• [ 𝑴𝒆 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒅é𝒋𝒂𝒎𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒊𝒏𝒇𝒊𝒆𝒓𝒏𝒐 — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐂𝐈𝐀𝐎. | 𝟎𝟎 ]





    Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera si quiera abrir los ojos.

    A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma.
    La más mínima molestia desaparecía de su camino con la facilidad de un suspiro. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así.

    Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia.

    Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena.

    Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse. Un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia. Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya.

    Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba.
    La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara?

    Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano.

    ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero?

    No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre.



    [ ... ]


    𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨…

    Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo.

    𝐎𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨…

    Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella.

    𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐡𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 𝐥’𝐢𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫.

    En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella.

    Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… 𝐨𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨…

    El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… ché 𝐦𝐢 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐢 𝐦𝐨𝐫𝐢𝐫.

    La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena.

    Intentó reaccionar, pero fue tarde.

    La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos.

    Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable.

    Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella.


    ❝ - 𝑨𝒚𝒍𝒂 ❞


    El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída.

    La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma.


    ❝ - ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓𝒎𝒆? ❞


    La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia.

    El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado.


    ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞


    Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió.


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞


    La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha.

    A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver.

    —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno..


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆.❞


    Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar.


    — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
    [ 𝑴𝒆 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒅é𝒋𝒂𝒎𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒊𝒏𝒇𝒊𝒆𝒓𝒏𝒐 — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐂𝐈𝐀𝐎. | 𝟎𝟎 ] Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera si quiera abrir los ojos. A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma. La más mínima molestia desaparecía de su camino con la facilidad de un suspiro. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así. Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia. Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena. Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse. Un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia. Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya. Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba. La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara? Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano. ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero? No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre. [ ... ] 𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo. 𝐎𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨… Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella. 𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐡𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 𝐥’𝐢𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫. En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella. Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… 𝐨𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨… El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… ché 𝐦𝐢 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐢 𝐦𝐨𝐫𝐢𝐫. La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena. Intentó reaccionar, pero fue tarde. La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos. Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable. Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella. ❝ - 𝑨𝒚𝒍𝒂 ❞ El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída. La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma. ❝ - ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓𝒎𝒆? ❞ La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia. El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado. ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞ Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞ La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha. A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver. —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno.. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆.❞ Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar. — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
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  • ¡Hoy celebramos un cumpleaños en FicRol!
    ๋ 𝚅𝚊𝚗𝚢𝚊 ๋ está de celebración, así que… ¡que lluevan las felicitaciones!

    Un año más de historias, tramas y momentazos por vivir.
    Si le conoces, pásate a dejarle unas palabras. Y si no, ¡quizá sea un buen momento para hacerlo!

    ¡Feliz vuelta al sol, Vanya!
    🎉 ¡Hoy celebramos un cumpleaños en FicRol! 🎉 ✨ [Auroraghoulette12] está de celebración, así que… ¡que lluevan las felicitaciones! 🎂 Un año más de historias, tramas y momentazos por vivir. 💬 Si le conoces, pásate a dejarle unas palabras. Y si no, ¡quizá sea un buen momento para hacerlo! ¡Feliz vuelta al sol, Vanya! 🌟
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  • Los rumores se habían esparcido como la espuma, tras la caída de Tysea y Arneris, ambos reinos al sur de Asernova, la muerte del Rey y los príncipes que al igual que su padre habían perdido la vida en batalla, la caída del enemigo y la posterior desaparición de la Reina, aquella noticia había llenado las calles y callejones de La Ecria, que poco a poco despertaban entre sonidos y murmullos, se llenaban de de música y cadenas de flores.

    La reina volvía, los habitantes del reino veían en aquel retorno la esperanza de salir de aquella tristeza y caos que lo había invadido todo desde aquella batalla. El luto que habían guardado por su rey; Príncipe de los vanyar, había sido largo, pero no solo reflejaba la tristeza de perderlo a él y a sus príncipes guardianes si no la perdida de su propia esperanza, su vida tranquila que cayó esa noche ante el fuego, las espadas y el dolor.

    Las trompetas comenzaron a sonar cuando los cascos de aquel corcel resonaron sobre las baldosas del suelo, las manos de Nazli sostenían con firmeza las riendas de este, mientras miraba al frente dudo brevemente, sentía haberles fallado, uno de sus guardias tocó su mano, con suavidad —Ya está en casa, Majestad— Esas simples palabras sirvieron para calmarla. Nazli Teriat, reina de Asernova, regresaba a su reino.
    Los rumores se habían esparcido como la espuma, tras la caída de Tysea y Arneris, ambos reinos al sur de Asernova, la muerte del Rey y los príncipes que al igual que su padre habían perdido la vida en batalla, la caída del enemigo y la posterior desaparición de la Reina, aquella noticia había llenado las calles y callejones de La Ecria, que poco a poco despertaban entre sonidos y murmullos, se llenaban de de música y cadenas de flores. La reina volvía, los habitantes del reino veían en aquel retorno la esperanza de salir de aquella tristeza y caos que lo había invadido todo desde aquella batalla. El luto que habían guardado por su rey; Príncipe de los vanyar, había sido largo, pero no solo reflejaba la tristeza de perderlo a él y a sus príncipes guardianes si no la perdida de su propia esperanza, su vida tranquila que cayó esa noche ante el fuego, las espadas y el dolor. Las trompetas comenzaron a sonar cuando los cascos de aquel corcel resonaron sobre las baldosas del suelo, las manos de Nazli sostenían con firmeza las riendas de este, mientras miraba al frente dudo brevemente, sentía haberles fallado, uno de sus guardias tocó su mano, con suavidad —Ya está en casa, Majestad— Esas simples palabras sirvieron para calmarla. Nazli Teriat, reina de Asernova, regresaba a su reino.
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  • [ 𝑽𝒐𝒚 𝒂 𝒅𝒊𝒔𝒑𝒂𝒓𝒂𝒓𝒎𝒆 𝒍𝒂 𝒄𝒂𝒃𝒆𝒛𝒂 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒑𝒂𝒔𝒐..]




    La oficina estaba inundada en humo de cigarro. La poca luz que entraba era la de la ventana. Su mirada vagaba por el techo mientras trataba de evitar sobreestresarse y frustrarse más de lo que ya estaba.

    El trabajo se había acumulado más de lo que había esperado, debido a un asunto con el que estaba lidiando: un gatito algo rabioso.

    Llevó su mano a la sien, acariciándola suavemente para relajarse un poco. La cantidad de hojas sobre su escritorio no hacía más que volverlo loco.

    Tal vez era un buen momento para morir. Ojalá.

    Aunque había varios asuntos que atender, se las había arreglado para que nada explotara o se incendiara. Trató de localizar a la pelirroja, pero ya estaba más que claro que había huido hacia otro país por temas que desconocía.

    Otro asunto más que agregar.

    Fue entonces cuando escuchó un maullido. Su mirada ambarina cayó sobre la puerta de la oficina. Era la gata de Rubí, Hanna.

    La pequeña felina no dudó en caminar hacia él, maullando hasta subirse a sus piernas. El ronroneo no se hizo esperar, algo que confundió al rubio.

    —¿Rubí te dejó aquí, pequeña? —

    No recibió respuesta, más que otro ronroneo mientras la gata se sobaba contra su pecho.

    Ryan dejó el cigarro en el cenicero, aplastándolo contra el fondo. Acarició cuidadosamente su lomo mientras se recostaba en la silla. Ahora sí que estaba confundido. Se sabía que la pelirroja amaba demasiado a esa gata. ¿Por qué la habría dejado?

    —Bueno, al menos podré darle a Vanya un trabajo... —

    Algo con lo que su mejor amiga pudiera distraerse. Era lo mínimo que podía hacer después de haber desaparecido de la nada.

    La gata se puso más melosa, como si le hubiera gustado la idea. Esto solo hizo sonreír al rubio, quien no dudó en acariciar su cabeza y orejas, mientras tomaba un papel para darle una hojeada.

    Era el informe sobre el estado de salud de Kiev.

    Aunque parecía mejorar, de un momento a otro llegaba a decaer de forma terrible. Casi le arranca un ojo una vez. Y solo recordar la forma en que lo habían encontrado, en aquel lugar donde lo habían tenido retenido, provocaba una fuerte tensión en él. No, no quería recordar de forma tan gráfica eso.

    —Merde... A este paso voy a perder la cabeza.

    Sus pensamientos fueron interrumpidos de inmediato por el sonido de la puerta. Algo que realmente le molestó; había ordenado a Marcos que no lo molestaran. Sin embargo, ni siquiera esperaron su respuesta y entraron.

    —Te dije que no quería a nadie aquí —dijo con voz grave, ya molesto.

    Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, alguien más había entrado detrás de él. Su expresión sería paso de la sorpresa a finalmente una sonrisa.

    —Jajaja, maldita sea. Pensé que tendría que llamar a alguna mujer para que te diera tu besito mágico, Kiev.

    La sombría presencia de su amigo destacó por completo aún cuando habían varios de sus hombres detrás del marco de la puerta.

    Sus días de sufrimiento habían acabado.
    [ 𝑽𝒐𝒚 𝒂 𝒅𝒊𝒔𝒑𝒂𝒓𝒂𝒓𝒎𝒆 𝒍𝒂 𝒄𝒂𝒃𝒆𝒛𝒂 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒑𝒂𝒔𝒐..] La oficina estaba inundada en humo de cigarro. La poca luz que entraba era la de la ventana. Su mirada vagaba por el techo mientras trataba de evitar sobreestresarse y frustrarse más de lo que ya estaba. El trabajo se había acumulado más de lo que había esperado, debido a un asunto con el que estaba lidiando: un gatito algo rabioso. Llevó su mano a la sien, acariciándola suavemente para relajarse un poco. La cantidad de hojas sobre su escritorio no hacía más que volverlo loco. Tal vez era un buen momento para morir. Ojalá. Aunque había varios asuntos que atender, se las había arreglado para que nada explotara o se incendiara. Trató de localizar a la pelirroja, pero ya estaba más que claro que había huido hacia otro país por temas que desconocía. Otro asunto más que agregar. Fue entonces cuando escuchó un maullido. Su mirada ambarina cayó sobre la puerta de la oficina. Era la gata de Rubí, Hanna. La pequeña felina no dudó en caminar hacia él, maullando hasta subirse a sus piernas. El ronroneo no se hizo esperar, algo que confundió al rubio. —¿Rubí te dejó aquí, pequeña? — No recibió respuesta, más que otro ronroneo mientras la gata se sobaba contra su pecho. Ryan dejó el cigarro en el cenicero, aplastándolo contra el fondo. Acarició cuidadosamente su lomo mientras se recostaba en la silla. Ahora sí que estaba confundido. Se sabía que la pelirroja amaba demasiado a esa gata. ¿Por qué la habría dejado? —Bueno, al menos podré darle a Vanya un trabajo... — Algo con lo que su mejor amiga pudiera distraerse. Era lo mínimo que podía hacer después de haber desaparecido de la nada. La gata se puso más melosa, como si le hubiera gustado la idea. Esto solo hizo sonreír al rubio, quien no dudó en acariciar su cabeza y orejas, mientras tomaba un papel para darle una hojeada. Era el informe sobre el estado de salud de Kiev. Aunque parecía mejorar, de un momento a otro llegaba a decaer de forma terrible. Casi le arranca un ojo una vez. Y solo recordar la forma en que lo habían encontrado, en aquel lugar donde lo habían tenido retenido, provocaba una fuerte tensión en él. No, no quería recordar de forma tan gráfica eso. —Merde... A este paso voy a perder la cabeza. Sus pensamientos fueron interrumpidos de inmediato por el sonido de la puerta. Algo que realmente le molestó; había ordenado a Marcos que no lo molestaran. Sin embargo, ni siquiera esperaron su respuesta y entraron. —Te dije que no quería a nadie aquí —dijo con voz grave, ya molesto. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, alguien más había entrado detrás de él. Su expresión sería paso de la sorpresa a finalmente una sonrisa. —Jajaja, maldita sea. Pensé que tendría que llamar a alguna mujer para que te diera tu besito mágico, Kiev. La sombría presencia de su amigo destacó por completo aún cuando habían varios de sus hombres detrás del marco de la puerta. Sus días de sufrimiento habían acabado.
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  • [ ¿𝑵𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆? 𝑹𝒚𝒂𝒏, ¿𝑨𝒑𝒆𝒍𝒍𝒊𝒅𝒐? 𝑵𝒐 𝒕𝒆𝒏𝒈𝒐. 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓 𝒏𝒐 𝒎𝒆 𝒕𝒐𝒒𝒖𝒆𝒔 𝒔𝒊 𝒏𝒐 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒆𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒂 𝒂𝒍𝒈𝒐. ]







    Tal vez estaba siendo muy relajado en la posición en la que se encontraba. En realidad no le importaba.

    Estaba en sus "vacaciones" después de todo, que lo metan a prisión por romperle la cabeza a un tipo en un bar y posteriormente romperle el brazo al policía que le tocó el hombro, era nada. Al menos se había asegurado de que supieran con quién estaban tratando.

    Semanas después de que hayan encontrado a Kiev y dejado en aquella gran mansión para que se recuperará. Se autodio unas vacaciones, más que nada para relajar su mente poco estable, dejando todo a manos de cierta pelirroja

    — Entra. — uno de los policías dejo que entrará a la celda asignada, algo simple, cuatro paredes un reja y una banca de cemento. ¿Acaso lo de ahí era moho? Un toque muy sutil pero ahí estaba.

    — Vaya... Pero que hogareño. — Mencionó en un tono burlón, pero no sé negó a entrar, espero a que le quitarán las esposas y tomo asiento. Esperaría a que uno de sus hombres se encargara de "premiar" al jefe de policía y asi lograr silenciar todo, por ahora no haría nada que llamara demasiado la atención (Más de lo que ya había hecho).

    Mientras tanto, optó por sacar el celular que los policías no se atrevieron tocar para evitar provocar más ira por parte del rubio. Dudo un poco, la forma en que se había ido había sido de una forma poco agradable, nadie sabía nada de él, los únicos que si lo hacían eran apenas dos hombres que trabajan para él y que se fueron juntos a él.

    ¿Rubí lo asesinaría? Aunque no pudiera morir estaba seguro que ella le clavaría un cuchillo en la yugular. Reviviría y ella lo haría otra vez.

    Debió al menos avisar a Vanya que estaba bien. Y solo era un "descanso" lo que estaba tomando.

    Con dudas y preguntas, al final terminó por prender el teléfono. Lo que dio como resultando una constante vibración de notificaciones que se iban acumulando por segundo, llamadas, mensajes de voz, mensajes de texto con lindos mensajes "tiernos" de la pelirroja y definitivamente era un encanto volver a escuchar amenazas de muerte.

    Ah....¿Debería ir quedarse con algún conocido por unos pocos días más? Ese cuchillo estaba más cerca de él, lo podía sentir telepáticamente.
    [ ¿𝑵𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆? 𝑹𝒚𝒂𝒏, ¿𝑨𝒑𝒆𝒍𝒍𝒊𝒅𝒐? 𝑵𝒐 𝒕𝒆𝒏𝒈𝒐. 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓 𝒏𝒐 𝒎𝒆 𝒕𝒐𝒒𝒖𝒆𝒔 𝒔𝒊 𝒏𝒐 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒆𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒆 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒂 𝒂𝒍𝒈𝒐. ] Tal vez estaba siendo muy relajado en la posición en la que se encontraba. En realidad no le importaba. Estaba en sus "vacaciones" después de todo, que lo metan a prisión por romperle la cabeza a un tipo en un bar y posteriormente romperle el brazo al policía que le tocó el hombro, era nada. Al menos se había asegurado de que supieran con quién estaban tratando. Semanas después de que hayan encontrado a Kiev y dejado en aquella gran mansión para que se recuperará. Se autodio unas vacaciones, más que nada para relajar su mente poco estable, dejando todo a manos de cierta pelirroja — Entra. — uno de los policías dejo que entrará a la celda asignada, algo simple, cuatro paredes un reja y una banca de cemento. ¿Acaso lo de ahí era moho? Un toque muy sutil pero ahí estaba. — Vaya... Pero que hogareño. — Mencionó en un tono burlón, pero no sé negó a entrar, espero a que le quitarán las esposas y tomo asiento. Esperaría a que uno de sus hombres se encargara de "premiar" al jefe de policía y asi lograr silenciar todo, por ahora no haría nada que llamara demasiado la atención (Más de lo que ya había hecho). Mientras tanto, optó por sacar el celular que los policías no se atrevieron tocar para evitar provocar más ira por parte del rubio. Dudo un poco, la forma en que se había ido había sido de una forma poco agradable, nadie sabía nada de él, los únicos que si lo hacían eran apenas dos hombres que trabajan para él y que se fueron juntos a él. ¿Rubí lo asesinaría? Aunque no pudiera morir estaba seguro que ella le clavaría un cuchillo en la yugular. Reviviría y ella lo haría otra vez. Debió al menos avisar a Vanya que estaba bien. Y solo era un "descanso" lo que estaba tomando. Con dudas y preguntas, al final terminó por prender el teléfono. Lo que dio como resultando una constante vibración de notificaciones que se iban acumulando por segundo, llamadas, mensajes de voz, mensajes de texto con lindos mensajes "tiernos" de la pelirroja y definitivamente era un encanto volver a escuchar amenazas de muerte. Ah....¿Debería ir quedarse con algún conocido por unos pocos días más? Ese cuchillo estaba más cerca de él, lo podía sentir telepáticamente.
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  • 1945, BAYEUX ~ 𝑓l𝑎sℎb𝑎c𝑘
    Fandom The Boys
    Categoría Drama


    ㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑
    ㅤㅤㅤ˹ 𝐒𝐎𝐋𝐃𝐈𝐄𝐑⋆𝐁𝐎𝐘

    ㅤㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙱𝙰𝚈𝙴𝚄𝚇
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝟷𝟽 𝙳𝙴 𝙹𝚄𝙽𝙸𝙾 𝙳𝙴 𝟷𝟿𝟺𝟺
    ㅤㅤㅤ

    ㅤㅤㅤㅤEl pueblo entero estaba celebrando la liberación de la ciudad de manos alemanas por parte del ejercito estadounidense. Durante aquellos dias reinaba una rara sensación de optimismo. A pesar de que la Segunda Guerra Mundial aún no había terminado. A pesar de la enorme pérdida de vidas humanas. A pesar de los terrores del nazismo. A pesar del antisemitismo. A pesar de todo eso… el pueblo francés, y probablemente toda Europa empezaba a contagiarse de un optimismo que, esperaban, pronto terminase con aquella maldad y aquella destrucción. Adolf Hitler y sus aliados se habían llevado millones de vidas humanas consigo. Ciudades arrasadas, millones de familias destruidas o eliminadas de la tierra…

    El Desembarco de Normandía, ocurrido once dias atrás, marcaria el inicio de la liberación de la Europa ocupada por los nazis. Y durante aquellos dias se llevó a cabo una cruenta batalla que se desplegaba desde Normandía, avanzando por pueblos, campos y bosques… Una cruenta batalla que dejaba a su paso cientos, miles de muertos y heridos. Los hospitales de campaña eran numerosos y habían tenido que contar con médicos y enfermeros de los países del bloque aliado: estadounidenses, ingleses, canadienses…

    Vanya Starkova era una de esas enfermeras que habían viajado hasta la Francia ocupada para ayudar en el campo de combate, para salvar vidas… Y llevaba casi dos semanas trabajando sin descanso. Observando los horrores más inimaginables, fortaleciéndose mentalmente y trabajando intentando que aquellas imágenes no le afectaran. Había logrado ayudar a salvar la vida de más de mil hombres durante aquellos dias. Y así habían llegado hasta Bayeux la noche anterior. Esa había sido la primera noche que había dormido en una cama de verdad y había podido darse una ducha en condiciones en un cuarto de baño acondicionado expresamente para ello. Se sentía exhausta. Pero, no obstante, estaba satisfecha con su trabajo. Su equipo se conformaba de nueve cirujanos, dos médicos protésicos y seis enfermeras. Y había logrado crear una bastante buena relacion con ellas a través de aquellos dias. Por eso cuando Shirley y Mona, dos de sus compañeras enfermeras, le propusieron ir a uno de esos bares donde algunos soldados festejaban sus victorias diarias, Vanya no pudo negarse.

    Hora mas tarde, lucia un bonito vestido de color burdeos que Mona le había prestado. Era de botones, con manga corta y una falda de vuelo suave que llegaba hasta sus rodillas. Su cabello estaba perfectamente peinado en preciosos bucles rojizos y sus labios habían sido pintados en un exagerado color rojo oscuro.

    -¿No te parece demasiado? -preguntó Vanya sintiéndose algo incomoda con tanto maquillaje y laca- Debería volver y quitarme este maquillaje…

    Shirley negó con la cabeza mientras avanzaban por la acera del pueblo. El aire todavía olía a pólvora esa era la verdad, pero al menos ya no había mas disparos. El ejército estadounidense había liberado el pueblo algunos dias atrás. Era seguro. Su amiga enganchó su brazo con el de Vanya.

    -No. No, no, no y mil veces no -le dijo- Estás preciosa, estamos preciosas. Vamos a conocer soldados guapos, bailar un rato y tal vez olvidarnos de la carnicería humana que hemos visto los últimos dias… Nos lo merecemos…

    Mona se retocaba el maquillaje mientras caminaban por la calle bajo la mortecina luz de alguna farola que había resistido la lluvia de balas.

    -He oído que Soldier Boy está aquí, ¿sabéis? -preguntó la morena sin quitar la vista de su reflejo en el espejo.

    Vanya rodó los ojos.

    -Agh… Vought patrocinando la segunda guerra mundial, no me lo puedo creer… -dijo.

    -No seas asi…- comenzó a decir Shirley.

    Vanya chasqueó la lengua.

    -¿Acaso le has visto en el campo de batalla? ¿Le has visto ayudando a trasladar enfermos? ¿Le has visto venir a preocuparse por cómo están “sus hombres”? No -sentenció Vanya- Ese tipo es la gallina de los huevos de oro... Vought no lo pondría en primera linea de combate.

    Mona se encogió de hombros.

    -Eso no es lo que dice la prensa… En casa es el héroe nacional… En su última carta mi madre dice que reproducen las hazañas de Soldier Boy en los cines…

    -¿Hazañas? -ironizó Vanya- Ya le gustaría a él -comentó mientras entraban en uno de los pocos bares que quedaban en pie- Me gustaría verle en una batalla real..



    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #TheBoys
    ㅤㅤ
    ㅤ ㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 ㅤㅤㅤ˹ [D0NTUSEDRUGS] ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝙱𝙰𝚈𝙴𝚄𝚇 ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝟷𝟽 𝙳𝙴 𝙹𝚄𝙽𝙸𝙾 𝙳𝙴 𝟷𝟿𝟺𝟺 ㅤㅤㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤEl pueblo entero estaba celebrando la liberación de la ciudad de manos alemanas por parte del ejercito estadounidense. Durante aquellos dias reinaba una rara sensación de optimismo. A pesar de que la Segunda Guerra Mundial aún no había terminado. A pesar de la enorme pérdida de vidas humanas. A pesar de los terrores del nazismo. A pesar del antisemitismo. A pesar de todo eso… el pueblo francés, y probablemente toda Europa empezaba a contagiarse de un optimismo que, esperaban, pronto terminase con aquella maldad y aquella destrucción. Adolf Hitler y sus aliados se habían llevado millones de vidas humanas consigo. Ciudades arrasadas, millones de familias destruidas o eliminadas de la tierra… El Desembarco de Normandía, ocurrido once dias atrás, marcaria el inicio de la liberación de la Europa ocupada por los nazis. Y durante aquellos dias se llevó a cabo una cruenta batalla que se desplegaba desde Normandía, avanzando por pueblos, campos y bosques… Una cruenta batalla que dejaba a su paso cientos, miles de muertos y heridos. Los hospitales de campaña eran numerosos y habían tenido que contar con médicos y enfermeros de los países del bloque aliado: estadounidenses, ingleses, canadienses… Vanya Starkova era una de esas enfermeras que habían viajado hasta la Francia ocupada para ayudar en el campo de combate, para salvar vidas… Y llevaba casi dos semanas trabajando sin descanso. Observando los horrores más inimaginables, fortaleciéndose mentalmente y trabajando intentando que aquellas imágenes no le afectaran. Había logrado ayudar a salvar la vida de más de mil hombres durante aquellos dias. Y así habían llegado hasta Bayeux la noche anterior. Esa había sido la primera noche que había dormido en una cama de verdad y había podido darse una ducha en condiciones en un cuarto de baño acondicionado expresamente para ello. Se sentía exhausta. Pero, no obstante, estaba satisfecha con su trabajo. Su equipo se conformaba de nueve cirujanos, dos médicos protésicos y seis enfermeras. Y había logrado crear una bastante buena relacion con ellas a través de aquellos dias. Por eso cuando Shirley y Mona, dos de sus compañeras enfermeras, le propusieron ir a uno de esos bares donde algunos soldados festejaban sus victorias diarias, Vanya no pudo negarse. Hora mas tarde, lucia un bonito vestido de color burdeos que Mona le había prestado. Era de botones, con manga corta y una falda de vuelo suave que llegaba hasta sus rodillas. Su cabello estaba perfectamente peinado en preciosos bucles rojizos y sus labios habían sido pintados en un exagerado color rojo oscuro. -¿No te parece demasiado? -preguntó Vanya sintiéndose algo incomoda con tanto maquillaje y laca- Debería volver y quitarme este maquillaje… Shirley negó con la cabeza mientras avanzaban por la acera del pueblo. El aire todavía olía a pólvora esa era la verdad, pero al menos ya no había mas disparos. El ejército estadounidense había liberado el pueblo algunos dias atrás. Era seguro. Su amiga enganchó su brazo con el de Vanya. -No. No, no, no y mil veces no -le dijo- Estás preciosa, estamos preciosas. Vamos a conocer soldados guapos, bailar un rato y tal vez olvidarnos de la carnicería humana que hemos visto los últimos dias… Nos lo merecemos… Mona se retocaba el maquillaje mientras caminaban por la calle bajo la mortecina luz de alguna farola que había resistido la lluvia de balas. -He oído que Soldier Boy está aquí, ¿sabéis? -preguntó la morena sin quitar la vista de su reflejo en el espejo. Vanya rodó los ojos. -Agh… Vought patrocinando la segunda guerra mundial, no me lo puedo creer… -dijo. -No seas asi…- comenzó a decir Shirley. Vanya chasqueó la lengua. -¿Acaso le has visto en el campo de batalla? ¿Le has visto ayudando a trasladar enfermos? ¿Le has visto venir a preocuparse por cómo están “sus hombres”? No -sentenció Vanya- Ese tipo es la gallina de los huevos de oro... Vought no lo pondría en primera linea de combate. Mona se encogió de hombros. -Eso no es lo que dice la prensa… En casa es el héroe nacional… En su última carta mi madre dice que reproducen las hazañas de Soldier Boy en los cines… -¿Hazañas? -ironizó Vanya- Ya le gustaría a él -comentó mientras entraban en uno de los pocos bares que quedaban en pie- Me gustaría verle en una batalla real.. #Personajes3D #3D #Comunidad3D #TheBoys ㅤㅤ
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    Con la más hermosa y sexy de las girls. Mi Vanya
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  • ❝ 𝑶𝒋𝒂𝒍á 𝒆𝒍 𝒂𝒈𝒖𝒂 𝒑𝒖𝒅𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒔𝒆 𝒂𝒒𝒖𝒆𝒍𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒂𝒕𝒐𝒓𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂, 𝒂𝒖𝒏𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒎𝒆 𝒔𝒊𝒓𝒗𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒏𝒒𝒖𝒊𝒍𝒊𝒛𝒂𝒓𝒎𝒆 𝒎𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕á𝒏𝒆𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆. ❞





    Una ducha. Solo deseaba el alivio de una ducha tibia para calmar sus nervios. Eran apenas las tres de la madrugada cuando despertó de golpe, jadeante y sudorosa, atrapada por los restos de una pesadilla que la dejó temblando. Se aferró a las mantas, intentando controlar su respiración mientras luchaba por evitar el inicio de un ataque de pánico.

    La sensación de su garganta siendo degollada todavía ardía en su mente, y aquella mirada penetrante se negaba a desaparecer. Cerró los ojos con fuerza, abrazándose a sí misma como un acto de desesperada autoprotección. El temblor en su cuerpo delataba el miedo que no podía contener, y su cabello rojo, desordenado, le cubría el rostro, creando un pequeño refugio contra la oscuridad que la rodeaba.

    Pero entonces, lo escuchó. Una voz masculina, baja y susurrante, hizo que cada músculo de su cuerpo se tensara. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras una figura negra empezaba a formarse en la esquina de la habitación. Con un grito sofocado y un impulso desesperado, tomó la lámpara de la mesita de noche y la lanzó contra la sombra. El sonido del vidrio rompiéndose llenó el aire, esparciendo los trozos por el suelo.

    Respiró profundamente, intentando recuperar el control. Se cubrió el rostro con las manos temblorosas y se levantó de la cama, dejando atrás el desastre. Sin detenerse, tomó una de las toallas blancas con bordados de alguna palabra en italiano del armario y se dirigió al baño.

    Una vez dentro, se despojó de su ropa rápidamente y abrió la ducha, dejando que el agua tibia recorriera su cuerpo, aún frío por el miedo. Cerró los ojos bajo el chorro, tratando de calmarse y enfocarse en lo que realmente importaba: el motivo por el cual estaba en Roma. Tenía que terminar el acuerdo con Elisabetta y luego partir en busca de Ryan y Vanya. No podía permitirse distracciones, no ahora.

    El golpe en la puerta de su habitación la sacó de sus pensamientos. Supuso que serían los empleados del hotel, preocupados por el estruendo. Soltó un último suspiro, se dio un par de palmaditas en las mejillas, antes de tomar la bata y salir de ahí.
    ❝ 𝑶𝒋𝒂𝒍á 𝒆𝒍 𝒂𝒈𝒖𝒂 𝒑𝒖𝒅𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒔𝒆 𝒂𝒒𝒖𝒆𝒍𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒂𝒕𝒐𝒓𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂, 𝒂𝒖𝒏𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒎𝒆 𝒔𝒊𝒓𝒗𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒏𝒒𝒖𝒊𝒍𝒊𝒛𝒂𝒓𝒎𝒆 𝒎𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕á𝒏𝒆𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆. ❞ Una ducha. Solo deseaba el alivio de una ducha tibia para calmar sus nervios. Eran apenas las tres de la madrugada cuando despertó de golpe, jadeante y sudorosa, atrapada por los restos de una pesadilla que la dejó temblando. Se aferró a las mantas, intentando controlar su respiración mientras luchaba por evitar el inicio de un ataque de pánico. La sensación de su garganta siendo degollada todavía ardía en su mente, y aquella mirada penetrante se negaba a desaparecer. Cerró los ojos con fuerza, abrazándose a sí misma como un acto de desesperada autoprotección. El temblor en su cuerpo delataba el miedo que no podía contener, y su cabello rojo, desordenado, le cubría el rostro, creando un pequeño refugio contra la oscuridad que la rodeaba. Pero entonces, lo escuchó. Una voz masculina, baja y susurrante, hizo que cada músculo de su cuerpo se tensara. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras una figura negra empezaba a formarse en la esquina de la habitación. Con un grito sofocado y un impulso desesperado, tomó la lámpara de la mesita de noche y la lanzó contra la sombra. El sonido del vidrio rompiéndose llenó el aire, esparciendo los trozos por el suelo. Respiró profundamente, intentando recuperar el control. Se cubrió el rostro con las manos temblorosas y se levantó de la cama, dejando atrás el desastre. Sin detenerse, tomó una de las toallas blancas con bordados de alguna palabra en italiano del armario y se dirigió al baño. Una vez dentro, se despojó de su ropa rápidamente y abrió la ducha, dejando que el agua tibia recorriera su cuerpo, aún frío por el miedo. Cerró los ojos bajo el chorro, tratando de calmarse y enfocarse en lo que realmente importaba: el motivo por el cual estaba en Roma. Tenía que terminar el acuerdo con Elisabetta y luego partir en busca de Ryan y Vanya. No podía permitirse distracciones, no ahora. El golpe en la puerta de su habitación la sacó de sus pensamientos. Supuso que serían los empleados del hotel, preocupados por el estruendo. Soltó un último suspiro, se dio un par de palmaditas en las mejillas, antes de tomar la bata y salir de ahí.
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  • ❝ 𝑬𝒏𝒕𝒐𝒏𝒄𝒆𝒔, 𝒎𝒆 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒊𝒆𝒓𝒐𝒏 3 𝒔𝒆𝒎𝒂𝒏𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒗𝒂𝒄𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒚 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒓𝒆𝒔𝒖𝒍𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒍𝒐 𝒓𝒆𝒅𝒖𝒋𝒆𝒓𝒐𝒏 𝒂 ¡2! ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒄𝒓𝒆𝒆𝒓𝒍𝒐? ❞






    Volvió a tomar un trago más de su bebida, un vasito con vodka de cereza, estaba realmente frustrada con esta injusticia ¿Y que mejor que desahogarse con un tipo que conoció hace apenas 15 minutos? Si, probablemente no estaba en todos sus sentidos, pero realmente necesitaba "liberarse".

    Había regresado de Alemania hace ya unos dos días, volvió a Suiza a pasar el resto de sus vacaciones y apenas estuvo cómoda, prendió su celular y varios mensajes le llegaron de golpe, era Marcos quien le puso al tanto de todo. Ryan y Vanya desaparecidos, reporte de que Kiev estaba hecho un desastre, Arturia desapareció pero en cambio de la nada una mujer había estado alado de Kiev este tiempo, no sabían quién era, pero parecía alguien cercana. Realmente no sabía que hacer con todas estas cosas. Quería matarlos. Para colmo Marcos le pidió ayuda para poner las cosas en calma, por lo que tuvo que reducir sus vacaciones una semana antes.

    — Esa maldad... Realmente quería pasar más tiempo aquí. ¿No pueden quedarse quietos? — Dejo el vaso a un lado, cubrió su rostro en su antebrazo. El alcohol realmente le estaba chocando la cabeza, perdió la cuenta de la cantidad que tomó. — Parecen niños... ¡Voy a pedir un aumento! Quemaré esa mansión y me van a conocer. — Ya había perdido la razón.
    ❝ 𝑬𝒏𝒕𝒐𝒏𝒄𝒆𝒔, 𝒎𝒆 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒊𝒆𝒓𝒐𝒏 3 𝒔𝒆𝒎𝒂𝒏𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒗𝒂𝒄𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒚 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒓𝒆𝒔𝒖𝒍𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒍𝒐 𝒓𝒆𝒅𝒖𝒋𝒆𝒓𝒐𝒏 𝒂 ¡2! ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒄𝒓𝒆𝒆𝒓𝒍𝒐? ❞ Volvió a tomar un trago más de su bebida, un vasito con vodka de cereza, estaba realmente frustrada con esta injusticia ¿Y que mejor que desahogarse con un tipo que conoció hace apenas 15 minutos? Si, probablemente no estaba en todos sus sentidos, pero realmente necesitaba "liberarse". Había regresado de Alemania hace ya unos dos días, volvió a Suiza a pasar el resto de sus vacaciones y apenas estuvo cómoda, prendió su celular y varios mensajes le llegaron de golpe, era Marcos quien le puso al tanto de todo. Ryan y Vanya desaparecidos, reporte de que Kiev estaba hecho un desastre, Arturia desapareció pero en cambio de la nada una mujer había estado alado de Kiev este tiempo, no sabían quién era, pero parecía alguien cercana. Realmente no sabía que hacer con todas estas cosas. Quería matarlos. Para colmo Marcos le pidió ayuda para poner las cosas en calma, por lo que tuvo que reducir sus vacaciones una semana antes. — Esa maldad... Realmente quería pasar más tiempo aquí. ¿No pueden quedarse quietos? — Dejo el vaso a un lado, cubrió su rostro en su antebrazo. El alcohol realmente le estaba chocando la cabeza, perdió la cuenta de la cantidad que tomó. — Parecen niños... ¡Voy a pedir un aumento! Quemaré esa mansión y me van a conocer. — Ya había perdido la razón.
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  • " ¿𝐘 𝐭ú? 𝐏𝐞𝐧𝐬é 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐡𝐚𝐛í𝐚𝐬 𝐢𝐝𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐭𝐮 𝐝𝐮𝐞ñ𝐚, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐚... "





    Miraba a la gata enrollarse y ronronear sobre el mueble, justo al lado de él. Enarco una ceja realmente confundido por su presencia, no supo en qué momento la gatita había sido llevada a su propiedad, mucho menos entendía el porqué ahora estaba de color negro, sabiendo que ella tenía el pelaje del pecho de color blanco.

    La tomo entre sus manos, solo para notar que sus manos se manchaban con algo negro al tocarla y con ligero aroma a quemado.

    — ¿Volviste a jugar en la chimenea, Красивый? — Preguntó como si el animal fuera a entenderlo. Aunque termino recibiendo un maullido como respuesta.

    A los pocos segundos vio como Leo perseguía a la mascota de Jade, seguido de algunas sirvientas tratando de atraparlos. El bullicio terminó por inundar la mansión entera. La gata de Rubí se bajó de sus brazos y fue corriendo a seguirles el paso.

    — Señor, Aún no tenemos información del señor Ryan. No hemos podido contactarnos con él ni con la señorita Vanya. — Dijo su asistente.

    Kiev volteo a mirarlo, ignorando por completo el desastre ocasionado por las mascotas. Al menos ya no estaba tan silencioso el lugar. Al escuchar sobre la noticia, suspiro de cansancio, hace poco había visto la noticia del lío que se habían metido ambos, en su intento de liberar monos, quería contactarse para ver si el problema era demasiado fuerte, pero no hubo respuesta.

    — Está bien, lo más probable es que sigan con lo suyo. Concéntrate en el almuerzo de la tarde. — Dejo de lado aquel asunto. Quería concentrarse en el almuerzo que se haría por su cumpleaños con las chicas, algo realmente tranquilo.

    Su asistente solo asintió, estuvo a punto de decir algo más cuando se escuchó un estruendo realmente fuerte por el área del comedor.

    — Y lleven a los animales a limpiarse, muevan el almuerzo al jardín. Evitemos problemas con la comida. — Dijo mientras se levantaba del sofá. Necesitaba un baño.
    " ¿𝐘 𝐭ú? 𝐏𝐞𝐧𝐬é 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐡𝐚𝐛í𝐚𝐬 𝐢𝐝𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐭𝐮 𝐝𝐮𝐞ñ𝐚, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐚... " Miraba a la gata enrollarse y ronronear sobre el mueble, justo al lado de él. Enarco una ceja realmente confundido por su presencia, no supo en qué momento la gatita había sido llevada a su propiedad, mucho menos entendía el porqué ahora estaba de color negro, sabiendo que ella tenía el pelaje del pecho de color blanco. La tomo entre sus manos, solo para notar que sus manos se manchaban con algo negro al tocarla y con ligero aroma a quemado. — ¿Volviste a jugar en la chimenea, Красивый? — Preguntó como si el animal fuera a entenderlo. Aunque termino recibiendo un maullido como respuesta. A los pocos segundos vio como Leo perseguía a la mascota de Jade, seguido de algunas sirvientas tratando de atraparlos. El bullicio terminó por inundar la mansión entera. La gata de Rubí se bajó de sus brazos y fue corriendo a seguirles el paso. — Señor, Aún no tenemos información del señor Ryan. No hemos podido contactarnos con él ni con la señorita Vanya. — Dijo su asistente. Kiev volteo a mirarlo, ignorando por completo el desastre ocasionado por las mascotas. Al menos ya no estaba tan silencioso el lugar. Al escuchar sobre la noticia, suspiro de cansancio, hace poco había visto la noticia del lío que se habían metido ambos, en su intento de liberar monos, quería contactarse para ver si el problema era demasiado fuerte, pero no hubo respuesta. — Está bien, lo más probable es que sigan con lo suyo. Concéntrate en el almuerzo de la tarde. — Dejo de lado aquel asunto. Quería concentrarse en el almuerzo que se haría por su cumpleaños con las chicas, algo realmente tranquilo. Su asistente solo asintió, estuvo a punto de decir algo más cuando se escuchó un estruendo realmente fuerte por el área del comedor. — Y lleven a los animales a limpiarse, muevan el almuerzo al jardín. Evitemos problemas con la comida. — Dijo mientras se levantaba del sofá. Necesitaba un baño.
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