• Jimoto se deslizó entre las sombras, con la vista fija en la gran caja metálica dentro del almacén enemigo. Había sido difícil infiltrarse en la base de la Patrulla Roja, pero ahí estaba: la esfera del dragón, custodiada por unos pocos soldados distraídos. Solo tenía que actuar rápido, tomarla y desaparecer antes de que sonara la alarma.

    Pero entonces, un estruendo sacudió el suelo. Desde el intercomunicador de uno de los soldados, una voz chillona resonó:

    —¡El ataque ha comenzado! ¡Reduciremos la ciudad a cenizas hasta que nos entreguen la información!

    Jimoto sintió un escalofrío. *¿Ataque?* ¿A qué ciudad se referían?

    Salió sigilosamente del almacén y se trepó a una torre de vigilancia para ver a lo lejos. Un humo espeso se alzaba en el horizonte. Desde ahí, pudo ver el resplandor de las llamas devorando los edificios de una ciudad cercana. Gritos, explosiones… gente corriendo por sus vidas.

    Apretó los puños. Tenía la oportunidad de llevarse la esfera ahora. Podía completar su misión.

    Pero…

    Miró la caja. Luego la ciudad.

    Chasqueó la lengua con frustración.

    —Maldición…

    Sin pensarlo dos veces, se lanzó en dirección al caos.

    ***

    Las calles estaban sumidas en el terror. Soldados de la Patrulla Roja disparaban sin piedad, causando explosiones que derrumbaban edificios enteros. La gente huía, algunos atrapados entre escombros, otros rodeados sin salida.

    Entonces, una sombra veloz irrumpió en la escena.

    —¡Hey! ¡Cobardes con uniforme! —gritó Jimoto, aterrizando con un golpe que hizo temblar el pavimento—. ¿Por qué no prueban su suerte con alguien que puede devolver los golpes?

    Los soldados voltearon, sorprendidos.

    —¡Es ese tipo! ¡El de la máscara!

    Sin darles tiempo para reaccionar, Jimoto se lanzó contra ellos, derribando a los primeros con una patada giratoria y esquivando las balas con movimientos ágiles. Cada golpe suyo derribaba a un enemigo, cada salto lo acercaba a más civiles para ponerlos a salvo.

    Pero sabía la verdad: mientras él estaba aquí, los villanos escapaban con la esfera.

    No importaba.

    Ver a las familias reunirse, a los niños correr hacia los brazos de sus padres, le confirmó que había tomado la decisión correcta.

    Cuando el humo se disipó y la Patrulla Roja ya no estaba, Jimoto se quedó de pie entre los escombros, respirando con dificultad.

    Había perdido la esfera… pero había salvado una ciudad.

    Y eso valía más.
    Jimoto se deslizó entre las sombras, con la vista fija en la gran caja metálica dentro del almacén enemigo. Había sido difícil infiltrarse en la base de la Patrulla Roja, pero ahí estaba: la esfera del dragón, custodiada por unos pocos soldados distraídos. Solo tenía que actuar rápido, tomarla y desaparecer antes de que sonara la alarma. Pero entonces, un estruendo sacudió el suelo. Desde el intercomunicador de uno de los soldados, una voz chillona resonó: —¡El ataque ha comenzado! ¡Reduciremos la ciudad a cenizas hasta que nos entreguen la información! Jimoto sintió un escalofrío. *¿Ataque?* ¿A qué ciudad se referían? Salió sigilosamente del almacén y se trepó a una torre de vigilancia para ver a lo lejos. Un humo espeso se alzaba en el horizonte. Desde ahí, pudo ver el resplandor de las llamas devorando los edificios de una ciudad cercana. Gritos, explosiones… gente corriendo por sus vidas. Apretó los puños. Tenía la oportunidad de llevarse la esfera ahora. Podía completar su misión. Pero… Miró la caja. Luego la ciudad. Chasqueó la lengua con frustración. —Maldición… Sin pensarlo dos veces, se lanzó en dirección al caos. *** Las calles estaban sumidas en el terror. Soldados de la Patrulla Roja disparaban sin piedad, causando explosiones que derrumbaban edificios enteros. La gente huía, algunos atrapados entre escombros, otros rodeados sin salida. Entonces, una sombra veloz irrumpió en la escena. —¡Hey! ¡Cobardes con uniforme! —gritó Jimoto, aterrizando con un golpe que hizo temblar el pavimento—. ¿Por qué no prueban su suerte con alguien que puede devolver los golpes? Los soldados voltearon, sorprendidos. —¡Es ese tipo! ¡El de la máscara! Sin darles tiempo para reaccionar, Jimoto se lanzó contra ellos, derribando a los primeros con una patada giratoria y esquivando las balas con movimientos ágiles. Cada golpe suyo derribaba a un enemigo, cada salto lo acercaba a más civiles para ponerlos a salvo. Pero sabía la verdad: mientras él estaba aquí, los villanos escapaban con la esfera. No importaba. Ver a las familias reunirse, a los niños correr hacia los brazos de sus padres, le confirmó que había tomado la decisión correcta. Cuando el humo se disipó y la Patrulla Roja ya no estaba, Jimoto se quedó de pie entre los escombros, respirando con dificultad. Había perdido la esfera… pero había salvado una ciudad. Y eso valía más.
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  • 緊急室へ/ Una visita inesperada, pt. 2

    Cuando salió tambaleándose del lugar, el mundo giraba más de lo normal. No sabía en dónde estaba y en un intento por revisar su teléfono, tropezó con un escalón que, más adelante diría, no debía estar ahí.
    No sintió el golpe cuando cayó, gracias al alcohol pero sí supo que extendió las manos por inercia para amortiguar la caída contra el pavimento. Su sorpresa vino poco después cuando miró su mano derecha y notó que dos de sus dedos apuntaban en direcciones muy opuestas a lo que normalmente tendrían que hacerlo.

    —M-mierda.
    Susurró con voz temblorosa. Un escalofrío le recorrió la espalda llenándolo de sobriedad y lucidez por momentos. ¡Nunca en su vida se había roto un solo hueso! ¿Y ahora dos? La imagen era impactante. La sangre se escurría hacia su muñeca y ensuciaba la manga de su suéter. Sus dedos anular y meñique estaban rojos y retorcidos y la uña del dedo anular pedía de un hilo de lo que parecía ser su cutícula... y él simplemente no podía dejar de mirar aquella escena.

    No supo en qué momento la gente se fue agolpando a su alrededor para ayudarlo, podía jurar que no había nadie al rededor desde un principio. En cuanto las luces parpadeantes rojas y azules de la ambulancia le adornaron el rostro sintió el dolor, la mano le ardía y sentía los dedos entumidos. Hubo una revisión rápida antes de subirlo a la ambulancia y se trepo en ella tambaleándose, todavía mareado por el alcohol.

    Por momentos se reía por lo irónico de la situación, de camino al hospital, tal vez por el efecto del alcohol todavía en su sangre. Fue una visita larga e inesperada al médico y para el final de esta el dolor de cabeza era más fuerte y punzante que el de la mano. Recibió la medicina sintiendo la mirada de reproche y compasión de la enfermera que se la entregaba y salió del hospital con un hielo en la cabeza, raspones en la cara y su diestra vendada.

    Y así había pasado de una noche de risas y diversión a no poder usar su mano dominante.
    緊急室へ/ Una visita inesperada, pt. 2 Cuando salió tambaleándose del lugar, el mundo giraba más de lo normal. No sabía en dónde estaba y en un intento por revisar su teléfono, tropezó con un escalón que, más adelante diría, no debía estar ahí. No sintió el golpe cuando cayó, gracias al alcohol pero sí supo que extendió las manos por inercia para amortiguar la caída contra el pavimento. Su sorpresa vino poco después cuando miró su mano derecha y notó que dos de sus dedos apuntaban en direcciones muy opuestas a lo que normalmente tendrían que hacerlo. —M-mierda. Susurró con voz temblorosa. Un escalofrío le recorrió la espalda llenándolo de sobriedad y lucidez por momentos. ¡Nunca en su vida se había roto un solo hueso! ¿Y ahora dos? La imagen era impactante. La sangre se escurría hacia su muñeca y ensuciaba la manga de su suéter. Sus dedos anular y meñique estaban rojos y retorcidos y la uña del dedo anular pedía de un hilo de lo que parecía ser su cutícula... y él simplemente no podía dejar de mirar aquella escena. No supo en qué momento la gente se fue agolpando a su alrededor para ayudarlo, podía jurar que no había nadie al rededor desde un principio. En cuanto las luces parpadeantes rojas y azules de la ambulancia le adornaron el rostro sintió el dolor, la mano le ardía y sentía los dedos entumidos. Hubo una revisión rápida antes de subirlo a la ambulancia y se trepo en ella tambaleándose, todavía mareado por el alcohol. Por momentos se reía por lo irónico de la situación, de camino al hospital, tal vez por el efecto del alcohol todavía en su sangre. Fue una visita larga e inesperada al médico y para el final de esta el dolor de cabeza era más fuerte y punzante que el de la mano. Recibió la medicina sintiendo la mirada de reproche y compasión de la enfermera que se la entregaba y salió del hospital con un hielo en la cabeza, raspones en la cara y su diestra vendada. Y así había pasado de una noche de risas y diversión a no poder usar su mano dominante.
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  • Semana de moda ' Milán'
    Fandom Freerol
    Categoría Original
    El sonido de mi alarma me hace abrir los ojos y me muevo para apagarla. Di un suave bostezó y beso tus labios.

    - Aki despierta... Me debes llevar al aeropuerto, no quiero llegar al medio día a Milán -

    Te aviso con voz suave y me levanto para irme a dar una ducha. Ya en el jet desayunaria, me puse ropa casual pero sin dejar de lado mis taconazos. Al salir esperaba de que estuvieras listo, llevaba de equipaje en total cinco maletas. Y tomo mi móvil personal.

    Akihiko Sanada mini interacción
    Ivanna 𝑺𝒑𝒆𝒍𝒍𝒎𝒂𝒏
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    El sonido de mi alarma me hace abrir los ojos y me muevo para apagarla. Di un suave bostezó y beso tus labios. - Aki despierta... Me debes llevar al aeropuerto, no quiero llegar al medio día a Milán - Te aviso con voz suave y me levanto para irme a dar una ducha. Ya en el jet desayunaria, me puse ropa casual pero sin dejar de lado mis taconazos. Al salir esperaba de que estuvieras listo, llevaba de equipaje en total cinco maletas. Y tomo mi móvil personal. [Sanada_Thcx] mini interacción [ThxGreen] [Thxpocionboy06] mini interacción
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  • Entre el mito y la verdad
    Fandom Oc
    Categoría Suspenso
    Rol cerrado con: Heinrich Rosenberg
    Ciudad Velmont - 1:00 am

    La ciudad tenía una forma particular de respirar en las madrugadas. Calles desiertas, faroles parpadeando como si estuvieran cansados de iluminar y el eco de unos tacones o pasos en la distancia. Joon estaba acostumbrado a todo eso. Había patrullado estos barrios lo suficiente como para saber que los rumores de vampiros, criaturas de la noche o monstruos -como bien los llamaban-, eran todas historias para mantener a los borrachos en sus casas y para asustar a los niños

    Sin embargo, los rumores de ataques extraños no dejaban de circular entre los oficiales. Gente desapareciendo sin rastro y testigos asegurando haber visto "sombras" moviéndose demasiado rápido. ¿se trataba de algún asesino en serie? No podía ser, ya no se veían casos como esos, solo porque 'eran otras épocas'.

