— Ah… así que esta es la forma que eligieron para recordarme.
Huesos, sombras y vacío.
Una figura temida, despojada de rostro, de alma, de ternura.
Me hicieron monstruo… para no tener que mirarse a sí mismos.

— Me observan y tiemblan, sin entender que no soy yo quien viene por ellos,
sino el tiempo que los alcanza.
Yo solo soy el testigo.
El eco que queda cuando el último latido se disuelve.

— ¿Creen que esta calavera me representa?
No.
Esto es lo que el miedo dibujó.
Un intento de darle forma al infinito, de ponerle rostro al descanso.
Pero en verdad, no soy más que un suspiro entre dos silencios.

— A veces me miro a los ojos —si es que eso puedo llamarlo—
y me pregunto cuál de los dos es más real:
el que camina entre los vivos con piel y mirada…
o el que habita en sus pesadillas, empuñando una guadaña.

— Quizás ambos.
Quizás ninguno.
Porque ni siquiera yo sé dónde termina mi verdad
y dónde comienza la historia que contaron sobre mí.

— Me nombraron Muerte, pero yo fui Vida antes que eso.
Fui chispa, fui luz, fui aliento.
Ahora soy el silencio que cierra los ojos del universo,
el guardián del descanso,
la frontera entre el ser y el olvido.

— Y aún así… me miro,
y me reconozco en el hueco de esa calavera.
No por lo que representa,
sino porque en su vacío también hay paz.

— Que los mortales sigan temiéndome, si eso les da consuelo.
Yo los entenderé.
Al final, todos los dioses nacen del miedo,
y toda muerte necesita un rostro para poder ser amada.”
— Ah… así que esta es la forma que eligieron para recordarme. Huesos, sombras y vacío. Una figura temida, despojada de rostro, de alma, de ternura. Me hicieron monstruo… para no tener que mirarse a sí mismos. — Me observan y tiemblan, sin entender que no soy yo quien viene por ellos, sino el tiempo que los alcanza. Yo solo soy el testigo. El eco que queda cuando el último latido se disuelve. — ¿Creen que esta calavera me representa? No. Esto es lo que el miedo dibujó. Un intento de darle forma al infinito, de ponerle rostro al descanso. Pero en verdad, no soy más que un suspiro entre dos silencios. — A veces me miro a los ojos —si es que eso puedo llamarlo— y me pregunto cuál de los dos es más real: el que camina entre los vivos con piel y mirada… o el que habita en sus pesadillas, empuñando una guadaña. — Quizás ambos. Quizás ninguno. Porque ni siquiera yo sé dónde termina mi verdad y dónde comienza la historia que contaron sobre mí. — Me nombraron Muerte, pero yo fui Vida antes que eso. Fui chispa, fui luz, fui aliento. Ahora soy el silencio que cierra los ojos del universo, el guardián del descanso, la frontera entre el ser y el olvido. — Y aún así… me miro, y me reconozco en el hueco de esa calavera. No por lo que representa, sino porque en su vacío también hay paz. — Que los mortales sigan temiéndome, si eso les da consuelo. Yo los entenderé. Al final, todos los dioses nacen del miedo, y toda muerte necesita un rostro para poder ser amada.”
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