El destino los había reunido una noche en la que no pudo darse el lujo de apartar la mirada. Él estaba demasiado herido, y su necesidad era un llamado imposible de ignorar. Le tendió la mano sin pensarlo, y en ese gesto sencillo comenzó algo inesperado. Bondrewd Bond había sido amable, más de lo que ella creía posible; el primer humano que no buscó dañarla. Compartir tiempo con él le devolvía fragmentos de una vida que creía perdida: la calma, la rutina, lo cotidiano. Pequeños instantes que le recordaban cómo se sentía vivir sin miedo constante.

Scar: así lo había nombrado, se volvió en poco tiempo un amigo cercano. Aquel día lo llamó solo para saber cómo estaba; bastó escuchar su voz para notar el cansancio que arrastraba, la falta de sueño marcada entre silencios. No hicieron falta muchas preguntas. Cortó la llamada y fue directo a la cocina. Sabía que no había consuelo más honesto que una comida hecha con cuidado. Preparó cada plato con atención, como si en ello pudiera devolverle un poco de energía. Cuando terminó, guardó todo en una bolsa de tela y salió de casa.

Podría haber usado su poder para llegar en un instante, pero eligió no hacerlo. Quería respetar la normalidad que lo rodeaba, caminar el mundo como cualquiera. El autobús la dejó frente a la estación de policía. Entró con tranquilidad; allí ya la conocían. No era la primera vez que iba a buscarlo. Algunos oficiales incluso le habían preparado una tarjeta de acceso a modo de broma, una pequeña muestra de confianza ganada con el tiempo.

Avanzó con pasos suaves por los pasillos hasta llegar a la oficina que llevaba su nombre. Tocó primero, por respeto, pero al no recibir respuesta tomó el picaporte y abrió despacio. Scar dormía, vencido por el agotamiento, el cuerpo rendido por fin.

No quiso despertarlo. No aún.

Dejó la bolsa sobre el escritorio y, en silencio, comenzó a ordenar los papeles dispersos. Cada movimiento era cuidadoso, casi ritual. Como si al acomodar aquel pequeño caos también estuviera cuidando de él, preservando ese descanso frágil que tanto parecía necesitar.
El destino los había reunido una noche en la que no pudo darse el lujo de apartar la mirada. Él estaba demasiado herido, y su necesidad era un llamado imposible de ignorar. Le tendió la mano sin pensarlo, y en ese gesto sencillo comenzó algo inesperado. [tidal_ruby_spider_375] había sido amable, más de lo que ella creía posible; el primer humano que no buscó dañarla. Compartir tiempo con él le devolvía fragmentos de una vida que creía perdida: la calma, la rutina, lo cotidiano. Pequeños instantes que le recordaban cómo se sentía vivir sin miedo constante. Scar: así lo había nombrado, se volvió en poco tiempo un amigo cercano. Aquel día lo llamó solo para saber cómo estaba; bastó escuchar su voz para notar el cansancio que arrastraba, la falta de sueño marcada entre silencios. No hicieron falta muchas preguntas. Cortó la llamada y fue directo a la cocina. Sabía que no había consuelo más honesto que una comida hecha con cuidado. Preparó cada plato con atención, como si en ello pudiera devolverle un poco de energía. Cuando terminó, guardó todo en una bolsa de tela y salió de casa. Podría haber usado su poder para llegar en un instante, pero eligió no hacerlo. Quería respetar la normalidad que lo rodeaba, caminar el mundo como cualquiera. El autobús la dejó frente a la estación de policía. Entró con tranquilidad; allí ya la conocían. No era la primera vez que iba a buscarlo. Algunos oficiales incluso le habían preparado una tarjeta de acceso a modo de broma, una pequeña muestra de confianza ganada con el tiempo. Avanzó con pasos suaves por los pasillos hasta llegar a la oficina que llevaba su nombre. Tocó primero, por respeto, pero al no recibir respuesta tomó el picaporte y abrió despacio. Scar dormía, vencido por el agotamiento, el cuerpo rendido por fin. No quiso despertarlo. No aún. Dejó la bolsa sobre el escritorio y, en silencio, comenzó a ordenar los papeles dispersos. Cada movimiento era cuidadoso, casi ritual. Como si al acomodar aquel pequeño caos también estuviera cuidando de él, preservando ese descanso frágil que tanto parecía necesitar.
Me gusta
Me encocora
6
0 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados