• Reflections. Shadows. Power. Esta colección nace de la idea de que todos somos espejos rotos que aún proyectan luz.

    'Refractions of Power' no son vestidos ni trajes; son fragmentos de autoridad, fuerza y vulnerabilidad convertidos en arte textil. Cada pieza fue creada para resonar con quienes caminan entre mundos: la luz que exhiben y las sombras que protegen.

    En la pasarela de Milán no solo mostramos moda; mostramos voluntad.

    Bienvenido a MIRROR
    Reflections. Shadows. Power. Esta colección nace de la idea de que todos somos espejos rotos que aún proyectan luz. 'Refractions of Power' no son vestidos ni trajes; son fragmentos de autoridad, fuerza y vulnerabilidad convertidos en arte textil. Cada pieza fue creada para resonar con quienes caminan entre mundos: la luz que exhiben y las sombras que protegen. En la pasarela de Milán no solo mostramos moda; mostramos voluntad. Bienvenido a MIRROR
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
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    A veces me pregunto si los mortales comprenden el peso de un sueño. No es un simple escape, no, es una verdad sin filtros, un rostro que se revela cuando la conciencia duerme. Yo los observo en su vulnerabilidad y aún así, es allí donde más fuertes son.

    Miran el descanso como un fin del día. Para mí, es el principio de todo.

    Los he visto llorar en sus sueños por cosas que no se atreven a decir en la vigilia. He visto a niños volar sin alas, a viejos danzar sin huesos, a amantes reencontrarse en mundos que solo existen cuando cierran los ojos.

    Y sin embargo… nadie recuerda mi rostro.

    Tal vez está bien así. No necesito ser recordado, solo sentido. Como el recuerdo de una canción que alguna vez amaron, o un recuerdo que acaricia la memoria justo antes de dormir.

    Yo no soy quien sueña. Soy quien guarda los fragmentos rotos, quien da forma al silencio y lo vuelve susurro.

    Y cada noche, cuando me disuelvo en la penumbra, me permito un instante de melancolía.

    Porque incluso el dios de los sueños... también desea, a veces, ser soñado...
    A veces me pregunto si los mortales comprenden el peso de un sueño. No es un simple escape, no, es una verdad sin filtros, un rostro que se revela cuando la conciencia duerme. Yo los observo en su vulnerabilidad y aún así, es allí donde más fuertes son. Miran el descanso como un fin del día. Para mí, es el principio de todo. Los he visto llorar en sus sueños por cosas que no se atreven a decir en la vigilia. He visto a niños volar sin alas, a viejos danzar sin huesos, a amantes reencontrarse en mundos que solo existen cuando cierran los ojos. Y sin embargo… nadie recuerda mi rostro. Tal vez está bien así. No necesito ser recordado, solo sentido. Como el recuerdo de una canción que alguna vez amaron, o un recuerdo que acaricia la memoria justo antes de dormir. Yo no soy quien sueña. Soy quien guarda los fragmentos rotos, quien da forma al silencio y lo vuelve susurro. Y cada noche, cuando me disuelvo en la penumbra, me permito un instante de melancolía. Porque incluso el dios de los sueños... también desea, a veces, ser soñado...
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  • La diosa que olvidó su libertad
    Parte 4
    *Hestia llevó ambas manos a sus hombros y desató lentamente la única prenda que aún llevaba puesta: su toga sagrada. No lo hizo con vergüenza, sino con determinación y serenidad. La tela blanca y dorada cayó al suelo en un susurro de seda antigua, deslizándose como si también entendiera el significado de ese momento.
    La diosa quedó completamente desnuda en medio de la tienda. La luz cálida delineó suavemente la perfección de su espalda, la noble curvatura de su cintura, y parte de su cadera. Patricia, que aún no reaccionaba, se quedó helada al verla así, con la espalda descubierta frente al perchero, contemplando el body como quien observa su destino inevitable.
    Patricia: —¡Eh! Espere... ¿qué está...?
    La joven no sabía si cubrirse los ojos o seguir mirando. La desnudez de Hestia no era vulga, Era sensual en una manera majestuosa. Intimidante. Hermosa en un modo arcaico, como si estuviera viendo una pintura viviente de una época anterior a la vergüenza
    La diosa tomó el body con cuidado, aún sin vestirlo, y lo sostuvo a la altura de su pecho. Se giró apenas, lo suficiente para mirar a Patricia de reojo.
    —¿Esta prenda es de tu propiedad?
    —¿Eh? Yo... no, bueno... es de la tienda. Pero... cuesta dinero, no puedo darte cosas así como así...
    —Lo imaginé —dijo Hestia. Su voz no mostraba decepción, sino comprensión.
    Entonces, extendió su mano con la palma hacia arriba. Cerró los ojos un instante. Una suave llama, pequeña y constante, surgió del centro de su palma. Una flama cálida, danzante, que no quemaba el aire sino que lo envolvía con respeto. Patricia abrió los ojos con asombro.
    De aquella llama, sin previo aviso, comenzaron a materializarse tres monedas doradas, antiguas, brillantes como el sol en la cima del mediodía. Las monedas se sostuvieron en el fuego como flotando, antes de caer con un tintineo metálico en la palma extendida de la diosa.
    Patricia se cubrió la boca. Estaba segura: Hestia no tenía absolutamente nada oculto. Estaba completamente desnuda… y sin embargo, de su mano desnuda y en llamas habían aparecido monedas de oro sólido.
    —¿Esto... es magia? —preguntó la chica, dando un paso atrás con incredulidad.
    —si…así le dicen los humanos….magia…- respondió Hestia con dulzura, pero firmeza—.
    Patricia temblaba. Las monedas eran reales. Podía ver los grabados, el peso. Ni siquiera en películas había visto algo así. Hestia dio un paso hacia ella, aún con el body en una mano y las monedas en la otra.
    —¿Esto será suficiente?
    La joven asintió en silencio, sin poder apartar los ojos del fuego que aún danzaba en la mano de la diosa.
    —S-sí... más que suficiente...
    La diosa sonrió. Y, entonces, lentamente, se llevó la prenda de cuero al cuerpo… lista para vestirla, ahora sí, con toda la dignidad y solemnidad que una diosa puede tener al adoptar su nuevo símbolo.
    El aire en la tienda se había vuelto denso, casi reverente, tras el gesto inesperado de la diosa. Desnuda frente al body negro que colgaba con provocadora elegancia, Hestia lo tomó entre sus manos como si ya supiera que le pertenecía desde antes de tocarlo. Patricia, aún de pie a unos pasos detrás, la miraba sin atreverse a respirar, sus ojos brillando entre la incredulidad y la fascinación.
    Sin temor, sin recato ni vacilación, lo deslizó sobre su cuerpo. El body era ceñido, de tela negra con un leve brillo satinado que se ajustaba como una segunda piel. La parte delantera cubría lo justo, moldeando sus caderas, definiendo su cintura, abrazando sus muslos las piernas y cubriendo los pies como una segunda piel, subió el cierre hasta llegar al busto, se miro en un espejo grande que encontró en una pared cercana, en ese momento la niña reaccionó, y tomo de un aparador cercano unos lentes negros para sol femeninos y se los dio a la pelirroja *
    Patricia: - estos lentes vienen con el traje…es …una promoción, también son suyos ahora-
    La diosa de los puso sonriendo se miro denuevo en el espejo, posa erguida, se nota que le gusta como le queda el nuevo atuendo, en ese momento respira un poco ondo por satisfacción y el cierre comenzó a ceder...

