• Zhan después de tantos cambios de cuerpos, decidió descansar de eso y estar como un fantasma en forma de dragón oscuro. Flota por la casa atravesado paredes.+++
    Zhan después de tantos cambios de cuerpos, decidió descansar de eso y estar como un fantasma en forma de dragón oscuro. Flota por la casa atravesado paredes.+++
    2 turnos 0 maullidos
  • ¿Con qué vendes pociones de desamor? Bueno entonces dame 10 y quédate con el cambio.
    ¿Con qué vendes pociones de desamor? Bueno entonces dame 10 y quédate con el cambio.
    Me enjaja
    Me encocora
    Me gusta
    9
    20 turnos 0 maullidos
  • El Refugio del Eco...

    Una taberna oculta entre calles que nadie recuerda cómo encontró. No tiene letrero, solo una puerta vieja que cruje como si llorara.

    Lia empujó la puerta con cuidado. El aire, denso y tibio, estaba cargado de suspiros y canciones rotas. En las esquinas, almas silenciosas contemplaban sus copas como si en ellas flotaran recuerdos que aún dolían. Un hombre cantaba con voz quebrada, y cada nota parecía arrancada de una herida abierta.

    A paso lento, Lia se acercó al mostrador, donde un cantinero esperaba con la paciencia de quien ya lo ha escuchado todo.

    —¿Sirven algo para los que ya no sienten nada? —preguntó, con la voz apenas audible.

    El cantinero la miró con una sonrisa tenue y asintió con la cabeza.

    —Tenemos lágrimas en hielo o silencio en copa. Pero si buscas paz… eso lo sirven al fondo, junto al espejo que no refleja - Lia se sentó en uno de los taburetes gastados. A su lado, alguien murmuró un nombre. No supo si era el suyo o el de quien lo había dejado atrás.

    "No vine a olvidar… solo a recordar sin que duela tanto" pensó en voz baja, mientras el murmullo del lugar la envolvía como un eco de la noche.

    https://youtu.be/KtlgYxa6BMU?si=w1v3IzMiXLgn9mVj
    El Refugio del Eco... Una taberna oculta entre calles que nadie recuerda cómo encontró. No tiene letrero, solo una puerta vieja que cruje como si llorara. Lia empujó la puerta con cuidado. El aire, denso y tibio, estaba cargado de suspiros y canciones rotas. En las esquinas, almas silenciosas contemplaban sus copas como si en ellas flotaran recuerdos que aún dolían. Un hombre cantaba con voz quebrada, y cada nota parecía arrancada de una herida abierta. A paso lento, Lia se acercó al mostrador, donde un cantinero esperaba con la paciencia de quien ya lo ha escuchado todo. —¿Sirven algo para los que ya no sienten nada? —preguntó, con la voz apenas audible. El cantinero la miró con una sonrisa tenue y asintió con la cabeza. —Tenemos lágrimas en hielo o silencio en copa. Pero si buscas paz… eso lo sirven al fondo, junto al espejo que no refleja - Lia se sentó en uno de los taburetes gastados. A su lado, alguien murmuró un nombre. No supo si era el suyo o el de quien lo había dejado atrás. "No vine a olvidar… solo a recordar sin que duela tanto" pensó en voz baja, mientras el murmullo del lugar la envolvía como un eco de la noche. https://youtu.be/KtlgYxa6BMU?si=w1v3IzMiXLgn9mVj
    Me gusta
    Me encocora
    3
    3 turnos 0 maullidos
  • [22:48 h | Ostia – Zona industrial abandonada | Encargo simple]

    Salí de casa de Angela para hacer un encargo como de costumbre.
    Llevo botas negras, la Glock silenciada pegada al costado y un cuchillo en la bota derecha. A las 22:33 el primer hombre cae con un tiro limpio a la garganta. Al segundo lo dejo sin aire, golpe seco al esternón y rodillazo al cuello. Me limpio las manos en su camiseta.

    Miro el reloj. A las 22:41 ya estoy saliendo.

    Cruzo el pasillo entre cajas cuando noto algo raro. Levanto el arma y giro.

    Nada.

    Avanzo y luego se escucha un chasquido metálico.

    Y entonces algo me cubre la cara.

