• Ubicación: Bosque estatal de ██████.
    Misión: Reconocimiento.
    Equipo: Bravo-1.
    Hora: 04:47 AM.

    Llovía. La unidad avanzaba a través del bosque, cubriéndose mutuamente en silencio. Las linternas IR proyectaban conos estrechos de luz que temblaban al ritmo de los pasos.

    La estructura no figuraba en ningún mapa o registro. Simplemente… estaba ahí. Una mansión victoriana de dos pisos, rodeada por un jardín marchito que parecía no haber conocido el sol en décadas. No había camino de acceso ni señales de ocupación. Sólo una verja oxidada que crujía con el viento y una entrada principal.

    — Tenemos visual del objetivo —susurró Rourke.

    Viper iba al frente, se detuvo para alzar el puño en señal de alto. Fueron sólo unos segundos en contemplativa quietud los que lo delataron, su silueta parcialmente oculta entre los árboles. El equipo lo conocía por su eficiencia y su silencio. Pero había algo más ahora. Algo en su postura. Algo no estaba bien.

    — Vamos a entrar. Cuiden sus sectores —ordenó al fin, con su habitual tono suave, pero seco.

    El interior estaba en un estado de conservación anormal. No había polvo ni telarañas. Las chimeneas parecían usadas recientemente, pero el aire estaba frío. No había olor a humo ni a humedad.

    El equipo comenzó el avance.

    En el comedor encontraron una mesa con cubiertos dispuestos para una cena. Había platos servidos con carne aún jugosa y humeante.

    Una mosca flotaba inmóvil en el aire.

    — ¿Qué... carajos es esto? —Susurró Mason.

    El sistema de comunicaciones crujió con estática durante unos segundos. Luego, una voz infantil, apenas audible, dijo una sola palabra: "Fuera."

    — Eso no viene de nuestro canal —aclaró Rourke.

    Los visores térmicos -y la visión térmica natural de Viper que no los necesitaba- mostraban siluetas humanas sentadas a la mesa… pero no había nadie allí.

    Viper se detuvo una vez más. Se giró un instante hacia el grupo enseñando el ceño fruncido. Sabía que algo así podía pasar.

    Pero no dijo nada al respecto.

    — Planta baja despejada. Subimos.

    Subieron por la escalera cubierta de alfombra roja. Una de las lámparas se encendió sola.

    Nadie creía ya que estaban en una operación estándar.

    Viper mantuvo la delantera, su rifle apuntando hacia el pasillo. Al avanzar, notó que las puertas a ambos lados estaban cerradas, salvo una al fondo, entreabierta. Desde ahí emergía una luz blanca y pulsante, como de tubo fluorescente moribundo.

    — Rourke, toma la izquierda. Mason, toma la derecha.

    Dorsey, el más joven del equipo, se colocó detrás de Rourke. Respiraba de forma, pero trataba de disimularlo. Cada pocos segundos, lanzaba miradas alrededor como si esperara ver algo salir de las paredes.

    — Despejado —Rourke.

    — Limpio —Mason.

    Tras reagruparse, se acercaron a la habitación iluminada. Viper empujó la puerta suavemente con una mano.

    La luz provenía de una lámpara colgando del techo. La habitación, un dormitorio, había sido modificada: las paredes estaban cubiertas de lonas plásticas, la cama no era más que un armazón sin colchón en el centro y con correas desgastadas. Nadie necesitaba el resultado de un análisis para saber qué eran las manchas oscuras en el piso.

    Sobre el catre no había nadie, Pero las correas vibraban, tensas, como si alguien invisible se debatiera aún allí.

    —¿Esto es parte de... algún experimento militar? —murmuró Dorsey, visiblemente afectado.

    Nadie respondió.

    Viper tenía la mirada clavada en un espejo que colgaba frente a la cama. En él, su reflejo no era del todo suyo. Su imagen de naga estaba ahí, pero sus ojos eran humanos... llenos de terror.

    Se giró sin inmutarse.

    — Regresemos —esa era la última habitación.

    Mientras salían, Rourke llamó por el intercomunicador:

    — Viper, tenemos un problema.

    El grupo respondió avanzando en su dirección. En la puerta de una de las habitaciones del ala izquierda, una de las que acababan de revisar hacía un momento, Rourke sostenía su arma con fuerza sin quitar la vista del interior.

    Pronto, Viper se asomó.

    La habitación era una réplica exacta del cuartel donde el equipo había dormido la noche anterior. Los catres, las mantas, hasta las fotos personales, todo los detalles estaban ahí. Incluso ellos. Copias de cada uno.

    — Eso es un espejo, ¿Verdad? —Spider tenía la voz quebrada.

    El silencio se apoderó del equipo.

    — No toquen nada. Nos vamos.

    — ¿Qué es esto, Viper? Esto no es normal. Esto es... —Mason parecía cada vez más asustado.

    — Ya no es asunto nuestro.