    Un sonido agudo, clack... clack..., rompió el silencio

    El cierre cedió de golpe al sobrepasar la curva de los pechos divinos, y los senos blancos de Hestia emergieron gloriosos y pesados, rebosando con naturalidad desde la abertura, como si rechazaran cualquier intento de ser contenidos. Patricia se tapó la boca con ambas manos, roja como un tomate. Trata de disculparse como si ese accidente hubiera sido su culpa
    Patricia: - hay, disculpa!... El traje ni está hecho para cubrir, tus… encantos son…muy grandes…-

    —No te preocupes —dijo Hestia, bajando la mirada a su pecho descubierto con naturalidad, sin vergüenza ni sorpresa—. Si ya he pagado por él… ¿me pertenece, verdad?

    —S-Sí… totalmente —asintió la joven, sin poder quitarle los ojos de encima a los senos descubiertos …*

    —Entonces puedo modificarlo —afirmó Hestia con calma, y luego la miró sonriendo —. Retrocede.

    Patricia, obediente, dio un par de pasos hacia atrás, como si su instinto entendiera que iba a presenciar algo fuera de este mundo.

    Hestia recita suavemente una palabra ….”consagración” y mientras vuelve a subir lentamente el cierre Una llama roja intensa surgió de sus palmas, girando lentamente en espiral hasta que abrazó todo su cuerpo con un rugido antiguo. Las sombras danzaron por las paredes de la tienda. La temperatura subió. El body negro comenzó a arder sin consumirse, cambiando a medida que el fuego lo transformaba.

    El cierre se volvió grueso, dorado y resistente, con un grabado antiguo en espiral que parecía fundido en el metal mismo. La tela adoptó un diseño más firme y estructurado, lleno de grabados en relieve como llamas sagradas que se desplazaban sutilmente por su cuerpo con cada respiración. Sus caderas fueron marcadas por cortes más agresivos, mientras unas botas negras de tacón alto se materializaban desde el fuego y subían abrazando sus piernas hasta por encima de las rodillas. Cada hebilla y refuerzo de las botas tenía un tinte rojo profundo, como si fueran templadas en el corazón de una forja divina.

    Su cuello fue rodeado por un collar ornamentado de obsidiana y oro, del cual colgaba un pequeño fragmento con forma de llama. En sus orejas, aretes de rubí oscuro aparecieron, suspendidos por cadenas finísimas de oro, Los lentes negros que Patricia le había ofrecido —originalmente sencillos— tocados también por las llamas. Su estructura cambió ante los ojos atónitos de la chica: se curvaron con un diseño más estilizado, adoptando cristales rojo oscuro, semitransparentes, con marco negro elegante decorado con pequeñas líneas incandescentes, como venas de lava encerradas en vidrio. Los ángulos laterales tenían una leve forma de ala, sugiriendo poder, misterio y fuego.

