• @SilverStC | Metropolis | #WaitingGame

    Hay invitaciones que no se rechazan, aunque una sepa que esconden tanto riesgo como promesas.

    Esta noche no es sobre la cena, ni sobre el vino. Es sobre la partida que empieza en cuanto se abra la puerta del coche.

    La pregunta no es qué puede ofrecerme él… sino cuánto está dispuesto a pagar por mi atención.

    Y, entre nosotros: nadie gana apostando contra mí.

    S.


    Silver se miró una última vez en el espejo del recibidor. El vestido caía con perfección medida, sin una arruga fuera de lugar. El collar que había elegido no era el más caro, pero sí el más insinuante. En la mesita de entrada reposaba la pequeña caja con el diamante regalado por el ladrón, cerrada y olvidada… al menos por ahora.

    El sonido de un motor impecablemente afinado rompió la calma de la calle. Silver se acercó a la ventana: el coche negro, blindado, esperaba con discreción letal. Ella sabía que el estaba dentro, aguardando con esa paciencia que es otra forma de poder.

    Respiró hondo, tomó su clutch de seda y cerró la puerta tras de sí. Cada paso hasta la vereda era un movimiento de ajedrez en sí mismo. Y esta noche, ella jugaba como reina.
    📸 @SilverStC | Metropolis | #WaitingGame Hay invitaciones que no se rechazan, aunque una sepa que esconden tanto riesgo como promesas. Esta noche no es sobre la cena, ni sobre el vino. Es sobre la partida que empieza en cuanto se abra la puerta del coche. La pregunta no es qué puede ofrecerme él… sino cuánto está dispuesto a pagar por mi atención. Y, entre nosotros: nadie gana apostando contra mí. —🖤 S. Silver se miró una última vez en el espejo del recibidor. El vestido caía con perfección medida, sin una arruga fuera de lugar. El collar que había elegido no era el más caro, pero sí el más insinuante. En la mesita de entrada reposaba la pequeña caja con el diamante regalado por el ladrón, cerrada y olvidada… al menos por ahora. El sonido de un motor impecablemente afinado rompió la calma de la calle. Silver se acercó a la ventana: el coche negro, blindado, esperaba con discreción letal. Ella sabía que el estaba dentro, aguardando con esa paciencia que es otra forma de poder. Respiró hondo, tomó su clutch de seda y cerró la puerta tras de sí. Cada paso hasta la vereda era un movimiento de ajedrez en sí mismo. Y esta noche, ella jugaba como reina.
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  • ────❝ 𝑆𝑢𝑓𝑟𝑖𝑚𝑜𝑠 𝑚𝑎́𝑠 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑖𝑚𝑎𝑔𝑖𝑛𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑. ❞────

    Ahí estaba... reflexionando sobre muchos eventos pasados, sin realmente prestar atención a la muchedumbre que circulaba frente a él y se detenia a preguntar precios o diseños únicos. Lo podías encontrar ahí, sentado en la acera bajo el sol de verano, cubierto por la capucha de si abrigo que le proveía algo de protección contra el imparable sol que iluminaba. Sentado junto a otros vendedores ambulantes de aquel mercado, buscando vender alguna artesanía como lo eran brazaletes, collares, pendientes de oreja, o adornos para el cabello.

    Habia vendido poco ya que tocaba juntar algo de dinero para el alquiler de aquel cuarto en donde se quedaba.
    ────❝ 𝑆𝑢𝑓𝑟𝑖𝑚𝑜𝑠 𝑚𝑎́𝑠 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑖𝑚𝑎𝑔𝑖𝑛𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑. ❞──── Ahí estaba... reflexionando sobre muchos eventos pasados, sin realmente prestar atención a la muchedumbre que circulaba frente a él y se detenia a preguntar precios o diseños únicos. Lo podías encontrar ahí, sentado en la acera bajo el sol de verano, cubierto por la capucha de si abrigo que le proveía algo de protección contra el imparable sol que iluminaba. Sentado junto a otros vendedores ambulantes de aquel mercado, buscando vender alguna artesanía como lo eran brazaletes, collares, pendientes de oreja, o adornos para el cabello. Habia vendido poco ya que tocaba juntar algo de dinero para el alquiler de aquel cuarto en donde se quedaba.
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  • Llevo, horas caminando y nada me gusta

    -dije hasta que encontré un puesto, de collares, acercándome agarre uno de una cruz sonriendo un poco, comprando el colgante y un anillo a juego-

    Se ven súper.....

    -dije tranquilo, empezando a caminar de nuevo por el bazar llendo por un cafe-
    Llevo, horas caminando y nada me gusta -dije hasta que encontré un puesto, de collares, acercándome agarre uno de una cruz sonriendo un poco, comprando el colgante y un anillo a juego- Se ven súper..... -dije tranquilo, empezando a caminar de nuevo por el bazar llendo por un cafe-
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  • Dicen que todo hombre necesita paz. Que cerrar los ojos frente a un altar trae redención. Pero yo no creo en redención. Solo en silencio… y en la muerte.

    Había pasado semanas haciéndome pasar por un hombre de fe. Una sotana, un collar al cuello, el tono correcto de voz… y de pronto, todos se inclinaban, confiaban, abrían sus pecados frente a mí. Ironía pura, el lobo con piel de pastor.

    Cada confesión era una pista, un mapa que me llevaba directo al objetivo. Escuchaba pecados que no me importaban, historias de adulterios, robos, miedos… pero en medio de esas voces débiles estaba la que buscaba, un nombre, una dirección, un secreto que solo un “siervo del Señor” podía obtener.

    Esa noche, frente al altar vacío, cerré los ojos. No rezaba. No buscaba perdón. Solo repasaba la misión en mi mente, cada movimiento ya medido, cada sombra que usaría como cobertura.

    Cuando el objetivo entró al confesionario, esperaba un hombre santo… pero lo que encontró fue la oscuridad. Con un susurro bastó.

    —Hijo mío, tus pecados ya no tienen absolución.

    Lo demás fue rápido, preciso, como siempre. Un destello metálico, un cuerpo desplomado, y el silencio volvió a llenar la capilla.

    Al salir, la sotana aún cubría mis cicatrices, pero yo sabía la verdad, no hay fe capaz de ocultar lo que soy. Un asesino. Un soldado. Un fantasma.
    Dicen que todo hombre necesita paz. Que cerrar los ojos frente a un altar trae redención. Pero yo no creo en redención. Solo en silencio… y en la muerte. Había pasado semanas haciéndome pasar por un hombre de fe. Una sotana, un collar al cuello, el tono correcto de voz… y de pronto, todos se inclinaban, confiaban, abrían sus pecados frente a mí. Ironía pura, el lobo con piel de pastor. Cada confesión era una pista, un mapa que me llevaba directo al objetivo. Escuchaba pecados que no me importaban, historias de adulterios, robos, miedos… pero en medio de esas voces débiles estaba la que buscaba, un nombre, una dirección, un secreto que solo un “siervo del Señor” podía obtener. Esa noche, frente al altar vacío, cerré los ojos. No rezaba. No buscaba perdón. Solo repasaba la misión en mi mente, cada movimiento ya medido, cada sombra que usaría como cobertura. Cuando el objetivo entró al confesionario, esperaba un hombre santo… pero lo que encontró fue la oscuridad. Con un susurro bastó. —Hijo mío, tus pecados ya no tienen absolución. Lo demás fue rápido, preciso, como siempre. Un destello metálico, un cuerpo desplomado, y el silencio volvió a llenar la capilla. Al salir, la sotana aún cubría mis cicatrices, pero yo sabía la verdad, no hay fe capaz de ocultar lo que soy. Un asesino. Un soldado. Un fantasma.
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  • –" Pues..."

    °Me miraba frente a el espejo y me acomodaba el cabello de forma nerviosa para verme.°

    –" El collar se ve bien..."

    –" Y... Espero que realmente de suerte y a Mark le guste..."
    –" Pues..." °Me miraba frente a el espejo y me acomodaba el cabello de forma nerviosa para verme.° –" El collar se ve bien..." –" Y... Espero que realmente de suerte y a Mark le guste..."
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  • –" Hoy me pasó algo extraño.."

    –" Estaba haciendo las compras y todo bien al inicio, Pero cuando estaba por regresar a casa me detuve para ver una antigua tienda de joyería."

    –" Ví algunas cosas , pregunté algunos precios... Pero cuando salí ,la mujer de la tienda me detuvo y me regaló un collar , eso no es lo malo... Lo malo es lo que dijo."

    –"Dijo que era un tipo de amuleto de la suerte para mamás primerizas y... Y eso me hizo pensar un poco."
    –" Hoy me pasó algo extraño.." –" Estaba haciendo las compras y todo bien al inicio, Pero cuando estaba por regresar a casa me detuve para ver una antigua tienda de joyería." –" Ví algunas cosas , pregunté algunos precios... Pero cuando salí ,la mujer de la tienda me detuvo y me regaló un collar , eso no es lo malo... Lo malo es lo que dijo." –"Dijo que era un tipo de amuleto de la suerte para mamás primerizas y... Y eso me hizo pensar un poco."
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  • 𝑫𝒆𝒃𝒊𝒔𝒕𝒆 𝒅𝒆𝒄𝒊𝒓 "𝒂𝒅𝒊𝒐́𝒔"
    Fandom ZYXS
    Categoría Drama
    ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰….ᐣ ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘯𝘢𝘥𝘢.ᐣ
    𝘖𝘫𝘢𝘭𝘢́ 𝘵𝘦 𝘮𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢𝘳𝘢𝘴, 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘰𝘥𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘢𝘴 𝘧𝘭𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘢.
    𝘝𝘪𝘦́𝘯𝘥𝘰𝘮𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘚𝘰𝘭 𝘢 𝘭𝘢𝘴 𝘷𝘦𝘯𝘵𝘢𝘯𝘢𝘴.

