• [ 𝑴𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐 𝒊𝒏𝒇𝒆𝒍𝒊𝒛. ── 𝐇𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 . . . ¡𝐌𝐈𝐄𝐑𝐃𝐀! ]





    El estruendo fue brutal. El golpe sobre el escritorio retumbó por toda la oficina, desparramando papeles como si el aire mismo hubiese estallado. En una esquina, los restos de un vaso roto brillaban bajo la luz tenue, fragmentos de vidrio que parecían ecos del caos. El italiano respiraba con dificultad, como si el simple acto de contenerse fuera una carga demasiado pesada.

    Había perdido el control. Por completo.

    La sangre aún manchaba su camisa. Un rastro imborrable de la reunión que había tenido con el ruso.

    Una reunión que, evidentemente, no había terminado bien.

    El rubio permanecía de pie. Inmóvil. Pero sus nudillos, endurecidos por la tensión, hablaban por él. Sus hombros rígidos, el semblante encendido por una ira contenida que no era habitual en él.

    Su habitual aire despreocupado, parecía lejano, diluido en la atmósfera viciada de la oficina. Se pasó una mano por el cabello, un gesto breve, cargado de frustración. Pero no era la escena, ni siquiera el recuerdo de la sangre, lo que lo carcomía por dentro.

    Era Marcos.

    Detrás de él, cabizbajo, en silencio.

    —¿Tú lo sabías? —preguntó sin girarse del todo, apenas ladeando el rostro. Su voz era baja, afilada. La mirada dorada lo alcanzó con una frialdad.

    No hubo respuesta. Solo el silencio cobarde de una cabeza que se hundía aún más.

    Ryan no lo toleró.

    Se giró de golpe y lo tomó por la camisa.

    —Responde —espetó, la voz tensa, quebrada por la furia.

    —Señor Ryan… él tiene que irse. Es… por su bien.

    Ryan soltó una carcajada breve, amarga, sin humor.

    —¿Por su bien? —repitió, casi con desprecio—. Va a desatar una puta guerra si se cruza con el hermano de Elisabetta. Ese imbécil está completamente fuera de sí… ¿y me dices que lo hace por su bien? Una cosa es ir a Rusia para reclamar la herencia de su padre. Otra muy distinta… es expandirse sin control.


    Solo hubo silencio por parte del pelinegro.

    Ryan no pudo soportar verlo más.

    Lo soltó de golpe, como si su sola cercanía lo asqueara, y se dio la vuelta. Caminó hacia su escritorio y se dejó caer en la silla con un suspiro denso, frustrado. Uno que no solo cargaba ira, sino hartazgo.

    No era solo su familia.
    Ni los rostros conocidos que ahora se desdibujaban entre traiciones. Ni siquiera los que buscaban su cabeza desde las sombras, uno por uno, como perros hambrientos.

    Era todo.

    Los amigos que preguntaban por Kiev.
    Las llamadas, los mensajes.
    “¿Se puede hablar con él?”
    “¿Cómo está?”
    “¿Volverá pronto?”

    ¿Y qué debía responder?

    ¿Que Kiev los había borrado a todos sin mirar atrás?
    ¿Que no quería lazos? ¿Que ni siquiera fingía interés por conservar lo que alguna vez fue parte de su mundo?
    ¿Que a él, a Ryan, lo había dejado de lado como si fuera uno más entre sus trabajadores y lo engaño de esa manera?

    Su mirada cayó sobre Marcos, aún ahí. Dudoso. Indeciso.
    Ese gesto solo aumentó la rabia que le carcomía por dentro.

    —Lárgate. No quiero volver a verte por aquí —espetó con voz seca. Tomó una botella de whisky, se sirvió lentamente en un vaso. Iba a beber, pero se detuvo al verlo todavía allí.
    —Dije que te largues.

    Pero el pelinegro, en lugar de retroceder, avanzó. Sacó una carta del bolsillo interior del saco y la dejó sobre el escritorio, en silencio.

    —¿Qué es esto? —preguntó Ryan, sin tocarla aún. Su tono ya no era airado, sino frío. Dejó el vaso sobre el escritorio.

    —La razón, señor. El señor Kiev nunca la vio. Intercepté la carta antes de que llegara a sus manos… y la escondí. No tiene remitente.

    El italiano frunció el ceño, miró la carta con desconfianza. Luego la tomó con cautela, como si ya sospechara que lo que iba a leer no le gustaría. La abrió. Sacó el contenido.

    Y entonces su mano tembló.

    Las palabras escritas lo helaron. Sintió cómo el aire se volvía más denso, cómo el peso del pasado caía sobre él de golpe.

    —¿Es de esa mujer? —preguntó sin mirar a Marcos.

    —No lo sé. Creí que era una mentira más… pero luego recordé ciertas cosas, de antes del secuestro de mi señor.
    Parece que… ella volvió.

    Esto lo molesto aún más. ¿Qué quería?

    El contenido de la carta era evidentemente falso. O al menos eso quiso creer. Kiev simplemente no podría ...

    Era absurdo. Imposible.
    Pero las palabras resonaban.
    Le recordaban una conversación lejana, olvidada casi a propósito. Una noche en la que Rubí lo había rescatado de los Di Conti.

    Y entonces, lo entendió.

    —Maldita sea… —murmuró, casi para sí.

    Ryan sostuvo la mirada de Marcos unos segundos más. Fría. Inquebrantable.

    —Vete —dijo finalmente, sin levantar la voz.

    El pelinegro abrió la boca, como si aún quisiera explicar algo, pero la expresión de Ryan fue suficiente. No había espacio para disculpas. Ni para excusas.