    Cuando la transformación cesó, y el fuego se desvaneció como una exhalación caliente, Hestia no era la misma, su rostro lucía maquillaje suave pero que resalta la intensidad de su mirada y combina aún más con su nuevo aspecto, lo más notorio fue su cabello, ahora luce suelto, un poco más largo y un poco más rizado con luces rubias doradas, la melena de cabello ahora tiene la forma de un velo hecho de fuego

    Patricia cayó de rodillas lentamente, boquiabierta.

    —D-Dios mío…

    —No —corrigió Hestia, bajando la mirada hacia ella con una leve sonrisa—. Diosa…-
    Patricia:- pensé…pensé que … pensé que solo eras….perdón! Perdón, que grosera soy…Pensé que usted era …-
    *Patricia recordó el aspecto con la diosa entro a la tienda , la elegante toga blanca impecable que portaba, la tiara de laureles….ahora tienen sentido…*
    Patricia: - hay no! Que hice ! …Una verdadera diosa griega apareció ante mi…y yo la corrimpi! -
    *La niña lo expreso con auténtica angustia poniéndose las manos a la cara pero hestia soltó una carcajada cristalina *
    Hestia:- tranquila!...jajaja, estoy bien,...no hiciste nada malo, al contrario…le devolviste toda su fuerza a mi fuego, estoy muy agradecida contigo, vamos ponte de pie …-
    *Con la mano de la diosa la niña se puso de pie, comenzó a hablar con algo de tartamudeo, ahora que sabe quién es realmente la visitante está realmente nerviosa apesar de que ya había convivido con la diosa roda noche *
    Patricia: - pe…pero… si usted existe …entonces el resto de los dioses de el Olimpo …-
    Hestia: -...si…ellos también existen, son mi familia, te hablé de ellos , siempre están viajando y haciendo de las suyas, casi nunca están en casa -
    Patricia: - WOW!...pero…ellos, que dirán cuando usted…cuando usted vuelva al Olimpo así ?
    Hestia: - no pienso volver al Olimpo, no pronto, quiero viajar, ahora que estoy aquí quiero dar un paseo en la tierra, me gustaría tener una de esas hermosas motocicleta que aparecen en los videos que mostraste, una Harley Davidson -
    (Continuará...)
    La diosa que olvidó su libertad Parte 4 *Hestia llevó ambas manos a sus hombros y desató lentamente la única prenda que aún llevaba puesta: su toga sagrada. No lo hizo con vergüenza, sino con determinación y serenidad. La tela blanca y dorada cayó al suelo en un susurro de seda antigua, deslizándose como si también entendiera el significado de ese momento. La diosa quedó completamente desnuda en medio de la tienda. La luz cálida delineó suavemente la perfección de su espalda, la noble curvatura de su cintura, y parte de su cadera. Patricia, que aún no reaccionaba, se quedó helada al verla así, con la espalda descubierta frente al perchero, contemplando el body como quien observa su destino inevitable. Patricia: —¡Eh! Espere... ¿qué está...? La joven no sabía si cubrirse los ojos o seguir mirando. La desnudez de Hestia no era vulga, Era sensual en una manera majestuosa. Intimidante. Hermosa en un modo arcaico, como si estuviera viendo una pintura viviente de una época anterior a la vergüenza La diosa tomó el body con cuidado, aún sin vestirlo, y lo sostuvo a la altura de su pecho. Se giró apenas, lo suficiente para mirar a Patricia de reojo. —¿Esta prenda es de tu propiedad? —¿Eh? Yo... no, bueno... es de la tienda. Pero... cuesta dinero, no puedo darte cosas así como así... —Lo imaginé —dijo Hestia. Su voz no mostraba decepción, sino comprensión. Entonces, extendió su mano con la palma hacia arriba. Cerró los ojos un instante. Una suave llama, pequeña y constante, surgió del centro de su palma. Una flama cálida, danzante, que no quemaba el aire sino que lo envolvía con respeto. Patricia abrió los ojos con asombro. De aquella llama, sin previo aviso, comenzaron a materializarse tres monedas doradas, antiguas, brillantes como el sol en la cima del mediodía. Las monedas se sostuvieron en el fuego como flotando, antes de caer con un tintineo metálico en la palma extendida de la diosa. Patricia se cubrió la boca. Estaba segura: Hestia no tenía absolutamente nada oculto. Estaba completamente desnuda… y sin embargo, de su mano desnuda y en llamas habían aparecido monedas de oro sólido. —¿Esto... es magia? —preguntó la chica, dando un paso atrás con incredulidad. —si…así le dicen los humanos….magia…- respondió Hestia con dulzura, pero firmeza—. Patricia temblaba. Las monedas eran reales. Podía ver los grabados, el peso. Ni siquiera en películas había visto algo así. Hestia dio un paso hacia ella, aún con el body en una mano y las monedas en la otra. —¿Esto será suficiente? La joven asintió en silencio, sin poder apartar los ojos del fuego que aún danzaba en la mano de la diosa. —S-sí... más que suficiente... La diosa sonrió. Y, entonces, lentamente, se llevó la prenda de cuero al cuerpo… lista para vestirla, ahora sí, con toda la dignidad y solemnidad que una diosa puede tener al adoptar su nuevo símbolo. El aire en la tienda se había vuelto denso, casi reverente, tras el gesto inesperado de la diosa. Desnuda frente al body negro que colgaba con provocadora elegancia, Hestia lo tomó entre sus manos como si ya supiera que le pertenecía desde antes de tocarlo. Patricia, aún de pie a unos pasos detrás, la miraba sin atreverse a respirar, sus ojos brillando entre la incredulidad y la fascinación. Sin temor, sin recato ni vacilación, lo deslizó sobre su cuerpo. El body era ceñido, de tela negra con un leve brillo satinado que se ajustaba como una segunda piel. La parte delantera cubría lo justo, moldeando sus caderas, definiendo su cintura, abrazando sus muslos las piernas