Can we stay here...?
|| Rol priv. con Link ||
Tres de la tarde. El océano brillaba rebosante de vida, meciéndose tranquilo como si fuera encantado por la dulce melodía proveniente del reino a unos metros de altura. Suerte que las nubes habían decidido ser perezosas y no trabajar ese día, porque todo el plan de Sidón dependía específicamente de que el sol ahuyentara por una horas el frío del invierno.
—Muy bien, casi seis horas son más que suficientes para gozar —dijo para sí mismo, apoyado en un balcón del palacio con una sonrisa enérgica.
Habían pasado un par de días desde la última vez que vio a Link para su competencia. Desde entonces, sus visitas con el rubio eran un poco más cortas, siempre ajetreado, pero gozando en sobremanera cada una de ellas. Por otro lado, desde antier no había podido sentarse a charlar cómodamente con el mayor (aún era extraño pensarlo), pues se había decidido a adelantar cuantos deberes pudiese. Los registros, planes para el futuro, escuchar las peticiones y demás detalles. Si lo habían visto salir el palacio tres veces en cuarenta y ocho horas había sido demasiado. Se volvió todo un tiburón de biblioteca.
Todo era por una buena causa. Después de todo, recordaba que las vacaciones de Link estaban prontas a terminar y deseaba poder tener un día entero de charla fluida. Sin estar corriendo por salir de reuniones, o sin tener que apresurar las charlas por el temor al reloj. Quería poder enserio tener un encuentro tranquilo, divertido y lejos del ojo público. Especialmente eso último sospechaba era lo que más necesitaba el pobre héroe, que lo veía cada vez más relajado entre menos le decían héroe y más le decían solo Link.
—Volveré mañana —informó a su consejero—. Saldré con el héroe y luego iré a revisar el mar, quiero asegurarme de que todo siga en orden.
El terreno de la guerra se había vuelto su excusa favorita esos días. Había prohibición de visitar la zona y el único guardia con permiso de ir era el propio rey. Nadie sospechaba de sus noches oculto, porque todos pensaban que estaba velando por el bien de su reino.
Maldito mentiroso.
Salió del palacio, con un poco menos de ornamentos de lo usual, queriendo llamar la menor atención posible para ir a la playa. Había mandado una nota al héroe de cabellos dorados para citarlo, pidiéndole que no trajera sus abrigos porque quería mostrarle algo.
Como siempre, Sidón había llegado antes de la hora señalada, esperando con gusto en el agua templada. Hasta que escuchó un par de pasos, asomó solo los ojos cual tiburón en cacería, mismos ojos que se iluminaron con júbilo al reconocer al héroe.
—¡Viniste! —¿por qué no lo haría? Terminó de ponerse de pie. El agua le llegaba a la mitad de los muslos— ¿Cómo has estado?
Tres de la tarde. El océano brillaba rebosante de vida, meciéndose tranquilo como si fuera encantado por la dulce melodía proveniente del reino a unos metros de altura. Suerte que las nubes habían decidido ser perezosas y no trabajar ese día, porque todo el plan de Sidón dependía específicamente de que el sol ahuyentara por una horas el frío del invierno.
—Muy bien, casi seis horas son más que suficientes para gozar —dijo para sí mismo, apoyado en un balcón del palacio con una sonrisa enérgica.
Habían pasado un par de días desde la última vez que vio a Link para su competencia. Desde entonces, sus visitas con el rubio eran un poco más cortas, siempre ajetreado, pero gozando en sobremanera cada una de ellas. Por otro lado, desde antier no había podido sentarse a charlar cómodamente con el mayor (aún era extraño pensarlo), pues se había decidido a adelantar cuantos deberes pudiese. Los registros, planes para el futuro, escuchar las peticiones y demás detalles. Si lo habían visto salir el palacio tres veces en cuarenta y ocho horas había sido demasiado. Se volvió todo un tiburón de biblioteca.
Todo era por una buena causa. Después de todo, recordaba que las vacaciones de Link estaban prontas a terminar y deseaba poder tener un día entero de charla fluida. Sin estar corriendo por salir de reuniones, o sin tener que apresurar las charlas por el temor al reloj. Quería poder enserio tener un encuentro tranquilo, divertido y lejos del ojo público. Especialmente eso último sospechaba era lo que más necesitaba el pobre héroe, que lo veía cada vez más relajado entre menos le decían héroe y más le decían solo Link.
—Volveré mañana —informó a su consejero—. Saldré con el héroe y luego iré a revisar el mar, quiero asegurarme de que todo siga en orden.
El terreno de la guerra se había vuelto su excusa favorita esos días. Había prohibición de visitar la zona y el único guardia con permiso de ir era el propio rey. Nadie sospechaba de sus noches oculto, porque todos pensaban que estaba velando por el bien de su reino.
Maldito mentiroso.
Salió del palacio, con un poco menos de ornamentos de lo usual, queriendo llamar la menor atención posible para ir a la playa. Había mandado una nota al héroe de cabellos dorados para citarlo, pidiéndole que no trajera sus abrigos porque quería mostrarle algo.
Como siempre, Sidón había llegado antes de la hora señalada, esperando con gusto en el agua templada. Hasta que escuchó un par de pasos, asomó solo los ojos cual tiburón en cacería, mismos ojos que se iluminaron con júbilo al reconocer al héroe.
—¡Viniste! —¿por qué no lo haría? Terminó de ponerse de pie. El agua le llegaba a la mitad de los muslos— ¿Cómo has estado?
|| Rol priv. con Link ||
Tres de la tarde. El océano brillaba rebosante de vida, meciéndose tranquilo como si fuera encantado por la dulce melodía proveniente del reino a unos metros de altura. Suerte que las nubes habían decidido ser perezosas y no trabajar ese día, porque todo el plan de Sidón dependía específicamente de que el sol ahuyentara por una horas el frío del invierno.
—Muy bien, casi seis horas son más que suficientes para gozar —dijo para sí mismo, apoyado en un balcón del palacio con una sonrisa enérgica.
Habían pasado un par de días desde la última vez que vio a Link para su competencia. Desde entonces, sus visitas con el rubio eran un poco más cortas, siempre ajetreado, pero gozando en sobremanera cada una de ellas. Por otro lado, desde antier no había podido sentarse a charlar cómodamente con el mayor (aún era extraño pensarlo), pues se había decidido a adelantar cuantos deberes pudiese. Los registros, planes para el futuro, escuchar las peticiones y demás detalles. Si lo habían visto salir el palacio tres veces en cuarenta y ocho horas había sido demasiado. Se volvió todo un tiburón de biblioteca.
Todo era por una buena causa. Después de todo, recordaba que las vacaciones de Link estaban prontas a terminar y deseaba poder tener un día entero de charla fluida. Sin estar corriendo por salir de reuniones, o sin tener que apresurar las charlas por el temor al reloj. Quería poder enserio tener un encuentro tranquilo, divertido y lejos del ojo público. Especialmente eso último sospechaba era lo que más necesitaba el pobre héroe, que lo veía cada vez más relajado entre menos le decían héroe y más le decían solo Link.
—Volveré mañana —informó a su consejero—. Saldré con el héroe y luego iré a revisar el mar, quiero asegurarme de que todo siga en orden.
El terreno de la guerra se había vuelto su excusa favorita esos días. Había prohibición de visitar la zona y el único guardia con permiso de ir era el propio rey. Nadie sospechaba de sus noches oculto, porque todos pensaban que estaba velando por el bien de su reino.
Maldito mentiroso.
Salió del palacio, con un poco menos de ornamentos de lo usual, queriendo llamar la menor atención posible para ir a la playa. Había mandado una nota al héroe de cabellos dorados para citarlo, pidiéndole que no trajera sus abrigos porque quería mostrarle algo.
Como siempre, Sidón había llegado antes de la hora señalada, esperando con gusto en el agua templada. Hasta que escuchó un par de pasos, asomó solo los ojos cual tiburón en cacería, mismos ojos que se iluminaron con júbilo al reconocer al héroe.
—¡Viniste! —¿por qué no lo haría? Terminó de ponerse de pie. El agua le llegaba a la mitad de los muslos— ¿Cómo has estado?
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Individual
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