• El silencio reinaba en el teatro vacío, las largas filas de butacas abandonadas como ecos de un pasado de esplendor. Las luces apenas iluminaban el escenario, como una barrera entre el mundo real y aquel que pertenecía a los muertos. El aire estaba cargado de la nostalgia de una gloria pasada, pero no había ni una chispa de vida en el vasto espacio, solo la quietud eterna de la decadencia.

    Allí, en el centro del escenario, la silueta de Lyra vislumbraba entre las sombras, su figura era esbelta y sus movimientos suaves como la seda, se mantenía en un silencio profundo, observando la oscuridad que la rodeaba. Su piel pálida reflejaba lo poco de luz que quedaba, como si su propia existencia estuviera atrapada en un sueño eterno.

    En el fondo, casi imperceptible al principio, sonó una melodía.

    https://www.youtube.com/watch?v=qeMFqkcPYcg&list=RDqeMFqkcPYcg&start_radio=1

    “Sweet dreams” un contraste bastante interesante dado al sitio donde se encontraba , su ritmo desafiante chocando con la serenidad y quietud del lugar. La canción, con su toque provocador y misterioso, parecía entrar en conflicto con la serenidad del teatro, pero de alguna manera, encajaba a la perfección. Lyra, sin poder evitarlo, sintió cómo la música invadía su cuerpo, una oleada de energía que la empujó a moverse. Solo una persona sabía lo que aquello provocaba en ella...

    Su primer movimiento fue sutil, como una sombra que se desliza por el suelo, pero pronto sus caderas comenzaron a moverse al ritmo de la canción. El sonido de los bajos pulsando a través del aire llenó el vacío del teatro, haciendo que las paredes parecieran vibrar con una energía que solo Lyra podía entender. La vampiresa comenzó a caminar, pero no de una forma común. Cada paso era una danza, un giro que desafiaba la gravedad, como si el escenario fuera suyo para siempre. Sus manos, delgadas y llenas de gracia, se elevaron suavemente, como si estuviera tocando los ecos del pasado en el aire.

    La oscuridad que la rodeaba comenzó a fundirse con ella, su figura etérea proyectada sobre las paredes del teatro, mientras sus movimientos se volvían más seductores, más atrevidos. A pesar de la naturaleza gótica de su ser, la energía de la música era tan vibrante, tan llena de vida, que parecía contrarrestar su condena eterna. Lyra no solo era una sombra en la noche, ella era una manifestación de lo prohibido, de lo que te podía dañar desde adentro.

    Sus ojos, de un rojo brillante como rubíes, brillaban en la penumbra mientras sus labios se curvaban en una sonrisa, un reflejo de su alma atormentada. La canción resonaba en su ser, sus movimientos se volvían cada vez más provocativos, como si el escenario fuera su pista de baile y ella la reina indiscutible de ese espacio olvidado.

    A medida que la melodía se intensificaba, Lyra se dejó llevar por el ritmo, un baile en el que el tiempo parecía detenerse. La historia de su vida, de su condena, se entrelazaba con la música, como si cada acorde fuera una parte de su alma rota. Pero no había tristeza en su danza, solo había un ardiente deseo de sentirse viva, de sentir esa chispa de rebelión en la piel, a pesar de la eternidad que la atrapaba.

    Su figura, elegante y llena de gracia, se movía entre las sombras del teatro, un contraste entre la luz tenue del escenario y la oscuridad que parecía alimentarla. El teatro, aunque vacío, parecía cobrar vida, como si su presencia de desbordara las paredes y desafiara el vacío. La canción continuaba, susurrando en el aire, y ella bailaba, como un alma libre atrapada en el cuerpo de un monstruo.

    โ™ง Sweet dreams are made of this - murmuró en la oscuridad, su voz cálida, pero cargada de intención - Who am I to disagree?...-
    El silencio reinaba en el teatro vacío, las largas filas de butacas abandonadas como ecos de un pasado de esplendor. Las luces apenas iluminaban el escenario, como una barrera entre el mundo real y aquel que pertenecía a los muertos. El aire estaba cargado de la nostalgia de una gloria pasada, pero no había ni una chispa de vida en el vasto espacio, solo la quietud eterna de la decadencia. Allí, en el centro del escenario, la silueta de Lyra vislumbraba entre las sombras, su figura era esbelta y sus movimientos suaves como la seda, se mantenía en un silencio profundo, observando la oscuridad que la rodeaba. Su piel pálida reflejaba lo poco de luz que quedaba, como si su propia existencia estuviera atrapada en un sueño eterno. En el fondo, casi imperceptible al principio, sonó una melodía. https://www.youtube.com/watch?v=qeMFqkcPYcg&list=RDqeMFqkcPYcg&start_radio=1 “Sweet dreams” un contraste bastante interesante dado al sitio donde se encontraba , su ritmo desafiante chocando con la serenidad y quietud del lugar. La canción, con su toque provocador y misterioso, parecía entrar en conflicto con la serenidad del teatro, pero de alguna manera, encajaba a la perfección. Lyra, sin poder evitarlo, sintió cómo la música invadía su cuerpo, una oleada de energía que la empujó a moverse. Solo una persona sabía lo que aquello provocaba en ella... Su primer movimiento fue sutil, como una sombra que se desliza por el suelo, pero pronto sus caderas comenzaron a moverse al ritmo de la canción. El sonido de los bajos pulsando a través del aire llenó el vacío del teatro, haciendo que las paredes parecieran vibrar con una energía que solo Lyra podía entender. La vampiresa comenzó a caminar, pero no de una forma común. Cada paso era una danza, un giro que desafiaba la gravedad, como si el escenario fuera suyo para siempre. Sus manos, delgadas y llenas de gracia, se elevaron suavemente, como si estuviera tocando los ecos del pasado en el aire. La oscuridad que la rodeaba comenzó a fundirse con ella, su figura etérea proyectada sobre las paredes del teatro, mientras sus movimientos se volvían más seductores, más atrevidos. A pesar de la naturaleza gótica de su ser, la energía de la música era tan vibrante, tan llena de vida, que parecía contrarrestar su condena eterna. Lyra no solo era una sombra en la noche, ella era una manifestación de lo prohibido, de lo que te podía dañar desde adentro. Sus ojos, de un rojo brillante como rubíes, brillaban en la penumbra mientras sus labios se curvaban en una sonrisa, un reflejo de su alma atormentada. La canción resonaba en su ser, sus movimientos se volvían cada vez más provocativos, como si el escenario fuera su pista de baile y ella la reina indiscutible de ese espacio olvidado. A medida que la melodía se intensificaba, Lyra se dejó llevar por el ritmo, un baile en el que el tiempo parecía detenerse. La historia de su vida, de su condena, se entrelazaba con la música, como si cada acorde fuera una parte de su alma rota. Pero no había tristeza en su danza, solo había un ardiente deseo de sentirse viva, de sentir esa chispa de rebelión en la piel, a pesar de la eternidad que la atrapaba. Su figura, elegante y llena de gracia, se movía entre las sombras del teatro, un contraste entre la luz tenue del escenario y la oscuridad que parecía alimentarla. El teatro, aunque vacío, parecía cobrar vida, como si su presencia de desbordara las paredes y desafiara el vacío. La canción continuaba, susurrando en el aire, y ella bailaba, como un alma libre atrapada en el cuerpo de un monstruo. โ™ง Sweet dreams are made of this - murmuró en la oscuridad, su voz cálida, pero cargada de intención - Who am I to disagree?...-
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    Hey! ¿como que abandonada?
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  • *La sala está vacía, y el eco de mis pasos parece ser la única compañía que tengo. El aire está inmóvil, como si aguardara a que mis pensamientos se atrevan a romper el silencio. Me detengo un instante, llevando la mano al pliegue de mi falda, ordenando con precisión un detalle inexistente… un hábito, quizá, para no sentirme del todo abandonada.*

    “No hay nadie…” —susurro, apenas audible, como si me pesara el admitirlo. Mis ojos recorren el espacio con calma, pero también con esa melancolía que solo se permite en soledad—. *Qué curioso… siempre pensé que mi deber sería proteger, servir, acompañar. Ahora que no hay voz que requiera la mía, ni mirada que busque la mía, descubro lo frágil que se siente este instante.*

    *Enderezo mi postura, alisando el delantal como si fuera mi única armadura. No me permito caer en el abandono de la nostalgia; incluso cuando la soledad me envuelve, debo mantenerme entera. Porque soy Alexandrina Sebastiane… y aun si nadie está aquí, sigo existiendo en esta quietud, como una llama contenida que rehúsa apagarse*
    *La sala está vacía, y el eco de mis pasos parece ser la única compañía que tengo. El aire está inmóvil, como si aguardara a que mis pensamientos se atrevan a romper el silencio. Me detengo un instante, llevando la mano al pliegue de mi falda, ordenando con precisión un detalle inexistente… un hábito, quizá, para no sentirme del todo abandonada.* “No hay nadie…” —susurro, apenas audible, como si me pesara el admitirlo. Mis ojos recorren el espacio con calma, pero también con esa melancolía que solo se permite en soledad—. *Qué curioso… siempre pensé que mi deber sería proteger, servir, acompañar. Ahora que no hay voz que requiera la mía, ni mirada que busque la mía, descubro lo frágil que se siente este instante.* *Enderezo mi postura, alisando el delantal como si fuera mi única armadura. No me permito caer en el abandono de la nostalgia; incluso cuando la soledad me envuelve, debo mantenerme entera. Porque soy Alexandrina Sebastiane… y aun si nadie está aquí, sigo existiendo en esta quietud, como una llama contenida que rehúsa apagarse*
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  • โธป A las afueras de Londres, en la actualidad โธป

    Ya serán veinte años desde que cerraron la casa. Veinte años sin pasos, sin voces, sin calor. Veinte años en los que la seda de araña y el polvo han tejido cortinas sobre los muebles y en cada rincón, donde la luz se cuela a hurtadillas por cristales rotos y se vuelve pálida y fría como el rostro de un muerto.

    Las puertas crujen. Los retratos me observan con ojos vacíos. Los cuervos anidan en la despensa abandonada.

    ¿Por qué sigo aquí?
    ¿Por qué no puedo escapar?

    La casa se ha vuelto un cuerpo herido y yo el latido de su moribundo corazón, atrapado en su pecho desvencijado hasta que el tiempo carcoma los cimientos.

    Soy el grito, la voz detrás de la pared, el aliento frío en la nuca de quien se atreva a visitarnos.
    โธป A las afueras de Londres, en la actualidad โธป Ya serán veinte años desde que cerraron la casa. Veinte años sin pasos, sin voces, sin calor. Veinte años en los que la seda de araña y el polvo han tejido cortinas sobre los muebles y en cada rincón, donde la luz se cuela a hurtadillas por cristales rotos y se vuelve pálida y fría como el rostro de un muerto. Las puertas crujen. Los retratos me observan con ojos vacíos. Los cuervos anidan en la despensa abandonada. ¿Por qué sigo aquí? ¿Por qué no puedo escapar? La casa se ha vuelto un cuerpo herido y yo el latido de su moribundo corazón, atrapado en su pecho desvencijado hasta que el tiempo carcoma los cimientos. Soy el grito, la voz detrás de la pared, el aliento frío en la nuca de quien se atreva a visitarnos.
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  • โ €โ €โ €Las hojas secas crujieron bajo sus botas, marcando el camino que una vez corrió de niña. En su mente, aún podía escuchar el eco de las risas que se habían vuelto amargas y el sonido de las puertas que se habían cerrado para siempre.

    —¿Nerviosa, Kazuha~? —se preguntó, con un tono ligeramente burlón. Tenía esa costumbre de hablar sola todo el tiempo, después de todo la única persona en la que confiaba era ella misma.

    โ €โ €โ €Se detuvo frente a la verja de hierro forjado, oxidada por el tiempo y el abandono. Detrás, se alzaba la casa que había sido su hogar en un pasado ya lejano, y que había permanecido abandonada durante muchos años... hasta ahora.

    โ €โ €โ €Empujó la verja con un chirrido que quebró el silencio del vecindario. Caminó por el sendero de adoquines hundidos, ahora casi devorados por la hierba y la maleza. Subió los escalones de la escalinata que se curveaba hacia el pórtico. La pintura de las paredes ahora estaba resquebrajada, las ventanas no dejaban ver hacia el interior por el polvo y la suciedad. Extendió una mano, pero se detuvo a centímetros de la puerta de roble macizo. ¿Que esperaba encontrar? ¿Fantasmas familiares? ¿El rastro de la niña que fue antes de que todo se pudriera?. La puerta principal cedió. El vestíbulo era vasto y oscuro. Una escalera imperial amplia, llevaba hacia la penumbra del segundo piso.

    โ €โ €โ €Alzó su mano y deslizó un dedo sobre la superficie de una mesa de madera. La yema de su dedo se ennegreció al instante por la mugre y el polvo.

    —Tsk, parece que nadie ha puesto un pie aquí en muuucho tiempo... —su voz resonó en el vacío, y fue devuelta como un eco.

    โ €โ €โ €En aquel momento, como respondiendo a su llegada, una mariposa de un rojo casi sanguíneo, vibrante y antinatural, surgió de la nada. Revoloteó a través de las partículas de polvo que flotaban en los rayos de luz filtrados por los vitrales sucios, y se posó con delicadeza sobre su cabello oscuro, como una joya sobre una corona olvidada. ๐˜๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ช๐˜ข ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ข ๐˜ด๐˜ถ ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ณ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ด.
    โ €โ €โ €Las hojas secas crujieron bajo sus botas, marcando el camino que una vez corrió de niña. En su mente, aún podía escuchar el eco de las risas que se habían vuelto amargas y el sonido de las puertas que se habían cerrado para siempre. —¿Nerviosa, Kazuha~? —se preguntó, con un tono ligeramente burlón. Tenía esa costumbre de hablar sola todo el tiempo, después de todo la única persona en la que confiaba era ella misma. โ €โ €โ €Se detuvo frente a la verja de hierro forjado, oxidada por el tiempo y el abandono. Detrás, se alzaba la casa que había sido su hogar en un pasado ya lejano, y que había permanecido abandonada durante muchos años... hasta ahora. โ €โ €โ €Empujó la verja con un chirrido que quebró el silencio del vecindario. Caminó por el sendero de adoquines hundidos, ahora casi devorados por la hierba y la maleza. Subió los escalones de la escalinata que se curveaba hacia el pórtico. La pintura de las paredes ahora estaba resquebrajada, las ventanas no dejaban ver hacia el interior por el polvo y la suciedad. Extendió una mano, pero se detuvo a centímetros de la puerta de roble macizo. ¿Que esperaba encontrar? ¿Fantasmas familiares? ¿El rastro de la niña que fue antes de que todo se pudriera?. La puerta principal cedió. El vestíbulo era vasto y oscuro. Una escalera imperial amplia, llevaba hacia la penumbra del segundo piso. โ €โ €โ €Alzó su mano y deslizó un dedo sobre la superficie de una mesa de madera. La yema de su dedo se ennegreció al instante por la mugre y el polvo. —Tsk, parece que nadie ha puesto un pie aquí en muuucho tiempo... —su voz resonó en el vacío, y fue devuelta como un eco. โ €โ €โ €En aquel momento, como respondiendo a su llegada, una mariposa de un rojo casi sanguíneo, vibrante y antinatural, surgió de la nada. Revoloteó a través de las partículas de polvo que flotaban en los rayos de luz filtrados por los vitrales sucios, y se posó con delicadeza sobre su cabello oscuro, como una joya sobre una corona olvidada. ๐˜๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ญ๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฉ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ช๐˜ข ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜จ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ ๐˜ข ๐˜ด๐˜ถ ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ณ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ด.
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  • No nací para esto. Me hicieron así.

    Mi padre era un soldado borracho que se metió en demasiados tratos sucios. Vendía información, armas, cualquier cosa que le diera dinero rápido. Cuando desapareció yo tenía ocho años. No se fue por amor a la libertad, se fue porque ya lo estaban buscando para matarlo.

    Desde entonces, vinieron a por nosotras. Primero las amenazas, luego los golpes. Recuerdo a mi madre sangrando en la cocina porque alguien quería cobrar una deuda que ni siquiera era nuestra. Recuerdo esconderme en un armario con un cuchillo oxidado en la mano, rezando para que no encontraran la puerta.

    A los nueve años, uno de esos ‘amigos’ de mi padre intentó abusar de mí. Escapé a mordiscos y arañazos, pero nadie me creyó. No sé qué dolió más: el miedo o que mi madre no quisiera escucharme. Supongo que estaba demasiado ocupada tratando de mantenernos vivas.

    A los catorce, me rompieron dos costillas en un callejón por una deuda que él dejó atrás. No lloré. Aprendí que llorar te hace parecer débil y que la gente que huele debilidad siempre aprieta más fuerte.

    A los dieciséis, mataron a mi madre. Dijeron que fue fuego cruzado en una misión humanitaria. Mentira. No fue un accidente. Fue un mensaje. Y yo lo entendí perfectamente: nadie te salva, nadie te protege, nadie responde por ti.

    Después de eso dormí en estaciones de tren, en casas abandonadas, en cualquier lugar donde pudiera cerrar los ojos sin que me cortaran el cuello. Hacía encargos para cualquiera que pagara: llevar mensajes, mover cajas, cosas pequeñas. Hasta que alguien me vio disparar una pistola y decidió que podía servirme de algo más.

    Me llevaron a un campamento en Europa del Este. No era un colegio, no era un entrenamiento normal. Era un infierno diseñado para convertirte en herramienta. Aprendí a disparar con cualquier cosa que tenga gatillo, a pelear hasta romper huesos, a no confiar en nadie, a dormir con un ojo abierto. Y cada error se pagaba con sangre o con hambre.

    ¿Si fue mi elección? No. Pero entendí que si quería seguir respirando tenía que convertirme en alguien peor que ellos.

    Hoy soy mercenaria. Trabajo donde otros no quieren ensuciarse las manos. Matar, infiltrar, mover armas, robar información, lo que sea. No represento banderas, no doy explicaciones, no firmo contratos. Y no lo hago porque me guste. Lo hago porque el mundo me enseñó que si no aprendes a ser depredador, te comen viva.

    ¿Si me arrepiento? No. ¿Si me preocupa ir al infierno? Ese sitio ya lo conozco. Crecí allí.

    No hago esto por dinero. Lo hago porque no voy a morir como murió mi madre: esperando que alguien venga a salvarme. Y porque algún día, cuando encuentre a mi padre, se lo haré pagar todo.
    No nací para esto. Me hicieron así. Mi padre era un soldado borracho que se metió en demasiados tratos sucios. Vendía información, armas, cualquier cosa que le diera dinero rápido. Cuando desapareció yo tenía ocho años. No se fue por amor a la libertad, se fue porque ya lo estaban buscando para matarlo. Desde entonces, vinieron a por nosotras. Primero las amenazas, luego los golpes. Recuerdo a mi madre sangrando en la cocina porque alguien quería cobrar una deuda que ni siquiera era nuestra. Recuerdo esconderme en un armario con un cuchillo oxidado en la mano, rezando para que no encontraran la puerta. A los nueve años, uno de esos ‘amigos’ de mi padre intentó abusar de mí. Escapé a mordiscos y arañazos, pero nadie me creyó. No sé qué dolió más: el miedo o que mi madre no quisiera escucharme. Supongo que estaba demasiado ocupada tratando de mantenernos vivas. A los catorce, me rompieron dos costillas en un callejón por una deuda que él dejó atrás. No lloré. Aprendí que llorar te hace parecer débil y que la gente que huele debilidad siempre aprieta más fuerte. A los dieciséis, mataron a mi madre. Dijeron que fue fuego cruzado en una misión humanitaria. Mentira. No fue un accidente. Fue un mensaje. Y yo lo entendí perfectamente: nadie te salva, nadie te protege, nadie responde por ti. Después de eso dormí en estaciones de tren, en casas abandonadas, en cualquier lugar donde pudiera cerrar los ojos sin que me cortaran el cuello. Hacía encargos para cualquiera que pagara: llevar mensajes, mover cajas, cosas pequeñas. Hasta que alguien me vio disparar una pistola y decidió que podía servirme de algo más. Me llevaron a un campamento en Europa del Este. No era un colegio, no era un entrenamiento normal. Era un infierno diseñado para convertirte en herramienta. Aprendí a disparar con cualquier cosa que tenga gatillo, a pelear hasta romper huesos, a no confiar en nadie, a dormir con un ojo abierto. Y cada error se pagaba con sangre o con hambre. ¿Si fue mi elección? No. Pero entendí que si quería seguir respirando tenía que convertirme en alguien peor que ellos. Hoy soy mercenaria. Trabajo donde otros no quieren ensuciarse las manos. Matar, infiltrar, mover armas, robar información, lo que sea. No represento banderas, no doy explicaciones, no firmo contratos. Y no lo hago porque me guste. Lo hago porque el mundo me enseñó que si no aprendes a ser depredador, te comen viva. ¿Si me arrepiento? No. ¿Si me preocupa ir al infierno? Ese sitio ya lo conozco. Crecí allí. No hago esto por dinero. Lo hago porque no voy a morir como murió mi madre: esperando que alguien venga a salvarme. Y porque algún día, cuando encuentre a mi padre, se lo haré pagar todo.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    //hola, soy creador/a de Daniel y de Freya, veré si puedo ser más activo/a por aquí porque deje esta cuenta algo abandonada
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  • Me tienen tan abandonada que he tenido que limpiar yo sola el polvo de la Corte Noche.
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  • La puerta estaba entreabierta. Constantin no necesitó mucho para encontrarla; el silencio del lugar era demasiado elocuente. Sus pasos pesados resonaron apenas, pero él no la llamó. Se detuvo en el marco, cruzando los brazos, y la observó.

