• «Wenkamuy».

    Cuando un animal le quita la vida a una persona, los Ainu creen que se transforma en algo distinto, algo monstruoso. Tras perder su miedo y respeto por la humanidad, su espíritu muta al de un dios iracundo y violento, uno que busca castigarnos por nuestra altanería, recordarnos nuestro sitio.

    Recordarnos que la naturaleza es implacable, cruel, despiadada. Que los seres humanos no están por encima, sino que son parte de ella, algo que suelen olvidar con mucha frecuencia.
    «Wenkamuy». Cuando un animal le quita la vida a una persona, los Ainu creen que se transforma en algo distinto, algo monstruoso. Tras perder su miedo y respeto por la humanidad, su espíritu muta al de un dios iracundo y violento, uno que busca castigarnos por nuestra altanería, recordarnos nuestro sitio. Recordarnos que la naturaleza es implacable, cruel, despiadada. Que los seres humanos no están por encima, sino que son parte de ella, algo que suelen olvidar con mucha frecuencia.
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  • "𝚆𝙴'𝙻𝙻 𝙴𝙽𝙳 𝚃𝙷𝙸𝚂..."
    Fandom 𝗧𝗵𝗲 𝗪𝗮𝗹𝗸𝗶𝗻𝗴 𝗗𝗲𝗮𝗱: 𝗗𝗲𝗮𝗱 𝗖𝗶𝘁𝘆
    Categoría Drama

    ㅤㅤㅤㅤ ...𝚃𝙾𝙶𝙴𝚃𝙷𝙴𝚁
    ㅤㅤㅤㅤ ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤㅤ˹ Negan Smith



    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ¿Cuántos años llevaba deseando aquello? ¿Cuántos días había pasado en vela imaginando cómo mataría a aquel hombre? ¿De cuántas maneras se había imaginado su final? Demasiadas. En sus sueños regresaba a aquella tarde en el valle del molino, allí donde Rick pedía a Siddiq que curase a Negan de aquella fea herida en la garganta. Solo que en aquellas imágenes salidas de su anhelo y su dolor, Negan se desangraba sobre el césped sin nadie que se apiadara. En otras versiones más terribles y oscuras era ella quien sujetaba el bate y veía su cráneo partirse. Y sonreía. O sujetaba el cuchillo. O la pistola… Daba igual el arma, Negan siempre agonizaba en un charco de su propia sangre. Era la imagen que la había mantenido con vida los últimos quince años.

    Se había convencido de que una vez matara a Negan todo iría bien, pero… aquel segundo viaje a Manhattan, aquella conversación con Hershel le hizo saber que no era así, que no sería así… Había abierto una herida muy grande entre si misma y su hijo. Y no se cerraría fácilmente, tal vez nunca.

    Hershel le había pedido que matara a Negan, a pesar de todo. Lo olvidarían todo, volverían a casa. Se acabó.

    Así que eso es lo que hizo, porque Glenn necesitaba paz, porque Hershel necesitaba paz. Porque ella misma necesitaba paz. Negan les había quitado demasiado con aquel bate. Y ahora… era ella quien sujetaba el cuchillo, ese que usó para hundirlo en las costillas del mayor cuando este siquiera se dio cuenta.

    El gemido de dolor de Negan se clavó en cada una de sus terminaciones nerviosas. Y se apegó a ella cuando fue Maggie quien sujetó aquella nueva versión de Lucille. Lo siguió de forma implacable mientras se arrastraba por el suelo con la férrea intención de terminar con su vida, hasta…

    Hasta que vio el dolor en el rostro de Negan al contemplar el caminante en que Ginny se había transformado. No supo exactamente porqué, pero aquello… removió demasiadas cosas dentro de ella. Y entonces se dio cuenta de que realmente no sería capaz de matarle. Porque matar a Negan no le devolvería a Glenn. Porque matar a Negan no le ayudaría a dormir. Porque esa persona ya no era el Negan que había matado a su marido. Y le seguía odiando por seguir con vida. Pero no lo suficiente para arrebatársela.

    Porque ahora Negan era su única oportunidad de salir con vida de aquella puñetera isla. No sabía cómo lo harían ni cuanto les costaría, pero habían llegado allí juntos la primera vez. Y se irían juntos. Costara lo que costara.

    -No tenemos antibióticos -dijo Armstrong aquella tarde. Maggie y él se habían apartado a unos metros mientras Negan descansaba en el sofá- Le subirá la fiebre, Maggie…

    Maggie echó una mirada al hombre en el sofá. Un sofá exageradamente pequeño para alguien tan alto. La sangre todavía manchaba su camisa negra a pesar de que habían conseguido mantener la hemorragia, pero si no encontraban antibióticos la infección lo mataría.

    -Tienes que decidir -continuó su segundo compañero de aventuras en toda aquella locura- O le dejas aquí para que muera y buscamos la forma de escapar sin él o… buscamos lo que necesita y salvamos su vida.

    En ese sofá reposaba, entre décimas de fiebre que subían por minutos, el hombre que había matado a Glenn, a Abraham, que había esclavizado a sus amigos, el hombre que había ayudado a Alpha a arrasar Hilltop… Pero, al mismo tiempo, era el hombre que había protegido a Hershel, el mismo hombre que había salvado la vida de Aaron y Gabriel, el mismo hombre que había detenido a Alpha… Puta escala de grises. Sería demasiado fácil dejarlo allí. Pero… no podía.

    Observó su ceño fruncido y el modo en que el convaleciente superviviente se llevaba la mano al costado, allí donde ella le había apuñalado. Había sido el monstruo que había poblado sus pesadillas y, sin embargo… era humano. Tan humano como cualquiera.

    -No -sentenció Maggie. Luego desvió su mirada de nuevo hacia Armstrong- No morirá aquí -inspiró de forma profunda- Vamos a buscarle antibióticos y vamos a salvarle la vida…

    Armstrong asintió y Maggie se apartó de él para acercarse a Negan. Llegó hasta él y se acuclilló delante del sofá mientras se recolocaba un mechón de cabello tras la oreja.

    -Negan…- lo llamó suavemente y después colocó una mano en su frente. Estaba empezando a subirle la fiebre- Negan…- repitió y cuando él abrió los ojos ella curvó una fugaz sonrisa- Tenemos que irnos, ¿de acuerdo? Vamos a buscarte antibióticos y puede que una camisa nueva -bromeó- Te ayudaré a levantarte…



