• *Las marcas de un desenlace para los contrarios se encontraban sobre su ropa y calzado, gotas carmesí en su rostro y melena, la chamarra de cuero que portaba siempre, atravesada sobre su hombro, tomándola con la diestra, su caminar pesado y su mirada llena de fastidio y cansancio, entre sus labios el último cigarrillo el cual estaba por terminar. *

    — De...detectie...-*La voz de aquella secretaria boba con gafas y vestuario de monja se escuchó tras ella*... Le ...dejaron un presente sobre su escritorio y...

    —No me interesa, ya puedes irte a descansar. 
    *Raven escupió la colilla del cigarrillo a una de las plantas que adornaban el pasillo, dejando atrás a su secretaria boca abierta, con la zurda abrió la puerta de su oficina, cerrándola con furia tras ella. * — ¡Por fin!, este maldito día se terminó. - Arrojó la chaqueta en uno de los sofás más cerca, tomó asiento en su silla giratoria, subió los pies sobre el escritorio, recargó su cabeza sobre el respaldo suspiro profundo y de reojo notó aquella pequeña caja sobre el escritorio, al lado de sus botas de batalla. 

    —¿Mmm?...

    *Colores serios y elegantes forraban el presente, junto a ella una pequeña tarjeta en color vino, bajó inmediatamente los pies y con ambas manos tomó el obsequio, un tanto insegura de que fuera algo que le causara alguna lesión, lo llevó a sus oídos asegurándose de que fuera una maldita bomba y sin más procedió a abrirla. *

    —... Son ciga...rrillos.

    *No cualquier cigarrillo, de los mejores, sus ojos se pusieron redondos y brillantes, inmediatamente leyó aquella tarjeta y ese mensaje se reflejó en una sonrisa ladina*. Ghost Writer
    *Las marcas de un desenlace para los contrarios se encontraban sobre su ropa y calzado, gotas carmesí en su rostro y melena, la chamarra de cuero que portaba siempre, atravesada sobre su hombro, tomándola con la diestra, su caminar pesado y su mirada llena de fastidio y cansancio, entre sus labios el último cigarrillo el cual estaba por terminar. * — De...detectie...-*La voz de aquella secretaria boba con gafas y vestuario de monja se escuchó tras ella*... Le ...dejaron un presente sobre su escritorio y... —No me interesa, ya puedes irte a descansar.  *Raven escupió la colilla del cigarrillo a una de las plantas que adornaban el pasillo, dejando atrás a su secretaria boca abierta, con la zurda abrió la puerta de su oficina, cerrándola con furia tras ella. * — ¡Por fin!, este maldito día se terminó. - Arrojó la chaqueta en uno de los sofás más cerca, tomó asiento en su silla giratoria, subió los pies sobre el escritorio, recargó su cabeza sobre el respaldo suspiro profundo y de reojo notó aquella pequeña caja sobre el escritorio, al lado de sus botas de batalla.  —¿Mmm?... *Colores serios y elegantes forraban el presente, junto a ella una pequeña tarjeta en color vino, bajó inmediatamente los pies y con ambas manos tomó el obsequio, un tanto insegura de que fuera algo que le causara alguna lesión, lo llevó a sus oídos asegurándose de que fuera una maldita bomba y sin más procedió a abrirla. * —... Son ciga...rrillos. *No cualquier cigarrillo, de los mejores, sus ojos se pusieron redondos y brillantes, inmediatamente leyó aquella tarjeta y ese mensaje se reflejó en una sonrisa ladina*. [BK201]
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  • [Oda a Afrodita, Madre del Amor]

    Madre, en tus ojos se esconde el brillo
    de los cielos que jamás alcanzan sombra,
    y en tu risa, el susurro suave y sencillo
    del viento que acaricia el mar y lo nombra.

    Tus manos, como olas, tejen encantos
    que en cada rincón del mundo se despiertan,
    y tus labios, con sus murmullos tantos,
    son el dulce cantar que en mí se inserta.

    Bajo tu toque, el caos se convierte
    en danza que en la piel se vuelve fuego;
    y el amor, que en tu pecho se vierte,
    es la vida misma, sin final ni ruego.

    En tus ojos, madre, veo mis alas,
    en tu voz, mi arco y mi flecha incansable,
    pues todo lo que soy, de ti se embalsa,
    y en tu fuerza, la vida es invulnerable.

    Así te venero, diosa del misterio,
    con humildad de hijo, pero pleno en su gloria,
    y en mi pecho arde siempre, en un imperio,
    el amor que me has dado como historia.


    [ Por cierto, busco quién desee interpretarla para llenarle de amor, atenciones y detalles]
    [Oda a Afrodita, Madre del Amor] Madre, en tus ojos se esconde el brillo de los cielos que jamás alcanzan sombra, y en tu risa, el susurro suave y sencillo del viento que acaricia el mar y lo nombra. Tus manos, como olas, tejen encantos que en cada rincón del mundo se despiertan, y tus labios, con sus murmullos tantos, son el dulce cantar que en mí se inserta. Bajo tu toque, el caos se convierte en danza que en la piel se vuelve fuego; y el amor, que en tu pecho se vierte, es la vida misma, sin final ni ruego. En tus ojos, madre, veo mis alas, en tu voz, mi arco y mi flecha incansable, pues todo lo que soy, de ti se embalsa, y en tu fuerza, la vida es invulnerable. Así te venero, diosa del misterio, con humildad de hijo, pero pleno en su gloria, y en mi pecho arde siempre, en un imperio, el amor que me has dado como historia. [ Por cierto, busco quién desee interpretarla para llenarle de amor, atenciones y detalles]
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  • Su hermano la había dejado a cargo del reino mientras el realizaba algunos viajes a los que no había podido faltar, principalmente por que aun no confiaban mucho en nadie de la corte para enviarlo en si representación, El asunto había terminado involucrando a la desaparición de la su hermana la ex Reina.

    Ella portaba la corona de reina impuesta por su hermano antes de su partida, aquella tarde había una reunión de consejo donde muchos estaban en desacuerdo con la reciente posición adquirida por Adriana, solo era una formalidad para darle el poder irrefutable y prevenir un golpe de estado en ausencia del legitimo Rey.

    Algunos nobles aun seguía inconformes por la situación del repentino asenso al trono de Adrián, en su ausencia y para aprovechar el repentino poder de la princesa de la que se rumoraba "Era infantil y de pensamiento algo escaso", incluso algunos se atavían a decir que "algo no le funcionaba bien en la cabeza" nada mas lejano a la realidad, la cabeza de Adriana funcionaba diferente, pero eso no era una desventaja para ella que le había aprendido a sacar todo el provecho.

    Los nobles habían jugado bien sus cartas tocando temas importantes aquella tarde tratando de confundirla o provecharse de su desinformación sobre el tema, sin embargo ella había leído informes durante dos días seguidos para aquel día. La conversación se había vuelto algo complicada en cada tema ella había respondido filosamente sin dejar su juguetona personalidad en ningún momento.

    -"Por ultimo el tema sobre el heredero real... Ya que su majestad no se encuentra, queremos que usted evalué la posibilidad de un matrimonio morganático con alguna de las jóvenes hijas de la nobleza de terra" -Dijo el lord a quien habían designado como vocero aquella tarde, no lo reconocía, pero al ver la sonrisa era claro que planeaban algo raro. -"En vista de que usted no se a casado aun, ni esta comprometida, tememos por el linaje real... Autorícenos comenzar a buscarle una reina digna a nuestro reino... "-

    Los ojos de Adriana se oscurecieron sintiendo aquello como una ofensa grabe tanto a ella como a su gemelo. No por que se insinuara un matrimonio morganático, eso era indiferente, sino por la intención de imponerle una pareja a su hermano.

    -"Se que su majestad comprende la importancia de un heredero y...."- Una risa salió de sus labios con fuerza, claramente molesta impidiéndolo continuar ella comenzó a hablar.

    -Me parece divertido que me lo proponga a mi y no a mi hermano el rey.... -Dijo suavemente en voz alta- Quiero que algo quede bien claro... Mientras mi hermano siga en este torno... Y yo este a su lado la única que puede usar este trono y la corona real... SOY YO... Y si no es por amor, mi hermano no tendrá una reina a su lado... Si pretenden tener mas poder casando a una de sus hijas con mi hermano... Tendrán que pasar por sobre mi....

    La sala quedo en un sepulcral silencio, aquella reacción fue inesperada por el consejo de la menor de los Salvatore, quien normalmente era infantil y dulce.

    -Esta reunión a terminado... Y no dejare pasar esta falta a mi hermano, ténganlo presente, el es el rey y ustedes sus súbditos...
    Su hermano la había dejado a cargo del reino mientras el realizaba algunos viajes a los que no había podido faltar, principalmente por que aun no confiaban mucho en nadie de la corte para enviarlo en si representación, El asunto había terminado involucrando a la desaparición de la su hermana la ex Reina. Ella portaba la corona de reina impuesta por su hermano antes de su partida, aquella tarde había una reunión de consejo donde muchos estaban en desacuerdo con la reciente posición adquirida por Adriana, solo era una formalidad para darle el poder irrefutable y prevenir un golpe de estado en ausencia del legitimo Rey. Algunos nobles aun seguía inconformes por la situación del repentino asenso al trono de Adrián, en su ausencia y para aprovechar el repentino poder de la princesa de la que se rumoraba "Era infantil y de pensamiento algo escaso", incluso algunos se atavían a decir que "algo no le funcionaba bien en la cabeza" nada mas lejano a la realidad, la cabeza de Adriana funcionaba diferente, pero eso no era una desventaja para ella que le había aprendido a sacar todo el provecho. Los nobles habían jugado bien sus cartas tocando temas importantes aquella tarde tratando de confundirla o provecharse de su desinformación sobre el tema, sin embargo ella había leído informes durante dos días seguidos para aquel día. La conversación se había vuelto algo complicada en cada tema ella había respondido filosamente sin dejar su juguetona personalidad en ningún momento. -"Por ultimo el tema sobre el heredero real... Ya que su majestad no se encuentra, queremos que usted evalué la posibilidad de un matrimonio morganático con alguna de las jóvenes hijas de la nobleza de terra" -Dijo el lord a quien habían designado como vocero aquella tarde, no lo reconocía, pero al ver la sonrisa era claro que planeaban algo raro. -"En vista de que usted no se a casado aun, ni esta comprometida, tememos por el linaje real... Autorícenos comenzar a buscarle una reina digna a nuestro reino... "- Los ojos de Adriana se oscurecieron sintiendo aquello como una ofensa grabe tanto a ella como a su gemelo. No por que se insinuara un matrimonio morganático, eso era indiferente, sino por la intención de imponerle una pareja a su hermano. -"Se que su majestad comprende la importancia de un heredero y...."- Una risa salió de sus labios con fuerza, claramente molesta impidiéndolo continuar ella comenzó a hablar. -Me parece divertido que me lo proponga a mi y no a mi hermano el rey.... -Dijo suavemente en voz alta- Quiero que algo quede bien claro... Mientras mi hermano siga en este torno... Y yo este a su lado la única que puede usar este trono y la corona real... SOY YO... Y si no es por amor, mi hermano no tendrá una reina a su lado... Si pretenden tener mas poder casando a una de sus hijas con mi hermano... Tendrán que pasar por sobre mi.... La sala quedo en un sepulcral silencio, aquella reacción fue inesperada por el consejo de la menor de los Salvatore, quien normalmente era infantil y dulce. -Esta reunión a terminado... Y no dejare pasar esta falta a mi hermano, ténganlo presente, el es el rey y ustedes sus súbditos...
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  • —Te encontré aquí, entre sombras y libros viejos, como si también estuvieras buscándome a mí—.

