• Después de un largo día en la tierra, Mark decidió volver al hotel y descansar. La habitación era pequeña, casi austera, sin lujos ni adornos innecesarios. Una cama deshecha, una silla en el rincón junto a una mesa cubierta con papeles, y una ventana que dejaba pasar la luz tenue de un atardecer que se desvanecía rápidamente. Mark estaba solo, sin soldados que lo vigilasen, sin órdenes inmediatas que seguir. Era su último día en la Tierra, antes de regresar a su deber, y aún no estaba listo para partir.

    En la mochila que llevaba consigo, su mirada se detuvo por un instante en un objeto que no estaba relacionado con las batallas, las guerras ni la conquista: un libro. Simplemente lo sacó y lo dejó sobre la mesa, sus dedos rozando la cubierta como si estuviera tocando algo raro, algo ajeno a el. Había encontrado ese libro en su antiguo hogar, escondido en una caja de cartón encima de un armario viejo. Tenía entendido que los libros fueron escritos por su padre, pero nunca les prestó mayor interés. Pero ahora, en la quietud de la habitación, algo le impulsó a abrirlo.

    Lo hojeó por unos momentos hasta llegar a una página que captó su atención. El título en la parte superior decía: "Space Racer: El hombre con el arma INVENCIBLE". Sin querer, su rostro adoptó una ligera expresión de curiosidad. Se acomodó en la silla y comenzó a leer.

    —Buen titulo, papá. —Dijo el, mostrando una leve sonrisa.

    —"𝙋𝙤𝙘𝙤 𝙨𝙚 𝙨𝙖𝙗𝙞́𝙖 𝙨𝙤𝙗𝙧𝙚 𝙚𝙡 𝙎𝙥𝙖𝙘𝙚 𝙍𝙖𝙘𝙚𝙧. 𝙀𝙧𝙖 𝙪𝙣 𝙢𝙞𝙨𝙩𝙚𝙧𝙞𝙤, 𝙪𝙣𝙖 𝙛𝙞𝙜𝙪𝙧𝙖 𝙡𝙚𝙜𝙚𝙣𝙙𝙖𝙧𝙞𝙖. 𝙎𝙪𝙨 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖𝙨 𝙖𝙗𝙖𝙧𝙘𝙖𝙣 𝟭𝟮 𝙜𝙖𝙡𝙖𝙭𝙞𝙖𝙨 𝙮 𝙩𝙤𝙙𝙖𝙨 𝙚𝙡𝙡𝙖𝙨 𝙞𝙣𝙘𝙡𝙪𝙞́𝙖𝙣 𝙪𝙣𝙖 𝙘𝙤𝙣𝙨𝙩𝙖𝙣𝙩𝙚:

    —"𝙄𝙉𝙁𝙄𝙉𝙄𝙏𝙔 𝙍𝘼𝙔" —Realizó una breve pausa al leer aquel nombre, luego continuó con la lectura.

    —"𝙎𝙚 𝙙𝙚𝙘𝙞́𝙖 𝙦𝙪𝙚 𝙚𝙢𝙞𝙩𝙞́𝙖 𝙪𝙣𝙖 𝙤𝙣𝙙𝙖 𝙙𝙚 𝙚𝙣𝙚𝙧𝙜𝙞́𝙖 𝙞𝙢𝙥𝙖𝙧𝙖𝙗𝙡𝙚 𝙦𝙪𝙚 𝙙𝙚𝙨𝙩𝙧𝙪𝙞́𝙖 𝙩𝙤𝙙𝙤 𝙖 𝙨𝙪 𝙥𝙖𝙨𝙤: 𝙖𝙨𝙩𝙚𝙧𝙤𝙞𝙙𝙚𝙨, 𝙨𝙖𝙩𝙚́𝙡𝙞𝙩𝙚𝙨, 𝙥𝙡𝙖𝙣𝙚𝙩𝙖𝙨 𝙮 𝙚𝙨𝙩𝙧𝙚𝙡𝙡𝙖𝙨. 𝙋𝙚𝙧𝙤 𝙧𝙚𝙦𝙪𝙚𝙧𝙞́𝙖 𝙪𝙣 𝙥𝙪𝙡𝙨𝙤 𝙛𝙞𝙧𝙢𝙚 𝙮 𝙢𝙖́𝙨 𝙞𝙢𝙥𝙤𝙧𝙩𝙖𝙣𝙩𝙚 𝙖𝙪́𝙣, 𝙪𝙣𝙖 𝙢𝙚𝙣𝙩𝙚 𝙛𝙞𝙧𝙢𝙚. 𝙉𝙖𝙙𝙞𝙚 𝙥𝙪𝙙𝙤 𝙖𝙘𝙚𝙧𝙘𝙖𝙧𝙨𝙚 𝙖 𝙄𝙣𝙛𝙞𝙣𝙞𝙩𝙮 𝙍𝙖𝙮 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙚𝙨𝙩𝙪𝙙𝙞𝙖𝙧 𝙚𝙡 𝙖𝙧𝙢𝙖 𝙥𝙤𝙧 𝙨𝙪 𝙘𝙪𝙚𝙣𝙩𝙖".

    —"𝙎𝙞 𝙄𝙣𝙛𝙞𝙣𝙞𝙩𝙮 𝙍𝙖𝙮 𝙚𝙨 𝙧𝙚𝙖𝙡 𝙮 𝙚𝙨 𝙩𝙖́𝙣 𝙥𝙤𝙙𝙚𝙧𝙤𝙨𝙤 𝙘𝙤𝙢𝙤 𝙡𝙖𝙨 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖𝙨 𝙙𝙞𝙘𝙚𝙣, 𝙧𝙚𝙥𝙧𝙚𝙨𝙚𝙣𝙩𝙖 𝙪𝙣 𝙜𝙧𝙖𝙣 𝙥𝙚𝙡𝙞𝙜𝙧𝙤 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙣𝙪𝙚𝙨𝙩𝙧𝙖 𝙢𝙞𝙨𝙞𝙤́𝙣"

    Mark cerró el libro por un momento, pensativo. Había algo en la historia que le resonaba, algo que sentía profundamente en su ser. El concepto de ser imparable, de ser tan fuerte que nadie pudiera desafiarte. En cierto modo, Space Racer, con su arma destructiva, le recordaba a el mismo. El cazador sin escrúpulos, imparable, brutal... y vacío.

    Después de un largo día en la tierra, Mark decidió volver al hotel y descansar. La habitación era pequeña, casi austera, sin lujos ni adornos innecesarios. Una cama deshecha, una silla en el rincón junto a una mesa cubierta con papeles, y una ventana que dejaba pasar la luz tenue de un atardecer que se desvanecía rápidamente. Mark estaba solo, sin soldados que lo vigilasen, sin órdenes inmediatas que seguir. Era su último día en la Tierra, antes de regresar a su deber, y aún no estaba listo para partir. En la mochila que llevaba consigo, su mirada se detuvo por un instante en un objeto que no estaba relacionado con las batallas, las guerras ni la conquista: un libro. Simplemente lo sacó y lo dejó sobre la mesa, sus dedos rozando la cubierta como si estuviera tocando algo raro, algo ajeno a el. Había encontrado ese libro en su antiguo hogar, escondido en una caja de cartón encima de un armario viejo. Tenía entendido que los libros fueron escritos por su padre, pero nunca les prestó mayor interés. Pero ahora, en la quietud de la habitación, algo le impulsó a abrirlo. Lo hojeó por unos momentos hasta llegar a una página que captó su atención. El título en la parte superior decía: "Space Racer: El hombre con el arma INVENCIBLE". Sin querer, su rostro adoptó una ligera expresión de curiosidad. Se acomodó en la silla y comenzó a leer. —Buen titulo, papá. —Dijo el, mostrando una leve sonrisa. —"𝙋𝙤𝙘𝙤 𝙨𝙚 𝙨𝙖𝙗𝙞́𝙖 𝙨𝙤𝙗𝙧𝙚 𝙚𝙡 𝙎𝙥𝙖𝙘𝙚 𝙍𝙖𝙘𝙚𝙧. 𝙀𝙧𝙖 𝙪𝙣 𝙢𝙞𝙨𝙩𝙚𝙧𝙞𝙤, 𝙪𝙣𝙖 𝙛𝙞𝙜𝙪𝙧𝙖 𝙡𝙚𝙜𝙚𝙣𝙙𝙖𝙧𝙞𝙖. 𝙎𝙪𝙨 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖𝙨 𝙖𝙗𝙖𝙧𝙘𝙖𝙣 𝟭𝟮 𝙜𝙖𝙡𝙖𝙭𝙞𝙖𝙨 𝙮 𝙩𝙤𝙙𝙖𝙨 𝙚𝙡𝙡𝙖𝙨 𝙞𝙣𝙘𝙡𝙪𝙞́𝙖𝙣 𝙪𝙣𝙖 𝙘𝙤𝙣𝙨𝙩𝙖𝙣𝙩𝙚: —"𝙄𝙉𝙁𝙄𝙉𝙄𝙏𝙔 𝙍𝘼𝙔" —Realizó una breve pausa al leer aquel nombre, luego continuó con la lectura. —"𝙎𝙚 𝙙𝙚𝙘𝙞́𝙖 𝙦𝙪𝙚 𝙚𝙢𝙞𝙩𝙞́𝙖 𝙪𝙣𝙖 𝙤𝙣𝙙𝙖 𝙙𝙚 𝙚𝙣𝙚𝙧𝙜𝙞́𝙖 𝙞𝙢𝙥𝙖𝙧𝙖𝙗𝙡𝙚 𝙦𝙪𝙚 𝙙𝙚𝙨𝙩𝙧𝙪𝙞́𝙖 𝙩𝙤𝙙𝙤 𝙖 𝙨𝙪 𝙥𝙖𝙨𝙤: 𝙖𝙨𝙩𝙚𝙧𝙤𝙞𝙙𝙚𝙨, 𝙨𝙖𝙩𝙚́𝙡𝙞𝙩𝙚𝙨, 𝙥𝙡𝙖𝙣𝙚𝙩𝙖𝙨 𝙮 𝙚𝙨𝙩𝙧𝙚𝙡𝙡𝙖𝙨. 𝙋𝙚𝙧𝙤 𝙧𝙚𝙦𝙪𝙚𝙧𝙞́𝙖 𝙪𝙣 𝙥𝙪𝙡𝙨𝙤 𝙛𝙞𝙧𝙢𝙚 𝙮 𝙢𝙖́𝙨 𝙞𝙢𝙥𝙤𝙧𝙩𝙖𝙣𝙩𝙚 𝙖𝙪́𝙣, 𝙪𝙣𝙖 𝙢𝙚𝙣𝙩𝙚 𝙛𝙞𝙧𝙢𝙚. 𝙉𝙖𝙙𝙞𝙚 𝙥𝙪𝙙𝙤 𝙖𝙘𝙚𝙧𝙘𝙖𝙧𝙨𝙚 𝙖 𝙄𝙣𝙛𝙞𝙣𝙞𝙩𝙮 𝙍𝙖𝙮 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙚𝙨𝙩𝙪𝙙𝙞𝙖𝙧 𝙚𝙡 𝙖𝙧𝙢𝙖 𝙥𝙤𝙧 𝙨𝙪 𝙘𝙪𝙚𝙣𝙩𝙖". —"𝙎𝙞 𝙄𝙣𝙛𝙞𝙣𝙞𝙩𝙮 𝙍𝙖𝙮 𝙚𝙨 𝙧𝙚𝙖𝙡 𝙮 𝙚𝙨 𝙩𝙖́𝙣 𝙥𝙤𝙙𝙚𝙧𝙤𝙨𝙤 𝙘𝙤𝙢𝙤 𝙡𝙖𝙨 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖𝙨 𝙙𝙞𝙘𝙚𝙣, 𝙧𝙚𝙥𝙧𝙚𝙨𝙚𝙣𝙩𝙖 𝙪𝙣 𝙜𝙧𝙖𝙣 𝙥𝙚𝙡𝙞𝙜𝙧𝙤 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙣𝙪𝙚𝙨𝙩𝙧𝙖 𝙢𝙞𝙨𝙞𝙤́𝙣" Mark cerró el libro por un momento, pensativo. Había algo en la historia que le resonaba, algo que sentía profundamente en su ser. El concepto de ser imparable, de ser tan fuerte que nadie pudiera desafiarte. En cierto modo, Space Racer, con su arma destructiva, le recordaba a el mismo. El cazador sin escrúpulos, imparable, brutal... y vacío.
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  • Frente a ti hay un claro vivo.
    Ardillas rojas husmean entre hojas otoñales, cautelosas. El aire huele a tierra húmeda y sidra caliente.

    Desde el camino, más adelante, escuchas una voz cantando con ritmo constante, como una canción de trabajo.

    Al acercarte, ves un grifo albino descansando a la sombra. Abre un ojo brillante, gélido, y te sigue con la mirada, hay cosas esparcidas alrededor, una taza, un petate, una fogata apagada y unas hojas con dibujos. Más allá, sentada en un suelo despejado frente a una piedra cortada, hay una mujer de cabello blanco, piel azul y ojos afilados, dos blancos cuernos adornados con joyas nacen de su cabeza, y lleva puesta una brillante chaqueta roja. mas abajo, un gato blanco y amarillo duerme plácidamente sobre su regazo, mientras ella talla lo que parece ser una caja de madera y canta.

    El viento se arremolina a su alrededor. Ella alza la vista, te observa con una suave sonrisa, levanta una mano de saludo… y vuelve a su trabajo.
    Frente a ti hay un claro vivo. Ardillas rojas husmean entre hojas otoñales, cautelosas. El aire huele a tierra húmeda y sidra caliente. Desde el camino, más adelante, escuchas una voz cantando con ritmo constante, como una canción de trabajo. Al acercarte, ves un grifo albino descansando a la sombra. Abre un ojo brillante, gélido, y te sigue con la mirada, hay cosas esparcidas alrededor, una taza, un petate, una fogata apagada y unas hojas con dibujos. Más allá, sentada en un suelo despejado frente a una piedra cortada, hay una mujer de cabello blanco, piel azul y ojos afilados, dos blancos cuernos adornados con joyas nacen de su cabeza, y lleva puesta una brillante chaqueta roja. mas abajo, un gato blanco y amarillo duerme plácidamente sobre su regazo, mientras ella talla lo que parece ser una caja de madera y canta. El viento se arremolina a su alrededor. Ella alza la vista, te observa con una suave sonrisa, levanta una mano de saludo… y vuelve a su trabajo.
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  • Donde las Sombras Terminan
    Categoría Slice of Life
    Con el paso de los días, Ekkora comenzó a entender lo que veía, lo que sentía, lo que escuchaba. Las texturas del mundo, sus olores, sus ruidos, sus silencios.

    El lenguaje dejó de ser un obstáculo. Ya podía hablar. A su manera, torpe aún, con palabras desordenadas, mal encajadas, pero suficiente.

    Sus movimientos mejoraron. Más estables, aunque lentos, cada paso como si aún fuera una prueba. O como si supiera que algo faltaba.

    La casa de Tolek no era una jaula. Era más bien un santuario extraño: una mezcla de refugio, laboratorio y patio de juegos. Allí aprendía, observaba, probaba, sin reglas estrictas ni vigilancia constante. Pero no se alejaba, podría haberlo hecho cuando quisiera, pero no lo sentía necesario, no hasta haber recorrido cada rincón, abierto cada puerta, olido cada frasco, cada libro, rincón húmedo de madera y polvo.

    Y cuando la cabaña ya no ofrecía secretos, salió.

    Deambulaba por el bosque como una sombra sin rumbo. Rozaba la corteza de los árboles con los dedos, escuchaba los susurros del viento entre las hojas como si fueran palabras dichas solo para sus oídos. Observaba los animales sin hambre, sin miedo, solo con una curiosidad.

    Se alejaba más cada vez.
    Solo un poco.
    Solo unos pasos más allá.

    Hasta esa mañana. Hasta ese instante exacto en que el cielo comenzó a clarear.

    La luz del sol se filtró entre las copas de los árboles. Fina, dorada, suave. Y Ekkora no lo notó a tiempo.

    La primera caricia de luz directa sobre su piel la hizo estremecerse. La segunda la obligó a cerrar los ojos, de puro dolor.

    Después vino el fuego.

    La carne se le contrajo al contacto. No ardía como el fuego común: la luz le quemaba por dentro, como si intentara arrancarle algo esencial.

    Gritó.

    El sonido fue breve, un sollozo más que un grito real. Y echó a correr, pero ya no sabía dónde estaba. El bosque se cerraba sobre sí mismo, el sol subía. Sombras temblaban a su alrededor, encogiéndose. No eran refugio, no podían protegerla. Era un laberinto, vivo, denso, inmenso.

    Ekkora se arrojó hacia una mancha de sombra más espesa, jadeando, la piel agrietada por el resplandor. Humo oscuro salía de sus hombros. Y la luz la buscaba. El bosque ya no parecía tan inofensivo.

