• — ¡Groar¡

    Es la primera acción de la criatura al volver a la vida, sacude ligeramente la cabeza y comienza a mover su cuerpo para comprobar la calidad del enlace tenno-warframe.

    Luego comienza a explorar el sitio donde fue dejado la última vez, lo que llaman como escuela, abandonada, descuidada y hasta atemorizante, junto a la figura dragoniana hay una pila de libros que el tenno guardó antes de irse.

    Los toma para guardarlos, esperando salir con algo de historia de este lugar tan alejado de la mano del hombre.
    — ¡Groar¡ Es la primera acción de la criatura al volver a la vida, sacude ligeramente la cabeza y comienza a mover su cuerpo para comprobar la calidad del enlace tenno-warframe. Luego comienza a explorar el sitio donde fue dejado la última vez, lo que llaman como escuela, abandonada, descuidada y hasta atemorizante, junto a la figura dragoniana hay una pila de libros que el tenno guardó antes de irse. Los toma para guardarlos, esperando salir con algo de historia de este lugar tan alejado de la mano del hombre.
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  • ⟬ FLASHBACK ⟭

    El cielo estaba gris aquel día en Sokovia. Las nubes pesaban sobre los edificios destruidos y el aire olía a polvo y metal quemado. Para Samantha, era apenas su tercera misión con S.H.I.E.L.D., y aunque había demostrado tener una mente brillante en estrategia y análisis, su falta de experiencia en el campo terminaría por marcar su destino.

    Habían infiltrado una base de Hydra camuflada como una planta de energía abandonada. El objetivo era claro: recopilar información y salir sin ser detectados. Pero Samantha, confiada en sus habilidades de rastreo digital, se separó del grupo. Una puerta abierta, una señal débil de radio… y un error de juicio.

    La emboscaron rápido. No hubo tiempo de contraatacar ni de pedir refuerzos. Hydra ya sabía quién era. No por su apellido —que guardaba celosamente—, sino porque era nueva, sin historial especial, sin poderes. Prescindible.

    La encerraron en una celda de metal y sombras, donde la luz era un privilegio y el tiempo una tortura. Lo siguiente fueron días —o quizás semanas— de interrogatorios brutales. La dejaron colgada de cadenas, golpeada, privada de sueño, con electrodos en su piel y agujas buscando respuestas bajo sus uñas. Le rompieron costillas, la obligaron a ver cómo otros sufrían, intentando quebrarla no solo físicamente, sino también por dentro. Hydra no buscaba información… buscaba control.

    Cuando no obtuvieron nada útil, decidieron deshacerse de ella de forma más “científica”. Uno de los científicos, con crueldad meticulosa, propuso utilizarla como sujeto de prueba para la exposición al compuesto terrígeno. Un experimento al que ni siquiera sus propios soldados se atrevían a acercarse. Después de todo, si moría, nadie lo lamentaría. Y si por casualidad tenía un gen Inhumano latente, lo más probable era que la niebla misma la matara durante la transformación.

    Una burla. Un castigo. Una forma elegante de borrarla.

    La celda fue sellada. Un vapor denso y brillante comenzó a brotar por las rejillas. Samantha gritó, su cuerpo se tensó en espasmos violentos. La niebla la envolvía, la desgarraba por dentro. Sus recuerdos ardían, su piel parecía cristalizarse desde adentro. El dolor era inhumano… y, sin embargo, no murió.

    Cuando el cristal se rompió desde dentro, los gritos de los soldados resonaron por todo el complejo. La niebla aún no se disipaba, pero entre ella se alzaba una figura distinta. Samantha, ya no del todo humana, con los ojos cargados de energía pura y un resplandor eléctrico bajo su piel, respiraba con dificultad… pero con vida.

    No sabía lo que era. No sabía lo que podía hacer. Solo sabía que algo dentro de ella había despertado. Algo que ya no podían controlar.

    Samantha escapó entre el caos, guiada por un instinto feroz. La misión había fracasado, sí… pero había nacido una nueva fuerza. No solo una agente de S.H.I.E.L.D., sino una Inhumana marcada por el sufrimiento, forjada en el odio de Hydra.

    Y ellos… habían creado su propia pesadilla.
    ⟬ FLASHBACK ⟭ El cielo estaba gris aquel día en Sokovia. Las nubes pesaban sobre los edificios destruidos y el aire olía a polvo y metal quemado. Para Samantha, era apenas su tercera misión con S.H.I.E.L.D., y aunque había demostrado tener una mente brillante en estrategia y análisis, su falta de experiencia en el campo terminaría por marcar su destino. Habían infiltrado una base de Hydra camuflada como una planta de energía abandonada. El objetivo era claro: recopilar información y salir sin ser detectados. Pero Samantha, confiada en sus habilidades de rastreo digital, se separó del grupo. Una puerta abierta, una señal débil de radio… y un error de juicio. La emboscaron rápido. No hubo tiempo de contraatacar ni de pedir refuerzos. Hydra ya sabía quién era. No por su apellido —que guardaba celosamente—, sino porque era nueva, sin historial especial, sin poderes. Prescindible. La encerraron en una celda de metal y sombras, donde la luz era un privilegio y el tiempo una tortura. Lo siguiente fueron días —o quizás semanas— de interrogatorios brutales. La dejaron colgada de cadenas, golpeada, privada de sueño, con electrodos en su piel y agujas buscando respuestas bajo sus uñas. Le rompieron costillas, la obligaron a ver cómo otros sufrían, intentando quebrarla no solo físicamente, sino también por dentro. Hydra no buscaba información… buscaba control. Cuando no obtuvieron nada útil, decidieron deshacerse de ella de forma más “científica”. Uno de los científicos, con crueldad meticulosa, propuso utilizarla como sujeto de prueba para la exposición al compuesto terrígeno. Un experimento al que ni siquiera sus propios soldados se atrevían a acercarse. Después de todo, si moría, nadie lo lamentaría. Y si por casualidad tenía un gen Inhumano latente, lo más probable era que la niebla misma la matara durante la transformación. Una burla. Un castigo. Una forma elegante de borrarla. La celda fue sellada. Un vapor denso y brillante comenzó a brotar por las rejillas. Samantha gritó, su cuerpo se tensó en espasmos violentos. La niebla la envolvía, la desgarraba por dentro. Sus recuerdos ardían, su piel parecía cristalizarse desde adentro. El dolor era inhumano… y, sin embargo, no murió. Cuando el cristal se rompió desde dentro, los gritos de los soldados resonaron por todo el complejo. La niebla aún no se disipaba, pero entre ella se alzaba una figura distinta. Samantha, ya no del todo humana, con los ojos cargados de energía pura y un resplandor eléctrico bajo su piel, respiraba con dificultad… pero con vida. No sabía lo que era. No sabía lo que podía hacer. Solo sabía que algo dentro de ella había despertado. Algo que ya no podían controlar. Samantha escapó entre el caos, guiada por un instinto feroz. La misión había fracasado, sí… pero había nacido una nueva fuerza. No solo una agente de S.H.I.E.L.D., sino una Inhumana marcada por el sufrimiento, forjada en el odio de Hydra. Y ellos… habían creado su propia pesadilla.
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    Fandom The Animals
    Categoría Acción
    con ꧁ঔৣ☬✞ 𝕮𝖗𝖔𝖜 ✞☬ঔৣ꧂

    Dos años pasaron desde la disolución de The Animals, pero Wolf había hecho el esfuerzo de mantenerse en contacto, más con algunos, menos con otros. Con Crow, las cosas eran especialmente complicadas: la tensión entre ambos no había terminado de desaparecer con el tiempo, solo se había vuelto más silenciosa, más controlada. Aun así, Wolf jamás desaprovechaba una oportunidad para saber de él, aunque fuera desde lejos, sin un contacto real.

    Esa misma mañana, la noticia le alcanzó en el taller mecánico donde pretendía ganarse la vida: Zeta, ex piloto profesional convertido en leyenda del asfalto clandestino, estaba organizando una carrera en los márgenes del Bronx, una ruta ilegal que atravesaba túneles en desuso, vías de tren, calles abandonadas y tramos abiertos al tránsito civil. Y sólo los mejores serían invitados.

    Wolf lo supo al instante: Crow estaría allí.

    Habían pasado tres meses desde la última vez que lo vio. Tres meses sin su voz, sin su aroma, sin ese brillo calculador en sus ojos. Wolf no se engañaba: le extrañaba, le necesitaba, e iría a por él.

    No se inscribió, no se presentó en la línea de salida. Esperó. Paciente, oculto en las calles aledañas. Conocía el recorrido, conocía New York como la palma de su mano, y dejó que la carrera avanzara para luego, a mitad de recorrido, unirse al circuito.

    Su motocicleta rugió como un animal liberado mientras tomaba una curva para aparecer junto al auto de Crow. El casco cubría su cabeza, ocultaba su rostro, pero nunca podría disfrazar su talle, su porte.

    El cuerpo tendido sobre el manillar en perfecta comunión con su bestia motorizada.

    Cuando lo tuvo a su lado, aceleró. El motor respondió con fiereza, vibrando con furia. Fue una provocación clara, una llamada. Un desafío, solo ellos dos, como en los viejos tiempos. Nada que decir, nada que explicar.
    con [TheCrow] Dos años pasaron desde la disolución de The Animals, pero Wolf había hecho el esfuerzo de mantenerse en contacto, más con algunos, menos con otros. Con Crow, las cosas eran especialmente complicadas: la tensión entre ambos no había terminado de desaparecer con el tiempo, solo se había vuelto más silenciosa, más controlada. Aun así, Wolf jamás desaprovechaba una oportunidad para saber de él, aunque fuera desde lejos, sin un contacto real. Esa misma mañana, la noticia le alcanzó en el taller mecánico donde pretendía ganarse la vida: Zeta, ex piloto profesional convertido en leyenda del asfalto clandestino, estaba organizando una carrera en los márgenes del Bronx, una ruta ilegal que atravesaba túneles en desuso, vías de tren, calles abandonadas y tramos abiertos al tránsito civil. Y sólo los mejores serían invitados. Wolf lo supo al instante: Crow estaría allí. Habían pasado tres meses desde la última vez que lo vio. Tres meses sin su voz, sin su aroma, sin ese brillo calculador en sus ojos. Wolf no se engañaba: le extrañaba, le necesitaba, e iría a por él. No se inscribió, no se presentó en la línea de salida. Esperó. Paciente, oculto en las calles aledañas. Conocía el recorrido, conocía New York como la palma de su mano, y dejó que la carrera avanzara para luego, a mitad de recorrido, unirse al circuito. Su motocicleta rugió como un animal liberado mientras tomaba una curva para aparecer junto al auto de Crow. El casco cubría su cabeza, ocultaba su rostro, pero nunca podría disfrazar su talle, su porte. El cuerpo tendido sobre el manillar en perfecta comunión con su bestia motorizada. Cuando lo tuvo a su lado, aceleró. El motor respondió con fiereza, vibrando con furia. Fue una provocación clara, una llamada. Un desafío, solo ellos dos, como en los viejos tiempos. Nada que decir, nada que explicar.
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  • //De nuevo, esto es larguito. Seguimos con el lore de la visión de Dante.

    La incesante lucha estaba acabando con sus fuerzas. Heridas que no paraban de sangrar, varios huesos rotos y los agónicos gemidos y rugidos de los sumidos en la lujuria de sangre, que no terminaban nunca.

    Una manada de estos logró llevarle hasta una vieja iglesia abandonada. Irónico, ¿verdad? Un lugar antaño santo, plagado por un nido de criaturas infectas y profanas.
    La hediondez de aquella zona le causaba nauseas e incluso mareos. ¿Cómo era posible? ¿De dónde habían salido tantos enloquecidos? Y lo más extraño... Todos y cada uno de ellos supuraban una singular espuma rosácea por la boca.

    Siguió usando sus fieles dagas de titanio para rebanar a cada una de esas criaturas y sin embargo, estas no se desintegraban, no convulsionaban hasta morir. No tenía sentido, los sumidos en la lujuria de sangre reaccionaban al titanio como gremlins a la luz solar.

    Dante se abría paso como podía hasta que quedó acorralado en el interior de la vieja edificación, su espalda chocando con una gigantesca y polvorienta estatua de la virgen María que juraría estaba llorando.

    -¡¿De dónde han salido todos estos mal nacidos?!- Escuchó la voz de Rio.

    -¡Dante! ¡Más te vale no dejarte acorralar, imbécil!- Nikolai también estaba allí.

    -¡¿Y lo dice el que no puede salir de entre los contenedores de basura?! Agh! ¡Mierda!- Tegan se unió pero fue mordido fuertemente por uno de los enloquecidos.

    -¡Dante! ¡Dante!- Esa voz... La había escuchado antes. ¿Dónde?

    ¿Por qué sentía que se le venía el mundo encima al escucharla?

    -¡No entres ahí, es demasiado peligroso!- Lucan parecía intentar impedir que esa persona, desesperada, entrase en el edificio en el que Dante se encontraba atrapado por los engendros.

    Sin embargo no consiguió sostener a dicha persona. Dante pudo sentir como se le encogía el pecho y se le aceleraban los latidos a un punto que resultaba imposible para él, biológicamente hablando.
    Vio una figura en la puerta, una sombra, no sabía quien era.

    -Aquí acaba el juego, guerrero...- Una voz femenina resonó con saña de entre las sombras y roció a Dante en un extraño polvo rojizo.

    Sin querer lo inhaló. Eso era... ¿Carmesí?

    Tosió varias veces mientras se le engarrotaban los músculos y la visión se volvía borrosa. Todo su cuerpo ardía y dolía horrores. La cabeza... Parecía que fuera a estallar de un momento a otro. Nauseas, mal estar y... Sed.

    Las criaturas pasaron a centrar su atención el la figura en la puerta, iban a abalanzarse sobre dicha persona pero Dante, aprovechando la poca cordura que aún estaba conservando, corrió veloz a destrozar a cada uno de esos inmundos monstruos.
    Inmundos monstruos... ¿Él se estaba volviendo uno en ese momento? Lo sentía, sentía que perdía el control. Empezó a escupir espuma rosada. Ya no podía ni sostener sus dagas.

    -Hazlo... Ya... Por favor no permitas... Que me vuelva como ellos. No p-permitas... Aghh! Que... Que te haga daño... ¡Hazlo-Ngh!- Dante le suplicaba que lo matasen.

    Aunque no pudo ver el rostro de la persona allí presente, si alcanzó a notar sus lágrimas, su desesperación y dolor. Como gritaba su nombre y maldecía con impotencia.
    Escuchó los gritos de sus compañeros de fondo mientras su mente se resquebrajaba, se fragmentaba, eliminando cualquier rastro del hombre que fue. Ya no podía hablar, solo rugir como una bestia. Y sin embargo, en cierto modo, aún no se había perdido del todo, aún era consciente de lo que veía y parcialmente escuchaba.

    Un dolor agudo en el pecho le permitió unos últimos segundos de claridad mental. Le habían clavado su propia daga en el corazón. Unas manos temblorosas la sostenían, bañadas en lágrimas que no dejaban de caer.

    -Lo siento... Lo siento...- Esa temblorosa voz que cargaba con un gran dolor le pedía disculpas a Dante sin cesar.

    Mientras los sonidos se volvían ecos que desaparecían a lo lejos de un túnel y todo a su alrededor parecía marchar a cámara lenta mientras se desvanecía, alcanzó a susurrar una última despedida con su sangre y la espuma rosácea mezclándose y desbordando de sus labios.

    [...]

    Despertó de golpe, sobresaltado. La respiración acelerada y un terrible nudo en la garganta y el estómago.

    ¿Otra vez?

    Sí, otra vez la maldita pesadilla sobre su muerte. Pero ahora... Pudo ver más. Sus compañeros guerreros estaban allí también, era una ardua batalla. Y... ¿Quién era esa persona? ¿Quién gritaba su nombre y lloraba con desesperación?
    ¿Podía ser?...

    Estaba realmente cansado de esto. Ni siquiera sabía cuando iba a suceder.

    Encendió un cigarrillo y se quedó mirando por la ventana pensativo, exhausto.
    //De nuevo, esto es larguito. Seguimos con el lore de la visión de Dante. La incesante lucha estaba acabando con sus fuerzas. Heridas que no paraban de sangrar, varios huesos rotos y los agónicos gemidos y rugidos de los sumidos en la lujuria de sangre, que no terminaban nunca. Una manada de estos logró llevarle hasta una vieja iglesia abandonada. Irónico, ¿verdad? Un lugar antaño santo, plagado por un nido de criaturas infectas y profanas. La hediondez de aquella zona le causaba nauseas e incluso mareos. ¿Cómo era posible? ¿De dónde habían salido tantos enloquecidos? Y lo más extraño... Todos y cada uno de ellos supuraban una singular espuma rosácea por la boca. Siguió usando sus fieles dagas de titanio para rebanar a cada una de esas criaturas y sin embargo, estas no se desintegraban, no convulsionaban hasta morir. No tenía sentido, los sumidos en la lujuria de sangre reaccionaban al titanio como gremlins a la luz solar. Dante se abría paso como podía hasta que quedó acorralado en el interior de la vieja edificación, su espalda chocando con una gigantesca y polvorienta estatua de la virgen María que juraría estaba llorando. -¡¿De dónde han salido todos estos mal nacidos?!- Escuchó la voz de Rio. -¡Dante! ¡Más te vale no dejarte acorralar, imbécil!- Nikolai también estaba allí. -¡¿Y lo dice el que no puede salir de entre los contenedores de basura?! Agh! ¡Mierda!- Tegan se unió pero fue mordido fuertemente por uno de los enloquecidos. -¡Dante! ¡Dante!- Esa voz... La había escuchado antes. ¿Dónde? ¿Por qué sentía que se le venía el mundo encima al escucharla? -¡No entres ahí, es demasiado peligroso!- Lucan parecía intentar impedir que esa persona, desesperada, entrase en el edificio en el que Dante se encontraba atrapado por los engendros. Sin embargo no consiguió sostener a dicha persona. Dante pudo sentir como se le encogía el pecho y se le aceleraban los latidos a un punto que resultaba imposible para él, biológicamente hablando. Vio una figura en la puerta, una sombra, no sabía quien era. -Aquí acaba el juego, guerrero...- Una voz femenina resonó con saña de entre las sombras y roció a Dante en un extraño polvo rojizo. Sin querer lo inhaló. Eso era... ¿Carmesí? Tosió varias veces mientras se le engarrotaban los músculos y la visión se volvía borrosa. Todo su cuerpo ardía y dolía horrores. La cabeza... Parecía que fuera a estallar de un momento a otro. Nauseas, mal estar y... Sed. Las criaturas pasaron a centrar su atención el la figura en la puerta, iban a abalanzarse sobre dicha persona pero Dante, aprovechando la poca cordura que aún estaba conservando, corrió veloz a destrozar a cada uno de esos inmundos monstruos. Inmundos monstruos... ¿Él se estaba volviendo uno en ese momento? Lo sentía, sentía que perdía el control. Empezó a escupir espuma rosada. Ya no podía ni sostener sus dagas. -Hazlo... Ya... Por favor no permitas... Que me vuelva como ellos. No p-permitas... Aghh! Que... Que te haga daño... ¡Hazlo-Ngh!- Dante le suplicaba que lo matasen. Aunque no pudo ver el rostro de la persona allí presente, si alcanzó a notar sus lágrimas, su desesperación y dolor. Como gritaba su nombre y maldecía con impotencia. Escuchó los gritos de sus compañeros de fondo mientras su mente se resquebrajaba, se fragmentaba, eliminando cualquier rastro del hombre que fue. Ya no podía hablar, solo rugir como una bestia. Y sin embargo, en cierto modo, aún no se había perdido del todo, aún era consciente de lo que veía y parcialmente escuchaba. Un dolor agudo en el pecho le permitió unos últimos segundos de claridad mental. Le habían clavado su propia daga en el corazón. Unas manos temblorosas la sostenían, bañadas en lágrimas que no dejaban de caer. -Lo siento... Lo siento...- Esa temblorosa voz que cargaba con un gran dolor le pedía disculpas a Dante sin cesar. Mientras los sonidos se volvían ecos que desaparecían a lo lejos de un túnel y todo a su alrededor parecía marchar a cámara lenta mientras se desvanecía, alcanzó a susurrar una última despedida con su sangre y la espuma rosácea mezclándose y desbordando de sus labios. [...] Despertó de golpe, sobresaltado. La respiración acelerada y un terrible nudo en la garganta y el estómago. ¿Otra vez? Sí, otra vez la maldita pesadilla sobre su muerte. Pero ahora... Pudo ver más. Sus compañeros guerreros estaban allí también, era una ardua batalla. Y... ¿Quién era esa persona? ¿Quién gritaba su nombre y lloraba con desesperación? ¿Podía ser?... Estaba realmente cansado de esto. Ni siquiera sabía cuando iba a suceder. Encendió un cigarrillo y se quedó mirando por la ventana pensativo, exhausto.
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  • "Caminando con los Muertos" (Parte I).

    Para caminar por el mundo de los muertos se necesitan dos pies. Siempre lo evitó por ser cojo, pese a que su linaje muestra amplias aptitudes para la materia.

    Pero ya no está cojo, entonces... ¿Cuál es su excusa ahora?

    Flojera.

    Tolek estaba tendido sobre la cama de James, un lecho bien improvisado en la antigua fábrica abandonada, mirando al techo de paneles desgastados por el bien marcado paso del tiempo.

    Todo estaba tranquilo, demasiado silencioso.

    La quietud, hacía varios meses, envolvía su vida y su entorno como una capa plástica pegada a la superficie. Como los trajes de las heroínas de Marvel, constrictora e imposible.

    Irreal.

    Tolek frunció el ceño cuando la palabra irreal se hizo presente en su mente. Había algo en esa irrealidad que no encajaba, por supuesto, frente a lo muy real que era su situación estática.

    El Brujo Cojo era una entidad tan habituada al caos, que el regalo de la estabilidad que hace tiempo ya le había otorgado Veles le parecía impropio, algo que, aunque bien merecido y a veces hasta cómodo, no dejaba de parecerle ajeno.

    Y ahí estaba la respuesta.

    Tolek, como el brujo de tradición profundamente pagana que era, sabía leer las señales que la existencia le susurraba al oído. Sabía que cada día era un ciclo, uno dentro de un ciclo mayor que, a su vez, era envuelto por otro ciclo aún mayor y así sucesivamente. Mientras más amplio el ciclo, más implacable es la fuerza que lo empuja cuyo eco impulsa al ciclo que contiene, y así este último repite el ritmo con el que, a su vez, este contiene.

    En su estabilidad estática, Tolek estaba ignorando cómodamente el ritmo que marcaba el ciclo que le contenía y sólo era cuestión de tiempo para que este le empujara a seguir fluyendo.

    Y la existencia no es amable con quienes ignoran sus ciclos.

    Con un gruñido de desaprobación que no era sino la flojera abandonando su cuerpo, el brujo se puso de pie para emprender su camino. Se calzó sus botas, echó mano a su bastón y se dirigió a la estancia más abierta de la fábrica.

    — Lester, ven aquí. Necesito tu ayuda —llamó.

    Y el ave, un cuervo ligeramente más grande de lo normal, se hizo presente posándose sobre su hombro como una sombra que no necesita luz para existir.

    — Aquí estoy, amo. ¿Adónde vamos? —Preguntó el ave, su voz aterciopelada adivinando las intenciones del brujo.

    — A la tierra de los muertos. Algo me dice que tengo asuntos pendientes ahí... —respondió el brujo.

    — Te tomaste tu tiempo, amo —se mofó el ave.

    Y cómo no.

    #ElBrujoCojo
    "Caminando con los Muertos" (Parte I). Para caminar por el mundo de los muertos se necesitan dos pies. Siempre lo evitó por ser cojo, pese a que su linaje muestra amplias aptitudes para la materia. Pero ya no está cojo, entonces... ¿Cuál es su excusa ahora? Flojera. Tolek estaba tendido sobre la cama de James, un lecho bien improvisado en la antigua fábrica abandonada, mirando al techo de paneles desgastados por el bien marcado paso del tiempo. Todo estaba tranquilo, demasiado silencioso. La quietud, hacía varios meses, envolvía su vida y su entorno como una capa plástica pegada a la superficie. Como los trajes de las heroínas de Marvel, constrictora e imposible. Irreal. Tolek frunció el ceño cuando la palabra irreal se hizo presente en su mente. Había algo en esa irrealidad que no encajaba, por supuesto, frente a lo muy real que era su situación estática. El Brujo Cojo era una entidad tan habituada al caos, que el regalo de la estabilidad que hace tiempo ya le había otorgado Veles le parecía impropio, algo que, aunque bien merecido y a veces hasta cómodo, no dejaba de parecerle ajeno. Y ahí estaba la respuesta. Tolek, como el brujo de tradición profundamente pagana que era, sabía leer las señales que la existencia le susurraba al oído. Sabía que cada día era un ciclo, uno dentro de un ciclo mayor que, a su vez, era envuelto por otro ciclo aún mayor y así sucesivamente. Mientras más amplio el ciclo, más implacable es la fuerza que lo empuja cuyo eco impulsa al ciclo que contiene, y así este último repite el ritmo con el que, a su vez, este contiene. En su estabilidad estática, Tolek estaba ignorando cómodamente el ritmo que marcaba el ciclo que le contenía y sólo era cuestión de tiempo para que este le empujara a seguir fluyendo. Y la existencia no es amable con quienes ignoran sus ciclos. Con un gruñido de desaprobación que no era sino la flojera abandonando su cuerpo, el brujo se puso de pie para emprender su camino. Se calzó sus botas, echó mano a su bastón y se dirigió a la estancia más abierta de la fábrica. — Lester, ven aquí. Necesito tu ayuda —llamó. Y el ave, un cuervo ligeramente más grande de lo normal, se hizo presente posándose sobre su hombro como una sombra que no necesita luz para existir. — Aquí estoy, amo. ¿Adónde vamos? —Preguntó el ave, su voz aterciopelada adivinando las intenciones del brujo. — A la tierra de los muertos. Algo me dice que tengo asuntos pendientes ahí... —respondió el brujo. — Te tomaste tu tiempo, amo —se mofó el ave. Y cómo no. #ElBrujoCojo
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  • -Una de sus giras musicales, tuvo que ir s Jairo, aun no llegaban a Belogo, por lo cual el frío es abrumador, se sentó a descansar un poco en una banca de una ciudad abandonada.

    Tratando de calentar sus manos con su aliento, en efecto, el frío del planeta congelado por el Estelaron, podría llegar a ser terrible. -
    -Una de sus giras musicales, tuvo que ir s Jairo, aun no llegaban a Belogo, por lo cual el frío es abrumador, se sentó a descansar un poco en una banca de una ciudad abandonada. Tratando de calentar sus manos con su aliento, en efecto, el frío del planeta congelado por el Estelaron, podría llegar a ser terrible. -
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  • -Bastante solitaria, Robin dejo el cielo, antes de bajar, dejo una carta a los superiores que pronto volvería y estaría bien, volando fue rumbo a la masion donde ella solía vivir con su hermano, actualmente abandonada, solo se conserva en buen estado porque ella paga para que le den mantenimiento.

    Algo nostalgica, abrió la puerta, subiendo las escaleras, se detuvo frente al gran cuadro que es de su hermano, aunque él se desvío del camino de la armonía, se marchó para buscar la redención de los errores cometidos.

    Pues en busca de tratar de protegerla a ella, Sunday sin darse cuenta lastimo o pudo haber lastimado a otros.

    Frente al cuatro, Robin se detuvo a contemplarlo en silencio.-
    -Bastante solitaria, Robin dejo el cielo, antes de bajar, dejo una carta a los superiores que pronto volvería y estaría bien, volando fue rumbo a la masion donde ella solía vivir con su hermano, actualmente abandonada, solo se conserva en buen estado porque ella paga para que le den mantenimiento. Algo nostalgica, abrió la puerta, subiendo las escaleras, se detuvo frente al gran cuadro que es de su hermano, aunque él se desvío del camino de la armonía, se marchó para buscar la redención de los errores cometidos. Pues en busca de tratar de protegerla a ella, Sunday sin darse cuenta lastimo o pudo haber lastimado a otros. Frente al cuatro, Robin se detuvo a contemplarlo en silencio.-
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    Mo Dao Zu Shi / The Untamed
    Búsqueda de
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    Se busca al hijo adoptivo de Wei Wuxian y Lan Wangji : Lan Sizhui.

    Datos de interés:

    • La idea de trama que tengo pensada sería post novela.

    Pido:

    • Conocimiento mínimo de la novela o serie (animada o live action).
    • Ortografía aceptable.
    • Extensión media.
    • Ganas de rolear.
    • Aporte de ideas.
    • No dejar abandonada la trama y menos sin aviso.

    Ofrezco:

    • Conocimiento de la novela y series.
    • Ortografía aceptable.
    • Extensión adaptable.
    • Ganas de rolear.
    • Ideas para desarrollar.
    • No estoy 24/7 por aquí, pero sí lo estoy todos los días y de forma constante.
    • Aviso en caso de ausentarme aunque sean unas horas.
    Se busca al hijo adoptivo de [Wei_Wuxian2] y [fusion_peach_crab_953] : Lan Sizhui. 🐰 Datos de interés: • La idea de trama que tengo pensada sería post novela. 🐰 Pido: • Conocimiento mínimo de la novela o serie (animada o live action). • Ortografía aceptable. • Extensión media. • Ganas de rolear. • Aporte de ideas. • No dejar abandonada la trama y menos sin aviso. 🐰 Ofrezco: • Conocimiento de la novela y series. • Ortografía aceptable. • Extensión adaptable. • Ganas de rolear. • Ideas para desarrollar. • No estoy 24/7 por aquí, pero sí lo estoy todos los días y de forma constante. • Aviso en caso de ausentarme aunque sean unas horas.
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    Mo Dao Zu Shi / The Untamed
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    Se busca al hermano de Wei Wuxian : Jiang Cheng.

    Datos de interés:

    • La idea de trama que tengo pensada sería post novela.

    Pido:

    • Conocimiento mínimo de la novela o serie (animada o live action).
    • Ortografía aceptable.
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    • No estoy 24/7 por aquí, pero sí lo estoy todos los días y de forma constante.
    • Aviso en caso de ausentarme aunque sean unas horas.
    Se busca al hermano de [Wei_Wuxian2]: Jiang Cheng. 🐰Datos de interés: • La idea de trama que tengo pensada sería post novela. 🐰 Pido: • Conocimiento mínimo de la novela o serie (animada o live action). • Ortografía aceptable. • Extensión media. • Ganas de rolear. • Aporte de ideas. • No dejar abandonada la trama y menos sin aviso. 🐰 Ofrezco: • Conocimiento de la novela y series. • Ortografía aceptable. • Extensión adaptable. • Ganas de rolear. • Ideas para desarrollar. • No estoy 24/7 por aquí, pero sí lo estoy todos los días y de forma constante. • Aviso en caso de ausentarme aunque sean unas horas.
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  • **En una bodega abandonada en las afueras de la ciudad...**

    Los rusos estaban reunidos, fumando y bebiendo, seguros de que el trabajo ya estaba hecho. Se reían entre ellos, recordando cómo habían dejado a ese viejo inválido en el suelo, sin posibilidad de devolver el golpe.

    Pero entonces, la puerta de la bodega se abrió con un chirrido metálico.

    Takeru entró.

    No llevaba su usual saco. Solo una camisa negra arremangada y sus pantalones de vestir. Sus pasos resonaron en el suelo de concreto. En su rostro, ninguna emoción. No rabia, no odio… solo una certeza fría e inquebrantable.

    —¿Qué carajo…? —Uno de los rusos se puso de pie, sorprendido.

    Takeru no respondió. No necesitaba hacerlo.

    Antes de que pudieran reaccionar, él ya estaba encima del primero. Un derechazo a la mandíbula lo mandó al suelo de inmediato, sin darle tiempo de levantarse.

    El segundo intentó desenfundar un arma, pero la mano de Takeru la atrapó antes de que pudiera apuntar. Un giro rápido, y el crujido del hueso resonó en la bodega. El ruso gritó, cayendo de rodillas.

    —¡Mierda, dispárenle! —gritó otro, pero fue demasiado tarde.

    Takeru ya estaba sobre él. Lo desarmó con un movimiento brutal, hundiendo su puño en su estómago. El hombre se desplomó, vomitando bilis.

    El último, el líder, intentó correr. Pero Takeru lo alcanzó con calma. Lo tomó por el cuello de la chaqueta y lo estrelló contra la pared.

    —¿Pensaste que me iba a quedar quieto después de lo que hicieron? —susurró, su voz baja y cortante como una cuchilla.

    El ruso intentó balbucear algo, pero Takeru no lo dejó. Su puño impactó contra su rostro, una, dos, tres veces. Cada golpe tenía el peso de su humillación, de su dolor, de la advertencia de que nadie lo volvería a tratar como un hombre acabado.

    Cuando lo soltó, el ruso cayó al suelo, jadeando, su cara irreconocible.

    Takeru miró a los hombres en el suelo, retorciéndose en dolor. No los mató. No lo necesitaba. Su mensaje estaba claro.

    Se acomodó la camisa y salió de la bodega sin mirar atrás.
    **En una bodega abandonada en las afueras de la ciudad...** Los rusos estaban reunidos, fumando y bebiendo, seguros de que el trabajo ya estaba hecho. Se reían entre ellos, recordando cómo habían dejado a ese viejo inválido en el suelo, sin posibilidad de devolver el golpe. Pero entonces, la puerta de la bodega se abrió con un chirrido metálico. Takeru entró. No llevaba su usual saco. Solo una camisa negra arremangada y sus pantalones de vestir. Sus pasos resonaron en el suelo de concreto. En su rostro, ninguna emoción. No rabia, no odio… solo una certeza fría e inquebrantable. —¿Qué carajo…? —Uno de los rusos se puso de pie, sorprendido. Takeru no respondió. No necesitaba hacerlo. Antes de que pudieran reaccionar, él ya estaba encima del primero. Un derechazo a la mandíbula lo mandó al suelo de inmediato, sin darle tiempo de levantarse. El segundo intentó desenfundar un arma, pero la mano de Takeru la atrapó antes de que pudiera apuntar. Un giro rápido, y el crujido del hueso resonó en la bodega. El ruso gritó, cayendo de rodillas. —¡Mierda, dispárenle! —gritó otro, pero fue demasiado tarde. Takeru ya estaba sobre él. Lo desarmó con un movimiento brutal, hundiendo su puño en su estómago. El hombre se desplomó, vomitando bilis. El último, el líder, intentó correr. Pero Takeru lo alcanzó con calma. Lo tomó por el cuello de la chaqueta y lo estrelló contra la pared. —¿Pensaste que me iba a quedar quieto después de lo que hicieron? —susurró, su voz baja y cortante como una cuchilla. El ruso intentó balbucear algo, pero Takeru no lo dejó. Su puño impactó contra su rostro, una, dos, tres veces. Cada golpe tenía el peso de su humillación, de su dolor, de la advertencia de que nadie lo volvería a tratar como un hombre acabado. Cuando lo soltó, el ruso cayó al suelo, jadeando, su cara irreconocible. Takeru miró a los hombres en el suelo, retorciéndose en dolor. No los mató. No lo necesitaba. Su mensaje estaba claro. Se acomodó la camisa y salió de la bodega sin mirar atrás.
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