y cubriendo los pies como una segunda piel, subió el cierre hasta llegar al busto, se miro en un espejo grande que encontró en una pared cercana, en ese momento la niña reaccionó, y tomo de un aparador cercano unos lentes negros para sol femeninos y se los dio a la pelirroja * Patricia: - estos lentes vienen con el traje…es …una promoción, también son suyos ahora- La diosa de los puso sonriendo se miro denuevo en el espejo, posa erguida, se nota que le gusta como le queda el nuevo atuendo, en ese momento respira un poco ondo por satisfacción y el cierre comenzó a ceder... Un sonido agudo, clack... clack..., rompió el silencio El cierre cedió de golpe al sobrepasar la curva de los pechos divinos, y los senos blancos de Hestia emergieron gloriosos y pesados, rebosando con naturalidad desde la abertura, como si rechazaran cualquier intento de ser contenidos. Patricia se tapó la boca con ambas manos, roja como un tomate. Trata de disculparse como si ese accidente hubiera sido su culpa Patricia: - hay, disculpa!... El traje ni está hecho para cubrir, tus… encantos son…muy grandes…- —No te preocupes —dijo Hestia, bajando la mirada a su pecho descubierto con naturalidad, sin vergüenza ni sorpresa—. Si ya he pagado por él… ¿me pertenece, verdad? —S-Sí… totalmente —asintió la joven, sin poder quitarle los ojos de encima a los senos descubiertos …* —Entonces puedo modificarlo —afirmó Hestia con calma, y luego la miró sonriendo —. Retrocede. Patricia, obediente, dio un par de pasos hacia atrás, como si su instinto entendiera que iba a presenciar algo fuera de este mundo. Hestia recita suavemente una palabra ….”consagración” y mientras vuelve a subir lentamente el cierre Una llama roja intensa surgió de sus palmas, girando lentamente en espiral hasta que abrazó todo su cuerpo con un rugido antiguo. Las sombras danzaron por las paredes de la tienda. La temperatura subió. El body negro comenzó a arder sin consumirse, cambiando a medida que el fuego lo transformaba. El cierre se volvió grueso, dorado y resistente, con un grabado antiguo en espiral que parecía fundido en el metal mismo. La tela adoptó un diseño más firme y estructurado, lleno de grabados en relieve como llamas sagradas que se desplazaban sutilmente por su cuerpo con cada respiración. Sus caderas fueron marcadas por cortes más agresivos, mientras unas botas negras de tacón alto se materializaban desde el fuego y subían abrazando sus piernas hasta por encima de las rodillas. Cada hebilla y refuerzo de las botas tenía un tinte rojo profundo, como si fueran templadas en el corazón de una forja divina. Su cuello fue rodeado por un collar ornamentado de obsidiana y oro, del cual colgaba un pequeño fragmento con forma de llama. En sus orejas, aretes de rubí oscuro aparecieron, suspendidos por cadenas finísimas de oro, Los lentes negros que Patricia le había ofrecido —originalmente sencillos— tocados también por las llamas. Su estructura cambió ante los ojos atónitos de la chica: se curvaron con un diseño más estilizado, adoptando cristales rojo oscuro, semitransparentes, con marco negro elegante decorado con pequeñas líneas incandescentes, como venas de lava encerradas en vidrio. Los ángulos laterales tenían una leve forma de ala, sugiriendo poder, misterio y fuego. Cuando la transformación cesó, y el fuego se desvaneció como una exhalación caliente, Hestia no era la misma, su rostro lucía maquillaje suave pero que resalta la intensidad de su mirada y combina aún más con su nuevo aspecto, lo más notorio fue su cabello, ahora luce suelto, un poco más largo y un poco más rizado con luces rubias doradas, la melena de cabello ahora tiene la forma de un velo hecho de fuego Patricia cayó de rodillas lentamente, boquiabierta. —D-Dios mío… —No —corrigió Hestia, bajando la mirada hacia ella con una leve sonrisa—. Diosa…- Patricia:- pensé…pensé que … pensé que solo eras….perdón! Perdón, que grosera soy…Pensé que usted era …- *Patricia recordó el aspecto con la diosa entro a la tienda , la elegante toga blanca impecable que portaba, la tiara de laureles….ahora tienen sentido…* Patricia: - hay no! Que hice ! …Una verdadera diosa griega apareció ante mi…y yo la corrimpi! - *La niña lo expreso con auténtica angustia poniéndose las manos a la cara pero hestia soltó una carcajada cristalina * Hestia:- tranquila!...jajaja, estoy bien,...no hiciste nada malo, al contrario…le devolviste toda su fuerza a mi fuego, estoy muy agradecida contigo, vamos ponte de pie …- *Con la mano de la diosa la niña se puso de pie, comenzó a hablar con algo de tartamudeo, ahora que sabe quién es realmente la visitante está realmente nerviosa apesar de que ya había convivido con la diosa roda noche * Patricia: - pe…pero… si usted existe …entonces el resto de los dioses de el Olimpo …- Hestia: -...si…ellos también existen, son mi familia, te hablé de ellos , siempre están viajando y haciendo de las suyas, casi nunca están en casa - Patricia: - WOW!...pero…ellos, que dirán cuando usted…cuando usted vuelva al Olimpo así ? Hestia: - no pienso volver al Olimpo, no pronto, quiero viajar, ahora que estoy aquí quiero dar un paseo en la tierra, me gustaría tener una de esas hermosas motocicleta que aparecen en los videos que mostraste, una Harley Davidson - (Continuará...)
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  • Hay una brecha entre el cielo y la tierra, y de ella caen fragmentos de luz viva, residuos del mundo celestial que alimentan la magia en la superficie. Sin embargo, algo más ha comenzado a descender. Criaturas que no pertenecen a ninguno de los dos mundos.