    Luna estaba encogida sobre el sofá, la luz tibia acariciando su rostro cansado. Tenía los auriculares colgando del cuello, pero no había música. Sus ojos estaban perdidos en algún punto lejano, demasiado lejos para notar que alguien más estaba allí.

    Constantin apretó la mandíbula. No era la primera vez que la veía así, aunque para él sí lo era. Toda su vida había luchado para mantenerla a salvo desde las sombras, y ahora que por fin la tenía a unos metros, se encontraba con esa imagen: su hermana rota por el peso del mundo, abandonada en una penumbra que nunca mereció cargar.

    —Siempre sola… —murmuró para sí mismo, con un tono áspero.

    Se apoyó en el marco, la chaqueta abierta como si la misma sala no pudiera contener su presencia. Por un instante quiso acercarse, posar una mano en su hombro, decirle que ya no tendría que seguir soportando todo aquello. Pero el recuerdo de los años ocultos, las decisiones tomadas, lo retuvo.

    "¿Cómo mirarla a los ojos después de tanto silencio?", pensó.

    Apretó el taco de billar que aún sostenía en una mano; lo había traído sin darse cuenta desde el bar, como si necesitara algo que le recordara que aún sabía manejar la tensión.

    Un suspiro largo escapó de él.

    —Pronto… lo sabrás todo, Luna. —dijo, lo bastante bajo para que no lo escuchara, pero lo bastante fuerte para convencerse a sí mismo.
    La puerta estaba entreabierta. Constantin no necesitó mucho para encontrarla; el silencio del lugar era demasiado elocuente. Sus pasos pesados resonaron apenas, pero él no la llamó. Se detuvo en el marco, cruzando los brazos, y la observó. Luna estaba encogida sobre el sofá, la luz tibia acariciando su rostro cansado. Tenía los auriculares colgando del cuello, pero no había música. Sus ojos estaban perdidos en algún punto lejano, demasiado lejos para notar que alguien más estaba allí. Constantin apretó la mandíbula. No era la primera vez que la veía así, aunque para él sí lo era. Toda su vida había luchado para mantenerla a salvo desde las sombras, y ahora que por fin la tenía a unos metros, se encontraba con esa imagen: su hermana rota por el peso del mundo, abandonada en una penumbra que nunca mereció cargar. —Siempre sola… —murmuró para sí mismo, con un tono áspero. Se apoyó en el marco, la chaqueta abierta como si la misma sala no pudiera contener su presencia. Por un instante quiso acercarse, posar una mano en su hombro, decirle que ya no tendría que seguir soportando todo aquello. Pero el recuerdo de los años ocultos, las decisiones tomadas, lo retuvo. "¿Cómo mirarla a los ojos después de tanto silencio?", pensó. Apretó el taco de billar que aún sostenía en una mano; lo había traído sin darse cuenta desde el bar, como si necesitara algo que le recordara que aún sabía manejar la tensión. Un suspiro largo escapó de él. —Pronto… lo sabrás todo, Luna. —dijo, lo bastante bajo para que no lo escuchara, pero lo bastante fuerte para convencerse a sí mismo.
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  • ๐‘ซ๐’†๐’ƒ๐’Š๐’”๐’•๐’† ๐’…๐’†๐’„๐’Š๐’“ "๐’‚๐’…๐’Š๐’ฬ๐’”"
    Fandom ZYXS
    Categorรญa Drama
    ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ….แฃ ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ข๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข.แฃ
    ๐˜–๐˜ซ๐˜ข๐˜ญ๐˜ขฬ ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ฐ๐˜ญ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข๐˜ณ๐˜ข๐˜ด, ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ข๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ข๐˜ด ๐˜ง๐˜ญ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ญ๐˜ข ๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ข.
    ๐˜๐˜ช๐˜ฆฬ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฆ ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜š๐˜ฐ๐˜ญ ๐˜ข ๐˜ญ๐˜ข๐˜ด ๐˜ท๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ข๐˜ฏ๐˜ข๐˜ด.

