• 3. Traslación.
    Fandom Kuroshitsuji/Black Butler y otros
    Categoría Otros
    Al día siguiente, Ciel seguía indispuesto, y todos en la mansión ya estaban al tanto de su condición.

    Su cuerpo aún conservaba las heridas sufridas años atrás, durante aquel fatídico mes en cautiverio junto a su hermano, por lo que dependía de los cuidados que Undertaker le proporcionaba diariamente.

    En realidad, su estado no era un secreto, pero pocos sabían que sus heridas aún lo afectaban, pues creían que ya había sanado -de ahí su reciente aparición en sociedad.

    Hallándose sobre la cama y rodeado de sus sirvientes, Ciel asintió con una suave sonrisa.

    —Ábrele la puerta a mi sobrino —ordenó con voz aterciopelada, mientras dirigía una mirada a la sirvienta para que cumpliera su mandato.

    Las cánulas nasales se extendían desde su nariz hasta el tubo de oxígeno ubicado junto a la cama. Undertaker, con las manos sobre la válvula, ajustaba el flujo para garantizar que la dosis fuera la correcta.

    —Lamento haberte preocupado —le dijo a su sobrino cuando este ingresó, dedicándole una mirada de calidez. —Estaré bien pronto.

    _____

    Jean Phantomhive Malvyna
    Al día siguiente, Ciel seguía indispuesto, y todos en la mansión ya estaban al tanto de su condición. Su cuerpo aún conservaba las heridas sufridas años atrás, durante aquel fatídico mes en cautiverio junto a su hermano, por lo que dependía de los cuidados que Undertaker le proporcionaba diariamente. En realidad, su estado no era un secreto, pero pocos sabían que sus heridas aún lo afectaban, pues creían que ya había sanado -de ahí su reciente aparición en sociedad. Hallándose sobre la cama y rodeado de sus sirvientes, Ciel asintió con una suave sonrisa. —Ábrele la puerta a mi sobrino —ordenó con voz aterciopelada, mientras dirigía una mirada a la sirvienta para que cumpliera su mandato. Las cánulas nasales se extendían desde su nariz hasta el tubo de oxígeno ubicado junto a la cama. Undertaker, con las manos sobre la válvula, ajustaba el flujo para garantizar que la dosis fuera la correcta. —Lamento haberte preocupado —le dijo a su sobrino cuando este ingresó, dedicándole una mirada de calidez. —Estaré bien pronto. _____ [littl3gr3y] [Malvy_Dragon]
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  • La oficina de Darren estaba sumida en sombras**, con la única luz proveniente de la pantalla del monitor parpadeando sobre sus gafas. El ventilador giraba lento, empujando el calor acumulado de un día largo y silencioso.
    Darren se quitó los lentes un momento, se frotó el rostro y los volvió a colocar con firmeza.

    —Vamos, muéstrame lo que escondes… —susurró mientras abría la base de datos médica privada a la que no debería tener acceso.

    **Paciente: Aisha •••••• .**
    **Edad: 11 años.**
    **Condición: Enfermedad autoinmune degenerativa – Clase KX.**
    **Tratamiento actual: Fármaco KX-32.**
    **Precio actual por tratamiento mensual: \$21,300 USD.**
    **Proyección para el siguiente trimestre: \$24,800 USD.**
    **Incremento acumulado anual: +74%.**

    Darren se quedó inmóvil.

    —¿Veinti... qué demonios? —apretó el puño y dio un golpe al escritorio—. ¿Cómo lo pagas, Doe?

    Pasó al historial de pagos: ocho depósitos exactos, uno cada mes, ingresados a través de clínicas privadas y organizaciones sin fines de lucro. Efectivo. Códigos sin origen. Al menos cuatro ciudades distintas. Todo perfectamente "legal".

    Pero Darren ya había visto ese patrón antes.

    —Limpio. Demasiado limpio. Como tus escenas, ¿no? —se burló, tomando una nota.

    Escribió con rabia controlada:
    **"Ningún hombre que cobra por limpiar sangre puede pagar esto..."**

    Darren se levantó y cruzó el cuarto, encendiendo la luz sobre su tablón de corcho.
    Fotos, nombres, documentos.
    Tres escenas con patrones similares.
    Mismo tipo de víctimas: criminales de bajo perfil, deudas con gente pesada, sin familia que los reclamara.

    El detective sostuvo una de las fotos, la de una escena en el río, y murmuró:

    —No estás cometiendo errores, John... pero estás dejándome rastros. Y yo los sigo como un perro con hambre.

    Abrió su libreta, escribió con letras grandes:
    **DOE = LIMPIADOR = EJECUTOR.**
    Luego, con una caligrafía más pequeña y más sombría:
    **Motivación: su hija.**
    **Detonante potencial: pérdida del tratamiento.**

    —Eres un padre. Eso no te hace menos peligroso. De hecho... te hace mucho más.
    Porque si te quitan lo único que amas, ¿qué te queda?

    Apagó la luz, dejando solo la pantalla encendida, y se sentó de nuevo, contemplando el expediente de Aisha.

    —No voy a lastimarla, John. No soy como tú. Pero juro que te sacaré del agujero donde te escondes.
    Y cuando lo haga… —sus ojos brillaron tras las gafas—, te haré elegir entre tu alma… y ella.
    La oficina de Darren estaba sumida en sombras**, con la única luz proveniente de la pantalla del monitor parpadeando sobre sus gafas. El ventilador giraba lento, empujando el calor acumulado de un día largo y silencioso. Darren se quitó los lentes un momento, se frotó el rostro y los volvió a colocar con firmeza. —Vamos, muéstrame lo que escondes… —susurró mientras abría la base de datos médica privada a la que no debería tener acceso. **Paciente: Aisha •••••• .** **Edad: 11 años.** **Condición: Enfermedad autoinmune degenerativa – Clase KX.** **Tratamiento actual: Fármaco KX-32.** **Precio actual por tratamiento mensual: \$21,300 USD.** **Proyección para el siguiente trimestre: \$24,800 USD.** **Incremento acumulado anual: +74%.** Darren se quedó inmóvil. —¿Veinti... qué demonios? —apretó el puño y dio un golpe al escritorio—. ¿Cómo lo pagas, Doe? Pasó al historial de pagos: ocho depósitos exactos, uno cada mes, ingresados a través de clínicas privadas y organizaciones sin fines de lucro. Efectivo. Códigos sin origen. Al menos cuatro ciudades distintas. Todo perfectamente "legal". Pero Darren ya había visto ese patrón antes. —Limpio. Demasiado limpio. Como tus escenas, ¿no? —se burló, tomando una nota. Escribió con rabia controlada: **"Ningún hombre que cobra por limpiar sangre puede pagar esto..."** Darren se levantó y cruzó el cuarto, encendiendo la luz sobre su tablón de corcho. Fotos, nombres, documentos. Tres escenas con patrones similares. Mismo tipo de víctimas: criminales de bajo perfil, deudas con gente pesada, sin familia que los reclamara. El detective sostuvo una de las fotos, la de una escena en el río, y murmuró: —No estás cometiendo errores, John... pero estás dejándome rastros. Y yo los sigo como un perro con hambre. Abrió su libreta, escribió con letras grandes: **DOE = LIMPIADOR = EJECUTOR.** Luego, con una caligrafía más pequeña y más sombría: **Motivación: su hija.** **Detonante potencial: pérdida del tratamiento.** —Eres un padre. Eso no te hace menos peligroso. De hecho... te hace mucho más. Porque si te quitan lo único que amas, ¿qué te queda? Apagó la luz, dejando solo la pantalla encendida, y se sentó de nuevo, contemplando el expediente de Aisha. —No voy a lastimarla, John. No soy como tú. Pero juro que te sacaré del agujero donde te escondes. Y cuando lo haga… —sus ojos brillaron tras las gafas—, te haré elegir entre tu alma… y ella.
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  • Ubicación: Bosque estatal de ██████.
    Misión: Reconocimiento.
    Equipo: Bravo-1.
    Hora: 04:47 AM.

    Llovía. La unidad avanzaba a través del bosque, cubriéndose mutuamente en silencio. Las linternas IR proyectaban conos estrechos de luz que temblaban al ritmo de los pasos.

    La estructura no figuraba en ningún mapa o registro. Simplemente… estaba ahí. Una mansión victoriana de dos pisos, rodeada por un jardín marchito que parecía no haber conocido el sol en décadas. No había camino de acceso ni señales de ocupación. Sólo una verja oxidada que crujía con el viento y una entrada principal.

    — Tenemos visual del objetivo —susurró Rourke.

    Viper iba al frente, se detuvo para alzar el puño en señal de alto. Fueron sólo unos segundos en contemplativa quietud los que lo delataron, su silueta parcialmente oculta entre los árboles. El equipo lo conocía por su eficiencia y su silencio. Pero había algo más ahora. Algo en su postura. Algo no estaba bien.

    — Vamos a entrar. Cuiden sus sectores —ordenó al fin, con su habitual tono suave, pero seco.

    El interior estaba en un estado de conservación anormal. No había polvo ni telarañas. Las chimeneas parecían usadas recientemente, pero el aire estaba frío. No había olor a humo ni a humedad.

    El equipo comenzó el avance.

    En el comedor encontraron una mesa con cubiertos dispuestos para una cena. Había platos servidos con carne aún jugosa y humeante.

    Una mosca flotaba inmóvil en el aire.

    — ¿Qué... carajos es esto? —Susurró Mason.

    El sistema de comunicaciones crujió con estática durante unos segundos. Luego, una voz infantil, apenas audible, dijo una sola palabra: "Fuera."

    — Eso no viene de nuestro canal —aclaró Rourke.

    Los visores térmicos -y la visión térmica natural de Viper que no los necesitaba- mostraban siluetas humanas sentadas a la mesa… pero no había nadie allí.

    Viper se detuvo una vez más. Se giró un instante hacia el grupo enseñando el ceño fruncido. Sabía que algo así podía pasar.

    Pero no dijo nada al respecto.

    — Planta baja despejada. Subimos.

    Subieron por la escalera cubierta de alfombra roja. Una de las lámparas se encendió sola.

    Nadie creía ya que estaban en una operación estándar.

    Viper mantuvo la delantera, su rifle apuntando hacia el pasillo. Al avanzar, notó que las puertas a ambos lados estaban cerradas, salvo una al fondo, entreabierta. Desde ahí emergía una luz blanca y pulsante, como de tubo fluorescente moribundo.

    — Rourke, toma la izquierda. Mason, toma la derecha.

    Dorsey, el más joven del equipo, se colocó detrás de Rourke. Respiraba de forma, pero trataba de disimularlo. Cada pocos segundos, lanzaba miradas alrededor como si esperara ver algo salir de las paredes.

    — Despejado —Rourke.

    — Limpio —Mason.

    Tras reagruparse, se acercaron a la habitación iluminada. Viper empujó la puerta suavemente con una mano.

    La luz provenía de una lámpara colgando del techo. La habitación, un dormitorio, había sido modificada: las paredes estaban cubiertas de lonas plásticas, la cama no era más que un armazón sin colchón en el centro y con correas desgastadas. Nadie necesitaba el resultado de un análisis para saber qué eran las manchas oscuras en el piso.

    Sobre el catre no había nadie, Pero las correas vibraban, tensas, como si alguien invisible se debatiera aún allí.

    —¿Esto es parte de... algún experimento militar? —murmuró Dorsey, visiblemente afectado.

    Nadie respondió.

    Viper tenía la mirada clavada en un espejo que colgaba frente a la cama. En él, su reflejo no era del todo suyo. Su imagen de naga estaba ahí, pero sus ojos eran humanos... llenos de terror.

    Se giró sin inmutarse.

    — Regresemos —esa era la última habitación.

    Mientras salían, Rourke llamó por el intercomunicador:

    — Viper, tenemos un problema.

    El grupo respondió avanzando en su dirección. En la puerta de una de las habitaciones del ala izquierda, una de las que acababan de revisar hacía un momento, Rourke sostenía su arma con fuerza sin quitar la vista del interior.

    Pronto, Viper se asomó.

    La habitación era una réplica exacta del cuartel donde el equipo había dormido la noche anterior. Los catres, las mantas, hasta las fotos personales, todo los detalles estaban ahí. Incluso ellos. Copias de cada uno.

    — Eso es un espejo, ¿Verdad? —Spider tenía la voz quebrada.

    El silencio se apoderó del equipo.

    — No toquen nada. Nos vamos.

    — ¿Qué es esto, Viper? Esto no es normal. Esto es... —Mason parecía cada vez más asustado.

    — Ya no es asunto nuestro.

    Pero las escaleras ya no estaban ahí. El pasillo detrás de ellos era ahora un corredor infinito. La casa había cambiado.
    Dorsey murmuró una maldición. Spider gruñó. Rourke revisó su munición por cuarta vez. Viper no mostró emoción alguna. Apretó los labios. Sabía que había una regla en estos casos: la anomalía te observa, y si sabe que la temes, se alimenta. Así que avanzó.
    Ubicación: Bosque estatal de ██████. Misión: Reconocimiento. Equipo: Bravo-1. Hora: 04:47 AM. Llovía. La unidad avanzaba a través del bosque, cubriéndose mutuamente en silencio. Las linternas IR proyectaban conos estrechos de luz que temblaban al ritmo de los pasos. La estructura no figuraba en ningún mapa o registro. Simplemente… estaba ahí. Una mansión victoriana de dos pisos, rodeada por un jardín marchito que parecía no haber conocido el sol en décadas. No había camino de acceso ni señales de ocupación. Sólo una verja oxidada que crujía con el viento y una entrada principal. — Tenemos visual del objetivo —susurró Rourke. Viper iba al frente, se detuvo para alzar el puño en señal de alto. Fueron sólo unos segundos en contemplativa quietud los que lo delataron, su silueta parcialmente oculta entre los árboles. El equipo lo conocía por su eficiencia y su silencio. Pero había algo más ahora. Algo en su postura. Algo no estaba bien. — Vamos a entrar. Cuiden sus sectores —ordenó al fin, con su habitual tono suave, pero seco. El interior estaba en un estado de conservación anormal. No había polvo ni telarañas. Las chimeneas parecían usadas recientemente, pero el aire estaba frío. No había olor a humo ni a humedad. El equipo comenzó el avance. En el comedor encontraron una mesa con cubiertos dispuestos para una cena. Había platos servidos con carne aún jugosa y humeante. Una mosca flotaba inmóvil en el aire. — ¿Qué... carajos es esto? —Susurró Mason. El sistema de comunicaciones crujió con estática durante unos segundos. Luego, una voz infantil, apenas audible, dijo una sola palabra: "Fuera." — Eso no viene de nuestro canal —aclaró Rourke. Los visores térmicos -y la visión térmica natural de Viper que no los necesitaba- mostraban siluetas humanas sentadas a la mesa… pero no había nadie allí. Viper se detuvo una vez más. Se giró un instante hacia el grupo enseñando el ceño fruncido. Sabía que algo así podía pasar. Pero no dijo nada al respecto. — Planta baja despejada. Subimos. Subieron por la escalera cubierta de alfombra roja. Una de las lámparas se encendió sola. Nadie creía ya que estaban en una operación estándar. Viper mantuvo la delantera, su rifle apuntando hacia el pasillo. Al avanzar, notó que las puertas a ambos lados estaban cerradas, salvo una al fondo, entreabierta. Desde ahí emergía una luz blanca y pulsante, como de tubo fluorescente moribundo. — Rourke, toma la izquierda. Mason, toma la derecha. Dorsey, el más joven del equipo, se colocó detrás de Rourke. Respiraba de forma, pero trataba de disimularlo. Cada pocos segundos, lanzaba miradas alrededor como si esperara ver algo salir de las paredes. — Despejado —Rourke. — Limpio —Mason. Tras reagruparse, se acercaron a la habitación iluminada. Viper empujó la puerta suavemente con una mano. La luz provenía de una lámpara colgando del techo. La habitación, un dormitorio, había sido modificada: las paredes estaban cubiertas de lonas plásticas, la cama no era más que un armazón sin colchón en el centro y con correas desgastadas. Nadie necesitaba el resultado de un análisis para saber qué eran las manchas oscuras en el piso. Sobre el catre no había nadie, Pero las correas vibraban, tensas, como si alguien invisible se debatiera aún allí. —¿Esto es parte de... algún experimento militar? —murmuró Dorsey, visiblemente afectado. Nadie respondió. Viper tenía la mirada clavada en un espejo que colgaba frente a la cama. En él, su reflejo no era del todo suyo. Su imagen de naga estaba ahí, pero sus ojos eran humanos... llenos de terror. Se giró sin inmutarse. — Regresemos —esa era la última habitación. Mientras salían, Rourke llamó por el intercomunicador: — Viper, tenemos un problema. El grupo respondió avanzando en su dirección. En la puerta de una de las habitaciones del ala izquierda, una de las que acababan de revisar hacía un momento, Rourke sostenía su arma con fuerza sin quitar la vista del interior. Pronto, Viper se asomó. La habitación era una réplica exacta del cuartel donde el equipo había dormido la noche anterior. Los catres, las mantas, hasta las fotos personales, todo los detalles estaban ahí. Incluso ellos. Copias de cada uno. — Eso es un espejo, ¿Verdad? —Spider tenía la voz quebrada. El silencio se apoderó del equipo. — No toquen nada. Nos vamos. — ¿Qué es esto, Viper? Esto no es normal. Esto es... —Mason parecía cada vez más asustado. — Ya no es asunto nuestro. Pero las escaleras ya no estaban ahí. El pasillo detrás de ellos era ahora un corredor infinito. La casa había cambiado. Dorsey murmuró una maldición. Spider gruñó. Rourke revisó su munición por cuarta vez. Viper no mostró emoción alguna. Apretó los labios. Sabía que había una regla en estos casos: la anomalía te observa, y si sabe que la temes, se alimenta. Así que avanzó.
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  • Buenas tardes... Puedo tomar su orden?

    +Se había aburrido de andar sin hacer nada, se puso un traje de Maid, y ayudo por hoy en un cafe+
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  • Nos llaman monstruos, sin embargo, vuestros corazones están podridos con pedofilia, corrupción, envida y odio.

    Son ustedes los que deberían ser erradicados, desterrados de sus sillas de hierro, de sus coronas de oro y sus finas telas.

    Nos llaman monstruos, sin embargo, vuestros corazones están podridos con pedofilia, corrupción, envida y odio. Son ustedes los que deberían ser erradicados, desterrados de sus sillas de hierro, de sus coronas de oro y sus finas telas.
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  • —Lo primero que hice fue alejarme de la puerta e intentar no respirar por miedo a que me pase lo mismo,inmediatamente agarre unas de las bolsas y me la puse en la cabeza,creando una burbuja de aire aislada y con cinta me envolvi el cuello por seguridad,agarre mis guantes que usaba para arreglar las heladeras,un imperneable y un paraguas que guardaba por las inundaciones y con mucho cagazo,sali sin saber que me iba a pasar,al salir a la calle,el frio y el horror me invadieron,todos en el barrio sufrieron el mismo destino,hombres,mujeres,niños,animales,no habia una sola alma en el barrio.
    Encare directamente a unos de los vecinos para intentar ver si seguia vivo,ahi me salto la ficha de lo que era esa nieve,una mierda tóxica que te mataba al respirarla...
    —Lo primero que hice fue alejarme de la puerta e intentar no respirar por miedo a que me pase lo mismo,inmediatamente agarre unas de las bolsas y me la puse en la cabeza,creando una burbuja de aire aislada y con cinta me envolvi el cuello por seguridad,agarre mis guantes que usaba para arreglar las heladeras,un imperneable y un paraguas que guardaba por las inundaciones y con mucho cagazo,sali sin saber que me iba a pasar,al salir a la calle,el frio y el horror me invadieron,todos en el barrio sufrieron el mismo destino,hombres,mujeres,niños,animales,no habia una sola alma en el barrio. Encare directamente a unos de los vecinos para intentar ver si seguia vivo,ahi me salto la ficha de lo que era esa nieve,una mierda tóxica que te mataba al respirarla...
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  • " Solía tenerle miedo a morir ahogado e irónicamente esa fue la causa de su muerte. "

    — ¿Porqué no revelaste tu nombre real, J.K?. Que extraño es esto, aunque ahora sea mi cuerpo sigo sin entender porque estamos aferrados a un recuerdo...
    " Solía tenerle miedo a morir ahogado e irónicamente esa fue la causa de su muerte. " — ¿Porqué no revelaste tu nombre real, J.K?. Que extraño es esto, aunque ahora sea mi cuerpo sigo sin entender porque estamos aferrados a un recuerdo...
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  • — Sin evidencias en mi contra, como planean encarcelarme, son muy graciosos ustedes los nobles.—
    — Sin evidencias en mi contra, como planean encarcelarme, son muy graciosos ustedes los nobles.—
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  • 𝗦𝝤𝝡𝗘ꔋ𝘏𐌉𝖭𝗚𝗦𝖠𝘉𝝤ꓴꔋ𝘏𝗘𝙍:
    ‘ᴹⁱˢᶜᵉˡˡᵃⁿᵉᵒᵘˢ ᴱᵈⁱᵗⁱᵒⁿ’

    ➜Es una fanática del terror, todo lo que gire en torno a lo oscuro y perturbador tiene su atención, libros, películas, adornos, lugares abandonados, objetos malditos y todo aquello con vibra sobrenatural forma parte de una de sus obsesiones.

    ➜Aunque no lo admite en el fondo le gusta la comida humana, sin embargo, no tolera todos los alimentos existentes por igual, algunos pueden conducirla al vómito o al malestar de la misma forma que puede tener antojos desmedidos o “inventar” recetas con su ingrediente especial (Sangre, obvio).

    ➜Detesta el silencio, no puede pasar más de cinco minutos sola con sus pensamientos o simplemente en ambientes quietos, acostumbra a llevar su móvil y auriculares con música constante para aliviar la ansiedad y el estrés que eso le ocasiona, le dificulta mantenerse racional. Ha adoptado una gran cultura musical con el correr de los siglos al recorrer distintos continentes.

    ➜A pesar de su apariencia ruda y actitud de matona pandillera tiene una seducción muy única, es más coqueta de lo que aparenta y sabe moverse muy bien, es buena bailarina y acróbata, parte de su entrenamiento físico consistió en contorsionismo y atletismo explotando al máximo su cuerpo.

    ➜Colecciona pertenencias de sus víctimas, no hay una explicación lógica para eso, simplemente si le gusta se lo lleva, si le causa algo será suyo, sobre todo joyas y objetos brillantes, pero no por eso menosprecia cosas como prendas, juguetes, etc.

    ➜Es indistinta a dañar animales (si no ha de ser un caso extremo), no tiene ninguna diferencia con ellos y sostiene que los humanos son la única especie sobrante y que está en constante reproducción.

    ➜Tiene gran habilidad para el dibujo y la pintura, en su pasado como clarividente se vio obligada a perfeccionar su arte para expresar a detalle todo lo que su mente proyectaba y replicar a la perfección todo tipo de imagen existente.

    ➜Es poliglota, si bien su idioma natal es el inglés ha dedicado parte de su vida a aprender varios idiomas a nivel fluido tanto en habla como en escritura entre los cuales se destacan el italiano, ruso, español, alemán y chino siendo su desafío actual el francés y el latín.

    ➜Duerme, no tan seguido como otras variantes de su especie, pero disfruta de siestas que oscilan entre 3 y 21 horas. Principalmente para moderar su sed, además de ser un buen “break” para su cabeza. En caso de sueños prolongados suele ocultarse de la civilización más no es muy común.

    ➜Le encantan los baños de inmersión, puede pasar largos ratos en piscinas o tinas, es uno de sus caprichos más comunes, siempre tiene un momento para ella y su “tiempo de spa”.

    ➜Fuma, por placer y por terapia, la ayuda a sostener su humor dónde corresponde cuando es necesario y como no le afecta también le sirve para distraerse de malos impulsos. Si quisiera experimentar algún efecto únicamente podría hacerlo a través de la sangre infectada con el estupefaciente a elección.

    ➜Sufre de pesadillas y visiones cortas sobre su pasado humano, (lo que la confunde a diario puesto que ella solo posee recuerdos lucidos de su vida a partir de su abrazo) así como también sobre el momento de su captura y muerte de su Sire, de la cual siente gran culpa hasta el día de hoy.

    ➜Es pesimista y bastante realista, nunca se ha permitido soñar en grande o tener metas más allá de la supervivencia, no posee vínculos muy cercanos y nunca ha tenido amoríos puesto a que más allá de tener un lado emocional oculto los algunos sentimientos aún son un enigma para ella, aunque interpreta las emociones con sabiduría a raíz de lo aprendido entre los humanos.

    ➜La tecnología no es una molestia para ella, ha logrado actualizarse con éxito y de hecho es buena para usarla, siendo casi adicta al teléfono celular.

    ➜Es sensible a ruidos extremadamente altos si la toman por sorpresa, todo lo que pueda estimular o alterar su psiquis la conducen a un frenesí psicótico dónde puede llegar a desconocerse con su entorno.

    ➜El contacto físico es difícil con ella, no le gusta, es muy sencillo causarle incomodidad y fastidio cuando de eso se trata, es algo que aún trabaja.

    ➜Adora los tatuajes, piercings y todo tipo de modificación corporal, ella posee varios de los primeros, aunque muchos cubren cicatrices que prefirió olvidar.

    ➜Lleva un conteo estricto de sus víctimas, es un TOC que no le ha dicho a nadie.

    ➜Cuando pierde la cordura suele tener episodios de tricotilomanía.

    ➜Es buena con las armas de todo tipo, pero una de las herencias de su Sire es el “asesinato bestial” ha demostrado que tan solo con sus manos puede crear terribles escenarios y es no solo un sello personal sino que también su favorito.
    𝗦𝝤𝝡𝗘ꔋ𝘏𐌉𝖭𝗚𝗦𝖠𝘉𝝤ꓴꔋ𝘏𝗘𝙍: ‘ᴹⁱˢᶜᵉˡˡᵃⁿᵉᵒᵘˢ ᴱᵈⁱᵗⁱᵒⁿ’ ➜Es una fanática del terror, todo lo que gire en torno a lo oscuro y perturbador tiene su atención, libros, películas, adornos, lugares abandonados, objetos malditos y todo aquello con vibra sobrenatural forma parte de una de sus obsesiones. ➜Aunque no lo admite en el fondo le gusta la comida humana, sin embargo, no tolera todos los alimentos existentes por igual, algunos pueden conducirla al vómito o al malestar de la misma forma que puede tener antojos desmedidos o “inventar” recetas con su ingrediente especial (Sangre, obvio). ➜Detesta el silencio, no puede pasar más de cinco minutos sola con sus pensamientos o simplemente en ambientes quietos, acostumbra a llevar su móvil y auriculares con música constante para aliviar la ansiedad y el estrés que eso le ocasiona, le dificulta mantenerse racional. Ha adoptado una gran cultura musical con el correr de los siglos al recorrer distintos continentes. ➜A pesar de su apariencia ruda y actitud de matona pandillera tiene una seducción muy única, es más coqueta de lo que aparenta y sabe moverse muy bien, es buena bailarina y acróbata, parte de su entrenamiento físico consistió en contorsionismo y atletismo explotando al máximo su cuerpo. ➜Colecciona pertenencias de sus víctimas, no hay una explicación lógica para eso, simplemente si le gusta se lo lleva, si le causa algo será suyo, sobre todo joyas y objetos brillantes, pero no por eso menosprecia cosas como prendas, juguetes, etc. ➜Es indistinta a dañar animales (si no ha de ser un caso extremo), no tiene ninguna diferencia con ellos y sostiene que los humanos son la única especie sobrante y que está en constante reproducción. ➜Tiene gran habilidad para el dibujo y la pintura, en su pasado como clarividente se vio obligada a perfeccionar su arte para expresar a detalle todo lo que su mente proyectaba y replicar a la perfección todo tipo de imagen existente. ➜Es poliglota, si bien su idioma natal es el inglés ha dedicado parte de su vida a aprender varios idiomas a nivel fluido tanto en habla como en escritura entre los cuales se destacan el italiano, ruso, español, alemán y chino siendo su desafío actual el francés y el latín. ➜Duerme, no tan seguido como otras variantes de su especie, pero disfruta de siestas que oscilan entre 3 y 21 horas. Principalmente para moderar su sed, además de ser un buen “break” para su cabeza. En caso de sueños prolongados suele ocultarse de la civilización más no es muy común. ➜Le encantan los baños de inmersión, puede pasar largos ratos en piscinas o tinas, es uno de sus caprichos más comunes, siempre tiene un momento para ella y su “tiempo de spa”. ➜Fuma, por placer y por terapia, la ayuda a sostener su humor dónde corresponde cuando es necesario y como no le afecta también le sirve para distraerse de malos impulsos. Si quisiera experimentar algún efecto únicamente podría hacerlo a través de la sangre infectada con el estupefaciente a elección. ➜Sufre de pesadillas y visiones cortas sobre su pasado humano, (lo que la confunde a diario puesto que ella solo posee recuerdos lucidos de su vida a partir de su abrazo) así como también sobre el momento de su captura y muerte de su Sire, de la cual siente gran culpa hasta el día de hoy. ➜Es pesimista y bastante realista, nunca se ha permitido soñar en grande o tener metas más allá de la supervivencia, no posee vínculos muy cercanos y nunca ha tenido amoríos puesto a que más allá de tener un lado emocional oculto los algunos sentimientos aún son un enigma para ella, aunque interpreta las emociones con sabiduría a raíz de lo aprendido entre los humanos. ➜La tecnología no es una molestia para ella, ha logrado actualizarse con éxito y de hecho es buena para usarla, siendo casi adicta al teléfono celular. ➜Es sensible a ruidos extremadamente altos si la toman por sorpresa, todo lo que pueda estimular o alterar su psiquis la conducen a un frenesí psicótico dónde puede llegar a desconocerse con su entorno. ➜El contacto físico es difícil con ella, no le gusta, es muy sencillo causarle incomodidad y fastidio cuando de eso se trata, es algo que aún trabaja. ➜Adora los tatuajes, piercings y todo tipo de modificación corporal, ella posee varios de los primeros, aunque muchos cubren cicatrices que prefirió olvidar. ➜Lleva un conteo estricto de sus víctimas, es un TOC que no le ha dicho a nadie. ➜Cuando pierde la cordura suele tener episodios de tricotilomanía. ➜Es buena con las armas de todo tipo, pero una de las herencias de su Sire es el “asesinato bestial” ha demostrado que tan solo con sus manos puede crear terribles escenarios y es no solo un sello personal sino que también su favorito.
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  • El aroma del incienso apenas se deslizaba en el aire, como una plegaria silente que se aferraba a los pilares de madera antigua, buscando a un dios que ya no escuchaba. Más allá del umbral, los cerezos dormían bajo la bruma de un atardecer lejano, derramando pétalos como si la tierra llorara en silencio por algo que no alcanzaba a comprender.

    Ella se mantenía de pie junto a la columna central de la habitación, su figura envuelta en sombras y en los destellos suaves que se filtraban entre las rendijas del shōji. La penumbra jugaba con el contorno de su silueta, disolviéndola por momentos, como si el mundo aún no decidiera si debía retenerla o permitir que se desvaneciera en la bruma del amanecer. Sus ojos ahora se fijaban en sus propias manos, desnudas, apenas temblorosas.

    Allí, entre sus dedos, aún palpitaba un vestigio de lo que había hecho. No fuego, no luz… Sino una tibieza tenue, extraña, como si hubiese absorbido algo más que simple energía corrupta. Como si, por un instante, hubiera contenido dentro de sí el eco del alma de otro. Como si hubiese sido —por primera vez en mucho tiempo— no una emisaria de castigo, sino portadora de una forma de liberación.

    Kazuo ...

    El nombre danzaba aún en su mente como un rezo no pronunciado. Había visto en sus ojos lo mismo que durante años veló en los suyos: la sombra que consume desde adentro, la semilla de una corrupción que no solo carcome la carne, sino que enturbia la voluntad, deforma los sueños y convierte la compasión en ceniza. Y sin embargo, frente a él, había elegido lo impensable.

    Ella, que durante años había arrancado vidas sin titubeo. Ella, que había sido el azote de lo impuro, la daga precisa en corazones ya perdidos, había abierto las manos y contenido la corrupción que lo asfixiaba. La había absorbido, redirigido hacia sí, como una grieta más entre tantas que ya la habitaban. Y con ese acto, lo había salvado.

    Sus dedos se cerraron lentamente en un puño, apretando hasta que los nudillos se tornaron pálidos. El cuero de los guantes crujió apenas bajo la presión, como si compartiera el eco de algo que también se tensaba en su interior. No había rencor en su rostro. Tampoco ira por aquella súplica que había escuchado de los labios del zorro—una súplica disfrazada de resolución. Una petición callada, pero irrevocable: “Déjame ir.” Kazuo no lo había rogado, no había llorado. Había hablado con la serenidad de quien ya se ha despedido de sí mismo mucho antes.

    Y aun así, ella lo había negado.

    Le había arrebatado la muerte que pedía, el olvido que ansiaba.

    Había decidido por él.

    No por piedad, ni por alguna esperanza ingenua. Sino porque, en ese instante, frente a la sombra encarnada en otro, ella había visto reflejada su propia ruina —aquella época en que también habría suplicado lo mismo, si aún le hubiese quedado alguien a quien hacerlo.

    Conocía bien esa oscuridad, ese anhelo de desaparecer. No como un acto de cobardía, sino como el último vestigio de control que le quedaba a un alma exhausta. Lo había sentido abrasar sus huesos y dormir su pecho en más de una noche. Por eso, su negativa no había sido liviana. Le dolió en la carne vieja y en las heridas que jamás terminaron de cerrar.

    Salvarlo fue una condena compartida.

    Una elección que no le trajo consuelo, ni redención, sino un nuevo peso que ahora cargaba consigo. Uno más entre tantos, pero distinto. Porque sabía que, al sostenerlo en la vida, no lo había liberado… solo lo había obligado a mirar de frente aquello de lo que deseaba huir. Le devolvió el espejo y dejó intacto su reflejo. Hizo lo correcto, pero el alma no siempre aplaude lo justo. A veces lo resiste. A veces lo sangra en silencio.

    Por eso, en lugar de alivio, lo que sintió fue ese peso silente. Ese manto gris que se posa sobre quienes han hecho lo que debían… Aún sabiendo que sería odiada por ello.

    Se sentó con calma, como quien ha terminado una batalla que no necesita testigos. Con gesto lento, se colocó los guantes de cuero negro que durante tanto tiempo fueron su segunda piel, cubriendo las manos que por primera vez no habían destruido, sino redimido. En sus ojos brillaba algo que no era del todo tristeza, pero sí un tipo de duelo: el duelo por una parte de sí que había muerto con ese gesto, y que no deseaba enterrar con violencia. Solo dejar ir, como se deja ir un suspiro al final de una plegaria.

    Entonces, su mirada se alzó y se posó sobre la mesa baja del rincón, de madera lacada en tonos oscuros, adornada con tallas antiguas de dragones dormidos y ramas de ciruelo. Allí reposaban sus escrituras, sus bitácoras marcadas con la caligrafía elegante de quien ha aprendido a registrar el mal con precisión casi quirúrgica. Mapas de regiones corroídas por la oscuridad, diagramas de espíritus, anotaciones de antiguos sellos y rituales, nombres tachados con tinta roja. Eran sus huellas. El legado de una vida entera dedicada a la caza de lo impuro, al estudio de lo inasible.

    Con parsimonia, recogió cada hoja, cada trozo de pergamino, doblado con meticulosa devoción. No lo hacía con prisa, ni por temor. Era un gesto íntimo, ritual, como quien guarda las piezas de una historia que ya no le pertenece por completo. Dobló un trozo de tela oscura sobre las libretas y lo ató con un lazo de cuerda roja, el color de la sangre contenida y del deber cumplido.

    El templo, con su techo de tejas curvadas y sus faroles de papel aún encendidos con una luz suave, parecía sostenerla en una respiración contenida. Afuera, el murmullo del arroyo apenas se oía entre los árboles, y los pasos del mundo se sentían lejanos. Allí, entre las paredes de madera sagrada y el incienso que aún ardía en el altar, había hallado un respiro. No redención completa. No paz absoluta. Pero sí un instante de claridad. Un acto que, quizá, marcaría el inicio de otro camino.

    Se detuvo antes de cerrar la puerta corrediza tras de sí. Se quedó allí, con la mano apoyada en la madera, como si aún dudara del siguiente paso. Su mirada se deslizó una vez más hacia la habitación: ese espacio transitorio que, aunque breve, le había ofrecido un refugio.
    El aroma del incienso apenas se deslizaba en el aire, como una plegaria silente que se aferraba a los pilares de madera antigua, buscando a un dios que ya no escuchaba. Más allá del umbral, los cerezos dormían bajo la bruma de un atardecer lejano, derramando pétalos como si la tierra llorara en silencio por algo que no alcanzaba a comprender. Ella se mantenía de pie junto a la columna central de la habitación, su figura envuelta en sombras y en los destellos suaves que se filtraban entre las rendijas del shōji. La penumbra jugaba con el contorno de su silueta, disolviéndola por momentos, como si el mundo aún no decidiera si debía retenerla o permitir que se desvaneciera en la bruma del amanecer. Sus ojos ahora se fijaban en sus propias manos, desnudas, apenas temblorosas. Allí, entre sus dedos, aún palpitaba un vestigio de lo que había hecho. No fuego, no luz… Sino una tibieza tenue, extraña, como si hubiese absorbido algo más que simple energía corrupta. Como si, por un instante, hubiera contenido dentro de sí el eco del alma de otro. Como si hubiese sido —por primera vez en mucho tiempo— no una emisaria de castigo, sino portadora de una forma de liberación. [8KazuoAihara8]... El nombre danzaba aún en su mente como un rezo no pronunciado. Había visto en sus ojos lo mismo que durante años veló en los suyos: la sombra que consume desde adentro, la semilla de una corrupción que no solo carcome la carne, sino que enturbia la voluntad, deforma los sueños y convierte la compasión en ceniza. Y sin embargo, frente a él, había elegido lo impensable. Ella, que durante años había arrancado vidas sin titubeo. Ella, que había sido el azote de lo impuro, la daga precisa en corazones ya perdidos, había abierto las manos y contenido la corrupción que lo asfixiaba. La había absorbido, redirigido hacia sí, como una grieta más entre tantas que ya la habitaban. Y con ese acto, lo había salvado. Sus dedos se cerraron lentamente en un puño, apretando hasta que los nudillos se tornaron pálidos. El cuero de los guantes crujió apenas bajo la presión, como si compartiera el eco de algo que también se tensaba en su interior. No había rencor en su rostro. Tampoco ira por aquella súplica que había escuchado de los labios del zorro—una súplica disfrazada de resolución. Una petición callada, pero irrevocable: “Déjame ir.” Kazuo no lo había rogado, no había llorado. Había hablado con la serenidad de quien ya se ha despedido de sí mismo mucho antes. Y aun así, ella lo había negado. Le había arrebatado la muerte que pedía, el olvido que ansiaba. Había decidido por él. No por piedad, ni por alguna esperanza ingenua. Sino porque, en ese instante, frente a la sombra encarnada en otro, ella había visto reflejada su propia ruina —aquella época en que también habría suplicado lo mismo, si aún le hubiese quedado alguien a quien hacerlo. Conocía bien esa oscuridad, ese anhelo de desaparecer. No como un acto de cobardía, sino como el último vestigio de control que le quedaba a un alma exhausta. Lo había sentido abrasar sus huesos y dormir su pecho en más de una noche. Por eso, su negativa no había sido liviana. Le dolió en la carne vieja y en las heridas que jamás terminaron de cerrar. Salvarlo fue una condena compartida. Una elección que no le trajo consuelo, ni redención, sino un nuevo peso que ahora cargaba consigo. Uno más entre tantos, pero distinto. Porque sabía que, al sostenerlo en la vida, no lo había liberado… solo lo había obligado a mirar de frente aquello de lo que deseaba huir. Le devolvió el espejo y dejó intacto su reflejo. Hizo lo correcto, pero el alma no siempre aplaude lo justo. A veces lo resiste. A veces lo sangra en silencio. Por eso, en lugar de alivio, lo que sintió fue ese peso silente. Ese manto gris que se posa sobre quienes han hecho lo que debían… Aún sabiendo que sería odiada por ello. Se sentó con calma, como quien ha terminado una batalla que no necesita testigos. Con gesto lento, se colocó los guantes de cuero negro que durante tanto tiempo fueron su segunda piel, cubriendo las manos que por primera vez no habían destruido, sino redimido. En sus ojos brillaba algo que no era del todo tristeza, pero sí un tipo de duelo: el duelo por una parte de sí que había muerto con ese gesto, y que no deseaba enterrar con violencia. Solo dejar ir, como se deja ir un suspiro al final de una plegaria. Entonces, su mirada se alzó y se posó sobre la mesa baja del rincón, de madera lacada en tonos oscuros, adornada con tallas antiguas de dragones dormidos y ramas de ciruelo. Allí reposaban sus escrituras, sus bitácoras marcadas con la caligrafía elegante de quien ha aprendido a registrar el mal con precisión casi quirúrgica. Mapas de regiones corroídas por la oscuridad, diagramas de espíritus, anotaciones de antiguos sellos y rituales, nombres tachados con tinta roja. Eran sus huellas. El legado de una vida entera dedicada a la caza de lo impuro, al estudio de lo inasible. Con parsimonia, recogió cada hoja, cada trozo de pergamino, doblado con meticulosa devoción. No lo hacía con prisa, ni por temor. Era un gesto íntimo, ritual, como quien guarda las piezas de una historia que ya no le pertenece por completo. Dobló un trozo de tela oscura sobre las libretas y lo ató con un lazo de cuerda roja, el color de la sangre contenida y del deber cumplido. El templo, con su techo de tejas curvadas y sus faroles de papel aún encendidos con una luz suave, parecía sostenerla en una respiración contenida. Afuera, el murmullo del arroyo apenas se oía entre los árboles, y los pasos del mundo se sentían lejanos. Allí, entre las paredes de madera sagrada y el incienso que aún ardía en el altar, había hallado un respiro. No redención completa. No paz absoluta. Pero sí un instante de claridad. Un acto que, quizá, marcaría el inicio de otro camino. Se detuvo antes de cerrar la puerta corrediza tras de sí. Se quedó allí, con la mano apoyada en la madera, como si aún dudara del siguiente paso. Su mirada se deslizó una vez más hacia la habitación: ese espacio transitorio que, aunque breve, le había ofrecido un refugio.
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