    Un cadáver apareció en un callejón detrás de un viejo club de jazz. Nada nuevo. La víctima, un hombre de unos treinta y tantos, sin identificación, piel pálida y sin signos visibles de violencia. Lo inquietante era la falta total de sangre en el cuerpo. "Algún psicópata con fetiches raros", pensó mientras sacaba un cigarro, observando la escena.

    Joon exhaló, masajeándose las sienes.
    ⸻ Otro más… ⸻murmuró mientras encendía un cigarro.
    Era el tercer caso en un mes. Diferentes víctimas, diferentes edades, pero el mismo patrón. Piel blanca como el mármol, sin sangre, sin huellas, sin señales de lucha. Y siempre... de noche.

    Se arrodilló junto al cuerpo, sacando su linterna para inspeccionar de cerca. Cuando de repente el aire se volvió más pesado, más frío. Un escalofrío recorrió su nuca, como si lo estuvieran observando. Su cuerpo se tensó, bajando la mano lentamente hacia su arma.

    ⸻ Sal de ahí ⸻soltó con voz firme, sin voltear aún. Podí asegurar que alguien estaba en la oscuridad del callejón, acompañándolo. Giró en su lugar, apuntando realmente a la oscuridad misma con el arma ya en mano. Ah... ¿estaba alucinando? Su corazón latía con fuerza.

    Esperaba que las noches en vela no le estuvieran cobrando factura, no aún... Tenía que volver a casa y asegurarse que la bola de pelos -de curioso nombre cítrico- había vuelto a casa para dormir.
    Rol cerrado con: [Heinz_Vamp] 📍 Ciudad Velmont - 1:00 am La ciudad tenía una forma particular de respirar en las madrugadas. Calles desiertas, faroles parpadeando como si estuvieran cansados de iluminar y el eco de unos tacones o pasos en la distancia. Joon estaba acostumbrado a todo eso. Había patrullado estos barrios lo suficiente como para saber que los rumores de vampiros, criaturas de la noche o monstruos -como bien los llamaban-, eran todas historias para mantener a los borrachos en sus casas y para asustar a los niños Sin embargo, los rumores de ataques extraños no dejaban de circular entre los oficiales. Gente desapareciendo sin rastro y testigos asegurando haber visto "sombras" moviéndose demasiado rápido. ¿se trataba de algún asesino en serie? No podía ser, ya no se veían casos como esos, solo porque 'eran otras épocas'. Un cadáver apareció en un callejón detrás de un viejo club de jazz. Nada nuevo. La víctima, un hombre de unos treinta y tantos, sin identificación, piel pálida y sin signos visibles de violencia. Lo inquietante era la falta total de sangre en el cuerpo. "Algún psicópata con fetiches raros", pensó mientras sacaba un cigarro, observando la escena. Joon exhaló, masajeándose las sienes. ⸻ Otro más… ⸻murmuró mientras encendía un cigarro. Era el tercer caso en un mes. Diferentes víctimas, diferentes edades, pero el mismo patrón. Piel blanca como el mármol, sin sangre, sin huellas, sin señales de lucha. Y siempre... de noche. Se arrodilló junto al cuerpo, sacando su linterna para inspeccionar de cerca. Cuando de repente el aire se volvió más pesado, más frío. Un escalofrío recorrió su nuca, como si lo estuvieran observando. Su cuerpo se tensó, bajando la mano lentamente hacia su arma. ⸻ Sal de ahí ⸻soltó con voz firme, sin voltear aún. Podí asegurar que alguien estaba en la oscuridad del callejón, acompañándolo. Giró en su lugar, apuntando realmente a la oscuridad misma con el arma ya en mano. Ah... ¿estaba alucinando? Su corazón latía con fuerza. Esperaba que las noches en vela no le estuvieran cobrando factura, no aún... Tenía que volver a casa y asegurarse que la bola de pelos -de curioso nombre cítrico- había vuelto a casa para dormir.
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  • —Los humanos jamás cambiarán su naturaleza destructiva; es de público conocimiento que destruyen todo lo que tocan, todo lo que rozan —dijo con voz ronca mientras elevaba la botella.

    —Y henos aquí, dispuestos a sacrificar todo con tal de salvar su evolución, de velar por su seguridad y de dejarnos matar por aquellos que nos desprecian —concluyó luego de verter el contenido en la taza.

    El alquimista Alex se encontraba muy lejos de sus aposentos, en la lejana tierra oriental del este, en un pequeño y estrecho lugar apartado de las miradas curiosas que algunos aventureros conocían; era el lugar perfecto para meditar y para encontrar la introspección profunda que el maestro de las artes arcanas tanto estaba necesitando. Su viaje había sido un sinfín de peligros y distracciones, deteniéndose para ayudar a viajeros y mercaderes, luchar contra ominosas criaturas y asesinos de las colinas, incluso algún que otro sicario contratado para eliminarlo; la mayoría de todas ellas siendo solucionadas con acero y sangre de por medio.

    Estaba agotado; su viaje había durado mucho más de lo que se propuso en primer lugar. Aun siendo un mutante ascendido y de poseer una resistencia superior al común denominador de criaturas y seres mágicos, el susodicho aun necesitaba descansar después de intensas jornadas sin dormir o comer…

    Se dijo a sí mismo que no debía pensar en nada ni nadie; debía mantener sus sentidos centrados y agudizados para sus próximas misiones, pero un pequeño viaje al "Templo de los arroyos", el lugar en el cual ahora se encontraba reponiendo energías y descansando su alma, nunca le venía mal.
    —Los humanos jamás cambiarán su naturaleza destructiva; es de público conocimiento que destruyen todo lo que tocan, todo lo que rozan —dijo con voz ronca mientras elevaba la botella. —Y henos aquí, dispuestos a sacrificar todo con tal de salvar su evolución, de velar por su seguridad y de dejarnos matar por aquellos que nos desprecian —concluyó luego de verter el contenido en la taza. El alquimista Alex se encontraba muy lejos de sus aposentos, en la lejana tierra oriental del este, en un pequeño y estrecho lugar apartado de las miradas curiosas que algunos aventureros conocían; era el lugar perfecto para meditar y para encontrar la introspección profunda que el maestro de las artes arcanas tanto estaba necesitando. Su viaje había sido un sinfín de peligros y distracciones, deteniéndose para ayudar a viajeros y mercaderes, luchar contra ominosas criaturas y asesinos de las colinas, incluso algún que otro sicario contratado para eliminarlo; la mayoría de todas ellas siendo solucionadas con acero y sangre de por medio. Estaba agotado; su viaje había durado mucho más de lo que se propuso en primer lugar. Aun siendo un mutante ascendido y de poseer una resistencia superior al común denominador de criaturas y seres mágicos, el susodicho aun necesitaba descansar después de intensas jornadas sin dormir o comer… Se dijo a sí mismo que no debía pensar en nada ni nadie; debía mantener sus sentidos centrados y agudizados para sus próximas misiones, pero un pequeño viaje al "Templo de los arroyos", el lugar en el cual ahora se encontraba reponiendo energías y descansando su alma, nunca le venía mal.
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  • 𝗟𝘂𝗼 𝗬𝘂𝗲 ⭑
    𝐴 𝑆 𝑀 𝑂 𝐷 𝐸 𝑈 𝑆 ⭒


    “ Amo la brisa mañanera, es tan relajante
    como su dulce voz ”
    𝗟𝘂𝗼 𝗬𝘂𝗲 ⭑ 𝐴 𝑆 𝑀 𝑂 𝐷 𝐸 𝑈 𝑆 ⭒ “ Amo la brisa mañanera, es tan relajante como su dulce voz ”
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  • [AU - REALISMO MÁGICO]
    Fandom OC
    Categoría Fantasía
    Me di cuenta de que podía respirar bajo el agua cuando me desperté sumergido. Ayer no era capaz ¿Verdad? Era algo que había traído el nuevo día. Un montón de agua que parecía cumplir las mismas funciones que el aire en mis pulmones. Tampoco sentía molestia en mis ojos. Todo era prístino, suave, natural.

    Podía reconocer los muebles, las luces de la calle, mis libros... aunque ahora estaban rotos. Los peces que nadaban alrededor también eran nuevos, como lo era también la figura que estaba hecha un ovillo sobre la silla de mi escritorio.

    Me incorporé torpemente, jamás había tenido que desperezarme bajo un fluido. Activar mis músculos de nuevo sintiéndome flotar.

    "Buenos días." Las burbujas salieron de mi boca, y chocaron contra el techo, pero mi voz se propagó claramente. "Te conozco ¿Verdad? ¿Cómo has entrado en mi cuarto?"

    Entrecerré los ojos, y recordé mis modales.

    "¿Quieres desayunar? Iba a hacer café, pero creo que ahora solo puedo ofrecerte pan mojado."
    Me di cuenta de que podía respirar bajo el agua cuando me desperté sumergido. Ayer no era capaz ¿Verdad? Era algo que había traído el nuevo día. Un montón de agua que parecía cumplir las mismas funciones que el aire en mis pulmones. Tampoco sentía molestia en mis ojos. Todo era prístino, suave, natural. Podía reconocer los muebles, las luces de la calle, mis libros... aunque ahora estaban rotos. Los peces que nadaban alrededor también eran nuevos, como lo era también la figura que estaba hecha un ovillo sobre la silla de mi escritorio. Me incorporé torpemente, jamás había tenido que desperezarme bajo un fluido. Activar mis músculos de nuevo sintiéndome flotar. "Buenos días." Las burbujas salieron de mi boca, y chocaron contra el techo, pero mi voz se propagó claramente. "Te conozco ¿Verdad? ¿Cómo has entrado en mi cuarto?" Entrecerré los ojos, y recordé mis modales. "¿Quieres desayunar? Iba a hacer café, pero creo que ahora solo puedo ofrecerte pan mojado."
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  • **El Errante y el Dragón Azul**

    El mundo se abría ante Jimoto como un lienzo infinito, cada viaje una pincelada de experiencias, cada encuentro una historia por contar. Había recorrido valles dorados donde el trigo bailaba con el viento, selvas densas donde la vida vibraba en cada sombra, y desiertos tan vastos que las estrellas parecían más cercanas. Pero fue en las Montañas Esmeralda donde su destino se entrelazó con el de una criatura legendaria.

    El día en que conoció a Shunrei, el Dragón Azul, la neblina cubría los riscos como un manto. Jimoto había oído rumores sobre un ser majestuoso que protegía esas tierras, pero lo que encontró fue una batalla injusta.

    Un grupo de cazadores y taladores clandestinos había invadido el bosque sagrado de la montaña, armados con armas y sierras, listos para acabar con todo lo que se interpusiera en su camino. En el centro del conflicto, Shunrei rugía con furia, su enorme cuerpo de escamas azul celeste reflejando la luz entre los árboles. Su aliento crepitaba con energía, pero algo no estaba bien: sus alas estaban heridas, y aunque peleaba con fiereza, los cazadores lo superaban en número.

    Jimoto no lo pensó dos veces. Se lanzó entre los atacantes con la destreza que había perfeccionado en sus viajes. Con movimientos rápidos, derribó a los taladores más cercanos, arrebatándoles sus herramientas. Usó su velocidad y fuerza para confundir a los cazadores, derribando sin causar mayor daño pues solo quería auyentarles, cuando el líder de los invasores intentó atacar con una daga envenenada, Jimoto la interceptó con su propia mano, partiéndola en dos con un solo movimiento.

    El bosque quedó en silencio. Los cazadores, atónitos, entendieron que no podrían ganar. Uno a uno, huyeron dejando atrás su equipo y su orgullo.

