• ¿Qué es lo que realmente cuenta en un enfrentamiento de vaqueros? ¿Es la rapidez? ¿Es el talento innato? ¿O quizás la técnica depurada? En mi juventud, hubiera respondido que todo ello es crucial. Pero, tras años de vivencias, he llegado a la conclusión de que lo más valioso no es ninguna de esas cualidades... es la experiencia.

    ¿Eres alguien que carece de experiencia? Todos hemos comenzado desde cero en algún momento. Yo mismo fui un novato, dando mis primeros pasos, y con el paso del tiempo, aquí estoy: reconocido como "el más formidable duelista del viejo oeste", o al menos así me apodan algunos.

    La travesía ha sido larga y llena de desafíos, pero cada duelo, cada encuentro, ha forjado mi carácter y habilidad. Recuerda, en este vasto desierto de la vida, la experiencia es el verdadero oro que se encuentra en el polvo.

    -Ryder aconsejando a un novato antes de un duelo.
    ¿Qué es lo que realmente cuenta en un enfrentamiento de vaqueros? ¿Es la rapidez? ¿Es el talento innato? ¿O quizás la técnica depurada? En mi juventud, hubiera respondido que todo ello es crucial. Pero, tras años de vivencias, he llegado a la conclusión de que lo más valioso no es ninguna de esas cualidades... es la experiencia. ¿Eres alguien que carece de experiencia? Todos hemos comenzado desde cero en algún momento. Yo mismo fui un novato, dando mis primeros pasos, y con el paso del tiempo, aquí estoy: reconocido como "el más formidable duelista del viejo oeste", o al menos así me apodan algunos. La travesía ha sido larga y llena de desafíos, pero cada duelo, cada encuentro, ha forjado mi carácter y habilidad. Recuerda, en este vasto desierto de la vida, la experiencia es el verdadero oro que se encuentra en el polvo. -Ryder aconsejando a un novato antes de un duelo.
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  • El reloj en la pared del hospital avanzaba con lentitud, marcando el ritmo de una noche silenciosa. Shoko se encontraba sentada en su escritorio, rodeada de expedientes, jeringas y botellas de alcohol desinfectante. El resplandor frío de la lámpara le proyectaba sombras suaves en el rostro mientras llenaba su último reporte del día. Su bata de laboratorio estaba ligeramente arrugada, y su cabello recogido de manera descuidada apenas contenía los mechones sueltos que se rebelaban hacia los lados.

    Alzó la mirada por un momento y dejó el bolígrafo sobre el escritorio, suspirando profundamente. La tranquilidad del lugar hacía eco de una soledad que ya le era demasiado familiar. Había aceptado esa parte de su vida con una indiferencia estudiada, pero en noches como esa, donde el silencio era abrumador, no podía evitar reflexionar en cómo había llegado hasta allí.

    Nunca había querido realmente el papel de médica en el mundo del jujutsu, pero ahí estaba. Su vida se había transformado en una constante de sangre, maldiciones y decisiones que no podía cambiar. Se preguntaba si alguna vez había tenido una verdadera elección, o si siempre había estado destinada a seguir ese camino, manteniéndose al margen, curando las heridas de los demás mientras dejaba las propias sin atender.

    Pensó en Geto y Gojo. En la juventud que compartieron, esos días cuando las cosas parecían tan sencillas y llenas de promesas. Las risas, las bromas pesadas, la camaradería que alguna vez le hizo pensar que todo tendría un propósito mayor. Pero las cosas habían cambiado. Geto se había desviado hacia un camino oscuro, Gojo se había vuelto cada vez más distante, y ella... ella había quedado varada en un espacio intermedio.

    "No soy como ellos", murmuró para sí misma, su tono más resignado que triste. Shoko nunca había querido estar en el centro de la acción, ni ser la heroína de la historia. Su trabajo era sencillo: salvar a los que podía, enmendar lo que estaba roto, y seguir adelante. Pero no podía evitar preguntarse, a veces, si ese enfoque desapegado era una forma de protegerse. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado decisiones diferentes? ¿Si hubiera sido más cercana, más abierta, más vulnerable?

    Las luces parpadeantes del quirófano al otro lado del pasillo rompieron su línea de pensamiento, recordándole que la noche aún no terminaba. Se levantó lentamente, estirándose mientras se dirigía a la máquina de café, sin mucha prisa. La soledad de la enfermería le daba espacio para pensar, para meditar en los fantasmas del pasado. Al menos, ahí, no tenía que fingir ser alguien que no era.

    Pero, aun así, mientras bebía el amargo café, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Cuánto más puedo seguir así?.
    El reloj en la pared del hospital avanzaba con lentitud, marcando el ritmo de una noche silenciosa. Shoko se encontraba sentada en su escritorio, rodeada de expedientes, jeringas y botellas de alcohol desinfectante. El resplandor frío de la lámpara le proyectaba sombras suaves en el rostro mientras llenaba su último reporte del día. Su bata de laboratorio estaba ligeramente arrugada, y su cabello recogido de manera descuidada apenas contenía los mechones sueltos que se rebelaban hacia los lados. Alzó la mirada por un momento y dejó el bolígrafo sobre el escritorio, suspirando profundamente. La tranquilidad del lugar hacía eco de una soledad que ya le era demasiado familiar. Había aceptado esa parte de su vida con una indiferencia estudiada, pero en noches como esa, donde el silencio era abrumador, no podía evitar reflexionar en cómo había llegado hasta allí. Nunca había querido realmente el papel de médica en el mundo del jujutsu, pero ahí estaba. Su vida se había transformado en una constante de sangre, maldiciones y decisiones que no podía cambiar. Se preguntaba si alguna vez había tenido una verdadera elección, o si siempre había estado destinada a seguir ese camino, manteniéndose al margen, curando las heridas de los demás mientras dejaba las propias sin atender. Pensó en Geto y Gojo. En la juventud que compartieron, esos días cuando las cosas parecían tan sencillas y llenas de promesas. Las risas, las bromas pesadas, la camaradería que alguna vez le hizo pensar que todo tendría un propósito mayor. Pero las cosas habían cambiado. Geto se había desviado hacia un camino oscuro, Gojo se había vuelto cada vez más distante, y ella... ella había quedado varada en un espacio intermedio. "No soy como ellos", murmuró para sí misma, su tono más resignado que triste. Shoko nunca había querido estar en el centro de la acción, ni ser la heroína de la historia. Su trabajo era sencillo: salvar a los que podía, enmendar lo que estaba roto, y seguir adelante. Pero no podía evitar preguntarse, a veces, si ese enfoque desapegado era una forma de protegerse. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado decisiones diferentes? ¿Si hubiera sido más cercana, más abierta, más vulnerable? Las luces parpadeantes del quirófano al otro lado del pasillo rompieron su línea de pensamiento, recordándole que la noche aún no terminaba. Se levantó lentamente, estirándose mientras se dirigía a la máquina de café, sin mucha prisa. La soledad de la enfermería le daba espacio para pensar, para meditar en los fantasmas del pasado. Al menos, ahí, no tenía que fingir ser alguien que no era. Pero, aun así, mientras bebía el amargo café, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Cuánto más puedo seguir así?.
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    𝐒𝐄 𝐁𝐔𝐒𝐂𝐀

    ㅤㅤㅤㅤㅤ J𝐈M H𝐎P𝐏E𝐑


    ◖ 𝗣𝗔𝗥𝗔 OTP con Joyce Byers

    ، Rol extenso y narrativo.
    ، Buena ortografía y coherencia ortográfica
    ، Conocimiento del personaje y de la serie de TV
    ، Respeto al canonUser amigable y con ganas de buen feedback.
    ، No necesito actividad diaria, pero sí pido que no se responda unicamente de mes a mes.
    ، ғᴄ: David Harbour

    ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ

    NO busco esta OTP de forma desesperada, pero si encuentro un buen partner con quien desarrollarla, bienvenidx sea.

    Busco alguien que quiera llevar a JIM HOPPER del fandom de Stranger Things para OTP con Joyce Byers (personaje que tendría que crear desde cero)

    ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ

    - Me gusta subir fotos de la otp al muro, dedicarle publicaciones a mi partner y me gusta que también lo hagan conmigo.

    - Posibilidad de rolear flashbacks (adolescencia, juventud, etc...)

    -Lemon si se tercia y tiene sentido

    -Roleo en tercera persona, en singular y en pasado.

    -Horario de España

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    ⠀ 𝐒𝐄 𝐁𝐔𝐒𝐂𝐀 ㅤㅤㅤㅤㅤ J𝐈M H𝐎P𝐏E𝐑 ◖ 𝗣𝗔𝗥𝗔 OTP con Joyce Byers ، Rol extenso y narrativo. ، Buena ortografía y coherencia ortográfica ، Conocimiento del personaje y de la serie de TV ، Respeto al canonUser amigable y con ganas de buen feedback. ، No necesito actividad diaria, pero sí pido que no se responda unicamente de mes a mes. ، ғᴄ: David Harbour ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ NO busco esta OTP de forma desesperada, pero si encuentro un buen partner con quien desarrollarla, bienvenidx sea. Busco alguien que quiera llevar a JIM HOPPER del fandom de Stranger Things para OTP con Joyce Byers (personaje que tendría que crear desde cero) ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ - Me gusta subir fotos de la otp al muro, dedicarle publicaciones a mi partner y me gusta que también lo hagan conmigo. - Posibilidad de rolear flashbacks (adolescencia, juventud, etc...) -Lemon si se tercia y tiene sentido -Roleo en tercera persona, en singular y en pasado. -Horario de España plantilla: https://x.com/WH0YAGONNACALL/status/1420042795654340609
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  • Rey y viajero
    Fandom Crossover
    Categoría Fantasía

    ( https://www.youtube.com/watch?v=0ThIonKfSHo&list=PL9_PHl3aQPmFstsAnsiaOOo9fnnKq4G8B&index=53 )

    Un día comenzó a nevar.
    Las ciudades se llenaban de nieve, y con las bajas temperaturas los hogares dejaron salir humo de sus chimeneas avivando la llama de la hoguera en busca de calor. Aún si el invierno había llegado antes de lo previsto los aldeanos no vieron problema en ello; lo recibieron con alegría, y los niños en las calles no dudaban en hacer equipos para tirarse bolas de nieve.

    Con las aguas congeladas algún comerciante vería problema en ingresar, el pueblo centraba mayormente su acceso mediante la costa, lo demás eran granjas y casas que daban hacia una enorme montaña que no habitaban más que las bestias salvajes.
    Dos hombres miraban el muelle, sus ojos ya cansados y su piel arrugada eran rasgos de su avanzada edad. Nostalgia manaba de ellos conforme la oscuridad se apoderaba del lugar.

    —¿Crees que algún día volverá? —Dijo uno, con su sombrero de paja sujeto en las manos, apretando con debilidad— La última vez peleamos, y no quiero irme de este mundo hasta no verlo una vez más.

    Su amigo entonces lo vio, con una media sonrisa y le puso sobre su hombro la mano.

    —Cuándo menos te lo esperes tu hijo volverá, es necio, pero te ama.

    Y con esto, ambos ancianos sonrieron y volvieron a mirar el agua ya congelada. Recordando esas épocas de juventud dónde alguna vez siendo jóvenes hablaron de viajar por el mundo en busca de aventuras.

    .....


    Entre las casas se hallaba una taberna, de dos pisos, en el primero las jarras con cerveza se repartían, las risas y cantos tampoco faltaban. En el segundo piso yacía una posada, ahí estaban los viajeros que por haber tardado no alcanzaron a irse del pueblo, se hablaban sobre sus tierras, de dónde venían y qué cosas hacían para ganarse la vida. Uno de ellos llamado Edrick se alzaba por los demás, siendo el cabecilla y preguntando uno a uno, hasta que en la oscuridad el rubio advirtió la silueta de un hombre, moreno cómo del medio oriente y una capa de blanco inmaculado. Estaba viéndolos en silencio, con una sonrisa.

    —¿Y tú de dónde vienes? —Edrick lo apuntó.

    Los demás se voltearon al moreno.

    —He viajado tanto que ya no lo recuerdo —Respondió con naturalidad, volviéndose a una ventana—, sólo merodeo de aquí y por allá.

    Los demás se miraron entre sí, confusos. No porque sus palabras fueran trascendentales, sí no más bien porque lo que el persa les decía respondía tan poco que dejaba sobre la mesa más preguntas por hacer.

    —De seguro es un vagabundo —Murmuró uno de ellos.

    Mahdi, quién lo alcanzó a escuchar no dijo nada, fingiendo demencia, sólo centraba su mirada a la ventana, esperando: había "algo" que parecía haberle maravillado en las afueras del pueblo.
    ( https://www.youtube.com/watch?v=0ThIonKfSHo&list=PL9_PHl3aQPmFstsAnsiaOOo9fnnKq4G8B&index=53 ) Un día comenzó a nevar. Las ciudades se llenaban de nieve, y con las bajas temperaturas los hogares dejaron salir humo de sus chimeneas avivando la llama de la hoguera en busca de calor. Aún si el invierno había llegado antes de lo previsto los aldeanos no vieron problema en ello; lo recibieron con alegría, y los niños en las calles no dudaban en hacer equipos para tirarse bolas de nieve. Con las aguas congeladas algún comerciante vería problema en ingresar, el pueblo centraba mayormente su acceso mediante la costa, lo demás eran granjas y casas que daban hacia una enorme montaña que no habitaban más que las bestias salvajes. Dos hombres miraban el muelle, sus ojos ya cansados y su piel arrugada eran rasgos de su avanzada edad. Nostalgia manaba de ellos conforme la oscuridad se apoderaba del lugar. —¿Crees que algún día volverá? —Dijo uno, con su sombrero de paja sujeto en las manos, apretando con debilidad— La última vez peleamos, y no quiero irme de este mundo hasta no verlo una vez más. Su amigo entonces lo vio, con una media sonrisa y le puso sobre su hombro la mano. —Cuándo menos te lo esperes tu hijo volverá, es necio, pero te ama. Y con esto, ambos ancianos sonrieron y volvieron a mirar el agua ya congelada. Recordando esas épocas de juventud dónde alguna vez siendo jóvenes hablaron de viajar por el mundo en busca de aventuras. ..... Entre las casas se hallaba una taberna, de dos pisos, en el primero las jarras con cerveza se repartían, las risas y cantos tampoco faltaban. En el segundo piso yacía una posada, ahí estaban los viajeros que por haber tardado no alcanzaron a irse del pueblo, se hablaban sobre sus tierras, de dónde venían y qué cosas hacían para ganarse la vida. Uno de ellos llamado Edrick se alzaba por los demás, siendo el cabecilla y preguntando uno a uno, hasta que en la oscuridad el rubio advirtió la silueta de un hombre, moreno cómo del medio oriente y una capa de blanco inmaculado. Estaba viéndolos en silencio, con una sonrisa. —¿Y tú de dónde vienes? —Edrick lo apuntó. Los demás se voltearon al moreno. —He viajado tanto que ya no lo recuerdo —Respondió con naturalidad, volviéndose a una ventana—, sólo merodeo de aquí y por allá. Los demás se miraron entre sí, confusos. No porque sus palabras fueran trascendentales, sí no más bien porque lo que el persa les decía respondía tan poco que dejaba sobre la mesa más preguntas por hacer. —De seguro es un vagabundo —Murmuró uno de ellos. Mahdi, quién lo alcanzó a escuchar no dijo nada, fingiendo demencia, sólo centraba su mirada a la ventana, esperando: había "algo" que parecía haberle maravillado en las afueras del pueblo.
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  • -Diferente a otras veces, esta ves las aventuras de la demonio acontecian en un mercado que parecía ser de estilo medieval o renacentista. Los edificios son de estilo gótico, con techos altos de tejas rojas, fachadas ornamentadas, y grandes ventanales con vitrales decorativos. Los comerciantes exhiben sus productos en mesas de madera, y los transeúntes, vestidos con ropas tradicionales de la época, pasean mientras observan los artículos a la venta. Hay una mezcla de figuras, lo que sugiere un lugar frecuentado tanto por aldeanos comunes como por aventureros.-

    -El ambiente es bullicioso pero acogedor, con la luz del día iluminando la escena y reflejando un día claro. Se puede sentir la historia en el aire, como si cada rincón de este mercado tuviera una historia que contar, mientras los sonidos de conversaciones y el aroma de especias y comida llenan el aire. Es un lugar donde se mezclan las vidas de diversos personajes en una comunidad vibrante y llena de vida.-

    -Star caminaba lentamente por las adoquinadas calles del mercado, sus botas modernas chocando con el suelo de piedra en un ritmo constante. Aunque su capa con capucha la cubría, ocultando la mayor parte de su figura, no podía evitar llamar la atención con cada paso que daba. Los colores vibrantes y el diseño ajustado de su ropa bajo la capa contrastaban marcadamente con las prendas simples y holgadas de los aldeanos que la rodeaban. Sin embargo, el bullicio del mercado la mantenía en el anonimato, permitiéndole disfrutar de su entorno sin ser reconocida.-

    -Sus ojos se movían de un lado a otro, fascinados por los detalles de los puestos de mercado. Frutas y verduras frescas se apilaban en pirámides perfectas, sus colores brillantes resaltando bajo la luz del sol. Los artesanos ofrecían joyas finamente trabajadas, tallas en madera y utensilios de metal, todos exhibidos con orgullo en mesas robustas de madera. Los aromas de especias exóticas y alimentos cocinados al momento le llenaban los sentidos-

    "Esto es asombroso..."

    -murmuró para sí misma, sus palabras casi perdidas en el bullicio de la multitud. Cada pequeño detalle del mercado parecía transportarla a otro mundo, uno que solo había soñado en su juventud.-

    -Una sonrisa traviesa se formó en su rostro mientras imaginaba una escena distinta a la que solía vivir.-

    (Imagina Star... Aquí podrías ser la princesa en apuros, esperando a que un valiente caballero venga a rescatarte...)

    -Su risa suave resonó bajo la capucha mientras se perdía en su fantasía-

    "Pero no soy una simple princesa... Sería la princesa más intrigante de todas, una que guarda una trágica historia, poderes ocultos y además que es una demonio, pero ¿Quien sospecharía? Con mis cuernos y cola ocultos soy solo una mas entre toda esta gente~ Aun que tal vez deberia comprar ropa a corde a la epoca~~ ¡Kya! ¡Vestidos largo y hermosos!)

    -Su sonrisa se amplió mientras miraba a los guardias que patrullaban el mercado, sus armaduras brillando al sol. Los hombres, altos y fuertes, parecían sacados directamente de un cuento de hadas. Star no pudo evitar fantasear con la idea de ser rescatada por uno de ellos, aunque sabía muy bien que, en realidad, era ella quien solía salvar a otros.-

    (Quizás podría dejar que uno de ellos intente rescatarme... solo para ver cómo se desenvolverían las cosas)

    - bromeó en su mente, divertida por la idea. Pero claro en el fondo sabía bastante bien que no sería correcto causar problemas en un mundo que no es el suyo-
    -Diferente a otras veces, esta ves las aventuras de la demonio acontecian en un mercado que parecía ser de estilo medieval o renacentista. Los edificios son de estilo gótico, con techos altos de tejas rojas, fachadas ornamentadas, y grandes ventanales con vitrales decorativos. Los comerciantes exhiben sus productos en mesas de madera, y los transeúntes, vestidos con ropas tradicionales de la época, pasean mientras observan los artículos a la venta. Hay una mezcla de figuras, lo que sugiere un lugar frecuentado tanto por aldeanos comunes como por aventureros.- -El ambiente es bullicioso pero acogedor, con la luz del día iluminando la escena y reflejando un día claro. Se puede sentir la historia en el aire, como si cada rincón de este mercado tuviera una historia que contar, mientras los sonidos de conversaciones y el aroma de especias y comida llenan el aire. Es un lugar donde se mezclan las vidas de diversos personajes en una comunidad vibrante y llena de vida.- -Star caminaba lentamente por las adoquinadas calles del mercado, sus botas modernas chocando con el suelo de piedra en un ritmo constante. Aunque su capa con capucha la cubría, ocultando la mayor parte de su figura, no podía evitar llamar la atención con cada paso que daba. Los colores vibrantes y el diseño ajustado de su ropa bajo la capa contrastaban marcadamente con las prendas simples y holgadas de los aldeanos que la rodeaban. Sin embargo, el bullicio del mercado la mantenía en el anonimato, permitiéndole disfrutar de su entorno sin ser reconocida.- -Sus ojos se movían de un lado a otro, fascinados por los detalles de los puestos de mercado. Frutas y verduras frescas se apilaban en pirámides perfectas, sus colores brillantes resaltando bajo la luz del sol. Los artesanos ofrecían joyas finamente trabajadas, tallas en madera y utensilios de metal, todos exhibidos con orgullo en mesas robustas de madera. Los aromas de especias exóticas y alimentos cocinados al momento le llenaban los sentidos- "Esto es asombroso..." -murmuró para sí misma, sus palabras casi perdidas en el bullicio de la multitud. Cada pequeño detalle del mercado parecía transportarla a otro mundo, uno que solo había soñado en su juventud.- -Una sonrisa traviesa se formó en su rostro mientras imaginaba una escena distinta a la que solía vivir.- (Imagina Star... Aquí podrías ser la princesa en apuros, esperando a que un valiente caballero venga a rescatarte...) -Su risa suave resonó bajo la capucha mientras se perdía en su fantasía- "Pero no soy una simple princesa... Sería la princesa más intrigante de todas, una que guarda una trágica historia, poderes ocultos y además que es una demonio, pero ¿Quien sospecharía? Con mis cuernos y cola ocultos soy solo una mas entre toda esta gente~ Aun que tal vez deberia comprar ropa a corde a la epoca~~ ¡Kya! ¡Vestidos largo y hermosos!) -Su sonrisa se amplió mientras miraba a los guardias que patrullaban el mercado, sus armaduras brillando al sol. Los hombres, altos y fuertes, parecían sacados directamente de un cuento de hadas. Star no pudo evitar fantasear con la idea de ser rescatada por uno de ellos, aunque sabía muy bien que, en realidad, era ella quien solía salvar a otros.- (Quizás podría dejar que uno de ellos intente rescatarme... solo para ver cómo se desenvolverían las cosas) - bromeó en su mente, divertida por la idea. Pero claro en el fondo sabía bastante bien que no sería correcto causar problemas en un mundo que no es el suyo-
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  • Descanso y Reflexión

    #wendigo #oneshot

    -----Rancho "El Espíritu del Bosque". Eureka, Montana.

    El sol apenas se asoma sobre el horizonte cuando llega al rancho de unos viejos y muy buenos amigos. Las primeras luces del día pintan el cielo de tonos rosados y naranjas, y el aire matutino tiene una frescura revitalizante. El sonido de los caballos y el crujido de la grava bajo sus botas le dan una sensación de bienvenida y familiaridad, le devuelven la tranquilidad que perdió en su última investigación.

    James se siente abrumado por la tensión acumulada en las últimas semanas, entre la investigación de la mansión y su lucha constante con la maldición que le tortura. Sabe que necesita descansar para recuperar el equilibrio.

    Al llegar al corral, es recibido por el anciano patriarca, cuya mirada siempre ha reflejado una profunda sabiduría y serenidad.

    — James, es bueno verte —dice con una sonrisa cálida—. Supongo que vienes a buscar un poco de paz.

    — Chayton —James apura unos pasos para abrazar a su viejo amigo— ¿Cuánto a sido? ¿Seis meses? Sí, necesito un respiro. Estuve a punto de perder el control. Fue más difícil de lo que esperaba, más que otras veces. Pude sentir su aliento en la nuca. Estaba al borde de convertirme en aquello que siempre he temido ser.

    Chayton asiente lentamente, su mirada fija en James, sin rastro de juicio en sus ojos.

    — El control es una batalla constante, mi amigo. El hecho de que hayas sentido la amenaza significa que aún eres consciente de quién eres y lo que puedes llegar a ser. El wendigo te consume, pero también te recuerda cada día que aún luchas.

    James baja la mirada, avergonzado, mientras comienza a relatarle a Chayton lo que ocurrió. El viento sopla suavemente a través del campo, moviendo las hojas de los árboles, pero la mente de James está atrapada en el momento en que perdió el control.

    — Estaba muy molesto. No me di cuenta de lo que estaba haciendo. Regañé a esta persona, alguien que realmente me importa… y en mi enojo, algo pasó. No quería hacerlo, pero... usé el poder del wendigo sin querer. Entré en su mente, afecté sus emociones.

    Chayton, con su expresión siempre serena, observa a James con atención, dejando que termine su confesión antes de responder.

    — Cuéntame más, James. ¿Qué pasó cuando entraste en su mente? ¿Qué sintió?

    James suspira, frotándose el puente de la nariz como si intentara aliviar un dolor invisible.

    — No mucho, no lo noté. No fue como cuando la maldición me impulsa a cazar o a alimentarme. Luego él me dijo que, en lugar de molestarse por mi actuar, sintió ternura.

    Chayton frunce el ceño, claramente intrigado por la situación.

    — El wendigo no es conocido por inspirar ternura, James. Es una criatura de hambre, de ira y desesperación. Si esta persona sintió ternura, podría significar que algo más está sucediendo. Tal vez esos sentimientos ya existían y simplemente fueron amplificados por tu presencia, o tal vez... algo en ti, algo que no es del todo el wendigo, se manifestó en ese momento.

    James se queda en silencio por un largo momento, el peso de lo que Chayton ha sugerido cayendo sobre él como una revelación inesperada. La posibilidad de que la ternura que sintió aquella persona importante fuera auténtica, y no simplemente una manipulación del wendigo, lo toma por sorpresa.

    Sus ojos se abren un poco más, y su respiración se vuelve casi imperceptible mientras procesa la idea. Es un pensamiento que no había permitido entrar completamente en su mente hasta ahora.

    — ¿Auténtica…? —murmura, casi para sí mismo, como si el concepto le resultara completamente ajeno en ese contexto, pero no es así, de hecho, solo con pensarlo un momento, conectado esto con otros muchos gestos que aquella persona ha tenido... Tiene tanto sentido como peso.

    Chayton observa la reacción de James, reconociendo la profundidad de su sorpresa.

    — Las emociones no siempre tienen riendas, James. No todo es producto de la maldición, no todo en ti está corrompido. Quizás… esa persona vio algo en ti que tú mismo no has visto.

    James traga saliva, luchando por encontrar las palabras adecuadas.

    — Es... difícil.

    Chayton lo observa con una mirada comprensiva.

    — Lo que importa ahora, James, es que no puedes dejarte consumir por la duda

    — ¿Y si la próxima vez no soy tan fuerte? ¿Y si… cedo?

    Chayton apoya una mano sobre el hombro de James, su agarre es firme a pesar de su avanzada edad.

    — Mientras sigas preguntándotelo, seguirás teniendo la fuerza para resistir. Pero no tienes que hacerlo solo. La tierra tiene su propia energía, y tú sabes cómo conectarte con ella. Deja que te ayude a equilibrar tu espíritu.

    James asiente, agradecido por la comprensión y el consejo de su viejo amigo. Hablar de sus temores siempre ha sido difícil, pero Chayton tiene una forma de hacer que todo parezca más manejable.

    — Gracias. Necesitaba escuchar eso.

    El anciano sonríe levemente, asiente y lo guía hacia las caballerizas. Juntos preparan a “Lobo”, un majestuoso mustang que James ha montado desde su juventud. El caballo relincha suavemente, reconociendo a su viejo amigo.

    — Recuerda, James —dice Chayton mientras ajusta la montura—, cuando sientas que estás por colapsar, vuelve a tus raíces y encuentra tu centro. La tierra, el viento y los espíritus de nuestros ancestros te guiarán.

    James asiente, sintiendo el poder de esas palabras resonar en su corazón. Monta a Lobo con destreza y sale al galope, dejando que el viento en su rostro y el ritmo del caballo bajo él lo reconecten con su espíritu.

    Cabalga a través de los vastos campos y colinas, el sonido de los cascos golpeando la tierra es como un mantra que le ayuda a despejar su mente. Los olores del pasto fresco, el polvo y la brisa le traen recuerdos de su niñez, cuando la vida era más simple y sus problemas parecían más pequeños.

    Después de un rato, James llega a un claro cerca de un arroyo. Detiene a Lobo y desmonta, dejando que el caballo beba del agua fresca. Se sienta en la orilla del arroyo, observando el flujo constante del agua, recordando las historias y enseñanzas que Chayton y otros ancianos le contaron cuando era niño.

    — Recuerda quién eres, James —se dice a sí mismo en voz baja—. Eres más fuerte de lo que piensas. No estás solo.

    Descanso y Reflexión #wendigo #oneshot -----Rancho "El Espíritu del Bosque". Eureka, Montana. El sol apenas se asoma sobre el horizonte cuando llega al rancho de unos viejos y muy buenos amigos. Las primeras luces del día pintan el cielo de tonos rosados y naranjas, y el aire matutino tiene una frescura revitalizante. El sonido de los caballos y el crujido de la grava bajo sus botas le dan una sensación de bienvenida y familiaridad, le devuelven la tranquilidad que perdió en su última investigación. James se siente abrumado por la tensión acumulada en las últimas semanas, entre la investigación de la mansión y su lucha constante con la maldición que le tortura. Sabe que necesita descansar para recuperar el equilibrio. Al llegar al corral, es recibido por el anciano patriarca, cuya mirada siempre ha reflejado una profunda sabiduría y serenidad. — James, es bueno verte —dice con una sonrisa cálida—. Supongo que vienes a buscar un poco de paz. — Chayton —James apura unos pasos para abrazar a su viejo amigo— ¿Cuánto a sido? ¿Seis meses? Sí, necesito un respiro. Estuve a punto de perder el control. Fue más difícil de lo que esperaba, más que otras veces. Pude sentir su aliento en la nuca. Estaba al borde de convertirme en aquello que siempre he temido ser. Chayton asiente lentamente, su mirada fija en James, sin rastro de juicio en sus ojos. — El control es una batalla constante, mi amigo. El hecho de que hayas sentido la amenaza significa que aún eres consciente de quién eres y lo que puedes llegar a ser. El wendigo te consume, pero también te recuerda cada día que aún luchas. James baja la mirada, avergonzado, mientras comienza a relatarle a Chayton lo que ocurrió. El viento sopla suavemente a través del campo, moviendo las hojas de los árboles, pero la mente de James está atrapada en el momento en que perdió el control. — Estaba muy molesto. No me di cuenta de lo que estaba haciendo. Regañé a esta persona, alguien que realmente me importa… y en mi enojo, algo pasó. No quería hacerlo, pero... usé el poder del wendigo sin querer. Entré en su mente, afecté sus emociones. Chayton, con su expresión siempre serena, observa a James con atención, dejando que termine su confesión antes de responder. — Cuéntame más, James. ¿Qué pasó cuando entraste en su mente? ¿Qué sintió? James suspira, frotándose el puente de la nariz como si intentara aliviar un dolor invisible. — No mucho, no lo noté. No fue como cuando la maldición me impulsa a cazar o a alimentarme. Luego él me dijo que, en lugar de molestarse por mi actuar, sintió ternura. Chayton frunce el ceño, claramente intrigado por la situación. — El wendigo no es conocido por inspirar ternura, James. Es una criatura de hambre, de ira y desesperación. Si esta persona sintió ternura, podría significar que algo más está sucediendo. Tal vez esos sentimientos ya existían y simplemente fueron amplificados por tu presencia, o tal vez... algo en ti, algo que no es del todo el wendigo, se manifestó en ese momento. James se queda en silencio por un largo momento, el peso de lo que Chayton ha sugerido cayendo sobre él como una revelación inesperada. La posibilidad de que la ternura que sintió aquella persona importante fuera auténtica, y no simplemente una manipulación del wendigo, lo toma por sorpresa. Sus ojos se abren un poco más, y su respiración se vuelve casi imperceptible mientras procesa la idea. Es un pensamiento que no había permitido entrar completamente en su mente hasta ahora. — ¿Auténtica…? —murmura, casi para sí mismo, como si el concepto le resultara completamente ajeno en ese contexto, pero no es así, de hecho, solo con pensarlo un momento, conectado esto con otros muchos gestos que aquella persona ha tenido... Tiene tanto sentido como peso. Chayton observa la reacción de James, reconociendo la profundidad de su sorpresa. — Las emociones no siempre tienen riendas, James. No todo es producto de la maldición, no todo en ti está corrompido. Quizás… esa persona vio algo en ti que tú mismo no has visto. James traga saliva, luchando por encontrar las palabras adecuadas. — Es... difícil. Chayton lo observa con una mirada comprensiva. — Lo que importa ahora, James, es que no puedes dejarte consumir por la duda — ¿Y si la próxima vez no soy tan fuerte? ¿Y si… cedo? Chayton apoya una mano sobre el hombro de James, su agarre es firme a pesar de su avanzada edad. — Mientras sigas preguntándotelo, seguirás teniendo la fuerza para resistir. Pero no tienes que hacerlo solo. La tierra tiene su propia energía, y tú sabes cómo conectarte con ella. Deja que te ayude a equilibrar tu espíritu. James asiente, agradecido por la comprensión y el consejo de su viejo amigo. Hablar de sus temores siempre ha sido difícil, pero Chayton tiene una forma de hacer que todo parezca más manejable. — Gracias. Necesitaba escuchar eso. El anciano sonríe levemente, asiente y lo guía hacia las caballerizas. Juntos preparan a “Lobo”, un majestuoso mustang que James ha montado desde su juventud. El caballo relincha suavemente, reconociendo a su viejo amigo. — Recuerda, James —dice Chayton mientras ajusta la montura—, cuando sientas que estás por colapsar, vuelve a tus raíces y encuentra tu centro. La tierra, el viento y los espíritus de nuestros ancestros te guiarán. James asiente, sintiendo el poder de esas palabras resonar en su corazón. Monta a Lobo con destreza y sale al galope, dejando que el viento en su rostro y el ritmo del caballo bajo él lo reconecten con su espíritu. Cabalga a través de los vastos campos y colinas, el sonido de los cascos golpeando la tierra es como un mantra que le ayuda a despejar su mente. Los olores del pasto fresco, el polvo y la brisa le traen recuerdos de su niñez, cuando la vida era más simple y sus problemas parecían más pequeños. Después de un rato, James llega a un claro cerca de un arroyo. Detiene a Lobo y desmonta, dejando que el caballo beba del agua fresca. Se sienta en la orilla del arroyo, observando el flujo constante del agua, recordando las historias y enseñanzas que Chayton y otros ancianos le contaron cuando era niño. — Recuerda quién eres, James —se dice a sí mismo en voz baja—. Eres más fuerte de lo que piensas. No estás solo.
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  • Shoko Ieiri estaba sentada en el balcón de la escuela de jujutsu, mirando el horizonte teñido de un suave tono anaranjado por el sol que se despedía. El silencio envolvía el lugar, roto solo por el murmullo lejano de los estudiantes practicando exorcismos. En momentos como este, cuando la tranquilidad del entorno contrastaba con la violencia inherente a su mundo, los pensamientos sobre la vida y la muerte se arremolinaban en su mente.

    La vida era frágil, lo sabía mejor que nadie. Como médico de jujutsu, había presenciado demasiadas muertes, algunas repentinas y otras lentas, pero todas inevitablemente desgarradoras. Las vidas se extinguían tan fácilmente, como si fueran pequeñas llamas apagadas por un soplo de viento. Cada vez que un compañero caía, Shoko no podía evitar preguntarse sobre el propósito de todo aquello. ¿Qué sentido tenía luchar tan desesperadamente, sabiendo que la muerte siempre estaba al acecho, acechando desde las sombras?

    Ella pensaba en Suguru Geto, en la manera en que su vida había dado un giro tan oscuro, transformando a alguien a quien una vez consideró un amigo cercano. ¿Acaso su caída no era un recordatorio brutal de lo efímera que es la existencia? Shoko se preguntaba si realmente habían entendido la magnitud de lo que enfrentaban todos los días. En un mundo donde la muerte podía llegar en cualquier momento, ¿cómo se suponía que alguien encontrara paz?

    El tiempo parecía volar, y la juventud se desvanecía junto con las ilusiones de inmortalidad que alguna vez tuvo. Se dio cuenta de que, al final, no importa cuán fuertes o talentosos fueran, todos estaban atrapados en la misma inevitable espiral hacia la nada. La vida era un suspiro, un destello en la vasta oscuridad, y mientras lo reconocía, también entendía que esa misma fugacidad era lo que hacía cada momento tan valioso.

    Shoko suspiró, dejando que sus pensamientos se disolvieran en el aire fresco de la tarde. Sabía que, a pesar de todo, seguiría adelante. No porque creyera que podía vencer a la muerte, sino porque valoraba cada segundo que tenía para vivir, para recordar, y para amar, a su manera silenciosa, las conexiones que hacía a lo largo del camino, por efímeras que fueran.
    Shoko Ieiri estaba sentada en el balcón de la escuela de jujutsu, mirando el horizonte teñido de un suave tono anaranjado por el sol que se despedía. El silencio envolvía el lugar, roto solo por el murmullo lejano de los estudiantes practicando exorcismos. En momentos como este, cuando la tranquilidad del entorno contrastaba con la violencia inherente a su mundo, los pensamientos sobre la vida y la muerte se arremolinaban en su mente. La vida era frágil, lo sabía mejor que nadie. Como médico de jujutsu, había presenciado demasiadas muertes, algunas repentinas y otras lentas, pero todas inevitablemente desgarradoras. Las vidas se extinguían tan fácilmente, como si fueran pequeñas llamas apagadas por un soplo de viento. Cada vez que un compañero caía, Shoko no podía evitar preguntarse sobre el propósito de todo aquello. ¿Qué sentido tenía luchar tan desesperadamente, sabiendo que la muerte siempre estaba al acecho, acechando desde las sombras? Ella pensaba en Suguru Geto, en la manera en que su vida había dado un giro tan oscuro, transformando a alguien a quien una vez consideró un amigo cercano. ¿Acaso su caída no era un recordatorio brutal de lo efímera que es la existencia? Shoko se preguntaba si realmente habían entendido la magnitud de lo que enfrentaban todos los días. En un mundo donde la muerte podía llegar en cualquier momento, ¿cómo se suponía que alguien encontrara paz? El tiempo parecía volar, y la juventud se desvanecía junto con las ilusiones de inmortalidad que alguna vez tuvo. Se dio cuenta de que, al final, no importa cuán fuertes o talentosos fueran, todos estaban atrapados en la misma inevitable espiral hacia la nada. La vida era un suspiro, un destello en la vasta oscuridad, y mientras lo reconocía, también entendía que esa misma fugacidad era lo que hacía cada momento tan valioso. Shoko suspiró, dejando que sus pensamientos se disolvieran en el aire fresco de la tarde. Sabía que, a pesar de todo, seguiría adelante. No porque creyera que podía vencer a la muerte, sino porque valoraba cada segundo que tenía para vivir, para recordar, y para amar, a su manera silenciosa, las conexiones que hacía a lo largo del camino, por efímeras que fueran.
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  • En aquellos días, cuando el peso del mundo parecía algo lejano y las sombras del futuro aún no se cernían sobre ellos, Shoko Ieiri se encontraba a menudo observando a Suguru Geto. Había algo en él, una mezcla de serenidad y fuerza, que la fascinaba profundamente. Suguru tenía una presencia que irradiaba confianza, pero también una tristeza silenciosa que pocas veces se permitía mostrar. Para Shoko, esa dualidad en su carácter era lo que lo hacía tan especial.

    Cuando Suguru hablaba, sus palabras siempre eran reflexivas, cargadas de una sabiduría que iba más allá de su edad. A menudo, Shoko se preguntaba cómo alguien tan joven podía tener una visión tan clara del mundo y, a la vez, cargar con un peso tan invisible. Ella veía en Suguru un espíritu noble, alguien que siempre buscaba lo mejor para los demás, incluso si eso significaba sacrificarse a sí mismo. En él, Shoko encontraba una bondad que era rara en su entorno, un sentido de justicia que iba más allá de las normas impuestas por la sociedad.

    A medida que pasaba el tiempo, Shoko no podía evitar notar cómo Suguru comenzaba a distanciarse poco a poco. Había algo que lo estaba consumiendo por dentro, una lucha interna que él nunca compartió con los demás. A veces, en los momentos de calma, Shoko se encontraba deseando poder aliviar ese dolor, ser quien lo ayudara a encontrar la paz que tanto necesitaba. Quizás, en el fondo, una parte de ella ansiaba ser más que una amiga para él, deseaba ser alguien en quien él pudiera confiar completamente.

    Sin embargo, Shoko sabía que el mundo en el que vivían no permitía tales sueños. La vida de un hechicero estaba llena de peligros, y el camino que Suguru comenzaba a recorrer lo alejaba cada vez más de ella. Pero incluso mientras su amistad se mantenía, y las barreras entre ellos crecían, Shoko no podía evitar sentir un profundo cariño por su compañero. Tal vez no era amor en el sentido tradicional, pero había algo en su corazón que latía con fuerza cada vez que pensaba en él. Un deseo silencioso de verlo feliz, de ver brillar nuevamente la luz en sus ojos.

    En su juventud, Shoko nunca llegó a expresar esos sentimientos, ni siquiera a sí misma. Pero en su corazón, sabía que había visto lo mejor en él. Había visto su bondad, su amor por los demás, y su dolor. Y aunque el tiempo y las circunstancias los llevaron por caminos diferentes, Shoko siempre guardó en su memoria la imagen de un joven que, a pesar de todo, había sido capaz de iluminar su mundo.
    En aquellos días, cuando el peso del mundo parecía algo lejano y las sombras del futuro aún no se cernían sobre ellos, Shoko Ieiri se encontraba a menudo observando a Suguru Geto. Había algo en él, una mezcla de serenidad y fuerza, que la fascinaba profundamente. Suguru tenía una presencia que irradiaba confianza, pero también una tristeza silenciosa que pocas veces se permitía mostrar. Para Shoko, esa dualidad en su carácter era lo que lo hacía tan especial. Cuando Suguru hablaba, sus palabras siempre eran reflexivas, cargadas de una sabiduría que iba más allá de su edad. A menudo, Shoko se preguntaba cómo alguien tan joven podía tener una visión tan clara del mundo y, a la vez, cargar con un peso tan invisible. Ella veía en Suguru un espíritu noble, alguien que siempre buscaba lo mejor para los demás, incluso si eso significaba sacrificarse a sí mismo. En él, Shoko encontraba una bondad que era rara en su entorno, un sentido de justicia que iba más allá de las normas impuestas por la sociedad. A medida que pasaba el tiempo, Shoko no podía evitar notar cómo Suguru comenzaba a distanciarse poco a poco. Había algo que lo estaba consumiendo por dentro, una lucha interna que él nunca compartió con los demás. A veces, en los momentos de calma, Shoko se encontraba deseando poder aliviar ese dolor, ser quien lo ayudara a encontrar la paz que tanto necesitaba. Quizás, en el fondo, una parte de ella ansiaba ser más que una amiga para él, deseaba ser alguien en quien él pudiera confiar completamente. Sin embargo, Shoko sabía que el mundo en el que vivían no permitía tales sueños. La vida de un hechicero estaba llena de peligros, y el camino que Suguru comenzaba a recorrer lo alejaba cada vez más de ella. Pero incluso mientras su amistad se mantenía, y las barreras entre ellos crecían, Shoko no podía evitar sentir un profundo cariño por su compañero. Tal vez no era amor en el sentido tradicional, pero había algo en su corazón que latía con fuerza cada vez que pensaba en él. Un deseo silencioso de verlo feliz, de ver brillar nuevamente la luz en sus ojos. En su juventud, Shoko nunca llegó a expresar esos sentimientos, ni siquiera a sí misma. Pero en su corazón, sabía que había visto lo mejor en él. Había visto su bondad, su amor por los demás, y su dolor. Y aunque el tiempo y las circunstancias los llevaron por caminos diferentes, Shoko siempre guardó en su memoria la imagen de un joven que, a pesar de todo, había sido capaz de iluminar su mundo.
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  • [When all I dream of is your eyes,
    All I long for is your touch.]

    Sentada en el sofá de su pequeño apartamento, con las luces bajas y el silencio de la noche envolviéndola como una manta, Shoko se encontraba sola con sus pensamientos, cigarrillos y un vino. Encendió uno, observando cómo la primera bocanada de humo se elevaba perezosamente hacia el techo.

    Mientras exhalaba, sus pensamientos volaron inevitablemente hacia el pasado. Había un nombre, un rostro, una risa que aún resonaba en los rincones de su memoria. Recordó cómo solían reír juntos, las noches interminables de conversaciones y el calor de un sentimiento que parecía indestructible en su juventud.

    El humo del cigarrillo trazaba patrones en el aire, casi como si dibujara la imagen de esa persona en la penumbra de la habitación. Shoko se preguntaba cómo estaría ahora, si alguna vez pensó en ella con la misma intensidad y melancolía. La vida los había llevado por caminos diferentes, pero ese amor perdido seguía siendo una parte inamovible de su ser.

    El cigarrillo se consumía lentamente, al igual que sus recuerdos, dejando solo cenizas y un vacío que no podía llenar. Suspiró, permitiendo que la tristeza se deslizara sobre ella como un manto pesado. Sabía que, aunque el tiempo había pasado, algunas cicatrices nunca se curan del todo.

    Apagó el cigarrillo y se recostó en el sofá, abrazando la soledad de la noche. Aunque su mente seguía vagando por esos momentos pasados, una parte de ella se aferraba a la esperanza de que algún día, podría encontrar un amor que la hiciera sentir viva nuevamente.

    #seductivesunday
    [When all I dream of is your eyes, All I long for is your touch.] Sentada en el sofá de su pequeño apartamento, con las luces bajas y el silencio de la noche envolviéndola como una manta, Shoko se encontraba sola con sus pensamientos, cigarrillos y un vino. Encendió uno, observando cómo la primera bocanada de humo se elevaba perezosamente hacia el techo. Mientras exhalaba, sus pensamientos volaron inevitablemente hacia el pasado. Había un nombre, un rostro, una risa que aún resonaba en los rincones de su memoria. Recordó cómo solían reír juntos, las noches interminables de conversaciones y el calor de un sentimiento que parecía indestructible en su juventud. El humo del cigarrillo trazaba patrones en el aire, casi como si dibujara la imagen de esa persona en la penumbra de la habitación. Shoko se preguntaba cómo estaría ahora, si alguna vez pensó en ella con la misma intensidad y melancolía. La vida los había llevado por caminos diferentes, pero ese amor perdido seguía siendo una parte inamovible de su ser. El cigarrillo se consumía lentamente, al igual que sus recuerdos, dejando solo cenizas y un vacío que no podía llenar. Suspiró, permitiendo que la tristeza se deslizara sobre ella como un manto pesado. Sabía que, aunque el tiempo había pasado, algunas cicatrices nunca se curan del todo. Apagó el cigarrillo y se recostó en el sofá, abrazando la soledad de la noche. Aunque su mente seguía vagando por esos momentos pasados, una parte de ella se aferraba a la esperanza de que algún día, podría encontrar un amor que la hiciera sentir viva nuevamente. #seductivesunday
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  • Alessandro en su juventud no estuvo solo, al menos no tanto.
    Los Laurel trabajan para la familia Salerno cómo sus guardaespaldas o sicarios. La señorita Salerno compartía edad con ellos, así que fueron alguna especie de trío bastante particular.

    Por un lado Rafael, él es su hermano adoptivo, basando su experiencia más que nada en analizar o negocios, Alessandro siempre consideró que su hermano era demasiado listo cómo para tener que mancharse las manos de sangre.

    Luego estaba la señorita N, su carácter congeniaba bien con Aless, no tanto con Rafa, haciendo que hubieran algunas peleas entre ellos. Su carácter era más volátil, incluyendo en muchas ocasiones a la violencia cuándo algo que ella quería no se realizaba.

    Por último, Alessandro, no era el más listo, en ocasiones debían sacarlo de algún apuro. Sin embargo Aless era violento, compensaba sus carencias con brutalidad. En momentos era mencionado cómo un arma viviente.
    Alessandro en su juventud no estuvo solo, al menos no tanto. Los Laurel trabajan para la familia Salerno cómo sus guardaespaldas o sicarios. La señorita Salerno compartía edad con ellos, así que fueron alguna especie de trío bastante particular. Por un lado Rafael, él es su hermano adoptivo, basando su experiencia más que nada en analizar o negocios, Alessandro siempre consideró que su hermano era demasiado listo cómo para tener que mancharse las manos de sangre. Luego estaba la señorita N, su carácter congeniaba bien con Aless, no tanto con Rafa, haciendo que hubieran algunas peleas entre ellos. Su carácter era más volátil, incluyendo en muchas ocasiones a la violencia cuándo algo que ella quería no se realizaba. Por último, Alessandro, no era el más listo, en ocasiones debían sacarlo de algún apuro. Sin embargo Aless era violento, compensaba sus carencias con brutalidad. En momentos era mencionado cómo un arma viviente.
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