• Aaaaaaggh! "Con cara asqueada" Hoy ha sido un día muy duro de entrenamiento...
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  • Si.. Soy de las que se alegra después de un entrenamiento..


    —Tenía días de no visitar la granja, pero ahora tenía vacaciones y esa mañana se levantó con el ánimo al tope y nuevamente estuvo alzando el tractor que llevaba ya años sin funcionar, después de que lo averio cuando tenía quince años.—
    Si.. Soy de las que se alegra después de un entrenamiento.. —Tenía días de no visitar la granja, pero ahora tenía vacaciones y esa mañana se levantó con el ánimo al tope y nuevamente estuvo alzando el tractor que llevaba ya años sin funcionar, después de que lo averio cuando tenía quince años.—
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  • El maquillaje se había corrido por mi rostro, mezclándose con la sangre que goteaba desde el corte en mi labio inferior. No me moví del camerino abandonado, mi respiración entrecortada creando pequeñas nubes de vapor en el aire frío de la madrugada. Mis ojos, que siempre había mantenido fríos como el hielo de Tver, ahora reflejaban algo que no había sentido en años: una furia que amenazaba con consumirme desde adentro.

    Tres horas antes, estaba sobre el escenario del Teatro Nacional de Praga, ejecutando una presentación perfecta de Giselle mientras esperaba el momento preciso para eliminar al Coronel Viktor Petrov durante el segundo acto. Había planificado cada detalle: el veneno de acción rápida oculto en el anillo de mi tutú, la ruta de escape a través de los túneles subterráneos del teatro, incluso mi coartada perfecta como bailarina invitada.

    Pero cuando las luces se atenuaron y me acerqué al palco VIP, no fue el Coronel quien me esperaba. Eran Mikhail y Alexei, mis propios compañeros, con armas ya desenfundadas y sonrisas que helaron mi sangre más que cualquier invierno ruso que hubiera conocido.
    -Lo siento, malen'kaya balerina-, murmuró Mikhail con falsa lástima.
    -Órdenes de Dimitri. Sabes demasiado, te has vuelto demasiado... independiente.

    Independiente. La palabra resonó en mi cabeza como una bofetada. Yo, que había entregado mi infancia, mi alma, mi humanidad a esta organización. Yo, que había matado sin cuestionar durante años.

    La pelea que siguió fue brutal y desesperada. Mi entrenamiento en ballet se fusionó con años de combate letal: cada pirueta se convirtió en una patada mortal, cada salto esquivó balas por centímetros, toda la gracia que me habían enseñado se transformó en supervivencia pura. Logré eliminar a Mikhail con una daga oculta en mi zapatilla de punta, sintiendo cómo la hoja se hundía entre sus costillas con la misma precisión con que había ejecutado miles de movimientos.

    Pero Alexei... Alexei apuntó directo a mi corazón.
    Entonces ella apareció. Katya, mi hermana en todo excepto en sangre, se lanzó como un ángel vengador entre el cañón de su arma y mi pecho. El sonido del disparo resonó en el teatro vacío. Vi cómo se desplomó con una sonrisa en los labios, como si acabara de completar la actuación de su vida.

    -Vuela, hermana - Susurró con sus últimas palabras, su mano buscando la mía. -Vuela como nunca te dejaron volar.- Y ahí estaba yo, sentada entre los restos de lo que una vez fue mi vida, sosteniendo su medallón manchado de sangre. El dolor comenzó a transformarse en algo más frío, más peligroso. Por primera vez en años, una sonrisa cruel curvó mis labios ensangrentados.

    Habían cometido un error fatal. Me habían entrenado para ser la asesina perfecta, me habían enseñado a bailar con la muerte misma, y luego tuvieron la estupidez de convertirme en su enemiga. Me puse de pie con la elegancia que me habían inculcado desde niña, cada movimiento controlado y deliberado a pesar del dolor que atravesaba mi cuerpo. En el espejo agrietado del camerino, ya no vi a la obediente bailarina de la Mesa Alta.

    Vi a Irina Fyodorov, la huérfana de Tver que había perdido todo dos veces en su vida. Y esta vez, yo haría que el mundo pagara por ello.

    -Spasibo, Katya-, murmuré, limpiándome la sangre del labio con el dorso de la mano.
    -Ahora les enseñaré qué significa realmente bailar con la muerte.

    Salí del teatro caminando entre las sombras, llevándome conmigo la promesa silenciosa de una venganza que haría temblar hasta los cimientos de la Mesa Alta. Cada paso resonaba en el pavimento húmedo de Praga como el compás de una sinfonía que apenas comenzaba.
    Esa noche murió la bailarina obediente.

