Ubicación: Bosque estatal de ██████.
Misión: Reconocimiento.
Equipo: Bravo-1.
Hora: 04:47 AM.
Llovía. La unidad avanzaba a través del bosque, cubriéndose mutuamente en silencio. Las linternas IR proyectaban conos estrechos de luz que temblaban al ritmo de los pasos.
La estructura no figuraba en ningún mapa o registro. Simplemente… estaba ahí. Una mansión victoriana de dos pisos, rodeada por un jardín marchito que parecía no haber conocido el sol en décadas. No había camino de acceso ni señales de ocupación. Sólo una verja oxidada que crujía con el viento y una entrada principal.
— Tenemos visual del objetivo —susurró Rourke.
Viper iba al frente, se detuvo para alzar el puño en señal de alto. Fueron sólo unos segundos en contemplativa quietud los que lo delataron, su silueta parcialmente oculta entre los árboles. El equipo lo conocía por su eficiencia y su silencio. Pero había algo más ahora. Algo en su postura. Algo no estaba bien.
— Vamos a entrar. Cuiden sus sectores —ordenó al fin, con su habitual tono suave, pero seco.
El interior estaba en un estado de conservación anormal. No había polvo ni telarañas. Las chimeneas parecían usadas recientemente, pero el aire estaba frío. No había olor a humo ni a humedad.
El equipo comenzó el avance.
En el comedor encontraron una mesa con cubiertos dispuestos para una cena. Había platos servidos con carne aún jugosa y humeante.
Una mosca flotaba inmóvil en el aire.
— ¿Qué... carajos es esto? —Susurró Mason.
El sistema de comunicaciones crujió con estática durante unos segundos. Luego, una voz infantil, apenas audible, dijo una sola palabra: "Fuera."
— Eso no viene de nuestro canal —aclaró Rourke.
Los visores térmicos -y la visión térmica natural de Viper que no los necesitaba- mostraban siluetas humanas sentadas a la mesa… pero no había nadie allí.
Viper se detuvo una vez más. Se giró un instante hacia el grupo enseñando el ceño fruncido. Sabía que algo así podía pasar.
Pero no dijo nada al respecto.
— Planta baja despejada. Subimos.
Subieron por la escalera cubierta de alfombra roja. Una de las lámparas se encendió sola.
Nadie creía ya que estaban en una operación estándar.
Viper mantuvo la delantera, su rifle apuntando hacia el pasillo. Al avanzar, notó que las puertas a ambos lados estaban cerradas, salvo una al fondo, entreabierta. Desde ahí emergía una luz blanca y pulsante, como de tubo fluorescente moribundo.
— Rourke, toma la izquierda. Mason, toma la derecha.
Dorsey, el más joven del equipo, se colocó detrás de Rourke. Respiraba de forma, pero trataba de disimularlo. Cada pocos segundos, lanzaba miradas alrededor como si esperara ver algo salir de las paredes.
— Despejado —Rourke.
— Limpio —Mason.
Tras reagruparse, se acercaron a la habitación iluminada. Viper empujó la puerta suavemente con una mano.
La luz provenía de una lámpara colgando del techo. La habitación, un dormitorio, había sido modificada: las paredes estaban cubiertas de lonas plásticas, la cama no era más que un armazón sin colchón en el centro y con correas desgastadas. Nadie necesitaba el resultado de un análisis para saber qué eran las manchas oscuras en el piso.
Sobre el catre no había nadie, Pero las correas vibraban, tensas, como si alguien invisible se debatiera aún allí.
—¿Esto es parte de... algún experimento militar? —murmuró Dorsey, visiblemente afectado.
Nadie respondió.
Viper tenía la mirada clavada en un espejo que colgaba frente a la cama. En él, su reflejo no era del todo suyo. Su imagen de naga estaba ahí, pero sus ojos eran humanos... llenos de terror.
Se giró sin inmutarse.
— Regresemos —esa era la última habitación.
Mientras salían, Rourke llamó por el intercomunicador:
— Viper, tenemos un problema.
El grupo respondió avanzando en su dirección. En la puerta de una de las habitaciones del ala izquierda, una de las que acababan de revisar hacía un momento, Rourke sostenía su arma con fuerza sin quitar la vista del interior.
Pronto, Viper se asomó.
La habitación era una réplica exacta del cuartel donde el equipo había dormido la noche anterior. Los catres, las mantas, hasta las fotos personales, todo los detalles estaban ahí. Incluso ellos. Copias de cada uno.
— Eso es un espejo, ¿Verdad? —Spider tenía la voz quebrada.
El silencio se apoderó del equipo.
— No toquen nada. Nos vamos.
— ¿Qué es esto, Viper? Esto no es normal. Esto es... —Mason parecía cada vez más asustado.
— Ya no es asunto nuestro.
Pero las escaleras ya no estaban ahí. El pasillo detrás de ellos era ahora un corredor infinito. La casa había cambiado.
Dorsey murmuró una maldición. Spider gruñó. Rourke revisó su munición por cuarta vez. Viper no mostró emoción alguna. Apretó los labios. Sabía que había una regla en estos casos: la anomalía te observa, y si sabe que la temes, se alimenta. Así que avanzó.
Misión: Reconocimiento.
Equipo: Bravo-1.
Hora: 04:47 AM.
Llovía. La unidad avanzaba a través del bosque, cubriéndose mutuamente en silencio. Las linternas IR proyectaban conos estrechos de luz que temblaban al ritmo de los pasos.
La estructura no figuraba en ningún mapa o registro. Simplemente… estaba ahí. Una mansión victoriana de dos pisos, rodeada por un jardín marchito que parecía no haber conocido el sol en décadas. No había camino de acceso ni señales de ocupación. Sólo una verja oxidada que crujía con el viento y una entrada principal.
— Tenemos visual del objetivo —susurró Rourke.
Viper iba al frente, se detuvo para alzar el puño en señal de alto. Fueron sólo unos segundos en contemplativa quietud los que lo delataron, su silueta parcialmente oculta entre los árboles. El equipo lo conocía por su eficiencia y su silencio. Pero había algo más ahora. Algo en su postura. Algo no estaba bien.
— Vamos a entrar. Cuiden sus sectores —ordenó al fin, con su habitual tono suave, pero seco.
El interior estaba en un estado de conservación anormal. No había polvo ni telarañas. Las chimeneas parecían usadas recientemente, pero el aire estaba frío. No había olor a humo ni a humedad.
El equipo comenzó el avance.
En el comedor encontraron una mesa con cubiertos dispuestos para una cena. Había platos servidos con carne aún jugosa y humeante.
Una mosca flotaba inmóvil en el aire.
— ¿Qué... carajos es esto? —Susurró Mason.
El sistema de comunicaciones crujió con estática durante unos segundos. Luego, una voz infantil, apenas audible, dijo una sola palabra: "Fuera."
— Eso no viene de nuestro canal —aclaró Rourke.
Los visores térmicos -y la visión térmica natural de Viper que no los necesitaba- mostraban siluetas humanas sentadas a la mesa… pero no había nadie allí.
Viper se detuvo una vez más. Se giró un instante hacia el grupo enseñando el ceño fruncido. Sabía que algo así podía pasar.
Pero no dijo nada al respecto.
— Planta baja despejada. Subimos.
Subieron por la escalera cubierta de alfombra roja. Una de las lámparas se encendió sola.
Nadie creía ya que estaban en una operación estándar.
Viper mantuvo la delantera, su rifle apuntando hacia el pasillo. Al avanzar, notó que las puertas a ambos lados estaban cerradas, salvo una al fondo, entreabierta. Desde ahí emergía una luz blanca y pulsante, como de tubo fluorescente moribundo.
— Rourke, toma la izquierda. Mason, toma la derecha.
Dorsey, el más joven del equipo, se colocó detrás de Rourke. Respiraba de forma, pero trataba de disimularlo. Cada pocos segundos, lanzaba miradas alrededor como si esperara ver algo salir de las paredes.
— Despejado —Rourke.
— Limpio —Mason.
Tras reagruparse, se acercaron a la habitación iluminada. Viper empujó la puerta suavemente con una mano.
La luz provenía de una lámpara colgando del techo. La habitación, un dormitorio, había sido modificada: las paredes estaban cubiertas de lonas plásticas, la cama no era más que un armazón sin colchón en el centro y con correas desgastadas. Nadie necesitaba el resultado de un análisis para saber qué eran las manchas oscuras en el piso.
Sobre el catre no había nadie, Pero las correas vibraban, tensas, como si alguien invisible se debatiera aún allí.
—¿Esto es parte de... algún experimento militar? —murmuró Dorsey, visiblemente afectado.
Nadie respondió.
Viper tenía la mirada clavada en un espejo que colgaba frente a la cama. En él, su reflejo no era del todo suyo. Su imagen de naga estaba ahí, pero sus ojos eran humanos... llenos de terror.
Se giró sin inmutarse.
— Regresemos —esa era la última habitación.
Mientras salían, Rourke llamó por el intercomunicador:
— Viper, tenemos un problema.
El grupo respondió avanzando en su dirección. En la puerta de una de las habitaciones del ala izquierda, una de las que acababan de revisar hacía un momento, Rourke sostenía su arma con fuerza sin quitar la vista del interior.
Pronto, Viper se asomó.
La habitación era una réplica exacta del cuartel donde el equipo había dormido la noche anterior. Los catres, las mantas, hasta las fotos personales, todo los detalles estaban ahí. Incluso ellos. Copias de cada uno.
— Eso es un espejo, ¿Verdad? —Spider tenía la voz quebrada.
El silencio se apoderó del equipo.
— No toquen nada. Nos vamos.
— ¿Qué es esto, Viper? Esto no es normal. Esto es... —Mason parecía cada vez más asustado.
— Ya no es asunto nuestro.
Pero las escaleras ya no estaban ahí. El pasillo detrás de ellos era ahora un corredor infinito. La casa había cambiado.
Dorsey murmuró una maldición. Spider gruñó. Rourke revisó su munición por cuarta vez. Viper no mostró emoción alguna. Apretó los labios. Sabía que había una regla en estos casos: la anomalía te observa, y si sabe que la temes, se alimenta. Así que avanzó.
Ubicación: Bosque estatal de ██████.
Misión: Reconocimiento.
Equipo: Bravo-1.
Hora: 04:47 AM.
Llovía. La unidad avanzaba a través del bosque, cubriéndose mutuamente en silencio. Las linternas IR proyectaban conos estrechos de luz que temblaban al ritmo de los pasos.
La estructura no figuraba en ningún mapa o registro. Simplemente… estaba ahí. Una mansión victoriana de dos pisos, rodeada por un jardín marchito que parecía no haber conocido el sol en décadas. No había camino de acceso ni señales de ocupación. Sólo una verja oxidada que crujía con el viento y una entrada principal.
— Tenemos visual del objetivo —susurró Rourke.
Viper iba al frente, se detuvo para alzar el puño en señal de alto. Fueron sólo unos segundos en contemplativa quietud los que lo delataron, su silueta parcialmente oculta entre los árboles. El equipo lo conocía por su eficiencia y su silencio. Pero había algo más ahora. Algo en su postura. Algo no estaba bien.
— Vamos a entrar. Cuiden sus sectores —ordenó al fin, con su habitual tono suave, pero seco.
El interior estaba en un estado de conservación anormal. No había polvo ni telarañas. Las chimeneas parecían usadas recientemente, pero el aire estaba frío. No había olor a humo ni a humedad.
El equipo comenzó el avance.
En el comedor encontraron una mesa con cubiertos dispuestos para una cena. Había platos servidos con carne aún jugosa y humeante.
Una mosca flotaba inmóvil en el aire.
— ¿Qué... carajos es esto? —Susurró Mason.
El sistema de comunicaciones crujió con estática durante unos segundos. Luego, una voz infantil, apenas audible, dijo una sola palabra: "Fuera."
— Eso no viene de nuestro canal —aclaró Rourke.
Los visores térmicos -y la visión térmica natural de Viper que no los necesitaba- mostraban siluetas humanas sentadas a la mesa… pero no había nadie allí.
Viper se detuvo una vez más. Se giró un instante hacia el grupo enseñando el ceño fruncido. Sabía que algo así podía pasar.
Pero no dijo nada al respecto.
— Planta baja despejada. Subimos.
Subieron por la escalera cubierta de alfombra roja. Una de las lámparas se encendió sola.
Nadie creía ya que estaban en una operación estándar.
Viper mantuvo la delantera, su rifle apuntando hacia el pasillo. Al avanzar, notó que las puertas a ambos lados estaban cerradas, salvo una al fondo, entreabierta. Desde ahí emergía una luz blanca y pulsante, como de tubo fluorescente moribundo.
— Rourke, toma la izquierda. Mason, toma la derecha.
Dorsey, el más joven del equipo, se colocó detrás de Rourke. Respiraba de forma, pero trataba de disimularlo. Cada pocos segundos, lanzaba miradas alrededor como si esperara ver algo salir de las paredes.
— Despejado —Rourke.
— Limpio —Mason.
Tras reagruparse, se acercaron a la habitación iluminada. Viper empujó la puerta suavemente con una mano.
La luz provenía de una lámpara colgando del techo. La habitación, un dormitorio, había sido modificada: las paredes estaban cubiertas de lonas plásticas, la cama no era más que un armazón sin colchón en el centro y con correas desgastadas. Nadie necesitaba el resultado de un análisis para saber qué eran las manchas oscuras en el piso.
Sobre el catre no había nadie, Pero las correas vibraban, tensas, como si alguien invisible se debatiera aún allí.
—¿Esto es parte de... algún experimento militar? —murmuró Dorsey, visiblemente afectado.
Nadie respondió.
Viper tenía la mirada clavada en un espejo que colgaba frente a la cama. En él, su reflejo no era del todo suyo. Su imagen de naga estaba ahí, pero sus ojos eran humanos... llenos de terror.
Se giró sin inmutarse.
— Regresemos —esa era la última habitación.
Mientras salían, Rourke llamó por el intercomunicador:
— Viper, tenemos un problema.
El grupo respondió avanzando en su dirección. En la puerta de una de las habitaciones del ala izquierda, una de las que acababan de revisar hacía un momento, Rourke sostenía su arma con fuerza sin quitar la vista del interior.
Pronto, Viper se asomó.
La habitación era una réplica exacta del cuartel donde el equipo había dormido la noche anterior. Los catres, las mantas, hasta las fotos personales, todo los detalles estaban ahí. Incluso ellos. Copias de cada uno.
— Eso es un espejo, ¿Verdad? —Spider tenía la voz quebrada.
El silencio se apoderó del equipo.
— No toquen nada. Nos vamos.
— ¿Qué es esto, Viper? Esto no es normal. Esto es... —Mason parecía cada vez más asustado.
— Ya no es asunto nuestro.
Pero las escaleras ya no estaban ahí. El pasillo detrás de ellos era ahora un corredor infinito. La casa había cambiado.
Dorsey murmuró una maldición. Spider gruñó. Rourke revisó su munición por cuarta vez. Viper no mostró emoción alguna. Apretó los labios. Sabía que había una regla en estos casos: la anomalía te observa, y si sabe que la temes, se alimenta. Así que avanzó.

