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  • Reemplazo
    Fandom Hazbin hotel
    Categoría Ciencia ficción
    Rol privado con: Valentino
    Lugar: Ciudad pentagrama, torre de los vees.

    El ataque al cielo con el cañón de Carmilla, no fue lo único que sucedió aquel día. No. Pero, fue lo único que se llevó la atencion, pese a que cerca de alli, acababa de abrirse un portal dimensional, de otro infierno de otra realidad mucho más deteriorada que aquella. Expulsando de aquel agujero dimensional a una criatura, una criatura grande, mitad reptil, mitad tiburon. Estaba inconsciente y con una jeringuilla clavaba en una de sus patas, además de llevar al cuello una mochila llena de frascos con un extraño líquido violeta.

    La brecha dimensional se cerró Yael cuerpo de la criatura comenzó a emitir vapor, quedando pronto los huesos que también se fueron evaporando dejando revelado a quien habia en su interior, Vox. Pero una versión un poco diferente, algo más alto, visiblemente más robusto sin dejar de ser delgado, con unas garras mucho más afiladas y largas. Y si bien su cabeza de pantalla era la misma, salvo por las tres hileras de dientes superiores e inferiores, su piel era mucho más dura y con una coloración que recordaba a la de un tiburón, siendo su pecho y panza blancos y el resto de un tono azulado muy parecido al de su versión normal, Quiza un poco más clara, pero recorrida por rayas de un tono más profundo que imitaba los reflejos del agua, como si de un camuflaje acuático se tratase, además tenía branquias justo en los costados.

    Tardó unos minutos más en despertar, sin embargo cuando lo hizo y vió todo su alrededor en ruinas se sintió confundido, su primer impulso fue buscar a Velvette, al menos hasta que escuchó el escándalo cerca De la Torre. Trató de ponerse en pie, sin embrago sus piernas le fallaban. Un momento… ¿En pie? Se miró las manos, si ¡Manos!¡Volvia a ser él! O al menos en parte por que sus garras eran más largas de lo que recordaba. En cualquier caso, tomó la mochila que la bestia había llevado al cuello y aunque lo intentó varias veces, fue incapaz de dar un solo paso por sí mismo, de modo que se ayudó torpemente apoyándose en las ruinas para caminar é incluso en algunos tramos se vio obligado a ir en cuatro patas. Pero, finalmente llegó y lo vió. Vió el cañón gigante, vio todos los overlords, vió a Charlie, a Alastor, sin embargo lo que le cortó el aliento fue verles a ellos. Valentino y Velvette, estaban bien y aunque su primer impulso fue salir y correr hacia ellos, se detuvo al escuchar su propia risa histérica. Solo que él no se estaba riendo. Si no que era una versión de sí mismo, se estaba viendo en aquel cañón, volviéndose total y absolutamente loco y entonces lo entendió…

    —Joder, Velvette… al final lo conseguiste…—susurró entre cortado, aunque reprimiendo las ganas de ir a golpearse a sí mismo para que se dejase de idioteces, pues aquella derrota que estaba por venir fue el principio del fin, de un error que no pensaba repetir pero ¿Como?¿Como detenerse sin llamar la atención? Entonces lo recordó, Valentino iba a arrancarle la cabeza. Giró su rostro a la torre V y sonrió. Echando la vista atras, siempre pensó que se mataría a sí mismo de volver a ponerse así, bien. Entonces ¿Por que no hacerlo? Ya apreciaba lo que tenia y no iba a perderlo de nuevo, y eñ ese infierno solo habia lugar para un Vox. Usando la corriente eléctrica no dudo, se escondió en el interior De la Torre a esperar. Era paciente, y el momento no tardaría en llegar.
    Rol privado con: [ember_silver_hare_973] Lugar: Ciudad pentagrama, torre de los vees. El ataque al cielo con el cañón de Carmilla, no fue lo único que sucedió aquel día. No. Pero, fue lo único que se llevó la atencion, pese a que cerca de alli, acababa de abrirse un portal dimensional, de otro infierno de otra realidad mucho más deteriorada que aquella. Expulsando de aquel agujero dimensional a una criatura, una criatura grande, mitad reptil, mitad tiburon. Estaba inconsciente y con una jeringuilla clavaba en una de sus patas, además de llevar al cuello una mochila llena de frascos con un extraño líquido violeta. La brecha dimensional se cerró Yael cuerpo de la criatura comenzó a emitir vapor, quedando pronto los huesos que también se fueron evaporando dejando revelado a quien habia en su interior, Vox. Pero una versión un poco diferente, algo más alto, visiblemente más robusto sin dejar de ser delgado, con unas garras mucho más afiladas y largas. Y si bien su cabeza de pantalla era la misma, salvo por las tres hileras de dientes superiores e inferiores, su piel era mucho más dura y con una coloración que recordaba a la de un tiburón, siendo su pecho y panza blancos y el resto de un tono azulado muy parecido al de su versión normal, Quiza un poco más clara, pero recorrida por rayas de un tono más profundo que imitaba los reflejos del agua, como si de un camuflaje acuático se tratase, además tenía branquias justo en los costados. Tardó unos minutos más en despertar, sin embargo cuando lo hizo y vió todo su alrededor en ruinas se sintió confundido, su primer impulso fue buscar a Velvette, al menos hasta que escuchó el escándalo cerca De la Torre. Trató de ponerse en pie, sin embrago sus piernas le fallaban. Un momento… ¿En pie? Se miró las manos, si ¡Manos!¡Volvia a ser él! O al menos en parte por que sus garras eran más largas de lo que recordaba. En cualquier caso, tomó la mochila que la bestia había llevado al cuello y aunque lo intentó varias veces, fue incapaz de dar un solo paso por sí mismo, de modo que se ayudó torpemente apoyándose en las ruinas para caminar é incluso en algunos tramos se vio obligado a ir en cuatro patas. Pero, finalmente llegó y lo vió. Vió el cañón gigante, vio todos los overlords, vió a Charlie, a Alastor, sin embargo lo que le cortó el aliento fue verles a ellos. Valentino y Velvette, estaban bien y aunque su primer impulso fue salir y correr hacia ellos, se detuvo al escuchar su propia risa histérica. Solo que él no se estaba riendo. Si no que era una versión de sí mismo, se estaba viendo en aquel cañón, volviéndose total y absolutamente loco y entonces lo entendió… —Joder, Velvette… al final lo conseguiste…—susurró entre cortado, aunque reprimiendo las ganas de ir a golpearse a sí mismo para que se dejase de idioteces, pues aquella derrota que estaba por venir fue el principio del fin, de un error que no pensaba repetir pero ¿Como?¿Como detenerse sin llamar la atención? Entonces lo recordó, Valentino iba a arrancarle la cabeza. Giró su rostro a la torre V y sonrió. Echando la vista atras, siempre pensó que se mataría a sí mismo de volver a ponerse así, bien. Entonces ¿Por que no hacerlo? Ya apreciaba lo que tenia y no iba a perderlo de nuevo, y eñ ese infierno solo habia lugar para un Vox. Usando la corriente eléctrica no dudo, se escondió en el interior De la Torre a esperar. Era paciente, y el momento no tardaría en llegar.
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  • Ryuiji Hitashi Mi amado y yo, estoy ansioso por recibir a nuestro hermoso cachorro, estoy tan feliz por esto
    [ripple_violet_frog_135] Mi amado y yo, estoy ansioso por recibir a nuestro hermoso cachorro, estoy tan feliz por esto
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    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    La noche que casi me pierdo

    Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado.
    Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo.
    El caos perfecto para desaparecer dentro de él.

    Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar.
    Y lo es.

    Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice:

    Ryu:
    —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo.

    Y tiene razón.
    Nos miran, sí.
    Pero nadie se acerca.
    Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso.

    Entramos al garito.
    Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente.
    Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman.
    Un gesto simple que funciona como llave.

    En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas.
    Deja dos jarras delante de nosotras.
    Pegajosas.
    Turbias.
    Frías.

    Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta.
    Yo la imito.

    El alcohol me golpea como un puñetazo.
    Asqueroso… pero refrescante.
    Hace calor, demasiado.

    Hablamos.
    O mejor dicho: yo hablo, ella escucha.
    Le cuento del jardín de sombras.
    De la oscuridad.
    De Akane.
    De mi miedo.
    De mi deseo de volver a verla.
    De que no sé cómo hacerlo sin romperme.

    Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa.
    Firmadas: SIMON.

    Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro:

    Ryu:
    —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre.

    Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza.
    Sigo bebiendo.
    Y bebiendo.
    Y bebiendo.

    El mundo se vuelve pesado.
    Mi corazón, más.

    Ryu se levanta.

    Ryu:
    —Ahora vuelvo. No tardo.

    Pero cuando vuelve…

    Yo ya no estoy.

    Su respiración se corta.
    Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal.

    Ellos retroceden.

    Moteros:
    —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto!

    El color huye del rostro de Ryu.

    Ryu:
    —¿Mi moto?...

    Sale disparada fuera.

    Ahí estoy.
    En el suelo.
    Tambaleándome.
    La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza.

    Ryu me mira.
    No grita.
    No ruge.

    Ryu:
    —¿Estás herida?

    Solo eso.

    Comprueba mis rasguños.
    Suspira.
    Luego se vuelve hacia su moto…
    Esa moto que claramente amaba.
    La mira con un dolor silencioso.
    Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma.

    Ryu:
    —…será mejor que nos vayamos.

    Pide un taxi.
    Me lleva a su apartamento.
    En silencio.

    Al entrar me ofrece café.
    Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa.
    Exagerada.
    Provocadora.
    Herida.

    Ryu se sienta delante.
    Me observa.
    Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella.

    El ambiente cambia.
    Se vuelve espeso, lento, cargado.

    No sé quién se inclinó primero.
    Tal vez las dos.
    Quizás fue inevitable.

    El helado termina en nuestras bocas.
    Se derrite entre nuestros labios.
    El beso es tierno y hambriento a la vez.
    El mundo desaparece.
    La ropa cae.
    Las manos arden.

    Pero en el fondo de mi alma…
    Surge un pensamiento que me quema.

    Akane.

    Lo haré para hacerle daño.
    Para que no vuelva a irse.
    Para que no me deje sola otra vez…

    Y entonces—

    Lili:
    —¡No!…
    N-no puedo…
    Perdóname…

    Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol.
    Pero cuando me oye…
    Su expresión se rompe.

    Se muerde su propio brazo.
    Fuerte.
    Hasta sangrar.
    Para detenerse.
    Para no perder el control.

    Respira.
    Vuelve a ser ella.
    La loba que cuida antes de devorar.

    Ryu: (suave, rota un poco)
    —Voy a traerte una manta…
    Descansa, cachorrita.
    Te hace falta.

    Me hago pequeña.
    Una bolita.
    Hundida en mi propia culpa.
    Sintiendo que soy basura.

    Pero Ryu me cubre con la manta igualmente.
    Sin tocarme.
    Sin juzgarme.
    Sin marcharse.

    Solo…
    se queda.

    Aunque no me crea digna de ello.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La noche que casi me pierdo Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado. Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo. El caos perfecto para desaparecer dentro de él. Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar. Y lo es. Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice: Ryu: —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo. Y tiene razón. Nos miran, sí. Pero nadie se acerca. Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso. Entramos al garito. Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente. Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman. Un gesto simple que funciona como llave. En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas. Deja dos jarras delante de nosotras. Pegajosas. Turbias. Frías. Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta. Yo la imito. El alcohol me golpea como un puñetazo. Asqueroso… pero refrescante. Hace calor, demasiado. Hablamos. O mejor dicho: yo hablo, ella escucha. Le cuento del jardín de sombras. De la oscuridad. De Akane. De mi miedo. De mi deseo de volver a verla. De que no sé cómo hacerlo sin romperme. Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa. Firmadas: SIMON. Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro: Ryu: —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre. Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza. Sigo bebiendo. Y bebiendo. Y bebiendo. El mundo se vuelve pesado. Mi corazón, más. Ryu se levanta. Ryu: —Ahora vuelvo. No tardo. Pero cuando vuelve… Yo ya no estoy. Su respiración se corta. Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal. Ellos retroceden. Moteros: —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto! El color huye del rostro de Ryu. Ryu: —¿Mi moto?... Sale disparada fuera. Ahí estoy. En el suelo. Tambaleándome. La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza. Ryu me mira. No grita. No ruge. Ryu: —¿Estás herida? Solo eso. Comprueba mis rasguños. Suspira. Luego se vuelve hacia su moto… Esa moto que claramente amaba. La mira con un dolor silencioso. Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma. Ryu: —…será mejor que nos vayamos. Pide un taxi. Me lleva a su apartamento. En silencio. Al entrar me ofrece café. Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa. Exagerada. Provocadora. Herida. Ryu se sienta delante. Me observa. Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella. El ambiente cambia. Se vuelve espeso, lento, cargado. No sé quién se inclinó primero. Tal vez las dos. Quizás fue inevitable. El helado termina en nuestras bocas. Se derrite entre nuestros labios. El beso es tierno y hambriento a la vez. El mundo desaparece. La ropa cae. Las manos arden. Pero en el fondo de mi alma… Surge un pensamiento que me quema. Akane. Lo haré para hacerle daño. Para que no vuelva a irse. Para que no me deje sola otra vez… Y entonces— Lili: —¡No!… N-no puedo… Perdóname… Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol. Pero cuando me oye… Su expresión se rompe. Se muerde su propio brazo. Fuerte. Hasta sangrar. Para detenerse. Para no perder el control. Respira. Vuelve a ser ella. La loba que cuida antes de devorar. Ryu: (suave, rota un poco) —Voy a traerte una manta… Descansa, cachorrita. Te hace falta. Me hago pequeña. Una bolita. Hundida en mi propia culpa. Sintiendo que soy basura. Pero Ryu me cubre con la manta igualmente. Sin tocarme. Sin juzgarme. Sin marcharse. Solo… se queda. Aunque no me crea digna de ello.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin
    //Gracias por tanto.

