• La verdad oculta
    Fandom Hazbin hotel/original
    Categoría Slice of Life
    ~Rol privado con: Maximilian
    ~Lugar: Vivienda de Adán, el cielo.


    Tras el roce que habían tenido Lute y Maxi, Adán decidió que era hora de ir a hablar con su hijo. A fin de cuentas, se había percatado del cambio de actitud que el propio Maxi le advirtió que tendría llegado el momento, justo antes de desaparecer para que Adán pudiera rescatar al pequeño Maxi y criarlo como el padre que aquella criatura se merecía.

    No le costó demasiado acertar que no solo su hijo habia vuelto a casa, si no que como todo joven indignado se había refugiado en la leonera que tenía de habitacion. Así que como buen padre que respeta la intimidad de su hijo, pico a la puerta a la vez que reafirmaba su autoridad abriéndola. Aunque no entró, si no que se apoyó en el marco de la puerta, de brazos cruzados, su media sonrisa distintiva de canal, y sin saber como empezar aquella delicada conversacion, simplemente lo hizo sin más.

    —Esos flashbacks te tienen de un humor de perros ¿eh? A ver si adivino, pensabas que tu viejo no se iba a dar cuenta—fue directo al grano, entrando a la habitación y con una expresion más seria pero al mismo tiempo comprensiva, se sentó en la cama del muchacho—Ven. —le indicó palmeando el colchón para que se sentase a su lado—.Creo que es hora de que sepas algo.—
    ~Rol privado con: [Maxi8] ~Lugar: Vivienda de Adán, el cielo. Tras el roce que habían tenido Lute y Maxi, Adán decidió que era hora de ir a hablar con su hijo. A fin de cuentas, se había percatado del cambio de actitud que el propio Maxi le advirtió que tendría llegado el momento, justo antes de desaparecer para que Adán pudiera rescatar al pequeño Maxi y criarlo como el padre que aquella criatura se merecía. No le costó demasiado acertar que no solo su hijo habia vuelto a casa, si no que como todo joven indignado se había refugiado en la leonera que tenía de habitacion. Así que como buen padre que respeta la intimidad de su hijo, pico a la puerta a la vez que reafirmaba su autoridad abriéndola. Aunque no entró, si no que se apoyó en el marco de la puerta, de brazos cruzados, su media sonrisa distintiva de canal, y sin saber como empezar aquella delicada conversacion, simplemente lo hizo sin más. —Esos flashbacks te tienen de un humor de perros ¿eh? A ver si adivino, pensabas que tu viejo no se iba a dar cuenta—fue directo al grano, entrando a la habitación y con una expresion más seria pero al mismo tiempo comprensiva, se sentó en la cama del muchacho—Ven. —le indicó palmeando el colchón para que se sentase a su lado—.Creo que es hora de que sepas algo.—
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    0 turnos 0 maullidos
  • 🪽Yo antes era un ser hermoso...🪽

    Fui creado con el género de Adán, pero con la frágil y bella apariencia de Eva. Una mezcla perfecta, combinando lo más hermoso de ambos seres.

    Fui bautizado con el nombre de Elorien, único en el universo; 𝕷𝖆 𝖑𝖚𝖟 𝖉𝖊 𝕯𝖎𝖔𝖘.

    Pero al parecer fue la poderosa esencia de Lilith la que me hizo caer en el pecado de amar lo prohibido. Se filtró en mí sin permiso, silenciosa e invisible a los ojos de Dios, mi creador.

    Tomé aquello que me era negado. Amé… amé a un ser terrenal; cada beso, cada caricia… me hacían dudar de que el cielo fuera ese en el que nací.

    Descubierto fui. Mi Padre, mis hermanos, me señalaron con vergüenza y desdén. Ya no era luz; estaba sucio, a pesar de solo haber compartido castos besos y caricias perdidas.

    El ultimátum fue demoledor. Dios habló:

    —Destruye aquello que amaste más que a mí. Si niegas el deseo de tu Padre Creador, serás desterrado al plano mortal y por ti mismo descubrirás la penitencia que tendrás que cargar.—

    Elorien, la luz de Dios. Su voz rota de dolor, pero con la determinación que Lilith le otorgó.

