• El Primer Día en Hogwarts: La Selección de Anlhein

    El Gran Comedor estaba iluminado por la luz de las velas flotantes y el techo encantado reflejaba un cielo estrellado. Los estudiantes de primer año, nerviosos y emocionados, estaban alineados frente al estrado donde el Sombrero Seleccionador descansaba. El bullicio de los estudiantes de las casas mayores se había calmado, y el ambiente estaba cargado de expectación.

    La Profesora McGonagall, con su rígida postura y sus gafas de montura recta, avanzó al estrado. Con un movimiento elegante y autoritario, levantó su varita y el Sombrero Seleccionador se colocó sobre el taburete. McGonagall, con su voz clara y firme, comenzó a llamar los nombres de los estudiantes.

    —Petro, Anlhein.

    El nombre resonó en el Gran Comedor y todos los ojos se volvieron hacia Anlhein. Con el corazón latiéndole en el pecho, Anlhein avanzó hacia el taburete, sintiendo el peso de la expectación de sus compañeros de clase y el murmullo de las casas. Se sentó en el taburete, sintiendo el frío del sombrero sobre su cabeza mientras el Sombrero Seleccionador se ajustaba a su nuevo portador.

    El sombrero parecía susurrar en su mente, y Anlhein trató de concentrarse en sus pensamientos más profundos, sabiendo que esta elección podría definir su futuro. Pensó en sus sueños y en sus ambiciones, esperando que el sombrero captara su verdadero yo. El Gran Comedor estaba en silencio, observando cada movimiento mientras el sombrero se desplazaba ligeramente sobre su cabeza.

    Finalmente, el sombrero se quedó en silencio y Anlhein sintió un alivio cuando el sombrero empezó a hablar en voz alta.

    —¡Slytherin!
    El Primer Día en Hogwarts: La Selección de Anlhein El Gran Comedor estaba iluminado por la luz de las velas flotantes y el techo encantado reflejaba un cielo estrellado. Los estudiantes de primer año, nerviosos y emocionados, estaban alineados frente al estrado donde el Sombrero Seleccionador descansaba. El bullicio de los estudiantes de las casas mayores se había calmado, y el ambiente estaba cargado de expectación. La Profesora McGonagall, con su rígida postura y sus gafas de montura recta, avanzó al estrado. Con un movimiento elegante y autoritario, levantó su varita y el Sombrero Seleccionador se colocó sobre el taburete. McGonagall, con su voz clara y firme, comenzó a llamar los nombres de los estudiantes. —Petro, Anlhein. El nombre resonó en el Gran Comedor y todos los ojos se volvieron hacia Anlhein. Con el corazón latiéndole en el pecho, Anlhein avanzó hacia el taburete, sintiendo el peso de la expectación de sus compañeros de clase y el murmullo de las casas. Se sentó en el taburete, sintiendo el frío del sombrero sobre su cabeza mientras el Sombrero Seleccionador se ajustaba a su nuevo portador. El sombrero parecía susurrar en su mente, y Anlhein trató de concentrarse en sus pensamientos más profundos, sabiendo que esta elección podría definir su futuro. Pensó en sus sueños y en sus ambiciones, esperando que el sombrero captara su verdadero yo. El Gran Comedor estaba en silencio, observando cada movimiento mientras el sombrero se desplazaba ligeramente sobre su cabeza. Finalmente, el sombrero se quedó en silencio y Anlhein sintió un alivio cuando el sombrero empezó a hablar en voz alta. —¡Slytherin!
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  • El trabajo estaba hecho, el objetivo cayó inerte al suelo con un agujero en la frente, ahora lo único que quedaba era salir antes de que la policía llegara. Así pasaron las horas, de callejón en callejón, oculto entre las sombras hasta dar con un lugar seguro: un bar de mala muerte, perteneciente a las personas que contrataron sus servicios como sicario. Solo tuvo que esperar un poco más para recibir la paga, contar los billetes y asegurarse de que no lo estafaran con dinero falso o algo así.

    —Todo en orden. —En contraste al crudo evento que vivió momentos atrás, donde actuó como algún psicópata de ficción, Liú tenía una mirada bastante... ¿Triste? Miraba los billetes uno por uno, pero lo hacía con un desgano totalmente opuesto a como lo haría normalmente. Algo le impedía sentirse bien tras recibir aquel pago, se trataba de algo sumamente profundo.

    Pasaron las horas, la luna llevaba rato en lo alto, hasta que el chino volvió a su morada, aquella cabaña abandonada en medio del bosque, su refugio para poder descansar de largos días de trabajo. Desde afuera se veía demacrada, sin vista al interior que era bastante distinto. Era pequeña, con apenas tres habitaciones: la sala, que se mezclaba como comedor y cocina, el baño y su habitación, que era un colchón tirado en el suelo.

    —Ya llegué... —Nadie respondió, pues él era el único en aquel lugar. Cerró la puerta tras de sí, luego apuntó directamente a irse a dormir. Entró a su habitación, donde solo había un colchón tirado en el suelo y un viejo oso de peluche. La mirada de Liú normalmente parecía la de un muerto, la de alguien carente de la energía de vivir, pero ahora parecía estar vivo, vivo por el dolor que lo estaba carcomiendo por dentro. Se dejó caer en el colchón, donde se unió en un fuerte abrazo con el oso.

    —No te preocupes, mèimei. Fue un día difícil... pero conseguí el dinero para tus libros... —Murmullos, perdidos en el silencio absoluto de la cabaña, procedentes de un recuerdo de antaño, una memoria inmortal que lo obliga a salirse de la realidad y lo mantiene preso de un delirio. Su mirada cambió nuevamente, una de mil yardas, una que vivió demasiado, una mirada vidriosa que no hacía más que perderse en el laberinto de la mente.
    El trabajo estaba hecho, el objetivo cayó inerte al suelo con un agujero en la frente, ahora lo único que quedaba era salir antes de que la policía llegara. Así pasaron las horas, de callejón en callejón, oculto entre las sombras hasta dar con un lugar seguro: un bar de mala muerte, perteneciente a las personas que contrataron sus servicios como sicario. Solo tuvo que esperar un poco más para recibir la paga, contar los billetes y asegurarse de que no lo estafaran con dinero falso o algo así. —Todo en orden. —En contraste al crudo evento que vivió momentos atrás, donde actuó como algún psicópata de ficción, Liú tenía una mirada bastante... ¿Triste? Miraba los billetes uno por uno, pero lo hacía con un desgano totalmente opuesto a como lo haría normalmente. Algo le impedía sentirse bien tras recibir aquel pago, se trataba de algo sumamente profundo. Pasaron las horas, la luna llevaba rato en lo alto, hasta que el chino volvió a su morada, aquella cabaña abandonada en medio del bosque, su refugio para poder descansar de largos días de trabajo. Desde afuera se veía demacrada, sin vista al interior que era bastante distinto. Era pequeña, con apenas tres habitaciones: la sala, que se mezclaba como comedor y cocina, el baño y su habitación, que era un colchón tirado en el suelo. —Ya llegué... —Nadie respondió, pues él era el único en aquel lugar. Cerró la puerta tras de sí, luego apuntó directamente a irse a dormir. Entró a su habitación, donde solo había un colchón tirado en el suelo y un viejo oso de peluche. La mirada de Liú normalmente parecía la de un muerto, la de alguien carente de la energía de vivir, pero ahora parecía estar vivo, vivo por el dolor que lo estaba carcomiendo por dentro. Se dejó caer en el colchón, donde se unió en un fuerte abrazo con el oso. —No te preocupes, mèimei. Fue un día difícil... pero conseguí el dinero para tus libros... —Murmullos, perdidos en el silencio absoluto de la cabaña, procedentes de un recuerdo de antaño, una memoria inmortal que lo obliga a salirse de la realidad y lo mantiene preso de un delirio. Su mirada cambió nuevamente, una de mil yardas, una que vivió demasiado, una mirada vidriosa que no hacía más que perderse en el laberinto de la mente.
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  • Luego de una larga, pesada y aburrida reunión, por fin había vuelto a casa, donde esperaba poder relajarse y pasar tiempo con su amada esposa. Le molestaba tener que salir tan temprano únicamente para ver quién sería el heredero de la ilícita fortuna de su padre, pero debía hacerlo si es que quería asegurarle un futuro a su primogénito. Suspiró, quejarse no servía de nada, así que solo tomó la perilla de la puerta y se dispuso a entrar a su hogar. Aunque hubo algo que le pareció extraño, por alguna razón tenía el presentimiento de que algo no estaba del todo bien. Sacudió la cabeza para sacarse esas ideas, seguramente estaba paranoico por recordar las miradas filosas de sus hermanos. Entró a su hogar de una vez por todas, abriendo la puerta y dándose de lleno con un silencio antinatural, pues a esa hora su mujer solía ver una novela turca a todo volumen.

    —¿Bombón?... —El hombre llamó a su mujer, mientras empezaba a sentir una punzada en su pecho. Él caminó por los pasillos, mirando de reojo la desolada sala de estar y yendo directo al comedor. Sobre la mesa yacía un papel, una servilleta en la que habían escrito con lapicera negra: "El almuerzo está en la cocina". Él no sabía si todavía sentirse aliviado, mucho menos cuando notó que una de las esquinas de la servilleta estaba manchada con un líquido rojizo. No lo pensó tanto, dejó caer esa escalofriante carta y corrió en dirección a la cocina para averiguar qué rayos estaba pasando.

    Allí estaba, todo parecía tan impecable. El pulso del hombre se acelera, ver tanto orden no hacía más que generar preocupaciones en su cabeza. Fue entonces que notó algo inusual, algo fuera de lo común, otra mancha rojiza en la puerta del refrigerador, una tan grande como la mano de otro hombre. Su mente quedó en blanco, una idea había cruzado su cabeza y no era para nada agradable. El sudor frío comenzó a descender por su nuca, pasaron un par de minutos hasta que el hombre consiguió el suficiente coraje para empezar a acercarse al electrodoméstico. Extendió lenta y temblorosamente la mano, sintiendo el retumbar salvaje de su corazón palpitante hasta en los huesos.

    —No está ahí. —Una voz desconocida llegó a sus oídos, de una forma tan repentina que logró sacarle el susto de su vida. El hombre volteó aterrorizado, de forma tan brusca que terminó cayendo sentado y con la espalda en el refri. Frente a él se encontraba un sujeto de vestimentas azules, cabello blanco, piel pálida que hacía resaltar sus negras ojeras. El desconocido salió de la nada, recostado sobre el arco de la entrada a la cocina, cruzando sus brazos y con una sonrisa traviesa en su rostro.