    Tan pequeño, tan frágil, tus ojos, dos faroles diminutos en esta penumbra, me miran sin juzgar, como si supieras algo que yo aún no entiendo.

    —Tú también estás solo, ¿verdad? —dije en voz baja, como si temiera despertar al silencio—. En un mundo tan grande y tan lleno de gente que no sabe ver. Humanos… malos, algunos. Otros, indiferentes. Pero tú no. Tú me viste.

    Por un instante, la soledad que tanto pesa se siente… menos sola. Tal vez porque, en el fondo, ni tú ni yo estábamos realmente perdidos. Solo nos estábamos buscando.
    —Te encontré aquí, entre sombras y libros viejos, como si también estuvieras buscándome a mí—. Tan pequeño, tan frágil, tus ojos, dos faroles diminutos en esta penumbra, me miran sin juzgar, como si supieras algo que yo aún no entiendo. —Tú también estás solo, ¿verdad? —dije en voz baja, como si temiera despertar al silencio—. En un mundo tan grande y tan lleno de gente que no sabe ver. Humanos… malos, algunos. Otros, indiferentes. Pero tú no. Tú me viste. Por un instante, la soledad que tanto pesa se siente… menos sola. Tal vez porque, en el fondo, ni tú ni yo estábamos realmente perdidos. Solo nos estábamos buscando.
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  • Rapsodia en el Bosque
    Fandom Original
    Categoría Fantasía
    Había esencias en el aire.
    Mi pensamiento fragmentado sintió eso justo antes de que me despertara.

    El aire que fluía en mi cavidad nasal, contenía grandes cantidades de información. El dulce aroma de las flores, el del pasto verde brillante, el aroma refrescante de los árboles que se sentía como si pudiera limpiar mi pecho e incluso ese particular aroma del agua que estimulaba mi sedienta garganta.
    Mientras mi mente empezaba a estar consciente, la cantidad de información que recibía por los sonidos aumentó; El sonido de numerosas hojas frotándose unas con otras, el sonido de pequeños pájaros cantando alegremente, debajo de ellos, ocasionalmente había zumbidos producidos por los insectos e incluso el tenúe murmuro que generaba un pequeño río lejano.

    ¿Dónde estoy? Por lo menos, es obvio que no estoy en mi cuarto. Normalmente, cuando me levanto, siempre hay un olor causado por el sol en la sábana seca, el sonido del aire acondicionado, y el sonido de los carros que pasan en la avenida que está un poco más lejos, pero ninguno de esos está presente. Además… esta la luz verde que ha golpeado irregularmente mis párpados hasta ahora no es la de mi lámpara de escritorio que olvidé apagar, pero si es la luz del sol filtrada a través del follaje, ¿Verdad?
    Dejé de lado el deseo de regresar a ese profundo sueño que aun persistía, antes de abrir finalmente mis ojos.

    Parpadee varias veces debido al repentino lanzamiento de varios rayos de luz que se balanceaban.
    Mientras frotaba mis ojos, que estaban llenos de lágrimas, con la parte trasera de mi mano derecha, alcé lentamente la parte superior de mi cuerpo.

    —… ¿Dónde estoy…? -Murmuré involuntariamente-

    Lo que vi después fueron unos arbustos verdes. Había pequeñas flores blancas y amarillas en varias partes de ellos, las mariposas azul claro brillante estaban volando de un lado a otro entre ellas. Más o menos a cinco metros, la alfombra de pasto se cortaba, y de ahí en adelante, había un tramo de bosque profundo, alineado con los árboles gigantes que debieron de haber crecido por decenas de años.
    Mientras enfocaba mi vista en el hueco sombrío entre los troncos de los árboles, el bosque parecía continuar hasta donde llegaba la luz. La corteza rugosa del árbol y el piso estaban cubiertos con musgo, brillando verde y dorado bajo el sol.
    Miré hacia la derecha, y luego me di la vuelta, fui recibido por troncos de árboles viejos de todas direcciones. En otras palabras, parecía que estaba tendido en un pequeño claro de pasto, en medio de algún bosque. Por último miré hacia arriba, y a través del hueco que había entre las copas de los árboles que se extendían en todas direcciones, estaba el cielo azul donde las nubes dispersas estaban flotando, como esperaba.

    —¿Dónde es… este lugar? -Murmuré de nuevo mientras suspiraba.-

    Busqué en cada rincón y esquina de mi cabeza, pero no encontré la memoria de cómo llegué a tomar una siesta en este lugar. ¿Sonambulismo? ¿Amnesia? Al tiempo que esas palabras peligrosas cruzaban mi mente, de ninguna manera, lo negué rápidamente.

    Yo soy… mi nombre es Karu Arcadia. Veintidós años y 3 meses. Vivía… ¿vivo? En una habitación de un edificio de condominios, bastante cara para mí edad.
    Me sentí un poco calmado al recordar parte de mi información personal sin problemas, y una vez hecho eso más información había comenzado a fluir desde mis recuerdos.
    Actualmente, soy un ex trabajador jubilado después de partirme el lomo desde joven… aún más joven que ahora. Estaba aprovechando mis tan esperados días libres para ejercer la pereza. ¿Dinero? Meh, obtuve una pequeña suma que no gastaré ni en 3 vidas, después de estafar a unos casinos...
    Aunque eso me trajo algunos problemas, cosas menores.

    Y mientras más seguía excavando, más vagos recuerdos iban apareciendo.
    En medio de la oscuridad, recuerdo haber escuchado las palabras de una difusa pero clara voz. Cosas como: “Lo siento”, “Tu vida fue corta”, “Por favor ayuda”, y demás palabras entrecortadas lograba recordar.

    Ahora entiendo, yo había muerto... Lo de siempre, total, creo ya es mi tercera muerte del año.

    Sin embargo, de todos mis recuerdos, las palabras de esa voz se habían quedado clavadas en mí. Incluso recuerdo haber escuchado que me brindaría ayuda como guía.
    Una vez mis recuerdos fueron aclarados, me reincorpore levantándome del suelo. Dirigí mi mirada nuevamente al cielo antes de hablarle a la nada:

    —Oye… ¡No me andes jodiendo! ¡¡Estoy retirado!! -Y aunque mis palabras se perdieron en la nada de este bosque, yo seguí ahí esperando alguna clase de respuesta-
    Había esencias en el aire. Mi pensamiento fragmentado sintió eso justo antes de que me despertara. El aire que fluía en mi cavidad nasal, contenía grandes cantidades de información. El dulce aroma de las flores, el del pasto verde brillante, el aroma refrescante de los árboles que se sentía como si pudiera limpiar mi pecho e incluso ese particular aroma del agua que estimulaba mi sedienta garganta. Mientras mi mente empezaba a estar consciente, la cantidad de información que recibía por los sonidos aumentó; El sonido de numerosas hojas frotándose unas con otras, el sonido de pequeños pájaros cantando alegremente, debajo de ellos, ocasionalmente había zumbidos producidos por los insectos e incluso el tenúe murmuro que generaba un pequeño río lejano. ¿Dónde estoy? Por lo menos, es obvio que no estoy en mi cuarto. Normalmente, cuando me levanto, siempre hay un olor causado por el sol en la sábana seca, el sonido del aire acondicionado, y el sonido de los carros que pasan en la avenida que está un poco más lejos, pero ninguno de esos está presente. Además… esta la luz verde que ha golpeado irregularmente mis párpados hasta ahora no es la de mi lámpara de escritorio que olvidé apagar, pero si es la luz del sol filtrada a través del follaje, ¿Verdad? Dejé de lado el deseo de regresar a ese profundo sueño que aun persistía, antes de abrir finalmente mis ojos. Parpadee varias veces debido al repentino lanzamiento de varios rayos de luz que se balanceaban. Mientras frotaba mis ojos, que estaban llenos de lágrimas, con la parte trasera de mi mano derecha, alcé lentamente la parte superior de mi cuerpo. —… ¿Dónde estoy…? -Murmuré involuntariamente- Lo que vi después fueron unos arbustos verdes. Había pequeñas flores blancas y amarillas en varias partes de ellos, las mariposas azul claro brillante estaban volando de un lado a otro entre ellas. Más o menos a cinco metros, la alfombra de pasto se cortaba, y de ahí en adelante, había un tramo de bosque profundo, alineado con los árboles gigantes que debieron de haber crecido por decenas de años. Mientras enfocaba mi vista en el hueco sombrío entre los troncos de los árboles, el bosque parecía continuar hasta donde llegaba la luz. La corteza rugosa del árbol y el piso estaban cubiertos con musgo, brillando verde y dorado bajo el sol. Miré hacia la derecha, y luego me di la vuelta, fui recibido por troncos de árboles viejos de todas direcciones. En otras palabras, parecía que estaba tendido en un pequeño claro de pasto, en medio de algún bosque. Por último miré hacia arriba, y a través del hueco que había entre las copas de los árboles que se extendían en todas direcciones, estaba el cielo azul donde las nubes dispersas estaban flotando, como esperaba. —¿Dónde es… este lugar? -Murmuré de nuevo mientras suspiraba.- Busqué en cada rincón y esquina de mi cabeza, pero no encontré la memoria de cómo llegué a tomar una siesta en este lugar. ¿Sonambulismo? ¿Amnesia? Al tiempo que esas palabras peligrosas cruzaban mi mente, de ninguna manera, lo negué rápidamente. Yo soy… mi nombre es Karu Arcadia. Veintidós años y 3 meses. Vivía… ¿vivo? En una habitación de un edificio de condominios, bastante cara para mí edad. Me sentí un poco calmado al recordar parte de mi información personal sin problemas, y una vez hecho eso más información había comenzado a fluir desde mis recuerdos. Actualmente, soy un ex trabajador jubilado después de partirme el lomo desde joven… aún más joven que ahora. Estaba aprovechando mis tan esperados días libres para ejercer la pereza. ¿Dinero? Meh, obtuve una pequeña suma que no gastaré ni en 3 vidas, después de estafar a unos casinos... Aunque eso me trajo algunos problemas, cosas menores. Y mientras más seguía excavando, más vagos recuerdos iban apareciendo. En medio de la oscuridad, recuerdo haber escuchado las palabras de una difusa pero clara voz. Cosas como: “Lo siento”, “Tu vida fue corta”, “Por favor ayuda”, y demás palabras entrecortadas lograba recordar. Ahora entiendo, yo había muerto... Lo de siempre, total, creo ya es mi tercera muerte del año. Sin embargo, de todos mis recuerdos, las palabras de esa voz se habían quedado clavadas en mí. Incluso recuerdo haber escuchado que me brindaría ayuda como guía. Una vez mis recuerdos fueron aclarados, me reincorpore levantándome del suelo. Dirigí mi mirada nuevamente al cielo antes de hablarle a la nada: —Oye… ¡No me andes jodiendo! ¡¡Estoy retirado!! -Y aunque mis palabras se perdieron en la nada de este bosque, yo seguí ahí esperando alguna clase de respuesta-
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    Individual
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    Terminado
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  • -La joven retiró la funda de su espada del arnés que la mantenía sujeta a su cintura y la dejo reposar en un árbol, aflojó su cinturón y deshizo los nudos de sus prendas mientras era bañada por la luz del ocaso. Tras varias horas de caminata bajo el inclemente sol de aquella región, incluso en aquella época del año, tomó un pequeño desvió de su camino habitual en búsqueda de un lugar tranquilo para pasar la noche. Encontrándose con un estanque natural entre un campo de flores y algunos arboles.-

    —....

    -Incluso siendo un día bastante mas tranquilo que otros, no podia librarse de su necesidad de relajarse con un baño, asi que no desaprovechó la oportunidad. Se deshizo de sus botas y del resto de sus prendas, dejándolas junto a su arma y recostó entre la vegetación, poniéndose cómoda y dejando que el agua poco profunda cubriera parcialmente su cuerpo-

    —Merece la pena cada una de las veces...~ me siento como una reina.

    -Ventiló sus pensamientos en voz alta; tomó una profunda bocanada de aire y se relajó, dejando que su mirada se perdiera en el cielo teñido de naranja-
    -La joven retiró la funda de su espada del arnés que la mantenía sujeta a su cintura y la dejo reposar en un árbol, aflojó su cinturón y deshizo los nudos de sus prendas mientras era bañada por la luz del ocaso. Tras varias horas de caminata bajo el inclemente sol de aquella región, incluso en aquella época del año, tomó un pequeño desvió de su camino habitual en búsqueda de un lugar tranquilo para pasar la noche. Encontrándose con un estanque natural entre un campo de flores y algunos arboles.- —.... -Incluso siendo un día bastante mas tranquilo que otros, no podia librarse de su necesidad de relajarse con un baño, asi que no desaprovechó la oportunidad. Se deshizo de sus botas y del resto de sus prendas, dejándolas junto a su arma y recostó entre la vegetación, poniéndose cómoda y dejando que el agua poco profunda cubriera parcialmente su cuerpo- —Merece la pena cada una de las veces...~ me siento como una reina. -Ventiló sus pensamientos en voz alta; tomó una profunda bocanada de aire y se relajó, dejando que su mirada se perdiera en el cielo teñido de naranja-
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  • "¿Sabes qué es lo peor de olvidar el paraguas?"

    Su voz se escucha por encima del golpeteo constante de la lluvia mientras ambos están refugiados bajo un pequeño techo. Su cabello gotea ligeramente, pero en lugar de estar molesta, tiene un brillo travieso en los ojos.

    "Que te toca compartir el mío."

    Levanta un paraguas que de algún modo había mantenido escondido y lo despliega lentamente. Se acerca un paso hacia ti, haciendo espacio bajo la pequeña tela, mientras la lluvia sigue cayendo pesada a su alrededor. La distancia entre ustedes es mínima, y su voz suena suave, casi burlona.

    "¿Listo? Porque si te alejas, juro que te dejo empapado."

    "¿Sabes qué es lo peor de olvidar el paraguas?" Su voz se escucha por encima del golpeteo constante de la lluvia mientras ambos están refugiados bajo un pequeño techo. Su cabello gotea ligeramente, pero en lugar de estar molesta, tiene un brillo travieso en los ojos. "Que te toca compartir el mío." Levanta un paraguas que de algún modo había mantenido escondido y lo despliega lentamente. Se acerca un paso hacia ti, haciendo espacio bajo la pequeña tela, mientras la lluvia sigue cayendo pesada a su alrededor. La distancia entre ustedes es mínima, y su voz suena suave, casi burlona. "¿Listo? Porque si te alejas, juro que te dejo empapado."
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  • La calle estaba vacía, desierta, más allá de la oscuridad. El único sonido que rompía el silencio era el crujir de las piedras bajo sus botas, ahogadas por el eco distante de una tormenta que había comenzado hacía horas. Scraps no estaba seguro de cuánto tiempo llevaba deambulando por allí. La niebla espesa, un velo grisáceo que parecía tragarse cada rincón, se arrastraba por las calles como una serpiente que se deslizaba entre las sombras. Aquella zona estaba muerta, tanto en su gente como en su vida, una extensión perfecta de su propio vacío.

    La solitaria farola frente a él parpadeaba intermitentemente, proyectando una luz débil y vacilante que apenas iluminaba el paso tortuoso. Las paredes de los edificios, cubiertas de moho y marcas de vandalismo, respiraban humedad, emanando un aire denso y pegajoso. En la esquina más alejada, la entrada a un callejón olvidado le ofrecía un paso más hacia la penumbra. Sin embargo, algo lo mantenía allí, frente a la pared, con los ojos cerrados, mientras el aire nocturno le helaba la piel. Algo lo retenía dentro de su mente, como un peso invisible que, de alguna manera, era más pesado que cualquier otra carga.

    Las voces comenzaron entonces. Al principio fueron solo susurros, una leve sensación como si alguien hablara en su oído sin querer que se diera cuenta.

    «Lo sabes, ¿verdad?»

    Una voz suave, casi un murmullo, que parecía surgir de lo más profundo de su ser. Apretó los dientes, su mandíbula tensándose, el dolor familiar de ese combate interno invadiéndolo. No era la primera vez que las voces intentaban arrastrarlo hacia el abismo, pero siempre había logrado mantenerse alejado. Al menos, eso pensaba.

    «No tienes a nadie. ¿Recuerdas?»

    Otra voz, más áspera, menos preocupada por el susurro. Esta vez, más fuerte, más incisiva. Scraps apretó los puños. Lo que antes había sido un roce contra su conciencia, ahora era un clamor constante. Como si estuviera siendo desgarrado desde dentro.

    «Ellos te abandonaron.»

    Esas palabras, esa frase, se coló entre las voces, desatando un torrente de pensamientos. La siempre cruda realidad lo golpeó como una cuchillada, los rostros surgiendo ahora en su mente como una imagen congelada.

    «Es irónico. ¿No es así? Aquellos que te ofrecen una salida, siempre se marchan, y ahora ni siquiera puedes enfrentarte a la verdad.»

    Las palabras fueron más rápidas, más hirientes. Como un veneno que se filtraba por sus venas. Un escalofrío recorrió su espalda. Pensar en aquellos pocos que podía haber ayudado, en medio de ese caos mental, parecía absurdo, casi cómico: como alguien como él podía salvar, si ni él mismo tenía salvación. Había tenido el coraje de intentar acercarse, abrirse, sin temor a lo que él mismo podría representar. Un gesto de liberación que ahora, con el peso de las voces, parecía una broma cruel.
    «Mira lo que has hecho…»

    Otra voz. Un rugido bajo, gutural, con un toque de pena y rabia. Dejó escapar un suspiro entrecortado. Estaba cansado, pero el dolor que lo acompañaba, ese desgaste constante que desgarraba cada rincón de su alma, no podía ganar. No debía dejarse arrastrar por esas voces.

    «Todo lo que tocas se destruye, Keenan. Siempre fue así.»
    La última voz parecía ser la que definía su destino. La más oscura. La que, al escucharse, convencía a su ser de que no había más salida que sucumbir. Apretó los ojos con fuerza, como si intentara bloquear el flujo de pensamientos que inundaban su mente. De repente, la niebla pareció moverse, como si las sombras fueran ahora más espesas, más densas… Seguida de una nueva voz que ahora acechaba en su mente.

    «Libérate de tu miseria. Encierralas donde no puedas escucharlas.»

    Un destello de ironía recorrió su mente. ¿Liberarse? ¿De qué? ¿De la oscuridad en la que vivía, o de la mentira que se había convertido en su única realidad?

    Se enderezó, su figura delineada contra la penumbra, y con los ojos aún cerrados, un leve suspiro escapó de sus labios. Las voces seguían allí, queriendo devorarlo, provocando pequeñas reacciones en él: sus manos temblorosas, sus dedos que se abrían y cerraban en un tic nervioso, su cuerpo balanceándose ligeramente de un lado a otro. Todo denotaba que, aquella noche, estaba al límite.
    La calle estaba vacía, desierta, más allá de la oscuridad. El único sonido que rompía el silencio era el crujir de las piedras bajo sus botas, ahogadas por el eco distante de una tormenta que había comenzado hacía horas. Scraps no estaba seguro de cuánto tiempo llevaba deambulando por allí. La niebla espesa, un velo grisáceo que parecía tragarse cada rincón, se arrastraba por las calles como una serpiente que se deslizaba entre las sombras. Aquella zona estaba muerta, tanto en su gente como en su vida, una extensión perfecta de su propio vacío. La solitaria farola frente a él parpadeaba intermitentemente, proyectando una luz débil y vacilante que apenas iluminaba el paso tortuoso. Las paredes de los edificios, cubiertas de moho y marcas de vandalismo, respiraban humedad, emanando un aire denso y pegajoso. En la esquina más alejada, la entrada a un callejón olvidado le ofrecía un paso más hacia la penumbra. Sin embargo, algo lo mantenía allí, frente a la pared, con los ojos cerrados, mientras el aire nocturno le helaba la piel. Algo lo retenía dentro de su mente, como un peso invisible que, de alguna manera, era más pesado que cualquier otra carga. Las voces comenzaron entonces. Al principio fueron solo susurros, una leve sensación como si alguien hablara en su oído sin querer que se diera cuenta. «Lo sabes, ¿verdad?» Una voz suave, casi un murmullo, que parecía surgir de lo más profundo de su ser. Apretó los dientes, su mandíbula tensándose, el dolor familiar de ese combate interno invadiéndolo. No era la primera vez que las voces intentaban arrastrarlo hacia el abismo, pero siempre había logrado mantenerse alejado. Al menos, eso pensaba. «No tienes a nadie. ¿Recuerdas?» Otra voz, más áspera, menos preocupada por el susurro. Esta vez, más fuerte, más incisiva. Scraps apretó los puños. Lo que antes había sido un roce contra su conciencia, ahora era un clamor constante. Como si estuviera siendo desgarrado desde dentro. «Ellos te abandonaron.» Esas palabras, esa frase, se coló entre las voces, desatando un torrente de pensamientos. La siempre cruda realidad lo golpeó como una cuchillada, los rostros surgiendo ahora en su mente como una imagen congelada. «Es irónico. ¿No es así? Aquellos que te ofrecen una salida, siempre se marchan, y ahora ni siquiera puedes enfrentarte a la verdad.» Las palabras fueron más rápidas, más hirientes. Como un veneno que se filtraba por sus venas. Un escalofrío recorrió su espalda. Pensar en aquellos pocos que podía haber ayudado, en medio de ese caos mental, parecía absurdo, casi cómico: como alguien como él podía salvar, si ni él mismo tenía salvación. Había tenido el coraje de intentar acercarse, abrirse, sin temor a lo que él mismo podría representar. Un gesto de liberación que ahora, con el peso de las voces, parecía una broma cruel. «Mira lo que has hecho…» Otra voz. Un rugido bajo, gutural, con un toque de pena y rabia. Dejó escapar un suspiro entrecortado. Estaba cansado, pero el dolor que lo acompañaba, ese desgaste constante que desgarraba cada rincón de su alma, no podía ganar. No debía dejarse arrastrar por esas voces. «Todo lo que tocas se destruye, Keenan. Siempre fue así.» La última voz parecía ser la que definía su destino. La más oscura. La que, al escucharse, convencía a su ser de que no había más salida que sucumbir. Apretó los ojos con fuerza, como si intentara bloquear el flujo de pensamientos que inundaban su mente. De repente, la niebla pareció moverse, como si las sombras fueran ahora más espesas, más densas… Seguida de una nueva voz que ahora acechaba en su mente. «Libérate de tu miseria. Encierralas donde no puedas escucharlas.» Un destello de ironía recorrió su mente. ¿Liberarse? ¿De qué? ¿De la oscuridad en la que vivía, o de la mentira que se había convertido en su única realidad? Se enderezó, su figura delineada contra la penumbra, y con los ojos aún cerrados, un leve suspiro escapó de sus labios. Las voces seguían allí, queriendo devorarlo, provocando pequeñas reacciones en él: sus manos temblorosas, sus dedos que se abrían y cerraban en un tic nervioso, su cuerpo balanceándose ligeramente de un lado a otro. Todo denotaba que, aquella noche, estaba al límite.
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  • — La realidad era que, después de dos siglos de clandestinidad, yo aparecía abiertamente entre los mortales. Pronunciaba mi nombre en voz alta, declaraba sin temor mi condición... ¡Existía! —
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  • 𝔽𝕝𝕠𝕣𝕖𝕤 𝕖𝕟 𝕖𝕝 𝔸𝕓𝕚𝕤𝕞𝕠

    Había aprendido a evitar los espejos desde entonces. Su cuerpo, cubierto de cicatrices profundas y retorcidas, era un recordatorio constante de lo que había soportado. La carne había sanado, pero el peso de las marcas seguía aplastándola en sueños, como si cada latigazo aún resonara en su mente. 150, en específico. En los días más oscuros, sentía que no eran solo cicatrices en su piel, sino en su alma.

    —¿Qué logré al sobrevivir? —Solía preguntarse, su voz interna cargada de una mezcla de reproche y cansancio.

    Dentro de ella, Myrrh también había cambiado. El dragón, que siempre había sido un pilar de frialdad a veces desbocada, ahora parecía... Más silencioso. Más sombrío. Era como si las cadenas invisibles que compartían se hubieran apretado aún más durante la tortura.

    —El dolor no nos define, Zaryna. Pero tampoco podemos olvidarlo. —Susurró el dragón, su tono grave llenando los rincones oscuros de su mente.— A veces, incluso yo siento que aún está ahí, como un eco que nunca termina.

    Ella cerraba los ojos cuando las escuchaba. Sus pestañas temblaban, como si con ello pudiera apagar esas voces que la atormentaban.

    —Dices que no nos define... Pero... —Murmuró de vuelta, pensativa, su voz quebrándose en el filo de cada palabra.— ¿Acaso somos las mismas personas que éramos antes de ese día?

    El silencio se acentuó entre ambos, cortado solo por los pequeños murmullos del viento en el exterior, golpeando las ventanas de lo que ahora era su refugio, su castillo. Las paredes de piedra parecían observarlos, cargadas con una especie de gravedad que pesaba sobre sus hombros.

    —No. Pero eso no significa que seamos menos. —Respondió Myrrh tras una pausa medida, sus palabras llegando con una seriedad que calaba profundo.— Somos... Diferentes. Más duros, tal vez. Más conscientes de lo que podemos soportar.

    Zaryna apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas, dejando marcas rojizas que desaparecían con el tiempo.

    —¿Y de qué sirve soportar? —La amargura teñía cada palabra, su voz casi temblando bajo el peso de la frustración.— Ellos me querían rota, y lo lograron. No puedes negar que algo se quebró dentro de mí... Dentro de nosotros.

    El rugido bajo de Myrrh vibró en su mente, cargado de una frustración contenida que no pudo ocultar.

    —Tal vez algo se quebró, pero algo también resistió. —Replicó el dragón, su tono firme, pero cargado de una dureza que rozaba la desesperación.— No olvides eso. El dolor... Lo sentimos juntos. Fue un castigo, sí, pero también una prueba. Si soportamos eso… ¿Qué podría doblegarnos ahora?

    Fue ella quien no respondió de inmediato en ese instante. Sabía que había algo de verdad en sus palabras, pero también había una sombra que no podía ignorar. Porque, aunque había sobrevivido, no podía negar que el precio había sido alto.

    —A veces, pienso que no es el dolor lo que me atormenta... —Su antiguo tono aterciopelado ahora parecía apagado, cansado.— …Sino lo que dejó atrás. Una versión de mí misma que no volverá.

    —Esa versión no habría sobrevivido a lo que hemos pasado. —Susurró Myrrh, su tono suavizándose como el roce de un ala.— Ahora eres más fuerte, Zaryna. No perfecta, no indemne... Pero aún estás aquí. Y eso es suficiente.

    Había noches en las que el silencio entre ambos se volvía insoportable. No eran enemigos, pero tampoco podían consolarse mutuamente del todo, pues las heridas que ambos cargaban eran diferentes. Estaban ligados por algo más profundo que las palabras, y, sin embargo, había un abismo de dolor entre ellos que ninguno sabía cómo cerrar. Aun así, cada amanecer les recordaba que estaban vivos, y aunque la oscuridad de las cicatrices nunca se borraría, había algo que seguía ardiendo en el fondo de ambos: la voluntad de no caer otra vez.

    Zaryna se levantó del asiento junto a la ventana, sus pasos resonando levemente sobre el suelo de piedra. Afuera, las estrellas comenzaban a desvanecerse ante el tenue resplandor del amanecer. Respiró hondo y se cruzó de brazos, su mirada fija en el horizonte.

    —Vamos, busquemos a Gazú. —Dijo, girándose hacia la voz en su mente, su tono cargado de una determinación tímida al nombrarle, aunque palpable.— Vayamos a ver las flores.

    Myrrh no respondió de inmediato. Sentía la tensión en sus palabras, pero también una chispa de esperanza que no había escuchado en mucho tiempo.

    —¿Crees que las flores tengan alguna respuesta? —Preguntó finalmente, con una mezcla de escepticismo y curiosidad que se arrastraba en cada palabra.

    —Tal vez no respuestas, pero… Algo de paz. —Respondio Zaryna, mientras alzaba la mirada hacia el horizonte, su voz parecia haber recrobado su antaño tono, más suave y dulce ahora, casi como un susurro.— Algo que me recuerde que no todo está roto. Que hay belleza incluso en medio de todo esto.

    El dragón permaneció en silencio, observando a través de sus ojos. Sabía que esas palabras no eran solo para él, sino también para ella misma. Eran un intento de convencerse de que podía encontrar algo más allá del peso de las cicatrices.

    Pero, en el fondo, ambos sabían la verdad: Zaryna no había resistido únicamente por Myrrh. Había sido Gazú quien, con su presencia, le había dado algo más por lo que aferrarse. Una razón para seguir, incluso cuando todo parecía perdido. Porque, más que las flores, lo que brillaba era aquel nombre en los pensamientos de Zaryna, como un faro que le había mostrado un camino de regreso desde el abismo.
    𝔽𝕝𝕠𝕣𝕖𝕤 𝕖𝕟 𝕖𝕝 𝔸𝕓𝕚𝕤𝕞𝕠 Había aprendido a evitar los espejos desde entonces. Su cuerpo, cubierto de cicatrices profundas y retorcidas, era un recordatorio constante de lo que había soportado. La carne había sanado, pero el peso de las marcas seguía aplastándola en sueños, como si cada latigazo aún resonara en su mente. 150, en específico. En los días más oscuros, sentía que no eran solo cicatrices en su piel, sino en su alma. —¿Qué logré al sobrevivir? —Solía preguntarse, su voz interna cargada de una mezcla de reproche y cansancio. Dentro de ella, Myrrh también había cambiado. El dragón, que siempre había sido un pilar de frialdad a veces desbocada, ahora parecía... Más silencioso. Más sombrío. Era como si las cadenas invisibles que compartían se hubieran apretado aún más durante la tortura. —El dolor no nos define, Zaryna. Pero tampoco podemos olvidarlo. —Susurró el dragón, su tono grave llenando los rincones oscuros de su mente.— A veces, incluso yo siento que aún está ahí, como un eco que nunca termina. Ella cerraba los ojos cuando las escuchaba. Sus pestañas temblaban, como si con ello pudiera apagar esas voces que la atormentaban. —Dices que no nos define... Pero... —Murmuró de vuelta, pensativa, su voz quebrándose en el filo de cada palabra.— ¿Acaso somos las mismas personas que éramos antes de ese día? El silencio se acentuó entre ambos, cortado solo por los pequeños murmullos del viento en el exterior, golpeando las ventanas de lo que ahora era su refugio, su castillo. Las paredes de piedra parecían observarlos, cargadas con una especie de gravedad que pesaba sobre sus hombros. —No. Pero eso no significa que seamos menos. —Respondió Myrrh tras una pausa medida, sus palabras llegando con una seriedad que calaba profundo.— Somos... Diferentes. Más duros, tal vez. Más conscientes de lo que podemos soportar. Zaryna apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas, dejando marcas rojizas que desaparecían con el tiempo. —¿Y de qué sirve soportar? —La amargura teñía cada palabra, su voz casi temblando bajo el peso de la frustración.— Ellos me querían rota, y lo lograron. No puedes negar que algo se quebró dentro de mí... Dentro de nosotros. El rugido bajo de Myrrh vibró en su mente, cargado de una frustración contenida que no pudo ocultar. —Tal vez algo se quebró, pero algo también resistió. —Replicó el dragón, su tono firme, pero cargado de una dureza que rozaba la desesperación.— No olvides eso. El dolor... Lo sentimos juntos. Fue un castigo, sí, pero también una prueba. Si soportamos eso… ¿Qué podría doblegarnos ahora? Fue ella quien no respondió de inmediato en ese instante. Sabía que había algo de verdad en sus palabras, pero también había una sombra que no podía ignorar. Porque, aunque había sobrevivido, no podía negar que el precio había sido alto. —A veces, pienso que no es el dolor lo que me atormenta... —Su antiguo tono aterciopelado ahora parecía apagado, cansado.— …Sino lo que dejó atrás. Una versión de mí misma que no volverá. —Esa versión no habría sobrevivido a lo que hemos pasado. —Susurró Myrrh, su tono suavizándose como el roce de un ala.— Ahora eres más fuerte, Zaryna. No perfecta, no indemne... Pero aún estás aquí. Y eso es suficiente. Había noches en las que el silencio entre ambos se volvía insoportable. No eran enemigos, pero tampoco podían consolarse mutuamente del todo, pues las heridas que ambos cargaban eran diferentes. Estaban ligados por algo más profundo que las palabras, y, sin embargo, había un abismo de dolor entre ellos que ninguno sabía cómo cerrar. Aun así, cada amanecer les recordaba que estaban vivos, y aunque la oscuridad de las cicatrices nunca se borraría, había algo que seguía ardiendo en el fondo de ambos: la voluntad de no caer otra vez. Zaryna se levantó del asiento junto a la ventana, sus pasos resonando levemente sobre el suelo de piedra. Afuera, las estrellas comenzaban a desvanecerse ante el tenue resplandor del amanecer. Respiró hondo y se cruzó de brazos, su mirada fija en el horizonte. —Vamos, busquemos a Gazú. —Dijo, girándose hacia la voz en su mente, su tono cargado de una determinación tímida al nombrarle, aunque palpable.— Vayamos a ver las flores. Myrrh no respondió de inmediato. Sentía la tensión en sus palabras, pero también una chispa de esperanza que no había escuchado en mucho tiempo. —¿Crees que las flores tengan alguna respuesta? —Preguntó finalmente, con una mezcla de escepticismo y curiosidad que se arrastraba en cada palabra. —Tal vez no respuestas, pero… Algo de paz. —Respondio Zaryna, mientras alzaba la mirada hacia el horizonte, su voz parecia haber recrobado su antaño tono, más suave y dulce ahora, casi como un susurro.— Algo que me recuerde que no todo está roto. Que hay belleza incluso en medio de todo esto. El dragón permaneció en silencio, observando a través de sus ojos. Sabía que esas palabras no eran solo para él, sino también para ella misma. Eran un intento de convencerse de que podía encontrar algo más allá del peso de las cicatrices. Pero, en el fondo, ambos sabían la verdad: Zaryna no había resistido únicamente por Myrrh. Había sido Gazú quien, con su presencia, le había dado algo más por lo que aferrarse. Una razón para seguir, incluso cuando todo parecía perdido. Porque, más que las flores, lo que brillaba era aquel nombre en los pensamientos de Zaryna, como un faro que le había mostrado un camino de regreso desde el abismo.
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