El Starter empieza dónde acaba el rol con Jenny Queen Orc de un resumen extraído de la cuenta baneada.
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"Entran en conflicto el espacio y el tiempo"
Aikaterine Ouro Tsukumo Sana Espacio
El vacío no tiene temperatura. No hay frío, no hay calor. No hay nada que respirar, ni siquiera un pensamiento que suene dentro de mi cabeza.
Solo silencio. Y una claridad tan absoluta que parece arrancarme las sombras de la piel.
Camino… o creo que camino. No hay suelo, pero mis pasos suenan. No hay eco, pero algo responde.
Y ahí está: una habitación diminuta en medio de la nada. Una puerta abierta hacia un sueño infantil.
Tú.
Una niña. Pequeña, luminosa, con ojos que contienen galaxias girando a la deriva.
Tus manos sostienen una estrella como quien sostiene una canica.
Soplas y nace una nebulosa. Ríes, y un cometa atraviesa la habitación.
Intento llamarte.
Nada.
Mi voz muere en la garganta, porque aquí no hay aire, ni vibración, ni materia que transporte el sonido.
Entonces grito sin voz, y mis labios se mueven en vano, hasta que me hundo.
El suelo —ese suelo que no existía— me traga.
Caigo.
Cuando abro los ojos, ya no hay habitación.
Solo el espacio. Infinito, vivo, latiendo.
Y tú, ahí, sentada sobre el arco invisible de una órbita, moviendo planetas con la punta de los dedos, te detienes.
Tus ojos se alzan y por primera vez me ves.
Y en ese instante, el universo se queda quieto.
No sé si respiro, no sé si sigo viva, no sé siquiera si esto es existir.
Solo puedo mirarte, temblando, mientras una pregunta —la única que sobrevive dentro de mí— logra escapar de mi alma:
—¿Eres… la muerte?
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"Entran en conflicto el espacio y el tiempo"
Aikaterine Ouro Tsukumo Sana Espacio
El vacío no tiene temperatura. No hay frío, no hay calor. No hay nada que respirar, ni siquiera un pensamiento que suene dentro de mi cabeza.
Solo silencio. Y una claridad tan absoluta que parece arrancarme las sombras de la piel.
Camino… o creo que camino. No hay suelo, pero mis pasos suenan. No hay eco, pero algo responde.
Y ahí está: una habitación diminuta en medio de la nada. Una puerta abierta hacia un sueño infantil.
Tú.
Una niña. Pequeña, luminosa, con ojos que contienen galaxias girando a la deriva.
Tus manos sostienen una estrella como quien sostiene una canica.
Soplas y nace una nebulosa. Ríes, y un cometa atraviesa la habitación.
Intento llamarte.
Nada.
Mi voz muere en la garganta, porque aquí no hay aire, ni vibración, ni materia que transporte el sonido.
Entonces grito sin voz, y mis labios se mueven en vano, hasta que me hundo.
El suelo —ese suelo que no existía— me traga.
Caigo.
Cuando abro los ojos, ya no hay habitación.
Solo el espacio. Infinito, vivo, latiendo.
Y tú, ahí, sentada sobre el arco invisible de una órbita, moviendo planetas con la punta de los dedos, te detienes.
Tus ojos se alzan y por primera vez me ves.
Y en ese instante, el universo se queda quieto.
No sé si respiro, no sé si sigo viva, no sé siquiera si esto es existir.
Solo puedo mirarte, temblando, mientras una pregunta —la única que sobrevive dentro de mí— logra escapar de mi alma:
—¿Eres… la muerte?
El Starter empieza dónde acaba el rol con [queen_0] de un resumen extraído de la cuenta baneada.
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"Entran en conflicto el espacio y el tiempo"
[Mercenary1x] [blaze_titanium_scorpion_916]
El vacío no tiene temperatura. No hay frío, no hay calor. No hay nada que respirar, ni siquiera un pensamiento que suene dentro de mi cabeza.
Solo silencio. Y una claridad tan absoluta que parece arrancarme las sombras de la piel.
Camino… o creo que camino. No hay suelo, pero mis pasos suenan. No hay eco, pero algo responde.
Y ahí está: una habitación diminuta en medio de la nada. Una puerta abierta hacia un sueño infantil.
Tú.
Una niña. Pequeña, luminosa, con ojos que contienen galaxias girando a la deriva.
Tus manos sostienen una estrella como quien sostiene una canica.
Soplas y nace una nebulosa. Ríes, y un cometa atraviesa la habitación.
Intento llamarte.
Nada.
Mi voz muere en la garganta, porque aquí no hay aire, ni vibración, ni materia que transporte el sonido.
Entonces grito sin voz, y mis labios se mueven en vano, hasta que me hundo.
El suelo —ese suelo que no existía— me traga.
Caigo.
Cuando abro los ojos, ya no hay habitación.
Solo el espacio. Infinito, vivo, latiendo.
Y tú, ahí, sentada sobre el arco invisible de una órbita, moviendo planetas con la punta de los dedos, te detienes.
Tus ojos se alzan y por primera vez me ves.
Y en ese instante, el universo se queda quieto.
No sé si respiro, no sé si sigo viva, no sé siquiera si esto es existir.
Solo puedo mirarte, temblando, mientras una pregunta —la única que sobrevive dentro de mí— logra escapar de mi alma:
—¿Eres… la muerte?