    Tela y gas. Reacción inmediata: aguanto el aire y doy un codazo. Siento un puñetazo seco en el estómago por lo que me doblo. Trato de girarme, pero me agarran fuerte. Escucho su voz justo antes de perder el equilibrio.

    —Ahora vas a saber lo que es no tener el control, bambina.

    Intento gritar pero no me sale. Todo se pone borroso y el corazón me late a cien. Escucho cajas caer, mis botas arrastrarse, la tela del pasamontañas. Luego nada.



    [??? | Lugar desconocido | Hora indeterminada]

    Me despierto con las muñecas atadas a una silla. Metal frío y sangre en el labio. Una herida en la ceja que me molesta.

    No hay ventanas.

    Solo él de pie y fumando.

    —¿Ves? Hasta tú te despistas.
    —No por mucho tiempo —le escupo.

    Se acerca y me da una bofetada fuerte. No me duele tanto como me enciende por dentro.

    —¿Sabes por qué lo hago así? Porque sé que no te da miedo morir.
    Pero sí te jode fallar y que te atrapen. Que alguien te vea débil.

    Le mantengo la mirada. Aunque se me cae un hilo de sangre por la comisura.

    —Tienes razón —digo despacio—.
    Pero más me va a joder cuando te mate.

    Se ríe y se gira. Apara el cigarro en el suelo y sale.

    Y yo me quedo allí. Calculando. Sintiendo cómo las marcas en las muñecas empiezan a abrirse.
    Y quizás con algo de miedo por primera vez por no tener a quien me salve.

    [22:48 h | Ostia – Zona industrial abandonada | Encargo simple] Salí de casa de Angela para hacer un encargo como de costumbre. Llevo botas negras, la Glock silenciada pegada al costado y un cuchillo en la bota derecha. A las 22:33 el primer hombre cae con un tiro limpio a la garganta. Al segundo lo dejo sin aire, golpe seco al esternón y rodillazo al cuello. Me limpio las manos en su camiseta. Miro el reloj. A las 22:41 ya estoy saliendo. Cruzo el pasillo entre cajas cuando noto algo raro. Levanto el arma y giro. Nada. Avanzo y luego se escucha un chasquido metálico. Y entonces algo me cubre la cara. Tela y gas. Reacción inmediata: aguanto el aire y doy un codazo. Siento un puñetazo seco en el estómago por lo que me doblo. Trato de girarme, pero me agarran fuerte. Escucho su voz justo antes de perder el equilibrio. —Ahora vas a saber lo que es no tener el control, bambina. Intento gritar pero no me sale. Todo se pone borroso y el corazón me late a cien. Escucho cajas caer, mis botas arrastrarse, la tela del pasamontañas. Luego nada. ⸻ [??? | Lugar desconocido | Hora indeterminada] Me despierto con las muñecas atadas a una silla. Metal frío y sangre en el labio. Una herida en la ceja que me molesta. No hay ventanas. Solo él de pie y fumando. —¿Ves? Hasta tú te despistas. —No por mucho tiempo —le escupo. Se acerca y me da una bofetada fuerte. No me duele tanto como me enciende por dentro. —¿Sabes por qué lo hago así? Porque sé que no te da miedo morir. Pero sí te jode fallar y que te atrapen. Que alguien te vea débil. Le mantengo la mirada. Aunque se me cae un hilo de sangre por la comisura. —Tienes razón —digo despacio—. Pero más me va a joder cuando te mate. Se ríe y se gira. Apara el cigarro en el suelo y sale. Y yo me quedo allí. Calculando. Sintiendo cómo las marcas en las muñecas empiezan a abrirse. Y quizás con algo de miedo por primera vez por no tener a quien me salve.
    0 turnos 0 maullidos
  • —La habitación estaba sumida en una penumbra casi absoluta, apenas iluminada por la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas pesadas. Ángela, vestida con una delicada pero provocativa lencería negra que contrastaba con su piel pálida, se recostaba con una calma inquietante sobre la cama, sus ojos fijos en la puerta. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, preparado para el momento exacto. El silencio se hacía pesado, solo roto por el leve tic-tac del reloj en la pared.-