    Lo que emergió de entre las sombras fue algo mucho más peligroso. Algo que ellos mismos habían creado.
    Y ahora... era libre.
    El maquillaje se había corrido por mi rostro, mezclándose con la sangre que goteaba desde el corte en mi labio inferior. No me moví del camerino abandonado, mi respiración entrecortada creando pequeñas nubes de vapor en el aire frío de la madrugada. Mis ojos, que siempre había mantenido fríos como el hielo de Tver, ahora reflejaban algo que no había sentido en años: una furia que amenazaba con consumirme desde adentro. Tres horas antes, estaba sobre el escenario del Teatro Nacional de Praga, ejecutando una presentación perfecta de Giselle mientras esperaba el momento preciso para eliminar al Coronel Viktor Petrov durante el segundo acto. Había planificado cada detalle: el veneno de acción rápida oculto en el anillo de mi tutú, la ruta de escape a través de los túneles subterráneos del teatro, incluso mi coartada perfecta como bailarina invitada. Pero cuando las luces se atenuaron y me acerqué al palco VIP, no fue el Coronel quien me esperaba. Eran Mikhail y Alexei, mis propios compañeros, con armas ya desenfundadas y sonrisas que helaron mi sangre más que cualquier invierno ruso que hubiera conocido. -Lo siento, malen'kaya balerina-, murmuró Mikhail con falsa lástima. -Órdenes de Dimitri. Sabes demasiado, te has vuelto demasiado... independiente. Independiente. La palabra resonó en mi cabeza como una bofetada. Yo, que había entregado mi infancia, mi alma, mi humanidad a esta organización. Yo, que había matado sin cuestionar durante años. La pelea que siguió fue brutal y desesperada. Mi entrenamiento en ballet se fusionó con años de combate letal: cada pirueta se convirtió en una patada mortal, cada salto esquivó balas por centímetros, toda la gracia que me habían enseñado se transformó en supervivencia pura. Logré eliminar a Mikhail con una daga oculta en mi zapatilla de punta, sintiendo cómo la hoja se hundía entre sus costillas con la misma precisión con que había ejecutado miles de movimientos. Pero Alexei... Alexei apuntó directo a mi corazón. Entonces ella apareció. Katya, mi hermana en todo excepto en sangre, se lanzó como un ángel vengador entre el cañón de su arma y mi pecho. El sonido del disparo resonó en el teatro vacío. Vi cómo se desplomó con una sonrisa en los labios, como si acabara de completar la actuación de su vida. -Vuela, hermana - Susurró con sus últimas palabras, su mano buscando la mía. -Vuela como nunca te dejaron volar.- Y ahí estaba yo, sentada entre los restos de lo que una vez fue mi vida, sosteniendo su medallón manchado de sangre. El dolor comenzó a transformarse en algo más frío, más peligroso. Por primera vez en años, una sonrisa cruel curvó mis labios ensangrentados. Habían cometido un error fatal. Me habían entrenado para ser la asesina perfecta, me habían enseñado a bailar con la muerte misma, y luego tuvieron la estupidez de convertirme en su enemiga. Me puse de pie con la elegancia que me habían inculcado desde niña, cada movimiento controlado y deliberado a pesar del dolor que atravesaba mi cuerpo. En el espejo agrietado del camerino, ya no vi a la obediente bailarina de la Mesa Alta. Vi a Irina Fyodorov, la huérfana de Tver que había perdido todo dos veces en su vida. Y esta vez, yo haría que el mundo pagara por ello. -Spasibo, Katya-, murmuré, limpiándome la sangre del labio con el dorso de la mano. -Ahora les enseñaré qué significa realmente bailar con la muerte. Salí del teatro caminando entre las sombras, llevándome conmigo la promesa silenciosa de una venganza que haría temblar hasta los cimientos de la Mesa Alta. Cada paso resonaba en el pavimento húmedo de Praga como el compás de una sinfonía que apenas comenzaba. Esa noche murió la bailarina obediente. Lo que emergió de entre las sombras fue algo mucho más peligroso. Algo que ellos mismos habían creado. Y ahora... era libre.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Lista para comenzar mi sesión de entrenamiento con mi amada 𝐀yane 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫
    Lista para comenzar mi sesión de entrenamiento con mi amada [Ayane_Ishtar]
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  • — Los viernes son de entrenamiento visual en las aguas termales y el objetivo, analizar las copas de las elfas/ninfas que podamos encontrar.—

    No apto para menores de edad COFCOFBRANCOFCOF
    — Los viernes son de entrenamiento visual en las aguas termales y el objetivo, analizar las copas de las elfas/ninfas que podamos encontrar.— No apto para menores de edad COFCOFBRANCOFCOF
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  • Ahora es cuando debo seguir con mi entrenamiento de Sacerdotisa, debo despertar mi espiritualidad.
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  • Bueno, este día es motivo para relajarse.
    Hoy no tengo entrenamiento de Sacerdotisa.
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  • Entrenamiento Espiritual
    Fandom Crossover Wuwa x el viaje del oeste
    Categoría Aventura


    ╭══• ೋ•✧๑♡๑✧•ೋ •══╮
    ❥ Rol with Sun Wukong 𝙎𝙤𝙣 𝙊𝙝 𝙂𝙤𝙣𝙜
    ╰══• ೋ•✧๑♡๑✧•ೋ •══╯

    *La joven Taoqi luego de dejar, su trabajo como investigadora de defensa, la joven comenzó entrenamiento como Sacerdotisa para cuando sea el momento tomar lugar de su madre.

    Se supo que el dios mono estaba cerca y él había llegado a la iluminación, sin nada que perder, Taoqi fue a verlo para que le de algunos entrenamientos y despertar su lado espiritual que la ayude a volverse Sacerdotisa sagrada. *
    ╭══• ೋ•✧๑♡๑✧•ೋ •══╮ ❥ Rol with [wuk0ng] ╰══• ೋ•✧๑♡๑✧•ೋ •══╯ *La joven Taoqi luego de dejar, su trabajo como investigadora de defensa, la joven comenzó entrenamiento como Sacerdotisa para cuando sea el momento tomar lugar de su madre. Se supo que el dios mono estaba cerca y él había llegado a la iluminación, sin nada que perder, Taoqi fue a verlo para que le de algunos entrenamientos y despertar su lado espiritual que la ayude a volverse Sacerdotisa sagrada. *
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    Cualquier línea
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  • El silbido lejano de una bala perdida se apagó entre escombros. Thalya se agazapó tras un muro derrumbado, con el fusil apoyado en las rodillas y los dedos manchados de tierra y sangre ajena. El humo olía a carne, a metal caliente, a algo que ya había olido demasiadas veces como para seguir estremeciéndose.

    Pero no era el olor lo que la tenía en silencio.

    Era la noche. Y lo que la noche le traía.

    Cerró los ojos un instante. Sólo un segundo.

    Y allí estaba otra vez. Él.

    Su padre. Su voz grave. Su silueta de sombra recortada contra el amanecer de aquel campo de entrenamiento improvisado. Ella tendría… ¿siete? ¿Ocho? Apenas alcanzaba a sostener el peso de la pistola entre las manos.

    —“No te estoy enseñando a matar, Thalya.”

    Ella había levantado la mirada, confundida. Sus rodillas raspadas. Sus manos temblando.

    —“Te estoy enseñando a que no te maten.”

    Ese fue el primer día que disparó a algo que se movía. No era un enemigo. Era una liebre. Saltó por el disparo, no por el miedo. Y acertó.

    Thalya volvió al presente cuando oyó el crujido de una bota en la grava. Apretó la mandíbula y desenfundó el arma sin pensarlo. Su cuerpo sabía qué hacer. Su mente… no tanto.

    A veces deseaba que él siguiera vivo para preguntarle por qué les enseñó a sobrevivir, pero no a vivir con lo que vendría después.

    El silencio volvió. Ella también.

    La guerra no le dejaba tiempo para llorar. Pero sí para recordar.
    El silbido lejano de una bala perdida se apagó entre escombros. Thalya se agazapó tras un muro derrumbado, con el fusil apoyado en las rodillas y los dedos manchados de tierra y sangre ajena. El humo olía a carne, a metal caliente, a algo que ya había olido demasiadas veces como para seguir estremeciéndose. Pero no era el olor lo que la tenía en silencio. Era la noche. Y lo que la noche le traía. Cerró los ojos un instante. Sólo un segundo. Y allí estaba otra vez. Él. Su padre. Su voz grave. Su silueta de sombra recortada contra el amanecer de aquel campo de entrenamiento improvisado. Ella tendría… ¿siete? ¿Ocho? Apenas alcanzaba a sostener el peso de la pistola entre las manos. —“No te estoy enseñando a matar, Thalya.” Ella había levantado la mirada, confundida. Sus rodillas raspadas. Sus manos temblando. —“Te estoy enseñando a que no te maten.” Ese fue el primer día que disparó a algo que se movía. No era un enemigo. Era una liebre. Saltó por el disparo, no por el miedo. Y acertó. Thalya volvió al presente cuando oyó el crujido de una bota en la grava. Apretó la mandíbula y desenfundó el arma sin pensarlo. Su cuerpo sabía qué hacer. Su mente… no tanto. A veces deseaba que él siguiera vivo para preguntarle por qué les enseñó a sobrevivir, pero no a vivir con lo que vendría después. El silencio volvió. Ella también. La guerra no le dejaba tiempo para llorar. Pero sí para recordar.
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  • Mood en la mañana bien temprano después de haber hecho el entrenamiento matutino.
    Mood en la mañana bien temprano después de haber hecho el entrenamiento matutino.
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