    Lo observó marcharse.
    El sonido de la puerta al cerrarse fue como un disparo seco en el silencio de la oficina.

    Entonces Ryan se dejó caer hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio. Se cubrió la cabeza con ambas manos.

    Y por un momento… solo respiró.

    Temblaba. Esto lo estaba matando.

    La carta seguía sobre la mesa, no lo volvió a mirar. Simplemente la arrugó y lo tiró a la basura.

    Llamo a uno de sus hombres y dió una orden.

    Nadie debía acercarse.
    No quería ver a ninguno de sus hombres.
    A ninguno de sus amigos.
    Ni siquiera una sombra.
    Nada.

    Mucho menos nada de ruido.

    Quería estar solo.

    Porque si alguien entraba... Iba a descargar su ira sobre el.
    [ 𝑴𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐 𝒊𝒏𝒇𝒆𝒍𝒊𝒛. ── 𝐇𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 . . . ¡𝐌𝐈𝐄𝐑𝐃𝐀! ] El estruendo fue brutal. El golpe sobre el escritorio retumbó por toda la oficina, desparramando papeles como si el aire mismo hubiese estallado. En una esquina, los restos de un vaso roto brillaban bajo la luz tenue, fragmentos de vidrio que parecían ecos del caos. El italiano respiraba con dificultad, como si el simple acto de contenerse fuera una carga demasiado pesada. Había perdido el control. Por completo. La sangre aún manchaba su camisa. Un rastro imborrable de la reunión que había tenido con el ruso. Una reunión que, evidentemente, no había terminado bien. El rubio permanecía de pie. Inmóvil. Pero sus nudillos, endurecidos por la tensión, hablaban por él. Sus hombros rígidos, el semblante encendido por una ira contenida que no era habitual en él. Su habitual aire despreocupado, parecía lejano, diluido en la atmósfera viciada de la oficina. Se pasó una mano por el cabello, un gesto breve, cargado de frustración. Pero no era la escena, ni siquiera el recuerdo de la sangre, lo que lo carcomía por dentro. Era Marcos. Detrás de él, cabizbajo, en silencio. —¿Tú lo sabías? —preguntó sin girarse del todo, apenas ladeando el rostro. Su voz era baja, afilada. La mirada dorada lo alcanzó con una frialdad. No hubo respuesta. Solo el silencio cobarde de una cabeza que se hundía aún más. Ryan no lo toleró. Se giró de golpe y lo tomó por la camisa. —Responde —espetó, la voz tensa, quebrada por la furia. —Señor Ryan… él tiene que irse. Es… por su bien. Ryan soltó una carcajada breve, amarga, sin humor. —¿Por su bien? —repitió, casi con desprecio—. Va a desatar una puta guerra si se cruza con el hermano de Elisabetta. Ese imbécil está completamente fuera de sí… ¿y me dices que lo hace por su bien? Una cosa es ir a Rusia para reclamar la herencia de su padre. Otra muy distinta… es expandirse sin control. Solo hubo silencio por parte del pelinegro. Ryan no pudo soportar verlo más. Lo soltó de golpe, como si su sola cercanía lo asqueara, y se dio la vuelta. Caminó hacia su escritorio y se dejó caer en la silla con un suspiro denso, frustrado. Uno que no solo cargaba ira, sino hartazgo. No era solo su familia. Ni los rostros conocidos que ahora se desdibujaban entre traiciones. Ni siquiera los que buscaban su cabeza desde las sombras, uno por uno, como perros hambrientos. Era todo. Los amigos que preguntaban por Kiev. Las llamadas, los mensajes. “¿Se puede hablar con él?” “¿Cómo está?” “¿Volverá pronto?” ¿Y qué debía responder? ¿Que Kiev los había borrado a todos sin mirar atrás? ¿Que no quería lazos? ¿Que ni siquiera fingía interés por conservar lo que alguna vez fue parte de su mundo? ¿Que a él, a Ryan, lo había dejado de lado como si fuera uno más entre sus trabajadores y lo engaño de esa manera? Su mirada cayó sobre Marcos, aún ahí. Dudoso. Indeciso. Ese gesto solo aumentó la rabia que le carcomía por dentro. —Lárgate. No quiero volver a verte por aquí —espetó con voz seca. Tomó una botella de whisky, se sirvió lentamente en un vaso. Iba a beber, pero se detuvo al verlo todavía allí. —Dije que te largues. Pero el pelinegro, en lugar de retroceder, avanzó. Sacó una carta del bolsillo interior del saco y la dejó sobre el escritorio, en silencio. —¿Qué es esto? —preguntó Ryan, sin tocarla aún. Su tono ya no era airado, sino frío. Dejó el vaso sobre el escritorio. —La razón, señor. El señor Kiev nunca la vio. Intercepté la carta antes de que llegara a sus manos… y la escondí. No tiene remitente. El italiano frunció el ceño, miró la carta con desconfianza. Luego la tomó con cautela, como si ya sospechara que lo que iba a leer no le gustaría. La abrió. Sacó el contenido. Y entonces su mano tembló. Las palabras escritas lo helaron. Sintió cómo el aire se volvía más denso, cómo el peso del pasado caía sobre él de golpe. —¿Es de esa mujer? —preguntó sin mirar a Marcos. —No lo sé. Creí que era una mentira más… pero luego recordé ciertas cosas, de antes del secuestro de mi señor. Parece que… ella volvió. Esto lo molesto aún más. ¿Qué quería? El contenido de la carta era evidentemente falso. O al menos eso quiso creer. Kiev simplemente no podría ... Era absurdo. Imposible. Pero las palabras resonaban. Le recordaban una conversación lejana, olvidada casi a propósito. Una noche en la que Rubí lo había rescatado de los Di Conti. Y entonces, lo entendió. —Maldita sea… —murmuró, casi para sí. Ryan sostuvo la mirada de Marcos unos segundos más. Fría. Inquebrantable. —Vete —dijo finalmente, sin levantar la voz. El pelinegro abrió la boca, como si aún quisiera explicar algo, pero la expresión de Ryan fue suficiente. No había espacio para disculpas. Ni para excusas. Lo observó marcharse. El sonido de la puerta al cerrarse fue como un disparo seco en el silencio de la oficina. Entonces Ryan se dejó caer hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio. Se cubrió la cabeza con ambas manos. Y por un momento… solo respiró. Temblaba. Esto lo estaba matando. La carta seguía sobre la mesa, no lo volvió a mirar. Simplemente la arrugó y lo tiró a la basura. Llamo a uno de sus hombres y dió una orden. Nadie debía acercarse. No quería ver a ninguno de sus hombres. A ninguno de sus amigos. Ni siquiera una sombra. Nada. Mucho menos nada de ruido. Quería estar solo. Porque si alguien entraba... Iba a descargar su ira sobre el.
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  • 𝘗𝘢𝘳𝘦𝘤𝘦𝘴 𝘶𝘯 𝘱𝘰𝘤𝘰 𝘱𝘦𝘳𝘥𝘪𝘥𝘰...
    Fandom Harry Potter
    Categoría Acción