    Ahora estaba atrapada; Un animal nocturno, nacida del barro, enfrentando por primera vez el juicio del sol.
    Con el paso de los días, Ekkora comenzó a entender lo que veía, lo que sentía, lo que escuchaba. Las texturas del mundo, sus olores, sus ruidos, sus silencios. El lenguaje dejó de ser un obstáculo. Ya podía hablar. A su manera, torpe aún, con palabras desordenadas, mal encajadas, pero suficiente. Sus movimientos mejoraron. Más estables, aunque lentos, cada paso como si aún fuera una prueba. O como si supiera que algo faltaba. La casa de Tolek no era una jaula. Era más bien un santuario extraño: una mezcla de refugio, laboratorio y patio de juegos. Allí aprendía, observaba, probaba, sin reglas estrictas ni vigilancia constante. Pero no se alejaba, podría haberlo hecho cuando quisiera, pero no lo sentía necesario, no hasta haber recorrido cada rincón, abierto cada puerta, olido cada frasco, cada libro, rincón húmedo de madera y polvo. Y cuando la cabaña ya no ofrecía secretos, salió. Deambulaba por el bosque como una sombra sin rumbo. Rozaba la corteza de los árboles con los dedos, escuchaba los susurros del viento entre las hojas como si fueran palabras dichas solo para sus oídos. Observaba los animales sin hambre, sin miedo, solo con una curiosidad. Se alejaba más cada vez. Solo un poco. Solo unos pasos más allá. Hasta esa mañana. Hasta ese instante exacto en que el cielo comenzó a clarear. La luz del sol se filtró entre las copas de los árboles. Fina, dorada, suave. Y Ekkora no lo notó a tiempo. La primera caricia de luz directa sobre su piel la hizo estremecerse. La segunda la obligó a cerrar los ojos, de puro dolor. Después vino el fuego. La carne se le contrajo al contacto. No ardía como el fuego común: la luz le quemaba por dentro, como si intentara arrancarle algo esencial. Gritó. El sonido fue breve, un sollozo más que un grito real. Y echó a correr, pero ya no sabía dónde estaba. El bosque se cerraba sobre sí mismo, el sol subía. Sombras temblaban a su alrededor, encogiéndose. No eran refugio, no podían protegerla. Era un laberinto, vivo, denso, inmenso. Ekkora se arrojó hacia una mancha de sombra más espesa, jadeando, la piel agrietada por el resplandor. Humo oscuro salía de sus hombros. Y la luz la buscaba. El bosque ya no parecía tan inofensivo. Ahora estaba atrapada; Un animal nocturno, nacida del barro, enfrentando por primera vez el juicio del sol.
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  • -Mi sombra al verme perdido en mis pensamientos ronpio el silencio haciendo ruido las otras sombras animados hicieron aparecer algunos instrumentos haciéndolos sonar viendo lo que tratan de hacer me quedo conmovido así que me animé hago aparecer mi micrófono para enpesar a cantar mientras caminaba por la habitación-

    -De la nada Mi sombra me quita el micrófono burlándose mientras canta en descontrol-

    -Viendo tal atrevimiento me enpieso a reir balanceando mi cuerpo las sombras a mi alrededor danzaban conmigo para luego adentrarse en mi interior podía sentir sus emociones desbordarse mi sonrisa se hacía más amplia colapsando en el piso tras reír a carcajadas a todo pulmón por lo que pasó -

    Cielos eso se sintió bastante bien


    https://youtu.be/BnHMuV8twj0?si=ViMdJbhaTCotroxO
    -Mi sombra al verme perdido en mis pensamientos ronpio el silencio haciendo ruido las otras sombras animados hicieron aparecer algunos instrumentos haciéndolos sonar viendo lo que tratan de hacer me quedo conmovido así que me animé hago aparecer mi micrófono para enpesar a cantar mientras caminaba por la habitación- -De la nada Mi sombra me quita el micrófono burlándose mientras canta en descontrol- -Viendo tal atrevimiento me enpieso a reir balanceando mi cuerpo las sombras a mi alrededor danzaban conmigo para luego adentrarse en mi interior podía sentir sus emociones desbordarse mi sonrisa se hacía más amplia colapsando en el piso tras reír a carcajadas a todo pulmón por lo que pasó - Cielos eso se sintió bastante bien https://youtu.be/BnHMuV8twj0?si=ViMdJbhaTCotroxO
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  • Miro lo que las palomas de afrodita había dejado en la entrada del inframundo, saco de aquella caja un oso gris adorable, definitivamente combinaría con su cuarto, continuo viendo el contenido de aquella caja para encontrar la cosa mas adorable y hermosa que alguien le había regalado. Una cabra de peluche que era idéntica a Albina su cabra mascota.

    No había conversado nunca con la diosa del amor, su tía vivía en el olimpo y ella no solía frecuentar aquellos lugares. Sin embargo de alguna manera se había enterado de su adoración por aquellos animales.

    -Gracias tía phrodi...

    Susurro para ella misma, con una sonrisa llevando consigo los regalos a su habitación, ahora debía encontrar la forma de devolver aquel dulce gesto.

    𝓐𝐩𝐡𝐫𝐨𝐝𝐢𝐭𝒆 𝑶𝒇 𝐋𝒐𝒗𝒆
    Miro lo que las palomas de afrodita había dejado en la entrada del inframundo, saco de aquella caja un oso gris adorable, definitivamente combinaría con su cuarto, continuo viendo el contenido de aquella caja para encontrar la cosa mas adorable y hermosa que alguien le había regalado. Una cabra de peluche que era idéntica a Albina su cabra mascota. No había conversado nunca con la diosa del amor, su tía vivía en el olimpo y ella no solía frecuentar aquellos lugares. Sin embargo de alguna manera se había enterado de su adoración por aquellos animales. -Gracias tía phrodi... Susurro para ella misma, con una sonrisa llevando consigo los regalos a su habitación, ahora debía encontrar la forma de devolver aquel dulce gesto. [blast_emerald_turtle_646]
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  • La bodega olía a hierro y encierro.**
    John se sacudía los guantes azules mientras Jerry, con su camisa floreada y sonrisa falsa, intentaba zafarse.

