• El caballero y la sacerdotisa
    Fandom OC
    Categoría Fantasía
    --Toda su vida había vivido para el servicio de los dioses. Desde que nació, una ceguera inexplicable le negó el amor de una madre, el cobijo de una familia, pues creían que era una maldición.

    Fue abandonada a los pies de un inmenso árbol, con los ojos vendados y colgando de su manita, una pequeña piedra blanca de río envuelta con una correa de cuero, con Ansuz grabada en ella.

    Creció de un lugar a otro, hasta que finalmente encontró un hogar definitivo en un Hof abandonado que ella misma acondicionó, atrayendo poco a poco a algunos miembros de las aldeas cercanas que buscaban el consejo de los Dioses.

    Finalmente, con el paso de los años, Astrid se volvió popular entre las comunidades cercanas, hasta que un día, fue llevada -Casi a la fuerza- a las costas para abordar uno de los barcos exploradores hasta que llegó a Britania.

    Astrid no se opuso, pues noches antes, segura estaba, de haber escuchado al mismo padre Odín dirigirle algunas palabras, prometiéndole siempre guiarla en su misión.

    Escuchó al cuervo que desde entonces no la abandonaba y que en sus momentos de mayor necesidad, estaba siempre presente, y aunque Astrid fuese incapaz de ver, podía percibir, que todo lo que le estaba sucediendo, tenía un propósito.

    Una vez hubo llegado a Britania, le fue construida una pequeña choza donde Astrid se dedicaba a predicar la palabra de Odín a los niños y mujeres que eran llevadas como botín tras algunos saqueos e “incursiones” a los llamados fuertes de piedra.

    Pero… una tarde todo cambió. Cuando la lluvia de la tarde comenzó a caer, fuerte, agitando los techos de paja y madera hasta que de pronto, el calor y el olor a quemado llenaron el ambiente.

    Las mujeres gritando por ayuda y el grito de guerra de algunos hombres se mezclaron con el fuerte ruido de la tormenta cayendo sobre ellos, perturbaron a Astrid que en un intento por ayudar, salió del Hof para correr alrededor.

    Un fuerte agarre la tomó del brazo y la arrastró fuera del campo de batalla —¡Quédate aquí! —Le gritó un hombre, a quien no pudo identificar. Astrid, incapaz de reconocer el terreno, caminó a tientas entre los arbustos y los árboles, cayendo en cuenta que se había adentrado en el bosque. Los gritos y el sonar de las espadas al estrellarse unas con otras se fue apagando, hasta que finalmente tuvo que aceptar que se había perdido en un país y un lugar totalmente desconocido para ella.-
    --Toda su vida había vivido para el servicio de los dioses. Desde que nació, una ceguera inexplicable le negó el amor de una madre, el cobijo de una familia, pues creían que era una maldición. Fue abandonada a los pies de un inmenso árbol, con los ojos vendados y colgando de su manita, una pequeña piedra blanca de río envuelta con una correa de cuero, con Ansuz grabada en ella. Creció de un lugar a otro, hasta que finalmente encontró un hogar definitivo en un Hof abandonado que ella misma acondicionó, atrayendo poco a poco a algunos miembros de las aldeas cercanas que buscaban el consejo de los Dioses. Finalmente, con el paso de los años, Astrid se volvió popular entre las comunidades cercanas, hasta que un día, fue llevada -Casi a la fuerza- a las costas para abordar uno de los barcos exploradores hasta que llegó a Britania. Astrid no se opuso, pues noches antes, segura estaba, de haber escuchado al mismo padre Odín dirigirle algunas palabras, prometiéndole siempre guiarla en su misión. Escuchó al cuervo que desde entonces no la abandonaba y que en sus momentos de mayor necesidad, estaba siempre presente, y aunque Astrid fuese incapaz de ver, podía percibir, que todo lo que le estaba sucediendo, tenía un propósito. Una vez hubo llegado a Britania, le fue construida una pequeña choza donde Astrid se dedicaba a predicar la palabra de Odín a los niños y mujeres que eran llevadas como botín tras algunos saqueos e “incursiones” a los llamados fuertes de piedra. Pero… una tarde todo cambió. Cuando la lluvia de la tarde comenzó a caer, fuerte, agitando los techos de paja y madera hasta que de pronto, el calor y el olor a quemado llenaron el ambiente. Las mujeres gritando por ayuda y el grito de guerra de algunos hombres se mezclaron con el fuerte ruido de la tormenta cayendo sobre ellos, perturbaron a Astrid que en un intento por ayudar, salió del Hof para correr alrededor. Un fuerte agarre la tomó del brazo y la arrastró fuera del campo de batalla —¡Quédate aquí! —Le gritó un hombre, a quien no pudo identificar. Astrid, incapaz de reconocer el terreno, caminó a tientas entre los arbustos y los árboles, cayendo en cuenta que se había adentrado en el bosque. Los gritos y el sonar de las espadas al estrellarse unas con otras se fue apagando, hasta que finalmente tuvo que aceptar que se había perdido en un país y un lugar totalmente desconocido para ella.-
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  • -Tal y como prometió llevó a pasear a su hermosa novia 𝄄 𝐉𝐢𝐥𝐥𝐢𝐚𝐧 𝄄 (?) se trataba de unas ruinas abandonadas, pero al ser patrimonio histórico, estaban bien preservadas y tenían caminos y veredas decoradas con rosales, mismos que tenían rosas rojas, blancas y rosas, justo en medio había un kiosko en el cual podían tomar asiento.-

    Encanto... Sé que nos conocemos bien, pero aún me hacen falta saber mucho de ti. ¿Cómo es exactamente el lugar donde vienes? ¿Vivías en el oceano?
    -Tal y como prometió llevó a pasear a su hermosa novia [Midnight_Lover] (?) se trataba de unas ruinas abandonadas, pero al ser patrimonio histórico, estaban bien preservadas y tenían caminos y veredas decoradas con rosales, mismos que tenían rosas rojas, blancas y rosas, justo en medio había un kiosko en el cual podían tomar asiento.- Encanto... Sé que nos conocemos bien, pero aún me hacen falta saber mucho de ti. ¿Cómo es exactamente el lugar donde vienes? ¿Vivías en el oceano?
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  • Detective's Play - The Phantomhive Family.
    Fandom Jujutsu Kaisen/Kuroshitsuji.
    Categoría Suspenso
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Londres, 14 de Febrero, 1913.

    ⠀⠀La niebla nocturna cae como un sudario sobre las calles, cubriéndolas con la humedad grisácea característica de la Europa de aquella época. Hace más de un siglo, su viaje no había hecho más que empezar, cada parada, cada destino, era un nuevo punto de comienzo.

    ⠀⠀Siempre lo perseguía... Ese hedor a muerte.

    ⠀⠀El maleficio cobraba vida en las calles, anunciaba su llegada de la miseria, y con él, la caminata de cierto individuo. Un hombre con ropas oscuras, gastadas pero impecables. Lleva un maletín de cuero curtido, y en su mano izquierda, protegida por un guante raído, una sortija de origen indescifrable. Con el paso de las eras, debía adaptarse a los códigos de vestimenta, no había nada que le disgustase más que usar trajes, pero era la etiqueta.

    ⠀⠀Por el pseudónimo "A", como le llaman quienes se atreven a pagar por sus servicios. No tiene título, ni oficina, ni papeles legales que lo respalden, pero quienes lo han contratado saben que si algo escapa a las leyes naturales, él sabrá qué hacer. Una forma más precisa de describirlo es que sabrá cómo destruirlo. Siempre cobra por adelantado. Tenía una carta en la mano, proveniente de un comisario que decidió contratar al hombre sin tiempo, bajo la duda sobre si los rumores de su persona son ciertos.

    ⠀⠀Nadie con sentido común camina por Shadwell cuando cae la noche y los pocos que se atreven a hacerlo no hablan de lo que ven, ni del hedor extraño que emana de ciertos portones cerrados desde hace décadas. Pero hace tres semanas, el primer cuerpo apareció bajo uno de esos faroles: un hombre joven, obrero, con la garganta abierta de forma limpia, sin rastro de sangre.

    ⠀⠀Tres días después, una mujer apareció sentada en los escalones de una iglesia abandonada, completamente vestida, el rostro lívido pero con las cuencas oculares vacías. Ni una sola marca de violencia. Solo piel cerrada, como si jamás hubiera tenido ojos.