    La noche que casi me pierdo

    Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado.
    Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo.
    El caos perfecto para desaparecer dentro de él.

    Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar.
    Y lo es.

    Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice:

    Ryu:
    —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo.

    Y tiene razón.
    Nos miran, sí.
    Pero nadie se acerca.
    Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso.

    Entramos al garito.
    Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente.
    Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman.
    Un gesto simple que funciona como llave.

    En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas.
    Deja dos jarras delante de nosotras.
    Pegajosas.
    Turbias.
    Frías.

    Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta.
    Yo la imito.

    El alcohol me golpea como un puñetazo.
    Asqueroso… pero refrescante.
    Hace calor, demasiado.

    Hablamos.
    O mejor dicho: yo hablo, ella escucha.
    Le cuento del jardín de sombras.
    De la oscuridad.
    De Akane.
    De mi miedo.
    De mi deseo de volver a verla.
    De que no sé cómo hacerlo sin romperme.

    Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa.
    Firmadas: SIMON.

    Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro:

    Ryu:
    —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre.

    Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza.
    Sigo bebiendo.
    Y bebiendo.
    Y bebiendo.

    El mundo se vuelve pesado.
    Mi corazón, más.

    Ryu se levanta.

    Ryu:
    —Ahora vuelvo. No tardo.

    Pero cuando vuelve…

    Yo ya no estoy.

    Su respiración se corta.
    Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal.

    Ellos retroceden.

    Moteros:
    —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto!

    El color huye del rostro de Ryu.

    Ryu:
    —¿Mi moto?...

    Sale disparada fuera.

    Ahí estoy.
    En el suelo.
    Tambaleándome.
    La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza.

    Ryu me mira.
    No grita.
    No ruge.

    Ryu:
    —¿Estás herida?

    Solo eso.

    Comprueba mis rasguños.
    Suspira.
    Luego se vuelve hacia su moto…
    Esa moto que claramente amaba.
    La mira con un dolor silencioso.
    Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma.

    Ryu:
    —…será mejor que nos vayamos.

    Pide un taxi.
    Me lleva a su apartamento.
    En silencio.

    Al entrar me ofrece café.
    Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa.
    Exagerada.
    Provocadora.
    Herida.

    Ryu se sienta delante.
    Me observa.
    Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella.

    El ambiente cambia.
    Se vuelve espeso, lento, cargado.

    No sé quién se inclinó primero.
    Tal vez las dos.
    Quizás fue inevitable.

    El helado termina en nuestras bocas.
    Se derrite entre nuestros labios.
    El beso es tierno y hambriento a la vez.
    El mundo desaparece.
    La ropa cae.
    Las manos arden.

    Pero en el fondo de mi alma…
    Surge un pensamiento que me quema.

    Akane.

    Lo haré para hacerle daño.
    Para que no vuelva a irse.
    Para que no me deje sola otra vez…

    Y entonces—

    Lili:
    —¡No!…
    N-no puedo…
    Perdóname…

    Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol.
    Pero cuando me oye…
    Su expresión se rompe.

    Se muerde su propio brazo.
    Fuerte.
    Hasta sangrar.
    Para detenerse.
    Para no perder el control.

    Respira.
    Vuelve a ser ella.
    La loba que cuida antes de devorar.

    Ryu: (suave, rota un poco)
    —Voy a traerte una manta…
    Descansa, cachorrita.
    Te hace falta.

    Me hago pequeña.
    Una bolita.
    Hundida en mi propia culpa.
    Sintiendo que soy basura.

    Pero Ryu me cubre con la manta igualmente.
    Sin tocarme.
    Sin juzgarme.
    Sin marcharse.

    Solo…
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    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin
    //Gracias por tanto.

    La noche que casi me pierdo

    Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado.
    Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo.
    El caos perfecto para desaparecer dentro de él.

    Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar.
    Y lo es.

    Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice:

    Ryu:
    —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo.

    Y tiene razón.
    Nos miran, sí.
    Pero nadie se acerca.
    Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso.

    Entramos al garito.
    Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente.
    Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman.
    Un gesto simple que funciona como llave.

    En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas.
    Deja dos jarras delante de nosotras.
    Pegajosas.
    Turbias.
    Frías.

    Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta.
    Yo la imito.

    El alcohol me golpea como un puñetazo.
    Asqueroso… pero refrescante.
    Hace calor, demasiado.

    Hablamos.
    O mejor dicho: yo hablo, ella escucha.
    Le cuento del jardín de sombras.
    De la oscuridad.
    De Akane.
    De mi miedo.
    De mi deseo de volver a verla.
    De que no sé cómo hacerlo sin romperme.

    Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa.
    Firmadas: SIMON.

    Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro:

    Ryu:
    —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre.

    Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza.
    Sigo bebiendo.
    Y bebiendo.
    Y bebiendo.

    El mundo se vuelve pesado.
    Mi corazón, más.

    Ryu se levanta.

    Ryu:
    —Ahora vuelvo. No tardo.

    Pero cuando vuelve…

    Yo ya no estoy.

    Su respiración se corta.
    Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal.

    Ellos retroceden.

    Moteros:
    —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto!

    El color huye del rostro de Ryu.

    Ryu:
    —¿Mi moto?...

    Sale disparada fuera.

    Ahí estoy.
    En el suelo.
    Tambaleándome.
    La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza.

    Ryu me mira.
    No grita.
    No ruge.

    Ryu:
    —¿Estás herida?

    Solo eso.

    Comprueba mis rasguños.
    Suspira.
    Luego se vuelve hacia su moto…
    Esa moto que claramente amaba.
    La mira con un dolor silencioso.
    Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma.

    Ryu:
    —…será mejor que nos vayamos.

    Pide un taxi.
    Me lleva a su apartamento.
    En silencio.

    Al entrar me ofrece café.
    Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa.
    Exagerada.
    Provocadora.
    Herida.

    Ryu se sienta delante.
    Me observa.
    Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella.

    El ambiente cambia.
    Se vuelve espeso, lento, cargado.

    No sé quién se inclinó primero.
    Tal vez las dos.
    Quizás fue inevitable.

    El helado termina en nuestras bocas.
    Se derrite entre nuestros labios.
    El beso es tierno y hambriento a la vez.
    El mundo desaparece.
    La ropa cae.
    Las manos arden.

    Pero en el fondo de mi alma…
    Surge un pensamiento que me quema.

    Akane.

    Lo haré para hacerle daño.
    Para que no vuelva a irse.
    Para que no me deje sola otra vez…

    Y entonces—

    Lili:
    —¡No!…
    N-no puedo…
    Perdóname…

    Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol.
    Pero cuando me oye…
    Su expresión se rompe.

    Se muerde su propio brazo.
    Fuerte.
    Hasta sangrar.
    Para detenerse.
    Para no perder el control.

    Respira.
    Vuelve a ser ella.
    La loba que cuida antes de devorar.

    Ryu: (suave, rota un poco)
    —Voy a traerte una manta…
    Descansa, cachorrita.
    Te hace falta.

    Me hago pequeña.
    Una bolita.
    Hundida en mi propia culpa.
    Sintiendo que soy basura.

    Pero Ryu me cubre con la manta igualmente.
    Sin tocarme.
    Sin juzgarme.
    Sin marcharse.

    Solo…
    se queda.

    Aunque no me crea digna de ello.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] //Gracias por tanto. La noche que casi me pierdo Llegamos a una zona industrial donde el aire huele a gasolina, óxido y pecado. Los moteros se agolpan como sombras vivas, tatuajes brillando bajo luces rojas y violetas, risas roncas, cadenas, humo. El caos perfecto para desaparecer dentro de él. Ryu avanza como si fuera la alfa del lugar. Y lo es. Parkea la moto en un hueco improvisado, apaga el motor de un golpe seco y dice: Ryu: —Deja el casco aquí. Nadie se va a atrever a tocarlo. Y tiene razón. Nos miran, sí. Pero nadie se acerca. Un par levantan la mano a modo de saludo respetuoso. Entramos al garito. Rock alto, olor a cerveza derramada y metal caliente. Ryu solo levanta dos dedos hacia el barman. Un gesto simple que funciona como llave. En segundos, un tipo enorme desaloja una mesa ocupada entre gritos y casi patadas. Deja dos jarras delante de nosotras. Pegajosas. Turbias. Frías. Ryu bebe como si necesitara apagar un incendio en la garganta. Yo la imito. El alcohol me golpea como un puñetazo. Asqueroso… pero refrescante. Hace calor, demasiado. Hablamos. O mejor dicho: yo hablo, ella escucha. Le cuento del jardín de sombras. De la oscuridad. De Akane. De mi miedo. De mi deseo de volver a verla. De que no sé cómo hacerlo sin romperme. Mientras tanto, varias notas dobladas llegan a la mesa. Firmadas: SIMON. Ryu me confiesa, con la naturalidad de alguien que ya está rota por dentro: Ryu: —Es mi contacto. Encargos… cuestiones de sangre. Me pierdo en mis palabras y en mi tristeza. Sigo bebiendo. Y bebiendo. Y bebiendo. El mundo se vuelve pesado. Mi corazón, más. Ryu se levanta. Ryu: —Ahora vuelvo. No tardo. Pero cuando vuelve… Yo ya no estoy. Su respiración se corta. Pregunta a los primeros que encuentra, su tono gélido, amenazante, letal. Ellos retroceden. Moteros: —No sabemos nada… ¡quizá fue la loca de la moto! El color huye del rostro de Ryu. Ryu: —¿Mi moto?... Sale disparada fuera. Ahí estoy. En el suelo. Tambaleándome. La preciosa moto negra de Ryu hecha un amasijo de metal y vergüenza. Ryu me mira. No grita. No ruge. Ryu: —¿Estás herida? Solo eso. Comprueba mis rasguños. Suspira. Luego se vuelve hacia su moto… Esa moto que claramente amaba. La mira con un dolor silencioso. Un enfado que se convierte en un latigazo hacia sí misma. Ryu: —…será mejor que nos vayamos. Pide un taxi. Me lleva a su apartamento. En silencio. Al entrar me ofrece café. Yo, borracha perdida, voy directa al congelador, saco un helado y me dejo caer en su sofá, riéndome mientras lo lamo de forma indecorosa. Exagerada. Provocadora. Herida. Ryu se sienta delante. Me observa. Y yo sigo lamiendo el helado sin apartar los ojos de ella. El ambiente cambia. Se vuelve espeso, lento, cargado. No sé quién se inclinó primero. Tal vez las dos. Quizás fue inevitable. El helado termina en nuestras bocas. Se derrite entre nuestros labios. El beso es tierno y hambriento a la vez. El mundo desaparece. La ropa cae. Las manos arden. Pero en el fondo de mi alma… Surge un pensamiento que me quema. Akane. Lo haré para hacerle daño. Para que no vuelva a irse. Para que no me deje sola otra vez… Y entonces— Lili: —¡No!… N-no puedo… Perdóname… Ryu tiene las pupilas dilatadas por deseo y alcohol. Pero cuando me oye… Su expresión se rompe. Se muerde su propio brazo. Fuerte. Hasta sangrar. Para detenerse. Para no perder el control. Respira. Vuelve a ser ella. La loba que cuida antes de devorar. Ryu: (suave, rota un poco) —Voy a traerte una manta… Descansa, cachorrita. Te hace falta. Me hago pequeña. Una bolita. Hundida en mi propia culpa. Sintiendo que soy basura. Pero Ryu me cubre con la manta igualmente. Sin tocarme. Sin juzgarme. Sin marcharse. Solo… se queda. Aunque no me crea digna de ello.
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  • Angel Dust ✨
    Ángel, cariño… Hace mucho que no pasas tiempo con papi ¿Que te parece si despues del rodaje me haces un poco de compañía?
    [vortex_violet_hippo_955] Ángel, cariño… Hace mucho que no pasas tiempo con papi ¿Que te parece si despues del rodaje me haces un poco de compañía?
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  • Desayunar bien, es lo esencial, no lo crees, Sasuke Uchiha
    Desayunar bien, es lo esencial, no lo crees, [haze_violet_turtle_894]
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  • ☆☆“El hilo del destino”☆☆

    La noche había sido larga, silenciosa… pero cuando por fin el sueño la alcanzó, no fue el descanso lo que la envolvió, sino algo más profundo.
    Un susurro antiguo, una melodía que parecía venir de dentro de su propio corazón.

    Eliana se encontraba en un lugar sin tiempo.
    Un cielo teñido de violeta y oro se extendía sobre ella, y bajo sus pies no había tierra, sino una superficie líquida y transparente que reflejaba cada emoción.
    La brisa olía a calma, pero también a peligro, a esa atracción innegable que uno siente cuando se aproxima demasiado al fuego sabiendo que va a arder.

    Y entonces lo vio.

    Darkus.

    De pie, a unos pasos, observándola con esos ojos que parecían leer cada pensamiento, cada duda que ella intentaba ocultar.
    No dijo nada, pero su presencia bastó para hacer vibrar el aire.
    Entre ambos, un hilo rojo se tensaba, delgado como un suspiro, brillante como la sangre en el amanecer.

    Eliana bajó la mirada. El hilo nacía de su dedo meñique… y seguía hacia él, envolviendo sus manos, trepando entre sus dedos, uniéndolos.
    Cada movimiento suyo hacía brillar ese lazo etéreo, como si el destino mismo celebrara aquel contacto.

    —¿Por qué… estás aquí? —preguntó ella, con voz quebrada.
    Darkus dio un paso hacia adelante, su sombra cubriendo la distancia entre ambos.

    —Porque tú me llamaste —respondió, y su voz no era solo sonido; era promesa, era eco, era fuego.

    Eliana quiso negarlo, quiso pensar que era solo un sueño, pero cuando él extendió su mano, su cuerpo se movió solo.
    Sus dedos se encontraron en medio del aire, y el hilo se encendió con una luz cálida.
    El toque fue leve, pero suficiente para que el mundo temblara.
    Y en ese temblor, algo dentro de ella se reconoció.

    Las imágenes se fundieron en un torbellino:
    Sus almas girando, las manos entrelazadas, los hilos multiplicándose hasta envolverlos por completo, entrelazando su destino como raíces antiguas.
    No había dolor ni miedo, solo una certeza silenciosa que latía con cada respiración compartida.

    Él la miró con esa calma que siempre la desconcertaba, pero ahora no había distancia, ni juicios, ni barreras.
    Solo la verdad que ambos habían evitado:
    Eliana lo amaba.
    Y en lo más profundo, sabía que él la había sentido desde mucho antes.

    —Esto no puede ser… —susurró, aunque su voz sonaba más como una plegaria que una protesta.
    Darkus sonrió, esa sonrisa casi imperceptible que decía más que mil palabras.

    —No puedes luchar contra lo que ya fue escrito —respondió, acercando su frente a la de ella.
    El contacto los envolvió en luz.
    Todo a su alrededor se disolvía: el cielo, el suelo, incluso el aire… solo quedaban ellos, atados por ese hilo invisible.

    Eliana sintió el pulso de su corazón mezclarse con el de él.
    El hilo se volvió dorado.
    Y en ese instante comprendió: no era solo amor, era decreto.
    Un lazo forjado antes de nacer, sellado entre sombras y destinos cruzados.

    El sueño empezó a desvanecerse lentamente, arrastrando la calidez de su tacto, la voz de Darkus, su mirada…
    Pero incluso al despertar, aún podía sentir el hilo enredado entre sus dedos, como si el universo mismo se negara a soltarla.

    Abrió los ojos en su habitación, el amanecer filtrándose por la ventana.
    Su respiración estaba agitada, y su corazón, demasiado consciente.
    Miró sus manos… vacías, pero extrañamente pesadas.

    Un susurro resonó en su mente, casi inaudible, casi una caricia:

    > “El destino no se elige, Eliana. Solo se recuerda.”



    Y con un estremecimiento, comprendió que lo suyo con Darkus no era casualidad.
    Era el principio de algo que ni siquiera el tiempo podría romper.

    Darküs Volkøv
    ☆☆“El hilo del destino”☆☆ La noche había sido larga, silenciosa… pero cuando por fin el sueño la alcanzó, no fue el descanso lo que la envolvió, sino algo más profundo. Un susurro antiguo, una melodía que parecía venir de dentro de su propio corazón. Eliana se encontraba en un lugar sin tiempo. Un cielo teñido de violeta y oro se extendía sobre ella, y bajo sus pies no había tierra, sino una superficie líquida y transparente que reflejaba cada emoción. La brisa olía a calma, pero también a peligro, a esa atracción innegable que uno siente cuando se aproxima demasiado al fuego sabiendo que va a arder. Y entonces lo vio. Darkus. De pie, a unos pasos, observándola con esos ojos que parecían leer cada pensamiento, cada duda que ella intentaba ocultar. No dijo nada, pero su presencia bastó para hacer vibrar el aire. Entre ambos, un hilo rojo se tensaba, delgado como un suspiro, brillante como la sangre en el amanecer. Eliana bajó la mirada. El hilo nacía de su dedo meñique… y seguía hacia él, envolviendo sus manos, trepando entre sus dedos, uniéndolos. Cada movimiento suyo hacía brillar ese lazo etéreo, como si el destino mismo celebrara aquel contacto. —¿Por qué… estás aquí? —preguntó ella, con voz quebrada. Darkus dio un paso hacia adelante, su sombra cubriendo la distancia entre ambos. —Porque tú me llamaste —respondió, y su voz no era solo sonido; era promesa, era eco, era fuego. Eliana quiso negarlo, quiso pensar que era solo un sueño, pero cuando él extendió su mano, su cuerpo se movió solo. Sus dedos se encontraron en medio del aire, y el hilo se encendió con una luz cálida. El toque fue leve, pero suficiente para que el mundo temblara. Y en ese temblor, algo dentro de ella se reconoció. Las imágenes se fundieron en un torbellino: Sus almas girando, las manos entrelazadas, los hilos multiplicándose hasta envolverlos por completo, entrelazando su destino como raíces antiguas. No había dolor ni miedo, solo una certeza silenciosa que latía con cada respiración compartida. Él la miró con esa calma que siempre la desconcertaba, pero ahora no había distancia, ni juicios, ni barreras. Solo la verdad que ambos habían evitado: Eliana lo amaba. Y en lo más profundo, sabía que él la había sentido desde mucho antes. —Esto no puede ser… —susurró, aunque su voz sonaba más como una plegaria que una protesta. Darkus sonrió, esa sonrisa casi imperceptible que decía más que mil palabras. —No puedes luchar contra lo que ya fue escrito —respondió, acercando su frente a la de ella. El contacto los envolvió en luz. Todo a su alrededor se disolvía: el cielo, el suelo, incluso el aire… solo quedaban ellos, atados por ese hilo invisible. Eliana sintió el pulso de su corazón mezclarse con el de él. El hilo se volvió dorado. Y en ese instante comprendió: no era solo amor, era decreto. Un lazo forjado antes de nacer, sellado entre sombras y destinos cruzados. El sueño empezó a desvanecerse lentamente, arrastrando la calidez de su tacto, la voz de Darkus, su mirada… Pero incluso al despertar, aún podía sentir el hilo enredado entre sus dedos, como si el universo mismo se negara a soltarla. Abrió los ojos en su habitación, el amanecer filtrándose por la ventana. Su respiración estaba agitada, y su corazón, demasiado consciente. Miró sus manos… vacías, pero extrañamente pesadas. Un susurro resonó en su mente, casi inaudible, casi una caricia: > “El destino no se elige, Eliana. Solo se recuerda.” Y con un estremecimiento, comprendió que lo suyo con Darkus no era casualidad. Era el principio de algo que ni siquiera el tiempo podría romper. [Darkus]
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  • Dónde las almas claman piedad y los divinos diversión
    Categoría Original
    Rol para:
    Mahdi 𐬛𐬀𐬉𐬎𐬎𐬀

    Hora: 7 p.m
    Lugar: Ciudad Szeged- Hospital Rókus.

    La ceremonia apenas llevaba diez minutos de haber comenzado, y Lyra ya contaba los segundos para marcharse a casa. Pero no podía. Cada año era la misma rutina, o al menos eso decían quienes llevaban tiempo trabajando en aquel hospital. Ella apenas llevaba seis meses de regreso en su tierra natal, intentando adaptarse a un entorno que le resultaba tan familiar como ajeno.

    La dinámica era simple, premiar a los mejores departamentos del hospital, aquellos que habían destacado durante durante aquellos meses.

    —¿Y tú, Lyra? ¿No te acompaña nadie? ¿Algún novio, tus padres quizás? Oí que, como jefa del Departamento Forense, podrías ganar este año —preguntó Darka con esa curiosidad tan inoportuna que la caracterizaba.

    ♧ No, mis padres están de vacaciones. Hoy soy solo yo —mintió Lyra, regalándole una sonrisa amable. Nadie necesitaba saber más de su vida. En unos meses probablemente desaparecería con la excusa de un nuevo empleo en otra ciudad. Era su forma de sobrevivir. Los de su especie no podían permanecer mucho tiempo en un mismo lugar… era demasiado peligroso.

    El murmullo del público se interrumpió cuando pronunciaron su nombre. Ganadora del primer lugar, Lyra Velvetthorn. Los aplausos resonaron como un eco distante mientras subía al escenario, sosteniendo aquel trofeo que brillaba bajo las luces del auditorio.

    ♧ Gracias a todos mis compañeros —dijo con voz serena— Trabajar con ustedes ha sido un honor. La vida nos da oportunidades maravillosas, y esta es una de ellas — Aunque sus palabras sonaban sinceras, dentro de ella solo había vacío. Todo era un guión repetido una y otra vez. Sonrisas falsas, promesas vacías, años que pasaban sin dejar huella. Un ciclo interminable sin chispa ni propósito...

    Esa noche, al regresar a casa, dejó el premio en una repisa junto a otros idénticos. Parecía una línea del tiempo, una sucesión de logros que ya no significaban nada. Exhausta, se dejó caer en la cama y cerró los ojos.

    El sueño llegó rápido… y con él, el pasado. Tenía siete años otra vez. Sus padres reían mientras jugaban en el jardín. Todo era luz, hasta que la oscuridad lo devoró todo. Los disparos, los gritos, la sangre. Sus padres cayendo frente a ella. Mientras Lyra solo gritaba que no la dejaran sola, rogaba que se quedarán, pero en sus ojos ya se había ido todo rastro de vida.

    En el medio de la lluvia, mientras ella abrazaba sus cuerpos inertes, un hombre extraño apareció, ni siquiera podía distinguir su rostro, no sabía si era por sus lágrimas o es que de verdad aquel hombre no quería dejarse ver.

    — Pobre niña desafortunada. Tan hermosa como maldita. Una escena desgarradora —susurró, su voz sonaba tan ronca como diabólica — Mi alma ha sido conmovida. Por lo que vengo a ofrecerte un salida, la opción de cambiar tu destino. ¿No te gustaría? — Lyra quién yacía en el piso con el vestido lleno de la sangre de sus padres, no hizo más que levantarse del suelo para encararlo, la oferta no sonaba mal, después de todo, lo que la movía era su corazón desgarrado por el dolor y la rabia.

    ♧ ¿ Qué clase de salida? ¿Qué debo hacer? — La voz infantil de Lyra resonó como eco en el medio del caos.

    Al escuchar el interés de la niña, el hombre rió con satisfacción.

    — Que ñiña tan valiente...La salida es sencilla, pero el camino es tormentoso. El precio justo por lo que obtendrás luego — El hombre estiró su mano y limpió la pequeña lágrima que corrió por la mejilla de Lyra — Debes ir al Limbo y buscar los relojes invertidos, artefactos capaces de alterar la línea temporal. Podrás cambiar este destino tan desastroso — Se inclinó hacia ella, dejando su rostro a unos centímetros de distancia — ¿Aceptas princesita? — Lyra asintió sin pensarlo. El hombre sonrió, una sonrisa inquietante y macabra.

    — Trato sellado — El hombre sacó su lengua y lamió su propio dedo, en ese momento Lyra no lo sabía, pero aquel dedo contenía la lágrima que le había limpiado hace un momento.

    Y antes de poder preguntar por aquella acción tan extraña, fue arrastrada hacia el vacío. Despertó jadeando y sudando. Miró el reloj de su mesita de noche, era madrugada.

    ♧ Que sueño tan raro...- Murmuró, sin más, se dejó caer de nuevo sobre la cama. Y al girarse para cubrirse el rostro con una almohada. A su lado descansaba un mapa viejo, con símbolos extraños y una ruta trazada hasta un punto en el bosque.

    No había sido un sueño. La oportunidad que siempre había estado esperando estaba frente a ella. Tomó el mapa y lo guardo en el cajón de su mesita de noche.

    Al amanecer, lo primero que hizo Lyra fue darse de baja en el hospital por “asuntos personales”, la noticia tomó por sorpresa a todos, aunque los directores le rogaron que se quedará, ella no podía hacerlo, tenía una misión y la iba a cumplir a cualquier costo.

    Una vez en casa, alistó una pequeña mochila con lo que creía que iba a necesitar, no quería hacerse un drama, después de todo era el Limbo, cosas "normales" no iban a ser de mucha ayuda.

    Dando una última mirada a su hogar, cerró la puerta soltando un pequeño suspiro, tan cargado de esperanza como de muerte.

    En menos de 40 minutos, ya se encontraba en la parada de la estación del tren, tenía que ir a su primer destino "Muskai", un bosque tan bello como oscuro. Cada año habían reporte de al menos 10 personas desaparecidas en aquel lugar. Algunos decían que se los tragaba el bosque como pago, otros que eran simples aventureros curiosos que tentaban al destino, que cuando se daban cuenta de lo maligno que era su interior ya era muy tarde para volver.

    Pero para Lyra eso no era una barrera, después de todo ella tenía un mapa ¿no?. Igual si moría o pasaba algo en el trayecto, no había nada que lamentar.

    Las horas pasaban y ella ya no sabía cuanta distancia había caminado. Los pies le dolían pero no podía parar, tenía que llegar a la cueva antes del anochecer o todo sería más difícil.

    ♧ Maldición...¿Cuánto más debo caminar?- Se abrió paso entre el follaje de hojas violeta, fue ahí cuando se dió cuenta que estaba cerca, el ambiente se sentía diferente y ni hablar de la abrumadora aura, tan pesada y miserable...

    Media hora más tarde encontró la cueva, el borde estaba tallado con símbolos raros, casi igual al del mapa en sus manos. Se arrodillo y comenzó a sacar los implementos de su mochila.

    Creó el círculo con sangre humana y empezó a dibujar los signos del mapa, recitó un cántico de una lengua muerta y para el sello final, tomó una navaja y cortó su palma dejando caer su sangre en el medio del círculo.

    Al instante el suelo empezó a temblar y brillar, abriéndose por completo, todo fue tan rápido que se encontró cayendo al vacío en un abrir y cerrar de ojos. Tanto fue el impacto que no supo en que momento cayó inconsciente.

    Pero cuando por fin pudo despertar, Lyra yacía junto a un río de aguas rojas como el vino. El aire olía a óxido y niebla.

