• 𝚁𝙴𝚃𝚄𝚁𝙽 𝚃𝙾 𝚃𝙷𝙴 𝙷𝚄𝙽𝚃
    Fandom Supernatural
    Categoría Acción
    Desperto en el cuarto de motel que compartía con el mayor de sus hijos, giró la cabeza sobre la almohada y miró en dirección a la segunda cama individual; Dean dormía profundamente con una mano metida debajo de la almohada y rocando por lo bajo, pero no por aparentar un sueño profundo significaba que no iba a despertarse de golpe ante el menor ruido en la habitación por lo que tenia que ser cuidadoso. Probablemente jamás lo admitiria en voz alta, pero estaba orgulloso de los excelentes cazadores que había formado, estaba orgulloso de Dean y de Sam; a pesar de estar molesto con este último por haberse marchado del nido, estaba orgulloso de ellos por todas las criaturas que habían eliminado sin su ayuda.

    El reloj en la mesa de noche marcaba poco más de las cinco de la mañana, no era de extrañarse que despertara por si solo en ese horario. Una costumbre arraigada, forjada durante sus años en el ejército y gracias a eso no era esclavo de ningún despertador.

    Se deslizó con cuidado sobre el colchón, tratando de no provocar ningún chirrido de los resortes. Se colgó el bolso al hombro, tomo las llaves de la camioneta, dejo las del impala sobre la mesa y garabateo una nota rápida que decía: "Dean, volvere en un par de días. Encargate de la cacería programada para los próximos días, llevate el impala, nos vemos pronto". Dejo la nota sobre la mesa de noche, observo a su hijo dormir por un par de segundos y se escabullo de la habitacion sin hacer ruido.

    Una vez fuera, empujo la camioneta un par de metros para no despertar a Dean con el sonido del motor. Afortunadamente acababa de llegar un camión con una exhausto conductor con intención de pasar la noche en ese lugar y John aprovecho el sonido de ese motor para encubrir el de su camioneta.

    Encendió la radio cuando tomo el desvío hacia la carretera, envío un último mensaje tanto para Bill como para su esposa Ellen; comunicandoles que iba en camino hacia su bar; Harvelle's Roadhouse. Un refugio y punto de encuentro para cazadores, allí solían intercambiar armas, debatir sobre criaturas sobrenaturales y hasta disputarse quien o quienes se encargaban de eliminar a tal o cual bestia.

    Condujo durante tres horas, solo para encontrarse con un clima lluvioso al estacionar en la entrada del bar. Bajo de la camioneta usando su chaqueta como paraguas, en ese breve trayecto se percató de que habían algunos coches que veía por primera y asumió que habían cazadores nuevos. No estaba en desacuerdo con incluir a más mientras fuesen competentes, las nueva camadas eran hijos o incluso nietos de otros cazadores; pero al menos se contentaba en saber que solo recibiría cumplidos para sus propios hijos, no le había comentado a nadie lo de Sam y esperaba manterlo así.

    Cruzó la puertas de entrada y lo primero que vio fue a Bill regañando a su hija Jo. El hombre extendía la mano de forma impaciente, aguardando a que la rubia le entragase algo, definitivamente a su amigo le faltaba tener algo de "mano dura" y educadar mejor a su hija.

    Por curiosidad, se sentó en una banqueta de la barra para contemplar discretamente la escena. En ese momento Ellen apareció y le sirvió una botella de cerveza.

    ──Otra vez trato de cazar por su cuenta. No importa lo que su padre le diga, quiere formar parte de esto, pero aún no esta lista... No todos tenemos la suerte de tener unos muchachos tan obedientes como los tuyos, John── Le comento divertida, el experto cazador tomó el cumplido aunque no alardeo sobre ello.

    ──Mis hijos también tuvieron su etapa de rebeldía en la que se saltaban mis reglas. Lo único que necesitas para enderezarlos es ser estricto pero también se requiere mucha paciencia. ── Vio como Jo dejaba de mala gana un cuchillo sobre la mano de su padre y se marchaba por la puerta de atrás del bar, en donde tenían su hogar y John acoto algo más. ──No sean duros con ella, ya aprenderá... ──

    Eve Duvall
    Desperto en el cuarto de motel que compartía con el mayor de sus hijos, giró la cabeza sobre la almohada y miró en dirección a la segunda cama individual; Dean dormía profundamente con una mano metida debajo de la almohada y rocando por lo bajo, pero no por aparentar un sueño profundo significaba que no iba a despertarse de golpe ante el menor ruido en la habitación por lo que tenia que ser cuidadoso. Probablemente jamás lo admitiria en voz alta, pero estaba orgulloso de los excelentes cazadores que había formado, estaba orgulloso de Dean y de Sam; a pesar de estar molesto con este último por haberse marchado del nido, estaba orgulloso de ellos por todas las criaturas que habían eliminado sin su ayuda. El reloj en la mesa de noche marcaba poco más de las cinco de la mañana, no era de extrañarse que despertara por si solo en ese horario. Una costumbre arraigada, forjada durante sus años en el ejército y gracias a eso no era esclavo de ningún despertador. Se deslizó con cuidado sobre el colchón, tratando de no provocar ningún chirrido de los resortes. Se colgó el bolso al hombro, tomo las llaves de la camioneta, dejo las del impala sobre la mesa y garabateo una nota rápida que decía: "Dean, volvere en un par de días. Encargate de la cacería programada para los próximos días, llevate el impala, nos vemos pronto". Dejo la nota sobre la mesa de noche, observo a su hijo dormir por un par de segundos y se escabullo de la habitacion sin hacer ruido. Una vez fuera, empujo la camioneta un par de metros para no despertar a Dean con el sonido del motor. Afortunadamente acababa de llegar un camión con una exhausto conductor con intención de pasar la noche en ese lugar y John aprovecho el sonido de ese motor para encubrir el de su camioneta. Encendió la radio cuando tomo el desvío hacia la carretera, envío un último mensaje tanto para Bill como para su esposa Ellen; comunicandoles que iba en camino hacia su bar; Harvelle's Roadhouse. Un refugio y punto de encuentro para cazadores, allí solían intercambiar armas, debatir sobre criaturas sobrenaturales y hasta disputarse quien o quienes se encargaban de eliminar a tal o cual bestia. Condujo durante tres horas, solo para encontrarse con un clima lluvioso al estacionar en la entrada del bar. Bajo de la camioneta usando su chaqueta como paraguas, en ese breve trayecto se percató de que habían algunos coches que veía por primera y asumió que habían cazadores nuevos. No estaba en desacuerdo con incluir a más mientras fuesen competentes, las nueva camadas eran hijos o incluso nietos de otros cazadores; pero al menos se contentaba en saber que solo recibiría cumplidos para sus propios hijos, no le había comentado a nadie lo de Sam y esperaba manterlo así. Cruzó la puertas de entrada y lo primero que vio fue a Bill regañando a su hija Jo. El hombre extendía la mano de forma impaciente, aguardando a que la rubia le entragase algo, definitivamente a su amigo le faltaba tener algo de "mano dura" y educadar mejor a su hija. Por curiosidad, se sentó en una banqueta de la barra para contemplar discretamente la escena. En ese momento Ellen apareció y le sirvió una botella de cerveza. ──Otra vez trato de cazar por su cuenta. No importa lo que su padre le diga, quiere formar parte de esto, pero aún no esta lista... No todos tenemos la suerte de tener unos muchachos tan obedientes como los tuyos, John── Le comento divertida, el experto cazador tomó el cumplido aunque no alardeo sobre ello. ──Mis hijos también tuvieron su etapa de rebeldía en la que se saltaban mis reglas. Lo único que necesitas para enderezarlos es ser estricto pero también se requiere mucha paciencia. ── Vio como Jo dejaba de mala gana un cuchillo sobre la mano de su padre y se marchaba por la puerta de atrás del bar, en donde tenían su hogar y John acoto algo más. ──No sean duros con ella, ya aprenderá... ── [TREME.WITCH]
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  • El mirador se alzaba desde el punto más alto de la colina. A sus pies, el mundo se extendía en una vista increíblemente preciosa: una ciudad agradable y hermosa, rodeada en la distancia por montañas escarpadas cubiertas de bruma, esa que descendía tranquila entre los árboles, silenciosa, espectral. Las luces de la ciudad titilaban como un mar de luceros que parecían un reflejo terrenal de las estrellas plateadas que brillaban en el firmamento. Afro cerró los ojos y sonrió.

    No era una sorpresa que hubiese elegido aquel lugar como residencia tras su exilio del reino de los inmortales. Como todo, no era perfecta, también tenía su cuota de defectos y contras, pero a pesar de ello, entre la rapidez de la vida urbana, el tráfico incesante, era una ciudad en donde se podía vivir cómodamente. No era una sorpresa que allí fuera el lugar en donde comenzó una nueva vida… como una humana más.

    O, al menos, lo más cercano a ello que podía permitirse una deidad mayor.

    El mirador estaba solitario y el único sonido audible era el del viento susurrando entre las hojas de los árboles. Afro apoyó los brazos sobre el barandal, el frio del metal le caló en los huesos, pero no borró esa expresión meditativa en su rostro. Desde hacía unos días algo la mantenía inquieta: tenía sueños extraños que la despertaban a mitad de la noche, cuyos significados no conseguía descifrar. Afro no era una deidad profética; no tenía esa clase de poderes que le permitían adentrarse entre las sombras y vislumbrar el destino en los hilos de las Moiras. Sin embargo, cuando "Él" necesitaba algo de ella, le mostraba esa clase de señales. Y por algún motivo todas la habían guiado hasta ese lugar.

    Quería que la diosa fuese encontrada en ese sitio.

    ────¿Me has estado buscando? —una pregunta suave, como si hablara con el aire. Pero que quizás hubiera alguien quién pudiera responderla.

    Aikaterine Ouro
    El mirador se alzaba desde el punto más alto de la colina. A sus pies, el mundo se extendía en una vista increíblemente preciosa: una ciudad agradable y hermosa, rodeada en la distancia por montañas escarpadas cubiertas de bruma, esa que descendía tranquila entre los árboles, silenciosa, espectral. Las luces de la ciudad titilaban como un mar de luceros que parecían un reflejo terrenal de las estrellas plateadas que brillaban en el firmamento. Afro cerró los ojos y sonrió. No era una sorpresa que hubiese elegido aquel lugar como residencia tras su exilio del reino de los inmortales. Como todo, no era perfecta, también tenía su cuota de defectos y contras, pero a pesar de ello, entre la rapidez de la vida urbana, el tráfico incesante, era una ciudad en donde se podía vivir cómodamente. No era una sorpresa que allí fuera el lugar en donde comenzó una nueva vida… como una humana más. O, al menos, lo más cercano a ello que podía permitirse una deidad mayor. El mirador estaba solitario y el único sonido audible era el del viento susurrando entre las hojas de los árboles. Afro apoyó los brazos sobre el barandal, el frio del metal le caló en los huesos, pero no borró esa expresión meditativa en su rostro. Desde hacía unos días algo la mantenía inquieta: tenía sueños extraños que la despertaban a mitad de la noche, cuyos significados no conseguía descifrar. Afro no era una deidad profética; no tenía esa clase de poderes que le permitían adentrarse entre las sombras y vislumbrar el destino en los hilos de las Moiras. Sin embargo, cuando "Él" necesitaba algo de ella, le mostraba esa clase de señales. Y por algún motivo todas la habían guiado hasta ese lugar. Quería que la diosa fuese encontrada en ese sitio. ────¿Me has estado buscando? —una pregunta suave, como si hablara con el aire. Pero que quizás hubiera alguien quién pudiera responderla. [Mercenary1x]
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  • ⠀⠀"En la cima, siempre estarás solo", una frase que atesoró al paso de los siglos, porque su verdad siempre fue absoluta. Desde que tiene memoria, y sus talentos afloraron en batalla, no había piedra u obstáculo que no pudiera domar.

    ⠀⠀Su cabellera, blanca y pura, se teñía en carmesí de forma habitual, el denso ambiente tribal de una salvaje naturaleza, incluso más que un puma; la humana. En constante crecimiento, una marea que no paraba de arrasar con todo, barcos, enemigos y... amigos.

    ⠀⠀Clavaba su espada, tallada en hueso y marcada con el espiral de su gente, en un macabro suelo, tierra húmeda rodeada de gente que alguna vez compartió sus ideales, otros se oponían y otros simplemente querían huir, pero incautos del peligro quedaron atrapados. No sentía remordimientos por almas que no escogieron morir, pero sí se sentía celoso, de aquellos que aun podían experimentar la adrenalina de la muerte cercana. De un combate que hirviera la sangre, y callara los pensamientos.
    ⠀⠀Pero eso se había ido. Una imagen tan vívida de una añoranza, un recuerdo feliz que jamás llegó.

    ⠀⠀Despertó. Aturdido por el sueño prolongado, tardada había sido aquella sesión de meditación que se enfrascó en el mundo de lo onírico. Su mente comenzó a confabular, pero esa pradera solitaria, solo iluminada por un atardecer familiar.

    ⠀⠀Justo como el de ese recuerdo...

    ⠀⠀Qué dicha aquellos que podían morir dándolo todo. Pero no era su caso, tendría que seguir buscando, y lo haría. Porque no había propósito más grande que su ego.
    ⠀⠀El fantasma del pueblo calchaquí se levantó de su cama de hojas, tomó su saco y continuó su camino.

    ⠀⠀Un rumbo incierto que esperaba, lo llevara a vivir combates impresionantes.




    ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀⠀"En la cima, siempre estarás solo", una frase que atesoró al paso de los siglos, porque su verdad siempre fue absoluta. Desde que tiene memoria, y sus talentos afloraron en batalla, no había piedra u obstáculo que no pudiera domar. ⠀⠀Su cabellera, blanca y pura, se teñía en carmesí de forma habitual, el denso ambiente tribal de una salvaje naturaleza, incluso más que un puma; la humana. En constante crecimiento, una marea que no paraba de arrasar con todo, barcos, enemigos y... amigos. ⠀⠀Clavaba su espada, tallada en hueso y marcada con el espiral de su gente, en un macabro suelo, tierra húmeda rodeada de gente que alguna vez compartió sus ideales, otros se oponían y otros simplemente querían huir, pero incautos del peligro quedaron atrapados. No sentía remordimientos por almas que no escogieron morir, pero sí se sentía celoso, de aquellos que aun podían experimentar la adrenalina de la muerte cercana. De un combate que hirviera la sangre, y callara los pensamientos. ⠀⠀Pero eso se había ido. Una imagen tan vívida de una añoranza, un recuerdo feliz que jamás llegó. ⠀⠀Despertó. Aturdido por el sueño prolongado, tardada había sido aquella sesión de meditación que se enfrascó en el mundo de lo onírico. Su mente comenzó a confabular, pero esa pradera solitaria, solo iluminada por un atardecer familiar. ⠀⠀Justo como el de ese recuerdo... ⠀⠀Qué dicha aquellos que podían morir dándolo todo. Pero no era su caso, tendría que seguir buscando, y lo haría. Porque no había propósito más grande que su ego. ⠀⠀El fantasma del pueblo calchaquí se levantó de su cama de hojas, tomó su saco y continuó su camino. ⠀⠀Un rumbo incierto que esperaba, lo llevara a vivir combates impresionantes. ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀
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  • Pque me quedo muda
    Prendida en tu mirada
    Porque todo es lejano
    Porque sin ti ya no hay más nada
    Porque no existen hadas
    Ni príncipes, ni sueños
    Porque todo es mentira
    Porque sin ti ya no hay más vida
    Ya no hay más vida
    Pque me quedo muda Prendida en tu mirada Porque todo es lejano Porque sin ti ya no hay más nada Porque no existen hadas Ni príncipes, ni sueños Porque todo es mentira Porque sin ti ya no hay más vida Ya no hay más vida
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  • Cosas sin "utilidad" de Toby.

    ∟Capacidad de saber en segundos el dia de la semana que fue un dia en el calendario de (casi) cualquier año.
    ∟ Saber más de 50 decimales de Pi (π)
    ∟ El mejor para cuidar y mantener plantas de todo tipo.
    ∟ Rapidez para la geolocalización.
    ∟ Lectura e interpretación de mapas y distancias.
    ∟ Facilidad de lectura de planos y manuales.
    ∟ Capacidad de supervivencia en la intemperie.
    ∟ Funcional con 4 horas de sueño.
    ∟Poliglota: Entiende Ingles (Nativo), Alemán(Nativo), Frances, Italiano, Español, Rumano. Pero nunca los habla (le da pena)
    Cosas sin "utilidad" de Toby. ∟Capacidad de saber en segundos el dia de la semana que fue un dia en el calendario de (casi) cualquier año. ∟ Saber más de 50 decimales de Pi (π) ∟ El mejor para cuidar y mantener plantas de todo tipo. ∟ Rapidez para la geolocalización. ∟ Lectura e interpretación de mapas y distancias. ∟ Facilidad de lectura de planos y manuales. ∟ Capacidad de supervivencia en la intemperie. ∟ Funcional con 4 horas de sueño. ∟Poliglota: Entiende Ingles (Nativo), Alemán(Nativo), Frances, Italiano, Español, Rumano. Pero nunca los habla (le da pena)
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  • — En ese momento comenzó el sueño de la Cenicienta.
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    El apartamento de Ryu — La nota que ya no está

    Vuelvo por las calles con la mente hecha un torbellino.
    Ryu… Akane… la Luna… Selin…
    Y el corazón, ese traidor, dando pasos distintos a los míos.

    Cuando llego al edificio, subo los peldaños casi sin respirar.
    Solo quiero entrar, recuperar la nota antes de que la vea.
    No puedo darle esperanzas si esta noche debo entregarme al sueño,
    a Selin,
    a la Luna rota.

    Me cuelo por la ventana como antes, ligera, acostumbrada.
    Pero la nota ya no está.

    Y entonces…

    Esa presencia detrás de mí, suave como un murmullo,
    filosa como un colmillo.

    —No sabemos llamar a la puerta, cachorrita? —

    Su voz me recorre la columna como un escalofrío dulce-amargo.

    Me giro sobresaltada y me río, nerviosa, con la piel erizada.

    —Ryu…! — suspiro.

    Me acerco a ella.
    Siempre me acerco demasiado sin querer, o queriendo.
    Con Ryu nunca sé.

    —Pensaba que te pasarías más tarde… —dice, reclinándose contra la mesa.
    El brazo apoyado, la mano sosteniendo la cara,
    la sonrisa ladeada que deja ver esos colmillitos que me pueden.

    Esa manera suya de mirarme…
    No es atención.
    No es escucha.
    Es estudio.
    Es inspección.
    Es algo que no sé descifrar sin quedarme temblando por dentro.

    —No podré… —le explico— Por eso vengo ahora.

    Le cuento la perturbación lunar, el temblor en el cielo,
    el susurro de Akane,
    la necesidad de dormir esta noche para buscar a Selin.

    Ryu no dice nada al principio.
    Solo me mira.
    Me mira como si en lugar de palabras buscara grietas.

    Se levanta despacio.
    Se acerca aún más despacio.

    —Volverás pronto… ¿verdad? —pregunta, bajito.
    Como si la duda le picara el alma.

    La afirmación se me escapa como si fuese más promesa que verdad.

    —Volveré. Lo prometo.

    Y entonces viene el abrazo.
    Ese abrazo que no tendría por qué durar tanto…
    pero dura.
    Y duele.
    Porque sostiene algo que ninguna de las dos dice.

    La estrecho fuerte, demasiado fuerte, como si pudiera pedirle perdón por adelantado.
    Y aun así, el abrazo termina.
    Siempre termina antes de lo que me pide el pecho.

    Cuando me separo, siento el hueco de su calor vaciándome.

    Salgo del apartamento con el eco de su olor,
    de su piel,
    de su silencio.

    Y mientras camino, pienso:

    ¿Qué estoy haciendo?
    ¿A quién engaño?

    ¿Por qué mi alma sigue partiéndose entre dos lunas?
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El apartamento de Ryu — La nota que ya no está Vuelvo por las calles con la mente hecha un torbellino. Ryu… Akane… la Luna… Selin… Y el corazón, ese traidor, dando pasos distintos a los míos. Cuando llego al edificio, subo los peldaños casi sin respirar. Solo quiero entrar, recuperar la nota antes de que la vea. No puedo darle esperanzas si esta noche debo entregarme al sueño, a Selin, a la Luna rota. Me cuelo por la ventana como antes, ligera, acostumbrada. Pero la nota ya no está. Y entonces… Esa presencia detrás de mí, suave como un murmullo, filosa como un colmillo. —No sabemos llamar a la puerta, cachorrita? — Su voz me recorre la columna como un escalofrío dulce-amargo. Me giro sobresaltada y me río, nerviosa, con la piel erizada. —Ryu…! — suspiro. Me acerco a ella. Siempre me acerco demasiado sin querer, o queriendo. Con Ryu nunca sé. —Pensaba que te pasarías más tarde… —dice, reclinándose contra la mesa. El brazo apoyado, la mano sosteniendo la cara, la sonrisa ladeada que deja ver esos colmillitos que me pueden. Esa manera suya de mirarme… No es atención. No es escucha. Es estudio. Es inspección. Es algo que no sé descifrar sin quedarme temblando por dentro. —No podré… —le explico— Por eso vengo ahora. Le cuento la perturbación lunar, el temblor en el cielo, el susurro de Akane, la necesidad de dormir esta noche para buscar a Selin. Ryu no dice nada al principio. Solo me mira. Me mira como si en lugar de palabras buscara grietas. Se levanta despacio. Se acerca aún más despacio. —Volverás pronto… ¿verdad? —pregunta, bajito. Como si la duda le picara el alma. La afirmación se me escapa como si fuese más promesa que verdad. —Volveré. Lo prometo. Y entonces viene el abrazo. Ese abrazo que no tendría por qué durar tanto… pero dura. Y duele. Porque sostiene algo que ninguna de las dos dice. La estrecho fuerte, demasiado fuerte, como si pudiera pedirle perdón por adelantado. Y aun así, el abrazo termina. Siempre termina antes de lo que me pide el pecho. Cuando me separo, siento el hueco de su calor vaciándome. Salgo del apartamento con el eco de su olor, de su piel, de su silencio. Y mientras camino, pienso: ¿Qué estoy haciendo? ¿A quién engaño? ¿Por qué mi alma sigue partiéndose entre dos lunas?
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    El apartamento de Ryu — La nota que ya no está

    Vuelvo por las calles con la mente hecha un torbellino.
    Ryu… Akane… la Luna… Selin…
    Y el corazón, ese traidor, dando pasos distintos a los míos.

    Cuando llego al edificio, subo los peldaños casi sin respirar.
    Solo quiero entrar, recuperar la nota antes de que la vea.
    No puedo darle esperanzas si esta noche debo entregarme al sueño,
    a Selin,
    a la Luna rota.

    Me cuelo por la ventana como antes, ligera, acostumbrada.
    Pero la nota ya no está.

    Y entonces…

    Esa presencia detrás de mí, suave como un murmullo,
    filosa como un colmillo.

    —No sabemos llamar a la puerta, cachorrita? —

    Su voz me recorre la columna como un escalofrío dulce-amargo.

    Me giro sobresaltada y me río, nerviosa, con la piel erizada.

    —Ryu…! — suspiro.

    Me acerco a ella.
    Siempre me acerco demasiado sin querer, o queriendo.
    Con Ryu nunca sé.

    —Pensaba que te pasarías más tarde… —dice, reclinándose contra la mesa.
    El brazo apoyado, la mano sosteniendo la cara,
    la sonrisa ladeada que deja ver esos colmillitos que me pueden.

    Esa manera suya de mirarme…
    No es atención.
    No es escucha.
    Es estudio.
    Es inspección.
    Es algo que no sé descifrar sin quedarme temblando por dentro.

    —No podré… —le explico— Por eso vengo ahora.

    Le cuento la perturbación lunar, el temblor en el cielo,
    el susurro de Akane,
    la necesidad de dormir esta noche para buscar a Selin.

    Ryu no dice nada al principio.
    Solo me mira.
    Me mira como si en lugar de palabras buscara grietas.

    Se levanta despacio.
    Se acerca aún más despacio.

    —Volverás pronto… ¿verdad? —pregunta, bajito.
    Como si la duda le picara el alma.

    La afirmación se me escapa como si fuese más promesa que verdad.

    —Volveré. Lo prometo.

    Y entonces viene el abrazo.
    Ese abrazo que no tendría por qué durar tanto…
    pero dura.
    Y duele.
    Porque sostiene algo que ninguna de las dos dice.

    La estrecho fuerte, demasiado fuerte, como si pudiera pedirle perdón por adelantado.
    Y aun así, el abrazo termina.
    Siempre termina antes de lo que me pide el pecho.

    Cuando me separo, siento el hueco de su calor vaciándome.

    Salgo del apartamento con el eco de su olor,
    de su piel,
    de su silencio.

    Y mientras camino, pienso:

    ¿Qué estoy haciendo?
    ¿A quién engaño?

    ¿Por qué mi alma sigue partiéndose entre dos lunas?
    Me entristece
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    El apartamento de Ryu — La nota que ya no está

    Vuelvo por las calles con la mente hecha un torbellino.
    Ryu… Akane… la Luna… Selin…
    Y el corazón, ese traidor, dando pasos distintos a los míos.

    Cuando llego al edificio, subo los peldaños casi sin respirar.
    Solo quiero entrar, recuperar la nota antes de que la vea.
    No puedo darle esperanzas si esta noche debo entregarme al sueño,
    a Selin,
    a la Luna rota.

    Me cuelo por la ventana como antes, ligera, acostumbrada.
    Pero la nota ya no está.

    Y entonces…

    Esa presencia detrás de mí, suave como un murmullo,
    filosa como un colmillo.

    —No sabemos llamar a la puerta, cachorrita? —

    Su voz me recorre la columna como un escalofrío dulce-amargo.

    Me giro sobresaltada y me río, nerviosa, con la piel erizada.

    —Ryu…! — suspiro.

    Me acerco a ella.
    Siempre me acerco demasiado sin querer, o queriendo.
    Con Ryu nunca sé.

    —Pensaba que te pasarías más tarde… —dice, reclinándose contra la mesa.
    El brazo apoyado, la mano sosteniendo la cara,
    la sonrisa ladeada que deja ver esos colmillitos que me pueden.

    Esa manera suya de mirarme…
    No es atención.
    No es escucha.
    Es estudio.
    Es inspección.
    Es algo que no sé descifrar sin quedarme temblando por dentro.

    —No podré… —le explico— Por eso vengo ahora.

    Le cuento la perturbación lunar, el temblor en el cielo,
    el susurro de Akane,
    la necesidad de dormir esta noche para buscar a Selin.

    Ryu no dice nada al principio.
    Solo me mira.
    Me mira como si en lugar de palabras buscara grietas.

    Se levanta despacio.
    Se acerca aún más despacio.

    —Volverás pronto… ¿verdad? —pregunta, bajito.
    Como si la duda le picara el alma.

    La afirmación se me escapa como si fuese más promesa que verdad.

    —Volveré. Lo prometo.

    Y entonces viene el abrazo.
    Ese abrazo que no tendría por qué durar tanto…
    pero dura.
    Y duele.
    Porque sostiene algo que ninguna de las dos dice.

    La estrecho fuerte, demasiado fuerte, como si pudiera pedirle perdón por adelantado.
    Y aun así, el abrazo termina.
    Siempre termina antes de lo que me pide el pecho.

    Cuando me separo, siento el hueco de su calor vaciándome.

    Salgo del apartamento con el eco de su olor,
    de su piel,
    de su silencio.

    Y mientras camino, pienso:

    ¿Qué estoy haciendo?
    ¿A quién engaño?

    ¿Por qué mi alma sigue partiéndose entre dos lunas?
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El apartamento de Ryu — La nota que ya no está Vuelvo por las calles con la mente hecha un torbellino. Ryu… Akane… la Luna… Selin… Y el corazón, ese traidor, dando pasos distintos a los míos. Cuando llego al edificio, subo los peldaños casi sin respirar. Solo quiero entrar, recuperar la nota antes de que la vea. No puedo darle esperanzas si esta noche debo entregarme al sueño, a Selin, a la Luna rota. Me cuelo por la ventana como antes, ligera, acostumbrada. Pero la nota ya no está. Y entonces… Esa presencia detrás de mí, suave como un murmullo, filosa como un colmillo. —No sabemos llamar a la puerta, cachorrita? — Su voz me recorre la columna como un escalofrío dulce-amargo. Me giro sobresaltada y me río, nerviosa, con la piel erizada. —Ryu…! — suspiro. Me acerco a ella. Siempre me acerco demasiado sin querer, o queriendo. Con Ryu nunca sé. —Pensaba que te pasarías más tarde… —dice, reclinándose contra la mesa. El brazo apoyado, la mano sosteniendo la cara, la sonrisa ladeada que deja ver esos colmillitos que me pueden. Esa manera suya de mirarme… No es atención. No es escucha. Es estudio. Es inspección. Es algo que no sé descifrar sin quedarme temblando por dentro. —No podré… —le explico— Por eso vengo ahora. Le cuento la perturbación lunar, el temblor en el cielo, el susurro de Akane, la necesidad de dormir esta noche para buscar a Selin. Ryu no dice nada al principio. Solo me mira. Me mira como si en lugar de palabras buscara grietas. Se levanta despacio. Se acerca aún más despacio. —Volverás pronto… ¿verdad? —pregunta, bajito. Como si la duda le picara el alma. La afirmación se me escapa como si fuese más promesa que verdad. —Volveré. Lo prometo. Y entonces viene el abrazo. Ese abrazo que no tendría por qué durar tanto… pero dura. Y duele. Porque sostiene algo que ninguna de las dos dice. La estrecho fuerte, demasiado fuerte, como si pudiera pedirle perdón por adelantado. Y aun así, el abrazo termina. Siempre termina antes de lo que me pide el pecho. Cuando me separo, siento el hueco de su calor vaciándome. Salgo del apartamento con el eco de su olor, de su piel, de su silencio. Y mientras camino, pienso: ¿Qué estoy haciendo? ¿A quién engaño? ¿Por qué mi alma sigue partiéndose entre dos lunas?
    Me entristece
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    La perturbación lunar

    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


    ---

    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La perturbación lunar Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma… …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos. La necesito. La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia. Así que me dirijo a su apartamento. No está en casa. La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana. Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama: > “Pasaré a verte más tarde. No huyas de mí. —L.” Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila. --- De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto. La luna está escondida tras el día, pero la siento igual. Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos… …sino a ella. Akane me intercepta en el pasillo principal. Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse. Akane: —Lili… hay una perturbación. La miro sin entender del todo. Yo: —¿Perturbación? ¿Dónde? Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno. Pero yo también lo siento ahora: un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares. Akane: —En ella. La Luna. Los espíritus están inquietos. Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo. Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando. Un escalofrío me recorre. No es miedo. Es… reconocimiento. Selin. Su voz aún arde en mi memoria: > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.” La luna nueva. La sombra liberada. Akane devorada y renacida. Mi “Renge”. Algo se ha reactivado en el cosmos. Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne: Akane: —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche. Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna. Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió. Yo: —¿Selin…? Ella niega suavemente. Akane: —Algo más profundo que tu abuela. Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis. Siento el golpe en el pecho. Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo. Mis manos tiemblan sin querer. Akane me observa… pero no cruza la distancia. No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado. Akane (suavemente): —Lili… No vayas sola. Trago saliva. Pienso en Ryu. En la nota que le dejé. En la necesidad de verla. En lo que la luna está reclamando. Y digo, casi en un susurro: Yo: —No sé quién quiere verme primero… si la Luna… o ella. La perturbación se intensifica. El día se vuelve más pálido. Las sombras más densas. La luna, incluso invisible, está llamando. Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
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    La perturbación lunar

    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


    ---

    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
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    La perturbación lunar

    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


    ---

    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La perturbación lunar Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma… …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos. La necesito. La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia. Así que me dirijo a su apartamento. No está en casa. La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana. Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama: > “Pasaré a verte más tarde. No huyas de mí. —L.” Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila. --- De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto. La luna está escondida tras el día, pero la siento igual. Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos… …sino a ella. Akane me intercepta en el pasillo principal. Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse. Akane: —Lili… hay una perturbación. La miro sin entender del todo. Yo: —¿Perturbación? ¿Dónde? Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno. Pero yo también lo siento ahora: un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares. Akane: —En ella. La Luna. Los espíritus están inquietos. Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo. Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando. Un escalofrío me recorre. No es miedo. Es… reconocimiento. Selin. Su voz aún arde en mi memoria: > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.” La luna nueva. La sombra liberada. Akane devorada y renacida. Mi “Renge”. Algo se ha reactivado en el cosmos. Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne: Akane: —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche. Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna. Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió. Yo: —¿Selin…? Ella niega suavemente. Akane: —Algo más profundo que tu abuela. Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis. Siento el golpe en el pecho. Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo. Mis manos tiemblan sin querer. Akane me observa… pero no cruza la distancia. No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado. Akane (suavemente): —Lili… No vayas sola. Trago saliva. Pienso en Ryu. En la nota que le dejé. En la necesidad de verla. En lo que la luna está reclamando. Y digo, casi en un susurro: Yo: —No sé quién quiere verme primero… si la Luna… o ella. La perturbación se intensifica. El día se vuelve más pálido. Las sombras más densas. La luna, incluso invisible, está llamando. Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
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