    ⠀⠀La Scotland Yard —que nunca fue famosa por su competencia— cerró ambos casos como "ataques relacionados", probablemente un asesino serial excéntrico, algo que las imprentas sensacionalistas devoraron con entusiasmo. Pero Alaric sabía que no, estos parecían los requisitos de una especie de ritual, y seguía acumulando víctimas día tras día.

    ⠀⠀No están asesinando al azar, los están preparando meticulosamente. Algo despertará y será terrorífico.

    ⠀⠀Pero él no será el único que investigue ese caso...

    Jean Phantomhive
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Londres, 14 de Febrero, 1913. ⠀ ⠀⠀La niebla nocturna cae como un sudario sobre las calles, cubriéndolas con la humedad grisácea característica de la Europa de aquella época. Hace más de un siglo, su viaje no había hecho más que empezar, cada parada, cada destino, era un nuevo punto de comienzo. ⠀⠀Siempre lo perseguía... Ese hedor a muerte. ⠀⠀El maleficio cobraba vida en las calles, anunciaba su llegada de la miseria, y con él, la caminata de cierto individuo. Un hombre con ropas oscuras, gastadas pero impecables. Lleva un maletín de cuero curtido, y en su mano izquierda, protegida por un guante raído, una sortija de origen indescifrable. Con el paso de las eras, debía adaptarse a los códigos de vestimenta, no había nada que le disgustase más que usar trajes, pero era la etiqueta. ⠀⠀Por el pseudónimo "A", como le llaman quienes se atreven a pagar por sus servicios. No tiene título, ni oficina, ni papeles legales que lo respalden, pero quienes lo han contratado saben que si algo escapa a las leyes naturales, él sabrá qué hacer. Una forma más precisa de describirlo es que sabrá cómo destruirlo. Siempre cobra por adelantado. Tenía una carta en la mano, proveniente de un comisario que decidió contratar al hombre sin tiempo, bajo la duda sobre si los rumores de su persona son ciertos. ⠀⠀Nadie con sentido común camina por Shadwell cuando cae la noche y los pocos que se atreven a hacerlo no hablan de lo que ven, ni del hedor extraño que emana de ciertos portones cerrados desde hace décadas. Pero hace tres semanas, el primer cuerpo apareció bajo uno de esos faroles: un hombre joven, obrero, con la garganta abierta de forma limpia, sin rastro de sangre. ⠀⠀Tres días después, una mujer apareció sentada en los escalones de una iglesia abandonada, completamente vestida, el rostro lívido pero con las cuencas oculares vacías. Ni una sola marca de violencia. Solo piel cerrada, como si jamás hubiera tenido ojos. ⠀⠀La Scotland Yard —que nunca fue famosa por su competencia— cerró ambos casos como "ataques relacionados", probablemente un asesino serial excéntrico, algo que las imprentas sensacionalistas devoraron con entusiasmo. Pero Alaric sabía que no, estos parecían los requisitos de una especie de ritual, y seguía acumulando víctimas día tras día. ⠀⠀No están asesinando al azar, los están preparando meticulosamente. Algo despertará y será terrorífico. ⠀⠀Pero él no será el único que investigue ese caso... [littl3gr3y]
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  • No todos los fantasmas viven en casas abandonadas… algunos caminan como si nunca hubieran prometido quedarse
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  • [22:48 h | Ostia – Zona industrial abandonada | Encargo simple]

    Salí de casa de Angela para hacer un encargo como de costumbre.
    Llevo botas negras, la Glock silenciada pegada al costado y un cuchillo en la bota derecha. A las 22:33 el primer hombre cae con un tiro limpio a la garganta. Al segundo lo dejo sin aire, golpe seco al esternón y rodillazo al cuello. Me limpio las manos en su camiseta.

    Miro el reloj. A las 22:41 ya estoy saliendo.

    Cruzo el pasillo entre cajas cuando noto algo raro. Levanto el arma y giro.

    Nada.

    Avanzo y luego se escucha un chasquido metálico.

    Y entonces algo me cubre la cara.

