• Ina está en su habitación, sentada frente a su escritorio, con su nueva tableta gráfica brillando como un portal al abismo digital. En la pantalla: un dibujo mitad 'dios menor bonito', mitad 'meme de pulpo con sombrero party'.

    —¡Shhhh, no interrumpas mi flujo artístico~! —le dice a Tiny, que se enreda en el cable USB— estoy creando arte importante: —zoom a la pantalla— un NFT de mis tentáculos... —guiño— ¿Saben qué es lo mejor de tener nueva tablet? Que ahora puedo hacer moodboards de nuestros futuros crímenes... con fuente Comic Sans~ .
    Ina está en su habitación, sentada frente a su escritorio, con su nueva tableta gráfica brillando como un portal al abismo digital. En la pantalla: un dibujo mitad 'dios menor bonito', mitad 'meme de pulpo con sombrero party'. —¡Shhhh, no interrumpas mi flujo artístico~! —le dice a Tiny, que se enreda en el cable USB— estoy creando arte importante: —zoom a la pantalla— un NFT de mis tentáculos... —guiño— ¿Saben qué es lo mejor de tener nueva tablet? Que ahora puedo hacer moodboards de nuestros futuros crímenes... con fuente Comic Sans~ .
    Me gusta
    Me enjaja
    Me shockea
    9
    0 turnos 0 maullidos
  • La oficina de Darren estaba sumida en sombras**, con la única luz proveniente de la pantalla del monitor parpadeando sobre sus gafas. El ventilador giraba lento, empujando el calor acumulado de un día largo y silencioso.
    Darren se quitó los lentes un momento, se frotó el rostro y los volvió a colocar con firmeza.

    —Vamos, muéstrame lo que escondes… —susurró mientras abría la base de datos médica privada a la que no debería tener acceso.

    **Paciente: Aisha •••••• .**
    **Edad: 11 años.**
    **Condición: Enfermedad autoinmune degenerativa – Clase KX.**
    **Tratamiento actual: Fármaco KX-32.**
    **Precio actual por tratamiento mensual: \$21,300 USD.**
    **Proyección para el siguiente trimestre: \$24,800 USD.**
    **Incremento acumulado anual: +74%.**

    Darren se quedó inmóvil.

    —¿Veinti... qué demonios? —apretó el puño y dio un golpe al escritorio—. ¿Cómo lo pagas, Doe?

    Pasó al historial de pagos: ocho depósitos exactos, uno cada mes, ingresados a través de clínicas privadas y organizaciones sin fines de lucro. Efectivo. Códigos sin origen. Al menos cuatro ciudades distintas. Todo perfectamente "legal".

    Pero Darren ya había visto ese patrón antes.

    —Limpio. Demasiado limpio. Como tus escenas, ¿no? —se burló, tomando una nota.

    Escribió con rabia controlada:
    **"Ningún hombre que cobra por limpiar sangre puede pagar esto..."**

    Darren se levantó y cruzó el cuarto, encendiendo la luz sobre su tablón de corcho.
    Fotos, nombres, documentos.
    Tres escenas con patrones similares.
    Mismo tipo de víctimas: criminales de bajo perfil, deudas con gente pesada, sin familia que los reclamara.

    El detective sostuvo una de las fotos, la de una escena en el río, y murmuró:

    —No estás cometiendo errores, John... pero estás dejándome rastros. Y yo los sigo como un perro con hambre.

    Abrió su libreta, escribió con letras grandes:
    **DOE = LIMPIADOR = EJECUTOR.**
    Luego, con una caligrafía más pequeña y más sombría:
    **Motivación: su hija.**
    **Detonante potencial: pérdida del tratamiento.**

    —Eres un padre. Eso no te hace menos peligroso. De hecho... te hace mucho más.
    Porque si te quitan lo único que amas, ¿qué te queda?

    Apagó la luz, dejando solo la pantalla encendida, y se sentó de nuevo, contemplando el expediente de Aisha.

    —No voy a lastimarla, John. No soy como tú. Pero juro que te sacaré del agujero donde te escondes.
    Y cuando lo haga… —sus ojos brillaron tras las gafas—, te haré elegir entre tu alma… y ella.
    La oficina de Darren estaba sumida en sombras**, con la única luz proveniente de la pantalla del monitor parpadeando sobre sus gafas. El ventilador giraba lento, empujando el calor acumulado de un día largo y silencioso. Darren se quitó los lentes un momento, se frotó el rostro y los volvió a colocar con firmeza. —Vamos, muéstrame lo que escondes… —susurró mientras abría la base de datos médica privada a la que no debería tener acceso. **Paciente: Aisha •••••• .** **Edad: 11 años.** **Condición: Enfermedad autoinmune degenerativa – Clase KX.** **Tratamiento actual: Fármaco KX-32.** **Precio actual por tratamiento mensual: \$21,300 USD.** **Proyección para el siguiente trimestre: \$24,800 USD.** **Incremento acumulado anual: +74%.** Darren se quedó inmóvil. —¿Veinti... qué demonios? —apretó el puño y dio un golpe al escritorio—. ¿Cómo lo pagas, Doe? Pasó al historial de pagos: ocho depósitos exactos, uno cada mes, ingresados a través de clínicas privadas y organizaciones sin fines de lucro. Efectivo. Códigos sin origen. Al menos cuatro ciudades distintas. Todo perfectamente "legal". Pero Darren ya había visto ese patrón antes. —Limpio. Demasiado limpio. Como tus escenas, ¿no? —se burló, tomando una nota. Escribió con rabia controlada: **"Ningún hombre que cobra por limpiar sangre puede pagar esto..."** Darren se levantó y cruzó el cuarto, encendiendo la luz sobre su tablón de corcho. Fotos, nombres, documentos. Tres escenas con patrones similares. Mismo tipo de víctimas: criminales de bajo perfil, deudas con gente pesada, sin familia que los reclamara. El detective sostuvo una de las fotos, la de una escena en el río, y murmuró: —No estás cometiendo errores, John... pero estás dejándome rastros. Y yo los sigo como un perro con hambre. Abrió su libreta, escribió con letras grandes: **DOE = LIMPIADOR = EJECUTOR.** Luego, con una caligrafía más pequeña y más sombría: **Motivación: su hija.** **Detonante potencial: pérdida del tratamiento.** —Eres un padre. Eso no te hace menos peligroso. De hecho... te hace mucho más. Porque si te quitan lo único que amas, ¿qué te queda? Apagó la luz, dejando solo la pantalla encendida, y se sentó de nuevo, contemplando el expediente de Aisha. —No voy a lastimarla, John. No soy como tú. Pero juro que te sacaré del agujero donde te escondes. Y cuando lo haga… —sus ojos brillaron tras las gafas—, te haré elegir entre tu alma… y ella.
    Me shockea
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • En el último recorrido en la plaza le han obsequiado un pequeño cordero de cerámica, por supuesto que al terminar sus menesteres lo ha llevado consigo y lo ha dejado sobre el escritorio de su modesta habitación.
    En el último recorrido en la plaza le han obsequiado un pequeño cordero de cerámica, por supuesto que al terminar sus menesteres lo ha llevado consigo y lo ha dejado sobre el escritorio de su modesta habitación.
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • Después de meses en las sombras, Emma Müller volvió a cruzar las puertas de la UAC sin necesidad de ocultarse. Sus pasos resonaban firmes en el pasillo, aunque sus ojos oscuros aún guardaban rastros de lo que había vivido lejos de todos. Nadie sabía con exactitud a qué se había enfrentado, sólo que su ausencia había sido necesaria… y peligrosa.

    Algunos levantaron la vista sorprendidos al verla. Otros, simplemente asintieron, como si su regreso fuera parte de un plan que no necesitaba explicación. Ella, fiel a su estilo, no ofreció muchas palabras. Llevaba su chaqueta negra, su carpeta bajo el brazo y ese gesto serio que siempre la acompañaba. Pero esta vez, había algo distinto: se movía con más soltura, más segura, como si las heridas de antes ya no pesaran tanto.

    Se sentó en su escritorio, dejó su bolso a un lado y encendió el monitor. El fondo de pantalla seguía siendo el mismo: un amanecer sobre una ciudad que sólo ella reconocía. Respiró hondo.

    —Estoy de vuelta —murmuró, apenas audible, antes de sumergirse otra vez en los expedientes. Y con eso, la sombra de Emma Müller volvió a formar parte del equipo.
    Después de meses en las sombras, Emma Müller volvió a cruzar las puertas de la UAC sin necesidad de ocultarse. Sus pasos resonaban firmes en el pasillo, aunque sus ojos oscuros aún guardaban rastros de lo que había vivido lejos de todos. Nadie sabía con exactitud a qué se había enfrentado, sólo que su ausencia había sido necesaria… y peligrosa. Algunos levantaron la vista sorprendidos al verla. Otros, simplemente asintieron, como si su regreso fuera parte de un plan que no necesitaba explicación. Ella, fiel a su estilo, no ofreció muchas palabras. Llevaba su chaqueta negra, su carpeta bajo el brazo y ese gesto serio que siempre la acompañaba. Pero esta vez, había algo distinto: se movía con más soltura, más segura, como si las heridas de antes ya no pesaran tanto. Se sentó en su escritorio, dejó su bolso a un lado y encendió el monitor. El fondo de pantalla seguía siendo el mismo: un amanecer sobre una ciudad que sólo ella reconocía. Respiró hondo. —Estoy de vuelta —murmuró, apenas audible, antes de sumergirse otra vez en los expedientes. Y con eso, la sombra de Emma Müller volvió a formar parte del equipo.
    Me gusta
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • [ 𝐕𝐨𝐲 𝐚 𝐝𝐢𝐬𝐩𝐚𝐫𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐳𝐚 𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐩𝐚𝐬𝐨.]




    La oficina estaba inundada en humo de cigarro. La poca luz que entraba era la de la ventana. Su mirada vagaba por el techo mientras trataba de evitar sobreestresarse y frustrarse más de lo que ya estaba.

    El trabajo se había acumulado más de lo que había esperado, debido a un asunto con el que estaba lidiando: un gatito algo rabioso.

    Llevó su mano a la sien, acariciándola suavemente para relajarse un poco. La cantidad de hojas sobre su escritorio no hacía más que volverlo loco.

    Tal vez era un buen momento para morir. Ojalá.

    Aunque había varios asuntos que atender, se las había arreglado para que nada explotara o se incendiara. Trató de localizar a la pelirroja, pero ya estaba más que claro que había huido hacia otro país por temas que desconocía.

    Otro asunto más que agregar.

    Fue entonces cuando escuchó un maullido. Su mirada ambarina cayó sobre la puerta de la oficina. Era la gata de Rubí, Hanna.

    La pequeña felina no dudó en caminar hacia él, maullando hasta subirse a sus piernas. El ronroneo no se hizo esperar, algo que confundió al rubio.

    —¿Rubí te dejó aquí, pequeña? —

    No recibió respuesta, más que otro ronroneo mientras la gata se sobaba contra su pecho.

    Ryan dejó el cigarro en el cenicero, aplastándolo contra el fondo. Acarició cuidadosamente su lomo mientras se recostaba en la silla. Ahora sí que estaba confundido. Se sabía que la pelirroja amaba demasiado a esa gata. ¿Por qué la habría dejado?

    —Bueno, al menos podré darle a Vanya un trabajo... —

    Algo con lo que su mejor amiga pudiera distraerse. Era lo mínimo que podía hacer después de haber desaparecido de la nada.

    La gata se puso más melosa, como si le hubiera gustado la idea. Esto solo hizo sonreír al rubio, quien no dudó en acariciar su cabeza y orejas, mientras tomaba un papel para darle una hojeada.

    Era el informe sobre el estado de salud de Kiev.

    Aunque parecía mejorar, de un momento a otro llegaba a decaer de forma terrible. Casi le arranca un ojo una vez. Y solo recordar la forma en que lo habían encontrado, en aquel lugar donde lo habían tenido retenido, provocaba una fuerte tensión en él. No, no quería recordar de forma tan gráfica eso.

    —Merde... A este paso voy a perder la cabeza.

    Sus pensamientos fueron interrumpidos de inmediato por el sonido de la puerta. Algo que realmente le molestó; había ordenado a Marcos que no lo molestaran. Sin embargo, ni siquiera esperaron su respuesta y entraron.

    —Te dije que no quería a nadie aquí —dijo con voz grave, ya molesto.

    Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, alguien más había entrado detrás de él. Su expresión sería paso de la sorpresa a finalmente una sonrisa.

    —Jajaja, maldita sea. Pensé que tendría que llamar a alguna mujer para que te diera tu besito mágico, Kiev.

    La sombría presencia de su amigo destacó por completo aún cuando habían varios de sus hombres detrás del marco de la puerta.

    Sus días de sufrimiento habían acabado.
    [ 𝐕𝐨𝐲 𝐚 𝐝𝐢𝐬𝐩𝐚𝐫𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐳𝐚 𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐩𝐚𝐬𝐨.] La oficina estaba inundada en humo de cigarro. La poca luz que entraba era la de la ventana. Su mirada vagaba por el techo mientras trataba de evitar sobreestresarse y frustrarse más de lo que ya estaba. El trabajo se había acumulado más de lo que había esperado, debido a un asunto con el que estaba lidiando: un gatito algo rabioso. Llevó su mano a la sien, acariciándola suavemente para relajarse un poco. La cantidad de hojas sobre su escritorio no hacía más que volverlo loco. Tal vez era un buen momento para morir. Ojalá. Aunque había varios asuntos que atender, se las había arreglado para que nada explotara o se incendiara. Trató de localizar a la pelirroja, pero ya estaba más que claro que había huido hacia otro país por temas que desconocía. Otro asunto más que agregar. Fue entonces cuando escuchó un maullido. Su mirada ambarina cayó sobre la puerta de la oficina. Era la gata de Rubí, Hanna. La pequeña felina no dudó en caminar hacia él, maullando hasta subirse a sus piernas. El ronroneo no se hizo esperar, algo que confundió al rubio. —¿Rubí te dejó aquí, pequeña? — No recibió respuesta, más que otro ronroneo mientras la gata se sobaba contra su pecho. Ryan dejó el cigarro en el cenicero, aplastándolo contra el fondo. Acarició cuidadosamente su lomo mientras se recostaba en la silla. Ahora sí que estaba confundido. Se sabía que la pelirroja amaba demasiado a esa gata. ¿Por qué la habría dejado? —Bueno, al menos podré darle a Vanya un trabajo... — Algo con lo que su mejor amiga pudiera distraerse. Era lo mínimo que podía hacer después de haber desaparecido de la nada. La gata se puso más melosa, como si le hubiera gustado la idea. Esto solo hizo sonreír al rubio, quien no dudó en acariciar su cabeza y orejas, mientras tomaba un papel para darle una hojeada. Era el informe sobre el estado de salud de Kiev. Aunque parecía mejorar, de un momento a otro llegaba a decaer de forma terrible. Casi le arranca un ojo una vez. Y solo recordar la forma en que lo habían encontrado, en aquel lugar donde lo habían tenido retenido, provocaba una fuerte tensión en él. No, no quería recordar de forma tan gráfica eso. —Merde... A este paso voy a perder la cabeza. Sus pensamientos fueron interrumpidos de inmediato por el sonido de la puerta. Algo que realmente le molestó; había ordenado a Marcos que no lo molestaran. Sin embargo, ni siquiera esperaron su respuesta y entraron. —Te dije que no quería a nadie aquí —dijo con voz grave, ya molesto. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, alguien más había entrado detrás de él. Su expresión sería paso de la sorpresa a finalmente una sonrisa. —Jajaja, maldita sea. Pensé que tendría que llamar a alguna mujer para que te diera tu besito mágico, Kiev. La sombría presencia de su amigo destacó por completo aún cuando habían varios de sus hombres detrás del marco de la puerta. Sus días de sufrimiento habían acabado.
    Me encocora
    Me shockea
    Me gusta
    Me endiabla
    Me enjaja
    Me entristece
    25
    5 turnos 0 maullidos
  • — Solo seguimos con nuestras vidas, ella persiguiendo sus sueños y yo labrando los míos. Nuestros recuerdos de aquellos tiempos serán eternos, solo espero que esté comiendo bien... — Suspira y vuelve a su escritorio, debe terminar ese papeleo.
    — Solo seguimos con nuestras vidas, ella persiguiendo sus sueños y yo labrando los míos. Nuestros recuerdos de aquellos tiempos serán eternos, solo espero que esté comiendo bien... — Suspira y vuelve a su escritorio, debe terminar ese papeleo.
    Me entristece
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • L'autre côté de la médialle
    Categoría Slice of Life
    Apenas puse un pie en la entrada de la mansión sentí la tensión, mamá me había estado reventando el teléfono con llamadas y mensajes de que me apurara en llegar, siempre la misma rutina, me sentía harta de tantas reglas y restricciones.

    -Lía! - grito desde la sala una vez que me vió abrir la puerta- Se supone que salías hace una hora, se puede saber ¿¡Dónde rayos estabas!?- en su mirada se notaba el fastidio.

    -Solo fui a tomar un café con Helena, teníamos que coordinar un trabajo- suspire- no tenía mucha señal en el cafetería.

    Me miró directo a los ojos y camino a pasar lento pero peligroso hacia mí tomando del brazo- Que no se vuelva a repetir Lia- dijo para luego soltarme de golpe- Tú padre te está buscando, ve con él y explícale a ver si te cree- se dio media vuelta caminando hacia la sala de música, pero a medio camino se detuvo- Y más te vale que no intentes escabullirte o te irá peor- su voz tenía toques de amenaza y con eso último, siguió caminando hasta que desapareció de la sala de estar por completo.

    Sentía tanta impotencia que sin darme cuenta me había clavado las uñas en la mano dejando algunas marcas rojizas. Por lo que tuve que tomar un respiro antes de subir al despacho de mi "padre" si se podría llamar así. Subí a paso lento, no quería llegar a la puerta, pero tenía que, una vez frente a la gran oficina, alce mi mano para tocarla pero antes pudiera hacerlo escuche su voz.

    -Pasa de una vez- dijo autoritariamente, trague saliva y con cuidado abrí la puerta, camine hacia el interior dando pasos lentos y dejando entreabierta la entrada- Cierra la puerta Lía- me miró directo a los ojos, esa mirada sin ningún tipo de emociones, "No otra vez, por favor..." sabía lo que eso significaba a puertas cerradas tenía que mantenerse todo.

    -¿Dónde estabas?- pregunto con brusquedad mientras se servia algo de licor caro y me miraba de nuevo esperando una respuesta.

    -Estaba con Helena, fui a la cafetería con ella para coordinar un trabajo- dije segura- no tenia señal en el lugar.

    -¿Crees que soy estúpido? - pregunto tirando el vaso de licor al piso haciéndolo añicos, para luego acercarse a paso rápido hacia mí, cuando menos lo pensé me tiro una bofetada, sentí el ardor en mi mejilla, incluso mi rostro fue volteado a un costado por el impacto- ¡Te he dicho que no te juntes con Helena, son de diferentes estatus! -grito- ¡Por su culpa el hijo de los Croweld se ha quejado con sus padres diciendo que te juntas con puros pobres!- me agarro de los brazos y me agitó bruscamente- ¿¡Sabes la vergüenza que me hiciste pasar!? Imagino que no, porque nunca piensas, eres igual de estúpida que tu madre- me empujó contra el piso, mi mente estaba en colapso, las lágrimas caían por mis mejillas, no era la primera vez que me hacía aquello- Maldita sea, no llores- me reprocho, quería parar de hacerlo pero simplemente no podía- ¡Ya cállate!- alzó la mano para golpearme de nuevo, pero tocaron la puerta, se detuvo en seco y se alejo unos pasos para recomponerse.

    -¿Quién busca?- preguntó en un tono amable, incluso esos cambios me asustaban a mí- levántate- demando bruscamente, no lo dude 2 veces y así lo hice.

    -Señor Russell, han venido sus invitados, los socios de Hilua, lo están esperando en el jardín, ya les di unos aperitivos en lo que venia a buscarlo y se pueda preparar- aquella voz la reconocía, era de la Mirtha una de las encargadas de la cocina.

    -Esta bien, en unos minutos bajo- repuso mi padre mientras de dirigía a su escritorio por files.

    -Entendido señor- respondió Mirtha luego se escucharon sus pasos alejándose de la puerta perdiéndose en el pasillo.

    -Te salvaste por esta vez, vete a tu habitación y no salgas- dijo sin mirarme, no dije nada, simplemente me di media vuelta y salí de la oficina, a paso rápido entre a mi habitación, tras cerrarla me recosté sobre la puerta y comencé a llorar.

    "¿Qué había hecho para merecer esto?" A veces los golpes eran sin un motivo grave por así decirlo, eran como de esos días donde mi padre necesitaba desquitarse con quién hiciera lo mínimo, estaba cansada de todo eso, de la vida que llevaba.

    Llore un buen rato antes de meterme a la ducha y ponerme algo frío en la mejilla para evitar las marcas, una vez que sentí que era suficiente me puse una pomada para no "dejar rastro" o al menos que se vea lo mínimo posible.

    Estaba por irme a acostar en la cama cuando mi celular vibro, cuando me fije en la pantalla era un mensaje de Helena, dude mucho en contestar, una parte de mi se resistía pero la otra decía que no había nada de malo en lo que hacía, Helena sabía algunas cosas de mi vida más allá de lo que aparentaba, incluso ella me había dado aquella pomada, era mi única amiga de verdad, mientras me distraía con mis pensamientos el celular volvió a vibrar trayendome de vuelta al presente, al final decidí leer sus mensajes, era sobre ir a un pequeño club secreto, dude demasiado, le explique un poco de la situación obviando ciertas partes, me dijo muchas cosas que me hicieron cuestionar todo lo que estaba viviendo, de alguna forma dándome el valor que me estaba faltando. Incluso ayudándome a hacer un plan para poder escabullirme, necesitaba vivir, darme más razones por seguir adelante, hacerme mi propio camino.

    El tiempo paso rápido y el plan comenzó a ejecutarse tal como quedamos, tuve que incluir a mi nana de confianza Karla para que todo pudiera resultar.

    -Estas divina, casi no te reconí- Helena me miro con una sonrisa- Aunque llevas más maquillaje, ¿Es por aquello verdad?- mencionó mirándome con comprensión.

    -Si- susurre- Ya sabes como son las cosas para mí...pero no hablemos de eso- le sonreí, solo quería olvidar ese mal rato por al menos unas horas.

    -Tienes razón, shu shu esas malas vibras- hizo una ademán con sus manos en el aire como si estuviera espantando mosquitos, a lo que yo reí, Helena si que era bien ocurrente, sin más charla, nos subimos a su auto y condujo hasta el club, apenas doblaba la esquina y se estacionaba, se veía las luces, el bullicio y la música.

    -A conquistar el mundo!- Helena grito y algunas personas que pasaban nos miraron raro, por mi parte solo atiné a seguirla, con ella podía ser yo sin que me juzgen, era una verdadera amiga.

    - A por el mundo!- grite a la par y corrimos hacia la entrada el club.

    Justo sonaba una canción que nos encantaba a ambas nos miramos de inmediato con una sonrisa, era por esa canción que empezamos a hablar y así nos hicimos amigas.

    -Esa es!- dijimos al unisoro, comenzamos a corear la canción mientras bailábamos.