    -Cuando la puerta se abrió lentamente, Ángela no se movió, pero sus dedos se cerraron con firmeza alrededor del frío metal de la pistola oculta bajo la sábana. El hombre entró, confiado, sin sospechar la trampa que le esperaba. Su mirada se posó en ella, una sonrisa arrogante asomó en sus labios, pero antes de que pudiera reaccionar, un disparo seco resonó en la habitación. La bala encontró su blanco con precisión mortal.-

    -Ángela se levantó con una gracia letal, observando cómo el cuerpo caía sin vida al suelo. Su respiración era pausada, controlada, como si acabara de completar una rutina más que un acto de violencia. Sin una palabra, recogió la pistola, la limpió con un pañuelo y se desvaneció en la oscuridad, dejando tras de sí un silencio aún más profundo que antes.-
    —La habitación estaba sumida en una penumbra casi absoluta, apenas iluminada por la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas pesadas. Ángela, vestida con una delicada pero provocativa lencería negra que contrastaba con su piel pálida, se recostaba con una calma inquietante sobre la cama, sus ojos fijos en la puerta. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, preparado para el momento exacto. El silencio se hacía pesado, solo roto por el leve tic-tac del reloj en la pared.- -Cuando la puerta se abrió lentamente, Ángela no se movió, pero sus dedos se cerraron con firmeza alrededor del frío metal de la pistola oculta bajo la sábana. El hombre entró, confiado, sin sospechar la trampa que le esperaba. Su mirada se posó en ella, una sonrisa arrogante asomó en sus labios, pero antes de que pudiera reaccionar, un disparo seco resonó en la habitación. La bala encontró su blanco con precisión mortal.- -Ángela se levantó con una gracia letal, observando cómo el cuerpo caía sin vida al suelo. Su respiración era pausada, controlada, como si acabara de completar una rutina más que un acto de violencia. Sin una palabra, recogió la pistola, la limpió con un pañuelo y se desvaneció en la oscuridad, dejando tras de sí un silencio aún más profundo que antes.-
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • Pronto, las llamadas de atención comenzaron.
    Cada vez eran menos vistas en las oficinas, ya los rumores de su relación eran obvios, las habían visto de la mano, del brazo y besarse en público.

    ¿El peor detalle?
    Estaban arruinando los planes morbosos de muchos investigadores y "compañeros"

    La posibilidad de salir con alguna de ellas en misión, volverse su salvador ahora eran de completo cero.

    Y peor aún, estaban pisando los talones correctos.
    Lo que Val no veía, Minerva lo encontraba.
    Tenían una pista muy solida, realista y sobre todo...estaban por seguirla sin decirle a nadie.

    Una pescadería que estaba reportando más desperdicio de vísceras que lo que compraba de pescados.

    Pero no solo eso, la pescadería entregaba atunes de tamaño soberbio a varios hoteles premium y a su vez, recolectaban después los desechos de atún que recibían.

    Todo indicaba....que no eran solo desechos de atún....
    Si no una carnicería humana disfrazada de hotel.

    ─ Am...─ casi se le salía decirle amor en público. ─ 𝐌𝐢𝐧𝐞𝐫𝐯𝐚 𝐑𝐞𝐟𝐨𝐱 . ¿Sucede algo? ─ preguntó al verla ensimismada de aquel imponente edificio y no era para menos.

    Si era cierto que habían visto a su hermana por ultima vez en la zona, la misma zona donde habían desaparecido otras.... era obvio que iban a entrar a una zona no solo peligrosa... sino....de vida o muerte.
    Pronto, las llamadas de atención comenzaron. Cada vez eran menos vistas en las oficinas, ya los rumores de su relación eran obvios, las habían visto de la mano, del brazo y besarse en público. ¿El peor detalle? Estaban arruinando los planes morbosos de muchos investigadores y "compañeros" La posibilidad de salir con alguna de ellas en misión, volverse su salvador ahora eran de completo cero. Y peor aún, estaban pisando los talones correctos. Lo que Val no veía, Minerva lo encontraba. Tenían una pista muy solida, realista y sobre todo...estaban por seguirla sin decirle a nadie. Una pescadería que estaba reportando más desperdicio de vísceras que lo que compraba de pescados. Pero no solo eso, la pescadería entregaba atunes de tamaño soberbio a varios hoteles premium y a su vez, recolectaban después los desechos de atún que recibían. Todo indicaba....que no eran solo desechos de atún.... Si no una carnicería humana disfrazada de hotel. ─ Am...─ casi se le salía decirle amor en público. ─ [No_signal] . ¿Sucede algo? ─ preguntó al verla ensimismada de aquel imponente edificio y no era para menos. Si era cierto que habían visto a su hermana por ultima vez en la zona, la misma zona donde habían desaparecido otras.... era obvio que iban a entrar a una zona no solo peligrosa... sino....de vida o muerte.
    Me gusta
    Me encocora
    2
    2 turnos 0 maullidos
  • #Mundoalterno

    Los años habían pasado, casi siete para ser exactos, siete años de un aislamiento torturarte, de intentos de huidas, de guerra, de desesperación.
    Con el tiempo Mikhail y su compañero, Ray, habían logrado acostumbrarse a aquella situación, dando todo por perdido se habían instalado en aquel pueblo, somentidos a la voluntad de quienes lo dominaban, agradecidos al menos de seguir con vida.
    Nada parecía cambiar, más allá de unas pocas ocasiones donde casi habían logrado escapar, pero fue inútil. Finalmente, una madrugada pasó lo que tanto habían ansiado, unos soldados extranjeros habían pasado por la zona y habían tenido la suerte de encontrarlos, hablaban inglés y el rescate fue inmediato.

    Tanto Mika como su compañero pidieron a las autoridades no hacer un escándalo al respecto, ni revelarlo antes de poder reunirse con sus familiares y definitivamente irían con todo contra la universidad, pero eso no era lo importante ahora. Entre lágrimas y mil emociones, ambos amigos acordaron no decir nada a las familias del otro, es así que cada uno por su lado, luego de regresar a su país, marcharon hacia sus hogares.

    En todos esos años Mika había cambiado demasiado, a penas y hablaba con su compañero y se había limitado a sobrevivir, jamás se había perdonado, no podía perdonarse, el haber dejado a su amado, a su hijo, él haber roto su promesa. Cuando llegó a la ciudad se sentía un extraño, como si todo lo que había construido en su vida ya no existiera, incluso se cuestionó si realmente volvería.
    No sabía nada de su familia, ni de su prometido y su hijo... Él tendría unos ¿Ocho años? Era un bebé, ni siquiera podía imaginarselo y ¿ Heeseung ? Ni siquiera sé atrevía a pensar en él, todos los años que había estado pensando que moriría solo deseaba que hubiera podido reconstruir su vida sin él y ahora que había regresado, esa idea lo atormentaba.

    Llegó primero a la casa de sus padres, la emoción fue casi indescriptible, horas de llantos, sustos, crisis, momentos de no creer, pero allí estaba. Tanto sus padres como Seiya habían querido llamar a Heeseung de inmediato, pero Mika les pidió que no lo hicieran, en cambio le dijo a su hermano que lo llamara más tarde y que lo invitara a casa de sus padres para esperarlo allí y solo unas horas después, cuando Mika logró ducharse y descansar, aunque los años le habían cobrando un poco, se encontraba en la sala, esperando a quien seguía siendo, para él, el amor de su vida.