    Pero las escaleras ya no estaban ahí. El pasillo detrás de ellos era ahora un corredor infinito. La casa había cambiado.
    Dorsey murmuró una maldición. Spider gruñó. Rourke revisó su munición por cuarta vez. Viper no mostró emoción alguna. Apretó los labios. Sabía que había una regla en estos casos: la anomalía te observa, y si sabe que la temes, se alimenta. Así que avanzó.
    Ubicación: Bosque estatal de ██████. Misión: Reconocimiento. Equipo: Bravo-1. Hora: 04:47 AM. Llovía. La unidad avanzaba a través del bosque, cubriéndose mutuamente en silencio. Las linternas IR proyectaban conos estrechos de luz que temblaban al ritmo de los pasos. La estructura no figuraba en ningún mapa o registro. Simplemente… estaba ahí. Una mansión victoriana de dos pisos, rodeada por un jardín marchito que parecía no haber conocido el sol en décadas. No había camino de acceso ni señales de ocupación. Sólo una verja oxidada que crujía con el viento y una entrada principal. — Tenemos visual del objetivo —susurró Rourke. Viper iba al frente, se detuvo para alzar el puño en señal de alto. Fueron sólo unos segundos en contemplativa quietud los que lo delataron, su silueta parcialmente oculta entre los árboles. El equipo lo conocía por su eficiencia y su silencio. Pero había algo más ahora. Algo en su postura. Algo no estaba bien. — Vamos a entrar. Cuiden sus sectores —ordenó al fin, con su habitual tono suave, pero seco. El interior estaba en un estado de conservación anormal. No había polvo ni telarañas. Las chimeneas parecían usadas recientemente, pero el aire estaba frío. No había olor a humo ni a humedad. El equipo comenzó el avance. En el comedor encontraron una mesa con cubiertos dispuestos para una cena. Había platos servidos con carne aún jugosa y humeante. Una mosca flotaba inmóvil en el aire. — ¿Qué... carajos es esto? —Susurró Mason. El sistema de comunicaciones crujió con estática durante unos segundos. Luego, una voz infantil, apenas audible, dijo una sola palabra: "Fuera." — Eso no viene de nuestro canal —aclaró Rourke. Los visores térmicos -y la visión térmica natural de Viper que no los necesitaba- mostraban siluetas humanas sentadas a la mesa… pero no había nadie allí. Viper se detuvo una vez más. Se giró un instante hacia el grupo enseñando el ceño fruncido. Sabía que algo así podía pasar. Pero no dijo nada al respecto. — Planta baja despejada. Subimos. Subieron por la escalera cubierta de alfombra roja. Una de las lámparas se encendió sola. Nadie creía ya que estaban en una operación estándar. Viper mantuvo la delantera, su rifle apuntando hacia el pasillo. Al avanzar, notó que las puertas a ambos lados estaban cerradas, salvo una al fondo, entreabierta. Desde ahí emergía una luz blanca y pulsante, como de tubo fluorescente moribundo. — Rourke, toma la izquierda. Mason, toma la derecha. Dorsey, el más joven del equipo, se colocó detrás de Rourke. Respiraba de forma, pero trataba de disimularlo. Cada pocos segundos, lanzaba miradas alrededor como si esperara ver algo salir de las paredes. — Despejado —Rourke. — Limpio —Mason. Tras reagruparse, se acercaron a la habitación iluminada. Viper empujó la puerta suavemente con una mano. La luz provenía de una lámpara colgando del techo. La habitación, un dormitorio, había sido modificada: las paredes estaban cubiertas de lonas plásticas, la cama no era más que un armazón sin colchón en el centro y con correas desgastadas. Nadie necesitaba el resultado de un análisis para saber qué eran las manchas oscuras en el piso. Sobre el catre no había nadie, Pero las correas vibraban, tensas, como si alguien invisible se debatiera aún allí. —¿Esto es parte de... algún experimento militar? —murmuró Dorsey, visiblemente afectado. Nadie respondió. Viper tenía la mirada clavada en un espejo que colgaba frente a la cama. En él, su reflejo no era del todo suyo. Su imagen de naga estaba ahí, pero sus ojos eran humanos... llenos de terror. Se giró sin inmutarse. — Regresemos —esa era la última habitación. Mientras salían, Rourke llamó por el intercomunicador: — Viper, tenemos un problema. El grupo respondió avanzando en su dirección. En la puerta de una de las habitaciones del ala izquierda, una de las que acababan de revisar hacía un momento, Rourke sostenía su arma con fuerza sin quitar la vista del interior. Pronto, Viper se asomó. La habitación era una réplica exacta del cuartel donde el equipo había dormido la noche anterior. Los catres, las mantas, hasta las fotos personales, todo los detalles estaban ahí. Incluso ellos. Copias de cada uno. — Eso es un espejo, ¿Verdad? —Spider tenía la voz quebrada. El silencio se apoderó del equipo. — No toquen nada. Nos vamos. — ¿Qué es esto, Viper? Esto no es normal. Esto es... —Mason parecía cada vez más asustado. — Ya no es asunto nuestro. Pero las escaleras ya no estaban ahí. El pasillo detrás de ellos era ahora un corredor infinito. La casa había cambiado. Dorsey murmuró una maldición. Spider gruñó. Rourke revisó su munición por cuarta vez. Viper no mostró emoción alguna. Apretó los labios. Sabía que había una regla en estos casos: la anomalía te observa, y si sabe que la temes, se alimenta. Así que avanzó.
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  • -Wukong se encontraba demasiado triste porque su amada estrella desapareció de su vida hasta que tuvieron un último encuentro donde ella le explicó que debía regresar a su mundo para salvar a su gente. El Gran Sabio comprendió la situación y ambos se despidieron. Se amaban pero la vida de su amada la llamaba. El sueño de ambos de casarse y tener un hijo ha quedado atrás. Wukong dentro de su duelo amoroso deberá dedicarse a sus deberes y su rutina cómo monje budista de alto cargo.-
    -Wukong se encontraba demasiado triste porque su amada estrella desapareció de su vida hasta que tuvieron un último encuentro donde ella le explicó que debía regresar a su mundo para salvar a su gente. El Gran Sabio comprendió la situación y ambos se despidieron. Se amaban pero la vida de su amada la llamaba. El sueño de ambos de casarse y tener un hijo ha quedado atrás. Wukong dentro de su duelo amoroso deberá dedicarse a sus deberes y su rutina cómo monje budista de alto cargo.-
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  • ¿ahora mandan niños a matarme?
    lo envie a casa despues de una pequeña charla
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  • ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Tenemos un nuevo personaje 3D entre nosotros!