    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter
    ㅤ ㅤㅤㅤㅤ ...𝚃𝙾𝙶𝙴𝚃𝙷𝙴𝚁 ㅤㅤㅤㅤ ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤㅤ˹ [Here.Is.Negan] ㅤ ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ¿Cuántos años llevaba deseando aquello? ¿Cuántos días había pasado en vela imaginando cómo mataría a aquel hombre? ¿De cuántas maneras se había imaginado su final? Demasiadas. En sus sueños regresaba a aquella tarde en el valle del molino, allí donde Rick pedía a Siddiq que curase a Negan de aquella fea herida en la garganta. Solo que en aquellas imágenes salidas de su anhelo y su dolor, Negan se desangraba sobre el césped sin nadie que se apiadara. En otras versiones más terribles y oscuras era ella quien sujetaba el bate y veía su cráneo partirse. Y sonreía. O sujetaba el cuchillo. O la pistola… Daba igual el arma, Negan siempre agonizaba en un charco de su propia sangre. Era la imagen que la había mantenido con vida los últimos quince años. Se había convencido de que una vez matara a Negan todo iría bien, pero… aquel segundo viaje a Manhattan, aquella conversación con Hershel le hizo saber que no era así, que no sería así… Había abierto una herida muy grande entre si misma y su hijo. Y no se cerraría fácilmente, tal vez nunca. Hershel le había pedido que matara a Negan, a pesar de todo. Lo olvidarían todo, volverían a casa. Se acabó. Así que eso es lo que hizo, porque Glenn necesitaba paz, porque Hershel necesitaba paz. Porque ella misma necesitaba paz. Negan les había quitado demasiado con aquel bate. Y ahora… era ella quien sujetaba el cuchillo, ese que usó para hundirlo en las costillas del mayor cuando este siquiera se dio cuenta. El gemido de dolor de Negan se clavó en cada una de sus terminaciones nerviosas. Y se apegó a ella cuando fue Maggie quien sujetó aquella nueva versión de Lucille. Lo siguió de forma implacable mientras se arrastraba por el suelo con la férrea intención de terminar con su vida, hasta… Hasta que vio el dolor en el rostro de Negan al contemplar el caminante en que Ginny se había transformado. No supo exactamente porqué, pero aquello… removió demasiadas cosas dentro de ella. Y entonces se dio cuenta de que realmente no sería capaz de matarle. Porque matar a Negan no le devolvería a Glenn. Porque matar a Negan no le ayudaría a dormir. Porque esa persona ya no era el Negan que había matado a su marido. Y le seguía odiando por seguir con vida. Pero no lo suficiente para arrebatársela. Porque ahora Negan era su única oportunidad de salir con vida de aquella puñetera isla. No sabía cómo lo harían ni cuanto les costaría, pero habían llegado allí juntos la primera vez. Y se irían juntos. Costara lo que costara. -No tenemos antibióticos -dijo Armstrong aquella tarde. Maggie y él se habían apartado a unos metros mientras Negan descansaba en el sofá- Le subirá la fiebre, Maggie… Maggie echó una mirada al hombre en el sofá. Un sofá exageradamente pequeño para alguien tan alto. La sangre todavía manchaba su camisa negra a pesar de que habían conseguido mantener la hemorragia, pero si no encontraban antibióticos la infección lo mataría. -Tienes que decidir -continuó su segundo compañero de aventuras en toda aquella locura- O le dejas aquí para que muera y buscamos la forma de escapar sin él o… buscamos lo que necesita y salvamos su vida. En ese sofá reposaba, entre décimas de fiebre que subían por minutos, el hombre que había matado a Glenn, a Abraham, que había esclavizado a sus amigos, el hombre que había ayudado a Alpha a arrasar Hilltop… Pero, al mismo tiempo, era el hombre que había protegido a Hershel, el mismo hombre que había salvado la vida de Aaron y Gabriel, el mismo hombre que había detenido a Alpha… Puta escala de grises. Sería demasiado fácil dejarlo allí. Pero… no podía. Observó su ceño fruncido y el modo en que el convaleciente superviviente se llevaba la mano al costado, allí donde ella le había apuñalado. Había sido el monstruo que había poblado sus pesadillas y, sin embargo… era humano. Tan humano como cualquiera. -No -sentenció Maggie. Luego desvió su mirada de nuevo hacia Armstrong- No morirá aquí -inspiró de forma profunda- Vamos a buscarle antibióticos y vamos a salvarle la vida… Armstrong asintió y Maggie se apartó de él para acercarse a Negan. Llegó hasta él y se acuclilló delante del sofá mientras se recolocaba un mechón de cabello tras la oreja. -Negan…- lo llamó suavemente y después colocó una mano en su frente. Estaba empezando a subirle la fiebre- Negan…- repitió y cuando él abrió los ojos ella curvó una fugaz sonrisa- Tenemos que irnos, ¿de acuerdo? Vamos a buscarte antibióticos y puede que una camisa nueva -bromeó- Te ayudaré a levantarte… #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tan solo otra anónima tarde de otoño en donde la fina brisa acaricia mi rostro; un silencio solo perturbado por el crujir de la hojarasca que ya conforma una amarronada superficie sobre mis pies. El anaranjado cielo se eclipsa con la implacable oscuridad que paulatinamente tiñe el cielo, dividido por el veloz aleteo de una confusa ave que, tardíamente, regresa a su hogar.
    Tan solo otra anónima tarde de otoño en donde la fina brisa acaricia mi rostro; un silencio solo perturbado por el crujir de la hojarasca que ya conforma una amarronada superficie sobre mis pies. El anaranjado cielo se eclipsa con la implacable oscuridad que paulatinamente tiñe el cielo, dividido por el veloz aleteo de una confusa ave que, tardíamente, regresa a su hogar.
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  • Aroma a Mandarina
    Categoría Original
    "Mira, es la primera de la temporada. ¿Quieres que la comamos juntas?"

    La infancia de una niña huérfana era complicada. Sobre todo, de una que creció en un cabaret.

    Irene Graves escogió su nombre ella misma. Lo vio en una película sobre mujeres que cantaban y bailaban, llevando alegría a los demás. Irene, el nombre de la protagonista... usarlo la hacía sentir como si pudiera hacer todo eso y mucho más. Como si, igual que ella, fuese capaz de repartir amor, espectáculo, alivio a quienes lo necesitaban.

    Irene no escogió el lugar donde creció, pero de haber podido, no hubiese sido uno diferente. El terciopelo carmesí que apoyó sus primeros pasos, el aroma a colonia, el brillo del neón... no hubo un día, no hubo uno solo, que no fuera mágico. Hasta el día de hoy, seguía provocando el mismo sentimiento.

    "Tengo suerte", decía. "Tengo suerte de haber terminado aquí."

    Era normal que la miraran con extrañeza. ¿Una niña que creció en un cabaret? Los prejuicios, las burlas, los preconceptos eran la orden de su día a día. Pero ella nunca permitió que eso dejara de hacerla sonreír.

    Aunque nunca fuese muy popular con los de su edad, claro. Hasta el día en que la conoció a ella.

    "¡Comer la primera de la temporada es de buena suerte!"

    Irene nunca había visto un cabello tan bonito. Era un tono como el del cielo en un día nublado. ¡Y sus ojos! Claros con un brillo como el de perlas preciosas.

    Irene supo que quería ser su amiga. Supo que debía ser su primer amiga. Supo, en lo más profundo de su corazón, que tenía que conocerla, guiada por algo que la superaba, y al mismo, por algo increíblemente simple.

    "Te atrapé", le dijo, con una risa traviesa. "Si compartimos la primera mandarina del año, significa que ya no puedes alejarte de mí. ¡Tienes que quedarte conmigo para siempre!"

    Se lo inventó, por supuesto. La reacción en la niña del cabello blanco fue la más graciosa, y la más adorable que hubiera visto jamás. ¡Se lo creyó todo!

    Todo, cada palabra... Como si de los labios de Irene sólo pudieran salir dogmas inquebrantables, ella siempre la escuchaba.

    Ella siempre escuchaba a la niña que sólo servía para escuchar a los demás.

    Y por eso, Irene la amaba.

    Irene amaba a la niña del cabello blanco más que nada en el mundo. Y eso que Irene amaba muchas cosas.

    Irene amaba a Perle Noir. Irene amaba a su compañeros, a sus clientes, sus confidentes, sus amigos. Irene amaba darle alegría a los demás a través del arte que hacía con su ser entero.

    Irene amaba el amor. Estaba fascinada con el acto tan intenso y puro que era el amar, con la fuerza transformadora e implacable que podía llegar a ser.

    Y, aún así, Irene no amaba nada ni a nadie más que a la niña que compartió la primer mandarina de la temporada con ella, ese día de otoño.

    Y la amaba tanto, que no le importó saber que esa niña terminaría con su vida.

    Porque lo sabía. Lo supo desde el momento en el que la vio, y también sabía que la niña del cabello blanco estaba enterada de eso. Del destino desgarradoramente cruel que se había elegido para ambas.

    Irene sabía, también, de todas las cosas que la niña del cabello blanco había hecho para intentar cambiarlo. De la forma en la que había desafiado al tiempo mismo, a cada precepto del universo. Lo sabía, y la amaba por eso.

    Pero también sabía que, desgraciadamente, no era suficiente.

    Pero la amaba. A pesar de todo, y debido a todo, la amaba. La amaba más de lo que podían expresar las palabras. Y si su vida tenía que terminar gracias a esas manos... estaba bien.

    Estaba bien. No era algo malo. Porque pudo conocerla. Porque tuvo una vida llena de alegría gracias a ella. ¿Podía atreverse a pedir más? ¿Podía una niña huérfana que sólo quería compartir una mandarina tener una aspiración más grande, que morir a manos de quien amaba?

    Pedir más hubiera sido un crimen. Así que lo aceptó. Lo aceptó desde el primer momento, y vivió cada día sabiendo que su vida no sería larga.

    Sabiendo que cada oportunidad de amar que desperdiciara, podría ser la última.
    "Mira, es la primera de la temporada. ¿Quieres que la comamos juntas?" La infancia de una niña huérfana era complicada. Sobre todo, de una que creció en un cabaret. Irene Graves escogió su nombre ella misma. Lo vio en una película sobre mujeres que cantaban y bailaban, llevando alegría a los demás. Irene, el nombre de la protagonista... usarlo la hacía sentir como si pudiera hacer todo eso y mucho más. Como si, igual que ella, fuese capaz de repartir amor, espectáculo, alivio a quienes lo necesitaban. Irene no escogió el lugar donde creció, pero de haber podido, no hubiese sido uno diferente. El terciopelo carmesí que apoyó sus primeros pasos, el aroma a colonia, el brillo del neón... no hubo un día, no hubo uno solo, que no fuera mágico. Hasta el día de hoy, seguía provocando el mismo sentimiento. "Tengo suerte", decía. "Tengo suerte de haber terminado aquí." Era normal que la miraran con extrañeza. ¿Una niña que creció en un cabaret? Los prejuicios, las burlas, los preconceptos eran la orden de su día a día. Pero ella nunca permitió que eso dejara de hacerla sonreír. Aunque nunca fuese muy popular con los de su edad, claro. Hasta el día en que la conoció a ella. "¡Comer la primera de la temporada es de buena suerte!" Irene nunca había visto un cabello tan bonito. Era un tono como el del cielo en un día nublado. ¡Y sus ojos! Claros con un brillo como el de perlas preciosas. Irene supo que quería ser su amiga. Supo que debía ser su primer amiga. Supo, en lo más profundo de su corazón, que tenía que conocerla, guiada por algo que la superaba, y al mismo, por algo increíblemente simple. "Te atrapé", le dijo, con una risa traviesa. "Si compartimos la primera mandarina del año, significa que ya no puedes alejarte de mí. ¡Tienes que quedarte conmigo para siempre!" Se lo inventó, por supuesto. La reacción en la niña del cabello blanco fue la más graciosa, y la más adorable que hubiera visto jamás. ¡Se lo creyó todo! Todo, cada palabra... Como si de los labios de Irene sólo pudieran salir dogmas inquebrantables, ella siempre la escuchaba. Ella siempre escuchaba a la niña que sólo servía para escuchar a los demás. Y por eso, Irene la amaba. Irene amaba a la niña del cabello blanco más que nada en el mundo. Y eso que Irene amaba muchas cosas. Irene amaba a Perle Noir. Irene amaba a su compañeros, a sus clientes, sus confidentes, sus amigos. Irene amaba darle alegría a los demás a través del arte que hacía con su ser entero. Irene amaba el amor. Estaba fascinada con el acto tan intenso y puro que era el amar, con la fuerza transformadora e implacable que podía llegar a ser. Y, aún así, Irene no amaba nada ni a nadie más que a la niña que compartió la primer mandarina de la temporada con ella, ese día de otoño. Y la amaba tanto, que no le importó saber que esa niña terminaría con su vida. Porque lo sabía. Lo supo desde el momento en el que la vio, y también sabía que la niña del cabello blanco estaba enterada de eso. Del destino desgarradoramente cruel que se había elegido para ambas. Irene sabía, también, de todas las cosas que la niña del cabello blanco había hecho para intentar cambiarlo. De la forma en la que había desafiado al tiempo mismo, a cada precepto del universo. Lo sabía, y la amaba por eso. Pero también sabía que, desgraciadamente, no era suficiente. Pero la amaba. A pesar de todo, y debido a todo, la amaba. La amaba más de lo que podían expresar las palabras. Y si su vida tenía que terminar gracias a esas manos... estaba bien. Estaba bien. No era algo malo. Porque pudo conocerla. Porque tuvo una vida llena de alegría gracias a ella. ¿Podía atreverse a pedir más? ¿Podía una niña huérfana que sólo quería compartir una mandarina tener una aspiración más grande, que morir a manos de quien amaba? Pedir más hubiera sido un crimen. Así que lo aceptó. Lo aceptó desde el primer momento, y vivió cada día sabiendo que su vida no sería larga. Sabiendo que cada oportunidad de amar que desperdiciara, podría ser la última.
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  • El significado de su nombre es : "portadora de la paz", una cruel burla para quien vive en la tormenta perpetua.

    Su don es su condena,puede viajar en el tiempo y reescribir la historia. Sin embargo, cada salto y cada alteración la atormentan, manteniendo su vida y alma en un caos opuesto a la tranquilidad que su nombre promete.

    ​Fuerte, implacable y absolutamente determinada, es una presencia que domina cualquier espacio.
    Sus penetrantes ojos grisáceos parecen contener siglos de tiempo deshecho.
    No pasa desapercibida; es inevitablemente deseada, aunque pocos comprenden la magnitud de su carga.
    ​Cuando el mundo se rompe y los problemas no tienen solución aparente, el nombre susurrado es siempre el mismo... Irina, la Hija del Trueno.
    El significado de su nombre es : "portadora de la paz", una cruel burla para quien vive en la tormenta perpetua. Su don es su condena,puede viajar en el tiempo y reescribir la historia. Sin embargo, cada salto y cada alteración la atormentan, manteniendo su vida y alma en un caos opuesto a la tranquilidad que su nombre promete. ​Fuerte, implacable y absolutamente determinada, es una presencia que domina cualquier espacio. Sus penetrantes ojos grisáceos parecen contener siglos de tiempo deshecho. No pasa desapercibida; es inevitablemente deseada, aunque pocos comprenden la magnitud de su carga. ​Cuando el mundo se rompe y los problemas no tienen solución aparente, el nombre susurrado es siempre el mismo... Irina, la Hija del Trueno.
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  • ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ
    El sol de media mañana inunda el vagón de tren, cálido y sorprendentemente brillante, como si el cielo quisiera compensar la furia del día anterior. Un día antes, la ciudad había estado sumida en un diluvio gris, ahora la luz baila sobre el terciopelo desgastado de los asientos.

    Irina está sentada sola en un compartimento, su silueta recortada contra el paisaje que se desenfoca, a su lado, una pequeña mochila.

    ​Afuera, la ciudad ha quedado atrás hace ya un buen rato. Los edificios han sido reemplazados por colinas suaves que se elevan a montañas escarpadas, pequeñas casas de pobladores que viven más alejados y por supuesto campos de un verde tan intenso que casi duele a la vista. El aire que entra por la ventanilla, ligeramente abierta, huele a tierra húmeda y a pino.

    ​Irina observa los árboles pasar una y otra vez.
    ​La última misión aún fresca revive en sus pensamientos.

    La sonrisa falsa en el rostro de la duquesa de Borgoña mientras un artefacto desaparecía de su tocador, la tensión en la voz del agente que le daba las "gracias" por haber evitado una paradoja temporal que habría reescrito la Revolución Francesa. El sudor frío que corrió por su espalda cuando se dio cuenta de que había estado a segundos de ser descubierta en el año 1789.
    ​Se lleva una mano a la sien, un ligero temblor apenas perceptible.

    Demasiado. Ha sido demasiado.

    Los anacronismos en su cabeza, las voces de diferentes épocas, el miedo constante de un desliz, un error que podría borrar existencias.
    ​Cierra los ojos. Las imágenes tintinean detrás de sus párpados: un salón rococó, una calle adoquinada bajo la lluvia, el olor a pólvora de un campo de batalla del siglo XVII. Y luego, el flash blanquecino de un salto, una sensación de vacío estomacal, y el aterrizaje en otro ahora, en otro lugar.

    ​El tren traquetea sobre un puente de acero, y el sonido metálico la devuelve al presente. Abre los ojos. Un río cristalino fluye debajo, arrastrando ramas y hojas. Agua que sigue su curso, sin importar lo que el tiempo le depare.

    Este sentido de ser un fantasma en su propia época, siempre un paso fuera de sincronía, siempre una espectadora, nunca una participante plena, la sensación de no pertenecer del todo a este tiempo la persigue.​

    Su don, que le permite deslizarse entre los siglos, es también su jaula. Siempre observando, nunca echando raíces lo suficientemente profundas

    ​Siente una familiar opresión en el pecho, no es tristeza, es más bien una fatiga de la esencia ... Ha visto el ascenso y la caída de imperios, la evolución del arte, la brutalidad y la belleza de la humanidad a través de los siglos. Y en cada era, ella ha sido la misma, una constante que no cambia, mientras todo a su alrededor se transforma.

    Aún quedan un par de horas para su destino, su mente no deja de pensar... Irina busca desesperadamente como calmarse antes de rayar en la locura. Por fuera se ve implacable, con la mirada fija en el paisaje, sólo un pequeño temblor de su pierna la delataría bajo un ojo observador
    ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ El sol de media mañana inunda el vagón de tren, cálido y sorprendentemente brillante, como si el cielo quisiera compensar la furia del día anterior. Un día antes, la ciudad había estado sumida en un diluvio gris, ahora la luz baila sobre el terciopelo desgastado de los asientos. Irina está sentada sola en un compartimento, su silueta recortada contra el paisaje que se desenfoca, a su lado, una pequeña mochila. ​Afuera, la ciudad ha quedado atrás hace ya un buen rato. Los edificios han sido reemplazados por colinas suaves que se elevan a montañas escarpadas, pequeñas casas de pobladores que viven más alejados y por supuesto campos de un verde tan intenso que casi duele a la vista. El aire que entra por la ventanilla, ligeramente abierta, huele a tierra húmeda y a pino. ​Irina observa los árboles pasar una y otra vez. ​La última misión aún fresca revive en sus pensamientos. La sonrisa falsa en el rostro de la duquesa de Borgoña mientras un artefacto desaparecía de su tocador, la tensión en la voz del agente que le daba las "gracias" por haber evitado una paradoja temporal que habría reescrito la Revolución Francesa. El sudor frío que corrió por su espalda cuando se dio cuenta de que había estado a segundos de ser descubierta en el año 1789. ​Se lleva una mano a la sien, un ligero temblor apenas perceptible. Demasiado. Ha sido demasiado. Los anacronismos en su cabeza, las voces de diferentes épocas, el miedo constante de un desliz, un error que podría borrar existencias. ​Cierra los ojos. Las imágenes tintinean detrás de sus párpados: un salón rococó, una calle adoquinada bajo la lluvia, el olor a pólvora de un campo de batalla del siglo XVII. Y luego, el flash blanquecino de un salto, una sensación de vacío estomacal, y el aterrizaje en otro ahora, en otro lugar. ​El tren traquetea sobre un puente de acero, y el sonido metálico la devuelve al presente. Abre los ojos. Un río cristalino fluye debajo, arrastrando ramas y hojas. Agua que sigue su curso, sin importar lo que el tiempo le depare. Este sentido de ser un fantasma en su propia época, siempre un paso fuera de sincronía, siempre una espectadora, nunca una participante plena, la sensación de no pertenecer del todo a este tiempo la persigue.​ Su don, que le permite deslizarse entre los siglos, es también su jaula. Siempre observando, nunca echando raíces lo suficientemente profundas ​Siente una familiar opresión en el pecho, no es tristeza, es más bien una fatiga de la esencia ... Ha visto el ascenso y la caída de imperios, la evolución del arte, la brutalidad y la belleza de la humanidad a través de los siglos. Y en cada era, ella ha sido la misma, una constante que no cambia, mientras todo a su alrededor se transforma. Aún quedan un par de horas para su destino, su mente no deja de pensar... Irina busca desesperadamente como calmarse antes de rayar en la locura. Por fuera se ve implacable, con la mirada fija en el paisaje, sólo un pequeño temblor de su pierna la delataría bajo un ojo observador
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  • LA LUNA EXIGE FUEGO
    Fandom One Piece, libre
    Categoría Terror
    PORTGAS D. ACE

    *El campo era el infierno, pero no por mi voluntad, sino por la maldición que brotaba de mi piel. Cada uno de los enemigos cercanos se reducía a cenizas, y aunque eso podía celebrarse, yo no podía hacerlo.*

    *La luna llena colgaba como un ojo blanco sobre el caos, y su luz parecía clavarse en mi espalda, en mi pecho, en mis huesos, atravesándome dolorosamente, dejándome de rodillas, jadeando. Mis manos ya no eran mías. Ni siquiera eran humanas. Con ellas me aferraba al suelo, dejando marcas ardientes sobre la piedra. Las garras crecían, los colmillos se asomaban, y mi voz se quebraba entre rugidos y gritos.*

    —¡No ahora!

    *Un gruñido reemplazaba mi voz, mientras mi sombra se alargaba y se deformaba.
    Los soldados enemigos retrocedieron, no por miedo al fuego, sino por lo que veían emerger de él, de mí: un lobo envuelto en llamas, con ojos como carbones vivos y una furia que no distinguía aliados de amenazas.*

    —Aaaah!! Ggggghhh!!!

    *Pero aún resistía. Me aferraba a mi nombre, a mi memoria, a la promesa que había hecho bajo un cielo más amable, más natural, fuera de esta isla. Viviremos sin arrepentimientos, y seremos más libres que nadie...*

    *Cada latido era una batalla. Cada llama, una advertencia. Temblores incontrolables sacudían mi ser.
    Y entonces, en medio del estruendo, se alzó. Mitad hombre, mitad bestia, completamente fuego.
    No para destruir.
    Sino para proteger los secretos que se ocultaban en este lugar.*

    —Grrrrrrrrrr!!! GRRRRRR!!!

    *Las historias que escuché al fijar el rumbo hacia acá eran ciertas. En esta isla el aire está enrarecido, y la luna tiene un efecto maldito sobre aquellos a los que baña con su luz cuando mira en lo alto sin parpadear.
    La luna exige fuego, exige sangre enemiga, exige, reclama la fuerza de aquellos que doblega a su voluntad para proteger el tesoro que se guarda celosamente en algún lugar de esta isla...*

    —WAAAAAAUUUUUUUUUUU!!!!

    *Eché la cabeza atrás, ofrendando mi garganta a la luna, y un aullido animal cimbró el aire. Ya no era tan sólo un hombre que podía usar el fuego. Ahora era un licántropo...
    ¿Cuándo hubiera imaginado que mi deseo sería mi maldición?
    La pregunta de aquel anciano vagabundo al desembarcar en esta isla me había parecido extraña. Pero respondí con sinceridad. Si pudiera elegir alguna criatura de oscuridad que me gustaría ser, yo había escogido el hombre lobo. ¿Pero volverme uno así como así?
    Tenía que liberarme... Así que continuaba con esa lucha interior, aferrándome a la humanidad que aún conservaba, la cual se extinguía lenta, pero implacablemente.*

    "Debo volver al mar..."

    *Fue lo que quise decir. Pero en lugar de eso los rugidos completamente ininteligibles de una bestia sustituyeron mi voz...*
    PORTGAS D. ACE *El campo era el infierno, pero no por mi voluntad, sino por la maldición que brotaba de mi piel. Cada uno de los enemigos cercanos se reducía a cenizas, y aunque eso podía celebrarse, yo no podía hacerlo.* *La luna llena colgaba como un ojo blanco sobre el caos, y su luz parecía clavarse en mi espalda, en mi pecho, en mis huesos, atravesándome dolorosamente, dejándome de rodillas, jadeando. Mis manos ya no eran mías. Ni siquiera eran humanas. Con ellas me aferraba al suelo, dejando marcas ardientes sobre la piedra. Las garras crecían, los colmillos se asomaban, y mi voz se quebraba entre rugidos y gritos.* —¡No ahora! *Un gruñido reemplazaba mi voz, mientras mi sombra se alargaba y se deformaba. Los soldados enemigos retrocedieron, no por miedo al fuego, sino por lo que veían emerger de él, de mí: un lobo envuelto en llamas, con ojos como carbones vivos y una furia que no distinguía aliados de amenazas.* —Aaaah!! Ggggghhh!!! *Pero aún resistía. Me aferraba a mi nombre, a mi memoria, a la promesa que había hecho bajo un cielo más amable, más natural, fuera de esta isla. Viviremos sin arrepentimientos, y seremos más libres que nadie...* *Cada latido era una batalla. Cada llama, una advertencia. Temblores incontrolables sacudían mi ser. Y entonces, en medio del estruendo, se alzó. Mitad hombre, mitad bestia, completamente fuego. No para destruir. Sino para proteger los secretos que se ocultaban en este lugar.* —Grrrrrrrrrr!!! GRRRRRR!!! *Las historias que escuché al fijar el rumbo hacia acá eran ciertas. En esta isla el aire está enrarecido, y la luna tiene un efecto maldito sobre aquellos a los que baña con su luz cuando mira en lo alto sin parpadear. La luna exige fuego, exige sangre enemiga, exige, reclama la fuerza de aquellos que doblega a su voluntad para proteger el tesoro que se guarda celosamente en algún lugar de esta isla...* —WAAAAAAUUUUUUUUUUU!!!! *Eché la cabeza atrás, ofrendando mi garganta a la luna, y un aullido animal cimbró el aire. Ya no era tan sólo un hombre que podía usar el fuego. Ahora era un licántropo... ¿Cuándo hubiera imaginado que mi deseo sería mi maldición? La pregunta de aquel anciano vagabundo al desembarcar en esta isla me había parecido extraña. Pero respondí con sinceridad. Si pudiera elegir alguna criatura de oscuridad que me gustaría ser, yo había escogido el hombre lobo. ¿Pero volverme uno así como así? Tenía que liberarme... Así que continuaba con esa lucha interior, aferrándome a la humanidad que aún conservaba, la cual se extinguía lenta, pero implacablemente.* "Debo volver al mar..." *Fue lo que quise decir. Pero en lugar de eso los rugidos completamente ininteligibles de una bestia sustituyeron mi voz...*
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  • One Shot (recuerdos)
    "Endovier la noche en que no lloró"

    El silbido del látigo cortó el aire antes de que el dolor la alcanzara, pero Aelin no gritó...

    El golpe ardió como hierro candente al abrirse paso por su espalda desnuda, pero sus labios siguieron sellados, los dientes apretados con tal fuerza que un hilo de sangre resbaló por la comisura... No iba a darles el placer de escucharla romperse.

    "-Una más -"gruñó el carcelero, resoplando como si él fuera quien cargara con el peso del castigo.

    No era la primera vez que la azotaban y no sería la última...
    La nieve del invierno se había derretido en Endovier hacía semanas, pero el frío nunca abandonaba las minas. Se colaba en los huesos como un parásito, más implacable que cualquier guardia. Aelin sintió sus rodillas temblar cuando el siguiente golpe cayó, pero clavó los talones en el suelo de tierra húmeda, obligando a su cuerpo a sostenerse.

    Si caía, la volverían a levantar, si suplicaba solo la humillarían y si lloraba… olvidaría que ella era alguien....

    "-Sigue en pie, la perra -"murmuró uno de los soldados, casi con incredulidad.

    El carcelero se movió frente a ella, buscando sus ojos... Ella alzó el rostro de forma lenta... con calma. Como una reina que concede audiencia a un bufón.

    -¿Esperas que ruegue? -preguntó con voz ronca por la sangre, pero firme...El hombre frunció el ceño y ella sonrió... Una sonrisa pequeña, peligrosa, afilada como una daga-Tendrán que matarme para eso.

    Hubo un silencio tenso, luego, otro golpe...Más fuerte, más salvaje y esta vez cayó de rodillas.

    Las cadenas tintinearon cuando sus manos, atrapadas en los grilletes chocaron contra el suelo, La espalda ardía, desgarrada. Las fuerzas la abandonaban… y aun asi, ningun sonido emitio, su orgullo no la abandonaba.

    "-Basta! -"ordenó el superior, hastiado "-si sigue en pie mañana, la mandamos de vuelta al túnel"

    El carcelero escupió a un lado, frustrado por no haber quebrado, soltaron las cadenas que la sujetaban al poste y su cuerpo se desplomó contra la tierra fría.

    Se suponía que debía llorar, se suponía que debía pedir ayuda... Pero en lugar de eso, rió... Una risa baja, apenas un susurro entre los dientes manchados de sangre...

    Un sobresalto la sacó de aquella pesadilla... las pesadillas siempre eran recuerdos, cerro los ojos y murmuro aquella frase que había aprendido hace muchos años -Soy Aelin y no tendré miedo...

    Salió de las sabanas que se pegaban a su cuerpo por el sudor y se encamino a la ventana abriendola para que el aire fresco se llevara aquellas imagenes... aun tenia las cicatrices de esos años sobre su cuerpo, marcaban su espalda, y brazos sobre todo.

    Su magia podría eliminarlas, pero ella había decidido conservarlas, cada una de ellas la había hecho quién era... la habian llevado hasta donde estaba y se enorgullecia de cada fina línea plateada que adornaba su cuerpo.



    One Shot (recuerdos) "Endovier la noche en que no lloró" El silbido del látigo cortó el aire antes de que el dolor la alcanzara, pero Aelin no gritó... El golpe ardió como hierro candente al abrirse paso por su espalda desnuda, pero sus labios siguieron sellados, los dientes apretados con tal fuerza que un hilo de sangre resbaló por la comisura... No iba a darles el placer de escucharla romperse. "-Una más -"gruñó el carcelero, resoplando como si él fuera quien cargara con el peso del castigo. No era la primera vez que la azotaban y no sería la última... La nieve del invierno se había derretido en Endovier hacía semanas, pero el frío nunca abandonaba las minas. Se colaba en los huesos como un parásito, más implacable que cualquier guardia. Aelin sintió sus rodillas temblar cuando el siguiente golpe cayó, pero clavó los talones en el suelo de tierra húmeda, obligando a su cuerpo a sostenerse. Si caía, la volverían a levantar, si suplicaba solo la humillarían y si lloraba… olvidaría que ella era alguien.... "-Sigue en pie, la perra -"murmuró uno de los soldados, casi con incredulidad. El carcelero se movió frente a ella, buscando sus ojos... Ella alzó el rostro de forma lenta... con calma. Como una reina que concede audiencia a un bufón. -¿Esperas que ruegue? -preguntó con voz ronca por la sangre, pero firme...El hombre frunció el ceño y ella sonrió... Una sonrisa pequeña, peligrosa, afilada como una daga-Tendrán que matarme para eso. Hubo un silencio tenso, luego, otro golpe...Más fuerte, más salvaje y esta vez cayó de rodillas. Las cadenas tintinearon cuando sus manos, atrapadas en los grilletes chocaron contra el suelo, La espalda ardía, desgarrada. Las fuerzas la abandonaban… y aun asi, ningun sonido emitio, su orgullo no la abandonaba. "-Basta! -"ordenó el superior, hastiado "-si sigue en pie mañana, la mandamos de vuelta al túnel" El carcelero escupió a un lado, frustrado por no haber quebrado, soltaron las cadenas que la sujetaban al poste y su cuerpo se desplomó contra la tierra fría. Se suponía que debía llorar, se suponía que debía pedir ayuda... Pero en lugar de eso, rió... Una risa baja, apenas un susurro entre los dientes manchados de sangre... Un sobresalto la sacó de aquella pesadilla... las pesadillas siempre eran recuerdos, cerro los ojos y murmuro aquella frase que había aprendido hace muchos años -Soy Aelin y no tendré miedo... Salió de las sabanas que se pegaban a su cuerpo por el sudor y se encamino a la ventana abriendola para que el aire fresco se llevara aquellas imagenes... aun tenia las cicatrices de esos años sobre su cuerpo, marcaban su espalda, y brazos sobre todo. Su magia podría eliminarlas, pero ella había decidido conservarlas, cada una de ellas la había hecho quién era... la habian llevado hasta donde estaba y se enorgullecia de cada fina línea plateada que adornaba su cuerpo.
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    AGENCIA ISHTAR’S DEMONIC DÈESSE INFERNAL GLAMOUR