    Tela y gas. Reacción inmediata: aguanto el aire y doy un codazo. Siento un puñetazo seco en el estómago por lo que me doblo. Trato de girarme, pero me agarran fuerte. Escucho su voz justo antes de perder el equilibrio.

    —Ahora vas a saber lo que es no tener el control, bambina.

    Intento gritar pero no me sale. Todo se pone borroso y el corazón me late a cien. Escucho cajas caer, mis botas arrastrarse, la tela del pasamontañas. Luego nada.



    [??? | Lugar desconocido | Hora indeterminada]

    Me despierto con las muñecas atadas a una silla. Metal frío y sangre en el labio. Una herida en la ceja que me molesta.

    No hay ventanas.

    Solo él de pie y fumando.

    —¿Ves? Hasta tú te despistas.
    —No por mucho tiempo —le escupo.

    Se acerca y me da una bofetada fuerte. No me duele tanto como me enciende por dentro.

    —¿Sabes por qué lo hago así? Porque sé que no te da miedo morir.
    Pero sí te jode fallar y que te atrapen. Que alguien te vea débil.

    Le mantengo la mirada. Aunque se me cae un hilo de sangre por la comisura.

    —Tienes razón —digo despacio—.
    Pero más me va a joder cuando te mate.

    Se ríe y se gira. Apara el cigarro en el suelo y sale.

    Y yo me quedo allí. Calculando. Sintiendo cómo las marcas en las muñecas empiezan a abrirse.
    Y quizás con algo de miedo por primera vez por no tener a quien me salve.

    [22:48 h | Ostia – Zona industrial abandonada | Encargo simple] Salí de casa de Angela para hacer un encargo como de costumbre. Llevo botas negras, la Glock silenciada pegada al costado y un cuchillo en la bota derecha. A las 22:33 el primer hombre cae con un tiro limpio a la garganta. Al segundo lo dejo sin aire, golpe seco al esternón y rodillazo al cuello. Me limpio las manos en su camiseta. Miro el reloj. A las 22:41 ya estoy saliendo. Cruzo el pasillo entre cajas cuando noto algo raro. Levanto el arma y giro. Nada. Avanzo y luego se escucha un chasquido metálico. Y entonces algo me cubre la cara. Tela y gas. Reacción inmediata: aguanto el aire y doy un codazo. Siento un puñetazo seco en el estómago por lo que me doblo. Trato de girarme, pero me agarran fuerte. Escucho su voz justo antes de perder el equilibrio. —Ahora vas a saber lo que es no tener el control, bambina. Intento gritar pero no me sale. Todo se pone borroso y el corazón me late a cien. Escucho cajas caer, mis botas arrastrarse, la tela del pasamontañas. Luego nada. ⸻ [??? | Lugar desconocido | Hora indeterminada] Me despierto con las muñecas atadas a una silla. Metal frío y sangre en el labio. Una herida en la ceja que me molesta. No hay ventanas. Solo él de pie y fumando. —¿Ves? Hasta tú te despistas. —No por mucho tiempo —le escupo. Se acerca y me da una bofetada fuerte. No me duele tanto como me enciende por dentro. —¿Sabes por qué lo hago así? Porque sé que no te da miedo morir. Pero sí te jode fallar y que te atrapen. Que alguien te vea débil. Le mantengo la mirada. Aunque se me cae un hilo de sangre por la comisura. —Tienes razón —digo despacio—. Pero más me va a joder cuando te mate. Se ríe y se gira. Apara el cigarro en el suelo y sale. Y yo me quedo allí. Calculando. Sintiendo cómo las marcas en las muñecas empiezan a abrirse. Y quizás con algo de miedo por primera vez por no tener a quien me salve.
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  • - ¡Groar!

    Exhala su aliento de fuego para hacer funcionar los hornos de esta vieja y abandonada herrería, comienzan la luz del fuego, el metal al rojo vivo y las antorchas a dar luz a este lugar.

