• - Pose para la buena suerte. Pidan un deseo [?] -


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  • Fue una noche larga. Demasiado. Pero ahora más que nunca le constaba que debía ser el pilar y el soporte, más no solo de Angel, sino también de sus hijos.
    Como no podía ser de otra forma, ambos se despertaron demasiadas ocasiones en la noche, asustados, miedosos, inseguros... No le extrañaba que aquella noche y las posteriores ambos tuvieran pesadillas. Había sido demasiado para dos niños tan pequeños... Pero también se sabía culpable de esos acontecimientos.

    Los amaba, demasiado, igual que Angel. Y, al igual que su prometido, había criado a esos dos pequeños en una esfera de cristal demasiado frágil para el infernal mundo en el que ahora vivían. Creer que podrían mantener aquella inocencia por mucho tiempo fue, no solo egoísta, sino estúpido.
    ¿Las consecuencias? Allí estaba. Dos niños cuya ilusión se había desmoronado y ahora, desamparados, deberían enfrentarse a la crueldad del infierno sin haber tenido las herramientas necesarias para hacerlo. Y, para empeorar aún más la situación, Angel no se había sentido precisamente bien.

    La falta de sueño le estaba pasando factura ahora, pero se negaba a rendirse ante el sueño. Tras revisar los vendajes que mantenían en su sitio las alas de su pequeña, se quedó recostado a su lado en la cama. Ambos pequeños volviendo a dormir y no los culpaba.
    Los observó con cansancio angustioso. Casi pensativo... Entonces extendió una mano, tomando su celular que rara vez usaba y ni hablar de tenerlo encima. También debió de ponerse sus lentes para poder ver apropiadamente una letra tan pequeña... ¿Quién demonios había inventado ese sistema de mierda? También se había tomado el atrevimiento de tomar el móvil de Angel, rebuscando entre sus contactos hasta que encontró a quien buscaba.
    Tomando una foto de los niños, descansando, procedió a enviar la foto a Arackniss con un único texto que acompañaba la imagen con un "Estarán bien". No era idiota, a pesar de su actuada diferencia el día anterior, se había dado cuenta del aprecio por sus hijos.
    Fue una noche larga. Demasiado. Pero ahora más que nunca le constaba que debía ser el pilar y el soporte, más no solo de Angel, sino también de sus hijos. Como no podía ser de otra forma, ambos se despertaron demasiadas ocasiones en la noche, asustados, miedosos, inseguros... No le extrañaba que aquella noche y las posteriores ambos tuvieran pesadillas. Había sido demasiado para dos niños tan pequeños... Pero también se sabía culpable de esos acontecimientos. Los amaba, demasiado, igual que Angel. Y, al igual que su prometido, había criado a esos dos pequeños en una esfera de cristal demasiado frágil para el infernal mundo en el que ahora vivían. Creer que podrían mantener aquella inocencia por mucho tiempo fue, no solo egoísta, sino estúpido. ¿Las consecuencias? Allí estaba. Dos niños cuya ilusión se había desmoronado y ahora, desamparados, deberían enfrentarse a la crueldad del infierno sin haber tenido las herramientas necesarias para hacerlo. Y, para empeorar aún más la situación, Angel no se había sentido precisamente bien. La falta de sueño le estaba pasando factura ahora, pero se negaba a rendirse ante el sueño. Tras revisar los vendajes que mantenían en su sitio las alas de su pequeña, se quedó recostado a su lado en la cama. Ambos pequeños volviendo a dormir y no los culpaba. Los observó con cansancio angustioso. Casi pensativo... Entonces extendió una mano, tomando su celular que rara vez usaba y ni hablar de tenerlo encima. También debió de ponerse sus lentes para poder ver apropiadamente una letra tan pequeña... ¿Quién demonios había inventado ese sistema de mierda? También se había tomado el atrevimiento de tomar el móvil de Angel, rebuscando entre sus contactos hasta que encontró a quien buscaba. Tomando una foto de los niños, descansando, procedió a enviar la foto a [Grumpyspid3r] con un único texto que acompañaba la imagen con un "Estarán bien". No era idiota, a pesar de su actuada diferencia el día anterior, se había dado cuenta del aprecio por sus hijos.
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  • — ¿Será que sólo en sueños nos volveremos a ver? —
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  • *Siendo una noche tranquila y aburrida suspire*

    - Mmm… ¿Qué podría hacer hoy…? Hace mucho que no hago un buen caos, creo que va siendo hora y así me desahogo un poco~.

    *Sentado en el borde de un edificio alto incline la cabeza hacia ambos lados para crujirme los huesos del cuello y finalmente con los dedos entrelazados crují estos para obrar mi magia, sin gestos ni canticos todo empezó, en las calles tranquilas de Tokyo comenzaron a surgir de las sombras criaturas sacadas de las peores pesadillas de la humanidad, algunas criaturas tenían formas grotescas con garras y filas de dientes afilados, otras se deformaban para volverse a formar en otra totalmente distinta, otras simplemente eran sombras que acechaban a su presa y las hacían desaparecer, pero aquello solo era el principio, objetos inanimados cobraban vida con formas monstruosas, una farola podía tener un ojo gigante como cabezal donde le saldría una lengua larguísima por el cuello y patas de araña para moverse, un simple cubo de basura al pasar por su lado atacaría abriendo sus fauces para comerte cual mímico, etc.

    Todo aquello hizo que se me dibujara una amplia sonrisa con solo escuchar los gritos de terror de las personas, pero cierta parte de mi hizo que solo hubieran personas adultas dejando de lado a los críos metidos en casa para que estuvieran a salvo, al fin y al cabo la fusión de ambos Max de tiempos distintos se había completado, una de las criaturas de pesadilla cuadrúpeda y peluda la cual podría medir perfectamente los 3 metros se me acerco por la espalda lentamente, hasta que se quedó a mi lado tumbado y posando su cabeza sobre mi regazo, aun esbozando aquella sonrisa acaricie la cabeza de la criatura mientras veía el paisaje tan caótico que había formado, donde algunos edificios comenzaron a derrumbarse y otros a salir en llamas*

    - *Suspiro* Como echaba de menos hacer estas cosas… y ahora que no tengo otra voz en mi cabeza dándome la lata es muchísimo mejor~ ¿a qué sí, mi engendrito de las pesadillas? ¿a que así se está mejor? Claro que siii~.

    *Le empecé a hacerle carantoñas a la criatura como si fuera mi mascota, mientras al fondo del paisaje apareció un gigantesco gusano emerger del suelo formando un arco con su cuerpo y volviendose a meter bajo tierra*
    *Siendo una noche tranquila y aburrida suspire* - Mmm… ¿Qué podría hacer hoy…? Hace mucho que no hago un buen caos, creo que va siendo hora y así me desahogo un poco~. *Sentado en el borde de un edificio alto incline la cabeza hacia ambos lados para crujirme los huesos del cuello y finalmente con los dedos entrelazados crují estos para obrar mi magia, sin gestos ni canticos todo empezó, en las calles tranquilas de Tokyo comenzaron a surgir de las sombras criaturas sacadas de las peores pesadillas de la humanidad, algunas criaturas tenían formas grotescas con garras y filas de dientes afilados, otras se deformaban para volverse a formar en otra totalmente distinta, otras simplemente eran sombras que acechaban a su presa y las hacían desaparecer, pero aquello solo era el principio, objetos inanimados cobraban vida con formas monstruosas, una farola podía tener un ojo gigante como cabezal donde le saldría una lengua larguísima por el cuello y patas de araña para moverse, un simple cubo de basura al pasar por su lado atacaría abriendo sus fauces para comerte cual mímico, etc. Todo aquello hizo que se me dibujara una amplia sonrisa con solo escuchar los gritos de terror de las personas, pero cierta parte de mi hizo que solo hubieran personas adultas dejando de lado a los críos metidos en casa para que estuvieran a salvo, al fin y al cabo la fusión de ambos Max de tiempos distintos se había completado, una de las criaturas de pesadilla cuadrúpeda y peluda la cual podría medir perfectamente los 3 metros se me acerco por la espalda lentamente, hasta que se quedó a mi lado tumbado y posando su cabeza sobre mi regazo, aun esbozando aquella sonrisa acaricie la cabeza de la criatura mientras veía el paisaje tan caótico que había formado, donde algunos edificios comenzaron a derrumbarse y otros a salir en llamas* - *Suspiro* Como echaba de menos hacer estas cosas… y ahora que no tengo otra voz en mi cabeza dándome la lata es muchísimo mejor~ ¿a qué sí, mi engendrito de las pesadillas? ¿a que así se está mejor? Claro que siii~. *Le empecé a hacerle carantoñas a la criatura como si fuera mi mascota, mientras al fondo del paisaje apareció un gigantesco gusano emerger del suelo formando un arco con su cuerpo y volviendose a meter bajo tierra*
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  • Escrito en las paredes
    Fandom Hellaverse/Hazbin Hotel
    Categoría Otros
    Habían pasado ya algunos días y el cruce de palabras o siquiera miradas entre el rey y quien más estuviera en el hotel era mínimo, por no decir inexistente.
    Era evidente que de nuevo sus pensamientos lo estaban consumiendo y, sumado a ello, evitaba especialmente a cierto molesto botones que parecía haberle dado al menos un poco de paz mientras tanto, pero el gusto era extraño.

    Mientras más pasaba hundido en su propia mente y menos en las discusiones, de nuevo los pensamientos intrusivos se iban acumulando y fue entonces cuando recordó aquellas palabras, como un eco distante, pero llegó a su cabeza la imagen distorsionada y su voz.

    Su canto... era verdad que podía expresar mucho con la voz y lo había dejado de hacer hace tanto tiempo que incluso le costaba, pero volvía entonces a recordar esa tarde, un par de minutos apenas, pero que dejaron huella.
    Tomando un respiro profundo, caminó hacia el ventanal, observando desde su torre la ciudad, oscura y poco apoco en ruinas, pero no siempre fue de esa manera.

    Pasando la mano por el cristal como si de limpiar la mugre se tratara, fue entonces que lo vio, un espejismo del pasado mostrando cada edificio en su antigua gloria, cuando recién construyó todo desde la nada misma, piedra por piedra, a mano, pues no tenía a Keekee como ahora formaba parte del hotel y menos mano de obra.
    Abriendo las puertas, caminó por el balcón, tomando aire y comenzando a cantar suavemente, apenas dejando que su voz fuera llevada con el viento pero, al paso de los compases, era cada vez más audible, con más sentimiento, extendiendo las alas para arrojarse al vacío y, al poco de tocar el suelo, volver a elevarse, dejando que una estela dorada proyectara la misma imagen que él veía en su cabeza a quien fuera capaz de distinguirlo.

    Los años no solo habían sido crueles con las construcciones, también con él que había dejado partes de sí en todo lo que ahora veían los pecadores con desprecio, como si no fuera más que escombro, sin saber que era el mismo Lucifer quien buscó erguir un infierno majestuoso en el cual recibir a todos los pecadores, darles un segundo hogar tras la muerte y perder todo lo que en vida conocían, pisoteándolo.

    https://www.youtube.com/watch?v=jJD-UIB60vs&list=RDjJD-UIB60vs&start_radio=1
    Habían pasado ya algunos días y el cruce de palabras o siquiera miradas entre el rey y quien más estuviera en el hotel era mínimo, por no decir inexistente. Era evidente que de nuevo sus pensamientos lo estaban consumiendo y, sumado a ello, evitaba especialmente a cierto molesto botones que parecía haberle dado al menos un poco de paz mientras tanto, pero el gusto era extraño. Mientras más pasaba hundido en su propia mente y menos en las discusiones, de nuevo los pensamientos intrusivos se iban acumulando y fue entonces cuando recordó aquellas palabras, como un eco distante, pero llegó a su cabeza la imagen distorsionada y su voz. Su canto... era verdad que podía expresar mucho con la voz y lo había dejado de hacer hace tanto tiempo que incluso le costaba, pero volvía entonces a recordar esa tarde, un par de minutos apenas, pero que dejaron huella. Tomando un respiro profundo, caminó hacia el ventanal, observando desde su torre la ciudad, oscura y poco apoco en ruinas, pero no siempre fue de esa manera. Pasando la mano por el cristal como si de limpiar la mugre se tratara, fue entonces que lo vio, un espejismo del pasado mostrando cada edificio en su antigua gloria, cuando recién construyó todo desde la nada misma, piedra por piedra, a mano, pues no tenía a Keekee como ahora formaba parte del hotel y menos mano de obra. Abriendo las puertas, caminó por el balcón, tomando aire y comenzando a cantar suavemente, apenas dejando que su voz fuera llevada con el viento pero, al paso de los compases, era cada vez más audible, con más sentimiento, extendiendo las alas para arrojarse al vacío y, al poco de tocar el suelo, volver a elevarse, dejando que una estela dorada proyectara la misma imagen que él veía en su cabeza a quien fuera capaz de distinguirlo. Los años no solo habían sido crueles con las construcciones, también con él que había dejado partes de sí en todo lo que ahora veían los pecadores con desprecio, como si no fuera más que escombro, sin saber que era el mismo Lucifer quien buscó erguir un infierno majestuoso en el cual recibir a todos los pecadores, darles un segundo hogar tras la muerte y perder todo lo que en vida conocían, pisoteándolo. https://www.youtube.com/watch?v=jJD-UIB60vs&list=RDjJD-UIB60vs&start_radio=1
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  • Tuve ese raro sueño otra vez..

    𝐊𝐞𝐧𝐬𝐮𝐤𝐞
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  • — Se habían quedado dormidos, cuando finalmente el trabajo les había dado un descanso, al instante se organizaron para pasar todo el día juntos. Salieron, cenaron, hicieron alguna tontería y terminaron en casa de Daniel, como ya se estaba haciendo casi costumbre. Como era de esperarse, una vez puertas adentro, la desesperación por el cuerpo del otro floreció en un instante, empujándolos a la acción sin tenerle el más mínimo cuidado a lo demás.
    Se les fue el tiempo, siempre les pasaba cuando estaban juntos haciendo cualquier cosa, a Daniel no le importaba, sentía que últimamente podría dedicarle cada instante de su tiempo sin ningún remordimiento, era perfecto.

    Eventualmente se quedaron dormidos, pretendieron ver una película, pero el cansancio de sus cuerpos los derrotó en minutos. Estaban cansados por el largo día, pero no parecían cansarse de estar juntos, por eso, al despertar después de un rato, ya con los brazos adormecidos por la posición incómoda en el sofá, el más jóven murmuró algo sobre que se quedara esa noche, mientras se ponía de pie —aún adormilado— y se dirigía a la habitación tomándolo torpemente se la mano.

    Una vez allí ocurrieron dos cosas, que por separado no hubieran tenido ningún efecto, pero que juntas podían desatar unas cuantas intrigas en el mayor y un problema para Daniel.
    Dejó la luz encendida, a veces lo hacia, una tenue luz fría que armonizaba la habitación y, aún entre su sueño, se quitó la camiseta que llevaba — probablemente por el calor, una costumbre que ya tenía al dormir — y así se acostó al lado de su novio, quedando dormido al instante.

    Daniel dormía profundamente, tenía el sueño muy pesado y había que sacudirlo un poco para despertarlo, se encontraba boca abajo, con sus brazos debajo de la cabeza y el cuerpo semi destapado. Fue en esa posición, bajo la luz débil, que en la espalda del modelo podía distinguirse algo peculiar: dos marcas perfectamente simétricas, arriba y al centro, a ambos lados de la columna, allí parecían hacerse espejo y no se veían como manchas en la piel, tenían un ligero relieve, como cicatrices.

    Al ver eso cualquiera podría conectar un par de cables y entender porque Daniel siempre ocultaba su espalda, lo hacía de forma sutil, pero lo hacía. Restricciones en la ropa que modelaba, rechazos a sesiones en la playa, evitar en encaje y las aberturas, en la intimidad la luz siempre apagada, jamás le daba la espalda a Eunwoo cuando lo tenía muy cerca. Todo eso parecian pequeños descuidos o coincidencias, pero bajo análisis tenía sentido y es que no era algo fácil de ignorar si se veía, sobre todo en un modelo.

    El jóven y su novio nunca habían dormido juntos hasta entonces, al menos no se habían quedado a dormir juntos por las noches, por lo que tal descuido no sería posible hasta entonces, donde el jóven dormía tranquilamente, sin advertir nada de lo que pasaba en el mundo real.—

    Eunwoo Kim
    — Se habían quedado dormidos, cuando finalmente el trabajo les había dado un descanso, al instante se organizaron para pasar todo el día juntos. Salieron, cenaron, hicieron alguna tontería y terminaron en casa de Daniel, como ya se estaba haciendo casi costumbre. Como era de esperarse, una vez puertas adentro, la desesperación por el cuerpo del otro floreció en un instante, empujándolos a la acción sin tenerle el más mínimo cuidado a lo demás. Se les fue el tiempo, siempre les pasaba cuando estaban juntos haciendo cualquier cosa, a Daniel no le importaba, sentía que últimamente podría dedicarle cada instante de su tiempo sin ningún remordimiento, era perfecto. Eventualmente se quedaron dormidos, pretendieron ver una película, pero el cansancio de sus cuerpos los derrotó en minutos. Estaban cansados por el largo día, pero no parecían cansarse de estar juntos, por eso, al despertar después de un rato, ya con los brazos adormecidos por la posición incómoda en el sofá, el más jóven murmuró algo sobre que se quedara esa noche, mientras se ponía de pie —aún adormilado— y se dirigía a la habitación tomándolo torpemente se la mano. Una vez allí ocurrieron dos cosas, que por separado no hubieran tenido ningún efecto, pero que juntas podían desatar unas cuantas intrigas en el mayor y un problema para Daniel. Dejó la luz encendida, a veces lo hacia, una tenue luz fría que armonizaba la habitación y, aún entre su sueño, se quitó la camiseta que llevaba — probablemente por el calor, una costumbre que ya tenía al dormir — y así se acostó al lado de su novio, quedando dormido al instante. Daniel dormía profundamente, tenía el sueño muy pesado y había que sacudirlo un poco para despertarlo, se encontraba boca abajo, con sus brazos debajo de la cabeza y el cuerpo semi destapado. Fue en esa posición, bajo la luz débil, que en la espalda del modelo podía distinguirse algo peculiar: dos marcas perfectamente simétricas, arriba y al centro, a ambos lados de la columna, allí parecían hacerse espejo y no se veían como manchas en la piel, tenían un ligero relieve, como cicatrices. Al ver eso cualquiera podría conectar un par de cables y entender porque Daniel siempre ocultaba su espalda, lo hacía de forma sutil, pero lo hacía. Restricciones en la ropa que modelaba, rechazos a sesiones en la playa, evitar en encaje y las aberturas, en la intimidad la luz siempre apagada, jamás le daba la espalda a Eunwoo cuando lo tenía muy cerca. Todo eso parecian pequeños descuidos o coincidencias, pero bajo análisis tenía sentido y es que no era algo fácil de ignorar si se veía, sobre todo en un modelo. El jóven y su novio nunca habían dormido juntos hasta entonces, al menos no se habían quedado a dormir juntos por las noches, por lo que tal descuido no sería posible hasta entonces, donde el jóven dormía tranquilamente, sin advertir nada de lo que pasaba en el mundo real.— [whisper_scarlet_hawk_977]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
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    — ​El aire de la noche sobre el Gran Santuario Narukami era fresco, pero los pétalos de cerezo que cubrían el estanque privado no se movían, inmovilizados en un silencio melancólico. Una única linterna de piedra luchaba por iluminar las sombras.

    ​La sacerdotisa se sentaba en el borde de granito pulido, un contraste de carne pálida y kimono rojo y blanco contra la oscuridad circundante. Sus pies, delicados y sin adorno, apenas rozaban la superficie del agua quieta. El reflejo de la luna en la poza se distorsionaba sutilmente con el roce de sus dedos.

    ​Llevaba un pétalo de sakura entre el pulgar y el índice, examinándolo con una intensidad inapropiada para un objeto tan efímero. Sus ojos, normalmente llenos de picardía y calculada astucia, estaban velados por una quietud que no era paz, sino represión.

    ​—Estos pétalos... se aferran a la rama hasta que el viento se los lleva—murmuró, su voz suave y plana, desprovista del habitual timbre melifluo. —Es la naturaleza de las cosas, supongo. Y sin embargo...—
    ​Ella giró el diminuto fragmento floral, la luz de la linterna capturando por un instante el brillo solitario de sus ojos. Había una punzada de amargura que apenas lograba contener.

    ​—Uno pensaría que, siendo un ser de esta longevidad y posición, estaría por encima de la simple esperanza. Una quimera, en el mejor de los casos. La certeza es una comodidad tan vulgar. Y la decepción... es simplemente la consecuencia lógica de haber albergado una fantasía, ¿no es así?—
    ​Cerró los ojos, no por consuelo, sino como si intentara bloquear una visión persistente. Cuando los abrió, su mirada se perdió en el agua, buscando sin éxito el consuelo de las estrellas. La persona que había partido no estaba aquí, pero su ausencia se sentía como un peso tangible sobre los hombros de Miko.

    ​—Me pregunto si el recuerdo de esta estúpida orilla tiene el mismo peso para ella que lo tiene para mí,—continuó, su tono volviéndose ligeramente más frío, más aislador. —Probablemente no. La distancia difumina los colores, y con el tiempo, hasta la imagen más vívida se convierte en una simple anécdota. Una lección para la zorra sabia, supongo.—

    ​Dejó caer el pétalo en el agua. La onda mínima que creó fue la única perturbación en el estanque. Miko retiró sus pies, secándolos con lentitud metódica, y luego se abrazó con un brazo, un gesto instintivo que inmediatamente corrigió, volviendo a su postura habitual de elegante desinterés. Estaba tratando de convencerse a sí misma de que su aislamiento era un acto de voluntad, no una consecuencia de un dolor.
    ​—No es tristeza. Es... una irritación calculada,— declaró al aire vacío. —Como una historia con un final que ya conocías, pero que aun así te molesta. Mi papel es aquí, inamovible, como este Santuario. El suyo es seguir. No es que esperara... otra cosa.—
    ​Se puso de pie, su vestimenta ondeando con el movimiento, y miró hacia el cielo. El cariño, para ella, era una carga, un lastre que ahora se resentía de llevar sola.
    ​—El cariño es un ancla con una cadena demasiado larga. Te crees libre hasta que el otro zarpa y sientes el tirón. Reprimida, sí. Aislada, por elección. Porque, francamente, tener un corazón que se siente... decepcionado... es una debilidad impropia de una Sacerdotisa Principal. Mañana, seré de nuevo solo la Gran Sacerdotisa Yae Miko. Ahora... solo soy yo.—
    🌸— ​El aire de la noche sobre el Gran Santuario Narukami era fresco, pero los pétalos de cerezo que cubrían el estanque privado no se movían, inmovilizados en un silencio melancólico. Una única linterna de piedra luchaba por iluminar las sombras. ​La sacerdotisa se sentaba en el borde de granito pulido, un contraste de carne pálida y kimono rojo y blanco contra la oscuridad circundante. Sus pies, delicados y sin adorno, apenas rozaban la superficie del agua quieta. El reflejo de la luna en la poza se distorsionaba sutilmente con el roce de sus dedos. ​Llevaba un pétalo de sakura entre el pulgar y el índice, examinándolo con una intensidad inapropiada para un objeto tan efímero. Sus ojos, normalmente llenos de picardía y calculada astucia, estaban velados por una quietud que no era paz, sino represión. ​—Estos pétalos... se aferran a la rama hasta que el viento se los lleva—murmuró, su voz suave y plana, desprovista del habitual timbre melifluo. —Es la naturaleza de las cosas, supongo. Y sin embargo...— ​Ella giró el diminuto fragmento floral, la luz de la linterna capturando por un instante el brillo solitario de sus ojos. Había una punzada de amargura que apenas lograba contener. ​—Uno pensaría que, siendo un ser de esta longevidad y posición, estaría por encima de la simple esperanza. Una quimera, en el mejor de los casos. La certeza es una comodidad tan vulgar. Y la decepción... es simplemente la consecuencia lógica de haber albergado una fantasía, ¿no es así?— ​Cerró los ojos, no por consuelo, sino como si intentara bloquear una visión persistente. Cuando los abrió, su mirada se perdió en el agua, buscando sin éxito el consuelo de las estrellas. La persona que había partido no estaba aquí, pero su ausencia se sentía como un peso tangible sobre los hombros de Miko. ​—Me pregunto si el recuerdo de esta estúpida orilla tiene el mismo peso para ella que lo tiene para mí,—continuó, su tono volviéndose ligeramente más frío, más aislador. —Probablemente no. La distancia difumina los colores, y con el tiempo, hasta la imagen más vívida se convierte en una simple anécdota. Una lección para la zorra sabia, supongo.— ​Dejó caer el pétalo en el agua. La onda mínima que creó fue la única perturbación en el estanque. Miko retiró sus pies, secándolos con lentitud metódica, y luego se abrazó con un brazo, un gesto instintivo que inmediatamente corrigió, volviendo a su postura habitual de elegante desinterés. Estaba tratando de convencerse a sí misma de que su aislamiento era un acto de voluntad, no una consecuencia de un dolor. ​—No es tristeza. Es... una irritación calculada,— declaró al aire vacío. —Como una historia con un final que ya conocías, pero que aun así te molesta. Mi papel es aquí, inamovible, como este Santuario. El suyo es seguir. No es que esperara... otra cosa.— ​Se puso de pie, su vestimenta ondeando con el movimiento, y miró hacia el cielo. El cariño, para ella, era una carga, un lastre que ahora se resentía de llevar sola. ​—El cariño es un ancla con una cadena demasiado larga. Te crees libre hasta que el otro zarpa y sientes el tirón. Reprimida, sí. Aislada, por elección. Porque, francamente, tener un corazón que se siente... decepcionado... es una debilidad impropia de una Sacerdotisa Principal. Mañana, seré de nuevo solo la Gran Sacerdotisa Yae Miko. Ahora... solo soy yo.—
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  • Diablo blanco

    La sangre era reconfortante; el sabor del hierro y la elasticidad del músculo le proporcionaban siempre una gran satisfacción. La neblina de calor que estas cosas le hacían sentir a Akemi era un ardor por corto tiempo, terminando siempre en una nueva caída en el frío del ambiente. Había algo extraño: tenía hambre a pesar de haber comido hace poco (algo relativo). Tenía energía, tenía el estómago lleno, pero la saciedad no llegaba a su cuerpo en ningún momento. Su haori no parecía ser suficiente para mitigar el frío que se instalaba en sus huesos. Había pasado muchos días caminando del campo hasta la ciudad, más por ocio que por otra cosa. No buscaba mezclarse mucho con la gente, después de todo, llamaba demasiado la atención al ser tan alto y usar una ropa tan formal, eso sin tener en cuenta su cabello o el uso constante de máscara. No había motivos ocultos detrás de ese tipo de cambios radicales de región; solo quería pasar un tiempo sin pensar, comer “algo” de la ciudad, quizás ver cosas lindas y devolverse al campo. No había muchas pretensiones en su viaje esporádico. Lo único malo era que sentía un hambre creciente en su cabeza y estómago.

    No supo en qué momento llegó aquel terreno baldío donde dejó en los huesos a su última víctima. Por lo general, él hace más lento el proceso de la cacería, quitando la energía de a poco, aterrorizando todo lo posible a la persona, pero esta vez solo decidió hacerlo rápido y ceder también ante la gula de tragar sangre y desgarrar la piel con su propia boca deformada. Y aunque era muy fan de usar máscara, la máscara de onna era de sus menos favoritas; sentía que tenía cierta imagen cómica que a veces le jugaba en contra. Si bien le gusta gastar bromas, quiere que en su mayoría sean para causar terror o desesperación. Además, las máscaras de teatro nōh le obligan a ver menos de lo que ya veía habitualmente; sus ojos oscuros algo grisáceos parecían ser un poco menos confiables que antes. Aun así, veía un leve brillo a la altura de sus pies, iluminando de forma tenue sus tobillos y el kimono salpicado de sangre. Debía suponer que era algo que cargaba su víctima, después de todo, recordaba que no iba a hacer nada hasta que terminó encandilado por una luz amarilla hacia su dirección. Pudo haberle obligado a olvidar lo que había visto, pero lo tomó como señal para alimentarse.

    Se acercó de forma suave y grácil a la fuente de luz mientras se colocaba la máscara sobre el rostro. De por sí, veía aquel brillo de forma tenue a pesar de la intensidad de esta. Se iba a inclinar solo para tomar la linterna, pero la verdad es que no le vio la necesidad. Eso no iba a cambiar que su vista estaba algo dañada, tampoco que sentía el frío de una próxima nevada, y mucho menos el hecho de que aún sentía un hambre que le calaba hasta lo más profundo de su ser. Se quedó parado un momento a centímetros del brillo, esperando sentir algo más allá del frío. Bajó un poco las manos, alisando como podía el kimono. Había estropeado un poco su imagen para esta cacería; lo bueno es que no se incomodaba con esos zapatos molestos que usaban los humanos, y podía sentir con sus pies lo suave de la grama junto con los parches llenos de piedras pequeñas y algo incómodas. De alguna forma, estaba contento de haber terminado en un lugar sin tanta gente y lo suficientemente oscuro para no tener que preocuparse sobre la sangre que tenía encima. Decidió caminar por un momento, paseándose por el camino empedrado con los pies descalzos, con pasos lentos, pausados, tomándose su tiempo en tratar de ver bien los detalles del lugar. Las plantas, los árboles a los que alcanzaba algunos con las ramas altas, algunas cubiertas con escarcha en las hojas blandas que aún tenía encima, tocándoles con la punta de las uñas, con una delicadeza que ni solía tener con la carne de sus víctimas.

    Pasado un tiempo de quietud, mirando (sin observar en realidad) al suelo y arreglando su cabello, comenzó a cantar con voz suave, gentil y algo aterradora para la ocasión una canción infantil: —Pyoko pyoko, pyoko pyoko, nigedasou—. Saboreaba las palabras con una voz aterciopelada, esperando poder seguir disfrutando de su tiempo antes de emprender camino fuera de ese lugar para, o volver al campo, o ir a algún otro lugar remoto de la ciudad.
    Diablo blanco La sangre era reconfortante; el sabor del hierro y la elasticidad del músculo le proporcionaban siempre una gran satisfacción. La neblina de calor que estas cosas le hacían sentir a Akemi era un ardor por corto tiempo, terminando siempre en una nueva caída en el frío del ambiente. Había algo extraño: tenía hambre a pesar de haber comido hace poco (algo relativo). Tenía energía, tenía el estómago lleno, pero la saciedad no llegaba a su cuerpo en ningún momento. Su haori no parecía ser suficiente para mitigar el frío que se instalaba en sus huesos. Había pasado muchos días caminando del campo hasta la ciudad, más por ocio que por otra cosa. No buscaba mezclarse mucho con la gente, después de todo, llamaba demasiado la atención al ser tan alto y usar una ropa tan formal, eso sin tener en cuenta su cabello o el uso constante de máscara. No había motivos ocultos detrás de ese tipo de cambios radicales de región; solo quería pasar un tiempo sin pensar, comer “algo” de la ciudad, quizás ver cosas lindas y devolverse al campo. No había muchas pretensiones en su viaje esporádico. Lo único malo era que sentía un hambre creciente en su cabeza y estómago. No supo en qué momento llegó aquel terreno baldío donde dejó en los huesos a su última víctima. Por lo general, él hace más lento el proceso de la cacería, quitando la energía de a poco, aterrorizando todo lo posible a la persona, pero esta vez solo decidió hacerlo rápido y ceder también ante la gula de tragar sangre y desgarrar la piel con su propia boca deformada. Y aunque era muy fan de usar máscara, la máscara de onna era de sus menos favoritas; sentía que tenía cierta imagen cómica que a veces le jugaba en contra. Si bien le gusta gastar bromas, quiere que en su mayoría sean para causar terror o desesperación. Además, las máscaras de teatro nōh le obligan a ver menos de lo que ya veía habitualmente; sus ojos oscuros algo grisáceos parecían ser un poco menos confiables que antes. Aun así, veía un leve brillo a la altura de sus pies, iluminando de forma tenue sus tobillos y el kimono salpicado de sangre. Debía suponer que era algo que cargaba su víctima, después de todo, recordaba que no iba a hacer nada hasta que terminó encandilado por una luz amarilla hacia su dirección. Pudo haberle obligado a olvidar lo que había visto, pero lo tomó como señal para alimentarse. Se acercó de forma suave y grácil a la fuente de luz mientras se colocaba la máscara sobre el rostro. De por sí, veía aquel brillo de forma tenue a pesar de la intensidad de esta. Se iba a inclinar solo para tomar la linterna, pero la verdad es que no le vio la necesidad. Eso no iba a cambiar que su vista estaba algo dañada, tampoco que sentía el frío de una próxima nevada, y mucho menos el hecho de que aún sentía un hambre que le calaba hasta lo más profundo de su ser. Se quedó parado un momento a centímetros del brillo, esperando sentir algo más allá del frío. Bajó un poco las manos, alisando como podía el kimono. Había estropeado un poco su imagen para esta cacería; lo bueno es que no se incomodaba con esos zapatos molestos que usaban los humanos, y podía sentir con sus pies lo suave de la grama junto con los parches llenos de piedras pequeñas y algo incómodas. De alguna forma, estaba contento de haber terminado en un lugar sin tanta gente y lo suficientemente oscuro para no tener que preocuparse sobre la sangre que tenía encima. Decidió caminar por un momento, paseándose por el camino empedrado con los pies descalzos, con pasos lentos, pausados, tomándose su tiempo en tratar de ver bien los detalles del lugar. Las plantas, los árboles a los que alcanzaba algunos con las ramas altas, algunas cubiertas con escarcha en las hojas blandas que aún tenía encima, tocándoles con la punta de las uñas, con una delicadeza que ni solía tener con la carne de sus víctimas. Pasado un tiempo de quietud, mirando (sin observar en realidad) al suelo y arreglando su cabello, comenzó a cantar con voz suave, gentil y algo aterradora para la ocasión una canción infantil: —Pyoko pyoko, pyoko pyoko, nigedasou—. Saboreaba las palabras con una voz aterciopelada, esperando poder seguir disfrutando de su tiempo antes de emprender camino fuera de ese lugar para, o volver al campo, o ir a algún otro lugar remoto de la ciudad.
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  • "Todos somos monstruos aquí..."
    Fandom The Walking Dead
    Categoría Drama
    ㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ∽『𝗦𝗧𝗔𝗥𝗧𝗘𝗥』∽
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Negan Smith



    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤNo hubiera dado ni un dólar por la probabilidad de volver a encontrarse con Rick, Daryl o Maggie. Cuando el Gobernador llegó a la prisión pensó que todo su mundo se iba al infierno, que tenía que volver a empezar. Y, en ese momento, totalmente sola. Pero el destino era azaroso y, cuando después de casi dos años había vuelto a escuchar la moto de Daryl, la cual la llevó de regreso con las personas que mejor conocía en el mundo, decidió que no desaprovecharía aquella oportunidad. Volver con el grupo de la prisión había sido como volver a casa… La sensación de inquietud y de miedo se había disipado en cuanto volvio a abrazar a Michonne, a Rick o a Maggie… Incluso fue bien recibida por amigos que el grupo había hecho en el camino hasta llegar a Washington. Nombres como Rosita, Eugene, Tara, Aaron o Gabriel ahora eran tan conocidos para ella como el suyo propio.

    Alexandria era grande y estaba repleta de personas e historias. Y todas ellas le fueron reveladas. Algunas en detalle. Otras no tanto…

    -¿Dónde esta Carl? -le preguntó a Rick la misma noche que llegó. Sabia cual era la respuesta, pero necesitaba confirmarlo.

    -Carl… -parecía que al líder de Alexandria le costaba trabajo pronunciar aquel nombre. Sus manos unidas una contra la otra frotaron sus palmas de forma algo nerviosa mientras tambien trataba de contener un nervioso tic en la pierna- Él murió…- resolvió el ex – sheriff- Murió por salvar a alguien. A Siddiq…


    Becca asintió, había podido entender que el tal Siddiq era el medico en la comunidad.

    “¿Dónde está Carol?”

    “Vive en El Reino..:”

    Y aquella respuesta parecía sencilla pero escondía un mundo expandido mucho más grande de lo que Becca se imaginaba. Sus amigos habían prosperado en Alexandria y habían abierto horizontes. Ahora hermanados con comunidades como Hilltop o El Reino. Todo aprecia más grande, pero la sensación que Becca tuvo era que todo se hacia mas pequeño. Todos estaban tan… lejos…

    Y se hizo mucho más pequeña el día que Rick murió.

    Y terminó de estrecharse aun más cuando Michonne decidió cerrar las puertas de Alexandria a forasteros y amigos después del “problema de Jocelyn”.

    Aun asi… la vida en Alexandria continuó.

    >> Habían pasado cuatro años desde que Becca llegase a aquella comunidad y ahora había dejado de ser la extraña, la forastera. Conocía a las personas que vivían allí. Sus historias. Sus batallas. Absolutamente a todos ellos. Salvo a una persona… Negan. Había escuchado ese nombre varias veces a lo largo de los años. Al principio como si mentaran al demonio, años después parecía solo un eco, un apunte a pie de página. Pero, a pesar de eso, a Becca le estaba terminantemente prohibido acercarse a la celda donde mantenían encerrado al líder del grupo que había propiciado la ultima guerra de las comunidades.

    Negan tenía un estricto y reducido horario de visitas. Tan reducido que solamente Gabriel y Michonne tenían permiso para bajar a aquella oscura celda. Pero la curiosidad podía con Becca y siempre que pasaba por delante de la casa donde Michonne vivía, echaba un rapido vistazo despreocupado al pequeño ventanuco del sótano desde donde alguna vez había logrado atisbar al reo, aunque nunca con demasiada claridad.

    >> Aquella mañana, Becca regresaba de casa de Aaron. Entre sus obligaciones como segundo medico de Alejandría (puesto que le habían asignado hace años cuando llegó) residía la de hacer el seguimiento de enfermos y pacientes en sus casas. Gracie, la hija de Aaron, llevaba unos dias enferma y Becca había pasado tan solo para hacer el seguimiento del estado de la niña. No tenia fiebre y las hierbas que le daban ayudaban bastante a que la tos remitiese poco a poco. Según su diagnóstico, en pocos dias estaría perfectamente recuperada.

    Regresó a la casa que hacía de enfermería y entró con su aire optimista de siempre, saludando a los escasos enfermos que Siddiq había considerado dejar en observación. Pero cuando entró encontró algunas caras largas.

    Rosita estaba cruzada de brazos, con aspecto cabreado. Eugene permanecía de brazos cruzados pero podía distinguirse manchas de sangre provocadas por roce con una herida. Y Siddiq tapaba la hemorragia nasal de un hombre llamado Paul Andrews.

    -Caramba. ¿Qué ha pasado? -preguntó Becca dejando su bolsa sobre una mesita auxiliar.

    Rosita chasqueó la lengua.

    -Le he dado un puñetazo.

    Becca abrió sus ojos con sorpresa, sin entender qué estaba ocurriendo allí. Pero Siddiq se apresuró a explicarle la situación.

    -Paul ha robado las llaves de la celda de Negan y… se ha tomado la justicia por su mano…- explicó- Eugene y Rosita han escuchado el estruendo y han bajado a ver qué ocurría.

    -Valeeee… -comentó Becca con cierto aire de duda, porque aun no entendía qué era lo que estaba pasando.

    -Algunas personas no pueden pasar página con lo que Negan hizo. Paul es uno de ellos. Ha golpeado a Negan y…

    Becca parpadeó alucinada.

    -¿Él está bien? ¿Lo sabe Michonne? -preguntó.

    Siddiq asintió lentamente.

    -Sí, está pensando en qué hacer con Paul… pero Negan… Está bastante magullado… Bastante herido. Paul se ha resistido y Rosita lo ha reducido rompiéndole la nariz.

    Becca miró a la interpelada, quien se encogió de hombros.

    -De acuerdo… ¿Puedo ayudar en algo? -preguntó ella.

    Siddiq asintió.

    -De hecho… Sí…- alargó una mano y señaló la sala- Yo estoy hasta arriba aquí… ¿Puedes tomar una bolsa con un botiquín y unas vendas de compresión y bajar a curar a Negan?

    Becca parpadeó alucinada.

    -Perdona… ¿Me estás diciendo que alguien ha dado una paliza a Negan y te estás ocupando primero del agresor? -preguntó Becca, sintiendo que la habían sacado de su propia realidad- Por dios, Siddiq. ¿Lo habéis dejado en la celda? ¿Por qué no lo traéis a una habitación?

    Rosita se adelantó.

    -Porque no es de fiar. Nadie quiere tenerlo cerca. No vamos a sacarlo de ahí.

    Becca la enfrentó.

    -Es una persona. Y le han pegado una paliza -señaló a Paul con un desaire de su mano diestra.

    Después bufó y se giró para tomar su bolsa y encaminarse al armario para coger vendas, gasas, alcohol, puntos de papel… es decir, todo lo que fuera necesario para curar al herido de la celda. Por supuesto tomó vendas de compresión y el anticuado ecógrafo a pilas que Eugene había arreglado.

    Se colocó delante de Rosita y extendió una mano pidiendo silenciosamente las llaves.

    >> El chasquido de la segunda puerta resonó con una especie de eco escalofriante. Joder, ¿estaba sugestionándose demasiado con respecto a la macabra leyenda de Negan? ¿O es que acaso realmente el tipo era tan demoniaco como todos decían? Estaba a un paso de averiguarlo, desde luego.

    El suelo de cemento amortiguó ligeramente sus pasos pero, daba igual, la puerta de acceso a la prisión ya había delatado su presencia. Anduvo un par de pasos por el suelo de cemento, mientras su mirada se fijaba en cada centímetro de aquella celda. Desde luego nada tenia que ver con las casas de ahí arriba. Ni siquiera con los sótanos de otras de las casas… Aquel lugar era gris y algo más frio de lo que uno puede esperar del verano en Virginia.

    Una enorme reja de hierro forjado atravesaba la estancia de una punta a otra, dejando un pasillo para los visitantes. Y dentro de la celda, sentado en un camastro de dudosa y precaria estabilidad, un hombre trataba de limpiar la sangre de una herida en su ceja.

    No queria hacer aquello como si estuviese en presencia de Hannibal Lecter. Era una persona herida y era su deber atenderlo. Por lo que, sin titubear, metió la llave en la cerradura y entró en la celda, metiéndose la llave en el bolsillo trasero del pantalón.

    -Hola -saludó ella con una sonrisa, la misma que le ponía a todos sus pacientes de ahí arriba- Me llamo Becca. Siddiq tiene varios casos de gripe asi que… estás de suerte… Soy tu médico -le dijo sin perder esa sonrisa encantadora mientras se acuclillaba delante del herido dejando a un lado su bolsa- Déjame ver…- le dijo apartando el trapo sucio con el que él se limpiaba la sangre del la ceja- Vaya… Te han hecho un buen destrozo, ¿eh? ¿Te parece si te echo un vistazo? Siddiq cree que puedes tener una costilla fracturada -de otro modo no le habría pedido que bajase vendas de compresión- Tienes que quitarte la…- carraspeó- La camisa… ¿Necesitas ayuda?


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #TheWalkingDead
    ㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ∽『𝗦𝗧𝗔𝗥𝗧𝗘𝗥』∽ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [NOTEENIEANYM0RE] ㅤ ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤNo hubiera dado ni un dólar por la probabilidad de volver a encontrarse con Rick, Daryl o Maggie. Cuando el Gobernador llegó a la prisión pensó que todo su mundo se iba al infierno, que tenía que volver a empezar. Y, en ese momento, totalmente sola. Pero el destino era azaroso y, cuando después de casi dos años había vuelto a escuchar la moto de Daryl, la cual la llevó de regreso con las personas que mejor conocía en el mundo, decidió que no desaprovecharía aquella oportunidad. Volver con el grupo de la prisión había sido como volver a casa… La sensación de inquietud y de miedo se había disipado en cuanto volvio a abrazar a Michonne, a Rick o a Maggie… Incluso fue bien recibida por amigos que el grupo había hecho en el camino hasta llegar a Washington. Nombres como Rosita, Eugene, Tara, Aaron o Gabriel ahora eran tan conocidos para ella como el suyo propio. Alexandria era grande y estaba repleta de personas e historias. Y todas ellas le fueron reveladas. Algunas en detalle. Otras no tanto… -¿Dónde esta Carl? -le preguntó a Rick la misma noche que llegó. Sabia cual era la respuesta, pero necesitaba confirmarlo. -Carl… -parecía que al líder de Alexandria le costaba trabajo pronunciar aquel nombre. Sus manos unidas una contra la otra frotaron sus palmas de forma algo nerviosa mientras tambien trataba de contener un nervioso tic en la pierna- Él murió…- resolvió el ex – sheriff- Murió por salvar a alguien. A Siddiq… Becca asintió, había podido entender que el tal Siddiq era el medico en la comunidad. “¿Dónde está Carol?” “Vive en El Reino..:” Y aquella respuesta parecía sencilla pero escondía un mundo expandido mucho más grande de lo que Becca se imaginaba. Sus amigos habían prosperado en Alexandria y habían abierto horizontes. Ahora hermanados con comunidades como Hilltop o El Reino. Todo aprecia más grande, pero la sensación que Becca tuvo era que todo se hacia mas pequeño. Todos estaban tan… lejos… Y se hizo mucho más pequeña el día que Rick murió. Y terminó de estrecharse aun más cuando Michonne decidió cerrar las puertas de Alexandria a forasteros y amigos después del “problema de Jocelyn”. Aun asi… la vida en Alexandria continuó. >> Habían pasado cuatro años desde que Becca llegase a aquella comunidad y ahora había dejado de ser la extraña, la forastera. Conocía a las personas que vivían allí. Sus historias. Sus batallas. Absolutamente a todos ellos. Salvo a una persona… Negan. Había escuchado ese nombre varias veces a lo largo de los años. Al principio como si mentaran al demonio, años después parecía solo un eco, un apunte a pie de página. Pero, a pesar de eso, a Becca le estaba terminantemente prohibido acercarse a la celda donde mantenían encerrado al líder del grupo que había propiciado la ultima guerra de las comunidades. Negan tenía un estricto y reducido horario de visitas. Tan reducido que solamente Gabriel y Michonne tenían permiso para bajar a aquella oscura celda. Pero la curiosidad podía con Becca y siempre que pasaba por delante de la casa donde Michonne vivía, echaba un rapido vistazo despreocupado al pequeño ventanuco del sótano desde donde alguna vez había logrado atisbar al reo, aunque nunca con demasiada claridad. >> Aquella mañana, Becca regresaba de casa de Aaron. Entre sus obligaciones como segundo medico de Alejandría (puesto que le habían asignado hace años cuando llegó) residía la de hacer el seguimiento de enfermos y pacientes en sus casas. Gracie, la hija de Aaron, llevaba unos dias enferma y Becca había pasado tan solo para hacer el seguimiento del estado de la niña. No tenia fiebre y las hierbas que le daban ayudaban bastante a que la tos remitiese poco a poco. Según su diagnóstico, en pocos dias estaría perfectamente recuperada. Regresó a la casa que hacía de enfermería y entró con su aire optimista de siempre, saludando a los escasos enfermos que Siddiq había considerado dejar en observación. Pero cuando entró encontró algunas caras largas. Rosita estaba cruzada de brazos, con aspecto cabreado. Eugene permanecía de brazos cruzados pero podía distinguirse manchas de sangre provocadas por roce con una herida. Y Siddiq tapaba la hemorragia nasal de un hombre llamado Paul Andrews. -Caramba. ¿Qué ha pasado? -preguntó Becca dejando su bolsa sobre una mesita auxiliar. Rosita chasqueó la lengua. -Le he dado un puñetazo. Becca abrió sus ojos con sorpresa, sin entender qué estaba ocurriendo allí. Pero Siddiq se apresuró a explicarle la situación. -Paul ha robado las llaves de la celda de Negan y… se ha tomado la justicia por su mano…- explicó- Eugene y Rosita han escuchado el estruendo y han bajado a ver qué ocurría. -Valeeee… -comentó Becca con cierto aire de duda, porque aun no entendía qué era lo que estaba pasando. -Algunas personas no pueden pasar página con lo que Negan hizo. Paul es uno de ellos. Ha golpeado a Negan y… Becca parpadeó alucinada. -¿Él está bien? ¿Lo sabe Michonne? -preguntó. Siddiq asintió lentamente. -Sí, está pensando en qué hacer con Paul… pero Negan… Está bastante magullado… Bastante herido. Paul se ha resistido y Rosita lo ha reducido rompiéndole la nariz. Becca miró a la interpelada, quien se encogió de hombros. -De acuerdo… ¿Puedo ayudar en algo? -preguntó ella. Siddiq asintió. -De hecho… Sí…- alargó una mano y señaló la sala- Yo estoy hasta arriba aquí… ¿Puedes tomar una bolsa con un botiquín y unas vendas de compresión y bajar a curar a Negan? Becca parpadeó alucinada. -Perdona… ¿Me estás diciendo que alguien ha dado una paliza a Negan y te estás ocupando primero del agresor? -preguntó Becca, sintiendo que la habían sacado de su propia realidad- Por dios, Siddiq. ¿Lo habéis dejado en la celda? ¿Por qué no lo traéis a una habitación? Rosita se adelantó. -Porque no es de fiar. Nadie quiere tenerlo cerca. No vamos a sacarlo de ahí. Becca la enfrentó. -Es una persona. Y le han pegado una paliza -señaló a Paul con un desaire de su mano diestra. Después bufó y se giró para tomar su bolsa y encaminarse al armario para coger vendas, gasas, alcohol, puntos de papel… es decir, todo lo que fuera necesario para curar al herido de la celda. Por supuesto tomó vendas de compresión y el anticuado ecógrafo a pilas que Eugene había arreglado. Se colocó delante de Rosita y extendió una mano pidiendo silenciosamente las llaves. >> El chasquido de la segunda puerta resonó con una especie de eco escalofriante. Joder, ¿estaba sugestionándose demasiado con respecto a la macabra leyenda de Negan? ¿O es que acaso realmente el tipo era tan demoniaco como todos decían? Estaba a un paso de averiguarlo, desde luego. El suelo de cemento amortiguó ligeramente sus pasos pero, daba igual, la puerta de acceso a la prisión ya había delatado su presencia. Anduvo un par de pasos por el suelo de cemento, mientras su mirada se fijaba en cada centímetro de aquella celda. Desde luego nada tenia que ver con las casas de ahí arriba. Ni siquiera con los sótanos de otras de las casas… Aquel lugar era gris y algo más frio de lo que uno puede esperar del verano en Virginia. Una enorme reja de hierro forjado atravesaba la estancia de una punta a otra, dejando un pasillo para los visitantes. Y dentro de la celda, sentado en un camastro de dudosa y precaria estabilidad, un hombre trataba de limpiar la sangre de una herida en su ceja. No queria hacer aquello como si estuviese en presencia de Hannibal Lecter. Era una persona herida y era su deber atenderlo. Por lo que, sin titubear, metió la llave en la cerradura y entró en la celda, metiéndose la llave en el bolsillo trasero del pantalón. -Hola -saludó ella con una sonrisa, la misma que le ponía a todos sus pacientes de ahí arriba- Me llamo Becca. Siddiq tiene varios casos de gripe asi que… estás de suerte… Soy tu médico -le dijo sin perder esa sonrisa encantadora mientras se acuclillaba delante del herido dejando a un lado su bolsa- Déjame ver…- le dijo apartando el trapo sucio con el que él se limpiaba la sangre del la ceja- Vaya… Te han hecho un buen destrozo, ¿eh? ¿Te parece si te echo un vistazo? Siddiq cree que puedes tener una costilla fracturada -de otro modo no le habría pedido que bajase vendas de compresión- Tienes que quitarte la…- carraspeó- La camisa… ¿Necesitas ayuda? #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #TheWalkingDead
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