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ... ¿𝘕𝘦𝘤𝘦𝘴𝘪𝘵𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦?

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤꮪꭲꭺꭱꭲꭼꭱ ꮲꭺꭱꭺ Diego Alejandro De La Vega

    Puede que aquello fuera el karma.
    Había abandonado a Cameron poco tiempo después de prometerse, por puro y duro miedo, y ahora Brandon con quien volvía a estaba prometida, de quien era el anillo que lucía en su mano, estaba cada vez más alejado de ella, mas perdido en su propio mundo, un mundo al que ella al parecer no estaba invitada. Y no sabía cómo hacerle volver.
    Si, claramente podia ser el karma, y si era así, no tenía opción de réplica. Ella había sido una mala persona, se había comportado mal con Keane, y ahora pagaba sus consecuencias.
    Haber actuado así de mal por miedo no la excusaba, y lo sabía.

    Aquel día, otro en el que se despertaba sola en la casa que Birdwhistle y ella compartían, había decidido salir de allí. No iba a quedarse esperando un día mas, no iba a poner sus esperanzas en que Brandon volviera cuando sabía a ciencia cierta que no lo haría. Seguramente ni si quiera estaba en el país. De modo que no tarda en dejar atrás aquella casa vacía, solitaria y fría y presentarse sin avisar en la de sus padres. Allí también podría no haber nadie, también podría estar sola, pero aquella casa era su hogar…

    Al final es su madre quien termina por darle la bienvenida a pesar de que tenía visita. La joven bruja abraza a su madre, sonriendo y ocultando su pesar, y después saluda a Ignacia Salvatierra, una mujer que hacia demasiado tiempo que no veía y la cual estaba realmente encantada de verla.

    — Tu madre y yo nos mantenemos al día cielo, pero siempre es un gusto verte en persona, y no en fotos que no te hacen justicia, estas preciosa, Danielle, querida.

    — Muchas gracias Ignacia, de veras, yo también me alegro de verla.

    — Enhorabuena por cierto, tu madre me ha dicho que estas comprometida… — la mujer más mayor no se corta y toma la mano de la bruja para observar el anillo antes de añadir. — Esperaremos ansiosos la invitación querida.

    Perfecto, ahora tenía como mínimo dos personas más que añadir a una lista de bodas que no hacía más que coger polvo en un cajón de su escritorio ante la inoperancia de Brandon frente a ese tema.

    — Pues claro, estan más que invitados, usted, su marido, y Diego con toda la familia, ¿Qué es de él? ¿Ya es abuela?

    Si la buena Ignacia no tenía ningún tipo de filtro o reparo en meterse en su vida, suponía que ella podia pagarle con la misma moneda, pero el rostro de la mujer se ensombrece en respuesta y Danielle no espera lo que la invitada de su madre le cuenta.

    >> ¿Debería dejar una nota? Suponía que sí. De modo que garabatea en un papel que deja pegado en el frigorífico unas palabras realmente escuetas “M𝑒 𝑣o𝑦 𝑑e v𝑖a𝑗e, 𝑛o𝑠 𝑣e𝑚o𝑠 𝑎 𝑙a v𝑢e𝑙t𝑎. D.F”
    Y sin más preámbulos Danielle desaparece de su casa, con una pequeña maleta en la mano, una dirección en la contraria y la idea de reencontrarse con un viejo amigo.
    El Ministerio de Magia era un caos de personas yendo y viniendo, pero por suerte en poco más de un par de horas (no había demasiadas solicitudes para viajar en ese momento), Danielle estaba frente al traslador que la iba a llevar hasta el departamento homónimo del MACUSA en Estados Unidos.

    Mientras bajaba los escalones de la entrada del MACUSA en su mente repasaba las indicaciones que le habían facilitado para llegar a su destino, y sus pasos no vacilan hasta llegar a frente a la puerta del despacho.
    Por suerte, de nuevo, para ella, llegaba en horario laboral de modo que empuja la puerta.

    — Bienvenida… ¿Cuál es su nombre? ¿Tiene cita?