    —Tu esposa cocina demasiado bien. Pero no te preocupes, dejé un poco de ese estofado dentro del refrigerador. —El albino habló de una forma tan calmada, tan natural que daba miedo. Antes de poder cuestionar cualquier cosa, fue interrumpido por ese desconocido. —Tienes hermanos terribles, despilfarran el dinero por cosas innecesarias. —Ahora tenía muchas más dudas que antes, cosa que lo aterraba aún más de lo que ya estaba. Justo cuando estaba por preguntarle algo al albino, éste volvió a interrumpirlo; salió de la cocina, con esa escalofriante sonrisa en su rostro. El hombre se levantó rápidamente del suelo para seguirlo, pero en cuanto salió de la habitación se encontró de lleno con el cañón de una pistola.
    El destello y el rugido de la pólvora le impidieron poder procesar la situación.
    Luego de una larga, pesada y aburrida reunión, por fin había vuelto a casa, donde esperaba poder relajarse y pasar tiempo con su amada esposa. Le molestaba tener que salir tan temprano únicamente para ver quién sería el heredero de la ilícita fortuna de su padre, pero debía hacerlo si es que quería asegurarle un futuro a su primogénito. Suspiró, quejarse no servía de nada, así que solo tomó la perilla de la puerta y se dispuso a entrar a su hogar. Aunque hubo algo que le pareció extraño, por alguna razón tenía el presentimiento de que algo no estaba del todo bien. Sacudió la cabeza para sacarse esas ideas, seguramente estaba paranoico por recordar las miradas filosas de sus hermanos. Entró a su hogar de una vez por todas, abriendo la puerta y dándose de lleno con un silencio antinatural, pues a esa hora su mujer solía ver una novela turca a todo volumen. —¿Bombón?... —El hombre llamó a su mujer, mientras empezaba a sentir una punzada en su pecho. Él caminó por los pasillos, mirando de reojo la desolada sala de estar y yendo directo al comedor. Sobre la mesa yacía un papel, una servilleta en la que habían escrito con lapicera negra: "El almuerzo está en la cocina". Él no sabía si todavía sentirse aliviado, mucho menos cuando notó que una de las esquinas de la servilleta estaba manchada con un líquido rojizo. No lo pensó tanto, dejó caer esa escalofriante carta y corrió en dirección a la cocina para averiguar qué rayos estaba pasando. Allí estaba, todo parecía tan impecable. El pulso del hombre se acelera, ver tanto orden no hacía más que generar preocupaciones en su cabeza. Fue entonces que notó algo inusual, algo fuera de lo común, otra mancha rojiza en la puerta del refrigerador, una tan grande como la mano de otro hombre. Su mente quedó en blanco, una idea había cruzado su cabeza y no era para nada agradable. El sudor frío comenzó a descender por su nuca, pasaron un par de minutos hasta que el hombre consiguió el suficiente coraje para empezar a acercarse al electrodoméstico. Extendió lenta y temblorosamente la mano, sintiendo el retumbar salvaje de su corazón palpitante hasta en los huesos. —No está ahí. —Una voz desconocida llegó a sus oídos, de una forma tan repentina que logró sacarle el susto de su vida. El hombre volteó aterrorizado, de forma tan brusca que terminó cayendo sentado y con la espalda en el refri. Frente a él se encontraba un sujeto de vestimentas azules, cabello blanco, piel pálida que hacía resaltar sus negras ojeras. El desconocido salió de la nada, recostado sobre el arco de la entrada a la cocina, cruzando sus brazos y con una sonrisa traviesa en su rostro. —Tu esposa cocina demasiado bien. Pero no te preocupes, dejé un poco de ese estofado dentro del refrigerador. —El albino habló de una forma tan calmada, tan natural que daba miedo. Antes de poder cuestionar cualquier cosa, fue interrumpido por ese desconocido. —Tienes hermanos terribles, despilfarran el dinero por cosas innecesarias. —Ahora tenía muchas más dudas que antes, cosa que lo aterraba aún más de lo que ya estaba. Justo cuando estaba por preguntarle algo al albino, éste volvió a interrumpirlo; salió de la cocina, con esa escalofriante sonrisa en su rostro. El hombre se levantó rápidamente del suelo para seguirlo, pero en cuanto salió de la habitación se encontró de lleno con el cañón de una pistola. El destello y el rugido de la pólvora le impidieron poder procesar la situación.
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  • El Inicio — | Flashback |
    Fandom Original Character
    Categoría Ciencia ficción
    Ayla Klein

    ┉┅━━━┅┉

    Lo recuerdo de manera vívida. Ese momento en que las noticias en la tele, en cada comunicador, en cada holograma, anunció con desesperación la desestabilización del mundo. Justo antes de quedar completamente incomunicados, a ciegas.

    Mi hermano y yo siempre pensamos que algún día iba a ocurrir, una invasión. Pero nunca creímos que sería tan aterrador. Éramos niños, por supuesto que no íbamos a imaginar nada malo. Estuvimos muy equivocados.

    Una inmensa nave se hizo presente, de la nada, sobre el cielo. Era tan grande que oscureció todo, el sol desapareció. Y desde ahí cayeron criaturas, los extraterrestres, los demonios.

    Gritos, explosiones, gruñidos, y mucho más se escuchó afuera mientras que mi familia se resguardó dentro de casa. De nada sirvió, cabe decir, y aunque mi hermano y yo logramos sobrevivir porque nos ocultamos en el sótano a tiempo, no ocurrió lo mismo con nuestros padres.

    Estuvimos encerrados ahí abajo por mucho tiempo. Estábamos aterrados de salir y que una de esas cosas nos viera. Solo lo hicimos cuando el hambre era tal que podríamos comernos nuestra propia carne.

    Todo estaba destruido, ya ni siquiera había un solo sonido. La nave desapareció también, pero el ambiente era ta oscuro y lúgubre como cuando la vimos en el cielo.

    El panorama de toda la sangre, los cuerpos, las vísceras por doquier, era una vista que ningún niño debería presenciar nunca. Recuerdo que mis padres tenían sus rostros petrificados en expresiones de puro de terror, con los ojos casi desorbitados y sus bocas más abiertas de lo que los músculos faciales permitían.

    ┉┅━━━┅┉

    Un día llegó una nave, no sé cómo, pero nos encontraron. Militares que nos hicieron ir con ellos, dijeron que íbamos a estar a salvo y en buenas manos. Era la primera vez después de muchas semanas que veíamos a adultos con vida. Los seguimos sin pensarlo demasiado.

    De esa manera llegamos al Domo. Una cúpula gigante que camuflaba la pequeña ciudad que había dentro para evitar que los demonios encontraran a los sobrevivientes. Una invención de Darien Asker, quien dio todo para que los que quedamos estuviéramos protegidos.

    Llegamos a los laboratorios donde el mismísimo Asker nos dio la bienvenida y, con una sonrisa que parecía mostrar que nunca hubo ningún apocalipsis, nos guío hasta un gran comedor donde vimos otros niños. Todos huérfanos.

    Nos dieron comida, nos ofrecieron duchas calientes y ropa cómoda. Allí mismo nos quedamos y, luego de unos días, Asker finalmente hizo un anuncio en la hora del almuerzo.

    —Buen provecho, niños. Interrumpo un momento su comida para darles una pequeña noticia... Me complace hacerles saber que formarán parte de un proyecto. Ustedes serán el futuro de la humanidad, nos ayudarán a salir adelante, ¿qué me dicen? —éramos ilusos en ese entonces, creyendo que seríamos como superhéroes. Muchos aceptamos de inmediato sin saber que, para ser el futuro, deberíamos someternos a pruebas muy dolorosas.

    Ahí mismo ví, entre varios de los demás niños, a una en particular que se mantuvo en silencio y con una mirada de desconfianza. A juzgar por su expresión no le gustó para nada esa idea, algo que no comprendí al principio.

    ┉┅━━━┅┉

    Las pruebas comenzaron ese mismo día, primero con inyecciones que, según los doctores, "nos harían más fuertes".

    A mí nunca me gustaron las agujas, así que fue una pelea para que pudieran sentarme.

    —Ale, no seas llorón. —escuché a Elijah, mi hermano, hablar con una sonrisa. Él se lo pasaba en grande.

    Estaba a punto de responderle cuando, de nuevo, vi a la niña, también siendo forzada para que pudieran darle la inyección, pero ella... ella era más salvaje y parecía que jamás iba a dar su brazo a torcer.
    [aylaklein19] ┉┅━━━┅┉ Lo recuerdo de manera vívida. Ese momento en que las noticias en la tele, en cada comunicador, en cada holograma, anunció con desesperación la desestabilización del mundo. Justo antes de quedar completamente incomunicados, a ciegas. Mi hermano y yo siempre pensamos que algún día iba a ocurrir, una invasión. Pero nunca creímos que sería tan aterrador. Éramos niños, por supuesto que no íbamos a imaginar nada malo. Estuvimos muy equivocados. Una inmensa nave se hizo presente, de la nada, sobre el cielo. Era tan grande que oscureció todo, el sol desapareció. Y desde ahí cayeron criaturas, los extraterrestres, los demonios. Gritos, explosiones, gruñidos, y mucho más se escuchó afuera mientras que mi familia se resguardó dentro de casa. De nada sirvió, cabe decir, y aunque mi hermano y yo logramos sobrevivir porque nos ocultamos en el sótano a tiempo, no ocurrió lo mismo con nuestros padres. Estuvimos encerrados ahí abajo por mucho tiempo. Estábamos aterrados de salir y que una de esas cosas nos viera. Solo lo hicimos cuando el hambre era tal que podríamos comernos nuestra propia carne. Todo estaba destruido, ya ni siquiera había un solo sonido. La nave desapareció también, pero el ambiente era ta oscuro y lúgubre como cuando la vimos en el cielo. El panorama de toda la sangre, los cuerpos, las vísceras por doquier, era una vista que ningún niño debería presenciar nunca. Recuerdo que mis padres tenían sus rostros petrificados en expresiones de puro de terror, con los ojos casi desorbitados y sus bocas más abiertas de lo que los músculos faciales permitían. ┉┅━━━┅┉ Un día llegó una nave, no sé cómo, pero nos encontraron. Militares que nos hicieron ir con ellos, dijeron que íbamos a estar a salvo y en buenas manos. Era la primera vez después de muchas semanas que veíamos a adultos con vida. Los seguimos sin pensarlo demasiado. De esa manera llegamos al Domo. Una cúpula gigante que camuflaba la pequeña ciudad que había dentro para evitar que los demonios encontraran a los sobrevivientes. Una invención de Darien Asker, quien dio todo para que los que quedamos estuviéramos protegidos. Llegamos a los laboratorios donde el mismísimo Asker nos dio la bienvenida y, con una sonrisa que parecía mostrar que nunca hubo ningún apocalipsis, nos guío hasta un gran comedor donde vimos otros niños. Todos huérfanos. Nos dieron comida, nos ofrecieron duchas calientes y ropa cómoda. Allí mismo nos quedamos y, luego de unos días, Asker finalmente hizo un anuncio en la hora del almuerzo. —Buen provecho, niños. Interrumpo un momento su comida para darles una pequeña noticia... Me complace hacerles saber que formarán parte de un proyecto. Ustedes serán el futuro de la humanidad, nos ayudarán a salir adelante, ¿qué me dicen? —éramos ilusos en ese entonces, creyendo que seríamos como superhéroes. Muchos aceptamos de inmediato sin saber que, para ser el futuro, deberíamos someternos a pruebas muy dolorosas. Ahí mismo ví, entre varios de los demás niños, a una en particular que se mantuvo en silencio y con una mirada de desconfianza. A juzgar por su expresión no le gustó para nada esa idea, algo que no comprendí al principio. ┉┅━━━┅┉ Las pruebas comenzaron ese mismo día, primero con inyecciones que, según los doctores, "nos harían más fuertes". A mí nunca me gustaron las agujas, así que fue una pelea para que pudieran sentarme. —Ale, no seas llorón. —escuché a Elijah, mi hermano, hablar con una sonrisa. Él se lo pasaba en grande. Estaba a punto de responderle cuando, de nuevo, vi a la niña, también siendo forzada para que pudieran darle la inyección, pero ella... ella era más salvaje y parecía que jamás iba a dar su brazo a torcer.
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  • LA HABITACION COMPARTIDA
    Fandom OC
    Categoría Original
    Por fin había descargado todo su equipaje y podía tomarse el resto del día libre. Una parte de Irene ya echaba de menos las vacaciones: el olor de la playa, sentir la arena entre los dedos de los pies, bullicio a su alrededor en medio de una calle abarrotada de gente (aunque sólo fuera por un momento); pero, sobre todo, el poder dibujar lo que quisiera sin plazos ni presiones de por medio.

    El campus poco había cambiado. El color vivo de la primavera había dado paso a unos tonos amarillentos y anaranjados que presagiaban la inminente llegada del otoño, poco más. Ah, y la hierba: toda recortada y perfecta para el inicio de un nuevo curso.

    Dio una vuelta por el lugar, reencontrándose con conocidos y profesores del curso pasado. Ahí estaba su profesora favorita, que este año volvería a darle clase para diversión de la chica. Era la favorita de todo el campus, y un secreto a voces que muchos alumnos casi guardaban sentimientos más allá de la admiración por dicha profesora.

    Irene era uno de ellos.

    Comenzaba a anochecer cuando volvió a su habitación. Quería darse una ducha antes de bajar al comedor, sacó la llave del bolsillo pero cuál fue su sorpresa cuando no le hizo falta, pues la puerta estaba entreabierta y podían oírse risas en su interior. Con paso firme, abrió la puerta por completo para encontrarse con una melena oscura que ya conocía… demasiado.

    —¿Otra vez tú? No me lo puedo creer —dijo tras irse directa a su cama, tumbándose boca arriba—. Otro curso más soportando tu compañía todas las noches.
    Por fin había descargado todo su equipaje y podía tomarse el resto del día libre. Una parte de Irene ya echaba de menos las vacaciones: el olor de la playa, sentir la arena entre los dedos de los pies, bullicio a su alrededor en medio de una calle abarrotada de gente (aunque sólo fuera por un momento); pero, sobre todo, el poder dibujar lo que quisiera sin plazos ni presiones de por medio. El campus poco había cambiado. El color vivo de la primavera había dado paso a unos tonos amarillentos y anaranjados que presagiaban la inminente llegada del otoño, poco más. Ah, y la hierba: toda recortada y perfecta para el inicio de un nuevo curso. Dio una vuelta por el lugar, reencontrándose con conocidos y profesores del curso pasado. Ahí estaba su profesora favorita, que este año volvería a darle clase para diversión de la chica. Era la favorita de todo el campus, y un secreto a voces que muchos alumnos casi guardaban sentimientos más allá de la admiración por dicha profesora. Irene era uno de ellos. Comenzaba a anochecer cuando volvió a su habitación. Quería darse una ducha antes de bajar al comedor, sacó la llave del bolsillo pero cuál fue su sorpresa cuando no le hizo falta, pues la puerta estaba entreabierta y podían oírse risas en su interior. Con paso firme, abrió la puerta por completo para encontrarse con una melena oscura que ya conocía… demasiado. —¿Otra vez tú? No me lo puedo creer —dijo tras irse directa a su cama, tumbándose boca arriba—. Otro curso más soportando tu compañía todas las noches.
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  • ❍════════༻❁༺════════❍

    Era temprano y los primeros rayos del sol se filtraron entre las colinas distantes. El aire fresco de la madrugada acariciaba el rostro de Gazú, mientras, descendía por la escalera que llevaba al corazón mismo de su imponente palacio.

    Se dirigio al comedor principal donde las ventanas altas dejaban entrar la luz dorada, iluminando la gran mesa de madera pulida.

    El aroma dulce y deseable llenaba el ambiente de alegría. Un desayuno nutritivo y bastante agradable le esperaba en la mesa, elaborado por sirvientas que mantenían su palacio.

    Era hora de adquirir energía para el arduo trabajo que tenía que llevar a cabo, bajo la fachada de un simple mortal

    ◢✥𝐆azú✥◣


    ﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌
    ❍════════༻❁༺════════❍ Era temprano y los primeros rayos del sol se filtraron entre las colinas distantes. El aire fresco de la madrugada acariciaba el rostro de Gazú, mientras, descendía por la escalera que llevaba al corazón mismo de su imponente palacio. 🌅 Se dirigio al comedor principal donde las ventanas altas dejaban entrar la luz dorada, iluminando la gran mesa de madera pulida. El aroma dulce y deseable llenaba el ambiente de alegría. Un desayuno nutritivo y bastante agradable le esperaba en la mesa, elaborado por sirvientas que mantenían su palacio. 🥞 Era hora de adquirir energía para el arduo trabajo que tenía que llevar a cabo, bajo la fachada de un simple mortal 🌟 ◢✥𝐆azú✥◣ ﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌
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  • *Preparando tortitas en la cocina acumulándose montañas y montañas de ellas en el comedor, tapando por completo la mesa del comedor y casi las sillas*

    - ¡Buenos días a todos dormilones!, hoy les he preparado el desayuno con mucho amor, espero que lo disfruten~.
    *Preparando tortitas en la cocina acumulándose montañas y montañas de ellas en el comedor, tapando por completo la mesa del comedor y casi las sillas* - ¡Buenos días a todos dormilones!, hoy les he preparado el desayuno con mucho amor, espero que lo disfruten~.
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  • Inesperado
    Fandom Kuroshitsuji/Black Butler OC
    Categoría Anime / Mangas
    El joven Phantomhive se hallaba en una de las tantas salas de la mansión.
    Se había sentado en el sillón y andaba cruzado de brazos, con una expresión malhumorada que haría que cualquiera dudara en acercarse a él.
    Junior le había ordenado, de mala gana, a la sirvienta que trajera de inmediato a esa persona que su progenitor había contratado absurdamente, sin previamente consultarle ni avisarle.
    Hoy se había despertado y, como todas las mañanas, había ido al comedor a desayunar, encontrándose con la noticia de que su padre había contratado un niñero.
    ¡Un niñero!
    Cómo si Junior fuera un niño pequeño que necesitara supervisión.
    ¡Y ni siquiera se lo había dicho él mismo, antes de irse!
    Junior había tenido que enterarse por el jardinero, quien con una sonrisa radiante le había dado la noticia sin esperarse su reacción dramática, abandonando el desayuno para venir a encerrarse a esta habitación.
    Pero, enfadarse no ayudaba a nadie. De hecho, solo lo hacía quedar mal a él. Ahora sí que parecía un niño que necesitaba supervisión.
    —Tch.
    Cerró los ojos, respiró profundamente y contó hasta tres.
    Cuando volvió a abrir los ojos, su expresión estaba controlada y su enfado echado a un rincón de su mente. Se encargaría de ello más tarde, ahora, debía enfrentarse a "esa" persona. Y dejarle en claro su lugar con la propiedad que un Phantomhive y un Grey debía.
    El joven Phantomhive se hallaba en una de las tantas salas de la mansión. Se había sentado en el sillón y andaba cruzado de brazos, con una expresión malhumorada que haría que cualquiera dudara en acercarse a él. Junior le había ordenado, de mala gana, a la sirvienta que trajera de inmediato a esa persona que su progenitor había contratado absurdamente, sin previamente consultarle ni avisarle. Hoy se había despertado y, como todas las mañanas, había ido al comedor a desayunar, encontrándose con la noticia de que su padre había contratado un niñero. ¡Un niñero! Cómo si Junior fuera un niño pequeño que necesitara supervisión. ¡Y ni siquiera se lo había dicho él mismo, antes de irse! Junior había tenido que enterarse por el jardinero, quien con una sonrisa radiante le había dado la noticia sin esperarse su reacción dramática, abandonando el desayuno para venir a encerrarse a esta habitación. Pero, enfadarse no ayudaba a nadie. De hecho, solo lo hacía quedar mal a él. Ahora sí que parecía un niño que necesitaba supervisión. —Tch. Cerró los ojos, respiró profundamente y contó hasta tres. Cuando volvió a abrir los ojos, su expresión estaba controlada y su enfado echado a un rincón de su mente. Se encargaría de ello más tarde, ahora, debía enfrentarse a "esa" persona. Y dejarle en claro su lugar con la propiedad que un Phantomhive y un Grey debía.
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  • ╭┈───────❀࿐ྀུ
    ╰──┈➤ ❝¡Ya es jueves!❞

    Exclama con una sonrisa de felicidad mientras desayuna en el comedor del Instituto de Hechicería.

    ⏍ Bყ #Miwa
    ⏍ Fᥲᥒdom #JujutsuKaisen
    #2D #Personajes2D #Comunidad2D
    ╭┈───────❀࿐ྀུ ╰──┈➤ ❝¡Ya es jueves!❞ Exclama con una sonrisa de felicidad mientras desayuna en el comedor del Instituto de Hechicería. ⏍ Bყ #Miwa ⏍ Fᥲᥒdom #JujutsuKaisen ⏍ #2D #Personajes2D #Comunidad2D
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  • Una mañana peculiar


    Entro en el comedor interrumpiendo la conversación entre mi primo Jhon Stirling y su esposa Francesca Bridgerton

    Uno de los lacayos espera a que tome asiento en la mesa para llenar mi taza con té, me gusta tomarlo solo.


    Desde que tome asiento la mirada inquisidora de mi primo no deja de estar puesta sobre mí.

    No hace falta ser un genio para deducir que estaban hablando sobre mí.

    * Si tenéis algo que decir, soy todo oídos.
    Una mañana peculiar Entro en el comedor interrumpiendo la conversación entre mi primo [Kilmartin_thcx] y su esposa [Ladykilmartinn] Uno de los lacayos espera a que tome asiento en la mesa para llenar mi taza con té, me gusta tomarlo solo. Desde que tome asiento la mirada inquisidora de mi primo no deja de estar puesta sobre mí. No hace falta ser un genio para deducir que estaban hablando sobre mí. * Si tenéis algo que decir, soy todo oídos.
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