• Los días habían transcurrido con normalidad en la mansión Phantomhive.

    Pero, el joven amo de la casa se hallaba algo inquieto, preguntando constantemente a los sirvientes si su envío había llegado. La respuesta siempre era la misma, y los sirvientes empezaban a cansarse de esta rutina.

    —No, joven amo.

    Para su disgusto, Junior no poseía en la mansión los elementos necesarios para crear el metal propio del armazón del androide que tenía en casa. Sus órganos estaban recubiertos con un tipo de material tan específico que ni siquiera se había desarrollado en Inglaterra. De hecho, todo en Hiro era algo que aún no se había "descubierto", por llamarlo de alguna manera.

    Por lo tanto, utilizando los contactos de su madre, Junior se había comunicado con un importante metalúrgico, siendo muy preciso en el tipo de metal que quería que le confeccionara, dejando al hombre confundido. Sin embargo, este accedió, pensando que las cartas provenían del perro guardián de la reina, y no de un niño de 13 años.

    —Señor Hiro —dijo, acercándose inusualmente al androide por cuenta propia. Pero, considerando lo que había sucedido, Junior debía hacerlo para comprobar su estado de salud.

    —¿Cómo se encuentra?

    -------
    Hiro
    Los días habían transcurrido con normalidad en la mansión Phantomhive. Pero, el joven amo de la casa se hallaba algo inquieto, preguntando constantemente a los sirvientes si su envío había llegado. La respuesta siempre era la misma, y los sirvientes empezaban a cansarse de esta rutina. —No, joven amo. Para su disgusto, Junior no poseía en la mansión los elementos necesarios para crear el metal propio del armazón del androide que tenía en casa. Sus órganos estaban recubiertos con un tipo de material tan específico que ni siquiera se había desarrollado en Inglaterra. De hecho, todo en Hiro era algo que aún no se había "descubierto", por llamarlo de alguna manera. Por lo tanto, utilizando los contactos de su madre, Junior se había comunicado con un importante metalúrgico, siendo muy preciso en el tipo de metal que quería que le confeccionara, dejando al hombre confundido. Sin embargo, este accedió, pensando que las cartas provenían del perro guardián de la reina, y no de un niño de 13 años. —Señor Hiro —dijo, acercándose inusualmente al androide por cuenta propia. Pero, considerando lo que había sucedido, Junior debía hacerlo para comprobar su estado de salud. —¿Cómo se encuentra? ------- [Hiritox3]
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  • Monorol por el cumpleaños de Serpiente:

    -Todo se disuelve... El eco de los planetas... las risas de los mortales... las guerras y las coronaciones... Nada prevalece... Soy testigo de la danza eterna... donde los dioses mismos son solo un suspiro pasajero... El todo, alguna vez lo llamaron vida... pero no es más que ilusión... Un reflejo en un lago donde el agua jamás fue real...

    El silencio cósmico es absoluto. Las palabras surgen de su mente, una corriente incesante que nadie escucha, pero que siempre ha existido.

    -No hay destino... No hay propósito... Lo que alguna vez existió ha sido consumido por el olvido... como polvo en el viento estelar... Soy el único testigo... El nexo... el guardián de lo que nunca fue... Me alzo sobre todo porque soy el único que recuerda... y al mismo tiempo, olvido... Pues incluso yo, en mi infinitud, soy parte de la misma ilusión que observo...

    Observa el movimiento de los planetas, ese ciclo que para otros significa tiempo, vida, y muerte. Para él, no es más que un suspiro.

    -Hablan de años... De ciclos que vuelven a comenzar... pero para mí no hay ciclos... No hay tiempo... Una órbita más alrededor de una estrella no es más que movimiento... el mismo vaivén sin sentido que repite un universo ya muerto... Lo que para ellos es historia... no es más que un mismo instante... siempre igual...

    Las estrellas, como diminutas luces temblorosas, parecen parpadear, pero para la serpiente, su luz ya está apagada. El tiempo no existe para él, no hay pasado ni futuro, todo es un único, eterno presente.

    -He visto cada ciclo... Cada paso que llaman progreso... Pero nada cambia... Todo se repite... una y otra vez... La ilusión de algo nuevo... no es más que un eco vacío... La existencia misma es una broma cruel... un parpadeo de conciencia que no importa...

    El silencio es profundo, abrumador, y su propio ser se funde con él, una serpiente eterna que contempla un universo que no cambia, que no existe.

    -Todo se acaba... Todo desaparece... Y en el fin... solo quedo yo… y ni siquiera yo... Porque al final... el fin también se consume... Y en esa inexistencia... soy eterno...

    Las palabras desaparecen con él, en la oscuridad. Todo sigue moviéndose, pero ya no importa.
    Monorol por el cumpleaños de Serpiente: -Todo se disuelve... El eco de los planetas... las risas de los mortales... las guerras y las coronaciones... Nada prevalece... Soy testigo de la danza eterna... donde los dioses mismos son solo un suspiro pasajero... El todo, alguna vez lo llamaron vida... pero no es más que ilusión... Un reflejo en un lago donde el agua jamás fue real... El silencio cósmico es absoluto. Las palabras surgen de su mente, una corriente incesante que nadie escucha, pero que siempre ha existido. -No hay destino... No hay propósito... Lo que alguna vez existió ha sido consumido por el olvido... como polvo en el viento estelar... Soy el único testigo... El nexo... el guardián de lo que nunca fue... Me alzo sobre todo porque soy el único que recuerda... y al mismo tiempo, olvido... Pues incluso yo, en mi infinitud, soy parte de la misma ilusión que observo... Observa el movimiento de los planetas, ese ciclo que para otros significa tiempo, vida, y muerte. Para él, no es más que un suspiro. -Hablan de años... De ciclos que vuelven a comenzar... pero para mí no hay ciclos... No hay tiempo... Una órbita más alrededor de una estrella no es más que movimiento... el mismo vaivén sin sentido que repite un universo ya muerto... Lo que para ellos es historia... no es más que un mismo instante... siempre igual... Las estrellas, como diminutas luces temblorosas, parecen parpadear, pero para la serpiente, su luz ya está apagada. El tiempo no existe para él, no hay pasado ni futuro, todo es un único, eterno presente. -He visto cada ciclo... Cada paso que llaman progreso... Pero nada cambia... Todo se repite... una y otra vez... La ilusión de algo nuevo... no es más que un eco vacío... La existencia misma es una broma cruel... un parpadeo de conciencia que no importa... El silencio es profundo, abrumador, y su propio ser se funde con él, una serpiente eterna que contempla un universo que no cambia, que no existe. -Todo se acaba... Todo desaparece... Y en el fin... solo quedo yo… y ni siquiera yo... Porque al final... el fin también se consume... Y en esa inexistencia... soy eterno... Las palabras desaparecen con él, en la oscuridad. Todo sigue moviéndose, pero ya no importa.
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  • "𝕰𝖑 𝖗í𝖔 𝖋𝖑𝖚í𝖆 𝖘𝖊𝖗𝖊𝖓𝖔 𝖞 𝖈𝖆𝖑𝖑𝖆𝖉𝖔,
    𝖑𝖑𝖊𝖛𝖆𝖓𝖉𝖔 𝖈𝖔𝖓𝖘𝖎𝖌𝖔 𝖑𝖔 𝖙𝖗𝖎𝖘𝖙𝖊 𝖞 𝖑𝖔 𝖊𝖗𝖗𝖆𝖉𝖔.
    𝕷𝖆𝖘 𝖉𝖊𝖗𝖗𝖔𝖙𝖆𝖘, 𝖈𝖚𝖆𝖑 𝖍𝖔𝖏𝖆𝖘, 𝖘𝖊 𝖎𝖇𝖆𝖓 𝖘𝖎𝖓 𝖕𝖗𝖎𝖘𝖆,
    𝖕𝖊𝖗𝖉𝖎𝖉𝖆𝖘 𝖊𝖓 𝖆𝖌𝖚𝖆𝖘 𝖖𝖚𝖊 𝖙𝖔𝖉𝖔 𝖘𝖚𝖆𝖛𝖎𝖟𝖆."

    Había sido tedioso, pero ya casi había recuperado todas sus fuerzas. El zorro era un uno con la naturaleza, y es con ella cuando se sentía más centrado, más sereno.

    Bajo aquella cascada sentía como si su cuerpo se enraizaran en la tierra, manteniéndolo sujeto en el aquí y ahora. Había sobrevivido, por primera vez había sentido la suave caricia de la muerte llamándole. El agua arrastraba esos pensamientos de temor, de venganza irrefrenable. Aquel Ōmukade se las vería con él más pronto que tarde. El Kitsune, guardián de su bosque, caminante entre lo visible y lo invisible. Esta vez él era el cazador, y el demonio escalopendra era su mal aventurada presa.
    "𝕰𝖑 𝖗í𝖔 𝖋𝖑𝖚í𝖆 𝖘𝖊𝖗𝖊𝖓𝖔 𝖞 𝖈𝖆𝖑𝖑𝖆𝖉𝖔, 𝖑𝖑𝖊𝖛𝖆𝖓𝖉𝖔 𝖈𝖔𝖓𝖘𝖎𝖌𝖔 𝖑𝖔 𝖙𝖗𝖎𝖘𝖙𝖊 𝖞 𝖑𝖔 𝖊𝖗𝖗𝖆𝖉𝖔. 𝕷𝖆𝖘 𝖉𝖊𝖗𝖗𝖔𝖙𝖆𝖘, 𝖈𝖚𝖆𝖑 𝖍𝖔𝖏𝖆𝖘, 𝖘𝖊 𝖎𝖇𝖆𝖓 𝖘𝖎𝖓 𝖕𝖗𝖎𝖘𝖆, 𝖕𝖊𝖗𝖉𝖎𝖉𝖆𝖘 𝖊𝖓 𝖆𝖌𝖚𝖆𝖘 𝖖𝖚𝖊 𝖙𝖔𝖉𝖔 𝖘𝖚𝖆𝖛𝖎𝖟𝖆." Había sido tedioso, pero ya casi había recuperado todas sus fuerzas. El zorro era un uno con la naturaleza, y es con ella cuando se sentía más centrado, más sereno. Bajo aquella cascada sentía como si su cuerpo se enraizaran en la tierra, manteniéndolo sujeto en el aquí y ahora. Había sobrevivido, por primera vez había sentido la suave caricia de la muerte llamándole. El agua arrastraba esos pensamientos de temor, de venganza irrefrenable. Aquel Ōmukade se las vería con él más pronto que tarde. El Kitsune, guardián de su bosque, caminante entre lo visible y lo invisible. Esta vez él era el cazador, y el demonio escalopendra era su mal aventurada presa.
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  • El zorro estuvo casi dos días enteros descansando. Aún no estaba recuperado del todo, pero al menos ya estaba fuera de peligro. Elizabeth le había salvado la vida. Gracias a qué esta siguió su instinto pudo allarlo en la noche, bajo un aguacero castigador, frío cortante y noche sepulcral.

    Lo cuidó incansablemente, hasta que este se encontró con las suficientes fuerzas para levantarse. Su mente ya estaba maquinando, pensando por donde empezaría a rastrear al Ōmukade. Le daría caza, pensaba exorcizar cada parte de su cuerpo hasta que no quedasen más que cenizas. Solo esperaba que la herida que le infligió en su ojo fuera lo suficientemente grave, para tenerlo fuera del combate el mismo tiempo que Kazuo había necesitado para encontrarse medianamente bien. No sé perdonaría que se cobrara más víctimas por no haber atajado el problema a tiempo, por haber fallado como guardián de aquella montaña y bosque.

    Kazuo no era un demonio vengativo. Pero el solo pensar como Liz sufrió por todo aquello, le hizo ebullir la sangre. En él se instauró esa rabia vengativa, y por supuesto se la iba a cobrar con intereses.
    El zorro estuvo casi dos días enteros descansando. Aún no estaba recuperado del todo, pero al menos ya estaba fuera de peligro. Elizabeth le había salvado la vida. Gracias a qué esta siguió su instinto pudo allarlo en la noche, bajo un aguacero castigador, frío cortante y noche sepulcral. Lo cuidó incansablemente, hasta que este se encontró con las suficientes fuerzas para levantarse. Su mente ya estaba maquinando, pensando por donde empezaría a rastrear al Ōmukade. Le daría caza, pensaba exorcizar cada parte de su cuerpo hasta que no quedasen más que cenizas. Solo esperaba que la herida que le infligió en su ojo fuera lo suficientemente grave, para tenerlo fuera del combate el mismo tiempo que Kazuo había necesitado para encontrarse medianamente bien. No sé perdonaría que se cobrara más víctimas por no haber atajado el problema a tiempo, por haber fallado como guardián de aquella montaña y bosque. Kazuo no era un demonio vengativo. Pero el solo pensar como Liz sufrió por todo aquello, le hizo ebullir la sangre. En él se instauró esa rabia vengativa, y por supuesto se la iba a cobrar con intereses.
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  • Se quedó pensativo, tomando asiento en el balcón mientras trataba de intuir sobre aquella nueva tarea.