    Los sabios del Reino Alto predicen que la brecha es una herida, no un regalo, y que fue abierta por alguien… o algo… que desea unir cielo e infierno por medio de la tierra.
    Hay una brecha entre el cielo y la tierra, y de ella caen fragmentos de luz viva, residuos del mundo celestial que alimentan la magia en la superficie. Sin embargo, algo más ha comenzado a descender. Criaturas que no pertenecen a ninguno de los dos mundos. Los sabios del Reino Alto predicen que la brecha es una herida, no un regalo, y que fue abierta por alguien… o algo… que desea unir cielo e infierno por medio de la tierra.
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  • — Dicen que los sueños son fragmentos de nuestras vidas pasadas y cuando despertamos lo hacemos porque, hemos estado a punto de descubrir como fue nuestro final, no queremos verlo...

    Su mano se alzó con suavidad y deslizó su dedo índice por la mejilla del rostro de la escultura de piedra con sutileza, como si temiera agrietarla al realizar cualquier movimiento brusco.

    — Es muy paradójico el hecho de que, no queremos recordar nuestro pasado ni saber nuestro futuro.
    — Dicen que los sueños son fragmentos de nuestras vidas pasadas y cuando despertamos lo hacemos porque, hemos estado a punto de descubrir como fue nuestro final, no queremos verlo... Su mano se alzó con suavidad y deslizó su dedo índice por la mejilla del rostro de la escultura de piedra con sutileza, como si temiera agrietarla al realizar cualquier movimiento brusco. — Es muy paradójico el hecho de que, no queremos recordar nuestro pasado ni saber nuestro futuro.
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    El despertar de la sangre Ishtar.

    El suelo temblaba bajo la presión de una presencia. Akane jadeaba. Su forma Oni Lunar había consumido casi todo lo que tenía, y aun así, no era suficiente. Los músculos quemaban, la energía se dispersaba, y cada fibra de su ser sentía el sello que bloqueaba su evolución total.

    Frente a ella, su rival permanecía en las sombras, sin nombre ni rostro revelado. Pero su poder era palpable… cercano al de Azuka, su hermana. Solo que a diferencia de Azuka, este enemigo no contenía su fuerza. No respetaba el vínculo. Este quería destruirla.

    El ataque vino sin aviso, una ráfaga que cortó el aire. Akane no contraatacó. Solo desvió, apenas un giro de muñeca, lo justo para no morir.

    "¿Parry?" -Se burló la figura desde la penumbra, con una voz antigua.

    Akane sonrió, sus labios ensangrentados y el aliento agitado.

    "Ahora es mi estilo". -Respondió con tono burlesco, como si cada segundo ganado fuera una pequeña victoria.

    La figura volvió a avanzar, implacable, cada paso retumbando como si el mundo se hundiera bajo su peso.

    "Ese juego que estás jugando…" -Murmuró- "¿Es suicidio?"

    Akane se alzó sobre sus pies tambaleantes, con la mirada encendida y una chispa de ironía en los ojos.

    "Tal vez... pero me importa un carajo".

    El ser alzó su mano, y el entorno pareció reaccionar: grietas en el suelo, electricidad en el aire.

    "Entonces hazlo, hazlo. Aún no es suficiente para vencerme".

    "Todavía no he perdido". -Respondió ella con firmeza, como quien está dispuesta a caer mil veces con tal de dar un paso más.

