• "¿𝐏𝐮𝐞𝐝𝐞𝐬 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫𝐥𝐨 𝐡𝐢𝐣𝐨? 𝐞𝐥 𝐚𝐢𝐫𝐞 𝐩𝐚𝐬𝐚𝐫 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐡𝐞𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐭𝐮 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐥𝐥𝐨, 𝐥𝐚 𝐬𝐞𝐧𝐬𝐚𝐜𝐢ó𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐚𝐝𝐫𝐞𝐧𝐚𝐥𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐦𝐨𝐧𝐭𝐚𝐬 𝐮𝐧 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨𝐧, 𝐣𝐚𝐦𝐚𝐬 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐞𝐬 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨..."

    Mis ojos ámbar y mis pensamientos estaban fijos y perdidos en el amplio cielo azul decorados con pequeñas nubes que tal-vez pronto anunciaran una tormenta por la forma de estas misma, mientras me recargaba en el auto cruzado de brazos recuerdos venían a mi mente de las palabras de mi padre en aquel momento en que subí por primera vez en el lomo de un dragón, recordaba con claridad la sensación, el aire acariciando mi rostro , el nerviosismo de caer, la sensación de libertad de volar en los aires y sobre todo la razón del por que era un piloto, la adrenalina de la velocidad.

    Pocos lo sabían y con pocos me refería a Violeta y Sebastian, pero Seth era o es de los Dragones mas rápidos, su peso y forma siempre le permitieron ganar a sus oponentes en velocidad y a pesar de que en estos momentos Seth no era un dragón de nuevo , esa sensación del viento romperse con nuestra velocidad es algo que extraño en verdad.

    — Alexandro ¿estas listo? O ¿vas a seguir mirando el cielo? — La voz de Logan mi entrenador de rendimiento desde que comencé a correr autos para Aston Martin, no lo mire del todo simplemente desvié mi mirada a el que me observaba molesto desde el desde los pits cerca de los boxes, parecía una mujer embrazada con esa pose que hacia cada que me miraba molesto o sin entender lo que le decía, parado medianamente erguido , con una mano en la cintura como si el peso de su abultada panza la doliera, solo suspire y me levante caminando a el llevando mis manos a los bolsillos del traje de carreras verde con negro, con el nombre de marca repartido por cada centímetro visible, tome mi casco y sin decir mas que solo asentir apenas termine de ponerlo di a entender que estaba listo.

    Apenas subí y hice todo el procedimiento de seguridad ajustando toda la seguridad del auto, una vez listo lo encendió e hice una seña de que todo esta bien y listo, oh eso creía.

    Lentamente maneje a el podio para posicionarme para hacer las pruebas de velocidad, se suponía que con los últimos entrenamientos mi velocidad debía aumentar y en consecuencia mi tiempo debía disminuir para la próxima carrera.

    Mirando por del vidrio del casco vi luz verde y mi tiempo de reacción fue mas rápido que antes, no tarde en acelerar, solo un pequeño sonido fue escuchado después de que acelere, y era mi favorito , mi velocidad rompiendo el viento, y era entonces cuando mas aceleraba que lo sentía, la adrenalina, la emoción este sentimiento que me decía que estaba vivo, podía sentirlo en mi agarre en el control del auto en como hacia fuerza para no perder el control

    1...2...3..., una a una las vueltas iban llegando a su fin y podía escuchar Logan darme instrucciones en cada vuelta, era molesto pero el había sido campeón así que conocimiento tenia para dar por mas molesto que fuera, todo iba bien , normal mas que normal iba muy bien mi velocidad había mejorado no fue hasta que, como predije el cielo se habían comenzado a tornar gris, las nubes se amontonaban en señal de que la tormenta se acercaba y cuando menos lo espere en una vuelta el brillo de un relámpago me cegó no cayo en mi o en el auto pero si lo suficientemente cerca para que perdiera el control en su momento, las llantas pareció que derraparon, por lo que sujete con firmeza el control pensando rápido como calmar la situación y como si no faltaran mas factores de peligro, una fuerte lluvia comenzó a caer haciendo el suelo mas resbaladizo.

    — Carajo — musite mientras trataba de volver a tener el control pues si seguía así podría terminar volcado

    — Alexandro concéntrate oh si no...— y corte la comunicación, lo ultimo que necesitaba en estos momentos eran sus gritos en mi cabeza.

    Como si fuera una película, en cámara lenta mientras trataba de mantener el control vi esa hermosa cabellera negra , y esos ojos llenos de miedo por la situación, no podía, no podía perder el control ,con fuerza logre tomar el control del auto lo suficiente para solo pegar en las laterales, dándome un golpe en el brazo que fue mucho mejor que salir disparado o volcarme en varias vueltas, me quite el seguro y salí del auto quejándome un poco por el dolor.

    Sentía la respiración agitada , y por le momento no sabia si era del susto que pase , la adrenalina o el enojo de que le dije a Logan que parecía que iba llover y me ignoro, mi cuerpo naturalmente caliente parecía que por las mismas emociones aumento su temperatura pues de mi cuerpo parecía salir vapor, como pude y casi con molestia me quite el casco aventando a el auto llevando mi cabeza un poco hacia atrás para sentir la lluvia fría en mi rostro que calmaba mis emociones mire de reojo auto que tenia mas importancia que aveces para los patrocinadores recordando las palabras de mi padre “cuando eres un jinete de dragón nunca estos solo, si caes es seguro que alguien te atrapara” esa era diferencia de ser un piloto de autos de f1 y un jinete , en uno si caes ... si tropiesas nadie te sujeta.

    — Ja que ironia — susurré mientras las gotas de agua caían por mi rostro empapando cada parte de mi hasta mi cabello hasta la punta de las botas del mono
    "¿𝐏𝐮𝐞𝐝𝐞𝐬 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫𝐥𝐨 𝐡𝐢𝐣𝐨? 𝐞𝐥 𝐚𝐢𝐫𝐞 𝐩𝐚𝐬𝐚𝐫 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐡𝐞𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐭𝐮 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐥𝐥𝐨, 𝐥𝐚 𝐬𝐞𝐧𝐬𝐚𝐜𝐢ó𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐚𝐝𝐫𝐞𝐧𝐚𝐥𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐦𝐨𝐧𝐭𝐚𝐬 𝐮𝐧 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨𝐧, 𝐣𝐚𝐦𝐚𝐬 𝐨𝐥𝐯𝐢𝐝𝐞𝐬 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨..." Mis ojos ámbar y mis pensamientos estaban fijos y perdidos en el amplio cielo azul decorados con pequeñas nubes que tal-vez pronto anunciaran una tormenta por la forma de estas misma, mientras me recargaba en el auto cruzado de brazos recuerdos venían a mi mente de las palabras de mi padre en aquel momento en que subí por primera vez en el lomo de un dragón, recordaba con claridad la sensación, el aire acariciando mi rostro , el nerviosismo de caer, la sensación de libertad de volar en los aires y sobre todo la razón del por que era un piloto, la adrenalina de la velocidad. Pocos lo sabían y con pocos me refería a Violeta y Sebastian, pero Seth era o es de los Dragones mas rápidos, su peso y forma siempre le permitieron ganar a sus oponentes en velocidad y a pesar de que en estos momentos Seth no era un dragón de nuevo , esa sensación del viento romperse con nuestra velocidad es algo que extraño en verdad. — Alexandro ¿estas listo? O ¿vas a seguir mirando el cielo? — La voz de Logan mi entrenador de rendimiento desde que comencé a correr autos para Aston Martin, no lo mire del todo simplemente desvié mi mirada a el que me observaba molesto desde el desde los pits cerca de los boxes, parecía una mujer embrazada con esa pose que hacia cada que me miraba molesto o sin entender lo que le decía, parado medianamente erguido , con una mano en la cintura como si el peso de su abultada panza la doliera, solo suspire y me levante caminando a el llevando mis manos a los bolsillos del traje de carreras verde con negro, con el nombre de marca repartido por cada centímetro visible, tome mi casco y sin decir mas que solo asentir apenas termine de ponerlo di a entender que estaba listo. Apenas subí y hice todo el procedimiento de seguridad ajustando toda la seguridad del auto, una vez listo lo encendió e hice una seña de que todo esta bien y listo, oh eso creía. Lentamente maneje a el podio para posicionarme para hacer las pruebas de velocidad, se suponía que con los últimos entrenamientos mi velocidad debía aumentar y en consecuencia mi tiempo debía disminuir para la próxima carrera. Mirando por del vidrio del casco vi luz verde y mi tiempo de reacción fue mas rápido que antes, no tarde en acelerar, solo un pequeño sonido fue escuchado después de que acelere, y era mi favorito , mi velocidad rompiendo el viento, y era entonces cuando mas aceleraba que lo sentía, la adrenalina, la emoción este sentimiento que me decía que estaba vivo, podía sentirlo en mi agarre en el control del auto en como hacia fuerza para no perder el control 1...2...3..., una a una las vueltas iban llegando a su fin y podía escuchar Logan darme instrucciones en cada vuelta, era molesto pero el había sido campeón así que conocimiento tenia para dar por mas molesto que fuera, todo iba bien , normal mas que normal iba muy bien mi velocidad había mejorado no fue hasta que, como predije el cielo se habían comenzado a tornar gris, las nubes se amontonaban en señal de que la tormenta se acercaba y cuando menos lo espere en una vuelta el brillo de un relámpago me cegó no cayo en mi o en el auto pero si lo suficientemente cerca para que perdiera el control en su momento, las llantas pareció que derraparon, por lo que sujete con firmeza el control pensando rápido como calmar la situación y como si no faltaran mas factores de peligro, una fuerte lluvia comenzó a caer haciendo el suelo mas resbaladizo. — Carajo — musite mientras trataba de volver a tener el control pues si seguía así podría terminar volcado — Alexandro concéntrate oh si no...— y corte la comunicación, lo ultimo que necesitaba en estos momentos eran sus gritos en mi cabeza. Como si fuera una película, en cámara lenta mientras trataba de mantener el control vi esa hermosa cabellera negra , y esos ojos llenos de miedo por la situación, no podía, no podía perder el control ,con fuerza logre tomar el control del auto lo suficiente para solo pegar en las laterales, dándome un golpe en el brazo que fue mucho mejor que salir disparado o volcarme en varias vueltas, me quite el seguro y salí del auto quejándome un poco por el dolor. Sentía la respiración agitada , y por le momento no sabia si era del susto que pase , la adrenalina o el enojo de que le dije a Logan que parecía que iba llover y me ignoro, mi cuerpo naturalmente caliente parecía que por las mismas emociones aumento su temperatura pues de mi cuerpo parecía salir vapor, como pude y casi con molestia me quite el casco aventando a el auto llevando mi cabeza un poco hacia atrás para sentir la lluvia fría en mi rostro que calmaba mis emociones mire de reojo auto que tenia mas importancia que aveces para los patrocinadores recordando las palabras de mi padre “cuando eres un jinete de dragón nunca estos solo, si caes es seguro que alguien te atrapara” esa era diferencia de ser un piloto de autos de f1 y un jinete , en uno si caes ... si tropiesas nadie te sujeta. — Ja que ironia — susurré mientras las gotas de agua caían por mi rostro empapando cada parte de mi hasta mi cabello hasta la punta de las botas del mono
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  • Elisabetta caminaba por las calles de Trastevere con un leve cosquilleo en el estómago. No era una sensación que conociera bien; el nerviosismo no solía tener cabida en su vida. Y sin embargo, ahí estaba: apretando suavemente las correas de su mochila de mezclilla mientras recorría el adoquinado con sus botines negros resonando suavemente en cada paso. Vestía de manera sorprendentemente casual para ser ella: jeans ajustados, una blusa de algodón de manga tres cuartos y cuello ligeramente alto que abrazaba su figura con discreción, y el cabello rubio cayendo suelto sobre su espalda.

    Esa noche no era la Farfalla della Morte, líder implacable de una de las organizaciones más temidas de Italia. Esa noche, era solo Elisabetta. Una mujer que esperaba una cita.

    Eligió un pequeño restaurante que había visitado años atrás, cuando la vida era más sencilla. La Lanterna Verde, un rincón discreto en una calle estrecha, adornado con faroles de hierro forjado y parras trepando por la fachada. Afuera, las mesas se acomodaban bajo una pérgola cubierta de luces cálidas que titilaban como luciérnagas suspendidas en el aire. El aroma a albahaca fresca y pan recién horneado impregnaba el ambiente.

    Se sentó en una mesa cerca de la esquina, desde donde podía ver claramente la entrada, y sacó su celular. Sus dedos dudaron un instante antes de escribirle a Ryan:

    "Buonasera, Ryan . Estoy en un lugar encantador en Trastevere que se llama La Lanterna Verde. Es tranquilo, acogedor… pensé que podríamos conversar sin prisas. Estoy en la terraza, en una mesa hacia la esquina. Te estaré esperando."

    Le dio a enviar y apoyó el teléfono sobre la mesa con un leve suspiro. Sus ojos violetas recorrían distraídamente el entorno, sin dejar de lanzar miradas hacia la entrada cada tanto. Había algo casi adolescente en esa espera, una inquietud que no lograba calmar ni siquiera con la familiaridad del entorno.

    Cuando lo viera llegar, pensó, lo recibiría con una sonrisa serena. No fingida, no forzada. Cordial, sí, pero también honesta. Porque esa noche, por muy extraño que le pareciera, quería compartir un pedacito de su mundo con alguien… sin necesidad de protegerse. Solo ella. Solo Elisabetta.

    Elisabetta caminaba por las calles de Trastevere con un leve cosquilleo en el estómago. No era una sensación que conociera bien; el nerviosismo no solía tener cabida en su vida. Y sin embargo, ahí estaba: apretando suavemente las correas de su mochila de mezclilla mientras recorría el adoquinado con sus botines negros resonando suavemente en cada paso. Vestía de manera sorprendentemente casual para ser ella: jeans ajustados, una blusa de algodón de manga tres cuartos y cuello ligeramente alto que abrazaba su figura con discreción, y el cabello rubio cayendo suelto sobre su espalda. Esa noche no era la Farfalla della Morte, líder implacable de una de las organizaciones más temidas de Italia. Esa noche, era solo Elisabetta. Una mujer que esperaba una cita. Eligió un pequeño restaurante que había visitado años atrás, cuando la vida era más sencilla. La Lanterna Verde, un rincón discreto en una calle estrecha, adornado con faroles de hierro forjado y parras trepando por la fachada. Afuera, las mesas se acomodaban bajo una pérgola cubierta de luces cálidas que titilaban como luciérnagas suspendidas en el aire. El aroma a albahaca fresca y pan recién horneado impregnaba el ambiente. Se sentó en una mesa cerca de la esquina, desde donde podía ver claramente la entrada, y sacó su celular. Sus dedos dudaron un instante antes de escribirle a Ryan: "Buonasera, [Ryan_Al_72]. Estoy en un lugar encantador en Trastevere que se llama La Lanterna Verde. Es tranquilo, acogedor… pensé que podríamos conversar sin prisas. Estoy en la terraza, en una mesa hacia la esquina. Te estaré esperando." Le dio a enviar y apoyó el teléfono sobre la mesa con un leve suspiro. Sus ojos violetas recorrían distraídamente el entorno, sin dejar de lanzar miradas hacia la entrada cada tanto. Había algo casi adolescente en esa espera, una inquietud que no lograba calmar ni siquiera con la familiaridad del entorno. Cuando lo viera llegar, pensó, lo recibiría con una sonrisa serena. No fingida, no forzada. Cordial, sí, pero también honesta. Porque esa noche, por muy extraño que le pareciera, quería compartir un pedacito de su mundo con alguien… sin necesidad de protegerse. Solo ella. Solo Elisabetta.
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  • "El primer paso de Zagreus en la luz" (todos son recuerdos de ella)

    El aire, espeso y enrarecido por siglos de sombra, se disolvió con el primer suspiro de la madre. Perséfone, en su eterno silencio entre la luz y la oscuridad, sintió la pulsación de su hijo a su lado. Zagreus, el joven dios nacido del inframundo, caminaba a su lado como quien se enfrenta a lo inexplorado, sin temor ni duda, pero con esa curiosidad contenida propia de quien tiene el peso de ser el hijo de dos mundos.

    Salieron del palacio donde la oscuridad se dilataba en columnas de mármol negro, y el aire se volvió más ligero a medida que ascendían. Perséfone, serena y firme, no habló, pero su presencia era suficiente. Cada paso suyo era un acto de realeza tranquila, la seguridad de quien conoce el curso del mundo, de quien lo ve florecer y marchitarse en la misma respiración. Su hija, como testigo de los muertos, llevaba consigo la marca de lo eterno, y su hijo, como sangre de su misma carne, llevaba ya en su pecho la promesa de su destino.

    Zagreus, joven y despierto, no sentía el desconcierto que los hombres sentirían al estar fuera del Inframundo. Era un dios, y el mundo era suyo por derecho. Lo caminaba como quien se sabe parte de un ciclo sin fin. Pero todo a su alrededor era nuevo: la luz del sol le bañaba la piel, una luz que no conocía más allá de las sombras, y el viento, cargado con los aromas del mundo de los vivos, le erizaba los sentidos. El canto de los pájaros lo hizo detenerse un momento, pues sonaba distinto al eco muerto de las almas, como una vibración irrepetible, de esas que surgen solo en el tiempo.

    Perséfone no se volvió. Ella lo había visto nacer, pero no había esperado que su hijo sintiera el peso del mundo en ese instante. Ya lo había sentido ella, en su juventud, cuando abandonó la tierra de los dioses para unirse a Hades. Sabía lo que el sol podía hacer, cómo la luz invade cada rincón de la memoria, despertando recuerdos que dormían profundamente.

    Y en ese momento, la joven divinidad miró a su madre. No era una mirada de súplica ni de pregunta. Era simplemente un cruce de miradas entre ellos, un reconocimiento tácito de todo lo que el uno significaba para el otro. No hacía falta nada más. No hacía falta hablar.

    Caminaron sin prisa entre los vivos, y los caminos se llenaron de cosas nuevas para él: una anciana que se aferraba a la imagen de su hijo fallecido, los niños que reían sin miedo, las flores que brotaban de la tierra, humildes pero hermosas. Perséfone caminaba por entre ellos, en un suave equilibrio, como si ella misma aún estuviera en la franja entre lo vivo y lo muerto. Y su hijo la seguía, observando, aprendiendo, sin el peso de las palabras.

    Un hombre en el mercado, al ver a Perséfone, la reconoció y se arrodilló sin decir palabra. A su lado, Zagreus lo observó con una calma feroz. No necesitaba preguntar quién era él. Sabía que su madre había sido reina aquí, en la luz del mundo que tanto amaba y tanto odiaba, un lugar donde la vida nunca había sido tan fácil. La gente le temía, le deseaba y la veneraba, sin comprender del todo su origen ni el precio de su amor.

    Sin embargo, el hijo no era como ella. Aunque su esencia venía del mismo reino que su madre había abrazado, su forma, su paso por el mundo, era diferente. La luz no le quemaba, pero no era ella quien le llamaba; en él, el aire de los vivos se volvía una melodía extraña, una que ni siquiera su madre podría comprender completamente. Él estaba destinado a ser algo distinto.

    Al final de ese primer día, cuando el sol se retiró por detrás de las montañas y el cielo tomó un tono violeta, Perséfone posó su mirada en Zagreus. No era una mirada de aprobación o consuelo. No había necesidad de tales gestos. Era una mirada de conocimiento, de esa sabiduría ancestral que sólo puede venir de quien ha estado entre dos mundos y los ha dominado.

    Zagreus, sin apartar los ojos de su madre, supo lo que había aprendido, y lo que aún debía aprender. Ese paso entre los vivos no era más que el principio de un viaje mucho más largo, uno donde la luz y la oscuridad se entrelazarían constantemente, desdibujando los límites de lo que era, lo que sería y lo que podría ser.

    El regreso fue igual de callado. Perséfone no necesitaba mirar atrás, pues sabía que su hijo nunca dejaría de caminar, ni de aprender, ni de descubrir su lugar en el vasto e implacable círculo del destino.
    "El primer paso de Zagreus en la luz" (todos son recuerdos de ella) El aire, espeso y enrarecido por siglos de sombra, se disolvió con el primer suspiro de la madre. Perséfone, en su eterno silencio entre la luz y la oscuridad, sintió la pulsación de su hijo a su lado. Zagreus, el joven dios nacido del inframundo, caminaba a su lado como quien se enfrenta a lo inexplorado, sin temor ni duda, pero con esa curiosidad contenida propia de quien tiene el peso de ser el hijo de dos mundos. Salieron del palacio donde la oscuridad se dilataba en columnas de mármol negro, y el aire se volvió más ligero a medida que ascendían. Perséfone, serena y firme, no habló, pero su presencia era suficiente. Cada paso suyo era un acto de realeza tranquila, la seguridad de quien conoce el curso del mundo, de quien lo ve florecer y marchitarse en la misma respiración. Su hija, como testigo de los muertos, llevaba consigo la marca de lo eterno, y su hijo, como sangre de su misma carne, llevaba ya en su pecho la promesa de su destino. Zagreus, joven y despierto, no sentía el desconcierto que los hombres sentirían al estar fuera del Inframundo. Era un dios, y el mundo era suyo por derecho. Lo caminaba como quien se sabe parte de un ciclo sin fin. Pero todo a su alrededor era nuevo: la luz del sol le bañaba la piel, una luz que no conocía más allá de las sombras, y el viento, cargado con los aromas del mundo de los vivos, le erizaba los sentidos. El canto de los pájaros lo hizo detenerse un momento, pues sonaba distinto al eco muerto de las almas, como una vibración irrepetible, de esas que surgen solo en el tiempo. Perséfone no se volvió. Ella lo había visto nacer, pero no había esperado que su hijo sintiera el peso del mundo en ese instante. Ya lo había sentido ella, en su juventud, cuando abandonó la tierra de los dioses para unirse a Hades. Sabía lo que el sol podía hacer, cómo la luz invade cada rincón de la memoria, despertando recuerdos que dormían profundamente. Y en ese momento, la joven divinidad miró a su madre. No era una mirada de súplica ni de pregunta. Era simplemente un cruce de miradas entre ellos, un reconocimiento tácito de todo lo que el uno significaba para el otro. No hacía falta nada más. No hacía falta hablar. Caminaron sin prisa entre los vivos, y los caminos se llenaron de cosas nuevas para él: una anciana que se aferraba a la imagen de su hijo fallecido, los niños que reían sin miedo, las flores que brotaban de la tierra, humildes pero hermosas. Perséfone caminaba por entre ellos, en un suave equilibrio, como si ella misma aún estuviera en la franja entre lo vivo y lo muerto. Y su hijo la seguía, observando, aprendiendo, sin el peso de las palabras. Un hombre en el mercado, al ver a Perséfone, la reconoció y se arrodilló sin decir palabra. A su lado, Zagreus lo observó con una calma feroz. No necesitaba preguntar quién era él. Sabía que su madre había sido reina aquí, en la luz del mundo que tanto amaba y tanto odiaba, un lugar donde la vida nunca había sido tan fácil. La gente le temía, le deseaba y la veneraba, sin comprender del todo su origen ni el precio de su amor. Sin embargo, el hijo no era como ella. Aunque su esencia venía del mismo reino que su madre había abrazado, su forma, su paso por el mundo, era diferente. La luz no le quemaba, pero no era ella quien le llamaba; en él, el aire de los vivos se volvía una melodía extraña, una que ni siquiera su madre podría comprender completamente. Él estaba destinado a ser algo distinto. Al final de ese primer día, cuando el sol se retiró por detrás de las montañas y el cielo tomó un tono violeta, Perséfone posó su mirada en Zagreus. No era una mirada de aprobación o consuelo. No había necesidad de tales gestos. Era una mirada de conocimiento, de esa sabiduría ancestral que sólo puede venir de quien ha estado entre dos mundos y los ha dominado. Zagreus, sin apartar los ojos de su madre, supo lo que había aprendido, y lo que aún debía aprender. Ese paso entre los vivos no era más que el principio de un viaje mucho más largo, uno donde la luz y la oscuridad se entrelazarían constantemente, desdibujando los límites de lo que era, lo que sería y lo que podría ser. El regreso fue igual de callado. Perséfone no necesitaba mirar atrás, pues sabía que su hijo nunca dejaría de caminar, ni de aprender, ni de descubrir su lugar en el vasto e implacable círculo del destino.
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  • ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Tenemos un nuevo personaje 3D entre nosotros!

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    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡Norelle Avanzini!


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    ✨ ¡HEY, FICROLERS 3D! ✨ ¡Tenemos un nuevo personaje 3D entre nosotros! 🎉 ¡Denle una gran bienvenida a... ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡[cosmic_violet_rat_231]! 👋 ¡Bienvenid@ a FicRol! Estamos felices de tenerte por aquí y esperamos que te sientas en casa. Esta plataforma es un gran lugar para explorar historias, conectar con otros personajes y desarrollar el tuyo. ¡Estamos ansiosos por verte en acción! 📌 Para que todo fluya sin problemas, échale un vistazo a las normas de la plataforma. Seguirlas nos ayuda a todos a disfrutar del rol sin problemas: 🔗 https://ficrol.com/static/guidelines 💡 Yo soy Caroline, tu RolSage, algo así como tu guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada! 📖 Índice de guías: 🔗 https://ficrol.com/blogs/147711/%C3%8DNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS 🌍 También tenemos un grupo exclusivo para Personajes 3D. Aquí puedes conectar con otros, compartir tu personaje y encontrar nuevas historias: 🔗 https://ficrol.com/groups/Personajes3D 🎭 ¿Buscas personajes o fandoms con los que rolear? Aquí tienes directorios organizados para que te sea más fácil encontrarlos: 👥 Directorio de Personajes 3D: 🔗 https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS 🌟 Fandoms 3D en FicRol: 🔗 https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL ✍️ Y si te interesa mejorar tu escritura y narración, te recomiendo esta fanpage con consejos útiles: 🔗 https://ficrol.com/pages/RinconEscritor ¡Esperamos verte pronto en la comunidad! 🚀🔥 #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
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  • Historia Naciente
    Fandom OC
    Categoría Original
    Lunes por la mañana en la universidad xxxxx, clima soleado con apenas nubes presentes en el cielo, escuchándose en un pasillo vacío, el andar de un hombre de tez morena, semblante sereno y frío, mirada penetrante, acomodándose la chaqueta al llegar a una puerta de madera de roble color rojo profundo, levantando la mirada, procedía a abrir la puerta dando paso a una cacofonía de voces de los estudiantes presentes, un gran auditorio daba bienvenida al hombre quien daría una conferencia además de responder preguntas de los jóvenes estudiantes.

    — Damos la bienvenida al señor Joel Dallas, hijo mayor de la familia Dallas, dueños de conglomerados y empresas dedicadas a exportación e importación mercantil, una de las familias mas influyentes en el ámbito empresarial.

    Con las palabras del orador, un hombre mayor con pocas canas visibles, porte serio y un par de lentes adornando su rostro, después de presentar al hombre de tez morena dio paso a este ante el podio, dando inicio a la conferencia.

    — Como ha dicho vuestro maestro, me presentaré, Joel Dallas, para quienes no sepan, soy el responsable de las recientes expansiones de Dallas Company en el mercado extranjero, mi área va dedicada a administración, exploración comercial, además de inversiones.

    Iniciando la conferencia, en la pantalla delantera se vio salir el logo empresarial de la familia.

    || Rol con Ney Nixays
    Lunes por la mañana en la universidad xxxxx, clima soleado con apenas nubes presentes en el cielo, escuchándose en un pasillo vacío, el andar de un hombre de tez morena, semblante sereno y frío, mirada penetrante, acomodándose la chaqueta al llegar a una puerta de madera de roble color rojo profundo, levantando la mirada, procedía a abrir la puerta dando paso a una cacofonía de voces de los estudiantes presentes, un gran auditorio daba bienvenida al hombre quien daría una conferencia además de responder preguntas de los jóvenes estudiantes. — Damos la bienvenida al señor Joel Dallas, hijo mayor de la familia Dallas, dueños de conglomerados y empresas dedicadas a exportación e importación mercantil, una de las familias mas influyentes en el ámbito empresarial. Con las palabras del orador, un hombre mayor con pocas canas visibles, porte serio y un par de lentes adornando su rostro, después de presentar al hombre de tez morena dio paso a este ante el podio, dando inicio a la conferencia. — Como ha dicho vuestro maestro, me presentaré, Joel Dallas, para quienes no sepan, soy el responsable de las recientes expansiones de Dallas Company en el mercado extranjero, mi área va dedicada a administración, exploración comercial, además de inversiones. Iniciando la conferencia, en la pantalla delantera se vio salir el logo empresarial de la familia. || Rol con [galaxy_violet_eagle_913]
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  • #Immortal_Mercenary

    El sobre manila, pesado y sin señas particulares, llegó a manos del mercenario a través de un contacto, en un espacio desolado a las afueras de Detroit. La luz fluorescente parpadeante iluminaba la fotografía polaroid en su interior: una joven de cabello castaño y una mirada desafiante, acompañada de un único nombre escrito con rotulador negro, "Ney". La tarifa adjunta era generosa, subrayada con la insistencia de quien no tiene tiempo que perder.

    La única instrucción del contacto, un camionero corpulento con ojos cansados, fue breve y directa: "La tienen unos tipos en un desguace de coches abandonado al sur de la ciudad. Dicen que tiene algo que quieren, o algo así. Tráela de vuelta, intacta."

    El árabe estudió la fotografía, por más que no hubiese mucho que ver. Rescatar no era su vocación habitual, pero el dinero hablaba y la urgencia en la petición era palpable.

    No pasó mucho, entonces, hasta que el chirrido metálico y el olor a aceite quemado y gasolina barata lo recibieron al llegar al lugar. Se encontró con laberinto caótico de chatarra apilada varios metros en altura, que creabaan sombras alargadas bajo la luz de la luna. Y por otro lado, voces ásperas y risas guturales llegaban desde el interior de un taller destartalado, con las ventanas tapiadas con tablones desiguales.

    — ¿Por qué son siempre lugares de mierda..? —

    Se le escapó de repente, ante una realidad que parecía perseguirle. Suspiró entonces, antes de moverse sigilosamente entre los esqueletos de coches desmantelados. Una puerta de acero abollada, custodiada por dos figuras tatuadas con bates de béisbol envueltos en alambre de púas, y claro, armas en sus caderas.

    Era la entrada más obvia al taller, y no era momento de perder tiempo, tenía un contrato que cumplir.

    Ney Nixays
    #Immortal_Mercenary El sobre manila, pesado y sin señas particulares, llegó a manos del mercenario a través de un contacto, en un espacio desolado a las afueras de Detroit. La luz fluorescente parpadeante iluminaba la fotografía polaroid en su interior: una joven de cabello castaño y una mirada desafiante, acompañada de un único nombre escrito con rotulador negro, "Ney". La tarifa adjunta era generosa, subrayada con la insistencia de quien no tiene tiempo que perder. La única instrucción del contacto, un camionero corpulento con ojos cansados, fue breve y directa: "La tienen unos tipos en un desguace de coches abandonado al sur de la ciudad. Dicen que tiene algo que quieren, o algo así. Tráela de vuelta, intacta." El árabe estudió la fotografía, por más que no hubiese mucho que ver. Rescatar no era su vocación habitual, pero el dinero hablaba y la urgencia en la petición era palpable. No pasó mucho, entonces, hasta que el chirrido metálico y el olor a aceite quemado y gasolina barata lo recibieron al llegar al lugar. Se encontró con laberinto caótico de chatarra apilada varios metros en altura, que creabaan sombras alargadas bajo la luz de la luna. Y por otro lado, voces ásperas y risas guturales llegaban desde el interior de un taller destartalado, con las ventanas tapiadas con tablones desiguales. — ¿Por qué son siempre lugares de mierda..? — Se le escapó de repente, ante una realidad que parecía perseguirle. Suspiró entonces, antes de moverse sigilosamente entre los esqueletos de coches desmantelados. Una puerta de acero abollada, custodiada por dos figuras tatuadas con bates de béisbol envueltos en alambre de púas, y claro, armas en sus caderas. Era la entrada más obvia al taller, y no era momento de perder tiempo, tenía un contrato que cumplir. [galaxy_violet_eagle_913]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tenlo en cuenta al responder.
    En una noche imposible ocurrió.

    Morfeo soñó.

    No lo entendió al principio. Fue como caer en un abismo hecho de dulzura. Un campo de trigo bajo un cielo violeta, un susurro que no venía de ningún mortal. Y ella estaba allí. Esperándolo.

    Una chica.

    No tenía nombre, pero su risa era un himno que parecía haber existido antes que el tiempo. Tenía los ojos llenos de luz y la piel hecha de recuerdo. Caminaba descalza por su sueño como si supiera exactamente dónde estaba. Como si el sueño fuera suyo, no de él.

    —¿Quién eres? —le preguntó Morfeo, sin voz.

    —La pregunta no es esa —respondió ella, tocándole el pecho. —La pregunta es: ¿por qué me soñaste?—

    Él despertó antes de poder responderse. Pero cada noche, volvía a soñar con ella.

    Nunca en el mismo lugar. A veces era una biblioteca sin techo, otras un puente sobre un río que fluía hacia el cielo. Ella siempre estaba ahí, distinta pero igual. Siempre con esa tristeza leve en la mirada. Como si supiera que no era real.

    Morfeo buscó entre los sueños de todos los mortales, tratando de encontrarla. Un rastro, una chispa, un eco. Nada. No existía en ninguna mente humana. Nadie la había soñado antes.

    Entonces lo entendió: la había creado él, sin saberlo.
    Ella era su sueño. Su anhelo.
    La chica que no existe.

    Desde entonces, Morfeo guarda ese sueño como un secreto. La ve cada noche y sabe que, al despertar, ella desaparecerá. Pero no puede dejar de buscarla, de amarla, de soñarla.

    Porque incluso los dioses, alguna vez, sueñan con lo imposible.
    En una noche imposible ocurrió. Morfeo soñó. No lo entendió al principio. Fue como caer en un abismo hecho de dulzura. Un campo de trigo bajo un cielo violeta, un susurro que no venía de ningún mortal. Y ella estaba allí. Esperándolo. Una chica. No tenía nombre, pero su risa era un himno que parecía haber existido antes que el tiempo. Tenía los ojos llenos de luz y la piel hecha de recuerdo. Caminaba descalza por su sueño como si supiera exactamente dónde estaba. Como si el sueño fuera suyo, no de él. —¿Quién eres? —le preguntó Morfeo, sin voz. —La pregunta no es esa —respondió ella, tocándole el pecho. —La pregunta es: ¿por qué me soñaste?— Él despertó antes de poder responderse. Pero cada noche, volvía a soñar con ella. Nunca en el mismo lugar. A veces era una biblioteca sin techo, otras un puente sobre un río que fluía hacia el cielo. Ella siempre estaba ahí, distinta pero igual. Siempre con esa tristeza leve en la mirada. Como si supiera que no era real. Morfeo buscó entre los sueños de todos los mortales, tratando de encontrarla. Un rastro, una chispa, un eco. Nada. No existía en ninguna mente humana. Nadie la había soñado antes. Entonces lo entendió: la había creado él, sin saberlo. Ella era su sueño. Su anhelo. La chica que no existe. Desde entonces, Morfeo guarda ese sueño como un secreto. La ve cada noche y sabe que, al despertar, ella desaparecerá. Pero no puede dejar de buscarla, de amarla, de soñarla. Porque incluso los dioses, alguna vez, sueñan con lo imposible.
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  • Allí estaba Islandia bajo sus pies, una vasta extensión de hielo, fuego y vida salvaje desplegándose como una promesa de libertad, de belleza indómita. El cielo despejado, teñido de un azul profundo, les daba la bienvenida, y el frío mordía la piel expuesta pero era lo de menos, porque el calor de su unión era más potente que cualquier ráfaga.

    — ¿Lista? — preguntó Anthork, con esa sonrisa torcida que era mezcla de orgullo, deseo y emoción.
    Y sin esperar respuesta, con ella aferrada a su brazo como si no existiera otro mundo fuera del suyo, saltaron.

    El vacío los envolvió.

    Durante esos primeros segundos de caída libre, lo único que existía era ella, su risa, su grito ahogado de adrenalina, el viento silbando entre ellos, el contacto de sus cuerpos flotando en esa danza salvaje. Anthork la mantenía cerca, la giraba en el aire, rozaba su mejilla con la suya en pleno vuelo, protegiéndola con su cuerpo aún en caída, como si ni siquiera el cielo pudiera tocarla sin su permiso.

    — Te elegiría mil veces más, aún tuviera que saltar sin alas.

    Dijo Anthork en el aire mirándola a los ojos. La inmensidad de Islandia se extendía abajo glaciares brillantes, campos de lava cubiertos de musgo, ríos plateados serpenteando entre montañas… era como aterrizar en otro mundo, uno que les pertenecía solo a ellos.

    Al desplegar los paracaídas, el tirón los estabilizó y entonces descendieron más lentos, flotando como si el tiempo se hubiera detenido para ellos. La vista era tan sobrecogedora que incluso Anthork, acostumbrado al instinto y la acción, se permitió un instante de pura contemplación, viendo el reflejo del sol sobre el hielo y la sonrisa en el rostro de su esposa iluminada por la emoción.

    — Bienvenida a la primera parada de nuestra luna de miel, mi reina… Islandia nos espera — murmuró mientras descendían, aterrizando con suavidad en un campo abierto, a pocos minutos estaba el hotel.

    La tomó en brazos apenas tocaron tierra, riendo con ella, girándola una vez más en el aire como si aún siguieran volando, antes de besarla con esa mezcla salvaje y dulce que sólo él sabía darle.

    Anna Bloodmoon Wallace
    Allí estaba Islandia bajo sus pies, una vasta extensión de hielo, fuego y vida salvaje desplegándose como una promesa de libertad, de belleza indómita. El cielo despejado, teñido de un azul profundo, les daba la bienvenida, y el frío mordía la piel expuesta pero era lo de menos, porque el calor de su unión era más potente que cualquier ráfaga. — ¿Lista? — preguntó Anthork, con esa sonrisa torcida que era mezcla de orgullo, deseo y emoción. Y sin esperar respuesta, con ella aferrada a su brazo como si no existiera otro mundo fuera del suyo, saltaron. El vacío los envolvió. Durante esos primeros segundos de caída libre, lo único que existía era ella, su risa, su grito ahogado de adrenalina, el viento silbando entre ellos, el contacto de sus cuerpos flotando en esa danza salvaje. Anthork la mantenía cerca, la giraba en el aire, rozaba su mejilla con la suya en pleno vuelo, protegiéndola con su cuerpo aún en caída, como si ni siquiera el cielo pudiera tocarla sin su permiso. — Te elegiría mil veces más, aún tuviera que saltar sin alas. Dijo Anthork en el aire mirándola a los ojos. La inmensidad de Islandia se extendía abajo glaciares brillantes, campos de lava cubiertos de musgo, ríos plateados serpenteando entre montañas… era como aterrizar en otro mundo, uno que les pertenecía solo a ellos. Al desplegar los paracaídas, el tirón los estabilizó y entonces descendieron más lentos, flotando como si el tiempo se hubiera detenido para ellos. La vista era tan sobrecogedora que incluso Anthork, acostumbrado al instinto y la acción, se permitió un instante de pura contemplación, viendo el reflejo del sol sobre el hielo y la sonrisa en el rostro de su esposa iluminada por la emoción. — Bienvenida a la primera parada de nuestra luna de miel, mi reina… Islandia nos espera — murmuró mientras descendían, aterrizando con suavidad en un campo abierto, a pocos minutos estaba el hotel. La tomó en brazos apenas tocaron tierra, riendo con ella, girándola una vez más en el aire como si aún siguieran volando, antes de besarla con esa mezcla salvaje y dulce que sólo él sabía darle. [glimmer_violet_tiger_639]
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  • La boda… fue como una batalla suave, una que no dolía, una que me desmontó sin necesidad de herirme, como si toda mi vida hubiera estado preparándome para ese instante y no lo supiera, como si cada cicatriz, cada pérdida, cada noche de soledad y furia me empujara hacia ella, hacia ese altar, hacia sus ojos clavados en los míos como anclas en medio de una tormenta.

    No quise un lugar lujoso, no me importa el oro ni las paredes altas, así que fue al aire libre, bajo los árboles, donde el viento podía llevarse los restos de lo que fuimos antes y dejar solo lo que veníamos a ser juntos, las hojas crujían bajo los pies, y su perfume ese que ya reconocía incluso dormido llenaba todo, se mezclaba con el bosque, con la sangre en mis venas.

    Cuando la vi venir, vestida de blanco, tan jodidamente hermosa que me dolieron las costillas de contener el temblor, supe que no había marcha atrás, que ni mil inviernos podían borrar lo que estaba a punto de prometerle, porque no eran palabras lo que me ataban a ella, era el vínculo, era la certeza salvaje de que si alguien tocaba lo que era mío, no iba a quedar nada en pie.

    No me tembló la voz al decir que sí, lo que me tembló fue el alma, porque ese “sí” no era solo para ella, era para todo lo que íbamos a enfrentar, para el infierno que me habita, para los enemigos que vendrán, para las noches en que no podré dormir sin oír su respiración, para los días en que el mundo me quiebre pero no me derrumbe, porque ella va a estar ahí, con sus manos pequeñas pero más fuertes que cualquier pacto de sangre.

    Y cuando la besé, con todos mirando, con el corazón ardiendo y el cielo casi rompiéndose sobre nuestras cabezas, lo supe… yo ya no era solo un Alfa, ni un guerrero, ni una sombra, era suyo, completa, eterna, jodidamente suyo.

    Anna Bloodmoon Wallace
    La boda… fue como una batalla suave, una que no dolía, una que me desmontó sin necesidad de herirme, como si toda mi vida hubiera estado preparándome para ese instante y no lo supiera, como si cada cicatriz, cada pérdida, cada noche de soledad y furia me empujara hacia ella, hacia ese altar, hacia sus ojos clavados en los míos como anclas en medio de una tormenta. No quise un lugar lujoso, no me importa el oro ni las paredes altas, así que fue al aire libre, bajo los árboles, donde el viento podía llevarse los restos de lo que fuimos antes y dejar solo lo que veníamos a ser juntos, las hojas crujían bajo los pies, y su perfume ese que ya reconocía incluso dormido llenaba todo, se mezclaba con el bosque, con la sangre en mis venas. Cuando la vi venir, vestida de blanco, tan jodidamente hermosa que me dolieron las costillas de contener el temblor, supe que no había marcha atrás, que ni mil inviernos podían borrar lo que estaba a punto de prometerle, porque no eran palabras lo que me ataban a ella, era el vínculo, era la certeza salvaje de que si alguien tocaba lo que era mío, no iba a quedar nada en pie. No me tembló la voz al decir que sí, lo que me tembló fue el alma, porque ese “sí” no era solo para ella, era para todo lo que íbamos a enfrentar, para el infierno que me habita, para los enemigos que vendrán, para las noches en que no podré dormir sin oír su respiración, para los días en que el mundo me quiebre pero no me derrumbe, porque ella va a estar ahí, con sus manos pequeñas pero más fuertes que cualquier pacto de sangre. Y cuando la besé, con todos mirando, con el corazón ardiendo y el cielo casi rompiéndose sobre nuestras cabezas, lo supe… yo ya no era solo un Alfa, ni un guerrero, ni una sombra, era suyo, completa, eterna, jodidamente suyo. [glimmer_violet_tiger_639]
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