    —¿Y bien? —dijo John, seco como el concreto bajo sus botas—. Lo pactado eran cincuenta por cada uno. Doble por el de traje.

    Jerry soltó una carcajada fingida.
    —Las cosas cambiaron, John. Tu trabajo no era lo que esperaba. Igual hiciste tu parte… pero el pago será otro día.

    John lo miró. Ni enfado, ni sorpresa. Solo silencio.
    Asintió con la cabeza.
    —Claro. Otro día.

    Y se fue.

    ---

    **A la mañana siguiente.**
    Frente a la jefatura del distrito 8, tres grandes **bolsas negras** esperaban a ser notadas.
    Dentro, los cuerpos.
    Pero no solo eso. Una **carpeta de evidencia completa**, impecablemente organizada: registros financieros, ubicaciones, mensajes de voz, videos donde Jerry ordenaba los crímenes, incluso facturas.

    Todo.

    Lo suficiente no solo para incriminarlo, sino para hacerlo ver como el ejecutor directo.

    En la sala de interrogación, Jerry gritaba, desencajado.
    —¡Eso no estaba allí! ¡Ese almacén estaba limpio, maldita sea! ¡Esto es una trampa!
    —Tranquilo, Jerry —dijo el detective Mace, hojeando los documentos—. ¿Seguro que no tienes enemigos más listos que tú?

    —¡Fue él! ¡Fue ese tipo, John!

    Mace alzó una ceja.
    —¿El padre soltero? ¿Sin vínculos? ¿Que entró y salió sin dejar rastro, sin una cámara activa, sin una huella?- el detective se masajeo el puente de la nariz -aunque si es un tipo extraño ese Doe—cerró la carpeta de golpe—, Jerry. Tú hiciste esto.

    ---

    **A kilómetros de ahí**, John se lavaba las manos en un baño de gasolinera, el agua manchada apenas por una pizca de aceite viejo.
    Se miró al espejo y murmuró:

    —idiota orgulloso.
    La bodega olía a hierro y encierro.** John se sacudía los guantes azules mientras Jerry, con su camisa floreada y sonrisa falsa, intentaba zafarse. —¿Y bien? —dijo John, seco como el concreto bajo sus botas—. Lo pactado eran cincuenta por cada uno. Doble por el de traje. Jerry soltó una carcajada fingida. —Las cosas cambiaron, John. Tu trabajo no era lo que esperaba. Igual hiciste tu parte… pero el pago será otro día. John lo miró. Ni enfado, ni sorpresa. Solo silencio. Asintió con la cabeza. —Claro. Otro día. Y se fue. --- **A la mañana siguiente.** Frente a la jefatura del distrito 8, tres grandes **bolsas negras** esperaban a ser notadas. Dentro, los cuerpos. Pero no solo eso. Una **carpeta de evidencia completa**, impecablemente organizada: registros financieros, ubicaciones, mensajes de voz, videos donde Jerry ordenaba los crímenes, incluso facturas. Todo. Lo suficiente no solo para incriminarlo, sino para hacerlo ver como el ejecutor directo. En la sala de interrogación, Jerry gritaba, desencajado. —¡Eso no estaba allí! ¡Ese almacén estaba limpio, maldita sea! ¡Esto es una trampa! —Tranquilo, Jerry —dijo el detective Mace, hojeando los documentos—. ¿Seguro que no tienes enemigos más listos que tú? —¡Fue él! ¡Fue ese tipo, John! Mace alzó una ceja. —¿El padre soltero? ¿Sin vínculos? ¿Que entró y salió sin dejar rastro, sin una cámara activa, sin una huella?- el detective se masajeo el puente de la nariz -aunque si es un tipo extraño ese Doe—cerró la carpeta de golpe—, Jerry. Tú hiciste esto. --- **A kilómetros de ahí**, John se lavaba las manos en un baño de gasolinera, el agua manchada apenas por una pizca de aceite viejo. Se miró al espejo y murmuró: —idiota orgulloso.
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  • Mair estaba camianndo por el jardín, con su vista perdida en las nubes. Pronto tropezo con una pequeña caja que estaba en su camino, al abrirla encontró esa nota y aquella preciosa rosa.

    -Que bella... muchas gracias desconocido...