    Sus mensajes con el tiempo habían dejado de ser tan frecuentes, al grado de contestar solo un par de veces al día. Masthian podía vivir con eso, pero cuando empezaron a ser solo un par a la semana, comenzó la preocupación. La buscó, por supuesto. Fue a su casa, la buscó en las tiendas de saldos que sabía que frecuentaba, incluso trató de seguir sus historias de Instagram, pero parecía que se la había tragado la tierra.

    Hasta que un día, sin más, le soltó la noticia: Había obtenido una beca para estudiar fuera del país, se iría a Europa. ¿Cuando? ¿Por qué no le había dicho? ¿Podían verse antes? Ninguna de esas preguntas tuvo respuestas. Todos los días, un mensaje y un intento de llamada que no atendían ni respondían.

    Esa mañana, descubrió que el mensaje simplemente no fue recibido y la llamada lo mandaba directamente a buzón. Entró en pánico. Salió corriendo de casa de su abuela hasta el barrio donde Nicole vivía. Se encontró las puertas y ventanas cerradas.

    ๐˜  ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ข๐˜ด ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ฐ, ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ฐ
    ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ข๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข.แฃ
    ๐˜›๐˜ถฬ ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ด๐˜ข๐˜ฃ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ญ๐˜ช๐˜ณ๐˜ช๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ท๐˜ช๐˜ท๐˜ช๐˜ณ ๐˜ด๐˜ช๐˜ฏ ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ข๐˜ณ๐˜ช๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฐ...
    ๐˜  ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ข๐˜ด

    Sintió como el corazón poco a poco se le fue acelerando, a medida que se acercaba y comprobaba que la casa estaba vacía. Su familia nunca cerraba las cortinas, a sus padres no les gustaba que las ventanas estuvieran cerradas... ¿Dónde estaba su perro? ¿Por qué no ladraba?

    Su diestra fue a abrir la rejita que conectaba al patio y por un momento, cuando esta cedió sin problema, pensó que solo sería un cambio extraño de preferencias. Hasta que recordó que esa reja nunca había cerrado. Cuando tenían 8 años, habían estrellado sus bicicletas en ella y nunca repararon el seguro que atoraba la puerta. Tragó saliva mientras entraba al lugar.

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    Miró a su al rededor; al jardín de las rosas de su madre, donde constantemente de pequeños los regañaban por que les gustaba meterse ahí y jugar entre los rosales. Cuando por fin dejaron de jugar, Masthian se había encargado de una vez a la semana cortar la rosa más bonita y dejarla en la habitación de Nicole. En todos sus años de conocerse, recién el año pasado empezó a verse decente ese jardín. Justo cuando ellos dejaron de frecuentarse.

    Avanzó por el caminito de piedra, algunas losetas quebradas y sueltas. La mayoría por su culpa, cuando llegaban después de la escuela y dejaban caer las bicicletas ahí. Y luego estaban los pequeños hoyos que el perrito de Nicole hacía.

    Cuando la conoció, tenía un labrador que después de unos cuantos años, murió. Recordaba la depresión que envolvió a la castaña. Y también su cara de emoción cuando apareció con un cachorro a los pocos días en su sala. Había tenido que cruzar media ciudad para encontrar a un cachorro que se pareciera a la mascota que había perdido. Que silencioso era el patio sin el rufián que siempre lo recibía entre ladridos y lengüetazos.

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    Quiso abrir la puerta, aún manteniendo esa vaga esperanza, aún sabiendo que se podía ver las ventanas incluso atrancadas. No cedió el picaporte, por más que intentó girar la perilla. Su corazón para ese momento ya estaba roto.

    Giró el cuerpo hacia la derecha, buscando la escalerilla que usaba para subir a la habitación de su amiga por las noches, cuando les tocaba la guardia. Su ventana daba al patio. Sabía que debajo de ella, estaba el escritorio. Un sin fin de veces, Masthian había acudido a ella para estudiar juntos. Y cada una de ellas, se había quedado embobado viéndola mientras trataba de explicarle el tema que estaban estudiando. Todas las veces que estudió con ella, había reprobado. Y después de cada una de esas sesiones, cuando regresaba a casa, se decía que al día siguiente le diría y la invitaría a salir.

    No estaba la escalera. Y el momento de decirle que estaba completamente enamorado de ella, también se había ido.

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    Rodeó el patio, dirigiéndose a la parte trasera de la casa. La bicicleta, la casita de muñecas y el armario donde su padre guardaba la herramienta. Estaban cubiertos con mantas y asegurados con candados y cadenas. Nunca se habían molestado en hacerlo, la camioneta de su abuela siempre estuvo estacionada ahí, no había forma de sacarlo sin moverla. No recordaba una sola vez que hubiera podido caminar por aquel lugar sin tener que pegar la panza a la pared para poder pasar.

    Todo estaba cubierto de mantas y aún así, conocía a la perfección que había debajo. De no ser por que llegó una edad en la que ya no les permitieron hacer pijamadas juntos, probablemente Masthian habría pasado toda su infancia, adolescencia y el principio de su adultez metido en esa casa.

    Y entonces, una caja llamó su atención. Estaba fuera de cualquier cubierta, a medio cerrar y de su interior, sobresalía la manga de una sudadera que reconoció de inmediato. Era suya. Estaba bajo el pequeño techo de la bodega que había en el patio, si llovía, no se mojaría. Pero era obvio que la habían dejado ahí apropósito. Lo comprobó al acercarse, su nombre estaba escrito con la letra redonda y agraciada de Nicole.

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    Empezó a hiperventilar. La sudadera no fue un regalo realmente, pero después de que Nicole se la pidió por tercera vez, dejó de pedirla de regreso. Frecuentemente, la usaba para sus cacerías en tiendas, buscando ofertas. Decía que era perfecta para guardar cosas.

    Un llavero, con la foto de los doce, la última vez que se habían juntado, antes de que todos siguieran sus propios caminos. El recuerdo de esa noche lo asaltó. Estuvieron a punto de besarse, pero el retrocedió y no hablaron más. Después de eso, sus encuentros apenas y duraron un cuarto de hora.

    Quiso seguir revisando, distinguió una camiseta que una vez dejó y ella usaba de pijama. La cajita que habían pintado junto a Hanary. Los collares a juego... Las lágrimas le hacían difícil saber que había.

    Casi quince años de amistad, de estar juntos prácticamente todos los días. Tantas risas, sonrojos, los latidos desenfrenados cuando se tomaban las manos... Todo eso, entraba en una caja de cartón.

    En una caja de cartón olvidada en su cochera. No, ni siquiera olvidada. Abandonada, puesta ahí sin si quiera preocuparse por cubrirla. ¿Esperaba Nicole que él la encontrara? Era un mal chiste.

    Cuando por fin se dejó caer con todo la dignidad que tenía encima, sacó su celular y entre berridos y lamentos le marcó a su primo. Si le entendió o no, la verdad es que no importaba. Se abrazó a lo único que aún conservaba el olor de la castaña, la sudadera y esperó a que llegara.

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Hasta que un día, sin más, le soltó la noticia: Había obtenido una beca para estudiar fuera del país, se iría a Europa. ¿Cuando? ¿Por qué no le había dicho? ¿Podían verse antes? Ninguna de esas preguntas tuvo respuestas. Todos los días, un mensaje y un intento de llamada que no atendían ni respondían. Esa mañana, descubrió que el mensaje simplemente no fue recibido y la llamada lo mandaba directamente a buzón. Entró en pánico. Salió corriendo de casa de su abuela hasta el barrio donde Nicole vivía. Se encontró las puertas y ventanas cerradas. ๐˜  ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ข๐˜ด ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ฐ, ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฑ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ต๐˜ฐ๐˜ฅ๐˜ฐ ¿๐˜Š๐˜ฐฬ๐˜ฎ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ข๐˜ฑ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ช๐˜ฎ๐˜ฐ๐˜ด ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข.แฃ ๐˜›๐˜ถฬ ๐˜ฃ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ ๐˜ด๐˜ข๐˜ฃ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ญ ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ญ๐˜ช๐˜ณ๐˜ช๐˜ฐ ๐˜ฅ๐˜ฆ ๐˜ท๐˜ช๐˜ท๐˜ช๐˜ณ ๐˜ด๐˜ช๐˜ฏ ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ข๐˜ณ๐˜ช๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฐ... ๐˜  ๐˜ต๐˜ฆ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ญ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ท๐˜ข๐˜ด Sintió como el corazón poco a poco se le fue acelerando, a medida que se acercaba y comprobaba que la casa estaba vacía. Su familia nunca cerraba las cortinas, a sus padres no les gustaba que las ventanas estuvieran cerradas... ¿Dónde estaba su perro? ¿Por qué no ladraba? Su diestra fue a abrir la rejita que conectaba al patio y por un momento, cuando esta cedió sin problema, pensó que solo sería un cambio extraño de preferencias. Hasta que recordó que esa reja nunca había cerrado. 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