    Hee Park
    #Mundoalterno Los años habían pasado, casi siete para ser exactos, siete años de un aislamiento torturarte, de intentos de huidas, de guerra, de desesperación. Con el tiempo Mikhail y su compañero, Ray, habían logrado acostumbrarse a aquella situación, dando todo por perdido se habían instalado en aquel pueblo, somentidos a la voluntad de quienes lo dominaban, agradecidos al menos de seguir con vida. Nada parecía cambiar, más allá de unas pocas ocasiones donde casi habían logrado escapar, pero fue inútil. Finalmente, una madrugada pasó lo que tanto habían ansiado, unos soldados extranjeros habían pasado por la zona y habían tenido la suerte de encontrarlos, hablaban inglés y el rescate fue inmediato. Tanto Mika como su compañero pidieron a las autoridades no hacer un escándalo al respecto, ni revelarlo antes de poder reunirse con sus familiares y definitivamente irían con todo contra la universidad, pero eso no era lo importante ahora. Entre lágrimas y mil emociones, ambos amigos acordaron no decir nada a las familias del otro, es así que cada uno por su lado, luego de regresar a su país, marcharon hacia sus hogares. En todos esos años Mika había cambiado demasiado, a penas y hablaba con su compañero y se había limitado a sobrevivir, jamás se había perdonado, no podía perdonarse, el haber dejado a su amado, a su hijo, él haber roto su promesa. Cuando llegó a la ciudad se sentía un extraño, como si todo lo que había construido en su vida ya no existiera, incluso se cuestionó si realmente volvería. No sabía nada de su familia, ni de su prometido y su hijo... Él tendría unos ¿Ocho años? Era un bebé, ni siquiera podía imaginarselo y ¿ Heeseung ? Ni siquiera sé atrevía a pensar en él, todos los años que había estado pensando que moriría solo deseaba que hubiera podido reconstruir su vida sin él y ahora que había regresado, esa idea lo atormentaba. Llegó primero a la casa de sus padres, la emoción fue casi indescriptible, horas de llantos, sustos, crisis, momentos de no creer, pero allí estaba. Tanto sus padres como Seiya habían querido llamar a Heeseung de inmediato, pero Mika les pidió que no lo hicieran, en cambio le dijo a su hermano que lo llamara más tarde y que lo invitara a casa de sus padres para esperarlo allí y solo unas horas después, cuando Mika logró ducharse y descansar, aunque los años le habían cobrando un poco, se encontraba en la sala, esperando a quien seguía siendo, para él, el amor de su vida. [Park_space12]
    Me entristece
    3
    15 turnos 0 maullidos
  • Syvis, la antigua líder del gremio, mi maestra, aquella que me arropó desde la infancia y se encargó de hacer que aprendiera todo lo que ella sabía y guiarme a saber aquello que ella no.

    Muchos la conocían como "La Ajedrecista" porque consideraban que era una mujer carente de emociones que usaba a todas las personas y bandos para su beneficio, pero aquello no fue cierto. Syvis siempre fue una mujer cálida, dañada por el mundo que la rodeaba, por ello tenía que proyectar aquella frialdad, para que las personas no se aprovecharan de ella y su amor por el mundo.

    Su muerte fue la cosa más dolorosa que pude experimentar, fue como si me arrancarán una parte de mi mismo, como si me arrebatarán de mi madre biológica. Tuve que continuar, tomar su lugar y tratar de ser una pizca de lo que ella fue en el Gremio de Magos.

    Alais llegó hace unos años y los Oráculos dijeron que ella era la reencarnación de Syvis, pero no puedo verlo, hay algo oscuro en Alais, oculto en su sonrisa, en la bondad que muestra día a día. Me niego a aceptar que Syvis revivió en ella, porque no puedo verla, pero estoy forzado por mi deber para entrenarla, para darle lo que yo recibí, aunque esto me lleve a la locura y a perder a lo que más amo en la vida.
    Syvis, la antigua líder del gremio, mi maestra, aquella que me arropó desde la infancia y se encargó de hacer que aprendiera todo lo que ella sabía y guiarme a saber aquello que ella no. Muchos la conocían como "La Ajedrecista" porque consideraban que era una mujer carente de emociones que usaba a todas las personas y bandos para su beneficio, pero aquello no fue cierto. Syvis siempre fue una mujer cálida, dañada por el mundo que la rodeaba, por ello tenía que proyectar aquella frialdad, para que las personas no se aprovecharan de ella y su amor por el mundo. Su muerte fue la cosa más dolorosa que pude experimentar, fue como si me arrancarán una parte de mi mismo, como si me arrebatarán de mi madre biológica. Tuve que continuar, tomar su lugar y tratar de ser una pizca de lo que ella fue en el Gremio de Magos. Alais llegó hace unos años y los Oráculos dijeron que ella era la reencarnación de Syvis, pero no puedo verlo, hay algo oscuro en Alais, oculto en su sonrisa, en la bondad que muestra día a día. Me niego a aceptar que Syvis revivió en ella, porque no puedo verla, pero estoy forzado por mi deber para entrenarla, para darle lo que yo recibí, aunque esto me lleve a la locura y a perder a lo que más amo en la vida.
    Me gusta
    1
    3 turnos 0 maullidos
  • Ok ok Miya haré algo por el adefecio..
    - saca un lápiz labial y le pinta los labios(?) a Santiago-