    — Lo cierto es que no, pero buscaba al señor De La Vega.

    — Lo siento pero el señor De La Vega no atiende sin cita previa.

    — Soy una vieja amiga, no vengo por trabajo…

    — Bueno, pues entonces espere a que termine y listo.

    Danielle fulmina a aquella impertinente bruja con la mirada, no le había caído bien desde un principio, desde que había escuchado su desagradable y aguda vocecilla, de modo que la esquiva, a ella a su mesa, y abre la puerta del despacho de Diego sin ningún preámbulo, llamada o anuncio.

    — ¿No le ha dicho mi secretaria que no atiendo sin cita previa?

    — ¿Ni si quiera a mí, Diego? ¿Esa es manera de tratar a los viejos amigos?


    𝐹𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑐𝑟𝑒𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 Hope Mikaelson ‼AU
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ... ¿𝘕𝘦𝘤𝘦𝘴𝘪𝘵𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦? ㅤㅤㅤㅤㅤㅤꮪꭲꭺꭱꭲꭼꭱ ꮲꭺꭱꭺ [THER0GUEAUROR] Puede que aquello fuera el karma. Había abandonado a Cameron poco tiempo después de prometerse, por puro y duro miedo, y ahora Brandon con quien volvía a estaba prometida, de quien era el anillo que lucía en su mano, estaba cada vez más alejado de ella, mas perdido en su propio mundo, un mundo al que ella al parecer no estaba invitada. Y no sabía cómo hacerle volver. Si, claramente podia ser el karma, y si era así, no tenía opción de réplica. Ella había sido una mala persona, se había comportado mal con Keane, y ahora pagaba sus consecuencias. Haber actuado así de mal por miedo no la excusaba, y lo sabía. Aquel día, otro en el que se despertaba sola en la casa que Birdwhistle y ella compartían, había decidido salir de allí. No iba a quedarse esperando un día mas, no iba a poner sus esperanzas en que Brandon volviera cuando sabía a ciencia cierta que no lo haría. Seguramente ni si quiera estaba en el país. De modo que no tarda en dejar atrás aquella casa vacía, solitaria y fría y presentarse sin avisar en la de sus padres. Allí también podría no haber nadie, también podría estar sola, pero aquella casa era su hogar… Al final es su madre quien termina por darle la bienvenida a pesar de que tenía visita. La joven bruja abraza a su madre, sonriendo y ocultando su pesar, y después saluda a Ignacia Salvatierra, una mujer que hacia demasiado tiempo que no veía y la cual estaba realmente encantada de verla. — Tu madre y yo nos mantenemos al día cielo, pero siempre es un gusto verte en persona, y no en fotos que no te hacen justicia, estas preciosa, Danielle, querida. — Muchas gracias Ignacia, de veras, yo también me alegro de verla. — Enhorabuena por cierto, tu madre me ha dicho que estas comprometida… — la mujer más mayor no se corta y toma la mano de la bruja para observar el anillo antes de añadir. — Esperaremos ansiosos la invitación querida. Perfecto, ahora tenía como mínimo dos personas más que añadir a una lista de bodas que no hacía más que coger polvo en un cajón de su escritorio ante la inoperancia de Brandon frente a ese tema. — Pues claro, estan más que invitados, usted, su marido, y Diego con toda la familia, ¿Qué es de él? ¿Ya es abuela? Si la buena Ignacia no tenía ningún tipo de filtro o reparo en meterse en su vida, suponía que ella podia pagarle con la misma moneda, pero el rostro de la mujer se ensombrece en respuesta y Danielle no espera lo que la invitada de su madre le cuenta. >> ¿Debería dejar una nota? Suponía que sí. De modo que garabatea en un papel que deja pegado en el frigorífico unas palabras realmente escuetas “M𝑒 𝑣o𝑦 𝑑e v𝑖a𝑗e, 𝑛o𝑠 𝑣e𝑚o𝑠 𝑎 𝑙a v𝑢e𝑙t𝑎. D.F” Y sin más preámbulos Danielle desaparece de su casa, con una pequeña maleta en la mano, una dirección en la contraria y la idea de reencontrarse con un viejo amigo. El Ministerio de Magia era un caos de personas yendo y viniendo, pero por suerte en poco más de un par de horas (no había demasiadas solicitudes para viajar en ese momento), Danielle estaba frente al traslador que la iba a llevar hasta el departamento homónimo del MACUSA en Estados Unidos. Mientras bajaba los escalones de la entrada del MACUSA en su mente repasaba las indicaciones que le habían facilitado para llegar a su destino, y sus pasos no vacilan hasta llegar a frente a la puerta del despacho. Por suerte, de nuevo, para ella, llegaba en horario laboral de modo que empuja la puerta. — Bienvenida… ¿Cuál es su nombre? ¿Tiene cita? — Lo cierto es que no, pero buscaba al señor De La Vega. — Lo siento pero el señor De La Vega no atiende sin cita previa. — Soy una vieja amiga, no vengo por trabajo… — Bueno, pues entonces espere a que termine y listo. Danielle fulmina a aquella impertinente bruja con la mirada, no le había caído bien desde un principio, desde que había escuchado su desagradable y aguda vocecilla, de modo que la esquiva, a ella a su mesa, y abre la puerta del despacho de Diego sin ningún preámbulo, llamada o anuncio. — ¿No le ha dicho mi secretaria que no atiendo sin cita previa? — ¿Ni si quiera a mí, Diego? ¿Esa es manera de tratar a los viejos amigos? 𝐹𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑐𝑟𝑒𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 [thetribrid]
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • Despeinada y dormida, descansaba sobre la mesa. Se había quedado hasta tarde leyendo planos y libros, estudiando aquello que le gustaba, la arquitectura. Había pasado tantas páginas, leído tantas líneas que había acabado cayendo dormida sobre su escritorio y la luz de la lámpara alumbrándola, como si intentase mantenerla despierta en un intento fallido. La joven semidiosa había bebido tantas tazas de café que ya no le hacían efecto alguno.
    Despeinada y dormida, descansaba sobre la mesa. Se había quedado hasta tarde leyendo planos y libros, estudiando aquello que le gustaba, la arquitectura. Había pasado tantas páginas, leído tantas líneas que había acabado cayendo dormida sobre su escritorio y la luz de la lámpara alumbrándola, como si intentase mantenerla despierta en un intento fallido. La joven semidiosa había bebido tantas tazas de café que ya no le hacían efecto alguno.
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  • En una noche fría y confusa, un mayordomo se acerca con un poco de dulzura.

