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    // Del uno al diez, ¿Cuánto parrandearon anoche? Yo alrededor de 150. Volveré cuando pase la resaca. Se los quiere. Besitos en las pompis.

    PD: Les dejo una fotica para que no extrañen al rubiales.
    // Del uno al diez, ¿Cuánto parrandearon anoche? Yo alrededor de 150. Volveré cuando pase la resaca. Se los quiere. Besitos en las pompis. PD: Les dejo una fotica para que no extrañen al rubiales.
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  • The Stripclub.
    Categoría Otros
    Deianira siempre había detestado los lugares donde la vulgaridad se disfrazaba de glamour barato, pero aquella noche hizo una excepción. La invitación anónima había llegado en un sobre negro, con su nombre escrito en tinta dorada, y la mera intriga la había convencido de enfundarse en un vestido ajustado de seda carmesí y tacones negros que parecían un arma letal.

    Empujó la puerta del stripclub con la seguridad de quien estaba acostumbrada a que todo espacio le perteneciera. Una nube densa de humo y perfume baratísimo la envolvió, casi pegándose a su piel pálida y perfectamente perfumada. Los neones vibraban sobre su cabello rubio, iluminando cada mechón como si fueran hebras de fuego líquido. Avanzó con la espalda erguida, la mirada fría y la sonrisa torcida, esa que tantas veces había usado para deshacer egos ajenos.

    La rubia dejó que su mirada barriera el lugar con desdén; hombres con las corbatas sueltas y la moral por el suelo, mujeres en plataformas que giraban sobre sí mismas como muñecas mecánicas, y camareros que corrían como insectos en busca de propinas. Deianira rio por lo bajo, un murmullo altivo que se perdió entre los graves de la música.

    —Patético — susurró, ajustando el tirante de su vestido mientras se abría paso entre la multitud, ignorando las miradas hambrientas que se pegaban a su figura como garrapata.

    Y entonces, ocurrió. Un cuerpo firme chocó contra el suyo; un hombre que no se apartó, y ni siquiera pidió disculpas, como si no supiera con quién acababa de meterse. El vaso en su mano se tambaleó peligrosamente, derramando unas gotas sobre el vestido sedoso de la modelo.

    Deianira arqueó una ceja con gesto felino, levantando el rostro para observarlo. Era alto, de hombros anchos y mirada sombría, alguien que definitivamente no pertenecía al montón de espectadores desesperados. Esa pequeña diferencia lo salvó de recibir una bofetada inmediata.

    —Mira por dónde vas, ¿o necesitas que te enseñe a caminar? — escupió con tono burlón, las palabras marcadas por su acento español. — Imbécil.

    Alexander Skorobogatov
    Deianira siempre había detestado los lugares donde la vulgaridad se disfrazaba de glamour barato, pero aquella noche hizo una excepción. La invitación anónima había llegado en un sobre negro, con su nombre escrito en tinta dorada, y la mera intriga la había convencido de enfundarse en un vestido ajustado de seda carmesí y tacones negros que parecían un arma letal. Empujó la puerta del stripclub con la seguridad de quien estaba acostumbrada a que todo espacio le perteneciera. Una nube densa de humo y perfume baratísimo la envolvió, casi pegándose a su piel pálida y perfectamente perfumada. Los neones vibraban sobre su cabello rubio, iluminando cada mechón como si fueran hebras de fuego líquido. Avanzó con la espalda erguida, la mirada fría y la sonrisa torcida, esa que tantas veces había usado para deshacer egos ajenos. La rubia dejó que su mirada barriera el lugar con desdén; hombres con las corbatas sueltas y la moral por el suelo, mujeres en plataformas que giraban sobre sí mismas como muñecas mecánicas, y camareros que corrían como insectos en busca de propinas. Deianira rio por lo bajo, un murmullo altivo que se perdió entre los graves de la música. —Patético — susurró, ajustando el tirante de su vestido mientras se abría paso entre la multitud, ignorando las miradas hambrientas que se pegaban a su figura como garrapata. Y entonces, ocurrió. Un cuerpo firme chocó contra el suyo; un hombre que no se apartó, y ni siquiera pidió disculpas, como si no supiera con quién acababa de meterse. El vaso en su mano se tambaleó peligrosamente, derramando unas gotas sobre el vestido sedoso de la modelo. Deianira arqueó una ceja con gesto felino, levantando el rostro para observarlo. Era alto, de hombros anchos y mirada sombría, alguien que definitivamente no pertenecía al montón de espectadores desesperados. Esa pequeña diferencia lo salvó de recibir una bofetada inmediata. —Mira por dónde vas, ¿o necesitas que te enseñe a caminar? — escupió con tono burlón, las palabras marcadas por su acento español. — Imbécil. [Thxrussianman95]
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  • Capítulo II: El Glamour Personal.

    ​El aire en el camerino era una mezcla densa de laca, perfume caro y el dulzón, casi imperceptible, olor metálico del sudor nervioso. Pero para Deianira, solo había una nota dominante: la punzante necesidad que le quemaba la garganta. Estaba sentada frente al espejo de aumento, rodeada por el frenesí silencioso de su equipo: estilistas puliendo su cabello de ébano, maquilladores dando los últimos toques a unos ojos que ya eran notoriamente felinos.

    ​Fuera de esa burbuja, el estruendo de la música y el rugido amortiguado de la multitud esperándola para el cierre del desfile de Victoria's Secret eran un pulso salvaje. Ella era el acto principal, la razón por la que la prensa y los millones de espectadores se sintonizaban, la misma que en su tiempo libre dirigía el imperio de cosméticos Destroyer of Men.

    ​Deianira se miró en el espejo, no por vanidad—esa ya la tenía garantizada—sino para inspeccionar los pequeños temblores en sus dedos que el corrector apenas podía ocultar. Llevaba el "Fantasy Bra", un arnés de diamantes y esmeraldas que pesaba una fortuna y que, francamente, era la cosa más incómoda que había vestido en meses.

    ​—Estás lista, diosa. Tienes dos minutos —susurró su asistente, con esa mezcla de adoración y terror que todos le profesaban.

    ​La rubia asintió con un movimiento casi imperceptible. Dos minutos. Eso era suficiente.

    ​Deianira se levantó, su bata de seda cayendo al suelo. Eve rápidamente se inclinó para recogerla, momento que la modelo aprovechó. Su mano derecha se deslizó bajo el borde del tocador, encontrando el pequeño estuche de terciopelo que había escondido allí antes de que el glamour se volviera una carga. Un rápido movimiento. Una punzada en la nariz. El mundo se desenfocó por un instante para volverse cristalino, vibrante, manejable. El temblor se detuvo. La necesidad se había calmado, reemplazada por una electricidad fría que prometía dominio.

    ​Se enderezó, la luz del espejo capturando el brillo duro y peligroso en sus ojos celeste-grisáceos. El Fantasy Bra no la estaba usando a ella. Ella lo estaba usando a él.

    ​—Dile al DJ que suba la música. Es hora de darles lo que quieren —dijo, su voz tan pulcra y afilada como un cristal roto.

    ​Caminó hacia la cortina que la separaba de la pasarela. Iba a ser la mejor caminata de su carrera. Iba a vender cada labial de Destroyer of Men sin siquiera intentarlo.
    Capítulo II: El Glamour Personal. ​El aire en el camerino era una mezcla densa de laca, perfume caro y el dulzón, casi imperceptible, olor metálico del sudor nervioso. Pero para Deianira, solo había una nota dominante: la punzante necesidad que le quemaba la garganta. Estaba sentada frente al espejo de aumento, rodeada por el frenesí silencioso de su equipo: estilistas puliendo su cabello de ébano, maquilladores dando los últimos toques a unos ojos que ya eran notoriamente felinos. ​Fuera de esa burbuja, el estruendo de la música y el rugido amortiguado de la multitud esperándola para el cierre del desfile de Victoria's Secret eran un pulso salvaje. Ella era el acto principal, la razón por la que la prensa y los millones de espectadores se sintonizaban, la misma que en su tiempo libre dirigía el imperio de cosméticos Destroyer of Men. ​Deianira se miró en el espejo, no por vanidad—esa ya la tenía garantizada—sino para inspeccionar los pequeños temblores en sus dedos que el corrector apenas podía ocultar. Llevaba el "Fantasy Bra", un arnés de diamantes y esmeraldas que pesaba una fortuna y que, francamente, era la cosa más incómoda que había vestido en meses. ​—Estás lista, diosa. Tienes dos minutos —susurró su asistente, con esa mezcla de adoración y terror que todos le profesaban. ​La rubia asintió con un movimiento casi imperceptible. Dos minutos. Eso era suficiente. ​Deianira se levantó, su bata de seda cayendo al suelo. Eve rápidamente se inclinó para recogerla, momento que la modelo aprovechó. Su mano derecha se deslizó bajo el borde del tocador, encontrando el pequeño estuche de terciopelo que había escondido allí antes de que el glamour se volviera una carga. Un rápido movimiento. Una punzada en la nariz. El mundo se desenfocó por un instante para volverse cristalino, vibrante, manejable. El temblor se detuvo. La necesidad se había calmado, reemplazada por una electricidad fría que prometía dominio. ​Se enderezó, la luz del espejo capturando el brillo duro y peligroso en sus ojos celeste-grisáceos. El Fantasy Bra no la estaba usando a ella. Ella lo estaba usando a él. ​—Dile al DJ que suba la música. Es hora de darles lo que quieren —dijo, su voz tan pulcra y afilada como un cristal roto. ​Caminó hacia la cortina que la separaba de la pasarela. Iba a ser la mejor caminata de su carrera. Iba a vender cada labial de Destroyer of Men sin siquiera intentarlo.
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  • Capítulo I: El Foco y el Silencio.

    El estudio de fotografía, amplio y revestido de un blanco inmaculado, parecía contener el aliento ante la figura de Deianira Zhorkeas. La luz, meticulosamente calibrada, rebotaba sobre su cabello rubio platino, transformándolo en una cascada de oro líquido que contrastaba con el conjunto de lencería de seda negra que llevaba puesto, una pieza clave de la nueva colección de Destroyer of Men. Cada movimiento suyo era estudiado, una coreografía ensayada entre el poder de una CEO y la sensualidad precisa de una supermodelo de Victoria's Secret.
    Acababa de tomar una breve pausa. El equipo, consciente del valor de su tiempo y de su temperamento, se había retirado a una distancia respetuosa. Ella se acercó al gran espejo de cuerpo entero, no para admirarse, sino para inspeccionar la mercancía. Sus labios, recién retocados con un burdeos profundo, formaban una línea dura de concentración.

    Deianira era una mujer que había aprendido a convertir la presión en una armadura. Horas antes, había cerrado un acuerdo que aseguraba la expansión de su imperio cosmético en tres continentes. Ahora, su trabajo era vender la fantasía que había creado, ser la encarnación perfecta de su propia marca: inalcanzable y absolutamente deseada.

    La fotógrafa, Elya, rompió el silencio con una instrucción suave: —Deianira, de nuevo al centro, por favor. Necesito esa mirada de que el mundo te pertenece.

    Deianira asintió con un movimiento apenas perceptible. Dejó el pequeño espejo sobre la mesa auxiliar y se dirigió de nuevo al punto marcado con una cruz en el suelo. El mármol frío bajo sus tacones era un recordatorio constante de la altura a la que operaba.

    Elevó la barbilla, sus ojos azules, usualmente fríos y analíticos, se encendieron con la intensidad que solo ella podía conjurar.

    La rubia no modelaba, reinaba.

    La cámara hizo un clic seco, capturando el momento. Ella estaba lista.

    ¿Estaba listo el mundo para el brillo que la inundaba?
    Capítulo I: El Foco y el Silencio. El estudio de fotografía, amplio y revestido de un blanco inmaculado, parecía contener el aliento ante la figura de Deianira Zhorkeas. La luz, meticulosamente calibrada, rebotaba sobre su cabello rubio platino, transformándolo en una cascada de oro líquido que contrastaba con el conjunto de lencería de seda negra que llevaba puesto, una pieza clave de la nueva colección de Destroyer of Men. Cada movimiento suyo era estudiado, una coreografía ensayada entre el poder de una CEO y la sensualidad precisa de una supermodelo de Victoria's Secret. Acababa de tomar una breve pausa. El equipo, consciente del valor de su tiempo y de su temperamento, se había retirado a una distancia respetuosa. Ella se acercó al gran espejo de cuerpo entero, no para admirarse, sino para inspeccionar la mercancía. Sus labios, recién retocados con un burdeos profundo, formaban una línea dura de concentración. Deianira era una mujer que había aprendido a convertir la presión en una armadura. Horas antes, había cerrado un acuerdo que aseguraba la expansión de su imperio cosmético en tres continentes. Ahora, su trabajo era vender la fantasía que había creado, ser la encarnación perfecta de su propia marca: inalcanzable y absolutamente deseada. La fotógrafa, Elya, rompió el silencio con una instrucción suave: —Deianira, de nuevo al centro, por favor. Necesito esa mirada de que el mundo te pertenece. Deianira asintió con un movimiento apenas perceptible. Dejó el pequeño espejo sobre la mesa auxiliar y se dirigió de nuevo al punto marcado con una cruz en el suelo. El mármol frío bajo sus tacones era un recordatorio constante de la altura a la que operaba. Elevó la barbilla, sus ojos azules, usualmente fríos y analíticos, se encendieron con la intensidad que solo ella podía conjurar. La rubia no modelaba, reinaba. La cámara hizo un clic seco, capturando el momento. Ella estaba lista. ¿Estaba listo el mundo para el brillo que la inundaba?
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  • Los hombres se ponen en pie, alineándose cuando el comandante ingresa al hangar, con las manos detrás de la espalda. Detrás de él, camina una figura femenina. Su presencia rompe la uniformidad de los operativos: rubia, joven, la piel marcada por cicatrices. Los ojos claros parecen demasiado vivos para estar bajo estas luces frías.

    — Operadores, les presento al activo A-07, designación Anomaly. Es un recurso experimental, se recomienda precaución. Bajo ningún concepto se le dirige la palabra sin autorización ni se establece contacto innecesario. ¿Entendido?

    Anomaly se queda a un costado, casi inmóvil, el cabello cayéndole sobre el rostro mientras recibe en las manos un rifle de propulsión electromagnética. Sus dedos recorren el arma, se familiariza rápidamente con ella, y un destello de satisfacción curva sus labios.

    El proceder metódico y concentrado del escuadrón contrasta con la chispa juguetona en sus ojos. Aunque le han prohibido hablar, su mirada busca rostros, huellas de humanidad que ansía probar y conocer.

    Y entonces alza la vista hacia uno de los operadores, sosteniendo el rifle, y le dedica una sonrisa, casi traviesa, como si estuvieran a punto de salir a jugar al parque.
    Los hombres se ponen en pie, alineándose cuando el comandante ingresa al hangar, con las manos detrás de la espalda. Detrás de él, camina una figura femenina. Su presencia rompe la uniformidad de los operativos: rubia, joven, la piel marcada por cicatrices. Los ojos claros parecen demasiado vivos para estar bajo estas luces frías. — Operadores, les presento al activo A-07, designación Anomaly. Es un recurso experimental, se recomienda precaución. Bajo ningún concepto se le dirige la palabra sin autorización ni se establece contacto innecesario. ¿Entendido? Anomaly se queda a un costado, casi inmóvil, el cabello cayéndole sobre el rostro mientras recibe en las manos un rifle de propulsión electromagnética. Sus dedos recorren el arma, se familiariza rápidamente con ella, y un destello de satisfacción curva sus labios. El proceder metódico y concentrado del escuadrón contrasta con la chispa juguetona en sus ojos. Aunque le han prohibido hablar, su mirada busca rostros, huellas de humanidad que ansía probar y conocer. Y entonces alza la vista hacia uno de los operadores, sosteniendo el rifle, y le dedica una sonrisa, casi traviesa, como si estuvieran a punto de salir a jugar al parque.
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  • ⸻ Hey, bro ⸻Matt y Nik se saludaron chocando puños⸻ Te vi entrando al hospital el otro día, ¿todo bien?

    ⸻ Seh, viejo ⸻Nik sonrió con ese gesto entre altanero y juguetón tan suyo, golpeándose el pecho⸻ Fuerte como un toro. Tengo una chica en prácticas, le dimos buen uso a las camillas.

    ⸻ Joder, Nik ⸻Matt soltó una risotada⸻ No me creo que hayas sentado cabeza.

    ⸻ No es lo que dije. ¿Con quién crees que hablas? Su tío me ha dado un pastón para que la folle; supongo que quiere mantenerla ocupada para que no se corte las venas. O algo así.

    ⸻ Mierda… ¿tan mal está la cosa?

    ⸻ Ya sabes cómo son los pijos ⸻Niklas encendió un porro, le dio una calada larga y se lo pasó a Matthew⸻ Como no tienen que preocuparse por sobrevivir, se ahogan en estupideces. El viejo haría mejor pagándole un psiquiatra, pero quién soy yo para juzgar.

    ⸻ Claro, yo tampoco les juzgaría si me pagaran por follar. ¿Está buena?

    ⸻ Es una puta ninfa. Rubia, blanca como la leche, cintura diminuta y unas tetitas a las que podrías prenderte toda la noche sin respirar. Pero está como una cabra.

    ⸻ ¿Tanto? ⸻Matt regresó el pitillo tras quemar la mitad de una sola calada⸻ Bueno, mientras más buenas, más locas, ¿no?

    ⸻ Qué quieres que te diga… Estaba estresada y me plantó un puñetazo en toda la cara.

    ⸻ Joder, bro…

    ⸻ Las mejores me tocan a mí, viejo.

    ⸻ Siempre, viejo.
    ⸻ Hey, bro ⸻Matt y Nik se saludaron chocando puños⸻ Te vi entrando al hospital el otro día, ¿todo bien? ⸻ Seh, viejo ⸻Nik sonrió con ese gesto entre altanero y juguetón tan suyo, golpeándose el pecho⸻ Fuerte como un toro. Tengo una chica en prácticas, le dimos buen uso a las camillas. ⸻ Joder, Nik ⸻Matt soltó una risotada⸻ No me creo que hayas sentado cabeza. ⸻ No es lo que dije. ¿Con quién crees que hablas? Su tío me ha dado un pastón para que la folle; supongo que quiere mantenerla ocupada para que no se corte las venas. O algo así. ⸻ Mierda… ¿tan mal está la cosa? ⸻ Ya sabes cómo son los pijos ⸻Niklas encendió un porro, le dio una calada larga y se lo pasó a Matthew⸻ Como no tienen que preocuparse por sobrevivir, se ahogan en estupideces. El viejo haría mejor pagándole un psiquiatra, pero quién soy yo para juzgar. ⸻ Claro, yo tampoco les juzgaría si me pagaran por follar. ¿Está buena? ⸻ Es una puta ninfa. Rubia, blanca como la leche, cintura diminuta y unas tetitas a las que podrías prenderte toda la noche sin respirar. Pero está como una cabra. ⸻ ¿Tanto? ⸻Matt regresó el pitillo tras quemar la mitad de una sola calada⸻ Bueno, mientras más buenas, más locas, ¿no? ⸻ Qué quieres que te diga… Estaba estresada y me plantó un puñetazo en toda la cara. ⸻ Joder, bro… ⸻ Las mejores me tocan a mí, viejo. ⸻ Siempre, viejo.
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  • Claire no era la mejor en hacer regalos.
    Castiel no era el mejor en ningún tipo de convención social o sentimiento.
    Y la rubia todavía se sentía algo extraña en el tipo de relación, fuera cual fuera, que tenían entre ellos.
    Se juntaban el hambre con las ganas de comer.
    Aun así había visto aquellas velas en una tienda, juntas, y no sabia porque, o bueno, si, le había recordado a ellos. De modo que...

    — Feliz cumpleaños, Cass.
    Claire no era la mejor en hacer regalos. [FallenAngel18] no era el mejor en ningún tipo de convención social o sentimiento. Y la rubia todavía se sentía algo extraña en el tipo de relación, fuera cual fuera, que tenían entre ellos. Se juntaban el hambre con las ganas de comer. Aun así había visto aquellas velas en una tienda, juntas, y no sabia porque, o bueno, si, le había recordado a ellos. De modo que... — Feliz cumpleaños, Cass.
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  • Yo, Saber y mi hermano, somos los máster de nuestra hermosa rubia Caballero.
    Yo, Saber y mi hermano, somos los máster de nuestra hermosa rubia Caballero.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    ¿Pasaremos de una rubia mommy a una rubia tsundere?
    Sí.
    Y alguien me va a dar un novio para ella ♥
    -grillitos-
    ¿Pasaremos de una rubia mommy a una rubia tsundere? Sí. Y alguien me va a dar un novio para ella ♥ -grillitos-
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  • Me parece exagerado pero bueno, esta bien, asi pasaré desapercibida como un peluche más en sus tesoros....

    -Va a viajar con la princesa rubia a dios sabe dónde-
    Me parece exagerado pero bueno, esta bien, asi pasaré desapercibida como un peluche más en sus tesoros.... -Va a viajar con la princesa rubia a dios sabe dónde-
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