    Confundiendo a aquellos seres bípedos que deambulan por los alrededores, solo recuerdos de lo que alguna vez fueron antes de la visita del virus, nunca había purgado una antigua mina, sin embargo, es un sitio excelente para encubarse y gestarse la vida infestada por el virus.
    - ¡Groar! Exhala su aliento de fuego para hacer funcionar los hornos de esta vieja y abandonada herrería, comienzan la luz del fuego, el metal al rojo vivo y las antorchas a dar luz a este lugar. Confundiendo a aquellos seres bípedos que deambulan por los alrededores, solo recuerdos de lo que alguna vez fueron antes de la visita del virus, nunca había purgado una antigua mina, sin embargo, es un sitio excelente para encubarse y gestarse la vida infestada por el virus.
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  • Ubicación: Antigua Biblioteca Abrahamsson.
    Hora: 11:37 p.m.
    Estado del cielo: Nublado. Amenaza tormenta.




    La puerta de hierro crujió como si tuviera alma propia y no quería dejarla entrar. Pero Toska Brock no era del tipo que pide permiso. Nunca lo fue. Con cada paso, sus botas mojadas dejaban un rastro como si la lluvia se negara a abandonarla del todo, como si el agua supiera que esa chica no caminaba sola.

    El abrigo negro ondeaba tras de ella, largo hasta casi el suelo, mientras su cabello rubio —pegado a su rostro por la humedad— le daba ese aire de guerrera antigua recién salida de un poema maldito.

    Llevaba el arete izquierdo vibrando de forma sutil, casi imperceptible para cualquiera que no la conociera. Pero ella sí lo notaba. Venora también. Y esa incomodidad compartida hablaba sin palabras. No estaban allí por gusto, ni por azar. Algo las había llevado hasta esa biblioteca abandonada. Algo que sabía su nombre.

    Venora murmuró, desde dentro de su mente:

    —¿Segura que esto no es una trampa, periodista? Porque huele a traición con olor a encuadernación vieja.

    Toska no respondió. Sonrió de medio lado.
    La trampa era parte del encanto.

    El lugar estaba en penumbras, con estantes llenos de polvo y libros maltratados, pero se podía sentir que no estaba vacía. Alguien más ya estaba allí. Toska lo supo desde que cruzó la puerta. Su instinto, afilado como una cuchilla de sarcasmo, no solía fallar.

    Y entonces la vio.

    Sentada al fondo, iluminada apenas por la luz tenue de un viejo ventanal roto, estaba Nia Xavier.

    No necesitaba que se presentara. Toska sabía leer las historias antes de que fueran escritas. Su postura, su mirada, esa contención elegante que parecía a punto de estallar. Todo en ella gritaba “Xavier”, pero algo estaba fuera de lugar. No era una telépata. No había poder mental. Había gravedad. Literalmente.

    Toska caminó hasta ella sin apuro.
    Sin miedo.
    Con la grabadora en un bolsillo y su cuaderno de tinta morada en la mano.

    Se detuvo a unos metros, escaneándola como quien analiza una constelación extraña.

    —No sabes lo raro que es encontrar a alguien con apellido de peso que no pueda silenciarte con solo mirarte a los ojos —Dijo, alzando una ceja con aire curioso, como si fuera una científica del alma.

    Se sentó en una silla maltrecha, sin pedir permiso. Se cruzó de piernas, sacó su libreta, y pulsó la grabadora.

    —Soy Toska Brock. Periodista. Bloguera de la Deep Web. Hija de Gillian, sobrina del caos y... bueno, no te importa eso, ¿verdad?

    La sonrisa que siguió fue afilada, como un bisturí.

    —Lo que quiero saber es esto:
    ¿Cómo se sobrevive a ser la hermana del mutante más conocido del planeta...
    ...sin explotar de gravedad emocional por dentro?

    La pregunta flotó. Literalmente.

    Y Venora, desde dentro de su mente, rió con suavidad.
    Una risa con eco.
    Una risa que sabía que estaban por abrir algo peligroso.