    🪽 No dejaré de hacer aquello por lo que fui creado. Amor soy y amor daré. Incluso si debo compartirlo con vos, Padre Todopoderoso. 🪽

    Entonces Elorien fue ajusticiado. Cuatro de sus alas murieron ante la impasibilidad de aquellos que miraron. No hubo delicadeza; allí, en el cielo mismo, se filtró la crueldad. Una a una fueron laceradas, arrancadas, mutiladas, dejando cuatro cicatrices que jamás olvidará.

    Tan solo dejaron dos de sus alas. Un recordatorio de lo que fue, pero sin la fuerza para que estas consiguieran guiarle nuevamente al hogar de Dios, su hogar.

    A pesar del dolor, Elorien sintió una liberación. Voló a la tierra, buscando a su amado. Se fundió en sus brazos con un beso apasionado. Este fue largo, lento; disfrutó los minutos sin miedo a ser juzgados.

    Repentinamente se desfalleció. ¿Fruto de la emoción?... No. No sentía su respiración ni el latir de su corazón. Su calidez desapareció; su piel se tornó fría, perdiendo su vivo color.

    🪽 ¡¿Por qué?! 🪽 reclamó a Dios.

    Mientras arrancaron sus alas, él no lloró, no gritó. Pero en aquel momento, su llanto y su grito fueron tan reales como la propia carne, llegando a los oídos del mismo cielo.

    —He aquí tu condena, hijo mío. Por cada minuto que alguien anhele tu piel, un año de su vida yo quitaré, acelerando su entrada al cielo o al infierno. Te condeno a una eternidad sin que el amor puedas volver a conocer…—
    🪽Yo antes era un ser hermoso...🪽 Fui creado con el género de Adán, pero con la frágil y bella apariencia de Eva. Una mezcla perfecta, combinando lo más hermoso de ambos seres. Fui bautizado con el nombre de Elorien, único en el universo; 𝕷𝖆 𝖑𝖚𝖟 𝖉𝖊 𝕯𝖎𝖔𝖘. Pero al parecer fue la poderosa esencia de Lilith la que me hizo caer en el pecado de amar lo prohibido. Se filtró en mí sin permiso, silenciosa e invisible a los ojos de Dios, mi creador. Tomé aquello que me era negado. Amé… amé a un ser terrenal; cada beso, cada caricia… me hacían dudar de que el cielo fuera ese en el que nací. Descubierto fui. Mi Padre, mis hermanos, me señalaron con vergüenza y desdén. Ya no era luz; estaba sucio, a pesar de solo haber compartido castos besos y caricias perdidas. El ultimátum fue demoledor. Dios habló: —Destruye aquello que amaste más que a mí. Si niegas el deseo de tu Padre Creador, serás desterrado al plano mortal y por ti mismo descubrirás la penitencia que tendrás que cargar.— Elorien, la luz de Dios. Su voz rota de dolor, pero con la determinación que Lilith le otorgó. 🪽 No dejaré de hacer aquello por lo que fui creado. Amor soy y amor daré. Incluso si debo compartirlo con vos, Padre Todopoderoso. 🪽 Entonces Elorien fue ajusticiado. Cuatro de sus alas murieron ante la impasibilidad de aquellos que miraron. No hubo delicadeza; allí, en el cielo mismo, se filtró la crueldad. Una a una fueron laceradas, arrancadas, mutiladas, dejando cuatro cicatrices que jamás olvidará. Tan solo dejaron dos de sus alas. Un recordatorio de lo que fue, pero sin la fuerza para que estas consiguieran guiarle nuevamente al hogar de Dios, su hogar. A pesar del dolor, Elorien sintió una liberación. Voló a la tierra, buscando a su amado. Se fundió en sus brazos con un beso apasionado. Este fue largo, lento; disfrutó los minutos sin miedo a ser juzgados. Repentinamente se desfalleció. ¿Fruto de la emoción?... No. No sentía su respiración ni el latir de su corazón. Su calidez desapareció; su piel se tornó fría, perdiendo su vivo color. 🪽 ¡¿Por qué?! 🪽 reclamó a Dios. Mientras arrancaron sus alas, él no lloró, no gritó. Pero en aquel momento, su llanto y su grito fueron tan reales como la propia carne, llegando a los oídos del mismo cielo. —He aquí tu condena, hijo mío. Por cada minuto que alguien anhele tu piel, un año de su vida yo quitaré, acelerando su entrada al cielo o al infierno. Te condeno a una eternidad sin que el amor puedas volver a conocer…—
    Me entristece
    Me gusta
    7
    9 turnos 0 maullidos
  • La mitología griega me ha interesado desde niña. Mi padre me sentaba en su regazo y me leía historias repletas de dioses vengativos y seres fascinantes.
    Pero el minotauro siempre fue mi favorito. Mitad hombre, mitad toro... Y ahora... ahora ya tengo el mío propio.
    La mitología griega me ha interesado desde niña. Mi padre me sentaba en su regazo y me leía historias repletas de dioses vengativos y seres fascinantes. Pero el minotauro siempre fue mi favorito. Mitad hombre, mitad toro... Y ahora... ahora ya tengo el mío propio.
    Me gusta
    Me encocora
    4
    1 turno 0 maullidos
  • Show and tell
    Fandom Epic the musical
    Categoría Acción
    Rol privado con: ᴛᴇʟᴇᴍᴀᴄʜᴜꜱ 𝔓𝔯𝔦𝔫𝔠𝔢 𝔬𝔣 ℑ𝔱𝔥𝔞𝔠𝔞


    Antínoo, aún refunfuñando había seguido su camino sin más, aunque aun era capaz de escuchar en la lejanía la irritante voz del hijo de Odiseo. También sentía su olor; dulzón, empalagoso e irritante, era como meter la nariz en un frasco de perfume. Obvio, también la del sucio chucho que lo acompañaba.

    Teniendo claro que lo primero que haría cuando fuera rey, sería mandarlos a él y su detestable madre bien lejos con un pretexto de "viaje diplomático" en el que tal vez, pasaría algún desafortunado accidente por el que, desgraciadamente enviudaría.

    A fin de cuentas, quien se había pasado la vida defendiendo aquel estúpido reino, aquel ridículo palacio era él. Con el inútil del rey lejos, ese lugar le pertenecia a él, no a una viuda en estado de negación ni a un niño caprichoso. A él, quien de verdad se había pasado todos esos años peleando por ellos. Cansado de sentirse como una mascota, se moría de ganas de hacerles pagar a todos por lo que le hicieron, por la infancia arrebatada.

    Se detuvo unos instantes, respiró hondo para calmarse, mientras sus orejas echadas hacia atrás y su cola azotando de un lado a otro indicaban lo contrariado que se sentía en ese preciso instante.

    Fue entonces cuando estás mismas se alzaron tensas, lo escuchó. Unos asaltantes, el olor de la misma sangre que había saboreado del hombro del mocoso. Unos asaltantes.

    Sonrió.

    —Bueno, uno menos. Con suerte—concluyó en un susurro para si. Tras esto dio un par de pasos no era asunto suyo, el príncipe le importaba tan poco como su madre o su desaparecido padre. Sin embargo algo le pasó por la cabeza.

    ¿Y si salvaba a ese mocoso insoportable y se lo mostraba a su vieja madre? Ganaría puntos frente a todos los infelices que pretendían SU puesto, SU trono. El hijo maldito del león de Nemea, siempre fuerte, siempre leal, ahora había salvado al príncipe pese a los constantes desplantes públicos a los que este le sometía ¿Quien mejor para protegerlos a todos?

    Su sonrisa se ensanchó. Y corrió siguiendo su olfato, no por qué quisiera salvar al muchacho si no por codicia.
    Rol privado con: [Litt1ewo1f] Antínoo, aún refunfuñando había seguido su camino sin más, aunque aun era capaz de escuchar en la lejanía la irritante voz del hijo de Odiseo. También sentía su olor; dulzón, empalagoso e irritante, era como meter la nariz en un frasco de perfume. Obvio, también la del sucio chucho que lo acompañaba. Teniendo claro que lo primero que haría cuando fuera rey, sería mandarlos a él y su detestable madre bien lejos con un pretexto de "viaje diplomático" en el que tal vez, pasaría algún desafortunado accidente por el que, desgraciadamente enviudaría. A fin de cuentas, quien se había pasado la vida defendiendo aquel estúpido reino, aquel ridículo palacio era él. Con el inútil del rey lejos, ese lugar le pertenecia a él, no a una viuda en estado de negación ni a un niño caprichoso. A él, quien de verdad se había pasado todos esos años peleando por ellos. Cansado de sentirse como una mascota, se moría de ganas de hacerles pagar a todos por lo que le hicieron, por la infancia arrebatada. Se detuvo unos instantes, respiró hondo para calmarse, mientras sus orejas echadas hacia atrás y su cola azotando de un lado a otro indicaban lo contrariado que se sentía en ese preciso instante. Fue entonces cuando estás mismas se alzaron tensas, lo escuchó. Unos asaltantes, el olor de la misma sangre que había saboreado del hombro del mocoso. Unos asaltantes. Sonrió. —Bueno, uno menos. Con suerte—concluyó en un susurro para si. Tras esto dio un par de pasos no era asunto suyo, el príncipe le importaba tan poco como su madre o su desaparecido padre. Sin embargo algo le pasó por la cabeza. ¿Y si salvaba a ese mocoso insoportable y se lo mostraba a su vieja madre? Ganaría puntos frente a todos los infelices que pretendían SU puesto, SU trono. El hijo maldito del león de Nemea, siempre fuerte, siempre leal, ahora había salvado al príncipe pese a los constantes desplantes públicos a los que este le sometía ¿Quien mejor para protegerlos a todos? Su sonrisa se ensanchó. Y corrió siguiendo su olfato, no por qué quisiera salvar al muchacho si no por codicia.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    2 turnos 0 maullidos
  • Esos últimos días habían sido caóticos, pero entre sus estudios de preparación táctica, el como ser un futuro buen rey y haber empezado a entrenar para defensa personal, finalmente se dio un tiempo de descanso, yendo con Argos, fiel compañero de su padre y ahora su perro guardián.