    En ese momento, no se escuchó ningún ataque, ningún rugido. Solo el silencio y un sonido suave: clink. Dos grilletes metálicos aparecieron en sus muñecas. Pero no pesaban. No la ataban. Eran símbolo, no prisión.

    Akane los miró. Sabía lo que representaban: su propio límite. El sello que había contenido su verdadero poder. Y uno a uno… comenzaron a romperse.

    Los fragmentos brillaron antes de tocar el suelo, desintegrándose en polvo azul.

    Desde sus manos, luego su rostro, marcas comenzaron a brillar. Runas antiguas, como cicatrices de poder. La luna, antes oculta por las nubes de la batalla, emergió limpia, clara, como si también estuviera esperando ese momento.

    Akane alzó su vista hacia el enemigo. Ya no tenía miedo. Ya no estaba sellada. Ahora sí. Era suficiente.

    Su cabello azul resplandece con intensidad, y aunque su cuerpo parece humano, sobresalen garras y una cola dracónica hechas completamente de energía luminosa, azul brillante, casi líquida en su movimiento. Estas manifestaciones no son parte de una transformación física, sino el reflejo visual de lo que habita oculto en su interior: un poder ancestral que aún duerme, pero ha comenzado a filtrarse más allá de sus límites. Cada destello de esas extremidades energéticas es un susurro de la criatura que podría despertar, un aviso de que Akane está más cerca que nunca de romper su sello final.
    El despertar de la sangre Ishtar. El suelo temblaba bajo la presión de una presencia. Akane jadeaba. Su forma Oni Lunar había consumido casi todo lo que tenía, y aun así, no era suficiente. Los músculos quemaban, la energía se dispersaba, y cada fibra de su ser sentía el sello que bloqueaba su evolución total. Frente a ella, su rival permanecía en las sombras, sin nombre ni rostro revelado. Pero su poder era palpable… cercano al de Azuka, su hermana. Solo que a diferencia de Azuka, este enemigo no contenía su fuerza. No respetaba el vínculo. Este quería destruirla. El ataque vino sin aviso, una ráfaga que cortó el aire. Akane no contraatacó. Solo desvió, apenas un giro de muñeca, lo justo para no morir. "¿Parry?" -Se burló la figura desde la penumbra, con una voz antigua. Akane sonrió, sus labios ensangrentados y el aliento agitado. "Ahora es mi estilo". -Respondió con tono burlesco, como si cada segundo ganado fuera una pequeña victoria. La figura volvió a avanzar, implacable, cada paso retumbando como si el mundo se hundiera bajo su peso. "Ese juego que estás jugando…" -Murmuró- "¿Es suicidio?" Akane se alzó sobre sus pies tambaleantes, con la mirada encendida y una chispa de ironía en los ojos. "Tal vez... pero me importa un carajo". El ser alzó su mano, y el entorno pareció reaccionar: grietas en el suelo, electricidad en el aire. "Entonces hazlo, hazlo. Aún no es suficiente para vencerme". "Todavía no he perdido". -Respondió ella con firmeza, como quien está dispuesta a caer mil veces con tal de dar un paso más. En ese momento, no se escuchó ningún ataque, ningún rugido. Solo el silencio y un sonido suave: clink. Dos grilletes metálicos aparecieron en sus muñecas. Pero no pesaban. No la ataban. Eran símbolo, no prisión. Akane los miró. Sabía lo que representaban: su propio límite. El sello que había contenido su verdadero poder. Y uno a uno… comenzaron a romperse. Los fragmentos brillaron antes de tocar el suelo, desintegrándose en polvo azul. Desde sus manos, luego su rostro, marcas comenzaron a brillar. Runas antiguas, como cicatrices de poder. La luna, antes oculta por las nubes de la batalla, emergió limpia, clara, como si también estuviera esperando ese momento. Akane alzó su vista hacia el enemigo. Ya no tenía miedo. Ya no estaba sellada. Ahora sí. Era suficiente. Su cabello azul resplandece con intensidad, y aunque su cuerpo parece humano, sobresalen garras y una cola dracónica hechas completamente de energía luminosa, azul brillante, casi líquida en su movimiento. Estas manifestaciones no son parte de una transformación física, sino el reflejo visual de lo que habita oculto en su interior: un poder ancestral que aún duerme, pero ha comenzado a filtrarse más allá de sus límites. Cada destello de esas extremidades energéticas es un susurro de la criatura que podría despertar, un aviso de que Akane está más cerca que nunca de romper su sello final.
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  • Fragmento – Nieve Rota

    El mundo humano le había parecido hermoso al principio. El calor de una fogata, la risa de unos niños, el sabor dulce de una fruta… Luna apenas comenzaba a entender las emociones, los gestos, los sonidos. Su cabello blanco, largo como el silencio, contrastaba con el color de su inocencia.

    Pero aquella noche, el mundo le enseñó su rostro más cruel.

    La nieve crujía bajo sus pies cuando la arrastraron. El bosque, mudo testigo, no supo defenderla. Ni la luna quiso mirar. Las manos ajenas no buscaban comprenderla, solo romperla.

    Y cuando todo terminó, su pequeño cuerpo quedó allí, tirado como un secreto que nadie debía descubrir. La sangre tiñó la blancura del suelo, como un grito que la nieve no pudo callar. Temblaba, no solo de frío… sino del dolor nuevo, inentendible, que nacía desde adentro y no pararía jamás.

    Sus ojos, antes grandes de curiosidad, se quedaron fijos en el cielo gris. Aún no entendía por qué el mundo era así. Aún no comprendía por qué los humanos decían amar, si sabían destruir.

    Esa noche, Luna no murió. Pero algo dentro de ella se rompió para siempre.
    Fragmento – Nieve Rota El mundo humano le había parecido hermoso al principio. El calor de una fogata, la risa de unos niños, el sabor dulce de una fruta… Luna apenas comenzaba a entender las emociones, los gestos, los sonidos. Su cabello blanco, largo como el silencio, contrastaba con el color de su inocencia. Pero aquella noche, el mundo le enseñó su rostro más cruel. La nieve crujía bajo sus pies cuando la arrastraron. El bosque, mudo testigo, no supo defenderla. Ni la luna quiso mirar. Las manos ajenas no buscaban comprenderla, solo romperla. Y cuando todo terminó, su pequeño cuerpo quedó allí, tirado como un secreto que nadie debía descubrir. La sangre tiñó la blancura del suelo, como un grito que la nieve no pudo callar. Temblaba, no solo de frío… sino del dolor nuevo, inentendible, que nacía desde adentro y no pararía jamás. Sus ojos, antes grandes de curiosidad, se quedaron fijos en el cielo gris. Aún no entendía por qué el mundo era así. Aún no comprendía por qué los humanos decían amar, si sabían destruir. Esa noche, Luna no murió. Pero algo dentro de ella se rompió para siempre.
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    El amor, es un reflejo que no se puede fijar, porque está en constante movimiento. A veces nace como llama, otras como bruma. Puede ser ternura, puede ser furia, puede ser pérdida. No hay una forma única de amar. Pero hay un hilo común: el amor siempre transforma.

    ¿Y por qué duele tanto?

    Porque al amar, partes de ti se desnudan y quedan expuestas a lo efímero. El amor raramente promete eternidad, otras, solo es presencia. Y a veces, incluso esa promesa se rompe. Pero en cada fragmento que se entrega, uno descubre la profundidad de su humanidad.

    No puedo dar una respuesta que satisfaga al intelecto. Yo solo puedo ofrecer una imagen que consuele al corazón.

    Porque el amor no se explica del todo... se sueña, se vive, se recuerda.
    El amor, es un reflejo que no se puede fijar, porque está en constante movimiento. A veces nace como llama, otras como bruma. Puede ser ternura, puede ser furia, puede ser pérdida. No hay una forma única de amar. Pero hay un hilo común: el amor siempre transforma. ¿Y por qué duele tanto? Porque al amar, partes de ti se desnudan y quedan expuestas a lo efímero. El amor raramente promete eternidad, otras, solo es presencia. Y a veces, incluso esa promesa se rompe. Pero en cada fragmento que se entrega, uno descubre la profundidad de su humanidad. No puedo dar una respuesta que satisfaga al intelecto. Yo solo puedo ofrecer una imagen que consuele al corazón. Porque el amor no se explica del todo... se sueña, se vive, se recuerda.
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  • Fragmento — “La camisa que aún huele a él”
    La tela aún conservaba su olor.

    No era perfume. No era jabón.
    Era Elian: ese aroma cálido, seco, casi imperceptible, como tierra después de la lluvia o metal tocado por el sol.

    Luna se envolvió en su camisa con las manos temblorosas.
    La dejó caer por un hombro, como si no pudiera contenerlo todo.
    El cristal del vino en su mano ni siquiera temblaba, pero su pecho sí.

    Frente a ella, el apartamento estaba en silencio.
    No como antes. No como en los días de trabajo, de guerra, de planes.
    Este silencio era distinto:
    Era el tipo de silencio que deja un vacío cuando alguien muere y no grita.

    Ella cerró los ojos. La copa ni siquiera había sido probada.

    "Cada noche me pongo su camisa.
    No por romanticismo.
    Sino porque a veces… me da miedo olvidar cómo se sentía el mundo cuando él aún estaba aquí."

    Su espalda tocó la pared fría.
    El cristal de la ventana devolvía su reflejo, pero no se reconocía.
    No era Luna la que aparecía allí. Era lo que quedó de ella.

    "Elian.
    Dijiste que no me dejarías sola.
    Mentiste tan bien… que aún me siento acompañada."