    𝐍𝐈𝐀 𝐗𝐀𝐕𝐈𝐄𝐑
    Ubicación: Antigua Biblioteca Abrahamsson. Hora: 11:37 p.m. Estado del cielo: Nublado. Amenaza tormenta. La puerta de hierro crujió como si tuviera alma propia y no quería dejarla entrar. Pero Toska Brock no era del tipo que pide permiso. Nunca lo fue. Con cada paso, sus botas mojadas dejaban un rastro como si la lluvia se negara a abandonarla del todo, como si el agua supiera que esa chica no caminaba sola. El abrigo negro ondeaba tras de ella, largo hasta casi el suelo, mientras su cabello rubio —pegado a su rostro por la humedad— le daba ese aire de guerrera antigua recién salida de un poema maldito. Llevaba el arete izquierdo vibrando de forma sutil, casi imperceptible para cualquiera que no la conociera. Pero ella sí lo notaba. Venora también. Y esa incomodidad compartida hablaba sin palabras. No estaban allí por gusto, ni por azar. Algo las había llevado hasta esa biblioteca abandonada. Algo que sabía su nombre. Venora murmuró, desde dentro de su mente: —¿Segura que esto no es una trampa, periodista? Porque huele a traición con olor a encuadernación vieja. Toska no respondió. Sonrió de medio lado. La trampa era parte del encanto. El lugar estaba en penumbras, con estantes llenos de polvo y libros maltratados, pero se podía sentir que no estaba vacía. Alguien más ya estaba allí. Toska lo supo desde que cruzó la puerta. Su instinto, afilado como una cuchilla de sarcasmo, no solía fallar. Y entonces la vio. Sentada al fondo, iluminada apenas por la luz tenue de un viejo ventanal roto, estaba Nia Xavier. No necesitaba que se presentara. Toska sabía leer las historias antes de que fueran escritas. Su postura, su mirada, esa contención elegante que parecía a punto de estallar. Todo en ella gritaba “Xavier”, pero algo estaba fuera de lugar. No era una telépata. No había poder mental. Había gravedad. Literalmente. Toska caminó hasta ella sin apuro. Sin miedo. Con la grabadora en un bolsillo y su cuaderno de tinta morada en la mano. Se detuvo a unos metros, escaneándola como quien analiza una constelación extraña. —No sabes lo raro que es encontrar a alguien con apellido de peso que no pueda silenciarte con solo mirarte a los ojos —Dijo, alzando una ceja con aire curioso, como si fuera una científica del alma. Se sentó en una silla maltrecha, sin pedir permiso. Se cruzó de piernas, sacó su libreta, y pulsó la grabadora. —Soy Toska Brock. Periodista. Bloguera de la Deep Web. Hija de Gillian, sobrina del caos y... bueno, no te importa eso, ¿verdad? La sonrisa que siguió fue afilada, como un bisturí. —Lo que quiero saber es esto: ¿Cómo se sobrevive a ser la hermana del mutante más conocido del planeta... ...sin explotar de gravedad emocional por dentro? La pregunta flotó. Literalmente. Y Venora, desde dentro de su mente, rió con suavidad. Una risa con eco. Una risa que sabía que estaban por abrir algo peligroso. [GRAVITYDIAM0NDS]
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  • "La Reina del Ruido Blanco"

    La ciudad aún dormía entre la niebla y los neones rotos. Raven caminaba por los callejones de concreto viejo, el eco de sus pasos amortiguado por el zumbido constante del mundo digital que ella dominaba. Sus ojos, medio cubiertos por su cabello azabache, ocultaban más secretos de los que estaba dispuesta a compartir. Su rostro, marcado por una cicatriz en forma de flor marchita, era un recordatorio de una noche que nadie más sobrevivió.

    Vestida con una camisa blanca, rematada por un arnés y accesorios metálicos, no pasaba desapercibida. Pero eso no le importaba. Ella no existía para agradar, sino para desestabilizar. Su teléfono, cubierto de calcomanías de estética punk, era más que un objeto decorativo: era su portal al caos, su arma silenciosa.

    Esa noche, Raven tenía un plan.

    Un político corrupto, oculto tras mil firewalls, se convertiría en su próxima víctima. Desde una cafetería abandonada, conectó su equipo mientras la luz azul de la pantalla iluminaba sus dedos cubiertos por redes de encaje. Su voz suave rompió el silencio:

    —“Bienvenido al ruido blanco... es hora de que desaparezcas.”

    La red cayó. Las cuentas se borraron. El poder cambió de manos.

    Y con una sonrisa de medio lado, Raven apagó el monitor, se ajustó las orejas de conejo negras que llevaba como una burla al sistema, y desapareció entre la niebla. Como un mito urbano... como un fantasma digital.
    "La Reina del Ruido Blanco" La ciudad aún dormía entre la niebla y los neones rotos. Raven caminaba por los callejones de concreto viejo, el eco de sus pasos amortiguado por el zumbido constante del mundo digital que ella dominaba. Sus ojos, medio cubiertos por su cabello azabache, ocultaban más secretos de los que estaba dispuesta a compartir. Su rostro, marcado por una cicatriz en forma de flor marchita, era un recordatorio de una noche que nadie más sobrevivió. Vestida con una camisa blanca, rematada por un arnés y accesorios metálicos, no pasaba desapercibida. Pero eso no le importaba. Ella no existía para agradar, sino para desestabilizar. Su teléfono, cubierto de calcomanías de estética punk, era más que un objeto decorativo: era su portal al caos, su arma silenciosa. Esa noche, Raven tenía un plan. Un político corrupto, oculto tras mil firewalls, se convertiría en su próxima víctima. Desde una cafetería abandonada, conectó su equipo mientras la luz azul de la pantalla iluminaba sus dedos cubiertos por redes de encaje. Su voz suave rompió el silencio: —“Bienvenido al ruido blanco... es hora de que desaparezcas.” La red cayó. Las cuentas se borraron. El poder cambió de manos. Y con una sonrisa de medio lado, Raven apagó el monitor, se ajustó las orejas de conejo negras que llevaba como una burla al sistema, y desapareció entre la niebla. Como un mito urbano... como un fantasma digital.
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  • The Altar Awaits
    Fandom OC, JJK
    Categoría Suspenso
    Rol con : [demon_of_spirits]

    El viento arrastraba la tierra a través del pueblo muerto, donde las casas de madera, abandonadas hace tiempo, yacían intactas, acumulando polvo, como si todo ser vivo las hubiera abandonado con prisas. Ventanas y puertas abiertas, muebles intactos. No quedaba nadie. Ni perros, ni pájaros, ni el eco de una voz. Solo ruinas, tierra estéril y el aullido del viento pasando por las ventanas.

    En el corazón de ese vacío, se alzaban los restos de una iglesia.

    Sus muros de piedra estaban partidos por raíces y el peso de los años. Las puertas, alguna vez sagradas, colgaban de bisagras oxidadas, crujiendo apenas con cada soplo del viento. La cruz de la iglesia que antaño se alzaba en el tejado, yacía tirada en el suelo de la entrada. Los vitrales ahora llenos de tierra y polvo, apenas reflejaban la luz por el desgaste y la suciedad.

    Y allí, dentro de la iglesia, estaba él.

    Elías Ainsworth.

    De pie bajo el rosetón, por donde se colaba un rayo de luz. Alto, imponente, inmóvil. La túnica negra ondeaba levemente con la brisa, y la piedra azul de su corbatín reflejaba la escasa luz que entraba.

    Su apariencia parecía una broma retorcida. Un cuerpo humanoide, vestido de manera elegante pero al alzar la mirada...

    Un cráneo de lobo alargado, unos cuernos de cabra con una tela roja y una cadena dorada conectándolos, era una apariencia casi ceremonial. Sus ojos, dos luces rojas dentro de sus cuencas vacías, con una mirada intensa, que nunca temblaba, nunca se desviaba.

    Un ser así nunca debió entrar a un lugar como ese, y sin embargo, pertenecía más que nadie.

    Sus manos, enguantadas, descansaban sobre el respaldo de un banco roto. Su cabeza estaba inclinada, no en oración, sino en recuerdo.

    Entonces ocurrió algo inesperado.