    https://youtu.be/cA9sEdPmUbQ?si=TNbOjhpgxxWfP8Ae
    Apenas puse un pie en la entrada de la mansión sentí la tensión, mamá me había estado reventando el teléfono con llamadas y mensajes de que me apurara en llegar, siempre la misma rutina, me sentía harta de tantas reglas y restricciones. -Lía! - grito desde la sala una vez que me vió abrir la puerta- Se supone que salías hace una hora, se puede saber ¿¡Dónde rayos estabas!?- en su mirada se notaba el fastidio. -Solo fui a tomar un café con Helena, teníamos que coordinar un trabajo- suspire- no tenía mucha señal en el cafetería. Me miró directo a los ojos y camino a pasar lento pero peligroso hacia mí tomando del brazo- Que no se vuelva a repetir Lia- dijo para luego soltarme de golpe- Tú padre te está buscando, ve con él y explícale a ver si te cree- se dio media vuelta caminando hacia la sala de música, pero a medio camino se detuvo- Y más te vale que no intentes escabullirte o te irá peor- su voz tenía toques de amenaza y con eso último, siguió caminando hasta que desapareció de la sala de estar por completo. Sentía tanta impotencia que sin darme cuenta me había clavado las uñas en la mano dejando algunas marcas rojizas. Por lo que tuve que tomar un respiro antes de subir al despacho de mi "padre" si se podría llamar así. Subí a paso lento, no quería llegar a la puerta, pero tenía que, una vez frente a la gran oficina, alce mi mano para tocarla pero antes pudiera hacerlo escuche su voz. -Pasa de una vez- dijo autoritariamente, trague saliva y con cuidado abrí la puerta, camine hacia el interior dando pasos lentos y dejando entreabierta la entrada- Cierra la puerta Lía- me miró directo a los ojos, esa mirada sin ningún tipo de emociones, "No otra vez, por favor..." sabía lo que eso significaba a puertas cerradas tenía que mantenerse todo. -¿Dónde estabas?- pregunto con brusquedad mientras se servia algo de licor caro y me miraba de nuevo esperando una respuesta. -Estaba con Helena, fui a la cafetería con ella para coordinar un trabajo- dije segura- no tenia señal en el lugar. -¿Crees que soy estúpido? - pregunto tirando el vaso de licor al piso haciéndolo añicos, para luego acercarse a paso rápido hacia mí, cuando menos lo pensé me tiro una bofetada, sentí el ardor en mi mejilla, incluso mi rostro fue volteado a un costado por el impacto- ¡Te he dicho que no te juntes con Helena, son de diferentes estatus! -grito- ¡Por su culpa el hijo de los Croweld se ha quejado con sus padres diciendo que te juntas con puros pobres!- me agarro de los brazos y me agitó bruscamente- ¿¡Sabes la vergüenza que me hiciste pasar!? Imagino que no, porque nunca piensas, eres igual de estúpida que tu madre- me empujó contra el piso, mi mente estaba en colapso, las lágrimas caían por mis mejillas, no era la primera vez que me hacía aquello- Maldita sea, no llores- me reprocho, quería parar de hacerlo pero simplemente no podía- ¡Ya cállate!- alzó la mano para golpearme de nuevo, pero tocaron la puerta, se detuvo en seco y se alejo unos pasos para recomponerse. -¿Quién busca?- preguntó en un tono amable, incluso esos cambios me asustaban a mí- levántate- demando bruscamente, no lo dude 2 veces y así lo hice. -Señor Russell, han venido sus invitados, los socios de Hilua, lo están esperando en el jardín, ya les di unos aperitivos en lo que venia a buscarlo y se pueda preparar- aquella voz la reconocía, era de la Mirtha una de las encargadas de la cocina. -Esta bien, en unos minutos bajo- repuso mi padre mientras de dirigía a su escritorio por files. -Entendido señor- respondió Mirtha luego se escucharon sus pasos alejándose de la puerta perdiéndose en el pasillo. -Te salvaste por esta vez, vete a tu habitación y no salgas- dijo sin mirarme, no dije nada, simplemente me di media vuelta y salí de la oficina, a paso rápido entre a mi habitación, tras cerrarla me recosté sobre la puerta y comencé a llorar. "¿Qué había hecho para merecer esto?" A veces los golpes eran sin un motivo grave por así decirlo, eran como de esos días donde mi padre necesitaba desquitarse con quién hiciera lo mínimo, estaba cansada de todo eso, de la vida que llevaba. Llore un buen rato antes de meterme a la ducha y ponerme algo frío en la mejilla para evitar las marcas, una vez que sentí que era suficiente me puse una pomada para no "dejar rastro" o al menos que se vea lo mínimo posible. Estaba por irme a acostar en la cama cuando mi celular vibro, cuando me fije en la pantalla era un mensaje de Helena, dude mucho en contestar, una parte de mi se resistía pero la otra decía que no había nada de malo en lo que hacía, Helena sabía algunas cosas de mi vida más allá de lo que aparentaba, incluso ella me había dado aquella pomada, era mi única amiga de verdad, mientras me distraía con mis pensamientos el celular volvió a vibrar trayendome de vuelta al presente, al final decidí leer sus mensajes, era sobre ir a un pequeño club secreto, dude demasiado, le explique un poco de la situación obviando ciertas partes, me dijo muchas cosas que me hicieron cuestionar todo lo que estaba viviendo, de alguna forma dándome el valor que me estaba faltando. Incluso ayudándome a hacer un plan para poder escabullirme, necesitaba vivir, darme más razones por seguir adelante, hacerme mi propio camino. El tiempo paso rápido y el plan comenzó a ejecutarse tal como quedamos, tuve que incluir a mi nana de confianza Karla para que todo pudiera resultar. -Estas divina, casi no te reconí- Helena me miro con una sonrisa- Aunque llevas más maquillaje, ¿Es por aquello verdad?- mencionó mirándome con comprensión. -Si- susurre- Ya sabes como son las cosas para mí...pero no hablemos de eso- le sonreí, solo quería olvidar ese mal rato por al menos unas horas. -Tienes razón, shu shu esas malas vibras- hizo una ademán con sus manos en el aire como si estuviera espantando mosquitos, a lo que yo reí, Helena si que era bien ocurrente, sin más charla, nos subimos a su auto y condujo hasta el club, apenas doblaba la esquina y se estacionaba, se veía las luces, el bullicio y la música. -A conquistar el mundo!- Helena grito y algunas personas que pasaban nos miraron raro, por mi parte solo atiné a seguirla, con ella podía ser yo sin que me juzgen, era una verdadera amiga. - A por el mundo!- grite a la par y corrimos hacia la entrada el club. Justo sonaba una canción que nos encantaba a ambas nos miramos de inmediato con una sonrisa, era por esa canción que empezamos a hablar y así nos hicimos amigas. -Esa es!- dijimos al unisoro, comenzamos a corear la canción mientras bailábamos. https://youtu.be/cA9sEdPmUbQ?si=TNbOjhpgxxWfP8Ae
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me encocora
    Me gusta
    3
    4 turnos 0 maullidos
  • El papel donde 𝗣𝗿𝗼𝘅𝘆 había vertido su último ruego en sangre permaneció inmóvil sobre el escritorio.