    Había llegado al Limbo...
    Rol para: [TwoBecomeOne_13] Hora: 7 p.m Lugar: Ciudad Szeged- Hospital Rókus. La ceremonia apenas llevaba diez minutos de haber comenzado, y Lyra ya contaba los segundos para marcharse a casa. Pero no podía. Cada año era la misma rutina, o al menos eso decían quienes llevaban tiempo trabajando en aquel hospital. Ella apenas llevaba seis meses de regreso en su tierra natal, intentando adaptarse a un entorno que le resultaba tan familiar como ajeno. La dinámica era simple, premiar a los mejores departamentos del hospital, aquellos que habían destacado durante durante aquellos meses. —¿Y tú, Lyra? ¿No te acompaña nadie? ¿Algún novio, tus padres quizás? Oí que, como jefa del Departamento Forense, podrías ganar este año —preguntó Darka con esa curiosidad tan inoportuna que la caracterizaba. ♧ No, mis padres están de vacaciones. Hoy soy solo yo —mintió Lyra, regalándole una sonrisa amable. Nadie necesitaba saber más de su vida. En unos meses probablemente desaparecería con la excusa de un nuevo empleo en otra ciudad. Era su forma de sobrevivir. Los de su especie no podían permanecer mucho tiempo en un mismo lugar… era demasiado peligroso. El murmullo del público se interrumpió cuando pronunciaron su nombre. Ganadora del primer lugar, Lyra Velvetthorn. Los aplausos resonaron como un eco distante mientras subía al escenario, sosteniendo aquel trofeo que brillaba bajo las luces del auditorio. ♧ Gracias a todos mis compañeros —dijo con voz serena— Trabajar con ustedes ha sido un honor. La vida nos da oportunidades maravillosas, y esta es una de ellas — Aunque sus palabras sonaban sinceras, dentro de ella solo había vacío. Todo era un guión repetido una y otra vez. Sonrisas falsas, promesas vacías, años que pasaban sin dejar huella. Un ciclo interminable sin chispa ni propósito... Esa noche, al regresar a casa, dejó el premio en una repisa junto a otros idénticos. Parecía una línea del tiempo, una sucesión de logros que ya no significaban nada. Exhausta, se dejó caer en la cama y cerró los ojos. El sueño llegó rápido… y con él, el pasado. Tenía siete años otra vez. Sus padres reían mientras jugaban en el jardín. Todo era luz, hasta que la oscuridad lo devoró todo. Los disparos, los gritos, la sangre. Sus padres cayendo frente a ella. Mientras Lyra solo gritaba que no la dejaran sola, rogaba que se quedarán, pero en sus ojos ya se había ido todo rastro de vida. En el medio de la lluvia, mientras ella abrazaba sus cuerpos inertes, un hombre extraño apareció, ni siquiera podía distinguir su rostro, no sabía si era por sus lágrimas o es que de verdad aquel hombre no quería dejarse ver. — Pobre niña desafortunada. Tan hermosa como maldita. Una escena desgarradora —susurró, su voz sonaba tan ronca como diabólica — Mi alma ha sido conmovida. Por lo que vengo a ofrecerte un salida, la opción de cambiar tu destino. ¿No te gustaría? — Lyra quién yacía en el piso con el vestido lleno de la sangre de sus padres, no hizo más que levantarse del suelo para encararlo, la oferta no sonaba mal, después de todo, lo que la movía era su corazón desgarrado por el dolor y la rabia. ♧ ¿ Qué clase de salida? ¿Qué debo hacer? — La voz infantil de Lyra resonó como eco en el medio del caos. Al escuchar el interés de la niña, el hombre rió con satisfacción. — Que ñiña tan valiente...La salida es sencilla, pero el camino es tormentoso. El precio justo por lo que obtendrás luego — El hombre estiró su mano y limpió la pequeña lágrima que corrió por la mejilla de Lyra — Debes ir al Limbo y buscar los relojes invertidos, artefactos capaces de alterar la línea temporal. Podrás cambiar este destino tan desastroso — Se inclinó hacia ella, dejando su rostro a unos centímetros de distancia — ¿Aceptas princesita? — Lyra asintió sin pensarlo. El hombre sonrió, una sonrisa inquietante y macabra. — Trato sellado — El hombre sacó su lengua y lamió su propio dedo, en ese momento Lyra no lo sabía, pero aquel dedo contenía la lágrima que le había limpiado hace un momento. Y antes de poder preguntar por aquella acción tan extraña, fue arrastrada hacia el vacío. Despertó jadeando y sudando. Miró el reloj de su mesita de noche, era madrugada. ♧ Que sueño tan raro...- Murmuró, sin más, se dejó caer de nuevo sobre la cama. Y al girarse para cubrirse el rostro con una almohada. A su lado descansaba un mapa viejo, con símbolos extraños y una ruta trazada hasta un punto en el bosque. No había sido un sueño. La oportunidad que siempre había estado esperando estaba frente a ella. Tomó el mapa y lo guardo en el cajón de su mesita de noche. Al amanecer, lo primero que hizo Lyra fue darse de baja en el hospital por “asuntos personales”, la noticia tomó por sorpresa a todos, aunque los directores le rogaron que se quedará, ella no podía hacerlo, tenía una misión y la iba a cumplir a cualquier costo. Una vez en casa, alistó una pequeña mochila con lo que creía que iba a necesitar, no quería hacerse un drama, después de todo era el Limbo, cosas "normales" no iban a ser de mucha ayuda. Dando una última mirada a su hogar, cerró la puerta soltando un pequeño suspiro, tan cargado de esperanza como de muerte. En menos de 40 minutos, ya se encontraba en la parada de la estación del tren, tenía que ir a su primer destino "Muskai", un bosque tan bello como oscuro. Cada año habían reporte de al menos 10 personas desaparecidas en aquel lugar. Algunos decían que se los tragaba el bosque como pago, otros que eran simples aventureros curiosos que tentaban al destino, que cuando se daban cuenta de lo maligno que era su interior ya era muy tarde para volver. Pero para Lyra eso no era una barrera, después de todo ella tenía un mapa ¿no?. Igual si moría o pasaba algo en el trayecto, no había nada que lamentar. Las horas pasaban y ella ya no sabía cuanta distancia había caminado. Los pies le dolían pero no podía parar, tenía que llegar a la cueva antes del anochecer o todo sería más difícil. ♧ Maldición...¿Cuánto más debo caminar?- Se abrió paso entre el follaje de hojas violeta, fue ahí cuando se dió cuenta que estaba cerca, el ambiente se sentía diferente y ni hablar de la abrumadora aura, tan pesada y miserable... Media hora más tarde encontró la cueva, el borde estaba tallado con símbolos raros, casi igual al del mapa en sus manos. Se arrodillo y comenzó a sacar los implementos de su mochila. Creó el círculo con sangre humana y empezó a dibujar los signos del mapa, recitó un cántico de una lengua muerta y para el sello final, tomó una navaja y cortó su palma dejando caer su sangre en el medio del círculo. Al instante el suelo empezó a temblar y brillar, abriéndose por completo, todo fue tan rápido que se encontró cayendo al vacío en un abrir y cerrar de ojos. Tanto fue el impacto que no supo en que momento cayó inconsciente. Pero cuando por fin pudo despertar, Lyra yacía junto a un río de aguas rojas como el vino. El aire olía a óxido y niebla. Había llegado al Limbo...
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    ╔══✦══◇◆◇══✦══╗
    Ishtar’s Demonic Dèesse – Infernal Glamour
    Colección “Dark Heaven Seduction”
    Modelo: Akeno Himejima – La Reina del Relámpago Carmesí
    ╚══✦══◇◆◇══✦══╝

    Ficha Extendida de la Modelo
    ⚜ Nombre infernal: Akeno Himejima Ishtar
    ⚜ Título en la Agencia: La Diosa del Relámpago Oscuro
    ⚜ Afiliación: Linaje Ishtar – División Celestial & Infernal
    ⚜ Temática de Sesión: Dark Heaven Seduction
    ⚜ Lugar: Catedral Carmesí del Eclipse
    ⚜ Fotógrafo: Rex Hiroshi Jaegerjaquez Ishtar

    Descripción de la Sesión
    La sesión inicia en el corazón de una catedral infernal iluminada por velas rojas, donde el aire vibra con energía eléctrica y deseo oculto.
    Akeno Himejima desciende del altar con una sonrisa tan serena como peligrosa; sus ojos púrpura brillan entre las sombras, proyectando la dualidad perfecta entre pureza celestial y tentación demoníaca.

    Vestida con un traje de látex negro ajustado, reflejando la luz de las velas como un espejismo, su silueta encarna el símbolo de la diosa del tormento elegante.
    Cada movimiento es una danza entre la oscuridad y el placer: la sacerdotisa caída que domina tanto la tempestad como los corazones.

    El fondo, teñido por vitrales escarlata, hace que su figura parezca envuelta en fuego divino.
    Su aura eléctrica palpita con poder; los rayos azules se entrelazan con las sombras, iluminando sus alas y los cuernos que coronan su realeza infernal.

    Concepto Artístico
    ❁ Inspiración: El contraste entre lo celestial y lo demoníaco, una belleza que castiga y bendice con la misma sonrisa.
    ❁ Estilo: Gótico sensual con elementos barrocos y místicos.
    ❁ Tonos dominantes: Negro ónix, carmesí, violeta etéreo y dorado brillante.
    ❁ Elementos visuales: Fuego sagrado, relámpagos, candelabros antiguos, vitrales sangrantes.
    Expresión emocional: Poder, placer y control absoluto.

    Akeno, descendiente de un linaje celestial prohibido, se alza como la reina que unió el cielo y el infierno.
    En esta sesión, simboliza la redención a través del deseo: el pecado transformado en arte, el relámpago convertido en seducción.

    Sus gestos transmiten autoridad y ternura, una combinación letal que refleja el lema de su casa:

    “El placer es la forma más pura de castigo divino.”

    Al final del ritual visual, Akeno alza su mano y el relámpago ilumina la catedral entera, sellando su título como una de las Dèesse principales del Infernal Glamour.

    Frase Insignia de la Sesión
    “Entre el cielo y el infierno…
    yo elegí ser tormenta.”
    — Akeno Himejima Ishtar

    Firma Oficial
    ✦ Ishtar’s Demonic Dèesse: Infernal Glamour ✦
    “El arte del deseo elevado a divinidad.”

    ╔══✦═══༒═══✦══╗
    Akeno Himejima Ishtar
    The Lightning Queen of Sin & Grace
    ╚══✦═══༒═══✦══╝
    ╔══✦══◇◆◇══✦══╗ Ishtar’s Demonic Dèesse – Infernal Glamour 🖤 Colección “Dark Heaven Seduction” 🖤 ✨ Modelo: Akeno Himejima – La Reina del Relámpago Carmesí ╚══✦══◇◆◇══✦══╝ ⚡ Ficha Extendida de la Modelo ⚜ Nombre infernal: Akeno Himejima Ishtar ⚜ Título en la Agencia: La Diosa del Relámpago Oscuro ⚜ Afiliación: Linaje Ishtar – División Celestial & Infernal ⚜ Temática de Sesión: Dark Heaven Seduction ⚜ Lugar: Catedral Carmesí del Eclipse ⚜ Fotógrafo: Rex Hiroshi Jaegerjaquez Ishtar 💋 Descripción de la Sesión La sesión inicia en el corazón de una catedral infernal iluminada por velas rojas, donde el aire vibra con energía eléctrica y deseo oculto. Akeno Himejima desciende del altar con una sonrisa tan serena como peligrosa; sus ojos púrpura brillan entre las sombras, proyectando la dualidad perfecta entre pureza celestial y tentación demoníaca. Vestida con un traje de látex negro ajustado, reflejando la luz de las velas como un espejismo, su silueta encarna el símbolo de la diosa del tormento elegante. Cada movimiento es una danza entre la oscuridad y el placer: la sacerdotisa caída que domina tanto la tempestad como los corazones. El fondo, teñido por vitrales escarlata, hace que su figura parezca envuelta en fuego divino. Su aura eléctrica palpita con poder; los rayos azules se entrelazan con las sombras, iluminando sus alas y los cuernos que coronan su realeza infernal. 🕯️ Concepto Artístico ❁ Inspiración: El contraste entre lo celestial y lo demoníaco, una belleza que castiga y bendice con la misma sonrisa. ❁ Estilo: Gótico sensual con elementos barrocos y místicos. ❁ Tonos dominantes: Negro ónix, carmesí, violeta etéreo y dorado brillante. ❁ Elementos visuales: Fuego sagrado, relámpagos, candelabros antiguos, vitrales sangrantes. Expresión emocional: Poder, placer y control absoluto. Akeno, descendiente de un linaje celestial prohibido, se alza como la reina que unió el cielo y el infierno. En esta sesión, simboliza la redención a través del deseo: el pecado transformado en arte, el relámpago convertido en seducción. Sus gestos transmiten autoridad y ternura, una combinación letal que refleja el lema de su casa: “El placer es la forma más pura de castigo divino.” Al final del ritual visual, Akeno alza su mano y el relámpago ilumina la catedral entera, sellando su título como una de las Dèesse principales del Infernal Glamour. 🕸️ Frase Insignia de la Sesión “Entre el cielo y el infierno… yo elegí ser tormenta.” ⚡ — Akeno Himejima Ishtar 💠 Firma Oficial ✦ Ishtar’s Demonic Dèesse: Infernal Glamour ✦ “El arte del deseo elevado a divinidad.” ╔══✦═══༒═══✦══╗ 👑 Akeno Himejima Ishtar 🌩️ The Lightning Queen of Sin & Grace ╚══✦═══༒═══✦══╝
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