    Agradeció el elemental al aire, esperando que el viento llevara esas palabras a quien debían.
    Mair estaba camianndo por el jardín, con su vista perdida en las nubes. Pronto tropezo con una pequeña caja que estaba en su camino, al abrirla encontró esa nota y aquella preciosa rosa. -Que bella... muchas gracias desconocido... Agradeció el elemental al aire, esperando que el viento llevara esas palabras a quien debían.
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  • [rol abierto]


    Lenore Dove amaba la primavera: el canto de las aves en el bosque, las flores estallando en el prado, sus gansos correteando libres bajo el sol.
    Pero no era solo el calor del sol sobre su rostro, ni ese aroma inconfundible a cedro, madera y rosas. Era ese momento especial, ese respiro único cuando podía sentarse en las puertas de su casa, rodeada de su familia, vibrando todos juntos con el mundo que los rodeaba.

    Tam Amber, Clerk Carmine, su tía Barb Azure… todos le habían enseñado historias tan antiguas como el tiempo mismo, historias que eran solo de la bandada, transmitidas de padres a hijos, inquebrantables.
    No era solo música.
    No eran solo las ansias de ser libres, de viajar de distrito en distrito.
    Era su idioma, su manera de mirar el mundo. Y eso nadie podría arrebatárselo.


    Durante el atardecer, sus tíos solían hacer una fogata, y tocar sus instrumentos frente a esta, Lenore Dove bailaba y se movía, alzando los brazos e imitando el ritmo de las llamas.


    ─ Suerte a Lenore Dove.. ─

    Recitó Tam Amber, mientras hacía sonar una caja de madera rítmicamente. No pudo evitar sonreír¿Cómo sería en aquellos tiempos? Dónde toda la bandada vivía y convive junta, y no eran solo ellos cuatro.

    ─ Suerte a la Bandada.

    A Burdock, madre,

    Clerk Carmine, afortunado.

    A tam Amber, madre.

    Que venga la suerte entre las manos



    Recitó, mientras Imaginaba risas, imaginaba música e imaginaba la calidez de una tarde de primavera. Lenore Dove abrió sus ojos, para encontrarse con el rostro de un desconocido, la música paró de golpe y Tam Amber se levantó serio.

    ─ Si no traes malas noticias, puedes quedarte con nosotros y comer del guiso a las brasas, si no, vete. ─

    Habló Lenore Dove, acostumbrada a las miradas del resto sobre ellos, que les dijeran que eran raros, que creían en cuentos. Pero ¿Que tenía de malo? Sus costumbres venían desde antes del tiempo mismo.
    [rol abierto] Lenore Dove amaba la primavera: el canto de las aves en el bosque, las flores estallando en el prado, sus gansos correteando libres bajo el sol. Pero no era solo el calor del sol sobre su rostro, ni ese aroma inconfundible a cedro, madera y rosas. Era ese momento especial, ese respiro único cuando podía sentarse en las puertas de su casa, rodeada de su familia, vibrando todos juntos con el mundo que los rodeaba. Tam Amber, Clerk Carmine, su tía Barb Azure… todos le habían enseñado historias tan antiguas como el tiempo mismo, historias que eran solo de la bandada, transmitidas de padres a hijos, inquebrantables. No era solo música. No eran solo las ansias de ser libres, de viajar de distrito en distrito. Era su idioma, su manera de mirar el mundo. Y eso nadie podría arrebatárselo. Durante el atardecer, sus tíos solían hacer una fogata, y tocar sus instrumentos frente a esta, Lenore Dove bailaba y se movía, alzando los brazos e imitando el ritmo de las llamas. ─ Suerte a Lenore Dove.. ─ Recitó Tam Amber, mientras hacía sonar una caja de madera rítmicamente. No pudo evitar sonreír¿Cómo sería en aquellos tiempos? Dónde toda la bandada vivía y convive junta, y no eran solo ellos cuatro. ─ Suerte a la Bandada. A Burdock, madre, Clerk Carmine, afortunado. A tam Amber, madre. Que venga la suerte entre las manos Recitó, mientras Imaginaba risas, imaginaba música e imaginaba la calidez de una tarde de primavera. Lenore Dove abrió sus ojos, para encontrarse con el rostro de un desconocido, la música paró de golpe y Tam Amber se levantó serio. ─ Si no traes malas noticias, puedes quedarte con nosotros y comer del guiso a las brasas, si no, vete. ─ Habló Lenore Dove, acostumbrada a las miradas del resto sobre ellos, que les dijeran que eran raros, que creían en cuentos. Pero ¿Que tenía de malo? Sus costumbres venían desde antes del tiempo mismo.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    #DiezCosasSobre 𝔸𝕥𝕣𝕠𝕡𝕠𝕤.


    ◆ 1. Ama la poesía, leerla y escribirla.
    No por sentimentalismo, sino porque las palabras tienen filo. Cada verso que crea es como una hoja oculta entre pétalos. Hermoso, pero letal. Como ella.

    ◆ 2. Sólo un par de personas no le resultan insoportables.
    No es amor. No es ternura. Es algo más tenue, más antiguo: una forma torcida de aprecio que no se atreve a nombrar. No lo demuestra, pero lo siente... y eso, para alguien como ella, ya es demasiado.

    ◆ 3. Detesta la doble moral.
    No hay nada más repulsivo que quien predica luz y actúa en sombras. Para Atropos, la falsedad merece el hilo más fino y rápido.

    ◆ 4. Rechaza a quienes buscan encajar.
    Los que moldean su alma para pertenecer, olvidan que el destino no premia máscaras. Y ella corta sin mirar disfraces.

    ◆ 5. No corta por gusto. Corta por orden.
    Su poder no nace del placer, sino de la necesidad. La compasión nunca fue parte del contrato.

    ◆ 6. Escucha el tiempo como otros oyen música.
    Cada tic, cada segundo, es una nota en la sinfonía del final. Y ella baila al compás de su propia condena.

    ◆ 7. Prefiere la noche.
    No porque sea más amable, sino porque el mundo baja la voz. Y es más fácil oír el momento exacto en que un alma se rinde.

    ◆ 8. No busca compañía, pero rara vez está sola.
    Hay cosas que se arrastran tras ella: recuerdos, arrepentimientos, fragmentos de voces que suplicaron demasiado tarde.

    ◆ 9. No miente. Jamás.
    La verdad es su única arma, y también su condena. A veces, la dice con una mirada. A veces, con la ausencia.

    ◆ 10. No es la muerte, pero camina con ella.
    Ella no llega cuando mueres, sino cuando es tiempo. La muerte obedece. Atropos decide.
    #DiezCosasSobre 𝔸𝕥𝕣𝕠𝕡𝕠𝕤. ◆ 1. Ama la poesía, leerla y escribirla. No por sentimentalismo, sino porque las palabras tienen filo. Cada verso que crea es como una hoja oculta entre pétalos. Hermoso, pero letal. Como ella. ◆ 2. Sólo un par de personas no le resultan insoportables. No es amor. No es ternura. Es algo más tenue, más antiguo: una forma torcida de aprecio que no se atreve a nombrar. No lo demuestra, pero lo siente... y eso, para alguien como ella, ya es demasiado. ◆ 3. Detesta la doble moral. No hay nada más repulsivo que quien predica luz y actúa en sombras. Para Atropos, la falsedad merece el hilo más fino y rápido. ◆ 4. Rechaza a quienes buscan encajar. Los que moldean su alma para pertenecer, olvidan que el destino no premia máscaras. Y ella corta sin mirar disfraces. ◆ 5. No corta por gusto. Corta por orden. Su poder no nace del placer, sino de la necesidad. La compasión nunca fue parte del contrato. ◆ 6. Escucha el tiempo como otros oyen música. Cada tic, cada segundo, es una nota en la sinfonía del final. Y ella baila al compás de su propia condena. ◆ 7. Prefiere la noche. No porque sea más amable, sino porque el mundo baja la voz. Y es más fácil oír el momento exacto en que un alma se rinde. ◆ 8. No busca compañía, pero rara vez está sola. Hay cosas que se arrastran tras ella: recuerdos, arrepentimientos, fragmentos de voces que suplicaron demasiado tarde. ◆ 9. No miente. Jamás. La verdad es su única arma, y también su condena. A veces, la dice con una mirada. A veces, con la ausencia. ◆ 10. No es la muerte, pero camina con ella. Ella no llega cuando mueres, sino cuando es tiempo. La muerte obedece. Atropos decide.
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  • Aquí, en la página treinta y cuatro, claramente dice que eres una persona sin amor propio. Que te arrastras por la vida con una dignidad rota, remendada con excusas baratas. Que careces de todo: de integridad, de valor, de verdad. Que te vistes con capas de falsedad para no tener que mirarte al espejo, para encajar en un mundo donde, al final del día, a nadie le importas. Y finges que eso no te destruye, pero yo puedo ver las grietas.
    Aquí, en la página treinta y cuatro, claramente dice que eres una persona sin amor propio. Que te arrastras por la vida con una dignidad rota, remendada con excusas baratas. Que careces de todo: de integridad, de valor, de verdad. Que te vistes con capas de falsedad para no tener que mirarte al espejo, para encajar en un mundo donde, al final del día, a nadie le importas. Y finges que eso no te destruye, pero yo puedo ver las grietas.
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