    Shunrei, aún receloso, lo observó con ojos de un azul profundo. Jimoto sintió algo extraño en su mente, como un murmullo antiguo, un lenguaje que no debería entender… pero lo hizo.

    —*Tú… ¿puedes oírme?* —la voz de Shunrei resonó en su mente, profunda y sabia.

    Jimoto parpadeó, sorprendido.

    —Sí… ¿cómo es posible?

    Shunrei inclinó su gran cabeza, inspeccionándolo con curiosidad.

    —*Durante siglos, los humanos han intentado hablarme, pero nunca han comprendido mis palabras. Eres el primero… el único.*

    Desde ese día, Jimoto y Shunrei forjaron una amistad única. El dragón, antiguo guardián de las montañas, compartía con él los secretos de la naturaleza y la historia de los tiempos olvidados. Jimoto, a su vez, le contaba sobre el mundo de los humanos, sobre los lugares que había visto y las maravillas que aún deseaba conocer.

    Juntos, viajaron más allá de las montañas, explorando lo desconocido. Donde Jimoto encontraba peligro, Shunrei lo protegía. Donde el dragón hallaba desesperanza en la humanidad, Jimoto le mostraba la bondad que aún existía.

    Eran diferentes en todo sentido, pero en su soledad compartida encontraron un lazo irrompible. Un viajero de las estrellas y un guardián ancestral, unidos por un destino que aún estaba por escribirse.
    **El Errante y el Dragón Azul** El mundo se abría ante Jimoto como un lienzo infinito, cada viaje una pincelada de experiencias, cada encuentro una historia por contar. Había recorrido valles dorados donde el trigo bailaba con el viento, selvas densas donde la vida vibraba en cada sombra, y desiertos tan vastos que las estrellas parecían más cercanas. Pero fue en las Montañas Esmeralda donde su destino se entrelazó con el de una criatura legendaria. El día en que conoció a Shunrei, el Dragón Azul, la neblina cubría los riscos como un manto. Jimoto había oído rumores sobre un ser majestuoso que protegía esas tierras, pero lo que encontró fue una batalla injusta. Un grupo de cazadores y taladores clandestinos había invadido el bosque sagrado de la montaña, armados con armas y sierras, listos para acabar con todo lo que se interpusiera en su camino. En el centro del conflicto, Shunrei rugía con furia, su enorme cuerpo de escamas azul celeste reflejando la luz entre los árboles. Su aliento crepitaba con energía, pero algo no estaba bien: sus alas estaban heridas, y aunque peleaba con fiereza, los cazadores lo superaban en número. Jimoto no lo pensó dos veces. Se lanzó entre los atacantes con la destreza que había perfeccionado en sus viajes. Con movimientos rápidos, derribó a los taladores más cercanos, arrebatándoles sus herramientas. Usó su velocidad y fuerza para confundir a los cazadores, derribando sin causar mayor daño pues solo quería auyentarles, cuando el líder de los invasores intentó atacar con una daga envenenada, Jimoto la interceptó con su propia mano, partiéndola en dos con un solo movimiento. El bosque quedó en silencio. Los cazadores, atónitos, entendieron que no podrían ganar. Uno a uno, huyeron dejando atrás su equipo y su orgullo. Shunrei, aún receloso, lo observó con ojos de un azul profundo. Jimoto sintió algo extraño en su mente, como un murmullo antiguo, un lenguaje que no debería entender… pero lo hizo. —*Tú… ¿puedes oírme?* —la voz de Shunrei resonó en su mente, profunda y sabia. Jimoto parpadeó, sorprendido. —Sí… ¿cómo es posible? Shunrei inclinó su gran cabeza, inspeccionándolo con curiosidad. —*Durante siglos, los humanos han intentado hablarme, pero nunca han comprendido mis palabras. Eres el primero… el único.* Desde ese día, Jimoto y Shunrei forjaron una amistad única. El dragón, antiguo guardián de las montañas, compartía con él los secretos de la naturaleza y la historia de los tiempos olvidados. Jimoto, a su vez, le contaba sobre el mundo de los humanos, sobre los lugares que había visto y las maravillas que aún deseaba conocer. Juntos, viajaron más allá de las montañas, explorando lo desconocido. Donde Jimoto encontraba peligro, Shunrei lo protegía. Donde el dragón hallaba desesperanza en la humanidad, Jimoto le mostraba la bondad que aún existía. Eran diferentes en todo sentido, pero en su soledad compartida encontraron un lazo irrompible. Un viajero de las estrellas y un guardián ancestral, unidos por un destino que aún estaba por escribirse.
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  • El sol se ocultaba tras el horizonte, dando paso a la noche. Hyeon-Seok, vestido con una bata de seda, se encontraba de pie en el balcón de su penthouse. La ciudad se extendía a sus pies, un mar de luces y edificios que él controlaba con su poder.

    En ese momento, su mente estaba lejos de los negocios. Se encontraba absorto en la contemplación del paisaje urbano, dejando que la tranquilidad del anochecer lo envolviera. En una mano, sostenía una copa de vino tinto.

    Con un movimiento suave, llevó la copa a sus labios y bebió un sorbo del líquido, saboreando cada gota. El vino era de una cosecha especial, un regalo de un socio importante. Hyeon apreciaba los detalles y los gestos de cortesía, aunque no siempre los valorara en su justa medida.

    Un sonido suave interrumpió sus pensamientos. Se giró y vio a su asistente, Min, quien se acercaba con una tableta electrónica en sus manos.

    —Señor, tiene una llamada importante —dijo con voz respetuosa.

    Hyeon asintió y tomó la tableta. La pantalla mostraba el nombre de uno de sus socios en el extranjero.

    —Gracias, Min —dijo Hyeon—. Puedes retirarte.

    Min hizo una reverencia y se marchó, dejando a Hyeon solo en el balcón. Atendió la llamada, su voz volviendo a su tono frío y autoritario.
    El sol se ocultaba tras el horizonte, dando paso a la noche. Hyeon-Seok, vestido con una bata de seda, se encontraba de pie en el balcón de su penthouse. La ciudad se extendía a sus pies, un mar de luces y edificios que él controlaba con su poder. En ese momento, su mente estaba lejos de los negocios. Se encontraba absorto en la contemplación del paisaje urbano, dejando que la tranquilidad del anochecer lo envolviera. En una mano, sostenía una copa de vino tinto. Con un movimiento suave, llevó la copa a sus labios y bebió un sorbo del líquido, saboreando cada gota. El vino era de una cosecha especial, un regalo de un socio importante. Hyeon apreciaba los detalles y los gestos de cortesía, aunque no siempre los valorara en su justa medida. Un sonido suave interrumpió sus pensamientos. Se giró y vio a su asistente, Min, quien se acercaba con una tableta electrónica en sus manos. —Señor, tiene una llamada importante —dijo con voz respetuosa. Hyeon asintió y tomó la tableta. La pantalla mostraba el nombre de uno de sus socios en el extranjero. —Gracias, Min —dijo Hyeon—. Puedes retirarte. Min hizo una reverencia y se marchó, dejando a Hyeon solo en el balcón. Atendió la llamada, su voz volviendo a su tono frío y autoritario.
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  • — ¿Solo yo escuché esa risa?

    Piensa en voz alta, mientras observa a los alrededores, solo está en una cabina enorme de elevador, pero jura por el vacío que escucha una risa apenas audible.

    — Bueno supongo que estrenar Warframe me lo hará olvidar.
    — ¿Solo yo escuché esa risa? Piensa en voz alta, mientras observa a los alrededores, solo está en una cabina enorme de elevador, pero jura por el vacío que escucha una risa apenas audible. — Bueno supongo que estrenar Warframe me lo hará olvidar.
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