    Lamentablemente Gazú nunca la escuchó....
    El papel donde 𝗣𝗿𝗼𝘅𝘆 había vertido su último ruego en sangre permaneció inmóvil sobre el escritorio. Lamentablemente Gazú nunca la escuchó....
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • 1. Aprobación
    Fandom Kuroshitsuji y otros
    Categoría Otros
    El legítimo líder de la familia Phantomhive se encontraba ocupado, redactando cartas y poniéndose al día con las actividades que se desarrollaban en sus tierras.
    Pues, como terrateniente, tenía un deber importante con la gente que las habitaba.
    Su hermano menor había hecho un buen trabajo y, a pesar de ser exactamente iguales físicamente, sus maneras de ser eran bien distintas; reflejándose en las estrategias propias que Ciel estaba elaborando para que sus tierras prosperaran en estos complejos tiempos, con el campo atravesando dificultades.

    Sin embargo, había ciertas cuestiones hogareñas que debían ser atendidas, por lo que, cuando escuchó el sonido de alguien golpeando la puerta, Ciel dejó de prestar atención a los documentos sobre el escritorio y levantó la vista, diciendo:

    —Adelante.

    Invitando así a entrar a la sirvienta que previamente había mandado a llamar.

    Al verla entrar, esbozó una sonrisa, natural en su rostro jovial y de disposición gentil.

    —Señorita Malvyna, por favor —indicó con una seña estilizada. —Tome asiento.
    El legítimo líder de la familia Phantomhive se encontraba ocupado, redactando cartas y poniéndose al día con las actividades que se desarrollaban en sus tierras. Pues, como terrateniente, tenía un deber importante con la gente que las habitaba. Su hermano menor había hecho un buen trabajo y, a pesar de ser exactamente iguales físicamente, sus maneras de ser eran bien distintas; reflejándose en las estrategias propias que Ciel estaba elaborando para que sus tierras prosperaran en estos complejos tiempos, con el campo atravesando dificultades. Sin embargo, había ciertas cuestiones hogareñas que debían ser atendidas, por lo que, cuando escuchó el sonido de alguien golpeando la puerta, Ciel dejó de prestar atención a los documentos sobre el escritorio y levantó la vista, diciendo: —Adelante. Invitando así a entrar a la sirvienta que previamente había mandado a llamar. Al verla entrar, esbozó una sonrisa, natural en su rostro jovial y de disposición gentil. —Señorita Malvyna, por favor —indicó con una seña estilizada. —Tome asiento.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Terminado
    Me encocora
    Me gusta
    3
    11 turnos 0 maullidos
Patrocinados