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    Si escribiese la historia de finwë con sus recuerdos, sería muy larga ...aún me duele haber perdido su ficha..//
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  • *caminando por los jardines de hotel, teniendo tantas cosas en su mente ultímate los recuerdos agobian mucho sus sentidos, se sienta bajo un árbol jugando con las rosas negras, dejando escapar un suspiro*

    estas inestable Sel......Lilith
    *caminando por los jardines de hotel, teniendo tantas cosas en su mente ultímate los recuerdos agobian mucho sus sentidos, se sienta bajo un árbol jugando con las rosas negras, dejando escapar un suspiro* estas inestable Sel......Lilith
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  • 𝗜𝗻𝘀𝘁𝗮𝗴𝗿𝗮𝗺 𝗣𝗼𝘀𝘁 « @.MKirijo

    Recuerdos de nuestra época en el Gekkoukan ~ excursión a Kyoto
    Y éramos "amigos" Akihiko Sanada ‍ ‍‍ ‍
    ︎──────────────────
    ︎≡ ↴ ⌂ ⌕ ⊞ ♡
    𝗜𝗻𝘀𝘁𝗮𝗴𝗿𝗮𝗺 𝗣𝗼𝘀𝘁 « @.MKirijo Recuerdos de nuestra época en el Gekkoukan ~ excursión a Kyoto Y éramos "amigos" [Sanada_Thcx] 🖤🤍 ‍ ‍‍ ‍ ︎────────────────── ︎≡ ↴ ⌂ ⌕ ⊞ ♡
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  • Halla en tus recuerdos ésos pedazos de esperanza y felicidad que atesoras, que siempre estarán ahí con su brillo para que jamás pierdas el suelo que pisas, el cielo que anhelas y todas las sonrisas que te guardas en el corazón para exhibir al mundo. En los mejores y en los peores momentos jamás olvides quien eres, jamás eches a perder tu esencia.
    Halla en tus recuerdos ésos pedazos de esperanza y felicidad que atesoras, que siempre estarán ahí con su brillo para que jamás pierdas el suelo que pisas, el cielo que anhelas y todas las sonrisas que te guardas en el corazón para exhibir al mundo. En los mejores y en los peores momentos jamás olvides quien eres, jamás eches a perder tu esencia.
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  • « Que nuestro viaje esté libre de problemas, y que nos lleve hacia las estrellas. »


    Los Anónimos habían sido generados al dejarlo viajar con ellos en el Expreso Astral, especialmente porque no tenía un destino al cual dirigirse y porque tampoco era claro el momento en que debería dejarlos. Podría ser que abandonara el vagón en su próxima parada o podrían pasar meses, incluso años, hasta que encontrara el lugar que buscaba; era un tripulante que tenía un ticket de viaje sin un destino concreto, pero existía la esperanza de encontrar el momento adecuado para dejarlos y continuar con su propio camino.

    Era una nueva vida, un nuevo camino y una nueva oportunidad. Pero, también, era una nueva experiencia que se salía de sus manos y de la que, en su mayoría, no podía tener el control y mucho menos la comodidad de antes. Por supuesto que era consciente de que su vida sería diferente, de que todo cambiaría y que adaptarse no le debía suponer un reto mayor pero... Nada lo había preparado para ese sufrimiento.

    En el momento que Marzo lo sugiriera, había sido una idea increíble con la que casi todos estuvieron de acuerdo. Además que, a su parecer, tenía sentido pues, al final, la habitación de Stelle tenía espacio de sobra y era mejor que dormir sobre un montón de cartones arrugados en el suelo del Vagón panorámico. Sin embargo, Sunday nunca esperó que aquella noche fuese tan... Peculiar. Incluso llegó a considerar que la idea de los cartones no era tan mala después de todo.

    Lo primero que le había resultado pesado, más no imposible, era vestir aquella camisa. Si bien no tenía un equipaje que llevar consigo, creía que utilizar la ropa de la Trazacaminos Stelle, era un poco excesivo pero, después de todas las molestias que les había llegado a ocasionar, portar una camiseta con una leyenda como esa no era nada a pesar de no compartir su estilo. Lo segundo que creía soportable, aún, era compartir la cama con ella y escuchar sus pequeños ronquidos al dormir(?), sí, no estaba acostumbrado a ese tipo de sonidos, pero creía que si fuesen un poco más armoniosos, como la voz de su hermana Robin, lo llegaría a tolerar sin esfuerzo. Pero, lo que había rebasado la paciencia del Halovian, era esa maldita muñeca de la Bufona Enmascarada que estaba en la cama. Justo a su lado, donde si decidía darle la espalda a Stelle, la encontraría mirándole con esos enormes ojos que se mantenían fijos en su cara.

    De solo pensar en su voz, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo; sabía que esa era solo una muñeca y nada más, un simple recuerdo que Stelle tenía en su habitación o una mera muñeca de colección que se veía bonita, pero no podía quitarse la sensación de esos recuerdos que estaban atados a ella. La desesperación de mantener la tranquilidad en Colonipenal, tener que usarla como un reemplazo de su hermana ante los ojos de los demás y, aún así, soportar sus chistes ácidos que intentaban sacarlo de sus casillas. Era estúpido que, ahora que se trataba de un simple montón de trapos, fuese más incómodo que cuando sí podía burlarse de él.

    — ... —

    Era una primera noche incómoda, extraña y que le producía tantas sensaciones que no sabía bien qué clase de emoción terminaba sintiendo. Lo único que sabía era que aquella noche cambiaría su vida para siempre y, si lograba sobrevivir, creía que podría mantenerse en el Expreso Astral por cientos de miles de kilómetros de vías pero, si no lograba tener el dominio suficiente, él mismo se terminaría aventando por alguna ventana antes de escuchar los ronquidos de Stelle un día más. (???)


    [ Difumino la imagen no porque sea mala, pero sí para evitar que piensen es mala y no entiendo la delgada línea entre una y otra cosa, así que más vale prevenir. (???) Y es que me encanta porque fue la inspiración de esta bobería. (??)]
    « Que nuestro viaje esté libre de problemas, y que nos lleve hacia las estrellas. » Los Anónimos habían sido generados al dejarlo viajar con ellos en el Expreso Astral, especialmente porque no tenía un destino al cual dirigirse y porque tampoco era claro el momento en que debería dejarlos. Podría ser que abandonara el vagón en su próxima parada o podrían pasar meses, incluso años, hasta que encontrara el lugar que buscaba; era un tripulante que tenía un ticket de viaje sin un destino concreto, pero existía la esperanza de encontrar el momento adecuado para dejarlos y continuar con su propio camino. Era una nueva vida, un nuevo camino y una nueva oportunidad. Pero, también, era una nueva experiencia que se salía de sus manos y de la que, en su mayoría, no podía tener el control y mucho menos la comodidad de antes. Por supuesto que era consciente de que su vida sería diferente, de que todo cambiaría y que adaptarse no le debía suponer un reto mayor pero... Nada lo había preparado para ese sufrimiento. En el momento que Marzo lo sugiriera, había sido una idea increíble con la que casi todos estuvieron de acuerdo. Además que, a su parecer, tenía sentido pues, al final, la habitación de Stelle tenía espacio de sobra y era mejor que dormir sobre un montón de cartones arrugados en el suelo del Vagón panorámico. Sin embargo, Sunday nunca esperó que aquella noche fuese tan... Peculiar. Incluso llegó a considerar que la idea de los cartones no era tan mala después de todo. Lo primero que le había resultado pesado, más no imposible, era vestir aquella camisa. Si bien no tenía un equipaje que llevar consigo, creía que utilizar la ropa de la Trazacaminos Stelle, era un poco excesivo pero, después de todas las molestias que les había llegado a ocasionar, portar una camiseta con una leyenda como esa no era nada a pesar de no compartir su estilo. Lo segundo que creía soportable, aún, era compartir la cama con ella y escuchar sus pequeños ronquidos al dormir(?), sí, no estaba acostumbrado a ese tipo de sonidos, pero creía que si fuesen un poco más armoniosos, como la voz de su hermana Robin, lo llegaría a tolerar sin esfuerzo. Pero, lo que había rebasado la paciencia del Halovian, era esa maldita muñeca de la Bufona Enmascarada que estaba en la cama. Justo a su lado, donde si decidía darle la espalda a Stelle, la encontraría mirándole con esos enormes ojos que se mantenían fijos en su cara. De solo pensar en su voz, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo; sabía que esa era solo una muñeca y nada más, un simple recuerdo que Stelle tenía en su habitación o una mera muñeca de colección que se veía bonita, pero no podía quitarse la sensación de esos recuerdos que estaban atados a ella. La desesperación de mantener la tranquilidad en Colonipenal, tener que usarla como un reemplazo de su hermana ante los ojos de los demás y, aún así, soportar sus chistes ácidos que intentaban sacarlo de sus casillas. Era estúpido que, ahora que se trataba de un simple montón de trapos, fuese más incómodo que cuando sí podía burlarse de él. — ... — Era una primera noche incómoda, extraña y que le producía tantas sensaciones que no sabía bien qué clase de emoción terminaba sintiendo. Lo único que sabía era que aquella noche cambiaría su vida para siempre y, si lograba sobrevivir, creía que podría mantenerse en el Expreso Astral por cientos de miles de kilómetros de vías pero, si no lograba tener el dominio suficiente, él mismo se terminaría aventando por alguna ventana antes de escuchar los ronquidos de Stelle un día más. (???) [ Difumino la imagen no porque sea mala, pero sí para evitar que piensen es mala y no entiendo la delgada línea entre una y otra cosa, así que más vale prevenir. (???) Y es que me encanta porque fue la inspiración de esta bobería. (??)]
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  • #Monorol

    𝑻𝒓𝒂𝒔𝒕𝒐𝒓𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝑷𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅 𝑷𝒂𝒓𝒂𝒏𝒐𝒊𝒅𝒆

    ❝Que difícil es vivir así...❞

    Dorian hablaba mientras deslizaba su dedo por las fotos en su teléfono, recuerdos de quienes una vez poseyeron su corazón, había en su galería, amigos y amigas e incluso una que otra mujer que fue su novia. Todo desmoronádo por un superpoder que él no eligió.

    La paranoia es como un susurro invisible y persistente en el oído, una sombra al acecho en la mente. Es cuando una simple mirada o un gesto inocente de alguien se transforman en amenazas insospechadas. Es esa sensación de estar en un escenario, donde todos los ojos están en ti, juzgando cada movimiento. La paranoia crea un mar de dudas y desconfianza, envolviendo la realidad con corrientes de inquietud y miedo constante. Es un estado en el que la mente se convierte en su propio enemigo, creando historias y peligros donde no los hay. Dorian vivía así toda su vida y se espera que viva así hasta que muera.

    ❝Despues de todo, ella me dejó porque le descubrí el engaño... Deje de ser amigo de él porque sabía que me odiaba en secreto.... Deje de hablarle a este porque me traicionó....Y ella... ni se diga... simplemente se cansó de mi...❞

    Y así Dorian pasó todo el día recordando las veces que su paranoia "Superpoder" lo habia "salvado" en situaciones sociales lo que lo llevo a vivir aislado.

    Es lo que viven las personas con Paranoia.
    #Monorol 𝑻𝒓𝒂𝒔𝒕𝒐𝒓𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝑷𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅 𝑷𝒂𝒓𝒂𝒏𝒐𝒊𝒅𝒆 ❝Que difícil es vivir así...❞ Dorian hablaba mientras deslizaba su dedo por las fotos en su teléfono, recuerdos de quienes una vez poseyeron su corazón, había en su galería, amigos y amigas e incluso una que otra mujer que fue su novia. Todo desmoronádo por un superpoder que él no eligió. La paranoia es como un susurro invisible y persistente en el oído, una sombra al acecho en la mente. Es cuando una simple mirada o un gesto inocente de alguien se transforman en amenazas insospechadas. Es esa sensación de estar en un escenario, donde todos los ojos están en ti, juzgando cada movimiento. La paranoia crea un mar de dudas y desconfianza, envolviendo la realidad con corrientes de inquietud y miedo constante. Es un estado en el que la mente se convierte en su propio enemigo, creando historias y peligros donde no los hay. Dorian vivía así toda su vida y se espera que viva así hasta que muera. ❝Despues de todo, ella me dejó porque le descubrí el engaño... Deje de ser amigo de él porque sabía que me odiaba en secreto.... Deje de hablarle a este porque me traicionó....Y ella... ni se diga... simplemente se cansó de mi...❞ Y así Dorian pasó todo el día recordando las veces que su paranoia "Superpoder" lo habia "salvado" en situaciones sociales lo que lo llevo a vivir aislado. Es lo que viven las personas con Paranoia.
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  • La pantalla de su teléfono no dejaba de mostrar diferentes vídeos sin sentido mientras que su pulgar se deslizaba con insistencia hacia arriba, no encontraba un solo vídeo con el que se sintiera cómodo y lograr que el tiempo pasara más rápido porque, a decir verdad, la espera comenzaba a matarlo. Días atrás, aquel mensaje le había tomado por sorpresa y seguía estando desconcertado por ello. Sabía que, en algún momento, aquel día llegaría tarde o temprano, pero sentía que había sido mucho antes de lo que esperaba. Es decir, ya habían pasado más de trece años desde el incidente de Sasha, ¿por qué la decisión tan repentina de irrumpir en su vida? Probablemente, porque al nuevo jefe de la policía no le gustaba que hubiera casos sin resolver o porque, quizá, alguien seguía sospechando que la muerte en la familia Artamonov no había sido un simple accidente.

    — Allí estás. Creí que había sido claro contigo cuando te dije que debías elegir un lugar poco concurrido. —Aquel hombre, de mediana edad y con una cara de pocos amigos, se sentó en el sofá vacío frente a Nikolay, sacó las manos de los bolsillos y refunfuñó antes de limpiarse, nerviosamente, el puente de la nariz como unas diez veces. Mientras lo hacía, no dejaba de mirar la mesita de centro donde yacían dos vasos de café: Uno negro y el otro un latte a medio beber. Chasqueó la lengua, esa no debía ser una reunión tan calurosa, solo tardarían unos minutos y se irían.— ¿Por qué este lugar?

    El hombre miró a Nikolay, quien mantuvo una pequeña sonrisa de medio labio en su rostro. Se acomodó en la silla, pasó una pierna sobre la otra y se concentró en escribir en su teléfono como le era usual. Un mensaje simple en la aplicación de notas con el tamaño de punto 40. Lo suficientemente grande para que le fuese fácil de leer a pesar del estrés que se le veía encima.

    « Las reseñas en internet decían que preparan un buen late, así que quería probarlo. » Una vez que le vio rodar los ojos y maldecir, comprendió que su mensaje se había leído adecuadamente. En silencio, Nikolay se rió, incluso tuvo que morderse la lengua mientras que borraba el contenido de la nota para redactar una nueva. Una que terminó enseñándole mientras que la expresión de su rostro cambiaba por completo al mostrar ahora una sonrisa llena de malicia. « Además, un lugar así de concurrido es perfecto para tener una buena coartada. ¿No lo crees así, Minho? »

    El hombre, que parecía responder al nombre de Minho, se puso rojo de coraje mientras que leía cada letra de aquel teléfono, y después le vio la cara de imbécil a Nikolay. Era raro ver que alguien, cuya apariencia siempre se mantenía tan demacrada y triste, por un momento mostrara matices como esos. Era como si dejara en claro que tenía la partida de ajedrez ganada con el primer movimiento de un peón sobre el tablero y que, sin importar qué movimiento intentara hacer, terminaría perdiendo miserablemente el juego. Minho se puso furioso, tomó el vaso de café y le dio un largo sorbo antes de volver a mirar a su acompañante. No había duda que en sus ojos se reflejaban sus deseos de hacerlo callar para borrar esa estúpida sonrisita de victoria que tenía.

    — No seas imbécil, no sé de qué mierda hablas. ¿Para qué necesitarías una coartada, imbécil? —En cada palabra se reflejó la rabia que sentía, el resentimiento que le tenía y todo el veneno que se quedaba en su boca sin poder expulsarlo. Sin embargo, en el momento que le vio que volvía a escribir en el celular, el hombre se desesperó y se lo arrebató.— No juegues conmigo, Nikolay. Con tu familia puede servirte el truco del mudo, pero no te olvides que yo sé tú secreto. Así que anda, habla, y dime cuáles son tus malditos planes.

    Nikolay le miró con desprecio. Con uno que sus ojos claros no supieron esconder y que tampoco se preocupó de hacerlo. Minho siempre había sido inteligente, perspicaz, pero creía que al final del día era tan estúpido que se estaba dejando manipular por un adolescente como él. Qué irónico era que los papeles se invirtieran esta vez. Cuando Minho le devolvió el teléfono, Nikolay solo lo dejó en la mesa de centro, boca arriba, con la pantalla bloqueada y en modo de silencio. No quería que nadie los interrumpiera en ese momento, porque tenían demasiadas cosas de las cuales hablar.

    — Ah, claro. Lo había olvidado. —Lev habló. Con una voz calmada que llevaba matices de risa en ella, pues se aguantaba las ganas de reírsele en la cara al ver que seguía estando rojo, con las sienes a punto de explotar y con los ojos tan saltones que era fácil leerle. Tomó su taza de café, le dio un pequeño sorbo a la bebida y la volvió a dejar en la mesa una vez que se sintió satisfecho. Pero solo era una forma de provocarlo y enfadarlo más.— Tú fuiste el que me obligó a guardar silencio por años. ¿Qué clase de tío le pide algo así a su sobrino? Ha sido muy egoísta de tu parte y quizá ya me estoy cansando de todo est-….

    — ¿Cansado? ¿Cansado de qué? —Minho explotó. Se le rió en la cara y terminó por demostrar que su cinismo era tan grande, que cada palabra escuchada la exageró aún más en su cabeza.— Fuiste tú quien hizo todo. Lo único que yo quería era protegerte, porque sé que eras tan estúpido que serías capaz de confesar todo lo que hiciste y terminarías arrepentido por todo. Los niños siempre son estúpidos creyendo que la verdad puede salvarlos de su castigo.

    — ¿Y entonces por qué tienes tanto miedo, tío? —Nikolay preguntó después de una pequeña pausa en las que sus miradas se cruzaron otra vez. Sus ojos mostraban su furia, mientras que los de Minho seguían reflejando el cinismo de alguien que no puede entender una pregunta tan simple como esa. De pronto se comenzó a reír, de una forma tan alta y escandalosa que, por un momento, las miradas de algunos comensales y trabajadores se dirigieron a los dos. Nikolay se enojó aún más por ello, porque no estaba acostumbrado a ese tipo de atenciones y porque, si se descuidaba un momento, todo podría jugarle en contra.— Eres el único al que parece preocuparle que reabrieron el caso de Sasha. No encuentro otra razón por la que quisieras verme, ¿con qué me amenazarás esta vez? —Preguntó. El ácido se le notó en la voz, pero el veneno se le quedó en la lengua, en esa que se mordió múltiples veces para evitar darle ideas estúpidas. ¿Con su madre o su padre? Ya lo había hecho por años y nada sucedía. ¿Con Aleksandr? Se podía ir a la mierda si quería, no le importaba, a estas alturas, lo que pasaría con él. ¿Las gemelas? No se atrevería a lastimarlas, no porque eran el tesoro de su preciada madre y querida hermana de Minho. No había una sola cosa en el mundo con la que le obligara a callar, porque no había nada en el mundo de Nikolay. Era vacío y simple, lleno solo con ocupaciones banales como el modelaje o la imprenta.—Pero si te preocupa que hable de más, tranquilízate, no lo haré. Decir la verdad no me regresará a Sasha, pero todos en esa casa saben muy bien qué y quién lo mató, y todos saben que no fui yo.

    Era un recuerdo difuso en su mente, sí, aplastado por ese momento donde Minho le suplicara, no, le ordenara que se quedara callado por el resto de su vida o lo mataría. Sangre por sangre, vida por vida. Nikolay cerró los ojos con fuerza y se pasó la mano sobre los brazos en repetidas ocasiones, era una manera de limpiarse el recuerdo que le quedaba en el cuerpo. Podía recordar bien cómo lo había tomado de los hombros, con tanta fuerza que le había dejado los dedos marcados, y le había zarandeado como si fuese un muñeco de trapo que quisiera romper en pedazos. Tomó aire con fuerza, se apresuró a romper su postura de orgullo y cogió la taza para darle un sorbo profundo. El calor en su estómago lo reconfortó, pero creyó que no había más razones para seguir en ese lugar cuando su tío no deseaba hablar y le resultaba incómodo compartir con él. Los años le habían permitido olvidarlo, superarlo, pero los recuerdos seguían allí como fuego que se negaba a extinguir. Carraspeó, por última vez se forzó a tomar su postura relajada y triunfante: Brazos cruzados, una pierna sobre la otra y la espalda contra la silla.

    — ¿Sabes? Es un poco ilógico que mi mamá quisiera llamarme como tú. Siempre entendí que tu nombre significaba generoso, o algo así, pero, ¿cómo puedes ser tan despreciable? —Suspiró. Creyó que era innecesario desquitarse en ese momento con él, porque Minho nunca iba a aceptar los errores cometidos y, tampoco, aprendería nada de ellos.— El oficial del caso ya me contactó y también a mamá. Visitará la casa dentro de tres días, así que es mejor que no dejes el país otra vez, tío. —De a poco, se incorporó. Guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón, se colocó el abrigo que dejara en el reposabrazos de la silla, y le observó con desprecio una última vez.— Esta vez, ya no guardaré ningún secreto. Estoy cansado de ser quien cargue con la culpa de algo que no hice. Tómalo como un recordatorio o una amenaza si deseas.
    La pantalla de su teléfono no dejaba de mostrar diferentes vídeos sin sentido mientras que su pulgar se deslizaba con insistencia hacia arriba, no encontraba un solo vídeo con el que se sintiera cómodo y lograr que el tiempo pasara más rápido porque, a decir verdad, la espera comenzaba a matarlo. Días atrás, aquel mensaje le había tomado por sorpresa y seguía estando desconcertado por ello. Sabía que, en algún momento, aquel día llegaría tarde o temprano, pero sentía que había sido mucho antes de lo que esperaba. Es decir, ya habían pasado más de trece años desde el incidente de Sasha, ¿por qué la decisión tan repentina de irrumpir en su vida? Probablemente, porque al nuevo jefe de la policía no le gustaba que hubiera casos sin resolver o porque, quizá, alguien seguía sospechando que la muerte en la familia Artamonov no había sido un simple accidente. — Allí estás. Creí que había sido claro contigo cuando te dije que debías elegir un lugar poco concurrido. —Aquel hombre, de mediana edad y con una cara de pocos amigos, se sentó en el sofá vacío frente a Nikolay, sacó las manos de los bolsillos y refunfuñó antes de limpiarse, nerviosamente, el puente de la nariz como unas diez veces. Mientras lo hacía, no dejaba de mirar la mesita de centro donde yacían dos vasos de café: Uno negro y el otro un latte a medio beber. Chasqueó la lengua, esa no debía ser una reunión tan calurosa, solo tardarían unos minutos y se irían.— ¿Por qué este lugar? El hombre miró a Nikolay, quien mantuvo una pequeña sonrisa de medio labio en su rostro. Se acomodó en la silla, pasó una pierna sobre la otra y se concentró en escribir en su teléfono como le era usual. Un mensaje simple en la aplicación de notas con el tamaño de punto 40. Lo suficientemente grande para que le fuese fácil de leer a pesar del estrés que se le veía encima. « Las reseñas en internet decían que preparan un buen late, así que quería probarlo. » Una vez que le vio rodar los ojos y maldecir, comprendió que su mensaje se había leído adecuadamente. En silencio, Nikolay se rió, incluso tuvo que morderse la lengua mientras que borraba el contenido de la nota para redactar una nueva. Una que terminó enseñándole mientras que la expresión de su rostro cambiaba por completo al mostrar ahora una sonrisa llena de malicia. « Además, un lugar así de concurrido es perfecto para tener una buena coartada. ¿No lo crees así, Minho? » El hombre, que parecía responder al nombre de Minho, se puso rojo de coraje mientras que leía cada letra de aquel teléfono, y después le vio la cara de imbécil a Nikolay. Era raro ver que alguien, cuya apariencia siempre se mantenía tan demacrada y triste, por un momento mostrara matices como esos. Era como si dejara en claro que tenía la partida de ajedrez ganada con el primer movimiento de un peón sobre el tablero y que, sin importar qué movimiento intentara hacer, terminaría perdiendo miserablemente el juego. Minho se puso furioso, tomó el vaso de café y le dio un largo sorbo antes de volver a mirar a su acompañante. No había duda que en sus ojos se reflejaban sus deseos de hacerlo callar para borrar esa estúpida sonrisita de victoria que tenía. — No seas imbécil, no sé de qué mierda hablas. ¿Para qué necesitarías una coartada, imbécil? —En cada palabra se reflejó la rabia que sentía, el resentimiento que le tenía y todo el veneno que se quedaba en su boca sin poder expulsarlo. Sin embargo, en el momento que le vio que volvía a escribir en el celular, el hombre se desesperó y se lo arrebató.— No juegues conmigo, Nikolay. Con tu familia puede servirte el truco del mudo, pero no te olvides que yo sé tú secreto. Así que anda, habla, y dime cuáles son tus malditos planes. Nikolay le miró con desprecio. Con uno que sus ojos claros no supieron esconder y que tampoco se preocupó de hacerlo. Minho siempre había sido inteligente, perspicaz, pero creía que al final del día era tan estúpido que se estaba dejando manipular por un adolescente como él. Qué irónico era que los papeles se invirtieran esta vez. Cuando Minho le devolvió el teléfono, Nikolay solo lo dejó en la mesa de centro, boca arriba, con la pantalla bloqueada y en modo de silencio. No quería que nadie los interrumpiera en ese momento, porque tenían demasiadas cosas de las cuales hablar. — Ah, claro. Lo había olvidado. —Lev habló. Con una voz calmada que llevaba matices de risa en ella, pues se aguantaba las ganas de reírsele en la cara al ver que seguía estando rojo, con las sienes a punto de explotar y con los ojos tan saltones que era fácil leerle. Tomó su taza de café, le dio un pequeño sorbo a la bebida y la volvió a dejar en la mesa una vez que se sintió satisfecho. Pero solo era una forma de provocarlo y enfadarlo más.— Tú fuiste el que me obligó a guardar silencio por años. ¿Qué clase de tío le pide algo así a su sobrino? Ha sido muy egoísta de tu parte y quizá ya me estoy cansando de todo est-…. — ¿Cansado? ¿Cansado de qué? —Minho explotó. Se le rió en la cara y terminó por demostrar que su cinismo era tan grande, que cada palabra escuchada la exageró aún más en su cabeza.— Fuiste tú quien hizo todo. Lo único que yo quería era protegerte, porque sé que eras tan estúpido que serías capaz de confesar todo lo que hiciste y terminarías arrepentido por todo. Los niños siempre son estúpidos creyendo que la verdad puede salvarlos de su castigo. — ¿Y entonces por qué tienes tanto miedo, tío? —Nikolay preguntó después de una pequeña pausa en las que sus miradas se cruzaron otra vez. Sus ojos mostraban su furia, mientras que los de Minho seguían reflejando el cinismo de alguien que no puede entender una pregunta tan simple como esa. De pronto se comenzó a reír, de una forma tan alta y escandalosa que, por un momento, las miradas de algunos comensales y trabajadores se dirigieron a los dos. Nikolay se enojó aún más por ello, porque no estaba acostumbrado a ese tipo de atenciones y porque, si se descuidaba un momento, todo podría jugarle en contra.— Eres el único al que parece preocuparle que reabrieron el caso de Sasha. No encuentro otra razón por la que quisieras verme, ¿con qué me amenazarás esta vez? —Preguntó. El ácido se le notó en la voz, pero el veneno se le quedó en la lengua, en esa que se mordió múltiples veces para evitar darle ideas estúpidas. ¿Con su madre o su padre? Ya lo había hecho por años y nada sucedía. ¿Con Aleksandr? Se podía ir a la mierda si quería, no le importaba, a estas alturas, lo que pasaría con él. ¿Las gemelas? No se atrevería a lastimarlas, no porque eran el tesoro de su preciada madre y querida hermana de Minho. No había una sola cosa en el mundo con la que le obligara a callar, porque no había nada en el mundo de Nikolay. Era vacío y simple, lleno solo con ocupaciones banales como el modelaje o la imprenta.—Pero si te preocupa que hable de más, tranquilízate, no lo haré. Decir la verdad no me regresará a Sasha, pero todos en esa casa saben muy bien qué y quién lo mató, y todos saben que no fui yo. Era un recuerdo difuso en su mente, sí, aplastado por ese momento donde Minho le suplicara, no, le ordenara que se quedara callado por el resto de su vida o lo mataría. Sangre por sangre, vida por vida. Nikolay cerró los ojos con fuerza y se pasó la mano sobre los brazos en repetidas ocasiones, era una manera de limpiarse el recuerdo que le quedaba en el cuerpo. Podía recordar bien cómo lo había tomado de los hombros, con tanta fuerza que le había dejado los dedos marcados, y le había zarandeado como si fuese un muñeco de trapo que quisiera romper en pedazos. Tomó aire con fuerza, se apresuró a romper su postura de orgullo y cogió la taza para darle un sorbo profundo. El calor en su estómago lo reconfortó, pero creyó que no había más razones para seguir en ese lugar cuando su tío no deseaba hablar y le resultaba incómodo compartir con él. Los años le habían permitido olvidarlo, superarlo, pero los recuerdos seguían allí como fuego que se negaba a extinguir. Carraspeó, por última vez se forzó a tomar su postura relajada y triunfante: Brazos cruzados, una pierna sobre la otra y la espalda contra la silla. — ¿Sabes? Es un poco ilógico que mi mamá quisiera llamarme como tú. Siempre entendí que tu nombre significaba generoso, o algo así, pero, ¿cómo puedes ser tan despreciable? —Suspiró. Creyó que era innecesario desquitarse en ese momento con él, porque Minho nunca iba a aceptar los errores cometidos y, tampoco, aprendería nada de ellos.— El oficial del caso ya me contactó y también a mamá. Visitará la casa dentro de tres días, así que es mejor que no dejes el país otra vez, tío. —De a poco, se incorporó. Guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón, se colocó el abrigo que dejara en el reposabrazos de la silla, y le observó con desprecio una última vez.— Esta vez, ya no guardaré ningún secreto. Estoy cansado de ser quien cargue con la culpa de algo que no hice. Tómalo como un recordatorio o una amenaza si deseas.
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  • La noche había sido larga y sangrienta. El eco de mis pasos resonaba en las calles desiertas mientras regresaba a mi pequeño piso. La ciudad aún duerme, recuperándose de la euforia de la noche anterior. Los restos de la celebración de Año Nuevo están por todas partes: serpentinas, confeti y botellas vacías adornan las aceras. Pero para mí, la noche no fue de festejos. La misión había sido un éxito, pero la adrenalina aún corría por mis venas, mezclándose con el cansancio. Abrí la puerta con cuidado, tratando de no hacer ruido. El silencio del apartamento me recibió como un viejo amigo.

    Me dejé caer en la cama, sin siquiera quitarme la ropa. Mis pensamientos eran un torbellino de imágenes y sensaciones. La cara de mi objetivo, la frialdad del acero en mis manos, la sangre... Siempre la sangre. Cerré los ojos por un momento, intentando encontrar un poco de paz antes de enfrentar el nuevo día, mientras una sonrisa de medio lado comenzaba a aparecer en mi rostro, pero rápidamente la contuve.

    El reloj marcaba las seis de la mañana cuando me obligué a levantarme. Tenía que prepararme para mi turno en el café. Me dirigí al baño y me miré en el espejo. La chica que me devolvía la mirada tenía los ojos cansados, pero había un destello de determinación en ellos. Lavé la sangre seca de mis manos y rostro, intentando borrar las huellas de mi misión.

    —Buenos días, pequeña Illyiv —me dije a mí misma con voz suave y una sonrisa irónica frente al espejo—. Otro día, otra máscara que ponerse. Vamos, no tenemos todo el día...

    Me vestí rápidamente, eligiendo el uniforme de mesera perteneciente al café para el que trabajaba. Mientras intentaba ordenar un poco mi cabello, noté un pequeño corte en mi mejilla. Lo cubrí con un poco de maquillaje, asegurándome de que no quedara rastro de la noche anterior.

    —Un día más, solo un día más... —me dije a mí misma en voz baja, tratando de infundirme ánimo. Tomé mi bolso y salí del apartamento, cerrando la puerta detrás de mí.

    El camino al café era corto, pero cada paso se sentía pesado. Mientras caminaba, mis pensamientos se mezclaban con los recuerdos de la noche anterior.

    Al llegar al café, saludé a mis compañeros con una sonrisa forzada.

    —Buenos días —dije, tratando de sonar alegre.

    Uno de mis compañeros me miró con curiosidad.

    —¿Estás bien, Illyiv? Pareces un poco cansada...

    —Oh, solo una noche difícil —respondí con un tono ligero, intentando actuar con naturalidad pero sin esforzarme demasiado, al final sabía que mis compañeros me consideraban bastante rara—. Nada que un buen café no pueda arreglar.

    Me dirigí hacia el área de comensales lista para comenzar mi turno, dejando atrás los pensamientos oscuros. Aquí, en el café, tenía que ser la Illyiv que todos conocían. Pero en el fondo, sabía que la sombra de la noche anterior siempre estaría conmigo.

    La noche había sido larga y sangrienta. El eco de mis pasos resonaba en las calles desiertas mientras regresaba a mi pequeño piso. La ciudad aún duerme, recuperándose de la euforia de la noche anterior. Los restos de la celebración de Año Nuevo están por todas partes: serpentinas, confeti y botellas vacías adornan las aceras. Pero para mí, la noche no fue de festejos. La misión había sido un éxito, pero la adrenalina aún corría por mis venas, mezclándose con el cansancio. Abrí la puerta con cuidado, tratando de no hacer ruido. El silencio del apartamento me recibió como un viejo amigo. Me dejé caer en la cama, sin siquiera quitarme la ropa. Mis pensamientos eran un torbellino de imágenes y sensaciones. La cara de mi objetivo, la frialdad del acero en mis manos, la sangre... Siempre la sangre. Cerré los ojos por un momento, intentando encontrar un poco de paz antes de enfrentar el nuevo día, mientras una sonrisa de medio lado comenzaba a aparecer en mi rostro, pero rápidamente la contuve. El reloj marcaba las seis de la mañana cuando me obligué a levantarme. Tenía que prepararme para mi turno en el café. Me dirigí al baño y me miré en el espejo. La chica que me devolvía la mirada tenía los ojos cansados, pero había un destello de determinación en ellos. Lavé la sangre seca de mis manos y rostro, intentando borrar las huellas de mi misión. —Buenos días, pequeña Illyiv —me dije a mí misma con voz suave y una sonrisa irónica frente al espejo—. Otro día, otra máscara que ponerse. Vamos, no tenemos todo el día... Me vestí rápidamente, eligiendo el uniforme de mesera perteneciente al café para el que trabajaba. Mientras intentaba ordenar un poco mi cabello, noté un pequeño corte en mi mejilla. Lo cubrí con un poco de maquillaje, asegurándome de que no quedara rastro de la noche anterior. —Un día más, solo un día más... —me dije a mí misma en voz baja, tratando de infundirme ánimo. Tomé mi bolso y salí del apartamento, cerrando la puerta detrás de mí. El camino al café era corto, pero cada paso se sentía pesado. Mientras caminaba, mis pensamientos se mezclaban con los recuerdos de la noche anterior. Al llegar al café, saludé a mis compañeros con una sonrisa forzada. —Buenos días —dije, tratando de sonar alegre. Uno de mis compañeros me miró con curiosidad. —¿Estás bien, Illyiv? Pareces un poco cansada... —Oh, solo una noche difícil —respondí con un tono ligero, intentando actuar con naturalidad pero sin esforzarme demasiado, al final sabía que mis compañeros me consideraban bastante rara—. Nada que un buen café no pueda arreglar. Me dirigí hacia el área de comensales lista para comenzar mi turno, dejando atrás los pensamientos oscuros. Aquí, en el café, tenía que ser la Illyiv que todos conocían. Pero en el fondo, sabía que la sombra de la noche anterior siempre estaría conmigo.
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  • Officiellement, le 1er janvier, je vous souhaite un excellent début d’année et que vous vous forgez de nouveaux souvenirs en compagnie de vos proches, commençons l’année avec positivité.
    [Oficialmente, primero de Enero, les deseo un gran inicio de año y que forjen nuevos recuerdos en compañia de sus seres queridos, Iniciemos el año con positividad]
    Officiellement, le 1er janvier, je vous souhaite un excellent début d’année et que vous vous forgez de nouveaux souvenirs en compagnie de vos proches, commençons l’année avec positivité. [Oficialmente, primero de Enero, les deseo un gran inicio de año y que forjen nuevos recuerdos en compañia de sus seres queridos, Iniciemos el año con positividad]
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  • La luz del atardecer bañaba el bosque con tonos dorados, pero para Elyana, todo era pálido. Caminaba entre las flores, dejando que sus dedos rozaran los pétalos, como si el tacto pudiera anclarla a algo real. Las alas que antes llevaban el brillo del cielo ahora parecían un recuerdo distante, pesadas, opacas, como un recordatorio constante de su caída.

    Cada paso crujía bajo sus pies, resonando en el silencio del bosque, un eco que solo ella escuchaba. Los recuerdos aparecían como destellos: la luz cegadora, el coro eterno, la certeza absoluta de un propósito. Todo eso ahora era polvo. Había cambiado esa perfección por algo que ni siquiera sabía nombrar. Libertad, tal vez… ¿o condena?
    La luz del atardecer bañaba el bosque con tonos dorados, pero para Elyana, todo era pálido. Caminaba entre las flores, dejando que sus dedos rozaran los pétalos, como si el tacto pudiera anclarla a algo real. Las alas que antes llevaban el brillo del cielo ahora parecían un recuerdo distante, pesadas, opacas, como un recordatorio constante de su caída. Cada paso crujía bajo sus pies, resonando en el silencio del bosque, un eco que solo ella escuchaba. Los recuerdos aparecían como destellos: la luz cegadora, el coro eterno, la certeza absoluta de un propósito. Todo eso ahora era polvo. Había cambiado esa perfección por algo que ni siquiera sabía nombrar. Libertad, tal vez… ¿o condena?
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