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    ¡Bienvenid@ a FicRol! Estamos felices de tenerte por aquí y esperamos que te sientas en casa. Esta plataforma es un gran lugar para explorar historias, conectar con otros personajes y desarrollar el tuyo. ¡Estamos ansiosos por verte en acción!

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  • ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Tenemos un nuevo personaje 3D entre nosotros!

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    ㅤㅤㅤㅤ ¡Fernando Rivarola de El Eternauta!


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  • —Era una noche tranquila,estaba atendiendo mi negocio como siempre,era re tarde entonces decidi empezar a cerrar todo tranquilo y sin apuro,no tenia a nadie esperandome en mi casa,una vez con las persinanas bajas y todo cerrado con llave me dispuse a salir pero...hubo un apagon en todo el barrio,ni siquiera funcionaban los postes de luz de la calle,en eso,empiezo a ver como varios autos empiezan a chocar de lleno contra algunas casas o negocios de la zona,lo mas raro es que ninguno de ellos freno y aun mas raro fue que todos los accidentes fueron al mismo tiempo,quize salir a ver como estaban los heridos,pero empezo a caer nieve..¿nieve,en verano en una noche de 29 grados?..algo no cerraba aca,quize salir a ver pero unos de los vecinos se me adelanto y salio a la calle con una linterna,unos segundos despues de estar en la vereda,el hombre cayo como una bolsa de papas,como si se hubiera desmayado,pero eso no fue lo que me puso nervioso,lo peor fue cuando su mujer quizo salir ni bien toco a su marido,ella tambien habia caido al piso,y asi con todos los vecinos que asomaban la cabeza por la ventana,incluso algunos caian por loos balcones de los edifcios de la cuadra...ahi me di cuenta de lo que pasaba,habia algo en el aire que dejaba inconsciente o algo peor..
    —Era una noche tranquila,estaba atendiendo mi negocio como siempre,era re tarde entonces decidi empezar a cerrar todo tranquilo y sin apuro,no tenia a nadie esperandome en mi casa,una vez con las persinanas bajas y todo cerrado con llave me dispuse a salir pero...hubo un apagon en todo el barrio,ni siquiera funcionaban los postes de luz de la calle,en eso,empiezo a ver como varios autos empiezan a chocar de lleno contra algunas casas o negocios de la zona,lo mas raro es que ninguno de ellos freno y aun mas raro fue que todos los accidentes fueron al mismo tiempo,quize salir a ver como estaban los heridos,pero empezo a caer nieve..¿nieve,en verano en una noche de 29 grados?..algo no cerraba aca,quize salir a ver pero unos de los vecinos se me adelanto y salio a la calle con una linterna,unos segundos despues de estar en la vereda,el hombre cayo como una bolsa de papas,como si se hubiera desmayado,pero eso no fue lo que me puso nervioso,lo peor fue cuando su mujer quizo salir ni bien toco a su marido,ella tambien habia caido al piso,y asi con todos los vecinos que asomaban la cabeza por la ventana,incluso algunos caian por loos balcones de los edifcios de la cuadra...ahi me di cuenta de lo que pasaba,habia algo en el aire que dejaba inconsciente o algo peor..
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  • La investigación
    Categoría Acción
    -Falto un solo día y siempre pasan estas cosas.
    Suspire fuerte mientras me comía mi pan con la cabeza agachada, mi grupo de amigas se estaba riendo.
    -Siempre pasa algo y tu faltas porque te paso algo peor... Igual, que mal que te hayan robado, ahora no puedes andar distraída en la calle, siempre lo haces.
    Solo la mire con una pequeña mueca, si había sido robada y de hecho tenía un ojo morado pero no fue por estar distraída en la calle.

    -bueno, pero lo importante es que estas viva y con nosotros además yo tengo tus papelitos. Que la profe nos hizo sacar papeles al azar para saber a que tema nos toca y también nos dio recomendaciones.

    Abril me dio los papeles con una sonrisa, yo los abrí un poco confundida mientras que mi grupo de amigas también los veian con la misma expresión.

    -¿es normal que no tenga el nombre de la persona que me tiene que ayudar?
    -de hecho no, todos los papelitos que nos salio a nosotras eran de algunos profesores.

    Suspire aún más fastidiada. Cuando terminaron las clases le fui a pedir una guía a la profesora de la materia. Ella dijo que era una persona que tenía un conocimiento fascinante, pero no sabía si iba a estar dispuesto a ayudarme. Era mejor que lo fuera a visitar directamente que llamarlo, se me olvidó mencionar que en este famoso papelitos solo estaba su apellido y su dirección.

    Por fin llegó el viernes después de clase y mientras que toda la universidad salía de fiesta yo fui a la otra punta de la ciudad a buscar la persona que me ayudaría con esta investigación sobre la edad antigua y la esclavitud. Mientras que miraba el paisaje que pasaba de ser el típico urbano moderno paso a ser más antiguas las contrucciones pero más orgánicas y hermosas. Al llegar a la casa toque el timbre y me aleje un poco de la puerta para mirar hacia el parque que estaba justo al frente, era hermoso y trasmitía paz, la vista afloraba mi creatividad que la necesitaba más que nunca porque tenía un tema en mente sobre el tema que me había aparecido en los papelitos, pero no tenía idea que hacer. Cuando pasaron aproximadamente 5 minutos y con las ideas más claras volví a tocar el timbre pero esta vez me quedé esperando frente a la puerta, tenia el presentimiento de que no me iban a abrir y mi ceño se frunció solo de pensarlo. @Samael Öὄφις
    -Falto un solo día y siempre pasan estas cosas. Suspire fuerte mientras me comía mi pan con la cabeza agachada, mi grupo de amigas se estaba riendo. -Siempre pasa algo y tu faltas porque te paso algo peor... Igual, que mal que te hayan robado, ahora no puedes andar distraída en la calle, siempre lo haces. Solo la mire con una pequeña mueca, si había sido robada y de hecho tenía un ojo morado pero no fue por estar distraída en la calle. -bueno, pero lo importante es que estas viva y con nosotros además yo tengo tus papelitos. Que la profe nos hizo sacar papeles al azar para saber a que tema nos toca y también nos dio recomendaciones. Abril me dio los papeles con una sonrisa, yo los abrí un poco confundida mientras que mi grupo de amigas también los veian con la misma expresión. -¿es normal que no tenga el nombre de la persona que me tiene que ayudar? -de hecho no, todos los papelitos que nos salio a nosotras eran de algunos profesores. Suspire aún más fastidiada. Cuando terminaron las clases le fui a pedir una guía a la profesora de la materia. Ella dijo que era una persona que tenía un conocimiento fascinante, pero no sabía si iba a estar dispuesto a ayudarme. Era mejor que lo fuera a visitar directamente que llamarlo, se me olvidó mencionar que en este famoso papelitos solo estaba su apellido y su dirección. Por fin llegó el viernes después de clase y mientras que toda la universidad salía de fiesta yo fui a la otra punta de la ciudad a buscar la persona que me ayudaría con esta investigación sobre la edad antigua y la esclavitud. Mientras que miraba el paisaje que pasaba de ser el típico urbano moderno paso a ser más antiguas las contrucciones pero más orgánicas y hermosas. Al llegar a la casa toque el timbre y me aleje un poco de la puerta para mirar hacia el parque que estaba justo al frente, era hermoso y trasmitía paz, la vista afloraba mi creatividad que la necesitaba más que nunca porque tenía un tema en mente sobre el tema que me había aparecido en los papelitos, pero no tenía idea que hacer. Cuando pasaron aproximadamente 5 minutos y con las ideas más claras volví a tocar el timbre pero esta vez me quedé esperando frente a la puerta, tenia el presentimiento de que no me iban a abrir y mi ceño se frunció solo de pensarlo. @[Samael_rp]
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    10
    Estado
    Disponible
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  • El café estaba listo. La mujer que había tocado a su puerta, sentada en el sofá. Mediana edad, probablemente sólo una ama de casa.

    —Debería demandar a la revista por seguir dando mi dirección a todo el que pregunta —dijo él, luego bebió de su taza y dejó la otra en la mesa de centro.

    —Frederick no puede separarse de Sofía —la mujer se atrevía a hablar por fin. Levantó su cabeza para ver los cansados ojos del docente.

    —¿Disculpe? —

    —Frederick y Sofía tienen que quedarse juntos. No puede separarlos —ella habló con total seriedad.

    —¿De verdad vino usted aquí, a la casa de un completo extraño, a las once de la noche, a decir esto? —

    Increíble. Las amas de casa son algo fascinante.

    —¡No puede separarlos! ¡No puede, Frederick la ama, yo lo sé! —se había puesto de pie. Tomó al profesor por la camisa, lo sacudió un poco. —¡No los separe! —

    —Oiga, señora… se está tomando esto muy en serio, ¿no cree? —

    Sólo era un trabajo de medio tiempo escribiendo historias románticas en una revista para amas de casa. ¿Qué tan malo podía ser? Ah, parece que Sawajiri pecó de ingenuo. Otra vez. ¿Cuántas iban en el mes?

    —¡No los separe, no se atreva! —las manos femeninas volvieron a sacudirlo.

    —¡Frederick es un mujeriego, él no ama a nadie más que a sí mismo! —vociferó él. Oh, no, ¿se lo estaba tomando en serio también?

    —¡Cállese, usted no sabe nada de Frederick! —ella lo sacudió más todavía.

    —¿De qué carajo habla? ¡Yo creé a Frederick y a Sofía! —

    —¡No me importa! Él la ama y puede cambiar, las otras son sólo diversión —y no dejaba de sacudirlo.

    —¡Abra los ojos, señora! Los hombres como Frederick no cambian. Le pide perdón cuando la caga, y días después se está cogiendo a otra. Sofía va a perdonarlo una y otra vez, y en quince años, cuando esté llena de hijos, estrías y sueños inconclusos, él va a decirle que se descuidó y la dejará por una más joven. ¿Es eso lo que usted quiere para Sofía? —

    Los ojos de la mujer se abrieron de par en par, luego huyeron de la mirada masculina. La camisa soltó, parecía no saber qué hacer ahora con sus manos. Como un ruidoso juguete al que de pronto se le terminaron las baterías, la energía, se había apagado.

    —Señor, ¿usted cree que Sofía es tonta? —un tono más apagado, casi como un susurro, usó la ella.

    —¿…Eh? —

    —Sofía lo sabe. Ella sabe todo eso, y está dispuesta a sacrificarlo todo. Su vida, su futuro, sus sueños, todo. Porque ella… —

    —¿Porque ella lo ama? —

    —Porque ella… —volvió a mirarlo. Sus ojos luchaban por contener las lágrimas, unas que parecían tener mucho tiempo guardadas. —…es sólo una ama de casa. Una ama de casa con la esperanza de que, quizás sólo esta vez, la historia sea distinta. Porque es lo único que le queda—.

    Silencio. Largo, incómodo, asfixiante silencio.

    —¿Sabe algo, señora? —se encargó él de terminar el silencio. —Tal vez… Frederick sí puede cambiar—.
    El café estaba listo. La mujer que había tocado a su puerta, sentada en el sofá. Mediana edad, probablemente sólo una ama de casa. —Debería demandar a la revista por seguir dando mi dirección a todo el que pregunta —dijo él, luego bebió de su taza y dejó la otra en la mesa de centro. —Frederick no puede separarse de Sofía —la mujer se atrevía a hablar por fin. Levantó su cabeza para ver los cansados ojos del docente. —¿Disculpe? — —Frederick y Sofía tienen que quedarse juntos. No puede separarlos —ella habló con total seriedad. —¿De verdad vino usted aquí, a la casa de un completo extraño, a las once de la noche, a decir esto? — Increíble. Las amas de casa son algo fascinante. —¡No puede separarlos! ¡No puede, Frederick la ama, yo lo sé! —se había puesto de pie. Tomó al profesor por la camisa, lo sacudió un poco. —¡No los separe! — —Oiga, señora… se está tomando esto muy en serio, ¿no cree? — Sólo era un trabajo de medio tiempo escribiendo historias románticas en una revista para amas de casa. ¿Qué tan malo podía ser? Ah, parece que Sawajiri pecó de ingenuo. Otra vez. ¿Cuántas iban en el mes? —¡No los separe, no se atreva! —las manos femeninas volvieron a sacudirlo. —¡Frederick es un mujeriego, él no ama a nadie más que a sí mismo! —vociferó él. Oh, no, ¿se lo estaba tomando en serio también? —¡Cállese, usted no sabe nada de Frederick! —ella lo sacudió más todavía. —¿De qué carajo habla? ¡Yo creé a Frederick y a Sofía! — —¡No me importa! Él la ama y puede cambiar, las otras son sólo diversión —y no dejaba de sacudirlo. —¡Abra los ojos, señora! Los hombres como Frederick no cambian. Le pide perdón cuando la caga, y días después se está cogiendo a otra. Sofía va a perdonarlo una y otra vez, y en quince años, cuando esté llena de hijos, estrías y sueños inconclusos, él va a decirle que se descuidó y la dejará por una más joven. ¿Es eso lo que usted quiere para Sofía? — Los ojos de la mujer se abrieron de par en par, luego huyeron de la mirada masculina. La camisa soltó, parecía no saber qué hacer ahora con sus manos. Como un ruidoso juguete al que de pronto se le terminaron las baterías, la energía, se había apagado. —Señor, ¿usted cree que Sofía es tonta? —un tono más apagado, casi como un susurro, usó la ella. —¿…Eh? — —Sofía lo sabe. Ella sabe todo eso, y está dispuesta a sacrificarlo todo. Su vida, su futuro, sus sueños, todo. Porque ella… — —¿Porque ella lo ama? — —Porque ella… —volvió a mirarlo. Sus ojos luchaban por contener las lágrimas, unas que parecían tener mucho tiempo guardadas. —…es sólo una ama de casa. Una ama de casa con la esperanza de que, quizás sólo esta vez, la historia sea distinta. Porque es lo único que le queda—. Silencio. Largo, incómodo, asfixiante silencio. —¿Sabe algo, señora? —se encargó él de terminar el silencio. —Tal vez… Frederick sí puede cambiar—.
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  • El primer encuentro de dos mundos — El extraño del bosque.
    Earthrealm — Fangjiang.
    (Autoconclusivo)

    ----

    La brisa suave de la mañana acariciaba los campos de Fangjiang, llevando consigo el dulce aroma de las frambuesas recién cortadas. Mei, arrodillada junto a un arbusto, apartó un mechón oscuro de su rostro mientras llenaba un cesto de mimbre con cuidado. Aquel día, como tantos otros desde que eligió vivir entre los humanos, había sido pacífico: enseñanzas para los niños, pruebas con sus cultivos y momentos de armonía junto a la aldea.

    Pero entonces, el viento cambió.

    No era el anuncio de una tormenta ni una simple alteración del clima. Era el olor. Un aroma metálico, denso, inconfundible: sangre.

    Su corazón se aceleró. Algo —o alguien— la observaba desde el bosque.

    Mei se incorporó de inmediato, cesto en brazos, y sin voltear, comenzó a caminar de regreso. El aire vibraba con una tensión invisible que solo ella podía percibir. Apenas alcanzó el umbral de su casa, un golpe repentino la derribó.

    Las frambuesas se esparcieron como gotas dulces sobre la madera, y un cuerpo cayó a sus pies. Un hombre, cubierto de sangre y suciedad, vestido con una armadura extraña de un verde ajeno a ese mundo. Estaba gravemente herido. Su aliento era pesado y su piel surcada de cicatrices.

    Antes de que pudiera reaccionar, tres hombres armados irrumpieron en la casa. Sus miradas se posaron sobre Mei con intenciones claras. Ella retrocedió, el cuerpo temblando, no por su propia vida, sino por los niños que en cualquier momento podrían llegar.

    Entonces, el extraño se levantó.

    Con un rugido gutural, se lanzó contra los intrusos. Uno cayó con un zarpazo seco. Otro fue alzado por el cuello y estrellado contra una columna. Al último… lo deshizo con ácido.

    Brutal. Implacable. Letal.

    El silencio volvió a instalarse, roto solo por sus jadeos. El extraño —Syzoth, aunque Mei aún no lo supiera— se volvió hacia ella. Sus ojos dorados se clavaron en los suyos. Ella quiso correr, pero él fue más rápido. La empujó contra la pared y le sostuvo la mandíbula con fuerza.

    —Silencio —ordenó, con voz ronca y acento extranjero. Mei asintió sin emitir palabra, el miedo clavado en los huesos.

    Syzoth tambaleaba por las heridas, pero su mirada ardía con desconfianza.

    —Cúrame. Ahora.

    Un golpeteo en la puerta interrumpió la escena. Una vocecita infantil preguntó por ella, inocente y ajena al peligro. Mei, temblando, rogó a Syzoth que no hiciera daño. Él accedió, solo para evitar alboroto, aunque dejó claro que si no los despachaba, no dudaría en acabar con todos.

    Mei respiró hondo y los despidió con voz serena. Cuando la puerta se cerró, él la tomó del brazo y la arrastró sin miramientos al interior.

    En la sala, Syzoth se desplomó sobre un sofá. Mei se arrodilló frente a él. Con una mirada rápida a sus heridas, identificó ciertos rasgos descritos en textos antiguos: era un zaterrano. Usando tomos que había conservado en secreto, comenzó a tratarlo. Durante horas limpió heridas, cerró laceraciones y reguló su temperatura con infusiones de hierbas.

    Cuando finalmente cayó dormido por el agotamiento, Mei pensó que podría descansar. Pero se equivocaba.

    Al despertar, Syzoth apareció a sus espaldas. La inmovilizó con una llave brusca.

    —¿Qué cocinas? —gruñó, olfateándola con sospecha.

    Ella, temblando, respondió con nerviosismo. Solo al probar la comida y constatar que no era veneno, la soltó. Aún así, no cesaron las amenazas.

    Al terminar de comer, lanzó otra orden:

    —Dormiré aquí. Contigo.

    Mei negó, horrorizada. Él no aceptó discusión.

    La noche fue larga. Ninguno de los dos durmió en verdad. Mei apenas se atrevía a respirar. Syzoth la vigilaba con una mezcla de recelo y agotamiento.

    Al amanecer, los primeros rayos se colaron por la ventana. Mei se incorporó lentamente, el pecho oprimido, preguntándose si su vida cambiaría para siempre con ese día.

    —¿A dónde vas? —gruñó la voz áspera detrás de ella.

    —A limpiar… a preparar la casa para los niños… —susurró.

    —No.

    La palabra fue una sentencia.

    Ella explicó con voz quebrada que si no hacía su rutina, los ancianos de la aldea vendrían a buscarla. Y lo descubrirían. Él bufó, pero accedió con reticencia.

    Ella no lo sabía aún… pero ese fue el comienzo.

    El inicio de una historia marcada por la furia, la desconfianza, el amor…
    Y la redención.
    El primer encuentro de dos mundos — El extraño del bosque. Earthrealm — Fangjiang. (Autoconclusivo) ---- La brisa suave de la mañana acariciaba los campos de Fangjiang, llevando consigo el dulce aroma de las frambuesas recién cortadas. Mei, arrodillada junto a un arbusto, apartó un mechón oscuro de su rostro mientras llenaba un cesto de mimbre con cuidado. Aquel día, como tantos otros desde que eligió vivir entre los humanos, había sido pacífico: enseñanzas para los niños, pruebas con sus cultivos y momentos de armonía junto a la aldea. Pero entonces, el viento cambió. No era el anuncio de una tormenta ni una simple alteración del clima. Era el olor. Un aroma metálico, denso, inconfundible: sangre. Su corazón se aceleró. Algo —o alguien— la observaba desde el bosque. Mei se incorporó de inmediato, cesto en brazos, y sin voltear, comenzó a caminar de regreso. El aire vibraba con una tensión invisible que solo ella podía percibir. Apenas alcanzó el umbral de su casa, un golpe repentino la derribó. Las frambuesas se esparcieron como gotas dulces sobre la madera, y un cuerpo cayó a sus pies. Un hombre, cubierto de sangre y suciedad, vestido con una armadura extraña de un verde ajeno a ese mundo. Estaba gravemente herido. Su aliento era pesado y su piel surcada de cicatrices. Antes de que pudiera reaccionar, tres hombres armados irrumpieron en la casa. Sus miradas se posaron sobre Mei con intenciones claras. Ella retrocedió, el cuerpo temblando, no por su propia vida, sino por los niños que en cualquier momento podrían llegar. Entonces, el extraño se levantó. Con un rugido gutural, se lanzó contra los intrusos. Uno cayó con un zarpazo seco. Otro fue alzado por el cuello y estrellado contra una columna. Al último… lo deshizo con ácido. Brutal. Implacable. Letal. El silencio volvió a instalarse, roto solo por sus jadeos. El extraño —Syzoth, aunque Mei aún no lo supiera— se volvió hacia ella. Sus ojos dorados se clavaron en los suyos. Ella quiso correr, pero él fue más rápido. La empujó contra la pared y le sostuvo la mandíbula con fuerza. —Silencio —ordenó, con voz ronca y acento extranjero. Mei asintió sin emitir palabra, el miedo clavado en los huesos. Syzoth tambaleaba por las heridas, pero su mirada ardía con desconfianza. —Cúrame. Ahora. Un golpeteo en la puerta interrumpió la escena. Una vocecita infantil preguntó por ella, inocente y ajena al peligro. Mei, temblando, rogó a Syzoth que no hiciera daño. Él accedió, solo para evitar alboroto, aunque dejó claro que si no los despachaba, no dudaría en acabar con todos. Mei respiró hondo y los despidió con voz serena. Cuando la puerta se cerró, él la tomó del brazo y la arrastró sin miramientos al interior. En la sala, Syzoth se desplomó sobre un sofá. Mei se arrodilló frente a él. Con una mirada rápida a sus heridas, identificó ciertos rasgos descritos en textos antiguos: era un zaterrano. Usando tomos que había conservado en secreto, comenzó a tratarlo. Durante horas limpió heridas, cerró laceraciones y reguló su temperatura con infusiones de hierbas. Cuando finalmente cayó dormido por el agotamiento, Mei pensó que podría descansar. Pero se equivocaba. Al despertar, Syzoth apareció a sus espaldas. La inmovilizó con una llave brusca. —¿Qué cocinas? —gruñó, olfateándola con sospecha. Ella, temblando, respondió con nerviosismo. Solo al probar la comida y constatar que no era veneno, la soltó. Aún así, no cesaron las amenazas. Al terminar de comer, lanzó otra orden: —Dormiré aquí. Contigo. Mei negó, horrorizada. Él no aceptó discusión. La noche fue larga. Ninguno de los dos durmió en verdad. Mei apenas se atrevía a respirar. Syzoth la vigilaba con una mezcla de recelo y agotamiento. Al amanecer, los primeros rayos se colaron por la ventana. Mei se incorporó lentamente, el pecho oprimido, preguntándose si su vida cambiaría para siempre con ese día. —¿A dónde vas? —gruñó la voz áspera detrás de ella. —A limpiar… a preparar la casa para los niños… —susurró. —No. La palabra fue una sentencia. Ella explicó con voz quebrada que si no hacía su rutina, los ancianos de la aldea vendrían a buscarla. Y lo descubrirían. Él bufó, pero accedió con reticencia. Ella no lo sabía aún… pero ese fue el comienzo. El inicio de una historia marcada por la furia, la desconfianza, el amor… Y la redención.
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  • [rol abierto]