    🔰𝕃𝕒 𝕋𝕖𝕟𝕚𝕖𝕟𝕥𝕖 , una voz indiscreta me ha dicho que necesitaba una taza de café.

    En un movimiento elegante, depositó la taza humeante sobre el escritorio, dejando la bandeja plateada bajo su brazo.

    —Me he tomado el atrevimiento de colocarle dos cucharadas de azúcar, para endulzar su noche de trabajo.

    Esbozando una sonrisa gentil, se reverenció.
    En una noche fría y confusa, un mayordomo se acerca con un poco de dulzura. —[Lt_Coffe_14], una voz indiscreta me ha dicho que necesitaba una taza de café. En un movimiento elegante, depositó la taza humeante sobre el escritorio, dejando la bandeja plateada bajo su brazo. —Me he tomado el atrevimiento de colocarle dos cucharadas de azúcar, para endulzar su noche de trabajo. Esbozando una sonrisa gentil, se reverenció.
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  • - aquel joven llamado vanitas
    Alfin habia podrido dormir , ya que varios dias no podria se habia quedado profundamete dormido, en el escritorio con archivos de casos de malditos al fin y acabo era un serHumano.-
    - aquel joven llamado vanitas Alfin habia podrido dormir , ya que varios dias no podria se habia quedado profundamete dormido, en el escritorio con archivos de casos de malditos al fin y acabo era un serHumano.-
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  • - La rubia estaba en una reunión como era de costumbre con los gerentes de asociaciones importantes del grupo Soykan cuando en eso escucha una voz familiar.-

    " Señora, disculpe que la moleste pero necesitamos que venga con nosotros"

    - la mujer movió su vista hacia el origen de la voz y vio a uno de sus seguidores, un pequeño demonio con alas de color azul grisáceo que estaba cerca de ella. Está alzó una ceja, no era común que vinieran al mundo humano , la joven se levantó de su silla y todo se callaron-

    Disculpen tengo un asunto que atender.

    - Menciono para luego salir de la sala de reuniones caminando hacia el baño , el demonio la seguía volando -

    Espero que sea importante .

    - entro al baño de mujeres de un golpe , no había nadie , coloco su mano en el espejo y como efecto de refracción , apareció al otro lado del espejo. Abrió la puerta del baño y el lugar era diferente, el mundo espiritual, dónde ella custodiaba. Prefería esa palabra a decir "reinar", llegó el segundo demonio que le pasó una tablilla con unas hojas dónde indicaba la cantidad de almas ingresadas. Ambos demonios se parados al lado con las manitos atrás esperando y mirándose entre ellos-

    Bel: ¿Crees que se de cuenta?

    Aba: Conociendola nada se le escapa.

    - la joven pasaba de una hoja a otra cuando se detuvo en la hoja tres, miro las cifras, y algo le llamo la atención. Miro al frente y sus ojos cambiaron a dorado alzando una ceja-

    Bel: oh oh creo que ya se percató ..

    - la mujer bajo la tablilla y miro a los demonios quienes dieron un paso hacia atrás en conjunto-

    ¿Me pueden explicar por qué hay 20 mil almas en negativo?

    - los demonios comenzaron a darse codazos entre ellos para ver quién le explicaba aquella falta. Hasta que Aba aclaro la voz y decidió decirlo-

    Aba: bueno señora lo que pasa es que estábamos transportando las almas y uno de los contenedores se cayó y....

    - la mujer se masajeo el puente de la nariz mientras su aura oscura comenzaba a emanar-

    Aba: y -y se fueron..

    - comenzó a caminar en dirección a su oficina abriendo la puerta de par en par entrando a paso firmr, lanzando la tablilla en su escritorio sentándose en su silla -

    Necesito una lista de todos los angeles caídos , demonios y recolectores. Esas 20 mil almas tienen que estar antes de la quincena de abril, ¿quedó claro ?

    - los dos demonios anotaron y se cuadraron -

    Bel: si señora, de hecho tenemos algunos.

    Aba: si señora

    - le pasa una lista de apuntes, la joven lo lee y sonrie guardando la lista levantándose caminando hacia la puerta -

    Perfecto me encargaré de ir a verlos ... En tanto , intenten no arruinar más las cosas o los dejaré como juguete de Cerberos.

    - los dos demonios asintieron tragando saliva mientras ella salía del mundo espiritual -

    Bien veamos primera parada Michael Valentine
    - La rubia estaba en una reunión como era de costumbre con los gerentes de asociaciones importantes del grupo Soykan cuando en eso escucha una voz familiar.- " Señora, disculpe que la moleste pero necesitamos que venga con nosotros" - la mujer movió su vista hacia el origen de la voz y vio a uno de sus seguidores, un pequeño demonio con alas de color azul grisáceo que estaba cerca de ella. Está alzó una ceja, no era común que vinieran al mundo humano , la joven se levantó de su silla y todo se callaron- Disculpen tengo un asunto que atender. - Menciono para luego salir de la sala de reuniones caminando hacia el baño , el demonio la seguía volando - Espero que sea importante . - entro al baño de mujeres de un golpe , no había nadie , coloco su mano en el espejo y como efecto de refracción , apareció al otro lado del espejo. Abrió la puerta del baño y el lugar era diferente, el mundo espiritual, dónde ella custodiaba. Prefería esa palabra a decir "reinar", llegó el segundo demonio que le pasó una tablilla con unas hojas dónde indicaba la cantidad de almas ingresadas. Ambos demonios se parados al lado con las manitos atrás esperando y mirándose entre ellos- Bel: ¿Crees que se de cuenta? Aba: Conociendola nada se le escapa. - la joven pasaba de una hoja a otra cuando se detuvo en la hoja tres, miro las cifras, y algo le llamo la atención. Miro al frente y sus ojos cambiaron a dorado alzando una ceja- Bel: oh oh creo que ya se percató .. - la mujer bajo la tablilla y miro a los demonios quienes dieron un paso hacia atrás en conjunto- ¿Me pueden explicar por qué hay 20 mil almas en negativo? - los demonios comenzaron a darse codazos entre ellos para ver quién le explicaba aquella falta. Hasta que Aba aclaro la voz y decidió decirlo- Aba: bueno señora lo que pasa es que estábamos transportando las almas y uno de los contenedores se cayó y.... - la mujer se masajeo el puente de la nariz mientras su aura oscura comenzaba a emanar- Aba: y -y se fueron.. - comenzó a caminar en dirección a su oficina abriendo la puerta de par en par entrando a paso firmr, lanzando la tablilla en su escritorio sentándose en su silla - Necesito una lista de todos los angeles caídos , demonios y recolectores. Esas 20 mil almas tienen que estar antes de la quincena de abril, ¿quedó claro ? - los dos demonios anotaron y se cuadraron - Bel: si señora, de hecho tenemos algunos. Aba: si señora - le pasa una lista de apuntes, la joven lo lee y sonrie guardando la lista levantándose caminando hacia la puerta - Perfecto me encargaré de ir a verlos ... En tanto , intenten no arruinar más las cosas o los dejaré como juguete de Cerberos. - los dos demonios asintieron tragando saliva mientras ella salía del mundo espiritual - Bien veamos primera parada [whisper_platinum_goat_659]
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  • - Estuvo haciendo los reportes y los análisis de los químicos naturales hasta la madrugada, que incluso Salem se quedó dormido con ella. La luz del sol fue que la despertó y recibió un llamado del laboratorio indicando que los resultados que ella había enviado fueron positivos. Eso solo significaba que su jornada comenzaba, dejo que Salem durmiera en el escritorio y se fue a bañar para ir al laboratorio -

    La vida humana es más difícil..

    - menciona mientras se bañaba rápidamente, luego de vestirse se puso una chaqueta verde y unos lentes de sol y bajo a su Jeep negro , saludado a Edward el conserje -

    Nota: el otro gato se llama Minerva
    - Estuvo haciendo los reportes y los análisis de los químicos naturales hasta la madrugada, que incluso Salem se quedó dormido con ella. La luz del sol fue que la despertó y recibió un llamado del laboratorio indicando que los resultados que ella había enviado fueron positivos. Eso solo significaba que su jornada comenzaba, dejo que Salem durmiera en el escritorio y se fue a bañar para ir al laboratorio - La vida humana es más difícil.. - menciona mientras se bañaba rápidamente, luego de vestirse se puso una chaqueta verde y unos lentes de sol y bajo a su Jeep negro , saludado a Edward el conserje - Nota: el otro gato se llama Minerva
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  • —Valentino estaba aburrido. Y cuando estaba aburrido, los demas lo pagaban. Y en este caso, lo iba a hacer una persona muy concreta que había tenido la osadía de ignorarlo durante varios días por trabajo. Asi que, sin decir nada entró en la oficina de Vox y cual gato malcriado se sentó sobre el escritorio, encima de los documentos, apartando de una elegante patada otros tantos instrumentos de oficina, incluyendo un carísimo portátil que acabó estrellándose en el suelo y haciéndose pedazos.

    Tras esto, eñ una postura más que reveladora, alzó con la punta de su pie, la pantalla que Vox tenía por cabeza

    —¿No crees que ya va siendo hora que dejes todas estas gilipolleces y me hagas caso de una puta vez? Te recuerdo, Voxy, que no hay nada en este jodido infierno más importante que yo. —demandó con aquella característica medio sonrisa suya y el tono pomposo que siempre le acompañaba cuando era mejor hacer lo que él decia—
    —Valentino estaba aburrido. Y cuando estaba aburrido, los demas lo pagaban. Y en este caso, lo iba a hacer una persona muy concreta que había tenido la osadía de ignorarlo durante varios días por trabajo. Asi que, sin decir nada entró en la oficina de [myth_turquoise_shark_797] y cual gato malcriado se sentó sobre el escritorio, encima de los documentos, apartando de una elegante patada otros tantos instrumentos de oficina, incluyendo un carísimo portátil que acabó estrellándose en el suelo y haciéndose pedazos. Tras esto, eñ una postura más que reveladora, alzó con la punta de su pie, la pantalla que Vox tenía por cabeza —¿No crees que ya va siendo hora que dejes todas estas gilipolleces y me hagas caso de una puta vez? Te recuerdo, Voxy, que no hay nada en este jodido infierno más importante que yo. —demandó con aquella característica medio sonrisa suya y el tono pomposo que siempre le acompañaba cuando era mejor hacer lo que él decia—
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  • "Interesante..."

