• ⸻ ❝Muy bien, ahora me retiro
    Siguiendo un cielo rosa.
    Llegaré hacia mi destino,
    Y tú, por tu camino

    No lo olvidaré,
    Pues en mi corazón te llevaré.
    Tal vez solo en mis sueños seguiré
    El camino que nunca terminamos

    Un día tú me olvidarás
    Y en un cofre guardarás
    Los recuerdos cantando en armonía.

    Solo frías gotas son,
    El pasado en mi canción.
    Yo te amo como en aquel día.

    Muy bien, si así lo decides.
    No dejaré de caminar.
    Pido que mucho te cuides.
    Para no tener que parar.

    Sé que valiente
    Decidiste levantar tu frente.
    Dejar toda locura y disfrutar
    Todo un mundo de nuevas aventuras... ❞ ⸻
    ⸻ ❝Muy bien, ahora me retiro Siguiendo un cielo rosa. Llegaré hacia mi destino, Y tú, por tu camino No lo olvidaré, Pues en mi corazón te llevaré. Tal vez solo en mis sueños seguiré El camino que nunca terminamos Un día tú me olvidarás Y en un cofre guardarás Los recuerdos cantando en armonía. Solo frías gotas son, El pasado en mi canción. Yo te amo como en aquel día. Muy bien, si así lo decides. No dejaré de caminar. Pido que mucho te cuides. Para no tener que parar. Sé que valiente Decidiste levantar tu frente. Dejar toda locura y disfrutar Todo un mundo de nuevas aventuras... ❞ ⸻
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  • Mi hijo acosando a la mascota de la familia, ya está siguiendo mis pasos

    -siente que va a llorar de la emoción -
    Mi hijo acosando a la mascota de la familia, ya está siguiendo mis pasos -siente que va a llorar de la emoción -
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  • ¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!

    Nuestro espantoso viaje ha terminado.

    La nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el anhelado premio.

    Próximo está el puerto, ya oigo las campanas y el pueblo entero que te aclama.

    Siguiendo con sus miradas la poderosa nave, la audaz y soberbia nave;

    Más ¡ay! ¡oh corazón! ¡mi corazón! ¡mi corazón!

    No ves las rojas gotas que caen lentamente,

    Allí, en el puente, donde mi capitán

    Yace extendido, helado y muerto.
    ¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! Nuestro espantoso viaje ha terminado. La nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el anhelado premio. Próximo está el puerto, ya oigo las campanas y el pueblo entero que te aclama. Siguiendo con sus miradas la poderosa nave, la audaz y soberbia nave; Más ¡ay! ¡oh corazón! ¡mi corazón! ¡mi corazón! No ves las rojas gotas que caen lentamente, Allí, en el puente, donde mi capitán Yace extendido, helado y muerto.
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  • - Siguiendo los consejos de Miya 雅 星美 se dió un baño, llevándose a su patito (?)-

    ¿Que dices Roberto que hay que hacer para comer ?
    - Siguiendo los consejos de [Miya011] se dió un baño, llevándose a su patito (?)- ¿Que dices Roberto que hay que hacer para comer ?
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  • La lluvia golpeaba suavemente contra los ventanales del lujoso hotel, pintando siluetas borrosas en los cristales. Afuera, la ciudad parecía susurrar secretos entre gotas, mientras las luces de los autos creaban reflejos temblorosos en el pavimento mojado.

    Dentro del vestíbulo principal, el pequeño vagabundo se encontraba de pie, inmóvil como una estatua, con un esmoquin negro perfectamente ajustado a su figura infantil. El moño de su cuello se le había torcido por la carrera anterior, así que, con una expresión tranquila y dedos ágiles, se lo acomodó frente a un espejo cercano. Sus ojos, más brillantes que nunca, reflejaban una mezcla de emoción y concentración.

    —Je… Mi primer trabajo como cazador profesional. Qué divertido —murmuró para sí, dejando escapar una sonrisa, mientras pensaba en lo emocionado que se había mostrado su maestro al sugerirle este encargo: ser guardaespaldas de un político extranjero en medio de una situación peligrosa.

    **La misión comenzó desde la puerta del hotel.**
    Cuando el cliente bajó, rodeado de asistentes y escoltas tradicionales, el pequeño caminaba a su lado con paso seguro. De pronto, entre la multitud y la lluvia, una figura sospechosa se lanzó hacia el cliente empuñando un arma.

    —¡Hey! ¡Usted! —gritó un guardaespaldas, pero fue el niño quien reaccionó primero.

    Con un giro ágil, el pequeño dio un salto, y con un giro de sus piernas, conectó una patada directa al rostro del agresor. El sujeto cayó al suelo, inconsciente, antes de que pudiera apretar el gatillo.

    —Uno menos —murmuró, sacudiéndose el pantalón con aire despreocupado.

    **Horas después, en un restaurante de lujo,** donde el cliente cenaba con su familia, un grupo de matones armados intentó ingresar por la puerta trasera. El pequeño, que ya los había detectado desde la calle por sus pasos y actitudes nerviosas, los interceptó antes de que cruzaran la cocina.

    —No es buen momento para entrar sin reservar —dijo el pequeño mientras giraba sobre sí mismo, usando un barrido rápido para derribar a uno y desarmar a los otros dos con movimientos secos, casi juguetones. Lo más sorprendente fue que ni una gota de salsa se derramó del plato que sostenía en la otra mano.

    **Más tarde, durante una subasta privada,** el pequeño se mantuvo de pie en una esquina, con los brazos cruzados y la mirada fija como la de un halcón. Su aura, perfectamente controlada, cubría el perímetro. No decía ni una palabra, pero los cazadores de tesoros, mercenarios y ladrones que pensaban robar algo... al sentir esa presión, simplemente se retiraban con un sudor frío recorriéndoles la espalda.

    **Y por último,** cuando un asesino profesional trató de atacar desde las sombras, siguiendo a la comitiva hasta un edificio abandonado, fue él pequeño quien lo esperaba en la oscuridad. El pequeño ya había rastreado su nen y deducido su intención.

    —No es muy educado emboscar a la gente mientras duermen —dijo el niño desde las sombras. El asesino apenas tuvo tiempo de ver el brillo del aura envolviendo el puño del niño antes de recibir un golpe directo al pecho que lo lanzó contra la pared.

    El cliente nunca se enteró de ese último incidente. Sólo recordó al “niño de los ojos brillantes” que siempre parecía estar un paso adelante de todos, protegiéndolo sin fallar.

    Al regresar al hotel esa noche, aún empapado por la lluvia, El pequeño miró su reflejo en un charco.
    —Ser un cazador es… ¡súper divertido! —dijo con entusiasmo, ajustándose de nuevo el moño, orgulloso y sonriente, listo para el siguiente trabajo.
    La lluvia golpeaba suavemente contra los ventanales del lujoso hotel, pintando siluetas borrosas en los cristales. Afuera, la ciudad parecía susurrar secretos entre gotas, mientras las luces de los autos creaban reflejos temblorosos en el pavimento mojado. Dentro del vestíbulo principal, el pequeño vagabundo se encontraba de pie, inmóvil como una estatua, con un esmoquin negro perfectamente ajustado a su figura infantil. El moño de su cuello se le había torcido por la carrera anterior, así que, con una expresión tranquila y dedos ágiles, se lo acomodó frente a un espejo cercano. Sus ojos, más brillantes que nunca, reflejaban una mezcla de emoción y concentración. —Je… Mi primer trabajo como cazador profesional. Qué divertido —murmuró para sí, dejando escapar una sonrisa, mientras pensaba en lo emocionado que se había mostrado su maestro al sugerirle este encargo: ser guardaespaldas de un político extranjero en medio de una situación peligrosa. **La misión comenzó desde la puerta del hotel.** Cuando el cliente bajó, rodeado de asistentes y escoltas tradicionales, el pequeño caminaba a su lado con paso seguro. De pronto, entre la multitud y la lluvia, una figura sospechosa se lanzó hacia el cliente empuñando un arma. —¡Hey! ¡Usted! —gritó un guardaespaldas, pero fue el niño quien reaccionó primero. Con un giro ágil, el pequeño dio un salto, y con un giro de sus piernas, conectó una patada directa al rostro del agresor. El sujeto cayó al suelo, inconsciente, antes de que pudiera apretar el gatillo. —Uno menos —murmuró, sacudiéndose el pantalón con aire despreocupado. **Horas después, en un restaurante de lujo,** donde el cliente cenaba con su familia, un grupo de matones armados intentó ingresar por la puerta trasera. El pequeño, que ya los había detectado desde la calle por sus pasos y actitudes nerviosas, los interceptó antes de que cruzaran la cocina. —No es buen momento para entrar sin reservar —dijo el pequeño mientras giraba sobre sí mismo, usando un barrido rápido para derribar a uno y desarmar a los otros dos con movimientos secos, casi juguetones. Lo más sorprendente fue que ni una gota de salsa se derramó del plato que sostenía en la otra mano. **Más tarde, durante una subasta privada,** el pequeño se mantuvo de pie en una esquina, con los brazos cruzados y la mirada fija como la de un halcón. Su aura, perfectamente controlada, cubría el perímetro. No decía ni una palabra, pero los cazadores de tesoros, mercenarios y ladrones que pensaban robar algo... al sentir esa presión, simplemente se retiraban con un sudor frío recorriéndoles la espalda. **Y por último,** cuando un asesino profesional trató de atacar desde las sombras, siguiendo a la comitiva hasta un edificio abandonado, fue él pequeño quien lo esperaba en la oscuridad. El pequeño ya había rastreado su nen y deducido su intención. —No es muy educado emboscar a la gente mientras duermen —dijo el niño desde las sombras. El asesino apenas tuvo tiempo de ver el brillo del aura envolviendo el puño del niño antes de recibir un golpe directo al pecho que lo lanzó contra la pared. El cliente nunca se enteró de ese último incidente. Sólo recordó al “niño de los ojos brillantes” que siempre parecía estar un paso adelante de todos, protegiéndolo sin fallar. Al regresar al hotel esa noche, aún empapado por la lluvia, El pequeño miró su reflejo en un charco. —Ser un cazador es… ¡súper divertido! —dijo con entusiasmo, ajustándose de nuevo el moño, orgulloso y sonriente, listo para el siguiente trabajo.
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  • Microrelato...
    ╭⸻-----------𝙇𝙤𝙜𝙧𝙤𝙨-----------⸻╮
    Con la vista hacia una de la gran pila canastos que tenía regadas por una bóveda, ya hace tiempo en desuso, el guardián intentaba replicar aquellos objetos apilados. No lo hacía de la misma forma en la que originalmente habían sido creados, tejidos con manos de kobold expertas utilizando hojas y paja, él utilizaba una roca.

    Pasaba sus dedos sobre la superficie de una roca de gran tamaño con la forma de un cubo, liso como si antes el material se hubiera cortado y lijado con precisión. Sus dedos se hundían en la su superficie como si se tratará de un material maleable y no de uno duro y sólido.

    Su trabajo, lento y tedioso, era replicar cada detalle de estos canastos hechos de hojas, mientras moldeaba la roca como si estuviera hecha de arcilla. Sin embargo este no parecía molesto por hacer este trabajo, más bien y pese a su rostro de ceriedad, estaba completamente centrado en su objetivo, logrando eventualmente un resultado que... Bueno... Tampoco era el mejor que digamos.

    Si bien la silueta del canasto estaba lograda, era el trabajo de todo un principiante. Los detalles eran más grandes de lo que deberían por no decir gigantes, todavía se notaban las marcas de sus dedos en la roca y se habían formado grietas a lo largo de la superficie de esta; sin embargo allí estaba Aidguar, feliz después de largas horas de trabajo, su rostro formando una gran sonrisa. Tomo la pieza como si fuera una obra de arte de lo más valioza, salió de aquella bóveda y camino por los pasillos de la madriguera, alzando con orgullo su más reciente escultura.

    — Tu irás a la colección junto a los restos.—Toma un suspiro prolongado antes de continuar monologando—. Creo que estoy mejorando... No para nada... Bah, que más da, no hay nadie más aquí para juzgarte.

    Finalmente llega a una habitación la cual abre con toda energía casi llevándose la gran puerta de madera por delante, en antaño eran habitación para otros dragones, ahora eran su tesorería. Allí es donde se encontraban la mayoría de sus esculturas, todos con un resultado similar, aunque se distingue una distinta mejora con el tiempo. Las esculturas de más a la izquierda, todos de objetos cotidianos que se ven alrededor de las madrigueras, eran terribles, y siguiendo la vista hacía el otro extremo pasaban de catástrofes a figuras decentes.

    Pega la media vuelta, camina fuera de sus tesoros, y cierra la puerta sin voltear a ver detrás una vez más.
    ╰⸻----------------------------⸻╯
    Microrelato... ╭⸻-----------𝙇𝙤𝙜𝙧𝙤𝙨-----------⸻╮ Con la vista hacia una de la gran pila canastos que tenía regadas por una bóveda, ya hace tiempo en desuso, el guardián intentaba replicar aquellos objetos apilados. No lo hacía de la misma forma en la que originalmente habían sido creados, tejidos con manos de kobold expertas utilizando hojas y paja, él utilizaba una roca. Pasaba sus dedos sobre la superficie de una roca de gran tamaño con la forma de un cubo, liso como si antes el material se hubiera cortado y lijado con precisión. Sus dedos se hundían en la su superficie como si se tratará de un material maleable y no de uno duro y sólido. Su trabajo, lento y tedioso, era replicar cada detalle de estos canastos hechos de hojas, mientras moldeaba la roca como si estuviera hecha de arcilla. Sin embargo este no parecía molesto por hacer este trabajo, más bien y pese a su rostro de ceriedad, estaba completamente centrado en su objetivo, logrando eventualmente un resultado que... Bueno... Tampoco era el mejor que digamos. Si bien la silueta del canasto estaba lograda, era el trabajo de todo un principiante. Los detalles eran más grandes de lo que deberían por no decir gigantes, todavía se notaban las marcas de sus dedos en la roca y se habían formado grietas a lo largo de la superficie de esta; sin embargo allí estaba Aidguar, feliz después de largas horas de trabajo, su rostro formando una gran sonrisa. Tomo la pieza como si fuera una obra de arte de lo más valioza, salió de aquella bóveda y camino por los pasillos de la madriguera, alzando con orgullo su más reciente escultura. — Tu irás a la colección junto a los restos.—Toma un suspiro prolongado antes de continuar monologando—. Creo que estoy mejorando... No para nada... Bah, que más da, no hay nadie más aquí para juzgarte. Finalmente llega a una habitación la cual abre con toda energía casi llevándose la gran puerta de madera por delante, en antaño eran habitación para otros dragones, ahora eran su tesorería. Allí es donde se encontraban la mayoría de sus esculturas, todos con un resultado similar, aunque se distingue una distinta mejora con el tiempo. Las esculturas de más a la izquierda, todos de objetos cotidianos que se ven alrededor de las madrigueras, eran terribles, y siguiendo la vista hacía el otro extremo pasaban de catástrofes a figuras decentes. Pega la media vuelta, camina fuera de sus tesoros, y cierra la puerta sin voltear a ver detrás una vez más. ╰⸻----------------------------⸻╯
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  • Las hojas crujían bajo sus pies mientras el bosque ardía. Lenguas de fuego danzaban por los árboles como serpientes hambrientas, tiñendo el cielo de un rojo feroz. El humo era denso, caliente, y convertía todo en una neblina sofocante. Pero entre las llamas y el caos, una silueta infantil se movía con firmeza, sin miedo.

    ★¡Vamos, Don Niebla! ¡Por allá escuché a más pequeñines! —gritó el pequeño vagabundo, con las mejillas sucias de hollín y los ojos brillando de determinación.

    Don Niebla, siempre elegante incluso en medio del desastre, caminaba con sus largas zancadas inhumanas, protegiendo con su cuerpo a dos pequeñas criaturas acurrucadas en sus brazos: los conejitos alados que habían rescatado antes. Su máscara de porcelana, con su eterna expresión pintada de payaso triste, parecía aún más fantasmal con el reflejo del fuego.

    El pequeño, con una mano sujetado al abrigo de Don Niebla y la otra extendida al frente, conjuraba una a una burbujas transparentes y chispeantes como discos de agua.

    ★¡¡Disck-Disck splash!! —exclamó, lanzando una ráfaga de burbujas hacia un árbol que estaba por caer en llamas. Las burbujas estallaron en ondas de energía acuosa, frenando el fuego lo suficiente para abrir un camino.

    Ambos se abrieron paso entre los árboles humeantes, siguiendo los chillidos asustados de más criaturas. Don Niebla se agachó para permitir que un ciervo con alas rotas y un par de zorros diminutos se ocultaran bajo su abrigo. El pequeño vagabundo chasqueó la lengua, agitando la brújula rota colgando de su bolsa.

    ★¡Dice que para allá hay más amigos! ¡Vamos, vamos! —dijo sin detenerse, jadeando de la emoción, no del miedo.

    A medida que la noche caía sobre el bosque carbonizado, la silueta de un niño de cabello alborotado y su enorme guardián brumoso desaparecían entre las brasas, llevando a salvo a un pequeño ejército de criaturas que, en otro mundo, no habrían tenido salvación.
    El viento trajo un murmullo confuso desde las sombras de la espesura.

    † ᴷʳᵉʰ... ᴸᵒˢ ᵛⁱᵛᵒˢ... ⁿᵒ ᵈᵉᵇᵉʳⁱᵃⁿ ᵐᵒʳⁱʳ ˢᵒˡᵒˢ... —

    susurró Don Niebla con una voz que nadie más podría entender.

    Pero el pequeño vagabundo simplemente sonrió.

    ★¡Lo hicimos bien, amigo! ¡Nos ganamos cena extra esta noche!
    Las hojas crujían bajo sus pies mientras el bosque ardía. Lenguas de fuego danzaban por los árboles como serpientes hambrientas, tiñendo el cielo de un rojo feroz. El humo era denso, caliente, y convertía todo en una neblina sofocante. Pero entre las llamas y el caos, una silueta infantil se movía con firmeza, sin miedo. ★¡Vamos, Don Niebla! ¡Por allá escuché a más pequeñines! —gritó el pequeño vagabundo, con las mejillas sucias de hollín y los ojos brillando de determinación. Don Niebla, siempre elegante incluso en medio del desastre, caminaba con sus largas zancadas inhumanas, protegiendo con su cuerpo a dos pequeñas criaturas acurrucadas en sus brazos: los conejitos alados que habían rescatado antes. Su máscara de porcelana, con su eterna expresión pintada de payaso triste, parecía aún más fantasmal con el reflejo del fuego. El pequeño, con una mano sujetado al abrigo de Don Niebla y la otra extendida al frente, conjuraba una a una burbujas transparentes y chispeantes como discos de agua. ★¡¡Disck-Disck splash!! —exclamó, lanzando una ráfaga de burbujas hacia un árbol que estaba por caer en llamas. Las burbujas estallaron en ondas de energía acuosa, frenando el fuego lo suficiente para abrir un camino. Ambos se abrieron paso entre los árboles humeantes, siguiendo los chillidos asustados de más criaturas. Don Niebla se agachó para permitir que un ciervo con alas rotas y un par de zorros diminutos se ocultaran bajo su abrigo. El pequeño vagabundo chasqueó la lengua, agitando la brújula rota colgando de su bolsa. ★¡Dice que para allá hay más amigos! ¡Vamos, vamos! —dijo sin detenerse, jadeando de la emoción, no del miedo. A medida que la noche caía sobre el bosque carbonizado, la silueta de un niño de cabello alborotado y su enorme guardián brumoso desaparecían entre las brasas, llevando a salvo a un pequeño ejército de criaturas que, en otro mundo, no habrían tenido salvación. El viento trajo un murmullo confuso desde las sombras de la espesura. † ᴷʳᵉʰ... ᴸᵒˢ ᵛⁱᵛᵒˢ... ⁿᵒ ᵈᵉᵇᵉʳⁱᵃⁿ ᵐᵒʳⁱʳ ˢᵒˡᵒˢ... — susurró Don Niebla con una voz que nadie más podría entender. Pero el pequeño vagabundo simplemente sonrió. ★¡Lo hicimos bien, amigo! ¡Nos ganamos cena extra esta noche!
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  • Primer Encuentro con Thomas Noxx – Galería de Obscurus Books, Callejón Diagon – Hace 3 meses, 11:45 a.m.
    Fandom OC
    Categoría Fantasía
    Nunca había estado en Londres más allá de lo superficial. Aeropuertos, estaciones, calles de paso. Pero ese día, algo le había llevado más allá del mapa habitual, siguiendo un rastro de curiosidad que no sabía nombrar del todo. Entre libros de magia antigua, vitrinas encantadas y el susurro de páginas que se pasaban solas, terminó frente a una pequeña entrada de mármol oscuro que apenas unos cuantos parecían notar: la Galería de Obscurus Books.

    La cruzó y el silencio lo envolvió.

    Estanterías flotantes. Lámparas que titilaban con la intensidad de un recuerdo. Libros que cambiaban de título si uno los miraba demasiado fijamente. Y entre todo eso, sentado en una mesa de lectura, un joven de rostro pálido y mirada concentrada destacaba sin querer.

    No era exactamente su estilo acercarse a desconocidos, pero había algo en la escena, en el ritmo tranquilo, en el ambiente cargado de algo arcano pero amable que lo impulsó.

    —Nunca había estado aquí antes

    dijo con una voz suave, casi en tono de confesión, mientras se detenía junto a una estantería suspendida cerca de la mesa—. Pero hay algo en este lugar… no sé. Tiene ese tipo de magia que no espanta, que te invita a quedarte. Acogedora… aunque no sé si esa es la palabra correcta.

    No era una interrupción brusca. Más bien un intento de conversación sincera, de esas que se lanzan como una piedra al agua, sin saber si habrá ondas.

    —¿Vienes mucho por aquí?

    añadió, con una ligera sonrisa ladeada, como si intentara leer no solo el libro entre sus manos, sino también algo más profundo

    —. ¿O hoy también fue uno de esos días donde algo te arrastró sin explicarlo?

    El reloj marcaba casi el mediodía y la galería olía a polvo antiguo y té recién servido. Era un buen lugar para hablar. O para callar. Y Haneul, sin intención de invadir más de la cuenta, simplemente añadió:

    —Soy Haneul, por cierto.
    Por si este lugar decide cruzarnos otra vez.
    Nunca había estado en Londres más allá de lo superficial. Aeropuertos, estaciones, calles de paso. Pero ese día, algo le había llevado más allá del mapa habitual, siguiendo un rastro de curiosidad que no sabía nombrar del todo. Entre libros de magia antigua, vitrinas encantadas y el susurro de páginas que se pasaban solas, terminó frente a una pequeña entrada de mármol oscuro que apenas unos cuantos parecían notar: la Galería de Obscurus Books. La cruzó y el silencio lo envolvió. Estanterías flotantes. Lámparas que titilaban con la intensidad de un recuerdo. Libros que cambiaban de título si uno los miraba demasiado fijamente. Y entre todo eso, sentado en una mesa de lectura, un joven de rostro pálido y mirada concentrada destacaba sin querer. No era exactamente su estilo acercarse a desconocidos, pero había algo en la escena, en el ritmo tranquilo, en el ambiente cargado de algo arcano pero amable que lo impulsó. —Nunca había estado aquí antes dijo con una voz suave, casi en tono de confesión, mientras se detenía junto a una estantería suspendida cerca de la mesa—. Pero hay algo en este lugar… no sé. Tiene ese tipo de magia que no espanta, que te invita a quedarte. Acogedora… aunque no sé si esa es la palabra correcta. No era una interrupción brusca. Más bien un intento de conversación sincera, de esas que se lanzan como una piedra al agua, sin saber si habrá ondas. —¿Vienes mucho por aquí? añadió, con una ligera sonrisa ladeada, como si intentara leer no solo el libro entre sus manos, sino también algo más profundo —. ¿O hoy también fue uno de esos días donde algo te arrastró sin explicarlo? El reloj marcaba casi el mediodía y la galería olía a polvo antiguo y té recién servido. Era un buen lugar para hablar. O para callar. Y Haneul, sin intención de invadir más de la cuenta, simplemente añadió: —Soy Haneul, por cierto. Por si este lugar decide cruzarnos otra vez.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    30
    Estado
    Disponible
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  • ──── Mierda pelón, te dije que no dispares y ahora nos están persiguiendo. Ahora quédate quieto, no hagas ningún ruido y déjame ver si se fueron por otra dirección. ¡Ugh! Encima esta todo pequeño este maldito armario. ──── Santi y su ❝ Problema ❞ de tener que hacer un encargo en equipo. [?]
    ──── Mierda pelón, te dije que no dispares y ahora nos están persiguiendo. Ahora quédate quieto, no hagas ningún ruido y déjame ver si se fueron por otra dirección. ¡Ugh! Encima esta todo pequeño este maldito armario. ──── Santi y su ❝ Problema ❞ de tener que hacer un encargo en equipo. [?]
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  • En esta tienda existe todo tipo de artilugios, desde lindas lamparas de mesa que portan los recuerdos del pasado hasta pequeñas joyas con un toque familiar. Si miras bien lo que buscas llegara a tus manos con sumo deleite pero cuidado, si tomas el objeto equivocado podrías... experimentar efectos adversos, risas perturbadoras e incluso un par de pasos pequeños siguiendo los tuyos.

    Advertido estas... Esta anticuaria no acepta devoluciones, solo posibles soluciones. Observa con cuidado mi querido comprador, aquí aguardo siempre esperando tu ascenso... o tu declive.
    En esta tienda existe todo tipo de artilugios, desde lindas lamparas de mesa que portan los recuerdos del pasado hasta pequeñas joyas con un toque familiar. Si miras bien lo que buscas llegara a tus manos con sumo deleite pero cuidado, si tomas el objeto equivocado podrías... experimentar efectos adversos, risas perturbadoras e incluso un par de pasos pequeños siguiendo los tuyos. Advertido estas... Esta anticuaria no acepta devoluciones, solo posibles soluciones. Observa con cuidado mi querido comprador, aquí aguardo siempre esperando tu ascenso... o tu declive.
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