    Lenore Dove amaba la primavera: el canto de las aves en el bosque, las flores estallando en el prado, sus gansos correteando libres bajo el sol.
    Pero no era solo el calor del sol sobre su rostro, ni ese aroma inconfundible a cedro, madera y rosas. Era ese momento especial, ese respiro único cuando podía sentarse en las puertas de su casa, rodeada de su familia, vibrando todos juntos con el mundo que los rodeaba.

    Tam Amber, Clerk Carmine, su tía Barb Azure… todos le habían enseñado historias tan antiguas como el tiempo mismo, historias que eran solo de la bandada, transmitidas de padres a hijos, inquebrantables.
    No era solo música.
    No eran solo las ansias de ser libres, de viajar de distrito en distrito.
    Era su idioma, su manera de mirar el mundo. Y eso nadie podría arrebatárselo.


    Durante el atardecer, sus tíos solían hacer una fogata, y tocar sus instrumentos frente a esta, Lenore Dove bailaba y se movía, alzando los brazos e imitando el ritmo de las llamas.


    ─ Suerte a Lenore Dove.. ─

    Recitó Tam Amber, mientras hacía sonar una caja de madera rítmicamente. No pudo evitar sonreír¿Cómo sería en aquellos tiempos? Dónde toda la bandada vivía y convive junta, y no eran solo ellos cuatro.

    ─ Suerte a la Bandada.

    A Burdock, madre,

    Clerk Carmine, afortunado.

    A tam Amber, madre.

    Que venga la suerte entre las manos



    Recitó, mientras Imaginaba risas, imaginaba música e imaginaba la calidez de una tarde de primavera. Lenore Dove abrió sus ojos, para encontrarse con el rostro de un desconocido, la música paró de golpe y Tam Amber se levantó serio.

    ─ Si no traes malas noticias, puedes quedarte con nosotros y comer del guiso a las brasas, si no, vete. ─

    Habló Lenore Dove, acostumbrada a las miradas del resto sobre ellos, que les dijeran que eran raros, que creían en cuentos. Pero ¿Que tenía de malo? Sus costumbres venían desde antes del tiempo mismo.
    [rol abierto] Lenore Dove amaba la primavera: el canto de las aves en el bosque, las flores estallando en el prado, sus gansos correteando libres bajo el sol. Pero no era solo el calor del sol sobre su rostro, ni ese aroma inconfundible a cedro, madera y rosas. Era ese momento especial, ese respiro único cuando podía sentarse en las puertas de su casa, rodeada de su familia, vibrando todos juntos con el mundo que los rodeaba. Tam Amber, Clerk Carmine, su tía Barb Azure… todos le habían enseñado historias tan antiguas como el tiempo mismo, historias que eran solo de la bandada, transmitidas de padres a hijos, inquebrantables. No era solo música. No eran solo las ansias de ser libres, de viajar de distrito en distrito. Era su idioma, su manera de mirar el mundo. Y eso nadie podría arrebatárselo. Durante el atardecer, sus tíos solían hacer una fogata, y tocar sus instrumentos frente a esta, Lenore Dove bailaba y se movía, alzando los brazos e imitando el ritmo de las llamas. ─ Suerte a Lenore Dove.. ─ Recitó Tam Amber, mientras hacía sonar una caja de madera rítmicamente. No pudo evitar sonreír¿Cómo sería en aquellos tiempos? Dónde toda la bandada vivía y convive junta, y no eran solo ellos cuatro. ─ Suerte a la Bandada. A Burdock, madre, Clerk Carmine, afortunado. A tam Amber, madre. Que venga la suerte entre las manos Recitó, mientras Imaginaba risas, imaginaba música e imaginaba la calidez de una tarde de primavera. Lenore Dove abrió sus ojos, para encontrarse con el rostro de un desconocido, la música paró de golpe y Tam Amber se levantó serio. ─ Si no traes malas noticias, puedes quedarte con nosotros y comer del guiso a las brasas, si no, vete. ─ Habló Lenore Dove, acostumbrada a las miradas del resto sobre ellos, que les dijeran que eran raros, que creían en cuentos. Pero ¿Que tenía de malo? Sus costumbres venían desde antes del tiempo mismo.
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