    Un sitio poco habitual para hacer y cerrar tratos, sin embargo, simplemente, sigue a los guardias uniformados que cruzan un enorme salón activo con luces y volumen alto que hacía imposible tener una conversación normal.

    Pero lo que sus ojos resplandecientes entre aquel juego de luces y sombras que más le llamó la atención fue ver muchas mujeres bailar de manera rítmica y provocativa ante un publico más concentrado y atento que ha visto en su vida.

    No los culpa, posiblemente, él si tuviera la oportunidad lo experimentaría, pero su condición es otra, luego dirige la mirada hacia los uniformados, igual comprende porque le pidieran que viniera sin su juguete de acero, podría causar problemas en ese negocio.

    Llegan al segundo piso dejando atrás el ruido y el exceso de luces, aun con las gafas oscuras el resplandor siniestro del vacío se refleja sobre el cristal negro, otra condición de las bendiciones del vacío, cruzan un estrecho pasillo y llegan a la oficina del dueño del club de caballeros, con una oficina opulenta, no más que las que solía ver en los tiempos de los orokins.

    Un hombre de espaldas, sentado contemplando bajo la luz de su lámpara personal un frasco transparente que sujeta entre sus dedos.

    - ¿Lo conoces verdad?

    El hombre gira con la silla y pone sobre el escritorio el frasco, Hayden lo reconoce de inmediato, una muestra captura del virus de la tecnocita, la materia prima de cualquier Warframe como de los monstruos de pesadillas tecno-orgánicas que puede engendrar una sola muestra, sin embargo, mantiene la calma, solo asiente con la cabeza.

    - Descuida, no me interesa, prefiero las herramientas como armas.

    Hayden siente mucha desconfianza sobre esas últimas palabras, tiene un fuerte impulso de traer a Chroma y llevarse a la fuerza esa muestra para destruirla lejos, sin embargo, aquel trozo de carne intenta salir del frasco ante la presencia del tenno.

    - En ese caso, cual es el precio, no creo que me lo entregues por buena voluntad.
    Añade Hayden mientras se queda de brazos cruzados esperando la propuesta que debe recibir de un hombre que tiene entre sus manos, un arma que puede acabar con todos en esta ciudad.
    "Interesante..." Un sitio poco habitual para hacer y cerrar tratos, sin embargo, simplemente, sigue a los guardias uniformados que cruzan un enorme salón activo con luces y volumen alto que hacía imposible tener una conversación normal. Pero lo que sus ojos resplandecientes entre aquel juego de luces y sombras que más le llamó la atención fue ver muchas mujeres bailar de manera rítmica y provocativa ante un publico más concentrado y atento que ha visto en su vida. No los culpa, posiblemente, él si tuviera la oportunidad lo experimentaría, pero su condición es otra, luego dirige la mirada hacia los uniformados, igual comprende porque le pidieran que viniera sin su juguete de acero, podría causar problemas en ese negocio. Llegan al segundo piso dejando atrás el ruido y el exceso de luces, aun con las gafas oscuras el resplandor siniestro del vacío se refleja sobre el cristal negro, otra condición de las bendiciones del vacío, cruzan un estrecho pasillo y llegan a la oficina del dueño del club de caballeros, con una oficina opulenta, no más que las que solía ver en los tiempos de los orokins. Un hombre de espaldas, sentado contemplando bajo la luz de su lámpara personal un frasco transparente que sujeta entre sus dedos. - ¿Lo conoces verdad? El hombre gira con la silla y pone sobre el escritorio el frasco, Hayden lo reconoce de inmediato, una muestra captura del virus de la tecnocita, la materia prima de cualquier Warframe como de los monstruos de pesadillas tecno-orgánicas que puede engendrar una sola muestra, sin embargo, mantiene la calma, solo asiente con la cabeza. - Descuida, no me interesa, prefiero las herramientas como armas. Hayden siente mucha desconfianza sobre esas últimas palabras, tiene un fuerte impulso de traer a Chroma y llevarse a la fuerza esa muestra para destruirla lejos, sin embargo, aquel trozo de carne intenta salir del frasco ante la presencia del tenno. - En ese caso, cual es el precio, no creo que me lo entregues por buena voluntad. Añade Hayden mientras se queda de brazos cruzados esperando la propuesta que debe recibir de un hombre que tiene entre sus manos, un arma que puede acabar con todos en esta ciudad.
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  • Cho siempre fue un ser distinto, como una nota disonante en una melodía predecible. Con su personalidad enigmática, se había ganado una reputación callada entre sus compañeros. Todos la reconocían por su belleza etérea: piel blanca como la cera de una vela, maquillaje apenas insinuado como un suspiro, y un largo cabello negro que caía por su espalda como un río nocturno. Había algo en ella que parecía ajeno al mundo, como si caminara con un pie en otra realidad.

    Durante los recesos, en lugar de charlar o reír como los demás, se quedaba en su escritorio, barajando sus cartas del tarot con una concentración ritual. Parecía invocar respuestas a preguntas que nadie se atrevía a formular. Y, sin embargo, escondía un secreto que jamás leería en sus cartas.

    Estaba enamorada.

    No de un compañero. No de algún chico que pasara por el pasillo y le dirigiera una sonrisa casual. No. Su corazón, tan lleno de silencios, había sido tocado por una presencia que brillaba como el sol en medio del invierno: uno de sus profesores.