    los pasos de alguien hicieron eco al entrar, pero Elías no se molestó en mirar quien era.
    Rol con : [demon_of_spirits] El viento arrastraba la tierra a través del pueblo muerto, donde las casas de madera, abandonadas hace tiempo, yacían intactas, acumulando polvo, como si todo ser vivo las hubiera abandonado con prisas. Ventanas y puertas abiertas, muebles intactos. No quedaba nadie. Ni perros, ni pájaros, ni el eco de una voz. Solo ruinas, tierra estéril y el aullido del viento pasando por las ventanas. En el corazón de ese vacío, se alzaban los restos de una iglesia. Sus muros de piedra estaban partidos por raíces y el peso de los años. Las puertas, alguna vez sagradas, colgaban de bisagras oxidadas, crujiendo apenas con cada soplo del viento. La cruz de la iglesia que antaño se alzaba en el tejado, yacía tirada en el suelo de la entrada. Los vitrales ahora llenos de tierra y polvo, apenas reflejaban la luz por el desgaste y la suciedad. Y allí, dentro de la iglesia, estaba él. Elías Ainsworth. De pie bajo el rosetón, por donde se colaba un rayo de luz. Alto, imponente, inmóvil. La túnica negra ondeaba levemente con la brisa, y la piedra azul de su corbatín reflejaba la escasa luz que entraba. Su apariencia parecía una broma retorcida. Un cuerpo humanoide, vestido de manera elegante pero al alzar la mirada... Un cráneo de lobo alargado, unos cuernos de cabra con una tela roja y una cadena dorada conectándolos, era una apariencia casi ceremonial. Sus ojos, dos luces rojas dentro de sus cuencas vacías, con una mirada intensa, que nunca temblaba, nunca se desviaba. Un ser así nunca debió entrar a un lugar como ese, y sin embargo, pertenecía más que nadie. Sus manos, enguantadas, descansaban sobre el respaldo de un banco roto. Su cabeza estaba inclinada, no en oración, sino en recuerdo. Entonces ocurrió algo inesperado. los pasos de alguien hicieron eco al entrar, pero Elías no se molestó en mirar quien era.
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  • Rol con: 𝓔𝓵𝓲𝔃𝓪𝓫𝓮𝓽𝓱 𝓡𝓾𝓫𝔂

    ** No debían perder más tiempo, la reconstrucción de aquel castillo y sus secretos no tomó mucho. Tan pronto como aquel par estuvieron en casa, aquel par de asistentes Katherin y Arthur les recibieron, les atendieron y pusieron sus manos en marcha.

    — Para nuestra fortuna, mi querida Elizabeth, tan solo queda implantar una dosis de tu sangre para hacer que las unidades ya creadas comiencen a deambular por ahí.—
    Explicó mientras caminaba a lado de ella, guiandola hacia el sótano de aquella guarida que por mucho tiempo había permanecido abandonada, externamente.

    Habían cruzado algunos pasillos, y bajado un par de elevadores, hasta llegar a un gran portón que triplicado sus tamaños. Se abrió al mero toque de su guante, tan pronto extendió su brazo para abrir una de las puertas. Aquella, abrió de manera fácil y sin imprimir demasiada fuerza, activando un sistema de movimiento el cual encendió varias luces de tonalidad verde desde el suelo. Y frente a ellos, una mazmorra llena de tanques de agua, con al menos 500 homunculos inactivos, a la espera de ser usados. Sus cuerpos ya estaba mas qué listos, tan solo faltaba el ingrediente que Elizabeth estaba por ofrecer. **
    Rol con: [H0mmunculi] ** No debían perder más tiempo, la reconstrucción de aquel castillo y sus secretos no tomó mucho. Tan pronto como aquel par estuvieron en casa, aquel par de asistentes Katherin y Arthur les recibieron, les atendieron y pusieron sus manos en marcha. — Para nuestra fortuna, mi querida Elizabeth, tan solo queda implantar una dosis de tu sangre para hacer que las unidades ya creadas comiencen a deambular por ahí.— Explicó mientras caminaba a lado de ella, guiandola hacia el sótano de aquella guarida que por mucho tiempo había permanecido abandonada, externamente. Habían cruzado algunos pasillos, y bajado un par de elevadores, hasta llegar a un gran portón que triplicado sus tamaños. Se abrió al mero toque de su guante, tan pronto extendió su brazo para abrir una de las puertas. Aquella, abrió de manera fácil y sin imprimir demasiada fuerza, activando un sistema de movimiento el cual encendió varias luces de tonalidad verde desde el suelo. Y frente a ellos, una mazmorra llena de tanques de agua, con al menos 500 homunculos inactivos, a la espera de ser usados. Sus cuerpos ya estaba mas qué listos, tan solo faltaba el ingrediente que Elizabeth estaba por ofrecer. **
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