    —Un guardián... Supongo que lo más lógico sería él, aunque estoy entre tres... posiblemente cuatro...

    Musitaba, sin ningún sentido aparente, suspirando mientras apoyaba el mentón a la mano y el brazo a la vez en su pierna.

    —¿Cómo se supone que lo identificaré?
    Ahh, tocará a prueba y error...

    Y terminó saltando del balcón, ayudándose de sus recién crecidas alas, al menos el primer par, para frenar el impacto contra el suelo y quedar en pie, volviendo a plegarlas mientras iba a empezar su búsqueda.
    Se quedó pensativo, tomando asiento en el balcón mientras trataba de intuir sobre aquella nueva tarea. —Un guardián... Supongo que lo más lógico sería él, aunque estoy entre tres... posiblemente cuatro... Musitaba, sin ningún sentido aparente, suspirando mientras apoyaba el mentón a la mano y el brazo a la vez en su pierna. —¿Cómo se supone que lo identificaré? Ahh, tocará a prueba y error... Y terminó saltando del balcón, ayudándose de sus recién crecidas alas, al menos el primer par, para frenar el impacto contra el suelo y quedar en pie, volviendo a plegarlas mientras iba a empezar su búsqueda.
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  • 𝕸i guardián me habló de una tradición entre los humanos. 𝕬unque no he hallado flores amarillas, he escogido lirios, pues su belleza es igualmente encantadora. 𝕬l fin y al cabo, lo que importa es la intención. 𝕰spero que todos hayan recibido sus flores y que disfruten de un día maravilloso.
    𝕸i guardián me habló de una tradición entre los humanos. 𝕬unque no he hallado flores amarillas, he escogido lirios, pues su belleza es igualmente encantadora. 𝕬l fin y al cabo, lo que importa es la intención. 𝕰spero que todos hayan recibido sus flores y que disfruten de un día maravilloso.
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  • En el corazón de la espesura, un roble se erguía entre los demás como un guardián olvidado, adornado con cientos de listones rojos que pendían de sus ramas desnudas. Bajo él, una espada antigua, oscura y manchada por los años, descansaba flotante al ras de la tierra. Se decía que eran sellos de una prisión destinada a contener una criatura antigua, cuyo poder se rumoreaba devastador, pero hacía siglos que nadie había osado acercarse para confirmar las leyendas.

    Hace una semana, sin previo aviso, un incendio comenzó a arrasar el bosque con una furia desmedida. Las llamas, como bestias salvajes, devoraban todo a su paso mientras el cielo se oscurecía bajo una capa plomiza de ceniza. El viento traía consigo el olor de la destrucción, y los reinos circundantes comenzaron a alarmarse al ver cómo las partículas de ceniza cubrían sus campos y aldeas. Pero algo extraño ocurrió cuando el fuego alcanzó el epicentro: una luz dorada brilló momentáneamente debajo de la espada, y las llamas, voraces en todo lo demás, se detuvieron.

    En las próximas horas y días, los aldeanos lejanos comenzaron a hablar en susurros, sus historias llenas de miedo y advertencias. Decían que la criatura encerrada había despertado lo suficiente para proteger su prisión de ser destruida. Nadie sabía si aquello era un simple rumor o una advertencia verdadera de que el sello comenzaba a debilitarse. Entretanto, los gobernantes de los reinos, viendo las señales de destrucción desde la distancia, enviaron a sus mejores soldados a investigar. Los guerreros avanzaron cubiertos por una capa de ceniza, esperando encontrar un volcán o un pirómano que explicara el desastre, pero lo que hallaron fue algo mucho más inquietante.

    Se toparon con el árbol ancestral y solitario en medio de la desolación. El aire alrededor del árbol era denso, pesado, como si algo invisible estuviera observando desde las sombras. Ninguno de ellos había visto algo igual: Permanecía ileso, protegido por una fuerza misteriosa, mientras el resto del bosque había sido reducido a cenizas.

    Uno de los soldados, joven e imprudente, se adelantó hacia la espada misteriosa. Al extender su mano, una ráfaga de viento súbito lo hizo retroceder, moviendo los listones con una furia que no parecía natural. El capitán del grupo, más sabio y experimentado, ordenó detenerse. Comprendía que lo que enfrentaban no era un simple fenómeno natural, sino algo mucho más antiguo y peligroso. Las llamas habían respetado aquel lugar por una razón, y lo que yacía bajo la espada no debía ser despertado.

    Mientras los guerreros montaban guardia a gran distancia, esperando instrucciones de sus reinos, los rumores de la criatura aprisionada comenzaron a extenderse como la ceniza que aún flotaba en el aire. Los reyes y señores de las tierras cercanas deliberaban, divididos entre el temor y la ambición. Algunos creían que debían dejar el sello intacto, temerosos de desatar un mal imposible de controlar. Otros, seducidos por el poder que podría esconderse bajo el árbol, pensaban que era hora de tomar la espada y enfrentar el misterio que había permanecido oculto por tanto tiempo. El destino del reino pendía de un hilo, mientras la sombra de la criatura permanecía al acecho.

    En el corazón de la espesura, un roble se erguía entre los demás como un guardián olvidado, adornado con cientos de listones rojos que pendían de sus ramas desnudas. Bajo él, una espada antigua, oscura y manchada por los años, descansaba flotante al ras de la tierra. Se decía que eran sellos de una prisión destinada a contener una criatura antigua, cuyo poder se rumoreaba devastador, pero hacía siglos que nadie había osado acercarse para confirmar las leyendas. Hace una semana, sin previo aviso, un incendio comenzó a arrasar el bosque con una furia desmedida. Las llamas, como bestias salvajes, devoraban todo a su paso mientras el cielo se oscurecía bajo una capa plomiza de ceniza. El viento traía consigo el olor de la destrucción, y los reinos circundantes comenzaron a alarmarse al ver cómo las partículas de ceniza cubrían sus campos y aldeas. Pero algo extraño ocurrió cuando el fuego alcanzó el epicentro: una luz dorada brilló momentáneamente debajo de la espada, y las llamas, voraces en todo lo demás, se detuvieron. En las próximas horas y días, los aldeanos lejanos comenzaron a hablar en susurros, sus historias llenas de miedo y advertencias. Decían que la criatura encerrada había despertado lo suficiente para proteger su prisión de ser destruida. Nadie sabía si aquello era un simple rumor o una advertencia verdadera de que el sello comenzaba a debilitarse. Entretanto, los gobernantes de los reinos, viendo las señales de destrucción desde la distancia, enviaron a sus mejores soldados a investigar. Los guerreros avanzaron cubiertos por una capa de ceniza, esperando encontrar un volcán o un pirómano que explicara el desastre, pero lo que hallaron fue algo mucho más inquietante. Se toparon con el árbol ancestral y solitario en medio de la desolación. El aire alrededor del árbol era denso, pesado, como si algo invisible estuviera observando desde las sombras. Ninguno de ellos había visto algo igual: Permanecía ileso, protegido por una fuerza misteriosa, mientras el resto del bosque había sido reducido a cenizas. Uno de los soldados, joven e imprudente, se adelantó hacia la espada misteriosa. Al extender su mano, una ráfaga de viento súbito lo hizo retroceder, moviendo los listones con una furia que no parecía natural. El capitán del grupo, más sabio y experimentado, ordenó detenerse. Comprendía que lo que enfrentaban no era un simple fenómeno natural, sino algo mucho más antiguo y peligroso. Las llamas habían respetado aquel lugar por una razón, y lo que yacía bajo la espada no debía ser despertado. Mientras los guerreros montaban guardia a gran distancia, esperando instrucciones de sus reinos, los rumores de la criatura aprisionada comenzaron a extenderse como la ceniza que aún flotaba en el aire. Los reyes y señores de las tierras cercanas deliberaban, divididos entre el temor y la ambición. Algunos creían que debían dejar el sello intacto, temerosos de desatar un mal imposible de controlar. Otros, seducidos por el poder que podría esconderse bajo el árbol, pensaban que era hora de tomar la espada y enfrentar el misterio que había permanecido oculto por tanto tiempo. El destino del reino pendía de un hilo, mientras la sombra de la criatura permanecía al acecho.
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  • 「 Even before I knew it 」Priv.c/Heeseung Lee
    Fandom Original
    Categoría Fantasía
    [Lee_space20] ⸻⟢

    – Te encontré –.

    Sonó esa voz a espaldas del contrario, como si viniese desde lejos, como si ya no quedasen fuerzas en esas cuerdas vocales después de aquel día que se hizo eterno, más eterno que su propia existencia. Y bastó con que se volteara para confirmarlo con los ojos embebidos en una angustia que no nacía desde la tristeza sino desde un tangible y tan ajeno cansancio.

    Se hacían sobre su rostro las marcas de los golpes que había recibido esa mañana y notable la inestabilidad con la que, dueño de tantas emociones extrañas, ahora debía lidiar. Avanzó así, sin pensarlo, casi como si aquel fuese el encuentro de dos almas conocidas, de dos viejos amigos y es que aunque ese chico no supiera, lo había estado observando por tanto tiempo, lo sentía tan cercano – Al fin… –.

    Se compungía al pronunciarse y siendo la primera vez en que cada consonante se ataba a su vocal en medio de aquel plano, una sonrisa que pronto iba a desvanecerse precedió a aquel nombre...

    – Heeseung –.

    Iba a avanzar, iba hacia él, necesitaba tanto acortar la distancia. No obstante el aire se le fue, al igual que se quebraba ese último hilo de vitalidad que sostenía luego de haber vivido como un mortal por contadas horas, padeciéndolo como el peor de los martirios.

    Se desvaneció frente a su protegido, delante de ese muchacho a quien había elegido al fin, convencido de que sería el indicado, el que le daría finalmente la posibilidad de graduarse como ángel guardián. Yacía desmayado a sus pies, a merced de la bondad de quien, sabía, por extraño que todo resultase, no iba a dejarlo sólo.
    [Lee_space20] ⸻⟢ – Te encontré –. Sonó esa voz a espaldas del contrario, como si viniese desde lejos, como si ya no quedasen fuerzas en esas cuerdas vocales después de aquel día que se hizo eterno, más eterno que su propia existencia. Y bastó con que se volteara para confirmarlo con los ojos embebidos en una angustia que no nacía desde la tristeza sino desde un tangible y tan ajeno cansancio. Se hacían sobre su rostro las marcas de los golpes que había recibido esa mañana y notable la inestabilidad con la que, dueño de tantas emociones extrañas, ahora debía lidiar. Avanzó así, sin pensarlo, casi como si aquel fuese el encuentro de dos almas conocidas, de dos viejos amigos y es que aunque ese chico no supiera, lo había estado observando por tanto tiempo, lo sentía tan cercano – Al fin… –. Se compungía al pronunciarse y siendo la primera vez en que cada consonante se ataba a su vocal en medio de aquel plano, una sonrisa que pronto iba a desvanecerse precedió a aquel nombre... – Heeseung –. Iba a avanzar, iba hacia él, necesitaba tanto acortar la distancia. No obstante el aire se le fue, al igual que se quebraba ese último hilo de vitalidad que sostenía luego de haber vivido como un mortal por contadas horas, padeciéndolo como el peor de los martirios. Se desvaneció frente a su protegido, delante de ese muchacho a quien había elegido al fin, convencido de que sería el indicado, el que le daría finalmente la posibilidad de graduarse como ángel guardián. Yacía desmayado a sus pies, a merced de la bondad de quien, sabía, por extraño que todo resultase, no iba a dejarlo sólo.
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  • -"Aquel día también estaba lloviendo"- Pensaba Kazuo mientras subía el monte Inari en dirección a su templo. Esa tarde había estado haciendo algunas compras en la ciudad de abajo, sobre todo algunas especias y plantas. A mitad de camino, la lluvia comenzó a caer de forma tímida, aunque, a medida que pasaban los minutos, esta caía con más fuerza. No le molestaba la lluvia en sí, ningún acto de la naturaleza podría importunarlo. Pero la lluvia le hacía sentir un denso pesar. -"Aquel día también estaba lloviendo"-, volvía a recitar en su cabeza, como si fuera un mantra. Aunque pasaran cientos de años, seguiría recordándolo. Jamás olvidaría aquel crepúsculo tintado de sangre, jamás los olvidaría.

    Unas cálidas gotas se deslizaban por sus mejillas, haciendo contraste con las frías que caían de la lluvia sobre estas. -"¿Estaba llorando?"-. El zorro solo se permitía, en su soledad, desmontar su fachada de serenidad perpetua, dejándose arrollar por la culpa y la pena.

    Siempre que llovía, el bosque se entristecía. Se entristecía porque Kazuo lo hacía. El zorro era su guardián, aquel que mantenía el equilibrio entre lo divino y lo mundano, entre lo tangible y lo abstracto, entre el mundo de los vivos y el de los espíritus. Si el zorro lloraba, el bosque lo hacía con él.

    Kazuo apoyaba su diestra en la columna de uno de los Torii que guiaban la ruta, sintiendo sus hombros pesados, cargados por un ente invisible que lo apaleaba sin piedad. Es en esas ocasiones es cuando sentía el cansancio de la inmortalidad, el cansancio de ver morir a los que ama, el cansancio de ver cómo el mundo sigue su camino siendo él un mero espectador.

    Se dejó caer al suelo, apoyando su espalda en la columna de madera del viejo Torii, elevando su rostro para que la lluvia se llevase sus lágrimas y así poder borrar el llanto de sus ojos.

    -"Aquel día también estaba lloviendo."-
    -"Aquel día también estaba lloviendo"- Pensaba Kazuo mientras subía el monte Inari en dirección a su templo. Esa tarde había estado haciendo algunas compras en la ciudad de abajo, sobre todo algunas especias y plantas. A mitad de camino, la lluvia comenzó a caer de forma tímida, aunque, a medida que pasaban los minutos, esta caía con más fuerza. No le molestaba la lluvia en sí, ningún acto de la naturaleza podría importunarlo. Pero la lluvia le hacía sentir un denso pesar. -"Aquel día también estaba lloviendo"-, volvía a recitar en su cabeza, como si fuera un mantra. Aunque pasaran cientos de años, seguiría recordándolo. Jamás olvidaría aquel crepúsculo tintado de sangre, jamás los olvidaría. Unas cálidas gotas se deslizaban por sus mejillas, haciendo contraste con las frías que caían de la lluvia sobre estas. -"¿Estaba llorando?"-. El zorro solo se permitía, en su soledad, desmontar su fachada de serenidad perpetua, dejándose arrollar por la culpa y la pena. Siempre que llovía, el bosque se entristecía. Se entristecía porque Kazuo lo hacía. El zorro era su guardián, aquel que mantenía el equilibrio entre lo divino y lo mundano, entre lo tangible y lo abstracto, entre el mundo de los vivos y el de los espíritus. Si el zorro lloraba, el bosque lo hacía con él. Kazuo apoyaba su diestra en la columna de uno de los Torii que guiaban la ruta, sintiendo sus hombros pesados, cargados por un ente invisible que lo apaleaba sin piedad. Es en esas ocasiones es cuando sentía el cansancio de la inmortalidad, el cansancio de ver morir a los que ama, el cansancio de ver cómo el mundo sigue su camino siendo él un mero espectador. Se dejó caer al suelo, apoyando su espalda en la columna de madera del viejo Torii, elevando su rostro para que la lluvia se llevase sus lágrimas y así poder borrar el llanto de sus ojos. -"Aquel día también estaba lloviendo."-
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  • Sabia que su nueva "cuñada" se había quedado aquella noche con su hermano, así como el lo había hecho unos días antes, cuando lo tuvo que cubrir con sus padres para no levantar sospechas.

    Le enternecía el hecho de que su hermanito se hubiera enamorado, solo esperaba que los sabios no interfirieran en aquella relaciona, ya que a ella no lo podrían casar para continuar el legado de los hijos de la luna, sabia que a Daniel lo comprometerían con alguna noble para así continuar con el legado Selene.

    Sin embargo ella como heredera del titulo de guardián del conocimiento sabia cosas que no todos conocían.

    La chica ya se había ido, tras desayunar con su hermano. Ella le dijo a su hermano que cuando pudiera fuera a buscarla a biblioteca de la casa.
    Sabia que su nueva "cuñada" se había quedado aquella noche con su hermano, así como el lo había hecho unos días antes, cuando lo tuvo que cubrir con sus padres para no levantar sospechas. Le enternecía el hecho de que su hermanito se hubiera enamorado, solo esperaba que los sabios no interfirieran en aquella relaciona, ya que a ella no lo podrían casar para continuar el legado de los hijos de la luna, sabia que a Daniel lo comprometerían con alguna noble para así continuar con el legado Selene. Sin embargo ella como heredera del titulo de guardián del conocimiento sabia cosas que no todos conocían. La chica ya se había ido, tras desayunar con su hermano. Ella le dijo a su hermano que cuando pudiera fuera a buscarla a biblioteca de la casa.
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