• EL inicio de una aventura
    Fandom Crossover
    Categoría Aventura
    La mansión Croft, ahora en mejor estado que el de hacia un par de decadas, siempre había tenido algo particular que la gente del exterior ignoraba o prefería mantener en un misterio pues desde que los herederos del titulo se habían dejado a la arqueologia, la investigación y exploración de tumbas antiguas. SI no era el padre buscando indicios sobre la isla perdida en el triangulo de las vermudas, hasta las tierras aztecas en busca de tierras perdidas escondida en las selvas desde México hasta Brasil, mientras la hija se dedicaba a la búsqueda entre Siberia, Rusia y Siria, siguiendo las pistas de su difunto padre.
    Era tan extraño encontrarla en casa que muchos usaban la mansión Croft como un mito o un sitio de leyenda, como un lugar embrujado o la verdadera mina de oro a la que todos temían entrar.

    -¿En serio? ¿Eso es lo que piensa la gente?

    Lara se limito a sonreir a la pantalla. Jamas habría pensado que su propio hogar se volvería un lugar misterioso y fantasmal en un foro de Reddit. Zip, con su relajada personalidad solo se tomaba las cosas con calma, mientras Jonah se revolvía en su asiento mientras seguía leyendo como "El fantasma de Lady Croft"

    -Si pasaras mas tiempo en casa, estoy seguro que asustaría mucho mas que esas cámaras o la cara de Winston cada que le das un susto.

    -Jaja, muy gracioso Jonah.

    No era para menos, en los ultimos meses, con tantas investigaciones, apenas habia salido de la biblioteca. De no ser por el mayordomo y la necesidad urgente de bañarse, comenzaría a parecer un verdadero fantasma.

    -Da igual, mientras no entren en casa todo esta bien. -Salio de la 'cueva' llena de cables bostezando ligeramente- Me pone los pelos de punta saber que rondan fuera del porton, mas aun teniendo a la Trinidad pisandonos los talones.

    Recordar la 'muerte' de su padre y la constante paranoia de que un extraño entre en su hogar y atente contra sus amigos por su culpa no era la sensación mas agradable. Gracias a los ingresos por investigaciones, había podido poner tantas camaras, sistemas de bloqueo y muchas armas regadas entre esculturas, figuras y pinturas para poder dormir tranquila, aunque fuera por poco.
    Tres horas despues, justo cuando el reloj de péndulo invadió el silencioso lugar, un ruido bien calculado le hizo rebotar de la cama y saltar sigilosamente hacia la puerta, no sin antes sacar la pistola bajo la almohada.

    Susurros, pasos, como habían traspasado la segurida no era su principal preocupacion, solo quería deshacerse de los intrusos y buscar las respuestas después de eso.

    -¡MIerda! Hay un montón de cosas aquí ¿Como mierda vamos a encontrar la pieza que nos falta?

    Y, al parecer, no eran del tipo profesional incluso podría decir, carecían de cierta inteligencia.
    (ROL LIBRE)
    La mansión Croft, ahora en mejor estado que el de hacia un par de decadas, siempre había tenido algo particular que la gente del exterior ignoraba o prefería mantener en un misterio pues desde que los herederos del titulo se habían dejado a la arqueologia, la investigación y exploración de tumbas antiguas. SI no era el padre buscando indicios sobre la isla perdida en el triangulo de las vermudas, hasta las tierras aztecas en busca de tierras perdidas escondida en las selvas desde México hasta Brasil, mientras la hija se dedicaba a la búsqueda entre Siberia, Rusia y Siria, siguiendo las pistas de su difunto padre. Era tan extraño encontrarla en casa que muchos usaban la mansión Croft como un mito o un sitio de leyenda, como un lugar embrujado o la verdadera mina de oro a la que todos temían entrar. -¿En serio? ¿Eso es lo que piensa la gente? Lara se limito a sonreir a la pantalla. Jamas habría pensado que su propio hogar se volvería un lugar misterioso y fantasmal en un foro de Reddit. Zip, con su relajada personalidad solo se tomaba las cosas con calma, mientras Jonah se revolvía en su asiento mientras seguía leyendo como "El fantasma de Lady Croft" -Si pasaras mas tiempo en casa, estoy seguro que asustaría mucho mas que esas cámaras o la cara de Winston cada que le das un susto. -Jaja, muy gracioso Jonah. No era para menos, en los ultimos meses, con tantas investigaciones, apenas habia salido de la biblioteca. De no ser por el mayordomo y la necesidad urgente de bañarse, comenzaría a parecer un verdadero fantasma. -Da igual, mientras no entren en casa todo esta bien. -Salio de la 'cueva' llena de cables bostezando ligeramente- Me pone los pelos de punta saber que rondan fuera del porton, mas aun teniendo a la Trinidad pisandonos los talones. Recordar la 'muerte' de su padre y la constante paranoia de que un extraño entre en su hogar y atente contra sus amigos por su culpa no era la sensación mas agradable. Gracias a los ingresos por investigaciones, había podido poner tantas camaras, sistemas de bloqueo y muchas armas regadas entre esculturas, figuras y pinturas para poder dormir tranquila, aunque fuera por poco. Tres horas despues, justo cuando el reloj de péndulo invadió el silencioso lugar, un ruido bien calculado le hizo rebotar de la cama y saltar sigilosamente hacia la puerta, no sin antes sacar la pistola bajo la almohada. Susurros, pasos, como habían traspasado la segurida no era su principal preocupacion, solo quería deshacerse de los intrusos y buscar las respuestas después de eso. -¡MIerda! Hay un montón de cosas aquí ¿Como mierda vamos a encontrar la pieza que nos falta? Y, al parecer, no eran del tipo profesional incluso podría decir, carecían de cierta inteligencia. (ROL LIBRE)
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  • Caída a la Tierra
    Fandom OC
    Categoría Original
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad.

    Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia.

    Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias.

    Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa.

    Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas.

    Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar.

    Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
    El cielo nocturno se extendía como un manto silencioso sobre el bosque, y entre las hojas húmedas y el aroma a tierra recién mojada y madera en descomposición, yacía un cuerpo que no pertenecía a ese mundo. Raphael Veyrith estaba inmóvil, su respiración apenas perceptible, mientras la bruma del amanecer empezaba a colarse entre los troncos retorcidos. Había caído hace días, quizás semanas; el tiempo carecía de sentido para él en aquel limbo de inconsciencia, donde la gravedad de la Tierra lo abrazaba con una crudeza desconocida. Sus heridas aún ardían, latigazos invisibles de los dioses recorriendo su piel, cada cicatriz un recordatorio punzante de su pasado, de su dolor y de la fragilidad de cualquier ser mortal frente a la divinidad. Durante esos primeros días, su cuerpo permaneció dormido, un descanso forzado por el impacto de la caída y el shock del cambio de plano. El aire estaba impregnado de la fragancia de la tierra, de la humedad de la vegetación y de algo más, un susurro de vida que él no podía comprender del todo. Su respiración era lenta, casi inexistente, y sus párpados permanecían cerrados mientras su mente flotaba entre fragmentos de luz celestial y sombras infernales, recordándole quién era y lo que había perdido. Cada instante de inconsciencia estaba poblado de murmullos antiguos, ecos del idioma de los dioses, un lenguaje que vibraba como cuerdas cósmicas: “Ælthar, Nivaur, Shyvalen…”, palabras que no tenían traducción humana, pero que llenaban su mente con significados de poder, dolor y supervivencia. Cuando finalmente sus sentidos comenzaron a reaccionar, no fue el sonido ni la luz lo que lo despertó: fue el hambre. Un hambre profundo, primigenio, que recorría sus entrañas y le recordaba que, aunque herido, su naturaleza no podía permanecer pasiva. Abrió los ojos lentamente, sus iris violeta y rojo reflejando el follaje entre las sombras, intentando comprender, aunque no pudiera traducir las señales humanas. Todo era extraño, desde la textura rugosa de las hojas hasta el aroma metálico de la sangre de la Tierra, y su mente, entrenada en la observación y el análisis de mundos imposibles, comenzó a descifrar patrones, movimientos y presencias. Su mirada se posó sobre un par de ardillas que correteaban entre las raíces y las ramas bajas. Sus pequeños cuerpos eran ágilmente humanos y animales a la vez, ignorantes de la amenaza que lo observaba desde la penumbra. Raphael inclinó la cabeza, probando mentalmente sonidos en el idioma de los dioses: “Kryv’hal, shalanth… carne, vida…”. Su instinto depredador rugió silencioso. Cada músculo de su cuerpo reaccionó; sus garras apenas perceptibles tensándose bajo la piel, su aliento saliendo en bocanadas controladas para no ahuyentar a la presa. Y entonces se movió. Con un silencio casi imposible para un ser de su tamaño y fuerza, se deslizó entre hojas y raíces, siguiendo el aroma y el movimiento. La ardilla, ajena a su destino, saltó entre las ramas, pero no hubo escape que Raphael no pudiera anticipar. Saltó con precisión sobrenatural, sus manos sujetando con fuerza, y su boca, antes acostumbrada a palabras divinas, ahora probaba la carne que tanto necesitaba. La sangre caliente recorrió sus labios y descendió por su barbilla mientras los órganos de la pequeña criatura cedían a su fuerza, y Raphael la devoró con un ritmo instintivo, salvaje, casi ceremonial. Cada mordisco era un recordatorio de su necesidad, de la dualidad entre la gracia angelical y la brutalidad demoníaca que corría por sus venas. Entre bocados y respiraciones profundas, murmuró en el idioma de los dioses, como si aquello pudiera explicar lo que hacía o recordarle su origen: “Shyvalen… fuerza… vida… krellthar…”. No había remordimiento, solo el reconocimiento de que para sobrevivir en este mundo debía adaptarse, aceptar su hambre y confiar en sus instintos. Su mirada recorría el bosque, cada sombra y cada árbol evaluado, analizado; los animales, las corrientes de aire, la humedad y el terreno, todo formaba parte de un mapa invisible que solo él podía descifrar. Cuando terminó, se recostó entre raíces y musgo, con la sangre aún manchando sus labios, y por primera vez percibió la magnitud del bosque, su aislamiento, y la realidad de estar extraño y solo en un mundo que no comprendía. No había palabras humanas, no había aldeanos, solo la respiración de la Tierra y el eco de los dioses en su mente. Y mientras el sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles, Raphael sintió que algo dentro de él comenzaba a despertar más allá del hambre: la conciencia de que su historia en esta tierra apenas empezaba, y que cada sombra, cada sonido, cada criatura que cruzara su camino podría ser tanto un enemigo como un alimento, o quizás un secreto que desvelaría su verdadero propósito.
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  • -Habia decidí salir, estando en uno de los puentes siendo fotografiado por gente de la calle, subiendo la a las redes, tejiendo miles de likes y compartidos, después de unos minutos apague el cigarro siguiendo mi camino -
    -Habia decidí salir, estando en uno de los puentes siendo fotografiado por gente de la calle, subiendo la a las redes, tejiendo miles de likes y compartidos, después de unos minutos apague el cigarro siguiendo mi camino -
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  • La ciudad vibraba bajo un cielo que nunca descansaba: neón, faroles parpadeantes y la constante marea de sonidos humanos llenaban el aire con un ritmo extraño para alguien acostumbrada al silencio eterno de su mansión. Yūrei Veyrith caminaba entre la multitud, pero sus pasos eran apenas un susurro, como si la tierra misma la reconociera y la dejara pasar. Sus ojos plateados recorrían cada detalle: escaparates iluminados, callejones oscuros, los reflejos del asfalto mojado que parecía contener un mundo paralelo en cada charco.

    Un aroma desconocido la detuvo: una mezcla de especias, dulzor y calor que despertó una curiosidad que hacía siglos no sentía. Siguiendo el olor, llegó a un pequeño puesto callejero donde un humano apresurado servía comida. Yūrei se inclinó ligeramente, observando cómo el vapor ascendía en espirales casi mágicas. Sus dedos rozaron la superficie de la mesa, y por un instante, se permitió sonreír ante la simpleza de la vida humana, que para ella era un misterio tan fascinante como cualquier otro plano de existencia.

    De repente, un grito cortó el murmullo de la ciudad: un hombre corría, perseguido por algo que Yūrei percibió antes de que la mayoría pudiera notar. Una sombra amorfa con ojos rojos brillantes se movía entre la multitud, tomando la forma de miedo y confusión. Sus sentidos ancestrales reconocieron la amenaza: un yokai errante, extraviado en el mundo humano, incapaz de contener su hambre por la energía del miedo.

    Sin dudar, Yūrei se movió con la gracia de siglos de experiencia. Su cabello plateado se movió como un halo etéreo, y una luz tenue surgió de sus manos, trazando un patrón de contención en el aire. La sombra se detuvo, y un silencio momentáneo se apoderó de la calle. Sus ojos se fijaron en el yokai, y con un gesto casi ceremonial, lo guió de vuelta a su plano, disolviendo su forma oscura en un resplandor azul. El hombre que había estado huyendo quedó confundido, seguro, creyendo que todo había sido producto de su imaginación.

    Yūrei continuó caminando, como si nada hubiera ocurrido, mezclándose con los transeúntes. Cada calle, cada luz y cada olor eran una lección: la ciudad humana estaba viva, y ella estaba allí para aprender, explorar y, cuando fuera necesario, intervenir desde las sombras. Sus pasos la llevaron a un callejón angosto, donde la oscuridad parecía más densa. Un graffiti brillante en la pared atrajo su atención; no era arte común, sino un símbolo que resonaba con energías sobrenaturales. Sus dedos rozaron la pintura, y por un instante, visiones fugaces de antiguos rituales y secretos olvidados cruzaron su mente.

    La noche avanzaba y Yūrei sabía que cada esquina de la ciudad guardaba secretos que los humanos jamás entenderían. Criaturas errantes, energías perdidas, pequeños milagros ocultos… todo coexistía con la rutina humana, y ella estaba allí para descubrirlo, protegerlo y, quizá, guiarlo. Con cada paso, la madre de lo imposible caminaba entre mundos, recordando que aunque perteneciera a todos y a ninguno, podía encontrar pequeñas certezas en lo cotidiano: un aroma desconocido, un callejón misterioso, un simple acto de bondad humana, y la satisfacción silenciosa de mantener el equilibrio entre lo visible y lo invisible.
    La ciudad vibraba bajo un cielo que nunca descansaba: neón, faroles parpadeantes y la constante marea de sonidos humanos llenaban el aire con un ritmo extraño para alguien acostumbrada al silencio eterno de su mansión. Yūrei Veyrith caminaba entre la multitud, pero sus pasos eran apenas un susurro, como si la tierra misma la reconociera y la dejara pasar. Sus ojos plateados recorrían cada detalle: escaparates iluminados, callejones oscuros, los reflejos del asfalto mojado que parecía contener un mundo paralelo en cada charco. Un aroma desconocido la detuvo: una mezcla de especias, dulzor y calor que despertó una curiosidad que hacía siglos no sentía. Siguiendo el olor, llegó a un pequeño puesto callejero donde un humano apresurado servía comida. Yūrei se inclinó ligeramente, observando cómo el vapor ascendía en espirales casi mágicas. Sus dedos rozaron la superficie de la mesa, y por un instante, se permitió sonreír ante la simpleza de la vida humana, que para ella era un misterio tan fascinante como cualquier otro plano de existencia. De repente, un grito cortó el murmullo de la ciudad: un hombre corría, perseguido por algo que Yūrei percibió antes de que la mayoría pudiera notar. Una sombra amorfa con ojos rojos brillantes se movía entre la multitud, tomando la forma de miedo y confusión. Sus sentidos ancestrales reconocieron la amenaza: un yokai errante, extraviado en el mundo humano, incapaz de contener su hambre por la energía del miedo. Sin dudar, Yūrei se movió con la gracia de siglos de experiencia. Su cabello plateado se movió como un halo etéreo, y una luz tenue surgió de sus manos, trazando un patrón de contención en el aire. La sombra se detuvo, y un silencio momentáneo se apoderó de la calle. Sus ojos se fijaron en el yokai, y con un gesto casi ceremonial, lo guió de vuelta a su plano, disolviendo su forma oscura en un resplandor azul. El hombre que había estado huyendo quedó confundido, seguro, creyendo que todo había sido producto de su imaginación. Yūrei continuó caminando, como si nada hubiera ocurrido, mezclándose con los transeúntes. Cada calle, cada luz y cada olor eran una lección: la ciudad humana estaba viva, y ella estaba allí para aprender, explorar y, cuando fuera necesario, intervenir desde las sombras. Sus pasos la llevaron a un callejón angosto, donde la oscuridad parecía más densa. Un graffiti brillante en la pared atrajo su atención; no era arte común, sino un símbolo que resonaba con energías sobrenaturales. Sus dedos rozaron la pintura, y por un instante, visiones fugaces de antiguos rituales y secretos olvidados cruzaron su mente. La noche avanzaba y Yūrei sabía que cada esquina de la ciudad guardaba secretos que los humanos jamás entenderían. Criaturas errantes, energías perdidas, pequeños milagros ocultos… todo coexistía con la rutina humana, y ella estaba allí para descubrirlo, protegerlo y, quizá, guiarlo. Con cada paso, la madre de lo imposible caminaba entre mundos, recordando que aunque perteneciera a todos y a ninguno, podía encontrar pequeñas certezas en lo cotidiano: un aroma desconocido, un callejón misterioso, un simple acto de bondad humana, y la satisfacción silenciosa de mantener el equilibrio entre lo visible y lo invisible.
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  • El bosque late como el corazón de un viejo moribundo. La humedad me lame los huesos y yo lamo tu rastro, siguiendo tus pasos con la misma soltura que lo hace tu sombra.

    Lo sientes, ¿Verdad? El frío que no viene del aire, sino de mi. Y se acerca a ti.
    El bosque late como el corazón de un viejo moribundo. La humedad me lame los huesos y yo lamo tu rastro, siguiendo tus pasos con la misma soltura que lo hace tu sombra. Lo sientes, ¿Verdad? El frío que no viene del aire, sino de mi. Y se acerca a ti.
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  • -estaba en un evento, grande pasando por la alfombra llena de paparazzis saludando elegentamente, con una leve sonrisa posando para las fotos, siendo un evento de ceos, y algunos eran mafiosos hombres y mujeres, de gran poder, siendo entrevistado -

    |• señor, Reis aquí....una pregunta después de desaparecer del foco público este cambio significa algo, y su reapareción?

    -rei gravamente, viendo hacia la camara-

    Mi hermana fue quien me hizo el cambio, pero si desaparecí del ojo público por cosas personales, pero ahora estoy de vuelta con todo y mi empresa llegar a estar siempre el en top uno. Llegarán grandes cambios sigan atentos

    -desoues de decir eso, seguí caminando entrando al gran salón siendo recibido por socios y conocidos, estrechando manos sintiendo el aroma del vino, champagne, cigarros y puros, por todo el salón viendo a varios con sus parejas otro solos, pasando horas reafirmando alianzas, consiguiendo nuevos inversionistas. Volviendo a mi rutina cotidiana sintiendo bien y más seguro que antes, teniendo un aura más pesada -
    -estaba en un evento, grande pasando por la alfombra llena de paparazzis saludando elegentamente, con una leve sonrisa posando para las fotos, siendo un evento de ceos, y algunos eran mafiosos hombres y mujeres, de gran poder, siendo entrevistado - |• señor, Reis aquí....una pregunta después de desaparecer del foco público este cambio significa algo, y su reapareción? -rei gravamente, viendo hacia la camara- Mi hermana fue quien me hizo el cambio, pero si desaparecí del ojo público por cosas personales, pero ahora estoy de vuelta con todo y mi empresa llegar a estar siempre el en top uno. Llegarán grandes cambios sigan atentos -desoues de decir eso, seguí caminando entrando al gran salón siendo recibido por socios y conocidos, estrechando manos sintiendo el aroma del vino, champagne, cigarros y puros, por todo el salón viendo a varios con sus parejas otro solos, pasando horas reafirmando alianzas, consiguiendo nuevos inversionistas. Volviendo a mi rutina cotidiana sintiendo bien y más seguro que antes, teniendo un aura más pesada -
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  • Con que algo te está presiguiendo...Adelante acá podrás refugiarte.

    -El misterioso hombre le hace la señal a aquella persona para que pasara y pudieran hablar tranquilamente, era una invitación a pasar a su Mansión.-
    Con que algo te está presiguiendo...Adelante acá podrás refugiarte. -El misterioso hombre le hace la señal a aquella persona para que pasara y pudieran hablar tranquilamente, era una invitación a pasar a su Mansión.-
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  • Flor de loto 蓮華 Renge

    Representa la iluminación, ya que nace en las profundidades del fango, crece siguiendo la luz y al salir del agua florece. Las aguas pantanosas simbolizan la ignorancia, el crecimiento hacia la superficie expresa el “esfuerzo” del trabajo espiritual y el florecimiento mismo es la apertura de la mente hacia la luz, es decir, la liberación.

    Akane Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
    Flor de loto 蓮華 Renge Representa la iluminación, ya que nace en las profundidades del fango, crece siguiendo la luz y al salir del agua florece. Las aguas pantanosas simbolizan la ignorancia, el crecimiento hacia la superficie expresa el “esfuerzo” del trabajo espiritual y el florecimiento mismo es la apertura de la mente hacia la luz, es decir, la liberación. [akane_qi]
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  • Y siguiendo con los temas de los Capas de la tormenta... Me pregunto ¿que opinará el señor padre de Mia al saber eso precisamente?

    Mas bien, ¿qué pasara cuando se entere de que alguien por ahi fue causante de la muerte del emperador?.

    -Piensa por un momento y luego suspira-

    No quiero estar ahi cuando la corrija de un Thu’um, si de por si los Thu’um son poderosos, en las fauces del devorador de mundos va a sonar un millon de veces peor.

    Y siguiendo con los temas de los Capas de la tormenta... Me pregunto ¿que opinará el señor padre de Mia al saber eso precisamente? Mas bien, ¿qué pasara cuando se entere de que alguien por ahi fue causante de la muerte del emperador?. -Piensa por un momento y luego suspira- No quiero estar ahi cuando la corrija de un Thu’um, si de por si los Thu’um son poderosos, en las fauces del devorador de mundos va a sonar un millon de veces peor.
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  • Otro día más consiguiendo una nueva discusión. Excelente gestión.
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