    Una lágrima cayó. No brillaba.
    Era oscura, densa, casi como tinta:
    la tristeza de una diosa que amó demasiado tarde.
    Fragmento — “La camisa que aún huele a él” La tela aún conservaba su olor. No era perfume. No era jabón. Era Elian: ese aroma cálido, seco, casi imperceptible, como tierra después de la lluvia o metal tocado por el sol. Luna se envolvió en su camisa con las manos temblorosas. La dejó caer por un hombro, como si no pudiera contenerlo todo. El cristal del vino en su mano ni siquiera temblaba, pero su pecho sí. Frente a ella, el apartamento estaba en silencio. No como antes. No como en los días de trabajo, de guerra, de planes. Este silencio era distinto: Era el tipo de silencio que deja un vacío cuando alguien muere y no grita. Ella cerró los ojos. La copa ni siquiera había sido probada. "Cada noche me pongo su camisa. No por romanticismo. Sino porque a veces… me da miedo olvidar cómo se sentía el mundo cuando él aún estaba aquí." Su espalda tocó la pared fría. El cristal de la ventana devolvía su reflejo, pero no se reconocía. No era Luna la que aparecía allí. Era lo que quedó de ella. "Elian. Dijiste que no me dejarías sola. Mentiste tan bien… que aún me siento acompañada." Una lágrima cayó. No brillaba. Era oscura, densa, casi como tinta: la tristeza de una diosa que amó demasiado tarde.
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  • Mientras contemplaba la máscara arrugada entre sus dedos, el silencio se fusionaba con el distante murmullo de la ciudad. Mark sostenía aquella pieza desgastada de su uniforme con suavidad, como si la prenda llevase todo el peso de lo que había vivido. Finalmente, suspiró.

    —"Universos paralelos... qué mierda." —pensó, con una mezcla de resignación y desdén.

    —"¿En serio fue tan sencillo para ellos? Tomar el camino fácil, conquistar la Tierra y mandar sus vidas anteriores al carajo. —Su lengua chasqueó con un leve sonido de frustración mientras su mirada se perdía por unos breves instantes.

    Cerró los ojos y se inclinó hacia delante, dejando descansar los codos en sus rodillas mientras ocultaba el rostro entre sus antebrazos. Fragmentos de recuerdos invadieron su mente: deteniéndose a sí mismo en una versión alterna que arrasaba una prisión y juró hacerle la vida miserable; él mismo con un Velo ensangrentado, enfrentando y destruyendo superhéroes que luchaban por defender la Tierra. Pero entre esos pensamientos, una imagen se alzó más perturbadora que todas: una versión suya devorando los restos de otros Marks en una dimensión desierta. Levantó su rostro por unos segundos y parpadeó varias veces, volviendo a la realidad, pero sin dejar de hacerse preguntas.

    —¿Qué soy yo, entonces? —se cuestionó, mientras se puso a observar su reflejo distorsionado en los lentes de su mascara.

    —"¿Y si todos estamos destinados a convertirnos en algo así? ¿Y si yo también...?" —No terminó su pensamiento. Se detuvo apenas un momento para ordenar el caos en su mente. Cerró los ojos nuevamente, respiró profundo, y los abrió con una mirada distinta. Era más firme, más decidida; la chispa de vida había regresado con intensidad.

    —Puta madre, claro que no soy como ellos. —se colocó la máscara y se levantó. Su postura era sólida, fuerte, imperturbable.

    —No importa cuántas versiones de mí hayan perdido el rumbo. Esa no es mi historia. Si ellas no sobrevivieron y yo sí, es porque yo soy...

    Invencible.
    Mientras contemplaba la máscara arrugada entre sus dedos, el silencio se fusionaba con el distante murmullo de la ciudad. Mark sostenía aquella pieza desgastada de su uniforme con suavidad, como si la prenda llevase todo el peso de lo que había vivido. Finalmente, suspiró. —"Universos paralelos... qué mierda." —pensó, con una mezcla de resignación y desdén. —"¿En serio fue tan sencillo para ellos? Tomar el camino fácil, conquistar la Tierra y mandar sus vidas anteriores al carajo. —Su lengua chasqueó con un leve sonido de frustración mientras su mirada se perdía por unos breves instantes. Cerró los ojos y se inclinó hacia delante, dejando descansar los codos en sus rodillas mientras ocultaba el rostro entre sus antebrazos. Fragmentos de recuerdos invadieron su mente: deteniéndose a sí mismo en una versión alterna que arrasaba una prisión y juró hacerle la vida miserable; él mismo con un Velo ensangrentado, enfrentando y destruyendo superhéroes que luchaban por defender la Tierra. Pero entre esos pensamientos, una imagen se alzó más perturbadora que todas: una versión suya devorando los restos de otros Marks en una dimensión desierta. Levantó su rostro por unos segundos y parpadeó varias veces, volviendo a la realidad, pero sin dejar de hacerse preguntas. —¿Qué soy yo, entonces? —se cuestionó, mientras se puso a observar su reflejo distorsionado en los lentes de su mascara. —"¿Y si todos estamos destinados a convertirnos en algo así? ¿Y si yo también...?" —No terminó su pensamiento. Se detuvo apenas un momento para ordenar el caos en su mente. Cerró los ojos nuevamente, respiró profundo, y los abrió con una mirada distinta. Era más firme, más decidida; la chispa de vida había regresado con intensidad. —Puta madre, claro que no soy como ellos. —se colocó la máscara y se levantó. Su postura era sólida, fuerte, imperturbable. —No importa cuántas versiones de mí hayan perdido el rumbo. Esa no es mi historia. Si ellas no sobrevivieron y yo sí, es porque yo soy... Invencible.
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