La Casa de los Susurros.
DINÁMICA 1: “Despertar En La Casa”
Lo último que pudo recordar fue un nombre: Alejandro.
Y una inevitable canción que se le vino a la cabeza, seguida de un casi incontenible deseo de cantar. Casi.
Guardó silencio, mientras echaba un vistazo a su alrededor. La canción desapareció rápidamente de su mente sólo para ser reemplazada por una sensación tan familiar como escalofriante.
Cuando se tiene que dormir en muchas partes, la mente puede desorientarte y creer que se despierta en algún campamento en medio oriente, en una base de reserva, en casa de sus padres o en su apartamento.
Ninguna de esas opciones era correcta esta vez, pero se sintió como si pudiera tratarse de cualquiera.
Su celular estaba a su lado, en la mesita de noche, junto a su smartwatch. ¿Cuándo se lo había quitado? Solía dormir con el.
Se levantó de la cama. Sus pantuflas estaban ahí, justo a sus pies. Se las calzó, suaves y cómodas como siempre. Se echó a dar sin hacer ruido, como de costumbre. Tenía los ojos apenas abiertos, la modorra aún no lo abandonaba. Aún así, conocía el camino. Se acercó a la ventana, como de costumbre, y clavó un dedo en la tierra de la maceta de una plantita carnívora que había allí. Estaba todavía húmeda, no necesitaba regarla.
Volvió a la mesita de noche, se echó el celular al bolsillo y se puso el smartwatch. Entonces la vio: una nota.
"Estás a salvo aquí".
— Oh, ya veo.
Dijo, hablándole a la notita.
Una teoría se formó en su cabeza.
Esta era una casa de seguridad, un refugio. Algo había pasado y habían tenido que borrarlo del mapa, protegerlo. ¿De qué? No lo sabía. Alguien le contactaría en su debido momento.
#DespertarEnLaCasa La Casa de los Susurros.
DINÁMICA 1: “Despertar En La Casa”
Lo último que pudo recordar fue un nombre: Alejandro.
Y una inevitable canción que se le vino a la cabeza, seguida de un casi incontenible deseo de cantar. Casi.
Guardó silencio, mientras echaba un vistazo a su alrededor. La canción desapareció rápidamente de su mente sólo para ser reemplazada por una sensación tan familiar como escalofriante.
Cuando se tiene que dormir en muchas partes, la mente puede desorientarte y creer que se despierta en algún campamento en medio oriente, en una base de reserva, en casa de sus padres o en su apartamento.
Ninguna de esas opciones era correcta esta vez, pero se sintió como si pudiera tratarse de cualquiera.
Su celular estaba a su lado, en la mesita de noche, junto a su smartwatch. ¿Cuándo se lo había quitado? Solía dormir con el.
Se levantó de la cama. Sus pantuflas estaban ahí, justo a sus pies. Se las calzó, suaves y cómodas como siempre. Se echó a dar sin hacer ruido, como de costumbre. Tenía los ojos apenas abiertos, la modorra aún no lo abandonaba. Aún así, conocía el camino. Se acercó a la ventana, como de costumbre, y clavó un dedo en la tierra de la maceta de una plantita carnívora que había allí. Estaba todavía húmeda, no necesitaba regarla.
Volvió a la mesita de noche, se echó el celular al bolsillo y se puso el smartwatch. Entonces la vio: una nota.
"Estás a salvo aquí".
— Oh, ya veo.
Dijo, hablándole a la notita.
Una teoría se formó en su cabeza.
Esta era una casa de seguridad, un refugio. Algo había pasado y habían tenido que borrarlo del mapa, protegerlo. ¿De qué? No lo sabía. Alguien le contactaría en su debido momento.
#DespertarEnLaCasa