    Corriendo por las callejuelas que rodeaban el castillo, jugaba con Argos corriendo detrás suyo, persiguiéndolo al ir con una rama de olivo, hasta llegar a la costa donde estaban los muelles, yendo hacia la arena antes de detenerse y arrojar esta lejos.

    La jovialidad y espíritu se le notaba a leguas, aún estaba en su adolescencia, por lo que despejarse siempre venía bien.

    —¡A por ella, muchacho!~
    Esos últimos días habían sido caóticos, pero entre sus estudios de preparación táctica, el como ser un futuro buen rey y haber empezado a entrenar para defensa personal, finalmente se dio un tiempo de descanso, yendo con Argos, fiel compañero de su padre y ahora su perro guardián. Corriendo por las callejuelas que rodeaban el castillo, jugaba con Argos corriendo detrás suyo, persiguiéndolo al ir con una rama de olivo, hasta llegar a la costa donde estaban los muelles, yendo hacia la arena antes de detenerse y arrojar esta lejos. La jovialidad y espíritu se le notaba a leguas, aún estaba en su adolescencia, por lo que despejarse siempre venía bien. —¡A por ella, muchacho!~
    Me gusta
    1
    14 turnos 0 maullidos
  • —¡Mi padre no es una diva, es el Rey!
    —¡Mi padre no es una diva, es el Rey!
    Me gusta
    Me encocora
    5
    18 turnos 0 maullidos
  • —Qué día tan tranquilo....—

    *Me doy la vuelta y observo que mi padre regresó de una reunión con los marqueses; su expresión dejaba ver que no habían alcanzado un consenso, lo que lo ponía de mal humor. Así que recogí el violín de mi madre y ejecuté la melodía que, según mi nana, interpretaba mi madre.*

    —Esto tranquilizará a mi padre.—


    https://youtu.be/LPvC_L-QZew?si=wpdZd7nMLSl_8c4v
    —Qué día tan tranquilo....— *Me doy la vuelta y observo que mi padre regresó de una reunión con los marqueses; su expresión dejaba ver que no habían alcanzado un consenso, lo que lo ponía de mal humor. Así que recogí el violín de mi madre y ejecuté la melodía que, según mi nana, interpretaba mi madre.* —Esto tranquilizará a mi padre.— https://youtu.be/LPvC_L-QZew?si=wpdZd7nMLSl_8c4v
    Me gusta
    Me encocora
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentarios de la imagen 🩷

    Las Enseñanzas de Oz

    El Hombre que Susurra**

    El susurro se desliza entre los árboles como un viento que no pertenece a este mundo.

    A mi lado, junto al poste,
    se materializa un hombre.

    No es un monstruo.
    No es un dios.
    No es humano.
    Es algo distinto.

    Hermoso de una forma antigua,
    como una estatua que respira.
    Sus ojos…
    ocultan un secreto que nadie podría leer,
    un enigma eterno.

    Oz:
    —Así no vas a conseguir nada más que lastimarte…

    Me quedo inmóvil.
    Congelada.
    El miedo se me enreda en los huesos.
    Mis madres están lejos,
    demasiado lejos para escuchar mi respiración acelerada.

    El hombre se agacha un poco
    y posa una mano cálida en mi cabecita.
    Al instante, mi torso se cubre con una sudadera preciosa,
    de estampados imposibles:
    formas que no encajan,
    símbolos sin sentido,
    como si hubieran aparecido ahí por voluntad propia.
    Caos puro.

    Oz:
    —Estás sudando… y ya está oscureciendo.
    No querrás resfriarte, ¿verdad?
    Ven. Acércate. Mira bien el poste.

    Se acerca al metal negro,
    levanta un dedo
    y lo posa en el centro.

    El poste se quiebra en mil pedazos
    como si se deshiciera de forma obediente,
    silenciosa, perfecta.
    No estalla.
    No ruge.
    No se rompe:
    se rinde.

    Y de los fragmentos surge una sola pieza intacta:
    una flor de mineral,
    tallada con una precisión imposible.

    Me quedo boquiabierta un segundo.
    Pero solo un segundo.

    Luego me enfado.

    Lili:
    —¿Cómo has hecho eso? ¡Tramposo!
    Enséñame a hacerlo…

    Lo digo con pucheritos,
    las manos ensangrentadas escondidas en las mangas nuevas,
    la dignidad por los suelos.

    El hombre sonríe.
    Una sonrisa peligrosa,
    pero dulce de una forma que no entiendo.

    Oz:
    —Pero tú ya sabes hacerlo, Lili.
    Tú tienes el poder del Caos latiendo en tu corazón,
    en tu sangre…
    Eres como este poste:
    una linda florecilla indestructible.

    Se inclina un poco más,
    y con un gesto elegante, casi teatral, añade:

    Oz:
    —Déjame presentarme.
    Soy Oz.
    Tu abuelo…
    el padre de Jennifer.

    El aire se me corta.

    Él continúa:

    Oz:
    —Tu madre estará preocupada.
    Deberías volver a casa.
    Tranquila…
    todo es nuevo para ti.
    Descansa.
    Yo te enseñaré lo que tu legado significa.

    Y antes de que pueda decir nada,
    con un simple movimiento de su mano derecha
    me envuelve una onda suave,
    como un parpadeo del universo.

    Cuando abro los ojos
    estoy frente a casa.

    Ayane está preparando la cena.
    Huele delicioso…
    pero sólo hay dos platos en la mesa esta vez.

    Ella me ve.
    No dice nada.
    Me abraza, me besa la frente
    y con un tono suave, como temiendo romper algo, dice:

    Ayane:
    —Ve a lavarte las manos antes de cenar, mi amor.

    Y obedezco,
    ocultando mis nudillos heridos,
    la sangre seca…
    y el recuerdo del hombre
    que me llamó florecilla indestructible.
    Relato en Post y comentarios de la imagen 🩷 Las Enseñanzas de Oz El Hombre que Susurra** El susurro se desliza entre los árboles como un viento que no pertenece a este mundo. A mi lado, junto al poste, se materializa un hombre. No es un monstruo. No es un dios. No es humano. Es algo distinto. Hermoso de una forma antigua, como una estatua que respira. Sus ojos… ocultan un secreto que nadie podría leer, un enigma eterno. Oz: —Así no vas a conseguir nada más que lastimarte… Me quedo inmóvil. Congelada. El miedo se me enreda en los huesos. Mis madres están lejos, demasiado lejos para escuchar mi respiración acelerada. El hombre se agacha un poco y posa una mano cálida en mi cabecita. Al instante, mi torso se cubre con una sudadera preciosa, de estampados imposibles: formas que no encajan, símbolos sin sentido, como si hubieran aparecido ahí por voluntad propia. Caos puro. Oz: —Estás sudando… y ya está oscureciendo. No querrás resfriarte, ¿verdad? Ven. Acércate. Mira bien el poste. Se acerca al metal negro, levanta un dedo y lo posa en el centro. El poste se quiebra en mil pedazos como si se deshiciera de forma obediente, silenciosa, perfecta. No estalla. No ruge. No se rompe: se rinde. Y de los fragmentos surge una sola pieza intacta: una flor de mineral, tallada con una precisión imposible. Me quedo boquiabierta un segundo. Pero solo un segundo. Luego me enfado. Lili: —¿Cómo has hecho eso? ¡Tramposo! Enséñame a hacerlo… Lo digo con pucheritos, las manos ensangrentadas escondidas en las mangas nuevas, la dignidad por los suelos. El hombre sonríe. Una sonrisa peligrosa, pero dulce de una forma que no entiendo. Oz: —Pero tú ya sabes hacerlo, Lili. Tú tienes el poder del Caos latiendo en tu corazón, en tu sangre… Eres como este poste: una linda florecilla indestructible. Se inclina un poco más, y con un gesto elegante, casi teatral, añade: Oz: —Déjame presentarme. Soy Oz. Tu abuelo… el padre de Jennifer. El aire se me corta. Él continúa: Oz: —Tu madre estará preocupada. Deberías volver a casa. Tranquila… todo es nuevo para ti. Descansa. Yo te enseñaré lo que tu legado significa. Y antes de que pueda decir nada, con un simple movimiento de su mano derecha me envuelve una onda suave, como un parpadeo del universo. Cuando abro los ojos estoy frente a casa. Ayane está preparando la cena. Huele delicioso… pero sólo hay dos platos en la mesa esta vez. Ella me ve. No dice nada. Me abraza, me besa la frente y con un tono suave, como temiendo romper algo, dice: Ayane: —Ve a lavarte las manos antes de cenar, mi amor. Y obedezco, ocultando mis nudillos heridos, la sangre seca… y el recuerdo del hombre que me llamó florecilla indestructible.
    Relato en Post y en comentarios de la imagen 🩷

    Las Enseñanzas de Oz

    El Hombre que Susurra**

    El susurro se desliza entre los árboles como un viento que no pertenece a este mundo.

    A mi lado, junto al poste,
    se materializa un hombre.

    No es un monstruo.
    No es un dios.
    No es humano.
    Es algo distinto.

    Hermoso de una forma antigua,
    como una estatua que respira.
    Sus ojos…
    ocultan un secreto que nadie podría leer,
    un enigma eterno.

    Oz:
    —Así no vas a conseguir nada más que lastimarte…

    Me quedo inmóvil.
    Congelada.
    El miedo se me enreda en los huesos.
    Mis madres están lejos,
    demasiado lejos para escuchar mi respiración acelerada.

    El hombre se agacha un poco
    y posa una mano cálida en mi cabecita.
    Al instante, mi torso se cubre con una sudadera preciosa,
    de estampados imposibles:
    formas que no encajan,
    símbolos sin sentido,
    como si hubieran aparecido ahí por voluntad propia.
    Caos puro.

    Oz:
    —Estás sudando… y ya está oscureciendo.
    No querrás resfriarte, ¿verdad?
    Ven. Acércate. Mira bien el poste.

    Se acerca al metal negro,
    levanta un dedo
    y lo posa en el centro.

    El poste se quiebra en mil pedazos
    como si se deshiciera de forma obediente,
    silenciosa, perfecta.
    No estalla.
    No ruge.
    No se rompe:
    se rinde.

    Y de los fragmentos surge una sola pieza intacta:
    una flor de mineral,
    tallada con una precisión imposible.

    Me quedo boquiabierta un segundo.
    Pero solo un segundo.

    Luego me enfado.

    Lili:
    —¿Cómo has hecho eso? ¡Tramposo!
    Enséñame a hacerlo…

    Lo digo con pucheritos,
    las manos ensangrentadas escondidas en las mangas nuevas,
    la dignidad por los suelos.

    El hombre sonríe.
    Una sonrisa peligrosa,
    pero dulce de una forma que no entiendo.

    Oz:
    —Pero tú ya sabes hacerlo, Lili.
    Tú tienes el poder del Caos latiendo en tu corazón,
    en tu sangre…
    Eres como este poste:
    una linda florecilla indestructible.

    Se inclina un poco más,
    y con un gesto elegante, casi teatral, añade:

    Oz:
    —Déjame presentarme.
    Soy Oz.
    Tu abuelo…
    el padre de Jennifer.

    El aire se me corta.

    Él continúa:

    Oz:
    —Tu madre estará preocupada.
    Deberías volver a casa.
    Tranquila…
    todo es nuevo para ti.
    Descansa.
    Yo te enseñaré lo que tu legado significa.

    Y antes de que pueda decir nada,
    con un simple movimiento de su mano derecha
    me envuelve una onda suave,
    como un parpadeo del universo.

    Cuando abro los ojos
    estoy frente a casa.

    Ayane está preparando la cena.
    Huele delicioso…
    pero sólo hay dos platos en la mesa esta vez.

    Ella me ve.
    No dice nada.
    Me abraza, me besa la frente
    y con un tono suave, como temiendo romper algo, dice:

    Ayane:
    —Ve a lavarte las manos antes de cenar, mi amor.

    Y obedezco,
    ocultando mis nudillos heridos,
    la sangre seca…
    y el recuerdo del hombre
    que me llamó florecilla indestructible.

    Ozma
    Me encocora
    Me gusta
    3
    0 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y en comentarios de la imagen 🩷

    Las Enseñanzas de Oz

    El Hombre que Susurra**

    El susurro se desliza entre los árboles como un viento que no pertenece a este mundo.

    A mi lado, junto al poste,
    se materializa un hombre.

    No es un monstruo.
    No es un dios.
    No es humano.
    Es algo distinto.

    Hermoso de una forma antigua,
    como una estatua que respira.
    Sus ojos…
    ocultan un secreto que nadie podría leer,
    un enigma eterno.

    Oz:
    —Así no vas a conseguir nada más que lastimarte…

    Me quedo inmóvil.
    Congelada.
    El miedo se me enreda en los huesos.
    Mis madres están lejos,
    demasiado lejos para escuchar mi respiración acelerada.

    El hombre se agacha un poco
    y posa una mano cálida en mi cabecita.
    Al instante, mi torso se cubre con una sudadera preciosa,
    de estampados imposibles:
    formas que no encajan,
    símbolos sin sentido,
    como si hubieran aparecido ahí por voluntad propia.
    Caos puro.

    Oz:
    —Estás sudando… y ya está oscureciendo.
    No querrás resfriarte, ¿verdad?
    Ven. Acércate. Mira bien el poste.

    Se acerca al metal negro,
    levanta un dedo
    y lo posa en el centro.

    El poste se quiebra en mil pedazos
    como si se deshiciera de forma obediente,
    silenciosa, perfecta.
    No estalla.
    No ruge.
    No se rompe:
    se rinde.

    Y de los fragmentos surge una sola pieza intacta:
    una flor de mineral,
    tallada con una precisión imposible.

    Me quedo boquiabierta un segundo.
    Pero solo un segundo.

    Luego me enfado.

    Lili:
    —¿Cómo has hecho eso? ¡Tramposo!
    Enséñame a hacerlo…

    Lo digo con pucheritos,
    las manos ensangrentadas escondidas en las mangas nuevas,
    la dignidad por los suelos.

    El hombre sonríe.
    Una sonrisa peligrosa,
    pero dulce de una forma que no entiendo.

    Oz:
    —Pero tú ya sabes hacerlo, Lili.
    Tú tienes el poder del Caos latiendo en tu corazón,
    en tu sangre…
    Eres como este poste:
    una linda florecilla indestructible.

    Se inclina un poco más,
    y con un gesto elegante, casi teatral, añade:

    Oz:
    —Déjame presentarme.
    Soy Oz.
    Tu abuelo…
    el padre de Jennifer.

    El aire se me corta.

    Él continúa:

    Oz:
    —Tu madre estará preocupada.
    Deberías volver a casa.
    Tranquila…
    todo es nuevo para ti.
    Descansa.
    Yo te enseñaré lo que tu legado significa.

    Y antes de que pueda decir nada,
    con un simple movimiento de su mano derecha
    me envuelve una onda suave,
    como un parpadeo del universo.

    Cuando abro los ojos
    estoy frente a casa.

    Ayane está preparando la cena.
    Huele delicioso…
    pero sólo hay dos platos en la mesa esta vez.

    Ella me ve.
    No dice nada.
    Me abraza, me besa la frente
    y con un tono suave, como temiendo romper algo, dice:

    Ayane:
    —Ve a lavarte las manos antes de cenar, mi amor.

    Y obedezco,
    ocultando mis nudillos heridos,
    la sangre seca…
    y el recuerdo del hombre
    que me llamó florecilla indestructible.

    Ozma
    Relato en Post y en comentarios de la imagen 🩷 Las Enseñanzas de Oz El Hombre que Susurra** El susurro se desliza entre los árboles como un viento que no pertenece a este mundo. A mi lado, junto al poste, se materializa un hombre. No es un monstruo. No es un dios. No es humano. Es algo distinto. Hermoso de una forma antigua, como una estatua que respira. Sus ojos… ocultan un secreto que nadie podría leer, un enigma eterno. Oz: —Así no vas a conseguir nada más que lastimarte… Me quedo inmóvil. Congelada. El miedo se me enreda en los huesos. Mis madres están lejos, demasiado lejos para escuchar mi respiración acelerada. El hombre se agacha un poco y posa una mano cálida en mi cabecita. Al instante, mi torso se cubre con una sudadera preciosa, de estampados imposibles: formas que no encajan, símbolos sin sentido, como si hubieran aparecido ahí por voluntad propia. Caos puro. Oz: —Estás sudando… y ya está oscureciendo. No querrás resfriarte, ¿verdad? Ven. Acércate. Mira bien el poste. Se acerca al metal negro, levanta un dedo y lo posa en el centro. El poste se quiebra en mil pedazos como si se deshiciera de forma obediente, silenciosa, perfecta. No estalla. No ruge. No se rompe: se rinde. Y de los fragmentos surge una sola pieza intacta: una flor de mineral, tallada con una precisión imposible. Me quedo boquiabierta un segundo. Pero solo un segundo. Luego me enfado. Lili: —¿Cómo has hecho eso? ¡Tramposo! Enséñame a hacerlo… Lo digo con pucheritos, las manos ensangrentadas escondidas en las mangas nuevas, la dignidad por los suelos. El hombre sonríe. Una sonrisa peligrosa, pero dulce de una forma que no entiendo. Oz: —Pero tú ya sabes hacerlo, Lili. Tú tienes el poder del Caos latiendo en tu corazón, en tu sangre… Eres como este poste: una linda florecilla indestructible. Se inclina un poco más, y con un gesto elegante, casi teatral, añade: Oz: —Déjame presentarme. Soy Oz. Tu abuelo… el padre de Jennifer. El aire se me corta. Él continúa: Oz: —Tu madre estará preocupada. Deberías volver a casa. Tranquila… todo es nuevo para ti. Descansa. Yo te enseñaré lo que tu legado significa. Y antes de que pueda decir nada, con un simple movimiento de su mano derecha me envuelve una onda suave, como un parpadeo del universo. Cuando abro los ojos estoy frente a casa. Ayane está preparando la cena. Huele delicioso… pero sólo hay dos platos en la mesa esta vez. Ella me ve. No dice nada. Me abraza, me besa la frente y con un tono suave, como temiendo romper algo, dice: Ayane: —Ve a lavarte las manos antes de cenar, mi amor. Y obedezco, ocultando mis nudillos heridos, la sangre seca… y el recuerdo del hombre que me llamó florecilla indestructible. [Oz_The_Chaos]
    Me gusta
    Me shockea
    2
    1 comentario 1 compartido
  • 【El joven había ido a la librería ya que debía buscar algunos libros que le faltaban para sus trabajos tomo algunos sobre animales marinos, historia y otros que él quería leer se tomó su tiempo revisando que si fueran todos lo que necesitaba entonces los fue a pagar en cuanto los pago salió de ahí muy emocionado le apasionaba lo que aprendía aunque a veces su mente divagaba en su familia sobre todo en su padre le dolía que no lo apoyara en su sueño, pero ya había decidido que no seguiría los deseos de su familia y seria feliz haciendo lo que más ama mientras caminaba tenia los audífonos puestos escuchando música mientras leía uno de los libros sobre los animales marinos estaba tranquilo era de los pocos momentos en donde tenía paz libero un poco de su aroma flores blancas y brisa marina de forma inconsciente ya que estaba muy concentrado y feliz leyendo】
    【El joven había ido a la librería ya que debía buscar algunos libros que le faltaban para sus trabajos tomo algunos sobre animales marinos, historia y otros que él quería leer se tomó su tiempo revisando que si fueran todos lo que necesitaba entonces los fue a pagar en cuanto los pago salió de ahí muy emocionado le apasionaba lo que aprendía aunque a veces su mente divagaba en su familia sobre todo en su padre le dolía que no lo apoyara en su sueño, pero ya había decidido que no seguiría los deseos de su familia y seria feliz haciendo lo que más ama mientras caminaba tenia los audífonos puestos escuchando música mientras leía uno de los libros sobre los animales marinos estaba tranquilo era de los pocos momentos en donde tenía paz libero un poco de su aroma flores blancas y brisa marina de forma inconsciente ya que estaba muy concentrado y feliz leyendo】
    Me gusta
    2
    17 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados