• -estaba en el baño, mientras el agua caia por mi cuerpo ese liquido bajaba por el desague, ese liquido del color rojo, un rojo carmin profundo, derramando lagrimas, pasando saliva aunque se me dificultaba,por el nudo en la garganta y mi estomago, cuando sali del baño, fui y agarre un pequeño relicarioencima de mi mesita de noche, mirando las medicinas, para ir callendo de rodillas, para despues agarrar mi telefono, viendo que mika me habia dejado su telefono, pero no queria molestarlo, no, no ahora y menos con mis problemas y soledad-

    haaa.....que debo hacer

    -dije soltando un gran suspiro, cerrando el relicario dejandolo a un lado, aun en toalla fui, y me puse mi pijama, llendo por una copa y una botella de vino, sirviendome una copa mirando el ventanal, abrazandome a mi misma-

    Mika Xiao Kim
    -estaba en el baño, mientras el agua caia por mi cuerpo ese liquido bajaba por el desague, ese liquido del color rojo, un rojo carmin profundo, derramando lagrimas, pasando saliva aunque se me dificultaba,por el nudo en la garganta y mi estomago, cuando sali del baño, fui y agarre un pequeño relicarioencima de mi mesita de noche, mirando las medicinas, para ir callendo de rodillas, para despues agarrar mi telefono, viendo que mika me habia dejado su telefono, pero no queria molestarlo, no, no ahora y menos con mis problemas y soledad- haaa.....que debo hacer -dije soltando un gran suspiro, cerrando el relicario dejandolo a un lado, aun en toalla fui, y me puse mi pijama, llendo por una copa y una botella de vino, sirviendome una copa mirando el ventanal, abrazandome a mi misma- [fable_silver_frog_194]
    Me enjaja
    Me shockea
    2
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  • ----- Starter -----

    Corporeidad, ese eje de mi nombre, clama un nombre en la lumbre de mi ayeres. Cobijados y perpetuos sobre un campo de líricos vestidos.

    Osadía de nocturnidad que amaré, es el espacio en el que sangro. Posee subtítulos que tornan espectros de huracanes y, ante mí, retienen un susurro que despierta el eje de mis sentidos. De prominentes espacios. Declamo a la tierra, en la que pasto, un cordel de bestias; de enjambre de lunas crecientes.

    Respiro en un área musical más allá del nirvana. Repto como el edificio en el que repaso, la corporeidad en la que habito; por unas veces más de las veces, en las que la marea de la imaginación se recrea en la tintura de mis pies; un silicio de versos de besos. De cándidos candiles cardinales.

    Expreso que sobrevivo. Como puedo me hago uno con el fuego, el trueno, la tempestad que azota a mis mejillas. Necesito un corazón en el que llorar por los caídos. Relato en nombre del trigal campal de las campanas. Repaso la lágrima que decrece y crece en el umbral de mis relicarios; esos con aromas a limas y cardenales de regueros de nobleza coronada.

    Deslizo mis deseos por la espuma que se encumbra en el cayado de treinta y tres minutos, en un punto de las tres de la tarde. En él reescribo las memorias del futuro. En le me hago un tempano de prisma y arcoíris de medidas relucientes. Reparto mermeladas de fresas con crema y ahí, y justo allí anuncio que he revivido.

    Ante el monstruo que gobierna el universo enfrento las valías; su respiración me encandila. La mañana entre la que se levanta, ante del nacimiento del sonido que recorre la silente nocturnidad, ama como nadie como yo le amo. Me estremezco y lloro por los caídos. Perdura la marejada en mi almohada. Y pese a que rezo, con la carencia de un rosario, hallo providencia y salvación entre las paredes de esta habitación repleta de oraciones y pájaros sonrientes.

    Por fin. Por fin. Por fin. Alguien me susurra al oído. Se decanta por vislumbrar mis ojos, esos con delirio de grandeza. La espada descansa ante mis terrenos y, al asomarme por los vitrales de fragante beldad acérrima, constato que la piedra en la que escribo con un carboncillo, remansa un jolgorio de hurto de la fantasía. Ante nosotros se abre el paraíso, se parten en dos, tres, y cuatro los envases de la esperanza que les entrego.

    Espérame, Roszyachán, conforme el firmamento tiembla el tiemplo ante el terror de tus hazañas es pensamiento; el día deja un reguero de sangre; la noche lo reta; pero la noche no es otra que tu pariente de miel de leche. Allí relatas que la más hazaña, ante la que te enfrentas, no es ante lo que no puedes ver con tus ojos de ejes de hielo. Mis ojos verdes recuerdan todo.

    Mi nacimiento entre repollos y crisálidas de helechos de alas de esas hadas, no temieron cargarme y encerrarme en esta armadura; vaciada y viciada entre mis propias ponencias que declaman por revivir al estremecido, al manso, al revivido en la realidad de los geranios de tus ojos.
    ----- Starter ----- Corporeidad, ese eje de mi nombre, clama un nombre en la lumbre de mi ayeres. Cobijados y perpetuos sobre un campo de líricos vestidos. Osadía de nocturnidad que amaré, es el espacio en el que sangro. Posee subtítulos que tornan espectros de huracanes y, ante mí, retienen un susurro que despierta el eje de mis sentidos. De prominentes espacios. Declamo a la tierra, en la que pasto, un cordel de bestias; de enjambre de lunas crecientes. Respiro en un área musical más allá del nirvana. Repto como el edificio en el que repaso, la corporeidad en la que habito; por unas veces más de las veces, en las que la marea de la imaginación se recrea en la tintura de mis pies; un silicio de versos de besos. De cándidos candiles cardinales. Expreso que sobrevivo. Como puedo me hago uno con el fuego, el trueno, la tempestad que azota a mis mejillas. Necesito un corazón en el que llorar por los caídos. Relato en nombre del trigal campal de las campanas. Repaso la lágrima que decrece y crece en el umbral de mis relicarios; esos con aromas a limas y cardenales de regueros de nobleza coronada. Deslizo mis deseos por la espuma que se encumbra en el cayado de treinta y tres minutos, en un punto de las tres de la tarde. En él reescribo las memorias del futuro. En le me hago un tempano de prisma y arcoíris de medidas relucientes. Reparto mermeladas de fresas con crema y ahí, y justo allí anuncio que he revivido. Ante el monstruo que gobierna el universo enfrento las valías; su respiración me encandila. La mañana entre la que se levanta, ante del nacimiento del sonido que recorre la silente nocturnidad, ama como nadie como yo le amo. Me estremezco y lloro por los caídos. Perdura la marejada en mi almohada. Y pese a que rezo, con la carencia de un rosario, hallo providencia y salvación entre las paredes de esta habitación repleta de oraciones y pájaros sonrientes. Por fin. Por fin. Por fin. Alguien me susurra al oído. Se decanta por vislumbrar mis ojos, esos con delirio de grandeza. La espada descansa ante mis terrenos y, al asomarme por los vitrales de fragante beldad acérrima, constato que la piedra en la que escribo con un carboncillo, remansa un jolgorio de hurto de la fantasía. Ante nosotros se abre el paraíso, se parten en dos, tres, y cuatro los envases de la esperanza que les entrego. Espérame, Roszyachán, conforme el firmamento tiembla el tiemplo ante el terror de tus hazañas es pensamiento; el día deja un reguero de sangre; la noche lo reta; pero la noche no es otra que tu pariente de miel de leche. Allí relatas que la más hazaña, ante la que te enfrentas, no es ante lo que no puedes ver con tus ojos de ejes de hielo. Mis ojos verdes recuerdan todo. Mi nacimiento entre repollos y crisálidas de helechos de alas de esas hadas, no temieron cargarme y encerrarme en esta armadura; vaciada y viciada entre mis propias ponencias que declaman por revivir al estremecido, al manso, al revivido en la realidad de los geranios de tus ojos.
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  • En cierta realidad, en la que no se aguantan la consciencia de las cosas, un pescador esbozó un trabalenguas con sus desglosados rezos, esos con forma de cordeles y carnadas, que ante mí exhibía, como si no fuera asunto de sus alevines. Retenía unos cuatro gusanos en su caja más preciada, con la que se anunció el reguero de sus besos sobre el lagomar de sus prudencias. El pescador me contemplaba convencido que era mi turno. Aventurarme en la pesca de espíritus corrosivos no endiosaba a ninguno. Demás que corrompían sus propios anhelos y se tornaban sombreados sus párpados, a medida que los más cautos, preparaban las redes.

    Mi barca, humilde y de estrechas lunas de dunas, fierros macizos de mansos génesis, se entreveía entre el ramaje de las aguas, en las que, para mi suerte, sometía el decorado de las sonrisas que en todos pastaban. ¿Era el alba o se decantaba el cantar de las estrellas entre nosotros? Conté una cantidad escasa de lunares sobre mi propio gen de eternidades. Tracé un dulce de albaricoque sobre la piedra más cercana y me hice el loco: no había más que decir.

    El pescador me estudió convencido; sorteó mis propios atavíos y coronó mi testa con una cuchilla de guadañas, que, ante la hechura de sus poderes de lirios de linajes, se atrevió a verme con otros ojos. Con más respeto que en el instante en el que forjé mis botas de lianas y bambúes. Me ajustó el gorrito. Ahí debía almacenar las presas. Junto a mis orejas, que tantas injurias han escuchado. Él me llama por mi nombre; “Qipaimnarr”, me dice. En nuestra lengua significa cachorro de luz que monta al higo de las montañas, en su brazal de seda.

    No lo hace por maldad. Él me hurtó de mi cuna; llegué a sus orillas y lo engañé con mi cola de pez de coloridas escamas.

    A sus noventa años aún es jovencito. Ríe pese a la escasez de sus dientes; es sabio y pasta ante mis turbios augurios; un umbral de cometas y tersas mañanas con aroma a eucalipto.

    “Qipaimnarr”, me llama. “Hoy habrá buena cosecha. En el amanecer de las cosechas se denota en la detonada de la esperanza de embelesos de tesura”.

    “Busca los ojos de los huracanes en el mar de hierba. El lagomar es a veces, ingrato y tozudo. Quieres ver la paz en él pero, en los siempre de los Para Siempre, siembra una lección a los más más cautos”.

    “¿Los más cautos saben de las lecciones que quiere impartir?”.

    “A veces aprehender a leerlo es como una desiderata. Siempre tiene algo que decir”.

    “¿Y quién llama a su puerta en cada momento? ¿No es la desiderata misma?”, pregunto con las uñas a flor de piel. Degusto una alhaja de lagomar.

    Él calla con la sabiduría pincelada en sus arrugas. Tensa el fuego de la fogata acuosa con la que nos protegemos. Un amuleto para la desiderata. Dos para los que somos nosotros los enclenques que la repasamos al despertar. Decir las erratas de la vida que nos gobierna es empíreo que nos gobierna, entre arroyos y arrullos, entre logística de números que contamos cada vez, y cada vez más, conforme desnudamos nuestras almas ante el terrario, comandan los barcos de escasez.

    Nuestra tersura de rostros alegra el tiempo de los tres tiempos.

    Un espíritu, muy parecido al mío, se alza a la deriva. Toca mis dedos y retrocedo; no temo.

    Mahenh, el pescador al que le debo más que las lecciones que me imparte, me anuncia que guarde silencio. Es abogado de la gracia de entre los seres que provienen de ese pasto acuoso que repta entre nosotros. Y como si se tratara de un objeto de inquisición, él escuda entre los arropes de lo solemne que se puede edificar. Tensa el sostén de sus mejillas contra la garra que le acaricia las entrañas. Se perfila sereno. No hay daño, tan sólo una aguarda la caricia que entre retienen el albor de sus estelas.

    Intriga la emoción. Lo corrosivo atrae; el cambio que eso conmueve. Aprieto los parpados hasta ver las luces que desprende cada uno, que se acerca, sin recato, desnudos con sus propias luminarias.

    Su inocencia me conmueve.

    Entreabro mis pupilas y, allí y sólo allí, deslizan en mis siluetas su fantasmal música. Doy brincos, me perfilo en este solemne sueño que me hechiza. Mi compañero de aventuras retiene el centro de mis núcleos. La inconsciencia reluce entre sus rasgos pero no ha sido derrotado: el pescador sostiene mis manazas, como león de añiles trigales; y no me deja marchar.

    Compone para mí un arrullo de cordialidad. La fineza de su vozarrón delineado como un arrullo entre los puentes de lo que es rito en esa realidad fantástica, no me concierne porque no es para mí el decoro de lo enunciado. Lo corroe un rastro de brea de eso que nos embruja y, pese a su gentil sonrisa en esos momentos de tensión, logro pescar lo que pronuncia con forma corpórea. Deslizo mi carcaj entre los hilos de la tierra y las carcajadas me atraen. Los espíritus revelan sus rostros. Macilento, quizá rebelde. Atraen mi atención y los seis que cuento con el alma en vilo, ante mis carencias, me penetran y rescatan.

    Y sobrevivo ante las afrentas de los más justos.

    El pescador, sometido al perpetuo en júbilo, me zarandea de entre los aparecidos.

    Observo un gris arbóreo en sus pupilas, en las que se asoma una sonrisa que decomisa mi miedo a perderme entre las brumas de los cuatro puntos cardinales. Él me abraza y gobierna mi silencio con una felicidad que viene a mí en forma de relicario. Lo cuelga entre uno de mis dedos; entreveo que es uno de los huesos que él mismo se ha retirado para darme protección. Está bañado con ocre. Adornado por perlas de luz. Ahí entreveo el pastizal del obsequio, que me demuestra con mi orgullo envalentonado, que he golpeado a mi propio proceder en el fértil terreno.

    El mar de hierba decora el rastro de la espera; habrá que esperar a las siguientes lecciones, y, en el instante en que me restriega una carantoña en la cabeza; me anuncia que pasé la prueba en la que todos recuperan la inocencia y el ser criaturas de bien, es el dominio que debo demostrar ahora, de todas mis tonadas musicales.

    Me doy cuenta, que estoy completo.
    En cierta realidad, en la que no se aguantan la consciencia de las cosas, un pescador esbozó un trabalenguas con sus desglosados rezos, esos con forma de cordeles y carnadas, que ante mí exhibía, como si no fuera asunto de sus alevines. Retenía unos cuatro gusanos en su caja más preciada, con la que se anunció el reguero de sus besos sobre el lagomar de sus prudencias. El pescador me contemplaba convencido que era mi turno. Aventurarme en la pesca de espíritus corrosivos no endiosaba a ninguno. Demás que corrompían sus propios anhelos y se tornaban sombreados sus párpados, a medida que los más cautos, preparaban las redes. Mi barca, humilde y de estrechas lunas de dunas, fierros macizos de mansos génesis, se entreveía entre el ramaje de las aguas, en las que, para mi suerte, sometía el decorado de las sonrisas que en todos pastaban. ¿Era el alba o se decantaba el cantar de las estrellas entre nosotros? Conté una cantidad escasa de lunares sobre mi propio gen de eternidades. Tracé un dulce de albaricoque sobre la piedra más cercana y me hice el loco: no había más que decir. El pescador me estudió convencido; sorteó mis propios atavíos y coronó mi testa con una cuchilla de guadañas, que, ante la hechura de sus poderes de lirios de linajes, se atrevió a verme con otros ojos. Con más respeto que en el instante en el que forjé mis botas de lianas y bambúes. Me ajustó el gorrito. Ahí debía almacenar las presas. Junto a mis orejas, que tantas injurias han escuchado. Él me llama por mi nombre; “Qipaimnarr”, me dice. En nuestra lengua significa cachorro de luz que monta al higo de las montañas, en su brazal de seda. No lo hace por maldad. Él me hurtó de mi cuna; llegué a sus orillas y lo engañé con mi cola de pez de coloridas escamas. A sus noventa años aún es jovencito. Ríe pese a la escasez de sus dientes; es sabio y pasta ante mis turbios augurios; un umbral de cometas y tersas mañanas con aroma a eucalipto. “Qipaimnarr”, me llama. “Hoy habrá buena cosecha. En el amanecer de las cosechas se denota en la detonada de la esperanza de embelesos de tesura”. “Busca los ojos de los huracanes en el mar de hierba. El lagomar es a veces, ingrato y tozudo. Quieres ver la paz en él pero, en los siempre de los Para Siempre, siembra una lección a los más más cautos”. “¿Los más cautos saben de las lecciones que quiere impartir?”. “A veces aprehender a leerlo es como una desiderata. Siempre tiene algo que decir”. “¿Y quién llama a su puerta en cada momento? ¿No es la desiderata misma?”, pregunto con las uñas a flor de piel. Degusto una alhaja de lagomar. Él calla con la sabiduría pincelada en sus arrugas. Tensa el fuego de la fogata acuosa con la que nos protegemos. Un amuleto para la desiderata. Dos para los que somos nosotros los enclenques que la repasamos al despertar. Decir las erratas de la vida que nos gobierna es empíreo que nos gobierna, entre arroyos y arrullos, entre logística de números que contamos cada vez, y cada vez más, conforme desnudamos nuestras almas ante el terrario, comandan los barcos de escasez. Nuestra tersura de rostros alegra el tiempo de los tres tiempos. Un espíritu, muy parecido al mío, se alza a la deriva. Toca mis dedos y retrocedo; no temo. Mahenh, el pescador al que le debo más que las lecciones que me imparte, me anuncia que guarde silencio. Es abogado de la gracia de entre los seres que provienen de ese pasto acuoso que repta entre nosotros. Y como si se tratara de un objeto de inquisición, él escuda entre los arropes de lo solemne que se puede edificar. Tensa el sostén de sus mejillas contra la garra que le acaricia las entrañas. Se perfila sereno. No hay daño, tan sólo una aguarda la caricia que entre retienen el albor de sus estelas. Intriga la emoción. Lo corrosivo atrae; el cambio que eso conmueve. Aprieto los parpados hasta ver las luces que desprende cada uno, que se acerca, sin recato, desnudos con sus propias luminarias. Su inocencia me conmueve. Entreabro mis pupilas y, allí y sólo allí, deslizan en mis siluetas su fantasmal música. Doy brincos, me perfilo en este solemne sueño que me hechiza. Mi compañero de aventuras retiene el centro de mis núcleos. La inconsciencia reluce entre sus rasgos pero no ha sido derrotado: el pescador sostiene mis manazas, como león de añiles trigales; y no me deja marchar. Compone para mí un arrullo de cordialidad. La fineza de su vozarrón delineado como un arrullo entre los puentes de lo que es rito en esa realidad fantástica, no me concierne porque no es para mí el decoro de lo enunciado. Lo corroe un rastro de brea de eso que nos embruja y, pese a su gentil sonrisa en esos momentos de tensión, logro pescar lo que pronuncia con forma corpórea. Deslizo mi carcaj entre los hilos de la tierra y las carcajadas me atraen. Los espíritus revelan sus rostros. Macilento, quizá rebelde. Atraen mi atención y los seis que cuento con el alma en vilo, ante mis carencias, me penetran y rescatan. Y sobrevivo ante las afrentas de los más justos. El pescador, sometido al perpetuo en júbilo, me zarandea de entre los aparecidos. Observo un gris arbóreo en sus pupilas, en las que se asoma una sonrisa que decomisa mi miedo a perderme entre las brumas de los cuatro puntos cardinales. Él me abraza y gobierna mi silencio con una felicidad que viene a mí en forma de relicario. Lo cuelga entre uno de mis dedos; entreveo que es uno de los huesos que él mismo se ha retirado para darme protección. Está bañado con ocre. Adornado por perlas de luz. Ahí entreveo el pastizal del obsequio, que me demuestra con mi orgullo envalentonado, que he golpeado a mi propio proceder en el fértil terreno. El mar de hierba decora el rastro de la espera; habrá que esperar a las siguientes lecciones, y, en el instante en que me restriega una carantoña en la cabeza; me anuncia que pasé la prueba en la que todos recuperan la inocencia y el ser criaturas de bien, es el dominio que debo demostrar ahora, de todas mis tonadas musicales. Me doy cuenta, que estoy completo.
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  • 〈 𝘈𝘷𝘪𝘴𝘰 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘯𝘪𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘯𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦: 𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘵𝘦𝘹𝘵𝘰 𝘪𝘯𝘤𝘭𝘶𝘺𝘦 𝘳𝘦𝘭𝘢𝘵𝘰𝘴 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘢𝘯𝘴𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥, 𝘤𝘳𝘪𝘴𝘪𝘴 𝘥𝘦 𝘱𝘢́𝘯𝘪𝘤𝘰 𝘺 𝘥𝘪𝘴𝘰𝘤𝘪𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯. 𝘗𝘰𝘥𝘳𝘪́𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘷𝘰𝘤𝘢𝘳 𝘦𝘮𝘰𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘢𝘯𝘨𝘶𝘴𝘵𝘪𝘢 𝘰 𝘪𝘯𝘤𝘰𝘮𝘰𝘥𝘪𝘥𝘢𝘥. 𝘚𝘦 𝘴𝘶𝘨𝘪𝘦𝘳𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘢𝘶𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘢𝘭 𝘭𝘦𝘦𝘳. 〉

    Silencio.

    Al principio, fue solo un murmullo distante, una grieta apenas perceptible en la realidad, una punzada en los márgenes de su conciencia. Algo fuera de lugar, algo que no debía estar allí, pero que, sin embargo, se aferraba a su piel como una sombra adherida al alma. El aire se tornó denso. No había razón para que su respiración se agitara, no había peligro, no había amenaza… Y aun así, su pecho se contrajo bajo un peso invisible, como si el propio mundo tratara de hundirla en sus profundidades. Su entorno pareció inclinarse en ángulos imposibles, un laberinto de recuerdos superpuestos que luchaban por arrastrarla fuera del presente. Sus pulmones se aferraron al aire, pero cada bocanada se volvió un acto de resistencia: algo en su interior temblaba, una fisura que amenazaba con partirla en dos.

    Parpadeó y vio sus manos, pálidas, temblorosas… Ajenas. Las observó con la perplejidad de quien contempla una verdad imposible. No deberían estar manchadas, y sin embargo allí estaban, las líneas de sus palmas cubiertas por un resplandor carmesí que parecía palpitar con vida propia. Tibio líquido deslizándose entre sus dedos como la última plegaria de un condenado. Intentó sacudirlas, pero la sangre no desaparecía: las frotó contra su propia piel, contra la piedra bajo sus pies, pero solo se extendía, tiñendo su mundo de carmesí. No era real. Parpadeó otra vez, y las encontró vacías, pero la sensación permaneció. Un vestigio en su piel, en su mente, en las profundidades de algo más antiguo que el propio recuerdo. Su respiración se tornó errática, entrecortada, cada inhalación se hizo más difícil que la anterior, un frágil hilo de cordura que la mantenía atada a la realidad. Pero la grieta se expandía, y con ella, su percepción.

    Alzó la mirada y el suelo ya no era suelo. Ante sus pies se extendía un mar de sombras, un océano de figuras caídas en el filo de la eternidad. Cuerpos desplomados, amontonados, cuyos nombres se habían desvanecido con el tiempo, cuya esencia se había disuelto en la nada... El eco de sus gritos atrapados entre las ruinas que alguna vez fueron un campo de batalla. Ojos sin vida, bocas abiertas en un grito que nunca cesó del todo. No los recordaba, y sin embargo, recordaba su peso, la calidez efímera antes de que el frío se apoderara de ellos… La resistencia quebrándose en sus manos. El aire olía a algo metálico, imborrable, pero aun así la visión parpadeó. Y en su lugar, apareció otro paisaje.

    Risas. Voces. Los rostros de sus hermanos y hermanas, iluminados por la calidez de una gloria que a ella ya no le pertenecía. No era la risa de antaño, no era el fulgor de los días dorados ni la solemnidad de la devoción. Era un eco distorsionado, la sombra de algo quebrado. Ella los observó como a través de un cristal empañado, consciente de que ya no formaba parte de ello… Y comprendió, como lo había comprendido tantas veces antes. La fe que alguna vez la sostuvo se había convertido en un relicario vacío, en un recuerdo sin dueño.

    Y allí, en la penumbra de su conciencia, una figura. Un reflejo, una sombra vestida de su propio rostro, ojos que no eran los suyos, pero que los conocía a su vez como propios. Una presencia que aguardaba, paciente, en la orilla de su cordura. Extendió una mano, y la sombra hizo lo mismo. Pero no se tocaban, no aún, porque entre ambas yacía la herida abierta de un destino aún por decidirse.

    Entonces, el silencio absoluto. No era la ausencia de sonido, sino de significado, el abismo entre lo que fue y lo que era. Lo único que rompió la quietud fue su propio aliento, acelerado, entrecortado. Estaba ahí, estaba ahora. Pero la grieta seguía allí y difícilmente se iría.
    〈 𝘈𝘷𝘪𝘴𝘰 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘯𝘪𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘯𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦: 𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘵𝘦𝘹𝘵𝘰 𝘪𝘯𝘤𝘭𝘶𝘺𝘦 𝘳𝘦𝘭𝘢𝘵𝘰𝘴 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘢𝘯𝘴𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥, 𝘤𝘳𝘪𝘴𝘪𝘴 𝘥𝘦 𝘱𝘢́𝘯𝘪𝘤𝘰 𝘺 𝘥𝘪𝘴𝘰𝘤𝘪𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯. 𝘗𝘰𝘥𝘳𝘪́𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘷𝘰𝘤𝘢𝘳 𝘦𝘮𝘰𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘢𝘯𝘨𝘶𝘴𝘵𝘪𝘢 𝘰 𝘪𝘯𝘤𝘰𝘮𝘰𝘥𝘪𝘥𝘢𝘥. 𝘚𝘦 𝘴𝘶𝘨𝘪𝘦𝘳𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘢𝘶𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘢𝘭 𝘭𝘦𝘦𝘳. 〉 Silencio. Al principio, fue solo un murmullo distante, una grieta apenas perceptible en la realidad, una punzada en los márgenes de su conciencia. Algo fuera de lugar, algo que no debía estar allí, pero que, sin embargo, se aferraba a su piel como una sombra adherida al alma. El aire se tornó denso. No había razón para que su respiración se agitara, no había peligro, no había amenaza… Y aun así, su pecho se contrajo bajo un peso invisible, como si el propio mundo tratara de hundirla en sus profundidades. Su entorno pareció inclinarse en ángulos imposibles, un laberinto de recuerdos superpuestos que luchaban por arrastrarla fuera del presente. Sus pulmones se aferraron al aire, pero cada bocanada se volvió un acto de resistencia: algo en su interior temblaba, una fisura que amenazaba con partirla en dos. Parpadeó y vio sus manos, pálidas, temblorosas… Ajenas. Las observó con la perplejidad de quien contempla una verdad imposible. No deberían estar manchadas, y sin embargo allí estaban, las líneas de sus palmas cubiertas por un resplandor carmesí que parecía palpitar con vida propia. Tibio líquido deslizándose entre sus dedos como la última plegaria de un condenado. Intentó sacudirlas, pero la sangre no desaparecía: las frotó contra su propia piel, contra la piedra bajo sus pies, pero solo se extendía, tiñendo su mundo de carmesí. No era real. Parpadeó otra vez, y las encontró vacías, pero la sensación permaneció. Un vestigio en su piel, en su mente, en las profundidades de algo más antiguo que el propio recuerdo. Su respiración se tornó errática, entrecortada, cada inhalación se hizo más difícil que la anterior, un frágil hilo de cordura que la mantenía atada a la realidad. Pero la grieta se expandía, y con ella, su percepción. Alzó la mirada y el suelo ya no era suelo. Ante sus pies se extendía un mar de sombras, un océano de figuras caídas en el filo de la eternidad. Cuerpos desplomados, amontonados, cuyos nombres se habían desvanecido con el tiempo, cuya esencia se había disuelto en la nada... El eco de sus gritos atrapados entre las ruinas que alguna vez fueron un campo de batalla. Ojos sin vida, bocas abiertas en un grito que nunca cesó del todo. No los recordaba, y sin embargo, recordaba su peso, la calidez efímera antes de que el frío se apoderara de ellos… La resistencia quebrándose en sus manos. El aire olía a algo metálico, imborrable, pero aun así la visión parpadeó. Y en su lugar, apareció otro paisaje. Risas. Voces. Los rostros de sus hermanos y hermanas, iluminados por la calidez de una gloria que a ella ya no le pertenecía. No era la risa de antaño, no era el fulgor de los días dorados ni la solemnidad de la devoción. Era un eco distorsionado, la sombra de algo quebrado. Ella los observó como a través de un cristal empañado, consciente de que ya no formaba parte de ello… Y comprendió, como lo había comprendido tantas veces antes. La fe que alguna vez la sostuvo se había convertido en un relicario vacío, en un recuerdo sin dueño. Y allí, en la penumbra de su conciencia, una figura. Un reflejo, una sombra vestida de su propio rostro, ojos que no eran los suyos, pero que los conocía a su vez como propios. Una presencia que aguardaba, paciente, en la orilla de su cordura. Extendió una mano, y la sombra hizo lo mismo. Pero no se tocaban, no aún, porque entre ambas yacía la herida abierta de un destino aún por decidirse. Entonces, el silencio absoluto. No era la ausencia de sonido, sino de significado, el abismo entre lo que fue y lo que era. Lo único que rompió la quietud fue su propio aliento, acelerado, entrecortado. Estaba ahí, estaba ahora. Pero la grieta seguía allí y difícilmente se iría.
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  • Wanda sostenía el primer paquete entre sus manos antes de extenderlo con una sonrisa que bordeaba la travesura. El papel de regalo crujió con suavidad cuando lo entregó. Dentro, un mazo de cartas del tarot cuidadosamente diseñado por la propia bruja, no todo era un festival de luces cuando de magia se trataba. Cada carta llevaba una imagen distinta del propio dios del Engaño.

    Sin dar espacio a preguntas, deslizó el siguiente regalo en la palma contraria. Un frasco pequeño, de cristal transparente, con una etiqueta sencilla que rezaba "Paciencia". Wanda inclinó apenas la cabeza, dejando que el destinatario dedujera la broma por sí mismo. El líquido de color verde no tenía olor ni sabor, ni ningún efecto real, pero era la sugerencia lo que verdaderamente importaba.

    Por último, invocó mediante su magia una pequeña caja de terciopelo. Esta vez, no hubo sonrisa. Con la misma delicadeza con la que había creado el objeto, lo colocó en la mano extendida. El relicario dorado descansaba tibio contra la piel. No explicó su contenido, pero la mirada de sus ojos claros se suavizó apenas cuando dejó escapar el aire en un leve suspiro.

    Cuando retiró las manos, su labor estaba hecha. Sin más palabras, esperó.

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ 𝑳𝒐𝒌𝒊

    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    Wanda sostenía el primer paquete entre sus manos antes de extenderlo con una sonrisa que bordeaba la travesura. El papel de regalo crujió con suavidad cuando lo entregó. Dentro, un mazo de cartas del tarot cuidadosamente diseñado por la propia bruja, no todo era un festival de luces cuando de magia se trataba. Cada carta llevaba una imagen distinta del propio dios del Engaño. Sin dar espacio a preguntas, deslizó el siguiente regalo en la palma contraria. Un frasco pequeño, de cristal transparente, con una etiqueta sencilla que rezaba "Paciencia". Wanda inclinó apenas la cabeza, dejando que el destinatario dedujera la broma por sí mismo. El líquido de color verde no tenía olor ni sabor, ni ningún efecto real, pero era la sugerencia lo que verdaderamente importaba. Por último, invocó mediante su magia una pequeña caja de terciopelo. Esta vez, no hubo sonrisa. Con la misma delicadeza con la que había creado el objeto, lo colocó en la mano extendida. El relicario dorado descansaba tibio contra la piel. No explicó su contenido, pero la mirada de sus ojos claros se suavizó apenas cuando dejó escapar el aire en un leve suspiro. Cuando retiró las manos, su labor estaba hecha. Sin más palabras, esperó. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [G0dofMischief] #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • —¿Qué demonios le regalas a quien lo tiene todo? Era una putada, porque él era un vampiro con más de mil años de vida y ella era una hibrida de eternos veintipico años desde hacía... ¿veinte años? Las diferencias entre los dos eran abismales.

    Entonces semanas atrás habia recordado una historia que Rebekah le contó un dia. La de un regalo que ella misma hizo a Elijah: un relicario en cuyo interior se encontraban grabados los retratos de los tres hermanos Mikaelson que habían vivido juntos aquellos mil años: Klaus, Bekah y Elijah.

    Pero, según Rebekah, aquel relicario se habia perdido cuando tuvieron que huir de Nueva Orleans la noche que Mikael los encontró hacia un siglo atrás.

    Asi que eso fue lo que Hayley se obcecó en encontrar... Aquel relicario... Y no fue tarea fácil, requiriendo ayuda de Freya, Vincent y de una de las mellizas Saltzman que estaba de paso por la ciudad. Pero al fin lo encontró... —

    Feliz cumpleaños, Elijah

    —Dijo acercándose por la espalda del vampiro sentado a la mesa de su estudio. Dejó la cajita donde lo habia guardado frente a él y rodeó suavemente los hombros del vampiro con sus brazos—

    Es muy difícil regalarte algo, ¿sabes?

    Elijah Mikaelson

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    —¿Qué demonios le regalas a quien lo tiene todo? Era una putada, porque él era un vampiro con más de mil años de vida y ella era una hibrida de eternos veintipico años desde hacía... ¿veinte años? Las diferencias entre los dos eran abismales. Entonces semanas atrás habia recordado una historia que Rebekah le contó un dia. La de un regalo que ella misma hizo a Elijah: un relicario en cuyo interior se encontraban grabados los retratos de los tres hermanos Mikaelson que habían vivido juntos aquellos mil años: Klaus, Bekah y Elijah. Pero, según Rebekah, aquel relicario se habia perdido cuando tuvieron que huir de Nueva Orleans la noche que Mikael los encontró hacia un siglo atrás. Asi que eso fue lo que Hayley se obcecó en encontrar... Aquel relicario... Y no fue tarea fácil, requiriendo ayuda de Freya, Vincent y de una de las mellizas Saltzman que estaba de paso por la ciudad. Pero al fin lo encontró... — Feliz cumpleaños, Elijah —Dijo acercándose por la espalda del vampiro sentado a la mesa de su estudio. Dejó la cajita donde lo habia guardado frente a él y rodeó suavemente los hombros del vampiro con sus brazos— Es muy difícil regalarte algo, ¿sabes? [Nbl3Stag] #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • Hiro: Awww señorita Anillo a usted le debo las gracias X3! Es muy dulce conmigo y muy afectiva, es una gran robot y mucho mas que una máquina, la quiero mucho X"3!

    (Guarda bien el copo que [Anouk] le dió en un bonito relicario)
    Hiro: Awww señorita Anillo a usted le debo las gracias X3! Es muy dulce conmigo y muy afectiva, es una gran robot y mucho mas que una máquina, la quiero mucho X"3! (Guarda bien el copo que [Anouk] le dió en un bonito relicario)
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  • ∆ No leer está publicación si no soportas el contenido gore ∆



    Era una noche hermosa, llena de estrellas y luces.

    La gente estaba sentada en las vancas esperando a que yo pasara con mi gran vestido rojo.

    Todos estaban feliz, estaban feliz por mí por qué creían que por fin lograría ser una esposa feliz.

    Todo iba tan bien la música era hermosa, era el momento de mi entrada y las puertas se abrieron de par en par, la gente se volteo para verme.

    Mientras él estaba al frente mirándome con una estúpida sonrisa de enamorado y yo sonreía mientras caminaba hacia al altar...

    Bueno más bien ella caminaba, yo solo miraba todo desde las sombras, no podía creer que ella realmente quisiera casarse con ese idiota, no soportaba lo ridículamente ingenuo y patán que era.

    Pero ella estaba tan enamorada de él que no lo veía, solo veía "un hombre de buen corazón" y el hecho que me odiara con todo su ser no me facilitaba el abrile los ojos.

    Al llegar al altar el padre comenzó a decir las típicas palabras que se dicen en esas bodas religiosas de película y ella sonreía de oreja a oreja, emocionada.

    Pero a la hora de decir acepto.

    Una mujer apareció entre la gente, ella no entendía lo que pasaba. Siempre tan ingenua, era más que obvio lo que sucedía pero no fue hasta que dijo las palabras "Yo lo amó y él me ama a mi, es por ello que espero un hijo suyo" que despertaste de tu cuento de hadas.

    Recuerdo que te paralisaste, que tú sonrisa se borró lentamente y tú emoción y felicidad se volvieron dolor.

    Pude ver cómo caías a la oscuridad gritando y llorando por aquel que había dicho amarte solo a tí.

    En verdad que fuiste una idiota por creerle.

    Pero también recuerdo cuándo soltaste el rado de rosas y dejaste que yo dejara de ser una espectadora.

    Solo me tomo un momento para cortarle la cabeza al tarado, la gente se petrificó al ver cómo la hermosa novia se convertía en un monstruo que de un tajo hizo la cabeza de su prometido rodar por las escalones del altar de la iglesia.

    La gente comenzó a gritar horrorizada mientras el padre comenzaba a gritar plegarias para deter al demonio que había poseído tu cuerpo... Nuestro cuerpo.

    No pude evitar reírme ante lo ridículo que era al pensar que hacer plegarias a un dios tan hipócrita como el que adoraba lo salvarían.

    Disfrute ver su cara de horror cuando arranque uno de sus brazos junto al relicario que tenía para su "protección" y para mí "exorcismo".

    La gente corría a la puerta temiendo por sus vidas pero no lograron llegar muy lejos antes de que los comenzara a desmembrar con mis garras, no podía parar de reír cuando metía la mano dentro de sus cuerpos y sacaba de ellos sus intestinos como si fueran cuna caja de pañuelos, o cuándo corrían y les desgarraba la espalda mientras morían desangrados con una mirada de miedo.

    También recuerdo que les arranque algunos las piernas para verlos arrastrarse entre la sangre y pedazos de los demás invitados, mientras rogaban por ayuda, ho y como olvidar a esos que les arranque las tráqueas como si metiera mi mano en gelatina. Aquellos a los que les arranque los ojos y mientras se cubrían la cara con las manos caían de rodillas al suelo gritando o intentaba de uir de mi antes de resbalar una y otra vez entre los cuerpos.

    Todo esto era tan ridículamente divertido que no podía parar de reír, en serio esa había sido una de las veces que más me había divertido.

    Aún recuerdo a la gente agonizando pidiendo la salvación por su tan amado Dios, pero como siempre él nunca hizo nada por ellos y los dejo morir ante mis manos.

    En un rincón estaba ella, la tonta con la que te había engañado el hombre que decías era tan "perfecto".

    Recuerdo tan bien como me diverti con ella, arracandole la lengua mientras gritaba, arrancarle la piel de la carne mientras luchaba por uir, también de cómo grito más fuerte cuando le rompí los huesos de las piernas y se los torsi como si fuera una tualla húmeda, escurriendo lentamente la sangre de ellas, como curbia desesperada su vientre con sus manos sin piel, manchando su vestido y de como grito cuando saque a ese parásito de su cuerpo. Ella no paro de llorar mientras veía como tenía entre los dedos a su tan amado hijo de nos más de ¿Que serían? Seis o siete meses, era un niño bastante bien desarrollado a decir verdad.

    Ella gritaba despertada por intentar recuperar el cuerpo de su bebé ya muerto. Debía de aceptar que enserio tenía un verdadero espíritu de lucha por qué apesar de todo seguía viva y aún contaba con la fuerza para gritar entre gorgoteos.

    Disfrute ver su expresión cuando estire los dedos de mi mano y su bebé se despedazó en mi mano, callendo algunas partes de él al suelo mientras otras colgaban en mi mano.

    No iba a matarla, dejaría que muriera lentamente mientras la miraba arrastrarse en lágrimas hasta los restos de su bebé mientras yo disfrutaba comiendo de los pedazos que habían en mi mano.

    Cuándo desvíe la mirada hacia un lado ahí estaba aún vivo, el padre continuando con sus plegarias y maldiciendome en nombre de su dios tirando en el suelo mientras trataba de parar el sangrado de su ya inexistente brazo. En serio que pueden ser muy necios los humanos.

    En el momento que porfin murió la mujer me acerque al padre y le arranque los ojos dejado que viera como me comía el primero antes de que le quitara el segundo. Sus gritos de dolor con las insistencias de sus oraciones me irritaba asi que le arranque la mitad inferior de la cara para callarlo de una vez por todas.

    Luego tome el ramo de rosas ballanas en sangre que escurría como pequeñas cascadas entre sus pétalos y camine hacia la salida manchando más mis zapatos con la sangre.

    En definitiva había sido una hermosa noche para ser una novia de rojo.

    #Hisotoria #Oc #Original #Recuerdo #Gore #+18
    ∆ No leer está publicación si no soportas el contenido gore ∆ Era una noche hermosa, llena de estrellas y luces. La gente estaba sentada en las vancas esperando a que yo pasara con mi gran vestido rojo. Todos estaban feliz, estaban feliz por mí por qué creían que por fin lograría ser una esposa feliz. Todo iba tan bien la música era hermosa, era el momento de mi entrada y las puertas se abrieron de par en par, la gente se volteo para verme. Mientras él estaba al frente mirándome con una estúpida sonrisa de enamorado y yo sonreía mientras caminaba hacia al altar... Bueno más bien ella caminaba, yo solo miraba todo desde las sombras, no podía creer que ella realmente quisiera casarse con ese idiota, no soportaba lo ridículamente ingenuo y patán que era. Pero ella estaba tan enamorada de él que no lo veía, solo veía "un hombre de buen corazón" y el hecho que me odiara con todo su ser no me facilitaba el abrile los ojos. Al llegar al altar el padre comenzó a decir las típicas palabras que se dicen en esas bodas religiosas de película y ella sonreía de oreja a oreja, emocionada. Pero a la hora de decir acepto. Una mujer apareció entre la gente, ella no entendía lo que pasaba. Siempre tan ingenua, era más que obvio lo que sucedía pero no fue hasta que dijo las palabras "Yo lo amó y él me ama a mi, es por ello que espero un hijo suyo" que despertaste de tu cuento de hadas. Recuerdo que te paralisaste, que tú sonrisa se borró lentamente y tú emoción y felicidad se volvieron dolor. Pude ver cómo caías a la oscuridad gritando y llorando por aquel que había dicho amarte solo a tí. En verdad que fuiste una idiota por creerle. Pero también recuerdo cuándo soltaste el rado de rosas y dejaste que yo dejara de ser una espectadora. Solo me tomo un momento para cortarle la cabeza al tarado, la gente se petrificó al ver cómo la hermosa novia se convertía en un monstruo que de un tajo hizo la cabeza de su prometido rodar por las escalones del altar de la iglesia. La gente comenzó a gritar horrorizada mientras el padre comenzaba a gritar plegarias para deter al demonio que había poseído tu cuerpo... Nuestro cuerpo. No pude evitar reírme ante lo ridículo que era al pensar que hacer plegarias a un dios tan hipócrita como el que adoraba lo salvarían. Disfrute ver su cara de horror cuando arranque uno de sus brazos junto al relicario que tenía para su "protección" y para mí "exorcismo". La gente corría a la puerta temiendo por sus vidas pero no lograron llegar muy lejos antes de que los comenzara a desmembrar con mis garras, no podía parar de reír cuando metía la mano dentro de sus cuerpos y sacaba de ellos sus intestinos como si fueran cuna caja de pañuelos, o cuándo corrían y les desgarraba la espalda mientras morían desangrados con una mirada de miedo. También recuerdo que les arranque algunos las piernas para verlos arrastrarse entre la sangre y pedazos de los demás invitados, mientras rogaban por ayuda, ho y como olvidar a esos que les arranque las tráqueas como si metiera mi mano en gelatina. Aquellos a los que les arranque los ojos y mientras se cubrían la cara con las manos caían de rodillas al suelo gritando o intentaba de uir de mi antes de resbalar una y otra vez entre los cuerpos. Todo esto era tan ridículamente divertido que no podía parar de reír, en serio esa había sido una de las veces que más me había divertido. Aún recuerdo a la gente agonizando pidiendo la salvación por su tan amado Dios, pero como siempre él nunca hizo nada por ellos y los dejo morir ante mis manos. En un rincón estaba ella, la tonta con la que te había engañado el hombre que decías era tan "perfecto". Recuerdo tan bien como me diverti con ella, arracandole la lengua mientras gritaba, arrancarle la piel de la carne mientras luchaba por uir, también de cómo grito más fuerte cuando le rompí los huesos de las piernas y se los torsi como si fuera una tualla húmeda, escurriendo lentamente la sangre de ellas, como curbia desesperada su vientre con sus manos sin piel, manchando su vestido y de como grito cuando saque a ese parásito de su cuerpo. Ella no paro de llorar mientras veía como tenía entre los dedos a su tan amado hijo de nos más de ¿Que serían? Seis o siete meses, era un niño bastante bien desarrollado a decir verdad. Ella gritaba despertada por intentar recuperar el cuerpo de su bebé ya muerto. Debía de aceptar que enserio tenía un verdadero espíritu de lucha por qué apesar de todo seguía viva y aún contaba con la fuerza para gritar entre gorgoteos. Disfrute ver su expresión cuando estire los dedos de mi mano y su bebé se despedazó en mi mano, callendo algunas partes de él al suelo mientras otras colgaban en mi mano. No iba a matarla, dejaría que muriera lentamente mientras la miraba arrastrarse en lágrimas hasta los restos de su bebé mientras yo disfrutaba comiendo de los pedazos que habían en mi mano. Cuándo desvíe la mirada hacia un lado ahí estaba aún vivo, el padre continuando con sus plegarias y maldiciendome en nombre de su dios tirando en el suelo mientras trataba de parar el sangrado de su ya inexistente brazo. En serio que pueden ser muy necios los humanos. En el momento que porfin murió la mujer me acerque al padre y le arranque los ojos dejado que viera como me comía el primero antes de que le quitara el segundo. Sus gritos de dolor con las insistencias de sus oraciones me irritaba asi que le arranque la mitad inferior de la cara para callarlo de una vez por todas. Luego tome el ramo de rosas ballanas en sangre que escurría como pequeñas cascadas entre sus pétalos y camine hacia la salida manchando más mis zapatos con la sangre. En definitiva había sido una hermosa noche para ser una novia de rojo. #Hisotoria #Oc #Original #Recuerdo #Gore #+18
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