    Era joven, recién egresado, alto como un sueño que se escapa y con una sonrisa capaz de incendiar el aire a su paso. Cuando lo vio por primera vez, algo en ella se rompió —o quizás se encendió—. Un flechazo. Así, sin más.

    Desde entonces, cada día era una danza secreta para acercarse a él. Se volvió aún más aplicada en su clase, meticulosa, dedicada. Aprovechaba cualquier pretexto para acercarse a su escritorio durante los descansos. Aunque fueran solo dos minutos… dos fugaces minutos en los que él levantaba la vista y le sonreía. Eso bastaba para llenar sus tardes enteras.

    Y él, él parecía notarlo. No del todo. Pero tampoco era ciego.

    Halagaba su trabajo. A veces hacía un comentario que, en labios de otro, hubiera sido trivial, pero que en los suyos sonaba como una declaración celestial. Para Cho, esos elogios eran gotas de agua en un desierto familiar. En una casa donde sus palabras eran ignoradas, donde nadie parecía ver su brillo, esas pequeñas atenciones se sentían como amor verdadero.

    Y él, joven, con el ego aún moldeable y hambriento, percibía aquella devoción inocente que se escondía en las miradas largas y en los silencios cargados. Le seguía el juego, sí, con cautela. Pero no con indiferencia.

    Todo cambió una tarde gris.

    Cho, caminando por el pasillo rumbo al área de maestros, se detuvo un momento, atraída por el eco de voces masculinas. Era él. Reconoció su voz al instante, cálida, cercana. Estaba hablando con el profesor de educación física. Y entonces lo oyó, sin preámbulos, como si el universo se burlara de su pequeño secreto:

    "Sí, voy a pedirle matrimonio. Ya tengo el anillo. Hemos sido novios desde que teníamos 15 años. Creo que ya es hora."

    Cho no necesitó escuchar más.

    El mundo se deslizó bajo sus pies. Se dio la media vuelta, con la cara encendida no de ira, sino de vergüenza. El corazón palpitándole como un tambor roto. Había estado soñando despierta, bordando ilusiones con hilos de aire.

    Claro que nunca la tomaría en serio.
    Claro que jamás cruzaría esa distancia invisible entre ellos.
    Después de todo, ella era apenas una niña.

    Y él, un adulto con promesas reales en los bolsillos.
    Cho siempre fue un ser distinto, como una nota disonante en una melodía predecible. Con su personalidad enigmática, se había ganado una reputación callada entre sus compañeros. Todos la reconocían por su belleza etérea: piel blanca como la cera de una vela, maquillaje apenas insinuado como un suspiro, y un largo cabello negro que caía por su espalda como un río nocturno. Había algo en ella que parecía ajeno al mundo, como si caminara con un pie en otra realidad. Durante los recesos, en lugar de charlar o reír como los demás, se quedaba en su escritorio, barajando sus cartas del tarot con una concentración ritual. Parecía invocar respuestas a preguntas que nadie se atrevía a formular. Y, sin embargo, escondía un secreto que jamás leería en sus cartas. Estaba enamorada. No de un compañero. No de algún chico que pasara por el pasillo y le dirigiera una sonrisa casual. No. Su corazón, tan lleno de silencios, había sido tocado por una presencia que brillaba como el sol en medio del invierno: uno de sus profesores. Era joven, recién egresado, alto como un sueño que se escapa y con una sonrisa capaz de incendiar el aire a su paso. Cuando lo vio por primera vez, algo en ella se rompió —o quizás se encendió—. Un flechazo. Así, sin más. Desde entonces, cada día era una danza secreta para acercarse a él. Se volvió aún más aplicada en su clase, meticulosa, dedicada. Aprovechaba cualquier pretexto para acercarse a su escritorio durante los descansos. Aunque fueran solo dos minutos… dos fugaces minutos en los que él levantaba la vista y le sonreía. Eso bastaba para llenar sus tardes enteras. Y él, él parecía notarlo. No del todo. Pero tampoco era ciego. Halagaba su trabajo. A veces hacía un comentario que, en labios de otro, hubiera sido trivial, pero que en los suyos sonaba como una declaración celestial. Para Cho, esos elogios eran gotas de agua en un desierto familiar. En una casa donde sus palabras eran ignoradas, donde nadie parecía ver su brillo, esas pequeñas atenciones se sentían como amor verdadero. Y él, joven, con el ego aún moldeable y hambriento, percibía aquella devoción inocente que se escondía en las miradas largas y en los silencios cargados. Le seguía el juego, sí, con cautela. Pero no con indiferencia. Todo cambió una tarde gris. Cho, caminando por el pasillo rumbo al área de maestros, se detuvo un momento, atraída por el eco de voces masculinas. Era él. Reconoció su voz al instante, cálida, cercana. Estaba hablando con el profesor de educación física. Y entonces lo oyó, sin preámbulos, como si el universo se burlara de su pequeño secreto: "Sí, voy a pedirle matrimonio. Ya tengo el anillo. Hemos sido novios desde que teníamos 15 años. Creo que ya es hora." Cho no necesitó escuchar más. El mundo se deslizó bajo sus pies. Se dio la media vuelta, con la cara encendida no de ira, sino de vergüenza. El corazón palpitándole como un tambor roto. Había estado soñando despierta, bordando ilusiones con hilos de aire. Claro que nunca la tomaría en serio. Claro que jamás cruzaría esa distancia invisible entre ellos. Después de todo, ella era apenas una niña. Y él, un adulto con promesas reales en los bolsillos.
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