• El reencuentro bajo la luz de la luna
    Fandom Varios
    Categoría Drama
    La luna llena brillaba en lo alto del cielo nocturno, bañando la mansión en un resplandor fantasmal. Los meses habían pasado como una serie interminable de noches solitarias. Desde aquella fatídica fiesta donde todo se había desmoronado, ni Heinrich ni Kazuo habían vuelto a verse. La relación que alguna vez compartieron, tan profunda y cercana, se había desgastado como un hilo que se deshilacha con cada tirón. Y en medio de todo ese caos emocional, Heinrich había sucumbido a su agotamiento, permitiéndome, su alter, tomar las riendas mientras él se refugiaba en un letargo

    Sabía que el tiempo sin alimentarnos adecuadamente estaba comenzando a pasar factura. Los instintos vampíricos, esa sed abrasadora, no podían ser ignorados por mucho más. Y, a pesar de mi mayor fortaleza emocional y frialdad, no podía negar que el cuerpo que compartíamos necesitaba el lazo que habíamos forjado con Kazuo. La sangre del kitsune era única, un elixir que, más allá de la simple nutrición, había sostenido a Heinrich en momentos de desesperación.

    Sin embargo, esta vez no era solo una cuestión de hambre. También era un asunto pendiente que, tarde o temprano, debía resolverse. No podía permitir que Heinrich se escondiera para siempre. El peso de la culpa, de las palabras no dichas, de las heridas no sanadas... todo aquello no desaparecería por sí sol

    De pie junto a la ventana, dejé que la brisa fría de la noche rozara mi piel pálida. Cerré los ojos y me concentré, invocando el vínculo que aún compartíamos con Kazuo . Sabía que él podía sentirlo, esa conexión que habíamos cultivado con cada encuentro, con cada gota de sangre que había compartido con nosotros. Era una invitación, una llamada silenciosa que atravesaba la distancia entre nosotros.

    Esperé, dejando que la noche llevase mi mensaje como un susurro en el viento. Sabía que él lo escucharía, que lo sentiría. Era hora de enfrentar lo que habíamos dejado sin resolver, por el bien de Heinrich...
    La luna llena brillaba en lo alto del cielo nocturno, bañando la mansión en un resplandor fantasmal. Los meses habían pasado como una serie interminable de noches solitarias. Desde aquella fatídica fiesta donde todo se había desmoronado, ni Heinrich ni Kazuo habían vuelto a verse. La relación que alguna vez compartieron, tan profunda y cercana, se había desgastado como un hilo que se deshilacha con cada tirón. Y en medio de todo ese caos emocional, Heinrich había sucumbido a su agotamiento, permitiéndome, su alter, tomar las riendas mientras él se refugiaba en un letargo Sabía que el tiempo sin alimentarnos adecuadamente estaba comenzando a pasar factura. Los instintos vampíricos, esa sed abrasadora, no podían ser ignorados por mucho más. Y, a pesar de mi mayor fortaleza emocional y frialdad, no podía negar que el cuerpo que compartíamos necesitaba el lazo que habíamos forjado con Kazuo. La sangre del kitsune era única, un elixir que, más allá de la simple nutrición, había sostenido a Heinrich en momentos de desesperación. Sin embargo, esta vez no era solo una cuestión de hambre. También era un asunto pendiente que, tarde o temprano, debía resolverse. No podía permitir que Heinrich se escondiera para siempre. El peso de la culpa, de las palabras no dichas, de las heridas no sanadas... todo aquello no desaparecería por sí sol De pie junto a la ventana, dejé que la brisa fría de la noche rozara mi piel pálida. Cerré los ojos y me concentré, invocando el vínculo que aún compartíamos con [8KazuoAihara8]. Sabía que él podía sentirlo, esa conexión que habíamos cultivado con cada encuentro, con cada gota de sangre que había compartido con nosotros. Era una invitación, una llamada silenciosa que atravesaba la distancia entre nosotros. Esperé, dejando que la noche llevase mi mensaje como un susurro en el viento. Sabía que él lo escucharía, que lo sentiría. Era hora de enfrentar lo que habíamos dejado sin resolver, por el bien de Heinrich...
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  • -Es hora de ir a un evento por eso Robin se estaba arreglando para ir, hizo llegar una invitación a Lute , pues como es desde siempre su mejor amiga, hasta cuando el cielo estaba habitado, ella siempre estuvo a su lado, aunque por su carácter dosis, aveces sacaba de sus casilla a la exterminadora.

    Aunque esta vez planea ir a un evento asi con ella, ya sin dios, la ángel Robin, ahora trabajaba para Xipe, Aeon de la armonía o diosa de la armonía como se quiera decir.

    Viaja ahora entre galaxias para llevar la armonía en sus canciones y esta vez no será diferente, arreglandose para ir a Jairo un mundo antes dominado por el hielo y aislado, con su regreso la comunicación, Robin opto por llevarles un concierto y evento.

    Sabía que Lute solo conocía el cielo, infierno y tierra, por lo que le Podría emocionar conocer otro lugar ajeno a esos.

    Solo queda esperar que acepte ir porque, una vez lista ira al trasporte qué la llevara a Jairo -.
    -Es hora de ir a un evento por eso Robin se estaba arreglando para ir, hizo llegar una invitación a [Lute1], pues como es desde siempre su mejor amiga, hasta cuando el cielo estaba habitado, ella siempre estuvo a su lado, aunque por su carácter dosis, aveces sacaba de sus casilla a la exterminadora. Aunque esta vez planea ir a un evento asi con ella, ya sin dios, la ángel Robin, ahora trabajaba para Xipe, Aeon de la armonía o diosa de la armonía como se quiera decir. Viaja ahora entre galaxias para llevar la armonía en sus canciones y esta vez no será diferente, arreglandose para ir a Jairo un mundo antes dominado por el hielo y aislado, con su regreso la comunicación, Robin opto por llevarles un concierto y evento. Sabía que Lute solo conocía el cielo, infierno y tierra, por lo que le Podría emocionar conocer otro lugar ajeno a esos. Solo queda esperar que acepte ir porque, una vez lista ira al trasporte qué la llevara a Jairo -.
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  • La oportunidad se presenta ante mí y no pienso dejarla escapar. Heinrich ha sido... reservadito en muchos aspectos, pero yo no tengo esas restricciones. No veo por qué limitarse cuando se tiene este cuerpo y resistencia.

    Así que, ¿por qué no experimentar un poco? disfrutar realmente del placer, No es algo que Heinrich haya explorado tanto, pero yo... yo tengo una curiosidad insaciable.

    La invitación está hecha. La pregunta es... ¿Quién se atreverá a aceptar?
    La oportunidad se presenta ante mí y no pienso dejarla escapar. Heinrich ha sido... reservadito en muchos aspectos, pero yo no tengo esas restricciones. No veo por qué limitarse cuando se tiene este cuerpo y resistencia. Así que, ¿por qué no experimentar un poco? disfrutar realmente del placer, No es algo que Heinrich haya explorado tanto, pero yo... yo tengo una curiosidad insaciable. La invitación está hecha. La pregunta es... ¿Quién se atreverá a aceptar?
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  • Lee la invitación de un sitio en la tierra llamado "Hollvania Mamitas", carnet negro con letras rosadas muy intensas, ladea la cabeza y se encoge de hombros.
    Lee la invitación de un sitio en la tierra llamado "Hollvania Mamitas", carnet negro con letras rosadas muy intensas, ladea la cabeza y se encoge de hombros.
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  • La cena con la Interesante dama
    Fandom Varios
    Categoría Original
    La noche estaba en su apogeo, y la mansión se encontraba impecable, bañada en la suave luz de los candelabros que colgaban del techo. Todo estaba listo. Después de días de planificación y la espera de una confirmación, había llegado el momento.

    Esta vez, la invitación no había sido enviada por Heinrich, sino por mí. Aunque he pasado años viendo a sus conocidos desde la distancia, ahora era mi turno de acercarme, de conocer a aquellos que alguna vez compartieron momentos con él, pero desde mi propia perspectiva.

    La invitada de esta noche era Rubi Ketchlant una de las pocas personas que habían asistido a un banquete que se había hecho hace tiempo. No voy a mentir: mi curiosidad estaba al límite. Hasta ahora, solo la había observado a través de los recuerdos de Heinrich, pero quería verla en persona, sin las barreras de su mente.

    Había preparado una cena exquisita, platos que incluso Heinrich habría considerado dignos de una ocasión especial. El aroma de las especias y el vino llenaba el aire, invitando a quien cruzara la puerta a dejarse llevar por la atmósfera que había creado.

    Me ajusté la capa de terciopelo negro sobre los hombros y eché un último vistazo al salón. Todo estaba en su lugar: la mesa decorada con buen gusto, el fuego crepitando en la chimenea, y una botella de vino añejo respirando en el centro.

    Ahora, solo restaba esperar Una sonrisa de anticipación se dibujó en mis labios. Estaba más que dispuesto a descubrir si ella era tan interesante como Heinrich la recordaba.

    -Que empiece la velada...-
    La noche estaba en su apogeo, y la mansión se encontraba impecable, bañada en la suave luz de los candelabros que colgaban del techo. Todo estaba listo. Después de días de planificación y la espera de una confirmación, había llegado el momento. Esta vez, la invitación no había sido enviada por Heinrich, sino por mí. Aunque he pasado años viendo a sus conocidos desde la distancia, ahora era mi turno de acercarme, de conocer a aquellos que alguna vez compartieron momentos con él, pero desde mi propia perspectiva. La invitada de esta noche era [Rub_i26] una de las pocas personas que habían asistido a un banquete que se había hecho hace tiempo. No voy a mentir: mi curiosidad estaba al límite. Hasta ahora, solo la había observado a través de los recuerdos de Heinrich, pero quería verla en persona, sin las barreras de su mente. Había preparado una cena exquisita, platos que incluso Heinrich habría considerado dignos de una ocasión especial. El aroma de las especias y el vino llenaba el aire, invitando a quien cruzara la puerta a dejarse llevar por la atmósfera que había creado. Me ajusté la capa de terciopelo negro sobre los hombros y eché un último vistazo al salón. Todo estaba en su lugar: la mesa decorada con buen gusto, el fuego crepitando en la chimenea, y una botella de vino añejo respirando en el centro. Ahora, solo restaba esperar Una sonrisa de anticipación se dibujó en mis labios. Estaba más que dispuesto a descubrir si ella era tan interesante como Heinrich la recordaba. -Que empiece la velada...-
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  • -Había pasado ya algunos días después del encuentro entre Ryan y Elisabetta, fue un encuentro bastante interesante con un final inesperado pero que sin duda ayudó a calmar el humor de la rubia, y es que el último encuentro que tuvo con la peliroja no salió nada bien.

    Ryan se había encargado de hacer que Eli cambiara la perspectiva de las cosas a favor de él y su mafia, no había manera de rechazar una alianza o proponerla, ambos necesitan ayuda el uno del otro, entonces decidió tragarse su orgullo y enviar una nota con el mismo rubio, era una hoja que huele a ella, y tiene escrito en ella "Me gustaría aclarar las cosas contigo, si también te interesa me gustaría verte en la cafetería de la calle principal de Italia Roma, el día de mañana, un lugar con gente puede que ayude a nuestra charla, estaré esperando hasta las ocho de la noche, si no llegarás tomaré como rechazo mi invitación". Dobló la pequeña nota y se la dió al varón.

    Llego el día de aquella invitación y se sentó a beber un café mientras buscaba algo en su celular, Elisabetta es paciente cuando se trata de esperar así que no tiene problema en hacerlo y mientras lo hace toma una taza de té-

    Rubi Ketchlant
    -Había pasado ya algunos días después del encuentro entre Ryan y Elisabetta, fue un encuentro bastante interesante con un final inesperado pero que sin duda ayudó a calmar el humor de la rubia, y es que el último encuentro que tuvo con la peliroja no salió nada bien. Ryan se había encargado de hacer que Eli cambiara la perspectiva de las cosas a favor de él y su mafia, no había manera de rechazar una alianza o proponerla, ambos necesitan ayuda el uno del otro, entonces decidió tragarse su orgullo y enviar una nota con el mismo rubio, era una hoja que huele a ella, y tiene escrito en ella "Me gustaría aclarar las cosas contigo, si también te interesa me gustaría verte en la cafetería de la calle principal de Italia Roma, el día de mañana, un lugar con gente puede que ayude a nuestra charla, estaré esperando hasta las ocho de la noche, si no llegarás tomaré como rechazo mi invitación". Dobló la pequeña nota y se la dió al varón. Llego el día de aquella invitación y se sentó a beber un café mientras buscaba algo en su celular, Elisabetta es paciente cuando se trata de esperar así que no tiene problema en hacerlo y mientras lo hace toma una taza de té- [Rub_i26]
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  • Mierda.... Invoque a satanás

    -riega el infierno en agua bendita para alejar a la cosa que por bromear le dijo que viniera y la bruja acepto la invitación.... No va a renunciar a la única libertad que le queda !!!-
    Mierda.... Invoque a satanás -riega el infierno en agua bendita para alejar a la cosa que por bromear le dijo que viniera y la bruja acepto la invitación.... No va a renunciar a la única libertad que le queda !!!-
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  • A sus veintipocos, Carmina siempre responde lo mismo cuando alguien le pregunta si ha estado enamorada: "No, nunca. Nunca me ha pasado." Lo dice con una sonrisa y el tono de quien ha olvidado el sabor de ese sentimiento o de quien, simplemente, jamás lo ha probado. Y cualquiera podría creerle. Al menos hasta que Carmina se queda en silencio, y sus ojos, por unos instantes, parecen viajar a otro tiempo, a otras tardes donde el sol era más cálido y el aire olía a pan fresco.

    Cuando tenía diecisiete años, Carmina se enamoró de Nicolás, su vecino. Era el hijo mayor de la familia que administraba la panadería del vecindario, un lugar al que todos iban en busca de pan recién horneado y, para algunos, de una charla amable. Nicolás era un joven alto, de piel bronceada por el sol, con el cabello castaño largo y despeinado, y unos ojos negros que parecían guardar secretos y sueños. Él cuidaba de los gatos callejeros, que lo seguían por las calles como si fuera uno de ellos. Carmina, intrigada por su forma serena y bondadosa, se había acercado al principio por curiosidad, y luego por una conexión que no entendía del todo.

    Siempre se limitó a ser su amiga, a escucharle con atención cuando él hablaba de lo orgulloso que estaba de su familia o de sus planes para ayudar más en la panadería. Jamás confesó el cariño inmenso que sentía por él. ¿Para qué decirlo?, pensaba. Bastaba con estar cerca y compartir momentos sencillos, con esa paz que le traía el sonido de su voz o la risa que le escapaba cuando un gato le subía al hombro.

    Sin embargo, había momentos en que Nicolás parecía sentir lo mismo. A veces, él dejaba caer palabras tímidas o miradas que parecían decir más de lo que ella estaba dispuesta a aceptar. Como aquella vez, tras una tarde cuidando gatos, cuando se quedaron en silencio y Nicolás, con las mejillas levemente sonrojadas, le confesó que le gustaba estar cerca de ella. Carmina había desviado la mirada, riendo con nerviosismo, hablando de otra cosa, como si esas palabras no hubieran sido lo que realmente eran: una confesión disfrazada.

    La noche antes de que Nicolás desapareciera, él le había propuesto ir a tomar un café juntos el fin de semana. Carmina, con el corazón en la garganta, apenas pudo asentir, pensando que tal vez ese sería el momento en que ambos dejarían de esconder sus sentimientos. Pero el destino tenía otros planes.

    A la mañana siguiente, Nicolás ya no estaba. Desapareció sin dejar rastro, y aunque nadie sabía qué le había ocurrido exactamente, el vecindario asumió lo peor, al tratarse de un asunto que involucraba problemas con la mafia. Se decía que, sin tener culpa, se había visto atrapado en problemas por culpa de amigos que lo arrastraron sin quererlo a asuntos oscuros. Nicolás siempre fue un joven honesto y trabajador, alguien que quería ayudar a su familia, nada más. Carmina, al enterarse, sintió cómo su mundo se volvía gris. Las palabras de él, su invitación, resonaron en su mente como una broma amarga. Aquel café, aquella posibilidad, se desvaneció antes de poder ser real.

    La noticia le trajo también un eco doloroso del pasado. Recordó cómo su madre, años atrás, había arruinado la vida de su familia al involucrarse con un hombre que estaba ligado a la mafia. Carmina había crecido con el miedo constante de perderlo todo, de que el caos de esa vida secreta estallara un día y los devorara. Ahora, el ciclo parecía repetirse de un modo cruel, llevándose a Nicolás, otro inocente atrapado en una red de la que no pudo escapar.

    En las semanas que siguieron, Carmina visitaba la panadería en silencio, intentando mantenerse fuerte mientras veía a la familia de Nicolás seguir adelante con tristeza en los ojos. A veces, se acercaba a los gatos, los mismos que él había cuidado, como si en ellos pudiera encontrar algo de él, un último vestigio de aquel amor que guardó en silencio.

    Ahora, cuando alguien le pregunta si alguna vez se ha enamorado, Carmina recuerda el brillo de los ojos de Nicolás, sus palabras temblorosas y su invitación. Pero sigue negándolo, porque hablar de ese amor es como abrir una herida que aún no sana, una herida marcada por una promesa rota y una vida truncada por los errores de otros. Así, aquel amor permanece escondido entre las sombras de los años y en la fragancia del pan recién horneado que aún flota en su memoria.

    Sin embargo, guarda dos tesoros que no ha dejado que el tiempo borre: una de las pocas fotos que se tomaron juntos, donde él sonríe y la mira de reojo, y los gatos del vecindario, a quienes cuida como una promesa silenciosa, una manera de mantener vivo el recuerdo de aquel primer y único amor.
    A sus veintipocos, Carmina siempre responde lo mismo cuando alguien le pregunta si ha estado enamorada: "No, nunca. Nunca me ha pasado." Lo dice con una sonrisa y el tono de quien ha olvidado el sabor de ese sentimiento o de quien, simplemente, jamás lo ha probado. Y cualquiera podría creerle. Al menos hasta que Carmina se queda en silencio, y sus ojos, por unos instantes, parecen viajar a otro tiempo, a otras tardes donde el sol era más cálido y el aire olía a pan fresco. Cuando tenía diecisiete años, Carmina se enamoró de Nicolás, su vecino. Era el hijo mayor de la familia que administraba la panadería del vecindario, un lugar al que todos iban en busca de pan recién horneado y, para algunos, de una charla amable. Nicolás era un joven alto, de piel bronceada por el sol, con el cabello castaño largo y despeinado, y unos ojos negros que parecían guardar secretos y sueños. Él cuidaba de los gatos callejeros, que lo seguían por las calles como si fuera uno de ellos. Carmina, intrigada por su forma serena y bondadosa, se había acercado al principio por curiosidad, y luego por una conexión que no entendía del todo. Siempre se limitó a ser su amiga, a escucharle con atención cuando él hablaba de lo orgulloso que estaba de su familia o de sus planes para ayudar más en la panadería. Jamás confesó el cariño inmenso que sentía por él. ¿Para qué decirlo?, pensaba. Bastaba con estar cerca y compartir momentos sencillos, con esa paz que le traía el sonido de su voz o la risa que le escapaba cuando un gato le subía al hombro. Sin embargo, había momentos en que Nicolás parecía sentir lo mismo. A veces, él dejaba caer palabras tímidas o miradas que parecían decir más de lo que ella estaba dispuesta a aceptar. Como aquella vez, tras una tarde cuidando gatos, cuando se quedaron en silencio y Nicolás, con las mejillas levemente sonrojadas, le confesó que le gustaba estar cerca de ella. Carmina había desviado la mirada, riendo con nerviosismo, hablando de otra cosa, como si esas palabras no hubieran sido lo que realmente eran: una confesión disfrazada. La noche antes de que Nicolás desapareciera, él le había propuesto ir a tomar un café juntos el fin de semana. Carmina, con el corazón en la garganta, apenas pudo asentir, pensando que tal vez ese sería el momento en que ambos dejarían de esconder sus sentimientos. Pero el destino tenía otros planes. A la mañana siguiente, Nicolás ya no estaba. Desapareció sin dejar rastro, y aunque nadie sabía qué le había ocurrido exactamente, el vecindario asumió lo peor, al tratarse de un asunto que involucraba problemas con la mafia. Se decía que, sin tener culpa, se había visto atrapado en problemas por culpa de amigos que lo arrastraron sin quererlo a asuntos oscuros. Nicolás siempre fue un joven honesto y trabajador, alguien que quería ayudar a su familia, nada más. Carmina, al enterarse, sintió cómo su mundo se volvía gris. Las palabras de él, su invitación, resonaron en su mente como una broma amarga. Aquel café, aquella posibilidad, se desvaneció antes de poder ser real. La noticia le trajo también un eco doloroso del pasado. Recordó cómo su madre, años atrás, había arruinado la vida de su familia al involucrarse con un hombre que estaba ligado a la mafia. Carmina había crecido con el miedo constante de perderlo todo, de que el caos de esa vida secreta estallara un día y los devorara. Ahora, el ciclo parecía repetirse de un modo cruel, llevándose a Nicolás, otro inocente atrapado en una red de la que no pudo escapar. En las semanas que siguieron, Carmina visitaba la panadería en silencio, intentando mantenerse fuerte mientras veía a la familia de Nicolás seguir adelante con tristeza en los ojos. A veces, se acercaba a los gatos, los mismos que él había cuidado, como si en ellos pudiera encontrar algo de él, un último vestigio de aquel amor que guardó en silencio. Ahora, cuando alguien le pregunta si alguna vez se ha enamorado, Carmina recuerda el brillo de los ojos de Nicolás, sus palabras temblorosas y su invitación. Pero sigue negándolo, porque hablar de ese amor es como abrir una herida que aún no sana, una herida marcada por una promesa rota y una vida truncada por los errores de otros. Así, aquel amor permanece escondido entre las sombras de los años y en la fragancia del pan recién horneado que aún flota en su memoria. Sin embargo, guarda dos tesoros que no ha dejado que el tiempo borre: una de las pocas fotos que se tomaron juntos, donde él sonríe y la mira de reojo, y los gatos del vecindario, a quienes cuida como una promesa silenciosa, una manera de mantener vivo el recuerdo de aquel primer y único amor.
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  • - el joven príncipe aún estaba un poco durando , mientras la muchacha lo sostenía el brazo por su invitación.-
    - el joven príncipe aún estaba un poco durando , mientras la muchacha lo sostenía el brazo por su invitación.-
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  • II. Primeras segundas impresiones
    Fandom Kuroshitsuji/Black Butler OC y otros
    Categoría Otros
    En el pueblo, Junior era conocido como el joven maestro de la mansión Phantomhive, un niño que el conde había tenido la bondad de educar como si fuera suyo. Oficialmente, Junior era el primo del conde Grey, quien le había encargado al conde Phantomhive educar a su familiar porque era un hombre muy ocupado para hacerlo él mismo, y para todos era lógico: se trataba del mayordomo y secretario privado de la mismísima reina.

    Pero a las personas les gustaba inventarse sus propias historias, y era escalofriante darse cuenta de lo cerca que estaban de la verdad. A veces, a Junior le recorría un escalofrío cuando escuchaba a estos pueblerinos cuchichear, como si él no pudiera oírlos, sobre su identidad.

    "Es el hijo ilegítimo del conde", decían, ignorantes de que estaban tocando la verdad, pero no tenían manera de comprobarlo. Si bien Junior tenía cierto parecido, el rasgo más notable eran sus ojos azules; uno podría decir al mirarlo que se parecía más a su primo Grey.
    Sin embargo, al ser criado por el conde Phantomhive, su forma de ser se parecía bastante a la de él.

    —¡Oye! —dijo un niño de repente.

    Junior lo reconoció como el hijo del panadero. Estaba un poco sucio, al chico le gustaba meterse en cualquier sitio sin importarle ensuciar su ropa.

    —¿Quieres jugar?

    Fue una invitación amistosa, e inusual. Los niños no solían acercársele. Por lo que Junior asintió intrigado, sin saber a qué jugarían. El niño, felizmente, le entregó una rama gruesa y larga, que incluso tenía algunas hojas. Junior entendió de inmediato.
    Charles Grey, su segundo padre, le había enseñado el arte de la esgrima, por lo que sabía manejar una espada, o al menos, manejar esta rama como si lo fuera.

    Se posicionó, colocando el pie izquierdo hacia delante, la pierna derecha extendida ligeramente detrás del cuerpo, y sostuvo la rama con firmeza. El niño, por su lado, lo hizo de manera más tosca, sin técnica, con la simpleza de quien juega por diversión.

    Entonces, cuando el niño dio la señal, Junior se lanzó al ataque, evadiendo sus golpes con precisión. Y, cuando le tocó el momento de atacar, realizó tres estocadas certeras: una en el pecho, una en el antebrazo y otra en la frente. Pero no contó con que sería demasiado para el niño, quien se cayó de espaldas y se echó a llorar.

    La madre vino de inmediato, mirándolo con recelo, pero disculpándose con Junior, como si hubiera sido el niño quien actuó mal. Se llevó a su hijo y se fue tan rápido que no le dio ni tiempo de disculparse... Esta gente lo trataba con un respeto distante, temiendo ofenderlo y recibir la ira del conde Phantomhive.

    Suspiró y se fue, soltando la rama con cierto desprecio. ¿Para qué había accedido? No es como si se hubieran hecho amigos, quedaba claro que Junior no era bueno en eso.

    Levantó la vista hacia el cielo, su color anaranjado rojizo se reflejó en su mirada azul.

    El alba estaba en su esplendor, y era, hermoso.

    En el pueblo, Junior era conocido como el joven maestro de la mansión Phantomhive, un niño que el conde había tenido la bondad de educar como si fuera suyo. Oficialmente, Junior era el primo del conde Grey, quien le había encargado al conde Phantomhive educar a su familiar porque era un hombre muy ocupado para hacerlo él mismo, y para todos era lógico: se trataba del mayordomo y secretario privado de la mismísima reina. Pero a las personas les gustaba inventarse sus propias historias, y era escalofriante darse cuenta de lo cerca que estaban de la verdad. A veces, a Junior le recorría un escalofrío cuando escuchaba a estos pueblerinos cuchichear, como si él no pudiera oírlos, sobre su identidad. "Es el hijo ilegítimo del conde", decían, ignorantes de que estaban tocando la verdad, pero no tenían manera de comprobarlo. Si bien Junior tenía cierto parecido, el rasgo más notable eran sus ojos azules; uno podría decir al mirarlo que se parecía más a su primo Grey. Sin embargo, al ser criado por el conde Phantomhive, su forma de ser se parecía bastante a la de él. —¡Oye! —dijo un niño de repente. Junior lo reconoció como el hijo del panadero. Estaba un poco sucio, al chico le gustaba meterse en cualquier sitio sin importarle ensuciar su ropa. —¿Quieres jugar? Fue una invitación amistosa, e inusual. Los niños no solían acercársele. Por lo que Junior asintió intrigado, sin saber a qué jugarían. El niño, felizmente, le entregó una rama gruesa y larga, que incluso tenía algunas hojas. Junior entendió de inmediato. Charles Grey, su segundo padre, le había enseñado el arte de la esgrima, por lo que sabía manejar una espada, o al menos, manejar esta rama como si lo fuera. Se posicionó, colocando el pie izquierdo hacia delante, la pierna derecha extendida ligeramente detrás del cuerpo, y sostuvo la rama con firmeza. El niño, por su lado, lo hizo de manera más tosca, sin técnica, con la simpleza de quien juega por diversión. Entonces, cuando el niño dio la señal, Junior se lanzó al ataque, evadiendo sus golpes con precisión. Y, cuando le tocó el momento de atacar, realizó tres estocadas certeras: una en el pecho, una en el antebrazo y otra en la frente. Pero no contó con que sería demasiado para el niño, quien se cayó de espaldas y se echó a llorar. La madre vino de inmediato, mirándolo con recelo, pero disculpándose con Junior, como si hubiera sido el niño quien actuó mal. Se llevó a su hijo y se fue tan rápido que no le dio ni tiempo de disculparse... Esta gente lo trataba con un respeto distante, temiendo ofenderlo y recibir la ira del conde Phantomhive. Suspiró y se fue, soltando la rama con cierto desprecio. ¿Para qué había accedido? No es como si se hubieran hecho amigos, quedaba claro que Junior no era bueno en eso. Levantó la vista hacia el cielo, su color anaranjado rojizo se reflejó en su mirada azul. El alba estaba en su esplendor, y era, hermoso.
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