    Sus mensajes con el tiempo habían dejado de ser tan frecuentes, al grado de contestar solo un par de veces al día. Masthian podía vivir con eso, pero cuando empezaron a ser solo un par a la semana, comenzó la preocupación. La buscó, por supuesto. Fue a su casa, la buscó en las tiendas de saldos que sabía que frecuentaba, incluso trató de seguir sus historias de Instagram, pero parecía que se la había tragado la tierra.

    Hasta que un día, sin más, le soltó la noticia: Había obtenido una beca para estudiar fuera del país, se iría a Europa. ¿Cuando? ¿Por qué no le había dicho? ¿Podían verse antes? Ninguna de esas preguntas tuvo respuestas. Todos los días, un mensaje y un intento de llamada que no atendían ni respondían.

    Esa mañana, descubrió que el mensaje simplemente no fue recibido y la llamada lo mandaba directamente a buzón. Entró en pánico. Salió corriendo de casa de su abuela hasta el barrio donde Nicole vivía. Se encontró las puertas y ventanas cerradas.

    𝘠 𝘵𝘦 𝘭𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘴 𝘵𝘰𝘥𝘰, 𝘭𝘰 𝘱𝘦𝘳𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘵𝘰𝘥𝘰
    ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘯𝘢𝘥𝘢.ᐣ
    𝘛𝘶́ 𝘣𝘪𝘦𝘯 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘥𝘦𝘭𝘪𝘳𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘷𝘪𝘳 𝘴𝘪𝘯 𝘢𝘮𝘢𝘳𝘪𝘭𝘭𝘰...
    𝘠 𝘵𝘦 𝘭𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘴

    Sintió como el corazón poco a poco se le fue acelerando, a medida que se acercaba y comprobaba que la casa estaba vacía. Su familia nunca cerraba las cortinas, a sus padres no les gustaba que las ventanas estuvieran cerradas... ¿Dónde estaba su perro? ¿Por qué no ladraba?

    Su diestra fue a abrir la rejita que conectaba al patio y por un momento, cuando esta cedió sin problema, pensó que solo sería un cambio extraño de preferencias. Hasta que recordó que esa reja nunca había cerrado. Cuando tenían 8 años, habían estrellado sus bicicletas en ella y nunca repararon el seguro que atoraba la puerta. Tragó saliva mientras entraba al lugar.

    ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦́ 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳.ᐣ
    ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘥𝘪𝘢𝘣𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘦 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳.ᐣ
    𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘦𝘴 𝘢 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳𝘮𝘦
    𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘳

    Miró a su al rededor; al jardín de las rosas de su madre, donde constantemente de pequeños los regañaban por que les gustaba meterse ahí y jugar entre los rosales. Cuando por fin dejaron de jugar, Masthian se había encargado de una vez a la semana cortar la rosa más bonita y dejarla en la habitación de Nicole. En todos sus años de conocerse, recién el año pasado empezó a verse decente ese jardín. Justo cuando ellos dejaron de frecuentarse.

    Avanzó por el caminito de piedra, algunas losetas quebradas y sueltas. La mayoría por su culpa, cuando llegaban después de la escuela y dejaban caer las bicicletas ahí. Y luego estaban los pequeños hoyos que el perrito de Nicole hacía.

    Cuando la conoció, tenía un labrador que después de unos cuantos años, murió. Recordaba la depresión que envolvió a la castaña. Y también su cara de emoción cuando apareció con un cachorro a los pocos días en su sala. Había tenido que cruzar media ciudad para encontrar a un cachorro que se pareciera a la mascota que había perdido. Que silencioso era el patio sin el rufián que siempre lo recibía entre ladridos y lengüetazos.

    𝘕𝘢𝘥𝘢 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦𝘷𝘪𝘷𝘦 𝘢𝘭 𝘧𝘪𝘯𝘢𝘭, ¿𝘺 𝘲𝘶𝘦́ 𝘮𝘢́𝘴 𝘥𝘢.ᐣ
    𝘝𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘶𝘯 𝘧𝘶𝘵𝘶𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘪𝘫𝘰 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥
    𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦, 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘰́ 𝘢 𝘥𝘪𝘤𝘪𝘦𝘮𝘣𝘳𝘦
    𝘕𝘰 𝘮𝘢́𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯 𝘢𝘤𝘤𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘭𝘢 𝘨𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘯𝘰 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢


    Quiso abrir la puerta, aún manteniendo esa vaga esperanza, aún sabiendo que se podía ver las ventanas incluso atrancadas. No cedió el picaporte, por más que intentó girar la perilla. Su corazón para ese momento ya estaba roto.

    Giró el cuerpo hacia la derecha, buscando la escalerilla que usaba para subir a la habitación de su amiga por las noches, cuando les tocaba la guardia. Su ventana daba al patio. Sabía que debajo de ella, estaba el escritorio. Un sin fin de veces, Masthian había acudido a ella para estudiar juntos. Y cada una de ellas, se había quedado embobado viéndola mientras trataba de explicarle el tema que estaban estudiando. Todas las veces que estudió con ella, había reprobado. Y después de cada una de esas sesiones, cuando regresaba a casa, se decía que al día siguiente le diría y la invitaría a salir.

    No estaba la escalera. Y el momento de decirle que estaba completamente enamorado de ella, también se había ido.

    ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦́ 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳.ᐣ
    ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘥𝘪𝘢𝘣𝘭𝘰𝘴 𝘵𝘦 𝘷𝘰𝘺 𝘢 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳.ᐣ
    𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘦 𝘢 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳𝘵𝘦
    𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘳

    Rodeó el patio, dirigiéndose a la parte trasera de la casa. La bicicleta, la casita de muñecas y el armario donde su padre guardaba la herramienta. Estaban cubiertos con mantas y asegurados con candados y cadenas. Nunca se habían molestado en hacerlo, la camioneta de su abuela siempre estuvo estacionada ahí, no había forma de sacarlo sin moverla. No recordaba una sola vez que hubiera podido caminar por aquel lugar sin tener que pegar la panza a la pared para poder pasar.

    Todo estaba cubierto de mantas y aún así, conocía a la perfección que había debajo. De no ser por que llegó una edad en la que ya no les permitieron hacer pijamadas juntos, probablemente Masthian habría pasado toda su infancia, adolescencia y el principio de su adultez metido en esa casa.

    Y entonces, una caja llamó su atención. Estaba fuera de cualquier cubierta, a medio cerrar y de su interior, sobresalía la manga de una sudadera que reconoció de inmediato. Era suya. Estaba bajo el pequeño techo de la bodega que había en el patio, si llovía, no se mojaría. Pero era obvio que la habían dejado ahí apropósito. Lo comprobó al acercarse, su nombre estaba escrito con la letra redonda y agraciada de Nicole.

    𝘠 𝘰𝘫𝘢𝘭𝘢́ 𝘵𝘦 𝘮𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢𝘳𝘢𝘴
    𝘊𝘰𝘯 𝘵𝘶𝘴 𝘧𝘭𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘢
    𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦
    𝘘𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘰́ 𝘢 𝘥𝘪𝘤𝘪𝘦𝘮𝘣𝘳𝘦
    𝘕𝘰 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘴𝘶𝘧𝘪𝘤𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴
    𝘓𝘢 𝘨𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘯𝘰 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢

    Empezó a hiperventilar. La sudadera no fue un regalo realmente, pero después de que Nicole se la pidió por tercera vez, dejó de pedirla de regreso. Frecuentemente, la usaba para sus cacerías en tiendas, buscando ofertas. Decía que era perfecta para guardar cosas.

    Un llavero, con la foto de los doce, la última vez que se habían juntado, antes de que todos siguieran sus propios caminos. El recuerdo de esa noche lo asaltó. Estuvieron a punto de besarse, pero el retrocedió y no hablaron más. Después de eso, sus encuentros apenas y duraron un cuarto de hora.

    Quiso seguir revisando, distinguió una camiseta que una vez dejó y ella usaba de pijama. La cajita que habían pintado junto a Hanary. Los collares a juego... Las lágrimas le hacían difícil saber que había.

    Casi quince años de amistad, de estar juntos prácticamente todos los días. Tantas risas, sonrojos, los latidos desenfrenados cuando se tomaban las manos... Todo eso, entraba en una caja de cartón.

    En una caja de cartón olvidada en su cochera. No, ni siquiera olvidada. Abandonada, puesta ahí sin si quiera preocuparse por cubrirla. ¿Esperaba Nicole que él la encontrara? Era un mal chiste.

    Cuando por fin se dejó caer con todo la dignidad que tenía encima, sacó su celular y entre berridos y lamentos le marcó a su primo. Si le entendió o no, la verdad es que no importaba. Se abrazó a lo único que aún conservaba el olor de la castaña, la sudadera y esperó a que llegara.

    𝑁𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑡𝑜 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐𝘩𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑖𝑟𝑎𝑟.
    ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰….ᐣ ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘯𝘢𝘥𝘢.ᐣ 𝘖𝘫𝘢𝘭𝘢́ 𝘵𝘦 𝘮𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢𝘳𝘢𝘴, 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘰𝘥𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘢𝘴 𝘧𝘭𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘢. 𝘝𝘪𝘦́𝘯𝘥𝘰𝘮𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘚𝘰𝘭 𝘢 𝘭𝘢𝘴 𝘷𝘦𝘯𝘵𝘢𝘯𝘢𝘴. Sus mensajes con el tiempo habían dejado de ser tan frecuentes, al grado de contestar solo un par de veces al día. Masthian podía vivir con eso, pero cuando empezaron a ser solo un par a la semana, comenzó la preocupación. La buscó, por supuesto. Fue a su casa, la buscó en las tiendas de saldos que sabía que frecuentaba, incluso trató de seguir sus historias de Instagram, pero parecía que se la había tragado la tierra. Hasta que un día, sin más, le soltó la noticia: Había obtenido una beca para estudiar fuera del país, se iría a Europa. ¿Cuando? ¿Por qué no le había dicho? ¿Podían verse antes? Ninguna de esas preguntas tuvo respuestas. Todos los días, un mensaje y un intento de llamada que no atendían ni respondían. Esa mañana, descubrió que el mensaje simplemente no fue recibido y la llamada lo mandaba directamente a buzón. Entró en pánico. Salió corriendo de casa de su abuela hasta el barrio donde Nicole vivía. Se encontró las puertas y ventanas cerradas. 𝘠 𝘵𝘦 𝘭𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘴 𝘵𝘰𝘥𝘰, 𝘭𝘰 𝘱𝘦𝘳𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘵𝘰𝘥𝘰 ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘢𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘯𝘢𝘥𝘢.ᐣ 𝘛𝘶́ 𝘣𝘪𝘦𝘯 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘥𝘦𝘭𝘪𝘳𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘷𝘪𝘳 𝘴𝘪𝘯 𝘢𝘮𝘢𝘳𝘪𝘭𝘭𝘰... 𝘠 𝘵𝘦 𝘭𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘴 Sintió como el corazón poco a poco se le fue acelerando, a medida que se acercaba y comprobaba que la casa estaba vacía. Su familia nunca cerraba las cortinas, a sus padres no les gustaba que las ventanas estuvieran cerradas... ¿Dónde estaba su perro? ¿Por qué no ladraba? Su diestra fue a abrir la rejita que conectaba al patio y por un momento, cuando esta cedió sin problema, pensó que solo sería un cambio extraño de preferencias. Hasta que recordó que esa reja nunca había cerrado. Cuando tenían 8 años, habían estrellado sus bicicletas en ella y nunca repararon el seguro que atoraba la puerta. Tragó saliva mientras entraba al lugar. ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦́ 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳.ᐣ ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘥𝘪𝘢𝘣𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘦 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳.ᐣ 𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘦𝘴 𝘢 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘳 Miró a su al rededor; al jardín de las rosas de su madre, donde constantemente de pequeños los regañaban por que les gustaba meterse ahí y jugar entre los rosales. Cuando por fin dejaron de jugar, Masthian se había encargado de una vez a la semana cortar la rosa más bonita y dejarla en la habitación de Nicole. En todos sus años de conocerse, recién el año pasado empezó a verse decente ese jardín. Justo cuando ellos dejaron de frecuentarse. Avanzó por el caminito de piedra, algunas losetas quebradas y sueltas. La mayoría por su culpa, cuando llegaban después de la escuela y dejaban caer las bicicletas ahí. Y luego estaban los pequeños hoyos que el perrito de Nicole hacía. Cuando la conoció, tenía un labrador que después de unos cuantos años, murió. Recordaba la depresión que envolvió a la castaña. Y también su cara de emoción cuando apareció con un cachorro a los pocos días en su sala. Había tenido que cruzar media ciudad para encontrar a un cachorro que se pareciera a la mascota que había perdido. Que silencioso era el patio sin el rufián que siempre lo recibía entre ladridos y lengüetazos. 𝘕𝘢𝘥𝘢 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦𝘷𝘪𝘷𝘦 𝘢𝘭 𝘧𝘪𝘯𝘢𝘭, ¿𝘺 𝘲𝘶𝘦́ 𝘮𝘢́𝘴 𝘥𝘢.ᐣ 𝘝𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘶𝘯 𝘧𝘶𝘵𝘶𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘪𝘫𝘰 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥 𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦, 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘰́ 𝘢 𝘥𝘪𝘤𝘪𝘦𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘕𝘰 𝘮𝘢́𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯 𝘢𝘤𝘤𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘭𝘢 𝘨𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘯𝘰 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢 Quiso abrir la puerta, aún manteniendo esa vaga esperanza, aún sabiendo que se podía ver las ventanas incluso atrancadas. No cedió el picaporte, por más que intentó girar la perilla. Su corazón para ese momento ya estaba roto. Giró el cuerpo hacia la derecha, buscando la escalerilla que usaba para subir a la habitación de su amiga por las noches, cuando les tocaba la guardia. Su ventana daba al patio. Sabía que debajo de ella, estaba el escritorio. Un sin fin de veces, Masthian había acudido a ella para estudiar juntos. Y cada una de ellas, se había quedado embobado viéndola mientras trataba de explicarle el tema que estaban estudiando. Todas las veces que estudió con ella, había reprobado. Y después de cada una de esas sesiones, cuando regresaba a casa, se decía que al día siguiente le diría y la invitaría a salir. No estaba la escalera. Y el momento de decirle que estaba completamente enamorado de ella, también se había ido. ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦́ 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘴𝘦𝘳 𝘶𝘯 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳.ᐣ ¿𝘊𝘰́𝘮𝘰 𝘥𝘪𝘢𝘣𝘭𝘰𝘴 𝘵𝘦 𝘷𝘰𝘺 𝘢 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳.ᐣ 𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘦 𝘢 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘗𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘳 Rodeó el patio, dirigiéndose a la parte trasera de la casa. La bicicleta, la casita de muñecas y el armario donde su padre guardaba la herramienta. Estaban cubiertos con mantas y asegurados con candados y cadenas. Nunca se habían molestado en hacerlo, la camioneta de su abuela siempre estuvo estacionada ahí, no había forma de sacarlo sin moverla. No recordaba una sola vez que hubiera podido caminar por aquel lugar sin tener que pegar la panza a la pared para poder pasar. Todo estaba cubierto de mantas y aún así, conocía a la perfección que había debajo. De no ser por que llegó una edad en la que ya no les permitieron hacer pijamadas juntos, probablemente Masthian habría pasado toda su infancia, adolescencia y el principio de su adultez metido en esa casa. Y entonces, una caja llamó su atención. Estaba fuera de cualquier cubierta, a medio cerrar y de su interior, sobresalía la manga de una sudadera que reconoció de inmediato. Era suya. Estaba bajo el pequeño techo de la bodega que había en el patio, si llovía, no se mojaría. Pero era obvio que la habían dejado ahí apropósito. Lo comprobó al acercarse, su nombre estaba escrito con la letra redonda y agraciada de Nicole. 𝘠 𝘰𝘫𝘢𝘭𝘢́ 𝘵𝘦 𝘮𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘢𝘳𝘢𝘴 𝘊𝘰𝘯 𝘵𝘶𝘴 𝘧𝘭𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘢 𝘘𝘶𝘦 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘘𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘰́ 𝘢 𝘥𝘪𝘤𝘪𝘦𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘕𝘰 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘴𝘶𝘧𝘪𝘤𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘓𝘢 𝘨𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘯𝘰 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢 Empezó a hiperventilar. La sudadera no fue un regalo realmente, pero después de que Nicole se la pidió por tercera vez, dejó de pedirla de regreso. Frecuentemente, la usaba para sus cacerías en tiendas, buscando ofertas. Decía que era perfecta para guardar cosas. Un llavero, con la foto de los doce, la última vez que se habían juntado, antes de que todos siguieran sus propios caminos. El recuerdo de esa noche lo asaltó. Estuvieron a punto de besarse, pero el retrocedió y no hablaron más. Después de eso, sus encuentros apenas y duraron un cuarto de hora. Quiso seguir revisando, distinguió una camiseta que una vez dejó y ella usaba de pijama. La cajita que habían pintado junto a Hanary. Los collares a juego... Las lágrimas le hacían difícil saber que había. Casi quince años de amistad, de estar juntos prácticamente todos los días. Tantas risas, sonrojos, los latidos desenfrenados cuando se tomaban las manos... Todo eso, entraba en una caja de cartón. En una caja de cartón olvidada en su cochera. No, ni siquiera olvidada. Abandonada, puesta ahí sin si quiera preocuparse por cubrirla. ¿Esperaba Nicole que él la encontrara? Era un mal chiste. Cuando por fin se dejó caer con todo la dignidad que tenía encima, sacó su celular y entre berridos y lamentos le marcó a su primo. Si le entendió o no, la verdad es que no importaba. Se abrazó a lo único que aún conservaba el olor de la castaña, la sudadera y esperó a que llegara. 𝑁𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑡𝑜 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐𝘩𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑖𝑟𝑎𝑟.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    15
    Estado
    Disponible
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  • - Señor gato blanco con lentes porque tiene un pelo tan suave - Le miro el collar... Lou. - Muy bien Lou vamos a buscar a tu dueño
    - Señor gato blanco con lentes porque tiene un pelo tan suave - Le miro el collar... Lou. - Muy bien Lou vamos a buscar a tu dueño
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  • @SilverStC | Gotham | #GalaNights

    Las galas tienen un talento especial para hacerme recordar que el lujo, sin alma, es solo ruido caro.

    Esta noche, entre brindis y discursos interminables, alguien decidió llevarse mi collar de diamantes.

    No hice un escándalo. Me quedaba mejor la clavícula al aire, de todas formas.

    Al final, la joya más valiosa fue darme cuenta de que hay cosas que pesan menos cuando se pierden.

    S.


    𝐸𝑙 𝑠𝑎𝑙𝑜́𝑛 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑖𝑛𝑢𝑛𝑑𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑢𝑐𝑒𝑠 𝑑𝑜𝑟𝑎𝑑𝑎𝑠 𝑦 𝑐𝑜𝑛𝑣𝑒𝑟𝑠𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑒𝑛 𝑣𝑜𝑧 𝑏𝑎𝑗𝑎, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑛𝑒𝑔𝑜𝑐𝑖𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑖𝑛𝑣𝑖𝑠𝑖𝑏𝑙𝑒. 𝑆𝑖𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑠𝑜𝑠𝑡𝑒𝑛𝜄́𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑝𝑎 𝑑𝑒 𝑐𝘩𝑎𝑚𝑝𝑎́𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑝𝑒𝑛𝑎𝑠 𝘩𝑎𝑏𝜄́𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑏𝑎𝑑𝑜, 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑐𝑜𝑟𝑡𝑒𝑠𝜄́𝑎 𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖𝑑𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑛 𝑛𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑚𝑎𝑠𝑖𝑎𝑑𝑜 𝑙𝑎𝑟𝑔𝑜𝑠.

    𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑙𝑎 𝑚𝑢́𝑠𝑖𝑐𝑎 𝑐𝑎𝑚𝑏𝑖𝑜́, 𝑛𝑜𝑡𝑜́ 𝑒𝑙 𝑓𝑟𝜄́𝑜 𝑟𝑒𝑝𝑒𝑛𝑡𝑖𝑛𝑜 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑐𝑢𝑒𝑙𝑙𝑜. 𝑁𝑜 𝘩𝑢𝑏𝑜 𝑗𝑎𝑑𝑒𝑜 𝑛𝑖 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠 𝑎 𝑙𝑎 𝑔𝑎𝑟𝑔𝑎𝑛𝑡𝑎; 𝑠𝑜𝑙𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑙𝑖𝑔𝑒𝑟𝑎 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑖𝑛𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑑𝑒 𝑐𝑎𝑏𝑒𝑧𝑎, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑎𝑐𝑒𝑝𝑡𝑎𝑟𝑎 𝑢𝑛 𝑐𝑢𝑚𝑝𝑙𝑖𝑑𝑜 𝑠𝑖𝑙𝑒𝑛𝑐𝑖𝑜𝑠𝑜. 𝑇𝑒𝑟𝑚𝑖𝑛𝑜́ 𝑠𝑢 𝑐𝑜𝑝𝑎, 𝑑𝑒𝑗𝑜́ 𝑒𝑙 𝑐𝑟𝑖𝑠𝑡𝑎𝑙 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑏𝑎𝑛𝑑𝑒𝑗𝑎 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑐𝑎𝑚𝑎𝑟𝑒𝑟𝑜 𝑦 𝑠𝑒 𝑎𝑏𝑟𝑖𝑜́ 𝑝𝑎𝑠𝑜 𝘩𝑎𝑐𝑖𝑎 𝑒𝑙 𝑏𝑎𝑙𝑐𝑜́𝑛, 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑒𝑙 𝑎𝑖𝑟𝑒 𝑓𝑟𝑒𝑠𝑐𝑜 𝑙𝑒 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑜́ 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑢𝑎𝑙𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟 𝑑𝑖𝑎𝑚𝑎𝑛𝑡𝑒.
    📸 @SilverStC | Gotham | #GalaNights Las galas tienen un talento especial para hacerme recordar que el lujo, sin alma, es solo ruido caro. Esta noche, entre brindis y discursos interminables, alguien decidió llevarse mi collar de diamantes. No hice un escándalo. Me quedaba mejor la clavícula al aire, de todas formas. Al final, la joya más valiosa fue darme cuenta de que hay cosas que pesan menos cuando se pierden. —💎 S. 𝐸𝑙 𝑠𝑎𝑙𝑜́𝑛 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑖𝑛𝑢𝑛𝑑𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑢𝑐𝑒𝑠 𝑑𝑜𝑟𝑎𝑑𝑎𝑠 𝑦 𝑐𝑜𝑛𝑣𝑒𝑟𝑠𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑒𝑛 𝑣𝑜𝑧 𝑏𝑎𝑗𝑎, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑛𝑒𝑔𝑜𝑐𝑖𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑎𝑙𝑔𝑜 𝑖𝑛𝑣𝑖𝑠𝑖𝑏𝑙𝑒. 𝑆𝑖𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑠𝑜𝑠𝑡𝑒𝑛𝜄́𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑝𝑎 𝑑𝑒 𝑐𝘩𝑎𝑚𝑝𝑎́𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑝𝑒𝑛𝑎𝑠 𝘩𝑎𝑏𝜄́𝑎 𝑝𝑟𝑜𝑏𝑎𝑑𝑜, 𝑠𝑜𝑛𝑟𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑐𝑜𝑟𝑡𝑒𝑠𝜄́𝑎 𝑎 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖𝑑𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑛 𝑛𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑚𝑎𝑠𝑖𝑎𝑑𝑜 𝑙𝑎𝑟𝑔𝑜𝑠. 𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑙𝑎 𝑚𝑢́𝑠𝑖𝑐𝑎 𝑐𝑎𝑚𝑏𝑖𝑜́, 𝑛𝑜𝑡𝑜́ 𝑒𝑙 𝑓𝑟𝜄́𝑜 𝑟𝑒𝑝𝑒𝑛𝑡𝑖𝑛𝑜 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑐𝑢𝑒𝑙𝑙𝑜. 𝑁𝑜 𝘩𝑢𝑏𝑜 𝑗𝑎𝑑𝑒𝑜 𝑛𝑖 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠 𝑎 𝑙𝑎 𝑔𝑎𝑟𝑔𝑎𝑛𝑡𝑎; 𝑠𝑜𝑙𝑜 𝑢𝑛𝑎 𝑙𝑖𝑔𝑒𝑟𝑎 𝑖𝑛𝑐𝑙𝑖𝑛𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑑𝑒 𝑐𝑎𝑏𝑒𝑧𝑎, 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑎𝑐𝑒𝑝𝑡𝑎𝑟𝑎 𝑢𝑛 𝑐𝑢𝑚𝑝𝑙𝑖𝑑𝑜 𝑠𝑖𝑙𝑒𝑛𝑐𝑖𝑜𝑠𝑜. 𝑇𝑒𝑟𝑚𝑖𝑛𝑜́ 𝑠𝑢 𝑐𝑜𝑝𝑎, 𝑑𝑒𝑗𝑜́ 𝑒𝑙 𝑐𝑟𝑖𝑠𝑡𝑎𝑙 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑏𝑎𝑛𝑑𝑒𝑗𝑎 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑐𝑎𝑚𝑎𝑟𝑒𝑟𝑜 𝑦 𝑠𝑒 𝑎𝑏𝑟𝑖𝑜́ 𝑝𝑎𝑠𝑜 𝘩𝑎𝑐𝑖𝑎 𝑒𝑙 𝑏𝑎𝑙𝑐𝑜́𝑛, 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑒𝑙 𝑎𝑖𝑟𝑒 𝑓𝑟𝑒𝑠𝑐𝑜 𝑙𝑒 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑜́ 𝑚𝑒𝑗𝑜𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑢𝑎𝑙𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟 𝑑𝑖𝑎𝑚𝑎𝑛𝑡𝑒.
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  • Era una tarde calurosa en Mondstadt, los niños jugaban en la fuente frente al restaurante de El Gran Cazador y chapoteaban en los charcos del riachuelo que estaba en la estatua de la Diosa que estaba en la parta alta de la ciudad, cerca de la iglesia.

    Una modista itinerante había ido a la ciudad a dar a conocer su trabajo, reparaba atuendos y creaba trajes, Razor, el chico lobo había sido "victima" de su trabajo pues él se había topado con ella una de las llanuras mientras era atacada con unos Hilichurl.

    "¡Que bien te ves!...Lástica que ese atuendo te hace ver mayor de lo que parecías antes...Pero puedes quedártelo jovencito, tómalo como agradecimiento por lo de esta mañana~" Decía la Modista.

    -Hubiera...preferido....comida.... -Dijo Razor con un suspiro, no lo dijo de mala intención pero no estaba impuesto a trajes tan poco usuales. Miraba hacia abajo y pasaba su mirada sobre su hombro como si quisiera verse la espalda. Tocó su cuello sintiendo las púas de su collar y eso le recordó algo, se le hizo familiar al collar de uno de los perros de la ciudad y sonrió. Se despidió de la Modista con la mano y se fue caminando hacia la Sede los Caballeros-

    Era una tarde calurosa en Mondstadt, los niños jugaban en la fuente frente al restaurante de El Gran Cazador y chapoteaban en los charcos del riachuelo que estaba en la estatua de la Diosa que estaba en la parta alta de la ciudad, cerca de la iglesia. Una modista itinerante había ido a la ciudad a dar a conocer su trabajo, reparaba atuendos y creaba trajes, Razor, el chico lobo había sido "victima" de su trabajo pues él se había topado con ella una de las llanuras mientras era atacada con unos Hilichurl. "¡Que bien te ves!...Lástica que ese atuendo te hace ver mayor de lo que parecías antes...Pero puedes quedártelo jovencito, tómalo como agradecimiento por lo de esta mañana~" Decía la Modista. -Hubiera...preferido....comida.... -Dijo Razor con un suspiro, no lo dijo de mala intención pero no estaba impuesto a trajes tan poco usuales. Miraba hacia abajo y pasaba su mirada sobre su hombro como si quisiera verse la espalda. Tocó su cuello sintiendo las púas de su collar y eso le recordó algo, se le hizo familiar al collar de uno de los perros de la ciudad y sonrió. Se despidió de la Modista con la mano y se fue caminando hacia la Sede los Caballeros-
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