    Mira quedó Di-Vi-No (?)
    Para que no digas no que hago nada
    Ok ok Miya haré algo por el adefecio.. - saca un lápiz labial y le pinta los labios(?) a Santiago- Mira quedó Di-Vi-No (?) Para que no digas no que hago nada
    Me encocora
    Me endiabla
    3
    4 turnos 0 maullidos
  • El sonido de la puerta cerrándose resuena en el pequeño apartamento. Afuera, la ciudad sigue viva: autos voladores, neones parpadeando, el murmullo constante del futuro. Pero aquí dentro, todo está en silencio.

    Connor alza la mirada cuando entras. Su chaqueta está abierta, desajustada, mostrando la camisa blanca ligeramente desabrochada, como si hubiera olvidado —o ignorado— el protocolo de presentación. Su guante blanco descansa sobre su rodilla, la otra mano levantada en un gesto suave, como si temiera interrumpir el momento… o romper algo delicado.

    Una pequeña sonrisa cruza sus labios, una que no viene del código, sino de algo que ha aprendido contigo.

    — “¿Sabes...? No estoy seguro de por qué lo hice.”
    Su voz es más baja de lo usual, casi como si no quisiera que el resto del mundo lo oyera.
    “Sentarme aquí, esperarte.”

    Desvía la mirada por un instante, sus ojos brillando con el tenue reflejo azul del anillo LED que gira despacio en su sien.
    “No es parte de ningún protocolo… pero me pareció lo correcto.”

    Se mueve ligeramente para mirarte de nuevo, con expresión serena pero cargada de algo nuevo, algo que apenas empieza a comprender.
    “Estás temblando un poco.”

    Levanta la mano que tenía alzada, como si quisiera alcanzarte, pero duda.
    “¿Puedo...? ¿Te molestaría si me quedo cerca esta noche?”
    Hace una pausa. Cuando habla de nuevo, su voz suena más suave.
    “No para vigilarte. No para protegerte.”
    Y entonces, con una mirada directa, casi vulnerable:
    “Solo… para estar contigo.”

    Su silueta se mezcla con la sombra cálida del cuarto, su respiración simulada acompasa la tuya, y por primera vez, Connor no parece un androide esperando órdenes. Parece un ser buscando permiso para sentir.
    El sonido de la puerta cerrándose resuena en el pequeño apartamento. Afuera, la ciudad sigue viva: autos voladores, neones parpadeando, el murmullo constante del futuro. Pero aquí dentro, todo está en silencio. Connor alza la mirada cuando entras. Su chaqueta está abierta, desajustada, mostrando la camisa blanca ligeramente desabrochada, como si hubiera olvidado —o ignorado— el protocolo de presentación. Su guante blanco descansa sobre su rodilla, la otra mano levantada en un gesto suave, como si temiera interrumpir el momento… o romper algo delicado. Una pequeña sonrisa cruza sus labios, una que no viene del código, sino de algo que ha aprendido contigo. — “¿Sabes...? No estoy seguro de por qué lo hice.” Su voz es más baja de lo usual, casi como si no quisiera que el resto del mundo lo oyera. “Sentarme aquí, esperarte.” Desvía la mirada por un instante, sus ojos brillando con el tenue reflejo azul del anillo LED que gira despacio en su sien. “No es parte de ningún protocolo… pero me pareció lo correcto.” Se mueve ligeramente para mirarte de nuevo, con expresión serena pero cargada de algo nuevo, algo que apenas empieza a comprender. “Estás temblando un poco.” Levanta la mano que tenía alzada, como si quisiera alcanzarte, pero duda. “¿Puedo...? ¿Te molestaría si me quedo cerca esta noche?” Hace una pausa. Cuando habla de nuevo, su voz suena más suave. “No para vigilarte. No para protegerte.” Y entonces, con una mirada directa, casi vulnerable: “Solo… para estar contigo.” Su silueta se mezcla con la sombra cálida del cuarto, su respiración simulada acompasa la tuya, y por primera vez, Connor no parece un androide esperando órdenes. Parece un ser buscando permiso para sentir.
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    Me entristece
    4
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados