una madre siendo arrastrada por la melena, sacándola de lo que una vez fue su hogar, mientras esta se aferraba a la criatura que tenía entre sus brazos. Aquel niño tendría apenas semanas de haber nacido. Aquello parecía haber captado la atención del zorro, quién a base de sufrimiento, había endurecido su corazón. Sin embargo, aquello le provocó una grieta en su bien forjada coraza. Aquella madre, desesperada, sacaba fuerzas de donde fuera, resistiéndose para que su retoño no fuera arrancado de sus brazos. ~ Haced conmigo lo que queráis, pero mi hijo no. Dejarlo vivir, no me importa mi vida, pero a él no…~ Decía aquella madre con una desesperación que calaba incluso dentro del frío Kitsune. Inevitablemente Kazuo recordó a sus madres. Como cuando nació, está daba todo de ella para poder tenerlo, como a pesar de ser diferente a sus hermanos y el más débil, se encargó de que no le faltase alimento. Como su madre Reina, incluso sin conocerle, lo rescató junto con su padre de aquel estanque en mitad de la nada, arriesgando sus vidas al detenerse de su huída de la guerra para recogerlo. Aquella mujer estaba peleando como una jabata para evitar un final funesto para su hijo. Finalmente, aquellos mercenarios, lograban arrancarle a su hijo de los brazos, mientras algunos de estos la sujetaban y comenzaron a rasgar sus ropas de forma brusca, una señal inequívoca de lo que venía a continuación para ella. La mujer dejó de luchar, estaba dispuesta a todo por tal de que su hijo no sufriera la suerte que le esperaba a ella, dejando su cuerpo como pago por su vida. Aunque aquello no le garantizaba que su hijo viviera, ella estaba dispuesta a todo, a agarrarse a esa mínima esperanza. Ahí estaba, el amor incondicional de una madre. Algo tan puro y honesto, que difícilmente podría ser superado por algo más. ~ Dioses, proteger a mí hijo, solo pido eso. Que mi suerte y la suya se hagan una para él. Que mi alma sirva de tributo para que él esté bien.~ Decía esta mientras veía como su retoño se pasaba de un mercenario a otro de forma brusca. Una plegaría... Una plegaría frente a un mensajero de Inari. Eso, sumado a la grieta que se habría formado en el caparazón alrededor del corazón del zorro, fue el detonante para que este se moviera por puro instinto. El Kitsune, en toda su majestuosa forma, salió de entre la maleza, gruñendo y enseñando su hilera de dientes, afilados como cuchillos de cerámica. A aquellos infelices apenas les dio tiempo de reaccionar; en un abrir y cerrar de ojos, él zorro, tan grande como un caballo, se abalanzaba sobre estos, uno por uno. Acabando con cada una de sus vidas de forma certera. En medio del alboroto, la madre se zafó de sus actores para ir en busca de su hijo, quién lo tenía uno de aquellos desgraciados. Cuando esta se acercó al mercenario, este sin compasión Katana en mano, atravesó su estómago con una estocada firme. Esta, a pesar de la herida infligida, tomo a su criatura de los brazos de aquel sin corazón. En cuanto este retira su arma, la joven madre cae de espaldas al suelo en un charco de sangre, pero sin soltar en ningún momento a su más preciado tesoro, su hijo. A Kazuo no le había dado tiempo a detener aquel deleznable acto. Este, con la misma furia con la que vengó a su familia se abalanzó sobre aquel individuo. Sus temibles fauces sujetaron la cabeza del contrario, quien gritaba de puro miedo ante la impotencia de su tráfico final. De un tirón, Kazuo decapitó a aquel mala sangre, lanzando su cabeza varios metros de donde se encontraban. Este estaba furibundo, el fuego recorría la sangre de sus venas, en oleadas de rabia y heridas abiertas. Solo el llanto de aquella frágil criatura lo trajo de vuelta al presente. Este se voltea y camina en dirección a esa madre, la cual se desangraba sin opción a salvación. Con cada paso del zorro, su cuerpo iba mutando con llamas color zafiro. La estela de estas daban paso a un Kazuo con aspecto humano, con una vestimenta desgastada, pero de un blanco puro, ahora tintada por la sangre derramada. Su melena plateada enmarcaban aquel rostro casi angelical, parecía alguien que solo podía ser soñado o contado en leyendas. Este llega donde la mujer, quién aún estaba viva, pero su respiración era lenta y errática, arrodillándose a su lado. Kazuo aún no tenía el suficiente poder para curar una herida como aquella, no sin que la vida de este peligrase, compartiendo ambos un funesto destino. La mujer clavaba su mirada avellana en los ojos lapislázuli del zorro. ~ Hijo de la luna…~ Digo con voz casi inaudible aquella mujer. Esta arrastraba su mano hasta tomar la de Kazuo, y con un esfuerzo tremebundo, lo guía hasta que la mano de él descansara sobre su bebé. El Kitsune abría sus ojos sorprendido; aquella mujer lo había visto masacrar sin esfuerzo ni compasión a aquellos hombres, y aún así dejaba que la mano de un demonio descansara sobre lo más valioso para ella, su hijo. La mano libre de Kazuo se alzó hasta alcanzar el rostro de aquella madre, quién parecía tranquila estando al borde de la muerte. Aquellos indeseables habían gritado y suplicado por si vida, habían tenido miedo de su destino final. Sin embargo, aquella joven que rondaba la veintena, estaba en total calma. “Hijo de la Luna”. Este había nacido una noche bañada por la luna llena y bendecido por la gracia de una diosa. Aquella mujer había depositado su esperanza y confianza en él sin dudarlo, una confianza y una esperanza que él había perdido por completo en él y en la humanidad. Pero aquel acontecimiento cambiaría totalmente la perspectiva de Kazuo, de como miraba el mundo después de la muerte de su familia. El mundo aún tenía bondad que ofrecer, y él también podría darle bondad al mundo; tal y como sus madres quería que hiciera. Fue entonces cuando los ojos de aquella joven se apagaron, perdiendo el brillo de la vida en un último suspiro. Kazuo, con sumo cuidado, toma el tesoro más preciado de aquella joven. En cuanto el niño estuvo en sus brazos, este dejó de llorar, clavando esos mismos ojos avellana en la mirada del zorro. Kazuo se encargó de darle una sepultura digna a su madre. Y de buscar una familia de ese mismo poblado que se encargara de cuidarlo y contar la historia de como su madre dio la vida por él. Esos días posteriores Kazuo ayudó a reconstruir el poblado, enterrar a los seres queridos y ayudar diligentemente en todo lo que podía, tal y como su madre y su padre les habían enseñado. Es ahí cuando el zorro empezaría su más sagrada tarea. Llevar las plegarias puras a oídos de su diosa madre. En un monte, donde el bosque era dueño en toda su extensión. El zorro, decidió construir un templo, con sus propias manos y su propio esfuerzo. Un templo que sería un tributo a su familia, y un hogar para aquellos que necesitaran de su gracia. Es así como el monte Inari llegaría a bautizarse, y donde el templo Aihara se alzaría en la medianía camino a su cima.
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    Ficha de Personaje: Akuma Kurohane

    Nombre completo: Akuma Kurohane
    Alias: El Ángel Caído, Portador de la Pluma Negra
    Edad: Aparenta 45 años (Edad real desconocida)
    Altura: 1.95 m
    Complexión: Musculoso, imponente
    Rasgos distintivos:

    Cabello largo y negro con mechones plateados que denotan sabiduría y desgaste.

    Ojos rojo intenso que parecen arder con un brillo sobrenatural.

    Alas espectrales hechas de humo oscuro, evocando una presencia angelical corrupta.



    ---

    Apariencia:

    Akuma viste un manto negro adornado con detalles dorados y runas antiguas que brillan débilmente. El borde de su capa parece una extensión de sus alas, hechas de plumas oscuras. Su rostro, marcado por la experiencia, lleva una expresión de autoridad, sabiduría y amargura, reflejando un pasado plagado de traición.


    ---

    Personalidad:

    Fría y calculadora: Analiza cada situación y siempre actúa con precisión.

    Melancólica: Su mirada y comportamiento reflejan una profunda tristeza y resentimiento por su pasado.

    Autoritaria: Inspira respeto y temor tanto en aliados como enemigos.

    Rencorosa: Busca vengarse de quienes lo traicionaron, aunque su visión de justicia lo lleva a tener un conflicto interno.



    ---

    Habilidades y poderes:

    1. Plumas del Juicio: Utiliza las plumas de sus alas espectrales como proyectiles afilados. Cada pluma está cargada con energía oscura, capaz de penetrar cualquier barrera.


    2. Dominio de las sombras: Manipula las sombras para crear armas, armaduras o incluso criaturas que combaten a su lado.


    3. Juicio del Karma: Refleja los pecados y miedos de sus enemigos, llevándolos al borde de la locura.


    4. Aura de autoridad: Su mera presencia debilita la voluntad de los débiles y fortalece a quienes comparten su propósito.


    5. Inmortalidad parcial: Su vida está vinculada a un artefacto sagrado; mientras este exista, no puede ser destruido.




    ---

    Historia:

    Akuma Kurohane fue una vez un ángel celestial que servía al "Trono Celestial", una organización divina encargada de preservar el equilibrio del mundo. Sin embargo, una conspiración interna lo acusó de un crimen que no cometió, lo que resultó en su destierro y la quema de sus alas blancas.

    En su caída, juró vengarse de quienes lo traicionaron y restaurar el mundo bajo su propio concepto de justicia, uno que no discrimina entre los "justos" y los "pecadores". Ahora, lidera un ejército de seguidores fieles, atraídos por su visión de un nuevo orden.


    ---

    Motivaciones:

    Derrocar al "Trono Celestial" y destruir a los dioses corruptos que lo traicionaron.

    Imponer un nuevo sistema de justicia donde la fuerza y el mérito sean la única medida del valor.

    Encontrar redención para su alma fragmentada.



    ---

    Frases célebres:

    1. _"La justicia no es blanca ni negra, es el filo de la espada que corta el alma."


    2. "Solo quien ha caído entiende el verdadero poder del abismo."


    3. "Mi traición fue su error, mi venganza será mi legado."




    ---

    Debilidades:

    Su conexión con el artefacto sagrado lo hace vulnerable si este es destruido.

    Su pasado atormentado a veces lo lleva a dudar de sus propias acciones.

    Aunque es inmensamente poderoso, subestima a quienes considera "débiles".

    Ficha de Personaje: Akuma Kurohane Nombre completo: Akuma Kurohane Alias: El Ángel Caído, Portador de la Pluma Negra Edad: Aparenta 45 años (Edad real desconocida) Altura: 1.95 m Complexión: Musculoso, imponente Rasgos distintivos: Cabello largo y negro con mechones plateados que denotan sabiduría y desgaste. Ojos rojo intenso que parecen arder con un brillo sobrenatural. Alas espectrales hechas de humo oscuro, evocando una presencia angelical corrupta. --- Apariencia: Akuma viste un manto negro adornado con detalles dorados y runas antiguas que brillan débilmente. El borde de su capa parece una extensión de sus alas, hechas de plumas oscuras. Su rostro, marcado por la experiencia, lleva una expresión de autoridad, sabiduría y amargura, reflejando un pasado plagado de traición. --- Personalidad: Fría y calculadora: Analiza cada situación y siempre actúa con precisión. Melancólica: Su mirada y comportamiento reflejan una profunda tristeza y resentimiento por su pasado. Autoritaria: Inspira respeto y temor tanto en aliados como enemigos. Rencorosa: Busca vengarse de quienes lo traicionaron, aunque su visión de justicia lo lleva a tener un conflicto interno. --- Habilidades y poderes: 1. Plumas del Juicio: Utiliza las plumas de sus alas espectrales como proyectiles afilados. Cada pluma está cargada con energía oscura, capaz de penetrar cualquier barrera. 2. Dominio de las sombras: Manipula las sombras para crear armas, armaduras o incluso criaturas que combaten a su lado. 3. Juicio del Karma: Refleja los pecados y miedos de sus enemigos, llevándolos al borde de la locura. 4. Aura de autoridad: Su mera presencia debilita la voluntad de los débiles y fortalece a quienes comparten su propósito. 5. Inmortalidad parcial: Su vida está vinculada a un artefacto sagrado; mientras este exista, no puede ser destruido. --- Historia: Akuma Kurohane fue una vez un ángel celestial que servía al "Trono Celestial", una organización divina encargada de preservar el equilibrio del mundo. Sin embargo, una conspiración interna lo acusó de un crimen que no cometió, lo que resultó en su destierro y la quema de sus alas blancas. En su caída, juró vengarse de quienes lo traicionaron y restaurar el mundo bajo su propio concepto de justicia, uno que no discrimina entre los "justos" y los "pecadores". Ahora, lidera un ejército de seguidores fieles, atraídos por su visión de un nuevo orden. --- Motivaciones: Derrocar al "Trono Celestial" y destruir a los dioses corruptos que lo traicionaron. Imponer un nuevo sistema de justicia donde la fuerza y el mérito sean la única medida del valor. Encontrar redención para su alma fragmentada. --- Frases célebres: 1. _"La justicia no es blanca ni negra, es el filo de la espada que corta el alma." 2. "Solo quien ha caído entiende el verdadero poder del abismo." 3. "Mi traición fue su error, mi venganza será mi legado." --- Debilidades: Su conexión con el artefacto sagrado lo hace vulnerable si este es destruido. Su pasado atormentado a veces lo lleva a dudar de sus propias acciones. Aunque es inmensamente poderoso, subestima a quienes considera "débiles".
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  • Hace no muchos días, llegué al lugar donde el aroma se percibe, no es intenso pero Astra ha estado muy inquieta. Me he mantenido como indigente, no he querido alquilar un lugar porque no se si el sujeto u Alfa está en constante movimiento, por lo que solo he estado quedándome a dormir encima de lo alto de algunos árboles. Hay buenas noticias, encontré al Alfa de la leyenda, no ha sido una falsa alarma, es joven... Demasiado colágeno. Y lo mejor, no está en constante movimiento. Los contras, es menor que yo, no sabe nada del mundo al que pertenece y ¡Soy su inquilina! Ha pasado una semana desde que vivo con él, y no se me ha dado la oportunidad de explicarle nada, es muy amable y enérgico.

    Bien esos son los puntos recaudados. Ahora mismo, la situación es diferente...

    "Hoy es luna llena "

    Y se supone que para los licantropos jovenes, es el tiempo justo para aprender a aceptar su instinto, su transformación y su naturaleza. Hasta allí se entiende, lo siguiente que ha pasado, ha sido lo mas tierno pero nostálgico de ver.

    Bipper, el Alfa de la leyenda, esta en plena transformación, ha querido protegerme, alejarme pero... Astra no me deja, y tampoco es que desee hacerlo. Él nos necesita. Me necesita.

    Estamos en medio de un bosque, para nuestra forma ese día habíamos quedado en hacer ejercicio. ¿Lo malo?que se nos hizo tarde.

    Lo estoy viendo transformado.
    Me mira desesperado, es un lobo bastante magestuoso y precioso, confirmándome de que las runas no mienten, es el Alfa. Con esos ojos rojos.

    Sin mucho que esperar, levanto la mano calmadamente, le acaricio la cabeza peluda y digo:

    —Cálmate, Bipper... No me harás nada, sé lo que te pasa, y te ayudaré a sobrellevarlo.

    Y dicho eso, retrocedí unos pasos y dejé que Astra tomara el control, transformandome sin dolor ni molestia ante la luz de luna llena y el joven lobo Alfa, en una hermosa loba blanca de ojos azul eléctrico.

    «A partir de ahora, somos manada, Bipper. Y sí, podemos comunicarnos por la mente» expresé prontamente al ver su mira de sorpresa.«Nunca más estarás solo, Alfa»ronronea Astra como una voz mas fuerte en el estado salvaje.

    Bipper Cooley
    Hace no muchos días, llegué al lugar donde el aroma se percibe, no es intenso pero Astra ha estado muy inquieta. Me he mantenido como indigente, no he querido alquilar un lugar porque no se si el sujeto u Alfa está en constante movimiento, por lo que solo he estado quedándome a dormir encima de lo alto de algunos árboles. Hay buenas noticias, encontré al Alfa de la leyenda, no ha sido una falsa alarma, es joven... Demasiado colágeno. Y lo mejor, no está en constante movimiento. Los contras, es menor que yo, no sabe nada del mundo al que pertenece y ¡Soy su inquilina! Ha pasado una semana desde que vivo con él, y no se me ha dado la oportunidad de explicarle nada, es muy amable y enérgico. Bien esos son los puntos recaudados. Ahora mismo, la situación es diferente... "Hoy es luna llena " Y se supone que para los licantropos jovenes, es el tiempo justo para aprender a aceptar su instinto, su transformación y su naturaleza. Hasta allí se entiende, lo siguiente que ha pasado, ha sido lo mas tierno pero nostálgico de ver. Bipper, el Alfa de la leyenda, esta en plena transformación, ha querido protegerme, alejarme pero... Astra no me deja, y tampoco es que desee hacerlo. Él nos necesita. Me necesita. Estamos en medio de un bosque, para nuestra forma ese día habíamos quedado en hacer ejercicio. ¿Lo malo?que se nos hizo tarde. Lo estoy viendo transformado. Me mira desesperado, es un lobo bastante magestuoso y precioso, confirmándome de que las runas no mienten, es el Alfa. Con esos ojos rojos. Sin mucho que esperar, levanto la mano calmadamente, le acaricio la cabeza peluda y digo: —Cálmate, Bipper... No me harás nada, sé lo que te pasa, y te ayudaré a sobrellevarlo. Y dicho eso, retrocedí unos pasos y dejé que Astra tomara el control, transformandome sin dolor ni molestia ante la luz de luna llena y el joven lobo Alfa, en una hermosa loba blanca de ojos azul eléctrico. «A partir de ahora, somos manada, Bipper. Y sí, podemos comunicarnos por la mente» expresé prontamente al ver su mira de sorpresa.«Nunca más estarás solo, Alfa»ronronea Astra como una voz mas fuerte en el estado salvaje. [Bipperc00l]
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