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La rubia al fin había terminado su jornada de trabajo, estaba más que exhausta. Salió del edificio empujando la puerta con la cadera, todavía ajustándose la chaqueta del uniforme. El cansancio estaba ahí, evidente en sus hombros caídos y en sus cabellos un poco despeinados, soltó un suspiro largo... pero apenas vio a su compañero frente a la entrada, su expresión cambio al instante. La sonrisa apareció por si sola, fácil, su buen humor era un reflejo automático.

—Adivina que...¡Acabo de sobrevivir a las horas más eternas de mi vida! —anunció, como si eso fuera una verdadera victoria de la que estar orgullosa, antes de reírse de si misma. —Si eso hubiera durado un poco más, mi cerebro se habría apagado por completo.

Se acercó dando pasos cortos, casi saltaditos, con esa energía curiosa que siempre parecía brotar de ella sin importar que tan cansada estuviera.

—¿Tu cómo vas? ¿Comiste algo? —Preguntó, aunque su tono dejaba en evidencia que tenía algo en mente. Sin darle tiempo a contestar, se inclinó hacia él y bajo la voz con un pequeño dramatismo juguetón.—No tengo ganas de cocinar hoy, estaba pensando que podríamos ir a cenar juntos.

Su sonrisa se ensanchó un poco más, como si la invitación fuera un regalo que ella misma estaba emocionada de dar.

—Tranquilo, yo invito. —dijo moviendo la mano con un gesto despreocupado.— No me pongas muecas, está noche Nari invita.
𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳🍮 La rubia al fin había terminado su jornada de trabajo, estaba más que exhausta. Salió del edificio empujando la puerta con la cadera, todavía ajustándose la chaqueta del uniforme. El cansancio estaba ahí, evidente en sus hombros caídos y en sus cabellos un poco despeinados, soltó un suspiro largo... pero apenas vio a su compañero frente a la entrada, su expresión cambio al instante. La sonrisa apareció por si sola, fácil, su buen humor era un reflejo automático. —Adivina que...¡Acabo de sobrevivir a las horas más eternas de mi vida! —anunció, como si eso fuera una verdadera victoria de la que estar orgullosa, antes de reírse de si misma. —Si eso hubiera durado un poco más, mi cerebro se habría apagado por completo. Se acercó dando pasos cortos, casi saltaditos, con esa energía curiosa que siempre parecía brotar de ella sin importar que tan cansada estuviera. —¿Tu cómo vas? ¿Comiste algo? —Preguntó, aunque su tono dejaba en evidencia que tenía algo en mente. Sin darle tiempo a contestar, se inclinó hacia él y bajo la voz con un pequeño dramatismo juguetón.—No tengo ganas de cocinar hoy, estaba pensando que podríamos ir a cenar juntos. Su sonrisa se ensanchó un poco más, como si la invitación fuera un regalo que ella misma estaba emocionada de dar. —Tranquilo, yo invito. —dijo moviendo la mano con un gesto despreocupado.— No me pongas muecas, está noche Nari invita.
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