    Dossier Interno — División “Reinas del Deseo y la Dominación”

    Nombre de la Modelo: Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
    Alias: La Reina del Deseo Eterno ♛

    Ficha Extendida:
    ✞ Nombre Completo: Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
    ✞ Alias: La Reina del Deseo Eterno
    ✞ Edad Aparente: 26 años
    ✞ Linaje: Ishtar (Pura de 1ª Generación)
    ✞ Altura: 1.78 m
    ✞ Elemento Dominante: Deseo y Energía Esmeralda Infernal
    ✞ Rango de Poder: Clase S — Deidad de la Tentación Suprema
    ✞ Especialidad: Modelaje sensual, arte escénico, control emocional y presencia escénica infernal
    ✞ Arma Simbólica: Trono de Esmeralda, bastón dorado coronado por una gema viva que canaliza deseo puro
    ✞ Debilidad: Si pierde control emocional, su energía puede corromper su propio cuerpo con deseo excesivo, haciéndola vulnerable.

    ✞ Frase Emblemática: “Mi dulzura es un veneno… pero es un veneno que siempre querrás probar.”

    Descripción General
    Albedo Qᵘᵉⁿ Ishtar representa la perfección del glamour infernal: una reina envuelta en deseo, poder y dominación.
    Su sola presencia provoca una mezcla de admiración y rendición; su sonrisa, un sello de sentencia y placer.
    Ella no solo modela ropa: modela el pecado, la tentación y la belleza que destruye sin tocar.

    Su estética combina sensualidad moderna con rasgos demoníacos refinados:
    cabello largo verde esmeralda con reflejos oscuros, ojos carmesí que brillan entre la penumbra, labios verde jade y una figura de curvas hipnóticas que simbolizan el dominio de la tentación.

    Cada sesión con Albedo se convierte en un ritual: el aire cambia, la temperatura sube y los fotógrafos afirman sentir cómo “el tiempo se detiene” cuando ella posa.

    Historia y Origen
    Descendiente directa del linaje Ishtar, Albedo nació en el Palacio de las Cien Tentaciones, uno de los reinos menores del Inframundo del Placer.
    Desde temprana edad fue entrenada en el arte de la manipulación emocional, la danza infernal y el modelaje de aura, técnicas usadas por las deidades de la belleza para doblegar incluso a los ángeles.

    Su ascenso dentro de la agencia fue meteórico. En su primera aparición pública, el desfile “Velvet Dominion”, su caminar hizo que las luces del escenario parpadearan como si respondieran a su energía vital.
    Fue entonces cuando Sasha Ishtar, la Emperatriz del Clan, le otorgó el título de “Queen Ishtar”, un rango reservado solo para las reinas supremas del glamour infernal.

    Personalidad
    Albedo es la encarnación del poder seductor consciente de sí mismo.
    Habla con calma, cada palabra suya es una orden disfrazada de dulzura.
    Su carácter es dominante, elegante, casi maternal con los suyos, pero cruelmente implacable con quienes desafían su autoridad.
    Sabe que es perfecta, y lo utiliza no para humillar, sino para gobernar.
    Su lema es simple:

    “Si el deseo te hace arder, que sea bajo mi nombre.”

    Rango y Rol dentro de la Agencia
    ♠ Rango: Reina Suprema de la División Luxuria Infernal
    ♠ Título Interno: La Reina del Deseo y del Control
    ♠ División: Seductive Dominion / Infernal Elegance
    ♠ Función Principal: Modelo principal de las líneas “Crimson Temptation”, “Sins of Silk” y “Queen’s Dominion”
    ♠ Emblema Personal: Dos cuernos curvos de ónix entrelazados por una rosa verde fosforescente

    Cita Interna (Archivo Ishtar #AQ-07)
    “Albedo no camina… flota entre la vanidad y el infierno, sabiendo que todos los ojos ya le pertenecen.”
    — Sasha Ishtar, Emperatriz del Clan
    💄 AGENCIA ISHTAR’S DEMONIC DÈESSE INFERNAL GLAMOUR 📜 Dossier Interno — División “Reinas del Deseo y la Dominación” 💠 Nombre de la Modelo: Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar 💠Alias: La Reina del Deseo Eterno ♛ 💠 Ficha Extendida: ✞ Nombre Completo: Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar ✞ Alias: La Reina del Deseo Eterno ✞ Edad Aparente: 26 años ✞ Linaje: Ishtar (Pura de 1ª Generación) ✞ Altura: 1.78 m ✞ Elemento Dominante: Deseo y Energía Esmeralda Infernal ✞ Rango de Poder: Clase S — Deidad de la Tentación Suprema ✞ Especialidad: Modelaje sensual, arte escénico, control emocional y presencia escénica infernal ✞ Arma Simbólica: Trono de Esmeralda, bastón dorado coronado por una gema viva que canaliza deseo puro ✞ Debilidad: Si pierde control emocional, su energía puede corromper su propio cuerpo con deseo excesivo, haciéndola vulnerable. ✞ Frase Emblemática: “Mi dulzura es un veneno… pero es un veneno que siempre querrás probar.” 🌹 Descripción General Albedo Qᵘᵉⁿ Ishtar representa la perfección del glamour infernal: una reina envuelta en deseo, poder y dominación. Su sola presencia provoca una mezcla de admiración y rendición; su sonrisa, un sello de sentencia y placer. Ella no solo modela ropa: modela el pecado, la tentación y la belleza que destruye sin tocar. Su estética combina sensualidad moderna con rasgos demoníacos refinados: cabello largo verde esmeralda con reflejos oscuros, ojos carmesí que brillan entre la penumbra, labios verde jade y una figura de curvas hipnóticas que simbolizan el dominio de la tentación. Cada sesión con Albedo se convierte en un ritual: el aire cambia, la temperatura sube y los fotógrafos afirman sentir cómo “el tiempo se detiene” cuando ella posa. ⚔️ Historia y Origen Descendiente directa del linaje Ishtar, Albedo nació en el Palacio de las Cien Tentaciones, uno de los reinos menores del Inframundo del Placer. Desde temprana edad fue entrenada en el arte de la manipulación emocional, la danza infernal y el modelaje de aura, técnicas usadas por las deidades de la belleza para doblegar incluso a los ángeles. Su ascenso dentro de la agencia fue meteórico. En su primera aparición pública, el desfile “Velvet Dominion”, su caminar hizo que las luces del escenario parpadearan como si respondieran a su energía vital. Fue entonces cuando Sasha Ishtar, la Emperatriz del Clan, le otorgó el título de “Queen Ishtar”, un rango reservado solo para las reinas supremas del glamour infernal. 🖤 Personalidad Albedo es la encarnación del poder seductor consciente de sí mismo. Habla con calma, cada palabra suya es una orden disfrazada de dulzura. Su carácter es dominante, elegante, casi maternal con los suyos, pero cruelmente implacable con quienes desafían su autoridad. Sabe que es perfecta, y lo utiliza no para humillar, sino para gobernar. Su lema es simple: “Si el deseo te hace arder, que sea bajo mi nombre.” 🔱 Rango y Rol dentro de la Agencia ♠ Rango: Reina Suprema de la División Luxuria Infernal ♠ Título Interno: La Reina del Deseo y del Control ♠ División: Seductive Dominion / Infernal Elegance ♠ Función Principal: Modelo principal de las líneas “Crimson Temptation”, “Sins of Silk” y “Queen’s Dominion” ♠ Emblema Personal: Dos cuernos curvos de ónix entrelazados por una rosa verde fosforescente 🕯️ Cita Interna (Archivo Ishtar #AQ-07) “Albedo no camina… flota entre la vanidad y el infierno, sabiendo que todos los ojos ya le pertenecen.” — Sasha Ishtar, Emperatriz del Clan
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  • El estruendo del tribunal divino era como un océano desatado. Cientos de tronos resplandecientes se alzaban en círculo, cada uno ocupado por deidades antiguas, guardianes del equilibrio entre mundos. Allí estaba ella, **Yurei Veyrith**, arrastrada entre cadenas de luz que quemaban su piel etérea, aunque no la reducían al silencio.

    La habían acusado de lo imperdonable: descender a la Tierra sin permiso, tocar la fragilidad de los mortales, reír y llorar entre ellos, **vivir como si fuera una de ellos**. Aquello que los dioses llamaban traición, para ella había sido redención.

    —Has profanado el pacto —tronó **Zeus**, su voz retumbando como mil tormentas.
    —La Tierra no es tu morada —sentenció **Hera**, su mirada de hielo atravesándola como dagas.
    —Serás condenada a errar entre mundos, nunca pertenecer a ninguno —decretó **Anubis**, levantando una balanza ardiente donde su alma parecía tambalearse.

    Yurei, de rodillas, levantó el rostro. Sus ojos, grises como neblina, brillaban con un desafío implacable.
    —No me arrepiento. Ustedes olvidaron lo que significa sentir. Los mortales conocen la belleza de la caída, del sacrificio, del amor. Y si debo pagar por recordárselos, lo haré.

    Los dioses rugieron indignados. Cadenas de fuego divino se enroscaron en torno a su cuerpo y un círculo de runas comenzó a sellarse en el suelo. El castigo era inminente.

    Pero en medio de aquel coro de furia, algunas miradas permanecían en silencio.

    **Atenea**, con sus ojos de sabiduría, ladeó apenas la cabeza. **Hades**, señor del Inframundo, permanecía inexpresivo, aunque una chispa de simpatía cruzaba sus labios sombríos. Y entre las sombras, **Loki**, con sonrisa torcida, parecía disfrutar demasiado del espectáculo.

    Cuando las cadenas descendieron para sellarla en el limbo eterno, fue Atenea quien habló con calma, interrumpiendo el decreto:
    —El juicio no debe olvidar la virtud. Si la castigamos sin más, perderemos la lección que ella trajo de los mortales.

    Zeus fulminó a su hija con la mirada, pero la diosa no retrocedió. Fue entonces que Loki dio un paso adelante, riendo entre dientes.
    —¿De verdad vais a encadenarla? Qué aburrido. Yo digo que una jaula no puede contener a alguien que sabe cómo romperla.

    El suelo tembló. Un susurro recorrió el aire: Yurei no estaba sola.

    En medio del caos, **Hades** levantó discretamente su mano, y las sombras se extendieron como un río de tinta, debilitando por un instante las cadenas que la apresaban. Atenea inclinó su lanza y rompió el círculo de runas, apenas lo suficiente para abrir una fisura. Y Loki, con un gesto burlón, creó un espejismo que confundió a los guardias divinos.

    —Corre, pequeña fantasma —susurró el dios embaucador—. El cielo nunca fue solo de ellos.

    El cuerpo de Yurei ardía, pero la libertad era más fuerte que el dolor. Se levantó entre chispas de fuego divino, extendiendo sus alas translúcidas, y con un rugido que era mitad lamento, mitad desafío, se lanzó a través de la grieta abierta.

    Los dioses clamaron. Rayos y cadenas intentaron alcanzarla, pero las sombras de Hades la protegieron, el escudo de Atenea desvió los golpes, y las ilusiones de Loki confundieron el espacio mismo. Entre caos y relámpagos, Yurei atravesó el firmamento, dejando tras de sí un eco de campanas rotas.

    Al fin, el cielo nocturno la recibió de nuevo. No como prisionera, sino como fugitiva, como sobreviviente. Se alzó sobre las estrellas, sintiendo el viento celeste recorrerla, y por primera vez en mucho tiempo, sonrió de verdad.

    Atenea apareció en un destello de plata, mirándola con serenidad.
    —No abuses de esta oportunidad, Yurei. Si vuelves a caer, nadie podrá salvarte.

    Hades emergió de la penumbra, su voz grave como la tumba:
    —El mundo necesita fantasmas que recuerden a los dioses lo que ellos olvidaron. Esa será tu lugar.

    Y Loki, como siempre, se limitó a reír, desvaneciéndose en chispas de fuego verde:
    —Nos veremos pronto, pequeña transgresora. La rebeldía te sienta bien.

    Así, contra toda sentencia, **Yurei Veyrith volvió al cielo**. No como esclava ni como exiliada, sino como un recordatorio viviente de que incluso los dioses pueden ser desafiados.

    Y desde ese día, su nombre quedó escrito entre susurros prohibidos, en las plegarias de los mortales que soñaban con tocar el cielo.

    El juicio había sido brutal, una tormenta de voces divinas que rugían contra ella. Las cadenas de luz aún ardían en su piel, recordándole que no era bienvenida ni en el cielo ni en el inframundo. Pero cuando Atenea rompió el sello, cuando Loki distorsionó las formas del tribunal y Hades abrió un camino entre las sombras, Yurei no voló hacia el firmamento. **Eligió la caída.**

    El cielo se desgarró como un espejo roto, y ella descendió en espiral entre relámpagos y fuego. La Tierra la llamó como un corazón latiendo bajo sus pies. Su cuerpo atravesó la noche y emergió en un bosque, donde los árboles temblaron al sentir la presencia de algo que no pertenecía del todo a ese mundo.

    Cayó de rodillas sobre la hierba húmeda, jadeante. Su respiración era vapor plateado, y sus alas translúcidas se disolvieron en la bruma. El aire olía a lluvia y tierra, un contraste absoluto con el mármol estéril del tribunal celestial.

    —Aquí pertenezco —susurró, acariciando el suelo con los dedos—. Entre ellos. Entre los mortales.

    No estaba sola. Una sombra se materializó a su lado. Hades, aunque no podía quedarse, le había dejado un fragmento de su poder: una gema oscura que palpitaba como un corazón.
    —Con esto podrás esconderte de los ojos del Olimpo. Úsalo bien, Yurei.

    La gema se incrustó en su piel como si siempre hubiera sido parte de ella. Y de inmediato, el lazo que la ataba al juicio se desvaneció.

    Poco después, entre los árboles, una figura esbelta emergió: **Atenea**, envuelta en luz de luna, se inclinó hacia ella.
    —Te salvamos, pero el precio es alto. No podrás regresar al cielo. Zeus jamás lo permitiría. Aquí tendrás tu segunda oportunidad, y también tu mayor peligro.

    Y en un destello, desapareció.

    El viento cambió, y con él llegó la risa burlona de **Loki**, que se deslizó como un espejismo sobre la superficie del río cercano.
    —Oh, pequeña fugitiva. Ahora el tablero es tuyo. Haz temblar la Tierra, enamora, destruye, vive… Yo vendré a mirar el caos cuando menos lo esperes.

    Y también se desvaneció, dejando tras de sí el aroma a humo y azufre.

    Yurei permaneció sola bajo la noche. Pero no era una soledad amarga: era libertad. El rumor del bosque la acogía, los mortales dormían en sus aldeas cercanas, ajenos a que un espíritu caído caminaba de nuevo entre ellos.

    Con pasos lentos, empezó a andar hacia las luces lejanas de un pueblo. No sería fácil: la vigilarían, la cazarían, y los dioses no olvidarían. Pero había vuelto al único lugar donde su corazón podía latir.

    La Tierra era su condena, pero también su refugio.
    Y, mientras la bruma cubría el cielo, **Yurei Veyrith sonrió con la certeza de que ningún castigo divino le arrebataría jamás su deseo de vivir como humana**.
    El estruendo del tribunal divino era como un océano desatado. Cientos de tronos resplandecientes se alzaban en círculo, cada uno ocupado por deidades antiguas, guardianes del equilibrio entre mundos. Allí estaba ella, **Yurei Veyrith**, arrastrada entre cadenas de luz que quemaban su piel etérea, aunque no la reducían al silencio. La habían acusado de lo imperdonable: descender a la Tierra sin permiso, tocar la fragilidad de los mortales, reír y llorar entre ellos, **vivir como si fuera una de ellos**. Aquello que los dioses llamaban traición, para ella había sido redención. —Has profanado el pacto —tronó **Zeus**, su voz retumbando como mil tormentas. —La Tierra no es tu morada —sentenció **Hera**, su mirada de hielo atravesándola como dagas. —Serás condenada a errar entre mundos, nunca pertenecer a ninguno —decretó **Anubis**, levantando una balanza ardiente donde su alma parecía tambalearse. Yurei, de rodillas, levantó el rostro. Sus ojos, grises como neblina, brillaban con un desafío implacable. —No me arrepiento. Ustedes olvidaron lo que significa sentir. Los mortales conocen la belleza de la caída, del sacrificio, del amor. Y si debo pagar por recordárselos, lo haré. Los dioses rugieron indignados. Cadenas de fuego divino se enroscaron en torno a su cuerpo y un círculo de runas comenzó a sellarse en el suelo. El castigo era inminente. Pero en medio de aquel coro de furia, algunas miradas permanecían en silencio. **Atenea**, con sus ojos de sabiduría, ladeó apenas la cabeza. **Hades**, señor del Inframundo, permanecía inexpresivo, aunque una chispa de simpatía cruzaba sus labios sombríos. Y entre las sombras, **Loki**, con sonrisa torcida, parecía disfrutar demasiado del espectáculo. Cuando las cadenas descendieron para sellarla en el limbo eterno, fue Atenea quien habló con calma, interrumpiendo el decreto: —El juicio no debe olvidar la virtud. Si la castigamos sin más, perderemos la lección que ella trajo de los mortales. Zeus fulminó a su hija con la mirada, pero la diosa no retrocedió. Fue entonces que Loki dio un paso adelante, riendo entre dientes. —¿De verdad vais a encadenarla? Qué aburrido. Yo digo que una jaula no puede contener a alguien que sabe cómo romperla. El suelo tembló. Un susurro recorrió el aire: Yurei no estaba sola. En medio del caos, **Hades** levantó discretamente su mano, y las sombras se extendieron como un río de tinta, debilitando por un instante las cadenas que la apresaban. Atenea inclinó su lanza y rompió el círculo de runas, apenas lo suficiente para abrir una fisura. Y Loki, con un gesto burlón, creó un espejismo que confundió a los guardias divinos. —Corre, pequeña fantasma —susurró el dios embaucador—. El cielo nunca fue solo de ellos. El cuerpo de Yurei ardía, pero la libertad era más fuerte que el dolor. Se levantó entre chispas de fuego divino, extendiendo sus alas translúcidas, y con un rugido que era mitad lamento, mitad desafío, se lanzó a través de la grieta abierta. Los dioses clamaron. Rayos y cadenas intentaron alcanzarla, pero las sombras de Hades la protegieron, el escudo de Atenea desvió los golpes, y las ilusiones de Loki confundieron el espacio mismo. Entre caos y relámpagos, Yurei atravesó el firmamento, dejando tras de sí un eco de campanas rotas. Al fin, el cielo nocturno la recibió de nuevo. No como prisionera, sino como fugitiva, como sobreviviente. Se alzó sobre las estrellas, sintiendo el viento celeste recorrerla, y por primera vez en mucho tiempo, sonrió de verdad. Atenea apareció en un destello de plata, mirándola con serenidad. —No abuses de esta oportunidad, Yurei. Si vuelves a caer, nadie podrá salvarte. Hades emergió de la penumbra, su voz grave como la tumba: —El mundo necesita fantasmas que recuerden a los dioses lo que ellos olvidaron. Esa será tu lugar. Y Loki, como siempre, se limitó a reír, desvaneciéndose en chispas de fuego verde: —Nos veremos pronto, pequeña transgresora. La rebeldía te sienta bien. Así, contra toda sentencia, **Yurei Veyrith volvió al cielo**. No como esclava ni como exiliada, sino como un recordatorio viviente de que incluso los dioses pueden ser desafiados. Y desde ese día, su nombre quedó escrito entre susurros prohibidos, en las plegarias de los mortales que soñaban con tocar el cielo. El juicio había sido brutal, una tormenta de voces divinas que rugían contra ella. Las cadenas de luz aún ardían en su piel, recordándole que no era bienvenida ni en el cielo ni en el inframundo. Pero cuando Atenea rompió el sello, cuando Loki distorsionó las formas del tribunal y Hades abrió un camino entre las sombras, Yurei no voló hacia el firmamento. **Eligió la caída.** El cielo se desgarró como un espejo roto, y ella descendió en espiral entre relámpagos y fuego. La Tierra la llamó como un corazón latiendo bajo sus pies. Su cuerpo atravesó la noche y emergió en un bosque, donde los árboles temblaron al sentir la presencia de algo que no pertenecía del todo a ese mundo. Cayó de rodillas sobre la hierba húmeda, jadeante. Su respiración era vapor plateado, y sus alas translúcidas se disolvieron en la bruma. El aire olía a lluvia y tierra, un contraste absoluto con el mármol estéril del tribunal celestial. —Aquí pertenezco —susurró, acariciando el suelo con los dedos—. Entre ellos. Entre los mortales. No estaba sola. Una sombra se materializó a su lado. Hades, aunque no podía quedarse, le había dejado un fragmento de su poder: una gema oscura que palpitaba como un corazón. —Con esto podrás esconderte de los ojos del Olimpo. Úsalo bien, Yurei. La gema se incrustó en su piel como si siempre hubiera sido parte de ella. Y de inmediato, el lazo que la ataba al juicio se desvaneció. Poco después, entre los árboles, una figura esbelta emergió: **Atenea**, envuelta en luz de luna, se inclinó hacia ella. —Te salvamos, pero el precio es alto. No podrás regresar al cielo. Zeus jamás lo permitiría. Aquí tendrás tu segunda oportunidad, y también tu mayor peligro. Y en un destello, desapareció. El viento cambió, y con él llegó la risa burlona de **Loki**, que se deslizó como un espejismo sobre la superficie del río cercano. —Oh, pequeña fugitiva. Ahora el tablero es tuyo. Haz temblar la Tierra, enamora, destruye, vive… Yo vendré a mirar el caos cuando menos lo esperes. Y también se desvaneció, dejando tras de sí el aroma a humo y azufre. Yurei permaneció sola bajo la noche. Pero no era una soledad amarga: era libertad. El rumor del bosque la acogía, los mortales dormían en sus aldeas cercanas, ajenos a que un espíritu caído caminaba de nuevo entre ellos. Con pasos lentos, empezó a andar hacia las luces lejanas de un pueblo. No sería fácil: la vigilarían, la cazarían, y los dioses no olvidarían. Pero había vuelto al único lugar donde su corazón podía latir. La Tierra era su condena, pero también su refugio. Y, mientras la bruma cubría el cielo, **Yurei Veyrith sonrió con la certeza de que ningún castigo divino le arrebataría jamás su deseo de vivir como humana**.
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