• La Cámara del Segundo Guardián: Ignis, el Señor de las Llamas Mentales

    La puerta se cerró tras ellos con un estruendo ardiente. La cámara era un horno viviente: columnas de fuego giraban como tornados, el suelo era de obsidiana agrietada, y el aire quemaba al respirar. En el centro, sobre una plataforma flotante de magma, se alzaba Ignis, el Guardián del Fuego Mental.
    Su cuerpo era una amalgama de llamas vivas y metal fundido, con una corona de fuego que giraba sobre su cabeza. Sus ojos no miraban: penetraban.
    —“La mente es combustible. Y ustedes… están llenos de recuerdos que arden.”


    Sin mover un músculo, Ignis lanzó una onda de fuego invisible. Yukine y Lidica sintieron un golpe seco en el pecho, como si algo se hubiera roto por dentro. No era dolor físico: era una invasión mental.
    - Yukine cayó de rodillas. Veía a su maestro, muerto por su culpa. Escuchaba gritos de aldeanos que nunca pudo salvar. Su transformación femenina, que antes le daba fuerza, ahora se le mostraba como una traición a sí mismo.

    - Lidica vio a su hermana, atrapada en llamas, extendiendo la mano. Cada vez que intentaba alcanzarla, la imagen se desvanecía. Su cuerpo temblaba, sus dagas caían al suelo.

    Ignis se alimentaba de sus emociones. Las llamas de la sala crecían con cada pensamiento oscuro. El suelo comenzó a agrietarse, y columnas de fuego surgían de los recuerdos más dolorosos.
    —“¡No es real! ¡Lidica, mírame!” —gritó Yukine, con lágrimas en los ojos.

    Lidica, con esfuerzo, se arrancó una pulsera que le había dado su hermana. La apretó en su mano, y con un grito desgarrador, recuperó el control. Yukine, inspirado por su fuerza, canalizó un hechizo de purificación mental, pero el costo fue brutal: su nariz sangraba, su piel se agrietaba por el esfuerzo mágico.

    Ignis rugió, y su cuerpo se dividió en tres entidades:

    - Ira: un ser de fuego rojo que atacaba con explosiones caóticas.

    - Miedo: una figura negra envuelta en llamas azules, que paralizaba con ilusiones de muerte.

    - Culpa: una sombra ardiente que susurraba verdades distorsionadas.

    Yukine enfrentó a Culpa. Cada hechizo que lanzaba se volvía contra él si dudaba. Su propio fuego lo quemaba. Lidica luchaba contra Miedo, pero cada vez que esquivaba un ataque, veía a Yukine muerto en el suelo. Su cuerpo comenzaba a fallar: quemaduras en los brazos, cortes en las piernas.

    —“¡No podemos vencerlos separados!” —gritó Yukine.

    Con un último esfuerzo, Yukine lanzó un hechizo de sincronización mágica. Sus mentes se conectaron. Por unos segundos, compartieron pensamientos, emociones, recuerdos. Lidica sintió la carga de Yukine. Yukine sintió el dolor de Lidica. Y juntos, atacaron.
    - Yukine usó un hechizo de “Llama Invertida”, absorbiendo el fuego de Ira.

    - Lidica, guiada por la conexión, atravesó a Miedo con una daga encantada bañada en la energía de Yukine.
    - Culpa intentó dividirlos, pero Yukine y Lidica se tomaron de las manos y canalizaron una explosión conjunta de magia y acero.
    Las tres entidades se fusionaron nuevamente en Ignis, debilitado pero furioso.


    Ignis se elevó, convirtiéndose en una esfera de fuego mental. La cámara comenzó a colapsar. El suelo se partía, el techo se derrumbaba. Yukine y Lidica estaban al borde del colapso físico: quemaduras, heridas abiertas, magia agotada.

    —“¡Este es el final!” —gritó Yukine.

    —“¡Entonces que arda contigo!” —respondió Lidica.

    Yukine canalizó su último hechizo: una “Llama de Esencia”, que quemaba su propia energía vital. Lidica, con los músculos desgarrados, saltó por encima de una grieta y lanzó sus dos dagas al núcleo.

    La explosión fue silenciosa. Ignis se desintegró en una lluvia de cenizas doradas. La cámara se apagó. Solo quedaba el sonido de su respiración entrecortada.

    Yukine cayó inconsciente. Lidica, apenas de pie, lo arrastró lejos del centro. Ambos estaban al borde de la muerte. Pero vivos.
    —“No fue solo fuego. Fue todo lo que somos.” —susurró Lidica.
    Una nueva puerta se abrió, con runas azules que fluían como agua. El Guardián del Agua los espera.
    La Cámara del Segundo Guardián: Ignis, el Señor de las Llamas Mentales La puerta se cerró tras ellos con un estruendo ardiente. La cámara era un horno viviente: columnas de fuego giraban como tornados, el suelo era de obsidiana agrietada, y el aire quemaba al respirar. En el centro, sobre una plataforma flotante de magma, se alzaba Ignis, el Guardián del Fuego Mental. Su cuerpo era una amalgama de llamas vivas y metal fundido, con una corona de fuego que giraba sobre su cabeza. Sus ojos no miraban: penetraban. —“La mente es combustible. Y ustedes… están llenos de recuerdos que arden.” Sin mover un músculo, Ignis lanzó una onda de fuego invisible. Yukine y Lidica sintieron un golpe seco en el pecho, como si algo se hubiera roto por dentro. No era dolor físico: era una invasión mental. - Yukine cayó de rodillas. Veía a su maestro, muerto por su culpa. Escuchaba gritos de aldeanos que nunca pudo salvar. Su transformación femenina, que antes le daba fuerza, ahora se le mostraba como una traición a sí mismo. - Lidica vio a su hermana, atrapada en llamas, extendiendo la mano. Cada vez que intentaba alcanzarla, la imagen se desvanecía. Su cuerpo temblaba, sus dagas caían al suelo. Ignis se alimentaba de sus emociones. Las llamas de la sala crecían con cada pensamiento oscuro. El suelo comenzó a agrietarse, y columnas de fuego surgían de los recuerdos más dolorosos. —“¡No es real! ¡Lidica, mírame!” —gritó Yukine, con lágrimas en los ojos. Lidica, con esfuerzo, se arrancó una pulsera que le había dado su hermana. La apretó en su mano, y con un grito desgarrador, recuperó el control. Yukine, inspirado por su fuerza, canalizó un hechizo de purificación mental, pero el costo fue brutal: su nariz sangraba, su piel se agrietaba por el esfuerzo mágico. Ignis rugió, y su cuerpo se dividió en tres entidades: - Ira: un ser de fuego rojo que atacaba con explosiones caóticas. - Miedo: una figura negra envuelta en llamas azules, que paralizaba con ilusiones de muerte. - Culpa: una sombra ardiente que susurraba verdades distorsionadas. Yukine enfrentó a Culpa. Cada hechizo que lanzaba se volvía contra él si dudaba. Su propio fuego lo quemaba. Lidica luchaba contra Miedo, pero cada vez que esquivaba un ataque, veía a Yukine muerto en el suelo. Su cuerpo comenzaba a fallar: quemaduras en los brazos, cortes en las piernas. —“¡No podemos vencerlos separados!” —gritó Yukine. Con un último esfuerzo, Yukine lanzó un hechizo de sincronización mágica. Sus mentes se conectaron. Por unos segundos, compartieron pensamientos, emociones, recuerdos. Lidica sintió la carga de Yukine. Yukine sintió el dolor de Lidica. Y juntos, atacaron. - Yukine usó un hechizo de “Llama Invertida”, absorbiendo el fuego de Ira. - Lidica, guiada por la conexión, atravesó a Miedo con una daga encantada bañada en la energía de Yukine. - Culpa intentó dividirlos, pero Yukine y Lidica se tomaron de las manos y canalizaron una explosión conjunta de magia y acero. Las tres entidades se fusionaron nuevamente en Ignis, debilitado pero furioso. Ignis se elevó, convirtiéndose en una esfera de fuego mental. La cámara comenzó a colapsar. El suelo se partía, el techo se derrumbaba. Yukine y Lidica estaban al borde del colapso físico: quemaduras, heridas abiertas, magia agotada. —“¡Este es el final!” —gritó Yukine. —“¡Entonces que arda contigo!” —respondió Lidica. Yukine canalizó su último hechizo: una “Llama de Esencia”, que quemaba su propia energía vital. Lidica, con los músculos desgarrados, saltó por encima de una grieta y lanzó sus dos dagas al núcleo. La explosión fue silenciosa. Ignis se desintegró en una lluvia de cenizas doradas. La cámara se apagó. Solo quedaba el sonido de su respiración entrecortada. Yukine cayó inconsciente. Lidica, apenas de pie, lo arrastró lejos del centro. Ambos estaban al borde de la muerte. Pero vivos. —“No fue solo fuego. Fue todo lo que somos.” —susurró Lidica. Una nueva puerta se abrió, con runas azules que fluían como agua. El Guardián del Agua los espera.
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  • 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒
    Fandom Harry Potter
    Categoría Acción
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝓙𝑒𝑠𝑠 𝓦𝑖𝑙𝑙𝑜𝑤𝑠

    Hubiera querido llorar. Hubiera querido poder gritar, hacerla entender, rogarle, abrazarla, ponerse de rodillas y suplicarle, hubiera bebido litros y litros de veritaserum, hubiera hecho lo que fuera para no perderla.
    Haber matado a un hombre, haber destrozado el Ministerio de Gran Bretaña, haber sido traicionado por Barnabas, perder su trabajo, ser encarcelado, la suerte que quisiera depararle el Wizengamot… Todo aquello le daba igual, nada era tan importante para él como Jessica, estaba dispuesto a perderlo todo, sabía lo que arriesgaba entrando en el plan de aquel hombre, pero no podia soportar esa mirada que pretendía ser fría, pero que había aprendido a leer tan bien durante aquel tiempo que podia ver todo el dolor, la traición, y el daño que él mismo le había causado a través de su muro helado.

    Jessica no le había convertido en un hombre nuevo. No. Ella había sido la primera y la única que había sabido ver quien era realmente él, le había enseñado un mundo, su mundo, uno feliz junto a ella y como vivirlo. Había reído a carcajadas, había derribado barreras internas, había crecido personal y profesionalmente.
    Y ahora sin ella a su lado había caído en un pozo, en un vacío del que no podia salir.

    Aún podia rememorar con escalofriante detalle las palabras de Jessica aquel terrible día en que ella había descubierto todo, "[...] 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒 [...] 𝑌𝑜 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖."
    Todo lo que había ocurrido después de aquello estaba borroso en su mente, era un barullo de voces, y presencias mientras él era desarmado y maniatado por Jessica.
    Le habían trasladado a las celdas de MACUSA desde donde esperaba el juicio que decidiría su suerte. Desde allí recordaba, rememoraba. Casi siempre se decantaba por los últimos momentos, por aquellos que le habían llevado allí, porque entrarse en aquellos momentos de su relación en los que habían sido felices, dolía mucho más.

    Había preguntado por ella, esperaba poder verla, aún, aunque fuera una necedad, esperaba que pasadas aquellas semanas Jessica hubiera recapacitado, hubiera visto algo de verdad en sus palabras, en su mirada. Pero jamás nadie le dio una respuesta, y ella jamás había bajado a aquellas lúgubres celdas a visitarlo.

    Los días, largos en aquella pequeña celda, se convierten en semanas, y las semanas en meses.
    Casi cuando está a punto de cumplirse su segundo mes allí, la cita con el tribunal mágico es celebrada.
    Sabía que aquella vez sí, volvería a ver a Jessica, y esa expectativa junto con la esperanza de que aquello acabara de una vez por todas, era su mayor motivación en esos momentos.
    El elegante Marcus Byrne hace su aparición en la sala del tribunal con un aspecto mucho más desmejorado, sus rizos despeinados, una suave sombra de barba en su rostro, con una apariencia más delgada, los hombros hundidos por el desánimo, y unos ojos tristes que habían perdido su brillo y que solo buscaban los de la auror que había sido llamada como testigo.

    Las declaraciones de todos los testigos son dilapidarías. Sabía que no tenía mucho que hacer, o más bien dicho nada. No era esperanza en una sentencia favorable lo que vibraba en su pecho, era el miedo que da el saber que tu futuro está en manos de otras personas, que ya no eres dueño de tu vida.

    La sentencia había sido dura y clara, pero su abogado, las vidas salvadas de aquellos niños y su colaboración sobre Barnabas le habían librado de un destino mucho más aciago que el que se le había impuesto.
    Sabía que no iba a recuperar su placa de auror, aquella que le habían arrebatado antes de encerrarlo, sabía que su nombre iría marcado para siempre con aquella terrible mancha. Que no podría dedicarse a lo que había nacido para ser, sabía que aunque no le habían impuesto esa condena, el Marcus Byrne que había sido hasta ese momento había muerto.
    Sabía todo aquello, sabía que ahora debería aprender a vivir como otra persona diferente, que había sido repudiado, expulsado, deshonrado y desterrado. Sabía todo aquello, pero…

    Esa era su última oportunidad, la última vez que podría intentarlo. No la buscaría, no iría tras ella, no la iba a molestar más, no llenaría su vida de dolor, la dejaría ir, desaparecería del mundo, pero tenía que intentarlo, una sola vez más.
    Así por primera vez después de su largo testimonio, cuando ella pasa por su lado, sus labios se despegan, y con voz algo temblorosa, pronuncia su nombre, pero es como un susurro en el viento frente a un paisaje desierto. Se pierde ascendiendo hacia los altos tejados de la sala mientras él sin obtener respuesta ve desaparecer a Jessica por la puerta.

    UN AÑO DESPUES

    Valdora está anclado en las montañas laurentinas de Quebec, aislado del mundo, rodeado de pinos y niebla perpetua.
    Las leyendas cuentan que el pueblo mágico de Valdora, fue fundado en 1674 por magos franco-canadienses que huyendo de la persecución en Europa, siguieron las increíbles luces de la aurora hasta el punto donde estas se encontraban con el suelo, en un bosque de pinos bendecido y protegido por espíritus guardianes de la naturaleza.
    Como rezan los cuentos, aquel pueblo es el lugar donde los terrenal y lo sobrenatural conviven en armonía.

    En aquel emplazamiento idílico y aislado era donde Marcus Byrne había intentado reconstruir su vida.
    Había llegado allí buscando dejar atrás su pasado, tanto física como mentalmente. La primera parte del plan era sencilla, el problema radicaba en la segunda.
    Se había presentado como Connor, dejando atrás su nombre de pila, y nadie conocía su apellido. Tenía una modesta casita y trabajaba en la única taberna del pueblo.

    Ya no era el auror elegante y orgulloso que había sido. Ahora era un camarero, al que nadie había visto sonreír, era un hombre serio y reservado, pero también un vecino tranquilo y amable con todo el mundo, que jamás había provocado o estado involucrado en un solo problema.
    En tan solo un año había conseguido formar parte de la vida y comunidad de aquel pequeño pueblo, sin llegar a exponerse demasiado pero ganándose la confianza de sus parroquianos.

    Marcus… Connor, a pesar de no ser su vocación, era un buen dueño de la barra, conocía a su público, sus horas, gustos y rutinas, aplaudía sus chistes, preguntaba por la familia y el trabajo, y esperaba con interés la respuesta. Él controlaba todo cuanto ocurría entre aquellas paredes, de esa forma cualquier cosa inusual era fácilmente reconocible para él.

    Pero si había algo que jamás hubiera esperado, no allí, no en los confines del mundo, no con él limpiando una jarra de hidromiel de espaldas a la puerta, no fuera de sus sueños, era el volver a escuchar aquella voz, que ella se dirigiera a él de forma directa, que ni si quiera le reconociera, y por supuesto no se esperaba el tener el valor como para girarse y enfrentarla, como para volver a mirarla a los ojos cuando hace un año era todo lo que le había pedido al universo, pero ya no era el mismo hombre que hacía un año.

    — En este pueblo no ocurre nada tan interesante como para llamar la atención de un auror, señorita.


    [𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟: Hope Mikaelson ]
    𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑎 [FIGHTERAUR0R] Hubiera querido llorar. Hubiera querido poder gritar, hacerla entender, rogarle, abrazarla, ponerse de rodillas y suplicarle, hubiera bebido litros y litros de veritaserum, hubiera hecho lo que fuera para no perderla. Haber matado a un hombre, haber destrozado el Ministerio de Gran Bretaña, haber sido traicionado por Barnabas, perder su trabajo, ser encarcelado, la suerte que quisiera depararle el Wizengamot… Todo aquello le daba igual, nada era tan importante para él como Jessica, estaba dispuesto a perderlo todo, sabía lo que arriesgaba entrando en el plan de aquel hombre, pero no podia soportar esa mirada que pretendía ser fría, pero que había aprendido a leer tan bien durante aquel tiempo que podia ver todo el dolor, la traición, y el daño que él mismo le había causado a través de su muro helado. Jessica no le había convertido en un hombre nuevo. No. Ella había sido la primera y la única que había sabido ver quien era realmente él, le había enseñado un mundo, su mundo, uno feliz junto a ella y como vivirlo. Había reído a carcajadas, había derribado barreras internas, había crecido personal y profesionalmente. Y ahora sin ella a su lado había caído en un pozo, en un vacío del que no podia salir. Aún podia rememorar con escalofriante detalle las palabras de Jessica aquel terrible día en que ella había descubierto todo, "[...] 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑒𝑠𝑐𝑢𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑡𝑢 𝑣𝑜𝑧. 𝑁𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟 𝑎 𝑣𝑒𝑟𝑡𝑒 [...] 𝑌𝑜 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖." Todo lo que había ocurrido después de aquello estaba borroso en su mente, era un barullo de voces, y presencias mientras él era desarmado y maniatado por Jessica. Le habían trasladado a las celdas de MACUSA desde donde esperaba el juicio que decidiría su suerte. Desde allí recordaba, rememoraba. Casi siempre se decantaba por los últimos momentos, por aquellos que le habían llevado allí, porque entrarse en aquellos momentos de su relación en los que habían sido felices, dolía mucho más. Había preguntado por ella, esperaba poder verla, aún, aunque fuera una necedad, esperaba que pasadas aquellas semanas Jessica hubiera recapacitado, hubiera visto algo de verdad en sus palabras, en su mirada. Pero jamás nadie le dio una respuesta, y ella jamás había bajado a aquellas lúgubres celdas a visitarlo. Los días, largos en aquella pequeña celda, se convierten en semanas, y las semanas en meses. Casi cuando está a punto de cumplirse su segundo mes allí, la cita con el tribunal mágico es celebrada. Sabía que aquella vez sí, volvería a ver a Jessica, y esa expectativa junto con la esperanza de que aquello acabara de una vez por todas, era su mayor motivación en esos momentos. El elegante Marcus Byrne hace su aparición en la sala del tribunal con un aspecto mucho más desmejorado, sus rizos despeinados, una suave sombra de barba en su rostro, con una apariencia más delgada, los hombros hundidos por el desánimo, y unos ojos tristes que habían perdido su brillo y que solo buscaban los de la auror que había sido llamada como testigo. Las declaraciones de todos los testigos son dilapidarías. Sabía que no tenía mucho que hacer, o más bien dicho nada. No era esperanza en una sentencia favorable lo que vibraba en su pecho, era el miedo que da el saber que tu futuro está en manos de otras personas, que ya no eres dueño de tu vida. La sentencia había sido dura y clara, pero su abogado, las vidas salvadas de aquellos niños y su colaboración sobre Barnabas le habían librado de un destino mucho más aciago que el que se le había impuesto. Sabía que no iba a recuperar su placa de auror, aquella que le habían arrebatado antes de encerrarlo, sabía que su nombre iría marcado para siempre con aquella terrible mancha. Que no podría dedicarse a lo que había nacido para ser, sabía que aunque no le habían impuesto esa condena, el Marcus Byrne que había sido hasta ese momento había muerto. Sabía todo aquello, sabía que ahora debería aprender a vivir como otra persona diferente, que había sido repudiado, expulsado, deshonrado y desterrado. Sabía todo aquello, pero… Esa era su última oportunidad, la última vez que podría intentarlo. No la buscaría, no iría tras ella, no la iba a molestar más, no llenaría su vida de dolor, la dejaría ir, desaparecería del mundo, pero tenía que intentarlo, una sola vez más. Así por primera vez después de su largo testimonio, cuando ella pasa por su lado, sus labios se despegan, y con voz algo temblorosa, pronuncia su nombre, pero es como un susurro en el viento frente a un paisaje desierto. Se pierde ascendiendo hacia los altos tejados de la sala mientras él sin obtener respuesta ve desaparecer a Jessica por la puerta. UN AÑO DESPUES Valdora está anclado en las montañas laurentinas de Quebec, aislado del mundo, rodeado de pinos y niebla perpetua. Las leyendas cuentan que el pueblo mágico de Valdora, fue fundado en 1674 por magos franco-canadienses que huyendo de la persecución en Europa, siguieron las increíbles luces de la aurora hasta el punto donde estas se encontraban con el suelo, en un bosque de pinos bendecido y protegido por espíritus guardianes de la naturaleza. Como rezan los cuentos, aquel pueblo es el lugar donde los terrenal y lo sobrenatural conviven en armonía. En aquel emplazamiento idílico y aislado era donde Marcus Byrne había intentado reconstruir su vida. Había llegado allí buscando dejar atrás su pasado, tanto física como mentalmente. La primera parte del plan era sencilla, el problema radicaba en la segunda. Se había presentado como Connor, dejando atrás su nombre de pila, y nadie conocía su apellido. Tenía una modesta casita y trabajaba en la única taberna del pueblo. Ya no era el auror elegante y orgulloso que había sido. Ahora era un camarero, al que nadie había visto sonreír, era un hombre serio y reservado, pero también un vecino tranquilo y amable con todo el mundo, que jamás había provocado o estado involucrado en un solo problema. En tan solo un año había conseguido formar parte de la vida y comunidad de aquel pequeño pueblo, sin llegar a exponerse demasiado pero ganándose la confianza de sus parroquianos. Marcus… Connor, a pesar de no ser su vocación, era un buen dueño de la barra, conocía a su público, sus horas, gustos y rutinas, aplaudía sus chistes, preguntaba por la familia y el trabajo, y esperaba con interés la respuesta. Él controlaba todo cuanto ocurría entre aquellas paredes, de esa forma cualquier cosa inusual era fácilmente reconocible para él. Pero si había algo que jamás hubiera esperado, no allí, no en los confines del mundo, no con él limpiando una jarra de hidromiel de espaldas a la puerta, no fuera de sus sueños, era el volver a escuchar aquella voz, que ella se dirigiera a él de forma directa, que ni si quiera le reconociera, y por supuesto no se esperaba el tener el valor como para girarse y enfrentarla, como para volver a mirarla a los ojos cuando hace un año era todo lo que le había pedido al universo, pero ya no era el mismo hombre que hacía un año. — En este pueblo no ocurre nada tan interesante como para llamar la atención de un auror, señorita. [𝑓𝑜𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑟𝑡𝑒𝑟: [thetribrid] ]
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  • — ¿Sabes? Cuando me casé no sabía cocinar, mi ex esposa insistía en hacerlo ella y ni siquiera en ese momento sospeché nada de su traición. Cuando Eiran nació fue cuando comencé a aprender, gracias a eso ahora puedo prepararle cosas así a mi hijo.

    — Sonrió ligeramente mientras terminaba de emplatar la comida y cerraba con cuidado el bentō para meterlo a la fiambrera térmica junto a sus respectivos cubiertos. —

    — No quiero que a mi hijo le falte el amor ni siquiera en su comida.
    — ¿Sabes? Cuando me casé no sabía cocinar, mi ex esposa insistía en hacerlo ella y ni siquiera en ese momento sospeché nada de su traición. Cuando Eiran nació fue cuando comencé a aprender, gracias a eso ahora puedo prepararle cosas así a mi hijo. — Sonrió ligeramente mientras terminaba de emplatar la comida y cerraba con cuidado el bentō para meterlo a la fiambrera térmica junto a sus respectivos cubiertos. — — No quiero que a mi hijo le falte el amor ni siquiera en su comida.
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  • Un mensaje ¿Divino?
    Fandom Sin Fandom
    Categoría Fantasía
    Rol con Elina Drakon

    Un trono vacío que ansiaba el regreso del monarca legendario, una sala solitaria en el que las audiencias con el monarca eran tan concurrentes, y un reino que dedicaba gran devoción y admiración hacia dicho monarca. Ahora, todo eso ya no importaba, como todo en esta vida nada se escapa al tiempo ni a la ruina.

    Aquella sala vacía tan solo era una vieja memoria existente qué poco a poco iba a ser carcomiendo por el tiempo, mientras sus muros lentamente colapsan o se desintegran piedra por piedra. Todo un réquiem silencioso hacia aquellos que lucharon con honor y cayeron ante la vergüenza de la traición.
    Rol con [zephyr_black_ape_711] Un trono vacío que ansiaba el regreso del monarca legendario, una sala solitaria en el que las audiencias con el monarca eran tan concurrentes, y un reino que dedicaba gran devoción y admiración hacia dicho monarca. Ahora, todo eso ya no importaba, como todo en esta vida nada se escapa al tiempo ni a la ruina. Aquella sala vacía tan solo era una vieja memoria existente qué poco a poco iba a ser carcomiendo por el tiempo, mientras sus muros lentamente colapsan o se desintegran piedra por piedra. Todo un réquiem silencioso hacia aquellos que lucharon con honor y cayeron ante la vergüenza de la traición.
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  • Confían.
    Oh, cómo confían…
    Como si el corazón ajeno no ardiera también por el filo,como si las lenguas no supieran disfrazarse de abrigo.

    Depositan su alma en manos temblorosas, ciegan los ojos con promesas hermosas, y caminan al borde del abismo pensando que alguien más los sostendrá.

    ¿Acaso no saben que los hilos se enredan?
    Que quien abraza puede estrangular,
    que la palabra que cura también puede hundir, que la mano extendida puede empujar…

    Yo lo he visto.
    He cortado hilos que se aferraban a otros como náufragos a su ilusión final,
    y al soltarlos, no gritaban por mí,
    sino por la traición que no vieron venir.

    Porque la confianza…
    Es un vino dulce con fondo de veneno,
    una espada que entregas por voluntad propia sin saber si cortará el aire o tu cuello.

    Y aun así…
    Confían.
    Como si no existiera el final.
    Como si yo no estuviera aquí.
    Esperando.
    Siempre.
    Confían. Oh, cómo confían… Como si el corazón ajeno no ardiera también por el filo,como si las lenguas no supieran disfrazarse de abrigo. Depositan su alma en manos temblorosas, ciegan los ojos con promesas hermosas, y caminan al borde del abismo pensando que alguien más los sostendrá. ¿Acaso no saben que los hilos se enredan? Que quien abraza puede estrangular, que la palabra que cura también puede hundir, que la mano extendida puede empujar… Yo lo he visto. He cortado hilos que se aferraban a otros como náufragos a su ilusión final, y al soltarlos, no gritaban por mí, sino por la traición que no vieron venir. Porque la confianza… Es un vino dulce con fondo de veneno, una espada que entregas por voluntad propia sin saber si cortará el aire o tu cuello. Y aun así… Confían. Como si no existiera el final. Como si yo no estuviera aquí. Esperando. Siempre.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Combate Épico: Akane Queen Ishtar vs Azuka Ishtar Yokin
    “Rompe linajes” vs “La heredera ardiente”

    ♤ Escenario: Arenal maldito del Valle Eterno — Un territorio sellado por el linaje Ishtar, donde los ecos del pasado resuenan con cada paso, y el cielo es teñido de rojo por la historia de sangre y traición.

    Habilidades y Presencias:

    Akane Queen Ishtar
    ✮ Portadora de un linaje híbrido entre la cruel emperatriz ogresa Jennifer y la familia real Ishtar.

    ✮ Control parcial de una energía oscura que se alimenta de emociones profundas como rabia, amor y orgullo.

    ✮ Espadachina instintiva, con una técnica salvaje que combina fuerza bruta y precisión emocional.

    ✮ Su energía puede deformar sombras y tensar el entorno como si el aire mismo se volviera cuchilla.

    Azuka Ishtar Yokin
    ♨ Heredera directa del fuego ancestral de los Ishtar.

    ♨ Su aura incandescente puede elevar la temperatura del ambiente, afectando el espacio mismo.

    ♨ Posee un dominio impecable del combate cuerpo a cuerpo, elegante y demoledor.

    ♨ Sus flamas no queman por calor, sino por juicio: son manifestación del linaje, del castigo, del honor.

    El Choque
    Desde las primeras palabras, el enfrentamiento era inevitable. Las declaraciones de Azuka menospreciando a Yuna, madre de Akane, fueron la chispa que encendió una batalla que no solo era física, sino ideológica: linaje contra elección, pureza contra mezcla, poder heredado contra fuerza construida.

    Akane, aún con menos experiencia, mostró una rabia refinada, visceral y precisa. Sus ataques eran brutales, pero no ciegos. Cada golpe llevaba consigo años de humillación acumulada, de respeto negado, de amor protegido con furia.

    Azuka resistía. Con una postura elegante, arrogante, sus movimientos eran pulidos, medidos. Defendía no solo su posición, sino su visión del mundo. Pero poco a poco, Akane empezó a penetrar su defensa, cortándola, sangrándola… haciéndola sentir.

    En un giro inesperado, Azuka reveló parte de su verdadera forma, envolviéndose en llamas doradas que la transformaron en una entidad divina y bestial a la vez. Un solo movimiento bastó para atravesar a Akane, dejándola al borde del colapso. Pero en lugar de caer, la híbrida se levantó, y con rabia ancestral, le arrancó el cuerno a su hermana.

    Ese acto no fue un golpe… fue una declaración de independencia. Un símbolo.

    Resultado: Inconcluso:
    Azuka se retiró, herida pero no derrotada. Reconoció a su hermana como algo más que una “híbrida”. La llamó por su nombre.

    Akane, en cambio, quedó sangrante, tambaleante… pero de pie. No ganó. No perdió. Rompio algo mucho más grande que un cuerpo: un sistema.

    Ambas quedaron marcadas. La guerra no terminó, solo cambió de forma.

    Frase final:
    Azuka:
    "Si cortas un cuerno de mi cabeza, dejaré de llamarte híbrida… y te llamaré por tu nombre."

    Akane:
    "No fui forjada para heredar tronos… fui forjada para romperlos."
    ⚔️ Combate Épico: Akane Queen Ishtar vs Azuka Ishtar Yokin “Rompe linajes” vs “La heredera ardiente” ♤ Escenario: Arenal maldito del Valle Eterno — Un territorio sellado por el linaje Ishtar, donde los ecos del pasado resuenan con cada paso, y el cielo es teñido de rojo por la historia de sangre y traición. 🩸 Habilidades y Presencias: 🔮 Akane Queen Ishtar ✮ Portadora de un linaje híbrido entre la cruel emperatriz ogresa Jennifer y la familia real Ishtar. ✮ Control parcial de una energía oscura que se alimenta de emociones profundas como rabia, amor y orgullo. ✮ Espadachina instintiva, con una técnica salvaje que combina fuerza bruta y precisión emocional. ✮ Su energía puede deformar sombras y tensar el entorno como si el aire mismo se volviera cuchilla. 🔥 Azuka Ishtar Yokin ♨ Heredera directa del fuego ancestral de los Ishtar. ♨ Su aura incandescente puede elevar la temperatura del ambiente, afectando el espacio mismo. ♨ Posee un dominio impecable del combate cuerpo a cuerpo, elegante y demoledor. ♨ Sus flamas no queman por calor, sino por juicio: son manifestación del linaje, del castigo, del honor. 💥 El Choque Desde las primeras palabras, el enfrentamiento era inevitable. Las declaraciones de Azuka menospreciando a Yuna, madre de Akane, fueron la chispa que encendió una batalla que no solo era física, sino ideológica: linaje contra elección, pureza contra mezcla, poder heredado contra fuerza construida. Akane, aún con menos experiencia, mostró una rabia refinada, visceral y precisa. Sus ataques eran brutales, pero no ciegos. Cada golpe llevaba consigo años de humillación acumulada, de respeto negado, de amor protegido con furia. Azuka resistía. Con una postura elegante, arrogante, sus movimientos eran pulidos, medidos. Defendía no solo su posición, sino su visión del mundo. Pero poco a poco, Akane empezó a penetrar su defensa, cortándola, sangrándola… haciéndola sentir. En un giro inesperado, Azuka reveló parte de su verdadera forma, envolviéndose en llamas doradas que la transformaron en una entidad divina y bestial a la vez. Un solo movimiento bastó para atravesar a Akane, dejándola al borde del colapso. Pero en lugar de caer, la híbrida se levantó, y con rabia ancestral, le arrancó el cuerno a su hermana. Ese acto no fue un golpe… fue una declaración de independencia. Un símbolo. ⚖️ Resultado: Inconcluso: Azuka se retiró, herida pero no derrotada. Reconoció a su hermana como algo más que una “híbrida”. La llamó por su nombre. Akane, en cambio, quedó sangrante, tambaleante… pero de pie. No ganó. No perdió. Rompio algo mucho más grande que un cuerpo: un sistema. Ambas quedaron marcadas. La guerra no terminó, solo cambió de forma. 🩸 Frase final: Azuka: "Si cortas un cuerno de mi cabeza, dejaré de llamarte híbrida… y te llamaré por tu nombre." Akane: "No fui forjada para heredar tronos… fui forjada para romperlos."
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  • Habitación | Luz tenue | Tú frente al espejo con el top blanco]

    Tú ajustas el top blanco y giras un poco frente al espejo. Mortis, el gato negro con ojos como abismos, está en la cama, con una pata elegantemente cruzada sobre la otra y su cola moviéndose con desdén.

    Tú (mirándote al espejo):
    — ¿Me queda el blanco, Mortis?

    Mortis (alzando lentamente la cabeza, con expresión juzgona):
    — Blanco… —dice con una pausa dramática—. Color de vírgenes, novicias… y traición encubierta.
    (Salta de la cama y se acerca a ti con pasos silenciosos)
    — Pero en ti, rojita... —dice entrecerrando los ojos— es una ironía exquisita. Es como si la luna quisiera jugar a ser sol.
    (Ahora está sentado a tus pies, mirándote con intensidad felina)

    Tú (riendo):
    — ¿Entonces sí me queda?

    Mortis (ronroneando con sarcasmo):
    — Te queda tan bien que me ofende no haberlo predicho. Aunque…
    (se levanta, da una vuelta a tu alrededor y se detiene mirándote de perfil)
    — Si alguien osa decir lo contrario… haré que prueben mis garras.
    (Saca una uña lentamente, solo por dramatismo)

    Tú (cruzando los brazos):
    — ¿Estás celoso?

    Mortis (bostezando exageradamente):
    — Celoso no. Superior. Pero incluso yo reconozco el arte cuando lo veo.
    (Salta a la cama de nuevo, como si el debate ya estuviera cerrado)
    — Ahora, acércate a la ventana. Ese ángulo sí es digno de una tragedia griega… o al menos, de mi Instagram.

    Habitación | Luz tenue | Tú frente al espejo con el top blanco] Tú ajustas el top blanco y giras un poco frente al espejo. Mortis, el gato negro con ojos como abismos, está en la cama, con una pata elegantemente cruzada sobre la otra y su cola moviéndose con desdén. Tú (mirándote al espejo): — ¿Me queda el blanco, Mortis? Mortis (alzando lentamente la cabeza, con expresión juzgona): — Blanco… —dice con una pausa dramática—. Color de vírgenes, novicias… y traición encubierta. (Salta de la cama y se acerca a ti con pasos silenciosos) — Pero en ti, rojita... —dice entrecerrando los ojos— es una ironía exquisita. Es como si la luna quisiera jugar a ser sol. (Ahora está sentado a tus pies, mirándote con intensidad felina) Tú (riendo): — ¿Entonces sí me queda? Mortis (ronroneando con sarcasmo): — Te queda tan bien que me ofende no haberlo predicho. Aunque… (se levanta, da una vuelta a tu alrededor y se detiene mirándote de perfil) — Si alguien osa decir lo contrario… haré que prueben mis garras. (Saca una uña lentamente, solo por dramatismo) Tú (cruzando los brazos): — ¿Estás celoso? Mortis (bostezando exageradamente): — Celoso no. Superior. Pero incluso yo reconozco el arte cuando lo veo. (Salta a la cama de nuevo, como si el debate ya estuviera cerrado) — Ahora, acércate a la ventana. Ese ángulo sí es digno de una tragedia griega… o al menos, de mi Instagram.
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  • Escena: “No toques mi garra, humana”

    Luna lo sostenía con cuidado, tijeras en mano, mientras le acariciaba la patita.

    —Solo una uñita, Mortis… no seas dramático.

    Mortis entrecerró los ojos y pensó:

    "¿Dramático? ¿¡DramÁTICO!? Tú me estás tomando la pata como si fueras una florista y yo, un bonsái maldito. ¡Suelta mi extremidad, bruja!"

    —Ya casi…

    "Casi es la palabra que antecede a la traición, Lunática. Suelta eso antes de que invoque a Bastet para maldecir tus cejas."

    Luna apenas recortó un milímetro de la garra cuando Mortis soltó un chillido desgarrador y se lanzó como proyectil sobre el respaldo del sofá.

    Desde allí arriba, con los ojos dilatados y el lomo erizado, murmuró en su mente:

    "Cuando caiga la noche… te haré pis en los libros."

    Anyel entró justo entonces, con una bolsa de pan y su clásico comentario:

    —¿Otra vez lo estás traumando?

    —¡Le corté una uñita!

    Mortis giró la cabeza lentamente, con una mirada que quemaba almas:

    "Dile adiós a tus audífonos, rojito. Esa será mi ofrenda de paz… o de guerra."
    Escena: “No toques mi garra, humana” Luna lo sostenía con cuidado, tijeras en mano, mientras le acariciaba la patita. —Solo una uñita, Mortis… no seas dramático. Mortis entrecerró los ojos y pensó: "¿Dramático? ¿¡DramÁTICO!? Tú me estás tomando la pata como si fueras una florista y yo, un bonsái maldito. ¡Suelta mi extremidad, bruja!" —Ya casi… "Casi es la palabra que antecede a la traición, Lunática. Suelta eso antes de que invoque a Bastet para maldecir tus cejas." Luna apenas recortó un milímetro de la garra cuando Mortis soltó un chillido desgarrador y se lanzó como proyectil sobre el respaldo del sofá. Desde allí arriba, con los ojos dilatados y el lomo erizado, murmuró en su mente: "Cuando caiga la noche… te haré pis en los libros." Anyel entró justo entonces, con una bolsa de pan y su clásico comentario: —¿Otra vez lo estás traumando? —¡Le corté una uñita! Mortis giró la cabeza lentamente, con una mirada que quemaba almas: "Dile adiós a tus audífonos, rojito. Esa será mi ofrenda de paz… o de guerra."
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  • ❦ ─ 𝓣𝓮𝓪𝓼𝓮𝓻 𝓓𝓮𝓬𝓮𝓶𝓫𝓮𝓻 𝟐𝟏

    El Ojo de Gazú: fue un supuesto artefacto que permite ver la verdad detrás de todas las realidades… a cambio de lo más íntimo que uno posee: El alma....

    Sin embargo, Este "Ojo" no muestra la verdad, sino todas las verdades al mismo tiempo, y eso puede quebrar la mente....

    (Tu, puedes ver a través de él.... Pero verás todo y nada al mismo tiempo, decepción y traición, felicidad y lealtad, muerte y vida. ¿Que lado quieres ver? )
    ❦ ─ 𝓣𝓮𝓪𝓼𝓮𝓻 𝓓𝓮𝓬𝓮𝓶𝓫𝓮𝓻 𝟐𝟏 El Ojo de Gazú: fue un supuesto artefacto que permite ver la verdad detrás de todas las realidades… a cambio de lo más íntimo que uno posee: El alma.... Sin embargo, Este "Ojo" no muestra la verdad, sino todas las verdades al mismo tiempo, y eso puede quebrar la mente.... (Tu, puedes ver a través de él.... Pero verás todo y nada al mismo tiempo, decepción y traición, felicidad y lealtad, muerte y vida. ¿Que lado quieres ver? ) 👁️
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  • Ubicación: Antigua Biblioteca Abrahamsson.
    Hora: 11:37 p.m.
    Estado del cielo: Nublado. Amenaza tormenta.




    La puerta de hierro crujió como si tuviera alma propia y no quería dejarla entrar. Pero Toska Brock no era del tipo que pide permiso. Nunca lo fue. Con cada paso, sus botas mojadas dejaban un rastro como si la lluvia se negara a abandonarla del todo, como si el agua supiera que esa chica no caminaba sola.

    El abrigo negro ondeaba tras de ella, largo hasta casi el suelo, mientras su cabello rubio —pegado a su rostro por la humedad— le daba ese aire de guerrera antigua recién salida de un poema maldito.

    Llevaba el arete izquierdo vibrando de forma sutil, casi imperceptible para cualquiera que no la conociera. Pero ella sí lo notaba. Venora también. Y esa incomodidad compartida hablaba sin palabras. No estaban allí por gusto, ni por azar. Algo las había llevado hasta esa biblioteca abandonada. Algo que sabía su nombre.

    Venora murmuró, desde dentro de su mente:

    —¿Segura que esto no es una trampa, periodista? Porque huele a traición con olor a encuadernación vieja.

    Toska no respondió. Sonrió de medio lado.
    La trampa era parte del encanto.

    El lugar estaba en penumbras, con estantes llenos de polvo y libros maltratados, pero se podía sentir que no estaba vacía. Alguien más ya estaba allí. Toska lo supo desde que cruzó la puerta. Su instinto, afilado como una cuchilla de sarcasmo, no solía fallar.

    Y entonces la vio.

    Sentada al fondo, iluminada apenas por la luz tenue de un viejo ventanal roto, estaba Nia Xavier.

    No necesitaba que se presentara. Toska sabía leer las historias antes de que fueran escritas. Su postura, su mirada, esa contención elegante que parecía a punto de estallar. Todo en ella gritaba “Xavier”, pero algo estaba fuera de lugar. No era una telépata. No había poder mental. Había gravedad. Literalmente.

    Toska caminó hasta ella sin apuro.
    Sin miedo.
    Con la grabadora en un bolsillo y su cuaderno de tinta morada en la mano.

    Se detuvo a unos metros, escaneándola como quien analiza una constelación extraña.

    —No sabes lo raro que es encontrar a alguien con apellido de peso que no pueda silenciarte con solo mirarte a los ojos —Dijo, alzando una ceja con aire curioso, como si fuera una científica del alma.

    Se sentó en una silla maltrecha, sin pedir permiso. Se cruzó de piernas, sacó su libreta, y pulsó la grabadora.

    —Soy Toska Brock. Periodista. Bloguera de la Deep Web. Hija de Gillian, sobrina del caos y... bueno, no te importa eso, ¿verdad?

    La sonrisa que siguió fue afilada, como un bisturí.

    —Lo que quiero saber es esto:
    ¿Cómo se sobrevive a ser la hermana del mutante más conocido del planeta...
    ...sin explotar de gravedad emocional por dentro?

    La pregunta flotó. Literalmente.

    Y Venora, desde dentro de su mente, rió con suavidad.
    Una risa con eco.
    Una risa que sabía que estaban por abrir algo peligroso.


    𝐍𝐈𝐀 𝐗𝐀𝐕𝐈𝐄𝐑
    Ubicación: Antigua Biblioteca Abrahamsson. Hora: 11:37 p.m. Estado del cielo: Nublado. Amenaza tormenta. La puerta de hierro crujió como si tuviera alma propia y no quería dejarla entrar. Pero Toska Brock no era del tipo que pide permiso. Nunca lo fue. Con cada paso, sus botas mojadas dejaban un rastro como si la lluvia se negara a abandonarla del todo, como si el agua supiera que esa chica no caminaba sola. El abrigo negro ondeaba tras de ella, largo hasta casi el suelo, mientras su cabello rubio —pegado a su rostro por la humedad— le daba ese aire de guerrera antigua recién salida de un poema maldito. Llevaba el arete izquierdo vibrando de forma sutil, casi imperceptible para cualquiera que no la conociera. Pero ella sí lo notaba. Venora también. Y esa incomodidad compartida hablaba sin palabras. No estaban allí por gusto, ni por azar. Algo las había llevado hasta esa biblioteca abandonada. Algo que sabía su nombre. Venora murmuró, desde dentro de su mente: —¿Segura que esto no es una trampa, periodista? Porque huele a traición con olor a encuadernación vieja. Toska no respondió. Sonrió de medio lado. La trampa era parte del encanto. El lugar estaba en penumbras, con estantes llenos de polvo y libros maltratados, pero se podía sentir que no estaba vacía. Alguien más ya estaba allí. Toska lo supo desde que cruzó la puerta. Su instinto, afilado como una cuchilla de sarcasmo, no solía fallar. Y entonces la vio. Sentada al fondo, iluminada apenas por la luz tenue de un viejo ventanal roto, estaba Nia Xavier. No necesitaba que se presentara. Toska sabía leer las historias antes de que fueran escritas. Su postura, su mirada, esa contención elegante que parecía a punto de estallar. Todo en ella gritaba “Xavier”, pero algo estaba fuera de lugar. No era una telépata. No había poder mental. Había gravedad. Literalmente. Toska caminó hasta ella sin apuro. Sin miedo. Con la grabadora en un bolsillo y su cuaderno de tinta morada en la mano. Se detuvo a unos metros, escaneándola como quien analiza una constelación extraña. —No sabes lo raro que es encontrar a alguien con apellido de peso que no pueda silenciarte con solo mirarte a los ojos —Dijo, alzando una ceja con aire curioso, como si fuera una científica del alma. Se sentó en una silla maltrecha, sin pedir permiso. Se cruzó de piernas, sacó su libreta, y pulsó la grabadora. —Soy Toska Brock. Periodista. Bloguera de la Deep Web. Hija de Gillian, sobrina del caos y... bueno, no te importa eso, ¿verdad? La sonrisa que siguió fue afilada, como un bisturí. —Lo que quiero saber es esto: ¿Cómo se sobrevive a ser la hermana del mutante más conocido del planeta... ...sin explotar de gravedad emocional por dentro? La pregunta flotó. Literalmente. Y Venora, desde dentro de su mente, rió con suavidad. Una risa con eco. Una risa que sabía que estaban por abrir algo peligroso. [GRAVITYDIAM0NDS]
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